Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
0% encontró este documento útil (0 votos)
288 vistas12 páginas

Preguntamelo Ahora

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 12

31 mm

Me llamo Luna, soy diseñadora de moda, mi sueño desde


hace años, y estoy conociendo a Rafa, un tío guapísimo
que casi parece rozar la perfección. ¿Qué más le puedo
pedir a la vida? Nada, solo que todo siga tal y como está.

Pero el destino se las ha ingeniado para complicarme la

PREGÚN AMELO
existencia poniendo de nuevo en mi camino a Gael, el
hombre que me volvió medio loca (o loca por completo,
si soy sincera) cuando nos conocimos aquel verano en
Formentera.

q
¿Cómo se supone que voy a continuar con mi vida si él
forma parte de ella? ¿Estará dispuesto a contestar mis
preguntas de una vez? ¿Nos dará el destino la oportuni-
dad que no nos dio años atrás? Y lo más importante de
todo, ¿por qué me estoy preguntando todo esto cuando
se supone que me gusta Rafa? ¿Puedo centrarme un po-
quito, por favor?

ANA FORNER
Cuando no buscas nada, lo encuentras todo y lo pierdes
de repente. ¿Es posible llegar a olvidarlo?

Déjate seducir por esta divertida, sexy y apasionada


historia que te mostrará que no hay coraza
suficientemente dura capaz de soportar
los envites del amor.

PEFC/14-38300305

ERÓTICA 10331101

www.booket.com 9 788408 278733


www.planetadelibros.com
Ana Forner
Pregúntamelo
Megan Maxwell ahora
Desde donde se domine la llanura
Las guerreras Maxwell, 2

Pregúntamelo ahora.indd 5 1/9/23 10:26


La lectura abre horizontes, iguala oportunidades y construye una sociedad mejor.
La propiedad intelectual es clave en la creación de contenidos culturales porque
sostieneel ecosistema de quienes escriben y de nuestras librerías.
Al comprar este libro estarás contribuyendo a mantener dicho ecosistema vivo y
en crecimiento.
En Grupo Planeta agradecemos que nos ayudes a apoyar así la autonomía creativa
de autoras y autores para que puedan seguir desempeñando su labor.
Dirígete a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesitas fotocopiar
o escanear algún fragmento de esta obra. Puedes contactar con CEDRO a través de la
web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47

© Ana Forner, 2017


© Editorial Planeta, S. A., 2023
Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España)
www.planetadelibros.com

Adaptación de la cubierta: Booket / Área Editorial Grupo Planeta


Ilustración de la cubierta: © Tiaré Pearl
Primera edición en Colección Booket: octubre de 2023

Depósito legal: B. 15.505-2023


ISBN: 978-84-08-27873-3
Composición: Realización Planeta
Impresión y encuadernación: Liberdúplex, S. L.
Printed in Spain - Impreso en España

Pregúntamelo ahora.indd 6 6/9/23 9:41


Capítulo 1

Inspiro profundamente la fragancia de los pinos mientras


el cálido viento acaricia mi rostro y cierro momentánea­
mente los ojos, sintiéndome en casa de nuevo.
Me encuentro delante de la verja que da acceso al jar­
dín, lleno de plantas, de la vivienda que tiene mi abuela en
Formentera, con la enorme higuera dándome la bienveni­
da, y sonrío feliz. Estoy en casa, en mi otra casa, la de mi
abuela, la de la mujer que prepara la ensalada payesa que
tanto me gusta, la que me sonríe con la cara llena de arru­
gas y de la que nunca he oído una sola queja, a pesar de
que su vida no ha sido precisamente fácil, y la abro, ansio­
sa por encontrarme entre sus brazos.
—¿Güela? ¿Estás aquí? —‌pregunto descalzándome
por el camino.
La tierra tibia por el sol caldea mis pies y siento mi
corazón henchido de felicidad. ¡Cómo he echado de me­
nos todo esto! Formentera es mi segundo hogar, la locali­
dad de mi padre y de mi abuela, el lugar donde he pasado
todos mis veranos desde que tengo uso de razón y al que
regreso siempre que necesito respirar, porque, a pesar de
que quiero a mi madre y a mi familia materna con toda mi
alma, a veces Madrid y la rutina diaria me asfixian, y es

13

Pregúntamelo ahora.indd 13 1/9/23 10:26


entonces cuando vuelvo aquí, a la sombra de la higuera en
la que tantas veces me escondía de pequeña, a las calas
turquesas, a los senderos de arena y a los brazos de mi
familia paterna, compuesta únicamente por mi abuela y
por mi padre, un hombre bohemio al que le pudo el día a
día de la ciudad.
—¿Luna? ¡Mi niña! —‌me dice saliendo de la casa,
descalza igual que yo.
Y entonces corro hacia ella, hacia sus brazos, en los
que me fundo.
—¡Güela! ¡Qué ganas tenía de verte! —‌exclamo aspi­
rando su aroma a talco y miel.
—Mi niña, no más de las que teníamos nosotros
—‌murmura llenándome de besos.
—¿Y papá? He pasado por su casa y no estaba.
—Te está esperando en El Capitán, tenía trabajo allí.
—Estoy deseando ir de nuevo —‌ comento todavía
abrazada a ella—; echo de menos los mojitos que prepara
y ver con él la puesta de sol mientras me cuenta sus histo­
rias.
El Capitán es el chiringuito que mi padre tiene en cala
Saona. Situado en un extremo de la cala, tiene un esque­
leto, hecho con madera, sentado sobre el techo, con su
gorra de capitán puesta, mientras con una mano sostiene
unos prismáticos y, con la otra, un cubata, y es allí donde,
entre comidas, cócteles, puestas de sol, música y cenas,
discurre su vida, disfrutando de la isla y de sus amigos.
—Pero antes quédate un poco conmigo y ponme al
día de cómo te va todo. Pareces cansada —‌comenta mi­
rándome detenidamente y acariciando mis marcadas oje­
ras, antes de sentarnos en el banco de madera, lleno de
cojines de múltiples y alegres colores, situado en el porche
de la casa.
—Estos últimos meses han sido muy duros, entre los
exámenes y las prácticas; por suerte ya han terminado

14

Pregúntamelo ahora.indd 14 1/9/23 10:26


—‌murmuro acariciando su arrugada y huesuda mano—.
Y, ¿sabes qué? —‌le pregunto feliz—, en septiembre co­
menzaré a trabajar como diseñadora cubriendo una baja
por maternidad. ¿Verdad que es estupendo?
—Claro que sí, hija mía; si es lo que quieres, yo seré
feliz.
—Es lo quiero; he trabajado muchísimo para conse­
guirlo.
—Lo sé, no tengo ninguna duda; has heredado el ca­
rácter decidido de tu madre —‌me asegura sonriendo—.
Por cierto, ¿cómo está? Me gustaría volver a verla algún
día; díselo, cariño.
—Muy bien, por mamá no pasan los años —‌observo
sonriendo también, recordando a mi madre.
—¿Todavía te hace quitarte los zapatos cuando entras
en casa? —‌me plantea divertida y cómplice.
—Por supuesto, güela, ¡qué cosas preguntas! —‌suelto
carcajeándome—. No tiene remedio, te digo yo que aspi­
ra el aspirador.
—Tan diferente a tu padre —‌murmura sumida en sus
recuerdos— y, a pesar de ello, se enamoraron perdida­
mente el uno del otro.
—Y aun así el amor no fue suficiente para ellos —‌su­
surro—; a veces pienso que no lo ha olvidado.
—Yo estoy segura de que tu padre no lo ha hecho y
todavía la quiere, pero tienes razón, hija, el amor no fue
suficiente para ellos. Eran muy jóvenes y demasiado dis­
tintos y eso, al final, tenía que separarlos. De todas for­
mas, su amor nos dio nuestro mayor tesoro, tú —‌afirma
dándome un beso—; solo por eso valió la pena, ¿no te
parece?
—Claro que sí, güela —‌murmuro entre sus brazos—.
Añoraba esto; te echaba de menos a ti, y a papá.
—Lo sé, cariño, y, aunque esta vez has tardado dema­
siado en volver, por fin lo has hecho. Y, ahora, dime: ¿qué

15

Pregúntamelo ahora.indd 15 1/9/23 10:26


quieres que te prepare para cenar? Porque vas a cenar
conmigo, ¿verdad? Esta noche te quiero para mí sola.
—Por supuesto. Prepara lo que quieras, pero que no
falte la ensalada payesa y de postre... mmmm... lo sabes,
¿verdad? —‌le pregunto riéndome y relamiéndome con tan
solo pensarlo.
—Flaó,* no se me olvida —‌sentencia riéndose con­
migo.
—Si cierro los ojos, puedo sentir su gusto en mi boca;
nadie lo prepara como tú —‌declaro feliz—. Por cierto...
¿Y mi Vespa? —‌inquiero de repente, incorporándome—.
¿Está aquí o en casa de papá?
—Qué manía con subirte a ese trasto, ¿por qué no
coges el coche de tu padre? Ya sé que es viejo, pero me da
pánico que puedas caerte y romperte la crisma.
—Güela, si no me caí cuando era jovencita, ¿voy a
caerme ahora? —‌replico con una dulce sonrisa.
—Para mí siempre serás pequeña, hija, aunque seas
toda una mujer —‌me contesta con ternura.
Mi abuela tiene pánico a las motocicletas, y la canti­
dad de accidentes que se producen en la isla, sobre todo
en los meses de verano, refuerzan su teoría sobre el peli­
gro que conlleva subirse a uno de esos trastos, como ella
las llama, pero nada me hará renunciar a la sensación del
viento azotando mi cara ni a la emoción de volver a sentir­
me libre.
Tras aproximadamente una hora de charla en la que
nos ponemos «casi» al día, cojo mi Vespa para dirigirme a
El Capitán y reencontrarme con mi padre. Subida en ella
y con el viento embistiendo mi cuerpo, río feliz absorbien­
do las vistas: el azul turquesa del mar, las casitas disemi­

* Postre típico de Ibiza y Formentera, que tradicionalmente se


elaboraba el Domingo de Pascua y que en la actualidad se puede en­
contrar durante todo el año en restaurantes y pastelerías.

16

Pregúntamelo ahora.indd 16 1/9/23 10:26


nadas aquí y allá, el cielo libre de nubes, el pescado se­
cándose con la brisa y el sol, como ya se hacía antaño y
que más tarde será nuestro tradicional peix sec, los cami­
nos de arena... y mi cala, cala Saona, la playa donde de
cría jugaba a hacer castillos de arena, donde tantas veces
me bañé, primero con mi padre y mi abuela, y más tarde
con mis amigos; la cala que fue testigo de tantos besos con
Pablo, mi primer novio y ahora un buen amigo, y sin
duda alguna uno de mis lugares favoritos de la isla.
Llego y, tras aparcar en la zona destinada a las moto­
cicletas, y con la sensación de urgencia tirando de mí, me
descalzo de nuevo para recorrer el sendero de pinos y
arena que me llevará hasta la playa y el chiringuito de mi
padre.
Estamos a primeros de julio y la cala está repleta de
gente y yates, pero es lo normal en estas fechas, así que,
sorteando las blancas sombrillas, llego hasta la rampa que
me conducirá a El Capitán y, aunque hay otro camino
más directo hasta allí, pues no hay que pasar por la playa,
nunca lo tomo; me gusta este, me encanta alzar la vista y
verlo allá arriba, ver el esqueleto oteando el horizonte
con sus prismáticos y su cubata, sentir la calidez de la
arena bajo mis pies y la tibieza de la brisa acariciando mi
rostro mientras subo la cuesta de arena que me llevará
hasta él, y sonrío al ver una lagartija verde sobre una de
las rocas. ¡Cuántas veces jugué de niña con mis amigos a
cogerlas, y ahora ni muerta lo haría!
Hoy está hasta los topes, y sonriendo ampliamente
me dirijo hacia la barra, donde se encuentra mi padre, tan
bronceado como siempre, con su eterna sonrisa, con el
pelo castaño a la altura de los hombros y sus gafas de es­
pejo que ocultan unos ojos tan azules como los míos; va
vestido con sus inseparables vaqueros rasgados y su ca­
misa estampada, tal y como lo recuerdo desde que me al­
canza la memoria.

17

Pregúntamelo ahora.indd 17 1/9/23 10:26


—Pero ¿a quién tenemos aquí? ¡Si es mi chica! —‌ex­
clama riendo mientras sale a toda prisa de la barra y me
envuelve entre sus brazos.
—Un poco joven para ti, ¿no te parece, Capi?
Una voz acerada y de fastidio hace que levante la vista
hasta toparme con la mirada del hombre que hasta hace
un momento hablaba distendidamente con mi padre, tan
azul como las aguas de esta isla y tan profunda que siento
que podría hundirme en ella.
—No seas capullo, tío; es mi hija —‌le responde sin
dejar de abrazarme—; y deja de mirarla así, si no quieres
que te rompa la cara —‌añade señalándolo con el dedo,
con una dureza completamente impropia de él.
—No seas tú el capullo; joder, no me van las niñas
—‌le responde con frialdad, levantándose y alejándose de
nosotros ante mi asombrada mirada.
Y es entonces cuando, ante mí, cobra vida la palabra
hombre en toda su extensión. Musculado sin caer en la
exageración, lleva el pelo rubio ligeramente despeinado y
mi mirada se desliza despacio por su cuerpo, admirando
su espalda y cómo la camiseta se ajusta a la perfección a
sus fuertes brazos, para luego seguir mi recorrido hasta
llegar a su trasero, instante en el que contengo la respira­
ción durante unos segundos mientras, fascinada, observo
cómo se sienta despreocupadamente con un grupo de
personas que charlan animadamente entre ellas.
—¿Quién es ese hombre, papá? —‌inquiero entre mo­
lesta y maravillada.
—Un cliente. No le hagas caso, hoy lo tenemos ca­
breado; no habrá follado —‌me dice entre dientes.
—Papá, ¡que soy tu hija! —‌respondo con una carca­
jada.
—¡Y yo, tu padre! Un padre al que tienes muy aban­
donado, por cierto —‌me riñe haciéndome una mueca y
consiguiendo que centre mi atención en él—. ¿Por qué

18

Pregúntamelo ahora.indd 18 1/9/23 10:26


has tardado tanto en volver, niña? —‌me reprende con
cariño.
—Este año ha sido muy duro, entre los exámenes y las
prácticas. Quería venir en Navidad, pero me fue imposible.
—No hay nada imposible; recuerda que querer es po­
der, lo demás son solo excusas —‌replica tras chasquear la
lengua.
—Venga, papá, no empieces. Además, ¿por qué no
has venido tú a verme? En Navidad esto lo tienes cerrado,
podrías haberme hecho una visita, si hubieras querido.
—¿Y dejar a tu abuela sola en unas fechas tan señala­
das?
—Tienes razón —‌murmuro arrepentida, imaginándo­
la sola en Nochebuena o Navidad—. Prometo no tardar
tanto en venir la próxima vez —‌le digo mirando de nuevo
a «ese cliente» que, a pesar de llevar las gafas de sol pues­
tas, juraría que no deja de mirarnos.
—¿Comemos? —‌me propone mi padre, sacándome
de mis pensamientos—. Luego vendrán tus amigos y ya
no tendrás tiempo para tu pobre padre —‌añade pasando
uno de sus brazos por mis hombros.
—¡Verdad tenía que ser! —‌le recrimino entre risas
mientras nos dirigimos a una pequeña mesa cercana a la
pasarela de madera.
En apenas unos minutos tenemos ante nosotros una
bandeja con pan, una cazuelita rebosante de allioli, acei­
tunas de varios tipos y una jarra de vino blanco fresquito.
Cojo una tostada, la unto con una buena capa y, tras darle
un mordisco, cierro los ojos, saboreándola, mientras el sol
caldea mi rostro y el sonido de las olas al romper contra la
orilla llega hasta donde estoy sentada, y medio sonrío.
—No puedes negar que te encanta esto. ¿Por qué no te
vienes una temporada a vivir aquí? —‌me sugiere mi padre,
volviendo de nuevo a la carga con nuestro monotema.
—¿Y dejarlo todo después de lo que he trabajado?

19

Pregúntamelo ahora.indd 19 1/9/23 10:26


Papá, este último año ha sido durísimo y, ahora que he
conseguido un empleo en una gran empresa como diseña­
dora, no quiero renunciar a él; además, esto me encanta,
pero no para vivir.
—Yo solo digo que nada es comparable a nuestra isla,
y lo sabes —‌sentencia apuntándome con el dedo índice,
recordándome casi al instante los memes que a diario cir­
culan por internet, y sonrío sin poder evitarlo—. Mira qué
vistas, mira qué calma, ¿puedes decir lo mismo de Ma­
drid? —‌me pregunta abriendo los brazos y abarcándolo
todo con ellos.
—Es diferente, ni mejor ni peor —‌contesto concilia­
dora.
Sé que sería feliz aquí durante unos meses, pero tam­
bién tengo claro que, con el tiempo, terminaría desquicia­
da. Soy una chica de asfalto; me gusta el ritmo frenético de
la ciudad y todo lo que ella me ofrece, pero, para mi padre,
eso es algo incomprensible. Durante el tiempo en que es­
tuvo casado con mi madre, intentó por todos los medios
que le gustara y hacerse un hueco allí, pero le resultó im­
posible.
—Eres como tu madre —‌murmura perdido en sus
pensamientos.
—Es la segunda vez que me lo dicen desde que he
llegado aquí; hace un rato la güela me ha dicho lo mismo
—‌le comento sonriendo.
—¿Y cómo está? —‌inquiere intentando sonar indife­
rente, y fracasando estrepitosamente.
—Como siempre —‌respondo encogiéndome de hom­
bros.
—Corto y cambio. ¿Te importaría ser un poco más
explícita, por favor? —‌me pide apoyando los antebrazos
sobre la mesa y mirándome con atención.
—No sé, papá... —‌murmuro recordando a mi ma­
dre—. ¿Recuerdas cómo le gusta bailar e inventarse bailes

20

Pregúntamelo ahora.indd 20 1/9/23 10:26


absurdos? Bueno, pues, si no era suficientemente vergon­
zoso verla bailar, ahora insiste en que lo haga con ella;
suerte que no nos ve nadie —‌le digo tapándome los ojos y
riéndome al recordarlos—. Sigue trabajando como abo­
gada de las causas perdidas y, por cierto, echándole más
horas de las que debería. ¡Ah, sí! Y ahora pinta; tendrías
que ver qué cuadros más bonitos ha pintado.
—Recuerdo esos bailes —‌farfulla con la vista perdida
en el mar, sumido en sus pensamientos.
—A ti también te gustaba bailar con ella —‌susurro
medio sonriendo.
A pesar de que intento olvidarme de «ese cliente» y
centrarme en la conversación que estoy manteniendo con
mi padre, mi mirada vuela continuamente a él, a esa man­
díbula cuadrada, a esa barba recortada, a ese pelo rubio
despeinado por el viento, a ese ceño fruncido y a los múl­
tiples tatuajes que decoran sus brazos y que hacen que los
músculos de mi vientre se contraigan suavemente. ¿Quién
será? ¿Por qué nunca lo había visto antes por aquí? Y...
¿por qué me siento así?

21

Pregúntamelo ahora.indd 21 1/9/23 10:26

También podría gustarte