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Carta de Mary Ward

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Querido compañero (a).

Te escribo porque estoy convencida que el campo


educacional es un espacio privilegiado para la
concretización de aquello que me propuse en mi vida, y por
lo que me torné una seguidora y compañera de Jesús.
Quiero dirigirte unas palabras sobre tu papel en ese
espacio y sobre la desafiante misión para la cual necesito
convocarte.

Tal vez no sepas que cuando fundé la Congregación de


Jesús, la inspiración desde Dios fue buscar y descubrir su
voluntad en un contexto social, político y religioso confuso;
donde los pobres, la familia, los niños y jóvenes fueron un
referente para responder apostólicamente mediante la
educación, concebí una amplia gama de apostolados
siendo la Mujer una prioridad en su rol y protagonismo.
Tanto es así que los primeros trabajos pedagógicos fueron
casi “informales”- recuerdo la experiencia vivida junto a mis
primeras compañeras en forma clandestina, creando y
buscando nuevas formas de acercamiento y de conquista
para educar. Me daba cuenta que necesitábamos colaborar
con la misión de la Iglesia en el sentido de promocionar la
familia como el núcleo central de la formación integral en
un contexto social y cultural caracterizado por graves
divisiones y preocupantes fuerzas de disgregación. El
impulso mayor venía, sí, de la necesidad que notaba de
formar a la juventud a partir de determinados valores que
queríamos, en ese entonces, promover.

Comencé a constatar que no era suficiente formar buenas


religiosas: era necesario también formar buenos
ciudadanos, trabajadores competentes, personas capaces
de liderar acciones de transformación, que asumieran los
modelos evangélicos que soñábamos construir. Veía que
esos valores eran comunicados más fácilmente a los
jóvenes que todavía no estaban tan contaminados por las
influencias que la sociedad de entonces podía tener sobre
ellos. Mi convicción era que la formación cristiana en un
contexto humanístico tendría un impacto decisivo sobre el
modo de ser de los estudiantes y sobre su visión del
mundo. Fue con esa esperanza que fundamos los colegios.
En el primero, en San Omer, coloqué tanta expectativa que
elegí a religiosas de gran talento y con la mayor capacidad
para el diálogo internacional posible. Mis compañeras
notaban que nunca antes había puesto tanto talento
humano concentrado como en la misión educativa.
Eso ayudó para que aquella institución enseguida se
distinguiera, lo que nos animó a ampliar la acción en ese
campo. Fundamos colegios en diversos países, entre ellos,
los países bajos, Italia, Inglaterra, Alemania, España.

Mis compañeras y yo nos convencíamos cada vez más de


que los apostolados establecidos en la Fórmula del
Instituto podrían ser llevados a cabo por medio de las
obras educacionales, pues de la conveniente educación de
la juventud dependía el propio bienestar del cristianismo y
la concretización del Reino.
Nuestra idea era formar a las personas de una manera
integral, abarcando la inteligencia, la voluntad, la memoria
y la sensibilidad. Queríamos atender a todas las clases
sociales, motivo por el cual las escuelas eran gratuitas, a
pesar de todas las dificultades que, como puedes imaginar,
pasábamos para eso. En general conseguíamos ayuda de
benefactores y, con esas colaboraciones, llevábamos
adelante el trabajo. Fue fundamental la dedicación de
hermanas Religiosas – que tomaron la tarea de enseñar a
los que muy poco sabían y llevaron tantas almas a crecer
en el conocimiento del Señor.
Muchas cosas fueron sucediendo desde entonces para que
Dios hiciera de nosotras lo que somos hoy.

Entramos en nuevos continentes, y sé que muchas veces,


en el fervor de la batalla educacional, no nos dimos cuenta
que las comunidades a quienes catequizábamos también
tenían algo a enseñarnos. Algo parecido ocurrió en algunas
obras de educación popular en que no partimos del saber
del estudiante y pretendimos imponer nuestra visión, como
si nuestro conocimiento fuese definitivo y absoluto. Sin
embargo, creo que fuimos reflexionando críticamente sobre
nuestra acción y tornándonos más capaces de dialogar, de
aprender y de interactuar con culturas diversas –lo que
enriqueció a ellas y, principalmente, a nosotras.

Hoy, el panorama ha cambiado mucho, y el apostolado


educacional de la Congregación cuenta con varios colegios
diseminados por todo el mundo, al servicio de la Iglesia.
Tales obras son integradas no sólo por religiosas, sino
también por laicos y laicas “colaboradores”, que se unieron
a nosotras en esa inmensa red que acumula e integra el
saber de toda una tradición educativa.
Es contemplando ese panorama el cual te escribo, querido
compañero y compañera en el contexto en que educas,
encontrarás otras fuerzas que amenazan ahora la
implantación del Reino: sistemas político-económicos
estructurados en función del mercado, que reducen la
dignidad humana y acentúan la desigualdad; fuerzas
opuestas a los valores evangélicos, que disgregan y
generan conflictos locales e internacionales . Se extienden
velozmente por el mundo ideologías que provocan
desigualdades e injusticias y fomentan el individualismo, la
ambición desordenada y la corrupción. Insólitas
tecnologías permiten que las personas se comuniquen,
pero los mensajes que circulan en ellas no siempre elevan
el valor de la persona o la dignifican, algunas veces lo
reducen a un mero objeto.
Máquinas ocupan el lugar de personas y convierten su
trabajo en algo alienante y deshumanizador, reforzando la
exclusión. Las cabezas y los corazones de los jóvenes
están expuestos a todo eso, muchas veces de manera
indefensa e inconsciente.
Tienes un papel crucial en este momento. Es verdad que la
educación, sola, no puede cambiar toda la realidad social,
pero ninguna gran transformación podrá ocurrir sin que en
ella esté implicada una tarea educativa. Y es para eso que
te llamo: para una gran transformación. Prepárate: lo que
te pido es un movimiento gigantesco de ruptura y crisis que
exigirá de ti no sólo tus fuerzas, sino que abarcará también
tus creencias y tus principios; porque deberás interrogarte,
al educar hoy, no sobre los contenidos que necesitas
enseñar, pero sobre el mundo que pretendes ayudar a
construir con tu acción. Para eso, antes será necesario que
definas:

¿Qué maestro/maestra deseas ser y cuánto de ti estás


dispuesto a dar en este inmenso proyecto educativo?

No tengo para ofrecerte una pedagogía propiamente dicha,


pero sí algunos elementos de carácter pedagógico que
podrán orientar tu trabajo. Los sistematicé al vivir los
Ejercicios Espirituales, con el propósito de ayudar a las
personas a entrar en contacto con esa Verdad mayor y a
descubrir la voluntad de Dios para sus vidas.

Lo central son los estudiantes que recibes cada año, son


personas con sus propias expectativas, características,
miedos, ansias y deseos. Ellos tienen una opción de vida a
definir, que irá construyéndose a partir de la experiencia
con el saber que, como intermediario, tú les presentes.
Piensa, ante todo, en ellos.

¿Ya te preguntaste, al iniciar este nuevo año escolar,


quienes son tus alumnos, profesores, padres y
apoderados, lo que desean, lo que esperan, lo que
sienten?

¿Cuáles son las cosas que le gustan, cómo reaccionan


delante de lo que le desagrada, de qué necesitan para
crecer y superar sus límites? Y más: ¿Cómo es su
mundo, cómo es esa compleja sociedad donde
desarrollan su existencia?

Es fundamental que tomes todo eso en cuenta, porque la


educación no humaniza o cristianiza automáticamente; si
queremos ser una fuerza moral en la sociedad, tenemos
que reconocer que el proceso educativo se desarrolla en
un contexto donde diferentes valores están en juego. Es
imposible enseñar de forma neutra: todas las disciplinas
confirman o rechazan esos diversos valores. Siendo así, no
te conformes en comunicar un saber cómo si tus
estudiantes fueran siempre los mismos, y sus contextos
semejantes: no te abstraigas de los valores que todo saber
engloba.

Para eso, el primer paso será escuchar. Permite que él


hable: déjate encantar por su discurso repleto de sentidos.
Transforma tu encuentro en el espacio de todas las voces.
Verás que el habla de aquél a quien enseñas, será muchas
veces como una dulce y suave melodía que alegrará tus
tardes y te ayudará, misteriosamente, a descubrir algo
sobre tu propia existencia. Sentirás, entonces, que tú
también aprendes.
Busca oportunidades para conducirlo a experimentar lo que
estudia, pues no es el mucho saber que sacia y satisface al
alma, sino el sentir y saborear las cosas internamente. Si
los estudiantes penetran en el fondo de lo que leen e
investigan, es posible que, curiosamente, también ellos
encuentren algo de Dios en ese aprendizaje. Porque en
todo lo que enseñes, en toda ciencia y en todo fruto del
conocimiento humano, habrá señales y marcas indelebles
de ese Creador del cual todas las cosas provienen y para
el que todas se dirigen. Deja que esa verdad los fascine y
los seduzca: jamás serán los mismos.

Sabrás encontrar las estrategias didácticas más


adecuadas: muchos teóricos ya profundizaron sobre ciertas
ideas que yo ya intuí, reforzando la necesidad de que los
contenidos tengan sentido para el estudiante –sin lo que no
ocurre aprendizaje significativo– y describiendo las
múltiples inteligencias que podemos movilizar en el acto de
aprender. Yo acostumbraba llevar a las personas a
ejercitar no sólo la inteligencia, como también la
imaginación y los sentidos, proponiendo meditaciones y
contemplaciones; hoy, además de esos recursos, las
nuevas tecnologías te darán una amplia gama de opciones
para incentivar a los alumnos y hacerlos sumergirse en el
conocimiento. Recuerda que no hay aprendizaje sin que
los afectos estén implicados. Moviliza sus corazones,
hazlos reaccionar ante lo que ven y estudian: es
apasionándonos por un saber que lo descubrimos por
dentro, y sólo con el alma podemos conocer lo esencial.
Pero no los lleves a realizar esa experiencia inútilmente. La
experiencia sin reflexión es estéril, así como la reflexión sin
experiencia es un mero ejercicio especulativo. Articula, por
lo tanto, ese proceso con algo de él, no se puede disociar:
el esfuerzo de captar el significado y el valor de lo que se
estudia, su relación con otros aspectos del conocimiento y
de la actividad humana, sus implicaciones. Desde la
experiencia de los Ejercicios, yo hablaba del proceso de
discernimiento cuando, en la lectura de los sentimientos
experimentados en la oración, ayudaba a descubrir el
impulso y la intención que movían al sujeto en cada caso y
a ver con mayor claridad la verdad en cuestión. Tienes
como aplicar eso en tu trabajo pedagógico, haciendo con
que tus estudiantes reflexionen críticamente y capten el
sentido más profundo de lo que experimentan, penetrando
en las implicaciones de los conocimientos, llegando a
construir convicciones personales y a posicionarse frente a
los hechos.

El mundo de hoy está tan repleto de conflictos y


desigualdades que tendrás mucha materia para provocar
reflexiones y ampliar la sensibilidad y la capacidad crítica
de tus estudiantes frente a las cuestiones sociales y
culturales. Habiendo movilizado su afecto y su mente,
estarás haciendo de ellos los protagonistas del propio
proceso de construcción del saber. Ellos se involucrarán en
un amplio debate sobre los múltiples puntos de vista que
estarán siendo negociados en el grupo. Enséñales a ser
tolerantes y a argumentar a favor de lo que creen, sin
anular la voz de los demás. Entonces tu interacción con los
demás se convertirá en un gran concierto de múltiples
voces que enseñará que es posible transitar por un mundo
heterogéneo y diverso, repleto de culturas y visiones.
Dialoga, tú también, con tus estudiantes: ellos se
convertirán en tus compañeros de estudio y en ese
momento ya no habrá más quien sólo enseña o quien sólo
aprende, pues unos educarán a los otros, en comunión.
Únicamente no permitas que ese debate reflexivo y crítico
ocurra sin fijar un norte; sin caer en un plan de doctrinación
que sofoque la mente, ofréceles un referencial de
búsqueda. Tú desafío será hacer que comprendan que el
principal criterio de todo y para todo es, siempre, el amor.
No un amor cualquiera, sino aquél que Jesucristo
testimonió. Sólo con los ojos del amor se puede realizar la
verdadera y profunda lectura del mundo.

Pero te digo que quien ama no se queda parado: el amor


todo transforma y todo significa. No te espantes, por lo
tanto, si para tus estudiantes el aprendizaje se convierte en
algo cada vez más parecido con la acción , porque aquél
que lee el mundo con los criterios del amor no puede
contentarse con lo que encuentra , y se involucra , se
entrega y se arroja hacia adelante. La pedagogía en la que
creo, querido compañero/compañera, es así: además de la
inteligencia, mueve afectos y voluntades porque pretende
mover al propio mundo.

Habrán aprendido verdaderamente tus estudiantes cuando


sientan que la vida les fue dada para grandes cosas, y que
hay tanto para hacer que no pueden perder un sólo minuto.
Entonces se lanzarán en el territorio poco desbravado de
las grandes causas y de los proyectos imposibles. Así
ocurría con nosotros cuando, como peregrinos, salíamos
por tierras desconocidas, embalados por un único sueño…

Hoy hacen falta todavía más “misioneros” Cautiva tus


alumnos para que, cualesquiera que sean sus opciones de
vida y sus profesiones, deseen dedicarse sobre todo a la
construcción de ese mundo nuevo, con gran ánimo y
generosidad. Esa será la mejor evaluación que podrás
hacer de tu trabajo, como también del crecimiento de ellos.
En esta pedagogía, más que cualquier otra prueba o forma
de verificación, importa que acompañes con celo apostólico
el recorrido integral de la persona, y de modo
personalizado lo ayudes a superarse y alcanzar lo mejor de
sí – pero sin obsesión sólo por la productividad o por la
eficacia, pues la lógica vigente no puede contaminar tu
acción educativa. Por otro lado, anímalo a buscar la
excelencia, a no conformarse con la mediocridad, a dar lo
mejor de sí en todas las cosas. Podrás ayudarlo si le
ofreces oportunidades de confrontarse consigo mismo, de
colocar metas y estrategias a alcanzar. No te preocupes
tanto con las notas y los meros conceptos: todo eso pasa.
Lo que es interno permanece. La evaluación permanente
es la manera de avanzar en ese crecimiento personal que,
cuanto más profundo, más nos torna capaces de descubrir
y de amar a Dios. Por eso no hagas de la evaluación un
momento de tensión y angustia; lleva a tu alumno a
evaluarse con libertad, tranquilidad y despojamiento
interior.
No le impongas modelos ni sistemas inalcanzables
externos a él mismo. En ese proceso, ayúdalo a desarrollar
al máximo todos los dones que recibió y que debe poner al
servicio de los demás.
Este es todo un modo de proceder, un estilo educativo que
puede inspirarte y que resulta, a su vez, de la articulación
de nuestra tradición pedagógica con una serie de autores
de la psicología, de la sociología y de la filosofía de la
educación, que debes también tomar como interlocutores
al construir tu práctica docente. Nuestra pedagogía,
cerrada en sí misma, se empobrece y agota; al contrario, si
confrontada con las demás, de ellas se beneficia y puede
también influenciarlas con su carisma.

¿Querido compañero/compañera, notas como es


importante tu papel? En tus manos tienes mucho más que
nombres de una lista de presencias… Son personas que
se entregan a ti, con sus horizontes abiertos y con las
ansias recién brotando en su corazón. Tú trabajo es
decisivo: tanto puedes hacer nacer el amor por el estudio y
por el conocimiento, como puedes dejar perecer el
entusiasmo de un joven por la propia vida. Puedes
instigarlo a luchar por grandes cosas, como puedes
enseñarle a repetir las trivialidades cotidianas, a
conformarse con las desigualdades y con la injusticia, a
tolerar las cosas que “siempre fueron así”.
Sabes cuál será tu lección más elocuente?. Tu ejemplo. Si
amas el saber, despertarás en mucho de ellos el gusto por
conocer aquello de lo que hablas.
Si asumes tu compromiso como ciudadano y como
maestro, puedes estar seguro de que contagiarás a
muchos con tu entusiasmo y tu inconformidad. Digo esto
con tanta seguridad porque también yo aprendí a conocer y
amar un Maestro así, que hablaba de extrañas ideas
revolucionarias y creía en un mundo diferente. Fui
totalmente tomada por esa causa, y decidí acompañar su
lucha irreverente y osada.
Aunque débil, me sentí en eso extrañamente fuerte, y a
pesar de no tener toda la sabiduría que precisaba, me
entregué como instrumento al Espíritu, que habló por mí.
Inspírate en Él cuando eduques, como también yo me
inspiré.

Tu tarea es ardua y bella. Para llevarla a cabo, jamás dejes


de abrirte a lo nuevo y a empezar de nuevo. No puede
enseñar el que dejó de aprender. Lánzate, tú también,
hacia la aventura de lo inusitado. Vives en un mundo en el
que la información circula incesantemente, y los contenidos
disciplinares se tornan obsoletos en poco tiempo.
Conéctate a este vasto mar de datos y mensajes y navega
con osadía, buscando otros parajes. Renuévate: sólo
reconociendo que todavía no sabes, es que puedes ser
libre. Las certidumbres pueden haber hecho de ti una presa
de los sentidos, y será necesario entonces que te liberes
para que sientas de nuevo qué es lo indescifrable y puedas
penetrar los misterios que nos rodean.

Trabaja en conjunto con los demás. Hay una misión que


inspira nuestras obras: no la pierdas de vista.
Nuestra identidad común será decisiva en este momento
en que encuentras en crisis los sistemas políticos, las
estructuras económicas, los referenciales éticos y los
propios paradigmas científicos que sustentaron, con
frágiles certidumbres, las mentalidades de las décadas
anteriores. Lo que está en el centro de ese perfil es una
educación que siga contribuyendo con el esfuerzo
evangelizador. Eso no quiere decir que no se estimule, en
nuestras obras, el diálogo intercultural e inter-religioso;
significa que, sea cual sea el contexto o la circunstancia,
tenemos el compromiso de formar personas que asuman
valores de solidaridad y gratuidad, que amen a los demás y
den testimonio de ese amor involucrándose activamente en
la construcción de una sociedad justa y feliz, marcada por
relaciones de equidad, paz y fraternidad. Donde quiera que
estés, dedícate a formar personas que vivan la fe
articulando lo contemplativo con la justicia y el compromiso
social: hombres y mujeres para los demás, capaces de, en
todo, amar y servir. Ofrece lo que te fue dado hacer para la
mayor gloria de Dios.
Esa fidelidad incondicional a nuestra identidad, llevada a
cabo de forma creativa y actualizada, hará que, articulado
con tantos otros profesores e instituciones, seas como uno
solo de ellos. Integrarás esa gran red cuyos lazos no son
edificios ni torres, y sí personas que, en colaboración y por
medio de proyectos comunes, enfrentan con más fuerza
los desafíos.

Por fin, te recuerdo lo esencial: jamás olvides tu propio


compromiso, aquél por el cual llegaste al magisterio y por
el cual permaneces en él. No puede educar el que no tiene
un ideal que da sentido a su trabajo y que hace con que
cada aula se torne el más bello de los lugares, porque en
ella son gestadas las más poderosas transformaciones.
Abre sus ventanas y siente correr la brisa que anuncia la
vida nueva; mira las extrañas luces que entran por las
rendijas y que llenan su espacio de colores inusitados.
Observa: no hay apenas pizarras, mesas y pupitres, sino
gente toda hecha de expectativa y sueños.
Sabes que no será fácil conservar esta llama, porque el
cotidiano es penoso y complejo; siempre que puedas, reza
con esa intención. Busca escuchar la voz de Dios; el
conocimiento de las cosas muchas veces comienza por el
silencio.

Te invito a hacer experiencia con Dios, que pueden


inspirarte de un modo especial en tu trabajo.

Tienes por destino grandes obras, ya que eres educador;


ejercítate en el conocimiento de lo que Él te pide.

¿Recuerdas que te decía que, mientras al comienzo


todas las maestras eran Religiosas, ahora somos
muchos más, en un enorme cuerpo apostólico que
cuentan con la colaboración de millares de laicos y
laicas en todo el mundo? Nota que me dirigí a ti, desde el
comienzo de esta carta, como compañero, compañera…
Es de la Misión que te hablaba. Quiero que, más que
colaborador o amigo, amiga, seas nuestro compañero en la
Misión. Ella es tanto mía como tuya; abrázala con
disponibilidad y coraje.

Ah, sí, pues debo decirte algo: en esta Misión, es necesario


tener coraje. El miedo nunca incorporó nada de importante
o diferente a la historia de los hombres y mujeres. Al
contrario, él sólo impidió cambios, retardó
transformaciones, postergó lo que debía ser hecho. El
miedo es contrario al hombre, haciéndolo sucumbir cada
vez más en las pequeñas oscuridades de sí mismo. El
miedo de cambiar es vejez.
Solo el coraje te permitirá abandonar lo que acomoda y
paraliza. Miedo es fácil, común; coraje es difícil.
Coraje es estar dispuesto a enfrentar lo que sea necesario,
en nombre de aquello en que crees y en que pones tu
esperanza.
Miedo es negarse, es jamás salir de sí. Miedo es callar y
volverse para dentro. Y nosotros, querido compañero,
compañera en misión, estamos volcados hacia el infinito.
Pero el coraje de que te hablo es gracia, es don: no te
olvides de pedirlo diariamente a Dios.

Su siempre agradecida:

“Que Jesús diga Amen”

Mary Ward fue la pionera de la acción apostólica y educadora


porque:

Rompió con los esquemas de su tiempo llevando junto con sus


seguidoras un género de vida de "contemplativas en acción",
desempeñando sus obligaciones sin clausura.
Fue la primera en enviar a sus religiosas fuera de su tierra.
Fue la primera en ver las posibilidades de la mujer en todos los
campos apostólicos.
Vislumbró el apostolado de la educación cristiana.
Estuvo abierta a todas las obras apostólicas del momento.
Mary Ward, como educadora, trató de ajustar la vida religiosa a
las necesidades de la educación. Su idea fue la educación para
todas las clases sociales adaptadas a las necesidades de la
persona y del lugar y que integra una formación espiritual,
intelectual, física y psicológica que prepare a la persona en su
totalidad.
Oración a Mary Ward
(Por su beatificación)

Dios dador de todo bien, te damos gracias


por el regalo de María Ward al mundo.
Movida por tu amor lucho
por la dignidad de la mujer
y la propagación de la fe.
Te pedimos que, a través
del reconocimiento oficial de la iglesia,
su ejemplo de vida llegue a ser luz
para muchas personas.
Por Cristo nuestro Señor. Amén

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