Las enzimas son proteínas que actúan como catalizadores, acelerando reacciones químicas específicas en organismos vivos. Funcionan optimamente a ciertos valores de pH y temperatura. Su actividad puede verse afectada por factores como el pH, la temperatura y moléculas inhibidoras que se unen a la enzima.
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
57 vistas28 páginas
Las enzimas son proteínas que actúan como catalizadores, acelerando reacciones químicas específicas en organismos vivos. Funcionan optimamente a ciertos valores de pH y temperatura. Su actividad puede verse afectada por factores como el pH, la temperatura y moléculas inhibidoras que se unen a la enzima.
Las enzimas son proteínas que actúan como catalizadores, acelerando reacciones químicas específicas en organismos vivos. Funcionan optimamente a ciertos valores de pH y temperatura. Su actividad puede verse afectada por factores como el pH, la temperatura y moléculas inhibidoras que se unen a la enzima.
Las enzimas son proteínas que actúan como catalizadores, acelerando reacciones químicas específicas en organismos vivos. Funcionan optimamente a ciertos valores de pH y temperatura. Su actividad puede verse afectada por factores como el pH, la temperatura y moléculas inhibidoras que se unen a la enzima.
Descargue como PPTX, PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como pptx, pdf o txt
Está en la página 1/ 28
ENZIMAS
Las enzimas son el grupo más variado y especializado de las
proteínas, su función es actuar como catalizadores, permitiendo que las reacciones que transcurren en los seres vivos puedan desarrollarse a un ritmo adecuado.
Un catalizador, por definición, es un compuesto que con su
sola presencia aumenta la velocidad de la reacción sin experimentar ninguna modificación.
Las enzimas son capaces de acelerar reacciones químicas
específicas en un medio acuoso, y en condiciones en las que los catalizadores no biológicos, serían incapaces de realizar iguales funciones. Su capacidad catalizadora depende de su conformación, la supresión de alguno de sus niveles de estructuración, causa la pérdida de funcionamiento.
Gran parte de sus propiedades catalíticas radica en el alto
grado de especialización que presentan respecto a las sustancias reaccionantes o sustratos. Al igual que las proteínas, les hay de muy diferentes tamaños y requerimientos; algunas necesitan para desarrollar su actividad tan sólo su estructura aminoacídica, mientras que otras requieren la presencia de un cofactor. Este compuesto puede ser, sencillamente un ión inorgánico, Fe2+, Mg2+, Mn2+ o Zn2+; o una molécula orgánica más o menos compleja, que si se encuentra unida covalentemente se denomina grupo prostético, y si establece uniones de naturaleza débil y reversible se denomina coenzima.
Muchas vitaminas, o derivados de las mismas, funcionan como
coenzimas. La enzima completa junto a su cofactor se denomina holoenzima y su parte exclusivamente proteica apoenzima. En el origen del estudio de las enzimas se utilizaron nombres referentes al órgano o tejido dónde se descubrieron (así la pepsina, de péptico o relativo a la digestión), o bien al sustrato o a la actividad desarrollada por la enzima, añadiéndole el sufijo -asa para darle un nombre (el caso de la “ureasa”, que cataliza la hidrólisis de la urea). Desde 1961, la Unión Internacional de Bioquímica, utiliza un sistema de clasificación y denominación, adoptado por convenio, que clasifica las enzimas en seis grandes grupos: ACTIVIDAD ENZIMÁTICA La acción de las enzimas es absolutamente necesaria para los sistemas vivos, ya que las reacciones sin catalizar tienden a ser lentas y las posibilidades que tiene una molécula de cambiar en un ambiente estable como es el medio biológico, son muy bajas, de ahí que las enzimas proporcionen el medio adecuado para contrarrestar la lentitud en la realización del cambio. Las reacciones sean catalizadas o no, dependen para su desarrollo de las leyes termodinámicas. El principal parámetro que desde el punto de vista termodinámico, permite deducir si una reacción se desarrolla o no de forma espontánea, es el cambio en la energía libre de Gibbs, (ΔG) deducido de la segunda ley de la termodinámica (una reacción es espontánea si la entropía global del universo aumenta), que mide la capacidad de un sistema para desarrollar trabajo.
Para que se realice la transformación de una molécula, que
denominamos sustrato (S), en otra que denominamos producto (P), el cambio de energía libre de Gibbs ha de ser negativo, lo que implica que la energía libre del producto ha de ser menor que la del sustrato. Esquemáticamente, el desarrollo de una reacción enzimática sencilla consistiría en: En una reacción química la conversión de sustrato en producto requiere una situación energética intermedia que se denomina estado de transición, donde el nivel de energía es superior al del sustrato o del producto. La diferencia entre el nivel de energía basal y la correspondiente al estado de transición se denomina energía de activación y cuanto más alta sea menor será la velocidad de reacción. La presencia del catalizador provoca una disminución en la energía de activación requerida, y de esta forma aumenta la velocidad con que se desarrolla la misma.
Un detalle importante a la hora de analizar la actividad enzimática,
es que en las reacciones catalizadas enzimáticamente, se incrementa la velocidad de la reacción; pero lo que no se modifica es el equilibrio de la misma, que sigue las leyes termodinámicas independientemente de la presencia o ausencia del catalizador. La forma que tiene la enzima de realizar su actividad catalítica será en primer lugar unirse con el sustrato, y en segundo lugar facilitar la modificación del mismo para su cambio a producto.
La molécula o moléculas a modificar se sitúan en una región
concreta de la enzima denominada centro o sitio activo. Esta zona de la enzima es responsable de las dos propiedades básicas de la molécula: la especificidad y la acción catalizadora de la proteína. Dentro de todo el conjunto de enzimas les hay que presentan una alta especificidad, aceptando tan sólo un tipo de moléculas sobre las que realizar la catalización, y siendo capaces de discriminar incluso entre moléculas isoméricas; por otro lado, otras enzimas con un menor nivel de especificidad catalizan reacciones utilizando como sustratos moléculas que presenten una cierta similitud. La interacción entre enzima y sustrato se realiza a través de enlaces de naturaleza débil entre la molécula de sustrato y el centro activo. Cuanto mayor sea el número de estos enlaces, mayor será la especificidad de la enzima, y mayor también su capacidad de discriminar entre dos sustratos estructuralmente próximos.
La especificidad de las enzimas fue estudiada ya en 1890 por Fischer
mediante el modelo de la llave y la cerradura, según el cual centro activo y sustrato presentaban morfologías complementarias que les hacían encajar como una llave y su cerradura.
Actualmente, se conoce que al unirse el sustrato al centro activo,
pueden desarrollarse interacciones entre ambos que producen cambios en la morfología tanto del sustrato como del centro activo. Esto serviría para enlazar sustrato y centro activo, sino para facilitar la transformación del sustrato en producto. FACTORES QUE INFLUYEN EN LA ACTIVIDAD ENZIMÁTICA El pH: Todas las enzimas tienen en su estructura primaria aminoácidos con grupos radicales ionizables. Dependiendo del pH del medio en el que se encuentren pueden no tener carga, o por el contrario estar cargados, bien positiva o negativamente. Estas cargas sirven para estabilizar la conformación natural de la proteína y cuando el pH las cambia, también se modifica la estructura, llevando en último extremo a la desnaturalización de la proteína, y en el caso de las enzimas a la pérdida de actividad. Dependiendo del medio dónde deba ejercer su acción catalítica, cada enzima tendrá su conformación más adecuada, y por lo tanto su máxima actividad, alrededor de un valor concreto de pH, que recibe el nombre de pH óptimo. El cambio, bien sea hacia valores más altos o más bajos provocará una disminución de la actividad. En el caso de la pepsina gástrica, una enzima digestiva, su pH óptimo está alrededor de 2 ya que el medio estomacal es un medio de gran acidez; mientras que otra enzima digestiva como la tripsina, cuyo lugar de acción catalítica es el intestino delgado, presenta su pH óptimo aproximadamente a 8. La mayor parte de las enzimas son muy sensibles a las variaciones de pH, con algunas excepciones, como es el caso de la amilasa salival, capaces de mantener la actividad en un amplio rango de valores de pH. Esta adaptación garantiza su funcionamiento independientemente del valor del pH del alimento ingerido. FACTORES QUE INFLUYEN EN LA ACTIVIDAD ENZIMÁTICA La temperatura: Este factor presenta dos efectos contrapuestos, por un lado el aumento de temperatura produce, de forma general, un aumento en la velocidad de cualquier reacción química; pero por otro lado, las enzimas experimentan desnaturalización y pérdida de actividad al superar una determinada temperatura. En este caso resulta más difícil determinar como en el pH una temperatura óptima, y las curvas de actividad presentan un incremento inicial de actividad más pronunciado para posteriormente al irse desnaturalizando, decrecer la velocidad de reacción. INHIBICIÓN ENZIMÁTICA Una forma de influir sobre la actividad de los enzimas, aparte de los factores de pH y temperatura descritos anteriormente, estriba en los efectos que tienen algunas moléculas al unirse a las enzimas. Al conjunto de moléculas que disminuyen la actividad enzimática se les denomina inhibidores, y en las reacciones químicas del organismo in vivo son utilizados para controlar el grado de actividad de una enzima concreta. Parte de esta utilidad puede estudiarse en muchas de las acciones de los fármacos, cuyos efectos se fundamentan en su acción como inhibidores de mayor o menor potencia de algunas enzimas, tal es el caso de un fármaco como la aspirina (ácido acetilsalicílico) que inhibe la primera enzima de la síntesis de las prostaglandinas. Dependiendo del tipo de unión que establezcan con la enzima hay dos grandes grupos de inhibidores: - Inhibidores reversibles, unidos por enlaces no covalentes y reversibles. - Inhibidores irreversibles, unidos por fuertes enlaces covalentes irreversibles. INHIBICIÓN REVERSIBLE Inhibición reversible: Dentro de los inhibidores reversibles hay tres grupos dependiendo del lugar y forma de unión a la enzima: Los inhibidores competitivos, denominados así porque compiten con el sustrato por ocupar el centro activo. Estas moléculas presentan una semejanza estructural con el sustrato que les permite situarse en el centro activo y bloquear la catalización enzimática, lo que desde el punto de vista cinético supone un descenso en la velocidad de reacción. Los inhibidores no competitivos se unen a la enzima en puntos distintos al centro activo, su unión incapacita a la enzima para desarrollar su acción catalítica, y en este caso, el aumento en la concentración de sustrato no revierte la inhibición. Los inhibidores acompetitivos o incompetitivos , no presentan afinidad por la molécula de enzima libre, sino que se unen a la enzima cuando ésta se encuentra formando el complejo enzima-sustrato (ES), inhabilitándole para continuar el proceso y formar producto. INHIBICIÓN IRREVERSIBLE Los inhibidores irreversibles son los que se unen a la enzima mediante enlaces covalentes, bien en el centro activo o en cualquier otro lugar, causando una inactivación permanente. Muchos fármacos presentan este mecanismo de acción, como por ejemplo la penicilina, y otros antibacterianos que bloquean enzimas claves bacterianos, impidiendo en este caso la actividad de síntesis de la pared bacteriana. CATÁLISIS ENZIMÁTICA