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ALAVESA
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DIPUTACION FORAL DE ALAVA
CONSEJO DE CULTURA
TOMO V
VITORIA 1972
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA
Tomo V - Vitoria 1972
Publicación de la sección de arqueología del
Consejo de Cultura de la Diputación Foral de Alava.
EL PUENTE MANTIBLE
M. M. Bueno-J. G. Moya
Enrique Vallespí
Seminario de Arqueología
Universidad de Navarra
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La exploración de estas localizaciones no ha sido sistemática, sino fruto
casi siempre marginal de diversas prospecciones independientes, constituyen-
do los materiales recogidos un simple muestreo de las prospecciones descubri-
doras o a lo sumo, en algunos, casos, de varias visitas repetidas al lugar.
La historia de estas exploraciones se concreta en las viejas referencias
a los hallazgos de la Dehesa de San Bartolomé, publicadas por L. de Velasco
en 10, J. de Apráiz en 1901 y E. de Eguren en 1914 (2), y del yacimiento
de Txuriturri, de Araya, por E. de Eguren en 1927 y 29 y D. Fernández
Medrano en 1949 (3), con el registro por J. M. de Barandiarán de ambos
yacimientos (4), una referencia del yacimiento del Gritadero de Mendiola,
debida a D. Fernández Medrano en 1949 (5), y la notificación efectuada por
mí recientemente de los yacimientos del Oeste Alavés, Nanclares de la Oca
y Puerto de Vitoria, en una primera visión de conjunto de la serie regional de
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la extremidad distal y base redondeada y unas medidas de 22 milímetros de lon-
gitud, 9 de anchura y 4 de espesor (lám. y fig. , 11).
9. Piezas de talla plana: puntas de flecha. Ocho ejemplares, cuatro de tipo poli-
forme biapuntado, de retoque marginal (lám. y fig. , 12, 13) y profundo bifacial en
chevrón (lám. y fig. , 14, 15); otros cuatro ejemplares son piezas triangulares con
pedúnculo, sin aletas (lám. y fig. , 16), de aletas rectas (lám. y fig. , 17) y de aletas
agudas (lám. y fíg. , 1 y 19, este último ejemplar con la aleta conservada biselada).
B) Punta de flecha de cobre o bronce, lanceolada, con nervio y de pedúnculo
plano; sin analizar (lám. , 20).
C) Cerámicas. En el lote de materiales que analizo aparecen unos pocos frag-
mentos cerámicos.
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es una pieza nucleiforme, de factura similar a la anterior, aunque más tosca; mide
de diámetros 69 y 77 milímetros y unos 25 mm. de grosor.
2. Raederas. Tres ejemplares. Una en lasca cortical, que conserva su talón liso
y presenta talla bicacial parcial, pieza clasificable como raedera bifaz doble, casi
convergente, y con dorso retocado (lám. 22, 1, y fig. 13, 3); el segundo ejemplar
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es una raedera lateral de dorso adelgazado y con muesca, en una lasca cortical con
retoque marginal bifaz (lám. 22, 2, y fig. 13, 2); la tercera pieza es una pequeña
raedera convergente, de retoque marginal escamoso en la cara inferior, en una las-
ca pequeña, con huellas de un lascado centrípeto previo en la cara superior (lám.
22, 3 y fig. 13, 1).
3. Muescas. Cuatro ejemplares, de muescas planas (lám. 23, 1, 2, y fig. 14, 1,
2) y carenoides (lám. 23, 3, 4, y fig. 14, 3, 4), todas de retoque marginal oblicuo,
casi abrupto, escamoso; a veces escalariforme, presentando la última pieza de la
serie un dorso afacetado.
4. Denticulados. Dos ejemplares, ambos con dorso y con la denticulación ob-
tenida por lascado directo; uno de ellos es un denticulado carenoide, (lám. 23, 5,
y fig. 14, 5) y nucleiforme el segundo, obtenido en una pieza de reavivamiento de
un frente de núcleo (lám. 23, 6, y fig. 14, 6).
5. Raspadores. Componen este grupo diez ejemplares de raspador y dos de
útil mixto, raspador-perforador. Los diez raspadores pueden definirse en conjunto
como raspadores cortos planos, con ejemplares frontales y laterales; todos están
obtenidos sobre lasca y tipológicamente quedan bien definidos los sois primeros
ejemplares de la serie como frontales cortos (lám. 24, 1 a 6, y fig. 15, 1 a 6), tres
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de ellos con retoque lateral (los ejemplares 3. 4, 5, de dichas lám. y fig.); son
asimismo tipológicamente precisos dos raspadores laterales (lám. 24, 7, , y fig.
15, 7, ), pero ofrecen en cambio dudosa clasificación dos piezas (lám. 24, 9, 10,
y fig. 15, 9, 10), en sendas lascas delgada y gruesa, retocadas lateralmente en la
cara superior, que pudieran clasificarse como raederas laterales, pero que ante la
dificultad práctica que presenta en casos límites la distinción de ambos tipos, re-
sulta preferible que este caso su inclusión en la serie de raspadores, toda vez que
es más asimilable a ésta que a las raederas descritas anteriormente. Por último, se
distinguen en este lote de raspadores dos ejemplares de útil mixto, raspador-per-
forador, en lasca pequeña con punta destacada en el plano del talón, uno de ellos
(lám. 24, 11, y fig. 15, 11), y de perforador microlítico el segundo (lám. 24, 12, y
fig. 15, 12).
6. Pieza nucleiforme pequeña con filo bif acial (lám. 25, 1, y fig. 16, 1). Ob-
tenida al parecer por reutilización de una pequeña bola repiqueteada, cuyo córtex
se conserva parcialmente formando talón, presenta el filo obtenido por lascado
centrípeto bifaz, permitiendo la clasificación de la pieza como pequeño hendidor.
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7. Buril angular poliédrico (lám. 25, 2, y fig. 16, 2). Sobre lasca, con un golpe
de buril matando el filo, otro en la cara inferior y varios (dos largos y dos de rea-
vivado) en la superior, tratándose de una pieza de conservación muy fresca.
. Cuchillo de dorso afacetado (lám. 25, 3, y fig. 16, 3). Sobre lasca espesa y
grande, que conserva su pequeño talón cortical; el filo presenta las señales de uso
características del tipo.
9. Laminilla de dorso (lám. 25, 4, y fig. 16, 4). Con el dorso derecho de retoque
abrupto profundo y directo, con un leve retoque marginal también directo en el
borde derecho y la arista retocada junto a la base; con pátina blanca de alteración
avanzada.
10. Piezas de talla plana: puntas de flecha. Dos ejemplares: un fragmento de
punta, sobre laminilla, con el retoque plano cubriendo totalmente la cara inferior y
sólo parcialmente la superior; en silex blanco (lám. 25, 5, y fig. 16, 5); el segundo
ejemplar, completo, excepto la extremidad de su punta, biapuntado, en tipo de
hoja de laurel estrecha, de retoque plano bifacial, más tosco en la cara inferior; en
sílex alterado, de baja calidad (lám. 25, 6, y fig. 16, 6).
11. Raclettes. Dos ejemplares, sobre sendas lasquitas de talón preparado y en
silex de alteración el primero y sin patinar el segundo; poligonales y de retoque
abrupto alterno las dos piezas (lám. 25, 7, , y fig. 16, 7, ).
B) Hachas pulimentadas. Dos fragmentos (talones) de sendos ejemplares, de
sección oval, en ofita (lám. 26, 1) y de sección oval aplanada por una cara, en
realidad, canto rodado aprovechado (lám. 26, 2).
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conjuntos aislados, como los Molinos de Laguardia, en la Rioja alavesa, por Ba-
randiarán y Fernández Medrano (23), y Farangortea de Artajona, en la Navarra
Media, por Maluquer de Motes (24), pero existen en gran número en la región,
con una red de yacimientos en la Navarra Media Occidental, un conjunto aislado
en Ichaso y dos en los alrededores de Pamplona, y redes de yacimientos en la Na-
varra Media Oriental y en la Ribera Alta y Ribera tudelana de Navarra, que tengo
controlados y estudiados (25). Cuando sean publicados todos estos yacimientos
se podrá fundamentar el encuadre de los conjuntos alaveses cuyos materiales doy
ahora a conocer, en su contexto regional inmediato del Alto Valle del Ebro y dis-
pondremos asimismo de una base para la conexión de estas series de superficie
con las restantes manifestaciones estudiadas de la Edad del Bronce con industrias
líticas, como cuevas, dólmenes y túmulos de inhumación.
Considerados en conjunto los materiales que sistematizo en el Bronce, de los
yacimientos de las Molinas de Angulo, del Oeste alavés, Nanclares de la Oca,
Dehesa de San Bartolomé, serie del Puerto de Vitoria, Txuriturri y término de
Araya y el lote de piezas sueltas de diversos puntos de Alava, presentan un cuadro
industrial del silex de industrias mixtas de láminas y lascas, de tamaños medios y
tendencia microlitizante, con abundancia de láminas, y en menor grado de lascas,
de retoque marginal, y unos cuadros tipológicos definidos por el predominio acu-
sado de raspadores, frecuencia de piezas foliáceas de talla plana y en menor grado
de puntas de dorso, piezas de hoz, muescas sobre lasca, geométricos, láminas y
laminillas de dorso y truncaduras, con presencia de otros tipos. La asociación de
estas industrias del silex a las hachas pulimentadas aparece evidenciada en algu-
nos yacimientos (Txuriturri y término de Araya, Oeste alavés, Puerto de Vitoria),
lo mismo que la conexión con las cerámicas (Txuriturri y término de Araya, Oeste
alavés), aunque en este caso con menos precisión, sin que se haya logrado la fi-
liación de los tipos cerámicos de estos conjuntos (26). Interesante resulta además
la comprobación de la existencia entre estos materiales de alguna pieza metálica
(punta de flecha de cobre o bronce del Oeste alavés) (27).
Del mundo industrial así caracterizado por estas series de la Edad del Bronce
se separan tipológicamente el corto conjunto lítico del Gritadero de Mendiola, una
serie de materiales del Puerto de Vitoria y un corto lote de la Dehesa de San Bar-
tolomé, los tres yacimientos de los Montes de Vitoria. Estos materiales componen
un cuadro tipológico de claro contraste con las industrias analizadas de la Edad del
Bronce: seis raederas y un raspador carenado en las nueve piezas del Gritadero, una
serie integrada por dos discos, tres raederas, cuatro muescas, dos denticulados, un
cuchillo y dos raclettes del Puerto de Vitoria y más imprecisamente, una raedera
y dos cuchillos de la Dehesa de San Bartolomé, que por su aspecto musteroide es
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N O T A S
(1) Cfs. mis trabajos, E. VallEspí, Talleres de silex al aire libre en Alava, en Ampurias XXIX,
Barcelona 1967, pp. 231-34, con una primera identificación, y la visión regional en Talleres de silex al
aire libre en el País Vasco meridional, en Estudios de Arqueología Alavesa III, Vitoria 196, pp. 7-27.
(2) l. dE VElasco, Los Eúskaros en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya. Barcelona 10, pp. 11-15 y láms.
intercaladas; J. dE apráiz, ¿Cristianos o prehistóricos?, en la rev. Euskalerria, t. XLIV. San Sebastián
1901, p. 116; E. dE EgurEn, Estado actual de la Antropología y Prehistoria Vascas. Estudio Antropoló-
gico del Pueblo Vasco. La Prehistoria en Alava. Bilbao 1914, pp. 125-31 y láminas correspondientes.
(3) E. dE EgurEn, Nuevas investigaciones prehistóricas en Alava, en Anuario de Eusko-Folklore
VII, de 1927, pp. 17-33 del final, con la referencia del yacimiento en cuestión en pp. 26-7, con el sub-
título de «Un importante yacimiento en Araya»; E. dE EgurEn, El dolmen de Larrasoil. Otros datos
para el estudio de la Prehistoria alavesa, en Anuario de Eusko folklore IX, de 1929, pp. 107-117; D.
FErnándEz MEdrano, Guía sumaria y provisional del Museo Arqueológico de Alava, Vitoria 194
(folleto mecanografiado), p. 9; reproducido en Ikuska II y III, de 194 y 1949.
(4) J. M. dE Barandiarán, Catalogue des stations préhistoriques des Pyrénées Basques, en Ikus-
ka, núm. 1, 1946, pp. 25 y 26; y El hombre prehistórico en el País Vasco. Buenos Aires 1953, pp. 12-3.
(5) D. FErnándEz MEdrano, Guía sumaria y provisional del Museo Arqueológico de Alava,
Vitoria 194, p. 11, y en Ikuska, II y III, de 194 y 49.
(6) En E. VallEspí, Talleres de silex al aire libre en Alava, en Ampurias XXIX, Barcelona 1967,
pp. 231-34, y «Talleres de sílex al aire libre en el País Vasco meridional», en Estudios de Arqueología
Alavesa, 3, Vitoria 196, pp. 7-27.
(7) Por Félix Murga, Nuevo taller de silex, descubierto en el valle de Angulo (Burgos), en Es-
tudios de Arqueología Alavesa, núm. 3, Vitoria 196, p. 147.
() A. doMingo FErnándEz MEdrano se debe la reunión de los fondos de la Sociedad de Estu-
dios Vascos y de la Colección Arqueológica del Colegio de Santa María, de los Marianistas, de Vito-
ria, con materiales de la Dehesa de San Bartolomé y Txuriturri y término de Araya; el descubrimiento
de los yacimientos del Gritadero de Mendiola y del NE. del Sotillo de Laguardia; la recepción de la
Colección del Oeste alavés, de antonio VallEjo góMEz, y del conjunto del Puerto de Vitoria, de E.
K. Erikson; el control de diversos hallazgos esporádicos y finalmente el registro de todos estos mate-
riales en los inventarios manuscritos del Museo, con su inclusión en la primera guía del Centro (Guía
sumaria y provisional del Museo Arqueológico de Alava, tirada mecanografiada, en Vitoria 194,
reproducido en la revista Ikuska, número 2, de 194, y 3, de 1949). Consecuentemente FErnándEz
MEdrano ha prodigado su atención a mi tarea de estudio de estos materiales, facilitando notoriamente
mi labor, motivo por el que me es grato expresar mi reconocimiento al colega y amigo.
(9) F. Murga, Nuevo taller de silex, descubierto en Angulo (Burgos), en Estudios de Arqueolo-
gía Alavesa, núm. 3, Vitoria 196, p. 147.
(10) Marqués de Loriana, Dos nuevos hallazgos megalíticos en la provincia de Alava, en Ar-
chivo Español de Arqueología XVI, Madrid 1943, p. 20; J. MaluquEr dE MotEs, Las comunidades
prehistóricas alavesas y sus problemas, en el Boletín de la Institución Sancho el Sabio, I, Vitoria
1957, p. 57; E. VallEspí, Talleres de silex al aire libre en Alava, en Ampurias XXIX, Barcelona 1967,
pp. 231-32, y Talleres de silex al aire libre en el País Vasco meridional, en Estudios de Arqueología
Alavesa, 3, Vitoria 196, pp. 15-16.
(11) Desconozco el nombre preciso del lugar del hallazgo, pues aunque en una de mis visitas
me indicaron en el Noviciado su denominación como «Campa de la Alondra», no sé si este nombre
responde a un topónimo generalizado.
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(12) E. VallEspí, Talleres de silex al aire libre en Alava, en Ampurias XXIX, página 233, y Talle-
res de silex al aire libre en el País Vasco meridional, en Estudios de Arqueología Alavesa, 3, pp. 14-15.
(13) La bibliografía aludida de este yacimiento en la siguiente: L. dE VElasco, Los Eúskaros
en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya, Barcelona 10 ,pp. 13-15 y láms. correspondientes; J. dE apráiz,
¿Cristianos prehistóricos?, en Euskalerria XLIV, 1901, página 116; E. dE EgurEn, Estado actual de
la Antropología y Prehistoria Vascas. Estudio Antropológico del Pueblo Vasco. La Prehistoria en
Alava, Bilbao 1914, pp. 125-31 y láms.; D. FErnándEz MEdrano, Guía sumaria y provisional del
Museo Arqueológico de Alava, Vitoria 194, pp. 10 y 16 bis, y en Ikuska II, 194, y III, 1949; J. M.
dE Barandiarán, Catalogue des stations préhistoriques des Pyrénées Basques, en Ikuska I, 1946, p.
25, y El Hombre Prehistórico en el País Vasco, Buenos Aires 1953, página 12; E. VallEspí, Talleres
de silex al aire libre en Alava, en Ampurias XXIX, Barcelona 1967, p. 233, y Talleres de silex al aire
libre en el País Vasco meridional, en Estudios de Arqueología Alavesa, 3, Vitoria 196, p. 14.
(14) E. VallEspí, Talleres de silex al aire libre en Alava, p. 233, y Talleres de silex al aire libre
en el País Vasco meridional, p. 14.
(15) D. FErnándEz MEdrano, Guía sumaria y provisional del Museo Arqueológico de Alava,
Vitoria 194, p. 11, y en Ikuska II, 194, y III, 1949; E. VallEspí, Talleres de silex al aire libre en
Alava, p. 233, y Talleres de silex al aire libre en el País Vasco meridional, p. 13-14.
(16) La bibliografía de los citados hallazgos del término de Araya es la siguiente: E.
dE EgurEn, Nuevas investigaciones prehistóricas en Alava, en Anuario de Eusko-Folklo-
re 1927, pp. 26-27 del final («Un importante yacimiento en Araya»), y El dolmen de Larra-
soil. Otros datos para el estudio de la Prehistoria alavesa, en Anuario de Eusko-Folklore 1929,
pp. 107-117; J. M. dE Barandiarán, Catalogue des stations préhistoriques des Pyrénées Bas-
ques, en Ikuska I, 1946, pp. 25 y 26, y El Hombre Prehistórico en el País Vasco, 1953, pp. 12
y 13; D. FErnándEz MEdrano, Guía sumaria y provisional del Museo Arqueológico de Ala-
va, Vitoria 194, p. 9, y en Ikuska III, 1949, pp. 433-9; ana Muñoz aMiliBia, El Neolítico en el
País Vasco, en el IV Symposium de Prehistoria Peninsular sobre problemas de Prehistoria y Etnolo-
gía Vascas, Pamplona 1966, p. 112 y conclusiones de su estudio; E. VallEspí, Talleres de silex al aire
libre en Alava, en Ampurias XXIX, p. 233, Talleres de silex al aire libre en el País Vasco meridional,
en Estudios de Arqueología Alavesa 3, p. 12, y Arqueología y arqueólogos alaveses. El momento ac-
tual de la investigación arqueológica de la provincia de Alava, en Estudios de Arqueología Alavesa
4, p. 23; A. llanos, Avance al estudio de la Edad del Hierro en Alava, en X Congreso Nacional de
Arqueología (Mahón 1967), 1969 p. 259.
(17) A esta pieza hay que unir un raspador plano frontal largo que, perteneciente a Txuriturri,
aparece entre las piezas sueltas de distintos puntos de Alava y se reproduce en la lám. 32, 1, y fig.
20, 1. Como la redacción del trabajo se ha efectuado con posterioridad a la obtención de las foto-
grafías de los materiales, resulta más cómodo mantener la disposición de las láminas y coordinación
uniforme de las figuras, incluyendo esta advertencia de integración de la pieza en cuestión al lote de
materiales de Txuriturri y término de Araya, cuyas piezas, por otra parte, no sabemos si constituyen
el conjunto de un solo yacimiento o corresponden algunas a hallazgos sueltos.
(1) El lugar de estos hallazgos líticos inéditos que doy a conocer ahora, con relación al dolmen
del Sotillo y a los otros dólmenes de Laguardia y Elvillar, puede situarse en un croquis publicado por
J. M. dE Barandiarán, D. FErnándEz MEdrano y J. M. apEllániz, en su memoria de la excavación
de dicho dolmen, Excavación del dolmen de El Sotillo (Rioja Alavesa), en el Boletín de la Institución
Sancho el Sabio, tomo VIII, Vitoria 1964, fig. 1, en la p. 30.
(19) Recuérdese la atribución de esta pieza al lote de materiales de Txuriturri y término de
Araya, reseñado con anterioridad.
(20) gEorgEs laplacE, Recherches de Typologie Analytique, 1968, en Origini II, Roma 196; y
las referencias de los coloquios sobre tipología analítica mantenidos en Arudy por el Centre Interna-
tional des Recherches Typologiques, bajo la dirección del profesor laplacE (ignacio Barandiarán,
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Arudy 1969. Coloquio internacional de tipología, en Caesaraugusta, Psana 33-34, Zaragoza 1969-
70, pp. 143-155; J. M. MErino, El coloquio internacional de Arudy, en Munibe XXII, 1/2 de 1970,
páginas 7-9).
(21) Véanse las consideraciones finales de mi aludido estudio, E. VallEspí, Talleres de silex al
aire libre en el País Vasco meridional, en Estudios de Arqueología Alavesa 3, Vitoria 196, pp. 19-
22. Sobre el momento inicial de estos conjuntos de superficie en la región, he añadido algunas preci-
siones en otro trabajo reciente, E. VallEspí, Arqueología y arqueólogos alaveses. El momento actual
de la investigación arqueológica de la provincia de Alava, en Estudios de Arqueología Alavesa 4,
Vitoria 1970, p. 24 y nota 17, y p. 26.
(22) E. VallEspí, Las industrias líticas de la Sierra de Camero Nuevo (Logroño), en Berceo,
núm. LIV y LV, Logroño 1960, pp. 71-94 y 153-151; E. VallEspí y J. G. Moya Valgañón, Talleres
de silex en la Rioja Alta, términos de Sajazarra y Fonzaleche, entregado al Instituto de Estudios
Riojanos, de Logroño, para su publicación en la revista Berceo.
(23) Este yacimiento, descubierto y reseñado por D. FErnándEz MEdrano, fue catalogado ini-
cialmente como dolmen, pero su excavación obligó a rechazar tal identificación, suponiendo sus
excavadores que «más bien se trata de un probable emplazamiento de una habitación o de una ne-
crópolis», motivando mi inclusión provisional en las series de conjuntos de superficie de la Edad del
Bronce. Véanse a estos propósitos la memoria de excavación, de J. M. dE Barandiarán y D. FErnán-
dEz MEdrano, Excavaciones en Alava, en el Boletín de la Institución Sancho el Sabio, t. II, núm. 1,
Vitoria 195, pp. 175-, y mi sistematización, en E. VallEspí, Talleres de sílex al aire libre en el País
Vasco meridional; en Estudios de Arqueología Alavesa, t. 3, Vitoria 196, pp. 16-17.
(24) J. MaluquEr dE MotEs, «Notas sobre la cultura megalítica navarra», en Príncipe de Via-
na, núms. 92 y 93, Pamplona 1963, pp. 123-2.
(25) Estas localizaciones de conjuntos de superficie en Navarra confirman plenamente las pre-
dicciones de MaluquEr y las mías propias de su abundancia e interés para el estudio de la Edad del
Bronce en la región. Su estudio forma parte de un trabajo de conjunto que he realizado sobre la Pre-
historia regional del Alto Valle del Ebro (Alava, Navarra y Logroño), como becario de la Fundación
Juan March.
(26) El control de cerámicas es indispensable para el estudio adecuado de los conjuntos de su-
perficie y es uno de los aspectos que deberá cuidarse en las revisiones de campo de los yacimientos.
A las cerámicas de Txuriturri. de Araya, ha prestado atención Ana M.a Muñoz, El Neolítico en el País
Vasco, en las actas del IV Symposium de Prehistoria Peninsular. Sobre problemas de Prehistoria y
Etnología Vascas, Pamplona 1966, p. 112 y conclusiones.
(27) A este hallazgo que publico puedo añadir otros dos inéditos de la Navarra Media: el de un
alfiler de bronce, de tipología de un Bronce Final o comienzos del Hierro, aparecido entre un con-
junto de silex en el término de Sabaiza, en la Sierra de Izco, y el de una punta de flecha al parecer
de cobre, de aletas y pedúnculo planos, recogida con algunos silex en el término de Tirapu, cerca de
Artajona.
(2) La base tipológica achelense de estas industrias de superficie véase en la siguiente bibliografía:
E. VallEspí, Novedades del Paleolítico Inferior y Medio vascos: los yacimientos navarros de Urbasa y
de Olazagutía», en las actas de la I Semana de Antropología Vasca, Bilbao 1971, pp. 565-79; A. Marcos
y S. MEnsua, Un hallazgo lítico del Paleolítico Inferior, del término de Lumbier (Navarra), en Prín-
cipe de Viana, números 76 y 77, Pamplona 1959, pp. 217-25; I. Barandiarán, Un hacha amigdaloide
de tradición inferopaleolítica en Calahorra (Logroño), en Homenaje a D. José M.a Lacarra, Zaragoza
196, pp. 69-79; el hallazgo aludido de Estella, un bifaz inédito, va a ser publicado por E. VallEspí y R.
garcía sErrano; finalmente, las noticias de los hallazgos de Zúñiga y de Aitzábal, respectivamente,
en H. oBErMaiEr, El Hombre Fósil, 2.a ed., Madrid 1925, p. 192-3, y J. M. dE Barandiarán, El Hombre
Prehistórico en el País Vasco, Buenos Aires 1953, p. 24, con ampliaciones en ignacio Barandiarán,
7
CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE
El Paleomesolítico del Pirineo Occidental. Bases para una sistematización tipológica del instru-
mental óseo paleolítico, Zaragoza 1967, pp. 1, donde se da además la noticia de la aparición de otro
bifaz en Lumbier (op. cit., p. 202-3).
(29) La personalización de un Musteriense de tradición achelense en los conjuntos líticos de la
Sierra de Urbasa y de Coscobilo de Olazagutía véase en mi citado trabajo Novedades del Paleolítico
Inferior y Medio Vasco: los yacimientos navarros de Urbasa y de Olazagutía, y en otro estudio,
firmado en colaboración, E. VallEspí y M. ruiz dE gaona, Piezas inéditas de tradición achelense en
las series líticas de Coscobilo de Olazagutía (Navarra), en Munibe XXIII, 2/3 de 1971, Homenaje
a D. José de Barandiarán, pp. 375-4. Espero continuar la publicación de materiales de estos ya-
cimientos, con trabajos en colaboración, personales y de equipo con mis alumnos del Seminario de
Arqueología de la Universidad de Navarra.
79
CERAMICA EXCISA EN ALAVA
Y PROVINCIAS LIMITROFES
RELACION DE HALLAZGOS
1
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
2
Juntamente con esta pieza, encontró varios fragmentos de cerámica decorada
con mamelones, digitaciones y ungulaciones, así como una aguja de bronce.
3
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
allaran. Eguino
Aunque es con la pieza de San Formerio cuando se da a conocer cien-
tíficamente la cerámica excisa en el País Vasco, es también cierto que en los fon-
dos del Museo Provincial de Arqueología de Alava, existe un pequeño fragmento
de cerámica con esta técnica, que aunque publicado el resultado de la excavación
(4) donde apareció, pasó desapercibida su existencia durante 40 años (5).
El yacimiento se encuentra en los escarpes de la Sierra de Altzania, en el
monte Surbi, en el mismo paso de la Borunda, entrada desde tierras Navarras a la
zona central de Alava.
A pesar de su pequeño tamaño, nos permite, la parte conservada, tener una
ligera idea del tema ornamental. Su composición sería (Fig. 3 n.° 3) a base de
dientes de lobo en relieve, conseguido con excisiones del fondo. Estos queda-
rían enmarcados entre dos franjas con incisiones oblicuas ordenadas en sentidos
opuestos.
De técnica muy cuidada, se encontró asociada a fragmentos de cerámicas
decoradas Con digitaciones, ungulaciones y cordones; un punzón de cobre; varios
raspadores de silex y dos puntas de flecha de pedúnculo y aletas.
4
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
5
6
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
Entre los materiales aparecidos en este nivel se ven varios fragmentos de ce-
rámicas ornamentadas con cordones, incisiones, y otros trozos correspondientes
a cerámicas globulares de pasta negra, espatulada. Como pieza interesante para
orientarnos en la fechación de estas cerámicas excisas también apareció la empu-
ñadura de una espada, en bronce, del tipo de lengüe ta con empalme en U y de
alma calada (Fig. 4a).
la tEja. Villodas.
En el mismo borde de la carretera N-1 (Madrid-Irún) y entre los kilómetros
342 y 343, pertenecientes al pueblo de Villodas, excavamos una necrópolis de
hoyos de incineración (11), (12).
En dos de las sepulturas se encontró cerámica excisa. Ya en la primera que se
excavó —n.° 1— apareció este tipo de cerámicas juntamente con algunos frag-
mentos del tipo de punto y raya o Boquique.
7
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
Los fragmentos excisos que estudiamos son únicamente tres pequeños trozos
que presentan dos tipos diferentes de decoración (Fig. 5), una a base de reticulado
en forma ajedrezada con estructura cuadrada (Fig. 5, n.° 4), y la otra también
ajedrezada pero con estructura rectangular y líneas verticales de separación.
Mayor interés tienen las cerámicas localizadas en la sepultura número 5, ya
que con los fragmentos de ellas nos ha permitido reconstruir la forma de dos. La
número 1 pertenece a una gran vasija de un diámetro de 360 milímetros. Decorada
a base de una franja de dientes de lobo, en relieve sobre fondo exciso. A esta se
superpone otra de triángulos también excisos. Por debajo de ambas corren dos
líneas con un tipo de técnica que luego lo veremos repetido en otro fragmento de
este mismo lugar (n.° 3).
La número 2 es otra vasija de la misma forma que la anterior pero de menor
tamaño, solamente 240 milímetros de diámetro. Decorada con ajedrezado rectan-
gular separado por zonas alternas lisas. Una línea inferior incisa separa esta zona
de la inferior ornamentada con una franja paralela de puntos.
La pasta de ambas es bastante cuidada, con una superficie alisada aunque sin
llegar a la perfección de pastas de tipo espatulado.
El tercer fragmento (Fig. 5, n.° 3), de pequeño tamaño, no permite reconstruir
la forma del recipiente, pero sí el diseño ornamental, que es a base de cinco lí-
neas paralelas con inflexiones alternantes angulares quebradas, separadas unas y
otras zonas por líneas verticales. El tratamiento de excisiones se realizó con una
herramienta estrecha con punta angular, con la que se sacó la pasta a «pellizcos»,
dejando una línea intermitente en punta de flecha.
9
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
91
92
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
base de líneas incisas, formando dientes de lobo sobre una franja; los vanos ocu-
pados por los triángulos resultantes sobre la banda se excidieron, así como la parte
inferior de esta banda.
93
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
CONCLUSIONES
Con el aumento de todas estas estaciones con cerámica excisa, se amplía con-
siderablemente la carta de distribución de esta técnica ornamental en yacimientos
de nuestra Patria, máxime cuando viene a llenar una zona emplazada en uno de los
caminos, lógicos, de penetración de la cultura que porta esta técnica cerámica. Se
confirma así lo que ya varios autores habían supuesto (14), (15), (16).
Aparte de este tipo en sí, viene a sumarse, el interés de tener fechados dos
yacimientos, lo que en principio nos induce a reconsiderar nuevamente, cronolo-
gías, ordenación evolutiva de ornamentaciones y otros aspectos, que en anteriores
estudios se consideraban bastante firmes. En principio vemos cómo —gracias al
yacimiento del Castro del Castillo de Henayo— coexisten una serie de motivos
ornamentales, sin ningún orden prioritario decorativo, es decir, que los motivos
angulares y de dientes de lobo, se dan a la vez o en un espacio de tiempo muy
reducido que la temática de reticulados y otros motivos. También encontramos
en íntima relación con estos tipos, la decoración excisa a punta de espátula del
94
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
tipo de los vasos de Estiche y Numancia, a los cuales se les asignó una fecha muy
avanzada, y que a la vista de estas mismas decoraciones halladas en el Castro
del Castillo podremos pensar en que esta técnica perdura largamente pero que su
iniciación es tan antigua como el resto de las decoraciones. Por todo ello consi-
deramos que convendrá actuar con cautela al encajar cronológica y culturalmente
fragmentos aislados y sin contexto alguno, de estas cerámicas excisas, ya que úni-
camente tendrá valor la clasificación cronológica de piezas con esta técnica cuan-
do se relacionen con otras formas o técnicas que formen conjuntos tipológicos
fechados ya con anterioridad en yacimientos base. Un caso concreto es el material
cerámico localizado en el Castro del Castillo de Henayo. Es en este yacimiento y
en el de Solacueva donde encontramos datos para poder fijar una cronología para
estas cerámicas excisas, al menos en nuestro ámbito provincial.
El primer yacimiento en el que encontramos algún indicio cronológico fue en
el de Solacueva de Lacozmonte. Esta cerámica encontrada en la excavación de
esta cavidad se encontraba asociada a diversos materiales destacando entre ellos
una empuñadura en bronce de una espada de lengüeta con empalme en U y alma
calada. Este tipo de espadas, según distintos investigadores (17), quedaría enca-
jado en una cronología que oscilaría entre los siglos de finales del XI a mediados
del siglo VIII. Por lo tanto, tendremos una cronología relativa para la cerámica de
este yacimiento dentro de unos amplios límites pero que permite encasillarla en
un momento al parecer antigüo.
Mayor precisión nos ofrece el material del Castro del Castillo de Henayo,
donde el análisis del Carbono 14 de tres niveles (1) donde aparece la cerámica
de que nos estamos ocupando nos da unas cronologías absolutas con los siguien-
tes resultados. Estos tres niveles superpuestos denominados por orden de menos
a más antiguedad, como IIIa; IIIb, y IIIc, con una cronología respectivamente de
2.920 ± 110 (970 años a. C.); 2.930 ± 110 (90 años a. C.); 3.100 ± 110 (1.150
años a. C.).
Si la alta fechación relativa de Solacueva puede causar estrañeza, creemos que
estas absolutas del Castillo de Henayo vienen a confirmar aquélla. De esta manera
no queda duda alguna en tener que retrasar bastante el momento de penetración de
estas primeras culturas de tipo indoeuropeo, que ya por ejemplo, Rademayer (19),
entre otros, intuía en remontarlas antes del año 1000 a. C. Asimismo, Tobar (20),
lingüísticamente se inclina por estas fechas altas. Concretamente, María Lourdes
Albertos, en un reciente estudio lingüístico (21) sobre Alava llega a la conclusión
de considerar a esta provincia «...profundamente indoeuropeizada...». Ambos con-
sideran que las gentes que desarrollan esta técnica de cerámica excisa son los
responsables de los topónimos, que se dan en las proximidades de estos pobla-
dos, con raíces de gran arcaicismo y que paralelizan con nuestras cronologías.
95
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
96
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
N O T A S
(1) EstaVillo, dEogracias: «La primera cerámica excisiva de las provincias vascas», en «Cua-
dernos de Historia Primitiva», II, núm. 1, Madrid, 1947.
(2) Aunque perteneciendo administrativamente esta zona a la provincia de Burgos, considera-
mos a efectos arqueológicos como alavés este enclave del Condado de Treviño, por cuanto no puede
separarse del conjunto general de las tierras colindantes a la hora de valorar arqueológicamente la
provincia.
(3) EstaVillo, dEogracias: op. cit.
(4) EgurEn, EnriquE: «Las cuevas de La Lece y de los Gentiles. El yacimiento de Allaran», en
«Revista Internacional de Estudios Vascos», t. XX, núm. 2, abril-junio. San Sebastián, 1929.
(5) Cuando nuestro amigo y colega, J. M. ugartEcHEa, me comunicó su intención de realizar
un estudio sobre la cerámica excisa en el País Vasco, puse a su disposición este fragmento, así como
la de algunos otros localizados por nosotros en diversos yacimientos de provincias limítrofes (Cortes
de Navarra, Peña del Saco en Fitero, etc.). Este estudio puede verse en ugartEcHEa, J. M.: «La cerá-
mica excisa en el País Vasco Navarro». «Estudios de Arqueología Alavesa», Diput. Foral de Alava.
Consejo de Cultura, tomo 3. Vitoria 196.
(6) MaluquEr dE MotEs, juan: «Dos piezas interesantes del yacimiento de Kútzemendi. Olari-
zu. Vitoria». «Homenaje a D. Joaquín Mendizábal.» San Sebastián, 1956.
(7) llanos, arMando: «Algunas consideraciones sobre la cavidad de Solacueva y sus pinturas
rupestres (Jócano-Alava)». Munibe núm. 1. San Sebastián, 1961.
() llanos, arMando: «Las pinturas rupestres esquemáticas de la provincia de Alava». «Es-
tudios del Grupo Espeleológico Alavés», 1962-1963. Diput. Foral de Alava. Consejo de Cultura.
Vitoria 1963.
(9) llanos, arMando: «Resumen tipológico del arte esquemático en el País Vasco Navarro».
«Estudios de Arqueología Alavesa», tomo 1. Diput. Foral de Alava. Consejo de Cultura. Vitoria, 1966.
(10) Barandiarán, josé MiguEl: «Excavaciones en Solacueva de Lacozmonte. (Jócano-Alava).
Campañas de 1961-62». «Investigaciones de Arqueología Alavesa 1957 a 196». Obra Cultural.
Caja de Ahorros Municipal de la Ciudad de Vitoria, 1971. La campaña de 1966, en «Estudios de
Arqueología Alavesa, tomo 3. Diput. Foral de Alava. Consejo de Cultura. Vitoria, 196.
(11) llanos, arMando; FErnándEz dE MEdrano, doMingo: «Necrópolis de hoyos de incinera-
ción, en Alava», «Estudios de Arqueología Alavesa, t. 3. Diput. Foral de Alava. Consejo de Cultura.
Vitoria, 196.
(12) llanos, arMando; agorrEta, josé antonio: «Nuevas sepulturas de hoyos de incineración
en Alava», en prensa en «Estudios de Arqueología Alavesa».
(13) La memoria de la excavación de este interesante poblado se halla en curso de preparación.
(14) BEltrán, antonio: «El bronce final y la edad del hierro en el Bajo Aragón», cap. V del
libro «Prehistoria del Bajo Aragón», por alMagro, Martín; BEltrán, antonio; ripoll, Eduardo.
Instituto de Estudios Turolenses. Excelentísima Diputación Provincial de Teruel, 1956.
(15) MaluquEr dE MotEs, juan: «La España de la edad del hierro», en el libro «Las raíces de
España». Instituto Español de Antropolgía Aplicada. Madrid, 1967.
(16) MaluquEr dE MotEs, juan: «The European Community in Later Prehistory», «Studies in
honour of C. F. C. Hawkes». routlEdgE & kEgan, paul. London, 1971.
(17) alMagro, Martín: «El Hallazgo De La Ría De Huelva Y El Final De La Edad Del Bronce
En Él Occidente De Europa», Ampurias, t. IV, 1942.
97
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
9
NUEVAS SEPULTURAS
DE HOYOS DE INCINERACION EN ALAVA
NECROPOLIS DE LA TEJA
SEPULTURA 5
Muy cercana a la sepultura número 4 apareció esta nueva que denominamos
con el número 5. Su forma (Fig. I) es un hoyo irregular con un acceso desde la
superficie de un diámetro de 0,50 metros que en su parte inferior se ensancha en
forma ovoide, cuyo diámetro mayor mide 1,45 metros. La profundidad máxima
desde la superficie es de 1,70 metros. No se apreciaba en ella una estratigrafía tan
clara como en alguna de las anteriormente excavadas, aunque en su parte inferior
se encontraba un pequeño depósito de losas de cayuela.
99
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION
Formas
(Láminas II, IV, V.) En general son vasijas de bocas abiertas cuyos diámetros
oscilan entre 22 a 30 cms. y de perfiles hemisféricos o suavemente en S. Los
bordes son apuntados y ligeramente vueltos. En algún caso (lámina IV. número )
presentan —en la unión borde cuerpo-- una ligera carena.
Son tres los tipos principales, aunque con bastantes diferencias entre ellos,
de las formas cerámicas de esta sepultura. El primer grupo lo forman las grandes
vasijas de fondos planos. En segundo lugar están una serie de cuencos de mayor
o menor diámetro. Por último existe un tipo de vasijas muy abiertas, a manera de
fuentes.
Unicamente en algunas de las grandes vasijas se ven asideros del tipo de pe-
zón que nacen en el mismo borde.
Decoraciones
Podemos clasificarlas dentro de cuatro técnicas: Incisiones, excisiones, plás-
ticas, impresiones.
100
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION
101
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION
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NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION
103
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION
104
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION
Restos de animales
Juntamente con la cerámica aparecieron algunos restos de animales (2) que
pertenecen a dos individuos, uno a Bos taurus al que corresponden: fragmento
de cráneo, fragmento húmero derecho, fragmento húmero izquierdo, fragmento
radio izquierdo, astrágalo derecho, tercera falange, 1 molar y 1 premolar superior,
fragmento de mandíbula, premolar y molar inferior sueltos.
Ovis aries / Capra hircus: falange primera (animal joven), molar supe- rior
(animal adulto), fragmento mandíbula.
SEPULTURA 6
Nuevos trabajos en la gravera, esta vez en dirección Oeste, sacaron a la luz
nuevas sepulturas. Una de ellas es la que denominamos con el número 6. Sec-
cionada por la excavadora justamente por la mitad, quedó su perfil claramente
marcado en el corte de la cantera (lámina VI). Es un gran hoyo de un diámetro casi
uniforme de 1,20 metros y de una pro- fundidad de 1,30 metros. Los materiales
hallados se encontraban mezclados con cenizas y carbón y con grandes cantos
rodados que en muchos casos fueron los causantes de la fragmentación de las ce-
rámicas. Casi en el fondo del hoyo existía un pequeño y ligero estrato de arcillas.
Teniendo en cuenta que únicamente se pudo excavar la mitad de la sepultura, se
105
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION
puede considerar ésta como una de las más abundantes en ajuar cerámico junta-
mente con la número 5. Entre los numerosos fragmentos recogidos, la mayor parte
de ellos informes, seleccionamos los reconstruibles en la lámina VII.
Formas
(Lámina VII.) Se repite la tónica general de recipientes de formas hemis-
féricas de grandes dimensiones, con bordes abiertos (lámina VII, números 5, 6,
7, 11). Dos ejemplares tienen cuellos rectos o ligeramente vueltos (lámina VII,
números 1, 2, 3, 4), teniendo el número 1 asideros en forma de pezones alargados
superpuestos, naciendo el superior del mismo labio del borde. Otro caso similar
lo tenemos en el fragmento número 9, cuyo pezón no es sino un ensanchamiento
del labio, estando en este caso decorado. Otra forma es la representada en el nú-
mero 13, cuyos tipos se repiten en casi todas las sepulturas de esta necrópolis; son
formas abiertas ligeramente carenadas y casi siempre decoradas. Un tipo hasta
ahora único es el recipiente perforado (lámina VII, n.° 12) a manera de colador.
Los pocos fondos aparecidos (números 16, 17) son de tipo plano.
Decoraciones
Son escasos los fragmentos decorados, dándose únicamente dos tipos: las
incisiones y un caso con decoración plástica a base de cordones digitados (lámina
VII, n.° ). Las incisiones siguen unas tendencias ya conocidas en esta necrópolis,
aunque varíe algo la temática. Es normal que aparte de estar decoradas por su lado
externo lo estén también por el interior, justamente el borde del labio, casi siempre
a base de dientes de lobo (lámina VII, números 7 y 13). La número 7 tiene un tra-
zado angular con relleno alterno de superficies a base de un puntillado. La número
13 se ordena en dos zonas, una de líneas paralelas con zonas de rayado vertical
debajo de la cual se establece otra zona de líneas ondulantes paralelas. Igualmente
tienen incisiones las números 14 y 15. La primera se decora con dos líneas pa-
ralelas, de las que nace una corona semicircular con relleno de líneas incisas. La
número 15 repite la temática de la número 13 con la diferencia de que en ésta el
rayado vertical se reduce a unas leves incisiones punzantes de trazo corto.
SEPULTURA 7
Resultó la más dañada de las excavadas últimamente, ya que la excavadora
la arrasó casi por completo. Por los rastros dejados en la pared de la cantera se
pudieron reconstruir sus dimensiones, siendo de un diámetro que oscilaría entre
106
107
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION
NECROPOLIS DE LANDATXO
Al parecer como procedentes de esta necrópolis, nos fueron facilitadas una
serie de piezas metálicas de gran riqueza e interés. Fueron recogidas durante la
extracción de gravas en la cantera. Tipológicamente encajan dentro del mismo
ambiente que las anteriores piezas adquiridas del mismo modo (3) (lámina VIII).
1) Fíbula de pie acodado, en bronce, con gran desarrollo del botón superior,
ricamente ornamentado (4). El píe acodado se une al puente mediante dos travesa-
ños. El puente presenta unas nervaduras laterales y dos centrales. Su conservación
es excelente ( Fig. 1, lámina VIII) (foto 1).
10
1) Hebilla anular, en bronce, perfectamente conservada. La sección del arco
es romboidal (Fig. 2, lámina VIII).
2) Alfiler en bronce, de sección circular que pasa a cuadrangular en su entron-
que con la cabeza, del tipo de vaso (Fig. 3, lámina VIII).
3) Punta de lanza en bronce, del tipo de hoja de laurel con nervio central. El
enmangue, de tubo, tiene perforaciones para los remaches de fijación al asta (Fig.
4, lámina VIII).
109
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION
5 ) Peine, en bronce, con una sola fila de púas en número de doce, de las que
conserva once. Encima de la fila de púas tiene un remate de tres arcos, calados, en
forma de puente (Fig. 5, lámina VIII).
NECROPOLIS DE VETRUSA
En 1970, D. Carlos Tricio, en su afán por darnos a conocer todos aquellos
lugares próximos a Miranda, pero dentro del territorio alavés, con indicios de
restos arqueológicos, nos puso sobre la pista de unas fincas donde aparecía, según
él, abundante cerámica romana, especialmente terra sigillata, y en algunos puntos
concretos, fragmentos de huesos que muy bien pudieran ser humanos. Todo esto
le hacía suponer que el lugar en cuestión, muy próximo al poblamiento romano de
Arce, fuese su necrópolis.
Están situadas estas fincas en el términa de Vetrusa, precisamente en la franja
de terreno comprendida entre la carretera que desde Lacorzanilla se dirige a Mi-
randa y el río Zadorra. Las coordenadas son: latitud 42° 40’ 45” y longitud 0° 47’
45”, dentro de la hoja del Instituto Geográfico 137, Miranda de Ebro.
En la primera de nuestras visitas, con el descubridor del yacimiento, a finales
de ese mismo año, pudimos comprobar la verdadera dimensión del lugar, a juzgar
por la extensión de los restos esparcidos a lo largo de varias fincas. Efectivamen-
te, había abundancia de terra sigillata y huesos, pero aún era mayor el número de
fragmentos de cerámica anaranjada de tipo celtibérico, así como fragmentos de
molinos, algunos de tipo amigdaloide.
110
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION
CONCLUSIONES
En líneas generales, los resultados obtenidos en esta excavación y el estudio
de las piezas recuperadas, no modifican, de forma fundamental, las conclusiones
expuestas en nuestro anterior trabajo (1), salvo en unas precisiones cronológicas
que más adelante explicaremos.
Los materiales de la sepultura 5 de la necrópolis de La Teja, no difieren de las
cerámicas recogidas en otras sepulturas de este mismo yacimiento. Se mantienen
los tipos con perfiles suaves en S o hemisféricos, así como las formas de pequeños
cuencos y grandes vasijas de fondos planos. Predominan, en las decoraciones, las
incisiones y excisiones sobre las formas plásticas o impresas, que sólo se realizan
como decoración de los bordes de las vasijas o en cordón digitado sobre el cuerpo
de los recipientes. Asimismo, se mantienen los asideros de pezón, naciendo en el
mismo borde de las vasijas.
En cuanto a las piezas de la necrópolis de Landatxo, en general se repiten los
tipos ya conocidos en este lugar, como por ejemplo, la lanza tubular de bronce y
la hebilla circular. Sin embargo existen tres piezas (las números 1, 2 y 3 de la Fig.
VIII) nuevas entre los ajuares de esta necrópolis, como la fíbula de pie acodado
rematada en un botón muy desarrollado, de la que vemos tipos, no iguales, pero
sí similares sobre todo en las nervaduras del arco, en el yacimiento celtíbérico de
111
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION
Lancia (5) en Osma (Soria) y en Aliud (Soria) (6) —con un ejemplar de una
extraordinaria similitud, tanto en su forma como en el diseño ornamental del bo-
tón—, y en tantos castros de esta época. Otra pieza interesante es el alfiler de
«vaso», con ejemplares parecidos en la necrópolis de La Atalaya (Navarra), aun-
que este nuestro nos parece más moderno, pero conservando los mismos tipos. El
objeto de mayor interés es, sin lugar a dudas, el peine, tanto por su rareza en ya-
cimientos hispánicos, como por su cuidado diseño. Morfológicamente se encaja
en los tipos nórdicos de una sola hilera de púas ya que los de dos filas solamente
aparecen en zonas más meridionales alcanzando sus máximos límites en la zona
alpina. En España el único ejemplar que nosotros conocemos, y que se acerca a
este de Landatxo es el de Caldas de Reyes, aunque con grandes diferencias en el
diseño y en el material, pero con un paralelismo claro en su concepto y aun en
el tamaño. Precedentes de peines de una sola hilera, lo tenemos en el yacimiento
alavés de Solacueva de Jócano, aunque éste es de hueso (7).
Cronológicamente estos nuevos hallazgos no aportan nuevos datos que cam-
bien las cronologías esbozadas en nuestro anterior estudio sobre este tipo de ne-
crópolis (1), pero sí nos parece interesante el llamar la atención sobre las crono-
logías absolutas obtenidas en el castro del Castillo de Henayo (Alegría de Alava)
en niveles con cerámica excisa que dan unas fechas que van —según los nive-
les— del 1150 al 970 a. de J.C. Esto nos plantea el que quizá tengamos que llevar
hacia atrás en dos o tres siglos, las fechaciones que dimos anteriormente para la
necrópolis de La Teja.
N O T A S
(1) llanos, arMando; FErnándEz dE MEdrano, doMingo, Necrópolis de hoyos de incineración
en Alava. Estudios de Arqueología Alavesa. Tomo 3. Consejo de Cultura. Excma. Diputación Foral
de Alava. Vitoria 196.
(2) Estos restos fueron clasificados por D. Jesús Altuna, director del laboratorio de Paleontolo-
gía de la Sociedad de Ciencias Naturales Aranzadi.
(3) Recogidas por los obreros de la gravera, fueron vendidas a unos anticuarios de Vitoria a los
que se les adquirieron con posterioridad.
(4) Una decoración con temas triangulares similares, los encontramos en una placa de un garfio
aparecida en las excavaciones del castro de Henayo (Alegría de Alava).
(5) luEngo, josé María, Las fíbulas y hebillas celtibéricas de Lancia (León). Atlantis. Tomo
XVI. Cuadern. III y IV. Madrid 1941.
(6) BgHülE WilHElM, Vorformen von fusszier und armbrustkonstruktion der Hallstatt-D-fibeln.
Madríder Mitteilungen Z, 1961. (Lámina 1, figura 7. Osma. Soria) (Lámina 1, figura 1. Aliud. Soria.)
(7) Barandiarán, josé MiguEl. Excavaciones en Solacueva de Lacozmonte (Jócano-Alava)
Campaña de 1966. Estudios de Arqueología Alavesa. Tomo 3. Consejo de Cultula. Excma. Diputa-
ción Foral de Alava. Vitoria 196.
112
DOS NUEVOS YACIMIENTOS
EN EL CONDADO DE TREVIÑO.
LOS POBLADOS DE LOS CASTILLOS (TORRE)
Y SAN ANDRES (ARGOTE)
113
DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO
Longitud 1° 01’. Latitud 42° 41’20”, (Lám. I). Se trata de un pequeño monte, des-
de el que se domina una amplia zona del Condado de Treviño (foto 1). En su parte
Norte está defendido por una no muy fuerte pendiente, que termina en el río Ayu-
da, y que denominan con el nombre de Murba. Más fuertes son las pendientes de
las zonas Sur y Oeste. Es principalmente por los lados Norte y Este donde se ven
numerosas terrazas de nivelación del terreno, de carácter artificial, que servirían
de defensas, del tipo de terraplenes sucesivos, ya que no se ven restos de murallas
de piedra que cerquen y delimiten el lugar habitado del cerro.
En este yacimiento se pueden apreciar, bastante claramente, cuatro niveles
culturales, diferentes, de ocupación, que en principio y guiados únicamente por
los materiales recogidos en superficie, parecen corresponder a las edades: del
Bronce, Hierro, Romanización y Edad Media. Trataremos de identificar con algo
más de amplitud cada una de estas etapas.
Primera etapa:
En el término denominado MURBA, en la zona Norte del yacimiento, apa-
recen esparcidos numerosos fragmentos de silex nativo, con una fuerte pátina
tomada por el contacto con los agentes atmosféricos. La mayoría de las piezas son
nódulos, pero también existen piezas que presentan restos de talla. Entre éstas se
114
pueden señalar: varias lascas, una de ellas con planos afacetados, y otra con reto-
ques para punta; un raspador, que puede ser fortuito, y una raedera.
Toda esta gran cantidad de silex que se encuentra nos hace pensar en un asen-
tamiento de la Edad del Bronce, del tipo de los talleres al aire libre, y que sería
uno más en la ya amplía serie reconocida én el Condado de Treviño y más concre-
tamente en la cuenca del río Ayuda (5).
Segunda etapa:
Algo más alto que esta zona descrita y hacia el Este-Suroeste del monte, casi
en su parte alta, se encuentran en superficie abundantes fragmentos de cerámica,
lo que parece indicar un núcleo de población de bastante consideración. El núcleo
115
DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO
central debe situarse en la parte Sureste del cerro, siendo éste el punto donde se
da la mayor densidad de hallazgos cerámicos. Incluso el color de la tierra es más
oscuro que en el resto del montículo. En la última prospección realizada, en las
fincas labradas recientemente, se pudo apreciar con bastante claridad esta zona de
mayor densidad del habitat del Hierro y situación de las viviendas, recogiéndose
abundantes fragmentos de manteado, similar al del localizado en otros yacimien-
tos alaveses, como Oro (6) y Henayo (7). Al lado opuesto, en la ladera Oeste, se
aprecian restos muy claros de paredes que parecen corresponder a una fase tardía
de esta segunda etapa.
Los abundantes materiales cerámicos —aunque muy fragmentados—, nos
indican una correspondencia con culturas de la Edad del Hierro.
Entre los objetos recuperados citaremos:
1 fíbula de hierro incompleta de la que queda el arco, parte del pie y del mue-
lle. Es una fíbula anular hispánica del tipo «Golfo de León», con arco semicircular
de varilla y muelle formado por las vueltas de la aguja (lámina II. 44). Semejantes
a esta fíbula se han encontrado ejemplares en los yacimientos del Castro de las
Peñas de Oro (Zuya, Alava) en la Atalaya (Cortes de Navarra) (), en Ampurias y
yacimientos del Sur de Francia (9).
1 bola de piedra, utilizada posiblemente como proyectil.
1 bolita de cerámica.
1 alisador.
Trozos de escoria, huesos de animales, etc.
Cerámica:
Se pueden diferenciar varias clases y tipos; la más abundante es la de pasta
ordinaria con desgrasantes gruesos, de tonos grises, negruzcos y rojizos, algunos
con la superficie alisada. Otra calidad es la de pasta más fina y con pocos desgra-
santes, las paredes son también más finas y la superficie generalmente espatulada
y de color negro. Separándose de estos tipos se encuentra también una cerámica,
a torno, de color anaranjado o gris, de tipo «celtibérico».
La mayor dificultad para señalar sus formas o perfiles, es la de su excesiva
fragmentación, no obstante la mayoría parecen corresponder a formas con bordes
rectos o vueltos hacia afuera (lámina II-III). Hay abundantes fragmentos de cuen-
cos globulares pequeños de cerámica de pasta fina espatulada (lámina 11-20-21-
31 - 111-7--9).
Fondos: Se han encontrado fondos planos (lámina 11-23-32-34); cóncavos
(lámina II-30-33-36) y de pie (lámina II-15).
Formas de suspensión: Un fragmento de asa (lámina 11-24). Decoraciones:
Todos los fragmentos recogidos con decoración —excepto cinco— la tienen en el
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borde. Estas decoraciones consisten en su mayor parte en impresiones digitales,
ungulaciones e incisiones (lámina II-5-6-12-13- 39-40-41-42-43). De los cinco
fragmentos que tienen la decoración entre el cuello y el cuerpo, dos de ellos con-
sisten en cordones con impresiones digitales (lámina 11-22) y otro con círculos
impresos (lámina 11-14). Otro fragmento con ungulaciones (lámina 11-3). El
quinto fragmento, que es de pasta fina espatulada de color negro, tiene una in-
cisión circular, posible alojamiento de una incrustación metálica (lámina 111-9).
Algunos fragmentos de espatuladas presentan restos de pintura en el borde. Todas
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DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO
estas cerámicas son muy semejantes por sus formas y decoraciones a las recogidas
en el Castro de las Peñas de Oro y el Castro de Henayo, en la provincia de Alava.
En cuanto a los fragmentos de cerámica de tipo celtibérico recogidos, parecen co-
rresponder a vasijas de gran tamaño, semejantes a algunos ejemplares del poblado
de La Hoya (Laguardia, Alava) (10). Entre ellas existen varias de color gris. Un
fragmento conserva restos de pintura: tres rayas horizontales (lámina 11-7 al 11).
Todos estos materiales nos indican un poblamiento de la Edad del Hierro,
quizá de tradición indígena, con una proyección importante en la II Edad del
Hierro.
Tercera etapa:
En la parte superior del monte y en la misma cumbre, existe un recinto cua-
drangular, bien delimitado por estar cercado por unos taludes triangulares forma-
dos por piedras y tierras, que lo rodean, y que alcanza en algunos sitios una altura
de 2 metros (fotos 2-3-4).
Su sección exacta es posible verla actualmente, debido a que estos taludes
sirvieron como cantera hace unos años para construir la carretera que pasa a sus
pies. En estos cortes es donde se pueden apreciar bien las medidas del talud, que
son de: 2 metros de alto por 12 metros de ancho en la base, en la parte Sur, y de
119
1,05 metros de alto por 5,20 metros de ancho, en la parte Este. Todo el centro del
recinto es más o menos plano (lámina IV).
Todo hace suponer que este recinto, por sus características, corresponda a un
asentamiento, en el poblado, en época romana. Pudo ser utilizado como defensa
o punto de vigilancia, máxime si se tiene en cuenta que a 1 kilómetro escaso en
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121
DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO
línea recta hacia el Noroeste, está situado el yacimiento romano de San Andrés de
Argoté, sólo separado de este recinto por el río Ayuda (foto 5).
Como material típicamente romano únicamente se han encontrado, en este re-
cinto, un fragmento de molino, de 50 centímetros de diámetro y de 17 centímetros
hasta el agujero central. En la ladera Sur se encontraron también unos pequeños
fragmentos de sigillata.
Cuarta etapa:
Aparte de todos estos materiales se han recogido, también, fragmentos de ce-
rámica medieval, lo cual nos indica que el poblamiento perduró bastante tiempo,
posiblemente hasta que se trasladaron al actual pueblo, que es de bastante antigüe-
dad. El mismo topónimo del pueblo corrobora la tesis de este primer poblamiento
en la parte alta.
122
123
tiene la misma decoración de dientes de lobo y entre ésta, una punta de lanza. Rea-
lizada la recomposición de estos dos fragmentos, se ve que coinciden los arcos de
los círculos. Esta estela pertenece a las llamadas «Estelas del Jinete», de las que
hay varios ejemplares en Alava (11). Es analizada por J. C. Elorza en este tomo de
«Estudios de Arqueología Alavesa» (12).
MONEDA. Es un pequeño bronce de regular conversación, siendo ilegibles
sus lecturas.
Anverso: Constantino II. Su busto diademado y con manto, a la derecha. Le-
yenda ilegible.
Reverso: Dos soldados afrontados a un lábaro. La leyenda de esta cara tam-
bién es legible.
Por comparación conotras monedas del mismo tipo, seguramente fue acuñada
hacia el 337 d. de C. (13).
PONDUS o pesa de telar de forma troncopiramidal, de color anaranjado, per-
forada en su parte superior. En Iruña se han encontrado pondus iguales (11) (lá-
mina VI-1).
124
FUSAYOLA de cerámica, de color anaranjado, decorada con líneas circu-
lares por su parte inferior que es cóncava (lámina VI-6).
LUCERNA, fragmento de un ejemplar de disco, sin decoración.
HACHA DE OFITA de pequeño tamaño (lámina VI-2). El que haya apare-
cido en un yacimiento romano posiblemente sea debido a una casualidad o a una
perduración de tipo ritual, hecho que ya se ha dado en varias necrópolis romanas
(14). También se encontró el fragmento correspondiente al talón de otro ejemplar.
CERAMICA, muy abundante, se distingue la cerámica del tipo Terra sigillata
y la cerámica vulgar. Dada la gran cantidad de fragmentos recogidos, únicamente
describiré los fragmentos de mayor interés. Para su clasificación he utilizado los
estudios de Mezquiriz (15).
tErra sigillata Hispánica (lámina V-VI)
1. Fragmento de color rojo oscuro decorado con motivos vegetales, línea de
círculos y un friso central con puntas de flecha, el resto no se aprecia.
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1. Fragmento de fondo de vaso de forma 30, color rojo anaranjado. Presenta
restos de decoración de metopas con grupos verticales y horizontales de puntas de
flecha y una línea de puntos, separadas por cuatro líneas onduladas.
2. Fragmento de forma 37 de color rojo anaranjado muy claro, con decoración
de círculos y líneas incisas.
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DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO
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DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO
12
Cerámica vulgar
1. Fragmento de borde y asa de cerámica vulgar de pasta rosa, con acanala-
duras (lámina V-17).
2. Fragmento de borde y asa de jarra de cerámica vulgar de pasta rojiza con
acanaladuras (lámina V-1).
3. Fragmento de borde de cerámica vulgar de color rosa.
4. Fragmento de borde de escudilla de cerámica vulgar de pasta rosa (lámi-
na V-23).
5. Fragmento de borde de plato de cerámica vulgar de pasta rojiza.
6. Fragmento de fondo de cerámica vulgar de pasta rojiza (lám. V-21).
7. Fragmento de fondo de plato de cerámica vulgar de pasta amarillenta.
. Fragmento de fondo de cerámica vulgar barnizada de color rojizo (lámi-
na, V-22).
9. Fragmento de borde y asa de cerámica vulgar barnizado de color rojizo.
10. Fragmento de borde de cerámica vulgar de pasta amarillenta.
11. Fragmento de fondo de cerámica vulgar de pasta anaranjada.
12. Fragmento de asa de cerámica vulgar de pasta anaranjada.
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DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO
CRONOLOGIA
Para el yacimiento de los Castillos la cronología oscila bastante, como hemos
visto al hacer la descripción de los diferentes niveles. Se puede fechar desde el
Bronce final hasta la Alta Edad Media. Para el nivel del Hierro tenemos algunos
elementos, como la fíbula y la cerámica, que debido a sus paralelos con otros ya
datados nos pueden servir para su fechación, así por ejemplo, los del Castro de
Oro y de Henayo. La cronología para este nivel del Hierro II del yacimiento que
estudiamos podemos considerarla aproximadamente alrededor del s. v a. de C.
El asentamiento romano es lógico que sea paralelo al de San Andrés.
El yacimiento de San Andrés lo podemos fechar entre los siglos ii y iV d. de C.
Hay un fragmento de forma 37 con una estampilla intradecorativa que según Mez-
quiriz (14) dejan de usarse después del siglo II. También hay algunos fragmentos
de buena calidad por su barniz, que los podemos fechar muy bien entre los siglos
ii y iii, así como la forma 2 hispánica, que no es frecuente en el siglo iv. Como
elementos cronológicos del siglo iV tenemos una moneda, una estela y algunas
decoraciones de cerámicas tardías que son típicas de este siglo.
CONSIDERACIONES
Estos yacimientos, por su situación e importancia, parecen ser el centro de
una zona en la que se han dado diversos hallazgos arqueológicos, como son las
lápidas, ya citadas, de San Martín de Galvarín, de Sarazo y de N.a S.a del Gra-
nao. Por la abundancia de material parecen habitat importantes, comprobado en el
hallazgo de otros yacimientos próximos, como uno inédito, situado entre el km.
21-22 de la carretera de Treviño a las Ventas de Armentia, del mismo tipo que el
de San Andrés, que posiblemente estarían en una calzada que los uniría entre sí e
incluso con otros que existen, siguiendo el trazado de antiguos caminos y actuales
carreteras.
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DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO
BIBLIOGRAFIA
1) J. C. Elorza, Ensayo topográfico de Epigrafía romana alavesa, en «Estudios de Arqueología
Alavesa». T. II, Vitoria 1967.
2) J. C. Elorza, Un posible centro de culto a Epona en la provincia de Alava, en «Estudios de
Arqueología Alavesa». T. IV. Vitoria 1970.
3) A. llanos, En torno al bajorrelieve de Marquínez (Alava), en «Estudios de Arqueología
Alavesa». T. II. Vitoria 1967.
4) J. M. Barandiarán, Excavaciones en el Montico de Charratu y Sarracho (Albaina-Treviño),
en «Estudios de Arqueología Alavesa». T. II. Vitoria 1967.
5) E. J. VallEspi, Talleres de sílex al aire libre en el País Vasco-meridional, en «Estudios de
Arqueología Alavesa». T. III. Vitoria 196.
6) ugartEcHEa, llanos, Fariña, agorrEta, El Castro de las Peñas de Oro (Zuya-Alava), en
«Estudios de Arqueología Alavesa». T. I. 1966.
7) J. Fariña, El Castro de Henayo, en «Estudios de Arqueología Alavesa». T. III. 196 (Memo-
ria de excavaciones en preparación).
) J. Fariña, Fíbulas en el País Vasco-Navarro, en «Estudios de Arqueología Alavesa». T. II.
Vitoria 1967.
9) M. alMagro, Sobre el origen posible de las más antiguas fíbulas anulares hispánicas. «Am-
purias» XXVIII. Pgs. 215-236. Barcelona 1966.
10) El despoblado celta de la Hoya (Laguardia). Prospecciones de 1950. «Memoria inédita de
la Sociedad de Amigos de Laguardia».
11) G. niEto gallo, El Oppidum de Iruña. Vitoria 195.
12) J. C. Elorza, Dos nuevas estelas alavesas, en «Estudios de Arqueología Alavesa», T.V.
Vitoria, 1972.
13) I. Fariña, Monedas romanas de Solacueva, en «Investigaciones Arqueológicas en Alava».
1957-195. Institución Sancho el Sabio. Vitoria 1971.
14) J. M. ugartEcHEa, Notas sobre el yacimiento de Salvatierra (Vitoria), en «Estudios de
Arqueología Alavesa». T. II. Vitoria 1967.
15) M. A. MEzquiriz, Terra Sigillata hispánica, en «The Willian L. Bryant Foundation». Valen-
cia 1961.
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DOS NUEVAS ESTELAS ALAVESAS
Entre las varias estelas que han sido localizadas últimamente en la provincia
de Alava (1), y que todavía permanecen inéditas, presento hoy el estudio de dos
de ellas, desgraciadamente ambas fraccionadas, que tienen en común la incisión
como técnica de elaboración. Proceden de dos yacimientos de abundante material
arqueológico, y cada una de ellas se puede incorporar, por su tema iconográfico,
a círculos bien conocidos dentro y fuera de la provincia.
En primer lugar me ocuparé de la estela de Argote. Se han localizado dos
fragmentos (2) que constituyen algo más de un tercio de la pieza completa. Un
fragmento —al que llamaremos A—, correspondiente a la cabecera, y un frag-
mento —B—, correspondiente a la base. Se trata sin ningún género de dudas
de una estela discoidea cuyas dimensiones serían 1,20 m. de alto y 0,9 m. de
diámetro.
Una serie de datos objetivos ayudan, y al mismo tiempo dificultan la recom-
posición de la figura. En el fragmento —A— aparece la figura de un hombre
cubierto por una especie de bonete y con un escudo redondo. La posición de
la cabeza es de perfil, mientras que el cuerpo, conservado casi hasta la cintura,
aparece en posición frontal en violento escorzo. La escena está delimitada por
un arco circular, parte de un anillo, decorado con dientes de lobo. El fragmento
—B— comporta la base que habría de introducirse en la tierra, otra sección del
círculo con la misma decoración en dientes de lobo, y en el lado derecho, entre la
decoración, una punta de lanza.
Tomadas las medidas de los dos fragmentos vemos que coinciden los arcos
correspondientes a los tres círculos que aparecen en los fragmentos. Por otra par-
te, la verticalidad presumible de la figura, y la seguridad de la posición de la base
nos obliga a intentar la recomposición a partir de la figura 2. La posición del per-
sonaje representado, la postura de su brazo derecho y la colocación del escudo
133
nos inclina a prescindir de la posibilidad de que se tratara de una persona a pie,
máxime que en este caso la lanza iría completamente dirigida hacia el suelo, cosa
que no ocurre en ninguna de las pizas que conocemos. Es por tanto perfectamente
134
aceptable teniendo además en cuenta la proximidad de la estela del jinete de Iruña
(3), las numerosas piezas burgalesas (4), los ejemplares navarros (5), etc., que se
trate de una nueva lápida con una representación del tipo del jinete ibérico. Existe
sin embargo en la estela otro dato objetivo, me refiero a la colocación de la punta de
la lanza, que dificulta grandemente su recomposición. En efecto, el asta de la lan-
za debe ser lógicamente la prolongación de la nervadura de la hoja. En este caso el
asta iría colocada como queda indicado en la figura 3, posición a., pero así nunca
sería alcanzada por la mano del caballero. La posición correcta del asta es como
queda indicado en la figura 4, para lo cual no tenemos otra cosa que hacer sino pro-
longar una raya que existe trazada a la altura del escudo. En este caso, sin embar-
go, queda fuera de la composición la punta de flecha cuya identificación es indu-
dable. A pesar de que en varias estelas ibéricas es frecuente la presencia de lanzas
135
y flechas fuera de la composición central (6), en todos los casos se trata de lan-
zas hacia arriba con una significación cultural bien precisa. Por tanto aceptamos,
aunque resulte forzada, la posición b. que aparece en la figura 3. Esto nos lleva a
imaginar que la composición original de la pieza íntegra se atendría más o menos
a un modelo similar al que proponemos en la figura 5.
Prescindiendo del simbolismo de la figura equestre (7) y de intentar localizar
paralelos de esta representación, existen a pesar de todo una serie de circunstancias
que permiten relacionar la pieza que ahora presentamos con otras ya conocidas.
En primer lugar su forma discoidea en sentido estricto (no como algunas piezas
de Lara de los Infantes donde se trata de estelas de cabecera circular mal llamadas
discoideas) la ponen en relación directa con algunas estelas de Clunia () y otras
del grupo cántabro (9). Con las primeras presenta además la similitud de la orla
externa enmarcando la composición, aunque en el caso de Clunia se trate de una
faja lisa terminada en cabeza de serpiente, y en nuestro caso sea una decoración en
136
dientes de lobo. Con las segundas presenta la semejanza de la presencia de varios
círculos concéntricos a partir del eje de la piedra.
Por su técnica la mayor similitud la presenta con la estela del jinete de Iruña.
Como en este caso también ahora el trazo es firme y seguro, no como ocurre en
la cercana estela guipuzcoana de Andre-Arriaga, de tema parecido (10), donde la
imprecisión de la figura es una de las razones de su difícil interpretación. La figu-
ra de un jinete lancero y la presencia de la caetra nos inclinarían a fechar esta pie-
za en una época muy antigua, como en el caso de Iruña. Sin embargo, el resultado
incorrecto que se deduce del intento de recomposición, la presencia del bonete
con que se cubre el personaje y el ambiente arqueológico del yacimiento (11), nos
inclinan por fechas bastante más modernas, por lo menos finales del siglo iii.
La posición tan inclinada de la lanza no sólo no aparece en ninguna de las
estelas que conocemos, sino que tampoco la encontramos en las abundantes re-
137
presentaciones de los jinetes ibéricos de las monedas hispánicas. Unicamente al-
gunos denairos de Celsa, y los ases de Bolscan, Osca y Jaca principalmente (12),
presentan jinetes con la lanza algo inclinada hacia abajo. En las monedas ibéricas
la lanza constituye el eje horizontal del disco, y siempre el jinete aparece en posi-
ción de ataque (lo mismo ocurre en la estela de Trua.).
El hecho de que el jinete vaya cubierto es muy frecuente en las monedas
ibéricas, pero en todos los casos se trata de representaciones de cascos guerreros.
Por otra parte los tocados ibéricos, tan estudiados (13), no revelan nada semejante
a lo nuestro. El jinete de nuestra estela lleva un bonete prácticamente igual al
que aparece en las representaciones de los tetrarcas (14), y en toda una serie de
sarcófagos paleocristianos con la escena de la detención de Pedro (15). El Pileum
pannonicum, pues de esta pieza se trata, es de sobra conocido como indumento
militar de baja época, y consiguientemente perfectamente fechable.
13
Nos encontramos, pues, ante una pieza tardía, de fuerte sabor arcaizante, en
perfecta armonía cronológica con sus vecinas estelas de Saraso, y técnicamente
muy cercana de la también próxima estela de San Martín de Galvarín (16).
La segunda pieza que presentamos aparece también grabada, o mejor incisa,
sobre una piedra arenisca localizada por D. Lorenzo Ugarte en el yacimiento de
la Hoya. La piedra ya de por sí muy deleznable aparece muy maltratada y con-
serva únicamente algo más de la mitad del «emblema» de la figura representada.
A mi juicio representa una cabeza de bóvido (de toro), muy esquemática, muy
elemental, pero suficientemente clara. Sobre el testuz, entre los cuernos, parece
insinuarse una roseta, lo cual pondría la pieza de Laguardia en relación directa
con algunos de los ejemplares estudiados por Uranga y procedentes de la zona
139
DOS NUEVAS ESTELAS ALAVESAS
N O T A S
(1) Con posterioridad a mis anteriores trabajos, Ensayo Topográfico de Epigrafía romana ala-
vesa, Estudios de Arqueología Alavesa 2, y Estelas Romanas decoradas de la Provincia de Alava,
Estudios de Arqueología Alavesa 4, he localizado otras siete inscripciones o lápidas todavía inéditas.
140
DOS NUEVAS ESTELAS ALAVESAS
141
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS
DE EUROPA, DEL CANTABRICO AL TAJO,
Y LA NUEVA ESTELA DE CASTRO URDIALES
143
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...
o signo solar (2) en formas más o menos modificadas, desde el signo claro hasta
una esquemática cruz, como entre los vadinienses, o rosas de varios pétalos, tos-
cas como las cántabras de Palencia, más hermosas como las de los tormogos de
Lara de los Infantes, discos de radios curvos, simples o dobles, como los que apa-
recen en Alava o en las magníficas estelas zamoranas de la zona de Villalcampo,
etc. (3).
Todo esto sin duda significativo de un arte indígena, más o menos rudimentario
que va desde los sencillos grabados de los cantos rodados vadinienses, hasta la
suma perfección de las estelas de Lara de los Infantes, y que se extiende por
todo el Norte —zona cantábrica y Meseta superior—, llegando hasta las mismas
riberas del Tajo. Además de estas svásticas más o menos esquematizadas o enri-
quecidas, son frecuentes otros signos como los arcos y símbolos lunares más o
menos estilizados. Si a estos caracteres externos sumamos los datos lingüísticos
que esas mismas estelas ofrecen, con la pervivencia hasta una avanzada época
del Imperio, de los nombres indígenas, incluidos los gentilicios —lo que indica
que Roma respetó gran parte de las características peculiares de estos pueblos—,
vemos que la unidad artístico-cultural que refleja la decoración externa de las es-
telas, se refuerza con la presencia de una cierta unidad lingüística, que se traduce
bajo la romanización, y es visible especialmente en la presencia de unos cuantos
antropónimos más característicos y frecuentes y de gentilicios, sobre todo los
terminados en —ico— y en —oco— (4).
144
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...
Está cortada todo a lo largo del lado izquierdo y por ello a partir del renglón
3.° faltan al comienzo de todos dos o tres letras. Hay un nexo an en el renglón
145
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...
146
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...
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DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...
mente celtas en sentido propio, cuya presencia en la Península Ibérica llena todo
el primer milenio a. C. y pervive largo tiempo aún, bajo el Imperio Romano,
constituyendo uno de los elementos básicos del pueblo español (7).
DOCUMENTO GRAFICO
Acompañamos este trabajo con algunas fotografías de estelas en las que apa-
recen bien algunos de los elementos decorativos comentados, bien algunos nom-
bres hispánicos característicos de la zona de que hemos hablado, bien ambas co-
sas en la misma estela. Unos y otros, aunque no son exclusivos de estas regiones,
sí son en ellas predominantes y por ello hemos hecho la selección de las estelas
que presentamos. Además se completa este documento gráfico con dos mapas de
la difusión de Araus y Doiderus, y sus variantes, en el estado actual de nuestros
conocimientos.
Agradecemos a D.a M. a Angeles Mezquíriz, de Pamplona, D. Félix González
Cuadra, de Castro Urdiales, descubridor de la estela que ha motivado este trabajo,
D. Francisco Diego Santos, de Oviedo, D. Virgílio Sevillano Carbajal, de Vallado-
lid, D. Basilio Osaba y Ruiz de Erenchun, de Burgos, D. Joaquín González Eche-
garay, de Santander, D. Carlos Callejo Serrano, de Cáceres, D. Armando Llanos y
D. Antonio Barrón, de Vitoria, su magnífica colaboración, proporcionándonos las
fotografías que publicamos y dibujando los mapas, que acompañan a este trabajo.
Las fotografías de las estelas leonesas fueron obtenidas por mí durante una visita
al Museo de San Marcos, de León, en septiembre de 1970.
Presentamos las fotografías en orden étnico y geográfico, de E. a O. y de N.
a S.
VARDULOS
1. Gastiain (Navarra). M(arcus) IVNIVS PATERNVS/ CANTABRI FILIVS...
Símbolos: Disco radiado. Decoración de vides, típica de Navarra y Alava.
2: Marañón (Navarra). MA(rco) CAE(lio) FLAVINO... MA(rco) CAE(lio)
FLAVO... DOITENA AMBATI CELTI F(ilia) SOC(ero) ET MARITO... Símbolos:
Doble creciente lunar.
3. Contrasta (Alava). SEGONTIVS (otros nombres ilegibles actualmente).
Símbolos: Disco radiado y creciente lunar.
4. Ibarguren (Alava). [An]NICIVS [Re12]VRRVS [Re]BVRRINI [/(dius)]...
Símbolos: Rosa de 14 pétalos. Decoración de vides.
150
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...
AUTRIGONES
5. Castro Urdiales (Santander). PVRAN(a_lE DOIDE[ri]. ET ANNAE ...ARA-
VS... (marido y padre de las difuntas). Símbolos: Svástica esquemática, reducida
a una cruz. Por estar incompleta la estela, no se perciben otros signos, salvo una
especie de guirnalda arriba.
TORMOGOS
6. Lara de los Infantes (Burgos). TERENTIO SEVERINO... TERENTIA DOI-
DINA FRATRI. Símbolo: Creciente lunar
7. Lara de los Infantes (Burgos). DOVIDONA VERNA PATRIS TV-BICI (?).
Símbolo: Creciente lunar.
. Hontoria de la Cantera (Burgos). TERENTIO CANDIDO ARAVI F(ilio)...
(Hay una E por F, al comienzo del 6.° renglón, sin duda por error). Símbolos: Dos
discon radiados y rosa de seis pátalos. Decoración propia de la zona.
9. Hontoria de la Cantera (Burgos). TALAVS CAESARIVS AMBATI F(ilius).
Símbolos: Rosa de seis pétalos.
CANTABROS
10. Monte Cildá (Palencia). Estela doble. ACIDA ARAVO MARITO...; ALLA
PRINCIPINO M(a)R(ito). Símbolos: Dos rosas de seis pétalos y dos arcos. Ade-
más dos figuras humanas.
11. Monte Cildá (Palencia). Estela doble. ANINVS POSVI ANNAE CALE-
DIGE MATERTERE PIAE ...ANINVS FILIVS DOVIDENAE CALEDIGE MATRI
PIAENTISIME ...ANINVS INDVLGENTISIMIS POSVIT. Símbolos: Dos rosas de
seis pétalos; dos crecientes lunares; dos pares de arcos, etc.
CANTABROS VADINIENSES
12. Corao, Cangas de Onís (Asturias). TER(entius) BOD(dus o -erus)
VA(diniensis) POS(uit) MAT(ri) SVE CAR(ae) VOC(oniae) CARECAE... Símbo-
lo: Svástica.
13. Soto de Cangas (Asturias). ELANVS ARAVI FILIVS VERNA VADINIEN-
SES... ARAVS PIO FILIO OB MERITA... Símbolos: Dos ramas esquemáticas.
14. La Remolina (León). TRIDIO ALONGVN BODE(ri) F(ilio) VA(diniensi)...
FRONTO DOIDERIGVM AMICO SVO POSIT... Símbolos: Caballo y rama.
15. Liegos (León). ALIOMVS PARENS FILIAE SVAE PIENTISSIMAE MAI-
SONTINI... Símbolos: Svástica esquemática, en forma de cruz; caballo; rama.
151
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...
ASTURES
17. León. G(aius) AEMILIVS TALAVI F(ilius)... Símbolos: Disco radiado.
Doble escuadra. Ignoramos si tenía algo más en la parte inferior.
1. Villalcampo (Zamora). SALICIAE ARAVI F(iliae)... Símbolo: Disco radiado.
VACCEOS
19. Villalazán (Zamora). SALAIVS TRITI MARINVS... LIB(bertus)... Símbo-
los: Disco radiado, tres arcos
VETTONES
20. Salamanca. BOVTIO TANGINI F(ilio)... Símbolos: Disco radiado; rama;
dos arcos; doble escuadra.
21. Yecla de Yeltes (Salamanca). PISTIRO Elq] VAESI F(ilio). Símbolos:
Disco radiado, dos arcos ultrasemicirculares, doble escuadra.
22. Hinojosa de Duero (Salamanca). DOBITEINA AVLONI F(ilia)... Símbo-
los: Disco esquemático; cuádruple escuadra.
23. Campolugar (Cáceres). ELAV(s) SVMMACVS ELAVIE AMBASIE ME-
MORIAM POSVIT EX T(estamento). Símbolos: Rosa de seis pétalos; dos svásti-
cas muy toscas.
Puede verse también una rosa de seis pétalos en la estela de L. IVLIVS IBA-
RRA, que recogemos en otro lugar en este mismo número de Estudios de Arqueo-
logía Alavesa.
Para la difusión de los nombres que aparecen en estas estelas y de los cuales
no damos aquí mapas, vid, sobre todo, J. Untermann, Elementos de un atlas antro-
ponímico de la Hispania antigua, ya citado, aunque en la actualidad se conocen
más nombres que los que allí se recogen y algunas lecturas han de rectificarse.
Lo mismo puede decirse de los mapas que acompañan a mi tesis doctoral, La
Onomástica Personal Primitiva de Hispania, Tarraconense y Bética, Salamanca
1966, a los cuales también remito con el mismo fin. La mayor parte de esos nom-
bres se extienden por las mismas regiones de las que hemos venido hablando en
este trabajo.
152
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...
N O T A S
(1) Todos los trabajos que aquí se citan de D. Manuel Gómez Moreno, están recogidos en
el libro «Misceláneas, Historia, Arte, Arqueología. Primera serie: La Antigüedad», CSIC, Madrid,
1949.
(2) góMEz MorEno: «Misceláneas», págs. 37, 13, 204, 23; A. garcía y BEllido: «Esculturas
Romanas de España y Portugal», CSIC, Madrid 1949, págs. 323 ss. y 32-337.
(3) Víd., entre otros, los documentos gráficos que acompañan a los siguientes trabajos: J. C.
Elorza: «Estelas romanas de la provincia de Alava», «Estudios de Arqueología Alavesa», IV, 1970,
págs. 235 ss.; F. diEgo santos: «Las nuevas estelas astures», BIEA, VIII, 1954, págs. 466 ss.; M. A.
garcía guinEa, J. gonzálEz EcHEgaray y J. A. san MiguEl ruiz: «Excavaciones en Monte Cildá,
O11eros de Pisuerga (Palencia)», Palencia, 1966; A. garcía y BEllido: «Esculturas Romanas»,
láminas 257 a 274; M. góMEz MorEno: «Arqueología de la región del Duero», «Misceláneas», lám.
1, y pág. 13, fig. 5, etc.; J. M. naVascués: «Caracteres externos de las antiguas inscripciones
salmantinas», BRAH, CLII, 1963, págs. 159 ss., figs. 3, 4, 5, 6, 7, .
(4) J. untErMann: «Elementos de un atlas antroponímico de la Hispania antigua», CSIC, Ma-
drid 1965, mapas 9 y 9 bis.
(5) «Alava Prerromana y Romana. Estudios lingüístico», «Estudios de Arqueología Alavesa»,
IV, 1970, págs. 107 ss.
(6) Pude verla en julio de 1972. Está en Baltezana, a 12 km. de Castro Urdiales.
(7) A. toVar: «Lingüística y Arqueología sobre los pueblos de España», «Las raíces de Espa-
ña», n.° 11, Madrid 196, pág. 40 s.
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EL PUENTE MANTIBLE
* El estudio detallado del puente se debe al primer firmante de este trabajo. El segundo ha
colaborado en la labor de campo y ha redactado el estudio histórico referente a comunicaciones y
funcionalidad. También colaboró la Srta. Hortensia Ruiz en dichos trabajos.
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166
EL PUENTE MANTIBLE
Las coordenadas del punto en que se yergue el puente son las siguientes: 1° 1’
50” de latitud y 42° 30’ 50” de longitud, correspondientes a la hoja n.° 171 (Viana)
del mapa E-1:50.000 del Instituto Geográfico y Catastral.
La importancia de que el propio río Ebro reviste al puente, es la misma que
éste como vía de comunicación representaba para la geopolítica del país.
El río Ebro es, junto con el Betis en la España antigua uno de los caminos flu-
viales más citados en las fuentes antiguas. El Ebro, como medio de comunicación,
era de gran importancia debido a la zona amplísima que atravesaba y que además
estaba habitada por pueblos diversos. A esto se unía el que el valle del Ebro cons-
tituyese una zona de paso en diversas direcciones, por lo que forzosamente se
desarrollaban en ella fricciones y acontecimientos políticos importantes. El Ebro
jugó a lo largo de la historia antigua un papel militar primordial, ya que constituía
la primera barrera con que las gentes exteriores a la Península se encontraban al
acceder a ésta. El tratado de Asdrúbal y Roma de 226 a. C. muestra claramente la
importancia de esta vía de comunicación (1).
Unida su importancia a la del propio río hemos de considerar muy particular-
mente la de los puentes y pasos que atravesaban éste, puntos que serían vigilados
y tenidos en extrema consideración (2).
Estrabón (3) cita en el Ebro puentes en Vareia (Varea) y Celsa (Velilla de
Ebro) y un paso, probable puente, en Dertosa (Tortosa), que FATAS (4) supone
eran de piedra todos. Después de la pacificación de Hispania con Augusto, hemos
de considerar la existencia del de Zaragoza, que canalizaría una parte importante
del tráfico que anteriormente se dirigía hacia la ciudad de Celsa, con el consi-
guiente menoscabo de ésta (5).
Más tarde hemos de tener el de Mantible en las cercanías de Logroño, dán-
dose el caso de la existencia de dos importantes puentes relativamente cerca uno
de otro. Este de Mantible debió ser construido, posiblemente, como veremos más
adelante, en la primera mitad del siglo II d. C.
La región en que queda enclavado el puente era la zona habitada por los
Berones, que se extendía por la Rioja y cuya filiación, según Estrabón, era la de
pueblo céltico (6).
Comunicaciones y Funcionalidad
Uno de los aspectos importantes acerca del puente hemos de extraerlo de
los caminos y red viaria de la zona de la Rioja antigua, en la que el puente tenía
que estar incluido con un carácter preferente. A este respecto, en una observación
directa tanto a través de los estudios anteriores como del mismo terreno, nos en
contramos con que en las inmediaciones de la construcción no existen restos de
una vía bien documentada.
167
EL PUENTE MANTIBLE
A partir de las fuentes y restos romanos conocidos, los eruditos desde GO-
VANTES a SANCHEZ ALBORNOZ, pasando por BLAZQUEZ y BALPARDA,
han llegado a proponer un esquema de red viaria romana en la Rioja y Alava, que
pareció establecer TARACENA (7).
En Mantible, si bien se halla situado entre dos calzadas principales, Caesarau-
gusta-Virovesca y Virovesca-Pompaelo, no tiene aparentemente relación alguna
con ellas. Sin embargo, parece haberse olvidado la existencia de una posible cal-
zada, paralela al Ebro desde Miranda hasta Vareia.
En una de las incursiones de Alfonso I, a mediados del siglo VIII, en la Marca
Superior, atacó entre otras ciudades Miranda, Rebenga, Carbonaria, la Vega de
Haro, Briones y Cenicero, en el curso del Ebro, antes de bajar por Alesanco hacia
Osma y Clunia (). Esto nos hace suponer la existencia de un camino antiguo por
la orilla derecha del Ebro hasta Cenicero, camino que sería el mismo que en 1096
se cita como «vía de Davaliellos» en una donación de tierras en Torremontalvo a
San Millán de la Cogolla (9).
Podemos presumir que esa vía seguiría aproximadamente el actual trazado
de la carretera de Logroño-Miranda, por San Felices, al menos hasta Fuenmayor,
desde donde sale un camino recto a Logroño, el viejo camino de Fuenmayor.
Aproximadamente a media distancia entre estas dos localidades y perpendicular a
él, nace otro camino, camino de Valdeguinea actual, que, atravesando El Cortijo,
desemboca en el acceso derecho del puente.
Justo al otro lado, dominándolo, estaba la vieja población de Assa, donde se
han hallado restos romanos, entre ellos inscripciones. También han aparecido en
Angostina, Marañón y Sta. Cruz de Campezo, Gastiain, lo que puede indicar una
ruta romana por estas poblaciones (10) a enlazar con la supuesta de Lodosa por
Curnonium (Los Arcos) a Tullonium (Alegría de Alava) por donde pasaba la vía
de Aquitania.
De esta manera podemos suponer que el puente Mantible tiene razón de ser a
fin de relacionar mediante una vía secundaria la zona central del país de los Bero-
nes con el corazón de la actual Alava.
Desgraciadamente no hemos conseguido encontrar ninguna fuente antiguna
en que se cite el puente y que pueda dar alguna idea de las vicisitudes por las que
atravesó y de su función estricta en la red viaria (11). En todo caso noticias muy
indirectas.
La misma suerte ha tenido el puente que nos ocupa en cuanto a los estudios
modernos. Ni MELIDA (12) ni TARACENA (13), ni MONTEAGUDO (14) citan
esta obra de ingeniería.
Sólo algunos eruditos locales se han ocupado someramente de él. Así Antero
GOMEZ lo cita como romano y dice que lo midió en 2 de marzo de 151,
16
EL PUENTE MANTIBLE
dándonos la noticia interesante de que entonces el puente tenía, como ahora, dos
arcos (15). Su hijo apunta la idea de que probablemente sirviera de acueducto (16)
y MORENO GARBAYO, en la reedición de su obra (17), piensa que podía ser
además de acueducto prolongación del camino romano que venía de Marañón a
Asa para buscar la vía de Zaragoza a Varea y Tricio.
Aparte de ellos, ENCISO (1) se limita a citarlo diciendo que que estaba
arruinado a mediados del siglo XV.
Realmente es difícil precisar cuándo dejó de servir al tráfico este puente.
No es imposible que existiera en la época visigoda y fuese utilizado por Leo-
vigildo para cruzar el Ebro en su expedición contra la provincia y ciudad de Can-
tabria de que nos hablan la «Vita Sancti Emiliani» de San Braulio (19) y el «Chro-
nicón» de Juan de Bíclaro (20), amén de haber podido servir en las incursiones de
Gundemaro, Sisebuto o Wamba. Bien por este puente o por el de Varea habría de
realizarse tal incursión.
Ahora bien, lo que parece dudoso es que ninguno de ambos estuviese en
píe a partir del siglo VIII. Las fuentes cristianas y sobre todo las musulmanas,
nos dicen cómo las expediciones de éstos hacia Castilla y Alava remontaban el
Ebro hasta alrededor de Miranda. Los combates en torno a Cellorigo, Pancorbo,
el Bayas o la Morcuera, indican que se remontaba el Ebro desde Zaragoza por la
derecha sin cruzarlo hasta esas zonas. Y contra Pamplona se cruzaba por Tudela
o sus cercanías (21).
Hasta fines del siglo XI no tenemos un testimonio claro de que el puente
Mantible haya dejado de servir al tráfico, puesto que en el fuero de Miranda de
Ebro, en 1099, se ordena que no haya puente ni barca entre Logroño y Miranda
y que las mercancías que atraviesen desde Rioja, tierra de Logroño o tierra de
Nájera, lo hagan por el puente de Miranda (22).
Aunque las palabras del fuero pueden dejar lugar a dudas de que pudiese estar
en pie el Mantible y ser utilizado por personas, lo probable es, como apuntábamos
arriba, que ya en la época musulmana hubiese venido abajo. Y posiblemente su
ruina sería mayor que la del de Varea.
En 1095 Alfonso VI puebla Logroño y en el fuero concedido se nombra su
puente, a cuyo extremo izquierdo estaba la iglesia juradera de San Juan (23). La
«Crónica» del obispo Pelayo (24) y la «Crónica Najerense» (25) nos informan de
que Alfonso VI obró en dicho puente.
Pensamos que este puente de Logroño, que después de sucesivas reformas
aún sigue en pie, es el de la Vareia antigua (26).
Y si precisamente escogió el rey para poblar y dar fueros a Logroño, una de
las causas fundamentales sería el que allí el puente era más fácilmente y menos
costoso de reparar que en la zona del Mantible, pues Logroño había sido donado
169
EL PUENTE MANTIBLE
a San Millán con Asa, por el rey García Sánchez y su mujer Teresa en 956 (27)
y es de suponer que el cenobio no devolvería la villa a la corona gratuitamente,
aunque ninguna noticia tengamos de cuándo se realizó la devolución (2).
170
recogida del agua de este canal, el punto en que el río hace una gran curva que
favorece al máximo este problema.
La cimentación del puente suele ser en la mayoría de los casos un problema
fundamental. Hay que luchar con la corriente de los ríos en innumerables casos,
mientras se van resolviendo los problemas relativos a la obra en sí. El agua, a la
vez que es molesta, supone una pérdida de la perspectiva acerca del propio lecho
del río sobre el que se va a cimentar, una menor precisión y mayor dificultad,
precisamente en la parte fundamental de la obra. La solución de todos estos pro-
blemas que comenzaban ya en la elección del terreno adecuado para cimentación;
presupone una técnica avanzada por la exactitud y seguridad con que se operaba.
En el Mantible, los arcos tienen una luz variable. Todos ellos de medio punto,
con arranques a diversa altura en los pilares. Esta solución implica un desequili-
brio en la transmisión de descargas de peso y empuje hacia esos pilares. A esto y
a una desigualdad en la configuración del lecho del río, en cuanto a facilidad de
asentamiento, responde la distribución de estos pilares a intervalos irregulares. El
lecho del río, según hemos comprobado, es de roca firme en algunos puntos. Esto
permite que algunos de los pilares se asienten sobre aquélla sin cimientos, con una
preparación previa únicamente.
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EL PUENTE MANTIBLE
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EL PUENTE MANTIBLE
en todos los pilares y que arrancan inmediatamente sobre los tajamares. Hay que
pensar que en el puente de Mérida los arcos son idénticos, así como el reparto de
pesos y empujes.
En el pilar tercero, el aliviadero tenía su base a cinco metros del nivel de la
cimentación. En el cuarto pilar hay más de dos metros de jamba correspondiente
al aliviadero, siendo su separación respecto al extremo del pilar de 1,40 m. en la
base.
El puente Mantible, por sus características, puede ser considerado justamente
como uno de los más grandes puentes con que los romanos dotaron a Hispania.
Esta obra, cuya fecha desconocemos, debió de suponer para la región un notable
esfuerzo tanto económico como humano, por lo que no sería extraño encontrar
en las inmediaciones señales de campamento o poblado perteneciente a los ope-
rarios.
En las inmediaciones hemos encontrado pequeños fragmentos de sigillata de
tipo hispánico, pertenecientes a formas que no podemos precisar debido a su pe-
queñez. Uno de ellos presenta una decoración metopada, al parecer con motivos
circulares y animales rampantes. Estos fragmentos los encontramos en unas viñas
situadas en la margen izquierda del río.
Respecto a obras del mismo tipo y envergadura con las que podemos com-
parar al Mantible, tenemos únicamente los grandes y magníficos puentes de Al-
cántara, Alconetar, Mérida, Orense, Salamanca, etc. ya, que todos ellos presentan
como denominador común su grandiosidad (29).
La longitud del que nos ocupa es de 164 m., lo que le coloca entre los mayo-
res. El de Alcántara tiene una longitud total de 194 m. y la luz de uno de sus arcos
mayores es de 2,60 m., si bien su altura es superior a la del Mantible (30). El de
Orense, múltiples veces reconstruido, medía 370 m. y la luz de su arco central era
de 43,70 m. siendo hasta el siglo XIX el de mayor amplitud de España (31).
El de Mantible se asemeja en su estructura al de Alcántara por sus tajamares
en ángulo, y espolones rectangulares. En cuanto a los sillares, como es natural, tie-
nen una identidad de medidas generales, aunque su fisonomía sea muy distinta al
ser almohadillados los del de Alcántara, y sin almohadillar los del Mantible (32).
Respecto al puente Mantible, tenemos la tradición de este nombre dado por
Cervantes en el Quijote, nombre que MELIDA atribuye al puente de Alconetar,
sin que existan motivos suficientes para que podamos considerar si el Mantíble
cervantino sea o no el de Alconetar en Cáceres o bien este que tratamos (33).
Cronología
Los datos que podemos aportar para precisar la datación del puente de Man-
tible son escasos e inexactos, dado que no existe documento epigráfico ni de otro
176
177
EL PUENTE MANTIBLE
tipo que indique nada al respecto. Según su carácter de obra monumental, so-
luciones arquitectónicas, necesidad de una sólida organización administrativa y
económica para su financiación, etc., podemos deducir que se trata de una obra
imperial, probablemente realizada hacia la primera mitad del siglo II. Momento
en que la organización administrativa romana era plenamente capaz de afrontar
tales empresas, y momento de una solidez política necesaria para afrontar obras
de esta envergadura. Su realización se debería a un arquitecto avezado en este
tipo de trabajos, secundado por un equipo de artesanos eficientes, y sin contar la
innumerable cantidad de auxiliares necesarios. Este puente puede ser quizá con-
temporáneo del de Alcántara, y de los demás grandes puentes que se construyen
en la época.
Las vicisitudes que sufriría el Mantible, las desconocemos documentalmente,
como apuntamos al hablar de las fuentes, y únicamente es la arqueología la que
puede orientarnos sobre la historia vivida por la propia obra, gracias a los detalles
que presenta.
Este puente construido probablemente en el siglo II, pudo durar intacto du-
rante la época visigoda, y servir, como veíamos, de paso a Leovigildo, etc. Tam-
bién veíamos que en época musulmana no se cita como lugar de paso. A partir del
XI en que el fuero de Miranda parece dejar sentado que estaba arruinado, tenemos
un «lapsus» que abarca hasta el siglo XV, en que se dice que el castillo de Assa se
desmantela por inútil en su labor de defensa del puente.
Arqueológicamente vemos que en la obra de los dos arcos que hay en pie, se
aprecia una clara reconstrucción, de estos dos arcos. Reconstrucción atestiguada
por lo siguiente: A partir de la mitad aproximada del arco, los sillares se hacen
menores, y dispuestos menos regularmente, a la vez que quedan patentes en el
arco tercero, los mechinales procedentes de la obra de reconstrucción del volteo
del arco. En el primer arco, no existen estos mechinales, ya que la reconstrucción
se efectuó rehaciendo la cimbra completamente sobre el apoyo original de ella,
en la repisa del pilar.
En el arco tercero por su parte superior de tránsito, aparecen también unas
agujeros cuadrados a modo de mechinales de una mayor envergadura que quedan
por encima de los empleados en la reconstrucción, y que seguramente serán los
empleados para mantener el andamiaje que se emplease para reconstruir el arco
segundo que era el de más luz y por ende el que más problemas técnicos podía
causar.
Esta reconstrucción no está documentada, por lo que debemos de situarla en-
tre los siglos XI y XIV posiblemente, ya que la noticia que habla de la destrucción
del castillo de Assa, dice que hacía mucho tiempo que estaba arruinado.
17
179
EL PUENTE MANTIBLE
N O T A S
(1 ) A. scHultEn: «Geografía y etnografía antiguas de la península Ibérica», t. II, página 30,
Madrid, 1963.
(2 ) Así, según E. ENCISO («Laguardia en el siglo xvi», Vitoria, 1959, pág. 1), en Asa se
construyó en época medieval un castillo para vigilancia y defensa del puente Mantible, castillo que
se derribó a mediados del siglo xv. Otros pasos sobre el Ebro tuvieron también sus castros o castillos
defensivos: Cantabria sobre el de Varea, Aradón sobre un vado en término de Mendavía. Restos de
fortificación hay a la derecha del Ebro, sobre los cabezos que dominan el acueducto de Alcanadre y
el puente, desaparecido, pero existente en el siglo xii, de Mendavia.
(3) A. garcía y BEllido: «España y los españoles hace dos mil años, según la geografía de
Estrabón», págs. 152, 15, 160 y 164. Madrid, 1945.
(4) «Notas para una geografía antigua de la zona aragonesa de la cuenca del Ebro» (Tesis de
licenciatura, Universidad de Zaragoza, 1966), pág. 9.
10
EL PUENTE MANTIBLE
(5) Hasta la fundación de Caeragusta en el año 24 a. de J. C., Celsa era la ciudad más importante
de la zona. Esta ciudad, a orillas del Ebro y con un puente, canalizó la casi totalidad del tráfico del
valle medio del río Ebro.
(6) Cfr. B. taracEna: «La antigua población de la Rioja» (A. E. Arq., 1941).
(7) «Restos romanos en la Rioja». (A. E. Arq., 1942, págs. 17 a 47) Cfr. mapa en fig. 1 y págs.
3-42.
() Cfr. «Crónica de Alfonso III», Alfonso el Católico «cum frate suo Froilane multa adversus
sarracenos proelia gesit atque plurimas civitates ab eis olim opressa cepit id est: Lucum, Tudem...
Amaiam, Septimancam, Aucam, Velegiam, Alavensem, Mirandam, Rebendecam, Carbonariam,
Abeicam, Brunes, Cinisariam; Alesanco, Oxomam, Cluniam, Argantiam, Septempublicam, exceptis
castris cum villis et viculis suis: omnes quoque arabes occupatores supradictarum civitarum inter-
ficiens cristianos secum ad patriam duxit». Por no tener a mano otra edición mejor utilizamos la de
FLOREZ, «España Sagrada», t. XIII, ed. págs. 44-45. Madrid, 172.
(9) Cfr. L. sErrano: «Cartulario de San Millán de la Cogolla», núms. 236 y 26. Madrid, 1930.
(10) Cfr. J. C. Elorza y guinEa: «Ensayo topográfico de epigrafía romana alavesa» (E. Arq.
Alavesa, II, 1967, págs. 117 y ss.). El autor supone con nosotros la existencia de este camino de
Santa Cruz de Campezo a la Rioja por Asa (pág. 179). Después de redactado lo anterior, vemos que
G. arias BonEt («Una calzada Jaca-Rioja», en «El Miliario extravagante», núm. ) piensa como
nosotros en el camino de Valdeguinea como continuación de esa calzada por la Rioja. En apoyo de
la presunta vía romana por la margen derecha del Ebro desde Miranda, puede traerse a colación el
miliario hallado en Ircio (Cfr. Elorza y guinEa, Op. cit.) y un término llamado la Calzada, por donde
atraviesa la actual carretera, más abajo de San Felices.
(11) antEro góMEz («Logroño y sus alrededores», pág. 2. Logroño 157), dice que su nombre
se cita en las leyendas del siglo ix, afirmación cuyo fundamento no acabamos de encontrar y que, por
ello, nos parece gratuita.
(12) «La España Romana», en MEnéndEz pidal; «Historia de España», t. II, ed., págs. 574 y ss.
Madrid, 1962.
(13) Op. cit.
(14) «Restos romanos en España de interés turístico» (Noticiario turístico, n.° 19). Madrid,
1966.
(15) Op. cit., pág. 27. Como única medida, la de 44 pies sobre el río.
(16) F. J. góMEz: «Logroño histórico», pág. 735. Logroño, 193-95.
(17) «Apuntes históricos de Logroño», T. I., pág. 5. Logroño, 1943.
(1) Loc. cit.
(19) Ed. VázquEz dE parga, pág. 34. Madrid, 1943.
(20) Ed. julio caMpos, pág. 4. Madrid, 1960.
(21) Cfr. lEVi proVEncal: «España Musulmana», en MEnéndEz pidal: «Historia de España», t.
IV, ed., págs. 205, 209, 210, 24 y 25. Madrid, 1957.
(22) Vid. F. cantEra Burgos: «Fuero de Miranda de Ebro», pág. 56. Madrid, 1945.
(23) Cfr. MorEno garBayo: op, cit., págs. 42 y ss.
(24) Ed. sáncHEz alonso, pág. 4. Madrid, 1926.
(25) Ed. uBiEto artEta, pág. 11. Valencia, 1966.
11
EL PUENTE MANTIBLE
(26) Actualmente, desde un kilómetro aguas abajo de Varea hasta el puente de piedra de Logro-
ño, no se conservan vestigios de haber habido ningún otro puente. Sólo en la orilla izquierda, justo
bajo Cantabria, hay restos de un espigón con sillares de gran tamaño y argamasa en la que se han
utilizado fragmentos de «Tegulae» romanas. Esto y el hecho de que uno de los sillares es una tapa
de sepulcro a dos vertientes, que parece de época visigoda, nos hace pensar que de ninguna manera
pueda tratarse de ruinas del puente que cita Estrabón. Además ninguna clase de vestigios hay en la
orilla opuesta. Probablemente se trate simplemente del residuo de un malecón de atracadero bastante
tardío.
(27) uBiEto artEta: «Los reyes pamploneses entre 905 y 970. Notas cronológicas» (Príncipe de
Víana, 1963), págs. 77-7.
(2) J. A. garcía dE cortázar: «El dominio del Monasterio de San Millón de la Cogolla», pág.
303. Salamanca, 1969.
(29) Cfr. MontEagudo: op. cit., y MElida} op. cit., págs. 574 y SS.
(30) MontEagudo: op. cit., pág. .
(31) Ibíd., pág. 10.
(32) Comparar la planta del puente Mantible con la del puente de Alcántara, publicada por
MElida: op. cit., pág. 277.
(33) MElida: op. cit., pág. 575.
12
A PROPOSITO DE
LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA (ALAVA)
El interés por la defensa de Híspania en el Bajo Imperio está siendo cada día
más acusado tanto desde el punto de vista de las fortificaciones como del de los
propios asentamientos militares (1).
El «Oppidum de Iruña» tantas veces citado, y en particular su muralla consti-
tuyeron un elemento importante en un estudio de este tipo. En el estado actual de
la excavación del yacimiento son muchos los problemas de difícil solución que se
presentan, pero el hecho de la conservación prácticamente íntegra del encintado
—sin manipulaciones posteriores notorias—, y una serie de aparentes irregulari-
dades en el trazado del mismo, acrecientan el interés de su estudio, pues aunque
se trate de una obra provincial creo que en sí mismo es prototipo de un grupo de
fortificaciones hispanas.
Las noticias referentes a Beleia (caso de que haya de identificarse con Iruña,
como pienso) son suficientemente conocidas (2), pero lamentablemente poco elo-
cuentes. Unicamente el lacónico texto de la Notitia Dígnitatum (3) nos habla de la
existencia de una plaza fuerte, o más concretamente del asiento de una Cohorte.
La presencia misma de la muralla, y la «noticia» a la que nos hemos referido
provocan una serie de interrogantes. Mi intención en estas breves notas consiste
en aclarar en lo posible esas incógnitas.
1. ¿Cuándo surge Beleia-Iruña, y por qué se fortifica?
2. ¿Se trata de una ciudad fortificada, una civitas, o responde a otra categoría?
3. ¿Qué puesto ocupa dentro del conjunto de las murallas de Hispania?
4. ¿A qué criterios de utilización militar debe su irregular trazado?
5. ¿Durante cuánto tiempo el yacimiento fue plaza militar?
6. ¿Cuál es la real cronología de la muralla?
13
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA
14
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA
15
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA
de Iruña erigido «ex novo» tanto en el trazado como en el material (con diferen-
tes aparejos y calidades de piedra según sea la zona a defender), y dotado de una
precisa disposición de los elementos constructivos, constituye un prototipo de las
«fortificaciones militares» de Hispania en el Bajo Imperio.
Los distintos elementos de un recinto amurallado se establecen en base a
precisos criterios defensivos: Torres para la instalación de ballistae (superados ya
los onagri), u otras máquinas de guerra; Troneras y ventanas para el «disparo» de
armas arrojadizas; Almenas o parapetos con el mismo cometido; Foso, si existe,
como impedimento de acceso. Sin embargo es, en gran parte, la posición de la
fortaleza quien determina las posibilidades de defensa y ataque y condiciona la
estructura de la muralla.
Iruña está colocada en un espolón rocoso, con gran parte de sus murallas
erguidas sobre un foso natural y rodeado en parte por e1 río con un único acceso
hacia el Norte, el puente romano de Trespuentes, perfectamente controlable y
unido al recinto mediante un empinado y difícil camino. La posibilidad de ataque
directo o la utilización de máquinas de guerra en toda la zona N., NO. y NE., es
prácticamente nula.
La zona Sur, con su gran puerta, y las situadas a la derecha e izquierda de la
misma, se levantan frente a una amplia plataforma de suave declive. Es esta la
zona de verdadero peligro de la ciudad. En correspondencia a estas dos diversas
situaciones está estructurada la muralla.
El primer tramo de la muralla a la izquierda de la puerta Sur, lo forman dos
torres semicirculares y dos lienzos con unos 40 metros aproximadamente de reco-
rrido. A la derecha de la puerta, y a lo largo de unos 5 metros (hasta el límite de
la zona excavada) aparecen tres torres semicirculares (probablemente existe una
cuarta intermedia igual como insinúa Nieto en la planta del yacimiento), y tres o
cuatro lienzos de muralla. En toda esta zona las torres de planta semicircular están
colocadas a cortas distancias unas de otras. Los lienzos de muro no presentan
notables diferencias en las medidas. Unas y otros están recubiertos en la cara exte-
rior por grandes sillares, perfectamente escuadrados, de piedra de Pancorbo (22),
constituyendo el conjunto una obra de opus cuadratum. La presencia de este tipo
de piedra, del modo en que está trabajada, y del criterio con que ha sido emplea-
da, responde a una planificación bien precisa máxime si tenemos en cuenta que a
pocos centenares de metros del recinto existen las canteras de donde se obtuvo la
piedra (lajas) para las torres cuadradas y los lienzos entre ellas comprendidos. Las
torres de planta circular o semicircular son más resistentes a los golpes del ariete
(23) o de máquinas de guerra si su utilización es posible como ocurre e nuestro
caso. El aparejo de opus cuadratum (foto 4), típico de las construcciones severia-
nas, no es solamente más espectacular, sino realmente más eficaz. La proximidad
16
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA
19
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA
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A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA
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A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA
N O T A S
(1) A. Balil illana, La defensa de Hispania en el Bajo Imperio, amenaza exterior e inquietud
interna, Cátedra San Isidoro, Instituto leonés de estudios romano-visigóticos, León 1970, 603 y ss.,
con bibliografía anterior; P. dE palol, Cuchillo hispanorromano del siglo iv de J.C., BSAA, Valla-
dolid 1964, XXX, 67 y ss.
(2) G. niEto, El Oppidum de Iruña, Vitoria 195, 32 y ss.
(3) Oc. XLII, 32. Tribunos cohortis primae Gallicae, Veleia.
(4) Mansiones inmediatas a Beleia en el Itínerario de Antonino Ptolomeo.
(5) E. J. VallEspi, Arqueología y Arqueólogos Alaveses. El momento Actual de la Investigación
arqueológica de la Provincia de Alava. Estudios de Arqueología Alavesa, IV, 1970, 7 y ss.
(6) G. niEto, o. c., 217.
(7) F. BaraiBar, Discurso leído en 9 de noviembre de 12 en el Ateneo... Vitoria 13.
() G. niEto, O. c., 201, con bibliografía.
(9) G. niEto, La estela de Iruña, BSAA, Valladolid 1964, XVIII, 13 y ss.
(10) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 217-224.
(11) A. garcía BEllido, «Parerga» de arqueología y epigrafía hispano romanas (II), AEArq.
XXXVI (1963), 203 (Nuevos Municipios Flavios).
193
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA
(12) M. roBlin, Cités ou citadelles? Les enceintes romaines du Bas-Empire d’aprés l’exemple
de Senlis, Rev. d’Etudes anciennes LXVIII (1965), 369.
(13) Idem, o. c., 1. c.
(14) A. Balil illana, Las Murallas romanas de Barcelona, Madrid 1961, 127.
(15) G. niEto, el Oppidum de Iruña, 147.
(16) J. C. Elorza, Ensayo topográfico de epigrafía romana Alavesa, Estudios de Arqueología
Alavesa, II, Vitoria 1967, n.0 43-75.
(17) Idem, o. c., mapa de distribución.
(1) A. Balil illana, La defensa de Hispania...
(19) A. Balil illana, Las fortificaciones del Bajo Imperio en las provincias romanas de Espa-
ña, Celticum VI, 294.
(20) H. Von pEtrikoVits, Fortifications in the North-Western Roman Empire from the Third to
the Fifth Centuries A. D., The Journal of Roman Studies, LXI, 1971, 17 Y SS.
(21) A. Balil illana, Las fortificaciones..., 295.
(22) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 130.
(23) A. Balil illana, Las murallas romanas de Barcelona, Madrid 1961, 113 con indicaciones.
(24) A. Balil, La defensa de Hispania en el Bajo Imperio, Zephyrus XI (1960), 191.
(25) cfr. supra la situación topográfica del Oppidum.
(26) L. prEstaMEro, Camino militar romano que pasaba por la Provincia de Alava. Ms. Vitoria
1792. Lo tomo de gz. dE EcHéVarri, Alaveses Ilustres, t. I, Vitoria 1900.
(27) R. T HouVEnot, Les remparts romains de Coria d’Extremadoure, Rev. d’Etudes anciennes
63, 1961, 331 y ss. donde estudia el problema de varias puertas y poternas.
(2) J. garBscH , Der spátromische Donan-Iller-Rhein-Limes, Stuttgart 1970, 16.
(29) A. garcía BEllido, Cohors I Gallica Equitata c. R., Conimbriga I (1959), 29.40, especial-
mente 37 y nota 13.
(30) G. Forni, L’occupazione militare romana della Spagna Nord-Occidentale: Analoio e para-
lleli, Catedra de San Isidoro, Instituto leonés de estudios romano-visigóticos, León 1970, 221.
(31) A. Balil illana, La defensa... e inquietud interna, 613.
(32) La presencia de enterramientos en lugares habitados va en contra tanto de la legislación
como de la misma costumbre.
(33) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 75 y ss.
(34) A. Balil illana, Varia Hellenistico-romana, AEArq. XXXVIII (1965), 139, nota 242.
(35) J. C. Elorza, Un aplique de cinturón tardorromano de Iruña, en este mismo número de
Estudios de Arqueología Alavesa.
(36) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 143. En realidad es el lado SO.
(37) Idem, o. c., 111.
(3) J. C. Elorza, Ensayo topográfico de epigrafía romana alavesa, Estudios de Arqueología
Alavesa, II, Vitoria 1967, n.° 69.; Idem, Estelas romanas en la provincia de Alava, Estudios de Ar-
queología Alavesa, IV, Vitoria 1970, 237 n.° 4.
(39) cfr. J. C. Elorza, Estelas romanas en la provincia de Alava.
(40) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 197.
194
LA ESCULTURA «THORACATA»
DE IRUÑA
195
LA ESCULTURA “THORACATA” DE IRUÑA
196
197
Finalmente los punteles o apoyos de escultura tienen una función estática tan
precisa y unas medidas generalmente tan concretas que su identificación tampoco
ofrece dificultades (20).
El «thoracato» de Iruña, objeto del presente estudio constituye un únicum
inclasificable dentro de las categorías anteriormente establecidas.
La pieza tiene 26 cros. de altura. Lleva una coraza completamente lisa en la
que apenas se insinúan los relieves anatómicos. La curva de la coraza a la altura
del vientre es suave pero precisa (21). Los humeralia, sin decorar, son cortos y
muy anchos y se presentan paralelos entre sí sin la inclinación convergente tan
frecuente en otras piezas. Las cintas de sujeción de los humeralia, sin lazo pero
con un amplio botón, de manera que más que de una cinta se trata de una ver-
dadera correa con broche, llegan casi hasta el mismo ceñidor. Bajo la curva de
la coraza aparecen dos filas de launas terminadas en flecos, y una fila igual está
colocada en la bocamanga del brazo derecho. El manto cuelga del hombro iz-
19
quierdo y se recogería sobre el antebrazo izquierdo en una forma que no podemos
precisar.
La posición de la figura no ofrece dudas. Tiene el brazo derecho levantado,
lo que provoca que el humeral derecho y su correspondiente botón se hallen más
altos que sus paralelos del otro lado. El brazo izquierdo, doblado a la altura de
la cintura deja ver el orificio para la inserción del perno metálico que sujetaría el
antebrazo. La figura, un poco girada, iría apoyada sobre su pierna derecha, con
la izquierda adelantada y flexionada. El movimiento de las launas y de la cadera
corroboran esta postura. No tiene cabeza, pero en el cuello redondo se marca el
orificio de inserción.
Ya sus medidas le apartan de cuantas piezas en piedra conocemos, y por cuan-
to hemos dicho anteriormente excluimos que se pueda tratar de una divinidad o
de un trofeo. Por la altura del torso cabría la posibilidad de que fuera un puntel,
pero la existencia de cabeza y extremidades en el original, lo cual es innegable,
199
haría totalmente inoperante la función estática de este tipo de piezas. Por tanto no
nos cabe más que pensar que se trate de un emperador o de un oficial superior.
Aparte de las dimensiones no es comparable con casi ninguna de las 22 pie-
zas en piedra que conocemos en España (22). Las de Alcalá del Río, Almuñécar,
Córdoba, Itálica, Mérida, Montoro, Pollensa y Río Tinto, tienen la coraza deco-
rada con motivos simbólicos. Algunas de éstas, y las de Espejo y Sagunto van
también decoradas en los lambrequines. Solamente, por tanto, es comparable en
algunos aspectos (me refiero únicamente en cuanto a concepción general), a las
esculturas de Tarragona. Sin embargo, las diferencias son notables: 1.—Distinta
actitud, probablemente adlocutio en el caso de Iruña. 2.—Distinta posición del
manto: anudado sobre el hombro izquierdo y cayendo por la espalda izquierda ese
Iruña, anudado en el hombro derecho y cayendo por toda la espalda hasta media
pierna en los de Tarragona. 3.—Con égida y roleos horizontales en el centro de la
200
coraza en Tarragona, con coraza completamente lisa en Iruña. 4.—Con anchos
humerales en Iruña, sin ellos en Tarragona. Por tanto, únicamente se asemejan
en la forma suave de la curva del vientre (23), la presencia del cingulum (24), la
ausencia de lambrequines, y la doble hilera de launas en ambos casos.
Habiéndose perdido el original de la pieza alavesa no nos atrevemos a pro-
nunciarnos sobre una serie de detalles que consideramos sospechosos o al menos
muy raros. En primer lugar la colocación del cingulum no es correcta. El nudo no
es un nudo, y la lazada, a modo de mariposa, no tiene ninguna explicación lógica.
Supuesto que un ceñidor se anude en el centro de la cintura los extremos caerían
en vertical paralelos al eje de la figura. Si se quisieran recoger pasarían nueva-
mente en torno al cíngulo anudado (sea por fuera que por dentro) produciendo
siempre el resultado que apreciamos en las esculturas de Tarragona. Lo que es
imposible es que las volutas superiores de la lazada estén más próximas entre sí
201
LA ESCULTURA “THORACATA” DE IRUÑA
que las inferiores, pues en este caso el resultado sería siempre el obtenido en la
pieza de Iruña, es decir, que los extremos del cíngulo producen la impresión de
ser elementos autónomos separados del resto del cinturón y sin continuidad con
el mismo (25).
La colocación y forma de las cintas que sujetan los humeralia producen la
misma sorpresa. Son excesivamente anchas y muy largas. De la observación de
las esculturas «thoracatas» se deduce que esta cinta es algo muy flexible, suscepti-
ble de ser anudado mediante una lazada cuyos extremos cuelgan hacia abajo. Algo
muy diferente es lo de Iruña (26).
202
LA ESCULTURA “THORACATA” DE IRUÑA
Por las características generales que ofrece: coraza lisa, ausencia de lam-
brequines, dos filas de launas, cíngulo anudado y curva suave del vientre, la pieza
de Iruña puede fecharse entre finales del reinado de Adriano y comienzo de los
Antoninos, y más concretamente dentro del grupo de «thoracatos» romanos de
tipo helenístico del período inicial de Antonino. Se asemeja a la estatua del teatro
de Milete conservada en el Museo de Berlín (27), a la de las termas de Faustina en
Berlín (2), a una pieza del Museo Otomano de Constantinopla (29), y a la de Efe-
so del Antiguo Museo Arqueológico (30). Sin embargo, entre todos los ejemplares
que conozco el paralelo más próximo, salvadas las diferencias, lo presenta con la
estatua inédita de la colección Lazzaroni de Roma, cuya reproducción adjunto
(31). En ambos casos la concepción de la figura, el movimiento y los elementos
de la misma son idénticos.
Creo, por consiguiente, que la pieza de Iruña aun con las particularidades que
presenta (32) y admitiendo su autenticidad, se puede fechar en el segundo tercio
del siglo segundo dentro del amplio grupo de esculturas helenísticas de este tipo
que conocemos especialmente en oriente.
N O T A S
(1) Cfr. G. niEto, El Oppidum de Iruña, Vitoria 195, 204-205, lám. LXXVI, con bibliografía
anterior.
(2) W. WarWick WrotH, Imperial cuirass-ornamentation, Journal of Héelenic Studies VII
(16), 126-142.
(3) H. Von roHdEn, Die Panzerstatuen mit Reliefverzeirung, Bonner Studien, 190.
(4) A. HEklEr, Beitrage zur Geschichte der Antiken Panzerstatuen, Jahreshef te des Osterrei-
chischen Archáelegischen Institutes, 1919, 190 y ss.
(5) G. Mancini, Le statue loricate imperiali, Bullettino della Commissione Archaeologica Co-
munale di Roma, L, 1922, 151-204.
(6) C. C. VErMEulE, Hellenistic and Roman cuirassed statues, Berytus, 13, 19591960, 1-2;
Idem, Hellenistic and Roman... statues A Supplement, Berytus, 15, 1964, 95-110; Idem, Hellenistic
and... statues Second Supplement, Berytus, 16, 1966, 49-59.
(7) Agradezco a la Srta. P. Acuña el haberme facilitado su estudio en prensa sobre la estatuaria
militar romana de España, con su correspondiente clasificación cronológica.
() Son piezas seguras, p. e., la de Holconio Rufo, dunvir quinq. en tiempo de Augusto (Cfr.
Mancini 1. c., 163, n.° 2, lám. XII); la de Ti. Iulius Celsus Polemaeanus, procónsul de Asia entre el
106 y 107 (Cfr. Vermeule, Berytus 13, 5, n.° 20, lám. XVIII); Vermeule, en Berytus 13, n.° 12,
139 y 150 indica la presencia de «thoracatos» atribuibles a generales pero sin especificación de los
nombres correspondientes.
(9) Se trata siempre de Juppiter Dolichenus. Cfr. P. MErlat, Repertoire des ínscriptions et mo-
numents figurés du culte de Juppiter Dolichenus, Rennes 1951; Idem, Juppiter Dolichenus, Paris
1960, con toda la bibliografía anterior.
203
LA ESCULTURA “THORACATA” DE IRUÑA
(10) A partir de la erección del templo a Mars Ultor, en tiempo de Augusto, se fija el modelo icono-
gráfico romano de esta representación. Como pieza más significativa el Marte del Museo Capitolino.
(11) Tipo de túnica definida como una camisa con manga corta, o sin manga por C. cEccHEl en
Vita di Roma nel Medio Evo, I, 2: Le arti minori e il costume. Roma 1960, 75-76.
(12) darEMBEr-saglio, voz cingulum.
(13) P. FrancHi dE caValliEri, Come andavano vestiti ed armati i milites dell’Adparatio, Studi
e Testi, 49, Note Agiografique, fasciscolo 7.° Roma 192, 211.
(14) Por ejemplo en España: Grifos en Mérida, Córdoba, Pollensa, Alcalá del Río y los dos de
Tarragona; Victorias, en Itálica, Montoro y Río Tinto; Centauros en Itálica y dos en Mérida; Palla-
dium en Itálica.
(15) G. gaMEr, Estatuas imperiales de los campamentos militares romanos, AEArq. 43, 1970,
12.
(16) Naturalmente con algunas variantes dentro del grupo. Así por ejemplo el Marte del Museo
Capitolino (cfr. supra) aparece con una coraza ricamente adornada, mientras que el Marte del relieve
de Cartago (Cfr. G. E. Rizzo, en Bulletino Comunale, 60, 1933, 7 y ss., figura 16) aparece con una
coraza lisa.
(17) Es una divinidad típicamente legionaria y los hallazgos hasta ahora conocidos (Cfr. Merlat
o. c., mapa), presentan un tipo muy homogéneo.
(1) Ver la pieza procedente del Aventino en el Museo Capitolino (cfr. A. H. Kan, Juppiter Do-
lichenus, Leiden 1943, lám. X, figura 16).
(19) CH. picard, Les trophées romaines, Paris 1957.
(20) Ver p. e. la escultura «thoracata» en función de puntel en una escultura fragmentada de la
Villa Reali d’Osson, en Treviso.
(21) Es algo totalmente distinto de la curva intensa de las esculturas españolas de Itálica y Mé-
rida por ejemplo.
(22) Cfr. nota 14.
(23) A pesar de ello la curva de la escultura de Iruña es más pronunciada que las de Tarragona,
donde apenas se insinúa.
(24) Aunque también diferentes en ambos casos, tanto en la forma del lazo como en la coloca-
ción de los extremos.
(25) No conozco este sistema en ninguna de las piezas hasta hoy publicadas.
(26) Conozco un tipo prácticamente idéntico en un busto con coraza, moderno, existente en el
Museo Capitolino de Roma, y publicado por stuart-jonEs, The Sculptures of the Museo Capitolino,
Oxford 1912, n.° 59. lám. 32.
(27) A. HEklEr, O. c., 23, 4, figura 166.
(2) A. HEklEr, O. c., 239, 5 = C. C. VErMEulE, Berytus 13, 62, n.° 23. Quizá se trata de una
estatua de Marco Aurelio.
(29) A. HEklEr, O. c., 240, 9 = C. C. VErMEulE, Berytus 13, 61, n.° 231.
(30) R. HEBErdEy, JOAI, 15, 1912, 175, figura 13 = C. C. VErMEulE, Berytus 13, 62, n.° 241.
La pieza representada ofrece la particularidad de un modo distinto de anudar el cingulum.
(31) Fotografía n.° 7025 de la fototeca del Instituto Arqueológico Alemán de Roma.
(32) Como piezas de este tamaño en piedra (a parte de los ejemplares en bronce), conozco una
estatuilla de 36 cros. de altura, actualmente en el Museo de El Cairo (cfr. C. C. VErMEulE, Berytus 13,
61, n.° 232), pero por la descripción se trata de una escultura ricamente adornada.
204
UN «OINOCHOE» CERAMICO
DEL TIPO DE «EL-AOUJA»
205
UN “OINOCHOE” CERAMICO DEL TIPO DE “EL-AOUJA”
estampillados en el cuello del recipiente los nombres de los alfareros (), y estas
mismas estampillas se encuentran sobre otros productos de la cerámica de El-
Aouja (9).
206
UN “OINOCHOE” CERAMICO DEL TIPO DE “EL-AOUJA”
Contamos por tanto en Iruña con una nueva pieza de características y crono-
logía bien precisa. Intermedia entre la sigillata clara A y C, tal vez producto de un
taller africano, poco frecuente por su forma, y en total armonía con la cronología
del yacimiento que proponemos (10).
N O T A S
(1) J. W. saloMonson, Etudes sur la céramique remain d’Afrique, Bulletin van de vereeniging
tet beverdering der kennis van Atieke Beschaving, 43-44 (196-1969), 0 y ss.
(2) IDEM, o. c. 111.
(3) L. FoucEr, La maison de la procesion Dionysiaque a El Jem, 1963, 146, nota 316; F. palla-
rEs en R. Studi Liguri 25 (1959) 125 y ss.; J. roMán y calVEt, Los nombres e importancia de las Islas
Pythusas, 1906, 250 y pl. XXVI. Estas piezas, aún de la misma cerámica y procedentes de Málaga,
Valencia y Baleares son platos y jarros con aplicaciones.
(4) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 195, 91, Mm. LIX, 2.
(5) Daremberg-Saglio, V, 656 y ss.
(6) M. MErlin, en BAC. 1911, CCIX y pla. XLII, una cabeza femenina de 19 cms. de altura;
Idem, BAC, 1917, CCIX, pl. XXXV-VI-VII-VIII, una cabeza de anciano de 22 cms. de alto, una
cabeza de mujer joven de 22,5 cms. de altura, ambas procedentes de El-Aouja, una cabeza de anciana
de 23,5 cms. y otra de mujer de 23,5 cms., localizadas en Kaireuam; R. cagnat, BAC., 192-1929,
12 y pl. IV-V, estudia una pieza con representación de Sileno de 19 cms. de altura, y cita otra pro-
cedente de Haidra que representa un fauno; M. truillot, BAC., 1932-1933, 500, publica una pieza
igual a una de las descritas por Merlin, pero localizada en Biz-el-Ater; N. duVal, Nouvelles recher-
ches d’archéologie et d’epigraphie chrétiennes a Sufetula (Byzacéne), Melanges d’archéologie et
d’histoire. Ecole Francaise de Rome LXVIII (1956), 247 y ss., dos piezas con cabezas femeninas
procedentes de la necrópolis que estudia; También numerosos Museos africanos cuentan en sus co-
lecciones con ejemplares como el que estudiamos: M. R. dE la BlancHEr, Musée de Constantine,
192, pl. XII; M. BEsniEr y P. BlancHEt, Collection Farges, 1900, pl. IV, 7, etc.
(7) Entre las piezas conocidas, cfr. nota anterior, el mayor número corresponden a representa-
ciones femeninas.
() Las principales marcas son: NABIGIUS PINGIT, EX OFICINA OLIT RESIS, EX OFICI-
NA NAVIGIT, EX OFICINA SEPTUS.
(9) Cfr. A. carandini, Ampullae Oleariae, Melanges d’archéologie et d’histoire Ecole Fran-
caise de Rome 2 (1970), 753 y ss. Muchas de estas ampullae tienen el cuello en forma de cabeza
humana, muy similar a los que reproducen en los oinochoes.
(10) J. C. Elorza, A propósito de la muralla de Iruña, en este mismo número de la revista.
207
UN APLIQUE DE CINTURON
TARDORROMANO, DE IRUÑA
209
más en el dibujo que en la forma, pues las piezas centroeuropeas son mucho más
altas que las hispánicas, y en los broches casi completamente cuadradas (10).
El problema de los asentamientos y del origen de tropas auxiliares (laetes,
limitanei, etc.) durante el siglo iV es muy discutido, especialmente en Hispania
donde faltan noticias literarias.
Es evidente que las necrópolis, y en parte también las villas, del siglo xv es-
pecialmente en su segunda mitad proporcionan en toda Europa, principalmente,
unos productos homogéneos y perfectamente identificables, natural- mente dentro
de algunas variantes. Más difícil es asignar estas variantes a grupos determinados.
Los intentos se han producido en distintas direcciones. Lindenschmit pretendía
que las piezas fabricadas con el procedimiento de la talla a bisel descendían de
la antigua escultura paleogermánica en madera, y consiguientemente allí donde
se hallaran estas piezas eran zonas de influen- cia o de presencia germánica (11).
Riegl refutó ampliamente esta afirmación demostrando que esa técnica era propia
de todo el período tardorromano y de fuertes raíces romanas (12).
La composición de las necrópolis y la orientación de las sepulturas es otro de
los criterios empleados. Werner (13) sistematiza el primer intento sobre la función y
características de los agricultores-soldados, y en la misma línea Breuer y Roossens
(14) opinan que esta clase de enterramientos, con los ajuares que aportan, han de ser
asignadas a los laetes y foederati de que habla la Notitia Dignitatum. Más aún,
210
Dasnoy (15) establece una repartición geográfica (y en cierto modo étnica) en
razón de la orientación de las sepul- turas. Con posterioridad a la obra de Werner
citada, De Laet, Dhondt y Nenquin (16) se habían pronunciado en sentido contra-
rio indicando que los criterios hasta el momento utilizados para la identificación
de los diversos grupos ni eran válidos, ni en modo alguno se podía hablar de una
civilización de Laetes.
Creo que una de las pistas a seguir para la identificación y relación de los
distintos grupos está precisamente en el estudio de los apliques de cintu- rón.
Aparte de los ejemplares hispánicos la mayor parte de las piezas de bronce lisas
(me refiero a los apliques, no a los broches) han sido localizadas en el occidente
de Europa, fundamentalmente en Bélgica, Britania e Hispania (17), mientras que
el área de difusión de las piezas del Kerbschnitt se dirige más hacía el oriente en-
contrándose con gran abundancia incluso en Split, Záhreb, etc. (1).
Las necrópolis del valle del Duero y Norte de la península se identifican,
en este aspecto, más notoriamente con los yacimientos de Bélgica que no con los
de otras regiones. El broche de Iruña es un eslabón, más en esta cadena que se
va perfilando, y precisamente es el eslabón más occidental. Este tipo de piezas
no aparece por tanto únicamente en las necrópolis organizadas, sino en sepultu-
ras aisladas, pues del ajuar de una sepultura tal vez removida procede la pieza que
hemos presentado, pero en todos los casos la cronología es bien precisa, segunda
mitad del siglo iv, y su presencia bien significativa.
211
UN APLIQUE DE CINTURON TARDORROMANO, DE IRUÑA
N O T A S
(1) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 195, 1, figura 13/9.
(2) Conocemos el manuscrito del artículo en prensa del Prof. A. Balil, Vidrio Tardorromano de
Iruña, en que se asigna una fecha tardía al objeto estudiado.
(3) P. dE palol, La necrópolis de San Miguel del Arroyo y los broches hispanorromanos del
siglo iv. BSAA, XXXIV-XXXV (1969), 93 y ss.
(4) Agradecemos al Prof. Palol el habernos puesto en conocimiento de estas piezas cuyo estudio
será objeto de publicación por el mismo autor.
(5) Sobre la colocación de los apliques de bronce en los cinturones cfr. J. MErtEns, Laat-Ro-
meins graf te Oudenburg, Helinium IV (1964), 219 y ss., y más amplia. mente H. BullingEr, Spátan-
tike Gürtelbeschláge, Brujas 1969.
(6) R. FoErrEr, Strasbourg-Argentorate, 1927, vol. I, 354, figura 262, y vol. II, 533, tf. LXXVII,
3 y 42.
(7) F. MorEau, Album Caranda, 173-19, pl. 45.
() Las recientes excavaciones que he realizado en la necrópolis de Cabriana (Burgos), han
proporcionado un notable conjunto, probablemente el único cinturón completo que conocemos en la
península.
(9) P. dE palol, O. c., 114, figura 24/25.
(10) Aunque los hallazgos posteriores hayan sido muy numerosos, basta comparar nuestras pie-
zas con las publicadas por G. BEHrEns, Spiitrómische Kerbschnittschnalen. Schumacher-Festschrift,
Mainz 1930, para apreciar las diferencias que hemos apuntado.
(11) L. lindEnscHFiMit, Alterthümer unser heidnichen Verzeit, vol. I, fasc. , 26.
(12) A. riEgl, Industria Artística Tardorromana (trad. italiana), Firenze 1953, especialmente
293 y ss.
(13) J. Werner, Zur Entstehung der Reihengriiberzivilisation, Archeologia Geographica 1 (1950),
23 y ss.
(14) J. BrEuEr et H. roossEns, Le cimitiére Franc de Haillot. Archaeologia Belgica 34, Bruxe-
lles 1957.
(15) A. dasnoy, Anexo I de Archaeologia Belgica 34.
(16) S. dE laEt, j. dHondt, j. nEnquin, Les Laeti du Namurois et l’origine de la Civilisation
mérovingienne. Etudes d’Histoire et d’Archéologie Namuroises dediées a F. courtoy, 1952, 1 vol.,
149-172
(17) Además de la bibli. indicada cfr. especialmente para Inglaterra: R. G. collingWood, Ro-
man objects from Stanvix and Thatcham, The Antiquaries Journal, XI, 37 y ss.; pH. cordEr and J. L.
kirk, A Roman Villa at Langton, near Malton E. Yorkshire, 1932, 71 y ss., figura 1; M. G. Wilson,
Other Objects of Bronze, Silver, Lead, Iron, Bone and Stone, en Fifth Report on the Excavations of
the Roman Fort at Richborough, Kent. Editet by B. W. cunliFFE. Oxford 196.; G. A. WEBstEr, A
Hoard of Roman Military Equipement from Freemingtan Hagg, 124, n.° 5, en Soldier and Civiliam
in Roman Yorkshire. Edit. R. M. ButtlEr, Leicester University Press, 1971, etc.
(1) J. ciBulka, Velkomorausky Kostel v, Modré u Velehradu. Praha 195.
212
LOS NOMBRES EUSCAROS DE LAS
INSCRIPCIONES HISPANO-ROMANAS Y
UN IBARRA ENTRE LOS VETTONES
213
LOS NOMBRES EUSCAROS DE LAS INSCRIPCIONES HISPANO-ROMANAS...
elementos típicos célticos como rix, «rey», o Tout- Taut-, variantes del ide. * teu-
ta, «pueblo», que también aparecen documentadas en Hispania. Pero en estos
nombres aquitanos hay un elemento fonético característico frente a los puramente
indoeuropeos, que es la frecuente geminación. Cf. también los hispánicos Tautius,
Toutonus, etc., y el iberizado Tautindals, de la Turma Salluitana, donde tenemos
un nombre indoeuropeo asimilado a la fonética y morfología ibérica. (Vid. Miche-
lena, De Onomástica Aquitana, Pirineos X, 1954, pp. 409 ss., y mi tesis doctoral,
La Onomástica Personal Primitiva de Hispania, Salamanca 1966, pp. 26 ss.).
Sin embargo, de los vascones y otros pueblos más o menos afines, que habla-
ban una lengua eúscara del lado de acá del Pirineo, apenas tenemos testimonios
de época romana, pues si descartamos algunos topónimos conocidos desde anti-
guo como Calagurris, Turissa o Iturissa, Illumberri, etc., las fuentes para nuestro
conocimiento del vasco antiguo hay que buscarlas generalmente en documentos
medievales, con los inconvenientes que esto tiene consigo.
A pesar de todo, poco a poco van apareciendo algunos nombres personales
típicamente vascos en las inscripciones hispanorromanas, independientemente de
los ibéricos propiamente dichos o de los que se prestan a dudas, por los puntos de
relación entre una y otra lengua, como algunos del Bronce de Ascoli.
Dejando a un lado un Cormertonis, gen., padre de un aquitano, que apareció
en Idanha-a-Velha (Egitania n.° 43), nombre tal vez relacionado con el topónimo y
apellido navarro actual, Cormenzana (con disimilación rm-r>rm-n) y alguno otro
más propiamente aquitano, como los del valle de Arán, los nombres claramente
vascos conocidos en la Península son: Ummesahar, hijo de Narhunges y padre de
Abisunhar, los tres mencionados en la estela de Lerga, que fueron ampliamente
comentados por mí en Nuevos antropónimos hispánicos, Emerita XXXII, 1964,
y XXXIII, 1965, s.u.; Narueni, dat. fem. posible nombre vasco de Navarra, en
relación con el recién citado Narhunges; en Alava dos nombres dudosos, Illuna,
de Iruña, reconstrucción de Baráibar, y Aitea, de Ollavarre, lectura también muy
problemática, debido a un nexo.
Con lectura segura, a pesar de que muchos lo han dadc mal, tenemos un nom-
bre en Oyarzun, Val(erius) Beltesonis (gen.?), ya que no viendo el nexo de VAL
leían Vlbeltesonis. El epígrafe, publicado con buena fotografía, ha sido fijado de
una vez por I. Barandíarán en Caesaraugusta 196, p. 200 ss.
Pero * Belteson, como los nombres de Lerga, encaja más dentro de la ono-
mástica aquitana propiamente dicha, que dentro de las vasca meridional, y parece
testimonio no sólo de una comunidad lingüística, sino de elementos culturales
similares entre los vascones y los aquitanos. Probablemente sea un nombre for-
mado sobre beltz, «negro» con el sufijo -son(-xon) que aparece en Sembexsonis,
Senixonis, y otros nombres aquitanos. (Cf. Michelena, op cit.)
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LOS NOMBRES EUSCAROS DE LAS INSCRIPCIONES HISPANO-ROMANAS...
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216
LOS NOMBRES EUSCAROS DE LAS INSCRIPCIONES HISPANO-ROMANAS...
(1) Los trabajos de C. CALLEJO en que aparecen estas inscripciones, además del ya citado,
son: «Aportaciones a la epigrafía romana del campo Norbense», BRAH, CLVII, pp. 11 ss., 1965; y
«Arqueología de Norba Cesarina», AEA, XLI, pp. 121 ss., 194.
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LOS NOMBRES EUSCAROS DE LAS INSCRIPCIONES HISPANO-ROMANAS...
En fin, estas dos son algunas de las posibilidades que nos parecen viables para
explicar la presencia de este Ibarra tan lejos de su tierra vascona. A menos que
pensemos en una emigración por razones de conveniencia, como para la nutrida
colonia cluniense de Cáparra, o para otros individuos que van a morir lejos de su
patria.
En cualquier caso, la clave del secreto está en el fragmento que nos falta de
la piedra. Y fuera a la tierra de los Vettones por motivos militares, serviles o de
simple interés particular, creemos más bien que Ibarra estaría ya relativamente
afincado en aquella tierra y que probablemente el soldado, o el siervo o el viajero
que se estableció cerca de Norba sería su padre Lasciuus. Lo que no quita de todos
modos el interés que desde el punto de vista lingüístico ofrece el nombre, uno de
los pocos nombres vascos claramente documentados en la vertiente meridional de
los Pirineos, aunque no podamos llegar a saber de qué zona concreta procedía y
qué motivos le llevaron a morir entre los Vettones de la Colonia Norbensis Cae-
sarina.
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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES, EN LA ZONA
OCCIDENTAL DE LA RIOJA ALAVESA
Armando Llanos
MEDIO GEOGRAFICO
Entre la sierra de Toloño y el río Ebro, existe una franja, de una orografía muy
accidentada, con fuertes barrancos, de norte a sur, por los que discurren pequeños
arroyos. Las cotas altas ascienden hasta entroncarse en las estribaciones de la
Sierra (Fig. I).
Climáticamente, es una zona más cálida y seca que el resto de la provincia,
propicia al cultivo de la vid y cereal, lo que hace que todas las laderas, presenten
abundantes. bancales, construidos con fuertes muros de contención de buen apa-
rejo de piedras —muchas veces labradas— asentadas en seco.
Geológicamente pertenece esta zona al Mioceno con sedimentos lacustres de
la gran cuenca del Ebro, de una constitución muy uniforme. Domina en toda esta
comarca un tipo de roca arenisca más o menos margosa, llamada Molasa, con
diversos grados de consistencia y dureza. Es en esta roca en la que se hallan ex-
cavadas las sepulturas de estas necrópolis, que casi siempre se ubican en elevados
peñascales y cercanas a los cauces de agua.
219
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
LAS NECROPOLIS
Normalmente son grandes concentraciones de sepulturas, aunque también se
dan en pequeños grupos aislados. El número exacto de sepulturas de que constaba
cada una, es imposible de precisar, ya que casi todas estas necrópolis sirvieron
de cantera, con la consiguiente destrucción y desaparición de gran número de
sepulturas.
Solamente trataremos con cierta extensión aquellas que forman grandes con-
juntos, aunque no por ello dejemos de reseñar todos los lugares, localizados en
nuestras prospecciones.
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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
NECROPOLIS DE LA FONSAGRADA
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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
NECROPOLIS DE LABASTIDA
De todas las estudiadas resultó ser ésta la más interesante, por varios motivos,
como son: el no haber sido expoliada en su mayor parte y conservarse la casi to-
talidad de las sepulturas.
Descubierta recientemente, pudimos excavarla, aunque sólo lo hicimos en
parte, dejando una gran zona intacta para posibles revisiones.
La necrópolis se encuentra al norte del pueblo de Labastida, en terrenos de
la finca, La Granja, en una zona denominada Remelluri y cuyo término se llama
Santa Eulalia. Como coordenadas, tiene: longitud 0° 54’ 50” y latitud 42° 35’ 57”
con una altitud s.n.m. de 600 metros. Se llega allí por la carretera de Labastida a
Ribas de Tereso desde la que nace un camino, en su lado izquierdo, que conduce
a la finca (Fig. II) (foto 7).
La necrópolis se extiende sobre una zona rocosa, en la que se encuentran ex-
cavadas las sepulturas. Gran parte de éstas se hallan bajo unos viñedos próximos,
en los cuales se entierra la roca (Fig. III). Numeradas del 1 al 56 todas las tumbas
227
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
Sepultura número 16
Longitud 1,7 metros. Con ligera forma en arco de circunferencia. Cabecera
cuadrada. Brazos cruzados sobre el vientre. Falta parte del cráneo.
Sepultura número 17
Longitud 1,6 metros. Cabecera ligeramente trapecial con tendencia al arco
de herradura. Igual posición del cadáver que en las anteriores, faltándole al cráneo
la parte anterior.
22
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
Sepultura número 22
Longitud 1,7 metros. Cabecera angulosa cuadrangular. Posición de los bra-
zos, a lo largo del cuerpo. Altura del individuo 1,5 metros. Una piedra entre los
pies y la parte baja de la sepultura.
Sepultura número 23
Longitud 1,74 metros. Cabecera cuadrangular aunque de ángulos algo redon-
deados. Posición de los brazos: el izquierdo sobre el vientre y el derecho sobre el
pecho. Cráneo aplastado.
Sepultura número 26
Longitud 1,66 metros. Cabecera cuadrangular. Brazos a lo largo del cuerpo.
Altura del individuo 1,50 metros.
Sepultura número 28
Longitud 0,59 metros. Cabecera cuadrada.
Sepultura número 29
Longitud 1,00 metros. Cabecera trapecial.
233
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
235
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
Sepultura número 32
Longitud 1,66 metros. Cabecera cuadrangular. Restos óseos mal conservados,
aunque se observa que la posición de los brazos era la de estar cruzados sobre el
vientre.
Sepultura número 34
Longitud 0, metros. Cabecera cuadrada. Parte se encuentra rota por una
zanja excavada en la roca.
Sepultura número 36
No se conoce su longitud por faltar la parte superior de la sepultura, rota por
la zanja que corta también parte de la 34. Sobre los restos humanos se encontraron
abundantes piedras, procedentes de un pequeño murete para separar la zanja de
la sepultura.
Sepultura número 37
Longitud 1,10 metros. Cabecera cuadrada con ángulos redondeados. Restos
removidos.
Sepultura número 38
Longitud 0,65 metros. Mala conservación del esqueleto.
Sepultura número 40
Longitud 0,65 metros. Cabecera ligeramente marcada.
237
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
Sepultura número 41
Longitud 1,40 metros. Cabecera trapecial. Altura del individuo 1,25 metros.
Falta la parte anterior del cráneo.
Sepultura número 42
Longitud 1,33 metros. Cabecera cuadrada. Altura del individuo 1,23 metros.
Brazos sobre el bajo vientre.
Sepultura número 44
Longitud 1,05 metros. Cabecera cuadrada.
Sepultura número 45
Longitud 0,99 metros. Cabecera cuadrada. Mala conservación de los restos.
Sepultura número 46
Longitud 0,97 metros. Cabecera trapecial-cuadrada. Piedra sobre los pies.
Sepultura número 49
Longitud 0,73 metros. Cabecera cuadrada.Restos mal conservados.
Sepultura número 52
Longitud 1,17 metros. Cabecera cuadrada.
Sepultura número 53
Longitud 0,56 metros. Sin cabecera.
23
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
241
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
Sepultura número 55
Longitud 0,5 metros. Cabecera cuadrada.
Sepultura número 56
Rota la cabecera por una de las zanjas excavadas en la roca.
Resumen de datos
Todos los enterramientos participan de unas características comunes que da
gran uniformidad a la necrópolis, como son la disposición de las sepulturas en
dirección Este-Oeste, con la cabecera hacia occidente (foto 19). Asimismo la la-
242
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
bra de cada sepultura, aunque con pequeñas diferencias, se ajustan a un tipo an-
tropomorfo, trapecial y con cabecera angulosa, aunque la mayor parte de las veces
tienda a cuadrangular. La cubierta de las sepulturas se realizó a base de bloques
—en varios fragmentos— sin labrar o únicamente con un ligero desbaste (foto ).
El cadáver se depositó en posición «decúbito supino» con los brazos colocados a
lo largo del cuerpo o cruzados sobre el vientre o pecho (fotos 11 y 16). Son varios
los casos en los que se colocó intencionadamente una piedra en la zona de los pies
(foto 14) bien como un calce entre éstos y la parte inferior de la sepultura o bien
sobre ellos. En un caso se reutiliza la tumba para un enterramiento triple, apartando
hacia la parte inferior los restos inhumados con anterioridad, depositando el nue-
vo enterramiento (foto 15). No apareció ajuar alguno en ninguna tumba —como
es normal en este tipo de necrópolis—, aunque se recogieron algunos pequeños
fragmentos cerámicos infiltrados desde la superficie, en la que sí abunda. Este
hecho pudimos comprobarlo en la excavación de las sepulturas que conservaban
su tapa, y en las que no apareció ninguno de estos pequeños fragmentos.
Entre el trazado general de las tumbas de esta necrópolis, ponen una nota
discordante, una serie de zanjas labradas en la roca —con unas dimensiones me-
dias de 1,0 metros de largo; 0,30 metros de anchura y 0,40 metros de profun-
didad— que con dirección NE-SO se ordenan paralelamente entre sí (ver plano,
Fig. III). Esta labra no corresponde al momento de utilización de la necrópolis, ya
que varias de estas zanjas cortan o seccionan algunas de las sepulturas (foto 20)
sin tenerlas en cuenta. Pudieran ser la caja, para el asentamiento de cimentaciones
de los muros de algún edificio. El agujero de la sepultura 24, que destruyó parte
de los restos, quizá tuvo relación con estas zanjas y se hizo para la colocación de
algún poste de madera.
Unas zanjas parecidas a estas se localizaron en un lugar al Sur de la necrópo-
lis, a unos 400 metros de ella, sin relación con sepultura alguna.
En la parte Sur de la necrópolis, y a poca distancia de ella, se ven una serie
de agujeros labrados en la roca, que posiblemente correspondan a los restos del
poblado al que pertenecía esta necrópolis.
CONCLUSIONES GENERALES
Los tipos de necrópolis estudiados pueden encajarse generalmente, salvo la
de las «sepulturas», en la clasificación de Alberto del Castillo (4) denominados
como «Olerdolanas orientales», cuyas características dominantes son, el de estar
estas sepulturas agrupadas por edades —separando los adultos de los niños—,
ser de forma trapezoidal, con encaje para la cabeza, tallado en forma angulosa.
Solamente en el caso de la necrópolis de las «sepulturas», vemos que no se cum-
ple este requisito y que la distribución por familias nos hace encajarlas en las de
243
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
244
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...
Necrópolis, con sepulturas de este tipo, existen en otras partes de Alava, sien-
do bastante numerosas. Se extienden en una banda de Este a Oeste, bien en ne-
crópolis al exterior, como estas de Labastida o bien en cuevas artificiales, que a
través del Condado de Treviño llegan a tierras de Valdegobía (5).
Es interesante la gran semejanza existente entre las tumbas con reborde en
relieve, como las de Las Sepulturas (foto 2) con las de estas mismas formas de las
necrópolis de Revenga y Cuyacabras en la provincia de Burgos (foto 21).
En principio aceptamos las cronologías dadas por Alberto del Castillo, que
sitúa estas necrópolis en el siglo X. De todas las maneras convendría tener en
cuenta que sepulturas similares a las de la necrópolis de San Martín, tanto por
su forma antropomorfa como por las tapas en forma de caballete —únicamente
difieren en que son sarcófagos exentos— existen en Arguineta, Elorrio (Vizcaya)
y que por las inscripciones y fechas labradas en sus tapas corresponden a los años
3 y 93 (6).
Lo que no cabe duda es que estas necrópolis parecen corresponder a esa po-
blación marginada en la España de la época de la reconquista y repoblación, aun-
que la fechación exacta no quede muy precisa.
N O T A S
(1) castro, cristóBal dE, «Catálogo monumental de España. Provincia de Alava». Madrid 1915.
(2) lópEz dE guErEñu, gErardo, «Alava, solar de arte y de fe». Obra Cultural de la Caja de
Ahorros Municipal de la Ciudad de Vitoria. 1962.
(3) arMEntia MitartE, Francisco, «Labastida. Biografía de un pueblo de Rioja Alavesa». Obra
Cultural de la Caja de Ahorros Municipal de la Ciudad de Vitoria. Boletín Sancho el Sabio. Tomo
XII. Vitoria 196.
(4) castillo, alBErto dE, «Cronología de las tumbas llamadas Olerdolanas». Actas del XI
Congreso Nacional de Arqueología. Mérida 196.
(5) Es un interesante problema, dada la gran extensión que este tipo de cuevas artificiales tiene
en Alava, y las sepulturas antropomorfas excavadas en su interior, que no parecen corresponder al
momento inicial de estas cavidades. Es un problema que tenemos entre manos y cuyo estudio está en
avanzado proceso de elaboración.
(6) VElasco, ladislao dE, «Los eúskaros en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya». Barcelona 179.
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