Infractores
Infractores
Infractores
1
EL TRABAJO CON FAMILIAS DE MENORES INFRACTORES:
ELEMENTO CLAVE EN EL PROCESO INCLUSIVO
RESUMEN
Se justifica la importancia de la implicación de la familia en el trabajo de reinserción de
las/los menores y jóvenes infractores que tienen que cumplir medidas judiciales de
internamiento firme o cautelar al contexto familiar, escolar y social habitual desde una
perspectiva comunitaria. Se describe el Programa de Intervención Familiar que desarrolla
el equipo técnico y educativo de un Centro Socioeducativo de Palma de Mallorca
(España) que Gestiona la Fundación S’Estel del Gobierno Balear, que tiene como tarea
encomendada la ejecución de las medidas de privación de libertad reflejadas en la Ley
Orgánica 5/2000, reguladora de la responsabilidad penal de los menores, para optimizar
las relaciones socio-familiares y contribuir al retorno de estos menores, y además,
convertirlos en alumnos competentes y ciudadanos responsables.
Palabras clave: familia, menores infractores, intervención familiar, educación inclusiva.
ABSTRACT
We justify the importance of the family involvement in the reintegration of juvenile
offenders who must serve judicial measures of final or precautionary internment to the
regular family, school and social context from a community perspective. We describe the
Program of Family Intervention developed by the technical and educational team of a
socio-educational center of Palma de Mallorca (Spain), managed by the Fundación
S’Estel of the Government of the Balearic Islands. This center is entrusted with the
execution of the deprivation of liberty measures established in the Organic Law 5/2000,
that regulates the criminal responsibility of minors, in order to optimize the socio-family
relationships, to contribute to the return of these teenagers, and also to turn them into
skilled students and responsible citizens.
Keywords: family, juvenile offenders, family intervention, inclusive education.
2
INTRODUCCIÓN
La importancia de la familia y de las relaciones familiares en la vida tanto de las/los
jóvenes que han cometido delitos como de los delincuentes adultos es un tema clave,
especialmente en los procesos de intervención educativa y social.
Ninguna familia es igual a otra. En cada una rigen normas y reglas particulares que
permiten organizar las funciones que llevarán a cabo sus miembros; ese interactuar por
medio de funciones garantiza que el sistema se mantenga estable, prescribiendo y
estableciendo los límites para la conducta de sus miembros. La familia, en su dinámica,
vive unos procesos interaccionales comunes, pero con una configuración particular
(Amarís, Amar, y Jiménez, 2005).
3
Algunos autores (Ibabe y Jaureguizar, 2011; Ibabe, Arnoso, y Elgorriaga, 2014; Sanz,
Martínez-Pampliega, Iraurgi, Muñoz-Eguileta, Galíndez, Cosgaya, y Nolte (2004) han
descrito también cómo el uso continuado de drogas pueden llevar a situaciones de
conflicto familiar como consecuencia de dicho uso (bajo rendimiento académico,
problemas de dinero, o salir por la noche hasta tarde), y una mayor agresividad en las
relaciones interpersonales y familiares.
Al hablar del menor con problemas psicosociales, se está haciendo mención a jóvenes
que por emerger de un contexto sociofamiliar adverso, caracterizado por la
disfuncionalidad, han desarrollado patrones adaptativos para la sobrevivencia, aunque no
funcionales ni sanos para su bienestar psicológico; dichos patrones les permiten
sobrevivir en estos contextos, bajo la percepción constante de amenazas, desconfianza y
falta de apoyo por parte de las instituciones y personas del entorno. En ambientes
opresivos y malignos desarrollarán patrones alternativos de adaptación, más apropiados
a las situaciones de su vida. El sistema familiar representa para el menor ese ambiente
social que puede constituirse en reforzante o amenazador y agresivo, según sea la vivencia
de sus protagonistas. Como resultado de contextos familiares disfuncionales y
amenazantes, se encuentran jóvenes con problemas psicosociales que muestran sus
dificultades en torno a las competencias psicosociales para afrontar la vida (Amarís,
Amar, y Jiménez, 2005).
4
clase y los logros del adolescente, y reducir la asociación del joven con compañeros
delincuentes. Este trabajo con familias debe ir dirigido a (Trotter, Baidawi, & Evans,
2015): identificar alguna conexión o lazo común con una persona significativa de la
familia extensa (o contexto) para construir el entendimiento y la confianza entre los
jóvenes y sus familias; elaborar una estrategia de aproximación al joven basada en un
enfoque familiar; establecer unos conceptos claros sobre la naturaleza y el propósito de
la intervención (y si es posible una alianza positiva) que incluya a la familia o al tutor.
Desde hace unos años, las directrices internacionales definidas y promovidas por
organismos y entidades como la UNESCO, la OCDE o la ONU son claramente favorables
a la educación inclusiva. El ímpetu que estas instituciones han depositado en la educación
inclusiva parte del hecho de que se entiende la educación como instrumento de inclusión
social, como promotora de una ciudadanía respetuosa con los derechos de todas las
personas y que por lo tanto convive en igualdad de oportunidades. Ésta, ha sido también
sin duda la voluntad y el anhelo de muchas de las familias. Es con esta finalidad que las
investigaciones en educación tienen que estar al servicio de las personas y tienen que
contribuir a transformar de forma innovadora las situaciones que viven los niños y los
jóvenes infractores y sus familias.
La igualdad de oportunidades es uno de los aspectos que tan a menudo ha sido mal
interpretado. Lo que seguramente ha dado lugar a esta interpretación ha sido la versión
que se pone en práctica del concepto. Lema (2010), señala que con una versión
minimalista de este concepto, con la simple universalización de los sistemas educativos
ya se consideraría que se está promoviendo este derecho. Ahora bien, con una versión
más amplia del concepto no habría bastante con este requisito mínimo y por lo tanto
estaríamos lejos todavía de garantizarlo en las condiciones actuales. Es importante no
perder de vista que, para garantizar la igualdad de oportunidades, aquello que en realidad
hace falta que se ponga en práctica es la equidad. Es en este sentido, que las directrices
de los centros tienen que ir dirigidas a garantizar las medidas necesarias para que se pueda
desarrollar una educación inclusiva y de calidad para todos y cada uno de sus integrantes,
independientemente de sus condiciones de partida. Una educación, por lo tanto, que pone
los esfuerzos en contribuir a una sociedad más justa (Ainscow, Dyson, Goldrick, & West,
5
2012). Así pues, el niño y el joven infractor tendría que poder encontrar las condiciones
necesarias para su desarrollo y bienestar en los entornos ordinarios de forma que su
inclusión fuera efectiva y pueda disfrutar de una vida lo máximo de normalizada y en
igualdad de oportunidades.
6
del entorno. El fracaso académico suele acentuarse a partir de la educación secundaria
donde las instituciones pensadas para dar respuesta a las desigualdades se van
convirtiendo cada vez más en excluyentes, y donde al margen de su finalidad, van
separando al alumnado exitoso del que no consigue superar las exigencias que el sistema
ha generado. Esta situación no es fácilmente modificable. La educación inclusiva, por
contra, supone adoptar otro tipo de pensamiento y postura crítica justamente contraria a
la teoría y práctica educativa basada en la selección, la competición y el individualismo
(Barton, 2009). La educación inclusiva huye del instrumentalismo, que aprovecha la
educación para conseguir los objetivos económicos de la sociedad, favoreciendo la
enseñanza y el aprendizaje de forma competitiva y jerárquica, seleccionando y
diferenciando los alumnos de modo que conduce a la reproducción de las desigualdades
(Barton, 2003). En la educación inclusiva “la consecución de un objetivo curricular
concreto no siempre es la única, ni tan si quiera la principal, meta para garantizar el éxito
y la felicidad en la vida (Stainback, Stainback, y Moravec, 1999, p. 85).
De la legislación que nos ha acompañado durante las últimas décadas en relación al tema
que nos ocupa, se puede destacar inicialmente que la Constitución Española (1978) en
sus artículos 27.5 y 27.7 reconoce el derecho a la “participación efectiva de todos los
sectores afectados” en la educación, y se precisa que “profesores, padres y, en su caso,
alumnos intervendrán en el control y gestión de los centros sostenidos con fondos
públicos”.
7
El Decreto 34/2015, de 15 de mayo, por el que se establece el currículo de la Educación
Secundaria Obligatoria en las Islas Baleares, de conformidad con la Ley Orgánica 8/1985,
de 3 de julio, reguladora del Derecho a la Educación, reglamenta en su artículo 32 la
participación de los padres y tutores legales en el proceso educativo. Reconoce también
en sus Anexos, dedicados a la estructuración del currículum a lo largo de las diferentes
materias, la importancia del acompañamiento a la familia, así como su intervención en el
desarrollo del currículum y el apoyo a sus hijos en la evolución del proceso educativo, y
determina que sean los centros educativos los que proporcionen las condiciones
necesarias para su cumplimiento: “La normativa educativa establece que las familias son
las primeras responsables de la educación de sus hijos. Por eso, el sistema educativo las
tiene que tener en cuenta y tiene que confiar en sus decisiones. También indica que las
familias se tienen que comprometer con sus hijos en el trabajo cotidiano y con la vida de
los centros docentes, ya que también depende de las familias el éxito del proceso de
enseñanza-aprendizaje”. Es importante remarcar que este Real Decreto establece en su
artículo 13 la necesidad de fomentar “el aprendizaje de la prevención y la resolución
pacífica de conflictos en todos los ámbitos de la vida personal, familiar y social […]”. En
esta misma dirección, en el artículo 8.8 sobre el proceso de aprendizaje y atención
personalizada, prescribe que el centro va a contribuir a este proceso desde la acción
tutorial, implicando a los alumnos y sus familias en el funcionamiento del centro.
8
El diseño de programas que implican a la familia para tratar de disminuir las dificultades
que pueden darse dentro de la dinámica familiar y que llevan al internamiento de alguno
de sus miembros menores o jóvenes, y generar pautas más funcionales de relación, pasa
por conocer cómo son las características de los factores que definen la estructura y
funcionamiento familiar en este tipo de familias:
- Reglas o normas: ausencia de reglas y normas, normas implícitas y metarreglas.
- Estructura y límites: límites difusos entre los miembros de la familia.
- Comunicación: falta de comunicación por escasa presencia de las figuras paternas
en el hogar (si no están, no se comunican), hostilidad y agresividad verbal
(discusiones, gritos, amenazas, insultos e indiferencia).
- Distribución del poder y nivel de intimidad: incapacidad para reconocer, atribuir
y manifestar la importancia de cada miembro para el otro, e incapacidad para
negociar, lo que propicia una constitución desequilibrada de la familia por la falta
de apoyo, unión y convivencia. Las relaciones familiares no son complementarias
por la pérdida considerable de los valores familiares (actividades en familia de
tipo doméstico, reuniones familiares escasas y cuando las hay son hostiles…); las
familias suelen estar desintegradas.
- Actitudes educadoras: la representación de la autoridad suele estar centrada en la
madre y en otros miembros de la familia como los tíos. Los estilos educativos son
autoritarios y carentes de afectividad, lo que contribuye a generar un ambiente
familiar caracterizado por la agresividad, y a construir procesos sociales inestables
en los cuales la imagen del delito es resignificada por los actores sociales como
flexible frente a las exigencias del día a día caracterizado por la violencia o el
maltrato (Amarís, Amar, y Jiménez, 2005; Fonagy et al., 2013). También puede
existir pautas educativas indiferentes, propias de padres con escasa implicación
en la crianza y la educación (Fonagy et al., 2013), fríos y distantes con sus hijos,
poca a sensibilidad a sus necesidades y ausencia de normas, pero en ocasiones el
control que ejercen es excesivo sometiéndole a fuertes castigos sin mediar
ninguna explicación o razonamiento de la conducta indebida, por lo que el menor
no acata normas, y se convierte en insensible a las emociones de los demás (baja
empatía), y muy vulnerable a conflictos personales y sociales.
9
Igualmente cada contexto escolar y social tiene sus propias características que deben
conocerse y concretarse. Ello induce a pensar que construir la capacidad para desarrollar
una implicación de las familias en los centros que se encargan de atender a jóvenes,
precisa de la creación de una comunidad cívica entre familias y centros, pues estos últimos
funcionan si tiene como contexto ecológico la comunidad (Bolívar, 2006). Por ello es
necesario diseñar proyectos y prácticas innovadoras que permitan a la escuela, trabajar
con las familias y la comunidad de manera conjunta generando relaciones de calidad en
la consecución del éxito y la felicidad de los individuos.
No es un centro escolar que abre unas horas al día o que se dedica sólo a la formación
académica, sino de un centro de internamiento activo las 24 horas del día donde las/los
jóvenes van a vivir a tiempo completo durante un período de un mínimo de tres meses,
con lo cual, estarán fuera de su contexto familiar, escolar y social durante un período
determinado.
10
individual dirigida a fomentar la autonomía, la responsabilidad y el desarrollo moral
como los tres pilares básicos, sino que también dirige sus actuaciones hacia una
perspectiva contextual donde la familia es uno de los pilares básicos a considerar. Con
este propósito, durante el curso 2005-06 implantó el Programa destinado a familias que
se describe.
En definitiva, se trata de jóvenes de gran potencial pero con pocas habilidades para poder
desarrollarlo. Estos adolescentes, que por diferentes circunstancias habían dejado de
sentirse como tal, entran en una espiral destructiva para sí mismos. Necesitan un entorno
que les valore y crea en ellos para empezar a evolucionar como personas, y también como
alumnos. Está claramente demostrado que en el perfil social de estos alumnos destaca la
influencia social y los aspectos socioculturales (Marchesi, 2004).
El perfil de las familias de estos jóvenes ha variado de manera considerable en los últimos
años, desde familias de estructura pobre e inestable, de minorías étnicas o en condiciones
de depravación ambiental importantes, a familias aparentemente estructuradas, estables,
11
de nivel socio económico medio-ato y con un ambiente en principio favorable. Pero, a
pesar de este cambio significativo, la mayoría de familias tiene un denominador común
que se refleja en los siguientes aspectos: ausencia de límites; pautas educativas
inconsistentes (por abandono o por sobreprotección); desarraigo/falta de sentimiento de
pertenencia; ausencia de canales de comunicación constructivos; objetivos/metas de vida
contrapuestos.
2.3. Objetivos
Tal y como se ha ido avanzando, el objetivo principal y meta común de intervención en
el Centro, es promover, desde un abordaje individual, la educación integral de los jóvenes
(que además son alumnos) proporcionándoles las herramientas necesarias que les ayuden
a desarrollar su competencia social, emocional y de vida cotidiana, necesarias para ser
capaces de afrontar la realidad con los recursos personales adecuados, posibilitando una
adecuada y exitosa inserción familiar, escolar y social.
12
De forma particular, el objetivo familiar que se pretende conseguir en el PIF se ha
formulado desde una doble vertiente: individual hacia el menor, y contextual hacia la
reorganización del sistema familiar.
2.5. Metodología
Los menores que ingresan en un centro de internamiento por haber cometido actos
delictivos, sufren un acontecimiento traumático, que supondrá un gran coste emocional
tanto para ellos mismos como para su familia. Conseguir la no estigmatización del menor,
sino considerarlo como un adolescente con problemas graves de conducta, con capacidad
de cambiar y no individualizar el problema, concibiéndolo como parte de un problema
general de toda la familia, se torna en una pieza clave en la intervención (Coy y Torrente,
1997).
13
Motivar e implicar a la familia dentro del proceso es por tanto el primer paso dentro de
las acciones del PIF, esto es, conseguir que la familia se convierta en “compradora” del
Programa. A partir de este momento, la intervención va encaminada a conseguir el
acercamiento del joven a su familia y viceversa, a través de la generación y desarrollo de
nuevas competencias y habilidades propias del ciclo evolutivo familiar en el que se
encuentran (familias con hijos adolescentes): habilidades parentales, de comunicación y
de negociación.
Desde ese primer momento, tanto el menor como su familia son invitados a participar en
el PIF, donde se interviene desde un modelo sistémico, y que consta de las siguientes
fases:
- Obtención de información del núcleo familiar: como paso previo, se recaba
información relativa tanto de la estructura como de la dinámica familiar, estilos
educativos, límites y normas, relaciones de poder, formas de comunicación y otros
hitos propios de los sistemas familiares, con el fin de diseñar la posterior actuación
orientativa. Esto se hace a través de las instituciones y de los profesionales que
hayan estado implicados en el caso (equipo técnico y educativo de fiscalía,
escuela, protección de menores, servicios sociales comunitarios, educadores de
medio abierto…) y se completa en momentos posteriores con las entrevistas a las
familias.
- Entrevista inicial del equipo técnico y educativo con la familia o tutor del menor,
y/o personas vinculadas: se realiza una primera entrevista para contrastar la
información obtenida por los agentes mencionados, se solicita información
adicional de utilidad para planificar el trabajo con el adolescente, se inicia la
relación terapéutica, y se programa una forma de trabajo conjunto con objetivos a
14
corto y medio plazo para la familia y para el menor. Se acuerdan las sesiones
posteriores.
- Visita al domicilio familiar del menor: el personal del equipo técnico se desplaza
al domicilio y entorno para valorar las condiciones del entorno físico donde se
incorporará el menor, procurando construir la relación empática con el
acercamiento a la familia fuera de la institución.
- Reuniones periódicas con el equipo técnico: durante las cuales se realiza la
intervención y se va evaluando el grado de cumplimiento de los objetivos. Se
programan mensualmente con duración aproximada de una hora, donde se
abordan las necesidades que van surgiendo, valorando los reajustes necesarios.
- Reunión final: se valora exhaustivamente el proceso que ha seguido el menor y se
determina la inserción del joven en el entorno familiar y social.
- Seguimiento: es responsabilidad de otra institución externa al Centro. Recae en
manos de los delegados de libertad vigilada, educadores sociales que forman parte
de la Dirección General de Menores y Familia del Gobierno de Las Islas Baleares.
15
- Visitas: el Centro dispone también de un horario de visitas de los familiares que
son supervisadas por un profesional del mismo.
- Salidas familiares: se planifican salidas familiares en función del horario laboral
y la disponibilidad de los familiares. Antes de cada salida se pactan una serie de
compromisos que han de asumir tanto las familias como los menores, quedando
reflejado por escrito y firmado por los implicados (por ejemplo, la realización de
deberes escolares del aula o no discutir durante las salidas).
- Taller de familias: se realizan talleres complementarios de competencia
emocional y social para los menores y sus familias. A través de sesiones grupales
con todos los miembros de las familias que acudan, se fomenta la participación
activa de las mismas en el proceso educativo de los jóvenes. El objetivo de estos
talleres tiene su razón de ser en la necesidad de incidir en el contexto familiar de
los chicos y chicas, fundamental para que el retorno familiar cobre eficacia y los
cambios que se realicen dentro del sistema familiar perduren en el tiempo al
observar beneficios. A través del “reencuadre” se intenta transmitir que el
internamiento de un alumno menor o joven supone un acontecimiento traumático
para todos, pero que este hecho puede vivenciarse como una oportunidad para que
la familia y el joven adquirieran nuevas formas de relación y de convivencia más
funcionales. El taller de familias se sucede de manera mensual y finaliza con un
espacio de encuentro de familiares y jóvenes. Este espacio es un momento muy
enriquecedor ya que los padres (tutores o familiares) pueden compartir, en un
ambiente informal de no juicio y no moralización, tiempo con sus hijos y con los
compañeros de sus hijos y otras familias que se encuentran en la misma situación.
Con frecuencia se invita a profesionales que imparten módulos y charlas de
distintos temas relacionados con la familia, la adolescencia, la educación para la
salud (drogas, alimentación…), etc.
- Jornadas de presentación de proyectos y actividades: también se organizan
anualmente encuentros escolares para que las familias puedan conocer el trabajo
que se hace en el aula escolar. Dichas jornadas se preparan de manera conjunta
desde el Programa de Intervención Familiar y el Programa Escolar del Centro.
- Fiestas familiares: al final de cada trimestre se organiza una fiesta a la que se
invita a los familiares, donde los propios jóvenes preparan la comida que ofrecen
16
a sus padres, tíos, hermanos… Durante estas fiestas se proyectan vídeos para
compartir en familia, se exponen fotografías pinturas, etc., realizadas por ellos
durante las actividades en el Centro, y se les entrega a las familias un ejemplar de
la revista que también es elaborada por los alumnos.
Además, todo este proceso se ve enriquecido por otros profesionales (técnicos de los
Servicios Sociales o del Departamento del Protección de Menores) que aportan pautas,
apoyo y asesoramiento en el proceso de reinserción. La mayoría de los menores internos
ya han tenido contacto con servicios/agentes de esta red social. Igualmente se extiende
invitación a profesorado universitario (hasta el momento Universidades de las Islas
Baleares, de Burgos y de Vic, por el perfil académico de los profesionales convocados)
para trabajar de forma conjunta en materia de investigación inclusiva, capacitación e
innovación (Álvarez-Arregui, Rodríguez-Martín, Agudo, y Arreguit, 2017) en el ámbito
de los menores y jóvenes que han cometido delitos.
17
3. RESULTADOS
El cómputo de menores internados en los cuatro últimos años se recoge en la Tabla 1 (los
datos referidos a 2017 son aún parciales al no haber finalizado el año). En todos los casos
los menores tienen familias reconocidas o legales.
Tabla 1.
Participantes.
Años
Cuestionarios cumplimentados:
Tabla 2.
Valoraciones recibidas del PIF.
Años
5 5 6 15 (4)
18
4 4 2 (5)
3 2
Tabla 3.
¿Consideras que el internamiento de tu hijo/a menor ha mejorado
las relaciones familiares? (familias participantes en el PIF)
Años
Sí ha mejorado 11 8 14 (9)
No ha mejorado
No sabe / no contesta 1
Cabe señalar la particularidad de este 2017 por cuanto que no ha finalizado el año natural,
y de los 27 menores internos, 12 ya han finalizado sus medidas cautelares o de privación
de libertad, culminando el proceso de reinserción, y regresando a su contexto social,
familiar y escolar de referencia. De los 15 menores que continúan internados, hay familias
que están participando en el PIF, por lo que aún no se les ha facilitado el cuestionario.
19
De las aportaciones más cualitativas señaladas por las familias en los cuestionarios, los
padres reconocen el acompañamiento que el equipo técnico y educativo durante el
desarrollo de los Programas:
“Me he sentido muy acompañado por parte de los maestros y trabajadora social
en el proceso formativo de mi hijo”. (junio, 2017).
“Participar del taller de familias me ha ayudado a entender más a mi hija y a no
sentirme tan sola”. (mayo, 2017).
En las valoraciones de las familias procedentes del cuaderno de campo del equipo técnico
y educativo durante la realización de los talleres, se refleja la evolución de los menores
en torno al reconocimiento de su rol como alumnado competente:
“Hacía Muchos años que no me sentía orgulloso de mi hijo” (padre tras presenciar
cómo presentaba un proyecto de investigación de Ciencias Sociales, marzo, 2016).
“Nunca me habían hablado de mi hijo como un buen alumno” (mayo, 2015).
“Me ha sorprendido la profesionalidad de mi niña, se ha tomado súper en serio
la presentación del catering” (madre tras una merienda preparada por los alumnos
del FPB de cocina, curso del cual es alumna su hija, octubre, 2014).
“Ahora me ayuda en casa a hacer comidas y cenas, se ha convertido en mi
pinche”·(madre de un alumno del FPB de cocina durante uno de los talleres, mayo,
2014).
4. CONSIDERACIONES FINALES
La familia cumple la función más importante dentro del proceso de socialización de los
adolescentes; es precisamente durante este proceso cuando el menor internado necesita
de la seguridad y sobretodo de la afectividad de una familia.
20
múltiples ocasiones construyen dinámicas generadoras de conflicto que repercuten
negativamente en las/los jóvenes que son internados.
Los problemas de la delincuencia juvenil deben ser vistos y tratados desde las principales
unidades de socialización del joven: la familia, la escuela, los iguales o amigos, y
fundamentalmente por la comunidad. Es importante que los profesionales de las distintas
instituciones responsables de llevar a cabo el proceso de reinserción de los menores
infractores tengan en cuenta a la familia en sus actuaciones. Tal y como se pone de
manifiesto tanto en los estudios consultados como por la propia experiencia de trabajo,
los jóvenes infractores no pueden ser tratados de forma aislada si se quiere tener ciertas
garantías de éxito en dicho proceso, sino dentro de un marco comunitario donde la familia
desempeña un papel clave en la reinserción.
Si bien se están intensificando las coordinaciones pre y port internamiento entre los
profesionales implicados en el circuito de justicia juvenil, parece imprescindible la idea
de elaborar además un protocolo oficial de intercambio de información que permita a
equipos técnicos y educativos de las entidades implicadas en la atención a menores que
supervisan las medidas de libertad vigilada, dar continuidad a las intervenciones del
menor y su proceso de reinserción.
21
Finalmente cabe señalar que hecho de que las familias vean a sus hijos como alumnos
con éxito en el sistema educativo y futuros ciudadanos comprometidos, hace que la
confianza en ellos y en sí mismos aumente. Por ello el proceso formativo va ligado al
familiar de manera constante y hace necesario una estrecha colaboración entre familias,
profesionales de la escuela y agentes sociales comprometidos con la atención a estos
menores para seguir caminando hacia una educación inclusiva donde la acción educativa
es una tarea compartida.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Ainscow, M., Dyson, A., Goldrick, S., & West, M. (2012). Making schools effective for
all: Rethinking the task. School Leadership & Management, 32(3), 197-213.
Álvarez-Arregui, E., Rodríguez-Martín, A., Agudo, S., y Arreguit, X. (2017). Inclusive
ecosystem model for the management of knowledge, training and innovation:
progress, difficulties and challenges. Revista Aula Abierta de la Universidad de
Oviedo, 46, 97-104.
Amarís, M., Amar, J., y Jiménez, M. (2005). Dinámica de las familias de menores con
problemas psicosociales: el caso del menor infractor y la menor explotada
sexualmente. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud,
3(2), 141-174.
Barton, L. (julio, 2003). Inclusive education and teacher education: A basis for hope or
a discourse of delusion. Conferencia magistral presentada en las Institute of
Education Centenary Lectures. Recuperado de https://goo.gl/KJS12x
Barton, L. (2009). Estudios sobre discapacidad y la búsqueda de la inclusividad:
Observaciones. Revista de Educación, 349, 137-152.
Bolívar, A. (2006). Familia y escuela: dos mundos llamados a trabajar en común. Revista
de Educación, 339, 119-146.
Cagigal, V. (Coord.) (2009). La orientación familiar en el ámbito escolar. Madrid:
Universidad Pontificia de Comillas.
Constitución Española de 27 de diciembre de 1978. Boletín Oficial del Estado-Gaceta de
Madrid, nº. 311, de 29 de diciembre de 1978.
22
Coy, E. y Torrente, G. (1997). Intervención con menores infractores: su evolución en
España. Anales de Psicología, 13(1), 39-49.
Decreto por el que se establece el currículo de la Educación Secundaria Obligatoria en
las Islas Baleares (Decreto 34/2015, de 15 de mayo). Butlletí Oficial de les Illes
Balears/Boletín Oficial de las Islas Baleares, núm. 73, 2015, 16 de mayo.
Referencia: 8751.
Egido, G.I. (2015). Las relaciones entra familia y escuela. Una visión general.
Participación Educativa. Revista del Consejo General del Estado. Segunda
Época, 4(7), 11-17.
Fonagy, P., Butler, S., Goodyer, I., Cottrell, D., Scott, S., Pilling, S., … Haley, R. (2013).
Evaluation of multisystemic therapy pilot services in the Systemic Therapy for At
Risk Teens (START) trial: study protocol for a randomised controlled trial. Trials,
14, 265.
Funes, J. (1992). Criterios para la incorporación social de los menores infractores.
Encuentros sobre servicios sociales y reinserción social de delincuentes y jóvenes
inadaptados. Instituto Andaluz de Servicios Sociales. Sevilla.
Garreta, J. (Coord.) (2017). Familias y escuelas. Discursos y prácticas sobre la
participación en la escuela. Madrid: Pirámide.
Ibabe, I., & Jaureguizar, J. (2011). Perfil psicológico de los menores denunciados por
violencia filio-parental. Revista Española de Investigación Criminológica, 9(6),
1-19.
Ibabe, I., Arnoso, A., & Elgorriaga, E., (2014). Behavioral problems and depressive
symptomatology as predictors of child-to-parent violence. European Journal of
Psychology Applied to Legal Context, 6(2), 53-61.
doi:10.1016/j.ejpal.2014.06.004
Lema, C. (2010). El impacto en la educación de la Convención de la ONU sobre los
Derechos de las Personas con Discapacidad. En M. A. Casanova y M. A. Cabra
(Coords.), Educación y Personas con discapacidad: Presente y Futuro (p. 31-65).
Madrid: Fundación ONCE.
Ley Orgánica 8/1985, de 3 de julio, reguladora del Derecho a la Educación (LODE) (Ley
Orgánica 8/1985, de 3 de julio), Boletín Oficial del Estado, núm. 159, 1985, 4 de
julio. Referencia: BOE-A-1985-12978.
23
Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los
menores. Boletín Oficial del Estado, núm. 13, 2000, 2 de enero. Referencia: BOE-
A-2000-641.
Ley Orgánica para la mejora de la calidad educativa (LOMCE) (Ley Orgánica 8/2013, 9
de diciembre). Boletín Oficial del Estado, núm. 295, 2013, 10 de diciembre.
Referencia: BOE-A-2013-12886.
López, N. (2006). El procés d’inserció socioescolar o socioformatiu per a joves amb
mesures judicials de privació de llibertat. En J.R. Lago, G. Riera, O. Pedregosa, y
J. Soldevila (Coords.), Cap a una Educación Inclusiva, pp. 497-511. Vic: Eumo.
López, R.F. (2014). La participación de las familias en la educación escolar. Madrid:
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
López, N. y Muñoz, M.J. (2007). El trabajo constructivo para la mejora de las relaciones
socio-familiares con menores infractores: Centro Socioeducativo de menores “Es
Fusteret”. En M. Fernández e I. García (Dir.), Orientación Familiar: Violencia
Familiar (p. 131-138). Burgos: Universidad de Burgos.
Marchesi, A. (2004). Qué será de nosotros, los malos alumnos. Madrid: Alianza.
Orregoa, J.M., Painob, M. y Fonseca-Pedreroc, E. (2016). Programa educativo
«Trampolín» para adolescentes con problemas graves del comportamiento: perfil
de sus participantes y efecto de la intervención. Revista Aula Abierta de la
Universidad de Oviedo, 44, 38-45.
Sanz, M., Martínez-Pampliega, A., Iraurgi, J., Muñoz-Eguileta, A., Galíndez, G.,
Cosgaya, L., y Nolte, M. (2004). El conflicto parental y el consumo de drogas en
los hijos y las hijas. Bilbao: AEFFA-Dirección de Drogodependencias del
Gobierno Vasco.
Stainback, S., Stainback, W., & Moravec, J. (1999). Un currículo para crear aulas
inclusivas. En S. Stainback, y W. Stainback (Coords.). Aulas Inclusivas (p. 83-
102). Madrid: Narcea.
Trotter, C., Baidawi, S., & Evans, P. (2015). Good Practice in Community-based
Supervision of Aboriginal Youth Offenders. Australian Social Work, 68(1), 5-18.
Vázquez, L.D. (2012). Acercamiento estadístico a la realidad de los menores infractores
en México: legislación y crimen organizado, nuevos desafíos. Universitas
Psychologica, 11(4), 1105-1114.
24
25