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familia

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LA IDENTIDAD DE LA FAMILIA: UN RETO

EDUCATIVO

Aurora Bernal Martínez de Soria (*) Universidad de Navarra España.

Resumen

La familia es célula básica de la sociedad. Las funciones de la familia,


básicamente, cuidado, socialización y educación son necesarias para el
desarrollo humano. La investigación evidencia estas afirmaciones tanto
en un sentido positivo, cuando la familia puede cumplir estas funciones,
como negativo, cuando no las puede llevar a cabo. En estas páginas se
argumenta la necesidad de reflexionar sobre la identidad de la familia
para valorar qué contribución al desarrollo se le puede pedir a las
familias. Desde un enfoque sociológico y siguiendo las ideas de la
Sociología relacional de Pierpaolo Donati, el discurso discurre más allá
del tema de las funciones de la familia. Mostrar qué es la familia
constituye un reto educativo en nuestro contexto. Las ideas acerca del
sentido de la familia pueden ser motivadoras para que los ciudadanos
asuman la imprescindible tarea de hacer familias que cuiden a las
personas y a la sociedad.

Palabras claves: Relaciones interpersonales, relaciones familiares,


educación familiar, valores sociales, desarrollo.
Abstract

1. VIGÉSIMO ANIVERSARIO DEL AÑO INTERNACIONAL DE LA FAMILIA

La celebración del Vigésimo Aniversario de la Declaración del Año


Internacional de la familia en el año en curso, 2014, nos permite hacer
balance del pasado para encarar el presente y el futuro (Organización de
las Naciones Unidas [ONU], 2013). Durante este tiempo se ha impulsado
a los agentes de la política social a prestar más atención a la familia. Se
solicita que para llevar a cabo las políticas sociales se parta de
investigaciones concretas para comprender la relación entre bienestar
social y vida familiar. Esa llamada ha dado resultados y durante dos
décadas ha aumentado la investigación sobre la familia, en número de
estudios y en perspectivas, aplicándose a esta tarea disciplinas
científicas que no lo habían hecho antes. Se comprueba el papel
imprescindible de la familia en el desarrollo humano. Además, va
ganando terreno un enfoque: indagar sobre la familia como objeto de
estudio, en sí misma considerada. Este rumbo se abre paso entre la ya
habitual manera de estudiar indirectamente a la familia abordando
temas como: la mujer, los derechos fundamentales, los derechos de los
niños, el derecho al trabajo, la salud, la educación de los niños, la
seguridad. El giro es un cambio de visión que conlleva analizar
directamente cómo es la familia, cómo se generan las relaciones
interpersonales en su seno, cómo puede constituir un ámbito saludable
y educativo, cómo pueden gestionarse los recursos para lograr un hogar
confortable.
Este panorama es positivo y es necesario destacarlo porque impresionan
más en la opinión pública y en la divulgación de los estilos de vida,
algunos elementos de nuestro entorno social y cultural que inciden
negativamente en el modo corriente de vislumbrar el tema de la familia;
generan confusión, desesperanza al infiltrarse la idea de que la familia
está agónica o que es arduo lograr tener y vivir en familia. No se puede
negar la crisis de la familia. Las familias y personas experimentan un
proceso de cambio para hacerse a nuevas situaciones y contextos
axiológicos; en este trascurso emergen algunos escollos que afectan la
vida de numerosas familias en la actualidad entre los que destacamos
los que conciernen a las relaciones interpersonales: la debilitación de los
vínculos familiares y la dificultad de hacer vida familiar. La manifestación
más sensible se aprecia en los consiguientes efectos colaterales de no
poder cumplir con las funciones que se esperan de ella. Los agentes de
las políticas para las familias están atentos a estos cambios.

El cambio en la centralidad del m¡”rimo’io y en las relaciones sexuales


de género modificó la forma en que hombres y mujeres pasaron a
organizar su vida de trabajo y sus compromisos personales, y asimismo,
el modo como entienden y manejan su sexualidad, y cuidan de sus hijos
y ancianos. Para algunos, esto significó un cierto alivio respecto de las
responsabilidades tradicionales, pero para otros representó la pérdida de
un sistema tradicional de soporte y normas de comportamiento

(Goldani, 2007, p. 234).

No obstante, estos indicios muestran una crisis y no el desvalor de la


familia como institución, por esta razón, se trabaja socialmente en
pensar cómo superar los obstáculos que impiden su realización y una vía
es la educativa.

En una reciente declaración, Declaration of the civil society on the


occasion of the 20th anniversary of the international year of the family
(International Federation for Family

Development [IFFD], 2014) a la que se adhieren 23 Entidades y


Organizaciones internacionales, 230 organizaciones nacionales de 65
países y 529 representantes de organizaciones de la sociedad civil,
investigadores y políticos de 83 países, encontramos ideas básicas sobre
la cuestión que estamos tratando que entresacamos del texto, con una
cita extensa pero que nos sirve de síntesis para apreciar el estado de la
cuestión:

Reconociendo que, por ser los componentes básicos y esenciales de las


sociedades, las familias tienen un papel crucial en el desarrollo social;
que sobre ellas recae la responsabilidad primordial de la educación y
socialización de los niños, así como de inculcar los valores de ciudadanía
y pertenencia a una sociedad; y que proporcionan atención y apoyo
material e inmaterial a sus miembros, ya sea a los niños, a las personas
mayores o a quienes padecen una enfermedad, protegiéndoles de la
adversidad de la mejor forma posible [1],

Recordando que la función de protección social que cumplen las familias


es especialmente importante en tiempos de mayor incertidumbre y
vulnerabilidad, cuando a las familias les resulta cada vez más difícil
cumplir esas múltiples tareas y hacer frente a todas las
responsabilidades a que se enfrentan [2],
Destacando que las políticas centradas en el mejoramiento del bienestar
de las familias han mostrado su valiosa y eficiente contribución a
diversas áreas del desarrollo social, y que el logro mismo de los
Objetivos de Desarrollo del Milenio depende de la manera en que se
empodere a las familias para que contribuyan a la consecución de esos
Objetivos [3],el mejoramiento de las condiciones de vida de las familias,
de forma que puedan ser sostenibles, resulten asequibles y tengan la
suficiente calidad; y a empoderar a las familias y reconocer su función
para la cohesión social y el desarrollo económico [8].

Alientan a los Estados Miembros a facilitar la solidaridad


intergeneracional, las relaciones de pareja y familiares de calidad, los
programas de ayuda a los padres, la educación infantil de alta calidad y
otros servicios auxiliares que ayuden a las familias; a promover y
desarrollar medidas activas que contribuyan al bienestar psicológico de
los menores y jóvenes, según la situación de cada familia; a prevenir la
violencia, las adicciones y la delincuencia juveniles; a promover la
transición de la educación a la vida laboral, así como la estabilidad
económica de los jóvenes, de forma que pueda facilitarse la formación y
estabilidad de la familia, especialmente para los que tienen recursos
socioeconómicos frágiles; y a promover y desarrollar políticas públicas
relativas al apoyo a los mayores de la familia, especialmente en las
situaciones de especial necesidad, como sucede en los casos de
Alzheimer u otras enfermedades semejantes [11] (IFFD, 2014, p. 1).

En estas páginas, se expone la necesidad de acometer tres acciones


para que las familias puedan alcanzar las metas expuestas en líneas
precedentes: a) mostrar y enseñar la identidad propia familiar en la
sociedad; b) integrar la vida familiar en el contexto social e histórico en
el que se vive; y c) asumir el papel social de la familia. No se trata en
este espacio de pensar sobre qué condiciones del contexto político y
económico deben mejorar sino de lo que se debería trabajar
educativamente en las familias en tanto que familias. Parece primordial
entender la relacionabilidad específica de la familia en la que se
fundamenta que las personas relacionadas por vínculos propios, los que
hacen que sean familia, asuman las responsabilidades que se les
atribuyen y que básicamente se describen como socialización, educación
y cuidado.

Desde este estudio puede renovarse los planteamientos de las


finalidades de la educación familiar, entendiendo por este término, la
educación dirigida a las familias para que sus miembros lleven a cabo
una vida familiar satisfactoria y feliz (Bernal, Rivas y Urpí, 2012). La
argumentación se sitúa en un marco teórico sociológico con algunas
referencias a la antropología pero con una intención de proyección a la
educación familiar. Sirve de guía la propuesta de una Sociología
relacional aplicada al estudio de la familia de Pierpaolo Donati (Terenzi,
2008).

2. LA IDENTIDAD FAMILIAR

Ser familia, hacer familia, vivir como familia es un desafío que tiene que
ver con una situación perenne y con unas condiciones nuevas. Lo
perpetuo se debe a que en cada generación se ha presentado, se
presenta y se presentará el reto de hacer familia, lo que supone la
conjunción de elecciones de personas condicionadas por distintas
circunstancias en un contexto social, cultural y político determinado. Lo
novedoso en la actualidad es el fenómeno social de sujetos que actúan
produciendo formas de convivencia alternativas a lo que comúnmente
se ha vivido como familia y, en algunos casos, insistiendo en que se les
reconozca socialmente como familias (Carrington, 2002). La emergencia
de este fenómeno, gente que vive lo familiar de un modo peculiar y
divergente a lo que están habituadas las sociedades, no es una primicia
en la historia; el acontecimiento es el modo en cómo se produce un
proceso de reinstitucionalización de la familia (Sprey, 2009). Quizás por
ello y en algunas situaciones, la sociedad espera de estas nuevas formas
familiares el desempeño de funciones –se han destacado en el apartado
anterior– que no les corresponden ya que se trata de realidades sociales
distintas a la familia que se tuvo como referencia para delimitar los
diversos roles sociales que se están subrayando. Es razonable
preguntarse si la diversidad de formas familiares supone también
variedad en las funciones exigibles o esperables.

Con esta consideración no se pretende plantear un juicio ético ni


axiológico de las elecciones personales, sino más bien se intenta
exponer que lo elegible, en este caso, unas relaciones familiares, formas
diversas de relacionabilidad familiar, son iguales en cuanto elegidas,
pero distintas en razón de qué se elige, y por tanto pueden constituir
formas convivenciales diferentes de las que no cabe esperar ni exigen
los mismos resultados (Beck-Gernsheim, 2003). Estas contraposiciones
pueden contemplarse como una barrera para el desarrollo de las familias
o como una oportunidad de pensar más de fondo qué es la familia. Lo
que está claro es que para describir qué expectativas tenemos
socialmente de las familias y para programar cómo empoderarlas y
apoyarlas, no da lo mismo la cuestión de qué es la familia, es decir, cual
es la relacionabilidad social que identifica a la familia y la diferencia de
otras agrupaciones humanas.

El largo debate sobre qué es la f¡”ilia’ha conducido a consensuar


descripciones amplias, útiles en algunos contextos pero insuficientes en
otros. El desconocimiento de qué es la familia impide afrontar sus
problemas sobre todo en el caso de que las causas que los provocan no
son de procedencia externa: situaciones jurídicas, económicas, presiones
culturales y sociales, etc., sino que se sitúan en su interior, en las
personas que constituyen la familia. Con todo, ese conocimiento se
precisa para fortalecer lo que la familia es, constituye el primer paso
para acometer acciones de prevención o para hacer frente a esas
eventualidades que siempre acompañan la vida de personas, sociedades
y épocas; este conocimiento debería asentar el fundamento teórico de
cualquier programa de intervención familiar.

2.1 Definición de familia


2.2

Un punto clave de arranque para indagar sobre la definición de familia


es advertir que ninguna familia vive lo familiar de modo perfecto,
completo y cumplido. Algo parecido sucede cuando delimitamos qué es
ser persona o ser humano o qué es una cultura. Las realidades que son
familia, persona, o expresan una cultura no agotan en su individualidad
el ser familiar, personal ni cultural. Es decir, que ante una noción
siempre podríamos mostrar excepciones y variaciones en la realidad. En
el proceso de hacer la familia, las personas, en el pasado y actualmente,
ensayan modos diversos de vivir lo familiar, con mayor o menor fortuna
y acierto. En la investigación, la apertura a las diversas formas en las
que las personas de hecho intentan hacer familia no se contradice con
que no se pueda afirmar que cualquier opción individual o grupal tiene
como resultado una familia por el hecho de que así lo pretenda quien lo
plantea. La larga discusión sobre cuál es la noción de familia, en la que
influye la carga ideológica al pensar sobre este tema, ha dejado a
muchos autores exhaustos en la búsqueda a la resolución del problema
pero se precisa saber qué es la familia (Pahl y Spencer, 2010).
A veces, se ha intentado salir de¡este atasco explicando que no hay que
hablar de familia sino de familias o de tipos de familia presentadas como
modelos, como referencias de valor que podríamos escoger (Duncan y
Phillips, 2008). Sin embargo, no se logra superar el problema con un
arreglo semántico. De la observación y medida de la pluralidad, método
por el que se establecen las tipologías familiares, véase, por ejemplo, la
investigación de Arriagada (2007) no podemos obtener una noción de
familia. Más bien para vislumbrar la diversidad de familias, en el
mencionado estudio la tipología se realiza a partir de la estructura
familiar, se enfoca el objeto de investigación con una idea de qué son
familias. La cuestión sobre cuál es la identidad de la familia no se
debería obviar. Por esta razón, se torna necesario pensar qué es la
familia y al describir su realidad singular, diferenciarla si es el caso, de
otras asociaciones humanas. Un principio afirmado para esta vía de
indagación es que la familia es lo que es independientemente de que
haya sujetos que opten o no por ella aunque para hacer familia un
requisito importante, imprescindible, es la libertad y no se debe imponer
a nadie realizarla.

¿Qué es la familia? Como primera aproximación a una posible respuesta


que se completará posteriormente, se puede sostener que la familia es
una realidad social, es relaciones entre personas o personas
relacionadas. La relación, cualquier relación social, es por un nexo que la
constituye. Ese nexo es un vínculo específico que hace que estas
personas relacionadas sean una realidad social u otra (Donati, 2006). La
pregunta es: ¿qué es lo que hace que sea familia y no otra “cosa”
social?; para contestarla habría que delimitar qué vínculos definen una
realidad social específica que pudiéramos llamar familia. La familia como
realidad social está hecha por personas relacionadas según su sexo y
por ello relacionadas según generaciones (Donati, 2003). El
reconocimiento de estos vínculos conformando una realidad social
específica ha sido confirmado por la investigación histórica,
antropológica, sociológica hasta el punto de admitir su carácter
universal (Roudinesco, 2004). Es decir, que podemos identificar una
realidad social con estas características relacionales propias. En las
sociedades siempre está presente como referencia básica la
organización de esas relaciones entre personas por sexo y por
generaciones como algo concreto aunque pudiera convivir con otros
arreglos de intercambio sexual e incluso procreativo (Parkin y Stone,
2004).

Donati (2003), mediante esta argumentación acerca de lo que definitorio


de la realidad social que es la familia, recoge el hilo conductor de las
reflexiones acerca de esta cuestión de antropólogos y sociólogos, que
como él, y habiéndose dedicado a la investigación empírica, precisaban
el significado de la categoría familia reconociendo como un fenómeno
universal, en todos los tipos de sociedades, un universal cultural, una
organización social básica, socialmente reconocida, estructurada a partir
de las relaciones de varón, mujer e hijos, unidos para una vida en común
(Lévi-Strauss, Spiro y Gough, 1987). Similar concepción se mantiene en
investigaciones actuales, por ejemplo, para estudiar los sistemas
familiares del mundo se define el objeto de análisis: “El objetivo ha sido
identificar un conjunto mínimo de disposiciones institucionales, definidas
por sus valores y normas sobre el matrimonio/sexualidad, procreación y
filiación” (Therborn, 2007, p. 32).

Sin embargo, Donati (2012) añade algo más en la caracterización de las


relaciones interpersonales propias de la familia. En cierto sentido se
puede advertir en el siglo pasado un cambio cultural en la
concienciación del valor de las personas y en la exigencia de reconocer
su dignidad, sensibilidad plasmada en la práctica en la promoción del
respeto a la libertad en las sociedades. La perspectiva de lo personal
impregna también los estudios acerca de la familia y es este el prisma
que destacamos en el estudio de Donati. De este modo, articula como el
sentido propio de esta estructura social –red de relaciones sostenida en
unos vínculos determinados entre sexos y generaciones– se hace por la
presencia de cuatro elementos relacionados entre sí: don (amor
benevolente), reciprocidad, sexualidad y generatividad. El nexo familiar
tiene un contenido particular que guarda una estrecha relación con la
vida de cada persona. La persona se sitúa en un marco de existencia
mediante su familia, en un lugar en el espacio y en el tiempo en el
recorrido de las generaciones. En esta condición existencial, en la que
unos dependen de otros, se sustenta la necesidad y el deber del cuidado
de los familiares concretado en las funciones que culturalmente
atribuimos a la familia. Los vínculos se anclan en el corazón de las
personas, en su intimidad de la que arranca los actos libres: amor,
servicio, lealtad, cooperación, cuidado, solidaridad.

Las personas pueden optar por crear esta realidad social específica;
específica por confirmar un entramado de relaciones interpersonales por
sexos y generaciones y porque participa con diferentes intensidades de
cuatro características conectadas entre sí, amor sexual-
afectivorecíproco- benevolente- y por tanto abierto a la procreación. Esta
realidad social denominada familia se vivencia de modos diversos: “las
formas familiares se organizan como «variaciones sobre un tema

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