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El reconocimiento de España a la República Dominicana1 Domingo Lilón Universidad de Pécs, Hungría I La Española fue el primer territorio americano conquistado y colonizado por España y de donde partieron las diferentes expediciones que con la conquista y colonización de nuevos territorios pasarían a formar parte del Imperio español. Allí se fundarían, entre otras, la primera ciudad europea en América, la primera catedral, el primer hospital, etc., así como también se instituyeron los primeros tribunales y legislación. Durante un corto tiempo, Santo Domingo brilló con luz propia. Mas el esplendor de la isla acabó pronto, debido principalmente a la posesión de nuevos territorios muchos más ricos, tales como México o Perú. De esta forma, La Española cayó en el ocaso. Como resultado de ese poco interés de la Metrópoli, la parte occidental de La Española fue poblándose paulatinamente de franceses a tal punto que éstos llegaron a superar numéricamente a la población hispana, trayendo como consecuencia la formación en la isla de dos comunidades: el Saint Domingue francés y el Santo Domingo español. En 1676, tras el Tratado de Nimega, España reconoce la existencia de la colonia francesa en la isla. Unos años más tarde, en 1697, se firma el Tratado de Aranjuez entre Francia y España por el cual, esta última cede a la primera un tercio de su territorio de La Española. En 1773, tras el Acuerdo Provisional de Miguel de Atalaya, se hacen las demarcaciones fronterizas entre ambas colonias, lo cual vendría a hacerse definitivo con el Tratado de Aranjuez de 1777. Estos hechos no eran más que el fiel reflejo de los acontecimientos europeos. 1 Artículo publicado en Cuadernos Hispanoamericanos 668 (2), pp. 19-28 (2006). 1 1795 fue un año que marcó un punto de partida en el devenir histórico de La Española. Ese año, mediante la firma del Tratado de Basilea, España cedió a Francia la parte oriental de la isla, el Santo Domingo español. A diferencia del Saint Domingue, que durante la dominación francesa se había convertido en su colonia más rica gracias a la industria azucarera, cuya producción para 1789 alcanzaba los 141.000.000 de libras (producción que iría descendiendo drásticamente debido a su guerra de independencia: 19.000.000 de libras para 1801 y 2.500.000 para 1820), el Santo Domingo español era una colonia más que pobre. Para la primera mitad del siglo XVII el territorio estaba despoblado y era muy pobre: "En el territorio español era tal el lamentable estado de esta hermosa isla, tan rica en todos los dones de la naturaleza, que los cronistas de la época cuentan que los habitantes ya no tenían de hecho ni siquiera vestidos para cubrir su desnudez, viéndose obligadas las mujeres a asistir a una misa especial que se celebraba por la noche para que no fuera vista su pobreza y desnudez, no atreviéndose a salir a la calle de día. El pan estaba a un precio exhorbitante y podemos creer en la veracidad absoluta de estos informes porque sabemos que incluso los sacerdotes no tenían pan ni vino para la Eucaristía, mientras que las iglesias estaban despojadas de sus ornamentos. De hecho, la pobreza de esta colonia era tan extrema que cuando llegaba el dinero de México para los salarios de los funcionarios de la ciudad de Santo Domingo, el día se convertía en una jubilosa festividad y la llegada de los fondos era anunciada por el repique de las campanas y los hurras del pueblo".2 Y eso que, según las Instrucciones del Gobernador francés, luego del Tratado de Basilea (1795) especificaba que "se reconocía que la parte española de Santo Domingo debía considerarse "como la cuna de la población europea en el Nuevo Mundo": presentaba entonces <<en toda su extensión llanuras y valles de excelente calidad, vírgenes todavía; montes de diversas especies de árboles>> y todas las ventajas que los colonos franceses habían hallado <<en sus antiguas colonias>>, en las cuales no sólo se habían 2 HAZARD, Samuel. Santo Domingo. Su pasado y presente. Editora Santo Domingo, R. D., 1974, p. 91. 2 <<hecho poderosos en poco tiempo>>, sino que habían dejado <<a sus sucesores riquezas inmensas".3 Por su parte, José Luciano Franco escribe: "En vísperas de la Revolución Francesa, la colonia de Saint Domingue –la parte oeste de la antigua Española, hoy Haití- era la que mejores rendimientos producía a sus amos europeos. Explotaba con la más perfecta de las organizaciones antihumanas, sus riquezas extraordinarias facilitaron el rápido crecimiento de la burguesía francesa y provocó, de modo indirecto, el advenimiento de las condiciones históricas que hicieron posible su ascenso como clase al poder político revolucionario. La calidad y cantidad de la producción de la isla de esmeralda superaban con creces la de todas las demás colonias francesas, inglesas y españolas del inquieto Caribe. Un gran comercio, almacenes colmados de azúcar, algodón, café, indigo y cacao; tierras sembradas de espléndidas plantaciones, con magníficas residencias albergando una población blanca, muy rica, entregada a una vida de placeres y cuya corrupción moral la hizo caer en degeneraciones innumerables, eran el asombro y admiración de los viajeros."4 El Santo Domingo español, por su parte, vegetaba en una economía de subsistencia y con una población muy ínfima comparándola a la de Saint Domingue: 103,000 frente a 570,000.5 Ante estos datos sólo cabe preguntarse cómo España no supo sacarle provecho a su colonia oriental de La Española, tal cual lo hizo Francia en su Saint Domingue. A pesar de ésto, los habitantes se mantenían fiel a la Metrópoli. II Durante gran parte del siglo XIX, la historia de lo que sería la República Dominicana es un cúmulo de acontecimientos de incorporación a la Corona española, de independencia de ANES, Gonzalo. El siglo de las luces. Historia de España dirigida por Miguel Artola. T. IV. Alianza Editorial. Madrid, 1994, p. 303. 4 FRANCO, José Luciano: Documentos para la historia de Haití en el Archivo Nacional. Primera edición. Archivo Nacional, La Habana, 1954, In, Historia de América I – II, Ministerio de Educación Superior, La Habana, s/a, pp. 65-66. 5 PEGUERO, Valentina – DE LOS SANTOS, Danilo: Visión general de la historia dominicana. Editora Corripio, Santo Domingo, 1983, p. 114. 3 3 ésta, de separación de Haití y formación del Estado Dominicano, de anexión a Madrid para volver de nuevo a ser independiente. En 1808 tiene lugar en la parte oriental de La Española un movimiento denominado la Reconquista dirigido por el criollo Juan Sánchez Ramírez que culmina con el reconocimiento de Fernando VII como rey. Interesante es subrayar que cuando se iniciaban las guerras de independencia y anticoloniales en América, aprovechando la situación en España, el Santo Domingo español reivindicaba su pertenencia a la Corona española. El 1 de diciembre de 1821 un grupo de criollos dirigidos por José Núñez de Cáceres proclama la Declaratoria de Independencia del pueblo dominicano y su adhesión a la Gran Colombia. Con un "No más dependencia, no más humillación, no más sometimiento al capricho y veleidad del Gavinete de Madrid"6 empezaba el documento, en el cual se manifestaban todos los sentimientos por la dejadez y la apatía de la metrópoli hacia la colonia: "El ignominioso pupilage de 328 años es ciertamente una lección demasiado larga y costosa, que a todos desengaña por sí sola y sin mayor esfuerzo del ningún fruto que se ha sacado de la fanática lealtad a los Reyes de España. Con este falso ídolo, levantado por el error, y sostenido por una superstición política, se había logrado aletargar el espíritu, y burlarse de la credulidad de un pueblo naturalmente bondadoso y sencillo. Ser fieles a la España, aguantar con una paciencia estúpida los desprecios de la España, no vivir, no moverse, no ser para nosotros, sino para la España, era todo y lo único en que hacíamos construir nuestra felicidad, la fama de nuestras virtudes, y la recompensa de los más distinguidos servicios".7 Pero la independencia de Núñez de Cáceres sería muy corta, de allí la denominación de Independencia efímera. El 9 de febrero de 1821 el Ejército haitiano, con Boyer a la cabeza, 6 "Declaratoria de Independencia del pueblo dominicano", en PEGUERO, Valentina y DE LOS SANTOS, Danilo. Visión general de la Historia dominicana. Santo Domingo, 1989, p. 415. 7 Ibídem. 4 entraba en Santo Domingo. Durante 22 años Haití ocuparía la parte oriental de La Española extendiendo todo su poder a la isla por completo. En 1838 un grupo de criollos liderados por Juan Pablo Duarte funda la sociedad secreta La Trinitaria, cuya finalidad era la independencia total. El 27 de febrero de 1844 este sueño se haría realidad: nace entonces la República Dominicana.8 El nuevo Estado dominicano es reconocido por España mediante el Tratado de reconocimiento, paz, amistad, comercio, navegación y extradicción entre S. M. la Reina de España y la República Dominicana, firmado en Madrid el 18 de febrero de 1855. Según el artículo 2° de dicho tratado, "[...] S. M Católica reconoce como nación libre, soberana é independiente á la República Dominicana..."9 Mientras, entre algunos círculos dominicanos, los planes anexionistas de una parte de la élite política dominicana no habían desaparecido.10 Esta vez sería Pedro Santana, primer presidente constitucional del nuevo Estado, quien llevaría a cabo la anexión de la República Dominicana a España: "Durante esa época [1844-1861, D.L.] dos grandes caudillos se enseñoreaban en el campo político criollo, los generales Pedro Santana y Buenaventura Báez, en torno de los cuales giraron los más destacados políticos de ese período. Ninguno de los dos tuvo fe en la potencialidad del pueblo dominicano para proporcionarse, y mantener incólume, la anhelada libertad. Ninguno de los dos creyó que el pueblo dominicano era capaz de sostenerse libre por sí mismo. Y cada cual, siempre que tuvo la oportunidad, hizo cuanto estuvo a su alcance para anexar Santo Domingo a España, a Francia, a Inglaterra o a Estados Unidos. Para ellos no había preferencia, aun cuando pudieron mostrar alguna Es interesante destacar que en el documento de entonces se utilice el término de separación: Manifiesto de los pueblos de la parte Este de la isla antes española o de Santo Domingo, sobre las causas de su separación de la República haitiana, del 16 de enero de 1844. 9 Tratados de España. Documentos internacionales del Reinado de Doña Isabel II desde 1842 a 1868. Madrid, 1869, p. 93. 10 "Anexión significará salvación, porque obligará a Haití a respetar los derechos de los dominicanos" escribió Buenaventura Báez, otro conservador anexionista, el gran rival de Pedro Santana. Citado por SANG BEN, MuKien A. Buenaventura Báez. El caudillo del sur (1844-1878). INTEC. Santo Domingo, R.D., 1991, p. 52. 8 5 inclinación especial hacia España. Lo importante era ofertar el joven Estado al mejor postor; y el que primero aceptara la codiciada oferta, resultaría la metrópoli beneficiada".11 Esto era parte también de la lucha ideológica que se llevaba a cabo, principalmente entre liberales y conservadores: "Los liberales lucharon por transferir el modelo ideológico de un segmento de los europeos, mientras sus enemigos políticos y supuestos defensores de postulados contrarios, los conservadores, buscaban a toda costa la importación de la modernidad pura y simple, no por las ideas, sino por la anexión. Así para unos (los liberales) lo válido era aplicar las ideas y su forma de vida; para otros (los conservadores) era sencillamente el traslado de la modernidad de esas sociedades a los más recónditos lugares de América Latina, y para logralo, proponían la dominación, la incorporación, la sumisión de nuestras jóvenes naciones a través de la dependencia política, económica y social".12 En esta aguerrida lucha, los conservadores, partidarios de la anexión, salieron triunfante. III "En la muy noble y muy leal ciudad de Santo Domingo á los 18 días del mes de Marzo del año de 1861. Nos los abajos firmados, reunidos en la sala del palacio de justicia de esta capital declaramos: que por nuestra libre y espontánea voluntad, en nuestro propio nombre y en el de los que nos han conferido el poder de hacerlo por ellos, solemnemente proclamamos como Reina Señora á la excelsa Princesa Doña Isabel II en cuyas manos depositamos la soberanía que hasta ahora hemos ejercido como miembros de la República Dominicana. Declaramos igualmente que es nuestra libre y espontánea voluntad así como la del pueblo á quien por nuestra presencia en este lugar representamos, que todo el territorio de la República sea anejado á la Corona de Castilla á que perteneció ántes del tratado de 18 de BALCACER, Juan D. – GARCÍA, Ml. A. La independencia dominicana. Madrid, Editorial Mapfre, 1992, p. 160. 12 SANG BEN, Mu-Kien A. "Mi siglo XIX: 15 años después". Estudios Sociales, Vol. XXIX, N° 106, OctubreDiciembre de 1996, p. 74. 11 6 Febrero, de 1855, en que S. M. la Reina reconoció como Estado soberano al que hoy por espontánea voluntad de todos los pueblos, le devuelve esa soberanía y como va dicho, la reconoce por su legítima soberana. En fe de lo cual lo firmamos y rubricamos con nuestras propias firmas-Pedro Santana-general Antonio Alfau-ex-ministro Felipe Dávila-F. De Castro-ex-ministro Jacinto de Castro.-(Siguen las firmas)".13 Tal acto de anexión, tal cual se especifica en la Exposición a su Majestad que acompaña al Real Decreto de Incorporación á la Monarquía Española la República de Santo Domingo, resultaba único: "Un acontecimiento fausto, altamente honroso para España, y pocas veces visto en la historia de los pueblos, ha ocurrido recientemente en una de las antiguas posesiones de la Monarquía. La Isla Española, la primera que ocupó el gran Colón, la predilecta de la inmortal Reina á cuya inspiración sublime se debió el descubrimiento de un Nuevo Mundo, dueña de su independencia, árbitra de sus destinos, invoca el nombre augusto de España y pone á Vuestros Reales piés la misma soberanía que Vuestra Majestad reconoció hace pocos años".14 El 4 de abril de 1861 y de forma unilateral, luego de varias negociaciones en Madrid y Cuba, Pedro Santana declara la anexión a España, la cual sería sancionada por Real Decreto de Aranjuez el 19 mayo de 1861. Según el Artículo 1ro. de dicho documento, "El territorio que constituía la República Dominicana queda reincorporado a la Monarquía".15 Dicho acto violatorio de los más profundos sentimientos de independencia de los dominicanos traería como consecuencia la Guerra de Restauración, la cual se inicia en 1863 y termina en mayo de 1865 cuando España deroga el Decreto de anexión. Colección de los tratados, convenios y documentos internacionales celebrados por nuestros gobiernos con los Estados extranjeros desde el Reinado de Doña Isabel II hasta nuestro días. Tomo Tercero. Madrid, MDCCCXCIV, pp. 222-223. 14 Ibid., p. 221. 15 Ibid, p. 225. 13 7 La campaña militar española en Santo Domingo representó graves pérdidas para la Corona: "Se habían desperdiciado durante casi cuatro años unos recursos humanos y materiales en una empresa que estuvo movida fundamentalmente por razones de prestigio y de primacía moral, pero que terminó en un completo fracaso".16 Las pérdidas, tanto materiales como humanas, fueron más que cuantiosas: "Los presupuestos de Guerra y Marina alcanzaron en el período 1856-1866 cerca de los 2.000 millones de reales, aparte otros 1.000 millones en presupuestos extraordinarios votados por las Cortes, con destino a sufragar las empresas de Marruecos, Santo Domingo y el Pacífico, las más costosas. Tan sólo serían reembolsados 400 millones, indemnizados por Marruecos, tarde y mal. Más graves, por irreparables, fueron las pérdidas humanas. Las de Santo Domingo en 30.000, de las cuales 25.000 en los cuerpos expedicionarios enviados desde la península, y los 5.000 restantes en los procedentes de Cuba y Puerto Rico".17 Si comparamos las 30.000 pérdidas en Santo Domingo con las 10.000 en la campaña marroquí, las 4.000 en Indochina y el millar en México, el Pacífico y Guinea,18 podemos tener una idea de lo que significó la guerra en Santo Domingo para España. La campaña militar de España en Santo Domingo fue verdaderamente terrible para la primera: "La guerra de Santo Domingo está pesando sobre el pueblo español como una gran calamidad. Más de treinta mil hombres han partido de la metrópoli a aquel lejano país para sostenerla; y diciéndolo con franqueza, no sólo no tenemos adelantado gran cosa, sino que desgraciadamente van realizándose nuestros vaticinios respecto de la imposibilidad de terminar pronto aquella lucha sangrienta. Después de cuantiosos sacrificios de hombres y dinero, nuestros bravos soldados han tenido que abandonar por completo el interior de la Isla, en donde dominan hoy exclusivamente los rebeldes (...) No hay, pues, que darle vuelta. RUIZ DE AZUA Y MARTINEZ DE EZQUERECOCHA, Estíbaliz. "La Unión Liberal y el agotamiento del modelo moderado (1858-1868)", en : Javier Paredes (coord.). Historia contemporánea de España (1808-1939). Ariel historia. Barcelona, 1996, p. 283. 17 VILAR, Juan B. "Las relaciones internacionales de España (1834-1874)", en: Paredes (coord.), op. cit., p. 333. 18 Ibídem. 16 8 O quieren los dominicanos anexionarse, o no. Si quieren no se necesita de nada; con muy poca fuerza militar para conservar allí el orden, habrá suficiente. Si no les acomoda la anexión, es imposible imponérselas sin ocupar militarmente el país, y esto es costosísimo y está sujeto a eventualidades en adelante, según la actitud que tomen algunas Repúblicas de América".19 Ante la imposibilidad de controlar la situación, el 1 de marzo de 1865 fue aprobada la ley por lo cual "queda derogado el Real Decreto de 19 de Marzo 1861, por el cual se declaró reincorporado á la Monarquía el territorio de la República dominicana".20 Madrid se había dado cuenta de lo inoportuno, desde el punto de vista político, de dicho acto de incorporación, y de las grandes pérdidas militares y económicas que ello representó a la Corona. El Acta de independencia de 1863, firmada por el Gobierno Restaurador dominicano en Santiago de los Caballeros el 14 de septiembre de 1863, dejaba muy claro la causa y la salida a dicha crisis: "[...] nuestra anexión a la Corona no fue obra de nuestra espontánea voluntad, sino el querer fementino del General Santana y de sus secuaces, quienes en la desesperación de su indefectible caída del poder, tomaron el partido de entregar la República... [...] La anexión de la República Dominicana a la Corona de España ha sido la voluntad de un solo hombre que la ha domeñado; nuestros más sagrados derechos, conquistados con 18 años de inmensos sacrificios, han sido traicionados y vendidos; el Gabinete de la Nación Española ha sido engañado, y engañados también muchos de los dominicanos de valía e influencia... [...] Si el Gobierno de España es político; si consulta sus intereses también los nuestros, debe persuadirse de que en un pueblo que por largo tiempo ha gustado y gozado la libertad, no es posible sojuzgárselo sin el exterminio del último de sus hombres. De ello debe persuadirse la Augusta Soberana Doña Isabel II, cuya hermosa alma RODRIGUEZ DEMORIZI, Emilio. Diarios de la guerra domínico-española, 1863-1865. Santo Domingo, 1963, p. 115. 20 Tratados de España. Documentos internacionales del Reinado de Doña Isabel II desde 1842 a 1868. Madrid, 1869, p. 375. 19 9 conocemos, y cuyos filantrópicos sentimientos confesamos y respetamos; pero S. M. ha sido engañada por la perfidia del que fue nuestro Presidente, el General y la de sus Ministros; lo que ha tenido un origen vicioso, no puede ser válido por el transcurso del tiempo".21 Resuelta la crisis hispano-dominicana, el 14 de octubre de 1874 se firmó el Tratado entre España (esta vez como República) y la República Dominicana sobre paz y amistad.22 La base de este tratado era el Tratado de reconocimiento, paz, amistad, comercio, navegación y extradicción de 1855, firmado entonces por Isabel II y Pedro Santana, presidente de la República Dominicana. A pesar de la guerra, los dominicanos no albergaron rencor u odio hacia España. Como escribiera Gregorio Luperón, uno de los líderes restauradores: "España no tiene hoy enemigos en las naciones que fueron sus colonias de América, sino hijos emancipados que son para los españoles verdaderos hermanos".23 BALCACER, Juan D. – GARCÍA, Ml. A. Op. Cit., pp. 227-228. Colección de tratados, convenios y demás documentos de carácter internacional firmados por España. Madrid, 1907, p. 415. 23 LUPERÓN, Gregorio. Notas autobiográficas y apuntes históricos. Tomo I, Santiago, R. D., 1939, p. 31. 21 22 10