El documento describe los diferentes errores teológicos sobre la Trinidad conocidos como monarquianismo dinámico, modalista y arrianismo. Luego explica cómo el Concilio de Nicea estableció la ortodoxia trinitaria al declarar a Jesucristo como "el unigénito Hijo de Dios, engendrado por el Padre desde antes de todas las edades, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado y no creado, de la misma sustancia que el Padre". Más tarde, el Concilio
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
73 vistas28 páginas
El documento describe los diferentes errores teológicos sobre la Trinidad conocidos como monarquianismo dinámico, modalista y arrianismo. Luego explica cómo el Concilio de Nicea estableció la ortodoxia trinitaria al declarar a Jesucristo como "el unigénito Hijo de Dios, engendrado por el Padre desde antes de todas las edades, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado y no creado, de la misma sustancia que el Padre". Más tarde, el Concilio
El documento describe los diferentes errores teológicos sobre la Trinidad conocidos como monarquianismo dinámico, modalista y arrianismo. Luego explica cómo el Concilio de Nicea estableció la ortodoxia trinitaria al declarar a Jesucristo como "el unigénito Hijo de Dios, engendrado por el Padre desde antes de todas las edades, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado y no creado, de la misma sustancia que el Padre". Más tarde, el Concilio
El documento describe los diferentes errores teológicos sobre la Trinidad conocidos como monarquianismo dinámico, modalista y arrianismo. Luego explica cómo el Concilio de Nicea estableció la ortodoxia trinitaria al declarar a Jesucristo como "el unigénito Hijo de Dios, engendrado por el Padre desde antes de todas las edades, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado y no creado, de la misma sustancia que el Padre". Más tarde, el Concilio
Descargue como PPTX, PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como pptx, pdf o txt
Está en la página 1de 28
5.2.
4 El monarquianismo dinámico
El primer giro equivocado
Los monarquianistas trataban de conservar el concepto de la unidad de Dios, la monarquía o monoteísmo. Se centraban en la eternidad de Dios, como el único Señor o Gobernante, con relación a su creación.
Los monarquianistas dinámicos alegaban que
Cristo no era Dios desde toda la eternidad sino, más bien, que se había convertido en Dios en algún punto del tiempo. • El monarquianismo dinámico enseñaba también que Jesús había sido exaltado de manera progresiva, o dinámica, a la categoría divina. No concebía la relación entre el Padre y el Hijo en función de su naturaleza y su ser, sino en términos morales. Esto es, no se concebía al Hijo como poseedor de igualdad de naturaleza con el Padre (homoúsios: homossignfica “el mismo”, y usía signfica “esencia”). Los monarquianistas dinámicos proponían que hay una relación simplemente moral entre Jesús y los propósitos de Dios • Harold O. J. Brown observa que el adopcionismo del monarquianismo dinámico “conservó la unidad de la divinidad a base de sacrificar la divinidad de Cristo”. Por consiguiente, el monarquianismo dinámico es un giro equivocado dentro del laberinto doctrinal, que terminó en un herético callejón sin salida. • Arrio. Fue él quien se halló detrás de la controversia arriana que tuvo por consecuencia la reunión de los obispos en Nicea y la redacción del gran Credo Trinitario (325). 5.2.5 El monarquianismo modalista
El segundo giro equivocado
Las principales influencias detrás del monarquianismo modalista fueron el gnosticismo y el neoplatonismo. Los monarquianistas modalistas enseñaban que la realidad disminuye, según la lejanía que haya entre una emanación y el Uno. Por consiguiente, el orden de seres más bajo sería la materia física del universo. Aunque seguían considerando a la materia como parte del Uno del cual emanaba, los modalistas consideraban que ésta existía de una forma inferior. (Esto señala la ifluencia gnóstica.) Al contrario, pensaban que la realidad iba en aumento, a medida que se progresaba hacia el Uno (llamado también “la Mente Divina”). • La aplicación cristológica de este punto de vista sobre la realidad identificaba a Jesús como una emanación del Padre de primer orden, reduciéndolo a un nivel inferior al Padre con respecto a la naturaleza de su ser, o esencia. Aunque Jesús era considerado el orden más alto del ser después del Uno, seguía siendo inferior al Uno, y dependiente del Padre en cuanto a su existencia, aunque fuera superior a los ángeles y a la humanidad. Sabelio (siglo III) fue el campeón del monarquianismo modalista, y el responsable por la impresión tan formidable que dejó en la Iglesia. Fue Él quien originó la analogía anterior sobre el sol y sus rayos, y negó que Jesús fuera divino, en el sentido eterno en que lo es el Padre. Esta idea condujo al término teológico homoiúsios. El prefijo homoi procede de la palabra homoios, que significa “parecido”, “similar”, mientras que la palabra usía significa “esencia”. Por tanto, Sabelio sostenía que la naturaleza del Hijo sólo era semejante a la del Padre; no era la misma del Padre. • Sabelio fue condenado como hereje en el año 268, en el Concilio de Antioquía. La diferencia entre el prefijo homo (“igual”) y el prefijo homoi (“similar”) podrá parecer trivial, pero la iota (“i”) señala la diferencia entre el panteísmo implícito en el sabelianismo (es decir, el hecho de confundir a Dios con su creación) y la divinidad plena de Jesucristo, fuera de la cual, las doctrinas sobre la salvación quedan gravemente afectadas. 5.2.6 El arrianismo:
El tercer giro equivocado
Arrio insistía en que Dios Padre es el único Principio y, por tanto, el eterno. Dios es “no engendrado”, mientras que todo lo demás, incluso Cristo, es “engendrado”. Arrio afirmaba equivocadamente que la idea de ser “engendrado” lleva consigo el concepto de haber sido creado. Al mismo tiempo, se tomó gran trabajo para separarse del panteísmo implícito en la herejía sabeliana, al insistir en que Dios no tenía una necesidad interna de crear. Afirmaba también que Dios había creado una sustancia independiente (lat. substantia), que había utilizado para crear todas las demás cosas. Esta sustancia independiente, creada primero por Dios, por encima de todas las otras cosas, era el Hijo. • Arrio proponía que la unicidad del Hijo está limitada al hecho de haber sido la creación primera y mayor de Dios. En el pensamiento arriano, la encarnación del Hijo es concebida como la unión entre esa sustancia creada (el Lógos) y un cuerpo humano. Enseñaba que el Lógos reemplazaba al alma dentro del cuerpo humano de Jesús de Nazaret. Harnack tiene razón al observar que Arrio “es un monoteísta estricto sólo con respecto a la cosmología; como teólogo, es politeísta”. En otras palabras, Arrio sólo reconocía como Dios a una persona solitaria; sin embargo, en la práctica, extendía la adoración reservada sólo para Dios, a Cristo, del que por otra parte había dicho que había tenido principio. La cristología de Arrio reduce a Cristo a la condición de criatura, y, por consiguiente, niega su obra salvadora. Es decir, que el arrianismo tomó un giro equivocado en el laberinto, hacia un corredor herético del que no hay salida posible. 5.2.7 La ortodoxia trinitaria:
La salida del laberinto
• Trescientos obispos, tanto de la escuela alejandrina como de la escuela antioqueña, se reunieron en Nicea para celebrar el gran concilio ecuménico que trataría de dar precisión teológica a la doctrina de la Trinidad. El interés del concilio era triple: (1) aclarar los términos utilizados para articular la doctrina trinitaria; (2) poner al descubierto y condenar errores teológicos que existían en diversas partes de la Iglesia; y (3) redactar un documento que presentara de manera adecuada las convicciones identificadas en las Santas Escrituras y compartida por la Iglesia en su consenso. El obispo Alejandro estaba listo para la batalla contra Arrio. Los arrianos estaban seguros de que triunfarían. Eusebio de Nicomedia preparó un documento en el que declaraba la fe de Arrio, y lo propuso con toda confianza al comienzo mismo del concilio. Puesto que rechazaba osadamente la divinidad de Cristo, provocó la indignación de la mayoría de los asistentes, quienes rechazaron por completo el documento. El obispo Alejandro (y los alejandrinos en general) estaba preocupado principalmente por la forma en que el punto de vista arriano iba a afectar a la salvación personal, si Cristo no era plenamente Dios, en el mismo sentido en que lo es el Padre. Para poder llevar al hombre a la reconciliación con Dios, Cristo tenía que ser Dios, alegaba Alejandro. Su respuesta a Arrio alegaba que la condición de engendrado con respecto al Hijo va precedida en las Escrituras por el predicativo pará en Juan 1:14 (el Verbo es el único engendrado del Padre). Éste indicaría que compartía con Dios la misma naturaleza eterna (en línea con la “generación eterna” del Hijo propuesta por Orígenes).2 En los oídos del intratable Arrio, aquello equivalía a una admisión de la creación de Cristo. Estaba tratando por todos los medios de liberar a la teología de las consecuencias del modalismo, que, utilizando palabras atribuidas posteriormente a su archienemigo Atanasio, eran culpables de “confundir a las personas”. • La escuela alejandrina terminó triunfando sobre los arrianos, y Arrio fue condenado y excomulgado una vez más. En la formulación de la doctrina trinitaria dentro del Credo de Nicea, Jesucristo es “el unigénito Hijo de Dios, engendrado por el Padre desde antes de todas las edades, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado y no creado, de la misma sustancia que el Padre”. • La precisión teológica es crítica, porque los términos usía, hypóstasis, substantia y subsistencia nos proporcionan una comprensión conceptual de lo que se entiende por ortodoxia trinitaria, como la arma el Credo de Atanasio: “El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, pero no son tres dioses, sino un solo Dios.” Entre los años 361 y 381, la ortodoxia trinitaria sufrió un refinamiento mayor, particularmente con respecto al Espíritu Santo, el tercer miembro de la Trinidad. En el año 381, los obispos se reunieron en Constantinopla, convocados por el emperador Teodosio, y reafirmaron las declaraciones de la ortodoxia nicena. Hubo también citas explícitas relacionadas con el Espíritu Santo. Por esto, el Credo Niceno- Constantinopolitano habla del Espíritu Santo en términos de divinidad, como “el Señor y dador de vida, que procede 1 del Padre, que con el Padre y el Hijo es co-adorado y conglorificado, quien habló por los profetas”. • El título de “Señor” (gr. kyrios) usado en las Escrituras dentro de ciertos contextos notables para atribuir divinidad, es asignado aquí (en el Credo Niceno-Constantinopolitano) al Espíritu Santo. Por consiguiente, el que procede del Padre y del Hijo (Juan 15:26), subsiste de manera personal desde la eternidad dentro de la Divinidad, sin división ni cambio en cuanto a su naturaleza (o sea, es esencialmente homoúsios con el Padre y el Hijo). Las distinciones entre los tres miembros de la Divinidad no se refieren a su esencia o sustancia, sino a sus relaciones. En otras palabras, el orden de existencia en la Trinidad, con respecto al ser esencial de Dios, se refleja en la economía de la Trinidad. “Así que hay tres, no en categoría, sino en grado; no en sustancia, sino en forma; no en el poder, sino en su manifestación.” 5.3 LA TRINIDAD Y LA DOCTRINA DE LA SALVACIÓN Los puntos de vista no trinitarios, como el modalismo y el arrianismo, reducen la doctrina de la salvación a una divina farsa. Todas las convicciones cristianas básicas que se centran en la obra de la cruz presuponen la distinción personal entre los tres miembros de la Trinidad. Al reflexionar, nos podríamos preguntar si es necesario creer en la doctrina de la Trinidad para ser salvo. Como respuesta, histórica y teológicamente, la Iglesia generalmente no ha exigido una declaración explícita de fe en la doctrina de la Trinidad para la salvación. En vez de esto, ha esperado que exista una fe implícita en el Dios uno y trino, como esencial para que nos relacionemos con los papeles distintivos de cada una de las divinas Personas dentro de la Divinidad, en cuanto a la obra redentora a favor de la humanidad. La doctrina de la salvación (que incluye la reconciliación, la propiciación, el rescate, la justificación y la expiación) es contingente a la cooperación de los distintos miembros del Dios uno y trino (por ejemplo, Efesios 1:3–14). Por consiguiente, un rechazo consciente de la doctrina de la Trinidad pondría seriamente en peligro la esperanza personal de salvación. Las Escrituras ponen a toda la humanidad bajo la condenación universal del pecado (Romanos 3:23) y, por tanto, todos “necesitan salvación. La doctrina de la salvación exige la existencia de un Salvador adecuado; esto es, una cristología adecuada. Una cristología correcta exige un concepto satisfactorio de Dios, esto es una teología especial sólida, lo que nos trae de vuelta a la doctrina sobre la Trinidad.” • El punto de vista modalista sobre la naturaleza de Dios elimina por completo la obra de mediación de Cristo entre Dios y los humanos. • En el modalismo se pierde el concepto de la muerte de Cristo como una satisfacción infinita • El rescate fue pagado al Dios uno y trino en satisfacción a la legítima reclamación de la justicia divina contra el pecador caído. Por su rechazo de la doctrina trinitaria, la herejía modalista pervierte consecuentemente el concepto de justificación. 5.4 LA NECESIDAD TEOLÓGICO-FILOSÓFICA DE LA TRINIDAD • Las propiedades eternas y la perfección absoluta del Dios uno y trino son críticas para el concepto cristiano de la soberanía y la creación de Dios. Él, como Trinidad, está completo en sí mismo (es decir, es soberano) y, por consiguiente, la creación es un acto libre de Dios, y no una acción necesaria de su ser. Por esta razón, “antes del ‘principio’ existía algo que no era una situación estática”.
Jesús Y La Virgen María En El Espíritu Santo De Dios: Revelaciones Acerca De La Parte Femenina De Dios Y La Verdadera Composición De La Santísima Trinidad.