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ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA

ALAVESA

DIPUTACION FORAL DE ALAVA


CONSEJO DE CULTURA

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DIPUTACION FORAL DE ALAVA
CONSEJO DE CULTURA

ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA

TOMO V

VITORIA 1972
ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVESA
Tomo V - Vitoria 1972
Publicación de la sección de arqueología del
Consejo de Cultura de la Diputación Foral de Alava.

Director-fundador: LLANOS ORTIZ DE LANDALUCE, Armando. Conse-


jo de redacción: AGORRETA NIEVA, José Antonio - ELORZA GUINEA,
Juan Carlos - FARIÑA FERNANDEZ DE PINEDO, Jaime - FERNANDEZ
DE MEDRANO, Domingo.

Colaboradores: ALBERTOS, María Lourdes - BARRON, Antonio - GOMEZ


DE SEGURA, Alberto - MARTIN BUENO, Manuel A. - MOYA VALGA-
ÑON, José Gabriel - RODRIGUEZ SALIS, Jaime - VALLESPI PEREZ,
Enrique - SAENZ DE URTURI, Francisca.

Información e Intercambios: ESTUDIOS DE ARQUEOLOGIA ALAVE-


SA. Museo Provincial de Arqueología. Correría, 116. Vitoria (Alava), ES-
PAÑA.
SUMARIO

CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE, DEL MUSEO AR-


QUEOLOGICO DE ALAVA
Enrique Vallespí Pérez

CERAMICA EXCISA EN ALAVA Y PROVINCIAS LIMITROFES


Armando Llanos Oz. de Landaluce

NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION EN


ALAVA
Armando Llanos-José Antonio Agorreta

DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TRE-


VIÑO, LOS POBLADOS DE LOS CASTILLOS (TORRE) Y SAN
ANDRES (ARGOTE)
Francisca Sáenz de Urturi

DOS NUEVAS ESTELAS ALAVESAS


J. C. Elorza

DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA,


DEL CANTABRICO AL TAJO Y LA NUEVA ESTELA DE CAS-
TRO URDIALES
María Lourdes Albertos

EL PUENTE MANTIBLE
M. M. Bueno-J. G. Moya

A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA


J. C. Elorza

LA ESCULTURA «THORACATA» DE IRUÑA


J. C. Elorza

UN «OINOCHOE» CERAMICO DEL TIPO DE «EL-AOUJA»


J. C. Elorza

UN APLIQUE DE CINTURON TARDORROMANO, DE IRUÑA


J. C. Elorza

LOS NOMBRES EUSCAROS DE LAS INSCRIPCIONES HIS-


PANO-ROMANAS Y UN IBARRA ENTRE LOS VETTONES
María Lourdes Albertos

NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES, EN LA ZONA OCCIDENTAL


DE LA RIOJA ALAVESA
Armando Llanos Oz. de Landaluce
CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE
DEL MUSEO ARQUEOLOGICO DE ALAVA

Enrique Vallespí

Seminario de Arqueología
Universidad de Navarra

I. Noticia de los materiales.

La ordenación de los fondos arqueológicos del Museo Provincial de Alava en


su actual instalación ha permitido reunir una serie de lotes de materiales líticos,
acumulados por la continua prospección del territorio de la provincia y cuya
previa personalización como conjuntos líticos de superficie ha sido verificada por
mí recientemente (1). Faltaba empero la publicación de los materiales y esto es lo
que ahora ofrezco en este estudio analítico.
Los conjuntos que publico corresponden en su totalidad a Alava, excepto uno,
perteneciente al territorio limítrofe de la provincia de Burgos. Los yacimientos
originarios de estos conjuntos se localizan en las Molinas, de Angulo (Burgos), un
yacimiento; una red en el Oeste alavés, entre el Ebro y los cursos bajos de los ríos
Omecillo y Bayas, con un yacimiento en el Collado, de Salcedo, y localizaciones
sin precisar en los términos de Puentelarrá, Molinilla y Leciñana del Camino; un
yacimiento en las estribaciones meridionales de la Sierra de Badaya, en Nanclares
de la Oca; tres en los Montes de Vitoria, en la Dehesa de San Bartolomé, de
Berrosteguieta, Puerto de Vitoria, de Castillo, y el Gritadero de Mendiola; un
yacimiento en Txuriturri, de Araya, en el Alto Araquil; y otro en la Rioja Alavesa,
en las cercanías del conocido dolmen del Sotillo, de Laguardia. En total son once
los conjuntos que publico ahora, además de dos lotes de materiales cuyo control
de procedencia local no se ha conservado, correspondiendo un lote a la referida
comarca del Oeste alavés y agrupando el otro piezas sueltas de diversos puntos de
Alava, con registro de origen en algún caso. La situación regional de estos yaci-
mientos queda señalada en el mapa adjunto.

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La exploración de estas localizaciones no ha sido sistemática, sino fruto
casi siempre marginal de diversas prospecciones independientes, constituyen-
do los materiales recogidos un simple muestreo de las prospecciones descubri-
doras o a lo sumo, en algunos, casos, de varias visitas repetidas al lugar.
La historia de estas exploraciones se concreta en las viejas referencias
a los hallazgos de la Dehesa de San Bartolomé, publicadas por L. de Velasco
en 10, J. de Apráiz en 1901 y E. de Eguren en 1914 (2), y del yacimiento
de Txuriturri, de Araya, por E. de Eguren en 1927 y 29 y D. Fernández
Medrano en 1949 (3), con el registro por J. M. de Barandiarán de ambos
yacimientos (4), una referencia del yacimiento del Gritadero de Mendiola,
debida a D. Fernández Medrano en 1949 (5), y la notificación efectuada por
mí recientemente de los yacimientos del Oeste Alavés, Nanclares de la Oca
y Puerto de Vitoria, en una primera visión de conjunto de la serie regional de


CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

estos yacimientos (6). Después de mi aludido estudio se ha señalado la locali-


zación de un yacimiento en las Molinas, de Angulo (Burgos, junto al límite con
Alava, en Aries) (7) y queda finalmente un yacimiento, el de las cercanías del
dolmen del Sotillo, de Laguardia, en la Rioja Alavesa, que no ha sido reseñado
hasta ahora. En la conservación de todos estos materiales es justo señalar la inter-
vención personal de D. Fernández Medrano ().
Como la citada bibliografía se limita a reseñas imprecisas de los materiales
o a un simple referencia a los hallazgos, el estudio analítico que ahora ofrezco
supone en rigor la aportación de unos conjuntos inéditos.
El análisis de estos materiales lo efectué en el laboratorio del Museo de Vito-
ria en los días 17 al 23 de julio de 1971; las fotografías han sido obtenidas por mi
colega y amigo Armando Llanos y los dibujos de las piezas han sido realizados
por Carlos Arias, amigo particular y colaborador, con mi supervisión directa. Des-
pués del estudio, todas las piezas han quedado expuestas, conforme a mi clasifi-
cación, en las vitrinas del museo, pasando los materiales de taller, debidamente
ordenados, a los fondos del Centro.
Antes de exponer el análisis de estos materiales, interesa advertir que su re-
unión en un mismo estudio no responde a ningún criterio selectivo, sino simple-
mente al propósito de publicar todos los conjuntos líticos del museo procedentes
de hallazgos de superficie, circunstancia que, como es obvio, no prejuzga clasi-
ficación alguna. De hecho, la consideración de estos conjuntos planteará, como
veremos, el problema de la diferenciación de dos series distintas.

II. Estudio analítico.


Los conjuntos se exponen conforme a la ordenación asignada en el mapa a los
yacimientos originarios, agrupándose a los que aparecen concentrados localmente
en redes de conjuntos, como en los casos de los situados en el Oeste alavés y en
los Montes de Vitoria; los demás corresponden a yacimientos aislados, en el esta-
do actual de las prospecciones. A esta serie hay que añadir, por las circunstancias
de la conservación de los materiales, dos lotes de piezas sin procedencia local
conservada, correspondiendo uno al área local de la red de conjuntos del Oeste
alavés y formando al final un lote de materiales de diversas procedencias, en
algún caso controladas, pero generalmente sin retener, aunque correspondiendo
todos con seguridad al territorio alavés. De este modo, la relación de los conjuntos
y lotes estudiados es la siguiente:
1. Las Molinas, en Angulo (Burgos).
2. Oeste alavés:
2.1. Collado de Salcedo.
2.2. Término de Puentelarrá.

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

2.3. Término de Molinilla.


2.4. Término de Leciñana del Camino.
2.5. Materiales sueltos del Oeste alavés.
3. Nanclares de la Oca.
4. Montes de Vitoria:
4.1. Dehesa de San Bartolomé, en Berrosteguieta.
4.2. Puerto de Vitoria, en Castillo.
4.3. El Gritadero, en Mendiola.
5. Txuriturri y término de Araya.
6. Cercanías del dolmen del Sotillo, en Laguardia.
7. Materiales sueltos de diversos puntos de Alava.
Presento a continuación la reseña monográfica de esta serie de conjuntos y lotes
de materiales.

1. Conjunto de las Molinas, en Angulo (Burgos, en el límite con Alava, en Añes).


El yacimiento, descubierto y notificado por Félix Murga en 196, aparece en
forma de una elevación alargada, donde el descubridor efectuó una cata, compro-
bando la aparición de abundantes piezas de silex, con zonas de tierra quemada y
carbones, quedando sin precisar la naturaleza del yacimiento (9).
Procedente al parecer de esta exploración se guarda en el Museo de Alava un
nutrido lote de silex, un pequeño fragmento cerámico, de vasija a torno y pared
fina anaranjada, celtibérica tardía o romana común, y un trocito indeterminado
de hierro. Los silex, de calidades bajas generalmente, con diversas pátinas, casi
siempre blanquecinas de alteración, con algunas piezas más frescas, presentan
abundantes restos amorfos de talla, dos micro-núcleos irregulares, uno de las-
quitas y otro mixto de lasquitas y laminillas, lascas de desecho, una de ellas de
tamaño grande, pero predominando los tamaños medianos y pequeños, general-
mente con talones preparados lisos, punctiformes en varios casos y alguno diedro,
y láminas de desecho, sin retocar, de tamaños medianos y predominantemente
pequeños y factura casi siempre tosca, y el siguiente cuadro tipológico de piezas:
1. Raspadores. Seis ejemplares, todos sobre lascas, una laminar. De ellos cuatro
son piezas de buen retoque, mientras que los dos últimos de la serie deben conside-
rarse como piezas de fortuna, lascas de aprovechamiento fortuito como raspadores.
Los tipos a los que corresponden son los siguientes: un raspador frontal largo (lám.
y fig. 1, 1), tres raspadores planos frontales cortos (lám. y fig. 1, 2, 3 y 4) y los res-
tantes también planos frontales cortos, como piezas de fortuna (lám. y fig. 1, 5 y 6).
2. Fragmento basal de lámina retocada. Lámina cortical, de talón preparado,
punctiforme, con retoque plano y continuo, directo, en el borde izquierdo conser-
vado (lám. y fig. 1, 7).

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

3. Punta de dorso. Punta de dorso profundo total recto, de retoque abrupto


directo (lám. y fig. 1, ).
4. Lámina o punta de dorso. Fragmento de lámina con el dorso izquierdo reba-
jado por retoque abrupto profundo directo y continuo en el fragmento conservado;
la curvatura del filo derecho hace pensar que su convergencia hacia el dorso con-
vierte a la pieza en una punta; tratándose, si esto no se cumple, de una lámina de
dorso; tiene pátina blanca de alteración avanzada (lám. y fig. 1, 9).
5. Lámina-raedera. Lámina de retoque lateral y distal, raedera que podría com-
prenderse como pieza dúplice, raedera lateral y raspador en ojiva o punta; el borde
de raedera, el derecho de la pieza, está obtenido con un buen retoque en escama
con trechos escalariformes; en la extremidad distal aparecen retoques oblicuos
subparalelos, y la pieza presenta también retoque alterno en el borde izquierdo. Se
trata de una lámina gruesa cortical, con talón preparado liso (lám. y fig. 1, 10).

2. Conjuntos y materiales del Oeste alavés.


Entre el Ebro y los cursos bajos de sus afluentes Omecillo y Bayas se sitúa
una red de conjuntos de superficie, cuyos primeros descubrimentos fueron reali-
zados por Antonio Vallejo Gómez, con recogidas de materiales entre los años
1936 a 1955, seguidas paralelamente por Domingo Fernández Medrano. Hay refe-
rencias iniciales a estos hallazgos en trabajos del Marqués de Loriana, de 1943, y
de Maluquer de Motes, de 1957, con ampliación en mi estudio de 196 (10). Por
donación de sus recolectores los materiales, en su mayor parte integrantes de la
colección Vallejo, se guardan casi en su totalidad en el Museo de Alava, excepto
un pequeño lote en poder del descubridor de estas serles. Limito mi análisis a los
materiales del museo.
Los yacimientos están situados en los alrededores del pueblo de Salcedo y,
dentro de su Ayuntamiento, en los términos de Molinilla, Leciñana del Camino,
Caicedo y Suso, y en el Ayuntamiento de Bergüenda en los términos de Puente-
larrá, Fontecha y Villambrosa. Según las referencias de su descubridor, se trata
de una serie de asentamientos al aíre libre, en una zona con abundancia de aguas
y con salinas. Falta precisar la ubicación topográfica de los hallazgos, pues ex-
cepto en el caso del Collado de Salcedo, en los restantes materiales se conserva
solamente su término local de procedencia, por lo que la reseña de estos hallazgos
debe limitarse por ahora a distinguir el conjunto individualizado del Collado, de
Salcedo, los materiales de los términos de Puentelarrá, Molinilla y Leciñana del
Camino y a la consideración de un lote de piezas procedentes de esta zona, pero
sin ubicación local conservada.

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

2.1. Conjunto del Collado, de Salcedo.


Procedentes de una prospección de Luis Arbáizar y Domingo Fernández Me-
drano en ese lugar, en la partición de términos con Leciñana, se conserva en el
museo un lote de cuarenta y seis silex, con restos de talla compuestos por lascas
ordinarias y laminares y láminas, todo de tamaño pequeño, con laminillas micro-
líticas, una lámina probablemente utilizada como raspador angular de fortuna, y
las siguientes piezas retocadas:
1. Láminas de bordes retocados y lámina-raedera. Cinco ejemplares, con re-
toque marginal alterno (lám. y fig. 2, 1), directo en un borde (lám. y fig. 2, 2), en
ambos (lám. y fig. 2, 3) e inverso en ambos bordes de una laminilla (lám. y fig.
2, 4); la última pieza de esta serie es una lámina cortical, con retoque continuo en
el borde izquierdo, en escamas delgadas y técnica escalariforme, y ángulo distal
preparado como raspador, clasificable como lámina-raedera o pieza dúplice, lámi-
na-raedera y raspador angular (lám. y fig. 2, 5).
2. Raspador plano frontal largo (lám. y fig. 2, 6).
3. Foliáceo, punta de flecha. De talla bifacial, parcial en la cara superior, que
conserva córtex de su origen en una arista de núcleo; de forma en hoja de laurel
ligeramente penduculada a semejanza de un talón en ojiva (lám. y fig. 2, 7).

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

2.2 Materiales del término de Puentelarrá.


Pequeño lote de sílex, con unos pocos restos de talla, lascas de tamaños me-
dianos y pequeños, una de ellas cortical, probable pieza fortuita, y láminas, y las
piezas que paso a describir. Una etiqueta de estos materiales conserva la siguiente
anotación: «A unos 150 m. izq. del Ebro en superficie maquinada».
1. Denticulado. En tosca lasca cortical, con lascados cubriendo parcialmente la
cara superior y el dorso preparado, con algo de córtex (lám. y fig. 3, 1).
2. Raspadores. Dos ejemplares, semicircular carenado (lám. y fig. 3, 2) y fron-
tal plano corto (lám. y fig. 3, 3).
3. Laminilla con truncadura distal. Es una laminilla irregular con truncadura
oblicua, por retoque directo, en su extremidad distal, cortando levemente la punta
(lám. y fig. 3, 4).
4. Láminas con bordes retocados. Dos ejemplares (lám. y fig. 3, 5 y 6).

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

2.3. Materiales del término de Molinilla.


Componen el lote casi un centenar de silex, restos de talla y las piezas retoca-
das que se analizan a continuación. En los restos de talla hay un núcleo de lascas
y sendos lotes de lascas y de láminas, este último más nutrido. Tipométricamente
las lascas son de tamaños medianos, pequeños y microlíticos y las láminas, desde
el tamaño grande a las microlíticas.
En las piezas retocadas hay varias imprecisas, con muestras diversas de reto-
ques, que no se reproducen, y las siguientes piezas:
1. Láminas y lasca con retoques diversos. Se incluyen en este apartado seis
piezas variadas: un fragmento de lámina con retoque continuo simple y marginal
(lám. y fig. 4, 1); tres láminas con muescas, dos de bordes retocados (lám. y fig.
4, 2 y 3) y una de talón adelgazado y muesca distal microdenticulada (lám. y fig.
4, 4); un fragmento de lámina truncada, al parecer microlito geométrico (trapecio
largo) (lám. y fig. 4, 5); y por último, una lasca con retoques, clasificable como
raspador (lám. y fig. 4, 6).
2. Raspadores. Siete ejemplares, uno frontal largo con retoque y denticulado
simple en un borde (lám. y fig. 4, 7), los demás, planos frontales en lámina (lám.
y fig. 4, , 9, 10) y sobre lasca (lám. y fig. 4, 11, 12 y 13).
3. Perforador. Obtenido con buen retoque bifacial cubriente (lám. y fig.
4, 14).
4. Lascas aburiladas. Dos lascas presentan su aprovechamiento como buriles,
ambos angulares, uno en una lasca gruesa, cuya fragmentación y retalla no permi-
te orientar la pieza (lám. y fig. 4, 15) y el otro, en extremo del talón de una lasquita
(lám. y fig. 4, 16).
5. Láminas de doble dorso. Dos ejemplares, un fragmento basal con retoque
abrupto marginal (lám. y fig. 5, 1) y un fragmento distal con bordes abatidos por
un retoque abrupto profundo (lám. y fig. 5, 2); ambas piezas de retoque directo.
6. Punta de dorso. Obtenida con retoque directo en una laminilla (lám. y fig. 5, 3).
7. Piezas de talla plana, puntas de flecha. Dos ejemplares. Una pieza pequeña
de retoque plano bifacial, que puede clasificarse como geométrico foliáceo; mide
20 por 13 milímetros de longitud y anchura y 4 mm. de grosor (lám. y fig. 5, 4).
La otra pieza es el fragmento basal de una punta foliácea biapuntada, en forma de
hoja de laurel, de bordes dentados (lám. y fig. 5, 5).
. Pieza de hoz. En una lasquita con restos de córtex, recortada en los la-
dos por retoque abrupto tosco y con brillo de uso en su filo dentado (lám. y fig.
5, 6).
9. Hachita pulimentada. Fragmento distal de un ejemplar plano de fibrolita
(lám. 5, 7).

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

2.4. Materiales del término de Leciñana del Camino.


Componen un lote de restos de talla, con dos lascas pequeñas y diez fragmen-
tos de láminas, grandes, medianas y pequeñas, y las siguientes piezas retocadas:
1. Láminas retocadas. Con retoque simple marginal en uno o ambos bordes
(lám. y fig. 6, 1, 2), retoque continuo en ambos lados, marginal y plano marginal y
profundo en ambos bordes (lám. y fig. 6, 3), y abrupto marginal en ambos bordes
del extremo basal (lám. y fig. 6, 4). A esta serie corresponden también tres láminas
con retoque mixto marginal y plano, que dan la impresión de esbozos de piezas
foliáceas (lám. y fig. 6, 5, 6 y 7).
2. Raspadores. Uno angular en extremo basal de lámina grande (lám. y fig. 6,
) y otro plano frontal largo (lám. y fig. 6, 9).
3. Lasca de borde abatido. Con su borde izquierdo abatido por un retoque es-
camoso abrupto, perfilando un borde jiboso (lám. y fig. 6, 10).
4. Denticulado. Con denticulación en ambos bordes, obtenida por retoque en
escama astilloso y abrupto (lám. y fig. 6, 11).

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

5. Punta microlítica de dorso. Mide 17 milímetros de longitud, 6 de anchura y


2 de espesor y está obtenida con retoque directo muy fino (lám. y fig. 6, 12).
6. Pieza de talla plana, punta de flecha bifacial. Foliácea bifacial biapuntada
(lám. y fig. 6, 13).

2.5. Materiales sueltos del Oeste alavés.


Sin procedencia local individualizada de las piezas, pero con seguridad pro-
cedentes del área de hallazgos que analizo de Puentelarrá, Molinilla y Leciñana
del Camino y del término de Comunión y correspondiendo todo a la colección
Vallejo, se guardan en el museo un lote de piezas de silex, una punta de flecha de
cobre o bronce y algunos fragmentos cerámicos, que, por su interés en reforzar
el cuadro de estas series, analizo a continuación. Acompañan también a estos
materiales dos fragmentos de sendas conchas marinas y dos molares al parecer de
équido.
A) Piezas de silex. Con unos pocos restos de talla y cuatro piezas con retoque
o uso, aparecen los siguientes tipos y ejemplares:
1. Láminas retocadas. De retoque marginal en un borde (lám. y fig. 7 , 1) y en
ambos (lám. y fig. 7 , 2, 3, 4 y 5).
2. Raspadores. Nueve ejemplares: uno doble, con ambos bordes retocados (lám.
y fig. 7, 6), cinco frontales planos y cortos (lám. y fig. 7, 7, , 9, 10, 11, de retoque
lateral dos de ellos,  y 11), y los tres restantes, frontales carenados (lám. y fig. 7,
12, 13 y 14).
3. Piezas de hoz. Dos ejemplares, ambos con brillo de uso (lám. y fig. , 1 y 2).
4. Lasca laminar de retoque abrupto. Con retoque abrupto inverso y parcial en
el borde izquierdo y retoque marginal en el derecho (lám. y fig. , 3). Se separa
de la serie de láminas retocadas reseñada anteriormente, por iniciarse con ella las
dos series siguientes de retoque abrupto.
5. Láminas apuntadas de retoque abrupto. Dos ejemplares, de retoque abrupto
profundo (lám. y fig. , 4) y oblicuo, a veces muy oblicuo (lám. y fig. , 5); asimi-
lables a las puntas de dorso, deben diferenciarse de los ejemplares de este tipo que
describo a continuación.
6. Puntas de dorso. Tres piezas, de dorso curvo abajado (lám. y fig. , 6), dorso
curvo rebajado (lám. y fig. , 7) y dorso recto abajado, en fragmento basal (lám. y
fig. , ).
7. Geométricos. Dos ejemplares: una lámina fragmentada con truncadura y dor-
so, probable trapecio largo (lám. y fig. , 9), y un triángulo largo de acentuado mi-
crolitismo (15 X 5 X 2 milímetros de largo, ancho y grueso) (lám. y fig. , 10).
. Fléchette. De retoque directo, abrupto y semiabrupto, continuo, en todo el
contorno; con adelgazamiento basal por fino retoque en la cara inferior, punta en

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la extremidad distal y base redondeada y unas medidas de 22 milímetros de lon-
gitud, 9 de anchura y 4 de espesor (lám. y fig. , 11).
9. Piezas de talla plana: puntas de flecha. Ocho ejemplares, cuatro de tipo poli-
forme biapuntado, de retoque marginal (lám. y fig. , 12, 13) y profundo bifacial en
chevrón (lám. y fig. , 14, 15); otros cuatro ejemplares son piezas triangulares con
pedúnculo, sin aletas (lám. y fig. , 16), de aletas rectas (lám. y fig. , 17) y de aletas
agudas (lám. y fíg. , 1 y 19, este último ejemplar con la aleta conservada biselada).
B) Punta de flecha de cobre o bronce, lanceolada, con nervio y de pedúnculo
plano; sin analizar (lám. , 20).
C) Cerámicas. En el lote de materiales que analizo aparecen unos pocos frag-
mentos cerámicos.

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

3. Conjunto de Nanclares de la Oca.


El yacimiento está situado en las estribaciones meridionales de la Sierra de Ba-
daya, en un rellano de ladera montañosa, encima del Noviciado de los Hermanos de
la Doctrina Cristiana y sobre el cauce del río Zadorra, procediendo los materiales
del museo de un calvero o campa y su aledaño de bosque, quedando sin delimitar
con rigor el área precisa del yacimiento (11). Fue descubierto por el Hno. José María
Calderón, del aludido Centro, y dado a conocer en mis trabajos de 1967 y 6 (12).
El lote inicial de materiales depositado en el museo se compone de restos de
taller, con 17 lascas y 5 fragmentos de láminas, una bola y  piezas retocadas, todo
en silex de diversas calidades y con pátinas blanquecinas, de superficie. En las

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CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

lascas predominan los tamaños microlitizantes y pequeños, con un ejemplar de


tamaño grande; hay algunas lascas de descortezamiento y de talla interna la ma-
yoría; los planos de percusión analizables están preparados, incluso en las las-
cas de talla cortical, y los ángulos de fractura, obtusos en las piezas mayores,
son prácticamente rectos en las lasquitas microlíticas. Las láminás sin retocar
corresponden a fragmentos basales de tamaños microlitizantes y a una lámina
grande en silex de baja calidad; son de secciones triangulares y trapezoidales y
con planos de percusión preparados. Las piezas clasificadas son las siguientes:
1. Bola. Un ejemplar afacetado y repiqueteado (lám. 9, 1).
2. Lascas retocadas. Dos piezas de tipología poco definida: una lasca nuclei-
forme, con borde de raedera (lám. 9, 2 y fig. 9, 1) y otra, asimilable a raspador
plano semicircular (lám. 9, 3 y fig. 9, 2).
3. Lascas con muescas. Tres ejemplares, una pequeña y cortical, con muesca
simple lateral derecha (lám. 9, 4 y fig. 9, 3), otra con retoque lateral, muesca y
punta embotada (lám. 9, 5 y fig. 9, 4) y la tercera, subtriangular, con una muesca
en cada lado, estrangulando la pieza (lám. 9, 6 y fig. 9, 5).
4. Denticulados: lasca denticulada y pieza de hoz. La lasca denticulada pre-
senta talla unifacial en la cara superior y un denticulado obtenido por retoque
inverso, en la cara inferior (lám. 9, 7 y fig. 9, 6). La pieza de hoz es una laminilla
bitruncada, en forma de trapecio corto, por retoque inverso en ambas truncadas,
de buena técnica y con un denticulado muy regular en un borde, que aparece con
lustre de uso (lám. 9,  y fig. 9, 7).
6. Raspador-microperforador. Sobre lasquita, con un frente de raspador plano
frontal corto, del que se destaca, levemente ladeada a derecha, una punta-perfora-
dor microlítica, todo obtenido por retoque cuidado (lám. 9, 9 y figura 9, ).

4. Conjuntos de los Montes de Vitoria.


En los Montes de Vitoria hay tres yacimientos líticos con materiales en el mu-
seo, el de la Dehesa de San Bartolomé, en un valle longitudinal de la ladera Norte
de los montes, en Berrosteguieta, el del Gritadero en Mendiola, en las últimas
estribaciones septentrionales sobre la Llanada en las cercanías de Vitoria, y el del
Puerto de Vitoria, en Castillo, en la vertiente meridional.

4.1 Conjunto de la Dehesa de San Bartolomé, en Berrosteguieta.


Los materiales de este yacimiento constituyen uno de los hallazgos inicia-
les de la arqueología prehistórica de la región, efectuado casualmente en 170 y
controlado inicialmente por Ladislao de Velasco, que publicó el descubrimiento
y aseguró la conservación de los materiales; nueva referencia directa de estos
hallazgos fue publicada después por Julián de Apráiz en 1901, insistiendo después

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sobre el asunto Enrique de Eguren, en 1915. Los materiales procedentes de la co-


lección de L. de Velasco, han sido reunidos en el museo por Fernández Medrano,
a través de la colección del Colegio de Santa María, de los Marianistas, de Vitoria,
y de depósito particuuar de José M.a Díaz de Mendívil, faltando actualmente algu-
nas piezas de las publicadas inicialmente por Velasco. Registrado el ingreso de los
materiales en la guía del museo publicada en 194 por Fernández Medrano y con
referencias de J. M. de Barandiarán, el hallazgo ha sido finalmente sistematizado
en mis trabajos de 1967 y 6 (13).
Las circunstancias del hallazgo no resultan claras. Según Velasco, aparecieron
al labrar un campo primeramente dos brazaletes de oro y un año después, al abrir
una zanja de desagüe no lejos del lugar del primer hallazgo, «no reunidas y sí a
distancia unas de otras, varias hachas de piedra..., cuchillos de silex... y más tarde,
en aquel y otros sitios, esparramadas, puntas de flechas, de lanzas, alisadores, cu-
ñas de silex o piedra y dientes de animales desconocidos» que atribuyó a especies
fósiles. También imprecisa resulta la nota de Apráiz sobre la aparición en el lugar
de estos hallazgos, ubicación de una antigua ermita, de dos esqueletos humanos y
«entre la tierra y los huesos varios trozos de pedernal, como comenzados a labo-
rear, bastantes tejas rotas y algunos trozos de cemento»; Eguren planteó después
el carácter histórico de los restos humanos y de los brazaletes, en relación con la
ermita, y la atribución prehistórica de los materiales restantes.
Los materiales del museo constituyen un conjunto lítico integrado por vein-
titrés silex, con un trozo amorfo, sin trabajar, siete restos de taller y quince pie-
zas retocadas, veinticinco piezas pulimentadas, con siete hachas, un colgante, un
alisador, dos percutores, más un canto aprovechado y cuatro molares de animal,
clasificados como de Hipparion glácilis. El análisis del conjunto lítico es el si-
guiente:
A) Piezas de silex. En materia de distintas calidades, componen el lote un
trozo de silex sin trabajar, cinco lascas, una pieza de cresta de núcleo irregular de
láminas y una tableta de avivamiento del frente de extracción de núcleo de lámi-
nas pequeñas, como restos de taller, junto a las siguientes piezas retocadas:
1. Láminas con retoques marginales (lám. y fig. 10, 1, 2, 3, 4) y huellas de uso
(lám. y fig. 10, 5, 6, 7,  y 9).
2. Raedera plana marginal. Obtenida en lasca cortical (de unos 10 milímetros
de espesor), es una raedera convergente ladeada, con ambos bordes convexos y
retoque marginal continuo bifaz en el borde derecho y marginal parcial directo
en el borde izquierdo, con modalidades de retoque simple escamoso, escamoso
semiabrupto, cuasiescalariforme y algo de retoque plano subparalelo (lám. y fig.
11, 1).

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3. Pieza de retoque plano: punta de flecha. De excelente talla bifacial y forma


triangular con pedúnculo ancho adelgazado, retoque irregular en la cara inferior,
transversal paralelo, ligeramente oblicuo, en echarpe, en la cara superior; el pe-
dúnculo ha sido obtenido con dos muescas de retoque simple bifaz; la pieza está
obtenida en un silex gris oscuro (lám. y fig. 11 ,2).
4. Muesca. En la cara inferior de una lasca (lám. y fig. 11, 3).
5. Cuchillos. Tres ejemplares, dos en lascas, con dorso cortical (lám. y fig. 11,
4) y parcialmente desbastado (lám. y fig. 11, 5), y el tercero, en una lámina grande
(lám. y fig. 11, 6); los tres, con las características huellas de uso en los filos.
B) Piezas pulimentadas. Comprendiendo veinte hachas de variada tipología,
un colgante, dos percutores y un alisador, seguidamente reseñados. Además hay
en el lote un canto rodado de pizarra silícea, de probable aprovechamiento, que no
se reproduce en las láminas.
1. Hachas. Agrupadas en las láminas en las siguientes series:
a) De tamaño grande y sección oval, con cinco ejemplares: lám. 12, 1 y 2, am-
bos de diorita; lám. 13, 1 (piedra de textura fibrosa), 2 (diorita), 3 (diorita), y 4
(pizarra silícea).
b) De tamaño mediano y sección oval, tres piezas: lám. 14, 1 (diorita), y de flan-
cos curvos los ejemplares 2 (serpentina) y 3 (piedra alba) de la misma lámina.
c) De tamaño pequeño y votivas, con seis ejemplares: lám. 15, 1 (diorita), 2
(diorita), 3 (pizarra silícea), 4 (fibrolita), 5 (fibrolita) y 6 (piedra de textura fi-
brosa).
d) Alargadas y estrechas y de sección ovalada o rectangular, tres piezas: lám.
16, 1 (sección ovalada, de diorita), 2 (sección ovalada aplanada, de diorita) y 3
(sección rectangular, de ofita).
e) Hacha de doble filo. Un ejemplar de serpentina, alargado y de sección rectan-
gular, casi cuadrada, redondeada (lám. 17, 1).
f) Azuela. Una pieza, de pizarra silícea (lám. 17, 2).
2. Colgante. De arenisca, sección cuadrangular redondeada, con orificio casi
circular en el extremo menor de la pieza (lám. 1, 1).
3. Percutores. Dos piezas, de ofita (lám. 1, 2) y de cuarcita (lám. 1, 3).
4. Alisador. Un fragmento, de arenisca (lám. 1, 4).

4.2. Series de materiales del Puerto de Vitoria, en Castillo.


De este yacimiento, descubierto hace unos años por el geólogo norteamericano
E. K. Erikson y notificado en mis trabajos de 1967 y 196 (14), se guardan en el
museo abundantes materiales, casi todos líticos, de sílex y rocas afines, dos frag-
mentos de hachas pulimentadas y un canto rodado aplanado, junto a unos pocos
fragmentos óseos, carbones y muestras minerales y varios fragmentos cerámi-
cos indeterminados, todo ello donativo de su descubridor. Todos estos materiales

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fueron recolectados en superficie, en el lugar donde se ubica la Perforación II de


las prospecciones petrolíferas del término municipal de Castillo. El análisis de
los materiales arqueológicos líticos, de silex y las dos hachas pulimentadas, se
expone a continuación.
A) Silex. Hay abundantes trozos y restos de taller (núcleos, lascas, láminas y es-
quirlas) y un nutrido lote de piezas retocadas; los materiales presentan piezas frescas
y pátinas blanquecinas y meladas en diversos grados de alteración. La abundancia y
variedad de los restos de talla motivan la consideración adecuada de estos desechos.
Dichos restos de taller están constituidos por dos docenas de núcleos, lascas
y láminas muy abundantes, una pieza de cresta y dos lascas de avivamiento de
sendos frentes de extracción de núcleos de láminas.
De los núcleos y restos nucleiformes se reproducen cinco núcleos de lascas,
globulosos y de tamaños medianos y pequeños (lám. 19) y cuatro núcleos peque-
ños de laminillas (lám. 20, 1, 2, 3 y 4, este último con un frente de extracción en-
trante, de obtención de laminillas delgadas microlíticas). Se reproducen asimismo
tres lascas de avivamiento de sendos núcleos de láminas, una pieza de cresta (lám.
20, 5) y dos frentes de avivamiento de sendos núcleos de láminas, extraídos desde
la base opuesta al plano de percusión del núcleo (lám. 20, 6 y 7).
Las lascas y láminas son muy abundantes, estas últimas en menor número.
Hay lascas de todos los tamaños, desde las grandes a una buena serie de lasquitas
microlíticas, predominando las lascas medianas y pequeñas; hay de talla cortical,
algunas de descortezamiento inicial con talones sin preparar, y un predominio de
las de talla interna, generalmente con talones preparados, casi siempre lisos, algu-
nos sin preparar, en lascas de tamaños medios y grandes, algunos talones diedros
y afacetados y algunos punctiformes en la serie microlítica. En el corto lote de
láminas hay alguna grande y todas las demás, medianas, pequeñas y mocrolíticas.
Las piezas retocadas presentan los tipos y ejemplares que se reseñan se-
guidamente, además de seis ejemplares poco precisos, lámina retocada y con
huellas de uso, lasquita y lasca retocadas, muesca y pieza pequeña nucleiforme,
probable raspador carenado fortuito, que no añaden tipos nuevos a los clasificados
y no se reproducen. La lista tipológica lograda es la siguiente:
1. Discos. Dos ejemplares. Uno, sobre lasca (lám. 21, 1, y fig. 12,1), conser-
va córtex en su flanco basal derecho junto al talón, y presenta lascado bifacial
completo, con el negatico de extracción de una amplia lasca en la cara superior,
bulbo rebajado y un lascado centrípeto continuo y alternante entornando la pieza,
excepto en su talón y flanco cortical adjunto, obteniendo un borde sinuoso, reta-
llado luego por una serie de retoque marginal, con dentículación parcial; obtenido
en buen silex, mide unos 66 y 74 milímetros de ejes diametrales y unos 21 mm.
de espesor. El segundo ejemplar (lám. 21, 2, y fig. 12, 2), en silex de peor calidad,

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es una pieza nucleiforme, de factura similar a la anterior, aunque más tosca; mide
de diámetros 69 y 77 milímetros y unos 25 mm. de grosor.
2. Raederas. Tres ejemplares. Una en lasca cortical, que conserva su talón liso
y presenta talla bicacial parcial, pieza clasificable como raedera bifaz doble, casi
convergente, y con dorso retocado (lám. 22, 1, y fig. 13, 3); el segundo ejemplar

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es una raedera lateral de dorso adelgazado y con muesca, en una lasca cortical con
retoque marginal bifaz (lám. 22, 2, y fig. 13, 2); la tercera pieza es una pequeña
raedera convergente, de retoque marginal escamoso en la cara inferior, en una las-
ca pequeña, con huellas de un lascado centrípeto previo en la cara superior (lám.
22, 3 y fig. 13, 1).
3. Muescas. Cuatro ejemplares, de muescas planas (lám. 23, 1, 2, y fig. 14, 1,
2) y carenoides (lám. 23, 3, 4, y fig. 14, 3, 4), todas de retoque marginal oblicuo,
casi abrupto, escamoso; a veces escalariforme, presentando la última pieza de la
serie un dorso afacetado.
4. Denticulados. Dos ejemplares, ambos con dorso y con la denticulación ob-
tenida por lascado directo; uno de ellos es un denticulado carenoide, (lám. 23, 5,
y fig. 14, 5) y nucleiforme el segundo, obtenido en una pieza de reavivamiento de
un frente de núcleo (lám. 23, 6, y fig. 14, 6).
5. Raspadores. Componen este grupo diez ejemplares de raspador y dos de
útil mixto, raspador-perforador. Los diez raspadores pueden definirse en conjunto
como raspadores cortos planos, con ejemplares frontales y laterales; todos están
obtenidos sobre lasca y tipológicamente quedan bien definidos los sois primeros
ejemplares de la serie como frontales cortos (lám. 24, 1 a 6, y fig. 15, 1 a 6), tres

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de ellos con retoque lateral (los ejemplares 3. 4, 5, de dichas lám. y fig.); son
asimismo tipológicamente precisos dos raspadores laterales (lám. 24, 7, , y fig.
15, 7, ), pero ofrecen en cambio dudosa clasificación dos piezas (lám. 24, 9, 10,
y fig. 15, 9, 10), en sendas lascas delgada y gruesa, retocadas lateralmente en la
cara superior, que pudieran clasificarse como raederas laterales, pero que ante la
dificultad práctica que presenta en casos límites la distinción de ambos tipos, re-
sulta preferible que este caso su inclusión en la serie de raspadores, toda vez que
es más asimilable a ésta que a las raederas descritas anteriormente. Por último, se
distinguen en este lote de raspadores dos ejemplares de útil mixto, raspador-per-
forador, en lasca pequeña con punta destacada en el plano del talón, uno de ellos
(lám. 24, 11, y fig. 15, 11), y de perforador microlítico el segundo (lám. 24, 12, y
fig. 15, 12).
6. Pieza nucleiforme pequeña con filo bif acial (lám. 25, 1, y fig. 16, 1). Ob-
tenida al parecer por reutilización de una pequeña bola repiqueteada, cuyo córtex
se conserva parcialmente formando talón, presenta el filo obtenido por lascado
centrípeto bifaz, permitiendo la clasificación de la pieza como pequeño hendidor.

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7. Buril angular poliédrico (lám. 25, 2, y fig. 16, 2). Sobre lasca, con un golpe
de buril matando el filo, otro en la cara inferior y varios (dos largos y dos de rea-
vivado) en la superior, tratándose de una pieza de conservación muy fresca.
. Cuchillo de dorso afacetado (lám. 25, 3, y fig. 16, 3). Sobre lasca espesa y
grande, que conserva su pequeño talón cortical; el filo presenta las señales de uso
características del tipo.
9. Laminilla de dorso (lám. 25, 4, y fig. 16, 4). Con el dorso derecho de retoque
abrupto profundo y directo, con un leve retoque marginal también directo en el
borde derecho y la arista retocada junto a la base; con pátina blanca de alteración
avanzada.
10. Piezas de talla plana: puntas de flecha. Dos ejemplares: un fragmento de
punta, sobre laminilla, con el retoque plano cubriendo totalmente la cara inferior y
sólo parcialmente la superior; en silex blanco (lám. 25, 5, y fig. 16, 5); el segundo
ejemplar, completo, excepto la extremidad de su punta, biapuntado, en tipo de
hoja de laurel estrecha, de retoque plano bifacial, más tosco en la cara inferior; en
sílex alterado, de baja calidad (lám. 25, 6, y fig. 16, 6).
11. Raclettes. Dos ejemplares, sobre sendas lasquitas de talón preparado y en
silex de alteración el primero y sin patinar el segundo; poligonales y de retoque
abrupto alterno las dos piezas (lám. 25, 7, , y fig. 16, 7, ).
B) Hachas pulimentadas. Dos fragmentos (talones) de sendos ejemplares, de
sección oval, en ofita (lám. 26, 1) y de sección oval aplanada por una cara, en
realidad, canto rodado aprovechado (lám. 26, 2).

4.3. Conjunto del Gritadero, en Mendiola.


Los materiales del museo procedentes de este yacimiento se limitan al corto
lote de silex integrado por unos pocos restos de taller (un núcleo de lascas, diez
lascas, alguna laminar, y cuatro fragmentos de láminas) y nueve piezas retocadas,
resultado del descubrimiento del yacimiento por Domingo Fernández Medrano,
quien en 1949 incluyó una referencia a estos materiales en una guía del museo,
registrándose posteriormente el hallazgo en mis trabajos de 1967 y 6 (15).
De los restos de talla, el núcleo parece el reaprovechamiento de una bola, con
un plano de extracción y núcleo semiesférico. En las lascas, una, laminar, de talla
cortical y talón punctiforme y las demás de talla interna y talones sin desbastar y
preparados, lisos y uno afacetado; todas de tamaño mediano o pequeño, sin llegar
a lo microlitizante. Las láminas, de tamaño mediano. Las pátinas, tanto en los de-
sechos de talla como en las piezas retocadas, excepto una lasca fresca, presentan
grados avanzados, blanquecinas, melado-amarillentas, rosada.

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El cuadro tipológico ofrece raederas, raspadores y una lámina retocada, con-


forme al siguiente análisis:
1. Raederas. Seis ejemplares. Lám. 27, 1, y fig. 17, 1: raedera discoide de talla
bifacial y dorso adelgazado, sobre una lasca espesa que conserva su talón cortical.
Lám. 27, 2, y fig. 17, 2: raedera transversal, de dorso adelgazado y retoque esca-
moso escalariforme en el borde de raedera, con dos lascados de retoque paralelo
en el extremo derecho del borde. Lám. 27, 3, y fig. 17, 3: raedera lateral simple, de
talla bifacial, dorso adelgazado y retoque escalariforme en el borde. Lám. 27, 4, y
fig. 17, 4: raedera ladeada doble, con dorso. Lám. 27, 5, y fig. 17, 5: radera lateral
simple, en lasca de dudosa orientación, por no conservar bulbo y estar la pieza
cubierta con retoque marginal simple muy rasante en una cara, pieza también con
dorso, de clasificación imprecisa, asimilable a cuchillo. Lám. 27, 6, y fig. 17, 6:
raedera doble alterna, en una lasca laminar con talón afacetado y perfil longitudi-
nal curvo, con frente distal de raspador plano.
2. Raspadores. Dos ejemplares, un raspador carenado frontal, con el plano
inferior preparado (lám. 27, 7, y fig. 17, 7), y otro ejemplar plano frontal corto, en
lasca pequeña cortical (lám. y fíg. 27, , y fig. 17, ).
3. Lámina retocada. Fragmento basal de lámina de retoque continuo directo,
subparalelo y lamelar, en el borde derecho (lám. 27, 9, y fig. 17, 9).

5. Materiales de Txuriturri y término de Araya.


Procedente del término de Araya, del Ayuntamiento de Aspárrena, se guarda
en el museo un pequeño lote de silex, fragmentos cerámicos y piezas de piedra
pulimentadas, materiales que corresponden a las prospecciones publicadas por
Enrique de Eguren en 1927 y 29 y que del Colegio de los Marianistas de Vitoria
pasaron a la Sociedad de Estudios Vascos y posteriormente al actual Museo Pro-
vincial, en cuyo catálogo de 1949 fueron inventariados por Domingo Fernández
Medrano. En el inventario se dan como hallazgos sueltos del término, conserván-
dose en el registro de materiales la procedencia de las piezas pulimentadas, de la
Ballota, Garzábal (camino del monte) y Mizquiartes (debajo de Txuriturri).
Las referencias directas sobre estos hallazgos, personalizados principalmente
por el lugar de Txuriturri, proceden de los aludidos estudios de Eguren, registra-
dos en los catálogos y obras de conjunto de J. M. de Barandiarán. Su imprecisa
clasificación ha sido actualizada por Ana María Muñoz en 1966 y en mis trabajos
de 1967 y 6, con nuevas precisiones sobre el lugar de Txuriturri debidas a Ar-
mando Llanos, en 1969 (16).
De las publicaciones de E. de Eguren se deduce que en Txuriturri existe un
yacimiento de superficie con depósito arqueológico. Los hallazgos se efectuaron

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en superficie, dentro de un área aproximada de medio km.2, debajo de la Peña de


San Miguel y en su ladera meridional, en terrenos próximos al caserío Txuriturri
y en todo el terreno hasta la Peña de Morutegui; los materiales se recogieron
todos en superficie, al removerse la capa vegetal con la roturación del terreno,
observándose la existencia de una capa arqueológicamente fértil en los cortes del
camino que conduce-al monte. A. Llanos ha precisado la existencia en el lugar de
un yacimiento de la Edad del Hierro.
El lote de materiales de Txuriturri y demás lugares del término de Araya es el
siguiente:
Silex. Tres trozos sin trabajar, una lasca cortical, una laminilla y dos núcleos,
como restos de talla, y un raspador. De los dos núcleos, uno es piramidal, de lámi-
nas medianas (lám. 2, 1) y el otro globular, de lasquitas y laminillas microlíticas
(lám. 2, 2). Como pieza retocada, un raspador carenado frontal, con retoque
recortando la pieza en forma subcircular, cara inferior preparada y la superior
cortical (lám. 2, 3, y fig. 1) (17).
Piezas pulimentadas. Tres hachas y tres percutores. Las hachas se reprodu-
cen en la lámina 29: 1, de diorita, de Garzábal (camino del monte); 2, de pizarra
silícea, de Mizquiartes, debajo de Txuriturri; 3, de arenisca, y 4, de diorita, de
Mizquiartes, debajo de Txuriturri. Los percutores, en la lámina 30: 1, poligonal;
2, esférico, de diorita, de la Ballota, y 3, cilíndrico, de asperón, de Txuriturri.
Cerámicas, que, como he señalado, acompañan a los restantes materiales, con
series de fragmentos al parecer del Bronce y de la Edad del Hierro.

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6. Conjunto de las cercanías del dolmen del Sotillo, en Laguardia.


Se trata de un descubrimiento inédito de Domigo Fernández Medrano, efec-
tuado en fincas de cultivo y de arbolado bajo, distantes un kilómetro y medio al N.
E. del dolmen del Sotillo, en la Rioja Alavesa (1); son materiales de superficie,
recogidos en un área de terreno algo esparcida, que constituyen un pequeño con-
junto lítico, con 14 silex y 2 cuarcítas, descritos seguidamente.
Los silex presentan diversas calidades y pátinas blanquecinas, generalmente
en grado avanzado. Como materiales de taller hay dos láminas, de tamaños peque-
ño y mediano, y cuatro lascas de tamaño mediano en silex, una de ellas, nucleifor-
me y cortical, utilizada probablemente por su filo como pieza fortuita, y una lasca
indefinida, de tamaño grande, de cuarcita. Los restantes silex y una cuarcita son
piezas retocadas, conforme a la siguiente clasificación:
1. Raspadores. Cinco ejemplares reproducidos en la lámina 31, 1 a 5, y fig. 19,
1 a 5: 1, raspador plano frontal largo de retoque lateral; 2, plano frontal corto; 3,
semidiscoidal, en la cara inferior de una lasquita; 4, plano frontal largo; y 5, plano
frontal, los dos últimos en silex de baja calidad y de factura más tosca.
2. Microperforador. Pieza microlítica en una laminilla tosca, en realidad las-
quita laminar, en silex color rosado y de conservación fresca; con dorso obtenido
por retoque abrupto directo y un fino retoque en ambas caras, con muesquita en la
cara inferior, formando la punta microlítica (lám. 31, 6, y fig. 19, 6).
3. Fragmento de lámina truncada con bordes retocados. Lámina truncada, con
retoque directo, al parecer continuo (se trata de un fragmento muy corto) y margi-
nal simple en ambos bordes; la truncadura, normal, de retoque directo, tosco (lám.
31, 7, y fig. 19, 7).
4. Lámina retocada y con escotaduras. Lámina tosca o lasca laminar, con bor-
des escotados de retoque alterno (directo en el borde derecho de la cara superior e
inverso en el borde izquierdo), cubriendo también el extremo basal (lám. 31, , y
fig. 19, ).
5. Lasca retocada. Es una lasca grande, de cuarcita, con dorso cortical izquier-
do y lado derecho retocado, como raedera plana marginal, con denticulado impre-
ciso (lám. 31, 9, y fig. 19, 9).

7. Materiales sueltos de diversos puntos de Alava.


Además de los conjuntos y lotes de materiales reseñados, de yacimientos in-
dividualizados o de procedencia comarcal precisa, existen en el museo numerosos
hallazgos de piezas sueltas, de diversos lugares de la provincia, generalmente
ignorados, con algunas piezas de origen conservado. Proceden estos materiales

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sueltos de la Sociedad de Estudios Vascos y de la colección de Fernández Medra-


no y los reuno aquí por el complemento que aportan a la documentación analiza-
da. Son en total 50 silex y una hachita votiva pulimentada.
A) Silex. Con restos de talla y piezas retocadas. En los restos de talla, un
núcleo irregular, algunas lascas y una serie más nutrida de fragmentos de láminas,
de buena técnica, alguna de tamaño grande, pero con predominio de las lascas
pequeñas; algunas presentan huellas de uso o algún retoque. Las piezas retocadas
ofrecen el siguiente cuadro de tipos y ejemplares:
1. Raspadores. Cinco ejemplares, reproducidos en la lámina 32, 1 a 5, y en la
fig. 20, 1 a 5: 1, raspador plano frontal largo, de Txuriturri (19); cuatro raspadores
frontales cortos, uno sencillo (lám. 32, 2, y fig. 20, 2) y tres de retoque lateral
(lám. 32, 3, 4, 5, y fig. 20, 3, 4, 5; el núm. 3, procedente de Gamarra).
2. Cuchillo. En lámina grande y gruesa, con restos de córtex en su extremidad
distal y sección triangular asimétrica, por formar un dorso en el lado derecho;
tiene talón afacetado y presenta en el filo las características huellas de uso (lám.
32, 6, y fig. 20, 6).
3. Piezas de retoque plano. El retoque plano aparece en seis piezas: una lasca con
retoque escamoso plano profundo bifacial en un borde y borde opuesto con retoque
marginal inverso (lám. 32, 7, y fig. 20, 7), una laminilla con retoque plano marginal
(lám. 32,  y fig. 20, ), un fragmento basal de lámina, probable pieza foliácea (lám.
32, 9, y fig. 20, 9), y dos foliáceos, puntas de flecha biapuntadas, en hoja de laurel,
una de ellas, procedente de Aberásturi, de retoque plano lamelar paralelo en la cara
superior y plano profundo, sin cubrir la cara, en la inferior (lám. 32, 10, y fig. 20,
10) y la segunda pieza, procedente de Ibisate, bifacial (lám. 32, 11, y fig. 20, 11).
4. Truncadura. Fragmento de lámina fracturada en un extremo y truncada en
el opuesto con retoque directo (lám. 32, 12, y fig. 20, 12).
5. Geométrico. Trapecio largo de truncadura cóncava; retoque directo (lám.
32, 13, y fig. 20, 13).
5. Pieza de hoz. En una lámina recortada por retoque abrupto, con el filo
levemente dentado y con la patinación característica del tipo (lám. 32, 14, y fig.
20, 14).
B) Hachita pulimentada votiva. Procede de Aberásturi y perteneció a la colec-
ción del Colegio de los Marianistas de Vitoria; es de dimensiones llamativamente
pequeñas (22 por 12 por 5 milímetros), plana y de filo recto (lám. 32, 15).

III. Consideraciones valoratívas.


Cumplido el intento de este trabajo, de publicar los conjuntos y materiales
líticos de superficie alaveses que se han acumulado en el Museo Provincial de

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Arqueología, dejo para otra ocasión su estudio de síntesis, con la valoración y


encuadre razonado de estas series en el marco arqueológico regional, tarea para la
que es deseable un mejor conocimiento de los yacimientos originarios y resultaría
útil la reducción del análisis de los materiales a un sistema tipológico adecuado,
como el de G. Laplace (20). No obstante, conviene acompañar ahora la presen-
tación de estos materiales con unas consideraciones valorativas que ayuden al
aprovechamiento inicial del estudio analítico efectuado.
En primer lugar, conviene recordar la circunstancia de que se trata de reco-
lecciones de superficie, sin garantía de que representen adecuadamente la realidad
de los conjuntos originarios, por lo que, aun prescindiendo de la naturaleza de los
yacimientos a que corresponden, que puede ser variada y cuya personalización no
puede formularse sin trabajos adecuados de campo, la misma interpretación de
los conjuntos y lotes de materiales analizados debe exponerse con la reserva de
su limitación a la consideración concreta de estos materiales ahora disponibles,
como simple acercamiento inicial a las industrias de los yacimientos a los que
corresponden.
Del análisis tipológico efectuado, única posibilidad metodológica de estudio
de estos materiales, me parece claro que la casi totalidad de los lotes correspon-
den a conjuntos de la Edad del Bronce, conforme a la hipótesis formulada en
mi reciente ordenación del conjunto de estas manifestaciones regionales (21). A
esta serie del Eneolítico y Bronce y de su perduración corresponden sin duda los
materiales que publico del Oeste alavés, en cuyos lotes una industria del silex se
asocia a las hachas pulimentadas, a cerámicas y a la existencia de piezas metálicas
en sus conjuntos; los materiales del término de Araya, con silex, hachas pulimen-
tadas y cerámicas; la casi totalidad de materiales de la Dehesa de San Bartolomé
y una serie del Puerto de Vitoria, con sílex y hachas pulimentadas y también los
conjuntos de las Molinas de Angulo, de Nanclares de la Oca y de las cercanías
del dolmen del Sotillo de Laguardía, representados sólo por materiales de silex,
pero de clara adscripción a esta serie del Bronce, fundamentada por la morfología
de sus industrias (pieza de hoz de Nanclares, raspadores y puntas de dorso de las
Molinas, raspadores y truncaduras del NE. del Sotillo).
Todos estos lotes de materiales de los yacimientos indicados deben corresponder
con seguridad a conjuntos de la Edad del Bronce, desde su comienzo en el Eneolítico
y aun de un Neolítico Final, hasta su perduración en la Edad del Hierro, sin que nos
permitan por ahora mayores precisiones. En cuanto a los yacimientos originarios de
estos materiales, cabe interpretarlos en principio como asentamientos al aire libre,
dentro de las redes de yacimientos de este tipo individualizados en la región y a los
que estoy dedicando un esfuerzo sistemático: de ellos se han publicado únicamen-
te una red de yacimientos de la Rioja Alta, en sendos trabajos míos (22), y algunos

73
CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

conjuntos aislados, como los Molinos de Laguardia, en la Rioja alavesa, por Ba-
randiarán y Fernández Medrano (23), y Farangortea de Artajona, en la Navarra
Media, por Maluquer de Motes (24), pero existen en gran número en la región,
con una red de yacimientos en la Navarra Media Occidental, un conjunto aislado
en Ichaso y dos en los alrededores de Pamplona, y redes de yacimientos en la Na-
varra Media Oriental y en la Ribera Alta y Ribera tudelana de Navarra, que tengo
controlados y estudiados (25). Cuando sean publicados todos estos yacimientos
se podrá fundamentar el encuadre de los conjuntos alaveses cuyos materiales doy
ahora a conocer, en su contexto regional inmediato del Alto Valle del Ebro y dis-
pondremos asimismo de una base para la conexión de estas series de superficie
con las restantes manifestaciones estudiadas de la Edad del Bronce con industrias
líticas, como cuevas, dólmenes y túmulos de inhumación.
Considerados en conjunto los materiales que sistematizo en el Bronce, de los
yacimientos de las Molinas de Angulo, del Oeste alavés, Nanclares de la Oca,
Dehesa de San Bartolomé, serie del Puerto de Vitoria, Txuriturri y término de
Araya y el lote de piezas sueltas de diversos puntos de Alava, presentan un cuadro
industrial del silex de industrias mixtas de láminas y lascas, de tamaños medios y
tendencia microlitizante, con abundancia de láminas, y en menor grado de lascas,
de retoque marginal, y unos cuadros tipológicos definidos por el predominio acu-
sado de raspadores, frecuencia de piezas foliáceas de talla plana y en menor grado
de puntas de dorso, piezas de hoz, muescas sobre lasca, geométricos, láminas y
laminillas de dorso y truncaduras, con presencia de otros tipos. La asociación de
estas industrias del silex a las hachas pulimentadas aparece evidenciada en algu-
nos yacimientos (Txuriturri y término de Araya, Oeste alavés, Puerto de Vitoria),
lo mismo que la conexión con las cerámicas (Txuriturri y término de Araya, Oeste
alavés), aunque en este caso con menos precisión, sin que se haya logrado la fi-
liación de los tipos cerámicos de estos conjuntos (26). Interesante resulta además
la comprobación de la existencia entre estos materiales de alguna pieza metálica
(punta de flecha de cobre o bronce del Oeste alavés) (27).
Del mundo industrial así caracterizado por estas series de la Edad del Bronce
se separan tipológicamente el corto conjunto lítico del Gritadero de Mendiola, una
serie de materiales del Puerto de Vitoria y un corto lote de la Dehesa de San Bar-
tolomé, los tres yacimientos de los Montes de Vitoria. Estos materiales componen
un cuadro tipológico de claro contraste con las industrias analizadas de la Edad del
Bronce: seis raederas y un raspador carenado en las nueve piezas del Gritadero, una
serie integrada por dos discos, tres raederas, cuatro muescas, dos denticulados, un
cuchillo y dos raclettes del Puerto de Vitoria y más imprecisamente, una raedera
y dos cuchillos de la Dehesa de San Bartolomé, que por su aspecto musteroide es

74
CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

prudente separar en principio de la generalidad de los conjuntos y materiales cla-


sificados en los complejos de la Edad del Bronce.
Lamentablemente el impreciso conocimiento actual del mundo lítico de la
Edad del Bronce en la región impide toda valoración fundamentada de estos he-
chos tipológicos de materiales de superficie, por lo que debo limitarme ahora a
registrar esta novedad y plantear el problema de la posible atribución de estos
materiales a unas industrias musterienses avanzadas, sospecha que cobra fuerza
con la demostración reciente de la existencia de un contexto regional de esta na-
turaleza, de una base tipológica achelense, con una serie de los materiales de los
yacimientos de la Sierra de Urbasa, las piezas sueltas de Lumbier, Calahorra y
Estella y las noticias de hallazgos de Zúñiga y Aitzábal (2), de un Musteriense de
tradición achelense en la Sierra de Urbasa y de su perduración hasta un horizonte
de tipos superopaleolíticos en Coscobilo de Olazagutía (29). Los yacimientos ala-
veses en cuestión, concentrados en los Montes de Vitoria, corresponden además
al área del hallazgo del bífaz inferopaleolítico de Aitzábal, con lo que delimitarían
un nuevo foco local en el contexto regional del problema.
En resumen, pues, estos materiales del Museo de Alava publicados ahora co-
rresponden en su mayor parte a la red de asentamientos de superficie de la Edad
del Bronce, a la que se integran la totalidad de los conjuntos y materiales que pu-
blico de las Molinas de Angulo, del Oeste alavés (Collado de Salcedo y hallazgos
de los términos de Puentelarrá, Molinilla y Leciñana del Camino), de Nanclares
de la Oca, Txuriturri y término de Araya y cercanías del dolmen del Sotillo de La-
guardía, además del lote de piezas sueltas de diversas procedencias alavesas y de
una parte de los materiales de la Dehesa de San Bartolomé y del Puerto de Vitoria.
En estos dos últimos yacimientos aparece otra serie de materiales, a la que perte-
nece el conjunto completo del Gritadero de Mendiola, que por su tipología dife-
renciada es prudente separar en principio del contexto conocido de las industrias
del silex de la Edad del Bronce en la región. El registro del aspecto musteroide de
esta serie resulta interesante, por la precisión que supondría para el conocimiento
del mundo lítico del Bronce su inclusión en esa Edad, y más aún, porque permiten
plantear con fundamento tipológico la hipótesis de trabajo de su posible atribu-
ción a un Musteriense avanzado hasta un horizonte superopaleolítico, de acuerdo,
por otra parte, con el Paleolítico Medio que se está personalizando en la región.
Considero que resultará sin duda provechoso ampliar con el detenimiento que
merecen estas observaciones valorativas, que acompañan ahora la publicación de
los materiales.

75
CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

N O T A S

(1) Cfs. mis trabajos, E. VallEspí, Talleres de silex al aire libre en Alava, en Ampurias XXIX,
Barcelona 1967, pp. 231-34, con una primera identificación, y la visión regional en Talleres de silex al
aire libre en el País Vasco meridional, en Estudios de Arqueología Alavesa III, Vitoria 196, pp. 7-27.
(2) l. dE VElasco, Los Eúskaros en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya. Barcelona 10, pp. 11-15 y láms.
intercaladas; J. dE apráiz, ¿Cristianos o prehistóricos?, en la rev. Euskalerria, t. XLIV. San Sebastián
1901, p. 116; E. dE EgurEn, Estado actual de la Antropología y Prehistoria Vascas. Estudio Antropoló-
gico del Pueblo Vasco. La Prehistoria en Alava. Bilbao 1914, pp. 125-31 y láminas correspondientes.
(3) E. dE EgurEn, Nuevas investigaciones prehistóricas en Alava, en Anuario de Eusko-Folklore
VII, de 1927, pp. 17-33 del final, con la referencia del yacimiento en cuestión en pp. 26-7, con el sub-
título de «Un importante yacimiento en Araya»; E. dE EgurEn, El dolmen de Larrasoil. Otros datos
para el estudio de la Prehistoria alavesa, en Anuario de Eusko folklore IX, de 1929, pp. 107-117; D.
FErnándEz MEdrano, Guía sumaria y provisional del Museo Arqueológico de Alava, Vitoria 194
(folleto mecanografiado), p. 9; reproducido en Ikuska II y III, de 194 y 1949.
(4) J. M. dE Barandiarán, Catalogue des stations préhistoriques des Pyrénées Basques, en Ikus-
ka, núm. 1, 1946, pp. 25 y 26; y El hombre prehistórico en el País Vasco. Buenos Aires 1953, pp. 12-3.
(5) D. FErnándEz MEdrano, Guía sumaria y provisional del Museo Arqueológico de Alava,
Vitoria 194, p. 11, y en Ikuska, II y III, de 194 y 49.

(6) En E. VallEspí, Talleres de silex al aire libre en Alava, en Ampurias XXIX, Barcelona 1967,
pp. 231-34, y «Talleres de sílex al aire libre en el País Vasco meridional», en Estudios de Arqueología
Alavesa, 3, Vitoria 196, pp. 7-27.
(7) Por Félix Murga, Nuevo taller de silex, descubierto en el valle de Angulo (Burgos), en Es-
tudios de Arqueología Alavesa, núm. 3, Vitoria 196, p. 147.
() A. doMingo FErnándEz MEdrano se debe la reunión de los fondos de la Sociedad de Estu-
dios Vascos y de la Colección Arqueológica del Colegio de Santa María, de los Marianistas, de Vito-
ria, con materiales de la Dehesa de San Bartolomé y Txuriturri y término de Araya; el descubrimiento
de los yacimientos del Gritadero de Mendiola y del NE. del Sotillo de Laguardia; la recepción de la
Colección del Oeste alavés, de antonio VallEjo góMEz, y del conjunto del Puerto de Vitoria, de E.
K. Erikson; el control de diversos hallazgos esporádicos y finalmente el registro de todos estos mate-
riales en los inventarios manuscritos del Museo, con su inclusión en la primera guía del Centro (Guía
sumaria y provisional del Museo Arqueológico de Alava, tirada mecanografiada, en Vitoria 194,
reproducido en la revista Ikuska, número 2, de 194, y 3, de 1949). Consecuentemente FErnándEz
MEdrano ha prodigado su atención a mi tarea de estudio de estos materiales, facilitando notoriamente
mi labor, motivo por el que me es grato expresar mi reconocimiento al colega y amigo.
(9) F. Murga, Nuevo taller de silex, descubierto en Angulo (Burgos), en Estudios de Arqueolo-
gía Alavesa, núm. 3, Vitoria 196, p. 147.
(10) Marqués de Loriana, Dos nuevos hallazgos megalíticos en la provincia de Alava, en Ar-
chivo Español de Arqueología XVI, Madrid 1943, p. 20; J. MaluquEr dE MotEs, Las comunidades
prehistóricas alavesas y sus problemas, en el Boletín de la Institución Sancho el Sabio, I, Vitoria
1957, p. 57; E. VallEspí, Talleres de silex al aire libre en Alava, en Ampurias XXIX, Barcelona 1967,
pp. 231-32, y Talleres de silex al aire libre en el País Vasco meridional, en Estudios de Arqueología
Alavesa, 3, Vitoria 196, pp. 15-16.
(11) Desconozco el nombre preciso del lugar del hallazgo, pues aunque en una de mis visitas
me indicaron en el Noviciado su denominación como «Campa de la Alondra», no sé si este nombre
responde a un topónimo generalizado.

76
CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

(12) E. VallEspí, Talleres de silex al aire libre en Alava, en Ampurias XXIX, página 233, y Talle-
res de silex al aire libre en el País Vasco meridional, en Estudios de Arqueología Alavesa, 3, pp. 14-15.
(13) La bibliografía aludida de este yacimiento en la siguiente: L. dE VElasco, Los Eúskaros
en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya, Barcelona 10 ,pp. 13-15 y láms. correspondientes; J. dE apráiz,
¿Cristianos prehistóricos?, en Euskalerria XLIV, 1901, página 116; E. dE EgurEn, Estado actual de
la Antropología y Prehistoria Vascas. Estudio Antropológico del Pueblo Vasco. La Prehistoria en
Alava, Bilbao 1914, pp. 125-31 y láms.; D. FErnándEz MEdrano, Guía sumaria y provisional del
Museo Arqueológico de Alava, Vitoria 194, pp. 10 y 16 bis, y en Ikuska II, 194, y III, 1949; J. M.
dE Barandiarán, Catalogue des stations préhistoriques des Pyrénées Basques, en Ikuska I, 1946, p.
25, y El Hombre Prehistórico en el País Vasco, Buenos Aires 1953, página 12; E. VallEspí, Talleres
de silex al aire libre en Alava, en Ampurias XXIX, Barcelona 1967, p. 233, y Talleres de silex al aire
libre en el País Vasco meridional, en Estudios de Arqueología Alavesa, 3, Vitoria 196, p. 14.
(14) E. VallEspí, Talleres de silex al aire libre en Alava, p. 233, y Talleres de silex al aire libre
en el País Vasco meridional, p. 14.
(15) D. FErnándEz MEdrano, Guía sumaria y provisional del Museo Arqueológico de Alava,
Vitoria 194, p. 11, y en Ikuska II, 194, y III, 1949; E. VallEspí, Talleres de silex al aire libre en
Alava, p. 233, y Talleres de silex al aire libre en el País Vasco meridional, p. 13-14.
(16) La bibliografía de los citados hallazgos del término de Araya es la siguiente: E.
dE EgurEn, Nuevas investigaciones prehistóricas en Alava, en Anuario de Eusko-Folklo-
re 1927, pp. 26-27 del final («Un importante yacimiento en Araya»), y El dolmen de Larra-
soil. Otros datos para el estudio de la Prehistoria alavesa, en Anuario de Eusko-Folklore 1929,
pp. 107-117; J. M. dE Barandiarán, Catalogue des stations préhistoriques des Pyrénées Bas-
ques, en Ikuska I, 1946, pp. 25 y 26, y El Hombre Prehistórico en el País Vasco, 1953, pp. 12
y 13; D. FErnándEz MEdrano, Guía sumaria y provisional del Museo Arqueológico de Ala-
va, Vitoria 194, p. 9, y en Ikuska III, 1949, pp. 433-9; ana Muñoz aMiliBia, El Neolítico en el
País Vasco, en el IV Symposium de Prehistoria Peninsular sobre problemas de Prehistoria y Etnolo-
gía Vascas, Pamplona 1966, p. 112 y conclusiones de su estudio; E. VallEspí, Talleres de silex al aire
libre en Alava, en Ampurias XXIX, p. 233, Talleres de silex al aire libre en el País Vasco meridional,
en Estudios de Arqueología Alavesa 3, p. 12, y Arqueología y arqueólogos alaveses. El momento ac-
tual de la investigación arqueológica de la provincia de Alava, en Estudios de Arqueología Alavesa
4, p. 23; A. llanos, Avance al estudio de la Edad del Hierro en Alava, en X Congreso Nacional de
Arqueología (Mahón 1967), 1969 p. 259.
(17) A esta pieza hay que unir un raspador plano frontal largo que, perteneciente a Txuriturri,
aparece entre las piezas sueltas de distintos puntos de Alava y se reproduce en la lám. 32, 1, y fig.
20, 1. Como la redacción del trabajo se ha efectuado con posterioridad a la obtención de las foto-
grafías de los materiales, resulta más cómodo mantener la disposición de las láminas y coordinación
uniforme de las figuras, incluyendo esta advertencia de integración de la pieza en cuestión al lote de
materiales de Txuriturri y término de Araya, cuyas piezas, por otra parte, no sabemos si constituyen
el conjunto de un solo yacimiento o corresponden algunas a hallazgos sueltos.
(1) El lugar de estos hallazgos líticos inéditos que doy a conocer ahora, con relación al dolmen
del Sotillo y a los otros dólmenes de Laguardia y Elvillar, puede situarse en un croquis publicado por
J. M. dE Barandiarán, D. FErnándEz MEdrano y J. M. apEllániz, en su memoria de la excavación
de dicho dolmen, Excavación del dolmen de El Sotillo (Rioja Alavesa), en el Boletín de la Institución
Sancho el Sabio, tomo VIII, Vitoria 1964, fig. 1, en la p. 30.
(19) Recuérdese la atribución de esta pieza al lote de materiales de Txuriturri y término de
Araya, reseñado con anterioridad.
(20) gEorgEs laplacE, Recherches de Typologie Analytique, 1968, en Origini II, Roma 196; y
las referencias de los coloquios sobre tipología analítica mantenidos en Arudy por el Centre Interna-
tional des Recherches Typologiques, bajo la dirección del profesor laplacE (ignacio Barandiarán,

77
CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

Arudy 1969. Coloquio internacional de tipología, en Caesaraugusta, Psana 33-34, Zaragoza 1969-
70, pp. 143-155; J. M. MErino, El coloquio internacional de Arudy, en Munibe XXII, 1/2 de 1970,
páginas 7-9).
(21) Véanse las consideraciones finales de mi aludido estudio, E. VallEspí, Talleres de silex al
aire libre en el País Vasco meridional, en Estudios de Arqueología Alavesa 3, Vitoria 196, pp. 19-
22. Sobre el momento inicial de estos conjuntos de superficie en la región, he añadido algunas preci-
siones en otro trabajo reciente, E. VallEspí, Arqueología y arqueólogos alaveses. El momento actual
de la investigación arqueológica de la provincia de Alava, en Estudios de Arqueología Alavesa 4,
Vitoria 1970, p. 24 y nota 17, y p. 26.
(22) E. VallEspí, Las industrias líticas de la Sierra de Camero Nuevo (Logroño), en Berceo,
núm. LIV y LV, Logroño 1960, pp. 71-94 y 153-151; E. VallEspí y J. G. Moya Valgañón, Talleres
de silex en la Rioja Alta, términos de Sajazarra y Fonzaleche, entregado al Instituto de Estudios
Riojanos, de Logroño, para su publicación en la revista Berceo.
(23) Este yacimiento, descubierto y reseñado por D. FErnándEz MEdrano, fue catalogado ini-
cialmente como dolmen, pero su excavación obligó a rechazar tal identificación, suponiendo sus
excavadores que «más bien se trata de un probable emplazamiento de una habitación o de una ne-
crópolis», motivando mi inclusión provisional en las series de conjuntos de superficie de la Edad del
Bronce. Véanse a estos propósitos la memoria de excavación, de J. M. dE Barandiarán y D. FErnán-
dEz MEdrano, Excavaciones en Alava, en el Boletín de la Institución Sancho el Sabio, t. II, núm. 1,
Vitoria 195, pp. 175-, y mi sistematización, en E. VallEspí, Talleres de sílex al aire libre en el País
Vasco meridional; en Estudios de Arqueología Alavesa, t. 3, Vitoria 196, pp. 16-17.
(24) J. MaluquEr dE MotEs, «Notas sobre la cultura megalítica navarra», en Príncipe de Via-
na, núms. 92 y 93, Pamplona 1963, pp. 123-2.
(25) Estas localizaciones de conjuntos de superficie en Navarra confirman plenamente las pre-
dicciones de MaluquEr y las mías propias de su abundancia e interés para el estudio de la Edad del
Bronce en la región. Su estudio forma parte de un trabajo de conjunto que he realizado sobre la Pre-
historia regional del Alto Valle del Ebro (Alava, Navarra y Logroño), como becario de la Fundación
Juan March.
(26) El control de cerámicas es indispensable para el estudio adecuado de los conjuntos de su-
perficie y es uno de los aspectos que deberá cuidarse en las revisiones de campo de los yacimientos.
A las cerámicas de Txuriturri. de Araya, ha prestado atención Ana M.a Muñoz, El Neolítico en el País
Vasco, en las actas del IV Symposium de Prehistoria Peninsular. Sobre problemas de Prehistoria y
Etnología Vascas, Pamplona 1966, p. 112 y conclusiones.
(27) A este hallazgo que publico puedo añadir otros dos inéditos de la Navarra Media: el de un
alfiler de bronce, de tipología de un Bronce Final o comienzos del Hierro, aparecido entre un con-
junto de silex en el término de Sabaiza, en la Sierra de Izco, y el de una punta de flecha al parecer
de cobre, de aletas y pedúnculo planos, recogida con algunos silex en el término de Tirapu, cerca de
Artajona.
(2) La base tipológica achelense de estas industrias de superficie véase en la siguiente bibliografía:
E. VallEspí, Novedades del Paleolítico Inferior y Medio vascos: los yacimientos navarros de Urbasa y
de Olazagutía», en las actas de la I Semana de Antropología Vasca, Bilbao 1971, pp. 565-79; A. Marcos
y S. MEnsua, Un hallazgo lítico del Paleolítico Inferior, del término de Lumbier (Navarra), en Prín-
cipe de Viana, números 76 y 77, Pamplona 1959, pp. 217-25; I. Barandiarán, Un hacha amigdaloide
de tradición inferopaleolítica en Calahorra (Logroño), en Homenaje a D. José M.a Lacarra, Zaragoza
196, pp. 69-79; el hallazgo aludido de Estella, un bifaz inédito, va a ser publicado por E. VallEspí y R.
garcía sErrano; finalmente, las noticias de los hallazgos de Zúñiga y de Aitzábal, respectivamente,
en H. oBErMaiEr, El Hombre Fósil, 2.a ed., Madrid 1925, p. 192-3, y J. M. dE Barandiarán, El Hombre
Prehistórico en el País Vasco, Buenos Aires 1953, p. 24, con ampliaciones en ignacio Barandiarán,

7
CONJUNTOS LITICOS DE SUPERFICIE

El Paleomesolítico del Pirineo Occidental. Bases para una sistematización tipológica del instru-
mental óseo paleolítico, Zaragoza 1967, pp. 1, donde se da además la noticia de la aparición de otro
bifaz en Lumbier (op. cit., p. 202-3).
(29) La personalización de un Musteriense de tradición achelense en los conjuntos líticos de la
Sierra de Urbasa y de Coscobilo de Olazagutía véase en mi citado trabajo Novedades del Paleolítico
Inferior y Medio Vasco: los yacimientos navarros de Urbasa y de Olazagutía, y en otro estudio,
firmado en colaboración, E. VallEspí y M. ruiz dE gaona, Piezas inéditas de tradición achelense en
las series líticas de Coscobilo de Olazagutía (Navarra), en Munibe XXIII, 2/3 de 1971, Homenaje
a D. José de Barandiarán, pp. 375-4. Espero continuar la publicación de materiales de estos ya-
cimientos, con trabajos en colaboración, personales y de equipo con mis alumnos del Seminario de
Arqueología de la Universidad de Navarra.

79
CERAMICA EXCISA EN ALAVA
Y PROVINCIAS LIMITROFES

Armando Llanos Ortiz de Landaluce

En 1947 se publicó (1) la noticia del hallazgo de un plato ornamentado con


técnica excisa, en las proximidades del pueblo de Pangua. Fue el primer hallazgo
reconocido, como tal, en la provincia de Alava (2). Desde entonces han aumenta-
do los hallazgos de «cerámica excisa», principalmente durante la excavación de
diversos yacimientos. (Fig. 1.) De simples datos tipológicos, con escaso valor, se
ha pasado a tener un encaje de secuencias estratigráficas y cronológicas, lo que
nos ofrece con extraordinario interés, una visión de los pueblos que portan y de-
sarrollan este tipo de técnica cerámica.
Si a ello unimos que de todos los hallazgos de cerámicas excisas que se cono-
cen en España, muy pocos son aquellos de los que se conocen datos concretos de
su hallazgo o que se puedan ordenar en un contesto estratigráfico, con cronologías
claras, veremos como pueden resultar de algún valor positivo estos datos obte-
nidos en nuestra provincia, incluso para la panorámica nacional de la cerámica
excisa.

RELACION DE HALLAZGOS

san ForMErio. Pangua (Condado de Treviño)


El hallazgo fortuito —en las prospecciones realizadas en esta zona por Deo-
gracias Estavillo— de un plato con ornamentación excisa, en las proximidades
del pueblo de Pangua y más concretamente en las inmediaciones de la ermita de
San Formerio, dio a conocer la existencia de este tipo de técnica decorativa, en
las provincias vascas.
Se desconoce actualmente el paradero de esta pieza, quedándonos únicamente
el dibujo y descripción que su descubridor proporciona en su trabajo (3) sobre este
ejemplar.

1
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...

La forma corresponde a un pequeño plato troncocónico, con el borde liso y


horizontal, de un diámetro de 170 milímetros, ornamentado por su parte cóncava,
es decir, por su interior. El diseño se compone de una primera franja en la parte in-
ferior y otra en la zona superior, con incisiones oblicuas. Entre ambas franjas, una
estructura de dientes de lobo, sobre un fondo exciso, formando en su conjunto una
estrella de 12 puntas. (Fig. 2.) Reconoce su descubridor «...una gran tosquedad, no
sólo en la decoración, sino hasta en el modelo del plato, sumamente desigual...».

2
Juntamente con esta pieza, encontró varios fragmentos de cerámica decorada
con mamelones, digitaciones y ungulaciones, así como una aguja de bronce.

3
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...

allaran. Eguino
Aunque es con la pieza de San Formerio cuando se da a conocer cien-
tíficamente la cerámica excisa en el País Vasco, es también cierto que en los fon-
dos del Museo Provincial de Arqueología de Alava, existe un pequeño fragmento
de cerámica con esta técnica, que aunque publicado el resultado de la excavación
(4) donde apareció, pasó desapercibida su existencia durante 40 años (5).
El yacimiento se encuentra en los escarpes de la Sierra de Altzania, en el
monte Surbi, en el mismo paso de la Borunda, entrada desde tierras Navarras a la
zona central de Alava.
A pesar de su pequeño tamaño, nos permite, la parte conservada, tener una
ligera idea del tema ornamental. Su composición sería (Fig. 3 n.° 3) a base de
dientes de lobo en relieve, conseguido con excisiones del fondo. Estos queda-
rían enmarcados entre dos franjas con incisiones oblicuas ordenadas en sentidos
opuestos.
De técnica muy cuidada, se encontró asociada a fragmentos de cerámicas
decoradas Con digitaciones, ungulaciones y cordones; un punzón de cobre; varios
raspadores de silex y dos puntas de flecha de pedúnculo y aletas.

kutzEMEndi. Olarizu. Vitoria.


En el año 1954 se efectuaron unas cortas campañas de excavaciones en este
interesante poblado, situado en las cercanías de Vitoria.
Anteriormente a estos trabajos, fue encontrado, en superficie, por don Do-
mingo Fernández de Medrano, este fragmento del que nos ocupamos. De él y de
otra pieza de este yacimiento se publicó un estudio analítico (6).
La pasta de esta cerámica es de gran calidad, bien cocida, de un intenso co-
lor negro, con pasta de arcilla decantada y espatulada en su interior. Es también
bueno el trazado ornamental —dibujado previamente con líneas incisas— basado
en franjas paralelas, de dientes de lobo tangetes por sus vértices. Es sin embargo
torpe la forma de excidir la pasta en los vanos de estos triángulos, dejando sin
rematar los vértices. Quizá se deba esta falta de terminación al uso de una herra-
mienta inadecuada, como pudo ser una espátula o punzón de hueso de los que se
encuentran en el yacimiento. (Figura 3 n.° 1.)
En cuanto a los materiales que corresponderían al nivel de esta pieza no po-
demos concretarlos, al no haber aparecido estratificada. Unica.mente podemos in-
dicar cómo abundan entre los materiales aparecidos en su excavación, cerámicas
espatuladas globulares, bitroncocónicas, basta con cordones, etc.

4
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...

En los cantiles meridionales del valle de Cuartango y a unos 335 mts. de


altitud, sobre las tierras bajas del pueblo de Jócano, se abre la boca de entrada a
esta cavidad.
Aparte del interés del yacimiento en sí, posee esta cueva la peculiaridad de
contener en su interior numerosas representaciones de arte rupestre de tipo esque-
mático (7), (), (9).
El yacimiento, perfectamente estratificado, comprende VIII niveles de los
que su excavador, D. José Miguel de Barandiarán, diferencia como petenecientes
a varios momentos que van desde el Bronce final; pasando por la Edad del Hierro
hasta la Romanización.

5
6
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...

Los varios fragmentos de cerámica excisa encontrados, pertenecen a la misma


vasija, habiendo sido localizados en el nivel inferior que su excavador denomina
como nivel VII, y que lo encaja en un Bronce final. En la memo ria publicada
(10) de las dos primeras campañas de excavaciones se describe como «cerámica
en relieve».
Su reconstrucción da una vasija de un diámetro de 260 mm. y de for ma tron-
cocónica. La decoración a base de dientes de lobo, encuadrados por unas franjas,
superiores e inferiores, con ornamentaciones de incisiones pun zantes con espá-
tula angular, lo que deja unas huellas en espina de pez. El borde también se halla
decorado con incisiones romboidales unidas por una línea (Fig. 4).

Entre los materiales aparecidos en este nivel se ven varios fragmentos de ce-
rámicas ornamentadas con cordones, incisiones, y otros trozos correspondientes
a cerámicas globulares de pasta negra, espatulada. Como pieza interesante para
orientarnos en la fechación de estas cerámicas excisas también apareció la empu-
ñadura de una espada, en bronce, del tipo de lengüe ta con empalme en U y de
alma calada (Fig. 4a).
la tEja. Villodas.
En el mismo borde de la carretera N-1 (Madrid-Irún) y entre los kilómetros
342 y 343, pertenecientes al pueblo de Villodas, excavamos una necrópolis de
hoyos de incineración (11), (12).
En dos de las sepulturas se encontró cerámica excisa. Ya en la primera que se
excavó —n.° 1— apareció este tipo de cerámicas juntamente con algunos frag-
mentos del tipo de punto y raya o Boquique.

7

CERAMICA EXCISA EN ALAVA...

Los fragmentos excisos que estudiamos son únicamente tres pequeños trozos
que presentan dos tipos diferentes de decoración (Fig. 5), una a base de reticulado
en forma ajedrezada con estructura cuadrada (Fig. 5, n.° 4), y la otra también
ajedrezada pero con estructura rectangular y líneas verticales de separación.
Mayor interés tienen las cerámicas localizadas en la sepultura número 5, ya
que con los fragmentos de ellas nos ha permitido reconstruir la forma de dos. La
número 1 pertenece a una gran vasija de un diámetro de 360 milímetros. Decorada
a base de una franja de dientes de lobo, en relieve sobre fondo exciso. A esta se
superpone otra de triángulos también excisos. Por debajo de ambas corren dos
líneas con un tipo de técnica que luego lo veremos repetido en otro fragmento de
este mismo lugar (n.° 3).
La número 2 es otra vasija de la misma forma que la anterior pero de menor
tamaño, solamente 240 milímetros de diámetro. Decorada con ajedrezado rectan-
gular separado por zonas alternas lisas. Una línea inferior incisa separa esta zona
de la inferior ornamentada con una franja paralela de puntos.
La pasta de ambas es bastante cuidada, con una superficie alisada aunque sin
llegar a la perfección de pastas de tipo espatulado.
El tercer fragmento (Fig. 5, n.° 3), de pequeño tamaño, no permite reconstruir
la forma del recipiente, pero sí el diseño ornamental, que es a base de cinco lí-
neas paralelas con inflexiones alternantes angulares quebradas, separadas unas y
otras zonas por líneas verticales. El tratamiento de excisiones se realizó con una
herramienta estrecha con punta angular, con la que se sacó la pasta a «pellizcos»,
dejando una línea intermitente en punta de flecha.

castillo dE HEnayo. Alegría de Alava.


Interesante poblado de tipo castreño, enclavado en plena Llanada Alavesa y
en una zona de obligado paso desde los Pirineos, a través de Navarra hacia la Me-
seta y valle del Ebro. En las dos campañas de excavaciones realizadas en 1969 y
1970, se descubrieron diferentes superposiciones de viviendas, dentro de una per-
fecta estratígrafía (13). Son tres los niveles en los que quedó dividido el yacimien-
to. La cerámica excisa, aunque repartida en casi todos ellos, aparecía con mayor
profusión en los más profundos. Los fragmentos, aunque muy pequeños —lo que
no permite reconstruir formas— presentan gran variedad de temas ornamentales.
La pasta de todas ellas en general es buena, destacando las de barros negros que
soh pastas preparadas por decantación, lo que les da una mayor finura.
En general se observa un predominio casi general en los diseños de tipo an-
guloso o triangular. Aunque dentro de éstos se puede establecer una división en
seis tipos diferentes.

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CERAMICA EXCISA EN ALAVA...
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...

a) Diseño de incisiones en dientes de lobo paralelos. Las excisiones triangula-


res se colocan en las flexiones de estas líneas quebradas. Fig. 6, n.° 1, 2, 3, 4, 6).
b) Diseño de dientes de lobo, en relieve, por excisión de las superficies adya-
centes (Fig. 6, n.° 5).
c) Diseño de estructuras cuadradas, marcadas mediante incisiones, en cuyos
espacios se excide la pasta. Esta ornamentación aparece mezclada con la del tipo
a) (Fig. 6, n.° 15).
d) Diseño de estructuras romboidales marcadas mediante líneas incisas. Los
rombos centrales y los triángulos que se forman en las uniones se vacían mediante
excisión (Fig. 6, n.° 7, ).
e) Diseño de excisiones largas formando ordenaciones de dientes de lobo
rayados. (Fig. 6, n.° 11, 13, 14).
f) Diseño de excisiones cortas formando series paralelas (Fig 6, n.° 12).
g) Diseño de triángulos excisos yustapuestos por sus vértices (Fig. 6, n.° 9, 10).
h) Diseño de excisiones triangulares a punta de espátula angulosa, formando
sistemas paralelos (Fig. 7, n.° 1, 2, 3).
La ornamentación es siempre, salvo en el caso n.° 5 de la figura 6, realizada
por la parte externa de la cerámica.
Juntamente con estos fragmentos, se encontró cerámica en gran abundancia,
siendo las formas más comunes las bitroncocónicas y globulares en pastas finas
espatuladas. Las decoraciones más abundantes, en esta asociación de cerámicas,
son: cordones, digitaciones, incisiones gruesas, todas ellas sobre pastas gruesas
y bastas; sobre pastas finas, normalmente espatuladas, impresiones de muelles,
finas incisiones.
La distribución, en el contexto estratigráfico del yacimiento, de estas cerámi-
cas excisas, es muy variado, por lo que indicaremos la correspondencia de cada
fragmento a cada nivel concreto:
nivel Ha. – Figura 6, número , figura 7, número 2.
nivel IIb. – Figura 6, número 14, figura 7, número 3, otro frag. igual al número 1.
nivel IIIb. – Figura 6, números 12 y 13, figura 7, un frag. igual al número 1.
nivel IIIc. – Figura 6, números 1, 2, 3, 4, 5, 6, 9, 10, 11, 15, figura 7, número 1.

cuEVa dE los Husos I. Elvillar de Alava.


Yacimiento situado en las tierras meridionales de la Rioja Alavesa, al pie de la
Sierra de Cantabria. Su excavación, dirigida por D. Juan María Apellaniz, duran-
te los años de 1965 a 1969, proporcionó una interesante estratigrafía, dentro de la
cual y en el nivel Ic, se encontró este fragmento de cerámica excisa (Fig. 3, n.o 2)
de pequeño tamaño, pero del que se puede reconstruir la temática ornamental a

91
92
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...

base de líneas incisas, formando dientes de lobo sobre una franja; los vanos ocu-
pados por los triángulos resultantes sobre la banda se excidieron, así como la parte
inferior de esta banda.

Hallazgos En proVincias liMítroFEs.


No trataré de estudiar aquellos materiales de yacimientos conocidos en las
provincias limítrofes (El Redal, Logroño; Cortes, Navarra; Peña del Saco, Nava-
rra; etc.) a pesar de su gran interés, pero que ya en numerosas ocasiones se trató
de ellos. Unicamente me ceñiré a nuevos hallazgos que por estar prácticamente
en los límites de nuestra provincia y por ser desconocidos, nos parece importante
tratar de ellos, por la relación de conjunto que puedan tener el enjuiciar la cerá-
mica excisa en Alava.

puErto dE codés (Navarra).


En una de nuestras frecuentes salidas de prospección, localizamos un am-
biente de habitat en el puerto de Codés. Aproximadamente entre los kilómetros

93
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...

25 y 26 en un pequeño barranco sobre una fuerte curva de la carretera que descien-


de hacia Cabredo, se halla una antigua cantera de grava, en cuyos cortes se pueden
ver los restos sedimentarios de este antiguo habitat. Entre los numerosos frag-
mentos de cerámica recogidos se encontró uno pequeñísimo con decoración de
excisiones (Fig. , n.° 4) dispuestas en la tradicional forma de dientes de lobo.

san MiguEl. Pancorbo (Burgos).


Entre los numerosos yacimientos descubiertos por D. Juan Antonio Madina-
beitia en el paso del desfiladero de Pancorbo, tiene especial interés para nuestro
trabajo el que localizó en el término de San Miguel. Es bien cierto que estos frag-
mentos encontrados no obedecen a la manera clásica de considerar a la cerámica
excisa, por cuanto no son grandes las superficies que en estos se excidieron. No
obstante consideramos que la técnica y la temática sí corresponden a esta denomi-
nación y como tal trataremos de ella.
La técnica ornamental se ha conseguido, no a base de líneas incisas, sino en
forma de cortas extracciones de pasta. La decoración es a base de dientes de lobo
paralelos enmarcados uno (Fig. , n.° 1) por líneas paralelas y el otro (Fig. , n.°
2) por un reticulado romboidal. En el primer caso la decoración se efectuó por el
lado externo e interno de la vasija. Otro fragmento, también decorado por ambos
lados (Fig. , n.° 3), tiene por su lado interno una ornamentación a base de dientes
de lobo realizados con la clásica técnica de excisiones.

CONCLUSIONES
Con el aumento de todas estas estaciones con cerámica excisa, se amplía con-
siderablemente la carta de distribución de esta técnica ornamental en yacimientos
de nuestra Patria, máxime cuando viene a llenar una zona emplazada en uno de los
caminos, lógicos, de penetración de la cultura que porta esta técnica cerámica. Se
confirma así lo que ya varios autores habían supuesto (14), (15), (16).
Aparte de este tipo en sí, viene a sumarse, el interés de tener fechados dos
yacimientos, lo que en principio nos induce a reconsiderar nuevamente, cronolo-
gías, ordenación evolutiva de ornamentaciones y otros aspectos, que en anteriores
estudios se consideraban bastante firmes. En principio vemos cómo —gracias al
yacimiento del Castro del Castillo de Henayo— coexisten una serie de motivos
ornamentales, sin ningún orden prioritario decorativo, es decir, que los motivos
angulares y de dientes de lobo, se dan a la vez o en un espacio de tiempo muy
reducido que la temática de reticulados y otros motivos. También encontramos
en íntima relación con estos tipos, la decoración excisa a punta de espátula del

94
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...

tipo de los vasos de Estiche y Numancia, a los cuales se les asignó una fecha muy
avanzada, y que a la vista de estas mismas decoraciones halladas en el Castro
del Castillo podremos pensar en que esta técnica perdura largamente pero que su
iniciación es tan antigua como el resto de las decoraciones. Por todo ello consi-
deramos que convendrá actuar con cautela al encajar cronológica y culturalmente
fragmentos aislados y sin contexto alguno, de estas cerámicas excisas, ya que úni-
camente tendrá valor la clasificación cronológica de piezas con esta técnica cuan-
do se relacionen con otras formas o técnicas que formen conjuntos tipológicos
fechados ya con anterioridad en yacimientos base. Un caso concreto es el material
cerámico localizado en el Castro del Castillo de Henayo. Es en este yacimiento y
en el de Solacueva donde encontramos datos para poder fijar una cronología para
estas cerámicas excisas, al menos en nuestro ámbito provincial.
El primer yacimiento en el que encontramos algún indicio cronológico fue en
el de Solacueva de Lacozmonte. Esta cerámica encontrada en la excavación de
esta cavidad se encontraba asociada a diversos materiales destacando entre ellos
una empuñadura en bronce de una espada de lengüeta con empalme en U y alma
calada. Este tipo de espadas, según distintos investigadores (17), quedaría enca-
jado en una cronología que oscilaría entre los siglos de finales del XI a mediados
del siglo VIII. Por lo tanto, tendremos una cronología relativa para la cerámica de
este yacimiento dentro de unos amplios límites pero que permite encasillarla en
un momento al parecer antigüo.
Mayor precisión nos ofrece el material del Castro del Castillo de Henayo,
donde el análisis del Carbono 14 de tres niveles (1) donde aparece la cerámica
de que nos estamos ocupando nos da unas cronologías absolutas con los siguien-
tes resultados. Estos tres niveles superpuestos denominados por orden de menos
a más antiguedad, como IIIa; IIIb, y IIIc, con una cronología respectivamente de
2.920 ± 110 (970 años a. C.); 2.930 ± 110 (90 años a. C.); 3.100 ± 110 (1.150
años a. C.).
Si la alta fechación relativa de Solacueva puede causar estrañeza, creemos que
estas absolutas del Castillo de Henayo vienen a confirmar aquélla. De esta manera
no queda duda alguna en tener que retrasar bastante el momento de penetración de
estas primeras culturas de tipo indoeuropeo, que ya por ejemplo, Rademayer (19),
entre otros, intuía en remontarlas antes del año 1000 a. C. Asimismo, Tobar (20),
lingüísticamente se inclina por estas fechas altas. Concretamente, María Lourdes
Albertos, en un reciente estudio lingüístico (21) sobre Alava llega a la conclusión
de considerar a esta provincia «...profundamente indoeuropeizada...». Ambos con-
sideran que las gentes que desarrollan esta técnica de cerámica excisa son los
responsables de los topónimos, que se dan en las proximidades de estos pobla-
dos, con raíces de gran arcaicismo y que paralelizan con nuestras cronologías.

95
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...

Será de gran interés el poder seguir confirmando estas cronologías, mediante


la obtención de estratigrafías y nuevos análisis de Carbono 14 en aquellos pobla-
dos donde se localizó cerámica excisa, así como en nuevos yacimientos en los que
pueda encontrarse.
En general, todos los hallazgos alaveses de cerámicas excisas, salvo Solacue-
va, se sitúan en una alineación (Fig. 9) que desde tierras Navarras y a través de
la Burunda atraviesa la Llanada Alavesa en camino hacia las salidas a la Meseta
(Pancorbo) o el valle del Ebro (Conchas de Haro). Estas gentes que portan esta
técnica de ornamentación cerámica se establecen en cerros y pequeños montes,
siendo probable que en la mayor parte de los poblados de la Edad del Hierro loca-
lizados en Alava, tengan un nivel inferior que corresponda a este primer momen-
to. Un problema importante será el tratar de aquilatar cuáles de estos yacimientos
donde aparece cerámica excisa corresponden a estas gentes de tipo centroeuropeo
y cuáles lo tienen únicamente como préstamo cultural.

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CERAMICA EXCISA EN ALAVA...

N O T A S

(1) EstaVillo, dEogracias: «La primera cerámica excisiva de las provincias vascas», en «Cua-
dernos de Historia Primitiva», II, núm. 1, Madrid, 1947.
(2) Aunque perteneciendo administrativamente esta zona a la provincia de Burgos, considera-
mos a efectos arqueológicos como alavés este enclave del Condado de Treviño, por cuanto no puede
separarse del conjunto general de las tierras colindantes a la hora de valorar arqueológicamente la
provincia.
(3) EstaVillo, dEogracias: op. cit.
(4) EgurEn, EnriquE: «Las cuevas de La Lece y de los Gentiles. El yacimiento de Allaran», en
«Revista Internacional de Estudios Vascos», t. XX, núm. 2, abril-junio. San Sebastián, 1929.
(5) Cuando nuestro amigo y colega, J. M. ugartEcHEa, me comunicó su intención de realizar
un estudio sobre la cerámica excisa en el País Vasco, puse a su disposición este fragmento, así como
la de algunos otros localizados por nosotros en diversos yacimientos de provincias limítrofes (Cortes
de Navarra, Peña del Saco en Fitero, etc.). Este estudio puede verse en ugartEcHEa, J. M.: «La cerá-
mica excisa en el País Vasco Navarro». «Estudios de Arqueología Alavesa», Diput. Foral de Alava.
Consejo de Cultura, tomo 3. Vitoria 196.
(6) MaluquEr dE MotEs, juan: «Dos piezas interesantes del yacimiento de Kútzemendi. Olari-
zu. Vitoria». «Homenaje a D. Joaquín Mendizábal.» San Sebastián, 1956.
(7) llanos, arMando: «Algunas consideraciones sobre la cavidad de Solacueva y sus pinturas
rupestres (Jócano-Alava)». Munibe núm. 1. San Sebastián, 1961.
() llanos, arMando: «Las pinturas rupestres esquemáticas de la provincia de Alava». «Es-
tudios del Grupo Espeleológico Alavés», 1962-1963. Diput. Foral de Alava. Consejo de Cultura.
Vitoria 1963.
(9) llanos, arMando: «Resumen tipológico del arte esquemático en el País Vasco Navarro».
«Estudios de Arqueología Alavesa», tomo 1. Diput. Foral de Alava. Consejo de Cultura. Vitoria, 1966.
(10) Barandiarán, josé MiguEl: «Excavaciones en Solacueva de Lacozmonte. (Jócano-Alava).
Campañas de 1961-62». «Investigaciones de Arqueología Alavesa 1957 a 196». Obra Cultural.
Caja de Ahorros Municipal de la Ciudad de Vitoria, 1971. La campaña de 1966, en «Estudios de
Arqueología Alavesa, tomo 3. Diput. Foral de Alava. Consejo de Cultura. Vitoria, 196.
(11) llanos, arMando; FErnándEz dE MEdrano, doMingo: «Necrópolis de hoyos de incinera-
ción, en Alava», «Estudios de Arqueología Alavesa, t. 3. Diput. Foral de Alava. Consejo de Cultura.
Vitoria, 196.
(12) llanos, arMando; agorrEta, josé antonio: «Nuevas sepulturas de hoyos de incineración
en Alava», en prensa en «Estudios de Arqueología Alavesa».
(13) La memoria de la excavación de este interesante poblado se halla en curso de preparación.
(14) BEltrán, antonio: «El bronce final y la edad del hierro en el Bajo Aragón», cap. V del
libro «Prehistoria del Bajo Aragón», por alMagro, Martín; BEltrán, antonio; ripoll, Eduardo.
Instituto de Estudios Turolenses. Excelentísima Diputación Provincial de Teruel, 1956.
(15) MaluquEr dE MotEs, juan: «La España de la edad del hierro», en el libro «Las raíces de
España». Instituto Español de Antropolgía Aplicada. Madrid, 1967.
(16) MaluquEr dE MotEs, juan: «The European Community in Later Prehistory», «Studies in
honour of C. F. C. Hawkes». routlEdgE & kEgan, paul. London, 1971.
(17) alMagro, Martín: «El Hallazgo De La Ría De Huelva Y El Final De La Edad Del Bronce
En Él Occidente De Europa», Ampurias, t. IV, 1942.

97
CERAMICA EXCISA EN ALAVA...

(1) Ver cit. 13.


(19) radEMayEr, C.: «Chronologie der niederrheinischen Hallastattzeit», Mannus, IV, 1912.
Esta tendencia a retrasar todas estas fechaciones en las culturas de la I Edad del Hierro, se está dando
ya en Alemania, actualmente, donde diversos investigadores están reconsiderando estas cronologías.
(20) toVar, antonio: «Las invasiones indoeuropeas, problema estratigráfico», Zephirus, VII,
1. Seminario de arqueología de Salamanca, 1957.
(21) alBErtos, María lourdEs: «Alava prerromana y romana. Estudio lingüístico». «Estudios
de Arqueología Alavesa», t. 4. Diput. Foral de Alava. Consejo de Cultura. Vitoria, 1970.
(22) llanos, arMando: «Avance al estudio de la Edad del Hierro en Alava», Crónica del X
Congreso Nacional de Arqueología, Mahón, 1967. Zaragoza, 1969.

9
NUEVAS SEPULTURAS
DE HOYOS DE INCINERACION EN ALAVA

Armando Llanos; José Antonio Agorreta

En un anterior trabajo (1) dimos a conocer este tipo de necrópolis en Alava


y el hallazgo de las sepulturas localizadas en ellas. Posteriormente, al continuar
los trabajos de laboreo en las canteras de gravas donde se ubican, han aparecido
algunas sepulturas más. En algún caso llegamos a tiempo de estudiarlas, aunque
en la mayoría, tuvimos que conformarnos con recuperar los materiales que en
ellas se encontraron. Juntamente con estos datos incluimos la noticia del descu-
brimiento de una nueva necrópolis de hoyos de incineración, la cual amplía el
marco geográfico.
De esta manera vienen a añadirse nuevos datos y materiales de este tipo de
necrópolis a los anteriormente expuestos que, aunque no varían las conclusiones
establecidas, sí aportan nuevos materiales que sumar a los anteriores.
Agradecemos una vez más la colaboración de nuestros colegas y amigos D.
Juan Antonio Madinabeitia y D. Juan Carlos Elorza, quienes nos pusieron sobre
la pista de alguno de estos hallazgos.

NECROPOLIS DE LA TEJA

SEPULTURA 5
Muy cercana a la sepultura número 4 apareció esta nueva que denominamos
con el número 5. Su forma (Fig. I) es un hoyo irregular con un acceso desde la
superficie de un diámetro de 0,50 metros que en su parte inferior se ensancha en
forma ovoide, cuyo diámetro mayor mide 1,45 metros. La profundidad máxima
desde la superficie es de 1,70 metros. No se apreciaba en ella una estratigrafía tan
clara como en alguna de las anteriormente excavadas, aunque en su parte inferior
se encontraba un pequeño depósito de losas de cayuela.

99
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION

Sus materiales, únicamente cerámicos, aunque muy fragmentados, son relati-


vamente abundantes, teniendo en cuenta que no es el ajuar de todo el hoyo puesto
que cuando lo reconocimos las palas excavadoras habían hecho desaparecer más
de la mitad. Aun así hemos podido reconstruir algunas de sus formas.

Formas
(Láminas II, IV, V.) En general son vasijas de bocas abiertas cuyos diámetros
oscilan entre 22 a 30 cms. y de perfiles hemisféricos o suavemente en S. Los
bordes son apuntados y ligeramente vueltos. En algún caso (lámina IV. número )
presentan —en la unión borde cuerpo-- una ligera carena.
Son tres los tipos principales, aunque con bastantes diferencias entre ellos,
de las formas cerámicas de esta sepultura. El primer grupo lo forman las grandes
vasijas de fondos planos. En segundo lugar están una serie de cuencos de mayor
o menor diámetro. Por último existe un tipo de vasijas muy abiertas, a manera de
fuentes.
Unicamente en algunas de las grandes vasijas se ven asideros del tipo de pe-
zón que nacen en el mismo borde.

Decoraciones
Podemos clasificarlas dentro de cuatro técnicas: Incisiones, excisiones, plás-
ticas, impresiones.

100
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION

101
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION

102
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION

103
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION

La tendencia general en estas ornamentaciones es la de bandas y angulares.


Tanto con una técnica como con otra se repiten estas ornamentaciones. Las exci-
siones corresponden a las figuras 4 y 11 de la lámina IV y 1 de la lámina V. Son
tipos que ya aparecieron en cerámicas de anteriores sepulturas (sepultura 1). Las
incisiones se ven solas como en las figuras 5, 6 de la lámina III, 3, 4, 5, 7,  y 10
de la lámina IV, 2, 3 y 5 de la lámina V. Con decoración plástica no existe más que
un fragmento que la tiene a base de un cordón con impresiones digitales. Como
impresas existen las de las láminas IV, figura 2 con impresión de muelles, 6, 9 con
un objeto romboidal cuyas huellas se unen por una incisión corrida, la figura 4 de
la lámina V por impresión de cuerda. Unicamente existen dos bordes decorados,
uno figura 1, lámina III con grandes ondulaciones e incisiones en su labio y otro
(figura , lámina III) con incisiones angulares en todo el perímetro del labio.

104
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION

Restos de animales
Juntamente con la cerámica aparecieron algunos restos de animales (2) que
pertenecen a dos individuos, uno a Bos taurus al que corresponden: fragmento
de cráneo, fragmento húmero derecho, fragmento húmero izquierdo, fragmento
radio izquierdo, astrágalo derecho, tercera falange, 1 molar y 1 premolar superior,
fragmento de mandíbula, premolar y molar inferior sueltos.
Ovis aries / Capra hircus: falange primera (animal joven), molar supe- rior
(animal adulto), fragmento mandíbula.

SEPULTURA 6
Nuevos trabajos en la gravera, esta vez en dirección Oeste, sacaron a la luz
nuevas sepulturas. Una de ellas es la que denominamos con el número 6. Sec-
cionada por la excavadora justamente por la mitad, quedó su perfil claramente
marcado en el corte de la cantera (lámina VI). Es un gran hoyo de un diámetro casi
uniforme de 1,20 metros y de una pro- fundidad de 1,30 metros. Los materiales
hallados se encontraban mezclados con cenizas y carbón y con grandes cantos
rodados que en muchos casos fueron los causantes de la fragmentación de las ce-
rámicas. Casi en el fondo del hoyo existía un pequeño y ligero estrato de arcillas.
Teniendo en cuenta que únicamente se pudo excavar la mitad de la sepultura, se

105
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION

puede considerar ésta como una de las más abundantes en ajuar cerámico junta-
mente con la número 5. Entre los numerosos fragmentos recogidos, la mayor parte
de ellos informes, seleccionamos los reconstruibles en la lámina VII.

Formas
(Lámina VII.) Se repite la tónica general de recipientes de formas hemis-
féricas de grandes dimensiones, con bordes abiertos (lámina VII, números 5, 6,
7, 11). Dos ejemplares tienen cuellos rectos o ligeramente vueltos (lámina VII,
números 1, 2, 3, 4), teniendo el número 1 asideros en forma de pezones alargados
superpuestos, naciendo el superior del mismo labio del borde. Otro caso similar
lo tenemos en el fragmento número 9, cuyo pezón no es sino un ensanchamiento
del labio, estando en este caso decorado. Otra forma es la representada en el nú-
mero 13, cuyos tipos se repiten en casi todas las sepulturas de esta necrópolis; son
formas abiertas ligeramente carenadas y casi siempre decoradas. Un tipo hasta
ahora único es el recipiente perforado (lámina VII, n.° 12) a manera de colador.
Los pocos fondos aparecidos (números 16, 17) son de tipo plano.

Decoraciones
Son escasos los fragmentos decorados, dándose únicamente dos tipos: las
incisiones y un caso con decoración plástica a base de cordones digitados (lámina
VII, n.° ). Las incisiones siguen unas tendencias ya conocidas en esta necrópolis,
aunque varíe algo la temática. Es normal que aparte de estar decoradas por su lado
externo lo estén también por el interior, justamente el borde del labio, casi siempre
a base de dientes de lobo (lámina VII, números 7 y 13). La número 7 tiene un tra-
zado angular con relleno alterno de superficies a base de un puntillado. La número
13 se ordena en dos zonas, una de líneas paralelas con zonas de rayado vertical
debajo de la cual se establece otra zona de líneas ondulantes paralelas. Igualmente
tienen incisiones las números 14 y 15. La primera se decora con dos líneas pa-
ralelas, de las que nace una corona semicircular con relleno de líneas incisas. La
número 15 repite la temática de la número 13 con la diferencia de que en ésta el
rayado vertical se reduce a unas leves incisiones punzantes de trazo corto.

SEPULTURA 7
Resultó la más dañada de las excavadas últimamente, ya que la excavadora
la arrasó casi por completo. Por los rastros dejados en la pared de la cantera se
pudieron reconstruir sus dimensiones, siendo de un diámetro que oscilaría entre

106
107
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION

0,90 a 1,10 metros y de una profundidad aproximada de 1,30 metros. Se recogie-


ron algunos fragmentos de cerámica la mayoría de ellos informes. Unicamente
dos trozos estaban decorados, un borde con incisiones paralelas y otro fragmento
con dos pequeños botones sacados en la arcilla por presión desde el interior.

NECROPOLIS DE LANDATXO
Al parecer como procedentes de esta necrópolis, nos fueron facilitadas una
serie de piezas metálicas de gran riqueza e interés. Fueron recogidas durante la
extracción de gravas en la cantera. Tipológicamente encajan dentro del mismo
ambiente que las anteriores piezas adquiridas del mismo modo (3) (lámina VIII).
1) Fíbula de pie acodado, en bronce, con gran desarrollo del botón superior,
ricamente ornamentado (4). El píe acodado se une al puente mediante dos travesa-
ños. El puente presenta unas nervaduras laterales y dos centrales. Su conservación
es excelente ( Fig. 1, lámina VIII) (foto 1).

10
1) Hebilla anular, en bronce, perfectamente conservada. La sección del arco
es romboidal (Fig. 2, lámina VIII).
2) Alfiler en bronce, de sección circular que pasa a cuadrangular en su entron-
que con la cabeza, del tipo de vaso (Fig. 3, lámina VIII).
3) Punta de lanza en bronce, del tipo de hoja de laurel con nervio central. El
enmangue, de tubo, tiene perforaciones para los remaches de fijación al asta (Fig.
4, lámina VIII).

109
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION

5 ) Peine, en bronce, con una sola fila de púas en número de doce, de las que
conserva once. Encima de la fila de púas tiene un remate de tres arcos, calados, en
forma de puente (Fig. 5, lámina VIII).

NECROPOLIS DE VETRUSA
En 1970, D. Carlos Tricio, en su afán por darnos a conocer todos aquellos
lugares próximos a Miranda, pero dentro del territorio alavés, con indicios de
restos arqueológicos, nos puso sobre la pista de unas fincas donde aparecía, según
él, abundante cerámica romana, especialmente terra sigillata, y en algunos puntos
concretos, fragmentos de huesos que muy bien pudieran ser humanos. Todo esto
le hacía suponer que el lugar en cuestión, muy próximo al poblamiento romano de
Arce, fuese su necrópolis.
Están situadas estas fincas en el términa de Vetrusa, precisamente en la franja
de terreno comprendida entre la carretera que desde Lacorzanilla se dirige a Mi-
randa y el río Zadorra. Las coordenadas son: latitud 42° 40’ 45” y longitud 0° 47’
45”, dentro de la hoja del Instituto Geográfico 137, Miranda de Ebro.
En la primera de nuestras visitas, con el descubridor del yacimiento, a finales
de ese mismo año, pudimos comprobar la verdadera dimensión del lugar, a juzgar
por la extensión de los restos esparcidos a lo largo de varias fincas. Efectivamen-
te, había abundancia de terra sigillata y huesos, pero aún era mayor el número de
fragmentos de cerámica anaranjada de tipo celtibérico, así como fragmentos de
molinos, algunos de tipo amigdaloide.

110
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION

A comienzos de 1971 y con el único propósito de comprobar sobre el terreno


si en las zonas donde aparecían huesos y cerámicas se encontraba en efecto una
necrópolis romana, iniciamos una cata, con tanta fortuna que —con gran sorpresa
por nuestra parte—, dimos en el centro de una sepultura, pero no romana, sino
del tipo de hoyos de incineración. Una vez excavado resultó de planta ovoide con
unos ejes de 60 X 0 cms. (Fig. IX). Su sección muestra dos capas perfectamente
diferenciadas: la primera de tierra vegetal (con abundantes cantos rodados) con un
espesor de 35 cms. y la segunda de 40 cms. compuesta por tierra fina negra con
abundante ceniza y algunos restos de carbón. Es en este estrato donde aparecen
unos grandes cantos rodados de 10 a 15 cms. de diámetro formando círculo y en
su interior los fragmentos de cerámica y algunos de huesos calcinados.
La cerámica es de pasta basta, gris-ocre, con desgrasantes muy finos. Aunque
se han podido reconstruir algunas partes, no ha dado un conjunto lo suficiente-
mente expresivo como para poder reconstruir su forma, aunque sí se puede ver
que se trataba de un recipiente de un diámetro de unos 30 cms. y con un grueso de
paredes de 7 milímetros.
La forma de este hoyo de incineración es similar al número 2 de la necrópolis
de La Teja.

CONCLUSIONES
En líneas generales, los resultados obtenidos en esta excavación y el estudio
de las piezas recuperadas, no modifican, de forma fundamental, las conclusiones
expuestas en nuestro anterior trabajo (1), salvo en unas precisiones cronológicas
que más adelante explicaremos.
Los materiales de la sepultura 5 de la necrópolis de La Teja, no difieren de las
cerámicas recogidas en otras sepulturas de este mismo yacimiento. Se mantienen
los tipos con perfiles suaves en S o hemisféricos, así como las formas de pequeños
cuencos y grandes vasijas de fondos planos. Predominan, en las decoraciones, las
incisiones y excisiones sobre las formas plásticas o impresas, que sólo se realizan
como decoración de los bordes de las vasijas o en cordón digitado sobre el cuerpo
de los recipientes. Asimismo, se mantienen los asideros de pezón, naciendo en el
mismo borde de las vasijas.
En cuanto a las piezas de la necrópolis de Landatxo, en general se repiten los
tipos ya conocidos en este lugar, como por ejemplo, la lanza tubular de bronce y
la hebilla circular. Sin embargo existen tres piezas (las números 1, 2 y 3 de la Fig.
VIII) nuevas entre los ajuares de esta necrópolis, como la fíbula de pie acodado
rematada en un botón muy desarrollado, de la que vemos tipos, no iguales, pero
sí similares sobre todo en las nervaduras del arco, en el yacimiento celtíbérico de

111
NUEVAS SEPULTURAS DE HOYOS DE INCINERACION

Lancia (5) en Osma (Soria) y en Aliud (Soria) (6) —con un ejemplar de una
extraordinaria similitud, tanto en su forma como en el diseño ornamental del bo-
tón—, y en tantos castros de esta época. Otra pieza interesante es el alfiler de
«vaso», con ejemplares parecidos en la necrópolis de La Atalaya (Navarra), aun-
que este nuestro nos parece más moderno, pero conservando los mismos tipos. El
objeto de mayor interés es, sin lugar a dudas, el peine, tanto por su rareza en ya-
cimientos hispánicos, como por su cuidado diseño. Morfológicamente se encaja
en los tipos nórdicos de una sola hilera de púas ya que los de dos filas solamente
aparecen en zonas más meridionales alcanzando sus máximos límites en la zona
alpina. En España el único ejemplar que nosotros conocemos, y que se acerca a
este de Landatxo es el de Caldas de Reyes, aunque con grandes diferencias en el
diseño y en el material, pero con un paralelismo claro en su concepto y aun en
el tamaño. Precedentes de peines de una sola hilera, lo tenemos en el yacimiento
alavés de Solacueva de Jócano, aunque éste es de hueso (7).
Cronológicamente estos nuevos hallazgos no aportan nuevos datos que cam-
bien las cronologías esbozadas en nuestro anterior estudio sobre este tipo de ne-
crópolis (1), pero sí nos parece interesante el llamar la atención sobre las crono-
logías absolutas obtenidas en el castro del Castillo de Henayo (Alegría de Alava)
en niveles con cerámica excisa que dan unas fechas que van —según los nive-
les— del 1150 al 970 a. de J.C. Esto nos plantea el que quizá tengamos que llevar
hacia atrás en dos o tres siglos, las fechaciones que dimos anteriormente para la
necrópolis de La Teja.

N O T A S
(1) llanos, arMando; FErnándEz dE MEdrano, doMingo, Necrópolis de hoyos de incineración
en Alava. Estudios de Arqueología Alavesa. Tomo 3. Consejo de Cultura. Excma. Diputación Foral
de Alava. Vitoria 196.
(2) Estos restos fueron clasificados por D. Jesús Altuna, director del laboratorio de Paleontolo-
gía de la Sociedad de Ciencias Naturales Aranzadi.
(3) Recogidas por los obreros de la gravera, fueron vendidas a unos anticuarios de Vitoria a los
que se les adquirieron con posterioridad.
(4) Una decoración con temas triangulares similares, los encontramos en una placa de un garfio
aparecida en las excavaciones del castro de Henayo (Alegría de Alava).
(5) luEngo, josé María, Las fíbulas y hebillas celtibéricas de Lancia (León). Atlantis. Tomo
XVI. Cuadern. III y IV. Madrid 1941.
(6) BgHülE WilHElM, Vorformen von fusszier und armbrustkonstruktion der Hallstatt-D-fibeln.
Madríder Mitteilungen Z, 1961. (Lámina 1, figura 7. Osma. Soria) (Lámina 1, figura 1. Aliud. Soria.)
(7) Barandiarán, josé MiguEl. Excavaciones en Solacueva de Lacozmonte (Jócano-Alava)
Campaña de 1966. Estudios de Arqueología Alavesa. Tomo 3. Consejo de Cultula. Excma. Diputa-
ción Foral de Alava. Vitoria 196.

112
DOS NUEVOS YACIMIENTOS
EN EL CONDADO DE TREVIÑO.
LOS POBLADOS DE LOS CASTILLOS (TORRE)
Y SAN ANDRES (ARGOTE)

Francisca Saenz de Urturi

Quizá por ser la zona menos trabajada en cuanto a prospecciones arqueo-


lógicas se refiere, no se conocían yacimientos de tipo prerromano o romano en
la parte oriental del Condado de Treviño. No obstante, se presentía su existencia
por el conocimiento de una amplia serie de lápidas romanas en los pueblos de San
Martín de Galvarín, Saraso (1), N.a S.a de Granao (2), Marquínez (3), así como el
hallazgo de un ligero nivel con sigillata en el Montico de Charratu (4). Todo ello
impulsó un plan de prospecciones por la zona cuyos resultados fueron el hallazgo
de varios yacimientos y entre ellos los que a continuación reseñamos.
El hallazgo de los yacimientos de LOS CASTILLOS (Torre) fue realizado
en el otoño de 1969 por D. Juan Antonio Madinabeitia, quien comunicó al Semi-
nario del Museo Provincial de Arqueología de Alava el descubrimiento de gran
cantidad de silex y algo de cerámica. Un posterior reconocimiento del lugar por
miembros de este Seminario sirvió para comprobar la importancia del lugar y para
encajar en toda su magnitud este yacimiento.
Algún tiempo después, en la primavera de 1971, el mismo prospector, loca-
lizó un nuevo e importante yacimiento romano en el término de SAN ANDRES
(Argote), muy cercano al de Torre.
Estos primeros hallazgos son prometedores y confirman la ya supuesta colo-
nización en épocas antiguas, de esta zona.

LOS CASTILLOS (Torre)


Este yacimiento está situado a 500 metros aproximadamente al sur del pue-
blo de Torre y a la izquierda de la carretera que une éste con el de San Martín de
Galvarín. Su situación en los planos del Instituto Geográfico y Catastral es de:

113
DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO

Longitud 1° 01’. Latitud 42° 41’20”, (Lám. I). Se trata de un pequeño monte, des-
de el que se domina una amplia zona del Condado de Treviño (foto 1). En su parte
Norte está defendido por una no muy fuerte pendiente, que termina en el río Ayu-
da, y que denominan con el nombre de Murba. Más fuertes son las pendientes de
las zonas Sur y Oeste. Es principalmente por los lados Norte y Este donde se ven
numerosas terrazas de nivelación del terreno, de carácter artificial, que servirían
de defensas, del tipo de terraplenes sucesivos, ya que no se ven restos de murallas
de piedra que cerquen y delimiten el lugar habitado del cerro.
En este yacimiento se pueden apreciar, bastante claramente, cuatro niveles
culturales, diferentes, de ocupación, que en principio y guiados únicamente por
los materiales recogidos en superficie, parecen corresponder a las edades: del
Bronce, Hierro, Romanización y Edad Media. Trataremos de identificar con algo
más de amplitud cada una de estas etapas.

Primera etapa:
En el término denominado MURBA, en la zona Norte del yacimiento, apa-
recen esparcidos numerosos fragmentos de silex nativo, con una fuerte pátina
tomada por el contacto con los agentes atmosféricos. La mayoría de las piezas son
nódulos, pero también existen piezas que presentan restos de talla. Entre éstas se

114
pueden señalar: varias lascas, una de ellas con planos afacetados, y otra con reto-
ques para punta; un raspador, que puede ser fortuito, y una raedera.
Toda esta gran cantidad de silex que se encuentra nos hace pensar en un asen-
tamiento de la Edad del Bronce, del tipo de los talleres al aire libre, y que sería
uno más en la ya amplía serie reconocida én el Condado de Treviño y más concre-
tamente en la cuenca del río Ayuda (5).
Segunda etapa:
Algo más alto que esta zona descrita y hacia el Este-Suroeste del monte, casi
en su parte alta, se encuentran en superficie abundantes fragmentos de cerámica,
lo que parece indicar un núcleo de población de bastante consideración. El núcleo

115
DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO

central debe situarse en la parte Sureste del cerro, siendo éste el punto donde se
da la mayor densidad de hallazgos cerámicos. Incluso el color de la tierra es más
oscuro que en el resto del montículo. En la última prospección realizada, en las
fincas labradas recientemente, se pudo apreciar con bastante claridad esta zona de
mayor densidad del habitat del Hierro y situación de las viviendas, recogiéndose
abundantes fragmentos de manteado, similar al del localizado en otros yacimien-
tos alaveses, como Oro (6) y Henayo (7). Al lado opuesto, en la ladera Oeste, se
aprecian restos muy claros de paredes que parecen corresponder a una fase tardía
de esta segunda etapa.
Los abundantes materiales cerámicos —aunque muy fragmentados—, nos
indican una correspondencia con culturas de la Edad del Hierro.
Entre los objetos recuperados citaremos:
1 fíbula de hierro incompleta de la que queda el arco, parte del pie y del mue-
lle. Es una fíbula anular hispánica del tipo «Golfo de León», con arco semicircular
de varilla y muelle formado por las vueltas de la aguja (lámina II. 44). Semejantes
a esta fíbula se han encontrado ejemplares en los yacimientos del Castro de las
Peñas de Oro (Zuya, Alava) en la Atalaya (Cortes de Navarra) (), en Ampurias y
yacimientos del Sur de Francia (9).
1 bola de piedra, utilizada posiblemente como proyectil.
1 bolita de cerámica.
1 alisador.
Trozos de escoria, huesos de animales, etc.

Cerámica:
Se pueden diferenciar varias clases y tipos; la más abundante es la de pasta
ordinaria con desgrasantes gruesos, de tonos grises, negruzcos y rojizos, algunos
con la superficie alisada. Otra calidad es la de pasta más fina y con pocos desgra-
santes, las paredes son también más finas y la superficie generalmente espatulada
y de color negro. Separándose de estos tipos se encuentra también una cerámica,
a torno, de color anaranjado o gris, de tipo «celtibérico».
La mayor dificultad para señalar sus formas o perfiles, es la de su excesiva
fragmentación, no obstante la mayoría parecen corresponder a formas con bordes
rectos o vueltos hacia afuera (lámina II-III). Hay abundantes fragmentos de cuen-
cos globulares pequeños de cerámica de pasta fina espatulada (lámina 11-20-21-
31 - 111-7--9).
Fondos: Se han encontrado fondos planos (lámina 11-23-32-34); cóncavos
(lámina II-30-33-36) y de pie (lámina II-15).
Formas de suspensión: Un fragmento de asa (lámina 11-24). Decoraciones:
Todos los fragmentos recogidos con decoración —excepto cinco— la tienen en el

116
117
borde. Estas decoraciones consisten en su mayor parte en impresiones digitales,
ungulaciones e incisiones (lámina II-5-6-12-13- 39-40-41-42-43). De los cinco
fragmentos que tienen la decoración entre el cuello y el cuerpo, dos de ellos con-
sisten en cordones con impresiones digitales (lámina 11-22) y otro con círculos
impresos (lámina 11-14). Otro fragmento con ungulaciones (lámina 11-3). El
quinto fragmento, que es de pasta fina espatulada de color negro, tiene una in-
cisión circular, posible alojamiento de una incrustación metálica (lámina 111-9).
Algunos fragmentos de espatuladas presentan restos de pintura en el borde. Todas

11
DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO

estas cerámicas son muy semejantes por sus formas y decoraciones a las recogidas
en el Castro de las Peñas de Oro y el Castro de Henayo, en la provincia de Alava.
En cuanto a los fragmentos de cerámica de tipo celtibérico recogidos, parecen co-
rresponder a vasijas de gran tamaño, semejantes a algunos ejemplares del poblado
de La Hoya (Laguardia, Alava) (10). Entre ellas existen varias de color gris. Un
fragmento conserva restos de pintura: tres rayas horizontales (lámina 11-7 al 11).
Todos estos materiales nos indican un poblamiento de la Edad del Hierro,
quizá de tradición indígena, con una proyección importante en la II Edad del
Hierro.

Tercera etapa:
En la parte superior del monte y en la misma cumbre, existe un recinto cua-
drangular, bien delimitado por estar cercado por unos taludes triangulares forma-
dos por piedras y tierras, que lo rodean, y que alcanza en algunos sitios una altura
de 2 metros (fotos 2-3-4).
Su sección exacta es posible verla actualmente, debido a que estos taludes
sirvieron como cantera hace unos años para construir la carretera que pasa a sus
pies. En estos cortes es donde se pueden apreciar bien las medidas del talud, que
son de: 2 metros de alto por 12 metros de ancho en la base, en la parte Sur, y de

119
1,05 metros de alto por 5,20 metros de ancho, en la parte Este. Todo el centro del
recinto es más o menos plano (lámina IV).
Todo hace suponer que este recinto, por sus características, corresponda a un
asentamiento, en el poblado, en época romana. Pudo ser utilizado como defensa
o punto de vigilancia, máxime si se tiene en cuenta que a 1 kilómetro escaso en

120
121
DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO

línea recta hacia el Noroeste, está situado el yacimiento romano de San Andrés de
Argoté, sólo separado de este recinto por el río Ayuda (foto 5).
Como material típicamente romano únicamente se han encontrado, en este re-
cinto, un fragmento de molino, de 50 centímetros de diámetro y de 17 centímetros
hasta el agujero central. En la ladera Sur se encontraron también unos pequeños
fragmentos de sigillata.
Cuarta etapa:
Aparte de todos estos materiales se han recogido, también, fragmentos de ce-
rámica medieval, lo cual nos indica que el poblamiento perduró bastante tiempo,
posiblemente hasta que se trasladaron al actual pueblo, que es de bastante antigüe-
dad. El mismo topónimo del pueblo corrobora la tesis de este primer poblamiento
en la parte alta.

SAN ANDRES (Argote)


Cercano al anterior, se encuentra este yacimiento de SAN ANDRES (foto 5).
Está situado a unos 200 metros al Sureste de las Ventas de Argote, a la derecha
de la carretera Vitoria-Logroño por Bernedo. Sus coordenadas geográficas son:
Longitud, 1° 01’. Latitud, 42° 42’ (lámina I).
Es un altozano de gran extensión, de terreno de cultivos. Por todo su contor-
no —excepto por su lado Sureste— está rodeado por un gran talud, quedando el
poblado en alto, como una gran terraza elevada. El borde de este talud pudiera
corresponder bien a la base de las defensas artificiales —de piedra o empaliza-
da— de este recinto. Esta defensa se ve favorecida por los lados Norte y Oeste
que, por estar bordeados por el río Ayuda, cuentan con un foso natural. En el lado
Oeste existe una rampa de bajada muy suave, que va hasta el meandro que el
citado río tiene junto a la carretera de Torre ¿Sería un camino de comunicación
con el poblado de LOS CASTILLOS? Otro de los accesos al recinto parece ser un
camino que partiendo de las Ventas de Argote, atraviesa el recinto de Norte a Sur,
de carácter antiguo y que pudiera corresponder al cardo máximo.
El material recogido en superficie es muy abundante y diverso. Se ha encon-
trado: una estela, una moneda, un pondus, una fusayola y un hacha de ofita, así
como gran cantidad de cerámica —sigillata y vulgar—, que a continuación rela-
cionamos.
Estela: (fotos 6 y 7). En las primeras prospecciones que se realizaron, se en-
contró al borde del camino que atraviesa el recinto, dos fragmentos de una estela
díscoidea. Sus dimensiones son de 1,20 metros de alto por 0,9 metros de diáme-
tro. En el fragmento de la parte superior aparece la cabeza de un hombre cubierto
con una especie de bonete que porta un escudo redondo. La escena está bordeada
por un aro con dientes de lobo. El fragmento que corresponde al extremo inferior,

122
123
tiene la misma decoración de dientes de lobo y entre ésta, una punta de lanza. Rea-
lizada la recomposición de estos dos fragmentos, se ve que coinciden los arcos de
los círculos. Esta estela pertenece a las llamadas «Estelas del Jinete», de las que
hay varios ejemplares en Alava (11). Es analizada por J. C. Elorza en este tomo de
«Estudios de Arqueología Alavesa» (12).
MONEDA. Es un pequeño bronce de regular conversación, siendo ilegibles
sus lecturas.
Anverso: Constantino II. Su busto diademado y con manto, a la derecha. Le-
yenda ilegible.
Reverso: Dos soldados afrontados a un lábaro. La leyenda de esta cara tam-
bién es legible.
Por comparación conotras monedas del mismo tipo, seguramente fue acuñada
hacia el 337 d. de C. (13).
PONDUS o pesa de telar de forma troncopiramidal, de color anaranjado, per-
forada en su parte superior. En Iruña se han encontrado pondus iguales (11) (lá-
mina VI-1).

124
FUSAYOLA de cerámica, de color anaranjado, decorada con líneas circu-
lares por su parte inferior que es cóncava (lámina VI-6).
LUCERNA, fragmento de un ejemplar de disco, sin decoración.
HACHA DE OFITA de pequeño tamaño (lámina VI-2). El que haya apare-
cido en un yacimiento romano posiblemente sea debido a una casualidad o a una
perduración de tipo ritual, hecho que ya se ha dado en varias necrópolis romanas
(14). También se encontró el fragmento correspondiente al talón de otro ejemplar.
CERAMICA, muy abundante, se distingue la cerámica del tipo Terra sigillata
y la cerámica vulgar. Dada la gran cantidad de fragmentos recogidos, únicamente
describiré los fragmentos de mayor interés. Para su clasificación he utilizado los
estudios de Mezquiriz (15).
tErra sigillata Hispánica (lámina V-VI)
1. Fragmento de color rojo oscuro decorado con motivos vegetales, línea de
círculos y un friso central con puntas de flecha, el resto no se aprecia.

125
1. Fragmento de fondo de vaso de forma 30, color rojo anaranjado. Presenta
restos de decoración de metopas con grupos verticales y horizontales de puntas de
flecha y una línea de puntos, separadas por cuatro líneas onduladas.
2. Fragmento de forma 37 de color rojo anaranjado muy claro, con decoración
de círculos y líneas incisas.

126
DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO

4. ragmento de fondo de forma 37 con barniz rojo brillante. Decoración de


círculos con línea ondulante y tema vegetal en el interior, separados por un motivo
vertical (lámina V-4).
5. Fragmento de fondo de forma 37 de color rojo claro con decoración de
piñas. En la parte inferior tiene un grafito (lámina V-5).
6. Fragmento de forma 37, con barniz rojo muy oscuro. De la decoración sólo
quedan tres círculos concéntricos de una metopa de diferente tamaño y dos frisos
(lámina V-6).
7. Fragmento de forma 37 con barniz rojo oscuro. La decoración está formada
por metopas separadas por grupos verticales de puntas de flecha y líneas ondula-
das (lámina V-7).
. Fragmento de color rojo brillante decorado con figuras de animales (cone-
jos) a la barbotina y círculos pequeños y grandes separados por una línea incisa
(lámina V-).
9. Fragmento de borde de forma lisa, color rojo brillante (lámina V-9).
10. Fragmento de borde de forma lisa (lámina V-10).
11. Fragmento de borde de forma lisa (lámina V-11).
12. Fragmento de borde de forma lisa, color rojo anaranjando (lámina V-12).
13. Fragmento de borde de forma lisa (lámina V-13).
14. Fragmento de borde de forma , color rojo anaranjado (lámina V-14).
15. Fragmento de borde de forma , color rojo claro (lámina V-15).
16. Fragmento de borde de forma 37 tardía, color anaranjado (lámina V-16).
17. Fragmento de forma 37 con barniz rojo, restos de decoración de dos cír-
culos concéntricos, el exterior dentado.
1. Fragmento de forma 37, con restos de decoración de dos círculos concén-
tricos y tema vegetal en el centro.
19. Fragmento de forma 37 con barniz rojo claro, restos de decoración de
grandes flores.
20. Fragmento de forma 37, con barniz rojo claro, restos de decoración.
21. Fragmento de fondo de forma lisa, color rojo claro.
22. Fragmento de fondo de forma lisa.
23. Fragmento de fondo de forma lisa, con barniz rojo claro.
24. Fragmento de borde de forma 2 (lámina V núm. 24).
25. Fragmento de borde de forma 36 (lámina V-25).
26. Fragmento de borde de forma 37 con restos de decoración (lámina V).
27. Fragmento de borde de forma lisa de color rojo claro (lámina V).
2. Fragmento de forma lisa, color rojo anaranjado (lámina V).

127
DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO

29. Fragmento de forma 37 tardía, con restos de decoración poco visibles


(lámina V).
30. Fragmento de forma 15-17 lisa, color rojo claro (lámina V).
31. Fragmento de fondo de vaso de forma lisa, color rojo anaranjado (lámi-
na V).
32. Fragmento de fondo de vaso de forma 37 de color rojo anaranjado con
restos de decoración (lámina V).
33. Fragmento de fondo de forma lisa (lámina V).
34. Fragmento de forma 37 con restos de decoración.
35. Fragmento de forma 37 con barniz rojo anaranjado y restos de decoración.
36. Fragmento de borde de forma lisa con barniz rojo anaranjado.
37. Fragmento de forma  lisa con barniz rojo claro.
3. Fragmento de borde de forma , color rojo claro.
39. Fragmento de forma 37 de color rojo claro, con restos de decoración.
40. Fragmento de borde de forma 36 lisa con barniz rojo anaranjado.
41. Fragmento de forma 37 tardía con decoración de rombos.
42. Fragmento de fondo de forma lisa con un grafito.
43. Fragmento de borde de forma 36 color rojo claro con decoración de bar-
botina en el borde.
44. Fragmento de borde de fuente con decoración exterior a la barbotina.
45. Fragmento de forma 37 de color rojo claro con decoración de círculos.
Tiene un grafito en la parte inferior (lámina VI-3).
46. Fragmento de forma 2 de color rojo claro.
47. Fragmento de color rojo anaranjado con decoración de círculos rellenos
(lámina VI-5).
4. Fragmento de color rojo oscuro con decoración de medios rombos y un
grafito (lámina VI-4).
49. Fragmento de color rojo oscuro ccn decoración de motivo cruciforme, tal
vez de influencia gálica, y motivos vegetales.
50. Fragmento de forma 37 de color rojo brillante, su decoración está formada
de metopas separadas por puntas de flechas entre líneas onduladas; una metopa
tiene motivos vegetales, algunos de éstos son rosetas dentro de círculos, en la otra
metopa hay un león y rosetas en las esquinas que se ven. Luego hay un friso infe-
rior. Debajo del león hay una estampilla cuyo nombre va impreso dentro de una
cartela, tiene cuatro letras en cursiva que son: Este tipo de marcas
es poco frecuente.
51. Fragmento de borde, forma 2, color rojo anaranjado, con restos de deco-
ración motivo vegetal, similar a decoraciones en barbotina.

12
Cerámica vulgar
1. Fragmento de borde y asa de cerámica vulgar de pasta rosa, con acanala-
duras (lámina V-17).
2. Fragmento de borde y asa de jarra de cerámica vulgar de pasta rojiza con
acanaladuras (lámina V-1).
3. Fragmento de borde de cerámica vulgar de color rosa.
4. Fragmento de borde de escudilla de cerámica vulgar de pasta rosa (lámi-
na V-23).
5. Fragmento de borde de plato de cerámica vulgar de pasta rojiza.
6. Fragmento de fondo de cerámica vulgar de pasta rojiza (lám. V-21).
7. Fragmento de fondo de plato de cerámica vulgar de pasta amarillenta.
. Fragmento de fondo de cerámica vulgar barnizada de color rojizo (lámi-
na, V-22).
9. Fragmento de borde y asa de cerámica vulgar barnizado de color rojizo.
10. Fragmento de borde de cerámica vulgar de pasta amarillenta.
11. Fragmento de fondo de cerámica vulgar de pasta anaranjada.
12. Fragmento de asa de cerámica vulgar de pasta anaranjada.

129
DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO

13. Fragmento de asa de cerámica vulgar de pasta amarillenta.


14. Fragmento de asita de cerámica vulgar barnizada, color rojizo.
Cerámica local
1. Fragmento de borde de color rojizo con una raya negra en el borde (lámi-
na V-20).
2. Fragmento de cerámica local de pasta negra (lámina V-19).
3. Fragmento de cerámica local de pasta negra.
4. Fragmento de cerámica local de color anaranjado con rayas negras.
5. Fragmento de cerámica local de pasta color marrón con decoración peinada.
Un fragmento de cerámica campaniense con barniz negro y blanco en el interior.

CRONOLOGIA
Para el yacimiento de los Castillos la cronología oscila bastante, como hemos
visto al hacer la descripción de los diferentes niveles. Se puede fechar desde el
Bronce final hasta la Alta Edad Media. Para el nivel del Hierro tenemos algunos
elementos, como la fíbula y la cerámica, que debido a sus paralelos con otros ya
datados nos pueden servir para su fechación, así por ejemplo, los del Castro de
Oro y de Henayo. La cronología para este nivel del Hierro II del yacimiento que
estudiamos podemos considerarla aproximadamente alrededor del s. v a. de C.
El asentamiento romano es lógico que sea paralelo al de San Andrés.
El yacimiento de San Andrés lo podemos fechar entre los siglos ii y iV d. de C.
Hay un fragmento de forma 37 con una estampilla intradecorativa que según Mez-
quiriz (14) dejan de usarse después del siglo II. También hay algunos fragmentos
de buena calidad por su barniz, que los podemos fechar muy bien entre los siglos
ii y iii, así como la forma 2 hispánica, que no es frecuente en el siglo iv. Como
elementos cronológicos del siglo iV tenemos una moneda, una estela y algunas
decoraciones de cerámicas tardías que son típicas de este siglo.

CONSIDERACIONES
Estos yacimientos, por su situación e importancia, parecen ser el centro de
una zona en la que se han dado diversos hallazgos arqueológicos, como son las
lápidas, ya citadas, de San Martín de Galvarín, de Sarazo y de N.a S.a del Gra-
nao. Por la abundancia de material parecen habitat importantes, comprobado en el
hallazgo de otros yacimientos próximos, como uno inédito, situado entre el km.
21-22 de la carretera de Treviño a las Ventas de Armentia, del mismo tipo que el
de San Andrés, que posiblemente estarían en una calzada que los uniría entre sí e
incluso con otros que existen, siguiendo el trazado de antiguos caminos y actuales
carreteras.

130
DOS NUEVOS YACIMIENTOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO

Un estudio posterior más amplio, acompañado de excavaciones, nos puede


llevar a situar en estos yacimientos algunas de las ciudades citadas en las fuentes
clásicas.

BIBLIOGRAFIA
1) J. C. Elorza, Ensayo topográfico de Epigrafía romana alavesa, en «Estudios de Arqueología
Alavesa». T. II, Vitoria 1967.
2) J. C. Elorza, Un posible centro de culto a Epona en la provincia de Alava, en «Estudios de
Arqueología Alavesa». T. IV. Vitoria 1970.
3) A. llanos, En torno al bajorrelieve de Marquínez (Alava), en «Estudios de Arqueología
Alavesa». T. II. Vitoria 1967.
4) J. M. Barandiarán, Excavaciones en el Montico de Charratu y Sarracho (Albaina-Treviño),
en «Estudios de Arqueología Alavesa». T. II. Vitoria 1967.
5) E. J. VallEspi, Talleres de sílex al aire libre en el País Vasco-meridional, en «Estudios de
Arqueología Alavesa». T. III. Vitoria 196.
6) ugartEcHEa, llanos, Fariña, agorrEta, El Castro de las Peñas de Oro (Zuya-Alava), en
«Estudios de Arqueología Alavesa». T. I. 1966.
7) J. Fariña, El Castro de Henayo, en «Estudios de Arqueología Alavesa». T. III. 196 (Memo-
ria de excavaciones en preparación).
) J. Fariña, Fíbulas en el País Vasco-Navarro, en «Estudios de Arqueología Alavesa». T. II.
Vitoria 1967.
9) M. alMagro, Sobre el origen posible de las más antiguas fíbulas anulares hispánicas. «Am-
purias» XXVIII. Pgs. 215-236. Barcelona 1966.
10) El despoblado celta de la Hoya (Laguardia). Prospecciones de 1950. «Memoria inédita de
la Sociedad de Amigos de Laguardia».
11) G. niEto gallo, El Oppidum de Iruña. Vitoria 195.
12) J. C. Elorza, Dos nuevas estelas alavesas, en «Estudios de Arqueología Alavesa», T.V.
Vitoria, 1972.
13) I. Fariña, Monedas romanas de Solacueva, en «Investigaciones Arqueológicas en Alava».
1957-195. Institución Sancho el Sabio. Vitoria 1971.
14) J. M. ugartEcHEa, Notas sobre el yacimiento de Salvatierra (Vitoria), en «Estudios de
Arqueología Alavesa». T. II. Vitoria 1967.
15) M. A. MEzquiriz, Terra Sigillata hispánica, en «The Willian L. Bryant Foundation». Valen-
cia 1961.

131
DOS NUEVAS ESTELAS ALAVESAS

Juan Carlos Elorza

Entre las varias estelas que han sido localizadas últimamente en la provincia
de Alava (1), y que todavía permanecen inéditas, presento hoy el estudio de dos
de ellas, desgraciadamente ambas fraccionadas, que tienen en común la incisión
como técnica de elaboración. Proceden de dos yacimientos de abundante material
arqueológico, y cada una de ellas se puede incorporar, por su tema iconográfico,
a círculos bien conocidos dentro y fuera de la provincia.
En primer lugar me ocuparé de la estela de Argote. Se han localizado dos
fragmentos (2) que constituyen algo más de un tercio de la pieza completa. Un
fragmento —al que llamaremos A—, correspondiente a la cabecera, y un frag-
mento —B—, correspondiente a la base. Se trata sin ningún género de dudas
de una estela discoidea cuyas dimensiones serían 1,20 m. de alto y 0,9 m. de
diámetro.
Una serie de datos objetivos ayudan, y al mismo tiempo dificultan la recom-
posición de la figura. En el fragmento —A— aparece la figura de un hombre
cubierto por una especie de bonete y con un escudo redondo. La posición de
la cabeza es de perfil, mientras que el cuerpo, conservado casi hasta la cintura,
aparece en posición frontal en violento escorzo. La escena está delimitada por
un arco circular, parte de un anillo, decorado con dientes de lobo. El fragmento
—B— comporta la base que habría de introducirse en la tierra, otra sección del
círculo con la misma decoración en dientes de lobo, y en el lado derecho, entre la
decoración, una punta de lanza.
Tomadas las medidas de los dos fragmentos vemos que coinciden los arcos
correspondientes a los tres círculos que aparecen en los fragmentos. Por otra par-
te, la verticalidad presumible de la figura, y la seguridad de la posición de la base
nos obliga a intentar la recomposición a partir de la figura 2. La posición del per-
sonaje representado, la postura de su brazo derecho y la colocación del escudo

133
nos inclina a prescindir de la posibilidad de que se tratara de una persona a pie,
máxime que en este caso la lanza iría completamente dirigida hacia el suelo, cosa
que no ocurre en ninguna de las pizas que conocemos. Es por tanto perfectamente

134
aceptable teniendo además en cuenta la proximidad de la estela del jinete de Iruña
(3), las numerosas piezas burgalesas (4), los ejemplares navarros (5), etc., que se
trate de una nueva lápida con una representación del tipo del jinete ibérico. Existe
sin embargo en la estela otro dato objetivo, me refiero a la colocación de la punta de
la lanza, que dificulta grandemente su recomposición. En efecto, el asta de la lan-
za debe ser lógicamente la prolongación de la nervadura de la hoja. En este caso el
asta iría colocada como queda indicado en la figura 3, posición a., pero así nunca
sería alcanzada por la mano del caballero. La posición correcta del asta es como
queda indicado en la figura 4, para lo cual no tenemos otra cosa que hacer sino pro-
longar una raya que existe trazada a la altura del escudo. En este caso, sin embar-
go, queda fuera de la composición la punta de flecha cuya identificación es indu-
dable. A pesar de que en varias estelas ibéricas es frecuente la presencia de lanzas

135
y flechas fuera de la composición central (6), en todos los casos se trata de lan-
zas hacia arriba con una significación cultural bien precisa. Por tanto aceptamos,
aunque resulte forzada, la posición b. que aparece en la figura 3. Esto nos lleva a
imaginar que la composición original de la pieza íntegra se atendría más o menos
a un modelo similar al que proponemos en la figura 5.
Prescindiendo del simbolismo de la figura equestre (7) y de intentar localizar
paralelos de esta representación, existen a pesar de todo una serie de circunstancias
que permiten relacionar la pieza que ahora presentamos con otras ya conocidas.
En primer lugar su forma discoidea en sentido estricto (no como algunas piezas
de Lara de los Infantes donde se trata de estelas de cabecera circular mal llamadas
discoideas) la ponen en relación directa con algunas estelas de Clunia () y otras
del grupo cántabro (9). Con las primeras presenta además la similitud de la orla
externa enmarcando la composición, aunque en el caso de Clunia se trate de una
faja lisa terminada en cabeza de serpiente, y en nuestro caso sea una decoración en

136
dientes de lobo. Con las segundas presenta la semejanza de la presencia de varios
círculos concéntricos a partir del eje de la piedra.
Por su técnica la mayor similitud la presenta con la estela del jinete de Iruña.
Como en este caso también ahora el trazo es firme y seguro, no como ocurre en
la cercana estela guipuzcoana de Andre-Arriaga, de tema parecido (10), donde la
imprecisión de la figura es una de las razones de su difícil interpretación. La figu-
ra de un jinete lancero y la presencia de la caetra nos inclinarían a fechar esta pie-
za en una época muy antigua, como en el caso de Iruña. Sin embargo, el resultado
incorrecto que se deduce del intento de recomposición, la presencia del bonete
con que se cubre el personaje y el ambiente arqueológico del yacimiento (11), nos
inclinan por fechas bastante más modernas, por lo menos finales del siglo iii.
La posición tan inclinada de la lanza no sólo no aparece en ninguna de las
estelas que conocemos, sino que tampoco la encontramos en las abundantes re-

137
presentaciones de los jinetes ibéricos de las monedas hispánicas. Unicamente al-
gunos denairos de Celsa, y los ases de Bolscan, Osca y Jaca principalmente (12),
presentan jinetes con la lanza algo inclinada hacia abajo. En las monedas ibéricas
la lanza constituye el eje horizontal del disco, y siempre el jinete aparece en posi-
ción de ataque (lo mismo ocurre en la estela de Trua.).
El hecho de que el jinete vaya cubierto es muy frecuente en las monedas
ibéricas, pero en todos los casos se trata de representaciones de cascos guerreros.
Por otra parte los tocados ibéricos, tan estudiados (13), no revelan nada semejante
a lo nuestro. El jinete de nuestra estela lleva un bonete prácticamente igual al
que aparece en las representaciones de los tetrarcas (14), y en toda una serie de
sarcófagos paleocristianos con la escena de la detención de Pedro (15). El Pileum
pannonicum, pues de esta pieza se trata, es de sobra conocido como indumento
militar de baja época, y consiguientemente perfectamente fechable.

13
Nos encontramos, pues, ante una pieza tardía, de fuerte sabor arcaizante, en
perfecta armonía cronológica con sus vecinas estelas de Saraso, y técnicamente
muy cercana de la también próxima estela de San Martín de Galvarín (16).
La segunda pieza que presentamos aparece también grabada, o mejor incisa,
sobre una piedra arenisca localizada por D. Lorenzo Ugarte en el yacimiento de
la Hoya. La piedra ya de por sí muy deleznable aparece muy maltratada y con-
serva únicamente algo más de la mitad del «emblema» de la figura representada.
A mi juicio representa una cabeza de bóvido (de toro), muy esquemática, muy
elemental, pero suficientemente clara. Sobre el testuz, entre los cuernos, parece
insinuarse una roseta, lo cual pondría la pieza de Laguardia en relación directa
con algunos de los ejemplares estudiados por Uranga y procedentes de la zona

139
DOS NUEVAS ESTELAS ALAVESAS

navarro-aragonesa (17). No acertamos a interpretar el significado de la figura


«escutiforme» colocada bajo el morro del animal, ni tampoco la serie de líneas
incisas que completan la figura. Sin embargo, una decoración parecida aparece en
una lápida de Sos del Rey Católico (1).
Suponiendo que se trate de la figura de un toro, cuya recomposición hipotéti-
ca ofrecemos (fig. 7), su sentido cultural es suficientemente claro (19).
Estas dos nuevas lápidas vienen por tanto a sumarse a la ya larga serie de es-
telas decoradas de la provincia de Alava, y concretamente al número de las estelas
incisas que constituyen un capítulo importante, juntamente con el de los relieves,
en la plástica provincial romana del norte de la península en el Bajo Imperio.

N O T A S
(1) Con posterioridad a mis anteriores trabajos, Ensayo Topográfico de Epigrafía romana ala-
vesa, Estudios de Arqueología Alavesa 2, y Estelas Romanas decoradas de la Provincia de Alava,
Estudios de Arqueología Alavesa 4, he localizado otras siete inscripciones o lápidas todavía inéditas.

140
DOS NUEVAS ESTELAS ALAVESAS

(2) Agradezco a D. Juan A. Madinaveitia el haber localizado, recuperado y depositado en el


Museo Provincial de Arqueología de Alava la pieza que me ocupa, y el haberme proporcionado los
datos del hallazgo.
(3) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 195.
(4) A. garcía BEllido, Esculturas Romanas de España y Portugal, 1946, especialmente n.° 367-
-9, con blibliografía anterior.
(5) J. C. ELORZA, Un taller de escultura romana en la divisoria de Alava y Navarra, Cuader-
nos de Trabajos de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma XIII (1969) 53 y ss.; A.
Marcos pous, Una nueva estela romana procedente de Lerga (Navarra), Príncipe de Viana, 0-1
(1960), 319 y ss.
(6) J. M. BlázquEz, L’heroisation équestre dans la Peninsule Ibérique, Celticum, VI, 410, pl.
I, figura 1 y 2. Estelas de Calaicete y Caspe.
(7) Idem, 1. c., con bibliografía anterior.
() A. garcía BEllido, Esculturas romanas de España y Portugal, 1949, n.° 366, lám. 267.
(9) J. carBallo, Las estelas gigantes de Cantabria, Cuadernos de Estudios Gallegos, IX (194),
5 y ss.
(10) I. Barandiarán, Tres estelas en territorio de los vascones, Caesaraugusta, 196.
(11) Cfr. en este mismo número de la revista el trabajo de F. Urturi.
(12) A. M. dE guadan, Numismática Ibérica e Ibero-Romana, 1969, figura 262, 376, 377, etc.
(13) A. Fz. dE aVilés, Escultura del cerro de los Santos. La colección Velasco (M. Antropológi-
co) en el M. A. Nacional. AEArq. XVI (1943), 361 y ss.
(14) Cfr. p. e. la escultura de pórfido de San Marcos de Venecia o la de Nis (Yugoslavia).
(15) G. BoVini, I sarcofagi Paleocristiani della Spagna, 1945, n.° 14, 16, 21, etc.
(16) J. C. Elorza, Ensayo topográfico de epigrafía romana alavesa, Estudios de Arqueología
Alavesa II, 1967, n.° 100.
(17) J. E. uranga, El culto al toro en Navarra y Aragón, IV Symposium de Prehistoria Penin-
sular, 1966, 223, 231.
(1) A. garcía BEllido, 1. c., n.° 390, lám. 275.
(19) J. C. Elorza, Estelas decoradas romanas en la Provincia de Alava, Estudios de Arqueo-
logía Alavesa, IV (1970), 244 y ss.

141
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS
DE EUROPA, DEL CANTABRICO AL TAJO,
Y LA NUEVA ESTELA DE CASTRO URDIALES

M.a Lourdes Albertos Firmat

Sencillo homenaje póstumo a


D. Manuel Gómez Moreno

En 1925, en un trabajo titulado Sobre los iberos: el Bronce de Ascoli, (1)


hablando de los ligures, es decir, del pueblo indoeuropeo no celta cuyas hue-
llas descubría en fuentes tanto arqueológicas como lingüísticas (sobre todo de la
onomástica personal), decía D. Manuel Gómez Moreno: «Baste declarar que las
facciones del pueblo aludido constituyen nuestros cántabros, astures y vettones,
lusitanos, tormogos y vácceos, y que sus tribus más orientales en las provincias
vascas modernas serían los autrígones, caristios y várdulos, cuyos indicios de
onomástica lo delatan así, segun veremos» (Misceláneas p. 241).
Ya antes, en 1922, en otro trabajo que quedo inédito hasta 1949 —Ensayo de
Prehistoria española—, había escrito: «el tercer foco de cultura, ligúrico, abar-
ca el resto de la Península, o sea, el cuadrante del NO, salvo las penetraciones
célticas de Galicia y el Idúbeda, y sus tribus son los llamados cántabros, astu-
res, calaícos, lusitanos, vetones, vácceos y autrigones, que han dejado un sustrato
monumental muy vivo, gracias a lo incompleto de la romanización posterior»
(Misceláneas p. 0).
Como antes he indicado, una de las bases en que Gómez Moreno asentaba
tales asertos, era el estudio de la onomástica personal hispana, y en muchas oca-
siones el mismo estilo externo de las estelas y lápidas romanas, que en múltiples
detalles dejaban traslucir su indigenismo en medio de la influencia de los conquis-
tadores romanos. Así, entre otros, en el aspecto externo, la presencia de la svástica

143
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...

o signo solar (2) en formas más o menos modificadas, desde el signo claro hasta
una esquemática cruz, como entre los vadinienses, o rosas de varios pétalos, tos-
cas como las cántabras de Palencia, más hermosas como las de los tormogos de
Lara de los Infantes, discos de radios curvos, simples o dobles, como los que apa-
recen en Alava o en las magníficas estelas zamoranas de la zona de Villalcampo,
etc. (3).
Todo esto sin duda significativo de un arte indígena, más o menos rudimentario
que va desde los sencillos grabados de los cantos rodados vadinienses, hasta la
suma perfección de las estelas de Lara de los Infantes, y que se extiende por
todo el Norte —zona cantábrica y Meseta superior—, llegando hasta las mismas
riberas del Tajo. Además de estas svásticas más o menos esquematizadas o enri-
quecidas, son frecuentes otros signos como los arcos y símbolos lunares más o
menos estilizados. Si a estos caracteres externos sumamos los datos lingüísticos
que esas mismas estelas ofrecen, con la pervivencia hasta una avanzada época
del Imperio, de los nombres indígenas, incluidos los gentilicios —lo que indica
que Roma respetó gran parte de las características peculiares de estos pueblos—,
vemos que la unidad artístico-cultural que refleja la decoración externa de las es-
telas, se refuerza con la presencia de una cierta unidad lingüística, que se traduce
bajo la romanización, y es visible especialmente en la presencia de unos cuantos
antropónimos más característicos y frecuentes y de gentilicios, sobre todo los
terminados en —ico— y en —oco— (4).

En el trabajo de Gómez Moreno arriba citado, Miceláneas p. 235 ss., apoyaba


sus afirmaciones sobre un mapa en el que recogía la difusión de cuatro nombres
especialmente característicos y frecuentes: AMBATVS, BOVTIVS, DOIDENA,
TRITIVS. El número de los datos que él manejaba entonces es muy inferior a los
que yo pude recoger al hacer mi tesis doctoral, acabada en 195, que ya había au-
mentado en el momento de publicarse en 1966, y a los que por las mismas fechas
y utilizando casi las mismas fuentes recogía Untermann en su trabajo Elementos
de un atlas antroponímico de la Hispania antigua, en 1965; estos datos se han
ido aumentando sin cesar, como puede verse comparándolos con los mapas que
aparecen en mi reciente estudio Alava prerromana y romana, y que aun se han
aumentado en fecha recientísima (5). En el trabajo sobre Alava además de los ma-
pas relativos a Doidena y Tritius, se incluyen otros sobre la difusión de Segontius,
Segius, etc., Elanus, Elauus, Elaesus, y Araus, Araius etc., todos los cuales prue-
ban suficientemente, en mi opinión, la relación lingüística clara que existe entre
toda la región cantábrica, desde la región de Estella hasta los Astures Augustales,
en la confluencia Esla-Duero y zonas próximas, zona norte de la meseta superior
y a través de los restos hallados en las provincias de Avila y Salamanca hasta el

144
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...

territorio de los Vettones y Lusitanos de la región cacereña y limítrofes (parte de


Toledo, de Badajoz y zona oriental de Portugal).
En una simple observación de tales mapas se echaba de ver que había una
zona con menor densidad de hallazgos, casi una laguna: en el territorio de los
Autrigones, en la zona costera, al O. del Nervión, aunque hay restos romanos,
especialmente miliarios, hasta la fecha no se habían encontrado inscripciones con
huellas indígenas. Estas aparecían, sí, en las zonas de Alava y Burgos, cf. una
Doidena en Pancorbo, las divinidades Varna y Liu[ci]ma, en Cabriana, etc., pero
nada en la zona marítima.
¿Causas de esta falta de documentos? ¿Inexistencia o sólo desconocimiento
por un estudio arqueológico insuficiente? Esta segunda suposición parece ser la
correcta.
La bella ciudad marinera de Castro Urdiales es una de las que se disputa
con las vizcaínas Forua o Bermeo el honor de haber sido la Flaviobriga romana,
mencionada por Tolomeo. Es cuestión de saber si ha de situarse a la derecha o a la
izquierda del Nervión. Los indicios parecen favorecer a Castro, aunque también
en la zona vizcaína hay huellas romanas. En las proximidades de Castro Urdiales
han aparecido varios miliarios que indican distancias desde Pisoraca —Herrera
de Pisuerga—, restos de la correspondiente calzada y en la misma ciudad con
ocasión de derribos y cimentación de edificios, objetos varios, materiales de hipo-
causto, etc. Además si, como indica Plinio, Flaviobriga es el nombre que se dio a
una ciudad antes llamada Portus Amanus, esta afirmación se ve confirmada con la
existencia, a dos kilómetros de Castro, del lugar de Sámano, donde se encuentran
restos prehistóricos, es decir, que era una zona poblada desde una remota anti-
güedad. (Tal vez la forma correcta no fuera Portus Amanus, como transmiten los
textos, sino *Samanus, teniendo en cuenta el mismo topónimo Sámano e incluso
un nombre alavés con sufijo cántabro, Samaniego).
Pues bien, cerca de esta ciudad con indudables huellas de la época romana
y de poblamientos anteriores, sea o no sea la Flaviobriga de Plinio, apareció la
primera estela funeraria documentada en la región costera de los Autrigones. La
estela, dada a conocer en La Gaceta del Norte del 7 de noviembre de 1971, dice
así: (6)

D M / POS / ...L( ?).PVRAN/...E.DOIDE/...N.XXXXI ET/...F(?)

ANNAE/...N XX.ET IN( ?)/...ARAVS/...L.CA.PEPAE(?)

Está cortada todo a lo largo del lado izquierdo y por ello a partir del renglón
3.° faltan al comienzo de todos dos o tres letras. Hay un nexo an en el renglón

145
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...

3.0; ae en el 6.°, y dice Annae, no Anniae, como da el periódico; otro nexo et en


el 7.° y luego unas letras incomprensibles por una saltadura otro nexo Ar en el
.° y probablemente ae al final del 9Y, renglón este que no alcanzo a interpretar.
Antes de las respectivas edades, restos de la n de an (norum); como los numerales
parecen tener trazos enlazados, Purana podría tener 41 o 45 años.
El conjunto del epígrafe podría leerse así: D(is) M(anibus) pos(uit) [ Puran
[a] e Doide [ri f(iliae)] [a] n(norum) XXXXI et f(iliae) (?) Annae [a] n(norum) XX
et In [ (?) Araus... (final inseguro). Ver la fotografía más adelante.
Así pues la estela la dedica Araus, posiblemente a su esposa Purana, hija de
Doiderus, de 41 años, y a su hija Anna de 20. De estos nombres, Purana es nuevo,
pero Araus, Anna y Doiderus, son bien conocidos, y su hallazgo, sobre todo el
de Araus y Doiderus en esta zona, contribuye a sustentar con nueva fuerza la ya
citada afirmación de Gómez Moreno de esa unidad de pueblos, que él llama ligu-
res, pero que basta suponer indoeuropeos no específicamente celtas, que se docu-
menta en nuestra Península desde la zona del Ega en Navarra, pasando por Alava,
Burgos, etc., hasta el Esla, y desde el mar Cantábrico hasta Emerita Augusta.
Examinemos brevemente por separado estos nombres:
Doiderus se presenta en las variantes Doiterus, Douiderus, Douiterus, Do-
biterus, y se documenta de E. a O. en Marañón (Navarra), Sales, y Sta. M.a de
Gamonedo en Asturias; Armada, Sorribas, Crémenes, Argovejo, Valmartino y
Pedrosa del Rey, en la montaña de León, donde también aparece el gentilicio
Doiderigum, en La Remolina, cerca de Riaño; Luriezo (Santander); Monte Cildá
(Palencia); Fresnadillo (Zamora); Avila; Hinojosa de Duero (Salamanca); Coria y
Trujillo en Cáceres, y Mérida en Badajoz. En cuanto al femenino, que presenta en
las formas Doidena, Doitena, Douidena, Douitena, Dobiteina y Douiteina, Doidi-
na y Douidona, lo encontramos documentado en Marañón (Navarra); Pancorbo y
Lara de los Infantes (Burgos); Monte Cildá (Palencia); Soto de Cangas (Asturias);
Barruecopardo, Hinojosa y otros (Salamanca); Idanha-a-Velha (Portugal, cerca de
la frontera con Cáceres), etc. Como puede observarse, el núcleo de mayor con-
centración corresponde a la zona cántabro-astur, sobre todo entre los Vadinienses
del alto Esla, con difusión hacia el E., Pancorbo, Lara, Marañón, y hacia el S.,
Zamora, Salamanca, Cáceres y regiones limítrofes.
Araus presenta —en el estado actual de los conocimientos epigráficos, que
cambia y aumenta sin cesar con nuevos hallazgos—, una difusión similar aunque
algo más restringida.

146
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...

De E. a O. encontramos en Eslava (Navarra) Araca; en Alava Ara, Araius


y Araica; en Hontoria de la Cantera (Burgos), Araus; también en La Lloraza y
Soto de Cangas (Asturias); Monte Cildá (Palencia); un Zoela, entre los Astures
Augustales; en la, zona de Villalcampo (Zamora); y otro Araus aislaen Tarragona;
además las variantes Arabus de Valera de Arriba (Cuenca): Arabinus en el Bierzo;
Arauica y Arabica, en León y Astorga, todos correspondientes a gentes astures;
además gentilicios Arauum de Crémenes y Riaño (León), y Arauorum de Mérida,
sin contar los topónimos, sobre todo de la región alavesa (5). Es decir, que como
para Doiderus la zona de mayor concentración es la cántabro-astur, con bastantes
testimonios también en la región alavesa.
En cuanto a Anna, si bien de valor lingüístico menor por estar basado en el
balbuceo infantil, señalemos que también la mayoría de sus hallazgos correspon-
den a las mismas regiones ya citadas para Doiderus y Araus, ya que lo encontra-
mos en Lara, Peñaranda de Duero y Peñalba de Castro (Burgos); Palencia y Monte
Cildá (Palencia); Crémenes (León); Piñeiro (Orense); Villalcampo y Santibáñez
de Vidriales (Zamora); Segovia; Trujillo (Cáceres; en Idanha-a-Velha (Portugal).
Por último Purana. Es un nombre nuevo y por ahora no conocemos otros
similares, pero posiblemente tenga relación con en hidrónimo Purón, afluente del
Ebro, que corre por la región de los Autrigones; un topónimo de forma idéntica
en Asturias cerca de Llanes; o Burón en la Montaña Leonesa, cerca de Riaño; en
Lugo, etc. Si su base radical tiene P- primitiva, estaríamos ante un nombre no
celta, es decir, ante un documento más de la presencia de pueblos indoeuropeos no
célticos, en el sentido estricto de la palabra; lo que sin duda quería indicar Gómez
Moreno cuando indentificaba a los Cántabros, Astures, Autrigones, etc., con los
Ligures.
Si a los nombres que aparecen en la estela de Castro Urdiales añadimos el
testimonio de los otros dos que en su trabajo de 1925 recogía Gómez Moreno,
Ambatus y Tritius, veremos que sus afirmaciones tienen bastante apoyo en la ono-
mástica personal. Ambatus, con sus variantes Ambaius, Ambaicus, etc., es espe-
ciamente frecuente la región alavesa, en la zona de los tormogos de Lara, en la
zona cántabro-astur, y entre los vettones de Salamanca y Cáceres, con otros ha-
llazgos más dispersos y coincide casi exactamente con la zona de las gentilidades.
Es decir, una vez más, que si unimos los datos que proceden de los antropónimos
indígenas, de la organización gentílica y algunos caracteres externos de las estelas
en que tales datos aparecen, sin contar otros estrictamente arqueológicos, queda
patente la unidad cultural y lingüística de esos pueblos, indoeuropeos no precisa-

149
DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...

mente celtas en sentido propio, cuya presencia en la Península Ibérica llena todo
el primer milenio a. C. y pervive largo tiempo aún, bajo el Imperio Romano,
constituyendo uno de los elementos básicos del pueblo español (7).

DOCUMENTO GRAFICO
Acompañamos este trabajo con algunas fotografías de estelas en las que apa-
recen bien algunos de los elementos decorativos comentados, bien algunos nom-
bres hispánicos característicos de la zona de que hemos hablado, bien ambas co-
sas en la misma estela. Unos y otros, aunque no son exclusivos de estas regiones,
sí son en ellas predominantes y por ello hemos hecho la selección de las estelas
que presentamos. Además se completa este documento gráfico con dos mapas de
la difusión de Araus y Doiderus, y sus variantes, en el estado actual de nuestros
conocimientos.
Agradecemos a D.a M. a Angeles Mezquíriz, de Pamplona, D. Félix González
Cuadra, de Castro Urdiales, descubridor de la estela que ha motivado este trabajo,
D. Francisco Diego Santos, de Oviedo, D. Virgílio Sevillano Carbajal, de Vallado-
lid, D. Basilio Osaba y Ruiz de Erenchun, de Burgos, D. Joaquín González Eche-
garay, de Santander, D. Carlos Callejo Serrano, de Cáceres, D. Armando Llanos y
D. Antonio Barrón, de Vitoria, su magnífica colaboración, proporcionándonos las
fotografías que publicamos y dibujando los mapas, que acompañan a este trabajo.
Las fotografías de las estelas leonesas fueron obtenidas por mí durante una visita
al Museo de San Marcos, de León, en septiembre de 1970.
Presentamos las fotografías en orden étnico y geográfico, de E. a O. y de N.
a S.

VARDULOS
1. Gastiain (Navarra). M(arcus) IVNIVS PATERNVS/ CANTABRI FILIVS...
Símbolos: Disco radiado. Decoración de vides, típica de Navarra y Alava.
2: Marañón (Navarra). MA(rco) CAE(lio) FLAVINO... MA(rco) CAE(lio)
FLAVO... DOITENA AMBATI CELTI F(ilia) SOC(ero) ET MARITO... Símbolos:
Doble creciente lunar.
3. Contrasta (Alava). SEGONTIVS (otros nombres ilegibles actualmente).
Símbolos: Disco radiado y creciente lunar.
4. Ibarguren (Alava). [An]NICIVS [Re12]VRRVS [Re]BVRRINI [/(dius)]...
Símbolos: Rosa de 14 pétalos. Decoración de vides.

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DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...

AUTRIGONES
5. Castro Urdiales (Santander). PVRAN(a_lE DOIDE[ri]. ET ANNAE ...ARA-
VS... (marido y padre de las difuntas). Símbolos: Svástica esquemática, reducida
a una cruz. Por estar incompleta la estela, no se perciben otros signos, salvo una
especie de guirnalda arriba.

TORMOGOS
6. Lara de los Infantes (Burgos). TERENTIO SEVERINO... TERENTIA DOI-
DINA FRATRI. Símbolo: Creciente lunar
7. Lara de los Infantes (Burgos). DOVIDONA VERNA PATRIS TV-BICI (?).
Símbolo: Creciente lunar.
. Hontoria de la Cantera (Burgos). TERENTIO CANDIDO ARAVI F(ilio)...
(Hay una E por F, al comienzo del 6.° renglón, sin duda por error). Símbolos: Dos
discon radiados y rosa de seis pátalos. Decoración propia de la zona.
9. Hontoria de la Cantera (Burgos). TALAVS CAESARIVS AMBATI F(ilius).
Símbolos: Rosa de seis pétalos.

CANTABROS
10. Monte Cildá (Palencia). Estela doble. ACIDA ARAVO MARITO...; ALLA
PRINCIPINO M(a)R(ito). Símbolos: Dos rosas de seis pétalos y dos arcos. Ade-
más dos figuras humanas.
11. Monte Cildá (Palencia). Estela doble. ANINVS POSVI ANNAE CALE-
DIGE MATERTERE PIAE ...ANINVS FILIVS DOVIDENAE CALEDIGE MATRI
PIAENTISIME ...ANINVS INDVLGENTISIMIS POSVIT. Símbolos: Dos rosas de
seis pétalos; dos crecientes lunares; dos pares de arcos, etc.

CANTABROS VADINIENSES
12. Corao, Cangas de Onís (Asturias). TER(entius) BOD(dus o -erus)
VA(diniensis) POS(uit) MAT(ri) SVE CAR(ae) VOC(oniae) CARECAE... Símbo-
lo: Svástica.
13. Soto de Cangas (Asturias). ELANVS ARAVI FILIVS VERNA VADINIEN-
SES... ARAVS PIO FILIO OB MERITA... Símbolos: Dos ramas esquemáticas.
14. La Remolina (León). TRIDIO ALONGVN BODE(ri) F(ilio) VA(diniensi)...
FRONTO DOIDERIGVM AMICO SVO POSIT... Símbolos: Caballo y rama.
15. Liegos (León). ALIOMVS PARENS FILIAE SVAE PIENTISSIMAE MAI-
SONTINI... Símbolos: Svástica esquemática, en forma de cruz; caballo; rama.

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DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...

16. Valmartino (León). DOVIDE(rus) ARA(ui) F(ilius) P(osuit) NEGALO


VERONIGORV(m)... (El oferente podría ser también mujer, Douide(na)). Símbo-
los. Dos ramas, caballo.

ASTURES
17. León. G(aius) AEMILIVS TALAVI F(ilius)... Símbolos: Disco radiado.
Doble escuadra. Ignoramos si tenía algo más en la parte inferior.
1. Villalcampo (Zamora). SALICIAE ARAVI F(iliae)... Símbolo: Disco radiado.

VACCEOS
19. Villalazán (Zamora). SALAIVS TRITI MARINVS... LIB(bertus)... Símbo-
los: Disco radiado, tres arcos

VETTONES
20. Salamanca. BOVTIO TANGINI F(ilio)... Símbolos: Disco radiado; rama;
dos arcos; doble escuadra.
21. Yecla de Yeltes (Salamanca). PISTIRO Elq] VAESI F(ilio). Símbolos:
Disco radiado, dos arcos ultrasemicirculares, doble escuadra.
22. Hinojosa de Duero (Salamanca). DOBITEINA AVLONI F(ilia)... Símbo-
los: Disco esquemático; cuádruple escuadra.
23. Campolugar (Cáceres). ELAV(s) SVMMACVS ELAVIE AMBASIE ME-
MORIAM POSVIT EX T(estamento). Símbolos: Rosa de seis pétalos; dos svásti-
cas muy toscas.
Puede verse también una rosa de seis pétalos en la estela de L. IVLIVS IBA-
RRA, que recogemos en otro lugar en este mismo número de Estudios de Arqueo-
logía Alavesa.
Para la difusión de los nombres que aparecen en estas estelas y de los cuales
no damos aquí mapas, vid, sobre todo, J. Untermann, Elementos de un atlas antro-
ponímico de la Hispania antigua, ya citado, aunque en la actualidad se conocen
más nombres que los que allí se recogen y algunas lecturas han de rectificarse.
Lo mismo puede decirse de los mapas que acompañan a mi tesis doctoral, La
Onomástica Personal Primitiva de Hispania, Tarraconense y Bética, Salamanca
1966, a los cuales también remito con el mismo fin. La mayor parte de esos nom-
bres se extienden por las mismas regiones de las que hemos venido hablando en
este trabajo.

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DE LA SIERRA DE CANTABRIA A LOS PICOS DE EUROPA...

N O T A S
(1) Todos los trabajos que aquí se citan de D. Manuel Gómez Moreno, están recogidos en
el libro «Misceláneas, Historia, Arte, Arqueología. Primera serie: La Antigüedad», CSIC, Madrid,
1949.
(2) góMEz MorEno: «Misceláneas», págs. 37, 13, 204, 23; A. garcía y BEllido: «Esculturas
Romanas de España y Portugal», CSIC, Madrid 1949, págs. 323 ss. y 32-337.
(3) Víd., entre otros, los documentos gráficos que acompañan a los siguientes trabajos: J. C.
Elorza: «Estelas romanas de la provincia de Alava», «Estudios de Arqueología Alavesa», IV, 1970,
págs. 235 ss.; F. diEgo santos: «Las nuevas estelas astures», BIEA, VIII, 1954, págs. 466 ss.; M. A.
garcía guinEa, J. gonzálEz EcHEgaray y J. A. san MiguEl ruiz: «Excavaciones en Monte Cildá,
O11eros de Pisuerga (Palencia)», Palencia, 1966; A. garcía y BEllido: «Esculturas Romanas»,
láminas 257 a 274; M. góMEz MorEno: «Arqueología de la región del Duero», «Misceláneas», lám.
1, y pág. 13, fig. 5, etc.; J. M. naVascués: «Caracteres externos de las antiguas inscripciones
salmantinas», BRAH, CLII, 1963, págs. 159 ss., figs. 3, 4, 5, 6, 7, .
(4) J. untErMann: «Elementos de un atlas antroponímico de la Hispania antigua», CSIC, Ma-
drid 1965, mapas 9 y 9 bis.
(5) «Alava Prerromana y Romana. Estudios lingüístico», «Estudios de Arqueología Alavesa»,
IV, 1970, págs. 107 ss.
(6) Pude verla en julio de 1972. Está en Baltezana, a 12 km. de Castro Urdiales.
(7) A. toVar: «Lingüística y Arqueología sobre los pueblos de España», «Las raíces de Espa-
ña», n.° 11, Madrid 196, pág. 40 s.

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EL PUENTE MANTIBLE

Manuel A. Martín Bueno,


José Gabriel Moya Valgañón*

La importancia del estudio de todo tipo de restos antiguos reviste un especial


significado en la Rioja, debido a la particular geopolítica de la región que la hace
punto obligado de paso de caminos y zona donde se han desarrollado situaciones
políticas y militares de notable interés y trascendencia.
La aparición de restos de puentes romanos en la Península, y no sólo de res-
tos, sino de puentes enteros que aún resisten el paso del tiempo y de los vehícu-
los perfectamente, es frecuente. En cambio, lo es menos que esos puentes estén
tendidos sobre ríos importantes por su amplitud y caudal como en el caso que
estudiamos sobre el río Ebro. Lo más común es encontrarnos con restos de menor
entidad sobre ríos de no excesiva importancia. Ello reducía extremadamente las
soluciones técnicas de construcción y suponía, a la vez, la posibilidad de ser cons-
truidos por artífices locales. Este hecho se complicaba notoriamente en el caso de
que las necesidades obligasen a la construcción de un puente de unas dimensiones
importantes, al tiempo que se luchaba contra las propias aguas del río.
Estas soluciones y otras relativas a problemas de caudal del río, desnivel del
terreno de una orilla a otra, diferente anchura de los arcos debido a las distintas
profundidades del lecho fluvial, etc., las vemos acusadas en el caso del puente
Mantible, lo que hace aún más complejo su estudio y las conclusiones que de él
puedan extraerse.

Situación geográfica del puente Mantible


El puente se encuentra enclavado en la divisoria de las provincias de Logroño
y Alava, en un punto en el que el Tío Ebro forma un pronunciado meandro. La di-
visoria provincial en la actualidad, pasa por el centro del río; por lo que podemos
incluir los restos en ambas provincias, aunque las partes más visibles se encuen-
tren en la de Logroño.

* El estudio detallado del puente se debe al primer firmante de este trabajo. El segundo ha
colaborado en la labor de campo y ha redactado el estudio histórico referente a comunicaciones y
funcionalidad. También colaboró la Srta. Hortensia Ruiz en dichos trabajos.

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EL PUENTE MANTIBLE

Las coordenadas del punto en que se yergue el puente son las siguientes: 1° 1’
50” de latitud y 42° 30’ 50” de longitud, correspondientes a la hoja n.° 171 (Viana)
del mapa E-1:50.000 del Instituto Geográfico y Catastral.
La importancia de que el propio río Ebro reviste al puente, es la misma que
éste como vía de comunicación representaba para la geopolítica del país.
El río Ebro es, junto con el Betis en la España antigua uno de los caminos flu-
viales más citados en las fuentes antiguas. El Ebro, como medio de comunicación,
era de gran importancia debido a la zona amplísima que atravesaba y que además
estaba habitada por pueblos diversos. A esto se unía el que el valle del Ebro cons-
tituyese una zona de paso en diversas direcciones, por lo que forzosamente se
desarrollaban en ella fricciones y acontecimientos políticos importantes. El Ebro
jugó a lo largo de la historia antigua un papel militar primordial, ya que constituía
la primera barrera con que las gentes exteriores a la Península se encontraban al
acceder a ésta. El tratado de Asdrúbal y Roma de 226 a. C. muestra claramente la
importancia de esta vía de comunicación (1).
Unida su importancia a la del propio río hemos de considerar muy particular-
mente la de los puentes y pasos que atravesaban éste, puntos que serían vigilados
y tenidos en extrema consideración (2).
Estrabón (3) cita en el Ebro puentes en Vareia (Varea) y Celsa (Velilla de
Ebro) y un paso, probable puente, en Dertosa (Tortosa), que FATAS (4) supone
eran de piedra todos. Después de la pacificación de Hispania con Augusto, hemos
de considerar la existencia del de Zaragoza, que canalizaría una parte importante
del tráfico que anteriormente se dirigía hacia la ciudad de Celsa, con el consi-
guiente menoscabo de ésta (5).
Más tarde hemos de tener el de Mantible en las cercanías de Logroño, dán-
dose el caso de la existencia de dos importantes puentes relativamente cerca uno
de otro. Este de Mantible debió ser construido, posiblemente, como veremos más
adelante, en la primera mitad del siglo II d. C.
La región en que queda enclavado el puente era la zona habitada por los
Berones, que se extendía por la Rioja y cuya filiación, según Estrabón, era la de
pueblo céltico (6).

Comunicaciones y Funcionalidad
Uno de los aspectos importantes acerca del puente hemos de extraerlo de
los caminos y red viaria de la zona de la Rioja antigua, en la que el puente tenía
que estar incluido con un carácter preferente. A este respecto, en una observación
directa tanto a través de los estudios anteriores como del mismo terreno, nos en
contramos con que en las inmediaciones de la construcción no existen restos de
una vía bien documentada.

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EL PUENTE MANTIBLE

A partir de las fuentes y restos romanos conocidos, los eruditos desde GO-
VANTES a SANCHEZ ALBORNOZ, pasando por BLAZQUEZ y BALPARDA,
han llegado a proponer un esquema de red viaria romana en la Rioja y Alava, que
pareció establecer TARACENA (7).
En Mantible, si bien se halla situado entre dos calzadas principales, Caesarau-
gusta-Virovesca y Virovesca-Pompaelo, no tiene aparentemente relación alguna
con ellas. Sin embargo, parece haberse olvidado la existencia de una posible cal-
zada, paralela al Ebro desde Miranda hasta Vareia.
En una de las incursiones de Alfonso I, a mediados del siglo VIII, en la Marca
Superior, atacó entre otras ciudades Miranda, Rebenga, Carbonaria, la Vega de
Haro, Briones y Cenicero, en el curso del Ebro, antes de bajar por Alesanco hacia
Osma y Clunia (). Esto nos hace suponer la existencia de un camino antiguo por
la orilla derecha del Ebro hasta Cenicero, camino que sería el mismo que en 1096
se cita como «vía de Davaliellos» en una donación de tierras en Torremontalvo a
San Millán de la Cogolla (9).
Podemos presumir que esa vía seguiría aproximadamente el actual trazado
de la carretera de Logroño-Miranda, por San Felices, al menos hasta Fuenmayor,
desde donde sale un camino recto a Logroño, el viejo camino de Fuenmayor.
Aproximadamente a media distancia entre estas dos localidades y perpendicular a
él, nace otro camino, camino de Valdeguinea actual, que, atravesando El Cortijo,
desemboca en el acceso derecho del puente.
Justo al otro lado, dominándolo, estaba la vieja población de Assa, donde se
han hallado restos romanos, entre ellos inscripciones. También han aparecido en
Angostina, Marañón y Sta. Cruz de Campezo, Gastiain, lo que puede indicar una
ruta romana por estas poblaciones (10) a enlazar con la supuesta de Lodosa por
Curnonium (Los Arcos) a Tullonium (Alegría de Alava) por donde pasaba la vía
de Aquitania.
De esta manera podemos suponer que el puente Mantible tiene razón de ser a
fin de relacionar mediante una vía secundaria la zona central del país de los Bero-
nes con el corazón de la actual Alava.
Desgraciadamente no hemos conseguido encontrar ninguna fuente antiguna
en que se cite el puente y que pueda dar alguna idea de las vicisitudes por las que
atravesó y de su función estricta en la red viaria (11). En todo caso noticias muy
indirectas.
La misma suerte ha tenido el puente que nos ocupa en cuanto a los estudios
modernos. Ni MELIDA (12) ni TARACENA (13), ni MONTEAGUDO (14) citan
esta obra de ingeniería.
Sólo algunos eruditos locales se han ocupado someramente de él. Así Antero
GOMEZ lo cita como romano y dice que lo midió en 2 de marzo de 151,

16
EL PUENTE MANTIBLE

dándonos la noticia interesante de que entonces el puente tenía, como ahora, dos
arcos (15). Su hijo apunta la idea de que probablemente sirviera de acueducto (16)
y MORENO GARBAYO, en la reedición de su obra (17), piensa que podía ser
además de acueducto prolongación del camino romano que venía de Marañón a
Asa para buscar la vía de Zaragoza a Varea y Tricio.
Aparte de ellos, ENCISO (1) se limita a citarlo diciendo que que estaba
arruinado a mediados del siglo XV.
Realmente es difícil precisar cuándo dejó de servir al tráfico este puente.
No es imposible que existiera en la época visigoda y fuese utilizado por Leo-
vigildo para cruzar el Ebro en su expedición contra la provincia y ciudad de Can-
tabria de que nos hablan la «Vita Sancti Emiliani» de San Braulio (19) y el «Chro-
nicón» de Juan de Bíclaro (20), amén de haber podido servir en las incursiones de
Gundemaro, Sisebuto o Wamba. Bien por este puente o por el de Varea habría de
realizarse tal incursión.
Ahora bien, lo que parece dudoso es que ninguno de ambos estuviese en
píe a partir del siglo VIII. Las fuentes cristianas y sobre todo las musulmanas,
nos dicen cómo las expediciones de éstos hacia Castilla y Alava remontaban el
Ebro hasta alrededor de Miranda. Los combates en torno a Cellorigo, Pancorbo,
el Bayas o la Morcuera, indican que se remontaba el Ebro desde Zaragoza por la
derecha sin cruzarlo hasta esas zonas. Y contra Pamplona se cruzaba por Tudela
o sus cercanías (21).
Hasta fines del siglo XI no tenemos un testimonio claro de que el puente
Mantible haya dejado de servir al tráfico, puesto que en el fuero de Miranda de
Ebro, en 1099, se ordena que no haya puente ni barca entre Logroño y Miranda
y que las mercancías que atraviesen desde Rioja, tierra de Logroño o tierra de
Nájera, lo hagan por el puente de Miranda (22).
Aunque las palabras del fuero pueden dejar lugar a dudas de que pudiese estar
en pie el Mantible y ser utilizado por personas, lo probable es, como apuntábamos
arriba, que ya en la época musulmana hubiese venido abajo. Y posiblemente su
ruina sería mayor que la del de Varea.
En 1095 Alfonso VI puebla Logroño y en el fuero concedido se nombra su
puente, a cuyo extremo izquierdo estaba la iglesia juradera de San Juan (23). La
«Crónica» del obispo Pelayo (24) y la «Crónica Najerense» (25) nos informan de
que Alfonso VI obró en dicho puente.
Pensamos que este puente de Logroño, que después de sucesivas reformas
aún sigue en pie, es el de la Vareia antigua (26).
Y si precisamente escogió el rey para poblar y dar fueros a Logroño, una de
las causas fundamentales sería el que allí el puente era más fácilmente y menos
costoso de reparar que en la zona del Mantible, pues Logroño había sido donado

169
EL PUENTE MANTIBLE

a San Millán con Asa, por el rey García Sánchez y su mujer Teresa en 956 (27)
y es de suponer que el cenobio no devolvería la villa a la corona gratuitamente,
aunque ninguna noticia tengamos de cuándo se realizó la devolución (2).

Características del puente Mantible


Un estudio detallado sobre el terreno en que se asientan los restos, nos han
dado como resultado la exacta localización de los fundamentos de todos los pila-
res de sustentación de los arcos con que contaba; en contra de la idea difundida
por la región de que sólo se podían apreciar los dos arcos que se mantienen en pie.
Una búsqueda sobre el terreno, y una confección de planos, nos ha permitido la
exacta averiguación de la contextura completa de este puente cuyo esquema ge-
neral era el siguiente: constaba de siete arcos de medio punto, de diferentes luces,
sustentados por seis pilares rectangulares con espolones y tajamares, más los dos
accesos directos sobre el terreno de las orillas. Sólo quedan en pie cuatro de estos
pilares en relativas buenas condiciones, y que exactamente son los cuatro primeros
a contar por la orilla derecha del río, que corresponde a la provincia de Logroño.
La altura del puente no era uniforme, ya que se elevaba más encima del se-
gundo arco, por la orilla derecha, que es el que tenía una luz mayor. A partir de
este arco, descendía en declive suave hacia ambas orillas.
En la margen izquierda del río, encontramos un dato importante para resolver
el problema de la construcción del puente sobre un río de tan considerable caudal
aun en épocas de estiaje. Aguas arriba, a unos trescientos metros, partía del río, un
canal, hoy cegado parcialmente, paralelo a él a una distancia de sesenta a cien me-
tros, que desembocaba nuevamente en el río unos trescientos metros aguas abajo.
Este canal tendría en total unos seiscientos metros de longitud, ocho de anchura, y
unos cinco de profundidad. La tierra extraída al construir el mismo, se amontonó
delante de él, en talud, a modo de dique.
Este tipo de obra responde plenamente a su empleo como canal de desagüe
para desviar una parte del caudal, para trabajar mejor en el lecho del río, sobre
todo para los trabajos de preparación y cimentación de los pilares. Este tipo de
solución constructiva, corriente en la antigüedad para obras de envergadura como
la que nos ocupa, lo vemos perfectamente comprensible para el caso del Manti-
ble. En un principio se pensó en la posibilidad de que hubiese sido un canal de
regadío, pero la obra es lo suficientemente evidente como para desechar tal posi-
bilidad, que por otra parte no tiene objeto en tal lugar.
Indudablemente se emplearían al máximo los períodos de estiaje, como más
favorables para las obras, pero estudiando el sistema de cimentación, veremos
que era imprescindible el canal auxiliar. Por otra parte se empleó como punto de

170
recogida del agua de este canal, el punto en que el río hace una gran curva que
favorece al máximo este problema.
La cimentación del puente suele ser en la mayoría de los casos un problema
fundamental. Hay que luchar con la corriente de los ríos en innumerables casos,
mientras se van resolviendo los problemas relativos a la obra en sí. El agua, a la
vez que es molesta, supone una pérdida de la perspectiva acerca del propio lecho
del río sobre el que se va a cimentar, una menor precisión y mayor dificultad,
precisamente en la parte fundamental de la obra. La solución de todos estos pro-
blemas que comenzaban ya en la elección del terreno adecuado para cimentación;
presupone una técnica avanzada por la exactitud y seguridad con que se operaba.
En el Mantible, los arcos tienen una luz variable. Todos ellos de medio punto,
con arranques a diversa altura en los pilares. Esta solución implica un desequili-
brio en la transmisión de descargas de peso y empuje hacia esos pilares. A esto y
a una desigualdad en la configuración del lecho del río, en cuanto a facilidad de
asentamiento, responde la distribución de estos pilares a intervalos irregulares. El
lecho del río, según hemos comprobado, es de roca firme en algunos puntos. Esto
permite que algunos de los pilares se asienten sobre aquélla sin cimientos, con una
preparación previa únicamente.

171
EL PUENTE MANTIBLE

En cuanto al material empleado en la construcción de la obra, tenemos que es


piedra de extraordinaria calidad, semejante a la que aparece en el lecho del río, lo
que nos hacía sospechar en la existencia de una cantera en las cercanías.
Aguas arriba del puente, en el cauce del río, hay una zona en la que aparece
este lecho, a modo de una inmensa losa de piedra. Al parecer debió de estar aquí
la cantera de la que se obtuvo piedra para la obra. El tipo de roca, con abundantes
grietas, facilita el trabajo de extracción. Esta posible cantera, situada unos dos-
cientos metros aguas arriba del puente, facilitaría extraordinariamente la cons-
trucción, por su proximidad. Además esta zona presenta abundantes señales que
evidencian la extracción de roca, en cantidad considerable y suficiente para la
construcción del puente; sin olvidar no obstante el posible acarreo de piedra de
otro lugar más alejado.
La extracción de esta piedra se realizaría, como era usual, mediante cuñas,
dejando en manos de los obreros especializados la labor de escuadrar los bloques
a las dimensiones deseadas. El tipo de sillares, sin almohadillar, es relativamente
uniforme, y sus medidas corresponden a las usuales empleadas por los romanos
en sus construcciones. Los tamaños son múltiplos más o menos aproximados del
pie romano, encontrándose, generalmente, sillares de: 60 x 33 x 33 cm.; de 90 x 30
x 60, etc. entre las medidas más generalmente empleadas. Las variaciones como
decimos giran en torno a estas dimensiones. Las dovelas empleadas tienen unas
medidas que también corresponden plenamente a las usuales en los puentes roma-
nos, teniendo en los arcos que quedan en pie una longitud máxima aproximada de
99 cm. Esta longitud considerable de las dovelas permiten precisar la extraordina-
ria robustez de los arcos. Sus medidas se pueden comprobar en los dos arcos que
restan en pie, y en las que hay esparcidas por el suelo procedentes de los demás
arcos arruinados.
La estructura particular de los pilares y el sistema de volteo de los arcos, re-
petido en todos los casos, son los siguientes:
Apoyo de acceso por la orilla derecha: de planta rectangular, apoyado en el
el terreno y prolongándose por medio del camino que arrancase de él. Pilar: de
planta rectangular con tajamar en ángulo y espolón. Su base se eleva a una altu-
ra de unos 3,50 m. en la parte del espolón y aún más en la del tajamar. De esa
altura, el pilar asciende hasta el punto en que arranca el arco. En este punto
el pilar se estrecha en su parte interior 30 cm. formando una repisa que sirvió
como es usual para el apoyo de la cimbra que se colocase para voltear el arco.
Esta repisa se encuentra igualmente a la misma altura en el apoyo anterior sobre
el terreno. Poco después de la altura de esta repisa, termina el tajamar quedando
reducido el pilar a su for ma de prisma rectangular hasta la parte superior de trán-
sito.

173
EL PUENTE MANTIBLE

El resto de los pilares debió de ser exactamente igual, variando únicamente el


punto de arranque del arco y apoyo de la consiguiente cimbra. Esta cimbra en el
arco segundo se apoyaría en una repisa existente en el mismo, casi sobre el punto
de apoyo de la cimentación en el lecho del río, sobre la primera hilada de sillares,
mientras que en el arco tercero, que queda en pie, se apoyaría directamente sobre
este lecho del río, ya que no quedan restos de tal apoyo.
La cimentación debió de realizarse mediante una preparación del lecho del
río, aprovechando al máximo los puntos en que la roca aflora para tender los arcos.
Estos puntos son los que condicionarían la diferente amplitud de los mismos.
Las medidas conseguidas sobre el puente mismo, son las siguientes:
La luz del primer arco era de 9,45 m., siendo su altura máxima de 11,40 m.
Este arco va sobre un pilar, que ya hemos visto, apoyado en la orilla derecha, sin
tajamar ni espolón, y de sección rectangular de 5,20 de profundidad por 11 m. de
longitud; el otro pilar tiene tajamar y espolón. Sus dimensiones: 9 m. de profun-
didad total (pilar más tajamar) y 6 m. de longitud.
La luz máxima la da el segundo arco, muy inexistente. 30 m. aproximadamente.
Tercer pilar: 11,75 m. de profundidad total y 5,7 m. de longitud. Tercer arco:
20,50 m. de luz. Cuarto pilar: 13 m. de profundidad por ,40 m. de longitud.
Cuarto arco, 14,75 m. de luz. Quinto pilar, desaparecido prácticamente, queda
acusada sobre el terreno una parte del rectángulo base. Quinto arco: 14,0 m. luz.
Sexto pilar, también desaparecido, tiene una planta de 10,20 m. de profundidad
por 4 m. de longitud. Sexto arco, 15,10 m. de luz. Séptimo pilar, desaparecido,
acusa en planta 11 m. de profundidad por 3 de longitud. Séptimo arco, 7 m. de luz.
El último pilar, apoyado también directamente sobre el terreno, ha desaparecido
totalmente debido a las labores de los campos que han ocupado su asentamiento,
deduciendo éste de la situación de unos sillares dispersos en el lugar ideal.
La anchura del puente era de 5 m.
En perspectiva, el puente debía de presentar un aspecto majestuoso dada su
grandiosidad. Incluidos en los pilares había vanos de medio punto, que servían de
aliviaderos. Estos aliviaderos no obstante servirían también además de en caso
de una muy considerable crecida del caudal del río, para contrarrestar los em-
pujes de los distintos arcos que recaían sobre los pilares. No dudamos en pensar
que su función complementaria sería ésta, ya que los empujes que se recibían en
cada pilar por sus dos lados, eran distintos debido a la diferente luz de los arcos
que sustentaban. Las dimensiones de estos arcos de desagüe, podemos evaluarlas
aproximadamente en los pilares tercero y cuarto, y de una forma más vaga en el
segundo. Es de suponer que estos arquillos tampoco eran uniformes. En Mérida
y en su puente sobre el Guadiana vemos que los arquillos son del mismo tamaño

174
175
EL PUENTE MANTIBLE

en todos los pilares y que arrancan inmediatamente sobre los tajamares. Hay que
pensar que en el puente de Mérida los arcos son idénticos, así como el reparto de
pesos y empujes.
En el pilar tercero, el aliviadero tenía su base a cinco metros del nivel de la
cimentación. En el cuarto pilar hay más de dos metros de jamba correspondiente
al aliviadero, siendo su separación respecto al extremo del pilar de 1,40 m. en la
base.
El puente Mantible, por sus características, puede ser considerado justamente
como uno de los más grandes puentes con que los romanos dotaron a Hispania.
Esta obra, cuya fecha desconocemos, debió de suponer para la región un notable
esfuerzo tanto económico como humano, por lo que no sería extraño encontrar
en las inmediaciones señales de campamento o poblado perteneciente a los ope-
rarios.
En las inmediaciones hemos encontrado pequeños fragmentos de sigillata de
tipo hispánico, pertenecientes a formas que no podemos precisar debido a su pe-
queñez. Uno de ellos presenta una decoración metopada, al parecer con motivos
circulares y animales rampantes. Estos fragmentos los encontramos en unas viñas
situadas en la margen izquierda del río.
Respecto a obras del mismo tipo y envergadura con las que podemos com-
parar al Mantible, tenemos únicamente los grandes y magníficos puentes de Al-
cántara, Alconetar, Mérida, Orense, Salamanca, etc. ya, que todos ellos presentan
como denominador común su grandiosidad (29).
La longitud del que nos ocupa es de 164 m., lo que le coloca entre los mayo-
res. El de Alcántara tiene una longitud total de 194 m. y la luz de uno de sus arcos
mayores es de 2,60 m., si bien su altura es superior a la del Mantible (30). El de
Orense, múltiples veces reconstruido, medía 370 m. y la luz de su arco central era
de 43,70 m. siendo hasta el siglo XIX el de mayor amplitud de España (31).
El de Mantible se asemeja en su estructura al de Alcántara por sus tajamares
en ángulo, y espolones rectangulares. En cuanto a los sillares, como es natural, tie-
nen una identidad de medidas generales, aunque su fisonomía sea muy distinta al
ser almohadillados los del de Alcántara, y sin almohadillar los del Mantible (32).
Respecto al puente Mantible, tenemos la tradición de este nombre dado por
Cervantes en el Quijote, nombre que MELIDA atribuye al puente de Alconetar,
sin que existan motivos suficientes para que podamos considerar si el Mantíble
cervantino sea o no el de Alconetar en Cáceres o bien este que tratamos (33).

Cronología
Los datos que podemos aportar para precisar la datación del puente de Man-
tible son escasos e inexactos, dado que no existe documento epigráfico ni de otro

176
177
EL PUENTE MANTIBLE

tipo que indique nada al respecto. Según su carácter de obra monumental, so-
luciones arquitectónicas, necesidad de una sólida organización administrativa y
económica para su financiación, etc., podemos deducir que se trata de una obra
imperial, probablemente realizada hacia la primera mitad del siglo II. Momento
en que la organización administrativa romana era plenamente capaz de afrontar
tales empresas, y momento de una solidez política necesaria para afrontar obras
de esta envergadura. Su realización se debería a un arquitecto avezado en este
tipo de trabajos, secundado por un equipo de artesanos eficientes, y sin contar la
innumerable cantidad de auxiliares necesarios. Este puente puede ser quizá con-
temporáneo del de Alcántara, y de los demás grandes puentes que se construyen
en la época.
Las vicisitudes que sufriría el Mantible, las desconocemos documentalmente,
como apuntamos al hablar de las fuentes, y únicamente es la arqueología la que
puede orientarnos sobre la historia vivida por la propia obra, gracias a los detalles
que presenta.
Este puente construido probablemente en el siglo II, pudo durar intacto du-
rante la época visigoda, y servir, como veíamos, de paso a Leovigildo, etc. Tam-
bién veíamos que en época musulmana no se cita como lugar de paso. A partir del
XI en que el fuero de Miranda parece dejar sentado que estaba arruinado, tenemos
un «lapsus» que abarca hasta el siglo XV, en que se dice que el castillo de Assa se
desmantela por inútil en su labor de defensa del puente.
Arqueológicamente vemos que en la obra de los dos arcos que hay en pie, se
aprecia una clara reconstrucción, de estos dos arcos. Reconstrucción atestiguada
por lo siguiente: A partir de la mitad aproximada del arco, los sillares se hacen
menores, y dispuestos menos regularmente, a la vez que quedan patentes en el
arco tercero, los mechinales procedentes de la obra de reconstrucción del volteo
del arco. En el primer arco, no existen estos mechinales, ya que la reconstrucción
se efectuó rehaciendo la cimbra completamente sobre el apoyo original de ella,
en la repisa del pilar.
En el arco tercero por su parte superior de tránsito, aparecen también unas
agujeros cuadrados a modo de mechinales de una mayor envergadura que quedan
por encima de los empleados en la reconstrucción, y que seguramente serán los
empleados para mantener el andamiaje que se emplease para reconstruir el arco
segundo que era el de más luz y por ende el que más problemas técnicos podía
causar.
Esta reconstrucción no está documentada, por lo que debemos de situarla en-
tre los siglos XI y XIV posiblemente, ya que la noticia que habla de la destrucción
del castillo de Assa, dice que hacía mucho tiempo que estaba arruinado.

17
179
EL PUENTE MANTIBLE

Respecto a otros vestigios de reconstrucción, los encontramos, aunque menos


claros, en restos de sillarejo esparcidos por la zona en que se levantaban los demás
pilares y arcos.
Respecto a las posibles causas de la ruina del puente, hemos comprobado que
muy bien pudo ser las diversas veces que se arruinó por la misma razón.
El arco segundo, de 30 m. de luz, se apoyaba en roca firme, dejando discurrir
bajo él la parte principal de la corriente del río. Para hacer menor en lo posible
la luz de este arco, no se dudó en acercarse lo más posible al borde de la laja de
roca, en que se afianzaba la cimentación. Este fondo rocoso del río ha experimen-
tado un hundimiento a favor de la corriente al final de esta gran laja de roca, que
hizo que los arcos perdiesen su punto de gravedad y se dislocasen, ya que en la
actualidad se aprecia que existe una ligera desviación en la alineación de los arcos
primero y tercero que quedan en pie, entre sí.
Esta inclinación, y la imposibilidad o falta de deseo de reconstruir totalmente
la cimentación de varios arcos sería la causa de que se abandonase la empresa, y
a no dudar este puente ya no volvió a ser reconstruido después.
El motivo por el que cediese la laja de roca sobre la que se apoyaba el pilar
tercero, se debió sin duda, aparte del peso considerable que sostenía, a la fuerza
de empuje del agua que se formaba tras el espolón de planta rectangular, muy
favorable a este tipo de socavamiento de la cimentación.
En suma, el Mantible es pues, pese a su relativamente corta vida, una de las
obras públicas de primer orden de la provincia Tarraconense, y muy en particular
del «Conventus Iuridicus Caesaraugustanus» en cuyos confines se encuentra.

N O T A S
(1 ) A. scHultEn: «Geografía y etnografía antiguas de la península Ibérica», t. II, página 30,
Madrid, 1963.
(2 ) Así, según E. ENCISO («Laguardia en el siglo xvi», Vitoria, 1959, pág. 1), en Asa se
construyó en época medieval un castillo para vigilancia y defensa del puente Mantible, castillo que
se derribó a mediados del siglo xv. Otros pasos sobre el Ebro tuvieron también sus castros o castillos
defensivos: Cantabria sobre el de Varea, Aradón sobre un vado en término de Mendavía. Restos de
fortificación hay a la derecha del Ebro, sobre los cabezos que dominan el acueducto de Alcanadre y
el puente, desaparecido, pero existente en el siglo xii, de Mendavia.
(3) A. garcía y BEllido: «España y los españoles hace dos mil años, según la geografía de
Estrabón», págs. 152, 15, 160 y 164. Madrid, 1945.
(4) «Notas para una geografía antigua de la zona aragonesa de la cuenca del Ebro» (Tesis de
licenciatura, Universidad de Zaragoza, 1966), pág. 9.

10
EL PUENTE MANTIBLE

(5) Hasta la fundación de Caeragusta en el año 24 a. de J. C., Celsa era la ciudad más importante
de la zona. Esta ciudad, a orillas del Ebro y con un puente, canalizó la casi totalidad del tráfico del
valle medio del río Ebro.
(6) Cfr. B. taracEna: «La antigua población de la Rioja» (A. E. Arq., 1941).
(7) «Restos romanos en la Rioja». (A. E. Arq., 1942, págs. 17 a 47) Cfr. mapa en fig. 1 y págs.
3-42.
() Cfr. «Crónica de Alfonso III», Alfonso el Católico «cum frate suo Froilane multa adversus
sarracenos proelia gesit atque plurimas civitates ab eis olim opressa cepit id est: Lucum, Tudem...
Amaiam, Septimancam, Aucam, Velegiam, Alavensem, Mirandam, Rebendecam, Carbonariam,
Abeicam, Brunes, Cinisariam; Alesanco, Oxomam, Cluniam, Argantiam, Septempublicam, exceptis
castris cum villis et viculis suis: omnes quoque arabes occupatores supradictarum civitarum inter-
ficiens cristianos secum ad patriam duxit». Por no tener a mano otra edición mejor utilizamos la de
FLOREZ, «España Sagrada», t. XIII, ed. págs. 44-45. Madrid, 172.
(9) Cfr. L. sErrano: «Cartulario de San Millán de la Cogolla», núms. 236 y 26. Madrid, 1930.
(10) Cfr. J. C. Elorza y guinEa: «Ensayo topográfico de epigrafía romana alavesa» (E. Arq.
Alavesa, II, 1967, págs. 117 y ss.). El autor supone con nosotros la existencia de este camino de
Santa Cruz de Campezo a la Rioja por Asa (pág. 179). Después de redactado lo anterior, vemos que
G. arias BonEt («Una calzada Jaca-Rioja», en «El Miliario extravagante», núm. ) piensa como
nosotros en el camino de Valdeguinea como continuación de esa calzada por la Rioja. En apoyo de
la presunta vía romana por la margen derecha del Ebro desde Miranda, puede traerse a colación el
miliario hallado en Ircio (Cfr. Elorza y guinEa, Op. cit.) y un término llamado la Calzada, por donde
atraviesa la actual carretera, más abajo de San Felices.
(11) antEro góMEz («Logroño y sus alrededores», pág. 2. Logroño 157), dice que su nombre
se cita en las leyendas del siglo ix, afirmación cuyo fundamento no acabamos de encontrar y que, por
ello, nos parece gratuita.
(12) «La España Romana», en MEnéndEz pidal; «Historia de España», t. II, ed., págs. 574 y ss.
Madrid, 1962.
(13) Op. cit.
(14) «Restos romanos en España de interés turístico» (Noticiario turístico, n.° 19). Madrid,
1966.
(15) Op. cit., pág. 27. Como única medida, la de 44 pies sobre el río.
(16) F. J. góMEz: «Logroño histórico», pág. 735. Logroño, 193-95.
(17) «Apuntes históricos de Logroño», T. I., pág. 5. Logroño, 1943.
(1) Loc. cit.
(19) Ed. VázquEz dE parga, pág. 34. Madrid, 1943.
(20) Ed. julio caMpos, pág. 4. Madrid, 1960.
(21) Cfr. lEVi proVEncal: «España Musulmana», en MEnéndEz pidal: «Historia de España», t.
IV, ed., págs. 205, 209, 210, 24 y 25. Madrid, 1957.
(22) Vid. F. cantEra Burgos: «Fuero de Miranda de Ebro», pág. 56. Madrid, 1945.
(23) Cfr. MorEno garBayo: op, cit., págs. 42 y ss.
(24) Ed. sáncHEz alonso, pág. 4. Madrid, 1926.
(25) Ed. uBiEto artEta, pág. 11. Valencia, 1966.

11
EL PUENTE MANTIBLE

(26) Actualmente, desde un kilómetro aguas abajo de Varea hasta el puente de piedra de Logro-
ño, no se conservan vestigios de haber habido ningún otro puente. Sólo en la orilla izquierda, justo
bajo Cantabria, hay restos de un espigón con sillares de gran tamaño y argamasa en la que se han
utilizado fragmentos de «Tegulae» romanas. Esto y el hecho de que uno de los sillares es una tapa
de sepulcro a dos vertientes, que parece de época visigoda, nos hace pensar que de ninguna manera
pueda tratarse de ruinas del puente que cita Estrabón. Además ninguna clase de vestigios hay en la
orilla opuesta. Probablemente se trate simplemente del residuo de un malecón de atracadero bastante
tardío.
(27) uBiEto artEta: «Los reyes pamploneses entre 905 y 970. Notas cronológicas» (Príncipe de
Víana, 1963), págs. 77-7.
(2) J. A. garcía dE cortázar: «El dominio del Monasterio de San Millón de la Cogolla», pág.
303. Salamanca, 1969.
(29) Cfr. MontEagudo: op. cit., y MElida} op. cit., págs. 574 y SS.
(30) MontEagudo: op. cit., pág. .
(31) Ibíd., pág. 10.
(32) Comparar la planta del puente Mantible con la del puente de Alcántara, publicada por
MElida: op. cit., pág. 277.
(33) MElida: op. cit., pág. 575.

12
A PROPOSITO DE
LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA (ALAVA)

Juan Carlos Elorza

El interés por la defensa de Híspania en el Bajo Imperio está siendo cada día
más acusado tanto desde el punto de vista de las fortificaciones como del de los
propios asentamientos militares (1).
El «Oppidum de Iruña» tantas veces citado, y en particular su muralla consti-
tuyeron un elemento importante en un estudio de este tipo. En el estado actual de
la excavación del yacimiento son muchos los problemas de difícil solución que se
presentan, pero el hecho de la conservación prácticamente íntegra del encintado
—sin manipulaciones posteriores notorias—, y una serie de aparentes irregulari-
dades en el trazado del mismo, acrecientan el interés de su estudio, pues aunque
se trate de una obra provincial creo que en sí mismo es prototipo de un grupo de
fortificaciones hispanas.
Las noticias referentes a Beleia (caso de que haya de identificarse con Iruña,
como pienso) son suficientemente conocidas (2), pero lamentablemente poco elo-
cuentes. Unicamente el lacónico texto de la Notitia Dígnitatum (3) nos habla de la
existencia de una plaza fuerte, o más concretamente del asiento de una Cohorte.
La presencia misma de la muralla, y la «noticia» a la que nos hemos referido
provocan una serie de interrogantes. Mi intención en estas breves notas consiste
en aclarar en lo posible esas incógnitas.
1. ¿Cuándo surge Beleia-Iruña, y por qué se fortifica?
2. ¿Se trata de una ciudad fortificada, una civitas, o responde a otra categoría?
3. ¿Qué puesto ocupa dentro del conjunto de las murallas de Hispania?
4. ¿A qué criterios de utilización militar debe su irregular trazado?
5. ¿Durante cuánto tiempo el yacimiento fue plaza militar?
6. ¿Cuál es la real cronología de la muralla?

13
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA

Los textos, a veces tan prolijos en la descripción y catalogación de los distintos


asentamientos, cuando citan Beleia la nombran simplemente como una mansión
más en tierra de caristos, o por emplear la terminología de Plinio como una civitas,
sin que exista ningún indicio literario que nos permita distinguirla, desde el punto
de vista de una diversa categoría jurídica, de sus vecinas Deóbriga o Suestatio (4),
pongo por caso. Sin embargo, en el actual estado de cosas, la provincia de Alava
a pesar de haber sido sometida durante muchos años a un continuo y sistemático
estudio arqueológico (5), no puede presentar ningún yacimiento de época roma-
na que por su densidad e importancia se pueda comparar a Iruña. Los hallazgos
arqueológicos y la mismo topografía del yacimiento denuncian la existencia de
un asentamiento y de una fuerte vitalidad. Pero a pesar de ello, como intentaré
explicar, esta «presencia de vida» se polariza en los siglos I, comienzos del ii y iV.
Con razón constata Nieto (6) que los hallazgos monetarios anteriores a su ex-
cavación y clasificados por Baraibar (7), se centran prácticamente en el siglo i, no
sólo en cantidad, sino sobre todo en importancia. Lo mismo podemos decir desde
el punto de vista de los hallazgos plásticos: las únicas esculturas (), y las me-
jores estelas decoradas (9) son del siglo i o anteriores. Unicamente los hallazgos
monetales del siglo iV se pueden comparar, numéricamente, a los anteriormente
indicados (10).
Iruña, tal vez Municipio Flavio como piensa García Bellido (11), parece flo-
recer en los siglos i y ii con una vida y una organización civil completa, decaer
posteriormente y volver a resurgir en el iv en virtud de una reorganización militar.
Si como parece más probable, en razón de la escasez de hallazgos arqueo-
lógicos, Iruña no era un centro urbano de importancia en el siglo iii, no hay razón
para pensar que dicho asentamiento exigiera por sí solo una fortificación de la
envergadura de la que conocemos. Otros, y bien precisos, tuvieron que ser los
motivos que aconsejaron dicha construcción.
Roblin, aceptando unos criterios actualmente compartidos por todos los estu-
diosos, indica (12) que el levantamiento de recintos amurallados en el Bajo Impe-
rio responde a una precisa planificación militar: «La construcción de ciudades ce-
rradas a partir del siglo in fue obra del Estado dirigida por el gobierno Imperial...
para proteger las guarniciones y los principales servicios administrativos». La
ciudad amurallada no está en función de la defensa de una ciudad abierta, a la que
en la mayor parte de los casos ni siquiera se tiene en cuenta, sino que está fundada
para precisos cometidos militares (13). En el mismo sentido se pronuncia Balil,
y precisamente estudiando fortificaciones hispanas: «Las murallas no han sido
concebidas como plataformas de combate, sino realizadas con una concepción
estratégica. Por tanto son ya defensas de nudos de comunicaciones o de centros
económicos» (14). Esa es la razón de la fortificación de Iruña: no defender una

14
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA

ciudad prácticamente arruinada, sino proteger unas vías de comunicación, una


riqueza agrícola, creando al mismo tiempo un lugar de refugio.
G. Nieto cuando establece la cronología del yacimiento (15) utiliza como ele-
mento de datación, entre otros, la presencia en la muralla de material reutilizado,
indicando que dicha presencia pone de manifiesto la importancia del estableci-
miento preexistente. Naturalmente que no conociendo ni el perímetro completo
de la muralla, ni la parte interior de cuanto está actualmente descubierto es aven-
turada cualquier afirmación de tipo comparativo, pero sin embargo no conviene
olvidar que en los 450 metros aproximados de muralla que hoy se conocen no
han aparecido sino unos pocos elementos arquitectónicos y menos de diez estelas
(entre completas y fragmentos) cuya cronología va desde el siglo ii a. C. hasta el
siglo iV, frente a los cuantiosos conjuntos arquitectónicos, escultóricos y epigrá-
ficos localizados en Barcelona, Lugo, Astorga, etc., lo que nos hace pensar que
precisamente en el período inmediato a la erección de la muralla la vida de Beleia
había notablemente decaído.
Además, hemos de tener presente que el conjunto de epígrafes atribuidos a
Iruña, localizados dentro y fuera del yacimiento y con una cronología muy amplia
suman un total de 36 ejemplares (16), y que el solo círculo de San Román de San
Millán —sin que por ello conozcamos en sus inmediaciones ningún yacimiento
importante a excepción de la sospecha de una villa— alcanza 37 piezas, y lo mis-
mo ocurre en torno a Contrasta (17).
Beleia, por tanto, se fortifica en el momento y en razón de una situación
general en el Imperio, entre fines del siglo in y comienzos del iV, que en el caso
de Hispania, Balil a definido acertadamente como «amenaza exterior e inquietud
interna» (1).
La distinción que Balil hiciera entre campamentos militares (Lugo, Astorga,
León) y ciudades fortificadas (Barcelona, Zaragoza, Gerona, Iruña, Inestrillas,
etc.) (19), puede ser completada, también en Hispania, con la catalogación estable-
cida por Petrikovits (20): Fortificaciones militares; Fortificaciones civiles; Fuertes
fronterizos; Fuertes en caminos o puertos; Villas fortificadas; Refugios; Torres.
Ya hemos indicado que Iruña no es una civitas, un establecimiento humano
con una vida ciudadana socialmente organizada dentro de un recinto defendible,
ni tampoco una ciudad abierta que se amuralla. Tal como hoy la conocemos es
una fortificación militar que estructurada de manera distinta y con otros prin-
cipios bélicos, responde al mismo cometido que los campamentos militares «al
estilo legionario», asimilando naturalmente la población preexistente y aportando
cuanto es necesario a su nueva situación.
A pesar de que haya sido catalogada como «una versión rústica del estilo
de las fortificaciones hispánicas en el Bajo Imperio» (21), creo que el recinto de

15
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA

de Iruña erigido «ex novo» tanto en el trazado como en el material (con diferen-
tes aparejos y calidades de piedra según sea la zona a defender), y dotado de una
precisa disposición de los elementos constructivos, constituye un prototipo de las
«fortificaciones militares» de Hispania en el Bajo Imperio.
Los distintos elementos de un recinto amurallado se establecen en base a
precisos criterios defensivos: Torres para la instalación de ballistae (superados ya
los onagri), u otras máquinas de guerra; Troneras y ventanas para el «disparo» de
armas arrojadizas; Almenas o parapetos con el mismo cometido; Foso, si existe,
como impedimento de acceso. Sin embargo es, en gran parte, la posición de la
fortaleza quien determina las posibilidades de defensa y ataque y condiciona la
estructura de la muralla.
Iruña está colocada en un espolón rocoso, con gran parte de sus murallas
erguidas sobre un foso natural y rodeado en parte por e1 río con un único acceso
hacia el Norte, el puente romano de Trespuentes, perfectamente controlable y
unido al recinto mediante un empinado y difícil camino. La posibilidad de ataque
directo o la utilización de máquinas de guerra en toda la zona N., NO. y NE., es
prácticamente nula.
La zona Sur, con su gran puerta, y las situadas a la derecha e izquierda de la
misma, se levantan frente a una amplia plataforma de suave declive. Es esta la
zona de verdadero peligro de la ciudad. En correspondencia a estas dos diversas
situaciones está estructurada la muralla.
El primer tramo de la muralla a la izquierda de la puerta Sur, lo forman dos
torres semicirculares y dos lienzos con unos 40 metros aproximadamente de reco-
rrido. A la derecha de la puerta, y a lo largo de unos 5 metros (hasta el límite de
la zona excavada) aparecen tres torres semicirculares (probablemente existe una
cuarta intermedia igual como insinúa Nieto en la planta del yacimiento), y tres o
cuatro lienzos de muralla. En toda esta zona las torres de planta semicircular están
colocadas a cortas distancias unas de otras. Los lienzos de muro no presentan
notables diferencias en las medidas. Unas y otros están recubiertos en la cara exte-
rior por grandes sillares, perfectamente escuadrados, de piedra de Pancorbo (22),
constituyendo el conjunto una obra de opus cuadratum. La presencia de este tipo
de piedra, del modo en que está trabajada, y del criterio con que ha sido emplea-
da, responde a una planificación bien precisa máxime si tenemos en cuenta que a
pocos centenares de metros del recinto existen las canteras de donde se obtuvo la
piedra (lajas) para las torres cuadradas y los lienzos entre ellas comprendidos. Las
torres de planta circular o semicircular son más resistentes a los golpes del ariete
(23) o de máquinas de guerra si su utilización es posible como ocurre e nuestro
caso. El aparejo de opus cuadratum (foto 4), típico de las construcciones severia-
nas, no es solamente más espectacular, sino realmente más eficaz. La proximidad

16
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA

de las torres facilita el tiro cruzado de las ballistae y consiguientemente la defensa


de los lienzos de la muralla. A pesar de la fecha de construcción la puerta Sur, el
principal acceso, presenta las características de las fortificaciones mediterráneas,
«como la disposición oblicua de su eje a fin de obligar a los asaltantes a presentar
a los defensores el lado derecho, no protegido por el escudo» (24). No creo que se
trate de un arcaísmo simplemente sino más bien de una técnica.
Contrariamente a cuanto venimos diciendo, al lado Oeste de la muralla, el
único excavado, a partir de la segunda torre semicircular y su correspondiente
lienzo, coincidiendo con el cambio del terreno, se inicia una serie de torres y pa-
ños de muralla totalmente distintos en construcción y en distribución. Las torres
son de planta cuadrada (foto 3), y el aparejo de torres y muros a base de cortinas
de lajas. Indudablemente una adecuada utilización de máquinas de guerra hubiera
hecho inoperante este sector de la muralla, pero el hecho concreto es que tales
máquinas no podían ser utilizadas. Por este motivo la distancia entre las torres es
excesiva y amplísima (más de 50 metros en algún caso), pero ello se debe funda-
mentalmente a la escasa necesidad de defensa de esos sectores (25).
Cuando Prestamero identíficó el yacimiento reconoció cuatro puertas (26).
Resulta difícil resignarse a aceptar un error en las siempre tan precisas noticias del
erudito académico. Sin embargo la excavación de Nieto no puso al descubierto
más que una puerta, la Sur, y una poterna al SE. No sería nada de extrañar que
el actual trazado (existente mucho antes de la excavación de Nieto) del camino
de Trespuentes a Villodas coincidiera con las dos puertas principales del recinto:
N. y S. De todas maneras la puerta N. no pudo tener nunca ni la importancia ni
la magnitud de la puerta S, pues en el mejor de los casos no sería, como hemos
indicado, sino un simple acceso de personas perfectamente controlable teniendo
en cuenta el violento desnivel en rampa zigzagueante que hay que salvar desde el
puente hasta el recinto. Aún hoy día a la salida del puente se puede seguir un trozo
de calzada que sube, o mejor trepa, por el escarpe dirigiéndose indudablemente
hacia una puerta. No nos queda por tanto sino identificar un cuarto acceso que
indudablemente habrá que localizar en la zona E. de la muralla aún por excavar.
La escasez de puertas es otro elemento más de los que confirman la categoría
del yacimiento. No siendo una ciudad urbana amurallada, una civitas, no tiene ne-
cesidad de «facilidades comunicativas». No es el caso de Coria por ejemplo (27),
y ni siquiera hemos de pensar en la existencia de un cardus y un decumanus organi-
zados como tales. La menor apertura de vanos es una garantía de inviolabilidad y
por esta razón la defensa de Iruña es homogénea. Moosberg (2) es una situación
parecida a la que estudiamos y presenta las mismas características.
García Bellido (29) y siguiéndole a él Forni (30), piensan que la Cohorte I
Gallica c. R. se trasladó a Beleia desde su campamento al SO. de León en el siglo

19
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA

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A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA

iv.Balil (31) es de la opinión que la Legio Prima Flavia Gallicana, pseudocomi-


tatense (enviada a Africa en tiempos de Honorio), pudiera proceder precisamente
de una cohors Prima Gallica. Creo que los datos arqueológicos confirman, pre-
cisando aún más, la opinión de estos autores, y que la cronología de la muralla,
levantada fundamentalmente en razón de la presencia de la Cohorte, establece los
límites de la «vida militar» del yacimiento. De todas maneras esta vida se desa-
rrolla durante el siglo iv.
La existencia de enterramientos en el interior de un recinto amurallado nos
pone de manifiesto un término «post quem non» de habitabilidad del mismo (32).
La fecha proporcionada por el material de estos enterramientos precisará el límite
de ese término. Pues bien, en el Sector H de la excavación de G. Nieto (33) apa-
recieron enterramientos cuyos ajuares son indudablemente fechables en la segun-
da mitad del siglo xv: Cuchillos «tipo Simancas» (34), apliques de cinturón en
bronce (35), cerámicas, etc. En consecuencia el recinto de Iruña como «habitat»
estable había sido abandonado con anterioridad a la fecha de los enterramientos.
Desgraciadamente los cortes estratigráficos realizados en torno a la muralla
no creo nos puedan servir como elemento determinante en la cronología de la
misma pues los productos que aportan —aún a los mismos niveles— correspon-
den a épocas tan dispares que me hacen sospechar el que hayan sido removidos o
manipulados con anterioridad a la excavación de Nieto. Como fundamento de mi
sospecha aportaré unos datos consignados por el citado autor en su Memoria de
Excavación: «...La fecha anotada para el recinto de Iruña la deducimos también
del hallazgo de una moneda de Galerio Maximiano encontrada junto a los sillares
más bajos del primer lienzo del SE(sic) junto a la segunda torre» (36). «Al nivel
de la línea de sillares más baja de la torre tercera se recogieron fragmentos de
cerámica de tipo ibérico ornamentada con círculos paralelos pintados» (37). Es
decir, que el mismo nivel y el mismo sector de muralla proporciona materiales tan
distintos como cerámica de tipo ibérico y una moneda de finales del siglo iii.
Creo que podemos recurrir a otros elementos que nos ayudarán en el intento
de determinar el momento de la construcción de la muralla. Me refiero al material
reutilizado en la construcción de la misma. Como hemos indicado la epigrafía re-
cogida es de cronología muy variada. Sin embargo dos de las piezas, la de Aunia
Secundiana y la anepigráfica decorada con una arquería (3) son de una época
muy tardía. En el primer caso ni la forma de las letras, ni el esquematismo de las
figuras en relieve plano con los rasgos apenas insinuados (muy próximas a las
estelas de Aguilar de Codés del Museo de Pamplona) nos inclinan por una fecha
anterior a los primeros años del siglo iV. El segundo caso es aún más significa-
tivo En el mismo yacimiento se han encontrado otras dos estelas decoradas con
el mismo motivo de arquerías, siendo éste uno de los elementos ornamentales

191
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA

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A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA

más abundantes en la decoración de estelas de la zona alavesa (39). Pues bien,


la representación de la arquería en las tres piezas de Iruña es diversa y en cierto
modo progresiva, desde el arco de medio punto hasta el arco ultrasemicircular en
el caso a que nos venimos refiriendo. Esta estela presenta unos arcos apoyados
sobre columnas cuyos basamentos están representados por trazos incisos termina-
dos en ápices patados, tan frecuentes en época visigoda, por lo que una cronología
de principios del iV no nos parece demasiado aventurada.
En consecuencia, y a mi juicio, la fecha de construcción de la muralla puede
situarse en los primeros años del siglo iV, precisamente con destino a unas exi-
gencias estratégicas y a la acogida de unas tropas regulares. Su duración fue muy
breve, tal vez únicamente el recinto ya abandonado sirviera como refugio fortuito
de gentes aisladas en un momento en que las necesidades de defensa van siendo
asumidas con más frecuencia por ejércitos privados y por colonias de campesi-
nos-soldados. Tal vez esa misma brevedad de la vida militar de Beleia justifique
la extrañeza de Nieto al comprobar la escasez de hallazgos de armas (40).
La excavación completa del yacimiento, o al menos de la muralla del mismo
podrá precisar más cuanto venimos diciendo, poniéndonos por primera vez de
manifiesto, aun en el caso de que se tratara de una improvisación, los concretos
criterios estratégicos a que respondieron las fortificaciones del Bajo Imperio en
esta nueva «línea» defensiva de Hispania que cada vez se está insinuando con más
insistencia.

N O T A S
(1) A. Balil illana, La defensa de Hispania en el Bajo Imperio, amenaza exterior e inquietud
interna, Cátedra San Isidoro, Instituto leonés de estudios romano-visigóticos, León 1970, 603 y ss.,
con bibliografía anterior; P. dE palol, Cuchillo hispanorromano del siglo iv de J.C., BSAA, Valla-
dolid 1964, XXX, 67 y ss.
(2) G. niEto, El Oppidum de Iruña, Vitoria 195, 32 y ss.
(3) Oc. XLII, 32. Tribunos cohortis primae Gallicae, Veleia.
(4) Mansiones inmediatas a Beleia en el Itínerario de Antonino Ptolomeo.
(5) E. J. VallEspi, Arqueología y Arqueólogos Alaveses. El momento Actual de la Investigación
arqueológica de la Provincia de Alava. Estudios de Arqueología Alavesa, IV, 1970, 7 y ss.
(6) G. niEto, o. c., 217.
(7) F. BaraiBar, Discurso leído en 9 de noviembre de 12 en el Ateneo... Vitoria 13.
() G. niEto, O. c., 201, con bibliografía.
(9) G. niEto, La estela de Iruña, BSAA, Valladolid 1964, XVIII, 13 y ss.
(10) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 217-224.
(11) A. garcía BEllido, «Parerga» de arqueología y epigrafía hispano romanas (II), AEArq.
XXXVI (1963), 203 (Nuevos Municipios Flavios).

193
A PROPOSITO DE LA MURALLA ROMANA DE IRUÑA

(12) M. roBlin, Cités ou citadelles? Les enceintes romaines du Bas-Empire d’aprés l’exemple
de Senlis, Rev. d’Etudes anciennes LXVIII (1965), 369.
(13) Idem, o. c., 1. c.
(14) A. Balil illana, Las Murallas romanas de Barcelona, Madrid 1961, 127.
(15) G. niEto, el Oppidum de Iruña, 147.
(16) J. C. Elorza, Ensayo topográfico de epigrafía romana Alavesa, Estudios de Arqueología
Alavesa, II, Vitoria 1967, n.0 43-75.
(17) Idem, o. c., mapa de distribución.
(1) A. Balil illana, La defensa de Hispania...
(19) A. Balil illana, Las fortificaciones del Bajo Imperio en las provincias romanas de Espa-
ña, Celticum VI, 294.
(20) H. Von pEtrikoVits, Fortifications in the North-Western Roman Empire from the Third to
the Fifth Centuries A. D., The Journal of Roman Studies, LXI, 1971, 17 Y SS.
(21) A. Balil illana, Las fortificaciones..., 295.
(22) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 130.
(23) A. Balil illana, Las murallas romanas de Barcelona, Madrid 1961, 113 con indicaciones.
(24) A. Balil, La defensa de Hispania en el Bajo Imperio, Zephyrus XI (1960), 191.
(25) cfr. supra la situación topográfica del Oppidum.
(26) L. prEstaMEro, Camino militar romano que pasaba por la Provincia de Alava. Ms. Vitoria
1792. Lo tomo de gz. dE EcHéVarri, Alaveses Ilustres, t. I, Vitoria 1900.
(27) R. T HouVEnot, Les remparts romains de Coria d’Extremadoure, Rev. d’Etudes anciennes
63, 1961, 331 y ss. donde estudia el problema de varias puertas y poternas.
(2) J. garBscH , Der spátromische Donan-Iller-Rhein-Limes, Stuttgart 1970, 16.
(29) A. garcía BEllido, Cohors I Gallica Equitata c. R., Conimbriga I (1959), 29.40, especial-
mente 37 y nota 13.
(30) G. Forni, L’occupazione militare romana della Spagna Nord-Occidentale: Analoio e para-
lleli, Catedra de San Isidoro, Instituto leonés de estudios romano-visigóticos, León 1970, 221.
(31) A. Balil illana, La defensa... e inquietud interna, 613.
(32) La presencia de enterramientos en lugares habitados va en contra tanto de la legislación
como de la misma costumbre.
(33) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 75 y ss.
(34) A. Balil illana, Varia Hellenistico-romana, AEArq. XXXVIII (1965), 139, nota 242.
(35) J. C. Elorza, Un aplique de cinturón tardorromano de Iruña, en este mismo número de
Estudios de Arqueología Alavesa.
(36) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 143. En realidad es el lado SO.
(37) Idem, o. c., 111.
(3) J. C. Elorza, Ensayo topográfico de epigrafía romana alavesa, Estudios de Arqueología
Alavesa, II, Vitoria 1967, n.° 69.; Idem, Estelas romanas en la provincia de Alava, Estudios de Ar-
queología Alavesa, IV, Vitoria 1970, 237 n.° 4.
(39) cfr. J. C. Elorza, Estelas romanas en la provincia de Alava.
(40) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 197.

194
LA ESCULTURA «THORACATA»
DE IRUÑA

Juan Carlos Elorza

El vaciado en yeso, de un original en mármol, conservado en el Museo Pro-


vincial de Arqueología de Alava, que representa una pequeña escultura (concreta-
mente un torso) «thoracata» procedente de Iruña, ha sido en numerosas ocasiones
motivo de noticia científica (1), y de intento de asignación cronológica.
Después de los trabajos de Warwick Wroth (2), von Rohden (3), Hekler (4),
y Mancini (5), los estudios sistemáticos de Vermeule (6) sobre este tipo de escul-
turas nos permiten intentar el análisis de esta pieza alavesa —que presenta tantas
particularidades— a la vez que la comparación con otros ejemplares conocidos.
El número de esculturas «thoracatas» en piedra actualmente conocidas al-
canza la cifra aproximada de 450 piezas. Varias de entre ellas son perfectamente
datables por la inscripción o por el retrato, aparte de las muchas que no ofrecen
duda en su datación en razón del análisis estilístico. De esta forma las lagunas
existentes desde un punto de vista cronológico estricto, se limitan a los años 10-
193 (prácticamente el reinado de Cómodo), 211-23 (desde finales de Geta hasta
Gordiano), y 244-24 (desde Gordiano hasta la Tetrarquía) (7).
Las esculturas de «thoracatos» exentos en piedra hasta ahora conocidas res-
ponden a las siguientes categorías:
1.—Personajes reales:
a) Emperadores.
b) Jefes Militares ().
2.—Personajes mitológicos:
a) Júpiter (9).
b) Marte (10).
3.—Trofeos.
4.—Punteles o apoyos de esculturas.

195
LA ESCULTURA “THORACATA” DE IRUÑA

En este tipo de estatuaria, principalmente en los dos primeros apartados, sue-


len estar presentes una serie de elementos constantes.
En primer lugar la túnica bajo la coraza que creemos se pueda identificar
como colobium (11), frente a los nombres propuestos de túnica manicata, chitón,
etc., que no responden a la pieza representada. Sobre ellas las correas de cuero,
launas, que aparecen tanto debajo de la línea de la cintura como en las bocaman-
gas. La coraza propiamente dicha está formada por dos placas (caso de tratarse
de una coraza metálica) unidas en los costados mediante bisagras, y de un modo
muy similar si la coraza es de cuero. Sobre los hombros dos placas rectangulares,
humeralia, que se fijan a la coraza mediante unas cintas sujetas con una lazada
a una anilla o un botón. En algunos ejemplares aparece también el ceñidor, cin-
gulum, anudado en lazada simétrica y cuya representación tiene más un carácter
jerárquico que un sentido funcional (12). Normalmente del cingulun cuelga el
pugium, siempre al lado izquierdo (13).
De la curva del vientre, en la coraza, penden los lambrequines, placas metá-
licas de forma alargada o redondeada, colocados generalmente en dos hileras y
adornados con abundantes motivos decorativos y simbólicos. La placa anterior
de la coraza se enriquece con la gorgona y otras representaciones alegóricas (14).
Gran parte de estas esculturas van completadas por un manto, paludamentum en
la mayor parte de los casos, sagum menos frecuentemente, anudado en los hom-
bros, cayendo por la espalda y recogido en modos diversos.
Las estatuas destinadas al ornamento de edificios públicos o al sacellum de
los campamentos militares, están siempre reproducidas a tamaño natural o a es-
cala superior (15).
Las representaciones «thoracatas» de divinidades se limitan, como hemos in-
dicado, a esculturas de Marte y de Júpiter. En el primer caso siguen las normas
generales de las esculturas pertenecientes a personajes reales (16) y solamente el
retrato o algunos atributos (casco, escudo, etc.) nos permiten su identificación.
En el segundo caso Júpiter Delichenus suele ser representado con un traje militar
mucho más sencillo y burdo que el de los emperadores y altos jefes militares (17),
caracterizado generalmente por la presencia de un balteus cruzado sobre el pecho
(1).
Por otra parte, aun cuando de una escultura de esta divinidad solamente co-
nozcamos el torso, su identificación no es difícil dada la postura forzada, levanta-
da, de una de las piernas destinada a apoyarse sobre el toro simbólico.
Los trofeos, aun los exentos, intentan reproducir «solamente» la indumentaria,
el vestido, por lo que nunca los encontramos con brazos ni piernas, motivo por el
que estas esculturas presentan gran rigidez y completa verticalidad (19).

196
197
Finalmente los punteles o apoyos de escultura tienen una función estática tan
precisa y unas medidas generalmente tan concretas que su identificación tampoco
ofrece dificultades (20).
El «thoracato» de Iruña, objeto del presente estudio constituye un únicum
inclasificable dentro de las categorías anteriormente establecidas.
La pieza tiene 26 cros. de altura. Lleva una coraza completamente lisa en la
que apenas se insinúan los relieves anatómicos. La curva de la coraza a la altura
del vientre es suave pero precisa (21). Los humeralia, sin decorar, son cortos y
muy anchos y se presentan paralelos entre sí sin la inclinación convergente tan
frecuente en otras piezas. Las cintas de sujeción de los humeralia, sin lazo pero
con un amplio botón, de manera que más que de una cinta se trata de una ver-
dadera correa con broche, llegan casi hasta el mismo ceñidor. Bajo la curva de
la coraza aparecen dos filas de launas terminadas en flecos, y una fila igual está
colocada en la bocamanga del brazo derecho. El manto cuelga del hombro iz-

19
quierdo y se recogería sobre el antebrazo izquierdo en una forma que no podemos
precisar.
La posición de la figura no ofrece dudas. Tiene el brazo derecho levantado,
lo que provoca que el humeral derecho y su correspondiente botón se hallen más
altos que sus paralelos del otro lado. El brazo izquierdo, doblado a la altura de
la cintura deja ver el orificio para la inserción del perno metálico que sujetaría el
antebrazo. La figura, un poco girada, iría apoyada sobre su pierna derecha, con
la izquierda adelantada y flexionada. El movimiento de las launas y de la cadera
corroboran esta postura. No tiene cabeza, pero en el cuello redondo se marca el
orificio de inserción.
Ya sus medidas le apartan de cuantas piezas en piedra conocemos, y por cuan-
to hemos dicho anteriormente excluimos que se pueda tratar de una divinidad o
de un trofeo. Por la altura del torso cabría la posibilidad de que fuera un puntel,
pero la existencia de cabeza y extremidades en el original, lo cual es innegable,

199
haría totalmente inoperante la función estática de este tipo de piezas. Por tanto no
nos cabe más que pensar que se trate de un emperador o de un oficial superior.
Aparte de las dimensiones no es comparable con casi ninguna de las 22 pie-
zas en piedra que conocemos en España (22). Las de Alcalá del Río, Almuñécar,
Córdoba, Itálica, Mérida, Montoro, Pollensa y Río Tinto, tienen la coraza deco-
rada con motivos simbólicos. Algunas de éstas, y las de Espejo y Sagunto van
también decoradas en los lambrequines. Solamente, por tanto, es comparable en
algunos aspectos (me refiero únicamente en cuanto a concepción general), a las
esculturas de Tarragona. Sin embargo, las diferencias son notables: 1.—Distinta
actitud, probablemente adlocutio en el caso de Iruña. 2.—Distinta posición del
manto: anudado sobre el hombro izquierdo y cayendo por la espalda izquierda ese
Iruña, anudado en el hombro derecho y cayendo por toda la espalda hasta media
pierna en los de Tarragona. 3.—Con égida y roleos horizontales en el centro de la

200
coraza en Tarragona, con coraza completamente lisa en Iruña. 4.—Con anchos
humerales en Iruña, sin ellos en Tarragona. Por tanto, únicamente se asemejan
en la forma suave de la curva del vientre (23), la presencia del cingulum (24), la
ausencia de lambrequines, y la doble hilera de launas en ambos casos.
Habiéndose perdido el original de la pieza alavesa no nos atrevemos a pro-
nunciarnos sobre una serie de detalles que consideramos sospechosos o al menos
muy raros. En primer lugar la colocación del cingulum no es correcta. El nudo no
es un nudo, y la lazada, a modo de mariposa, no tiene ninguna explicación lógica.
Supuesto que un ceñidor se anude en el centro de la cintura los extremos caerían
en vertical paralelos al eje de la figura. Si se quisieran recoger pasarían nueva-
mente en torno al cíngulo anudado (sea por fuera que por dentro) produciendo
siempre el resultado que apreciamos en las esculturas de Tarragona. Lo que es
imposible es que las volutas superiores de la lazada estén más próximas entre sí

201
LA ESCULTURA “THORACATA” DE IRUÑA

que las inferiores, pues en este caso el resultado sería siempre el obtenido en la
pieza de Iruña, es decir, que los extremos del cíngulo producen la impresión de
ser elementos autónomos separados del resto del cinturón y sin continuidad con
el mismo (25).
La colocación y forma de las cintas que sujetan los humeralia producen la
misma sorpresa. Son excesivamente anchas y muy largas. De la observación de
las esculturas «thoracatas» se deduce que esta cinta es algo muy flexible, suscepti-
ble de ser anudado mediante una lazada cuyos extremos cuelgan hacia abajo. Algo
muy diferente es lo de Iruña (26).

202
LA ESCULTURA “THORACATA” DE IRUÑA

Por las características generales que ofrece: coraza lisa, ausencia de lam-
brequines, dos filas de launas, cíngulo anudado y curva suave del vientre, la pieza
de Iruña puede fecharse entre finales del reinado de Adriano y comienzo de los
Antoninos, y más concretamente dentro del grupo de «thoracatos» romanos de
tipo helenístico del período inicial de Antonino. Se asemeja a la estatua del teatro
de Milete conservada en el Museo de Berlín (27), a la de las termas de Faustina en
Berlín (2), a una pieza del Museo Otomano de Constantinopla (29), y a la de Efe-
so del Antiguo Museo Arqueológico (30). Sin embargo, entre todos los ejemplares
que conozco el paralelo más próximo, salvadas las diferencias, lo presenta con la
estatua inédita de la colección Lazzaroni de Roma, cuya reproducción adjunto
(31). En ambos casos la concepción de la figura, el movimiento y los elementos
de la misma son idénticos.
Creo, por consiguiente, que la pieza de Iruña aun con las particularidades que
presenta (32) y admitiendo su autenticidad, se puede fechar en el segundo tercio
del siglo segundo dentro del amplio grupo de esculturas helenísticas de este tipo
que conocemos especialmente en oriente.

N O T A S
(1) Cfr. G. niEto, El Oppidum de Iruña, Vitoria 195, 204-205, lám. LXXVI, con bibliografía
anterior.
(2) W. WarWick WrotH, Imperial cuirass-ornamentation, Journal of Héelenic Studies VII
(16), 126-142.
(3) H. Von roHdEn, Die Panzerstatuen mit Reliefverzeirung, Bonner Studien, 190.
(4) A. HEklEr, Beitrage zur Geschichte der Antiken Panzerstatuen, Jahreshef te des Osterrei-
chischen Archáelegischen Institutes, 1919, 190 y ss.
(5) G. Mancini, Le statue loricate imperiali, Bullettino della Commissione Archaeologica Co-
munale di Roma, L, 1922, 151-204.
(6) C. C. VErMEulE, Hellenistic and Roman cuirassed statues, Berytus, 13, 19591960, 1-2;
Idem, Hellenistic and Roman... statues A Supplement, Berytus, 15, 1964, 95-110; Idem, Hellenistic
and... statues Second Supplement, Berytus, 16, 1966, 49-59.
(7) Agradezco a la Srta. P. Acuña el haberme facilitado su estudio en prensa sobre la estatuaria
militar romana de España, con su correspondiente clasificación cronológica.
() Son piezas seguras, p. e., la de Holconio Rufo, dunvir quinq. en tiempo de Augusto (Cfr.
Mancini 1. c., 163, n.° 2, lám. XII); la de Ti. Iulius Celsus Polemaeanus, procónsul de Asia entre el
106 y 107 (Cfr. Vermeule, Berytus 13, 5, n.° 20, lám. XVIII); Vermeule, en Berytus 13, n.° 12,
139 y 150 indica la presencia de «thoracatos» atribuibles a generales pero sin especificación de los
nombres correspondientes.
(9) Se trata siempre de Juppiter Dolichenus. Cfr. P. MErlat, Repertoire des ínscriptions et mo-
numents figurés du culte de Juppiter Dolichenus, Rennes 1951; Idem, Juppiter Dolichenus, Paris
1960, con toda la bibliografía anterior.

203
LA ESCULTURA “THORACATA” DE IRUÑA

(10) A partir de la erección del templo a Mars Ultor, en tiempo de Augusto, se fija el modelo icono-
gráfico romano de esta representación. Como pieza más significativa el Marte del Museo Capitolino.
(11) Tipo de túnica definida como una camisa con manga corta, o sin manga por C. cEccHEl en
Vita di Roma nel Medio Evo, I, 2: Le arti minori e il costume. Roma 1960, 75-76.
(12) darEMBEr-saglio, voz cingulum.
(13) P. FrancHi dE caValliEri, Come andavano vestiti ed armati i milites dell’Adparatio, Studi
e Testi, 49, Note Agiografique, fasciscolo 7.° Roma 192, 211.
(14) Por ejemplo en España: Grifos en Mérida, Córdoba, Pollensa, Alcalá del Río y los dos de
Tarragona; Victorias, en Itálica, Montoro y Río Tinto; Centauros en Itálica y dos en Mérida; Palla-
dium en Itálica.
(15) G. gaMEr, Estatuas imperiales de los campamentos militares romanos, AEArq. 43, 1970,
12.
(16) Naturalmente con algunas variantes dentro del grupo. Así por ejemplo el Marte del Museo
Capitolino (cfr. supra) aparece con una coraza ricamente adornada, mientras que el Marte del relieve
de Cartago (Cfr. G. E. Rizzo, en Bulletino Comunale, 60, 1933, 7 y ss., figura 16) aparece con una
coraza lisa.
(17) Es una divinidad típicamente legionaria y los hallazgos hasta ahora conocidos (Cfr. Merlat
o. c., mapa), presentan un tipo muy homogéneo.
(1) Ver la pieza procedente del Aventino en el Museo Capitolino (cfr. A. H. Kan, Juppiter Do-
lichenus, Leiden 1943, lám. X, figura 16).
(19) CH. picard, Les trophées romaines, Paris 1957.
(20) Ver p. e. la escultura «thoracata» en función de puntel en una escultura fragmentada de la
Villa Reali d’Osson, en Treviso.
(21) Es algo totalmente distinto de la curva intensa de las esculturas españolas de Itálica y Mé-
rida por ejemplo.
(22) Cfr. nota 14.
(23) A pesar de ello la curva de la escultura de Iruña es más pronunciada que las de Tarragona,
donde apenas se insinúa.
(24) Aunque también diferentes en ambos casos, tanto en la forma del lazo como en la coloca-
ción de los extremos.
(25) No conozco este sistema en ninguna de las piezas hasta hoy publicadas.
(26) Conozco un tipo prácticamente idéntico en un busto con coraza, moderno, existente en el
Museo Capitolino de Roma, y publicado por stuart-jonEs, The Sculptures of the Museo Capitolino,
Oxford 1912, n.° 59. lám. 32.
(27) A. HEklEr, O. c., 23, 4, figura 166.
(2) A. HEklEr, O. c., 239, 5 = C. C. VErMEulE, Berytus 13, 62, n.° 23. Quizá se trata de una
estatua de Marco Aurelio.
(29) A. HEklEr, O. c., 240, 9 = C. C. VErMEulE, Berytus 13, 61, n.° 231.
(30) R. HEBErdEy, JOAI, 15, 1912, 175, figura 13 = C. C. VErMEulE, Berytus 13, 62, n.° 241.
La pieza representada ofrece la particularidad de un modo distinto de anudar el cingulum.
(31) Fotografía n.° 7025 de la fototeca del Instituto Arqueológico Alemán de Roma.
(32) Como piezas de este tamaño en piedra (a parte de los ejemplares en bronce), conozco una
estatuilla de 36 cros. de altura, actualmente en el Museo de El Cairo (cfr. C. C. VErMEulE, Berytus 13,
61, n.° 232), pero por la descripción se trata de una escultura ricamente adornada.

204
UN «OINOCHOE» CERAMICO
DEL TIPO DE «EL-AOUJA»

Juan Carlos Elorza

La producción cerámica del círculo de El-Aouja en Túnez, se caracteriza por


la fabricación de tres tipos de recipientes perfectamente identificables: ánforas
cilíndricas, lagenae bicónicas, y oinochoes con la panza en forma de cabeza hu-
mana.
Los objetos así fabricados presentan una pasta fina, que se distingue perfecta-
mente de la sigillata clara A, paredes delgadas y un barniz rojo-naranja muy bri-
llante (1). El momento de máximo esplendor en la producción de estas cerámicas
ha de situarse a juicio de Salomonson (2) en torno al año 300.
A pesar de lo concreta que se nos presenta el área de producción, las piezas de
este taller se localizan en Italia, Grecia, Dalmacia y España (3).
El «sector J» de la excavación del Oppidum de Iruña (4) proporcionó un
vaso cerámico de pasta color ladrillo con barniz rojo brillante, representando una
cabeza femenina y conservado desde la base cilíndrica hasta la frente por una
altura de 7 mm. Al mismo nivel y en el mismo ambiente aparecieron entre otras
cosas una moneda de Galerio Maximiano y numerosos fragmentos de cerámicas
hispánicas tardías.
Los vasos cerámicos en forma de cabeza humana, de tradición púnica, per-
sisten hasta bien entrado el período bizantino (5). El ejemplar de Iruña es un vaso
de este tipo, concretamente un oinochoe, fabricado con dos moldes, soldado por
los bordes, y al que le falta únicamente el cuello y el asa. Tanto las características
técnicas como la forma lo ponen en relación directa con los oinochoes de El-Aou-
ja. Las piezas hasta ahora conocidas (6) tienen una altura que oscila entre los 15
y los 24 cros., incluido el cuello cilíndrico, lo que está perfectamente de acuerdo
con la recomposición del ejemplar alavés. Los tipos representados son mujeres,
hombres y personajes mitológicos (7). En la mayor parte de los casos aparecen

205
UN “OINOCHOE” CERAMICO DEL TIPO DE “EL-AOUJA”

estampillados en el cuello del recipiente los nombres de los alfareros (), y estas
mismas estampillas se encuentran sobre otros productos de la cerámica de El-
Aouja (9).

206
UN “OINOCHOE” CERAMICO DEL TIPO DE “EL-AOUJA”

Contamos por tanto en Iruña con una nueva pieza de características y crono-
logía bien precisa. Intermedia entre la sigillata clara A y C, tal vez producto de un
taller africano, poco frecuente por su forma, y en total armonía con la cronología
del yacimiento que proponemos (10).

N O T A S
(1) J. W. saloMonson, Etudes sur la céramique remain d’Afrique, Bulletin van de vereeniging
tet beverdering der kennis van Atieke Beschaving, 43-44 (196-1969), 0 y ss.
(2) IDEM, o. c. 111.
(3) L. FoucEr, La maison de la procesion Dionysiaque a El Jem, 1963, 146, nota 316; F. palla-
rEs en R. Studi Liguri 25 (1959) 125 y ss.; J. roMán y calVEt, Los nombres e importancia de las Islas
Pythusas, 1906, 250 y pl. XXVI. Estas piezas, aún de la misma cerámica y procedentes de Málaga,
Valencia y Baleares son platos y jarros con aplicaciones.
(4) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 195, 91, Mm. LIX, 2.
(5) Daremberg-Saglio, V, 656 y ss.
(6) M. MErlin, en BAC. 1911, CCIX y pla. XLII, una cabeza femenina de 19 cms. de altura;
Idem, BAC, 1917, CCIX, pl. XXXV-VI-VII-VIII, una cabeza de anciano de 22 cms. de alto, una
cabeza de mujer joven de 22,5 cms. de altura, ambas procedentes de El-Aouja, una cabeza de anciana
de 23,5 cms. y otra de mujer de 23,5 cms., localizadas en Kaireuam; R. cagnat, BAC., 192-1929,
12 y pl. IV-V, estudia una pieza con representación de Sileno de 19 cms. de altura, y cita otra pro-
cedente de Haidra que representa un fauno; M. truillot, BAC., 1932-1933, 500, publica una pieza
igual a una de las descritas por Merlin, pero localizada en Biz-el-Ater; N. duVal, Nouvelles recher-
ches d’archéologie et d’epigraphie chrétiennes a Sufetula (Byzacéne), Melanges d’archéologie et
d’histoire. Ecole Francaise de Rome LXVIII (1956), 247 y ss., dos piezas con cabezas femeninas
procedentes de la necrópolis que estudia; También numerosos Museos africanos cuentan en sus co-
lecciones con ejemplares como el que estudiamos: M. R. dE la BlancHEr, Musée de Constantine,
192, pl. XII; M. BEsniEr y P. BlancHEt, Collection Farges, 1900, pl. IV, 7, etc.
(7) Entre las piezas conocidas, cfr. nota anterior, el mayor número corresponden a representa-
ciones femeninas.
() Las principales marcas son: NABIGIUS PINGIT, EX OFICINA OLIT RESIS, EX OFICI-
NA NAVIGIT, EX OFICINA SEPTUS.
(9) Cfr. A. carandini, Ampullae Oleariae, Melanges d’archéologie et d’histoire Ecole Fran-
caise de Rome 2 (1970), 753 y ss. Muchas de estas ampullae tienen el cuello en forma de cabeza
humana, muy similar a los que reproducen en los oinochoes.
(10) J. C. Elorza, A propósito de la muralla de Iruña, en este mismo número de la revista.

207
UN APLIQUE DE CINTURON
TARDORROMANO, DE IRUÑA

Juan Carlos Elorza

Procedente del Sector H. de la excavación realizada en Iruña por G. Nieto


(1), existe en el Museo Provincial de Arqueología de Alava un aplique de cinturón
de bronce, en forma de disco con dos botones en la cara posterior, perfectamente
descrito por el citado autor.
La pieza, en sí misma insignificante, tiene para el yacimiento un notable
valor cronológico, máxime teniendo en cuenta que apareció con un conjunto de
cerámicas tardías y un gran fragmento de un vaso de vidrio tallado (2).
Palol ha estudiado y catalogado recientemente (3) una serie de piezas similares
a la nuestra, aun cuando el objeto principal de su trabajo eran concretamente los
broches de cinturón. Por esta razón algunas piezas hispánicas no fueron incluidas,
y entre ellas los paralelos más exactos del aplique de Iruña (4).
Como hemos dicho se trata de un disco de bronce con la cara exterior convexa
y con dos vástagos terminados en botones en la parte posterior. Estos botones
sujetaban el aplique a la correa de cuero (5).
El objeto es muy frecuente en las necrópolis tardorromanas del siglo iv
localizadas en una amplísima área de dispersión. Conocemos piezas idénticas en
Strasbourg (6) y Arcy Ste. Restitue (Aisne) (7), además de algunas hispánicas
no publicadas (), y casi siempre aparecen acompañadas de apliques similares
en forma de pelta o de venera. Están obtenidos por el procedimiento de la
«cera perdida», lo que les diferencia notablemente de los apliques de cinturón
contemporáneos, localizados principalmente en centroeuropa y cono cidos como
productos del Kerbschnitt caracterizados por la excisión y la talla a bisel.
De las piezas hispánicas estudiadas por Palol solamente un broche de cinturón
procedente de Hornillos del Camino (9) presenta las características del Kerbschnitt

209
más en el dibujo que en la forma, pues las piezas centroeuropeas son mucho más
altas que las hispánicas, y en los broches casi completamente cuadradas (10).
El problema de los asentamientos y del origen de tropas auxiliares (laetes,
limitanei, etc.) durante el siglo iV es muy discutido, especialmente en Hispania
donde faltan noticias literarias.
Es evidente que las necrópolis, y en parte también las villas, del siglo xv es-
pecialmente en su segunda mitad proporcionan en toda Europa, principalmente,
unos productos homogéneos y perfectamente identificables, natural- mente dentro
de algunas variantes. Más difícil es asignar estas variantes a grupos determinados.
Los intentos se han producido en distintas direcciones. Lindenschmit pretendía
que las piezas fabricadas con el procedimiento de la talla a bisel descendían de
la antigua escultura paleogermánica en madera, y consiguientemente allí donde
se hallaran estas piezas eran zonas de influen- cia o de presencia germánica (11).
Riegl refutó ampliamente esta afirmación demostrando que esa técnica era propia
de todo el período tardorromano y de fuertes raíces romanas (12).
La composición de las necrópolis y la orientación de las sepulturas es otro de
los criterios empleados. Werner (13) sistematiza el primer intento sobre la función y
características de los agricultores-soldados, y en la misma línea Breuer y Roossens
(14) opinan que esta clase de enterramientos, con los ajuares que aportan, han de ser
asignadas a los laetes y foederati de que habla la Notitia Dignitatum. Más aún,

210
Dasnoy (15) establece una repartición geográfica (y en cierto modo étnica) en
razón de la orientación de las sepul- turas. Con posterioridad a la obra de Werner
citada, De Laet, Dhondt y Nenquin (16) se habían pronunciado en sentido contra-
rio indicando que los criterios hasta el momento utilizados para la identificación
de los diversos grupos ni eran válidos, ni en modo alguno se podía hablar de una
civilización de Laetes.
Creo que una de las pistas a seguir para la identificación y relación de los
distintos grupos está precisamente en el estudio de los apliques de cintu- rón.
Aparte de los ejemplares hispánicos la mayor parte de las piezas de bronce lisas
(me refiero a los apliques, no a los broches) han sido localizadas en el occidente
de Europa, fundamentalmente en Bélgica, Britania e Hispania (17), mientras que
el área de difusión de las piezas del Kerbschnitt se dirige más hacía el oriente en-
contrándose con gran abundancia incluso en Split, Záhreb, etc. (1).
Las necrópolis del valle del Duero y Norte de la península se identifican,
en este aspecto, más notoriamente con los yacimientos de Bélgica que no con los
de otras regiones. El broche de Iruña es un eslabón, más en esta cadena que se
va perfilando, y precisamente es el eslabón más occidental. Este tipo de piezas
no aparece por tanto únicamente en las necrópolis organizadas, sino en sepultu-
ras aisladas, pues del ajuar de una sepultura tal vez removida procede la pieza que
hemos presentado, pero en todos los casos la cronología es bien precisa, segunda
mitad del siglo iv, y su presencia bien significativa.

211
UN APLIQUE DE CINTURON TARDORROMANO, DE IRUÑA

N O T A S
(1) G. niEto, El Oppidum de Iruña, 195, 1, figura 13/9.
(2) Conocemos el manuscrito del artículo en prensa del Prof. A. Balil, Vidrio Tardorromano de
Iruña, en que se asigna una fecha tardía al objeto estudiado.
(3) P. dE palol, La necrópolis de San Miguel del Arroyo y los broches hispanorromanos del
siglo iv. BSAA, XXXIV-XXXV (1969), 93 y ss.
(4) Agradecemos al Prof. Palol el habernos puesto en conocimiento de estas piezas cuyo estudio
será objeto de publicación por el mismo autor.
(5) Sobre la colocación de los apliques de bronce en los cinturones cfr. J. MErtEns, Laat-Ro-
meins graf te Oudenburg, Helinium IV (1964), 219 y ss., y más amplia. mente H. BullingEr, Spátan-
tike Gürtelbeschláge, Brujas 1969.
(6) R. FoErrEr, Strasbourg-Argentorate, 1927, vol. I, 354, figura 262, y vol. II, 533, tf. LXXVII,
3 y 42.
(7) F. MorEau, Album Caranda, 173-19, pl. 45.
() Las recientes excavaciones que he realizado en la necrópolis de Cabriana (Burgos), han
proporcionado un notable conjunto, probablemente el único cinturón completo que conocemos en la
península.
(9) P. dE palol, O. c., 114, figura 24/25.
(10) Aunque los hallazgos posteriores hayan sido muy numerosos, basta comparar nuestras pie-
zas con las publicadas por G. BEHrEns, Spiitrómische Kerbschnittschnalen. Schumacher-Festschrift,
Mainz 1930, para apreciar las diferencias que hemos apuntado.
(11) L. lindEnscHFiMit, Alterthümer unser heidnichen Verzeit, vol. I, fasc. , 26.
(12) A. riEgl, Industria Artística Tardorromana (trad. italiana), Firenze 1953, especialmente
293 y ss.
(13) J. Werner, Zur Entstehung der Reihengriiberzivilisation, Archeologia Geographica 1 (1950),
23 y ss.
(14) J. BrEuEr et H. roossEns, Le cimitiére Franc de Haillot. Archaeologia Belgica 34, Bruxe-
lles 1957.
(15) A. dasnoy, Anexo I de Archaeologia Belgica 34.
(16) S. dE laEt, j. dHondt, j. nEnquin, Les Laeti du Namurois et l’origine de la Civilisation
mérovingienne. Etudes d’Histoire et d’Archéologie Namuroises dediées a F. courtoy, 1952, 1 vol.,
149-172
(17) Además de la bibli. indicada cfr. especialmente para Inglaterra: R. G. collingWood, Ro-
man objects from Stanvix and Thatcham, The Antiquaries Journal, XI, 37 y ss.; pH. cordEr and J. L.
kirk, A Roman Villa at Langton, near Malton E. Yorkshire, 1932, 71 y ss., figura 1; M. G. Wilson,
Other Objects of Bronze, Silver, Lead, Iron, Bone and Stone, en Fifth Report on the Excavations of
the Roman Fort at Richborough, Kent. Editet by B. W. cunliFFE. Oxford 196.; G. A. WEBstEr, A
Hoard of Roman Military Equipement from Freemingtan Hagg, 124, n.° 5, en Soldier and Civiliam
in Roman Yorkshire. Edit. R. M. ButtlEr, Leicester University Press, 1971, etc.
(1) J. ciBulka, Velkomorausky Kostel v, Modré u Velehradu. Praha 195.

212
LOS NOMBRES EUSCAROS DE LAS
INSCRIPCIONES HISPANO-ROMANAS Y
UN IBARRA ENTRE LOS VETTONES

Lourdes Albertos Firmat

Es cosa sabida que el vascuence se habló en ambas vertientes de los Pirineos


desde tiempos remotos, aunque como indica Michelena, en su comunicación al
IV Symposium de Prehistoria Peninsular, de Pamplona, 1966, «La lengua vasca
y la Prehistoria», no se puede precisar su antigüedad. Pero es seguro que cuando
los pueblos indoeuropeos, en sus migraciones hacia la Península Ibérica, atrave-
saron los pasos pirenaicos, ya se hablaba vascuence en esas regiones. Cuando los
romanos llegaron a España, con motivo de las guerras anibálicas, y César siglo y
medio más tarde a la Galia, al tratar con los respectivos habitantes, comenzamos a
tener noticias de los vascones y de los aquitanos, es decir, de los antgiuos vascos
de ambas vertientes del Pirineo.
Como ya es sabido, César nos dice al comienzo de sus comentarios sobre la
Guerra de las Galias, que este país estaba habitado por los Galos, los Belgas y los
Aquitanos, todos los cuales difieren entre sí por su lengua, costumbres y leyes.
Entre los galos y los belgas no debía haber una gran diferencia, ya que ambos eran
pueblos celtas, pero sí la había ciertamente con los aquitanos, si bien en tiempos
de César habían sufrido ya una fuerte presión céltica por lo menos durante un
milenio, hasta el punto de que fácilmente puede detectarse esta celtización en la
onomástica personal aquitana, de la cual tenemos cumplido conocimiento gracias
a las numerosas huellas dejadas en las inscripciones de época romana. Así, jun-
to a nombres típicamente eúscaros, tales como Andere, Nescato, Cison y Gison,
Cissonbonis, gen., Sembetten, Semblexonis, gen., Harbelex, Belexconis, gen., Bi-
hoscinnis, gen., Bihotarris, gen., Bihoxus, Bontar, Oxson, Laurco, Borsei, gen.,
Andoston, Lohitton, etc., Michelena recoge otros tan celtas como Toutannorigis,
gen., Dannorigis, gen., Dunohorigis, gen., Tautinni, gen., etc. donde aparecen

213
LOS NOMBRES EUSCAROS DE LAS INSCRIPCIONES HISPANO-ROMANAS...

elementos típicos célticos como rix, «rey», o Tout- Taut-, variantes del ide. * teu-
ta, «pueblo», que también aparecen documentadas en Hispania. Pero en estos
nombres aquitanos hay un elemento fonético característico frente a los puramente
indoeuropeos, que es la frecuente geminación. Cf. también los hispánicos Tautius,
Toutonus, etc., y el iberizado Tautindals, de la Turma Salluitana, donde tenemos
un nombre indoeuropeo asimilado a la fonética y morfología ibérica. (Vid. Miche-
lena, De Onomástica Aquitana, Pirineos X, 1954, pp. 409 ss., y mi tesis doctoral,
La Onomástica Personal Primitiva de Hispania, Salamanca 1966, pp. 26 ss.).
Sin embargo, de los vascones y otros pueblos más o menos afines, que habla-
ban una lengua eúscara del lado de acá del Pirineo, apenas tenemos testimonios
de época romana, pues si descartamos algunos topónimos conocidos desde anti-
guo como Calagurris, Turissa o Iturissa, Illumberri, etc., las fuentes para nuestro
conocimiento del vasco antiguo hay que buscarlas generalmente en documentos
medievales, con los inconvenientes que esto tiene consigo.
A pesar de todo, poco a poco van apareciendo algunos nombres personales
típicamente vascos en las inscripciones hispanorromanas, independientemente de
los ibéricos propiamente dichos o de los que se prestan a dudas, por los puntos de
relación entre una y otra lengua, como algunos del Bronce de Ascoli.
Dejando a un lado un Cormertonis, gen., padre de un aquitano, que apareció
en Idanha-a-Velha (Egitania n.° 43), nombre tal vez relacionado con el topónimo y
apellido navarro actual, Cormenzana (con disimilación rm-r>rm-n) y alguno otro
más propiamente aquitano, como los del valle de Arán, los nombres claramente
vascos conocidos en la Península son: Ummesahar, hijo de Narhunges y padre de
Abisunhar, los tres mencionados en la estela de Lerga, que fueron ampliamente
comentados por mí en Nuevos antropónimos hispánicos, Emerita XXXII, 1964,
y XXXIII, 1965, s.u.; Narueni, dat. fem. posible nombre vasco de Navarra, en
relación con el recién citado Narhunges; en Alava dos nombres dudosos, Illuna,
de Iruña, reconstrucción de Baráibar, y Aitea, de Ollavarre, lectura también muy
problemática, debido a un nexo.
Con lectura segura, a pesar de que muchos lo han dadc mal, tenemos un nom-
bre en Oyarzun, Val(erius) Beltesonis (gen.?), ya que no viendo el nexo de VAL
leían Vlbeltesonis. El epígrafe, publicado con buena fotografía, ha sido fijado de
una vez por I. Barandíarán en Caesaraugusta 196, p. 200 ss.
Pero * Belteson, como los nombres de Lerga, encaja más dentro de la ono-
mástica aquitana propiamente dicha, que dentro de las vasca meridional, y parece
testimonio no sólo de una comunidad lingüística, sino de elementos culturales
similares entre los vascones y los aquitanos. Probablemente sea un nombre for-
mado sobre beltz, «negro» con el sufijo -son(-xon) que aparece en Sembexsonis,
Senixonis, y otros nombres aquitanos. (Cf. Michelena, op cit.)

214
LOS NOMBRES EUSCAROS DE LAS INSCRIPCIONES HISPANO-ROMANAS...

Sin embargo, en plena Península, en tierra de los Vettones cacereños, ha apa-


recido una estela en donde se lee un nombre típicamente vasco meridional: Iba-
rra. La inscripción, cuya fotografía podemos ofrecer, por gentileza del Sr. Callejo
Serrano, que es quien dio la verdadera lectura del epígrafe, dice lo siguiente:
D(is) M(anibus) S(acrum)/L(ucius) IVLIVS LASCI/VI IBARRA AN(norum)/
XXXIII H(ic) S(itus) S(epultus) E(st)11-S(it)] T(ibi) T(erra) L(evis) PATER fF(ilio)]
F(aciendum) C(uravit)/ fLaslCIVI...
El epígrafe no continúa por rotura de la piedra, quizá por donde más nos in-
teresaría. Apareció en Plasenzuela, Cáceres, a principio de siglo, pero ha quedado
prácticamente desconocido para los estudiosos de las lenguas peninsulares, por
haber sido mal leído, hasta que C. Callejo Serrano lo publicó correctamente en
Cédulas epigráficas del Campo Norbense, Zephyrus XVIII, 1967, n.° 17, pp. 107
ss.
Ibarra es un nombre claramente vasco, basado en ibar, «vega», y que lo en-
contramos escrito del mismo modo que sigue haciéndose en el siglo XX. Ibarra
es por otro lado topónimo y apellido bien documentado en todo el país vasco
meridional.
¿Quién era este individuo? ¿Cómo fue a parar a la tierra de los Vettones, a la
provincia romana de Lusitania, desde sus montañas de origen? Este es el proble-
ma para el cual tal vez la parte que falta de la inscripción nos hubiera dado alguna
pista, y ahora sólo podemos en su lugar ofrecer algunas hipótesis.
Nuestro individuo aparece plenamente iomanizado: Lucius Iulius Ibarra, hijo
de Lasciuus, ciudadano romano sin duda, si atendemos a que lleva los tria nomi-
na, y con absoluta seguridad, por su cognomen indígena, de procedencia vascona
o al menos de una región de habla vasca.
Es posible que fuera un soldado, o puesto que no parece que se indica su con-
dición militar en la estela, más bien hijo o descendiente de soldados. Por ello no
es posible precisar si la ciudadanía la tenía a título personal o por herencia de su
padre Lasciuus, cuyo nomen y praenomen desconocemos, por la ya citada rotura
de la piedra, si es que realmente los tenía.
Si le asignamos una relación con la milicia, podemos suponer que fuera vas-
cón o várdulo, ya que se conoce bien la existencia de cohortes ciudadanas de
Vascones y Vardulli: En el año 6, según Tácito (Hist. I 33) ya existían Vasconum
lectae a Galba cohortes, y de la Cohors II Hispanorum Vasconum Ciuium Ro-
manorum tenemos noticias en varios diplomas militares, así como de la Cohors
I Pida Vardullorum milliaria ciuium Romanorum, junto a otras tropas españo-
las procedentes de los Astures, Vettones, Celtiberi, Callaeci, etc., etc. Además y
sin indicar que se tratara específicamente de una cohorte de cines Romani, tene-
mos también noticias de una cohors Carietum et Veniaesum, que podrían ser los

215
216
LOS NOMBRES EUSCAROS DE LAS INSCRIPCIONES HISPANO-ROMANAS...

Caristi y Vennenses de Plinio y Tolomeo. Sobre todas estas cohortes de Vascones,


Vardulli, etc., remitimos al lector a los documentados trabajos de A. García y
Bellido sobre el ejército Hispánico, especialmente a Los vascos en el ejército Ro-
mano, Fontes Linguae Vasconum 1, 1, 1969, p. 97 ss. Pero queremos señalar que
si Ibarra fue soldado de los ejércitos imperiales o descendiente de algún soldado,
esto explicaría suficientemente sus tria nomina y su ciudadanía romana, e incluso
que hubiera ido a parar tan lejos de su tierra de origen.
Otra posibilidad menos gloriosa para Ibarra, se nos ofrece observando varias
inscripciones de la región Norbense, junto al hecho de que su nomen romano sea
Iulius. Puede ser normal que al cognomen de un soldado sea Iulius, si sirve a los
ejércitos imperiales, aunque las cohortes mencionadas no pertenecen a la época de
la dinastía Julio-Claudia, a menos que pensemos en un origen más remoto de su
nomen y lo relacionemos con los tiempos finales de la República y los comienzos
del Imperio con aquella manus Calagurritanorum que César Octaviano, el futuro
Augusto, tuvo como guardia personal (Suetonio, Aug., 49). También Julio César
tuvo una guardia española, y probablemente también de Calagurris, ciudad que
recibió él sobrenombre de Iulia por su fidelidad a César durante la guerra civil,
como anteriormente había sido fiel a su tío Sertorio. Cf. Suet. Caes., 6, Caes., b.
c. I, 60, etc., etc.
Pero como indicaba, hay otra posibilidad menos gloriosa. En Cáceres y sus
proximidades, el mismo Callejo (1), que dio a conocer la estela de Ibarra, nos
menciona a los siguientes individuos de otras estelas: C(aius) Iulius Rusocus (Cá-
ceres); C(aius) Iulius Victor (Cáceres); L(ucius) Iulius Verna (el sobrenombre
indica que es esclavo nacido en casa) y L(ucius) Iulius Maximus, ambos libertos
de Rufus (Cáceres) y además algunas mujeres, como Iulia Annia, hija de Tangi-
nus, (también de Cáceres) y sobre todo Iulia Megale, de Valencia de Alcántara,
con sobrenombre griego, lo que hace muy probable que fuera sierva, aunque no
necesariamente griega de origen, etcétera. Es posible igualmente que algunos de
estos Julios de la región Norbense, de probable origen servil, no fueran siervos de
particulares, sino serui publici, empleados de la Colonia Norbensis, que como se
sabe, por la fidelidad de su fundador, Cayo Norbano Flacco, a Julio César y a su
sobrino entonces Julio César Octaviano solamente, ya que la fundó hacia el 33 a.
C., recibió el sobrenombre de Caesarina. Y esto explicaría sobradamente el que
al recibir la libertad y con ella la plenitud de los derechos civiles, recibieran jun-
tamente el nomen glorioso de los Julios.

(1) Los trabajos de C. CALLEJO en que aparecen estas inscripciones, además del ya citado,
son: «Aportaciones a la epigrafía romana del campo Norbense», BRAH, CLVII, pp. 11 ss., 1965; y
«Arqueología de Norba Cesarina», AEA, XLI, pp. 121 ss., 194.

217
LOS NOMBRES EUSCAROS DE LAS INSCRIPCIONES HISPANO-ROMANAS...

En fin, estas dos son algunas de las posibilidades que nos parecen viables para
explicar la presencia de este Ibarra tan lejos de su tierra vascona. A menos que
pensemos en una emigración por razones de conveniencia, como para la nutrida
colonia cluniense de Cáparra, o para otros individuos que van a morir lejos de su
patria.
En cualquier caso, la clave del secreto está en el fragmento que nos falta de
la piedra. Y fuera a la tierra de los Vettones por motivos militares, serviles o de
simple interés particular, creemos más bien que Ibarra estaría ya relativamente
afincado en aquella tierra y que probablemente el soldado, o el siervo o el viajero
que se estableció cerca de Norba sería su padre Lasciuus. Lo que no quita de todos
modos el interés que desde el punto de vista lingüístico ofrece el nombre, uno de
los pocos nombres vascos claramente documentados en la vertiente meridional de
los Pirineos, aunque no podamos llegar a saber de qué zona concreta procedía y
qué motivos le llevaron a morir entre los Vettones de la Colonia Norbensis Cae-
sarina.

21
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES, EN LA ZONA
OCCIDENTAL DE LA RIOJA ALAVESA

Armando Llanos

Con la colaboración de:


Jaime Rodríguez Salís, Jaime Fariña, José Antonio Agorreta
Alberto Gómez de Segura, Francisca Sáenz de Urturi,
José Ignacio Vegas, Antonio Barrón.

Motivado por el reciente hallazgo de una nueva necrópolis en el occidente


de la Rioja Alavesa, y de su posterior estudio, emprendimos una recopilación de
datos, no sólo de ésta que excavamos, sino de todas las conocidas en sus proximi-
dades en una extensión de poco más de veintitrés kilómetros cuadrados.
De las siete necrópolis reconocidas, dos se encajan dentro de límites alaveses,
quedando las restantes situadas en territorio logroñés, en el enclave de Peciña.
Queremos constatar nuestro reconocimiento a D. Jaime Rodríguez Salís, tan-
to por la notificación que nos hizo del descubrimiento de la necrópolis de Santa
Eulalia, como por su colaboración y hospitalidad en los días que duró la exca-
vación.

MEDIO GEOGRAFICO
Entre la sierra de Toloño y el río Ebro, existe una franja, de una orografía muy
accidentada, con fuertes barrancos, de norte a sur, por los que discurren pequeños
arroyos. Las cotas altas ascienden hasta entroncarse en las estribaciones de la
Sierra (Fig. I).
Climáticamente, es una zona más cálida y seca que el resto de la provincia,
propicia al cultivo de la vid y cereal, lo que hace que todas las laderas, presenten
abundantes. bancales, construidos con fuertes muros de contención de buen apa-
rejo de piedras —muchas veces labradas— asentadas en seco.
Geológicamente pertenece esta zona al Mioceno con sedimentos lacustres de
la gran cuenca del Ebro, de una constitución muy uniforme. Domina en toda esta
comarca un tipo de roca arenisca más o menos margosa, llamada Molasa, con
diversos grados de consistencia y dureza. Es en esta roca en la que se hallan ex-
cavadas las sepulturas de estas necrópolis, que casi siempre se ubican en elevados
peñascales y cercanas a los cauces de agua.

219
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

LAS NECROPOLIS
Normalmente son grandes concentraciones de sepulturas, aunque también se
dan en pequeños grupos aislados. El número exacto de sepulturas de que constaba
cada una, es imposible de precisar, ya que casi todas estas necrópolis sirvieron
de cantera, con la consiguiente destrucción y desaparición de gran número de
sepulturas.
Solamente trataremos con cierta extensión aquellas que forman grandes con-
juntos, aunque no por ello dejemos de reseñar todos los lugares, localizados en
nuestras prospecciones.

NECROPOLIS DE LAS SEPULTURAS


Su localización es sencilla, pues desde las afueras del pueblo de Labastida,
parte un camino, denominado «de las sepulturas» que conduce directamente has-
ta la necrópolis. La distancia aproximada desde este pueblo, es de unos 1.700
metros, siendo sus coordenadas: longitud 00 55’, latitud 420 35’ 17”, estando a
una altura de 520 metros s.n.m., en una zona rocosa de cierta ele- vación sobre la
margen izquierda del arroyo Bardallo que corre a sus pies (foto 1).

220
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

221
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

Son 3 las sepulturas que se conservan, en buen estado. La forma general de


casi todas ellas es trapezoidal, antropomorfas y con encaje para la cabeza tallado
en ángulos rectos, aunque en algún caso tengan una ligera tendencia circular o
de arco de herradura. Algunas tienen un rebajo alrededor de la tumba (fotos 2 y
3) quedando un reborde, lo que les da semejanza de sarcófago. En el entorno de
una de las tumbas de reborde se ven agrupadas varias infantiles, en número de 10.
Aunque las tumbas infantiles no se encuentran agrupadas, únicamente en una sola
zona de la necrópolis —ya que se ven varias distribuidas por toda ella formando
seguramente grupos familiares— sí es, sin embargo, en la zona Sur donde se dan
con mayor abundancia. En un caso existe una sepultura con una cruz grabada so-
bre la cabecera. En su lado izquierdo y entre ésta y la contigua, se ve un punteado
con la forma de un rectángulo en series paralelas de tres. Es interesante notar
cómo en la zona Sur de la necrópolis, parece observarse la situación y trazado de
una pequeña iglesia semirrupestre. En el suelo quedan huellas del encaje del ara,
restos de un pequeño altar de nicho, etc. Precisamente es en esta zona y alrededor
de esta iglesia donde se dan con mayor abundancia las sepulturas infantiles.
Toda la zona Oeste de la necrópolis ha desaparecido, por haberse utilizado
esta parte como cantera.

NECROPOLIS DE LA FONSAGRADA

No se trata de la localización de un grupo importante de sepulturas, sino de


varios pequeños grupos en diversos puntos de este término.
Se encuentra cercano a la carretera Vitoria-Logroño. En el kilómetro 46, nace
un camino hacia el Norte que se dirige a esta zona.
A unos 600 metros desde el nacimiento de dicho camino, y a poca distancia de
la margen izquierda del arroyo Bardallo en una zona rocosa se ven cuatro sepul-
turas excavadas en la roca, pero no de tipo antropomorfo como las que venimos
estudiando, sino de tipo rectangular o de bañera (foto 4). Coordenadas en la hoja
170 del mapa 1 : 50.000 del I. G. y C., longitud. 0° 35’ 02” latitud 42° 34’ 50”.
Indicios de otra necrópolis aparece en el término de Quiñones. En los alrede-
dores de las ruinas de la ermita existente en este lugar, se ve una sepultura de tipo
antropomorfo de cabecera angulosa, así como restos de alguna otra. Es probable
que existan más, cubiertas por las tierras de una viña que rodea a la ermita, y cuya
ubicación en la hoja 170 del mapa del I. G. y C. es de 0° 54’ 45” de longitud y 42°
34’ 43” de latitud.

222
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

NECROPOLIS DE SAN MARTIN DE LOS MONJES O DE MOTILLURI


Como único dato tenemos la obra de Cristóbal de Castro (1) donde cita la
existencia de una ermita con este nombre, construida sobre una necrópolis con
sepulturas de tipo antropomorfo excavadas en la roca.
A pesar de nuestros esfuerzos por localizarla guiados por los datos de G. Ló-
pez de Guereñu (2) que la sitúa en «la falda occidental del término de Mendiguri-
na», y del P. F. Armentia (3) que indica, «Sólo que en San Martín no quedan hoy
más tumbas visibles que una entera y algunos claros vestigios de alguna otra», no
nos ha sido posible reconocer su emplazamiento exacto. Como único dato gráfico
tenemos una fotografía que publicó C. de Castro en su obra citada (1) donde se
puéde ver (foto 5) que esta necrópolis estaba formada por gran número de sepul-
turas de tipo antropomorfo y al parecer ordenadas por edades.

NECROPOLIS DE RIBAS DE TERESO


Unicamente queremos consignar como en el mismo pueblo de Ribas de Te-
reso, enfrente de lo que fue iglesia del pueblo, existen —aunque muy destrui-
das— rastros de sepulturas excavadas en la roca.

224
NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

NECROPOLIS DE SAN MARTIN

Es ésta también, una de las grandes necrópolis existentes en la zona en estu-


dio. Su emplazamiento exacto tiene unas coordenadas de 42° 35’ 14” de latitud,
0° 56’ de longitud y una altitud s.n.m. de 564 metros. Situada al lado Este de la
carretera de San Vicente de la Sonsierra a Ribas de Tereso, frente el kilómetro
7.300 y a una distancia de 200 metros. En una prominencia rocosa se encuentran
excavadas estas sepulturas antropomorfas. No se vé en ella —por faltar gran parte
de la necrópolis, desaparecida al haberse explotado como cantera— muy clara la
ordenación o distribución por edades. En general son de cabecera angulosa, salvo
una de niño que la tiene circular. Son de interés cuatro sepulturas (foto. 6) que
todavía conservan sus tapas —aunque su interior se encuentre removido— labra-
das en un solo bloque con forma prismática triangular, y en un caso con un rebajo
moldurado lateral.
Sobre esta necrópolis se construyó una ermita cuyas ruinas se identifican ac-
tualmente.

NECROPOLIS DE LABASTIDA

En el invierno de 1970 al construir una casa de campo en las afueras de La-


bastida, al Sur de la carretera Vitoria-Logroño, aparecieron al abrir las cimenta-
ciones, algunas sepulturas, también excavadas en la roca, de tipo antropomorfo.

NECROPOLIS DE SANTA EULALIA

De todas las estudiadas resultó ser ésta la más interesante, por varios motivos,
como son: el no haber sido expoliada en su mayor parte y conservarse la casi to-
talidad de las sepulturas.
Descubierta recientemente, pudimos excavarla, aunque sólo lo hicimos en
parte, dejando una gran zona intacta para posibles revisiones.
La necrópolis se encuentra al norte del pueblo de Labastida, en terrenos de
la finca, La Granja, en una zona denominada Remelluri y cuyo término se llama
Santa Eulalia. Como coordenadas, tiene: longitud 0° 54’ 50” y latitud 42° 35’ 57”
con una altitud s.n.m. de 600 metros. Se llega allí por la carretera de Labastida a
Ribas de Tereso desde la que nace un camino, en su lado izquierdo, que conduce
a la finca (Fig. II) (foto 7).
La necrópolis se extiende sobre una zona rocosa, en la que se encuentran ex-
cavadas las sepulturas. Gran parte de éstas se hallan bajo unos viñedos próximos,
en los cuales se entierra la roca (Fig. III). Numeradas del 1 al 56 todas las tumbas

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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

visibles, solamente se reseñan aquéllas que no se encontraban removidas. La rela-


ción de tumbas excavadas y su características es la siguiente:

Sepultura número 13 (fotos  y 9)


Longitud 1,5 metros. Cubierta con dos losas de piedra. Cabecera cuadrada.
Restos óseos en desorden y la parte superior del enterramiento destrozada. En la
zona de los pies una piedra.

Sepultura número 16
Longitud 1,7 metros. Con ligera forma en arco de circunferencia. Cabecera
cuadrada. Brazos cruzados sobre el vientre. Falta parte del cráneo.

Sepultura número 17
Longitud 1,6 metros. Cabecera ligeramente trapecial con tendencia al arco
de herradura. Igual posición del cadáver que en las anteriores, faltándole al cráneo
la parte anterior.

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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

Sepultura número 18 (foto 10)


Longitud 1,93 metros. Cabecera cuadrangular. Falta la parte inferior del
cráneo.

Sepultura número 22
Longitud 1,7 metros. Cabecera angulosa cuadrangular. Posición de los bra-
zos, a lo largo del cuerpo. Altura del individuo 1,5 metros. Una piedra entre los
pies y la parte baja de la sepultura.

Sepultura número 23
Longitud 1,74 metros. Cabecera cuadrangular aunque de ángulos algo redon-
deados. Posición de los brazos: el izquierdo sobre el vientre y el derecho sobre el
pecho. Cráneo aplastado.

Sepultura número 24 (foto 11)


Longitud 1,0 metros. Cabecera cuadrada. Brazos a lo largo del cuerpo con la
mano izquierda bajo el fémur de la pierna izquierda. Una piedra en los pies. Res-
tos bien conservados, excepto la parte de los fémures, que aparecen destrozados y
con falta de materia. En esta zona se encontró abundante carbón.

Sepultura número 25 (foto 12)


Longitud 1,95 metros. Cabecera cuadrangular. Brazos a lo largo del cuerpo.
Longitud del individuo 1,63 metros.

Sepultura número 26
Longitud 1,66 metros. Cabecera cuadrangular. Brazos a lo largo del cuerpo.
Altura del individuo 1,50 metros.

Sepultura número 28
Longitud 0,59 metros. Cabecera cuadrada.

Sepultura número 29
Longitud 1,00 metros. Cabecera trapecial.

Sepultura número 30 (foto 13)


Longitud 0,77 metros. Cabecera cuadrada. Tiene una entalladura alrededor de
la sepultura para encaje de la tapa (1,00 X 0,52).

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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

Sepultura número 31 (foto 14)


Longitud 1,90 metros. Cabecera cuadrada. Brazos sobre el vientre. Altura del
individuo 1,70 metros. En la zona de los pies una piedra.

Sepultura número 32
Longitud 1,66 metros. Cabecera cuadrangular. Restos óseos mal conservados,
aunque se observa que la posición de los brazos era la de estar cruzados sobre el
vientre.

Sepultura número 33 (foto 15)


Longitud 1,71 metros. Cabecera trapecial. Es éste un enterramiento triple, en
la misma sepultura, en distintos momentos.

Sepultura número 34
Longitud 0, metros. Cabecera cuadrada. Parte se encuentra rota por una
zanja excavada en la roca.

Sepultura número 36
No se conoce su longitud por faltar la parte superior de la sepultura, rota por
la zanja que corta también parte de la 34. Sobre los restos humanos se encontraron
abundantes piedras, procedentes de un pequeño murete para separar la zanja de
la sepultura.

Sepultura número 37
Longitud 1,10 metros. Cabecera cuadrada con ángulos redondeados. Restos
removidos.

Sepultura número 38
Longitud 0,65 metros. Mala conservación del esqueleto.

Sepultura número 39 (foto 16)


Longitud 0,39 metros. Cabecera trapecial.

Sepultura número 40
Longitud 0,65 metros. Cabecera ligeramente marcada.

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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

Sepultura número 41
Longitud 1,40 metros. Cabecera trapecial. Altura del individuo 1,25 metros.
Falta la parte anterior del cráneo.

Sepultura número 42
Longitud 1,33 metros. Cabecera cuadrada. Altura del individuo 1,23 metros.
Brazos sobre el bajo vientre.

Sepultura número 43 (foto 17)


Longitud 1,46 metros. Cabecera trapecial. Brazos sobre el bajo vientre. Pie-
dra debajo de la cabeza. El enterramiento se encontraba cubierto por varias pie-
dras perfectamente colocadas sobre todo en la parte superior del individuo.

Sepultura número 44
Longitud 1,05 metros. Cabecera cuadrada.

Sepultura número 45
Longitud 0,99 metros. Cabecera cuadrada. Mala conservación de los restos.

Sepultura número 46
Longitud 0,97 metros. Cabecera trapecial-cuadrada. Piedra sobre los pies.

Sepultura número 49
Longitud 0,73 metros. Cabecera cuadrada.Restos mal conservados.

Sepultura número 50 (foto 1)


Longitud 0,7 metros. Cabecera cuadrada. Restos arrinconados a los pies de
la sepultura.

Sepultura número 52
Longitud 1,17 metros. Cabecera cuadrada.

Sepultura número 53
Longitud 0,56 metros. Sin cabecera.

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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

Sepultura número 55
Longitud 0,5 metros. Cabecera cuadrada.

Sepultura número 56
Rota la cabecera por una de las zanjas excavadas en la roca.

Resumen de datos
Todos los enterramientos participan de unas características comunes que da
gran uniformidad a la necrópolis, como son la disposición de las sepulturas en
dirección Este-Oeste, con la cabecera hacia occidente (foto 19). Asimismo la la-

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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

bra de cada sepultura, aunque con pequeñas diferencias, se ajustan a un tipo an-
tropomorfo, trapecial y con cabecera angulosa, aunque la mayor parte de las veces
tienda a cuadrangular. La cubierta de las sepulturas se realizó a base de bloques
—en varios fragmentos— sin labrar o únicamente con un ligero desbaste (foto ).
El cadáver se depositó en posición «decúbito supino» con los brazos colocados a
lo largo del cuerpo o cruzados sobre el vientre o pecho (fotos 11 y 16). Son varios
los casos en los que se colocó intencionadamente una piedra en la zona de los pies
(foto 14) bien como un calce entre éstos y la parte inferior de la sepultura o bien
sobre ellos. En un caso se reutiliza la tumba para un enterramiento triple, apartando
hacia la parte inferior los restos inhumados con anterioridad, depositando el nue-
vo enterramiento (foto 15). No apareció ajuar alguno en ninguna tumba —como
es normal en este tipo de necrópolis—, aunque se recogieron algunos pequeños
fragmentos cerámicos infiltrados desde la superficie, en la que sí abunda. Este
hecho pudimos comprobarlo en la excavación de las sepulturas que conservaban
su tapa, y en las que no apareció ninguno de estos pequeños fragmentos.
Entre el trazado general de las tumbas de esta necrópolis, ponen una nota
discordante, una serie de zanjas labradas en la roca —con unas dimensiones me-
dias de 1,0 metros de largo; 0,30 metros de anchura y 0,40 metros de profun-
didad— que con dirección NE-SO se ordenan paralelamente entre sí (ver plano,
Fig. III). Esta labra no corresponde al momento de utilización de la necrópolis, ya
que varias de estas zanjas cortan o seccionan algunas de las sepulturas (foto 20)
sin tenerlas en cuenta. Pudieran ser la caja, para el asentamiento de cimentaciones
de los muros de algún edificio. El agujero de la sepultura 24, que destruyó parte
de los restos, quizá tuvo relación con estas zanjas y se hizo para la colocación de
algún poste de madera.
Unas zanjas parecidas a estas se localizaron en un lugar al Sur de la necrópo-
lis, a unos 400 metros de ella, sin relación con sepultura alguna.
En la parte Sur de la necrópolis, y a poca distancia de ella, se ven una serie
de agujeros labrados en la roca, que posiblemente correspondan a los restos del
poblado al que pertenecía esta necrópolis.

CONCLUSIONES GENERALES
Los tipos de necrópolis estudiados pueden encajarse generalmente, salvo la
de las «sepulturas», en la clasificación de Alberto del Castillo (4) denominados
como «Olerdolanas orientales», cuyas características dominantes son, el de estar
estas sepulturas agrupadas por edades —separando los adultos de los niños—,
ser de forma trapezoidal, con encaje para la cabeza, tallado en forma angulosa.
Solamente en el caso de la necrópolis de las «sepulturas», vemos que no se cum-
ple este requisito y que la distribución por familias nos hace encajarlas en las de

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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

tipo «Olerdolano occidental». Precisamente la denominación de «Olerdolanas


orientales» se refiere a que este tipo de sepulturas aparecen en Cataluña y que
las de Navarra y Castilla tienen grandes diferencias con éstas, tanto en cuanto a
la forma de las cabeceras —que allí son circulares o en arco de herradura o bien
carecen de ella— como en la distribución de tumbas en la necrópolis que se esta-
blece agrupándolos por familias. Esto ya plantea un problema. ¿Qué gentes son
las que pueblan esta zona en esa época? Si nos atenemos a esta clasificación, indu-
dablemente tendremos que aceptar que son gentes que pueblan la zona oriental de
la Península. Extremo éste que convendrá confirmar, ya que parece extraño este
traslado de gentes, máxime cuando Aragón, como zona intermedia, participa en
los dos tipos de formas en las necrópolis, lo que nos hace entender que al parecer
quedan bien diferenciadas ambas zonas. Convendrá repasar y comprobar si cierta-
mente estas denominaciones están sujetas a una realidad geográfica y etnográfica.
Más nos inclinamos a pensar que estas diferencias en la forma de las sepulturas
obedecen a una evolución cronológica, que a entidades geográficas.
Lo que es indudable es que esta gran densidad de necrópolis, con más de 210
tumbas reconocibles y cuya cifra total fácilmente sobrepasaría el medio millar,
indica un gran poblamiento de la pequeña zona en estudio, en un momento con-
creto.

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NECROPOLIS ALTOMEDIEVALES...

Necrópolis, con sepulturas de este tipo, existen en otras partes de Alava, sien-
do bastante numerosas. Se extienden en una banda de Este a Oeste, bien en ne-
crópolis al exterior, como estas de Labastida o bien en cuevas artificiales, que a
través del Condado de Treviño llegan a tierras de Valdegobía (5).
Es interesante la gran semejanza existente entre las tumbas con reborde en
relieve, como las de Las Sepulturas (foto 2) con las de estas mismas formas de las
necrópolis de Revenga y Cuyacabras en la provincia de Burgos (foto 21).
En principio aceptamos las cronologías dadas por Alberto del Castillo, que
sitúa estas necrópolis en el siglo X. De todas las maneras convendría tener en
cuenta que sepulturas similares a las de la necrópolis de San Martín, tanto por
su forma antropomorfa como por las tapas en forma de caballete —únicamente
difieren en que son sarcófagos exentos— existen en Arguineta, Elorrio (Vizcaya)
y que por las inscripciones y fechas labradas en sus tapas corresponden a los años
3 y 93 (6).
Lo que no cabe duda es que estas necrópolis parecen corresponder a esa po-
blación marginada en la España de la época de la reconquista y repoblación, aun-
que la fechación exacta no quede muy precisa.

N O T A S
(1) castro, cristóBal dE, «Catálogo monumental de España. Provincia de Alava». Madrid 1915.
(2) lópEz dE guErEñu, gErardo, «Alava, solar de arte y de fe». Obra Cultural de la Caja de
Ahorros Municipal de la Ciudad de Vitoria. 1962.
(3) arMEntia MitartE, Francisco, «Labastida. Biografía de un pueblo de Rioja Alavesa». Obra
Cultural de la Caja de Ahorros Municipal de la Ciudad de Vitoria. Boletín Sancho el Sabio. Tomo
XII. Vitoria 196.
(4) castillo, alBErto dE, «Cronología de las tumbas llamadas Olerdolanas». Actas del XI
Congreso Nacional de Arqueología. Mérida 196.
(5) Es un interesante problema, dada la gran extensión que este tipo de cuevas artificiales tiene
en Alava, y las sepulturas antropomorfas excavadas en su interior, que no parecen corresponder al
momento inicial de estas cavidades. Es un problema que tenemos entre manos y cuyo estudio está en
avanzado proceso de elaboración.
(6) VElasco, ladislao dE, «Los eúskaros en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya». Barcelona 179.

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