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BDMV Alta y Plena Edad Media

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HISTORIA DEL ARTE DE LA ALTA Y PLENA EDAD MEDIA

Prueba de Evaluación Contínua (PEC), Curso 2022-2023

BEATRIZ DE MIGUEL VIJANDI


beatriz.miguelvijandi@gmail.com
UNED Madrid – Gregorio Marañón
DNI: 78903285-Z
EJERCICIO 1: Teórico.
El arte cristiano de los siglos IV y V: las basílicas cristianas y su decoración.
En los s. IV y V se impulsa el desarrollo del arte cristiano con la salida de la clandestinidad
del culto (Edicto de Milán, 313), la conversión al cristianismo de la familia real (la madre
y descendientes de Constantino I), y su establecimiento como religión del Estado (Edicto
de Tesalónica, 380), recibiendo así el respaldo estatal determinante para invertir en
grandes edificaciones; principalmente, la basílica cristiana.
A diferencia del politeísmo romano, el cristianismo era una religión asamblearia en el
interior del templo, que reunía cada vez a mas personas y requería buena acústica. Por
ello no se tomaron como referencia los templos romanos, sino sus basílicas; estos
edificios públicos de carácter civil utilizados para administrar justicia se ajustaban mejor
a las necesidades cristianas. La basílica romana más grande, la Basílica Ulpia (s. II) en el
foro Trajano, de planta rectangular longitudinal, fue el referente cristiano, modificando
las funciones interiores para adaptarla a la liturgia (si bien en el Imperio romano oriental
predominó un edificio de planta central redonda octogonal, inspirada en antiguos
mausoleos reales). Así, en el siglo IV, Constantino I mandó construir las primeras grandes
basílicas, entre las que destacan San Juan de Letrán (Roma), la Basílica de San Pedro
(colina Vaticana), las basílicas de la Natividad de Belén y la Basílica del Santo Sepulcro
en Jerusalén.1 Estas fueron un referente principal para las grandes basílicas del siglo V en
el Imperio occidental, como la Basílica de Santa María la Mayor en Roma, o las Basílica
de Santa Sabina y Santa Prudenciana en Roma.
La estructura de la basílica que sentó las bases de la arquitectura cristiana posterior
adoptaba la forma de cruz latina; se divide en tres o cinco naves longitudinales (la central
es más alta y ancha que el resto) separadas por hileras de columnas que se unen entre sí
por arcos de medio punto o arquitrabe. La nave central, en cuyos muros altos se abren
ventanas, principal fuente de iluminación, culmina en forma de arco de triunfo hacia el
presbiterio. La cabecera y el presbiterio destacan en un ábside sobreelevado de planta
semicircular cubierto por una bóveda de cuarto de esfera o bóveda de cañón (única parte
abovedada). Frecuentemente, la basílica disponía de un transepto junto a la cabecera

1
Constantino I promovió muchas otras obras arquitectónicas en la capital y el Imperio, siendo además
fundador de Constantinopla en 330, baluarte de la cristiandad oriental, donde mandó construir importantes
basílicas, como Santa Sofía y Los Santos Apóstoles, que no siguen la planta de las basílicas occidentales,
y que posteriormente serían reemplazadas y/o rediseñadas.
(sobresaliente en planta y perpendicular al eje longitudinal de las naves) y estaba
precedida por un nártex, espacio cubierto destinado a los que tenían restringido el acceso
a las naves (catecúmenos, aún pendiente de recibir el bautismo) y un atrio cerrado
cuadrangular que disponía de una fuente (este no permaneció en las basílicas medievales
posteriores). El tejado era de madera, a dos aguas (herencia romana) era de madera, y
posteriormente evolucionaría a otros acabados (cúpulas, etc.).
Vitruvio apuntaba que la edificación de un templo comienza con su implantación y
orientación, y así era en el caso de las basílicas cristianas, diseñadas para que la luz y la
orientación interior potenciaran la espiritualidad y simbolismo litúrgico del interior del
templo. Ingresando por el oeste, la articulación del espacio interior dirigía a los feligreses
hacia el este, caminando al presbiterio, simbólicamente hacia la luz divina que representa
la verdad de Dios y la salvación del alma, y hacia donde se dirige la oración. El
presbiterio, la zona más sagrada del templo, reservada a los que presiden la misa, es donde
se haya el altar mayor (en ocasiones cubierto por un baldaquino o ciborium) y se celebra
la Eucaristía. El tratamiento de la luz refuerza la simbología litúrgica: el ábside recibe
intensa luz, y la nave central claridad directa, mientras las laterales quedan en penumbra.
Según los principios cristianos, la decoración perseguía el contraste entre la austeridad
del exterior (piedra y ladrillo sin decorar) y la riqueza de la decoración interior, con
mosaicos, mármoles y pinturas murales que se concentraban en el ábside. Especialmente
la musivaria, de mayor duración, que alcanzó especial relevancia. Los mosaicos, situados
en los muros (no en el suelo), principalmente en el arco de triunfo y ábside, representaban
escenas bíblicas con gran riqueza cromática que, con la iluminación potenciaban la
espiritualidad. En ellos se buscaba la calidad pictórica y belleza de las imágenes,
primando el simbolismo y no la representación natural. Destacan la representación
monumental del Tetramorfos (imagen simbólica de los cuatro evangelistas bajo forma
animal en el ábside de la basílica de Santa Prudenciana, o los mosaicos en la basílica de
Santa María la Mayor, con múltiples escenas del Antiguo y Nuevo Testamento en la nave
central y arco triunfal. Las esculturas se centraban en los sarcófagos monumentales,
decorados con relieves en dos registros, con particular riqueza iconográfica, incorporando
elementos de temática profana reinterpretados en sentido cristiano para representar
escenas bíblicas y legitimar el cristianismo y su institución. Destacan los sarcófagos de
Los dos testamentos, de Los dos hermanos, y el de Junio Basso, entre otros.
Así, el arte cristiano en s. IV y V es una transición del arte clásico hacia el arte románico,
y que marcó el arte religioso hasta nuestros días.
BIBLIOGRAFÍA.
MONTEIRA, I. et al (2022) Arte cristiano y arte islámico en época medieval (siglos III a
XII). Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces. Pp: 38-59.
VITRUVIO, M. (1787) Los Diez Libros de Arquitectura. Edición de 1787, traducida y
comentada por Joseph Ortiz y Sanz. Madrid, Imprenta Real. Libro VI, Capítulo I, p. 139.
En https://www.cervantesvirtual.com/obra/los-diez-libros-de-arquitectura-de-vitruvio-
en-la-traduccion-de-jose-ortiz-y-sanz-1787/
EJERCICIO 2: Práctico.
Comentarios de texto de cuatro parejas de imágenes.

Pareja A. Capilla Palatina de Aquisgrán y Santuario de la Cúpula de la Roca


La segunda imagen muestra el Santuario de la Cúpula de la Roca (Jerusalén, 691-692),
representativo del arte del omeya oriental (661-750). Construido por el califa Abd al
Malik sobre una roca sagrada para judíos y cristianos (donde se realiza el sacrificio de
Abraham) y musulmanes (la Piedra Fundacional, donde Mahoma ascendió a los cielos).
De planta centralizada octogonal, cuenta con dos deambulatorios interiores, separados
por arquerías que alternan pilares y columnas, para facilitar la circulación en torno a la
roca objeto de veneración. Sobre los cuatro pilares centrales se levanta el tambor
cilíndrico que sostiene la cúpula central construida en una doble estructura de madera, de
forma hemisférica en el interior y la exterior de forma apuntada (en clara tradición de los
martiria bizantinos), y se caracteriza por la reutilización de las columnas y capiteles
romanos procedentes de edificaciones anteriores. La estructura ornamental se basa en el
uso del mármol para los pavimentos y parte baja de los muros, y los paneles de mosaico
vidriado para la parte alta. Los mosaicos interiores cubren los deambulatorios y muestran
una combinación de motivos vegetales basados en el acanto, la vid y grandes palmetas,
derivados de la tradición clásica y entremezclados con motivos bizantinos y sasánidas.
Un siglo más tarde, entre 795 y 805, Carlomagno manda construir el conjunto palatino de
Aquisgrán como palacio imperial, del cual el único elemento que se ha conservado es la
Capilla Palatina de Aquisgrán (primera imagen), que constituye el ejemplo paradigmático
de arte carolingio (751-887), que persigue la recuperación de las formas clásicas de la
Antigüedad junto a los elementos de los primeros monumentos cristianos de Roma, para
transmitir un mensaje relacionado con la recuperación del Imperio Romano y la
renovación de la Iglesia. De planta centralizada poligonal, formada por un núcleo central
de ocho lados rodeado por un deambulatorio de dos pisos de dieciséis lados y el núcleo
central un polígono de ocho lados. Cuenta con una cabecera para el presbiterio, y un
sistema con diversos abovedamientos que permitieron el uso de la piedra en toda la
estructura. En el tambor de elevación de la cúpula central se abren vanos para la luz.
Pese a pertenecer a religiones distintas y construirse con un siglo de diferencia, comparten
referentes arquitectónicos; estructura de planta centralizada y octogonal, deambulatorios
y dos alturas, decoraciones en mosaico, bicromía de las dovelas, entre otras. Si bien, con
algunas diferencias; por ejemplo en los materiales (madera vs. piedra en la bóveda) o en
la estructura (más compleja en la Capilla, que incluye entre otros cabecera y múltiples
bóvedas, y más sencilla y perfectamente matemática en el Santuario), o en la decoración
(temáticas bíblicas en los mosaicos de la Capilla, frente a motivos clásicos y bizantinos
en el Santuario).
BIBLIOGRAFÍA.
MONTEIRA, I. et al (2022) Arte cristiano y arte islámico en época medieval (siglos III a
XII). Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces. Pp: 161-162 y 262-263.
Pareja B. Bote de marfil de Al-Mughira y Aljafería de Zaragoza
La primera imagen muestra el Bote de marfil de Al-Mughira (967), perteneciente al arte
islámico del califato omeya de al-Andalus (929-1031), grandes consumidoras de
productos de lujo, manifestación de su prestigio, riqueza y posición política. Entre estos
bienes de lujo (que se ofrecían como regalos personales o diplomáticos), destacan los
marfiles. Concretamente, una treintena de obras conocidas como botes cilíndricos
(píxedes), cajitas y arquetas, de las cuales el Bote de marfil de Al-Mughira es la pieza
cumbre de la eboraria califal. Fue realizado en el taller de Madinat al-Zahra (cerca de
Córdoba) mediante la técnica de la talla y el trépano sobre marfil. El cuerpo y la tapa están
enteramente ornamentados con una decoración compuesta por un total de sesenta y nueve
figuras zoomorfas, antropomorfas y decoración vegetal, ejecutadas con gran finura y
perfección. De gran naturalismo, su iconografía ha sido interpretada en clave dinástica,
simbolizando la lucha entre omeyas y los abbasíes, ambas familias sunníes de gran poder.
La segunda imagen muestra el interior de la Alfajería de Zaragoza (1046/47-1081),
principal muestra de la arquitectura palaciega del s. XI, y el mejor exponente del cambio
de orientación en el arte islámico producido tras la fragmentación de al-Andalus y la
formación de los reinos de taifas, de los cuales Zaragoza era uno de los más importantes.
De planta cuadrangular con torres a los lados, adopta el modelo fortificado de los
llamados castillos omeyas del desierto. Destacan los complejos sistemas de arcos de la
Alfajería; si bien en algunos lugares imitaron las arquerías de dos órdenes de arcos
entrecruzados de la aljama cordobesa, en otros introdujeron soluciones decorativas
innovadoras y de influencias orientales, como la combinación de arcos mixtilíneos (de
influencia fatimí), en combinación con otros polilobulados entrelazados, sustituyendo el
dovelaje de los arcos por una trama geométrica continua (como los que se aprecian en la
imagen). Asimismo, se concede importancia a la epigrafía (que reproduce citas
coránicas), y la singularidad morfológica y decorativa de los capiteles de alabastro.
El Bote y la Alfajería pertenecen a dinastías distintas (omeya, la primera, hudí la segunda)
que introdujeron sus propias orientaciones artísticas, si bien pertenecen al arte islámico
de al-Andalus y cronológicamente no son muy distantes. Centrando la comparación en lo
que muestran las imágenes (bote y arquería), presentan elementos comunes. Incluyen
inscripciones cúficas y un exquisito detalle en su decoración; el tallado del marfil en el
caso del Bote, y el trabajo de calado en las arquerías en yeso tallado en el caso de la
Alfajería. Comparten estilos muy barrocos y gran belleza ornamental. Si bien difieren en
la temática, la primera más naturalista, y la segunda geométrica.
BIBLIOGRAFÍA.
MONTEIRA, I. et al (2022) Arte cristiano y arte islámico en época medieval (siglos III a
XII). Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces. Pp: 213-214 y 219-221.
Pareja C. El Sarcófago de Junio Basso y el Tímpano de Santa Fe de Conques
El Sarcófago de Junio Basso (Roma 359, primera imagen) es una de las obras
paradigmáticas de la escultura paleocristiana de los siglos IV y V, que se centró
principalmente en los relieves de los sarcófagos monumentales de mármol tallados. Este
en concreto presenta un estilo especialmente depurado y naturalista, con una composición
en dos registros superpuestos. Incluye diez escenas del Antiguo y Nuevo Testamento que,
a diferencia de otros sarcófagos, están separadas por columnas clásicas. Destacan la gran
calidad y detalles de las escenas en relieve, que representan el Cristo apolíneo (un Jesús
joven con expresión hierática), mientras que el resto de personajes se representan en
movimiento y con expresión realista. Los desnudos de las figuras representan a la religión
pagana y sobretodo las escenas centrales en las que aparece Cristo simboliza el triunfo
del cristianismo sobre el paganismo.
El Tímpano de Santa Fe de Conques (Francia, s. XII, segunda imagen), es una de las obras
fundamentales de la escultura románica francesa por sus cualidades artísticas, su
originalidad y dimensiones. Situado en la fachada occidental, en la portada de la iglesia,
en el tímpano se representan escenas en el relieve representan el Juicio Final, según el
Evangelio de San Mateo, apareciendo un conjunto de más de cien personajes y dividido
en tres registros superpuestos y estructurado en dos partes diferenciadas: el paraiso, a la
derecha del Pantocrator, y el infierno a su izquierda.
Aunque distan casi mil años entre ambas y pertenecen a estilos distintos (paleocristiano
y románico), comparten algunas similitudes; las divisiones entre las escenas (en uno por
columnas clásicas y en el segundo por arcos de medio punto), el detalle en la ejecución y
calidad artística, el énfasis en una homogeneidad iconográfica con el objetivo de instruir
(imágenes simbólicas), y el mismo tratamiento de la desnudez, identificado en uno con el
paganismo y en el segundo con el pecado. Por otro lado, algunas de las figuras románicas
resultan hieráticas y poco naturalistas, algo que también puede observarse en la imagen
idealizada del Cristo del sarcófago. También existen múltiples diferencias. Mientras el
arte paleocristiano reservaba los relieves para los sarcófagos, en el románico se extienden
a todo el espacio religioso. Igualmente, el primero sentaba las bases del cristianismo
recién salido de la clandestinidad, con un objetivo principalmente didáctico y dogmático,
haciendo uso de una iconografía narrativa y simbólica cristiana, pero idealizada en la
tradición clásica, mientras que el románico persigue la transmisión masiva y eficaz de la
ideología católica, introduciendo conceptos como el infierno y el castigo divino, de la
idealización clásica y primando la transmisión clara del mensaje.
BIBLIOGRAFÍA.
MONTEIRA, I. et al (2022) Arte cristiano y arte islámico en época medieval (siglos III a
XII). Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces. Pp: 56-57 y 324 y 325 y 412-414.
Pareja D. Crucifijo de marfil de Don Fernando y Doña Sancha y el Bote de Zamora
El crucifijo de marfil de Don Fernando y Doña Sancha (mediados del s. XI) pertenece a
la escultura románica de época temprana, que se centró en figuras exentas, relicarios sobre
todo, realizados en ricos materiales. De hecho, la espalda está horadada para albergar una
reliquia de la “Vera Cruz”. Su decoración, obra cumbre de la eboraria de la época y
caracterizada por un alto contenido iconográfico, resume la historia de la salvación a
partir del Evangelio de San Mateo. Cristo viste perizoma de pliegues muy bien tallados,
y a sus pies, Adán, causante de la caída del hombre, sale de la tumba. En la parte superior,
aparece Cristo resucitado, en una innovación iconográfica. Los brazos y vástago de la
Cruz están profusamente decorados con una sucesión de bestias y hombres en forzadas
posturas, así como roleos con aves y fieras al interior. En la parte posterior decoración,
completamente tallada con roleos con seres monstruosos, hombres y bestias, destacan los
Tetramorfos de los cuatro evangelistas en los extremos y un Agnus Dei en el centro.
El Bote de Zamora (964), en la segunda imagen, es también una obra cumbre de la
eboraria, pero del arte suntuario islámico de al-Andalus. Fabricado en los talleres de la
ciudad de Córdoba durante la época del Califato Omeya, aprovecha la forma cilíndrica
del colmillo de marfil para tallar el bote, con tapa en forma de cúpula con bisagra y broche
de plata. Elaborado con una delicada talla que origina efectos de claro oscuro con los
motivos que lo adornan: ataurique de hojas y palmetas, pavones, gacelas y otras aves, que
recrean el ambiente propio de un jardín palatino. Incluye en la base de la tapa una
inscripción cúfica que indica la fecha de ejecución, quién la ordenó y para quién se
destinó.
El crucifijo está claramente inspirado en la eboraria andalusí representada por el Bote de
Zamora. Así, el crucifijo también incluye en su base una inscripción (pero en latín) que
señala a los comitentes y receptores de la pieza. Y la decoración del crucifijo, si bien de
temática diferente (la del Bote, para recrear el ambiente propio de un jardín palatino, y la
del Crucifijo, con claros mensajes católicos que hacen referencia al pecado original, el
castigo divino y la salvación de Cristo), refleja en su técnica y composición la del Bote
de Zamora; la profusión de ornamentación, absoluta del espacio a modo de horror vacui,
y la incorporación de animales y vegetación.

BIBLIOGRAFÍA.
MONTEIRA, I. et al (2022) Arte cristiano y arte islámico en época medieval (siglos III a
XII). Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces. Pp: 213-214 y 437.
MAN (2022). Ficha catalográfica del Museo Arqueológico Nacional.
http://www.man.es/man/coleccion/catalogo-cronologico/edad-media/crucifijo.html
(accedido 29 de diciembre de 2022)
MAN (2022). Ficha catalográfica del Museo Arqueológico Nacional.
http://www.man.es/man/coleccion/catalogo-cronologico/edad-media/bote-zamora.html
(accedido 29 de diciembre de 2022)
Guía de arte románico aragonés. http://www.romanicoaragones.com/man/01-
MuseoArqueologicoNacional05.htm (accedido 29 de diciembre de 2022)

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