nuevas masculinidades
nuevas masculinidades
nuevas masculinidades
La dicotomía creada por la estructura o ideología patriarcal construye las diferencias entre
hombres y mujeres de manera tal que la inferioridad de las mujeres es entendida como
biológicamente inherente o natural. Así, se les asignan a las mujeres roles, comportamientos y
características de menor prestigio. Mientras que de los hombres se espera que sean fuertes,
agresivos y racionales, de las mujeres se espera todo lo contrario: que sean dulces, emocionales,
pasivas, hogareñas. Además, deben desarrollar el rol de madre y esposa con actitudes de
cuidado, presencia y entrega absoluta. Es decir, el espacio público es pensado como exclusivo de
los hombres y es el espacio privado o doméstico el que está destinado a las mujeres. La sociedad
jerarquiza lo masculino por sobre lo femenino, lo que provoca una distribución desigual de poder,
desfavorable para las mujeres. Podemos afirmar que el patriarcado no sólo establece relaciones
de desigualdad entre varones y mujeres. Como sistema que impone jerarquías entre las
personas, básicamente según el género al que pertenezcan, el patriarcado extiende también sus
relaciones de poder hacia otras identidades y corporalidades. El patriarcado define a un sujeto
hegemónico (varón, blanco, heterosexual, sin discapacidad) y cuanto más nos “alejamos” de tales
características, más bajo en la jerarquía social6 nos coloca. Cuando no respondemos a lo que se
espera de nosotras/os y nos corremos de la “norma social” del estereotipo de género en el que
deberíamos encajar, el sistema patriarcal busca aleccionarnos, disciplinarnos, usando incluso la
violencia física. Existen ciertas reglas jurídicas, sociales y culturales que establecen categorías
rígidas de masculino/ hombre y femenino/mujer que son excluyentes de personas que no se
identifican en ellas, como las personas trans y/o intersex. Así como también, la noción de la
heterosexualidad impuesta como norma, que establece una especie de jerarquía sexual. A esto lo
llamamos, “binarismo de género” y “heteronormatividad”.
Actividades 1)
Consideramos que trabajar los roles y estereotipos patriarcales que cimentan nuestra sociedad es
de vital importancia para poder abordar la temática de la violencia de género o machista de
manera integral. Las raíces de la violencia de género se encuentran en los diferentes roles y
comportamientos asignados social y culturalmente a las personas según el género al que
pertenezcan como vimos en el apartado anterior. Más adelante veremos que la violencia es, en
muchos casos, una consecuencia de la creencia según la cual los hombres tienen “derecho a
ciertos privilegios”. Las costumbres sociales, tales como, alentar la conducta agresiva y reprimir la
expresión de las emociones (por considerarse una cualidad “femenina”), asumir riesgos a
cualquier costo, por ejemplo, terminan “autorizando” el uso de la violencia y convalidando a los
varones en una posición dominante en relación con las mujeres y otras identidades.
Actividad 2)
Entonces, podemos decir que la violencia de género8 es un fenómeno multicausal y complejo que
atraviesa el entramado social y afecta severamente a las mujeres, niñas, niños y a las personas
LGBTI. Se trata de una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre
varones y mujeres, pero que abarca también a aquellas personas a quienes se considera que
desafían las normas de género. Concretamente, es aquella ejercida contra toda persona o grupo de
personas sobre la base de su sexo o género, que tiene un impacto negativo en su identidad y su
bienestar social, físico y/o psicológico.
El concepto de masculinidad(es) se refiere a los modos en que los hombres son socializados y a
los discursos y prácticas que se asocian con las diferentes formas de “ser hombre”. Como hemos
mencionado anteriormente, si bien existen múltiples maneras de ser hombre, nuestra cultura
occidental aún promueve un modelo de género que le otorga mayor valoración a lo masculino por
sobre lo femenino, promoviendo en los hombres ciertos comportamientos como la competitividad,
la demostración de virilidad, la búsqueda del riesgo y el uso de la violencia en determinadas
circunstancias. Se ha llamado a este modelo de masculinidad como Masculinidad Hegemónica.
Desde este modelo de masculinidad para que un hombre sea considerado como tal debe detentar
características como ser activo, fuerte, no expresar sus emociones, no demostrar miedo, ser jefe
de hogar y proveedor, responsable y autónomo, entre otras. Asimismo, dentro de los mandatos
de la masculinidad hegemónica, el autocuidado y la valoración del cuerpo en el plano de la salud
es escaso ya que se asocia a vulnerabilidad, y por tanto, aparece como un valor femenino. Una
de las características vitales de la masculinidad hegemónica es la heterosexualidad. Así, en el
marco de la sexualidad, el modelo ordena al varón a desear, conquistar y poseer mujeres. Esta
prescripción de heterosexualidad es obligatoria al tiempo que implica la estigmatización y
discriminación de todos aquellos hombres que no cumplan con dicho mandato. Esta exclusión
afecta a aquellos hombres cuya orientación sexual no sea la heterosexual, siendo “feminizados”
como si de una operación despectiva se tratase: pasan a ser expulsados de manera simbólica y
práctica de la identidad masculina. El sistema patriarcal coordina una serie de relaciones
intragénero11 entre los distintos tipos de masculinidades, basadas en el lugar que los hombres
ocupan en la estructura social, en conjunto con la valoración que se le otorga a ciertas cualidades
tenidas en cuenta como viriles en la sociedad actual. Este dinamismo de interacciones hacia el
interior de las masculinidades determina alianzas, complicidades, subordinación y dominación al
interior del género masculino. De esta manera, mientras vemos que nuestra sociedad le da una
relevancia jerárquica a la masculinidad hegemónica, dominante, también nos encontramos con
que hay otras masculinidades subordinadas a ésta. Por ejemplo, los hombres gays, bisexuales o
trans suelen ser discriminados por sus congéneres a partir de una lógica desde el homotransodio
que los considera “femeninos” (lo que equivaldría a una categoría de hombre inferior). Esta lógica
discriminatoria generalmente se plasma en procesos materiales que restringen, a quienes no
responden a los estándares de la masculinidad hegemónica, en el acceso a ciertos empleos o
jerarquías en sus ocupaciones.
La complicidad masculina
Como podemos ver, para que esta socialización sea efectiva hace falta contar con un elemento
imprescindible: la complicidad masculina. Durante el proceso de socialización y luego, durante el
resto de la vida, los varones reafirman su pertenencia a la masculinidad hegemónica a través de
la reproducción de los mandatos bajo la forma de actos, actitudes, creencias, etc., todas acciones
dirigidas a ese varón imaginario que se le enseñó que debe representar. Ese tipo de accionar se
convierte automáticamente en complicidad con el modelo hegemónico, puesto que lo perpetúa en
el tiempo. Tomemos como ejemplo al mal llamado “piropo” en la calle (y en cualquier lugar)13 de
un hombre a una mujer: lo que tiene la apariencia de ser un acto dirigido a una mujer, en realidad
es un mensaje de reafirmación a esa imagen de varón idealizada por la educación patriarcal. Lo
mismo puede encontrarse en los grupos de whatsapp integrados enteramente por varones, donde
tarde o temprano suelen aparecer mensajes machistas para referirse despectivamente hacia
mujeres, lesbianas, bisexuales, no binaries o incluso a otros varones del grupo a los que se busca
aleccionar por alguna “afrenta” a la masculinidad grupal. Presenciar esa situación y no
condenarla, guardando silencio, también es una forma de complicidad, ya que no permite poner
en juego la posibilidad de otra(s) masculinidad(es) que no necesiten oprimir para vincularse. La
mayoría de los hombres no responden al tipo ideal de la masculinidad hegemónica. Sin embargo,
colaboran en su continuidad debido a que el sistema de dominación patriarcal les ofrece ciertos
beneficios por el hecho de ser hombres, o simplemente por el temor a ser excluidos del grupo de
pares (algo muy presente entre adolescentes).
Actividad final
A partir de lo leido. Que onclusion puedes sacar del abordaje de estos temas en: la escuela, las
familias y tu grupo de pares. ¿Crees que realmente hay un cambio en las miradas desde el respeto
por el otro?. Fundamenta.