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En “El niño que fue”. Tiempo de ida y regreso. Santiago: Editorial Universitaria,
1975.
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flores frescas era sagrado. El niño entraba en puntillas y con cierto temor pues allí
habían velado a su abuelo. En estas memorias evoca también el ambiente del colegio
San Juan Bautista de La Salle, situado en esa época en la calle Rosas, entre Bandera
y Morandé. En su mente ve al hermano Emilio, al hermano Germán, al hermano Cle-
mente… En esos años tiene una profunda impresión cuando muere un compañero del
colegio que días antes había estado sentado en el banco contiguo. ¿Es posible que todo
siga con toda normalidad a su alrededor? El niño Hernán tiene ahora un cuaderno en
el que copia versos, frases y palabras desconocidas. Sin duda ese cuaderno lo marcó
pues fue el inicio de su vocación literaria. Allí anotaba citas de los libros predilectos
que leía principalmente de autores franceses: Paul Verlaine, Gustave Flaubert, Charles
Baudelaire...
A los 18 años publica con sus propios ahorros su primer libro de poemas titu-
lado Senderos. Un crítico le dijo que ese libro le vaticinaba un futuro como escritor
aunque con los años el escritor lo desestimó por encontrar que no tenía calidad. Un
año después comienza a trabajar en la revista Zig Zag donde llega a ser secretario de
redacción y jefe del departamento editorial.
En 1928 funda la revista Letras, junto a los escritores Salvador Reyes, Luis
Enrique Délano, Manuel Eduardo Hübner y otros escritores de la corriente imaginista,
opuesta al movimiento criollista que valoraba el ambiente campesino de la zona central.
Los imaginistas leían otra clase de libros más vanguardistas de autores norteamericanos
y europeos. Eran jóvenes intelectuales que veían el libro como vehículo de formación
cultural y no de mero entretenimiento o pasatiempo. Comentaban libros en la prensa
pues tenían como ideal ampliar la mente de los lectores a través de lecturas modernas
para sacarlos de las lecturas anquilosadas que se ambientaban en los latifundios chi-
lenos. Había que leer a Marcel Proust, a William Faulkner, a Thomas Mann.
Del Solar comenzó a trabajar como asesor literario de las editoriales Nascimento
y Zig Zag recomendando libros de la literatura universal para editar. A la vez trabajó
en las revistas Atenea, Excelsior, Pro Arte, La Semana, Margarita, Hoy y La Quincena
donde tradujo y dio a conocer a los autores más destacados del siglo XX. También
escribió columnas literarias en los diarios El Debate y Olimpia de Buenos Aires.
Como antologador sabía muy bien qué relatos escoger en el momento de seleccionar
cuentos con un criterio literario.
A los 35 años se casó con Elena Petit Marfán en 1936, escritora, artista y lectora
de Marcel Proust, aficionada al teatro, traductora del francés y hermana de Magdalena
Petit, la autora de La Quintrala y de la pintora Henriette Petit. Dos años más tarde
nació el único hijo del matrimonio: Emilio Del Solar, al que educaron en un ambiente
literario, culto y musical.
La casa misma donde vivían en la calle María Luisa Santander en Providencia
tenía estanterías con libros en todas las habitaciones. El escritor los ordenaba y cla-
sificaba. Era un hombre austero y económico con los gastos pero siempre que podía
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llegaba a la casa con un libro nuevo que había descubierto en una librería o que algún
escritor le había obsequiado con una dedicatoria con la secreta esperanza de que se lo
comentara en el diario. Su mayor placer era abrirlo, sentir su olor a nuevo, a tinta de
imprenta, abrir la primera página, poner su nombre con su lapicera para identificarlo
como suyo, encender un cigarrillo y disfrutar de la lectura en un confortable sillón de
su escritorio bajo la luz de una lámpara. Ahí podía pasar horas abstraído del tiempo.
Consumía su vida entre libros y prefería estar en su escritorio leyendo o escribiendo
antes que salir a la calle. El encuentro con la realidad no le gustaba, más bien lo abru-
maba. Prefería evadirse del mundo con la lectura o entre sus propios papeles sintiendo
el rumor de las teclas de su máquina de escribir y escuchando el sonido tenue de las
páginas de un libro al pasarlas. Así era un hombre feliz.
Nadie pensaría que ese hombre pacífico y solitario sabía boxear pues había
tenido clases en el colegio. Se estimaba en ese entonces que un buen alumno debía
saber defenderse por eso la práctica del boxeo era constante. Jugaba también a la lo-
tería pues con el vigésimo en el bolsillo abrigaba la esperanza de que un día sería rico
y podría dedicarse por entero a escribir sus propios libros.2 Su deseo era escribirlos
en una casita de playa que tenía en Isla Negra por eso entre sus amistades literarias
estaban los escritores Pablo Neruda y Salvador Reyes con quienes iba al litoral a pasar
los fines de semana. Una vez frente al mar hablaban de libros y de arte.
En el primer piso de la casa, su hijo Emilio recibe lecciones de piano del maestro
Rudy Lehman Simon, pianista alemán que llegó a Chile en 1939 perseguido por los
nazis debido a su ascendencia judía. Rudy Lehman había sido discípulo de Claudio
Arrau en Berlín quien le sugirió radicarse en Chile donde el eximio pianista era con-
siderado un profesor altamente calificado y competente. Se pensaba en ese tiempo que
la buena educación de un joven debía incluir cultura general, literatura e interpretar un
instrumento musical. Por lo general los jóvenes se inclinaban por el piano de modo que
el sonido de aquella casa era el que provenía de la máquina de escribir de Hernán del
Solar en el segundo piso de la casa, con las teclas y la campanilla del carro al llegar
al final del renglón, y del piano de su hijo Emilio en la planta baja. Por lo general
el joven interpretaba los duetos de Johann Sebastian Bach, el Concierto italiano del
mismo compositor y piezas del compositor chileno Alfonso Leng, amigo de su padre.
Mientras escribía, Hernán del Solar fumaba mucho. Aunque el médico de cabe-
cera se lo tenía prohibido, se concentraba más con la habitación llena de humo y con
el ritmo que le conferían las teclas de su máquina de escribir. En aquel recinto recibía
a sus amigos escritores con quienes pasaba horas conversando de libros.
2
Felipe del Solar y Diego Damm en Hernán del Solar. El hombre y su obra. Santiago:
RIL Editores, 2012.
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Su mayor preocupación era solventar los gastos pues tenía siempre la sensación
de que no ganaba lo suficiente para mantener a su familia de modo que trabajaba en
exceso traduciendo libros de diversos autores extranjeros y escribiendo críticas literarias
para la prensa. Aun así, vivía de manera muy justa pues los trabajos literarios no eran
bien pagados. Quería jubilar con una buena renta para poder escribir todo lo que no
podía por dedicarse a trabajos para la subsistencia diaria. Le hubiera gustado escribir
un ensayo sobre la literatura de Vladimir Nabokov pues su cultura literaria era inmensa
pero no le quedaba tiempo. Interesado en dar a conocer su bagaje literario, tradujo
y divulgó en artículos a autores desconocidos en Chile entre ellos a Stefan Zweig,
Aldous Huxley, Andre Maurois, Pierre Mac-Orlan, Zilahy Lajos, Blaise Cendrars y
tantos otros a través de sus columnas en El Mercurio y La Nación.
Como crítico literario certero y culto, fue uno de los más significativos críticos
literarios chilenos durante el siglo XX junto con Emilio Vaisse (Omer Emeth), Raúl
Silva Castro, Hernán Díaz Arrieta (Alone) y Ricardo Latcham, aunque su crítica fue
catalogada de subjetiva y mesurada. Ecuánime y moderado en sus opiniones, fue
apreciado por el medio pero por otro lado, lo tildaban de que “trataba bien a todo el
mundo” sin ejercer una crítica realmente justa y objetiva.
UN HOMBRE DE SU TIEMPO
Hernán del Solar fue un hombre reconcentrado y silencioso. Vivía para sus libros
que ordenaba en sus estanterías por sus lomos, por autores y temas. Vivía para leerlos
y escribirlos. Estuvo siempre interesado en la cultura literaria. Era su razón de vida.
Frecuentaba las librerías del centro de Santiago para descubrir las novedades porque
era un lector profesional. Le gustaba estar al día en todo lo que se estaba escribiendo
en ese momento en Chile, Latinoamérica y el mundo. Rehuía del color local y por
eso promovía siempre la literatura universal a través de sus críticas literarias en la
prensa. Publicó artículos en la Revista Pro Arte, y en los diarios El Debate, La Nación
y El Mercurio. También colaboró en la prensa regional escribiendo columnas en los
diarios de San Fernando, Valparaíso, Chillán, Talca, Concepción y Curicó. También
asesoró las editoriales que escuchaban sus comentarios certeros y seguían sus consejos.
Gracias a su influencia se publicaron en Chile las obras extranjeras que recomendaba.
Su facilidad para los idiomas era extraordinaria. Tradujo más de 80 libros ya
que poseía conocimientos del francés, inglés, alemán, italiano, catalán y portugués.
Gracias al manejo de los idiomas, las editoriales Zig Zag y Ercilla publicaron autores
extranjeros. De esta manera, los lectores chilenos empezaron a conocer a autores como
el griego Nikos Kazantzakis, el checo Igor von Percha, el húngaro Lajos Zilahy, el
austriaco Stefan Zweig, el francés André Maurois, la autora estadounidense Pearl
Buck que escribía novelas ambientadas en China, y tantos otros autores de la literatura
universal que reflejan su conocimiento del mundo sentado en el sillón de su escritorio.
LA INFLUENCIA DE HERNÁN DEL SOLAR EN LA LITERATURA CHILENA 163
Entre los numerosos libros que tradujo figuran Defensa del porvenir, de Louis
Armand, Los ángeles negros, de François Mauriac, La trágica existencia de Victor
Hugo, de Alphons y León Daudet, y tantos otros que hoy no se encuentran en nuestras
librerías, solo en bibliotecas y colecciones particulares. Esos eran los libros que se
leían en su tiempo.
Entre los autores chilenos, promovió a los escritores que se despegaban del
criollismo y estaban escribiendo novelas y cuentos en escenarios urbanos y cosmo-
politas. Así escribió artículos críticos sobre Manuel Rojas, José Donoso, Salvador
Reyes, Fernando Alegría y María Luisa Bombal, entre muchos otros. Le interesaron
nuestros poetas: Jorge Teillier, Enrique Lihn, Andrés Sabella y, especialmente, Fer-
nando González Urízar, con quien lo unió una gran amistad.
Era un hombre de letras que vivía exclusivamente para la literatura, escribiendo
libros, traduciéndolos y difundiéndolos con la misión de fomentar una sociedad lectora y
culta. Consideraba que los mismos escritores tenían que leer pues muchos se preciaban
de no frecuentar los libros para no imitar el estilo de otros autores. Pensaba que para
ser un buen escritor había que ser un buen lector. No hay escritura sin lectura, decía.
Su época fue de bohemia entre escritores y artistas que departían en cantinas,
bares, cines y cafés conversando de libros, editoriales, revistas literarias y autores.
Se reunían a hablar de libros Ángel Cruchaga Santa María, Federico Gana, Vicente
Huidobro, Juan Guzmán Cruchaga y tantos otros con quienes compartía sus gustos
literarios. Siempre con su voz pausada y grave, daba su opinión y mostraba los li-
bros que siempre llevaba consigo, comentándolos al pasar. Quienes lo conocieron lo
recuerdan como un hombre sencillo, recio de aspecto y sobrio en su manera de ser.
Solitario y ensimismado, de vestimenta formal, hablaba poco pero sabía dar un consejo
oportuno al escritor que se le acercaba.
El escritor Alfonso Calderón decía que parecía actor de una película policial
francesa. Le daba la sensación de que siempre tenía tiempo para dejarlo discurrir tardes
enteras hablando de un mundo que solo vivía en las páginas de los libros.
por una sensación de bienestar que está llegando a su fin. Su estilo recuerda la técnica
cinematográfica y la estética expresionista de su tiempo a través de un personaje joven,
despreocupado, inconsciente y algo alocado como lo era el mismo Francesc Trabal
antes de la Guerra Civil española.
Luego de exiliarse en Francia junto a otros escritores catalanes, Francesc Trabal
se embarca en 1939 con su madre, su hermano, su esposa y su cuñada en el vapor
Florida perteneciente al Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles rumbo a
Casablanca y Dakar luego de que en París el cónsul para la inmigración española Pa-
blo Neruda resolviera las visas correspondientes de los viajeros. Junto a ellos viajan
también otros exiliados españoles rumbo a Argentina. Desde Buenos Aires viajan
en tren hasta Mendoza y desde allí a Santiago de Chile en la misma época en que
el Winnipeg arriba a Valparaíso con más de 2.000 refugiados españoles. Son miles
los republicanos que llegan a Santiago y que se insertan en la sociedad en distintos
ámbitos, principalmente en el periodismo, la plástica, las artes gráficas y el teatro.
Muchos de estos refugiados españoles se reúnen en el Café Miraflores a recordar el
país que dejaron. Franco está ahora en el poder y no se sabe por cuánto tiempo más.
Unos quieren regresar apenas puedan y otros deciden echar raíces en Chile donde
comienzan a labrarse un porvenir. La mayoría de ellos son catalanes que tienen una
formación cultural en los medios editoriales y literarios de Barcelona por eso muchos
de ellos fundan revistas y editoriales que publican poesía en catalán para no perder el
ritmo literario que tenían en Cataluña.
Entre estos escritores está precisamente Francesc Trabal (Sabadell, Barcelona,
5 de mayo de 1899-Santiago de Chile, 1957), quien luego de vivir en el barrio Brasil
con su familia, se traslada a la calle Condell en la comuna de Providencia muy cerca de
la casa de Hernán del Solar. Con frecuencia los autores se reúnen a conversar de arte,
literatura y política en la casa de Hernán del Solar. En aquellas conversaciones surge
la idea de fundar una editorial de libros infantiles pues Francesc Trabal consideraba
que no había en Chile libros infantiles de calidad estética tal como él los conocía en
Barcelona cuando niño. El autor añora esos libros bellos ilustrados por Lola Anglada,
Apel’les Mestres, Salvador Bartolozzi, José Zamora y Joan Junceda. Rememora con
nostalgia las elegantes ediciones infantiles de Cénit, Molino, Araluce y Saturnino
Calleja. Eran libros muy distintos a los que veía en Chile donde la industria editorial
era incipiente y se publicaban libros infantiles poco atractivos. Consideraba que había
que formar a los niños en buenas lecturas de calidad y con bellas ilustraciones pues
los libros infantiles que existían tendían a ser libros escolares.
El proyecto entusiasma a Hernán del Solar que ve en la idea una posibilidad
económica ya que iban a explorar un campo no desarrollado en Chile como lo era la
publicación artística de libros infantiles. De esta manera deciden crear juntos la edi-
torial Rapa Nui en 1946 con la finalidad de que los niños chilenos tuviesen lecturas
amenas y de calidad literaria tal como Trabal las tuvo en Cataluña y tal como Hernán
LA INFLUENCIA DE HERNÁN DEL SOLAR EN LA LITERATURA CHILENA 165
del Solar las tuvo siendo joven leyendo libros en la Biblioteca Nacional a donde acudía
por el simple placer de leer novelas de autores extranjeros. La idea de este singular
binomio de escritores era formar una generación de jóvenes lectores e iniciarlos en la
gran literatura universal.
Una vez organizados, fundan “Rapa-Nui: la editorial amiga de los niños” cuya
misión era “crear una tradición en ediciones infantiles” con “escritores del país, de
dibujantes del país, de papel nacional y de imprentas chilenas”. La fecha de funda-
ción es el 6 de agosto de 1946 en Santiago, según consta en el acta de fundación, e
inauguran la sede en la calle Los Serenos 476, actual calle Doctor Sótero del Río en
el centro de Santiago, muy cerca de la Plaza de Armas. Posteriormente se trasladan a
Providencia 705, según consta en el membrete de una carta dirigida a Joaquín Edwards
Bello el 9 de agosto de 1950 invitándolo a participar en la serie como autor aunque
no envió ningún cuento.
Francesc Trabal ofició de gerente editorial pues tenía experiencia ya que en
Barcelona había fundado la editorial La Mirada. Hernán del Solar en tanto escribía la
mayoría de los libros pues ante la ausencia de escritores chilenos de literatura infantil,
debía él mismo escribir los libros con pseudónimos sugerentes como Peter Kim, Gastón
Colina, Oliverio Baker, Abelardo Troy, Bat Palmer, Ricardo Chevalier, Clovis Kerr,
Juan Camerón, Walter Grandson y Aldo Blu, entre otros. Así daba la impresión de
que autores internacionales escribían para Rapa Nui.
De los 62 libros publicados en Rapa Nui, Del Solar escribió 49, durante cinco
años, entre 1946 y 1951, unos con su propio nombre y otros con pseudónimo. Estos
libros se destacaron por su calidad literaria y por su atractivo diseño. La primera serie
de los Cuentos maravillosos de Rapa Nui titulada Serie Roja consta de 31 títulos pu-
blicados entre 1946 y 1948. La segunda serie titulada Serie Azul consta de 25 títulos
publicados en 1950. La tercera colección titulada Autores Unidos consta de solo dos
títulos publicados en 1951. Luego publicaron otros pocos títulos más que no fueron de
literatura infantil y además no tuvieron la calidad editorial de las dos primeras series
pues son libros de factura muy corriente y descuidada.
Hernán del Solar escribía sus libros a toda velocidad en su máquina de escribir.
Llenos de fantasía y dotados de una gran carga alegórica y poética, sus libros publica-
dos en Rapa Nui transmiten un deseo de evasión y un trasfondo de tierna humanidad.
Inspirados en la novela clásica policial inglesa, tienen la influencia de las obras de G.K.
Chesterton, con toques de sorpresa y humor. Reflejan dominio de la técnica novelesca,
dan cuenta de un profundo conocimiento de la psicología de los niños y se dirigen a
su inteligencia e imaginación. Los libros de la colección incorporan al mundo infantil
toda la agilidad y el ritmo vivo de la literatura moderna manteniendo el interés del
lector en todo momento. Por eso sus libros gustan también a los niños de hoy y se
realizan permanentes reediciones de sus títulos más representativos.
166 MANUEL PEÑA MUÑOZ
Hernán del Solar ya se había sentido atraído por la literatura infantil. Cinco
años antes de fundar la editorial Rapa Nui ya había escrito el cuento infantil Kimbo, el
mentiroso en 1941, la historia de un mono aventurero en la colección Alba de Oro de
la editorial Zig Zag, con ilustraciones de Mario Silva Ossa, Coré. Familiarizado con
el estilo simple y directo del lenguaje apropiado para dirigirse a los niños, Hernán del
Solar empezó a escribir con facilidad los libros de la serie de Cuentos Maravillosos
de Rapa Nui. Nunca pensó que iba a ser conocido por esos libros que brotaban solos
al calor de su imaginación, a veces en un día escribía un libro completo.
El primer libro de la serie de Rapa Nui fue Rip, el bucanero en 1946. Luego
vienen El misterio del circo Neptuno, El castillo de la medianoche, El cazador de
sombras, El cofre del gitano, Cuando el viento desapareció, El hombre del sombrero
de copa, Memorias de una sirena, La niña de piedra y tantos otros. Cada uno de los
libros lleva el logotipo de la editorial que representa un moái de la Isla de Pascua, de
perfil, queriendo significar que los libros son una invitación a realizar un viaje mara-
villoso a confines remotos. También imaginamos que la Isla de Pascua es un símbolo
de exotismo, lejanía y soledad.
Esta idea del libro como viaje a lugares lejanos aparece expresada también en las
ilustraciones de las guardas de algunos títulos. En ellas vemos un sultán desplazándose
por los aires en una alfombra mágica; un carruaje del siglo XVII que va por los campos
llevando a un personaje misterioso; un tren que surca el paisaje con su locomotora de
chimenea humeante; un trineo que conduce a una doncella por la estepa rusa cubierta
de nieve; un caballo que lleva a un caballero andante; un barco que surca los mares y
un caballo veloz que lleva a un bandolero por una pradera.
Al abrir cada libro, encontramos la guarda que representa dos moais de Rapa Nui
enfrentados. Al centro, un bergantín de velas desplegadas. Bajo el fondo marino se ve
un pulpo, una medusa, una estrella de mar, un pez y un cangrejo. Sobre el horizonte,
gaviotas, un pez volador y nubes blancas. Cielo, tierra, mar y espuma. Pareciera que
cada libro fuera una invitación a vivir una gran aventura.
El autor escribe un mensaje a los niños lectores, impreso en las páginas de
cada libro:
cuento”. Y lo que este autor les dice a los niños es siempre ameno y será durante
largo tiempo recordado.3
También hay un mensaje al final de cada libro: “Cuando usted lea este libro,
dígale a sus amigos que lo pidan en una buena librería. Nosotros hemos publicado
ya muchos otros libros como éste y cada mes publicamos dos nuevos títulos. Tenga
siempre en la memoria lo siguiente: Rapa Nui es la Editorial amiga de los niños. Tra-
baja para ellos y cada día procura mejorar, de acuerdo con el gusto de sus lectores”
(El misterio del circo Neptuno).
Del Solar sabía que el niño necesitaba de buenas lecturas. Por eso convocó a los
escritores nacionales en una época en que no estaba bien visto que escribieran libros
infantiles. Muchos se rehusaron. Sin embargo otros aceptaron la invitación, entre
ellos el escritor Mariano Latorre (1886-1955) que había ganado el Premio Nacional
de Literatura en 1944 y que escribió El choroy de oro; la dramaturga Isidora Aguirre
(1921-2011) que escribió la leyenda hawaiana Wai-Kee; la escritora chileno francesa
Maité Allamand que escribió Alamito, el largo; la poetisa Chela Reyes (María Zulema
Reyes Valledor, 1904-1988) que escribió Historia de una negrita blanca y la novela
Tía Eulalia; el escritor y periodista Luis Durand (1895-1954) que publicó su único
libro destinado a la infancia en Rapa Nui titulado Guau Guau y sus amigos; la escritora
Victoria Barrios que publicó el libro de poemas Canciones para mi niño; y el narrador
Lautaro Yankas (Manuel Soto Morales, 1902-1990) que escribió El último toqui.
Un caso especial de la editorial Rapa Nui lo constituye el del autor Stephen
Clissold (1913-1982) pues aparentemente parece pseudónimo como los que utilizaba
Hernán del Solar para firmar sus libros pero en realidad era un diplomático y escritor
inglés que había servido en los Balcanes y que vivía en Santiago. Hernán del Solar
y Francesc Trabal lo conocieron en el British Council donde trabajaba y decidieron
darlo a conocer en Rapa Nui a través de dos libros: El alicanto y El hijo de Maltin-
campo, adaptación de la crónica El cautiverio feliz y la razón de las guerras dilatadas
del Reino de Chile (1673) de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, considerada la
primera novela chilena. Hernán del Solar divulgó estos títulos en Rapa Nui gracias a
su interés en traducir a escritores desconocidos en Chile.
Por su parte, Francesc Trabal como director artístico de la colección, se preo-
cupó al máximo de la edición de los libros en una época en que en Chile no se pres-
taba especial dedicación al libro infantil bien hecho. Así, los lomos de la serie tenían
pequeños detalles relacionados con el texto como un sombrero de copa, un castillo,
un pingüino, un pez o una sirena. Las páginas interiores incluían dibujos en blanco
3
Hernán del Solar firma como Oliverio Baker en El misterio del circo Neptuno. San-
tiago: Editorial Rapa Nui, 1946.
168 MANUEL PEÑA MUÑOZ
Siempre pareció fácil a algunos escribir para los niños. En todas partes encon-
tramos a escritores de ambos sexos, mujeres principalmente, que creen haber
cumplido una misión misericordiosa amontonando novelas cortas y cuentos en
que las hadas y la ñoñería se asocian para pervertir el gusto de los pequeños
lectores. Escribir para los muchachos, es, para estos precipitados autores de
sandeces, una tarea que se realiza con absoluta naturalidad. Y tienen razón pues
nada les es más natural que prescindir de la fantasía, de la sensibilidad, del co-
nocimiento del corazón humano, de la gracia. Suplen estas ausencias con una
ternura de almanaque, que se vacía en los diminutivos y buscan una moraleja
de cascabel para cordero extraviado (Felipe Del Solar, 2012).
LA INFLUENCIA DE HERNÁN DEL SOLAR EN LA LITERATURA CHILENA 169
LOS ILUSTRADORES
Uno de los grandes aportes de las dos primeras series de editorial Rapa-Nui
fueron sus ilustradores. Provenientes de diversos ámbitos supieron dar a cada título una
dosis de modernidad poco habitual en los libros para niños de la época. A las firmas
de Mario Silva Ossa (Coré) y Elena Poirier, nombres emblemáticos de la revista El
Peneca y las ediciones de Zig Zag, se sumaron los hermanos Aníbal y Lautaro Alvial,
grabadores y experimentados ilustradores de la revista El Cabrito, y el historietista
Jorge Christie, autor de la primera tira cómica diaria chilena.
La editorial acogió también a jóvenes ilustradores como Yola Huneeus, hermana
de Marcela Paz (Ester Huneeus), y a una serie de artistas que se vieron obligados a
emigrar desde Europa por causa de las guerras como los catalanes Darío Carmona y
Roser Bru (a causa de la Guerra Civil Española), los dibujantes italianos Paolo, Vitto-
rio y Claudio Di Girolamo; Nino, seudónimo de Giovanni Corradini; y Hedi Krasa,
bailarina austriaca, escenógrafa y diseñadora de vestuario del Teatro Municipal de
Santiago (a causa de la Segunda Guerra Mundial). Todos estos artistas enriquecieron
la escena nacional con una novedosa visión gráfica y plástica.
Con el impulso del inicio de la editorial, empiezan a aparecer un libro tras otro.
La Porota (1946) firmado por Hernán del Solar es uno de los primeros volúmenes y
el que más ha permanecido en el tiempo pues continúa reeditándose en Zig Zag junto
con otros de la colección. El autor lo firmó con su propio nombre lo que refleja su
deseo de mostrarse sin necesidad de usar un pseudónimo, quizás porque lo valoraba
más que los otros. La novela nos cuenta la historia de Porota, una niña que pierde su
muñeca Mimí. En su búsqueda va encontrando pistas que la ayudan a comprenderla
en un viaje fantástico al mundo de los juguetes en el que mezcla la realidad con la
imaginación. A través de la trama, el autor se vale del recurso del sueño para abrir la
mente del niño a nuevas posibilidades de la fantasía. Y es en el sueño donde introduce
reflexiones de la angustiosa realidad de su época que preocupaban a sus mayores. Así,
en sus páginas leemos las inquietudes de la niña en torno a la bomba atómica que
acaba de ser lanzada en Hiroshima en 1945. El libro infantil recoge problemáticas de
su época como “estratósfera, bomba atómica, economía dirigida, estrategia militar,
política, penicilina y trimotor” (Del Solar, La Porota. Santiago: Editorial Rapa Nui,
1946). Estas son las palabras que la muñeca Mimí ha escuchado oyendo hablar al padre
de la Porota y a sus amigos cada vez que entra a la biblioteca. La muñeca es testigo de
lo que acontece en el mundo sirviendo de nexo entre la realidad y la imaginación de la
niña. Por eso la muñeca invita a entrar a ese mundo a la niña Porota a través del sueño
que se convierte en realidad ante su asombro. Así dirá el narrador: “En este cuarto fue
170 MANUEL PEÑA MUÑOZ
Vivo en una casa vieja, de tres patios. Su puerta es ancha, de madera obscura,
gruesa. Inmediatamente después está el zaguán empedrado (...) El primer patio
es silencioso. Las puertas de sus cuartos están casi siempre cerradas. Son los
dormitorios de tres tías viejas –Dolores, Rosario y Elvira– que viven apartadas
del mundo, frente a las imágenes de numerosos santos que, desde los muros,
las contemplan tejer, dormitar y quejarse, de cómo va cambiando la vida cada
año, cada vez, cada día, cada hora (El hombre del sombrero de copa, 1946).
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4
Hernán del Solar firma como Walter Grandson en El peñón de los monos. Santiago:
Editorial Rapa Nui, 1946.
172 MANUEL PEÑA MUÑOZ
Pero creemos que ese esfuerzo sería incompleto sino intentásemos llevarlo hasta
sus últimas consecuencias. Chile cuenta para su población infantil con un vasto
sistema de enseñanza y con el entusiasmo de los gobiernos que cada día más
extienden una poderosa red de establecimientos educacionales a lo largo del
país. Era preciso ayudar esa acción no dejando de lado armas poderosas como
la publicación de revistas y libros para los niños. Tenemos revistas de verda-
dera eficacia y ahora libros. Hay otros aspectos dignos de la misma atención
y queremos destacar especialmente dos: la radio y el diario (sin considerar la
urgencia de otros como el cine, el teatro, etc.) (Trabal, 1946).
RECEPCIÓN CRÍTICA
Los libros fueron muy recibidos por los niños y los adultos que se sorprendían
con la novedad de unos libros muy bien presentados y con textos muy originales.
Desde el punto de vista literario eran sobresalientes. Sobre la narrativa de Hernán del
Solar, el crítico Hernán Díaz Arrieta (Alone) escribió:
No es fácil que la atención del lector se despegue de estas páginas, siempre que
las aborde como están escritas, con sencillez de espíritu y un poco de buen humor.
Un verdadero torrente de sucesos cruza cada volumen; apenas hay tiempo de
ver; inútilmente buscaríamos esas largas descripciones de paisajes o casas en
que la narración se detiene y cuyo fin se anhela; aquí la buena amiga curiosidad
manda como señora y sólo le disputa el terreno la sorpresa, el encantamiento
de lo maravilloso manejado sin varilla mágica, sin hadas, duendes ni fantasmas
gastados por el uso. Hernán del Solar, mago de hoy, sabe que todo vive y no
elige, no escoge; va, mira y crea, convierte en personajes apasionantes hasta
los microbios (Del Solar y Damm, 2012).
del Premio Rapa Nui 1947. Es Cocorí firmada por el autor costarricense de 30 años
radicado en Chile, Joaquín Gutiérrez Mangel (1918-2000).
El autor había salido de Costa Rica teniendo apenas 20 años con el deseo de
recorrer el mundo como ajedrecista profesional. Viaja a Estados Unidos para apren-
der inglés. Luego viaja a Chile por un corto tiempo y luego a Argentina. Estando en
Buenos Aires recibe una carta de una tía materna que vive en los Alpes para que se
vaya a vivir con ella trabajando en una fábrica de peinetas. La idea le parece atractiva
pues desea conocer Europa. Está a punto de viajar cuando estalla la Segunda Guerra
Mundial. ¿Qué hacer entonces? No quiere devolverse a Costa Rica, entonces decide
regresar a Chile que le había gustado por el ambiente popular que había en el país
bajo el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, un presidente que se esforzó para superar
la pobreza a través de la educación. Justamente su lema fue “Gobernar es educar”.
Aguirre Cerda tuvo además una gran amistad con Gabriela Mistral, a quien
apoyó siempre, pues compartía el ideal de la educación del niño chileno a través de
una enseñanza gratuita y laica. Al llegar a vivir a Chile, Joaquín Gutiérrez simpatiza
con el Partido Comunista y tiene gran amistad con el poeta Pablo Neruda. En Santiago
conoce a Elena Nascimento, hija de Carlos George-Nascimento, dueño de la prestigiosa
librería y editorial chilena, con quien se casa. Entonces encuentra el aviso del diario
anunciando el concurso de novela. Entusiasmado la escribe apremiado en diez días
con la esperanza de ganarse el premio que finalmente obtiene.
El libro presenta por primera vez en Chile un personaje afro-descendiente
lo que era sorprendente en la época al tratarse de un libro infantil de 1947 en una
sociedad conservadora como lo era la chilena. La primera edición tiene bellas ilustra-
ciones de Coré, Mario Silva Ossa, uno de los más destacados ilustradores chilenos.
La portada muestra al niño negro y descalzo sosteniendo una rosa en la mano, con
un mono subido al sombrero y una guirnalda de tortugas sobre fondo azul. Luego de
esta primera edición, la obra fue traducida al inglés, francés, alemán, portugués, ruso,
ucraniano, holandés, eslovaco, lituano, búlgaro y al sistema Braille con el patrocinio
de la Unesco. Asimismo fue adaptada al teatro y llevada al escenario en Alemania, la
antigua Checoeslovaquia, México, Ecuador, Perú, Venezuela, Colombia, Argentina,
Chile y Costa Rica. La obra fue seleccionada entre las diez obras infantiles más signifi-
cativas de la literatura infantil latinoamericana en un canon elaborado por especialistas
iberoamericanos en el Primer Congreso Iberoamericano de la Lengua y la Literatura
Infantil que se desarrolló en Santiago de Chile en febrero del 2010, lo que prueba la
dimensión artística de una obra surgida inicialmente al alero de la editorial Rapa Nui.
El Premio de Honor 1947 del concurso Rapa Nui recayó en Papelucho de
Marcela Paz, pseudónimo de Ester Huneeus, un clásico de la literatura infantil chilena
traducido a muchas lenguas. A través de un diario de vida, un niño de clase media va
narrando su vida cotidiana con sensibilidad y humor. Originalmente fue manuscrito
por la autora en sus ratos libres en una agenda de la Nestlé que le obsequió su esposo
LA INFLUENCIA DE HERNÁN DEL SOLAR EN LA LITERATURA CHILENA 175
muy agudos de imaginación. Por otro lado, los niños se sintieron identificados con
un libro que no tenía moraleja alguna ni pretendía enseñar. Era pura literatura. Era
un libro que no tenía nada que ver con la escuela y que podían leer a solas por puro
placer. Daba la sensación de que era un diario de vida real y pasó a ser un clásico de
la literatura infantil chilena hasta el día de hoy.
La “mención honrosa” del concurso Rapa Nui 1947 recayó en Isidora Aguirre,
autora de Wai-Kii, recreación de una leyenda hawaiana. En el libro Conversaciones
con Isidora Aguirre, de Andrea Jeftanovic, la escritora recuerda:
En la década de los 40, mucho antes de empezar a escribir obras de teatro, escribí
una novela para niños. La mandé a un concurso en una editorial de nombre Rapa
Nui. Me basé en un libro antiguo sobre Hawai, en el que se habla de su gente
y su mitología. En la novela invento la leyenda de un río que tiene que ver con
sus mitos. El personaje Wai-Kii, hijo de la diosa del mar y de un navegante,
luego de muchas aventuras, termina convertido en lava por la enemiga de su
madre, la diosa de fuego, que mora en los volcanes. Pero de su frente mana un
hilo de agua, el que se convierte en un río que fertiliza la isla, y tanto el joven
como el río, por sus atributos, simbolizan al poeta y a la creación (…) Hernán
del Solar, jurado del concurso, me anunció: ‘Su novela para niños sugiere que a
usted le da para muchísimo más.’ No imaginé que ese ‘muchísimo más’ serían
las treinta y tantas obras de teatro y las cinco novelas que esperaban ser escritas
en el futuro (Jeftanovic, 2009).
ÚLTIMOS AÑOS
Los libros de Rapa Nui tuvieron éxito por su novedad de sus temáticas y lo
atractivo del diseño, pero sus directores eran artistas que no tenían visión comercial
por lo que el proyecto fue debilitándose. Finalmente, en 1951 los socios deciden cerrar
la editorial. Hernán del Solar se queda con el remanente de los libros en la bodega
de su casa. Sabía escribirlos pero no venderlos. Francesc Trabal guarda en su depar-
tamento una caja con las ilustraciones originales que se utilizaron en la editorial. La
amistad perdura, pero tras el cierre de la editorial no vuelven a tocar más el tema de
los libros infantiles.
Cuenta Emilio del Solar, hijo del escritor: “Rapa Nui fue una idea loca que mila-
grosamente se realizó. Yo creo que era cosa de Trabal porque a mi papá no lo veo solo
decidiendo. Y quizás a Trabal solo tampoco. A lo mejor tenían que juntarse dos locos
para hacer una cosa que no les correspondía a ninguno de los dos” (Guillamon, 220).
El acta de fundación de la editorial Rapa Nui se encuentra hoy día en el Arxiu
Històric de Sabadell (Archivo Histórico de Sabadell), en Sabadell, lugar de nacimiento
de Francesc Trabal, a unos 20 minutos de Barcelona. Está firmada por el empresario
LA INFLUENCIA DE HERNÁN DEL SOLAR EN LA LITERATURA CHILENA 177
vinícola Pere Mir, Maria Trepat de Palau y Antonio Pi que fue socio del Laboratorio
Farmacéutico Benguerel fundado en Santiago por el escritor catalán Xavier Bengue-
rel i Llobet quien recibió apoyo del Ministro de Salubridad de esos años, Salvador
Allende, en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. También firman el ingeniero civil
y empresario agrícola Gregorio Amunátegui Jordán, Mario Olea Pizarro, subgerente
de la editorial Zigzag; el ingeniero Pedro Poplekovic, administrador de las obras del
puerto de Antofagasta; y Agustín Edwards Budge, propietario del diario El Mercurio
(Guillamon, 215-216).
Luego del cierre de la editorial Rapa Nui, Hernán del Solar ejerció la cátedra
de Redacción y Estilo en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile entre
1952 y 1954. Junto con ejercer la crítica literaria en la prensa, se preocupó también
de divulgar a los autores chilenos que habían obtenido el Premio Nacional de Litera-
tura a través de sucesivos libros: Augusto d’Halmar (1942), Joaquín Edwards Bello
(1943), Pablo Neruda (1945), Samuel Lillo (1947), Pedro Prado (1949), José Santos
González Vera (1950).
Entre tanto Francesc Trabal falleció de un derrame cerebral en Santiago en 1957
a la edad de 59 años. Nunca volvió a su añorada ciudad.
En 1968 Hernán del Solar obtuvo el Premio Nacional de Literatura “en atención
a su amplia y variada creación literaria, a una vida entera de trabajo fecundo y a una
obra de gran resonancia y jerarquía en el género de cuento infantil”. Más justamente
debió decir “narrativa infantil” pues si bien escribió cuentos infantiles, los libros de
Rapa Nui fueron en realidad novelas infantiles.
En 1969 fue invitado a integrar la Academia Chilena de la Lengua. En 1975
recibió el Premio Ricardo Latcham otorgado por el Pen Club de Chile. Falleció en
Santiago el 22 de enero de 1985 a los 84 años junto a su médico de cabecera y dos
enfermeras que lo cuidaban. Su esposa había muerto algunos años antes y su hijo Emi-
lio se encontraba en Polonia estudiando un doctorado para luego radicarse en París.
No volvió a ver más a su padre pues no podía regresar al país durante la dictadura.
En el cementerio lo despidieron Roque Esteban Scarpa en nombre de la Acade-
mia Chilena de la Lengua y Martín Cerda en nombre de la Sociedad de Escritores de
Chile. Su muerte pasó inadvertida en el ambiente literario y en los medios de prensa.
Había pasado su época y por otro lado, el país vivía en plena dictadura. Su gran amigo,
el poeta Fernando González Urízar le rindió un homenaje en verso en el libro Rumia
y llanto por Hernán del Solar Aspillaga, editado por la Editorial Universitaria ese
mismo año. En una de sus páginas leemos:
BIBLIOGRAFÍA
Aspedilla Gutiérrez, Wielka. Hernán del Solar y editorial Rapa Nui, la primera editorial
para niños y niñas en Chile: “Escribir para niños sin darle las espaldas a la litera-
tura”. Santiago: 2017. Investigación inédita auspiciada por el Consejo de la Cultura.
Del Solar, Hernán. La Porota. Santiago: Editorial Rapa Nui, 1946.
. Los anteojos del doctor Olid. Santiago: Editorial Rapa Nui, 1947.
. El rey de los atunes. Santiago: Editorial Rapa Nui, 1948.
. “Tiempo de ida y regreso”. El niño que fue. Santiago: Editorial Universitaria, 1975.
Del Solar, Felipe y Diego Damm. Hernán del Solar. El hombre y su obra. Santiago: RIL
Editores., 2012.
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infantil del escritor chileno Hernán del Solar (1901-1986). Tesina doctoral en la Rijks
Universitat Leiden, Amsterdam. Holanda. 1991.
García Parino, Jaime. Gran diccionario de autores de la literatura infantil latinoamericana.
Madrid: Fundación SM, 2009.
LA INFLUENCIA DE HERNÁN DEL SOLAR EN LA LITERATURA CHILENA 179
González Urízar, Fernando. Rumia y llanto por Hernán del Solar Aspillaga. Cuadernos
del Centenario de la Academia Chilena de la Lengua. Santiago: Editorial Universitaria,
1985.
Hidalgo, Héctor. Hernán del Solar y la Editorial Rapa Nui. Estudio de una importante
gestión en beneficio de la literatura infantil y juvenil de Chile. Profesor guía: Héctor
Hidalgo. Seminario de investigación para el tercer año de la carrera de Bibliotecología
y Documentación. Instituto Profesional de Santiago. 1991.
Jeftanovic, Andrea. Conversaciones con Isidora Aguirre. Santiago: Frontera Sur, 2009.
Llopis i Alarcón, Moisés. La recepción de las letras catalanas en la prensa chilena entre
1940 y 1947. Anales de Literatura Chilena. Año 18, diciembre 2017, número 28: 63-77.
Peña Muñoz, Manuel. Historia de la Literatura Infantil Chilena. Santiago: Editorial
Andrés Bello, 2009.
Peña Muñoz, Manuel. Historia de la Literatura Infantil Latinoamérica. Madrid: Fundación
S.M., 2009.
Rodríguez, Antonio Orlando. Literatura Infantil de América Latina. San José de Costa
Rica, Colección Biblioteca del Promotor de Lectura. Volumen IV, 1993.
Trabal, Francesc. Una radio para los niños. La Nación. 6, octubre, 1946.
Uribe Arce, Armando y Patricio Tapia Pezo. La noche de enfrente. Cuentos de Hernán del
Solar fechados en 1952: Pata de Palo, Rododendro, Bombo, Genealogía, La guitarra
negra, Coleóptero, Naturaleza muerta, La noche de enfrente, El minotauro, Orfeo y
Bicéfalo. Editorial Universitaria, 1999. Edición al cuidado de Armando Uribe Arce y
Patricio Tapia Pezo, a quienes pertenecen el prólogo, un extenso estudio sobre el crítico
como narrador y sendos apéndices relativos a la obra de Hernán del Solar.
180 MANUEL PEÑA MUÑOZ
Primera serie
Serie roja
1946
• Rip, el bucanero. Bat Palmer [H. del S.]. Ilustraciones de Aníbal Alvial.
• El crimen de la calle Bambi. Ricardo Chevalier [H. del S.]. Ilustraciones
de Aníbal Alvial.
• Las aventuras de Totora. Hernán del Solar. Ilustraciones de Aníbal Alvial.
• El diablo se divierte. Juan Cameron [H. del S.]. Ilustraciones de Lautaro
Alvial.
• El peñón de los monos. Walter Grandson [H. del S.]. Ilustraciones de
Aníbal Alvial.
• Cuando el viento desapareció. Hernán del Solar. Ilustraciones de Elena
Poirier.
• El misterio del circo Neptuno. Oliverio Baker [H. del S.]. Ilustraciones de
Aníbal Alvial.
• El fantasma del zoo. Clovis Kerr [H. del S.]. Ilustraciones de Jorge Christie.
• El castillo de la medianoche. Abelardo Troy [H. del S.]. Ilustraciones de
Aníbal Alvial.
• El choroy de oro. Mariano Latorre. Ilustraciones de Lautaro Alvial. Prólogo
de Juan Uribe Echeverría. Contiene el cuento Trapito sucio.
• Mac, el microbio desconocido. Hernán del Solar. Ilustraciones de Darío
Carmona.
1947
• La Porota. Hernán del Solar. Ilustraciones de Elena Poirier.
• Mijail. Hernán del Solar. Ilustraciones de Darío Carmona.
• El pez vagabundo. Clovis Kerr [H. del S.]. Ilustraciones de Jorge Christie.
• La niña de piedra. Aldo Blu [H. del S.]. Ilustraciones de Roser Bru.
• El club de las cigarras. Ricardo Chevalier [H. del S.]. Ilustraciones de
Aníbal Alvial.
5
Lista preparada por Manuel Peña Muñoz.
LA INFLUENCIA DE HERNÁN DEL SOLAR EN LA LITERATURA CHILENA 181
• Los anteojos del doctor Olid. Gastón Colina [H. del S.]. Ilustraciones de
Darío Carmona.
• Chiu, el campesino. Hernán del Solar. Ilustraciones de Jorge Christie.
• Pilo, tambor. Hernán del Solar. Ilustraciones de Hedi Krasa.
• El capitán Relámpago. Bill Boyd [H. del S.]. Ilustraciones de Darío Carmona.
• El secreto de Bakal. Hernán del Solar. Ilustraciones de Hedi Krasa.
• El tesoro de los pingüinos. Clovis Kerr [H. del S.]. Ilustraciones de Yola.
• Memorias de una sirena. Hernán del Solar. Ilustraciones de Hedi Krasa.
• El rey de los atunes. Hernán del Solar. Ilustraciones de Darío Carmona.
• Cocorí. Joaquín Gutiérrez. Ilustraciones de Mario Silva Ossa, Coré.
• Papelucho. Marcela Paz. Ilustraciones de Yola.
• Guau Guau y sus amigos. Luis Durand. Ilustraciones de Jorge Christie.
• Los viajes de Sabarín. Hernán del Solar. Ilustraciones de Mario Silva
Ossa, Coré.
1948
• La cabaña del gorrión. Ricardo Chevalier [H. del S.]. Ilustraciones de
Jorge Christie.
• Wai-Kii. Isidora Aguirre. Ilustraciones de Hedi Krasa.
• El hombre del sombrero de copa. Gastón Colina [H. del S.]. Ilustraciones
de Yola.
Serie
Cuentos ilustrados
1947
• La peineta de oro. Hernán del Solar. Ilustraciones de Mario Silva Ossa,
• El soldadito de plomo. Hernán del Solar. Ilustraciones de Mario Silva Ossa,
• El rey y la araña. Hernán del Solar. Ilustraciones de Mario Silva Ossa,
• Roncafort. Hernán del Solar. Ilustraciones de Mario Silva Ossa.
Segunda Serie
Serie Azul
1950
• Gabriela Mistral y los Premios Nacionales de Literatura. Agustín Martínez.
Ilustraciones de Claudio di Girólamo. Retratos de Luis Meléndez.
182 MANUEL PEÑA MUÑOZ
Tercera serie
Colección Autores Unidos
1951
• Canciones para mi niño. Victoria Barrios. Trece poemas infantiles.
• Tía Eulalia. Chela Reyes. Novela. Ilustraciones de Jorge Christie.
• El cuclillo aventurero. Hernán del Solar. Ilustraciones de Yola.
• El bufón Tito Campana. Hernán del Solar. Ilustraciones de Hedi Krasa.