Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Sin Mi Consentimiento (Nadie Me Entiende ) - Marta Moya M

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 110

Nadie me entiende 2

Sin mi consentimiento

Marta Moya
Derechos de autor © 2023 Marta Moya

Título original: "Nadie me entiende 2. Sin mi consentimiento”.

Diseño de ilustraciones y cubierta:


Marta Moya a través de IA Texto de Marta Moya Maquetación: Jaime Fernández

Copyright © 2023 Marta Moya ISBN: 9788409576265

Todos los derechos están reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por
cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la
fotocopia o la grabación sin el permiso expreso de los titulares del copyright.
Para mis hijos, Javier y Paula.
Porque cada día con vosotros me enseña el infinito valor de la curiosidad.
Con mucho amor, os dedico este viaje de palabras, deseando que os atreváis a
soñar tan alto como las estrellas y a buscar la alegría en cada pequeño momento.
01

Me levanto de un brinco.
La emoción palpita en mi pecho, y no necesito abrir los ojos para saber que
hoy es un día muy IMPORTANTE.
Mi corazón late con fuerza, y siento mariposas en el estómago.
Marcado en la agenda desde que la estrené, con dibujos y flechas de todos
los colores y formas posibles.
También con subrayador fluorescente. Por si acaso.
Con un círculo rojo enorme en el calendario que está en la puerta de la
nevera.
Con alarmas puestas en los móviles de mis padres, no se vayan a olvidar.
El día más maravilloso del año. El día en que empezó todo.
El DÍA que nadie se puede perder.
Hoy... hoy es mi CUMPLEAÑOS.
Cumplir13añosessúperemocionante, porque, bueno, ¡tienes trece años!
Y es un número genial.
Aunque la gente diga que da mala suerte. Bobadas.
Hoy es el día que me hace sentir especial, como si el mundo girara un poco
más despacio para mí.
MI DÍA.
Además cae en domingo así que tengo todo el tiempo libre para celebrar.
Me asomo por la ventana y el sol brilla sobre un cielo azul claro. Hace un
día perfecto.
De esos en los que todo parece posible.
Y con razón, porque mi familia está preparando una sorpresa increíble para
mí. No sé qué será, ¡pero estoy segura de que me va a encantar!
Bueno, vale. No sé qué es, pero sí espero que sea un MÓVIL.
Uno mío de verdad.
Porque si tengo que soportar un año más mendigando el de mamá, juro que
me voy a volver loca.
Me doy prisa, una ducha rápida y me visto con mi sudadera y vaqueros
favoritos.
Mis padres y mi hermana ya están en marcha en la cocina, preparando algo
con mucho entusiasmo. Me miran con sonrisas cómplices. Estoy segura de
que están conspirando para que tenga el mejor cumpleaños de todos.
Se creen que no sospecho nada.
Pero sé que mi móvil me está esperando. LO SÉ.
—¡Feliz cumpleaños! —grita Mara mientras se cuelga de mi cuello con un
abrazo.
—¡Gracias, hermanita! —le doy un beso en la mejilla—. ¿Has estado
ayudando a mamá y papá a preparar la sorpresa?
Voy a ver si le sonsaco algo.
Mi hermana es la peor guardando secretos.
A veces me pone de los nervios, pero la mayoría del tiempo la adoro.
Es una mini versión de mí, con los mismos rizos rebeldes y ojos
chispeantes.
No puedo esperar a ver cómo cambia cuando crezca, pero por ahora, es
simplemente la mejor.
Menos cuando me saca de quicio.
Mi madre me da un plato con una torre de tortitas calentitas y un vaso de mi
batido de chocolate favorito. El día empieza bien.
Mientras disfruto de este desayuno de cumpleaños de lujo, mi padre desliza
un sobre morado frente a mí.
—¡El primer regalo para la cumpleañera! — anuncia con alegría.
¿Un regalo antes de la sorpresa más grande del día? Pero espera, un móvil
no cabe en un sobre...
—¡Vamos, ábrelo! —me anima mi padre con una sonrisa. Con las manos
temblando de emoción, rasco el sobre y encuentro... una tarjeta regalo para
una tienda de ropa.
—¡Oh!— trato de ocultar mi decepción.
—¡Es para que puedas elegir lo que te guste!
—explica mi madre, leyendo mi expresión—. Como siempre te quejas de
que no tienes nada “cool”..
¿Ropa? Genial, genial. Pero no es lo que esperaba. Guardo la tarjeta regalo
con una sonrisa disimulada y sigo desayunando.
Tal vez el próximo regalo será el esperado teléfono móvil.
02

—¡Venga, vámonos! Nos espera un día de lo más especial— me dice mi


madre con una sonrisa de oreja a oreja.
Yo les miro, expectante.
¿En serio no tengo más regalos?
—No nos mires así, Ava... habrá muchas sorpresas durante el día— me dice
mi padre guiñándome el ojo.
Ah bueno, menos mal.
Mara sonríe y se tapa la boca.
Sé que está haciendo un gran esfuerzo por no contarme todos los planes de
hoy.
Salimos los cuatro de casa sin saber a dónde me llevan.
Mis padres están actuando de manera bastante misteriosa, y yo sé que están
tramando algo especial.
¿Pero dónde vamos?
Durante el trayecto, mi mente no para de dar vueltas sobre lo que podría
suceder.
Podría ser un día en un parque de atracciones, un viaje a otra ciudad, una
fiesta sorpresa en casa con todos mis amigos... Las posibilidades son
infinitas y mi curiosidad no hace más que aumentar.
Finalmente, llegamos a un parque al aire libre que siempre me ha gustado.
Bueno, más bien me gustaba cuando era pequeña. Ahora es un rollo.
—¡SORPRESA!— grita Mara en mi oído, incapaz de contener la emoción
más.
—Ay, Mara. Qué pesada, no me grites tan cerca...— digo malhumorada.
Mis padres me miran, entre serios y enfadados.
—¿No te ha gustado la sorpresa, Ava?
—Ah, sí, sí, claro...— digo saliendo del coche. Pasamos el día en el parque,
y aunque no está mal del todo, no es exactamente lo que tenía en mente
para mi cumpleaños de 13 años. No lo es para nada.
No hay juegos con amigos, ni montañas rusas, ni nada emocionante.
Solo estamos sentados en una manta en el césped, apartando hormigas todo
el rato, compartiendo historias aburridas y comiendo sandwiches de
cumpleaños de niña de 5 años. Un rollo, vamos.
Cuando llega la hora de la tarta, en lugar de una de cumpleaños
personalizada con mi nombre con unas velas doradas, mis padres sacan
unas simples galletas caseras que ha hecho mi madre.
No es que estén malas, pero definitivamente no es lo que yo había
imaginado.
Mis padres notan que mi mal humor va en aumento e intentan hacerme reír.
Mara me pide que juguemos pero no me apetece nada.
Preferiría estar con mis amigos, la verdad.
Mi aburrimiento es obvio y mis padres desisten y proponen que vayamos al
siguiente plan que tienen preparado. AL FIN.
—En la cena te espera otra sorpresa, Ava— me susurra Mara, incapaz de
contenerse.
Sonrío. Al fin me darán el móvil en la cena, en realidad me estaban
despistando para que la sorpresa final sea aún mejor.
03

Resulta que mis padres han planeado ir al cine, y aunque no es lo peor del
mundo, definitivamente no es el regalo que tenía en mente. Que llevo
esperando AÑOS.
La película es una comedia, pero en lugar de hacerme reír, solo me hace
bostezar.
Estoy muy decepcionada.
Mara me mira de reojo cada vez que estalla en risas por alguna escena de la
peli, a ver si yo me río también.
Pero es que nada me hace gracia. Me ABURRO.
Lo único que quiero es que termine este día y llegue la cena, donde
finalmente me darán mi esperada sorpresa.
Al menos tengo un cubo de palomitas más grande que mi cabeza y me
entretengo comiendo mientras miro la pantalla.
—¿Os ha gustado, chicas?— pregunta mi madre mientras me rodea con su
brazo mientras salimos de la sala.
¿Pero está loca?
¿Qué va a pensar la gente si ve a una adolescente de trece años siendo
abrazada por su madre a plena luz del día?
—Mamá, ya te he dicho que no me abraces en público— le murmullo,
enfadada.
Sí, sé lo que estáis pensando.
“Qué desagradecida”. A ver, que la quiero mucho, pero me entendéis, ¿no?
Es cierto que la relación con mi madre ha mejorado, después de la
excursión en la que me perdí en el bosque con Diana. Tenemos momentos
buenos pero sigo teniendo ratos en los que me pone de los nervios. Como si
no me entendiese. Y este es uno de ellos.
Ya sé que han planeado todo este día para mí, con todo su cariño.
Lo sé de sobra, no soy tonta. Pero no es lo que yo quería. Yo solo quería un
móvil.
Y me enfada que no me escuchen. Me enfada MUCHO.
Después de mi pequeño estallido, noto el silencio incómodo que se ha
formado.
Mis padres y Mara me miran sin saber muy bien cómo reaccionar.
Ni siquiera me dirigen la palabra.
Me siento mal por haberles arruinado el día. En el fondo, sé que han hecho
todo esto con la mejor intención.
Pero no puedo evitar sentirme decepcionada. Mi madre siempre me dice
que hay que “manejar bien las expectativas”, pero sinceramente no tengo ni
idea de lo que significa. Si quiero algo, ¿por qué no lo puedo tener como
todos mis amigos?
No digo nada durante la vuelta a casa. Es como si tuviera un nubarrón sobre
mí.
Estoy enfadada, pero también me siento mal por haber sido tan borde.
Mara se acerca y me coge de la mano, tratando de suavizar el ambiente.
Aunque me molesta que me toque, la miro con una sonrisa forzada para que
sepa que no estoy enfadada con ella.
Tampoco tiene la culpa de que mis padres me ignoren siempre.
Al llegar a casa, el ambiente sigue siendo tenso. Nos quitamos el abrigo y
nos sentamos en la mesa de la cocina, donde mi madre comienza a preparar
la cena.
Sigo con la esperanza de que en breve me den el regalo que tanto deseo.
Mientras mis padres y Mara están ocupados, reviso los paquetes de regalos
que hay en la mesa, pero no veo ninguno que tenga el tamaño ni la forma de
un móvil.
Mis padres me observan de reojo, notando mi ansiedad. Estoy segura de
que están disfrutando de mi impaciencia, como una especie de venganza
silenciosa por mi mal comportamiento de antes.
Pero no pueden culparme por tener claro lo que quiero, ¿verdad?
La cena está rica, pero no puedo evitar que mi mente vaya una y otra vez
hacia el móvil que espero.
Estoy tan ensimismada que apenas escucho lo que están diciendo mis
padres.
Finalmente, llegamos al postre, un pastel de chocolate casero que es uno de
mis favoritos. Se acerca el momento.
04

Cuando terminamos, mi madre se levanta de su silla y se dirige hacia el


montón de regalos. Mis esperanzas aumentan, pensando que tal vez está a
punto de traer mi regalo.
Pero en su lugar, regresa con una vela encendida en el pastel.
—¡Es hora de soplar las velas y pedir un deseo, Ava!— anuncia.
Mi decepción es palpable. Soplo las velas con resignación, deseando que
este día termine de una vez. Mis padres y Mara aplauden y sonríen, pero no
puedo evitar sentir que este cumple es un recordatorio de que no he
conseguido lo que más quería.
—¡Venga, ahora los regalos!— exclama Mara corriendo a cogerlos.
—¡Espera, que se te van a caer!— sonríe mi madre.
Elijo un paquete envuelto con un papel brillante. El tamaño del paquete se
parece más al de un móvil. ¿Podría ser?
Sigo desconfiada mientras desenvuelvo el regalo con cuidado, y cuando lo
abro, descubro... ¡un estuche lleno de material de manualidades!
¿Pero se creen que tengo 8 años?
—¡Para que puedas crear todas las obras de arte que quieras, Ava! —explica
mi padre, entusiasmado.
¿Material de manualidades? ¿Really?
Por supuesto que me encanta dibujar y pintar, pero no es el regalo que
quería.
—Mmm... gracias— digo con una sonrisa pequeña, tratando de parecer
emocionada mientras oculto mi decepción.
Estoy segura de que el siguiente regalo sí que sí será. TIENE QUE SER.
Mara, que está ansiosa por ayudar a dar los regalos, corre hacia mí y me da
una caja pequeña con un lazo brillante. Sus ojitos brillan de emoción. La
caja es del tamaño perfecto para ser un móvil, y mi corazón late con fuerza
mientras la abro.
Pero dentro no encuentro un teléfono, sino un libro, una novela que he
estado deseando leer hace tiempo.
—¡Es el último libro de tu saga favorita! —dice mi madre—. Además en
una edición especial.
¿Un libro? ¿Un mísero libro?
Sí que lo quería, pero definitivamente no es lo que tanto deseo.
¡Es que no entienden nada! Queda solo un regalo por abrir.
Una única oportunidad de arreglar este día.
—¡Ábrelo, Ava!— mi hermana no puede más de la emoción. Va a explotar
como un globo. Pero si se piensa que le voy a dejar mi móvil, va lista.
Mi corazón late con fuerza mientras lo abro. Me quedo de piedra.
Dentro no encuentro un teléfono, sino un reloj. Un RELOJ.
—¡Es el último modelo! —dice mi madre—. Tiene la opción de poder
llamar a los contactos que autoricemos. ¡Podrás llamar a Lily cuando
quieras!
Mis padres están entusiasmados, como si me hubieran dado el mejor regalo
del mundo.
Soy incapaz de disimular mi decepción y me pongo a llorar.
Mis padres me miran en silencio, sin entender qué está pasando.
—¿Pero qué pasa, Ava?— mi padre me mira con los ojos muy abiertos.
—¡No entendéis NADA! Lo que más quiero en el mundo es tener un
MÓVIL. ¿Es que no lo veis? Llevo toda la VIDA esperándolo.
Sí, me va mucho el drama. Mi madre se pone muy seria. Mi padre también.
Mara se encoge un poco en su silla. Se hace el silencio.
Y mi enfado aumenta por momentos.
Mesientocomounvolcánapuntode explotar.
Noto el fuego dentro que va subiendo y subiendo...
Y no puedo evitar gritar.
—Estoy HARTA de que me tratéis siempre como a una niña pequeña. No
entendéis nada. Nunca hacéis caso a lo que realmente quiero. ¡NO ES
JUSTO!
Se hace un gran silencio.
05

Mi madre intenta intervenir con calma.


Se nota que está haciendo un gran esfuerzo por no gritarme.
—Ava, el reloj tiene funciones increíbles. Puedes comunicarte con nosotros,
con Lily, y también tiene un localizador por si alguna vez necesitas ayuda.
Además, es resistente al agua. ¿Qué más necesitas?
—¡Quiero un móvil DE VERDAD! ¡Como todos mis amigos! —protesto,
sin dar mi brazo a torcer. No soy capaz de entrar en razón.
Mis padres comparten una mirada de resignación e impaciencia. Incluso
Mara parece sorprendida por mi reacción.
En ese momento, me doy cuenta de que quizás mi pataleta es un poco
exagerada, pero ya es tarde para retroceder.
No hay vuelta atrás.
—Ava, entendemos que quieras un móvil. Pero hemos pensado que este
reloj es más adecuado para tu edad— mi madre intenta explicar con
comprensión.
Estoy realmente alucinando de que no me haya gritado.
—¡Pero TODAS mis amigas ya tienen móvil! — insisto, cruzando los
brazos y frunciendo el ceño, decidida a hacer que entiendan mi punto de
vista.
—Todas no, cariño. No exageres —dice mi padre. Mi madre se acerca y me
acaricia el pelo con ternura.
—Sabemos que tus amigos tienen cosas que quizás tú también quieras. Pero
a veces, lo que queremos no es lo que realmente necesitamos de verdad. Te
prometemos que no serás la última de la clase en tenerlo, pero creemos que
todavía no es el momento.
—¿Se puede saber qué tiene de divertido un reloj absurdo?— digo, mi
volcán interior en plena acción.
—Ava, ya te estás pasando un poco— me dice mi madre cruzando los
brazos.
Eso es signo de mucho enfado.
Me levanto de la mesa haciendo mucho ruido y me voy a mi cuarto.
Se me dan genial las salidas dramáticas. Me tiro sobre mi cama y empiezo a
llorar.
Me siento fatal por haber tratado tan mal a mi familia, con todas las
sorpresas que habían preparado.
Pero no puedo evitar sentirme triste y frustrada por no haber conseguido lo
que tanto quería.
A veces me cuesta mucho que ese volcán interior de emociones se calme.
Y esta es una de ellas.
Saco mi diario del cajón de la mesilla, a ver si escribiendo me desahogo un
poco.
Pero mi rabia es tan intensa que las palabras se quedan atrapadas en mi
garganta.
Llaman suavemente a mi puerta. Mi padre asoma la cabeza.
Últimamente también mi padre me saca de quicio. Siempre nos hemos
llevado muy bien, pero siento que no me entiende.
Mi padre entra en la habitación con cuidado, como si temiera despertar a la
fiera.
La fiera soy yo, por si lo dudabais.
06

—Ava, cariño, ¿podemos hablar? —dice con una expresión de


preocupación en su cara.
Le hago un gesto para que se siente a mi lado. Suspira antes de comenzar.
—Creo que estás exagerando todo un poco,
¿no crees?
Me encojo de hombros, incapaz de mirarlo directamente.
—Solo quería un móvil, papá. Como todos mis amigos.
—Lo sé. Pero pensamos que este reloj podría ser útil y divertido. Y mucho
mejor para tu edad. Ya sabes que tener el móvil conlleva mucha
responsabilidad.
Pongo los ojos en blanco.
La típica respuesta de "tienes lo que necesitas, no lo que quieres".
Qué pesadez.
—No entendéis nada. TODOS mis amigos tienen móvil. ¿Por qué no puedo
tener uno?
¿Es que no os fiáis de mi?
Mi padre suspira de nuevo, como si estuviera resolviendo un rompecabezas
complicado.
—Ava, tus amigos no son la única medida de lo que está bien o mal.
Además, no todos lo tienen y lo sabes. Hacemos lo que creemos que es
mejor para ti, incluso si no siempre estás de acuerdo. Claro que confiamos
en ti, pero queremos protegerte y pensamos que no es el momento todavía.
Me cruzo de brazos, muy molesta pero a la vez sintiendo un poco de
remordimiento por mi berrinche.
—Solo piénsalo, cariño. Ahora baja cuando estés lista.
Sale de la habitación dejándome sola con mis pensamientos.
Miro el dichoso reloj en mi muñeca con resentimiento, como si fuera la
causa de todos mis problemas.
Suspiro, cerrando el diario y preguntándome si algún día comprenderé las
horribles decisiones de mis padres.
07

Al día siguiente, llego al colegio con una mezcla de resignación y


resentimiento por el "regalo sorpresa".
Mis amigas, Lily y Diana, me esperan en la entrada con sonrisas
expectantes.
—¡Ava! Cuéntanos todo sobre tu supercumpleaños — exclama la pequeña
Lily, emocionada.
Diana asiente, mirándome con curiosidad. Aunque al principio Diana y yo
éramos como el agua y el aceite, algo cambió después de perdernos en el
bosque.
Desde ese día, Diana se convirtió en algo así como mi aliada. Descubrimos
que teníamos más en común de lo que pensábamos y que, bajo esa fachada
de rivalidad, había una amistad. Ahora, Diana se ha convertido en una de
mis mejores amigas.
Bufando, les cuento la trágica historia de cómo mis padres han pensado que
un reloj es el regalo perfecto.
—Es absurdo. ¿Quién quiere un reloj de niña pequeña? —me quejo,
cruzándome de brazos y haciéndome la mártir.
Lily ríe, intentando suavizar la situación.
—Bueno, al menos es algo diferente. Y podrás llamar a tus contactos
autorizados así que podremos hablar cuando queramos.
Diana me mira con una mezcla de incredulidad y diversión.
—Te entiendo Ava, yo tampoco querría un reloj. Mi móvil es lo más, la
verdad.
La miro un poco enfadada.
Es cierto que es de mis mejores amigas pero a veces sigue siendo un poco
chulita.
Lily se da cuenta y le da un codazo.
—Diana, te recuerdo que por culpa de tu “querido” móvil tuvimos
pesadillas durante meses. Así que no te flipes tanto.
Es cierto, ese vídeo horrible que nos enseñó me afectó mucho.
Diana se encoge de hombros, como si eso no fuese con ella.
—Bueno, al menos no tendré que preocuparme por llegar tarde a clase. Mi
nuevo reloj me recordará cuándo es la hora de huir de matemáticas—
bromeo, tratando de cambiar mi actitud y evitar que discutamos por una
tontería.
Lily y Diana ríen, y poco a poco el enfado se disuelve en risas compartidas.
Aunque, en el fondo, sigo pensando que un móvil habría sido mucho mejor.
¿Quién demonios regala un reloj en pleno siglo XXI?
Mis padres, definitivamente.
El día en el colegio pasa sin mayores sorpresas. Las risas con mis amigas
ayudan a que la sombra del desastre de mi cumpleaños se desvanezca un
poco.
En la última clase, nuestra profe Marcela anuncia un proyecto para la
semana que viene. Todos parecen emocionados, pero yo solo puedo pensar
en cómo convencer a mis padres de que un móvil sería la herramienta
perfecta para la investigación.
¿No es eso una excelente razón para tener uno? Al menos, eso pienso yo.
08

Al salir del colegio, Lily, Diana y yo nos dirigimos al parque, nuestro lugar
de encuentro después de las clases.
Sentadas en el césped, compartimos chismes y risas.
Poco a poco, la frustración por el regalo inesperado se desvanece.
Ellas son las únicas que me entienden de verdad.
—Tendrás que darle una oportunidad al reloj, Ava. A lo mejor es más útil de
lo que piensas
— comenta Lily.
Diana, entre risas, añade:
—Puede que no sea tan malo. A lo mejor, te ayuda a ser más puntual.
Aunque lo dudo, conociéndote.
Nos miramos y estallamos en carcajadas. De repente, a lo lejos, veo a Dani.
Mi Dani.
Mi crush Dani.
Mis amigas me miran con complicidad cuando notan mi repentino cambio
de actitud.
No puedo evitar sonreír, sintiéndome un poco nerviosa ante la presencia de
Dani.
¿Debería acercarme?
Lily me empuja suavemente.
—Vamos, Ava, ve a hablar con él. No todos los días cumplimos trece,
¿verdad?
Asiento con la cabeza y me levanto con una mezcla de emoción y
nerviosismo.
Camino hacia él, tratando de parecer despreocupada. Cuando estoy a punto
de decir algo, él se adelanta:
—¡Hola, Ava! ¡Feliz cumple! ¿Cómo fue?
Me detengo por un momento, sorprendida de que se haya enterado.
¿Dani realmente se preocupa por cosas como mi cumpleaños?
—Bueno... fue diferente... Pero, eh, ¿sabes que me regalaron un reloj?
Dani levanta las cejas, un poco sorprendido.
—Un reloj, ¿en serio? ¡Mola! Pero bueno, mira, yo quería regalarte algo
también...
De repente, saca de su mochila un pequeño paquete envuelto con papel
brillante.
—Feliz cumpleaños, Ava.
Abro el regalo con una mezcla de emoción, curiosidad y nervios. ¿Qué
podrá ser?
Para mi sorpresa, encuentro una colorida caja llena de pegatinas y un juego
de bolígrafos con forma de animales.
—Pensé que te gustaría para escribir en tu diario y todo eso— dice Dani
tímidamente.
Mi rostro se ilumina de alegría y le doy un inesperado abrazo.
—¡Es genial! ¡Gracias, Dani! No puedo esperar para estrenarlos con mi
diario.
Él sonríe también, y en ese momento, me doy cuenta de que mi cumpleaños
ha tomado un giro mucho más divertido y lleno de sorpresas. A veces, lo
inesperado resulta ser exactamente lo que necesitas para animar el día. Mis
amigas, que han estado observando la escena desde lejos, no pueden
contener la emoción.
Me sonríen y hacen gestos divertidos que me hacen reír.
¡Qué gansas son!
Dani se ha puesto rojo como un tomate después de mi abrazo.
—Oye, ¿te apetece que juguemos mañana un partido de tenis después de
clase?— le pregunto también tímidamente, con miedo a que me diga que
no.
Dani asiente con una sonrisa.
—¡Claro, Ava! Me encantaría jugar contigo. Será divertido.
—¡Genial! Pues hasta mañana entonces— respondo con una sonrisa
radiante, sintiéndome como si estuviera flotando en el aire. Me giro con un
brinco y voy corriendo donde están Lily y Diana.
—¡Qué fuerte, chicas! ¡Dani me ha hecho un regalo de cumple y mañana
hemos quedado para jugar al tenis!— anuncio, mientras saltamos y nos
abrazamos como si hubiéramos ganado la lotería. Las caras de asombro y
las risitas de los curiosos no nos importan en absoluto. Estamos demasiado
ocupadas celebrando nuestro pequeño momento de felicidad. Estoy en una
nube.
¿Cómo se puede pasar del enfado a la felicidad en tan poco tiempo?
09

Cuando llego a casa, la felicidad se esfuma como por arte de magia cuando
veo las caras tan serias de mis padres.
Seguro que siguen enfadados conmigo después de mi comportamiento de
ayer.
Genial.
Justo lo que necesitaba.
¿Por qué me tienen que fastidiar siempre?
Mi madre, con su mirada seria pero comprensiva, me indica que me siente a
la mesa. Me siento con una mezcla de nervios y resignación, esperando el
sermón que probablemente estoy a punto de recibir.
Y yo solo quiero irme a mi cuarto para estrenar los bolis de Dani con mi
diario.
—Ava, necesitamos hablar contigo— comienza mi padre, y suspiro
internamente. Aquí viene.
—Sabemos que ayer no salió como esperabas, y queremos explicarte algo
—dice mi madre, buscando las palabras correctas.
Frunzo el ceño, preguntándome qué tendrán que decirme ahora.
¿Me van a dar otro regalo para compensar el desastre del reloj?
—Comprendemos que tenías muchas expectativas sobre el móvil, pero
queremos explicarte por qué creemos que ahora no es el momento adecuado
—continúa mi padre, tomando un tono más reflexivo.
Mis cejas se fruncen en confusión.
¿Por qué no es el momento adecuado?
—Ava, entendemos que algunos de tus amigos tengan móviles y que sientas
que es algo normal. Pero queremos que comprendas que tener un teléfono a
tan temprana edad puede traer responsabilidades y desafíos que quizás aún
no estás preparada para manejar —explica mi madre con paciencia.
Me quedo pensativa.
¿Responsabilidades y desafíos?
¿Pero no es solo un teléfono?
¿De qué están hablando?
—Además, queremos que disfrutes de tu infancia sin las distracciones que
un móvil puede traer. Tienes tiempo de sobra para tener el tuyo propio
cuando seas un poco mayor y puedas usarlo de manera responsable— añade
mi padre, intentando transmitir la importancia de la decisión.
Qué pesados son con la responsabilidad. Si yo soy MUY responsable.
No me convence nada esto que me están contando. Pero nada de nada.
—Entendemos que esto puede ser difícil para ti, pero queremos que confíes
en que lo hacemos por tu bien. Hay muchas otras maneras de divertirse y
estar conectada con tus amigos sin la necesidad de un móvil en este
momento— concluye mi madre con una sonrisa tranquilizadora. Asiento,
pero no porque esté convencida de lo que dicen, sino porque estoy cansada
de la charla. Me levanto de la mesa, dando por perdida la batalla. Parece
que tendré que esperar otro año más para tener mi propio móvil.
¿Responsabilidades y desafíos? ¿Acaso no entienden que ya no soy una
niña pequeña?
10

Me levanto con mariposas en el estómago. Hoy es el día de mi cita con


Dani.
Bueno, vale, no es una cita.
Un partido de tenis después de clase. Pero estoy de los nervios solo de
pensarlo.
Voy corriendo al baño antes de que se cuele Mara. Necesito mi tiempo para
prepararme bien para el gran día.
Me quito la ropa para ducharme y... ¡oh no! Justo me ha bajado la regla.
¡Qué oportuno!
Me miro al espejo con desesperación y veo que un granito (o granazo) ha
hecho su aparición justo en la punta de la nariz.
¡Dichosas hormonas!
Decido no dejar que esos contratiempos arruinen mi día. Seguro que un
poco de maquillaje de mi madre lo arregla.
Después de una ducha exprés, me encuentro frente al espejo de mi madre
con una misión: disfrazar el inoportuno granito que ha decidido asomarse
en la punta de mi nariz. Con el arsenal de maquillaje de mi madre ante mí,
me pregunto si realmente necesito tantos productos.
¿Para qué sirve tanta cosa?
Pero hoy, necesito un plan de emergencia. Comienzo aplicando
corrector, como si pudiera corregir todos los problemas
del mundo con una brochita mágica.
Después, un poco de base para igualar mi tono de piel.
Me miro en el espejo y noto que el granito aún se burla de mí.
Con determinación, abro un estuche de polvos traslúcidos y ¡zas!, un
nubarrón blanco cubre mi nariz como si estuviera nevando en pleno verano.
Ahora, a por los ojos. Me sumerjo en el universo desconocido de sombras y
delineadores.
¿Por qué hay tantos tonos de marrón?
Elijo uno al azar y lo aplico con la esperanza de parecer más adulta y
sofisticada.
Miro el resultado final y me doy cuenta de que parezco un arco iris en plena
explosión.
Me pregunto si este esfuerzo valdrá la pena y, con un suspiro, salgo
corriendo del baño para no llegar tarde a clase.
Estoy lista para enfrentarme al día, granito y todo.
Me cruzo en el pasillo con Mara, que me mira como si hubiese visto un
unicornio en albornoz.
—¿Pero qué te ha pasado en la cara? Como te vea papá...— me dice,
intentando contener la risa.
—Calla, Mara. Tú no has visto nada —le respondo, tratando de restarle
importancia.
Salgo a toda prisa de casa, antes de que nadie me diga nada más.
Subo al autobús sin prestar mucha atención a nadie, pensando en el partido
con Dani.
—¡Ava!— oigo una voz que me llama.
—¡Ay Adri! Perdona, no te había visto. Es que estoy de los nervios—
respondo mientras me siento al lado de mi amigo.
Le conocí el año pasado en este mismo autobús. Desde entonces somos
muy amigos.
Adri me mira con curiosidad y una sonrisa pícara.
—¿Nerviosa por algo en especial o por la transformación facial? —
pregunta señalando mi cara con exageración.
—Lo segundo ni se te ocurra mencionarlo —le advierto con una mirada
asesina, pero ambos terminamos riendo.
—Venga, cuéntame. ¿Qué pasa?— pregunta Adri con curiosidad.
—Pues...— dudo un momento, pensando si contarle o no. Pero Adri
siempre me ha ayudado—. Hoy después de clase tengo un partido de tenis
con Dani. Sí, el chico que me gusta. Estoy emocionada, pero también súper
nerviosa. ¿Y si es todo un desastre?
Adri me mira con complicidad y luego sonríe.
—Tranquila, Ava. Seguro que sale todo bien. Solo sé tu misma porque eres
genial.
Le doy un leve golpe en el brazo, agradecida por sus palabras de ánimo.
En el fondo, siempre me ha apoyado en todo, incluso cuando soy un
completo desastre.
Confío en que tenga razón.
Al fin y al cabo, ¿qué podría salir mal?
11

TODO sale mal. Realmente mal. De principio a fin.


Llego al colegio hecha un manojo de nervios. Lily y Diana me miran con
los ojos abiertos de par en par.
—¿Se puede saber qué te ha pasado en la cara?— me pregunta Diana sin
ningún tipo de filtro ni delicadeza.
—Ays, me ha salido un grano. Es enooorme— contesto yo con tono drama-
queen.
—No, eso no. ¿Qué tipo de maquillaje llevas?
¿Por qué tienes la cara de colores?
Voy corriendo al baño a mirarme en el espejo. Diana tiene razón, parezco
un payaso de película de terror.
—Oh no, ¿qué he hecho? —me lamento en voz alta, mientras trato de
arreglarlo.
Diana y Lily entran al baño, conteniendo la risa a duras penas.
—Ava, creo que te has pasado un poco con el maquillaje, ¿no? —comenta
Lily con una sonrisa amigable.
—¿Por qué has decidido pintarte la cara hoy?
—añadeDiana,sindejardemirarel espectáculo.
Intento restarle importancia, aunque en el fondo me muero de la vergüenza.
—Es por mi cita con Dani —digo bajando la mirada.
Diana me mira con ceño fruncido.
—No se nota nada, no exageres. Te aseguro que Dani ni se va a fijar— dice
Lily.
—Eso espero— respondo con cierta desconfianza mientras intento quitarme
el exceso de maquillaje con papel higiénico.
Diana suelta una risa que resuena en el pequeño baño.
—Ava, por favor, Dani va a flipar cuando te vea así. Pero bueno, al menos
te aseguras de que nunca te olvide, ¿no?
Trato de tomármelo con humor, aunque el ridículo me coma por dentro.
—¿Tú crees?— pregunto con duda, mirándome de nuevo en el espejo y
lamentando mi desafortunado experimento de belleza.
Lily intenta calmar la situación como siempre.
—Vamos, Ava, lo más importante es que te sientas cómoda contigo misma.
Diana asiente con una sonrisa traviesa.
—Oye, al menos serás el centro de atención,
¿no? Aunque no precisamente por las razones que esperabas.
Nos reímos juntas, y, por un momento, olvido la catástrofe que es mi cara
en este instante. Suena el timbre y corremos a clase.
La profesora Manuela entra y me mira de reojo, examinando mi cara.
—¿Estás bien, Ava?— me pregunta.
—Sí, sí, todo bien...— contesto sin mucha confianza.
La profe me mira como si no la convenciese mucho. Pero decide continuar
con la clase.
—¡EXÁMEN SORPRESA DE MATEMÁTICAS!
— exclama con una sonrisa.
¿Cómo? Con todo el lío del cumple y de Dani, no he estudiado nada.
12

Maldigo mentalmente mi falta de previsión mientras busco frenéticamente


entre mis cosas algo que me ayude.
Lily y Diana me lanzan miradas cómplices; saben que mi desastre facial no
es nada en comparación con este examen sorpresa.
La profesora reparte las hojas, y yo, con mi corazón latiendo a toda
velocidad, me sumerjo en el mar de números y ecuaciones. Intento recordar
lo que dimos en clase, pero parece que mi mente está en cualquier lugar
menos en las matemáticas.
Me esfuerzo por concentrarme, pero mi mente baila entre el examen, mi
cara multicolor y el partido de tenis con Dani. Cuando la profesora recoge
las hojas, me doy cuenta de que mi papel está lleno de garabatos sin
sentido. Suspiro resignada.
El día pasa rápidamente y se acerca el momento de ver a Dani.
Cuando suena el timbre de la última clase, salgo a toda prisa hacia los
vestuarios para cambiarme para el partido de tenis.
Me quito la ropa rápidamente, no quiero llegar tarde.
De repente oigo unas risas a mis espaldas. Cuando me giro, veo a dos
chicas de dos cursos mayores que yo, con su móvil en la mano.
¿Me han hecho una foto en ropa interior? No, no puede ser.
—¿Pero qué hacéis?— les digo asustada. Ellas solo se ríen y se van
corriendo.
Me quedo muy preocupada.
Me visto rápidamente, con mi falda y polo BLANCOS de tenis.
Trato de quitarme de la cabeza esa sensación incómoda y me apresuro hacia
la pista donde he quedado con Dani.
Cuando llego, veo que él ya está allí, con su raqueta en la mano.
Me sonríe y parece no darse cuenta de mi pequeño desastre de día.
Intento sonreírle de vuelta, pero no puedo quitarme de la cabeza lo que
acaba de suceder en los vestuarios.
—¿Lista para jugar?— me pregunta, ajeno a mis preocupaciones.
Asiento con una sonrisa forzada, tratando de concentrarme en el juego.
Este día está siendo todo menos lo que esperaba.
Comenzamos a jugar y no consigo devolver ni un solo golpe.
Estoy muy distraída.
De repente, Dani se para en seco y mira fijamente a mi falda blanca.
—¿Qué pasa?— le pregunto mientras miro hacia abajo.
Una mancha roja ENORME se ha extendido sobre la falda.
Con los nervios de la foto en el vestuario se me había olvidado cambiarme.
Esto no puede estar pasando.
Mi cara arde de la vergüenza y me doy la vuelta corriendo.
Quiero desaparecer. No me lo puedo creer.
—¡Ava, espera! ¡No pasa nada!— grita a mis espaldas Dani.
Ignoro lo que me dice y entro en el vestuario. Me pongo mi pantalón lo más
deprisa que puedo.
Cuando salgo, Dani me está esperando.
—Ava, de verdad que no pasa nada. No te vayas.
No puedo mirarle a la cara y susurro algo de que tengo prisa y me voy
corriendo antes de que vea que estoy a punto de llorar.
Este día no puede ir a PEOR.
Doy gracias por no encontrarme a nadie conocido en el camino a casa.
No quiero ver ni hablar con nadie.
Cuando llego, ni saludo a mi familia y me encierro en mi cuarto.
—¿Ava, qué te pasa?— entra mi madre preocupada.
—Nada, mamá. Solo es que me encuentro un poco mal— miento.
No quiero hablar con nadie de lo que ha pasado.
Me da mucha vergüenza todo. Solo quiero estar sola.
13

Pero mi madre no desiste.


Parece que tiene un sexto sentido.
—Vaya, pobrecilla. Si quieres cancelamos la cena que tenemos tu padre y
yo ahora.
¿Estás segura de que no ha pasado nada en el colegio hoy?
—Mamá,noseaspesada.Soloquiero tumbarme y dormir. Déjame.
En el fondo, necesitaría un abrazo de mi madre.
Pero algo me impide hablar.
—Está bien cariño. Pero si te encuentras peor, llámanos y volvemos antes.
Lo importante es que estés bien.
¿Por qué tiene que ser cariñosa aunque yo sea tan insoportable?
¿No se cansa de mí?
Contesto con una especie de gruñido.
Mi madre suspira y se va cerrando suavemente la puerta.
Al rato entra Mara, el huracán Mara.
—¡Ava, noche de chicas! ¿A qué jugamos?— me dice entusiasmada.
—Mara, no estoy de humor. No me encuentro bien— contesto disimulando
mis lágrimas.
—¿Estás malita? A lo mejor es un “constipo”— me dice poniendo su
pequeña mano sobre mi frente para ver si tengo fiebre.
—Sí, será eso...— le digo para tranquilizarla. No puedo contarle lo que me
ha pasado, no la quiero preocupar.
—¿Y si vemos una peli juntas?— me dice con esperanza.
Mecuestamuchodecirquenoaesta monadita.
Aunque cuando se enfada... es otra historia.
—Vale, está bien. Elige la que quieras y ahora voy.
Mara sale de mi cuarto dando brincos de alegría.
Hago un esfuerzo por levantarme de la cama y voy a hacer palomitas.
Mis padres están a punto de irse ya.
—Ava, ¿todo bien?— me pregunta mi padre al ver mi cara pálida.
—Creo que estoy un poco resfriada, solo eso...— contesto para que me
dejen tranquila.
—Bueno, vete pronto a la cama y seguro que mañana estarás mejor. Te
queremos mucho conejita— me dice dándome un beso.
¿Cuándo van a dejar de llamarme así? Qué pesados.
—Sí, sí— le digo apartándome rápido del beso—. Pasadlo bien.
Mis padres cruzan una mirada de preocupación, como si dudaran en
dejarme sola.
—De verdad, estoy bien— les digo empujándoles hacia la puerta.
Se van poco decididos, pero al menos se van. Me voy al sofá con las
palomitas y me siento al lado de Mara.
Ella se acurruca a mi lado, feliz de ver una peli conmigo. La sonrío
dulcemente. Es increíble que esta enana me haga sentir mejor. Me meto en
la película y me relajo.
Poco imaginaba de lo que me esperaba al día siguiente en el colegio.
14

—¡Ava! ¿Estás bien?— se acerca corriendo Diana en cuanto pongo un pie


en la clase a la mañana siguiente.
¿Se referirá al desastre del partido de tenis?
—Sí, bueno, tampoco es para tanto... podría haber sido peor— respondo
poco convencida. No me lo creo ni yo.
—¿PEOR? Ava, todo el colegio está hablando de ello— me dice Diana con
los ojos muy abiertos.
—¿Todo el colegio?— pregunto incrédula. Diana asiente con la cabeza
rápidamente.
¿Qué mas les dará al resto del cole mi cita horrible con Dani? Qué cotillas.
—Sí, TODO el mundo lo ha visto y lo está reenviando.
¿Qué?
—¿Reenviando mi desastre de cita?
—¿Qué cita?— me dice impaciente Diana—.
¿Pero de qué hablas?
—De que pasé una vergüenza en el partido de tenis... Se me manchó la
falda y...
—¡No! Hablo de la FOTO— me interrumpe Diana.
Se me hiela la sangre.
—¿Foto? ¿De qué estás hablando?— pregunto, completamente
desconcertada.
Diana saca su móvil y busca algo frenéticamente.
Luego, me muestra la pantalla.
Ahí está: una foto de mí, en el vestuario del colegio, en ropa interior.
¡No puede ser!
—¿Pero quién la ha enviado? —exclamo, sintiendo que el mundo se
desmorona a mi alrededor.
—No lo sé, pero está por todas partes.
¡Incluso hay memes! —Diana me muestra la pantalla de su móvil con caras
de asombro y risas en las redes sociales del colegio.
Lily se acerca, intrigada por la conversación.
—¿Qué os pasa, chicas? —pregunta alegremente, sin tener ni idea.
Diana le enseña la foto, y la cara de Lily se transforma de la confusión a la
preocupación.
—¡No puede ser! ¿Esto es en serio?— exclama, llevándose las manos a la
boca.
—Esto es horrible. No puedo creer que esté circulando por ahí— digo,
sintiendo la vergüenza y la ira mezclarse en mi interior.
—Tranquila, Ava. Vamos a encontrar a quién lo ha hecho y detener esto —
dice Diana, tratando de consolarme.
No sé si podré superar esta nueva humillación.
La idea de enfrentarme al resto del colegio después de esta invasión a mi
privacidad me ATERRA.
¿Cómo ha podido llegar a ocurrir algo así?
—Tienes que hablar con la profe Marcela, Ava. Ella seguro que te ayuda—
dice Lily.
—¡No! No digáis nada, por favor. Me da muchísima vergüenza— suplico.
No sé explicarlo.
Me siento como si yo fuese la culpable de todo, como si me fuesen a
regañar por ello.
No puedo evitar sentirme así.
15

Noto cómo todo el colegio me mira y se hace el silencio cuando voy por el
pasillo.
Quiero que me trague la tierra.
Veo a Dani a lo lejos y me meto corriendo en el baño.
Llevo todo el día evitándole.
Me miro al espejo e intento calmarme. Respiro profundamente varias veces,
como me ha enseñado mi madre.
Pero de repente la puerta se abre y entran las dos niñas que me hicieron la
foto en el vestuario.
Vienen riéndose y al verme, se callan de repente.
Pasan unos segundos en los que nos miramos sin decir nada.
—¿Por qué habéis hecho eso?— pregunto, muy enfadada.
Rita, la más alta de las dos, se empieza a reír. La otra, que se llama Adela,
se encoge de hombros, como si no fuese con ella la cosa.
—No hemos hecho nada, no sé de que nos hablas, enana— dice Adela.
¿Enana? Si solo tienen dos años más que yo.
¿Qué se creen?
Las risas de Rita y la actitud despreocupada de Adela me enfadan aún más.
Estoy harta de sentirme humillada y decidida a no permitir que estas dos
chicas se salgan con la suya.
—No os hagáis las tontas. ¿Por qué habéis enviado esa foto? —pregunto,
conteniendo la rabia que hierve en mi interior.
Rita se encoge de hombros de nuevo, pero sus ojos brillan con malicia.
—Solo estábamos compartiendo algo divertido con el colegio. No
pensamos que te pondrías así de histérica —responde con malicia.
Las lágrimas amenazan por salir, pero me niego a darles esa satisfacción.
Tengo que mantenerme fuerte. Si no, no me van a dejar en paz.
—Esto no tiene ninguna gracia. Me habéis hecho pasar por una situación
horrible — contesto, tratando de mantener la calma.
Adela, finalmente, rompe su silencio.
—Mira, Ava, es solo una foto. La gente la olvidará pronto. Además, ¿no
deberías preocuparte menos por lo que piensen los demás y más por
mejorar tus habilidades en el tenis? —dice, lanzando una mirada de
desprecio.
¿Pero qué dice?
Su comentario hiere mi orgullo, pero decido no darles el gusto de verme
derrumbarme.
—DEJADME EN PAZ —sentencio antes de salir del baño con paso firme.
Durante el resto del día, intento ignorar las miradas y los susurros a mi
alrededor.
Al llegar a casa, me encierro en mi habitación de nuevo.
Mis padres siguen pensando que me encuentro mal por el resfriado.
La vergüenza que siento es casi insoportable. Deseo con todas mis fuerzas
que la gente se olvide pronto de la foto.
Me quedo dormida con ese pensamiento.
16

No solo no se han olvidado, sino que ha ido a peor. Mucho PEOR.


Ya no son solo los “memes” que han hecho, sino los montajes y las palabras
horribles sobre mi cuerpo.
No tengo ganas de nada. No puedo comer.
No me puedo concentrar.
Lily y Diana me miran muy preocupadas. Intentan quitarle importancia y
animarme, pero no lo consiguen.
La profe Manuela entra en clase, con los resultados del examen de
matemáticas.
SUSPENSO.
La profe me mira muy seriamente.
—Ava, esperaba mucho más de ti. Tus notas están empeorando mucho. ¿Va
todo bien en casa? ¿Estás bien?— me pregunta.
—Sí, lo siento profe. Es que me despisté, pero seguro que voy a mejorar—
respondo en voz bajita, sin creérmelo.
—Eso espero Ava, tienes que esforzarte más. Pero es que no me puedo
concentrar.
La profe Manuela me entrega el examen con gesto serio, y siento cómo la
presión aumenta en mi pecho al ver esa letra grande y roja marcando mi
calificación.
El suspenso, un recordatorio adicional de que mi vida está fuera de control.
Noto que Dani me mira con cara de preocupación, pero aparto la mirada.
Desde el partido de tenis, no hemos hablado. Él ha intentado acercarse a mí,
pero le he evitado y le he dicho que no me hable.
Sé que él no tiene culpa de nada, pero no me veo capaz de hablar con él.
En el recreo, Lily y Diana intentan hacerme reír. Pero yo solo estoy
pendiente de que todo el mundo habla de mí.
Los pasillos están llenos de miradas acusadoras y risas disimuladas. Intento
ignorar el eco de susurros y centrarme en lo que me están contando mis
amigas.
—Ava, todo esto pasará, ya verás— me intenta animar Lily.
Asiento con la cabeza, pero no me lo creo.
—Encima como yo no tengo móvil, no sé que están diciendo de mí. Es
horrible— contesto conteniendo las ganas de llorar.
—Es mejor que no lo veas, te lo aseguro— contesta Diana.
Eso no me consuela mucho, la verdad.
—Se terminarán cansando, la gente se aburre rápido de todo— dice Lily
lanzando una mirada seria a Diana.
Puede que tenga razón.
Pero mientras tanto, el daño ya está hecho. Cuando vuelvo a clase, veo que
me han dejado una nota en mi mesa.
Con cierto miedo la abro, ya no sé qué esperar.
Es un dibujo horrible de mi, metiéndose conmigo por el tema de la foto.
Como si yo hubiera estado de acuerdo. Todo ha sido SIN MI
CONSENTIMIENTO.
Rompo la hoja en mil pedazos, frustrada y enfadada.
¿Por qué se ríen así de mí?
Lily nota que algo no va bien y se acerca a mi mesa.
—¿Qué ha pasado?— me pregunta.
La pobre no hace más que preocuparse por mí. Qué suerte tengo de tenerla
a mi lado.
—Nada, me han dejado una foto con una caricatura mia horrible riéndose
de mí— digo con tristeza.
—¿Pero qué le pasa a la gente? Ava, te lo digo en serio. Tienes que hablar
con los profesores o con tus padres para que paren esto. Está yendo
demasiado lejos.
—No Lily, no lo entiendes. Sería una chivata y se meterían aún más
conmigo. Solo quiero hacerme invisible. Desaparecer.
—Ni hablar. Eres de las mejores personas que conozco y no lo voy a
permitir. Ava, prométeme que si te vuelven a enviar notas así hablarás con
la profe Manuela.
—Sí, está bien— contesto, pero para que me deje ya en paz y no insista
más.
No pienso chivarme. Además no sé quién ha sido. No quiero más
problemas.
Solo quiero que me dejen en paz.
17

Las notas siguen llegándome y cada vez son peores. Dibujos y palabras
muy feas.
Yo las escondo, no se las enseño a nadie. Ni siquiera a Lily.
Diana lleva unos días muy rara conmigo también.
Como distante, como si no quisiera hablar conmigo.
No entiendo qué he hecho mal.
Las horas se me hacen interminables, quiero irme ya a casa.
Aunque las cosas no estén bien con mis padres.
Notan que me pasa algo y ya no se tragan que esté resfriada o me encuentre
mal.
Intentan hablar conmigo pero no consiguen que me comunique.
Estoy totalmente bloqueada.
La falta de control sobre lo que se dice de mí me tiene en una angustia
constante.
Estoy atrapada en mi propio mundo de dolor, sin saber cómo escapar.
Me refugio en mi cuarto, evitando cualquier conversación con mis padres y
la efusividad de Mara.
Necesito tiempo para procesar lo que está sucediendo y encontrar la fuerza
para enfrentarlo.
Cada día que pasa, la situación en el colegio empeora. Las risas y los
susurros a mi paso son insoportables.
Intento desesperadamente hacerme invisible, pero mi presencia parece
destacar aún más. Las notas crueles persisten, y aunque las esconda, siento
el peso de la humillación constante.
Diana continúa distante, como si la amistad que compartíamos se hubiera
esfumado.
Me duele no entender qué ha cambiado entre nosotras.
Lily sigue a mi lado, intentando animarme, pero incluso su compañía no
logra hacer desaparecer la nube de tristeza.
—Ava, deberías hablar con alguien, no puedes cargar con todo esto sola —
insiste Lily.
Mis lágrimas caen silenciosas.
La profe Manuela, al notar mis malas notas y mi comportamiento apagado,
intenta ofrecer su apoyo.
—Ava, ¿está todo bien en casa? ¿Necesitas hablar con alguien? —pregunta
con preocupación.
Mis respuestas son cortas y evasivas.
No puedo contarle lo que realmente me pasa. Siento que el mundo entero
está en mi contra. Las tensiones en casa empeoran.
Mis padres, intentando comprender mi cambio de actitud, están
preocupados.
Sin embargo, mi incapacidad para expresar lo que siento crea un abismo
entre nosotros. La comunicación se rompe, y yo me sumo en el silencio.
Un completo silencio en apariencia.
Pero un continuo ruido en mi interior, que no me deja pensar.
Dentro de mí, estoy gritando. Gritando de rabia, de dolor.
18

Hoy he coincidido con Adri de nuevo en el autobús yendo al colegio.


Nada más verme, sabe que algo no anda bien.
Intenta hablar conmigo, pero yo respondo con monosílabos.
—Hey, Ava. ¿Cómo va todo? —pregunta con un tono suave.
—Bien, Adri. Solo un día complicado en el colegio— respondo, intentando
sonar convincente.
Él me mira sin creerme, sabiendo que estoy ocultando algo. No es fácil
engañar a Adri, no se le escapa una.
—¿Quieres hablar sobre ello?— dice con gentileza.
Sus palabras me ablandan un poco, pero mi resistencia persiste.
No estoy lista para revelar todos los detalles, temo que incluso Adri me vea
como una víctima.
—Es solo un drama adolescente, ya sabes. Cosas que pasarán— comento
con una sonrisa forzada.
Adri no se deja engañar. Me observa con ojos comprensivos y espera
pacientemente a que decida compartir más.
—En serio, Ava, puedes contarme. A veces, hablar de las cosas ayuda a
aliviar la carga
— insiste.
Mis ojos se llenan de lágrimas, pero las contengo. No quiero que Adri me
vea vulnerable. Sin embargo, su amistad es un faro en medio de mi
tormenta emocional.
—Gracias, Adri, de verdad. Solo necesito un poco de tiempo para
procesarlo todo— confieso.
Adri asiente con empatía y decide no insistir más.
Saber que cuento con su apoyo me da un respiro.
Un respiro que dura muy poco.
En el colegio me esperan malas noticias.
Lily se adelanta corriendo hacia mí y tira de mi brazo para llevarme al baño.
—¿Qué pasa Lily? ¿Por qué tantas prisas?
¡Me vas a romper el jersey!— protesto.
Me ignora y cierra la puerta del baño tras nosotras, asegurándose de que no
nos sigue nadie.
—Ava, lo siento mucho. Tengo que contarte algo— me dice.
Y por el tono en el que me lo dice, presiento que no me va a gustar nada.
Nada de nada.
—¿Qué ha pasado ahora?— pregunto. sin querer saber la respuesta en
realidad.
—Hay otra foto, Ava... están enviándola a todos en el colegio.
—¿Otra foto? ¿Una foto mía? Pero he tenido mucho cuidado en el
vestuario...— protesto, mientras contengo las ganas de llorar y de vomitar
por los nervios.
—No, no es en el vestuario. Es del día del partido de tenis. Te hicieron una
foto con la falda manchada de sangre con Dani a tu lado. Y están riéndose
de esa foto todos.
NO PUEDE SER.
—¿Qué? ¿Pero quién me hizo esa foto? No lo puedo creer, esta pesadilla no
va a terminar nunca...
—No lo sé Ava, a mí me llegó anoche de alguien que no conozco. Es
horrible.
No puedo más y me pongo a llorar. Lily me abraza muy fuerte.
—Ava, tranquila. Lo vamos a solucionar, ya verás.
Pero no me sirve de consuelo.
¿Por qué alguien enviaría una foto así?
¿Por qué reírse de los demás?
¿Qué tiene eso de divertido?
Entonces, Diana entra en el baño y nos encuentra abrazadas y yo llorando.
Baja la mirada, se da media vuelta y se va.
¿Pero qué le pasa a esta ahora?
—Lily, ¿qué le pasa a Diana conmigo? ¿He hecho algo que le haya
molestado?
—No tengo ni idea, Ava. Pero por supuesto no has hecho nada mal.
Intentaré hablar luego con ella, no sé qué le pasa.
¿Cómo es posible que haya estrenado mis 13 años de una forma tan
DESASTROSA?
No es lo que yo esperaba.
19

Salimos del baño y nos enfrentamos a las miradas curiosas de nuestros


compañeros.
La noticia se ha propagado rápidamente, y siento cómo la vergüenza se
adentra en mí.
OTRA VEZ.
Decido que es hora de enfrentar la situación. Respiro profundamente y, con
el apoyo de Lily, me dirijo hacia Diana.
Necesitamos aclarar las cosas.
Tengo que ir solucionando problemas ya.
—Diana, espera. Tengo que hablar contigo— le digo, tratando de mantener
el tipo.
Ella se gira lentamente, con una expresión indescifrable en el rostro.
—¿Qué quieres, Ava? —responde fríamente.
—No entiendo qué te pasa conmigo. No sé por qué me evitas. ¿He hecho
algo mal?— pregunto con sinceridad.
Diana me observa durante un momento, y luego suspira.
—No es nada personal, Ava. No todo gira a tu alrededor, ¿sabes?. Los
demás también tenemos problemas— dice, pero sus ojos están conteniendo
las lágrimas.
No entiendo nada.
—Ahora tengo que irme, hasta luego— dice dándose la vuelta bruscamente
y metiéndose en clase.
¿Qué bicho le ha picado? ¿Serán sus padres otra vez? Intento hablar con
ella durante el resto del día, pero me evita y me hace ver claramente que no
quiere hablar conmigo.
Repaso mentalmente todas nuestras conversaciones, analizando qué he
podido hacer o decir que le hayan ofendido.
Pero no se me ocurre nada.
¿Le dará vergüenza ir conmigo por el tema de las fotos?
Sí, debe de ser eso.
Quién querría tener una amiga que es el
hazmerreir del colegio.
Y menos alguien tan popular como Diana. Lo entiendo perfectamente.
Cuando le cuento mis sospechas a Lily, me mira como si hubiese visto un
elefante verde volando y vestido con un tutú.
—¿Pero qué tontería es esa, Ava? ¿Cómo va a ser ese el motivo? Eres una
persona genial, si alguien no lo ve, es su problema.
Es cierto que todo el tema de las fotos ha hecho que tenga la autoestima en
el inframundo.
O más abajo aún.
En el núcleo de la Tierra, por ejemplo.
—Ava, mírame y escúchame atentamente. Eres simplemente GENIAL. Y
esto que te está pasando, no es culpa tuya. Esas personas que lo han hecho
son las que deberían estar muertas de la vergüenza.
Puede que Lily tenga razón.
Pero ahora mismo me cuesta creerlo.
Me cuesta ver lo bueno que hay en mí, cuando tanta gente está diciendo
cosas tan feas sobre mí.
Es muy difícil que estas cosas no te afecten. Pero Lily me hace sentir un
poquito mejor.
Ella sí que es una amiga de verdad.
20

Me enfrento a un nuevo día en el colegio con un nudo en el estómago.


Todavía siento la vergüenza de la foto y cómo la situación se ha vuelto aún
más incómoda con Diana.
A pesar de los esfuerzos de Lily por hablar con ella, Diana continúa
distante.
Dani se intenta acercar, pero yo huyo enseguida. No puedo ni mirarle a la
cara.
Para empeorar el día, Lily hoy no ha venido a clase porque tenía que ir al
médico.
Así que me siento más sola que la una. Durante el recreo, noto que Diana y
algunos compañeros, entre las que se encuentran Rita y
Adela se reúnen en un rincón
apartado del patio. Susurran y ríen entre ellos, mirando en mi dirección.
Decido acercarme, pero al notar mi presencia cambian de tema y comienzan
a hablar sobre otra cosa, como si nada hubiera pasado.
Como si yo fuese tonta y no me diese cuenta de las cosas...
—¿Qué estáis tramando?— pregunto con curiosidad y nervios.
Diana, con una sonrisa forzada, trata de disimular.
—Oh, nada en especial, solo estábamos hablando de tonterías. No es nada
importante.
—Pero si es una tontería, ¿por qué no me lo podéis contar?— insisto,
sintiéndome enfadada, sabiendo que me están tomando el pelo. ¿De qué
van?
Diana mira hacia otro lado, incómoda.
—No, es que... es un plan sorpresa. Y sabes cómo son estas cosas, si te lo
digo, dejará de serlo.
Me siento incómoda ante su respuesta. Parece como si estuvieran
excluyéndome de algo a propósito.
Y precisamente no quiero más sorpresas. Creo que ya he tenido una buena
dosis estos últimos días.
21

Resulta que la “sorpresa” en cuestión era un plan para ir al cine ese fin de
semana con las mayores. Plan al que por supuesto no estoy invitada. Lily
me llamó por la tarde para contármelo, ya que al no tener móvil no estoy en
los grupos.
Pero yo no quiero ser una acoplada. Si no me han dicho nada, no quiero ir.
—Ava, ¡pero si te estoy avisando yo!— me dice Lily con impaciencia.
—Ya Lily, pero hoy Diana claramente me lo ha ocultado. No estabas
delante, ha sido una tomadura de pelo.
—Pues si tú no vas, yo tampoco. ¿Te apetece que vayamos a tomar un
helado?
Sonrío agradecida.
Me apetece mucho ir a tomar el aire con Lily y olvidarme de mis
problemas.
Pero la alegría me dura poco.
—¿Se puede saber a dónde vas, Ava?— pregunta mi madre cuando me
dispongo a salir por la puerta.
—A tomar un helado con Lily, mamá. ¿Pasa algo?— respondo de malas
formas.
No entiendo por qué me tiene que controlar tanto.
—De eso nada, señorita. ¿Te recuerdo todos los suspensos que tienes?
Mañana es la recuperación de matemáticas y tienes que estudiar.
La miro fijamente.
¿En serio no puedo ni tomar un helado?
¿Con todos los problemas que estoy teniendo?
Pero claro, mi madre no tiene ni idea.
—Mamá, es solo un rato...— intento convencerla con un tono más suave.
—Lo siento, Ava. Pero no puede ser. Es importante que mejores tus notas.
Ya irás en otra ocasión.
Cuando mi madre se pone tan seria, es difícil convencerla.
Así que me voy a mi cuarto muy enfadada.
Le envío un mensaje a Lily desde mi reloj nuevo para decirle que no puedo
ir.
Alguna utilidad tiene que tener al final el dichoso reloj.
Abro el libro de matemáticas, pero no me puedo concentrar.
Los números bailan sobre las páginas, sin ningún significado para mí.
Es como si mi mente se pusiese en blanco, como si estuviera en huelga.
Me pongo cada vez más nerviosa. Concéntrate, Ava.
No puede ser tan difícil.
El reloj vibra en mi muñeca, indicando que he recibido un mensaje.
Levanto la mirada con la esperanza de que sea Lily. Pero no.
Es la alarma recordándome que mañana es el examen de matemáticas.
—¡Vamos, concentración! ¡No es para tanto!
— me regaño en voz alta, mientras me ajusto el reloj.
Decido dar un paseo por mi habitación, recorriendo los pósters de mi grupo
favorito y los libros que tantas veces he leído.
Intento memorizar algunas fórmulas, pero los números se burlan de mí,
esquivando mi memoria como si fueran pequeños duendes traviesos.
La puerta se abre de repente y mi madre entra con una sonrisa, trayendo un
tentador vaso de leche caliente.
A veces me cuesta entenderla, porque un día está en modo "dulce mamá" y
al siguiente parece un comandante del ejército en su versión más estricta.
—Ava, cariño, ¿cómo vas? —dice con un tono suave, dejando el vaso sobre
mi escritorio.
Intento ocultar mi frustración.
A veces parece que ella no entiende el estrés de tener exámenes y
problemas.
—Mamá, tengo que estudiar... —digo con impaciencia, intentando no ser
borde.
Pero no puedo evitarlo, la frustración hace que mis palabras suenen más
bruscas de lo que quiero.
—Lo sé, cariño. No te agobies tanto. A veces, descansar es el mejor estudio.
¿No te parece? Si necesitas ayuda, avísame— responde.
Me sorprende su respuesta y me quedo en silencio por un momento.
A veces, su manera de ser me confunde.
—Vale, gracias, mamá— digo con un tono más tranquilo, dándome cuenta
de que tal vez tenga razón.
Después de su salida, decido seguir su consejo.
Me tumbo en la cama y dejo la mente en blanco, dejando que los
pensamientos se desvanezcan poco a poco.
El tiempo pasa y el reloj sigue marcando las horas.
La prueba de matemáticas se acerca y siento la presión.
Vuelvo a sentarme delante del libro con decisión.
Venga, Ava. Tú puedes.
Apago el reloj para que no me distraiga. Después de un gran esfuerzo
durante unas horas, creo que ya me sé todo el temario.
Cierro el libro y respiro profundamente, tratando de tranquilizarme. Es
entonces cuando recuerdo la conversación con mi madre y su consejo sobre
descansar.
22

Hacía tiempo que no dormía del tirón, sin pesadillas.


Parece que las palabras de mi madre me calmaron de verdad.
Voy a desayunar y le doy un abrazo.
Mi madre al principio parece extrañada, pero enseguida me abraza
fuertemente.
—¿Has dormido bien, mi conejita?— me pregunta con dulzura.
Por una vez no me importa que me llame así.
—Sí, mamá. Tenías razón en que necesitaba descansar. Y creo que me sé
muy bien el examen.
—Claro, cariño. Seguro que lo haces muy bien.
Desayuno con ella, charlando de cosas sin importancia.
Pero es justo lo que necesitaba.
Mi hermana Mara aparece entonces en la cocina, con los ojos todavía medio
cerrados.
—Me muero de sueeeeñooooo— exclama entre bostezos.
—¡Vaya, parece que esta perezosilla quería dormir un poco más!— dice mi
madre entre risas mientras se levanta para abrazar a mi hermana.
Yo las miro y sonrío también. Tengo mucha suerte con mi familia. Aunque a
veces se me olvide.
Salgo de casa sintiéndome bien, en calma. Me veo con fuerzas para afrontar
el día en el colegio y aprobar el examen de mates.
Pero poco me iba a durar la calma ese día... Al llegar a mi pupitre, veo un
papel doblado sobre la mesa.
Lo despliego, imaginándome lo peor.
Es una nueva imagen, una caricatura grosera y cruel de mí en el episodio
del partido de tenis, riéndose de mi accidente con la falda manchada.
Debajo, unas palabras hirientes completan el mensaje.
Siento cómo mi corazón se hunde y el nudo en mi garganta crece.
La calma y seguridad que había logrado recuperar se desvanecen al
instante.
Mi respiración se agita y siento la mirada de todos mis compañeros dirigirse
hacia mí, algunos riendo disimuladamente y otros murmurando sobre la
imagen.
Dani se levanta hacia mí.
Sin poder contener las lágrimas, guardo rápidamente el dibujo en mi
mochila y corro al baño, buscando refugio para alejarme de las miradas de
todos.
Me quedo allí, con la respiración entrecortada y las lágrimas cayendo por
mis mejillas.
No puedo entender por qué siguen acosándome de esta manera.
Me siento sola y desesperada, incapaz de enfrentar la situación.
Tampoco he visto hoy a Lily, la única que me puede ayudar.
Diana sigue sin hablarme.
Cierro los ojos con fuerza, intentando calmarme, pero el dolor en mi pecho
sigue.
Por un momento, considero quedarme allí, escondida en el baño.
Pero lo pienso mejor, respiro hondo, decido enfrentarme a la situación y me
dirijo a la puerta.
Me choco con alguien y veo que es la enfermera del cole.
—¿Estás bien, Ava?— me pregunta la enfermera con tono preocupado al
verme con los ojos rojos e hinchados.
Asiento tímidamente, limpiándome las lágrimas con el dorso de la mano.
—Sí, solo necesitaba un momento...— murmuro, sin poder evitar que mi
voz se quiebre.
La enfermera me sonríe y coloca una mano reconfortante en mi hombro.
—Si necesitas hablar o simplemente un lugar tranquilo, estaré aquí, ¿de
acuerdo?
Asiento con gratitud y me dirijo hacia mi clase, con los ojos aún
enrojecidos.
Siento el apoyo silencioso de la enfermera y me reconforta un poco. Al
entrar en clase, evito mirar a mis compañeros y me siento en mi silla,
manteniendo la mirada baja. Las risas y murmullos a mi alrededor son muy
bajitos, pero aún así me duelen profundamente.
23

Obviamente el examen me sale fatal, después del disgusto.


¿Cómo me voy a concentrar así?
En el recreo, camino sin ganas por el patio, buscando un poco de aire
fresco.
Me siento vulnerable y deseo desaparecer, no sé qué hacer con esta
situación.
Me acerco al árbol en el rincón del patio, mi lugar preferido para encontrar
un poco de paz, pero al llegar, veo a Dani sentado en el banco cercano.
Mi corazón se acelera y un nudo en el estómago me impide acercarme.
Me detengo y doy media vuelta, con la esperanza de evitar un encuentro
incómodo. Sin embargo, siento cómo la ansiedad me envuelve. No quiero
que él también me vea en mi peor momento.
Decido alejarme del patio y me dirijo a la biblioteca, buscando un refugio
momentáneo. Quiero despejar mi mente.
La puerta de la biblioteca se abre y me siento como si estuviera entrando a
un lugar mágico, lejos de las preocupaciones y las miradas del colegio.
Ahora, solo quiero encontrar un poco de paz en medio de todo el caos.
Me sumerjo en la lectura, tratando de desconectar de lo que sucede a mi
alrededor. Las palabras del libro me hacen esconderme por un rato, pero sé
que pronto tendré que volver a la vida real.
El timbre que anuncia el final del recreo me saca de mi refugio literario.
Guardo el libro que me regalaron en mi cumpleaños con cuidado y me
dirijo de nuevo a clase, tratando de prepararme para lo que sea que venga a
continuación.
Ya me espero cualquier cosa.
Diana se acerca a mí, como nerviosa.
—Ava, ¿estás bien?— me pregunta. Yo la miro con los ojos muy abiertos.
—Perdona, ¿me hablas a mí?— le respondo con ironía.
Después de tantos días sin hablarme, ¿ahora viene como si nada?
Siento como se tensan mis hombros.
Creo que necesito un buen masaje cuando todo esto termine.
Diana se remueve, como incómoda.
—Es que... siento mucho todo lo que ha pasado. No quise alejarme de ti, de
verdad. Ha habido muchas cosas y... —Diana titubea, como si estuviera
luchando por encontrar las palabras adecuadas.
—¿Se puede saber qué te pasa, Diana? — insisto, intentando comprender el
cambio en su actitud. Pero ella desvía la mirada, como si estuviera
ocultando algo.
—No es nada, solo quería decirte que lo siento— responde rápidamente,
como si quisiera zanjar el tema.
No puedo evitar sentir que hay algo más detrás de sus palabras, algo que no
quiere compartir. Me siento frustrada por su falta de sinceridad, pero
también intrigada por lo que podría estar ocultando.
—Diana, si hay algo que te preocupa, puedes contármelo. Estoy aquí
para escucharte,
¿vale?— digo, intentando mostrarle que puede confiar en mí.
Ella asiente con la cabeza, pero su mirada sigue esquivando la mía.
—Gracias, Ava, pero en serio, no te preocupes por mí. Solo necesitaba
disculparme— dice, antes de darse la vuelta y alejarse rápidamente.
Me quedo allí, con la sensación de que Diana está ocultando algo
importante.
¿Qué le pasa?
No puedo evitar preocuparme por ella, pero parece que no está lista para
hablar.
¿Disculparse por qué, exactamente?
Su actitud distante y esas disculpas tan raras me dejan con más preguntas
que respuestas. El día acaba al fin y me voy a casa, saliendo del colegio
rápidamente para evitar que me digan nada más.
Subo al autobús esperando encontrarme con Adri.
Hoy más que nunca necesito un amigo en el que poder apoyarme.
—¡Hola, Ava! —dice una voz alegre que reconozco al instante.
Veo a Adri sonriendo mientras se abre paso por el pasillo del autobús para
llegar a mi lado.
—¡Hola, Adri! —respondo, aliviada al ver a mi amigo.— ¿Cómo estás?
—Bien, bien —dice él, sentándose a mi lado—.
¿Y tú? Pareces un poco preocupada.
—Sí, hoy ha sido un día muy intenso en el colegio. Diana se está
comportando de manera extraña y no entiendo por qué— le explico,
sintiéndome aliviada de poder compartir mis preocupaciones con alguien.
—¿Has intentado hablar con ella? —me dice, frunciendo el ceño.
—Sí, pero ha sido como si no quisiera contarme nada— suspiro—. No sé
qué puede estar pasando.
—Tal vez tenga sus propios problemas y no se sienta cómoda para hablar de
ellos. O quizás solo necesita un poco de tiempo para aclarar las cosas—
sugiere Adri, tratando de animarme.
Él siempre tiene los mejores consejos.
—Además, todos tienen móvil menos yo. ¡Es que es injusto! Me enteré de
que todos han quedado este fin de semana y no me han dicho nada.
—Bueno, no te preocupes por eso, Ava. Yo tampoco tengo móvil y me lo
paso bien de todos modos.
—Pero es que... ¡no es justo!
—A veces las cosas son así, pero no significa que no puedas divertirte sin
necesidad de un móvil. Entiendo que te dé rabia, pero si lo piensas bien...
¡ya tendrás tiempo de tener uno! A mí me parece que la vida de adulto es un
poco rollo, prefiero seguir siendo niño durante más tiempo— me dice con
esa sonrisa tan especial.
—Sí, lo sé. Pero siento que me están dejando fuera de todo.
—Ya verás que todo se solucionará. No te preocupes tanto por eso. Además,
es solo un móvil, no lo es todo en la vida.
Asiento con la cabeza, aunque aún me siento frustrada.
Pero las palabras de Adri me hacen reflexionar.
24

Sigo preocupada por la ausencia de Lily. Decido enviarle un mensaje desde


mi reloj, esperando que me responda rápido.
Pasan unos minutos hasta que finalmente recibo su respuesta.
“Hola Ava, siento no haber ido al colegio. Estaba realizando algunas
pruebas y exámenes para un programa de intercambio. Quiero estudiar en
Irlanda el próximo trimestre. No quería contarte nada antes porque no
estaba segura, pero ahora sí lo estoy. Siento mucho no haberte dicho nada
antes. ¡Te quiero mucho!”
El mensaje me cae como un jarro de agua fría. De agua CONGELADA.
¿Cómo que Lily se va? No, no puede ser. Siento una extraña mezcla de
emociones. Y no sé qué hacer con ellas.
Por un lado, me alegro mucho por ella, es una oportunidad increíble.
Pero por otro lado, me siento un poco desilusionada y decepcionada.
¿Cómo no me lo ha dicho antes?
Lily es mi mejor amiga, ¿cómo ha podido ocultarme algo así?
Respiro profundamente y trato de entender que quizás no estaba segura y
por eso no me lo ha dicho antes.
Aun así, me DUELE un poco. No quiero que se vaya.
Decido responderle con un mensaje corto y conciso:
"Me alegro mucho, Lily. Será genial para ti. Espero que vaya todo bien. :)"
Aún así, por dentro me siento un poco sola y preocupada por el siguiente
trimestre sin mi mejor amiga a mi lado en el colegio.
Trato de distraerme y ocupar mi mente con los deberes. Sin embargo, no
puedo dejar de pensar en la idea de que Lily va a irse. ¿Con quién
compartiré los momentos divertidos en el colegio? No sé si podré hacer
frente a esta noticia por mucho tiempo.
Mi madre entra en mi habitación con una sonrisa y me da una taza de
chocolate caliente. Se sienta en el borde de la cama y me mira con cariño.
—¿Todo bien, cariño? —pregunta, preocupada por mi expresión.
La pobre ya no sabe qué hacer conmigo.
Sé que está muy preocupada por mí, pero no sé ni cómo empezar a contarle
todo lo que me está pasando.
—Sí, todo bien —respondo, intentando sonar tranquila, aunque mi
preocupación se nota en mi voz.
—¿Segura? Si hay algo que quieras contarme, ya sabes que estoy aquí para
escucharte — me dice mientras me acaricia el pelo con dulzura.
Quiero hablar con ella sobre mis preocupaciones, pero me detengo.
Si le cuento todos mis problemas me meteré en más líos y me llamarán
chivata.
Además, ¿cómo podría explicarle mi miedo a quedarme sola en el colegio?
—Estoy bien, mamá— le miento, esperando que me crea.
Yo sé que puedo contar con ella. Sé que me ayudaría, pero me da mucha
vergüenza hablarle de todo lo que ha estado pasando.
¿Cómo puedo explicarle lo humillada que me siento? ¿Cómo hablarle de las
fotos y los memes y todos los insultos?
No quiero que me juzgue.
Además, ella tiene sus propios problemas, sus propias cosas por las que
preocuparse.
No quiero ser una carga más.
Ella me mira con ojos tiernos, con esa comprensión que siempre me
reconforta.
Su abrazo me hace sentir segura, como si por un momento todo fuera a estar
bien.
Y aunque su gesto me tranquiliza, la preocupación persiste en mi mente.
Sigo pensando en Lily y en cómo enfrentar el próximo trimestre sin ella.
No solo es mi mejor amiga, sino también mi apoyo en medio de todas estas
situaciones complicadas. Me pregunto cómo serán las cosas sin ella, sin sus
risas y sus consejos.
No puedo evitar sentirme un poco perdida ante la idea de tener que afrontar
este nuevo período sin ella cerca.
25

Llego al colegio con muy pocas ganas.


Noto las miradas de mis compañeros mientras avanzo por el pasillo y me
voy corriendo a esconderme en el baño.
Según entro me encuentro cara a cara con Adela y Rita.
Lo que me faltaba. No puedo con ellas.
Intentoignorarlas,peroellasnovana dejarme en paz tan fácilmente.
Justo en ese momento entra Diana.
Al vernos, se para en seco, como si hubiese visto un fantasma.
Y rápidamente se da la vuelta y se va corriendo.
¿Y ahora qué pasa? No entiendo a esta chica. Decido irme también, pero la
voz de Adela hace que me pare en seco.
—¿Sabías que fue tu amiguita Diana la que envió la foto de tu desastroso
partido de tenis con la falda manchada? ¿En serio te creías que era tu amiga
de verdad?
No puedo moverme.
¿CÓMO?
¿Pero por qué Diana me haría algo así? Pensaba que éramos amigas.
Amigas de verdad.
Después de todo lo que vivimos el año pasado en el bosque, pensaba que
había cambiado y que estábamos muy unidas.
¿Cómo he podido ser tan tonta?
¿Cómo he podido fiarme de ella? No puedo creerlo.
—Estásmintiendo—respondogirándome para mirarla directamente a los
ojos.
Como si así pudiera saber si es o no verdad. Las dos empiezan a reírse.
Burlándose de mí.
—Qué ingenua eres, pequeña Ava. Con razón no tienes móvil, eres una
bebé que se lo cree todo. No estamos mintiendo, fue Diana— me dice con
malicia Rita.
NO, NO ME LO CREO.
Digo que no efusivamente con la cabeza, como si así pudiese hacer que no
fuera verdad.
—Muy bien, si no nos crees... ¿por qué no le preguntas a ella?— dice Adela
en tono burlón.
Qué niñas más antipáticas, de verdad.
—Sois horribles— les digo con valentía antes de salir del baño.
Oigo risas a mis espaldas mientras se cierra la puerta.
Les da exactamente igual cómo me siento. Me siento sorprendida y triste
por lo que acabo de descubrir, y me apoyo en la pared, intentando
entenderlo, sin poder evitar sentirme traicionada
por alguien a quien consideraba mi amiga.
Pero tengo que hablar con Diana.
Tengo que hablar con ella AHORA MISMO. Entro en clase corriendo,
buscándola por todos lados. La veo sentada en su mesa, con cara de
preocupación.
Con solo mirarla a los ojos sé que todo lo que me han dicho es verdad.
Veo su cara de traición, sin ninguna duda.
Ella se levanta de un brinco y se dirige rápidamente hacia a mí.
—Espera Ava, puedo explicarlo...— me dice con un poco de miedo.
—¿Explicar QUÉ, Diana? ¿Que me lo has hecho pasar fatal? ¿Que me has
traicionado?
¿Cómo puedes explicar eso?
—Lo siento mucho, Ava...yo no quería, pero...
—¡No me creo ya nada de ti, Diana!— la corto rápidamente.— Eres una
mentirosa.
Toda la clase nos está mirando en silencio. Yo no puedo más con la
situación.
Es todo demasiado. Salgo corriendo de clase.
Voy directa a enfermería.
—¡Ava! ¿Todo bien?— me dice la enfermera.
—Me encuentro muy mal, necesito irme a casa por favor.
—¿Pero qué ha pasado?
Mis lágrimas caen ahora sin medida. No puedo parar.
La enfermera me mira muy preocupada y llama a mis padres para que
vengan a buscarme.
Yo solo quiero irme a casa.
Mi padre llega enseguida y me pregunta todo el rato que qué me pasa.
Yo miro por la ventana en silencio. No quiero hablar.
El problema con las fotos, la traición de Diana, el que Lily se vaya... es todo
demasiado.
Cuando llego me meto en la cama.
Mi madre llega e intenta hablar conmigo. Pero no digo nada, solo quiero
dormir.
Mis padres deciden dejarme descansar.
—Ava, cariño, ojalá mañana quieras hablar con nosotros. Solo queremos
ayudarte.
Me giro dándole la espalda y me tapo la cabeza.
Mi madre suspira y se va, cerrando la puerta tras ella.
Cierro los ojos, quiero dormir y olvidarme de todo rápido.
Quiero dejar la mente en blanco.
Con esos pensamientos, me quedo dormida. Y, por suerte, duermo del tirón.
Sin las pesadillas que me han perseguido estas últimas semanas.
26

La alarma suena y por un instante, solo un breve instante, olvido todo lo


sucedido.
Pero luego, como una ola helada y pesada, los recuerdos vuelven.
Siento un nudo en el estómago y sé que no puedo enfrentarme al colegio
hoy.
No después de lo de Diana... de las fotos... de todo.
Con un suspiro, apago la alarma y me sumerjo bajo el edredón.
No me muevo cuando escucho los pasos de mi madre acercándose a mi
puerta, ni cuando llama con delicadeza.
—Ava, ¿no te vas a levantar? Es hora de ir al colegio.
—No me encuentro bien, mamá— digo, y es verdad. No me encuentro bien,
ni por dentro ni por fuera.
Oigo su suspiro, cargado de preocupación, antes de que responda.
—Está bien, cariño. Puedes quedarte en casa hoy si lo necesitas.
Escucho cómo se aleja y luego el murmullo de voces.
Mi madre hablando con mi padre, sin duda. Puedo imaginar sus caras, el
intercambio de miradas inquietas.
Pero aún así, no consigo levantarme, no consigo contarles la verdad.
La vergüenza me abrasa por dentro, como si cada lágrima que lloré ayer
hubiera dejado una marca imborrable. Finalmente mi padre entra, su voz es
suave pero contundente.
—Ava, si algo te preocupa, tienes que decírnoslo. Queremos ayudarte.
Pero no puedo. No consigo encontrar las palabras, no puedo explicarles que
siento como si me hubieran arrancado un pedazo de mí y que todo lo que
deseo es ocultarme del mundo.
—Solo necesito estar sola— murmuro, sabiendo que les preocupo aún más,
pero incapaz de parar.
Y así, me quedo enroscada en mi cama, mirando por la ventana mientras
ellos se van al trabajo, dejándome con mis pensamientos y mi dolorosa
soledad.
El silencio de mi habitación se rompe con un suave pitido. Es mi reloj,
anunciando la llegada de un mensaje. Con un suspiro, extiendo el brazo y lo
miro. Es de Lily.
"Ava, ¿dónde estás? ¿Por qué no has venido al cole? Estoy preocupada. Ya
me han contado lo de Diana".
Cierro los ojos, deseando poder contarle a Lily, poder desahogarme con
ella. Pero no puedo. Antes de que pueda apagar el reloj, otro pitido. Esta
vez, de Diana.
"Lo siento muchísimo, Ava. Por favor, necesito que me escuches. No fue
como piensas."
Mis dedos se crispan alrededor del reloj.
El corazón me late con fuerza, con rabia.
¿Cómo se atreve después de lo que hizo?
¿Después de cómo me ha hecho sentir? Querría responderle, decirle que no
hay excusa posible, que ha roto algo dentro de mí que no sé si tiene arreglo.
Pero no lo hago.
No puedo. Algo me detiene, quizá el miedo a abrir una conversación que sé
que solo me hará más daño.
Así que silencio las notificaciones y me dejo caer hacia atrás, sobre la
almohada. Mi reloj, esa mínima conexión con el mundo exterior, queda
ahora en silencio, igual que yo.
Las horas pasan, marcadas solo por el tic-tac suave del despertador de mi
mesilla. No he contestado a Lily, ni mucho menos a Diana.
Mi reloj se ilumina, un recordatorio de que la vida sigue ahí fuera, ajena a
mi tormenta interior. Es mamá esta vez, preguntando cómo me siento.
Respondo un simple “bien” con un toque en la pantalla. No quiero hablar,
no tengo ganas de nada.
La luz del día comienza a desvanecerse, y con ella, la fortaleza que había
intentado mantener.
Me siento vulnerable, cansada y, por encima de todo, sola.
La traición de Diana, la incertidumbre de mi amistad con Lily, todo se
mezcla en una oscura sinfonía.
Finalmente, con un suspiro, me decido a escribir un mensaje a mamá:
"¿Podrías venir?"
No tardo en oír sus pasos acercándose a mi puerta, trayendo consigo una
taza humeante que coloca con cuidado en mi mesilla.
—Si necesitas hablar, estoy aquí— dice mamá, y aunque no contesto, me
reconforta saber que no estoy completamente sola.
Miro el reloj, pensando en Lily y en Diana.
"Lo siento", tecleo para Lily, pero no envío nada a Diana.
No estoy lista.
No sé si alguna vez lo estaré.
Me abrazo a mi madre y, así, me quedo dormida mientras ella me canta
suavemente.
27

A día siguiente tampoco voy al cole. La mañana transcurre con lentitud,


cada minuto parece como una hora.
Estoy acurrucada en mi cama, con el reloj en silencio y mi cuarto sumido en
una penumbra acogedora que me aísla del mundo exterior. Cuando escucho
el timbre de la puerta, ignoro el sonido, pensando que es simplemente un
repartidor.
Pero luego, pasos en las escaleras, una pausa, y la voz de mi madre al otro
lado de la puerta de mi habitación.
—Ava, tienes visita.
Me enderezo como impulsada por un muelle, el corazón me late con fuerza
en el pecho.
No estoy preparada para ver a nadie. No ahora.
No así.
—¿Quién es?— mi voz tiembla, traicionando mi nerviosismo.
—Es Dani— responde mi madre, y puedo oír la sorpresa en su voz.— Dice
que necesita hablar contigo.
¿DANI?
¿En serio? ¿Qué querrá?
No sé si quiero saberlo, no sé si puedo manejarlo.
Pero antes de que pueda decir una excusa, mi madre ya está abriendo la
puerta, y allí está él, de pie.
Con esa sonrisa perfecta.
—Hola, Ava— me dice, su voz suena preocupada.— ¿Podemos hablar?
Siento cómo el rubor me sube por las mejillas, la vergüenza me inunda.
Quiero esconderme, desaparecer, pero también hay una parte de mí,
pequeña y casi silenciosa, que siente alivio.
Alguien se ha tomado la molestia de venir, de preguntar, de querer entender.
Y no alguien cualquiera.
Mi madre nos deja solos, entornando la puerta con suavidad.
Hay un momento de silencio incómodo antes de que Dani se acerque y se
siente en el borde de mi cama.
—Me he enterado de lo que ha pasado con Diana— comienza Dani— y
aunque no sé todos los detalles, quiero que sepas que estoy aquí para lo que
necesites. Llevo tiempo intentando hablar contigo, no sé por qué no quieres
hablarme desde que jugamos al tenis. Sé que lo estás pasando mal y solo
quiero ayudarte. Me importas mucho.
Las palabras me golpean suavemente, como hojas llevadas por el viento, y
siento cómo las lágrimas amenazan con brotar de nuevo.
No sé qué decir, así que simplemente asiento, agradecida por su presencia
en medio de este caos que es ahora mi vida. Sé que tengo que darle alguna
explicación. Respiro hondo, tratando de encontrar las palabras.
—Dani, sobre el tenis...— empiezo, y me obligo a mirarlo a los ojos, a
pesar de que cada fibra de mi ser quiere huir de esa mirada.— Ese día,
cuando... cuando tuve mi... bueno, ya sabes, y no me di cuenta hasta que fue
demasiado evidente...
Dani asiente, animándome a seguir.
—Me sentí tan avergonzada, tan... expuesta. Desde entonces, no he sabido
cómo mirarte, cómo actuar como si nada hubiera pasado.
Dani se queda quieto un segundo, luego su expresión se suaviza.
—Ava, ¿crees que me importa eso? Son cosas que pasan, es natural. No
tienes que sentirte avergonzada por algo así.
Pero la vergüenza es difícil de deshacer, como un nudo que se aprieta
cuanto más intentas soltarlo.
—Es fácil decirlo, pero... la imagen de mi falda manchada y la idea de que
todos lo vieron, de que tú lo viste... No puedo dejar de pensar en eso.
—Ava, lo que pasó ese día no cambia nada de lo que pienso sobre ti. Eres
una persona increíble y fuerte— me dice, y hay algo en su tono, una
firmeza, una sinceridad, que hace que algo dentro de mí se relaje, solo un
poco.
—Gracias, Dani. Significa mucho para mí— digo, y aunque la vergüenza
no desaparece, me siento un poco menos abrumada.
Le doy un abrazo fuerte.
28

Como siempre, Dani se pone rojo como un tomate y me sonríe


tímidamente.
—Bueno, te he traído los apuntes de mates. Sé que has tenido problemas
últimamente con los exámenes. Si quieres te puedo ayudar
— me dice tratando de recobrar la normalidad.
Extiende un cuaderno grueso hacia mí, y lo cojo, sintiendo el peso del gesto
tanto como el del papel.
Sus mejillas todavía guardan un rastro de color, pero sus ojos están llenos
de la misma amistad de siempre.
—Gracias, Dani, eso me vendría genial— admito, porque matemáticas es la
última cosa en la que he podido concentrarme estos días.
—De verdad, eres el mejor. Gracias por preocuparte por mí y ayudarme.
Él se encoge de hombros, su sonrisa es fácil y sincera.
—Es lo que hacen los amigos, ¿no? Además, si te pierdes una clase, luego
es un lío ponerte al día.
—Es verdad— digo, sonriendo por primera vez en lo que parece una
eternidad.
Me he quitado un gran peso de encima.
—Hagamos un trato— propone Dani—. Yo te ayudo con matemáticas, y
tú... no te preocupas por el partido de tenis. Lo dejamos atrás. ¿Qué te
parece?
Le miro a los ojos, y algo en su actitud y su amabilidad me hace sentir que,
quizás, puedo empezar a dejar atrás la vergüenza.
—Trato hecho— respondo, cerrando el cuaderno con decisión.
Y aunque sé que el camino para superar lo sucedido no será ni rápido ni
fácil, tener a Dani a mi lado se siente como un primer paso firme en la
dirección correcta.
Quizás, solo quizás, con ayuda, los problemas no parezcan tan insuperables
después de todo.
Suena de nuevo el timbre.
Seguro que ahora sí es un repartidor.
—Avaaaaaaaa— oigo a mi hermana Mara gritar— ¡ha venido Lily!
Dani y yo nos miramos y no puedo evitar sonreír.
El tener a mi lado a mis dos personas favoritas es lo más.
Mientras me levanto para ir a abrir a Lily, siento una mezcla de nerviosismo
y emoción. No esperaba verla tan pronto, pero ahora que está aquí, algo en
mi interior se alivia, como si su sola presencia pudiera hacer el día mucho
mejor.
Abro la puerta y allí está Lily, con una sonrisa que podría iluminar la calle
entera.
—¡Ava! ¿Cómo estás?— exclama, y antes de que pueda responder, me
envuelve en uno de sus abrazos que saben a refugio seguro.
—Mejor ahora que estás aquí— le digo, y es la verdad más pura que he
dicho en días.
Lily entra y se encuentra con Dani.
—Dani, qué bien que estás aquí— dice, y Dani solo puede asentir,
sonriendo con esa sonrisa suya que parece hacer que todo esté bien. SÚPER
BIEN.
Nos sentamos los tres en el suelo de mi habitación, con los apuntes de
matemáticas esparcidos alrededor como un extraño tipo de decoración.
Hablamos de todo y de nada, del cole, de series, de música, de las horribles
Adela y Rita... y por un momento, los problemas parecen desvanecerse por
un rato, dejándonos a los tres en una burbuja de risas y complicidad. Es raro
cómo, en medio del caos, momentos así pueden sentirse como pequeñas
islas de paz. Con Lily a mi izquierda y Dani a mi derecha, las sombras que
me habían estado acosando se retiran, al menos por un rato. Quizás es
verdad eso de que la amistad tiene el poder de curar, o al menos de hacer el
camino un poco más suave.
Y mientras el sol comienza a bajar, tiñendo mi habitación con tonos dorados
y anaranjados, me doy cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo,
tengo ganas de ver qué me esperará mañana.
Quizá con amigos como Lily y Dani, enfrentar el mundo no sea tan
aterrador después de todo. Quizás, incluso en los peores días, siempre haya
algo por lo que sonreír.
29

Después de irse a su casa Lily y Dani, me siento un poco mejor.


Como si el cuerpo no me pesase tanto.
Me siento con más fuerzas y voy a la cocina a cenar con mi familia.
Mi madre me mira preocupada, pero un gesto de alivio se nota en su cara
cuando me ve sonreír, aunque sea levemente.
—¿Lo habéis pasado bien, conejita?— me pregunta mientras me abraza.
—Sí, mamá...— le devuelvo el abrazo.
Mi padre se une al abrazo y el terremoto de Mara no pierde oportunidad y
se une también al grito de “ABRAZO DE FAMILIAAAAAA”.
El calor del abrazo se filtra por cada parte de mí, dándome un poco más de
esa fuerza que parecía haber perdido.
Después de la cena, mientras Mara se entretiene con sus juegos y mis
padres recogen la mesa, decido que es el momento de hablar.
Me aclaro la garganta, captando su atención.
—Hay algo de lo que necesito hablar— digo, y sus miradas se fijan en mí,
llenas de esa preocupación que han estado tratando de ocultar estos días.
Mamá se seca las manos y se sienta, indicándome con la mano que haga lo
mismo. Papá apaga el grifo y se acerca, con esa seriedad que pone cuando
sabe que lo que viene es importante.
Respiro hondo, sintiendo cómo todas las emociones que he estado
guardando comienzan a subir como una marea.
—Ha pasado algo en el colegio... y un incidente en el partido de tenis... que
me han afectado mucho— comienzo, y les cuento todo. TODO.
Desde la humillación en la pista hasta la traición que sentí cuando me enteré
de lo que Diana hizo.
Mi madre me coge de la mano, su apretón es firme y su mirada, llena de
amor. Sé que está intentando parecer fuerte y controlar las lágrimas. Mi
padre se levanta, camina alrededor de la mesa y me abraza.
—Lo siento mucho, cariño— dice mamá— no sabíamos que estabas
pasando por todo esto. Ha debido de ser horrible para ti. Ojalá nos lo
hubieras contado antes, para poder ayudarte.
—Lo importante es que lo estás diciendo ahora— añade mi padre— y
vamos a enfrentarlo juntos.
Mara, percibiendo el cambio de ambiente, se acerca y, con la inocencia de
sus ocho años, me da un pequeño abrazo.
—No llores, Ava— dice, mientras ella no es capaz de controlar sus
lágrimas. Con el apoyo de mi familia, siento como si un peso se levantara
de mis hombros. No se han resuelto todos los problemas, pero compartirlos
los hace más ligeros. Y con mi familia a mi lado, sé que cualquier cosa que
tenga que enfrentar, no tendré que hacerlo sola.
30

Mi madre aprieta mi mano con más fuerza y mi padre se sienta a mi otro


lado, creando un círculo de confianza en la cocina.
—Ava, es importante que entiendas por qué estábamos tan preocupados por
el uso de los móviles, especialmente a tu edad— comienza mamá con tono
suave pero serio.
—Los móviles pueden ser herramientas increíbles— dice papá— pero
también tienen sus riesgos, como el ciberacoso.
—¿Qué es eso?— pregunto yo.
—El ciberbullying es cuando alguien usa la tecnología para herir a otros, ya
sea con palabras o con imágenes. Es algo muy serio y puede ser muy
dañino.
—¿Como lo de las imágenes del vestuario que han enviado sin mi permiso?
— pregunto yo, entendiendo todo un poco mejor.
—Exactamente, cariño— dice mamá—. Y lo peor es que a veces, como es a
través de una pantalla, la gente se siente más valiente para decir cosas que
nunca dirían en persona. Hay que tener mucho cuidado y mucho respeto.
Papá toma la palabra.
—Por eso es importante pensar siempre antes de enviar algo y hablar con
alguien si ves o recibes algo que te hace sentir mal. Y por supuesto, nunca
debes compartir información personal o conversaciones privadas.
—¿Y qué puedo hacer si veo a alguien en mi situación?— pregunto,
queriendo aprender cómo ser parte de la solución y no del problema.
—Deberías hablarlo con un adulto de confianza— sugiere mamá—.
Alguien que pueda ayudar a detener el acoso y apoyar a la persona que está
siendo afectada.
—Pero lo más importante— añade papá— es ser amable y respetuoso
siempre, tanto en línea como fuera de ella. Trata a los demás como te
gustaría que te trataran a ti.
Qué gran razón tiene.
Asiento,comprendiendolagravedaddel tema.
—Prometosercuidadosayhablarcon vosotros si algo me preocupa.
Mamá me sonríe con ternura.
—Eso es todo lo que pedimos, Ava. Estamos aquí para ti, SIEMPRE.
La conversación me deja pensativa, pero con el apoyo de mis padres, me
siento un poco más preparada. Mi padre cruza los brazos sobre la mesa,
mirándome con seriedad.
—Además, vamos a hablar con el colegio. Es importante que estén al tanto
de lo que está pasando, por si pueden tomar medidas y para que apoyen en
la prevención de estas situaciones.
—Y si algún compañero está siendo acosado, el colegio puede ayudar a
manejar la situación de manera adecuada— añade mamá— No solo por
castigar a los responsables, sino para educar a todos sobre por qué el
ciberbullying es inaceptable.
Entiendo su punto y me siento aliviada de que vayan a tomar cartas en el
asunto.
Pero hay algo más que me pesa en el pecho, algo que he estado guardando
desde que empezaron las discusiones sobre tener un móvil.
—Y mamá, papá... LO SIENTO— digo, bajando la mirada hacia mis manos
apretadas en un puño—. Estos meses he estado enfadada con vosotros por
el dichoso móvil. No era justo, especialmente ahora que entiendo los
problemas que puede traer.
Mamá me alcanza la mano y la aprieta suavemente de nuevo.
—Ava, sabemos que ha sido duro para ti, y te entendemos. Es normal
querer las mismas cosas que tienen tus amigos, pero siempre hemos querido
protegerte y educarte en lo mejor para ti.
—Y estamos orgullosos de ti por reconocer tus sentimientos y hablar de
ellos— dice papá con una sonrisa amorosa—. Eso muestra mucha madurez
y valentía.
Asiento, sintiéndome un poco más ligera al haber compartido mi culpa y
mis temores.
—Quiero aprender a ser responsable, para cuando llegue el momento de
tener mi propio móvil.
—Y nosotros te ayudaremos a hacerlo— dice mamá—. Lo importante es
que aprendas a usar la tecnología de forma segura, sin miedos pero
consciente.
Con esa promesa de apoyo y entendimiento, siento que mi familia y yo
hemos dado un paso importante.
Papá parece leer mis pensamientos y añade un matiz importante a la
conversación.
—Pero quiero que sepas que no todo es negativo respecto a los móviles y la
tecnología. Pueden ser herramientas increíbles para aprender cosas nuevas,
para mantenernos conectados con amigos y familiares que están lejos, y
para explorar nuestras pasiones.
Mamá asiente con entusiasmo.
—Exacto. Hay aplicaciones educativas fantásticas, y puedes tener acceso a
información sobre cualquier tema que te interese. Además, la tecnología
puede ser una gran aliada en el colegio, para organizar tus deberes o
investigar para un proyecto.
Les escucho con mucha atención. Lo que dicen me interesa.
—¡Y también para la creatividad!— sigo yo, animada—. Como editar
vídeos, crear música o incluso aprender a programar. Hay tantas
posibilidades...
—Claro que sí— dice papá— y eso sin mencionar la ayuda que puede
suponer en situaciones de emergencia.
—Lo que queremos es que aprendas a usar el móvil de manera responsable
y segura, que sepas los riesgos y cómo evitarlos— explica mamá—. No se
trata de prohibir, sino de educar.
—Y cuando llegue el momento— añade papá,
— estaremos aquí para guiarte y asegurarnos de que hagas un buen uso de
él. Queremos que disfrutes de los aspectos positivos de la tecnología,
mientras te mantienes a salvo de los negativos.
Asiento, sintiéndome más en paz con la idea de tener un móvil en el futuro.
No es solo una cuestión de tenerlo o no, sino de saber cómo integrarlo de
manera positiva en mi vida.
31

Respiro hondo al cruzar la puerta del colegio. Los últimos días han sido una
montaña rusa de emociones, pero hoy me siento diferente, más fuerte.
Dani y Lily van a mi lado, y su presencia es la armadura que necesitaba
para enfrentar el día con fuerza.
Al llegar, el murmullo habitual de los pasillos se siente como un río de
voces conocidas y risas. Algunas miradas curiosas se posan en mí, pero no
me afectan como antes.
Porque NO estoy sola.
Diana aparece de repente ante mí.
Su cara muestra una mezcla de miedo y arrepentimiento que no había visto
antes. Tomo una bocanada de aire y asiento con la cabeza, indicándole que
estoy dispuesta a escucharla.
—Ava, lo siento muchísimo, tienes que creerme— empieza Diana, su voz
apenas un susurro—. Fue por un juego tonto... Era un reto. Tenía que
compartir una foto ridícula de alguien, o si no subirían una mía aún peor.
Fue una tontería, y elegí mal. Elegí hacerte daño a ti en vez de enfrentarme
a ellas. Me arrepiento muchísimo de lo que he hecho. Me siento fatal.
Mis ojos se abren de par en par ante su confesión. No me lo esperaba para
nada.
Pensé que lo había hecho para reírse de mí. Por un momento, todo el enfado
que había sentido hacia ella se transforma en algo más complicado, una
mezcla de compasión y tristeza. Me doy cuenta de que Diana está tan
perdida como lo he estado yo. O más.
—Diana, eso... eso no ha estado nada bien. Me has hecho mucho daño—
digo, sosteniendo su mirada seriamente—. Pero entiendo que tuvieras
miedo. El miedo a que se burlen de ti, a que te dejen de lado...
Ella asiente, con lágrimas en el borde de sus ojos enmarcados por el
eyeliner negro.
—No tengo excusa, Ava. Solo puedo pedirte perdón y esperar que, con el
tiempo, puedas perdonarme y olvidarlo.
La sinceridad en su voz me llega, y aunque sé que el perdón no me va a
salir instantáneo, seamos sinceros, algo dentro de mí se mueve hacia la
comprensión, hacia la posibilidad de que, quizás, podamos superar esto y
volver a ser amigas.
—No sé si puedo perdonarte aún, Diana, pero estoy dispuesta a intentarlo—
le digo, y veo un destello de alivio en sus ojos.
Al final de la conversación, no somos amigas como antes, pero hay un poco
de esperanza de volver a serlo.
Un anuncio de megafonia nos interrumpe. Nos llaman a todos al salón de
actos para un comunicado importante.
¿Qué pasará ahora?
Más malas noticias no, POR FAVOR.
Camino hacia el salón de actos, con el corazón en un puño.
La masa de estudiantes murmura a mi alrededor, todos preguntándose cuál
será el anuncio.
Nos sentamos en nuestros sitios habituales y un silencio expectante se
apodera del ambiente. La directora aparece, su mirada recorre la sala con
firmeza.
—Hoy estamos aquí para hablar de algo serio: el ciberbullying— comienza,
y mi estómago se retuerce—. Recientemente, hemos tenido un incidente en
nuestro colegio. Un incidente que no vamos a tolerar.
Explica los peligros del ciberacoso, cómo puede herir y dejar cicatrices
invisibles pero profundas.
Habla de la responsabilidad de cada uno, de la importancia de ser amables y
respetuosos, tanto en persona como online.
Me siento esperanzada.
—Las estudiantes involucradas en el reciente caso de ciberbullying han sido
castigadas con una expulsión temporal— dice, y aunque no me alegro del
mal ajeno, siento un alivio por la justicia que se está impartiendo.
La directora nos mira a todos.
—Tenemos que cuidarnos unos a otros. El colegio es un lugar de
aprendizaje y respeto, un lugar seguro para todos— termina.
Al salir del salón de actos, siento que podemos respirar un poco mejor.
No solo yo, sino todos.
Hay un cambio en el aire, una sensación de que las cosas van a mejorar.
Sé que no será de la noche a la mañana, pero hay un comienzo, un primer
paso hacia adelante.
Con Dani y Lily a mi lado, sonrío de verdad por primera vez en semanas.
Estamos juntos en esto, y eso hace toda la diferencia.
Varios compañeros se van acercando a mí y me piden perdón.
Otros me abrazan sin decir nada, pero entiendo lo que me quieren decir.
Otros no se atreven a acercarse a mí, porque están avergonzados, pero con
sus miradas sé que lo sienten.
Sienten haberme hecho daño.
Porque esta vez me ha tocado a mí, pero podrían haber sido ellos.
Hoy, el colegio no es solo un lugar de educación, sino también un espacio
donde se ha defendido la integridad y la dignidad.
Y eso, para mí, significa mucho.
32

El sol de la tarde se cuela por las ventanas de la clase, bañando todo con
una luz dorada que parece llenar de magia incluso los rincones más
olvidados.
Las risas y las voces de mis compañeros suenan más alegres, como si todos
compartiéramos un secreto de optimismo después de la reunión en el salón
de actos.
Cuando suena el timbre, marcando el final de las clases, no hay una
estampida habitual hacia la puerta.
En lugar de eso, nos tomamos nuestro tiempo, recogiendo nuestras cosas y
hablando sobre planes para el fin de semana. Me doy cuenta de que, por
primera vez en mucho tiempo, tengo ganas de hacer planes, de salir y ver
mundo, de no esconderme ni salir corriendo para que nadie me vea.
—¡Ava, vamos!— Lily me llama desde la puerta, con Dani a su lado, ambos
sonriéndome.
Les devuelvo la sonrisa y salgo corriendo hacia ellos.
Salimos del colegio juntos y decidimos pasar por la heladería que está a dos
calles.
El cielo está despejado, de un azul tan intenso que parece sacado de una
película. Hablamos sobre lo que ha dicho la directora, sobre lo bien que se
siente ver que las cosas se ponen en su lugar, y sobre todo, sobre lo
importante que es tener amigos y familia en los que puedes confiar.
Dani cuenta un chiste malo, de esos que son tan pésimos que terminas
riendo a carcajadas, y Lily le da un suave golpe en el brazo, fingiendo estar
indignada.
Me río con ellos, sintiendo cómo la ligereza ha vuelto a mi corazón.
Llegamos y, al acercarnos, veo una figura familiar sentada sola en una de
las mesas exteriores. Es Diana, con la mirada perdida en su helado, como si
buscara respuestas en el fondo del cucurucho.
Lily y Dani se dan cuenta de que no me muevo y siguen mi mirada hasta
Diana.
Hay un breve silencio entre nosotros, un cruce de entendimiento que no
necesita palabras. Con un gesto casi imperceptible, les indico que esperen
un momento y me acerco a ella.
—Diana— la llamo suavemente, y ella levanta la vista, sorprendida—. ¿Te
gustaría sentarte con nosotros?
Su expresión es una mezcla de alivio y esperanza, y en ese segundo, veo no
solo a la chica que me hizo daño, sino a la que también ha sufrido por
haberse equivocado. Diana asiente conteniendo las lágrimas y se levanta,
llevando su helado con ella.
Nos reunimos todos alrededor de una mesa más grande, y aunque al
principio hay un poco de tensión en el aire, pronto las risas y las
conversaciones comienzan a fluir. Compartimos historias y planeamos ver
una película juntos el fin de semana.
La inclusión de Diana en el grupo no es solo un gesto de perdón, que
también, sino de reconocer que todos nos podemos equivocar y merecemos
poder solucionarlo.
Eso que se dice de que hay que dar una segunda oportunidad, y esas cosas.
La conversación sigue entre risas y anécdotas, y en ese momento, con el sol
poniéndose y bañando todo con su luz cálida, con mis amigos a mi lado y la
risa fácil, siento una profunda gratitud.
La tormenta ha pasado, y aunque sé que habrá más desafíos en el futuro,
también sé que tengo a las personas correctas a mi lado para enfrentarlos.
Y así, mientras saboreo mi helado de chocolate y escucho a mis amigos, el
capítulo de hoy se cierra.
Pero no es un final, es un comienzo, el inicio de muchos más días soleados,
de más helados y risas, de más aprendizajes y, sobre todo, de más
momentos compartidos con aquellos que hacen que cada día valga la pena.
Porque la vida es un libro que apenas empieza, y cada día es una nueva
página que escribir.
Y esta, esta página de hoy, ha sido una de las mejores.
Nota para ti
Mis queridos lectores,
Ahora que hemos llegado al final de esta historia, me encantaría que os
llevarais algo más que un simple adiós.
Que las páginas que habéis leído os dejen algo especial, algo que os
acompañe y os haga sentir como si siempre tuvierais un amigo en estas
líneas y palabras.
Espero que hayáis visto que, incluso en los momentos más enrevesados,
vuestra familia y amigos pueden ser un refugio seguro, un lugar donde
siempre podéis encontrar un abrazo o una palabra de ánimo.
No os guardéis vuestros miedos y preocupaciones; compartidlos, porque en
esa unión y confianza está la verdadera magia del hogar.
También quisiera que recordarais que nuestras acciones, ya sean en persona
o a través de una pantalla, tienen eco.
La amabilidad es un idioma que todos podemos elegir hablar, y con él,
podemos cambiar el día de alguien para mejor.
Así que, usad las redes y la tecnología como lo haría un superhéroe, para
levantar y alegrar, nunca para lo contrario.
Como Ava, todos podemos aprender y crecer, encontrar amigos en el
camino y aprender a perdonar.
Y quién sabe, tal vez un día, como ella, podáis ser el motivo por el que
alguien más se sienta comprendido y querido.
Espero que llevéis con vosotros el coraje para enfrentar lo difícil y el
corazón para entender a los demás.
Y nunca olvidéis: cada nuevo día es una oportunidad para ser la mejor
versión de vosotros mismos.

También podría gustarte