Op Ud 21
Op Ud 21
Op Ud 21
INTRODUCCIÓN.
Las concepciones lineal y cíclica de la filosofía de la historia.
Un resumen.
Un resumen.
Las corrientes más importantes del siglo XIX son el idealismo (con el
romanticismo, el positivismo y el historicismo) y el materialismo histórico.
Las corrientes más importantes del siglo XX son el idealismo, el grupo de los
Annales, el materialismo histórico y la historia cuantitativa. Estas corrientes
tienen numerosas variantes y en la actualidad se ha producido una situación
de síntesis, de eclecticismo, propio de una crisis epistemológica.
1.1. EL IDEALISMO.
El idealismo es la corriente abrumadoramente dominante en el siglo XIX.
Seguiremos el criterio de dividirlo en cuatro grandes corrientes: liberalismo,
romanticismo, historicismo y positivismo. No obstante, hay corrientes y
autores que no se pueden adscribir mecánicamente a aquellas. El idealismo
hunde sus raíces en la Ilustración y en el idealismo alemán, para aceptarlos
o no, y, por ello, comenzaremos con una muy sucinta explicación de ambos
movimientos, en especial del idealismo alemán, que también influyó
decisivamente sobre el materialismo histórico.
LA ILUSTRACIÓN.
La Historia como ciencia social nace en el siglo XVIII con aportaciones
relativas al análisis causal, la explicación racional o el protagonista de la
historia.
Giambattista Vico establece la ley de los tres estados: edad divina, heroica y
humana, que se repiten en ciclos. La concepción cíclica de Vico influyó sobre
todo en la corriente romántica. Usa nuevas técnicas de base científica, como
el estudio de documentos, análisis lingüístico, etc., para descubrir los
“criterios de verdad” de las fuentes.
La historiografía del siglo XVIII está dominada fundamentalmente por la
corriente de la Ilustración, con su racionalismo y su fe voluntarista en el
progreso humano indefinido. Es una “descentración” de la Historia: los
historiadores se preocupan más por los fenómenos repetitivos y menos por
los hechos particulares. Destacan Montesquieu, Voltaire y Adam Smith.
En su lucha contra la concepción teológica de la historia (la providencia
explica el devenir) procuraron averiguar si existen leyes positivas e
inmutables del desarrollo de la sociedad. Influidos por el éxito de las
ciencias naturales, llegaron a considerar la sociedad como parte de la
naturaleza y la concibieron como un gran mecanismo cuyas leyes de
funcionamiento convenía descubrir para conseguir de este modo su
funcionamiento óptimo. Pero al concebir estas leyes en forma
eminentemente anti-histórica y al considerar al hombre como un producto
determinado por el medio socio-geográfico no comprendieron que este
mismo medio es a su vez producto de la actividad humana y simplemente
sustituyeron a la providencia por el medio. Su materialismo consistió pues
en un mecanicismo, que no explicaba suficientemente los cambios
históricos y recurría al factor de las “manos invisibles” (Adam Smith), que
encauzaban las cosas hacia la armonía universal.
Montesquieu.
EL IDEALISMO ALEMÁN.
El idealismo clásico alemán es una corriente que se ha interpretado como
opuesta a la Ilustración (aunque es muy discutible). Sus principales figuras
son Kant, Fichte, Schelling y Hegel.
En la concepción de Kant, Fichte y Schelling el desarrollo de la historia
aparece como un proceso necesario, sujeto a leyes. Pero esta necesidad no
se deduce de la misma historia, sino que la descubren partiendo de
principios ideales establecidos apriorísticamente. El desarrollo de la historia
es concebido como algo absoluto, independiente de la actividad práctica de
los hombres y, en consecuencia, se niega al hombre la posibilidad o libertad
de influir en ella. Es una visión fatalista y mística de la historia, que carece
de todo valor (Fichte) y sólo sirve para ejemplificar una tesis anterior, en
una escisión entre la filosofía de la historia y la historiografía.
Hegel.
Hegel supera esta visión e influirá decisivamente sobre todas las corrientes
historiográficas posteriores, sea para aceptar o negar parte de sus tesis.
Según Hegel, la filosofía de la historia no es pura y arbitraria abstracción,
sino una generalización teórica del proceso histórico real. La historia es un
proceso único y regido por leyes, siendo cada época, en lo que tiene de
irrepetible, un momento necesario en el desarrollo histórico de la
Humanidad. Este proceso no es ciego e irracional, sino un progresivo
ascenso en la conciencia de libertad, un desarrollo infinito de la razón, de la
idea. Pero es una libertad que se realiza no directamente, sino a través de la
actividad real de los hombres, constreñidos a la satisfacción de una serie de
necesidades. Son sus intereses inmediatos los que empujan a los hombres a
la acción, pero por medio de ella obtienen unos resultados que no son los
que procuraban; logran lo que buscaban pero también algo más lejano, que
no conocían. Por ello, Hegel no valora especialmente el papel de las
personalidades en la historia, pues su papel depende de la medida en que
su actividad esté de acuerdo con la auténtica necesidad objetiva: el
desarrollo del espíritu según determinadas leyes.
Pero las concepciones de los idealistas alemanes eran estériles para la
historiografía. Aportaban ideas, hipótesis, pero no un conocimiento riguroso.
EL LIBERALISMO.
El liberalismo será una corriente historiográfica, difundida en Francia y Gran
Bretaña, que defenderá los logros de las respectivas revoluciones
burguesas, marcadas por el ascenso de la burguesía al poder. Esta corriente
es heredera de los ideales de la Ilustración y cree en el indefinido progreso
humano hacia el bienestar, la libertad y la razón.
El desarrollo de la Historia en Francia.
Francia será el primer país en desarrollar una historiografía variada y de
calidad, apoyada en investigaciones eruditas e instituciones: Escuela de las
Cartas (1821, de paleografía), Escuela de Atenas (1846), Escuela Práctica de
Altos Estudios (1868), Escuela de Roma (1874). El nacimiento de la Historia
como disciplina de enseñanza en Francia comienza en 1818, como
asignatura obligatoria de la Enseñanza secundaria, pero se estanca durante
los años 1820. Desde la revolución de 1830 se aumentan los horarios y
programas, las instituciones, sobre todo gracias a Guizot y Thiers, políticos e
historiadores a la vez. La Historia (de la Nación) se convierte en una
asignatura fundamental.
Los ideólogos.
El liberalismo británico.
Los historiadores liberales tienen un enfoque optimista de la Historia, en
constante progreso evolutivo (la ruptura revolucionaria es negativa
siempre), legitimando el orden social existente y criticando el radicalismo de
la Revolución.
Thomas Macaulay (1800-1859) en Historia de la revolución en
Inglaterra opina que el desarrollo económico británico se debía al pacto de
consenso entre la Corona y el Parlamento, tras la revolución de 1688. El
equilibrio político y constitucional resultante, favorable a reformas lentas y
prudentes, sería el garante del progreso.
EL ROMANTICISMO.
Aparece la corriente historiográfica del romanticismo en Francia y Alemania
sobre todo. Su pensamiento se define por su oposición al racionalismo de la
Ilustración (y por tanto al liberalismo), el subjetivismo, el irracionalismo, el
nacionalismo (hay un descubrimiento de las “esencias nacionales”). Se
interesa por la Edad Media, la metodología histórica de unir erudición,
imaginación e intuición, la atención a las biografías y monografías de
hazañas, la divulgación popular de la Historia. Aunque varios de sus autores
basculan entre el liberalismo y el romanticismo (de hecho, su mejor autor,
Michelet, es pro-revolucionario) la mayoría son conservadores y representan
los ideales del conservadurismo de las monarquías absolutistas de la
primera mitad del siglo XIX.
El francés François-René de Chateaubriand (1768-1848), autor de El genio
del cristianismo se acerca al cristianismo mediante la belleza y la poesía, no
por la razón; justificará la restauración de los Borbones.
Los historiadores romántico alemanes (Niebuhr, Stein) critican la revolución.
Barthold Niebuhr (1776-1831), un funcionario prusiano e historiador
romántico precursor del historicismo, emplea la Historia para enaltecer el
patriotismo y detener la revolución. En su Historia romana estudia los
problemas sociales y políticos de Roma hasta las guerras púnicas, y hace un
análisis filológico de las fuentes.
Michelet.
EL POSITIVISMO.
La teoría positivista.
El positivismo supuso una excelente renovación metodológica, al superar la
especulación abstracta del idealismo alemán y del idealismo romántico. El
positivismo hacía hincapié en una concepción realista del mundo. Tiene una
concepción monista del mundo: naturaleza y hombre son lo mismo (no hay
dualidad de mundo físico y del espíritu), por lo que se elimina toda
subjetividad, para limitarse a establecer los hechos históricos, que
supuestamente “hablarían por sí mismos”. Se niega a admitir otra realidad
que no sean los hechos y a investigar otra cosa que no sean las relaciones
entre los hechos. Se interesa por “el cómo”, y no se preocupa por “el qué”,
“el por qué” o “el para qué”. Su estudio de los hechos sirve para elaborar
leyes predictivas. Sus temas preferidos son económicos y sociales.
Pero el positivismo, pese a su combate contra la “metafísica” y su
superación de la “historia de las personalidades”, continuaba siendo un
movimiento idealista, al reducir el proceso histórico a una historia de la
conciencia colectiva, de las modificaciones de una naturaleza humana
abstracta, sometida a los imperativos de necesidades permanentes. Aquí
hay una grave contradicción: si la naturaleza humana es variable la
sociología debería encontrar las causas que provocan las variaciones, y si es
inmutable no puede servir para explicar el desarrollo histórico. Como
respuesta a este problema, el positivismo desarrolló la teoría de los factores:
abstraer las distintas formas de la actividad humana y convertirlas en
fuerzas autónomas, de cuya interacción procedería el desarrollo histórico.
Comte.
El sociólogo e historiador Auguste Comte (1798-1857) en su Curso de
Filosofía Positiva considera la Historia como una ciencia rigurosa, con un
método científico y sus leyes. Toma de Saint-Simon el concepto de ley
natural, para edificar una física social, una ciencia de la sociedad o
sociología que explique la totalidad mediante las leyes sociales. Las
disciplinas históricas se deben limitar a recopilar materiales no elaborados y
a aplicarlos en el cuadro previamente elaborado por la sociología.
Comte cree en una progresión continua y autónoma del espíritu humano,
con la ley de los tres estadios: 1) Estadio teológico (lo sobrenatural). 2)
Estadio filosófico (lo abstracto). 3) Estadio positivo (las leyes). Como sólo le
interesan las leyes, rechaza la subjetividad: “La dinámica social (que nos
enseñaría las leyes de la continuidad) debe ser una historia abstracta de las
relaciones sociales, una historia sin nombres de personas e incluso sin
nombres de pueblos.”
Los positivistas.
La influencia del positivismo fue dominante en los años 1860-1880, sobre
todo en los historiadores franceses, que intentaron formular las leyes de la
evolución histórica de la Humanidad y, a continuación, fijar los hechos en
ese cuadro teórico con un rigor crítico dogmático. Destacan Renan, los
deterministas Taine y Fustel de Coulanges, y el evolucionista británico
Spencer. Los franceses Langlois y Seignobos publicarán una obra de gran
influencia metodológica, Introducción a los estudios históricos (1890), donde
defienden el predominio absoluto del documento en la tarea del historiador.
Ernest Renan (1823-1892), fundador de la rama de la Historia de las
Religiones, aplica el positivismo a Historia de los orígenes del
cristianismo (1866-1881) donde se esfuerza en hallar una explicación
racional de los milagros transmitidos por la tradición cristiana, con una
hipótesis muy atrevidas.
El determinismo.
Derivado del positivismo, su tesis es que la Historia tiene unas leyes y que
unos factores específicos determinan totalmente la evolución de la Historia.
Deterministas son Taine (el momento, el medio y la raza), Fustel de
Coulanges (la religión), Gobineau (la raza), Ratzel (el medio natural), Ritter
(la geografía, en una etapa de su obra), y, aunque en otro sentido, el mismo
Marx (determinismo económico).
Taine.
Hyppolite Taine (1828-1893) es un filósofo e historiador positivista
determinista. De juventud liberal, evolucionó hacia los ideales reaccionarios.
Cree que la evolución histórica está determinada por el momento, el medio
y la raza. Cuestiona la validez de la Revolución en Los orígenes de la Francia
Contemporánea (1875-1894) y aunque estudia también los hechos
económicos, se deja llevar por sus preferencias hacia la aristocracia y ataca
a los miembros del gobierno revolucionario: Danton es “el bárbaro”, Marat
“el loco”, Robespierre “el pedante”. Da crédito a fuentes sospechosas y
elige arbitrariamente los textos más adecuados para confirmar sus tesis.
Fustel.
El francés Numa-Denis Fustel de Coulanges (1830-1889) es un romántico
positivista, de pensamiento determinista, que cree que las estructuras de la
sociedades antiguas (Grecia y Roma) se explican sólo por el hecho religioso,
en La ciudad antigua (1864). Pese a que proclamaba que la crítica histórica
es el estudio minucioso e imparcial de los documentos escritos, no era
riguroso en su aplicación pues no averiguaba la procedencia y veracidad de
sus fuentes. Pero su proclama es muy moderna: la historia “no es un arte,
sino una ciencia pura. No consiste en relatar con gracia o exponer hechos,
analizarlos, cotejarlos, indicar los lazos que los unen. Es muy posible que de
esta historia científica se desprenda alguna filosofía; pero es preciso que se
desprenda de una manera natural, por sí misma, casi sin la voluntad del
historiador. Este no tiene más pretensión que la de apreciar bien los hechos
y comprenderlos con exactitud. No los busca ni en su imaginación ni en su
lógica; los busca y los halla mediante la observación minuciosa de los
textos, del mismo modo que el químico halla sus hechos mediante
experimentos realizados con todo cuidado. Su única habilidad consiste en
extraer de los documentos todo lo que contienen y en no añadir nada de lo
que no contienen. El mejor historiador es aquel que se mantiene más
aferrado a los textos, el que los interpreta con mayor precisión, el que ni
escribe ni siquiera piensa sino según ellos.” [Coulanges. La monarchie
franque. 1888. cit. Salmon. Historia y crítica. 1982: 29.]
Fustel cree que sin independencia de espíritu no es posible ser verdadero
historiador. “El espíritu de investigación y de duda es incompatible con
cualquier idea preconcebida, con cualquier creencia exclusiva, con cualquier
tendencia partidista. No debemos tener prejuicios ni en política ni en
religión. No hay que ser republicano, ni monárquico, ni católico, ni
anticatólico. Porque cada una de estas opiniones da a la mente una manera
personal de ver los hechos.” [Coulanges (1901). cit. Salmon. Historia y
crítica. 1982: 29-30.]
El evolucionismo.
Inspirado en el positivismo, surge el evolucionismo, basado en las teorías de
Darwin en El Origen de las Especies (1859), de la lucha, el dominio, la
competencia, la supervivencia, la territorialidad, las variaciones aleatorias
en los seres vivos y la adaptación de los más aptos. Su aplicación a las
ciencias sociales, el darwinismo social, por Spencer, relacionó el medio
ambiente con el orden social y la moral individual, racionalizando y
justificando la estratificación social, y, en algunos autores, la expansión
política y económica.
EL HISTORICISMO.
El historicismo ha sido definido de muchas y contradictorias maneras.
Coetáneo del romanticismo y del positivismo, para unos ha sido competidor
de estos, mientras que para otros autores (Fontana, Pagès) los une, para
expresarlos de un modo historiográfico, tomando del romanticismo el tema
de la nación y la política (un precursor romántico como Niebuhr incluso será
integrado como historicista), y del positivismo la atención a los hechos
(hasta el punto de que la escuela historicista también ha sido llamada
“escuela erudita” y Ranke aclamado como el mayor positivista).
El historicismo engloba una serie de concepciones acerca de la historia y de
su relación con el conocimiento y la ética, por lo que es casi indistinguible el
historicismo como corriente historiográfica y como filosófica. Pero sus
autores no tienen una completa unidad de pensamiento, sino que
mantienen profundas diferencias.
Algunos elementos del historicismo se encuentran en la obra de Vico, Hegel,
Comte, Marx y, posteriormente, Dilthey.
El historicismo tuvo su mayor auge a principios del siglo XX, aunque
comenzó a destacar con Ranke en Alemania desde mediados del siglo XIX,
como una oposición al idealismo clásico alemán y al positivismo, siendo sus
temas favoritos la política y las instituciones jurídicas. En el historicismo
alemán destacan: Ranke, Droysen, Mommsen, Kurth, Windelband,
Treitshcke. En el siglo XX, ya en los años 20, sus representantes más
destacados serán los historiadores Troeltsch y Mannheim.
Políticamente el historicismo es una corriente nacionalista y conservadora,
que identifica Estado con Pueblo y Nación a través de su confusión con el
espíritu y la historia.
La teoría historicista.
Son comunes a las corrientes historicistas las concepciones del hombre, del
mundo y de la ciencia, y una metodología.
La concepción del hombre es historicista, pues coinciden en subrayar el
papel desempeñado por el carácter histórico del hombre: la naturaleza
humana es ante todo historia, porque el espíritu humano no conoce más
realidad que la historia, ya que la hace.
La concepción del mundo es dualista: se distingue el mundo natural y el
mundo del espíritu. Por consiguiente, también la concepción de la ciencia es
dualista: ciencias naturales (nomotéticas) y ciencias del espíritu
(idiográficas).
La metodología consiste en estudiar los hechos y las realizaciones humanas
sólo en relación con su contexto histórico. Con ello se cuestiona tanto el
idealismo clásico alemán (que juzga el pasado) como al positivismo (que
emite leyes explicativas de ese pasado).
El historicismo rechaza la posibilidad de que el historiador proponga leyes
históricas que permitan la predicción, sino que sólo debe recoger datos y
presentarlos, sin hacer juicios, dejando que “hablen por sí mismos”, en
busca de la pura objetividad. Ranke dice que se ha de escribir la historia “tal
y como había sucedido”, pero su rigor ante los hechos se convirtió entre sus
discípulos en un “fetichismo de los hechos” (Carr). Pero estos autores no
contaban con que la masa de documentos que puede ser estudiada es
enorme, por lo que el historiador quedaría ahogado por tanta información.
Esto explica su aprecio por la Edad Media, cuyas fuentes eran relativamente
limitadas entonces, mientras que el historicismo es inaplicable para los
estudios sobre periodos posteriores a 1500 pues la base de información es
inabarcable, debido a, entre otros factores, la difusión de la imprenta y de la
estadística oficial.
Ranke.
El iniciador del historicismo es Leopold von Ranke (1795-1886), considerado
el padre de la historiografía contemporánea y el historiador más influyente
del siglo XIX. En 1840 fundó el primer “seminario de historia”, en el que
maestro y discípulos se dedican conjuntamente a la crítica de textos, en
especial las fuentes diplomáticas, que cotejan con las fuentes narrativas.
En Historia alemana antes de la Reforma (1839-1847), defiende una historia
positiva de método filológico, objetiva, sin prejuicios, para reconstruir el
pasado en toda su realidad y complejidad. El historiador debe comprender
cómo han ocurrido realmente las cosas: “wie es eigentlich gewesen ist”:
sólo los hechos importan. Hace un penetrante estudio psicológico de los
individuos y estudia las relaciones diplomáticas como fondo histórico.
Pero lo cierto es que Ranke era muy subjetivo: profundamente conservador
(rechazaba la revolución), identifica Destino y Dios, no cree en el progreso
de la Historia y sólo ve un motor de esta, “el dedo de Dios”. Se centra sólo
en la historia política y considera que esta puede proporcionar las normas
de acción al conocedor de la historia. Una acción que ha de ser
contrarrevolucionaria, para defender el orden establecido.
Ranke fundó la llamada “escuela prusiana”. Uno de sus discípulos, Godefroid
Kurth (1847-1916) fundará en la universidad de Lieja otro seminario en el
que se formará Henri Pirenne (1862-1935).
Droysen (1808-1884), historiador y político prusiano, estudia en Historia del
helenismo los grandes hombres de Estado que formaron las monarquías
macedónicas del helenismo y superaron la pequeña dimensión de los
Estados griegos. Su mayor obra es la inacabada Historia de la política
prusiana (14 vols. de 1855-1886). Propugna la unificación alemana bajo el
predominio de Prusia.
Sybel también es nacionalista y militarista, como Treistchske 1834-1896), un
antisemita y antisocialista, quien sacraliza el Estado, uniendo Estado-
nación-pueblo. Opina que el fin de las naciones-estado es hacer la guerra.
Mommsen.
Theodor Mommsen (1827-1903) es un historiador de corte muy distinto: un
historicista liberal, que defiende el papel positivo de la revolución en la
historia. Su influjo metodológico será enorme. En su Historia romana asocia
la historia a las ciencias sociales: arqueología, numismática, epigrafía,
narrativa... A través de las instituciones de la Roma antigua Mommsen
critica el régimen social y económico alemán. Mommsen fue el primero en
poner al servicio de la ciencia histórica todas las disciplinas: derecho,
lingüística e historia literaria, epigrafía, numismática y arqueología...
Será el autor de la monumental Corpus Inscriptionum Latinarum. Su Historia
romana (3 vols. de 1854-1856), le dio el premio Nobel de Literatura (1902).
Gran romanista, publicó Derecho público romano (1871-1888), Derecho
penal romano (1899).
Mommsen escribió su primera gran obra, la Historia romana en los años
posteriores a la revolución de 1848, haciendo un paralelismo entre la Roma
republicana y la Prusia de su tiempo. Como patriota liberal deseaba la
unificación, pero como una Alemania de los ciudadanos (derecho y poder,
libertad y unidad), con un Parlamento representativo que dominara al
ejecutivo, todo lo contrario de lo que sucedió con Bismarck. En su estudio
llegó sólo hasta Julio César, en quien veía al artífice del Estado romano, pero
cuyo proyecto de equilibrio entre poder y libertad se vio roto durante el
Imperio, al perderse las libertades. El estudio de Mommsen sobre el
Principado romano nunca se publicó.
Burckhardt.
El suizo Jacob Burckhardt (1818-1897) es uno de los iniciadores de la
historia cultural o de las civilizaciones, con su Cultura del Renacimiento en
Italia (1860), en la que estudia conjuntamente el pensamiento, la religión, el
arte, la literatura, las costumbres, etc., para reconstruir el ambiente mental
y moral del Renacimiento italiano. Se le reprocha que se centrara en la
cultura de las clases superiores.
1.2. EL MATERIALISMO HISTÓRICO.
Un precedente: los socialistas utópicos.
Los socialistas utópicos tienen un difícil engarce con las dos grandes
corrientes historiográficas del siglo XIX, dado que en realidad suponen la
continuación de la corriente más progresista de la Ilustración y si están muy
influidos metodológicamente por las corrientes romántica y positivista, al
mismo tiempo sus ideas políticas y su temática están mucho más cercanas
a las de Marx y Engels, por lo que los situamos como un precedente de
estos.
Los socialistas utópicos intentan conducir mediante sus escritos la
revolución o la reforma de la sociedad en un futuro cercano. Destacan Louis
Blanc (1811-1882), un radical; Saint-Simon, cercano al cristianismo social y
al positivismo, considera la historia como una física social; Antoine Blanqui,
también influido por el positivismo, estudia la evolución humana desde el
individuo hasta la comunidad; Adolphe Blanqui une la historia y la
economía; Fourier, casi un ecologista.
Marx y Engels.
2.1. EL IDEALISMO.
A inicios del siglo XX, el fracaso del historicismo como elemento globalizador
de la ciencia de la historia, motivó un resurgir del idealismo, que en el siglo
XX está compuesto de múltiples corrientes, de las que hacemos aquí sólo
una selección de las más importantes.
EL NEOKANTISMO.
Se desarrolló en Alemania desde mediados del siglo XIX hasta principios del
siglo XX, una tendencia filosófica neokantiana, de “retorno a Kant”,
representada por dos escuelas, en Baden (Windelband, Rickert) y Marburgo
(Cohen, Natorp, Cassirer), y por numerosos grupos e individuos aislados.
Algunos teóricos de la Historia, como Josep Fontana, describen
confusamente el neokantismo, al faltarles más formación filosófica, y el
error más común es confundir a los neokantianos con la escuela de
Marburgo, que es sólo una de sus partes.
Destacan Rickert y Dilthey por su aportación metodológica a la Historia,
abriendo paso a una “historia del acontecimiento”, que influyó en muchos
metodólogos, aunque haya sido estéril y de escasa influencia en los
estudios propiamente históricos.
Wilhelm Dilthey (1833-1911), más que neokantiano es un neocriticista
influido por Kant y un filósofo de la vida. Reflexiona sobre las ciencias del
espíritu (entre ellas la historia) en varias obras, destacando Introducción a
las ciencias del espíritu. Intento de fundamentación del estudio de la
sociedad y de la historia (1883).
Distingue entre ciencias del espíritu y ciencias naturales. Si las primeras son
idiográficas y describen los hechos, para “comprenderlos” (mediante la
empatía psicológica), las segundas son nomotéticas y proponen leyes sobre
los hechos, para “explicarlos”. Dilthey ha forjado así la distinción científica
entre comprensión y explicación: “En las ciencias naturales explicamos, en
las ciencias humanas comprendemos”. La legitimación de la historia es que,
mediante la descripción de los hechos de la evolución social, que ha
producido la realidad social actual, tiene un poder comprensivo de esta. Es,
pues, una visión historicista, aunque pretenda superarla. Hace hincapié no
en lo individual, sino en las vivencias. La historia es “experiencia vivida”.
Heinrich Rickert (1863-1936) considera que sólo corresponde a la historia,
como ciencia de la cultura, el análisis de lo individual, ya que es imposible
llegar a generalizaciones o leyes como las que son propias de las ciencias
de la naturaleza. No es posible una objetividad completa dado que el
conocimiento global de los hechos humanos es inabarcable, por lo que hay
que estudiar sólo lo particular, unos determinados acontecimientos que el
historiador entienda como más relevantes
El historiador y sociólogo Max Weber (1864-1920) compatibiliza los
principios neokantianos con la necesidad de alcanzar cierta interpretación
generalista de los acontecimientos históricos. Para ello utiliza el método de
los “tipos ideales” (que son generalizaciones desvinculadas de la realidad,
construcciones artificiales que ayuden al historiador). Un ejemplo es La
ética protestante y el espíritu del capitalismo (1904-1905), en el que estudia
los nexos entre el protestantismo (sobre todo en su versión calvinista) y la
génesis del capitalismo nórdico. Weber considera, empero, que el desarrollo
histórico obedece a una pluralidad de causas y que para interpretar el
cambio social se exige conocer la vida cultural.
HISTORIA MORFOLÓGICA.
La historia morfológica, muy popular en los años 20 y 30, propone la
elaboración de unos modelos o formas de las sociedades emblemáticas, que
representen a todas las demás. Su esquematismo llega hasta la predicción
intuitiva del futuro. Destacan Toynbee y Spengler.
El alemán Oswald Spengler (1880-1936) en La decadencia de
Occidente (1918-1922) opina que la Historia no es una ciencia, carece de
leyes y precisa de la intuición, de la fantasía (por ello la obra de Spengler es
más literaria que histórica). Analiza mediante un método comparativo ocho
culturas que evolucionan en ciclos biológicos. Su obra, que profetiza el fin
de la civilización occidental, es una respuesta ideológica a la crisis alemana
de la Gran Guerra y prefigura el nazismo.
El británico Arnold Toynbee (1889-1975), heredero de la escuela
determinista, fue muy influyente después de 1945. Estudia en su
monumental y erudito Estudio de la historia (1934-1961) 29 sociedades o
civilizaciones, representativas de la Humanidad. La civilización surge y se
desarrolla (hasta que pierde su vigor) gracias a un motor: la superación por
las sociedades de los obstáculos, mientras que fracasan las sociedades que
sufren demasiadas e insuperables dificultades. Los agentes de ese
desarrollo son minorías o grandes hombres.
EL PRESENTISMO.
Benedetto Croce (1866-1952) desarrolla el “presentismo”. Su pensamiento
es muy relativista y ecléctico, basado en el neokantismo, el marxismo y el
idealismo hegeliano. Identifica historia y filosofía, y sostiene que la Historia
más elevada es la historia ético-política, que estudia la razón humana y sus
ideales. Considera que el conocimiento histórico objetivo es imposible
porque el juicio histórico se basa en la exigencia práctica y la historia que se
construye es siempre historia contemporánea, porque se elabora en función
de las preocupaciones actuales: la historia es una proyección en el pasado
de nuestro presente.
Croce opina que la historia es una experiencia vivencial (la misma tesis de
Dilthey), sin leyes ni causalidad, relativista. De hecho, no hay historia, sino
tantas historias como puntos de vista.
Esta concepción relativista y presentista influye mucho en los historiadores
anglosajones de los años 20 y 30, por ejemplo en el británico R. C.
Collingwood (1899-1934), también influido por Dilthey, que en Idea de la
historia opina que los hechos históricos no son hechos reales, sino sólo
productos de nuestro subjetivismo. La historia es una re-creación del
historiador.
EL NEOPOSITIVISMO.
Mucho más importante es el neopositivismo, un empirismo lógico, que ha
influido en muchos historiadores anglosajones y, sobre todo, en la Nueva
Historia Económica.
Karl Popper en Miseria del historicismo sigue una línea subjetivista y rechaza
que haya leyes históricas para predecir el futuro humano. Como ha
demostrado Popper en varios de sus estudios, no se pueden establecer
leyes socio-históricas generales, pues en historia no se puede predecir. En
efectos, esas leyes, de ser posibles, versarían sobre las regularidades en la
conducta de los grupos humanos. Ahora bien, uno de los factores
fundamentales que modifican la conducta de los grupos humanos es el
aumento de información. Formular una ley sobre la conducta de esos grupos
es un aumento de información para los mismos, que modificará, por tanto,
su conducta, que la ley trata de predecir. De ello se desprende que no
pueden hacerse predicciones a gran escala partiendo de los hechos sociales
pasados: el estudio de la historia no permite formular leyes predictivas
sobre el desarrollo de los acontecimientos futuros, porque, caso de ser
formuladas, se modificaría automáticamente el curso de la historia que se
trata de predecir.
Hempel, Gardiner, Danto y Nagel han intentado fundamentar
filosóficamente la investigación histórica.
Febvre.
Lucien Febvre (1878-1956), como su compañero el medievalista Marc Bloch
(1886-1944), rechaza la esterilidad historicista. Estudia la historia política,
para lograr una “historia total”, síntesis de los aspectos políticos,
institucionales, económicos, sociales, culturales, religiosos, científicos y
psicológicos. “Jamás debemos olvidar que el sujeto de la historia es el
hombre. El hombre, tan prodigiosamente distinto y cuya complejidad no es
posible reducir a una fórmula sencilla. El hombre, producto y heredero de
millares de uniones, mezclas, amalgamas de razas y sangres distintas”.
En 1922, influido por el geógrafo regionalista Vidal de la Blache, acuña el
término posibilismo (término contrario a determinismo): el medio natural da
al hombre muchas posibilidades, que aprovecha según las condiciones de
cada grupo social. Es un enfoque historicista: el hombre es un agente activo
del paisaje en el tiempo. No niega la influencia del medio, pero afirma la
importancia de la decisión del hombre (que no se limita a ser un agente
pasivo).
Braudel.
Fernand Braudel (1902-1985) opina que hay en la historia una estructura
terciaria, sometida a distinta aceleración evolucionista: 1) El hombre y su
medio geográfico. 2) El hombre y su relación social. 3) El hombre y su
actuación política. En esta estructura ubica los datos de la historia total. Hay
tres divisiones temporales: el acontecimiento, la coyuntura y la larga
duración.
Fue alumno de Lucien Febvre (1927), el maestro de los “Annales”, y de Henri
Pirenne (1931). Fue el primero quien le indujo a ampliar su primer estudio,
sobre la Política mediterránea de Felipe II hasta un enorme fresco de todo el
Mediterráneo en la época de aquel rey. Braudel, en cambio, forjará un
método de investigación global, a la escala de su enorme ámbito geográfico.
Se trata de su famosa descomposición del tiempo en tres niveles:
1) Una historia mineral, casi inmutable, silenciosa, que mide las relaciones
del hombre con su medio natural.
2) Una historia social, a cuyo ritmo se desarrollan la vida de los grupos
económicos, de las sociedades campesinas y urbanas, de los Estados
nacionales.
3) Una historia episódica, rápida y bulliciosa, que afecta a la superficie de
las cosas.
En 1947, después de su liberación, defiende su tesis (publicada en 1949). Es
una tesis revolucionaria por su concepción “geohistórica”: El Mediterráneo y
el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. Su éxito le permite suceder
a Febvre en el Colegio de Francia, donde ocupa la cátedra de Historia de la
Civilización Moderna.
Concibe su idea del “tiempo de la historia” (conferencia 1-XII-1950, como
lección inaugural en el Colegio de Francia) y publica su trilogía Las
estructuras de lo cotidiano, Los juegos del intercambio y El tiempo del
mundo (1979), con su concepción de la historia en tres pisos: “en la base,
una vida material múltiple, autosuficiente, rutinaria; arriba, una vida
económica mejor diseñada y que tiende a confundirse con la economía de
competencia de mercados; por fin, en el último piso, la acción capitalista.”
Para acometer un estudio de tal dimensión, incorpora el concepto de la
“larga duración” e instrumentos de análisis tomados de las ciencias
humanas: “La historia misma me apasiona menos que ese cortejo asociado
de las ciencias humanas. (...) para ser válida la historia debe incorporarse
(...) a otras ciencias humanas y, por su parte, las ciencias del hombre
tendrían que tomar en cuenta la dimensión histórica.”
Como profesor enseñó a numerosos alumnos, en la Sección Sexta (fundada
en 1948) de la Escuela Práctica de Altos Estudios de París, que presidió en
1956-1972. En 1962 fundó en París la Casa de Ciencias del Hombre, que
administró hasta 1985. Dirigió la revista “Annales” desde 1946 hasta 1956
con Febvre (hasta la muerte de este) y después solo hasta 1985.
Características.
Su planteamiento es neopositivista. La Historia es una ciencia nomotética,
que debe proponer leyes generales con una base científica, o sea, modelos
predictivos basados en el método hipotético-deductivo.
Sus autores consideran que los historiadores tradicionales usan también
modelos interpretativos, pero que los hacen implícitos o los especifican mal,
lo que dificulta el control de su validez científica. En cambio, los
historiadores econométricos especifican sus modelos con rigor, con
deducciones cuantitativas de modo que se puedan someter a pruebas
verificadoras.
Usa modernos instrumentos científicos: matemáticas, econometría,
estadística, informática, ofreciendo modelos interpretativos de la historia
basados en parámetros econométricos como PIB, renta per cápita...
Los temas son primero la Historia económica, y luego se han extendido a la
Historia demográfica y social, sobre todo el desarrollo y el subdesarrollo.
Críticas al cuantitativismo.
Se critica a esta corriente que:
- Es una historia de economistas que hacen historia, sin contar, por lo
general, con una formación histórica propia.
- No dominan la teoría económica sino que la aceptan sin crítica. Temin
considera que es sólo la “economía neoclásica” aplicada.
- Sucumben al determinismo económico para estudiar temas complejos,
ignorando los múltiples factores no económicos que también intervienen.
Por ejemplo la esclavitud también se explica por factores ideológicos,
políticos, sociales, culturales... aunque sea el económico el más importante.
- Dan explicaciones sectoriales, pero no una explicación de conjunto.
- El cuantitativismo es válido sólo para explicar algunos temas particulares,
pero incluso entonces los estudios cuantitativos se limitan por lo general a
demostrar la inviabilidad de propuestas o hipótesis de la historia tradicional,
pero sin poder propone una hipótesis propia y válida.
Pero aunque el cuantitativismo falle en dar respuestas globales a los
problemas históricos, no debe ser menospreciado por el historiador, dado
que su uso metodológico es una herramienta auxiliar en el conocimiento de
la vida social. Así, lo utiliza la “historia serial” hecha por historiadores con
formación económica, provenientes de la escuela de los “Annales”:
Labrousse, Meuvret, Imbert y Baehrel, los cuales procuran usar las técnicas
econométricas como una base de información para estudios más globales
sobre las estructuras.
La Nueva Historia.
En los años 80 y 90 la Historia parece resurgir, superar su crisis,
aprovechándose de ella, sobre todo porque asume las aportaciones
metodológicas y técnicas de las otras ciencias sociales, evolucionando a
posiciones más abiertas.
En suma, las escuelas tradicionales están siendo diluidas en una Nueva
Historia, como término opuesto a la Vieja Historia, la tradicional. Hoy está de
moda (sobre todo en Francia) este concepto para definir al actual conjunto
ecléctico de historiadores abiertos a todas las corrientes.
Características de la “Nueva Historia” son:
- Buscar una historia total, que no atienda sólo a la política (como la Historia
tradicional), sino a todas las actividades humanas: la economía, la cultura...
- Ampliar los temas de la historia. Los temas se han multiplicado. Hay
campos enormes por investigar en la historia del pensamiento político, la
ciencia, la religión (un factor esencial del cambio), el derecho, la historia de
las mujeres, la criminalidad, la burguesía del siglo XX, la historia cultural
(popular y elitista), la guerra y el poder político, los individuos
excepcionales, el cambio histórico, la historia económica y social, la
demografía histórica, historia y geografía de las prácticas religiosas,
sociología electoral, historia de las mujeres, historia “colonial” o de
civilizaciones “sin historia” (gran parte de África ha sido “prehistórica” hasta
el siglo XIX), la historia de la vida cotidiana, las costumbres, los
sentimientos, las mentalidades, la familia, el vestido, las enfermedades, la
marginación, las historias locales, etc.
- Ser interdisciplinaria, abierta a las metodologías, técnicas y conocimientos
de todas las ciencias y disciplinas sociales o naturales: antropología,
psicología, política, sociología, economía, econometría, demografía, historia
del arte, lingüística, literatura, filosofía, física, matemáticas... En especial ha
de trabajar con los modelos explicativos de las ciencias sociales y con las
técnicas estadísticas e informáticas, a fin de comprobar mejor las hipótesis
de leyes generales sobre la evolución histórica.
- Buscar un análisis estructural, en contraste a la historia narrada de la
Historia tradicional.
- Buscar respuestas complejas a los problemas, en vez de respuestas
simples (como hacía la Historia tradicional). No ha de abdicar de su
responsabilidad de interpretar la historia, pese a los ataques
epistemológicos que le niegan su condición de ciencia, puesto que el que las
ciencias sociales no estén aún tan desarrolladas metodológicamente como
las ciencias naturales (en especial la Física y la Biología) no las priva de ser
ciencias.
- Considerar que la historia es subjetiva, hecha por individuos con ideas
previas, en vez de objetiva, basada sólo en hechos (como hacía la Historia
tradicional).
- Recuperar la función crítica de la Historia (García Cárcel), comprendiendo
que la historia es a la vez narración y verdad (R. Chartier), un discurso
construido como la ficción, pero que a la vez produce enunciados científicos.
Pierre Vidal Naquet dice: “El historiador escribe, y esa escritura no es neutra
ni transparente. Se modela con formas literarias”. La misión del historiador
no debe ser la del profeta sino la del intérprete, con permanente función
crítica (y autocrítica). Sólo el tiempo y la crítica podrán establecer lo válido o
no de la investigación histórica. En definitiva, esta nueva indefinición, este
caos, este pluralismo es la situación normal y deseable de la historia. La
verdadera crisis sería que se restableciesen los paradigmas absolutos y
excluyentes, que los oráculos como Hobsbawm siguieran profetizando sin
miedo. Hoy vemos que poseemos un incierto saber sobre el pasado y
apenas sabemos nada del futuro.
- Interesarse por el protagonismo del pueblo, de los protagonistas anónimos
u olvidados, es decir, una historia desde abajo, en vez de estudiar a los
famosos protagonistas en una historia desde arriba (como hacía la Historia
tradicional).
- Utilizar toda clase de fuentes, desde estadísticas hasta imágenes o relatos
orales, en vez de centrarse sólo en los documentos (como hacía la Historia
tradicional).
- Explicar la historia de un modo accesible al público. Hay que huir de las
nimiedades y de las explicaciones monocausales, hay que buscar la claridad
del lenguaje y de la expresión, huyendo de una jerga pseudocientífica, post-
estructuralista y falsa.
- Utilizar la microhistoria de una persona o lugar para resucitar un momento
del pasado y analizarlo, interpretarlo y explicarlo. Es el modo de reconstruir
el Estado, sociedad, economía, costumbres, leyes, moral y costumbres, tal y
como afectaban a un grupo o individuo. Los individuos ante todo.
En suma, según Lawrence Stone, la doble misión del historiador actual es:
dar explicaciones multicausales más convincentes del cambio histórico, y
recuperar el aspecto, la sensación, de cómo vivían nuestros antepasados.
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7.
El nacimiento de la historiografía.
Josep Fontana (1982) explica el nacimiento de la historiografía por la
justificación del carácter sagrado de los reyes, lo que legitimaba la
estructura social y la dominación política de las clase altas en Egipto y
Mesopotamia (listas de reyes como documentos más antiguos de la
Historia).
La historiografía griega nace con los “logógrafos”, recopiladores de
historias, costumbres y descubrimientos en el Mediterráneo de tierras y
pueblos. Así, “Historein” significa explorar, descubrir. Hecateo (500 aC)
comenzó a analizar racionalmente los mitos del pasado. Herodoto explica
las causas y busca el sentido de la evolución de la historia, preocupándose
por la economía y la sociedad. Sus fuentes son los escritos de los logógrafos
y sus propios viajes. Tucídides estudia las leyes que explican el pasado y
utiliza éste para entender el presente de los Estados. Hay una decadencia
en el siglo IV aC al separarse la Política (Platón, Aristóteles) y la Historia, por
lo que está deja de reflexionar y sólo describe los hechos.
Polibio, historiador griego sobre Roma (siglo II aC) vuelve a generalizar sobre
el pasado, por ser éste útil para la formación política de los gobernantes, y
desarrolla una teoría cíclica de los gobiernos. Los historiadores romanos
(Julio César, Salustio, Tito Livio, Plutarco, Tácito) se vinculan demasiado a la
política (la pugna República-Imperio y sus facciones) y a menudo son
parciales pese a sus continuas afirmaciones filosóficas de imparcialidad.
Coexisten varios siglos la historiografía pagana y la cristiana. La pagana
será cíclica e interna (estudia las causas internas del cambio en la propia
sociedad). La cristiana será lineal y externa. San Agustín en La ciudad de
Dios estudia desde la creación del mundo a su fin, en una evolución lineal
marcada por los designios de Dios.
Durante los siglos VI-IX los historiadores cristianos intentan reconciliar la
Biblia con la Historia y el presente. Isidoro de Sevilla compila en
las Etimologías una enciclopedia de los conocimientos antiguos.
Ya en el siglo XI la Iglesia establece la teoría de los tres órdenes o estados
(aristocracia, clero, campesinado) para justificar su posición y función social.
El Renacimiento busca explicaciones humanas, no divinas, a la evolución de
la Historia. Maquiavelo con El Príncipe y Bodin con La República hacen
compendios de moral y política.
El Protestantismo introduce el racionalismo y el individualismo en la
explicación histórica. Los grandes descubrimientos geográficos muestran
nuevas sociedades y culturas. La crítica histórica provoca la aparición de
ciencias auxiliares: diplomática y paleografía, para verificar la autenticidad
de los documentos.