Tema 8
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Segunda Parte
DERECHO PROCESAL CIVIL: Proceso declarativo y proceso
de ejecución
(Lecciones 8ª a 18ª)
1. La jurisdicción como (primer) presupuesto del proceso.- 2. La jurisdicción por razón del territorio (o
“competencia” judicial internacional). 3. La jurisdicción por razón del objeto o materia.- 4. Atribuciones de
los tribunales del orden jurisdiccional civil por razón de la materia u objeto.- 5. Los conflictos de competencia
y las cuestiones de competencia.
Tal como se ha visto en el tema anterior, los presupuestos procesales son aquellos requisitos
formales, establecidos por la ley procesal, que necesariamente deben concurrir en el proceso para
que el tribunal pueda dictar una resolución cualquiera (ya sea favorable o desfavorable) sobre el
fondo del asunto sometido a su consideración. Tales presupuestos hacen referencia tanto a las
partes como al órgano judicial. Los presupuestos procesales relativos al órgano judicial
son: la jurisdicción por razón del territorio (o competencia internacional); jurisdicción por razón
del objeto o de la materia, y la competencia objetiva, la competencia territorial y la competencia
funcional. Por lo que respecta a los presupuestos relativos a las partes procesales, los analizaremos
en otro tema.
1 1 Cfr. arts. 9.1 y 6, 50.1 y 238.1º LOPJ; 36 a 39, 63 a 66, 225. 1º, 404 (…) LEC; 5 y 204 a) LRJS; 5.2, 51.1,
A lo anterior hay que añadir el hecho de que, en muchas ocasiones, en nuestras leyes
se hace un uso indiscriminado del término jurisdicción como sinónimo del de
competencia. Esto es, se habla de jurisdicción cuando debería utilizarse el de
competencia, del mismo modo que se emplea éste último cuando se debería hablar de
jurisdicción, y lo que contribuye a crear una gran confusión. El problema podría
resolverse fácilmente, si se precisara a qué se refiere cada uno de ellos y se unificara la
terminología de modo convencional, cosa que desgraciadamente no hacen las leyes
procesales, ni la jurisprudencia.
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Es decir, nos dice, por ejemplo, si dentro del orden jurisdiccional civil el asunto u objeto litigioso
corresponde al Juzgado de Primera instancia o por el contrario al Juzgado de lo Mercantil.
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Tema 3; epígrafe 2.
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misma competencia). Por si fuese poco, las reglas de competencia son también un
presupuesto procesal de la máxima importancia, puesto que permiten fijar con toda
precisión cual es el juez legal o natural predeterminado por ley y al que le corresponde
el conocimiento de un determinado asunto, de entre los cientos posibles que forman
parte de la jurisdicción ordinaria.
De ahí que en los próximos epígrafes nos ocupemos de analizar cuáles son los criterios
y reglas que establece el legislador para, de una manera exacta, determinar el tribunal
encargado de conocer del asunto (o demanda) que le someten las partes procesales, y en
la medida que un juez o tribunal con falta de jurisdicción (y/o competencia) no puede
resolver.
A continuación, enumero estas reglas o criterios, bien entendido que en la mayoría de
los supuestos que se presentan en la práctica, será suficiente normalmente con aplicar
tan solo una o dos de estas reglas.
• La jurisdicción por razón del territorio (o “competencia” judicial
internacional): Se trata de averiguar, una vez que se constata la existencia de un
elemento de extranjería, de qué Estado es el órgano judicial que debe conocer de un
asunto concreto o, en nuestro caso, en qué supuestos deben conocer los tribunales
españoles, en lugar de los tribunales pertenecientes a otro Estado.
• La competencia por órdenes jurisdiccionales (o jurisdicción por razón del
objeto): Es el criterio o regla que determina el orden jurisdiccional concreto que debe
hacerse cargo del asunto litigioso. Es decir, nos señala si son los tribunales del orden
civil los llamados a conocer, o por el contrario los del orden laboral, por poner un
ejemplo.
• La competencia objetiva: Nos sirven para determinar (dentro de un orden
jurisdiccional concreto, por ej. el civil), cuáles son los órganos encargados de conocer
de la primera instancia del proceso.
• La competencia funcional: Señala, dentro de un determinado orden
jurisdiccional, los tribunales que conocen de aspectos secundarios o distintos de la
cuestión de fondo, y como puede ser el conocimiento de la segunda instancia o de los
recursos.
• La competencia territorial: Hay veces que hay una pluralidad de órganos
judiciales de idéntico grado y clase, de tal forma que todos ellos pueden tener igual
competencia objetiva o funcional, en ese caso no hay más remedio que determinar el
órgano a conocer en virtud del territorio o circunscripción sobre el cual conoce.
• El reparto de asuntos: Estrictamente hablando, el reparto de asuntos o negocios
no es una regla de competencia pero, a efectos didácticos, no hay mayor problema en
incluirlo entre estas, pues permiten individualizar el órgano jurisdiccional concreto
que debe dictar sentencia sobre un asunto determinado.
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Por cuestiones didácticas, la competencia objetiva, funcional y territorial, al igual que el reparto de
asuntos, se analizan en el tema siguiente.
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Desde un punto de vista práctico, podríamos pensar que lo más fácil sería que los tribunales
españoles (o de cualquier otro país) conociesen de todos aquellos asuntos, sin limitación, con tal
de que el actor haya presentado ante ellos su demanda, y con total independencia de cualquier
otra consideración. Sin embargo, tal sistema aparte de grandes dosis de ingenuidad, pecaría de
un imperialismo jurisdiccional nada conveniente, y en la medida que un excesivo celo en una
mala interpretada “justicia universal” conduciría a aislar del concierto internacional al Estado que
obrase de esta manera, dado que la contrapartida sería que dificultaría el reconocimiento de sus
resoluciones en otros Estados y fundamentalmente de cara a su ejecución.
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Tan solo hay una pequeñísima excepción en el ámbito de la competencia territorial, como se verá en el
próximo tema.
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Seguimos a Cubillo López.
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Es por ello que los Estados han preferido establecer ciertos límites razonables a la
competencia internacional de sus tribunales, y por esa razón nos encontramos con que
el art. 21 LOPJ limita la jurisdicción de los tribunales españoles a lo establecido “en los
tratados y convenios internacionales en los que España sea parte, en las normas de la
Unión Europea y en las leyes españolas”, excluyéndolas en todo caso en los supuestos
de “inmunidad de jurisdicción y de ejecución de conformidad con las legislación
española y las normas de Derecho Internacional Público”. Esto último significa que no
se puede demandar en nuestro país a los demás Estados o sus agentes diplomáticos, ni
solicitar frente a ellos la ejecución forzosa, conforme se dispone en los Convenios de
Viena de 1961 y 1963, de los que España es parte.
Teniendo en cuenta lo anterior, vamos a ver a continuación los puntos de
conexión o fueros entre el objeto del proceso y el ámbito territorial del Estado, y para lo
que es necesario distinguir entre: las normas supranacionales (Tratados y Convenios
Internacionales o las propias normas de la U.E.), y por otro lado las normas internas7
de las que se ha dotado nuestro ordenamiento, y que se aplican cuando ante un elemento
de extranjería, no resulte aplicable una norma supranacional.
• Normas supranacionales:
En primer lugar, los Tratados multilaterales suscritos por el Estado Español, que se refieran
a materias en las que es frecuente encontrarse con la presencia de elementos internacionales
(como transporte terrestre, el abordaje de buques, etc.); y los Convenios bilaterales que suelen
referirse a las circunstancias para que se puedan reconocer en un país las sentencias dictadas en
el otro Estado firmante del compromiso. España tiene suscritos muchos Convenios de este tipo
con la inmensa mayoría de países sudamericanos y del Magreb.
Respecto de las normas de la U.E., es sobradamente conocido que las autoridades europeas
tienen potestad para dictar normas de aplicación directa y obligatoria en los Estados miembros
(art. 81 TFUE). Unas de estas normas de la UE, y que además tiene una enorme repercusión
práctica es el Reglamento UE 1215/2012, de 12 de diciembre, sobre Reconocimiento y
ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y mercantil en la UE 8.
• Normas internas (el art. 22 LOPJ):
Cuando no resulte aplicable una norma supranacional de las enunciadas, y por supuesto haya
un elemento de extranjería, el punto de conexión entonces debe localizarse en alguna de las letras
de que consta el extenso art. 22 LOPJ. A título de ejemplo, algunos de los criterios allí establecidos
para determinar la competencia de los tribunales españoles, son los siguientes: a) Que el
demandado tenga su domicilio en España; b) Cuando se trate de establecer medidas provisionales
o de aseguramiento respecto de personas o bienes que se hallen en nuestro territorio, etc.
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Ubicadas en el art. 22 LOPJ.
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Sobre su contenido puede consultarse a Cubillo López.
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MUY IMPORTANTE: La cuestión que acabo de exponer no es en absoluto baladí, puesto que
si la LEC no establece algún tipo de control o filtro que detecte, lo antes posible, la defectuosa
constitución de la relación jurídico-procesal 9 (esto es, que se ha incurrido en algún error
relativo a los presupuestos procesales), se corre el riesgo de que la actividad desplegada en el
proceso no haya servido para nada; o dicho de otra forma: que el tribunal no otorgue la tutela a
ningún litigante y, en consecuencia, deje imprejuzgado el objeto del proceso. Como se puede
comprender, esa situación no es aceptable puesto que a nadie satisface. Desde luego, no satisface
a ninguna de las partes puesto que al no resolverse la cuestión litigiosa (esto es, sin efecto de cosa
juzgada) el actor ninguna ventaja obtiene, y el demandado en todo caso está expuesto a que el
actor vuelva a plantear su reclamación en cualquier otro momento. Pero tampoco es satisfactorio
para la buena marcha de la administración de justicia, puesto que en definitiva es una vieja
aspiración legal que cuando se inicia un litigio, al final del mismo el tribunal termine otorgando
la razón a alguna de las partes con efecto de cosa juzgada, y con lo que de esta manera se cierra de
una vez por todas el estado de incertidumbre que existía entre ellas antes de comenzar el proceso.
Si, por el contrario, no sucede nada de esto, nos daremos cuenta que entonces los costes
económicos, materiales y temporales, para los litigantes y el Estado (que es quien sostiene la
Administración de Justicia) no han servido absolutamente para nada. De ahí que, como decía al
principio, sea fundamental ubicar cierto control lo más próximo al inicio del proceso para detectar
y denunciar la falta de algún presupuesto procesal. Ese control lo hace la LEC por medio de lo que
la doctrina denomina: tratamiento procesal (del correspondiente presupuesto procesal). Se
entiende por tratamiento procesal, el conjunto de mecanismos dispuestos por el legislador para
controlar el cumplimiento de los presupuestos procesales. Esos mecanismos pueden activarse a
un doble nivel, bien de oficio (por iniciativa del órgano judicial), bien a instancia de parte
interesada (normalmente el demandado). Veamos brevemente a continuación ese doble control.
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Expresión jurisprudencial.
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momento del proceso (incluso con ocasión de un recurso. Vid. arts. 240. 2 LOPJ
y 227.2 LEC); no obstante, lo deseable es que dicha abstención se produzca lo
antes posible (lo más alejado del pronunciamiento de fondo), y a fin de evitar
actuaciones procesales inútiles que son nulas de pleno derecho (vid. arts. 238.1º
LOPJ y 225.1º LEC).
b) Control a instancia de parte: En este caso la denuncia de la inexistencia de este
presupuesto procesal lo realiza la parte demandada por medio de lo que se llama
la declinatoria. Sin embargo, como quiera que la declinatoria sirve para que el
demandado denuncie también la falta de jurisdicción por razón de la materia y
de falta competencia (en principio,de cualquier clase), dejaremos su estudio para
el siguiente tema.
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Pensemos por ejemplo en la interpretación de un contrato (o unas de sus cláusulas), donde la
incertidumbre se presenta a la hora de determinar si se trata de una prestación laboral por cuenta ajena, o
un arrendamiento de servicios.
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órganos jurisdiccionales del orden social»), expresamente, del ámbito jurisdiccional de estos
tribunales.
La alusión a la «rama social del Derecho» es una referencia tradicional en las leyes procesales
laborales, algo superflua y matizada por auténticas «zonas grises». Pero tiene el mérito de atraer
hacia ella las pretensiones que tengan relación con la prestación de trabajo por cuenta ajena y las
materias conexas, como la sindical. En cualquier caso, la tarea de establecer el significado de
aquella expresión legal ha perdido hoy gran parte de la relevancia que tenía en las anteriores leyes
procesales laborales, sobre todo tras la minuciosa relación llevada a cabo por la vigente LRJS de
las materias litigiosas incluidas y excluidas del ámbito objetivo del orden social.
B. Orden jurisdiccional administrativo (lectura necesaria)
Los Jueces y Tribunales del orden Contencioso-Administrativo conocerán de las pretensiones
que se deduzcan en relación con:
a) La actuación de las Administraciones públicas sujeta al Derecho Administrativo.
b) Las disposiciones generales de rango inferior a la Ley y con los Decretos legislativos en los
términos previstos en el artículo 82.6 de la Constitución, de conformidad con lo que establezca la
LJCA.
c) La inactividad de la Administración.
d) Las actuaciones materiales que constituyan vía de hecho (arts. 9.º.4/I LOPJ, 1.º LJCA).
En definitiva, los órganos jurisdiccionales administrativos conocen de cualquier pretensión
dirigida contra una disposición general, un acto administrativo o contra la inactividad o la vía de
hecho de la Administración pública de cualquier clase (Cfr. art. 1.º.2 y 3 LJCA) que esté sujeta al
Derecho Administrativo.
C. Orden jurisdiccional penal (lectura necesaria)
Los Jueces y Tribunales del orden Penal (art. 9.º.3 LOPJ: «Los del orden jurisdiccional penal
tendrán atribuido el conocimiento de las causas y juicios criminales, con excepción de los que
correspondan a la jurisdicción militar.»), tienen atribuido el enjuiciamiento de los delitos
tipificados como tales por el Código penal o por las leyes penales especiales, con exclusión de los
que correspondan a los Juzgados y Tribunales de la jurisdicción militar, y de la responsabilidad
civil engendrada por la comisión del hecho punible salvo que el titular de la acción civil
expresamente renuncie a ella o reserve expresamente el ejercicio de esa acción para un proceso
civil posterior.
D. Orden jurisdiccional civil (estudio imprescindible)
El ámbito del orden jurisdiccional civil lo trataremos en el epígrafe nº. 4 de este tema.
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No obstante, este criterio de la LOPJ es una herencia del Derecho común y de la vieja Ley provisional
sobre la organización del Poder Judicial de 1870. Entonces, la real jurisdicción ordinaria estaba integrada
únicamente por tribunales civiles y penales, mientras los demás tribunales formaban parte de jurisdicciones
especiales. A los tribunales civiles se les atribuían los asuntos con carácter general y abstracto, poseían la
plenitud jurisdiccional, de forma que sólo quedaban fuera de su ámbito jurisdiccional los asuntos atribuidos
expresamente a otros tribunales.
En el momento actual, aunque el legislador de la LOPJ piense que los auténticos tribunales ordinarios son
los civiles, esta interpretación carece de sentido, pues los cuatro órdenes jurisdiccionales son todos tan
ordinarios como el orden civil y cada uno de ellos posee la plenitud de la jurisdicción dentro de su ámbito.
El sentido que cabe darle al art. 9.2 LOPJ es el propio de una norma de cierre que constituye un criterio de
resolución de conflictos y evita que se produzca la denegación del derecho a la tutela judicial efectiva.
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Epígrafe 2.2.
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El ordenamiento excluye la posibilidad de plantear estos conflictos frente al orden penal, que siempre
tendrán preferencia para conocer (vid. art. 44 LOPJ).
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