Tema 9
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2. La competencia objetiva
Las normas de competencia objetiva sirven para determinar cuál es el tribunal que
debe conocer del asunto litigioso por primera vez 1, o si se prefiere el órgano judicial ante
el cual se debe presentar la demanda. Para determinar la competencia objetiva, la LEC
utiliza el criterio de la persona, de la materia o de la cuantía. Todos estos criterios son
improrrogables puesto que como ya conocemos, son reglas que vienen impuestos
directamente por el legislador sin poder quedar al alcance de la autonomía de la voluntad
de las partes.
Veamos con más detalle estos criterios:
1. La persona. La calidad o condición personal (por ej. el cargo público que
desempeña quién es demandado) y que determina la competencia objetiva de los
tribunales superiores (TS y TSJCCAA), con derogación expresa de la competencia que se
obtendría por razón de la materia o cuantía.
1
Esto es, en primera instancia, o en su caso en primera y única instancia.
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Una mención aparte, y desde luego destacada, merecen los llamados Juzgados de Primera
Instancia especializados por vía del art. 98.1 LOPJ (vid. asimismo el art. 46 LEC). Según
El art. 98.1 LOPJ: «El Consejo General del Poder Judicial, podrá acordar, previo informe de las
Salas de Gobierno, que en aquellas circunscripciones [Partidos Judiciales] donde exista más de
un Juzgado de la misma clase, uno o varios de ellos asuman con carácter exclusivo, el
conocimiento de determinadas clases de asuntos, o de las ejecuciones propias del
orden jurisdiccional de que se trate, sin perjuicio de las labores de apoyo que puedan
prestar los servicios comunes que al efecto se constituyan».
Es decir, mediante este artículo se está facultando a un órgano administrativo (el CGPJ) para
poder crear JII especializados, que conozcan en exclusividad de determinadas materias, con tal
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de que en un mismo Partido Judicial existan varios de esa misma clase. Como se puede fácilmente
presuponer, esa exclusividad implica que si una determinada materia (por ej. hipotecas,
familia, cláusulas suelo) debe ser conocida por alguno de estos JII especializados, el resto de JII
existentes en esa circunscripción tienen que quedar al margen de su conocimiento. En un
principio, la finalidad de esta especialización es responder con mayor eficacia a la tramitación
procesal de determinados asuntos, cuando estos sobrepasen un determinado volumen de
litigiosidad. Sin embargo, llama poderosamente la atención que para crear estos juzgados
especializados sea suficiente un acuerdo del CGPJ (que es un órgano administrativo), y que es
algo claramente contrario a tres preceptos fundamentales:
• En primer lugar, es contrario al art. 24.2 CE: el principio del juez predeterminado por
la ley. Este precepto se refiere a la ley formal, y no a la ley en sentido amplio.
• En segundo lugar, es contrario al art. 117.3 CE: “El ejercicio de la potestad
jurisdiccional en todo tipo de procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado,
corresponde exclusivamente a los Juzgados y Tribunales determinados por las leyes,
según las normas de competencia y procedimiento que las mismas establezcan”.
• Y, asimismo es contrario al art. 44 LEC: “Para que los tribunales civiles tengan
competencia en cada caso se requiere que el conocimiento del pleito les este atribuido
por normas con rango de ley y anteriores a la incoación de las actuaciones de que se
trate”.
2
Sin embargo, no se le atribuye a los JM lo relacionado con: la destrucción, pérdida o avería del equipaje
facturado, así como lo relacionado con la denegación de embarque y cancelación o gran retraso de los
vuelos. En esto casos será competente un JII.
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• Audiencias Provinciales
Actualmente las Audiencias Provinciales carecen de competencia objetiva para
conocer de demandas en las que se solicite por primera vez la tutela jurisdiccional. Su
competencia, como se verá más adelante, es de tipo funcional.
3Artículo 87 ter, apartado 2 de la LOPJ: «Los Juzgados de Violencia sobre la Mujer podrán conocer en el
orden civil, en todo caso de conformidad con los procedimientos y recursos previstos en la Ley de
Enjuiciamiento Civil, de los siguientes asuntos: a) Los de filiación, maternidad y paternidad. b) Los de
nulidad del matrimonio, separación y divorcio. c) Los que versen sobre relaciones paterno-filiales. d) Los
que tengan por objeto la adopción o modificación de medidas de trascendencia familiar. e) Los que versen
exclusivamente sobre guarda y custodia de hijos e hijas menores o sobre alimentos. reclamados por un
progenitor contra el otro en nombre de los hijos e hijas menores. f) Los que versen sobre la necesidad de
asentimiento en la adopción. g) Los que tengan por objeto la oposición a las resoluciones administrativas en
materia de protección de menores.»
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Sin embargo, el conocimiento de demandas de responsabilidad civil contra el Presidente de la Junta de
Andalucía corresponde a la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo.
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3. La competencia funcional
Realmente la competencia funcional solo tiene sentido cuando el proceso civil ya está
iniciado y hay un tribunal que está conociendo, o bien ya ha conocido, sobre la cuestión
principal5; lo que sucede ahora es que conforme ese proceso va avanzando es necesario
ir conociendo de una serie de cuestiones secundarias o incidencias, como pueden ser: las
medidas cautelares; la abstención y recusación; la ejecución; la declinatoria, los recursos;
las tercerías; la reconvención, etc, que si bien son distintas de la cuestión principal, deben
ser igualmente resueltas por un tribunal. Los arts. 61 y 62 de la LEC tratan sobre la
competencia funcional, aun cuando su regulación también la podemos encontrar en
otros preceptos, incluso fuera de la propia LEC. Las normas sobre competencia funcional
son igualmente de contenido imperativo (por tanto, improrrogables o indisponibles);
del mismo modo es conveniente aclarar que su utilización no siempre tiene lugar en el
proceso civil puesto que, si no se recurre, si no se solicita la ejecución o medida cautelar,
etc., es obvio que su utilización no tiene sentido.
En el ámbito de la competencia funcional, la regla general la ofrece el art. 61 LEC
al señalar que: “Salvo disposición legal en otro sentido, el tribunal que tenga
competencia para conocer de un pleito, la tendrá también para resolver sobre sus
5
Es decir: ya hay un tribunal con competencia objetiva.
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incidencias, para llevar a efecto las providencias y autos que dictare, y para la
ejecución de la sentencia o convenios y transacciones que aprobare”. Mediante esta
regla general la LEC ha pretendido obtener del proceso su máxima eficiencia, de tal
manera que sea el tribunal que está conociendo o ya ha conocido de la cuestión principal,
y que obviamente tiene un más cercano conocimiento de la misma, el que conozca
asimismo de sus posibles incidencias. Ahora bien, tal regla tiene una importante
excepción, recogida asimismo en el precepto, en aquellos supuestos donde esto no sea
posible, y como sucede en el caso de: los recursos devolutivos (apelación y casación6); de
la resolución sobre la recusación de un juez o magistrado; y de una cuestión de
competencia.
En cuanto al tratamiento procesal de la competencia funcional: Si se trata del
examen o control de oficio, al tratarse de una norma imperativa, cuando el tribunal
advierta que carece de competencia funcional, deben abstenerse de conocer. Y así lo
prevé el art. 62.1 LEC al referirse específicamente a los recursos, pero que también se
extiende a toda clase de incidencias en relación con la misma. Cuando esto suceda, el
tribunal también debe dar previa audiencia a las partes, sin embargo, curiosamente aquí
la LEC, no exige que se oiga al MF.
Respecto al control a instancia de parte, en teoría, debería utilizarse la declinatoria7.
Sin embargo, su utilización aquí no está exenta de problemas prácticos, puesto que en
realidad cuando se advierte un error sobre competencia funcional, normalmente, ya hace
mucho tiempo que ha transcurrido el plazo para utilizar la declinatoria. Esto es, en la
LEC la utilización de la declinatoria se ha previsto al comienzo mismo del proceso (luego
lo veremos), cuando todavía no han surgido las cuestiones procesales que tienen que ver
con la misma. Por tanto, ante la imposibilidad temporal de utilizar la declinatoria, los
vicios que tengan que ver con la competencia funcional tienen que ser tratados de oficio
por el tribunal. Con todo, otra posibilidad es acudir al contenido del art. 240.2 LOPJ, y a
cuyo tenor “el juez o tribunal, podrá de oficio o a instancia de parte (…) declarar la
nulidad de las actuaciones”. En efecto, recordemos que el art. 240.1 LOPJ establece la
nulidad de pleno derecho cuando el proceso carece de los requisitos o presupuestos
esenciales, y la competencia funcional es uno de ellos.
4. La competencia territorial
A pesar de la existencia de las reglas sobre competencia objetiva, hay muchas
ocasiones en que las mismas no logran precisar de manera exacta el juez predeterminado
legalmente, sobre todo cuando nos encontramos con la existencia de tribunales civiles
de idéntico grado y clase, pero que pertenecen a distintas circunscripciones o partidos
judiciales. Pensemos en supuestos donde la competencia objetiva corresponde a un JII,
pero se duda sobre el partido judicial en concreto. Y así, por ejemplo, cuando el objeto
litigioso radica en uno distinto al del domicilio del actor y/o demandado; o cuando en un
proceso de divorcio consta que el matrimonio se celebró en un partido judicial, pero los
6
Que se resuelven por las distintas AP y la Sala Primera del TS, respectivamente. Y de ahí, se entenderá
mejor ahora, que las AP solo ostenten competencia funcional.
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Vid. el art. 63.1 LEC que se refiere a que la declinatoria se utilizará para denunciar la falta de competencia
de todo tipo.
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contrayentes tenían su domicilio o residencia en otro/s; etc. Del mismo modo se debe
señalar que las reglas sobre competencia territorial –en parte- son una excepción al
criterio legal de que las normas sobre competencia son improrrogables, y por tanto el
legislador en la LEC ha permitido cierto margen a la autonomía de la voluntad; sucede
sin embargo que las últimas reformas legales, han reducido notablemente el margen de
actuación de esa autonomía (como es el caso de las reglas del art. 52 LEC), con el
resultado de que, la actualidad, la posibilidad de que las partes puedan disponer de la
competencia territorial es algo totalmente excepcional.
Los criterios que se utilizan para fijar las reglas de competencia territorial se
denominan fueros. Estos fueros pueden guardar relación con el objeto litigioso, con el
lugar de la prestación de los servicios o con el lugar de celebración del contrato, con el
domicilio del actor o con el domicilio del demandado, con el lugar donde el empresario
desarrolla su actividad o donde se encuentra el bien inmueble, el lugar donde se han
ocasionado los daños, etc, etc.
Los fueros pueden ser imperativos o convencionales. Son fueros imperativos
cuando se imponen directamente por la ley sin margen de libertad (son los supuestos del
art. 52 LEC); son fueros convencionales, cuando la ley permite que las partes pueden,
eventualmente, y de común acuerdo, manifestar su preferencia por litigar ante otro
juzgado y someterse a él expresa o tácitamente (arts. 50 y 51 LEC).
Atendiendo a estas reglas o fueros la LEC distingue dos clases de competencia
territorial, una de carácter imperativo y otra de carácter dispositivo.
A) Competencia territorial imperativa
La competencia territorial imperativa (inderogable) se asemeja a la competencia
objetiva y a la funcional, porque no se permite el libre juego de la voluntad de las partes,
es decir, no será válida la sumisión expresa ni la sumisión tácita a los tribunales de una
determinada circunscripción. Son imperativas las reglas legales atributivas de la
competencia territorial establecidas en i) los números 1º y 4º a 15º del apartado 1 y el
apartado 2 del artículo 52 LEC, ii) los asuntos que deban decidirse por el juicio verbal y
iii) las demás a las que esta u otra Ley atribuya expresamente carácter imperativo (arts.
54.1; 54.2; 52 LEC).
La regla establecida en el artículo 54, apartado 2, de la LEC, para los contratos de
adhesión o que contengan condiciones generales impuestas por una de las partes, o que
se hayan celebrado con consumidores o usuarios es una regla imperativa a medias, pues
no se admite la validez de la sumisión expresa pero no se menciona la invalidez de la
sumisión tácita. En la práctica se admite, cuando no se debería, la sumisión tácita.
El artículo 90 (Cláusulas abusivas sobre competencia y derecho aplicable), apartado
2, del RD Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, por el que se aprueba el texto
refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes,
determina que es abusiva «la previsión de pactos de sumisión expresa a Juez o Tribunal
distinto del que corresponda al domicilio del consumidor y usuario, al lugar del
cumplimiento de la obligación o aquél en que se encuentre el bien si éste fuera
inmueble».
presupuesto de la competencia territorial: «La sumisión de las partes sólo será válida y
eficaz cuando se haga a tribunales con competencia objetiva para conocer del asunto de
que se trate» (art. 54.3 LEC).
a) La sumisión tácita
Se entenderán sometidos tácitamente (art. 56 LEC): El demandante, por el mero
hecho de acudir a los tribunales de una determinada circunscripción interponiendo la
demanda o formulando petición o solicitud que haya de presentarse ante el tribunal
competente para conocer de la demanda. El demandado, por el hecho de hacer,
después de personado en el juicio tras la interposición de la demanda, cualquier gestión
que no sea la de proponer en forma la declinatoria. También se considerará tácitamente
sometido al demandado que, emplazado o citado en forma, no comparezca en juicio o lo
haga cuando haya precluido la facultad de proponer la declinatoria. De acuerdo con este
último párrafo, añadido por el artículo decimoquinto número veintitrés de la Ley
13/2009, el demandado rebelde estará tácitamente sometido al tribunal que conoce de
la demanda.
Por otro lado, la sumisión tácita es un acuerdo tácito de las partes (manifestaciones
de voluntad o comportamientos coincidentes) que deja sin efecto el posible pacto de
sumisión expresa celebrado entre las mismas.
b) La sumisión expresa
Se entenderá por sumisión expresa la pactada por los interesados designando con
precisión la circunscripción a cuyos tribunales se sometieren (art. 55 LEC).
«La sumisión expresa de las partes determinará la [sede y] circunscripción cuyos [de
los] tribunales [que] hayan de conocer del asunto». Si en dicha sede y territorio existieren
varios tribunales con idéntica competencia, las partes no podrán «someterse a un
determinado tribunal con exclusión de los otros», de forma que el tribunal competente
(«a cuál de ellos corresponde conocer del asunto») se determinará conforme a la
competencia homogénea o reparto de asuntos (cfr. art. 57 LEC).
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De mismo modo, y al igual que sucede con el control de oficio de la competencia objetiva, también aquí
se exige previa audiencia del Ministerio Fiscal y de las partes personadas.
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Respecto de la falta de competencia funcional para conocer, ya hemos estudiado la dificultad que entraña
su aplicación práctica por medio de la declinatoria.
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El art. 63. 2 LEC, establece también la posibilidad de presentar el escrito de la declinatoria a través del
tribunal del domicilio del demandado, quien deberá remitirlo al órgano competente y que vaya a conocer
de la declinatoria.
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El plazo para contestar a la demanda es de 20 días, si se trata del juicio ordinario; mientras que es de 10
días si es el juicio verbal. Como se puede comprender en este último caso, el plazo para interponer la
declinatoria y para contestar es común, y lo que puede originar algún problema práctico, tal como comentaré
en clase.
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Estos documentos no constituyen una prueba en sentido estricto, sino un principio de prueba o semiplena
probatio. Vid. explicación en clase.
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Ejemplo. Si la competencia objetiva y la territorial, han permitido al actor X saber que sobre
su asunto son competentes los JII del Partido Judicial de Jaén, y teniendo en cuenta que en la
actualidad en Jaén existen 7 JII, ¿Cuál de ellos es el que conoce? Justo para ello están las normas
de reparto. Ni que decir tiene que, si en un Partido Judicial solo hay un JII, entonces no operan
las normas de reparto.
El reparto debe producirse con vistas a una equitativa distribución del trabajo, unida
a la mayor eficacia en el servicio y procurando la máxima homogeneidad en el
tratamiento de los asuntos. Los Juzgados del mismo tipo y clase (o las Secciones de una
misma Sala o Audiencia Provincial), comparten la misma competencia prevista
legalmente, que se distribuye entre ellos con criterios gubernativos y de forma
homogénea, con intervención del Juez Decano (o el Presidente del Tribunal para las
Secciones de las Salas y Audiencias Provinciales) que determinará su competencia
relativa.
Mientras que los criterios de competencia objetiva y funcional se aplican en régimen
de exclusividad y la competencia territorial es una cuestión de preferencia, la
competencia relativa es un supuesto de concurrencia: todos los Juzgados (o todas las
Secciones) comparten las competencias citadas.
En resumidas cuentas, la LEC establece que:
— Todos los asuntos civiles serán repartidos entre los Juzgados de Primera Instancia o los
Juzgados de lo Mercantil cuando haya más de uno en el partido judicial. La misma regla se
aplicará a los asuntos de los que deban entender las Audiencias Provinciales (por razón de la
competencia funcional) cuando estén divididas en Secciones [Civiles y Penales, actuando como
Secciones Civiles, Secciones Civiles, o Secciones especializadas] (art. 68.1 LEC).
— Una vez aplicada la correspondiente regla de reparto el asunto repartido será remitido al
Juzgado o Sección dentro de los dos días siguientes a la presentación del escrito o solicitud de
incoación de las actuaciones (art. 69 LEC).
— Mientras se procede al reparto, los Jueces Decanos y los Presidentes de Tribunales y
Audiencias podrán, a instancia de parte, adoptar las medidas urgentes en los asuntos no
repartidos cuando, de no hacerlo, pudiera quebrantarse algún derecho o producirse algún
perjuicio grave e irreparable (70 LEC; 168.1 LOPJ).
La prejudicialidad siempre implica la existencia de una cuestión principal y de una cuestión prejudicial
o secundaria, y la dependencia. Una dependencia que implica que a la hora de solucionar la cuestión
principal no pueda prescindirse, con carácter previo, de la respuesta a la cuestión prejudicial.
En efecto, en el momento de dictar sentencia el juez puede encontrarse con
determinados problemas o cuestiones jurídicas sobre los que debe pronunciarse de modo
necesario antes de resolver el objeto principal del pleito. Esto quiere decir que es
necesario resolver, como antecedente lógico-jurídico, las cuestiones jurídicas que
condicionan el pronunciamiento de fondo sobre el objeto principal, como por ejemplo,
de un pleito civil, aunque aquéllas estén reguladas por otras normas (laborales,
administrativas, penales, constitucionales o comunitarias). Ante esta situación, se dice
que existe prejudicialidad, es decir, que hay cuestiones jurídicas sustantivas, aptas por
sí mismas para constituir el objeto de un proceso independiente, que requieren un
pronunciamiento previo que antecede —por eso son prejudiciales— al que ha de
decidir el objeto principal del proceso. Cuando la cuestión planteada entra dentro del
ámbito objetivo de conocimiento del tribunal civil ante el que se desarrolla el proceso, el
problema se resuelve con un criterio meramente cronológico y de orden en el examen de
la cuestión 13. Ahora bien, cuando la cuestión prejudicial pertenezca a otro orden distinto
al civil (p. ej. penal, laboral o administrativo) es claro que el tribunal civil carece de
competencia, pues el asunto está atribuido a otro orden jurisdiccional 14, u a otro
órgano judicial, con lo cual, en principio, no le correspondería pronunciarse sobre la
citada cuestión.
Para resolver el problema planteado, el art. 10 LOPJ ofrece dos tratamientos
distintos, y para lo que es necesario distinguir entre: cuestiones prejudiciales devolutivas
y cuestiones prejudiciales no devolutivas.
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P. ej. Si en un proceso hay que decidir sobre el cumplimiento de un contrato y el demandado alega que
el contrato es nulo ocurre entonces que, con carácter previo a la toma de decisión sobre si el demandado lo
ha incumplido, habrá que resolver si el contrato es válido o nulo. Como puede verse, NO se implica a otro
orden jurisdiccional, ni a otro juez distinto del proceso que se está resolviendo, y con lo cual el juez civil
resuelve automáticamente ambas cuestiones sin mayor problema.
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Recordemos la regla del art. 9.1 LOPJ, según la cual: “Los juzgados y tribunales ejercerán su jurisdicción
exclusivamente en aquellos casos en que les venga atribuida por esta u otra Ley”.
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denominado requisito del “juicio de relevancia”, esto es, que “la decisión del tribunal
penal acerca del hecho por el que se procede en causa criminal pueda tener influencia
decisiva en la resolución sobre el asunto civil” (art. 40.2 LEC), precepto que intenta
prevenir del planteamiento abusivo, por el demandado, de cuestiones prejudiciales
planteadas a los solos efectos de generar retrasos en el procedimiento y dilaciones
indebidas.
En el ejemplo anterior se puede comprobar con facilidad la relevancia que tiene para la
cuestión principal (reclamación dineraria) resolver, con carácter previo, sobre la licitud del
documento.
b) Cuestiones prejudiciales NO devolutivas. En esta ocasión el tribunal civil,
ante el que se ha planteado el asunto principal, extiende también su competencia al
conocimiento de la cuestión prejudicial (y sin necesidad de suspender el proceso civil),
pero ese conocimiento es exclusivamente “incidenter tantum”, o lo que es lo mismo:
“a los solos efectos prejudiciales”. Me explico, el juez civil toma una decisión sobre la
cuestión prejudicial, pero esa decisión queda circunscrita a los límites exclusivos del
proceso donde está conociendo, sin que por tanto pueda extenderse fuera del ámbito del
proceso donde se plantea y se resuelve la cuestión principal. Por eso dice el art. 42.1 LEC
que: “A los solos efectos prejudiciales, los tribunales civiles podrán conocer de asuntos
que están atribuidos a los tribunales de los órdenes contencioso-administrativo y
social” 15.
Aplicando esta regla, el tribunal civil, podrá conocer de asuntos administrativos y
sociales, sin suspender el proceso civil y, con efectos exclusivos dentro de este último
proceso (esto es: incidenter tantum).
Ej.: La empresa Optica SA. reclama a la empresa Glass SA una indemnización por culpa extracontractual
por los daños causados por uno de sus trabajadores (Sr. X); sin embargo Glass SA se opone aduciendo que
el Sr. X no está vinculado por un contrato laboral sino mercantil, puesto que tiene la condición de trabajador
autónomo. Si el Juzgado de Primera Instancia llegase a la conclusión de que el contrato es en efecto de
carácter laboral y no mercantil, esa resolución solo tendría efecto en el ámbito de ese proceso civil concreto,
pero no impide que se pueda abrir otro proceso distinto en el orden laboral donde, ahora se declare que no
existe una relación laboral de trabajo por cuenta ajena entre el Sr. X y Optica SA.
Otro ej.: Cuando para acceder un juez civil a la petición de resolución de un contrato de arrendamiento
urbano por causa de ruina, haya de tener en cuenta y decidir, previamente, si realmente puede ser calificado
de ruina, puede que tenga que tomar la decisión sobre la existencia o no de ruina (que es objeto
administrativo). Y la decisión que tome, no vinculará un posible y posterior proceso.
Soy consciente de que a la vista de lo acabado de examinar, puede parecer extraño
esta especie de extensión de la jurisdicción/competencia que tiene el tribunal civil sobre
asuntos que no le corresponden (materias administrativas y laborales), pero con esta
decisión de política legislativa el ordenamiento jurídico pretende favorecer la economía
procesal (resolviendo cuanto antes el objeto litigioso principal), puesto que posibilita que
decida de la cuestión prejudicial el propio juez ante el que se ha suscitado, aunque en
sentido estricto no tenga jurisdicción/competencia. Desde luego lo ideal sería que la
cuestión prejudicial fuese resuelta siempre por el juez con competencia para ello, pero
en el estado actual de la organización jurisdiccional, esta solución podría sobrecargar a
los tribunales. Por esta razón, y a fin de salir del paso, toma esta otra decisión de política
legislativa más pragmática.
15
Como se puede ver el precepto no incluye a las cuestiones prejudiciales penales, por cuanto las mismas,
como se ha visto, son siempre devolutivas y excluyentes, con la salvedad de lo que establece los arts. 4 y 5
LECrim.
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