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La marina mercante de vapor
en Barcelona (1834-1914)
XV Premi de Recerca Ricart i Giralt
Martín Rodrigo y Alharilla
Martín Rodrigo y Alharilla
(Sabadell, 1968). Licenciado en Filosofía y Letras y Doctor en Economía por la Universitat
Autónoma de Barcelona ejerce como Profesor Titular de Historia Contemporánea en la
Universitat Pompeu Fabra, donde imparte
docencia en el Grado de Ciencias Políticas
y de la Administración así como también
en el Master de Història del Món. Miembro
también de la Unidad Asociada Grupo de Estudios de Asia-Pacífico del Consejo Superior
de Investigaciones Científicas. Ha publicado
numerosos artículos en diversas revistas académicas y varios libros, entre los que pueden
destacarse: Los Marqueses de Comillas, 18171925. Antonio y Claudio López (Madrid, 2000);
Vapors (Barcelona, 2002, en coedición con
Antoni Sella); La Casa Ramos, 1845-1960: más
de un siglo de historia marítima (Barcelona,
2005); Indians a Catalunya: capitals cubans
en l’economia catalana (Barcelona, 2007); Los
Goytisolo, una próspera familia de indianos
(Madrid, 2016) y, recientemente, ha editado
junto a Lizbeth Chaviano el libro Negreros y
esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica, ss.
XVI-XIX (Barcelona, 2017).
La marina mercante de vapor
en Barcelona (1834-1914)
Edita: Museu Marítim de Barcelona
© de esta edición: Museu Marítim de Barcelona
© de los textos: Martín Rodrigo y Alharilla
Foto cubierta: Detalle de la acuarela con Vista del port de Barcelona. Moll de Sant
Bertran, 1912. Autor: A. Casals. (Museu Marítim de Barcelona)
Maquetación e impresión: www.cegeglobal.com
ISBN: 978-84-945397-4-9
Depósito legal: B 23.733-2017
La marina mercante de vapor
en Barcelona (1834-1914)
XV Premi de Recerca Ricart I Giralt
Martín Rodrigo y Alharilla
Índice
Presentación .......................................................................................................... 9
1. La marina velera catalana, al servicio del comercio y de la industria ...17
2. Los pioneros: de la Compañía Catalana de Vapor a navegación
e industria ...................................................................................................... 27
2.1 El vapor balear y la Compañía Catalana de Vapor........................ 27
2.2 La Sociedad de Navegación e Industria .......................................... 35
2.3 Los Talleres Nuevo Vulcano ............................................................ 37
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita ......... 45
3.1 Bof ill Martorell y Cía. (1852-1857). ................................................. 45
3.2 La línea hispano inglesa de Pablo María Tintoré y Cía.
(1852-1862)........................................................................................... 51
3.3 Una peculiar joint venture: los vapores españoles correos
trasatlánticos y el servicio of icial de conducción de la
correspondencia of icial a las antillas (1858-1861). ......................... 58
3.4 La Hispano Alemana de Vapores .................................................... 63
3.5 La Compañía Catalana de Vapores Costaneros ............................. 70
4. La naviera de Antonio López y Compañía (1857-1868) ......................... 79
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis
del sector........................................................................................................ 87
5.1 La disolución de la Hispano Alemana de Vapores,
la Compañía Catalana de Vapores Costaneros y Bof ill,
Martorell y Cía. ................................................................................... 87
5.2 Sorteando dif icultades: la Sociedad de Navegación
e Industria (1853-1870) ...................................................................... 98
5.3 La Sociedad Comanditaria Pablo M. Tintoré y Cía
(1862-1876) ........................................................................................ 104
5.4 De la vela al vapor: los hermanos Plandolit y Joaquín
Gurri ....................................................................................................112
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración....................117
6.1 La creación de la Asociación de Navieros y Consignatarios
de Barcelona (1876-1880). ................................................................117
6.2 La Febre d’or en la marina mercante (I): la Compañía
Catalana de Vapores Trasatlánticos. .............................................. 124
6.3 La Febre d’or en la marina mercante (II): la Compañía
Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos. ........................................ 133
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
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6.4 La Febre d’or en la marina mercante (III): de la Sociedad
Colectiva A. López y Cía. A la Sociedad Anónima
Compañía Trasatlántica. .................................................................. 144
6.5 La Naviera Sala y Vidal. .................................................................. 153
6.6 La pionera sociedad de Navegación e Industria (1869-1916) ..... 155
6.7 La Línea de Vapores Tintoré (1876-1916) ......................................170
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera
F in de Siècle ................................................................................................... 193
7.1 La impotencia de la Asociación de Navieros y Consignatarios
de Barcelona ...................................................................................... 193
7.2 Una truculenta y turbulenta historia: de J. B. Morera y Cía
a la Sociedad Anónima de Navegación Trasatlántica
(1885-1906) ........................................................................................206
7.3 La Compañía Trasatlántica, la principal naviera de
Barcelona y de España .....................................................................225
Las líneas de la Compañía Trasatlántica ....................................... 233
La línea de F ilipinas ......................................................................... 238
El arsenal civil de Barcelona........................................................... 245
Apéndice 1 ........................................................................................................254
Apéndice 2 ........................................................................................................ 257
Apéndice 3 ........................................................................................................260
Índice de cuadros ............................................................................................. 263
Bibliografía ........................................................................................................ 265
Fuentes primarias impresas ............................................................................ 273
Fuentes hemerográf icas .................................................................................. 275
Archivos consultados ...................................................................................... 276
Índice
8
Presentación
Como tantas cosas en la vida, mi primer acercamiento a la historia de la navegación a vapor resultó fruto del
azar. Al acabar, hace ahora veinticinco años, mis estudios de licenciatura
en la facultad de F ilosofía y Letras de la Universitat Autónoma de Barcelona quise matricularme en el programa de Máster y de Doctorado en
Historia Económica que ofrecía la misma universidad, escaleras abajo. Y
opté también entonces por solicitar una beca que me permitiese asistir a
los cursos, primero, para realizar, después, la correspondiente tesis doctoral. Una beca que f inalmente me fue concedida. Tenía claro que me interesaba estudiar las relaciones históricas entre Cuba y Cataluña y pensé que
una buena forma de acercarme a dichos vínculos pasaba por centrarme en
uno de sus resultados más visibles: me ref iero a la f igura de los indianos;
es decir, a quienes protagonizaron el fenómeno de la emigración de ida y
vuelta, entre España y las Antillas, con éxito. Siendo así, quise centrarme
en la trayectoria de uno de los indianos más característicos de Barcelona
en la segunda mitad del siglo xix: Me ref iero a Antonio López y López,
primer marqués de Comillas, cuya biografía abordé en mi Tesina del Master. Después, en la tesis doctoral, amplié dicho trabajo para abordar también el estudio del holding empresarial que había impulsado Antonio
López y que había dirigido, tras su muerte, su hijo Claudio López Bru.
Aquella elección me condujo a interesarme (insisto que de manera casi
azarosa) por la empresa naviera en la que padre e hijo sustentaron la conformación y el mantenimiento de dicho grupo empresarial: me ref iero a la
Compañía Trasatlántica (denominada antes Antonio López y Compañía).
Y empecé entonces a avanzar algunos resultados de mi investigación en
torno a dicha f irma naviera, en forma de comunicaciones a congresos o,
directamente, de textos que publiqué o como artículos de revista o como
capítulos en libros colectivos. No es preciso insistir demasiado en un hecho harto conocido: la Compañía Trasatlántica fue la principal empresa
del sector de la marina mercante en España; lo fue desde el primer momento (es decir, cuando los buques a vapor pasaron a desplazar def initivamente a los tradicionales veleros en nuestra marina mercante) y hasta más
allá de la primera guerra mundial.
La primera vez que compartí unas primeras reflexiones sobre dicha
empresa fue en una localidad cántabra denominada, signif icativamente,
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
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Astillero. Lo hice, a modo de bautismo de fuego, en el marco del Primer
(y me temo que también último) Simposio de Historia de las Técnicas, organizado por la Sociedad Española de Historia de la Ciencia y de la Técnica y dedicado a la presentación de diversos estudios que abordaron la historia de construcción naval y la navegación. Corría entonces el año de
1995. Dos años después y en el maco de un Congreso dedicado a analizar
las relaciones históricas entre Cataluña y Andalucía pude presentar un
nuevo trabajo, de carácter algo más amplio, sobre la trayectoria de la
Compañía Trasatlántica en los sesenta años que estuvo vigente su contrato con el Estado, es decir, entre 1862 y 1932. Unos meses después y en el
marco de las conmemoraciones del centenario de 1898, tuve la oportunidad de presentar en Manila un análisis detallado de la historia de la línea
of icial de vapores-correo de las F ilipinas en un marco temporal que iba
desde su creación, en 1879, hasta 1905. Una línea que fue servida por los
vapores de la naviera del marqués de Campo, primero, y por los buques de
la Trasatlántica, después. Más adelante presenté una nueva aportación, publicada en la Revista de Historia Industrial, en torno a una empresa de construcciones mecánicas de la ciudad fundada por un ingeniero de origen
belga, Alejandro Wohlguemuth, y explotada, desde 1891, por la propia
Compañía Trasatlántica: el Arsenal Civil de Barcelona.
En aquel tiempo tuve también la oportunidad de realizar un catálogo
de la colección de maquetas y modelos de buques de propulsión mecánica
que formaban parte de la colección del Museo Marítimo de Barcelona. Lo
hice como resultado de una beca competitiva convocada por el Consorci
de les Drassanes. Fue aquel, por cierto, mi primer contacto con dicha institución, más allá de la consulta de su biblioteca y de los fondos que conservaba y conserva de la naviera del grupo Comillas. Aquel catálogo me
proporcionó la posibilidad de adentrarme, si quiera brevemente, en la historia de otras f irmas navieras españolas distintas a la poderosa Trasatlántica. No en vano, en dicha colección había barcos de compañías que matriculaban sus buques en Sevilla (navieras Ybarra y Pinillos), había
maquestas de vapores matriculados en algunos puertos del Cantábrico (de
armadores como Luis de Ocharán, la Compañía Marítima Bilbao, la Compañía Santanderina de Navegación o la Línea de Vapores Serra) y, cómo
no, había modelos de numerosos buques inscritos en la matrícula de Barcelona (Compañía Catalana de Vapores Transatlánticos; Sociedad Anónima de Navegación Trasatlántica; Hijos de J. Jover Serra; Sala y Vidal;
Compañía Transmediterránea; Transportes, Aduanas y Consignaciones; e
Hijo de Ramón A. Ramos). En la medida que mi trabajo fue algo más
(bastante más) que un mero catálogo de piezas, el Museu Marítim de Barcelona, en la persona de su director, Roger Marcet, quiso encargar una extensa parte introductoria al periodista Antoni Sella de manera que nues-
Presentación
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tros dos textos, aderezados con numerosas fotografías de los modelos
descritos y de los barcos y compañías analizadas, conformaron un voluminoso libro ilustrado denominado sencillamente Vapores y editado en 2002,
en sendas versiones en castellano y en catalán.
La publicación de aquel libro me permitió conocer, tiempo después,
a los hermanos Ramon y Robert Ramos Pagans. Ambos eran los últimos
representantes de una saga naviera familiar, cuyos antepasados habían
ejercido como consignatarios, primero, y como armadores de buques de
vapor, después, en el puerto de Barcelona y durante más de cien años. Su
generosidad conmigo apenas tuvo límites. Pusieron a mi disposición los
restos del archivo documental de aquella empresa familiar, lo cual me
permitió hacer un primer avance, en forma de comunicación al Ier
Congreso de Historia Marítima de Cataluña, en primer lugar, y publicar
después, en 2005, un libro monográf ico sobre dicha f irma armadora.
Partiendo, pues, de una sola compañía naviera, la Trasatlántica, fui adentrándome en la trayectoria de otras empresas del sector. Fue entonces
cuando quise abordar dos estudios diferentes dedicados a describir y analizar la labor de dos asociaciones diferentes impulsadas por empresarios
de la marina mercante, en la capital catalana: la Asociación de Navieros y
Consignatarios de Barcelona, por un lado, y la Liga Marítima Española,
por el otro; publicados como capítulo en un libro colectivo de homenaje
al historiador Josep Fontana, el primero, y como un artículo de la Revista
de Historia Económica, el segundo. Y propuse, poco después, a la revista de
historia Transportes, Servicios y Telecomunicaciones la publicación de un dossier
dedicado a la marina mercante española entre 1814 y 1922. Un dossier
que contó con la colaboración de María del Carmen Cózar Navarro, Jesús
María Valdaliso Gago, Enric Garcia Domingo y José Ramón García
López. Yo mismo quise publicar allí un primer avance sobre la trayectoria de las «navieras y navieros catalanes en los primeros tiempos del vapor», entre 1830 y 1870. Un trabajo que me permitió abordar los procesos
de fundación de relevantes f irmas del sector como las sociedades comanditarias Bof ill Martorell y Cía., Pablo María Tintoré y Cía., o Solá Amat y
Cía., entre otras navieras.
A aquellas alturas, de hecho, mi interés primario por la Compañía
Trasatlántica (derivado, como ya señalé, de mi acercamiento a su fundador, el indiano Antonio López) había dado pie a una línea de investigación que trascendía claramente la labor de aquella empresa para abordar la
trayectoria de otros agentes del sector. Una línea de investigación cada vez
más autónoma. Así, por ejemplo, el XIII Congreso de Historia de Barcelona, realizado en 2013 y dedicado a «Barcelona i el mar», me permitió
añadir una pieza más al complejo puzle del análisis del sector: presenté
entonces un estudio monográf ico en torno a otra f irma naviera, una em-
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
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presa cuya azarosa existencia transcurrió a caballo de los siglos xix y xx
y que contó con diferentes razones sociales hasta convertirse en la Sociedad Anónima de Navegación Trasatlántica.
Fue poco después (un año después) cuando la feliz convocatoria del
XV Premio de Investigación Josep Ricart i Giralt, otorgado por el Museo
Marítimo de Barcelona, me hizo pensar en la oportunidad de dar cuerpo,
en forma de libro, a una monografía que recogiese y ampliase esa nómina
de trabajos de investigación que acabo de enumerar. Y que lo hiciese en
un nuevo libro, concebido como tal, en el que pudiese condensar todo lo
que he ido descubriendo sobre la historia marina mercante de vapor, en
Cataluña, en estos últimos veinticinco años. Presentado tal proyecto a dicho premio tuve la suerte de obtenerlo. Y me puse entonces manos a la
obra. El resultado f inal es este libro: Una monografía que pretende ofrecer una visión de conjunto de cuál fue la trayectoria de la marina mercante
de vapor en Barcelona, en un lapso de tiempo que va desde la botadura
del primer buque de vapor matriculado en la capital catalana (el célebre
vapor Balear), en 1834, hasta el estallido de la Gran Guerra, en 1914. Entiendo, modestamente, que la publicación de este libro permitirá conocer
algo mejor una actividad que resultó ser fundamental para la economía de
Barcelona y de Cataluña como fue la de la navegación transatlántica durante el largo siglo xix. Una monografía que se suma, modestamente, a
sendos trabajos similares obra de Jesús María Valdaliso Gago (sobre los
armadores vascos) y de José Ramón García López (sobre los asturianos),
publicados respectivamente en 1991 y en 2003. De forma similar, ofrezco
ahora, en este libro, una panorámica general sobre el sector de la marina
mercante de vapor, en Barcelona, durante los ochenta años anteriores al
estallido de la Primera Guerra Mundial.
Esta monografía viene a ser, como digo, el resultado f inal de mi interés por las navieras y los navieros catalanes en ese período, acreditado durante los últimos cinco lustros. Durante dicho período he podido precisamente, como acabo de señalar, publicar resultados parciales de dicha línea
de investigación en forma de artículos en revistas académicas, de capítulos
en libros colectivos e incluso de epígrafes concretos en otras monografías
de mi autoría. He querido ahora rescatar todos esos trabajos, actualizándolos, ampliándolos y reescribiéndolos, además de presentar nuevos acercamientos (a otras navieras y a otros navieros), inéditos completamente y
de, lo que me parece más relevante, situar todas esas piezas (inéditas algunas, reelaboradas otras) en un mismo hilo. Un nuevo hilo o relato que es
el que, en def initiva, da sentido al libro y en el cual radica su valor añadido. Pese a las lagunas que pudiere haber y a su carácter más descriptivo
que analítico, entiendo que el relato que aquí propongo me permite ofrecer una visión panorámica lo suf icientemente valiosa como para af irmar
Presentación
12
que este libro contribuye a mejorar nuestro escaso conocimiento sobre un
relevante sector de la historia económica reciente de Barcelona, de Cataluña y de España.
Hasta el momento, apenas podemos destacar dos estudios anteriores
que hayan respondido a un objetivo similar. El primero fue obra de Pere
Pascual y se publicó, en 1991, como uno de los epígrafes de la Història Económica de la Catalunya Contemporània. El segundo fue publicado dos años
después por un destacado historiador catalán de la ciencia y de la técnica,
Santiago Riera i Tuèbols, quién se detuvo sobre todo en aquellas cuestiones vinculadas precisamente a la tecnología de los vapores. Mi enfoque
aquí intenta ser complementario a ambos estudios al centrarme, sobre
todo, en la marcha de aquellas empresas, nacidas y domiciliadas en Barcelona, las cuales protagonizaron la difusión de la navegación a vapor, en
nuestro país, entre 1834 y 1914. Al hacerlo, me f ijaré también en la trayectoria vital de algunos de los empresarios que las impulsaron, f inanciaron o
dirigieron. No abordaré, sin embargo, la estructura del negocio de las citadas compañías ni apenas, tampoco, su actividad de carga (fuera aquella
de mercancías o de personas), ni la competencia entre ellas, o con navieras
de otros puertos. Son aspectos sobre los que habrá que seguir trabajando
en un futuro. Me parece, sin embargo, que la información que he recogido
y la panorámica que aquí presento justif ican por sí solas la edición de esta
monografía.
Una monografía que sigue un órden básicamente cronológico. Y una
monografía nace como el resultado de un trabajo de investigación y de un
esfuerzo eminentemente individual aunque ha contado, afortunadamente,
con numerosas ayudas. De hecho, como cualquier otro trabajo de investigación, este libro debe leerse como el resultado f inal de una larga singladura en la que he ido encontrando el apoyo o, cuando menos, la complicidad,
de muchos colegas y amigos. Algunos me han facilitado documentación
privada de enorme interés; otros, alguna pista o información relevante; los
hubo quienes, desde su propia actividad profesional, hicieron más fácil mi
búsqueda y también quienes compartieron conmigo sus reflexiones y sus
puntos de vista. Sea como fuere, todos ellos han hecho más fácil y, desde
luego, posible este viaje. Entiendo, por lo mismo, que a todos y cada uno
de dichos colegas y amigos les corresponde un pedacito de este trabajo.
Quiero empezar por agradecer, en primer lugar, el buen hacer profesional
y sobre todo la amabilidad de todos los empleados, sin excepción, del Museu Marítim de Barcelona con quienes he tenido el placer de trabajar. Y de
forma singular quiero dejar constancia de la espléndida labor tanto Rosa
Busquets como Jordi García quienes han facilitado siempre mi quehacer
investigador en la biblioteca del Museo. Quiero agradecer también la complicidad de María Dolors Jurado, de Silvia Dahl y, especialmente, de Inma
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
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González, quienes están desarrollando una encomiable labor profesional
desde el Área de Gestión de Colecciones y del Conocimiento, propia también del Museu Marítim de Barcelona. Mención especial merece el principal responsable de dicha área, el infatigable Enric Garcia Domingo, quien
resulta ser, además, uno de los principales estudiosos de la historia marítima de este país en los últimos dos siglos. Su profundo conocimiento del
tema ha sido para mí, sin duda, un acicate para seguir avanzando en esta
línea de trabajo. No quiero olvidar, tampoco, la profesionalidad de Olga
López Miguel, con quien tuve la oportunidad de conversar repetidamente
(y no hace tanto tiempo) en el singular edif icio de las Atarazanas cuando
desempeñaba su labor profesional como Jefa de la Of icina de Proyectos
del susodicho museo.
Con José María Sánchez Carrión tuve la ocasión de compartir la realización de un trabajo de investigación sobre la historia de los Talleres
Nuevo Vulcano, desde su fundación hasta su reciente cierre; un trabajo
aún inédito cuya redacción resultó sin duda más fácil gracias a su sempiterna sonrisa. Por otro lado, con mi paisano y amigo Javier Moreno Rico
he ido compartiendo en estos últimos veinticinco años (desde que coincidimos en los cursos del Master en Historia Económica, en el lejano otoño
de 1992) un sinfín de conversaciones que han permitido mejorar mis escasos conocimientos sobre el pasado y el presente de la marina mercante.
Quiero hacer constar también mi deuda de gratitud con diferentes personas que han sido notablemente generosas conmigo. En primer lugar, mi
gratitud hacia los hermanos Ramon y Robert Ramos Pagans, quienes facilitaron mi acceso a la documentación que conservaban de la naviera regentada por sus antepasados. También quiero recordar la inestimable colaboración de Norbert Tomás, cuyas informaciones sobre la actividad
naviera de su bisabuelo Juan Bautista Morera (y sobre los socios del mismo) me han permitido desentrañar algo mejor la complicada historia de
una empresa que cambió varias veces de nombre, en un lapso relativamente corto de tiempo. Le tengo que agradecer especialmente que me haya facilitado sus apuntes inéditos sobre la trayectoria vital de Juan B. Morera
así como las notas escritas por su padre, Estanislau Tomás, en torno a un
litigio vinculado a una de las navieras aquí analizadas. Por otro lado, todos los interesados en la historia marítima catalana deberíamos mostrar,
como quiero hacer yo aquí y ahora, nuestro más sincero agradecimiento a
Joaquín María Tintoré Blanc por haber creado y por seguir alimentando
un blog que permite acceder, en línea y en abierto, a documentación privada de enorme interés procedente de la Línea de Vapores Tintoré. A nivel particular, debo y quiero agradecerle que me haya facilitado más documentación, todavía no digitalizada, sin la cual no hubiese podido
construir los epígrafes dedicados a dicha empresa. Y quiero también reco-
Presentación
14
nocer la generosidad de José María Ortiz-Villajos, quien tuvo a bien compartir conmigo la información que había recogido sobre la patente de introducción del primer vapor matrículado en Barcelona así como del amigo
Raimon Soler Becerro, quien me brindó alguna información tan puntual
como útil procedente de la base de datos Empreses i empresaris a la Catalunya del segle xix , del Departament d’Història i Institucions Económiques de la Universitat de Barcelona.
Las aportaciones y las ayudas de unos y otros me han permitido
construir esta monografía, de la que me siento, sin embargo, el único responsable. Un libro dividido en siete capítulos y que comienza con una visión introductoria sobre la marina velera catalana en las décadas centrales
del siglo xix , una marina velera que estaba al servicio del comercio y de la
industria del país. Abordo en el segundo capítulo el estudio de la primera
de las empresas navieras de vapor de Barcelona, la pionera Compañía
Catalana de Vapor, nacida en 1833 como una sociedad civil (no mercantil) o de cuentas en participación y transformada en 1841 en una sociedad anónima bajo el nombre de Navegación e Industria. Una f irma
que se mantendría activa durante otros setenta y cinco años más hasta
que acabó desapareciendo al integrarse, en 1916, en la nueva Compañía
Transmediterránea.
Dedico el tercer capítulo al estudio del auge registrado por la marina
mercante catalana de vapor en los años 1850. Lo hago a partir de la descripción y el análisis de los procesos de fundación de cuatro empresas navieras diferentes: las f irmas Bof ill Martorell y Cía., Pablo M. Tintoré y
Cía., Buenaventura Solà Amat y Cía. y Gaspar Roig y Cía. Cuatro empresas que nacieron como f irmas comanditarias, capaces de movilizar una inversión total de 12.510.000 pesetas aportadas por más de trescientos individuos y que llegaron a disponer, en su conjunto, de una flota de catorce
vapores diferentes, matriculados todos en Barcelona. El cuarto capítulo
está dedicado al análisis de otra naviera que nació también en aquel expansivo contexto, la f irma A. López y Cía. Una compañía que empezó a
andar en 1857 y cuyo primer domicilio social se f ijó en Alicante. Once
años después, sin embargo, a partir de 1868, los vapores de la misma pasaron a la matrícula de Barcelona, ciudad en la que residía su principal gerente y adonde se trasladó, también entonces, el domicilio social de dicha
empresa. Y si el tercer capítulo del libro está dedicado a analizar la euforia
naviera registrada en la capital catalana durante los años 1850, el quinto
epígrafe se centra en describir la crisis ulterior que se registró, también en
Barcelona, en la década de 1860. Una crisis que signif icó la desaparición
de tres de aquellas primeras compañías y la continuidad de las otras, las
cuales debieron superar, no obstante, notables dif icultades. La marcha de
unas y otras se describe en dicho apartado.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
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El sexto capítulo está dedicado, por su parte, al análisis del funcionamiento de las navieras de vapor barcelonesas en los primeros años de la
Restauración. Empieza con una descripción del proceso de fundación y de
la actividad, en sus primeros años, de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona para seguir con el análisis de cómo la febre d’or (es
decir, el proceso de euforia empresarial y f inanciera registrado en Barcelona a partir de 1875 y, sobre todo, entre 1880 y 1881) afectó al sector de la
marina mercante de vapor. Una euforia cuyo impacto se analiza, por separado, al describir la marcha de tres navieras diferentes, nacidas las tres en
1881 como sociedades anónimas: dos f irmas creadas prácticamente ex novo
y con nombres parecidos (las Compañías Catalana y Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos) mientras que la tercera, la Compañía Trasatlántica, había nacido a partir de la transformación de la sociedad regular colectiva A.
López y Cía. en una sociedad de responsabilidad limitada. Se analizan,
también, en el sexto capítulo la marcha, en aquellos años de la Restauración, de otras tres navieras de la ciudad, como fueron Sala y Vidal, Navegación e Industria y la Línea de Vapores Tintoré.
El séptimo y último capítulo está dedicado, esencialmente, a analizar
la actividad de otras dos f irmas navieras domiciliadas en la capital catalana en los treinta años anteriores al estallido de la Gran Guerra. Tras retomar el análisis de la actividad, en dicho período, de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona me ocuparé, en primer lugar, de la
truculenta historia de la compañía que sucedió a la fallida Compañía Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos, una f irma que cambió varias veces de
nombre (o, mejor dicho, de razón social) para acabar convirtiéndose, en
1906, en la Sociedad Anónima de Navegación Trasatlántica. A continuación, y para concluir, me centraré en la descripción y el análisis de la actividad, en aquellos mismos años, de la empresa que seguía siendo la principal f irma naviera de la matrícula de Barcelona (y del conjunto español): la
poderosa Compañía Trasatlántica.
Sabadell, 21 de octubre de 2017
Presentación
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1. La marina velera
catalana, al servicio
del comercio y de
la industria
Josep Maria Fradera señaló en su día
como durante los años del Trienio Liberal tuvo lugar la quiebra definitiva
del modelo de relaciones comerciales que Cataluña había heredado desde el
siglo anterior. Un proceso de quiebra que fue el resultado de la suma de dos
procesos diferentes: la independencia de la América continental española,
por un lado, y la ruptura de los circuitos comerciales tradicionales tejidos
desde Barcelona con otros puertos del mediterráneo, por el otro. En aquel
contexto, la política arancelaria de los liberales del Trienio ayudó a que el
mercado interior español comenzase a absorber buena parte de los retornos
del comercio americano, convirtiéndose en la alternativa que permitió sustituir los citados circuitos de redistribución de coloniales por el Mediterráneo.
No hubo, sin embargo, una pérdida de importancia de los mercados americanos para la economía catalana sino que lo que se produjo fue una concentración progresiva de su importancia en el ámbito del Caribe, sobre todo en
torno a las colonias de Cuba y de Puerto Rico (Fradera, 1987).
Así, a partir de 1828 se puede apreciar la conf iguración de un modelo
de relaciones comerciales entre Cataluña y América adaptado a las necesidades de la industria catalana del momento: además de la diversif icación
progresiva de los circuitos comerciales cabe señalar la importancia creciente de una materia prima fundamental para la actividad industrial del
país: el algodón en rama (importado desde Brasil o desde los Estados Unidos). En aquellos años se apreciaba claramente el interés del sector exterior de la economía catalana por el desarrollo de la base industrial del país.
Se apreciaba, de hecho, hasta el punto de que la creciente unidad entre el
comercio americano y las exigencias del sector industrial hegemónico en
Cataluña acabó siendo el aspecto más novedoso de aquel nuevo modelo.
Hubo también en 1828 una redef inición de la política arancelaria española por parte del ministro López Ballesteros. Una reforma adoptada en un
sentido harto pragmático que acabó con la vieja política de la exclusividad
colonial y la sustituyó por el establecimiento de derechos diferenciales que
favorecían la importación en buques de la marina mercante española (Fontana, 2001). El propio Josep Maria Fradera insistió en que dos de las claves del
notable relanzamiento que tuvo para la economía catalana el comercio americano en las décadas de 1830 y 1840 fueron: (1) el control de una porción
signif icativa de los mercados antillanos (de Cuba y Puerto Rico) por parte de
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
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los comerciantes y hombres de negocio catalanes; y (2) el nuevo despliegue
de la marina mercante catalana, capaz de aprovechar las ventajas arancelarias
derivadas del derecho diferencial de bandera. Fue aquel el caso, en concreto,
de la importación de algodón en rama. No en vano, en los años 1834-1838,
el 97,1 por 100 de las llegadas al puerto de Barcelona de esta materia prima
lo hicieron en buques españoles, cabe suponer que catalanes, en su mayoría.
A partir, por lo tanto, de 1828-1834, la marina mercante catalana se
convirtió en una pieza fundamental del nuevo marco de las relaciones exteriores de la economía del país, especialmente en la vertiente del comercio con diferentes puertos americanos. El puerto de Barcelona devino así
el nodo central de un sistema económico que se sustentaba también en
una gran flota mercante al servicio de la naciente industrial. Fue, precisamente, a partir de 1829 (o, en términos más generales, desde la década de
1830) cuando aquel modelo impulsó tanto el comercio marítimo catalán
como la marina mercante del país. Así lo señaló Laureano F iguerola en su
célebre Estadística de Barcelona en 1849:
«Cometimos el mismo error que la Inglaterra no reconociendo inmediatamente la independencia de nuestras antiguas colonias. Por esta
causa no volvió a recobrar sus perdidos bríos el comercio barcelonés
hasta el año 29 de este siglo [xix], distinguiéndose ya con la fisonomía
especial que le imprimió desde entonces la industria algodonera: fisonomía cuyos rasgos característicos se han ido marcando cada vez más y
que son los que actualmente tiene como predominantes. Reducidas las
relaciones a las dos Antillas de Cuba y Puerto Rico, magnífico residuo
de anteriores dominios, son sin embargo los dos principales puntos de
salida del comercio barcelonés, aun después de haber reanudado relaciones con todos los países de la América del Sur» (Figuerola, 1968: 250).
Resulta harto signif icativo que en aquellos años fuese precisamente la
matrícula de buques de Barcelona la más importante del conjunto español,
tal como se aprecia en el cuadro siguiente:
Cuadro 1.
BUQUES DE VELA ESPAÑOLES EN 1836 (por provincias marítimas)
Número
Porcent.
Tonelaje
Porcent.
Barcelona
255
26,8 %
68.033
38,4 %
Bilbao
147
15,4 %
38.803
21,9 %
Mallorca
143
15,0 %
16.174
9,1 %
Valencia
49
5,1 %
6.374
3,6 %
1. La marina velera catalana, al servicio del comercio y de la industria
18
Número
Porcent.
Tonelaje
Porcent.
Coruña
27
2,9 %
5.957
3,3 %
Alicante
51
5,3 %
5.314
3,0 %
Santander
20
2,1 %
5.302
3,0 %
Resto de España
260
27,4 %
31.257
17,7 %
TOTAL
952
100,0 %
177.214
100,0 %
FUENTE: Jimeno Agius (1889).
Se aprecia, de hecho, como en 1836, el 26’8 por 100 de los buques de
vela matriculados en España estaban inscritos en el puerto de Barcelona.
Y se aprecia también que si miramos no el número sino el tonelaje de dichos barcos, el peso de la capital catalana era aún superior pues las 68.033
toneladas que sumaban aquellos 255 veleros representaban el 38,4 por 100
del tonelaje total de la flota velera mercante española. Por lo tanto, a la altura de 1836, en un solo puerto, el de Barcelona, se concentraba una tercera parte de la marina mercante española del momento. Un hecho ciertamente remarcable. En líneas generales, aquella tónica se mantuvo durante
todo el segundo tercio del siglo xix. Según recoge el propio Laureano
F iguerola, a la altura de 1849 f iguraban en la matrícula de Barcelona un
total de 288 buques con más de 20 toneladas de desplazamiento (que representaban el 9’8 por 100 de los 2.939 buques con pabellón español,
también de más de 20 toneladas). En términos de capacidad de carga, las
47.250 toneladas de aquellos 288 buques inscritos en Barcelona representaban el 21,6 por 100 del conjunto español, ascendente a 218.840 toneladas (F iguerola, 1968: 179). Seis años después, el número de buques matriculados en Barcelona había subido aun más, hasta situarse en 305. Aquel
parece haber sido un año record: durante los años siguientes el número de
barcos inscritos se mantuvo elevado aunque con una ligera tendencia descendente: si en 1862 constaban un total de 290 barcos inscritos en la matrícula de la capital catalana, cinco años más tarde, en 1867, hay que hablar de 292 buques matriculados.1
1 Para los datos de 1855, cfr. ACA, Hacienda, Volúmenes, Inventario 1, libro 12.587; para los de 1862,
cfr. ibídem, libro 12.608 y para 1867, cfr. Boletín Of icial de la Provincia de Barcelona, 10 de diciembre
de 1867, p. 2.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
19
No todos aquellos buques se construyeron en astilleros del país pero
sí que lo fueron una buena parte. Tal como describió en su día el polifacético José Ricart y Giralt, en una célebre conferencia dictada ante la Real
Academia de Ciencias y Artes de Barcelona el 5 de noviembre de 1923, entre 1790 y 1870 tuvo lugar el verdadero «siglo de oro de la marina velera
de construcción catalana». Para aquel período, dicho autor recogió la
construcción de, al menos, 734 buques veleros en los astilleros de la costa
catalana de levante (o sea, entre Barcelona y el cabo de Creus); 734 barcos
mercantes de los cuales 44 fueron fragatas, 51 corbetas, 277 bergantines,
220 polacras y 142 fueron bergantines-goletas, polacras-goletas o goletas.
Se trataba, en general, de buques pequeños y a la vez caros. Casi al f inal
de su vida, Ricart y Giralt describió entonces como funcionaban aquellos
buques, siguiendo unas prácticas y unas costumbres de origen medieval.
Según sus palabras:
«Nuestros pequeños veleros eran verdaderas factorías comerciales y el capitán era el gerente de una sociedad anónima formada por accionistas del buque y del negocio comercial. Cuando un
capitán quería comprar o hacer construir un buque, lo que en lenguaje técnico se conocía por querer habilitarse, buscaba socios
para que interesaran por un capital igual al coste del buque, y este
capital se dividía en fracciones iguales de 750 duros, llamadas partes [...] Siendo dichas acciones de poco valor resultaba que el capitán que contaba con numerosa familia y amigos pronto cubría el
valor del buque [...] Además del capital o valor de un buque, el capitán buscaba socios para reunir un segundo capital destinado al
negocio marítimo, o sea, la compra de mercancías y este capital se
dividía en partes de 300 duros, llamadas motas o fondo de expedición
[...] Cada barco era una factoría comercial pues el capitán compraba y vendía mercancías según le parecía, dando conocimiento a
un banquero o consignatario de Barcelona, que es a donde acudían los personers o socios para saber noticias del buque» (Ricart y
Giralt, 1924: 4-5).
En líneas generales, la descripción que hizo en su día José Ricart y
Giralt parece harto veraz. Ahora bien, su interés por destacar la importancia de la f igura del capitán en los veleros mercantes catalanes del
XIX merece ser analizado con algo de detalle. No hay que olvidar que
el entonces ciego y anciano conferenciante había sido, en primer lugar
y por encima de todo, capitán de la marina mercante. Cabe retener, por
otro lado, que en aquella célebre conferencia Ricart y Giralt no hizo
ninguna referencia sobre la f igura de los armadores de aquellos barcos
1. La marina velera catalana, al servicio del comercio y de la industria
20
veleros de los que hablaba. Disertó, de hecho, sobre el sector de la marina mercante catalana como si aquellos buques no hubiesen tenido armadores. Y aunque es cierto que la propiedad de los veleros catalanes
acostumbraba a repartirse entre diferentes empresas e individuos (entre
los cuales acostumbraba a f igurar el propio capitán del barco) no es
menos cierto que entre los diversos propietarios de los citados barcos
f iguraba uno, casi siempre el que más capitales había invertido en su
construcción, como armador de la nave. A dicho armador le correspondía, por ejemplo, f irmar en la correspondiente Escribanía de Marina el
preceptivo contrato de patronía mediante el cual se nombraba al capitán
de la nave, en cuestión. Y a él le correspondía liquidar los impuestos
que había que pagar por la propiedad del buque, como por ejemplo el
gravamen f ijado en la Contribución Industrial y de Comercio. La f igura del armador era, de hecho, tan importante (o aun más) que la f igura
del capitán del buque.
Más allá de la labor y la importancia de unos y otros, sigue valiendo la
pena hacer referencia, como hizo en su día el veterano Ricart y Giralt, a
un verdadero siglo de oro de la marina velera construida en los astilleros del
litoral catalán. Aquellos veleros inscritos en las diferentes matrículas de
Cataluña (construidos, en su mayor parte, también en Cataluña) sirvieron
para vehicular el intenso comercio mercantil registrado por los puertos catalanes y, singularmente, por el puerto de Barcelona. Un intercambio comercial que actuó entonces, en las décadas centrales del siglo xix , como
uno de los puntales dinamizadores de la industria y la economía tanto de
la capital catalana como del conjunto del país. En una dinámica en la cual
los puertos americanos jugaron un notable papel. El propio Laureano
F iguerola recogió, por ejemplo, la importancia del intercambio comercial
con América en los diferentes cuadros que incorporó a su famosa monografía. Veamos por ejemplo los datos correspondientes a 1845:
Cuadro 2
COMERCIO DE IMPORTACIÓN POR EL PUERTO
DE BARCELONA, 1845
Procedente de
Europa y África
503 buques
62,5 %
80.197 toneladas
62,1 %
Procedente
de Cuba
232 buques
28,8 %
38.907 toneladas
30,1 %
70 buques
8,7 %
9.915 toneladas
7,8 %
805 buques
100,0 %
129.019 toneladas
100,0 %
Procedente del
resto de América
TOTAL
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
21
COMERCIO DE EXPORTACIÓN POR EL PUERTO
DE BARCELONA, 1845
Con destino
a puertos de Europa
y África
135 buques
35,2 %
22.967 toneladas
37,3 %
Con destino
a puertos de Cuba
146 buques
38,1 %
22.766 toneladas
37,0 %
Con destino a
puertos del resto
de América
102 buques
26,7 %
15.845 toneladas
25,7 %
TOTAL
383 buques
100,0 %
61.578 toneladas
100,0 %
FUENTE: Laureano F iguerola: Estadística de Barcelona en 1849, p. 175 y 179.
A los puertos americanos (incluyendo los de Cuba y de Puerto Rico)
se dirigieron aquel año el 67,8 por 100 de los buques mercantes que zarparon desde el puerto de Barcelona con mercancías para la exportación;
los cuales llevaron el 62,7 por 100 de todas las exportaciones embarcadas
aquel año en el citado puerto. Aquel fenómeno afectó, sobre todo, a los
buques mercantes de matricula catalana o española, tal como expresan
los datos recogidos asimismo por F iguerola. En otras palabras, fue precisamente el tráf ico de mercancías con América (protegido por el «derecho
diferencial de bandera») el que sustentó una marina mercante que prácticamente monopolizó ese tipo de rutas comerciales.
Cuadro 3
COMERCIO DE IMPORTACIÓN Y EXPORTACIÓN
POR EL PUERTO DE BARCELONA SEGÚN LA MATRÍCULA
DE SUS BUQUES (1845)
COMERCIO DE IMPORTACIÓN
De Europa
y África
Del resto
de América
De Cuba
En buques
de bandera española
244
48,5 %
218
94 %
69
98,5 %
En buques
de otros pabellones
259
51,5 %
14
6%
1
1,5 %
TOTAL
503
100 %
232
100 %
70
100 %
1. La marina velera catalana, al servicio del comercio y de la industria
22
COMERCIO DE EXPORTACIÓN
De Europa y
África
En buques
de bandera española
91
67,4 %
146
En buques
de otros pabellones
44
32,6 %
0
135
100 %
TOTAL
Del resto de
América
De Cuba
146
100 %
–
100 %
100
98 %
2
2%
102
100 %
FUENTE: Laureano F iguerola: Estadística de Barcelona en 1849, pp. 175 y 179.
El puerto de Barcelona jugó, en dicha coyuntura, un papel relevante
en el crecimiento económico catalán, adquiriendo una importancia que no
dejaría de aumentar durante el siglo xix. Así, por ejemplo, Albert Carreras
y César Yáñez han calculado que el valor del tráf ico portuario de la capital
catalana pasó de representar un 17,2 por 100 del Producto Interior Bruto
catalán en 1847 a suponer el 31,1 por 100 del PIB del país quince años
después, en 1862, alcanzando el 41,3 por 100 en 1880 y el 48,6 por 100 a
la altura de 1890. En base a sus cálculos, ambos autores han podido concluir que en esos años el grado de apertura de la economía catalana era
uno de los más altos de la Europa de entonces, superior incluso al grado
de apertura de la economía británica (Carreras, Yáñez, 1992: 81-157).
Cuadro 4
NAVIEROS DE BARCELONA (en 1862)
Buques
Contribución
(en pts.)
Serra y Sobrinos
31
5.598
Nombre o razón social
1
2
Font y Riudor
27
4.298
3
José María Serra e Hijo
11
2.096
4
Cristóbal Taltabull
9
1.591
5
Garriga y Raldiris
8
1.492
6
Compte y Cía.
7
1.350
7
Bof ill Martorell y Cía.
5
1.336
8
Patxot y Civils
7
1.265
9
Pablo Mª Tintoré y Cía.
5
1.218
10
Ramon Maresch Ros
5
1.214
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
23
Nombre o razón social
Buques
Contribución
(en pts.)
11
Antonio Gibert Cisneros
5
1.169
12
Sebastián Soler Ribas
7
1.116
13
Vicente Vilaró
3
956
14
Juan España
4
875
15
Samsó Grau y Cía.
4
865
16
Baradat Hermanos
5
855
17
Aballí y Cía.
5
804
18
Viuda de Torrents y Miralda
5
800
19
Ribas y Cantallops
3
780
20
Biada Hermanos
4
732
21
José Amell
4
716
22
Francisco Pons y Cía.
3
665
23
Rafael Massó e Hijos
2
638
23
Francisco Puig Bori
2
638
23
Hermanos Plandolit
2
638
23
Viuda e Hijos de Milans
2
638
27
Pagés y Cifré
5
624
28
Jaime Taulina
4
621
29
Viuda de Mataró e Hijos
4
609
30
José Cascante Anglada
4
590
31
Andrés Anglada
2
556
32
Dulcet y Lines
3
527
33
Baltasar F iol
3
485
34
Solà y Monner
3
478
35
Juan Julià
4
468
36
Rodríguez y Cía.
3
465
37
José Antonio Nadal y Cía.
3
434
38
Francisco Torrents y Cía.
3
431
39
Viuda de Martí y Codolar
3
417
FUENTE: ACA, Hacienda, Volúmenes, Inv. 1, 12.608.
1. La marina velera catalana, al servicio del comercio y de la industria
24
Carles Sudrià ha intentado analizar la aportación del comercio marítimo catalán al crecimiento económico del país en las décadas centrales del
siglo xix. Según aprecia, el tráf ico mercantil habido desde el puerto de
Barcelona, sumando buques de entrada y de salida, tuvo efectos positivos
para el conjunto de la economía catalana y, de forma especial, para el propio sector de la marina mercante del país. Aunque af irma que «es imposible saber cuál podría ser el benef icio medio de este comercio» exterior,
apunta que la rentabilidad media de aquellas expediciones debió ser del 20
por 100. De ser así, concluye, «resultaría unas ganancias acumuladas, para
las tres décadas que van de 1835 a 1855, de 35 millones de duros, una cifra
considerable si la comparamos con la referida a la inversión en sociedades
mercantiles» en ese mismo período (Sudrià, 2006: 16).
Aquelos años de plenitud de la marina mercante de vela catalana
coincidieron con los primeros esfuerzos por implantar la navegación de
vapor en Cataluña, una tecnología que acabaría eclipsando a los buques
movidos por la fuerza del viento. Como dijera un escritor costumbrista
barcelonés, «la fuerza de las ventajas de la [navegación] de vapor por f in se
impuso, y aquel velero que, con quince hombres y tres meses de navegación cargaba doscientas toneladas de mercancías, tuvo que ceder su puesto
al vapor que, con treinta hombres, llevaba a Ultramar, en treinta días, dos
o tres mil toneladas de carga [... De hecho] aun decuplicando los gastos,
una nave de vapor transportaba veinte veces más de carga y disminuía [...]
el tiempo empleado en la travesía» (Masriera, 1926: 231). Pese a la innegable importancia de la navegación a vapor para la historia económica catalana, el interés manifestado por diversos estudiosos en favor de la navegación a vela ha acabado eclipsando eventuales estudios sobre la expansión
del vapor en la marina catalana. 2 De hecho, pese a algunos encomiables
estudios, las formas y los contenidos concretos en el proceso de aplicación
de la máquina de vapor (uno de los iconos de la industrialización, según la
visión más tradicional del fenómeno) a la marina mercante catalana siguen
planteando todavía numerosos interrogantes (Pascual, 1991; Riera, 1993;
Sella, Rodrigo, 2002). Mi objetivo, a continuación, radica principalmente
2 Además de los trabajos clásicos de José Ricart y Giralt (1924) y de Emerencià Roig (1929), dedicados
exclusivamente al mundo de la vela, el retrato costumbrista pintado por Esteve Fábregas (1961) para la
marina catalana de los siglos xviii y xix no dedica ni una sola referencia a los buques de vapor, mientras que Arcadi García Sanz (1977) no quiso dedicar más que 30 páginas de las 430 de su libro a «la
marina catalana del segle XIX», en las que las referencias a los vapores apenas sumaban página y media. Igualmente el más breve de los 16 fascículos que conf iguraron el coleccionable que el semanario
valenciano El Temps dedicó a la Història de la Marina Catalana fue el dedicado a la marina Del vapor al segle XX.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
25
en intentar describir y analizar quiénes fueron los empresarios que protagonizaron la creación de las compañías navieras de vapor en Barcelona.
Lo haré siguiendo un eje cronológico y me centraré, en primer lugar, en la
primera de aquellas f irmas; en la llamada Compañía Catalana de Vapor
(precedente de la ulterior sociedad Navegación e Industria). Una empresa
cuya concepción cabe fechar en una fecha tan relativamente temprana
como la primavera de 1829.
1. La marina velera catalana, al servicio del comercio y de la industria
26
2. Los pioneros: de
la Compañía Catalana
de Vapor a navegación
e industria
2.1 El vapor balear y la
Compañía Catalana de Vapor
El impulsor de la Compañía Catalana
de Vapor se llamaba Juan Reynals Granell y era originario de Calella de Mar,
donde habían nacido tanto su madre, Teresa Granell Buch, como su padre,
Juan Reynals. Precisamente su padre era un hombre muy vinculado al comercio marítimo entre Cataluña y América en su condición de patrón, primero,
de diferentes veleros mercantes (como la fragata San Antonio de Paula) y, después, directamente como comerciante.3 En tiempos de la ocupación francesa
de la península, Juan Reynals Granell se instaló con su madre en Tarragona,
donde encontró empleo en casa de unos parientes, apellidados Verges, «quienes tenían un gran negocio de cuero, algodón y coloniales».4 No obstante,
tras la conquista de aquella ciudad, en junio de 1811, los Verges marcharon a
Palma de Mallorca, adonde debió seguirles Reynals. Allí conoció a la joven
Teresa Rigó Ribera, con quién se acabaría casando poco después.
Al acabar la guerra, Juan Reynals Granell se instaló en Barcelona donde
abrió una casa de comercio en sociedad con José Vilardaga y con José Julià,
bajo la razón Vilardaga, Julià y Reynals. No se limitó, sin embargo, a desarrollar su vocación empresarial sino que destacó igualmente por su intensa
actividad política. En pleno Trienio Liberal, por ejemplo, Reynals participó
«a título individual» en una Comisión de Fomento creada en Barcelona a iniciativa de la Junta de Comercio de la ciudad para analizar y discutir las revisiones arancelarias promovidas por el gobierno español. Y en tal calidad
Reynals apareció, en diciembre de 1822, como acérrimo portavoz de los sectores más claramente prohibicionistas de la ciudad (Fradera, 1987: 218-220).
Meses después, en 1823, formaría parte de la Junta de Administración de
Fondos y Caudales Públicos de Barcelona, una institución creada con el ob-
3 En enero de 1785, por ejemplo, Juan Reynals f irmó una contrata con el comerciante barcelonés Juan
Gispert, en relación a un viaje a América, cfr. Delgado (1989).
4 MMB, fondo Talleres Nuevo Vulcano (colección procedente del Museu d’Històra de Barcelona),
caja 578, carpeta 18.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
27
jeto de recaudar tributos y contribuciones para afrontar el sitio de la capital
catalana frente al ejército realista. Y años después, tras el paréntesis obligado
de la ominosa década, el liberal Reynals relanzaría su dimensión política a partir, por ejemplo, de la creación de la Sociedad Económica Barcelonesa de
Amigos del País, en 1834. Además, al asumir la Diputación de Barcelona el
control de la Seca de la ciudad, en septiembre de 1836, Juan Reynals fue
nombrado precisamente Presidente de su Comisión Gestora. En tal condición se mantuvo hasta que, en noviembre de 1841, la Seca barcelonesa tuvo
que cerrarse a raíz de un escándalo en la acuñación de monedas de oro; escándalo que le acabó implicando directamente (Pascual, 2006).
Vinculado siempre al partido moderado, Juan Reynals Granell fue,
asimismo, concejal del Ayuntamiento de Barcelona y miembro de la Diputación Provincial, en diferentes legislaturas. Participó, por otro lado,
como árbitro experto en el proceso de liquidación de la sociedad Bonaplata Vilarregut y Cía, f irma industrial que había promovido la primera fábrica de vapor en España, una instalación que resultó destruida en un conocido ataque, en la noche del 5 de agosto de 1835 (Sánchez, 1999). Y ocho
años después, en 1843, recibió la designación que le acreditaba como el
primer Cónsul que la República del Ecuador nombraba en Barcelona, cargo que mantuvo durante tres años, hasta 1846.5
En el plano estrictamente empresarial, Juan Reynals Granell mancomunó como dije sus negocios con otros dos comerciantes de Barcelona,
constituyendo la f irma Vilardaga Julià y Reynals, una sociedad que se hallaba entre las principales empresas mercantiles de la ciudad y que era,
desde luego, una de las ocho compañías que más se habían destacado en
el comercio con América. Vilardaga Julià y Reynals fue, a tal efecto, la
sociedad armadora de la polacra Dulcinea, buque al que quisieron proveer,
en 1826, de matrícula toscana o pontif icia, para evitar eventuales ataques
de los corsarios americanos.6 Además, la f irma participada por Juan Reynals se destacaba entonces por su participación en el comercio de africanos esclavizados con destino a la isla de Cuba; una actividad entonces
ilegal en virtud del tratado bilateral f irmados entre España y Gran Bretaña en septiembre de 1817. Vilardaga Julià y Reynals participaron en la
5 AAB, top. 4-E-2, caja 39433, expediente A-2273, subserie A 183: Of icio del Jefe político participando el nombramiento de Cónsul de la República del Ecuador en D. Juan Reinals [sic]; véase también
Núñez (2001), p. 89.
6 Fradera (1987), p. 126. Este pequeño velero, de 82 pies de eslora y apenas 55 toneladas, se acabó de
construir a f inales de 1825 en las playas de Lloret por el carpintero de ribera Joaquin Ribas, a resultas
del encargo de Vilardaga, Julià y Reynals, quienes le pagaron 2.500 libras catalanas. Navegó durante
más de seis años, hasta que naufragó, el 26 de agosto de 1832, cerca del cabo de Formentor.
2. Los pioneros: de la Compañía Catalana de Vapor a navegación e industria
28
trata atlántica en sociedad con el negrero de origen gaditano Joaquín
Gómez Hano de la Vega así como con el también catalán Jaime Tintó y a
tal actividad dedicaron, por ejemplo, su bergantín Nueva Amalia. A la altura de 1829 Jaime Tintó consiguió desplazar del negocio a Vilardaga,
Julià y Reynals, a quienes acusaba de «ridículos, díscolos y miserables».
Decía que le sacaban de sus cabales «por sus continuos reclamos», arrepintiéndose de haberlos incluido en las expediciones esclavistas porque
«me han consumido [escribiría Tintó en 1836] con reclamos y observaciones, propias de la mezquindad de esta clase de gentes» (Sosa, 1997). El
capitán, por cierto, del bergantín negrero Nueva Amalia era Francisco
Granell, primo hermano de Juan Reynals. Granell había sido asimismo el
capitán del buque María Teresa, un velero que fue capturado por la armada británica, en 1826, con un cargamento de 196 esclavos. El propio
Granell sería, poco después, juzgado y condenado por dedicarse a la trata esclavista por el tribunal competente de Sierra Leona (Fradera, 1984).
Con ese bagaje, político y sobre todo empresarial, a sus espaldas, Juan
Reynals Granell mostró un marcado interés por traer a España las ventajas
de un nuevo avance tecnológico que estaba empezando a modif icar el
mundo de la marina mercante y del comercio marítimo. Me ref iero a la
aplicación del principio del vapor a la esfera de la navegación marítima. Al
hacerlo, Reynals se convirtió en un verdadero pionero en la modernización del país. No en vano, su petición de abanderar en Barcelona un buque
de vapor fue anterior incluso a la iniciativa de los hermanos Bonaplata de
levantar, también en la capital catalana, una fábrica movida por la misma
fuente de energía.
De hecho, el 1 de mayo de 1829 Juan Reynals solicitó ante la Corona una
«real cédula de privilegio por quince años para asegurar la propiedad de un
barco de vapor de nueva invención impulsado por dos máquinas de baja presión». Según su propia descripción se trataba de un «barco de vapor que ha de
navegar desde el puerto de Barcelona hasta los de Palma y Mahón» con una
eslora de 115 pies de largo y 219 toneladas inglesas de porte, y con capacidad
para llevar de «100 a 130 pasajeros y de 15 a 25 toneladas de mercaderías». Al
decir de Reynals, «una máquina de esta clase [en realidad, dos calderas de baja
presión, de 40 caballos cada una] además de establecer un puente de comunicación entre dos provincias distantes 140 millas, de camino, no siempre transitable, con mecanismo aplicable a nuestra industria y a nuestras artes, hará época entre los adelantes útiles, y en la prosperidad general del Reyno».7 Tras el
7 Of icina Española de Patentes y Marcas, privilegio núm. 57, patente solicitada el 1 de mayo de 1829.
Agradezco esta información a José María Ortiz-Villajos.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
29
dictamen preceptivo de la Junta de Fomento, el Ministerio de Hacienda desestimó, sin embargo, la solicitud de Reynals basándose en que su demanda no
encajaba con la denominada Ley de Inventos. De hecho, lo que Reynals venía
a solicitar era, en realidad, un permiso para importar desde Inglaterra las dos
máquinas de vapor, con sus correspondientes calderas, agraciado con la exención de abonar arancel alguno.
Tras esa primera respuesta negativa, Reynals volvió a cursar una segunda petición, intentando ajustar su demanda a los requerimientos legales. Al hacerlo consignó que el privilegio que solicitaba «era para ejecutar o
construir en España este género de máquinas» de vapor. Ahora bien, en
un nuevo informe remitido el 1 de septiembre de 1829 al ministerio de Hacienda, el Director del Conservatorio de Artes aseguraba que Reynals había «querido aparentar» que se sujetaba a la legislación «pero en la sustancia la cuestión es la misma que la anterior» sugiriendo, por lo tanto, que
había que volver a denegar su solicitud: «La empresa es digna de protección [af irmaba] pero no es propia de la ley de inventos». Reynals insistió,
por tercera vez, con un memorial fechado el 27 de noviembre de 1829, mediante el cual volvía a exponer ante el correspondiente ministerio su deseo
de «asegurar la propiedad de unas máquinas de baja presión de fuerza de
40 a 45 caballos cada una, que ha introducido del extranjero para dar movimiento a un barco de vapor de nueva invención en Inglaterra». Introdujo
entonces un nuevo matiz, dando a entender que ya había introducido o importado dichas máquinas. Tras tanta insistencia, el 2 de marzo de 1830
Fernando VII accedió f inalmente a su petición, otorgando una «cédula de
privilegio» por la cual concedía «a Don Juan Reynals la propiedad exclusiva para que pueda usar, fabricar o vender la mencionada introducción,
contada desde el día 27 de mayo de 1829 hasta 27 de mayo de 1834».8
Al comunicar al interesado la resolución, el Consejo de Hacienda insistía en que la patente concedida era «para asegurar la propiedad de unas
máquinas de baja presión que había introducido del extranjero para dar
movimiento a un barco de vapor que ha construido para navegar desde
Barcelona hasta los puertos de Palma y Mahón». No obstante, como veremos a continuación, el uso que hizo Reynals de la concesión no fue exactamente aquel para el que había obtenido la patente. De hecho, Juan Reynals no había introducido máquina de vapor alguna desde el extranjero ni
tenía pensado hacerlo en un futuro más o menos inmediato como tampoco pensaba construir el casco del buque en ningún astillero español. Al
contrario, con la solicitud en la mano lo que había hecho había sido bus-
8
Ibidem, concesión de 2 de marzo de 1830.
2. Los pioneros: de la Compañía Catalana de Vapor a navegación e industria
30
car socios interesados en f inanciar la compra del buque, con su maquinaria, construido en unos astilleros británicos. Pronto, tanto José Vilardaga
como José Julià, socios del mismo Juan Reynals en la f irma Vilardaga Julià y Reynals, acordaron aportar la mitad del capital preciso para la construcción o compra del citado vapor. Le costó, sin embargo, a Reynals encontrar quienes quisiesen aportar la mitad restante. F inalmente, tres años
después de la obtención del privilegio, tanto Ignacio Villavecchia como la
f irma comercial Campi y Brocca, también de Barcelona, acordaron sumarse al nuevo negocio impulsado por Reynals. Unos y otros f irmaron en la
capital catalana, el 22 de mayo de 1833, «un contrato social particular para
embiar (sic) a Inglaterra [a] dos comisionados con el f in de comprar o fletar un barco de vapor y establecerlo en la línea de este puerto a las Islas
Baleares»; en dicho contrato, además, acordaron que la denominación de
la nueva empresa sería la de Compañía Catalana de Vapor.9 La forma jurídica que adoptó la nueva compañía fue el de una sociedad de cuentas en
participación; es decir, una sociedad civil y no mercantil. No sujeta, por lo
tanto, a los requerimientos legales del primer Código de Comercio español, promulgado en 1829.
Esa primera compañía catalana de vapor nació, pues, de la alianza de
cinco comerciantes que giraban en Barcelona. Dos de ellos, Ignacio Villavecchia y Francisco Brocca, habían nacido en Italia; en Génova y en Milán, respectivamente. El primero, Ignacio Villavecchia Viani, había llegado a Barcelona en 1807, con apenas quince años, siguiendo la estela de un
tío homónimo, que residía en la capital catalana desde 1774. Tras la muerte de dicho familiar, acaecida en enero de 1825, Ignacio Villavecchia se
convirtió en su único y universal heredero. Pudo entonces no únicamente
casarse, con la catalana Josefa Busquets, sino también dar mayor impulso
a sus propios negocios, basados principalmente en la importación de granos y otros productos embarcados en su Génova natal o en otros puertos
del mediterráneo occidental (Calosci, 1999). Su socio en ese y otros negocios, Francisco Brocca no tuvo tampoco problemas para integrarse en la
alta burguesía mercantil y f inanciera de la ciudad, participando por ejemplo, como el propio Villavecchia, en la fundación del Banco de Barcelona,
en 1844.10 Ambos se situaron, de hecho, entre los (diecisiete) principales
ANC, fondo Castañer, 24.23, carpeta 1.
Blasco (2001). A diferencia de las colonias genovesas en Barcelona, en los siglos xvii y xviii , que
nos resultan algo conocidas por los trabajos de Joan Carles Maixé [por ejemplo, Maixé (1984)] apenas
conocemos nada de las actividades de los empresarios italianos asentados en la capital catalana en el
siglo xix , como el banquero José Bianchi, especializado en administrar los intereses de otros compatriotas italianos.
9
10
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
31
accionistas de dicha entidad f inanciera, suscribiendo el máximo de número acciones que los estatutos del nuevo banco permitían. Para secundar la
empresa impulsada por Reynals, el milanés Francisco Brocca aportó caudales de la herencia que su mujer, recién fallecida, había dejado en favor
de los dos hijos del matrimonio, los menores Juan y Eugenio Brocca. A
pesar del riesgo asumido, Brocca pensó, sin duda, que podía ser una buena manera de multiplicar dichos fondos, a la espera de que los pequeños
creciesen.
Los otros tres fundadores de la pionera Compañía Catalana de Vapor
fueron los tres socios de la f irma mercantil Vilardaga, Julià y Reynals. Una
vez constituida la Compañía Catalana de Vapor, Juan Reynals marchó a
Gran Bretaña. Lo hizo acompañado de su primo, el capitán de buque
Francisco Granell, con la intención de comprar el que sería el primer barco de vapor matriculado en Cataluña. El buque, con aparejo de goleta así
como con casco de madera, forrado de planchas de cobre por debajo de la
línea de flotación, había sido construido en Liverpool, concretamente en
los astilleros de Seddon & Lodley «y montaba una máquina de vapor de
dos calderas de la casa Fawcet, Preston & Co, del mismo puerto, que, con
una potencia de 60 caballos aproximadamente, le imprimía una velocidad
comprendida entre los 7 y 8 nudos» (Sampol, 1988: 13-15). Bautizado con
el nombre de El Balear, dicho vapor arribó a Barcelona en los primeros
días de 1834 y emprendió su primer viaje hacia Palma de Mallorca el 18 de
enero de 1834, arribando a dicha ciudad en la mañana del día 19, tras un
viaje de quince horas. Quedó entonces inaugurada la susodicha línea.11
Exactamente un mes después, el 18 de febrero, sus armadores procedían a
la matrícula de El Balear ante el Escribano de Marina de Barcelona. Cabe
señalar que la compra de ese primer vapor, más los gastos de su viaje desde Inglaterra hasta el puerto de Barcelona, le supuso a la sociedad compradora un desembolso total de 219.288 pesetas. A esta cifra, sus propietarios le añadieron otras 20.000 pesetas «con el título de capital flotante»
hasta completar un capital total de 240.000 pesetas, aportado en la proporción antes señalada. El único director de la nueva empresa fue Juan
Reynals Granell, por cuyo cargo pasó a recibir una remuneración de 3.000
pesetas al año. Le ayudaban, en la ciudad de Barcelona, Ignacio Villavecchia y Francisco Brocca, por lo que percibían 2.000 pesetas al año. Por
otro lado, tras dejar su condición de capitán del buque a favor de Antonio
Tomo el dato de: ANC, fondo Castañer, 24.23, carpeta 1. La fecha no coincide con la del 2 de marzo de 1834 que recoge Santiago Riera (1993), p. 170, como el día en que tuvo lugar el viaje inaugural
de la citada línea Barcelona-Palma.
11
2. Los pioneros: de la Compañía Catalana de Vapor a navegación e industria
32
Balaguer, Granell fue nombrado representante de la sociedad en la ciudad
de Palma, con un sueldo anual de 3.750 pesetas anuales.
El Balear acostumbraba a realizar la travesía entre Palma de Mallorca
y Barcelona en un tiempo aproximado de 21 horas, recalando en este último punto apenas el tiempo suf iciente para su estiba y desestiba antes de
emprender viaje un nuevo viaje.12 No obstante, Reynals vio pronto que el
negocio no estaba tanto en la conexión entre las capitales catalana y mallorquina sino en la eventual apertura de una línea que uniese regularmente los puertos de Marsella y Barcelona (alargándola hasta Palma). De hecho, a los pocos meses de entrar en funcionamiento, El Balear pasó a
combinar sus viajes al archipiélago balear con otras travesías de Barcelona
a Marsella, derrota esta última que cubría en menos de 30 horas.13 Como
recogieron textualmente los socios de la Compañía Catalana de Vapor,
pronto se convencieron «los individuos que [la] componen [...] de que es
sumamente conveniente a la localidad [de Barcelona] y a los intereses mercantiles de nuestro país establecer una línea f ija de aquí al puerto de Marsella sin perjuicio de la de Palma y tal vez de otras que convengan en lo
sucesivo».14 Para explotar la nueva línea era preciso hacerse con un segundo vapor. Los socios de Compañía Catalana de Vapor, sin embargo, no estaban dispuestos a invertir ni un duro más en la empresa, habida cuenta
que el resultado en el primer año largo de la misma había sido def icitario.
De hecho, el balance cerrado el 31 de marzo de 1835 había arrojado pérdidas por valor de 7.531 pesetas.
Reynals y sus socios se pusieron entonces en contacto con Joaquín
Castañer Mollet a quien ofrecieron, «después de varias explicaciones y conferencias, interesar en una tercera parte del capital social», es decir, aportar
las 120.000 pesetas requeridas para f inanciar el ulterior crecimiento de la
compañía. Una vez convencido Castañer, concretamente el 13 de junio de
1835, los socios de la Compañía Catalana de Vapor acordaban aceptar su
incorporación a la empresa, con efecto desde el 1 de abril.15 A partir de esa
fecha el capital de la Compañía Catalana de Vapor pasó a ser de 360.000
pesetas. Con esa inyección de capital, la f irma dirigida por Reynals pudo
emprender nuevos proyectos. De entrada, se hicieron con unas minas de
carbón para asegurar el suministro regular de combustible para los buques
de la compañía. Así, en octubre de 1835, Francisco Granell f irmó en Pal-
Diario de Barcelona, 10.08.1834, p. 1603; 01.08.1834, p. 1616.
Diario de Barcelona, 05.08.1834, p. 1557: «Embarcaciones llegadas al puerto el día de ayer. Mercantes
españolas. De Marsella, en 29 ½ horas el paquete de valor el Balear, su capitán D. Antonio Balaguer».
14 ANC, fondo Castañer, 24.23, carpeta 1.
15 ANC, fondo Castañer, 24.23, carpeta 2.
12
13
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
33
ma un contrato privado con Onofre Gomila Bausá merced al cual éste «le
cedió todo el derecho que le correspondía en virtud de la denuncia» de
una mina en el término municipal de Benisalem, en el centro de la Isla.
Mina que poco después se incorporó al haber de la sociedad de cuentas en
participación. Por otro lado, la Compañía Catalana de Vapor compró poco
después dos nuevos barcos. Tal como relata el propio Reynals, movidos
por el «laudable deseo de fomentar el tráf ico mercantil y de proporcionar
mayor comodidad a los pasajeros en las actuales circunstancias [se ref iere a
la guerra civil o primera guerra carlista] en que la interceptación de los caminos imposibilita los viajes por tierra adquirió [la empresa] otros dos vapores llamado el uno el bergantín-goleta S. Andrés después El Delfín, y el
otro El Mercurio, los cuales mediante la competente autorización [el propio
Granell] traslado a este puerto», de Barcelona.16
El vapor Delfín entró en servicio en setiembre de 1836 y se dedicó,
fundamentalmente, a servir una línea regular que unía los puertos de Tarragona y Barcelona, a razón de cuatro o cinco viajes redondos al mes. El
vapor Mercurio, por su parte, se sumó al Balear en la explotación comercial
de la ruta Cádiz-Marsella, con escalas en Barcelona y en otros puertos intermedios. Pronto, la empresa en cuestión empezó a rendir benef icios. En
su segundo ejercicio social (entre abril de 1835 y marzo de 1836) las ganancias liquidas de la Compañía Catalana de Vapor (una vez rebajadas, incluso, las pérdidas del primer balance) sumaron 63.454 pesetas. Y en el
ejercicio siguiente fueron aun superiores, alcanzando las 79.638 pesetas.
Aunque disminuyeron en el cuarto ejercicio social, situándose en 67.631
pesetas, el signo de la empresa siguió siendo positivo.17 Poco después, en
septiembre de 1838, un nuevo socio se sumó a la compañía. Se trataba de
Jaime Ceriola, un banquero catalán establecido en Madrid, quien compró
entonces la mitad del interés que acreditaba Joaquín Castañer, abonándole
147.500 pesetas. En aquel entonces, la pionera Compañía Catalana del Vapor ofrecía pingües benef icios a sus socios capitalistas. Así, entre marzo
de 1837 y el mismo mes de 1840 las ganancias repartidas por la empresa
entre sus propietarios sumaron un total de 658.737 pesetas. Es más, la
compañía no solamente generaba benef icios a repartir entre sus socios
sino que además se había ido revalorizando año tras año. En parte, por la
buena marcha del negocio; pero en parte, también, por las sucesivas aportaciones ingresadas por los diversos socios de la empresa. No debe extrañar, por lo tanto, que el capital social de la Compañía Catalana de Vapor
16
17
ANC, fondo Castañer, 24.23, carpeta 7.
ANC, fondo Castañer, 24.23, carpeta 5.
2. Los pioneros: de la Compañía Catalana de Vapor a navegación e industria
34
creciese regularmente, pasando en esos tres mismos años de poco más de
cuatrocientas cuarenta y cinco mil a casi un millón de pesetas. Y es que en
aquellos años el marco legislativo resultaba esencialmente favorable a la
actividad naviera de la pionera Compañía Catalana de Vapor.
Cuadro 5
CUENTA DE GANANCIAS Y PÉRDIDAS
DE LA COMPAÑÍA CATALANA DE VAPOR (1837-1841) [en reales de vellón]
1837
GANANCIAS
Balear
Mercurio
1838
sd
1839
03.1840
12.1840
1841
sd
759.654
479.545
396.730
457.056
sd
sd
671.932
660.065
503.473
374.039
Delfín
----
----
----
-----
170.312
----
Nuevo
Vulcano
----
----
----
-----
82.335
84.776
Combustible
sd
sd
6.229
44.296
36.876
53.995
Otros
sd
sd
26.129
252.846
2.561
79.917
Total
sd
sd
1.463.944
1.436.752
1.192.287
1.049.783
sd
sd
266.080
270.191
152.212
756.977
318.552
270.526
1.197.863
1.166.561
1.040.075
292.785
CAPITAL
1.780.681
3.015.500
3.313.363
3.999.924
4.320.000
4.492.785
ACTIVO
2.242.736
3.313.766
5.014.213
4.479.924
5.040.000
4.650.241
GASTOS
BENEFICIOS
NETOS
FUENTE: Arxiu Nacional de Catalunya, Fondo Castañer, 24.23.5
2.2 La Sociedad de
Navegación e Industria
Como ha recogido Pere Pascual, en
julio de 1837 las Cortes españolas aprobaron una ley que reservaba el comercio de cabotaje para los barcos españoles; una ley cuyo primer artículo
disponía claramente: «Se prohíbe a todo buque extranjero de vapor o de
vela hacer en la costa de España el tráf ico de cabotaje o sea de transportar
mercaderías o frutos de un punto a otro de ella» (Pascual, 1991: 313). Para
este autor, fue precisamente «la plena conf irmación de la política prohibi-
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
35
cionista» la que animó en 1841 a los propietarios de la Compañía Catalana
del Vapor a liquidar la compañía para organizar, en base a su activo patrimonial, una nueva sociedad constituida bajo el principio de responsabilidad limitada y bautizada signif icativamente como sociedad de Navegación
e Industria. Un proceso que fue descrito en su día por Santiago Riera
(Riera, 1993: 176-185). Baste señalar aquí algunos elementos. La nueva sociedad anónima nació el 23 de marzo de 1841 con un capital un millón
ochenta mil pesetas (dividido en 864 acciones de 1.250 pesetas cada una).
Cuadro 6
ACCIONISTAS FUNDADORES DE LA SOCIEDAD DE NAVEGACIÓN
E INDUSTRIA (1841)
Títulos
Capital
Juan Reynals
181 accs
905.000 reales
Joaquín Castañer
144 accs.
720.000 reales
Ignacio Villavecchia
144 accs.
720.000 reales
Francisco Brocca
144 accs.
720.000 reales
Girona Hermanos
Clavé y Cía.
144 accs.
720.000 reales
José Vilardaga
107 accs.
535.000 reales
TOTAL
864 accs.
4.320.000 reales
FUENTE: Santiago Riera (1993): Dels velers als vapors, pp. 176-185.
Los antiguos socios pudieron a partir de entonces vender algunos de
sus títulos a otros individuos, incorporando así a la dirección de la empresa a destacados hombres de negocio de Barcelona. De hecho, en mayo de
1844, además de sus fundadores, aparecen formando parte de «la dirección de esta empresa española» rebautizada como Navegación e Industria
empresarios tan destacados como Juan Bautista Clavé (de la f irma Girona
Hermanos Clavé y Cía.), el entonces principal banquero particular de la
ciudad, Francisco Fontanellas, el principal contribuyente de la capital catalana, Jaime Safont, el comerciante José Plandolit, el comerciante y banquero José María Serra o Sebastián Antonio Pascual, entre otros.18
18 Navegación e Industria. Memoria leída por el administrador de esta sociedad en la Junta General de socios y accionistas del 1º de mayo de 1844.
2. Los pioneros: de la Compañía Catalana de Vapor a navegación e industria
36
La transformación en una sociedad anónima debía cumplir un segundo
objetivo: convertir a la f irma de Barcelona en una «empresa nacional» española. De hecho, como explicaron sus administradores en la primera junta de
accionistas de la nueva Navegación e Industria, habían tomado «parte en la
suscripción abierta por medio del programa de 21 de abril [de 1843] algunos
capitalistas de Madrid y muchos otros de las diferentes plazas marítimas»
donde tocaban los buques de la compañía. Así «la antigua Compañía Catalana [de Vapor] se vino a convertir en una empresa nacional». Por ese motivo,
el cuarto buque comprado por la empresa, matriculado en Barcelona aquel
mismo año, se denominó signif icativamente Villa de Madrid. También en
1843 Navegación e Industria encargó en unos astilleros italianos la construcción de un quinto buque, al que querían bautizar como Lombardo, para lo
cual tuvieron que avanzar al constructor 58.000 libras austríacas (equivalentes a casi cincuenta mil pesetas) además de reservar otras cuatrocientas mil
pesetas «en caja o en poder de los Sres. Brocca de Milán y de algunos otros
banqueros estrangeros [sic]», con las que cumplimentar el pago del resto del
precio a la entrega del buque. Los italianos, no obstante, incumplieron su
compromiso, y los socios de Navegación e Industria debieron dedicar ese capital a la compra de otro vapor, bautizado como Barcino. Este buque se matriculó, al parecer, en mayo de 1845 y era el mayor de los cinco barcos comprados hasta entonces por la antigua Compañía Catalana de Vapor,
reconvertida en sociedad de Navegación e Industria.
2.3 Los Talleres Nuevo
Vulcano
La nueva razón social de la pionera
Compañía Catalana de Vapor resultó ser, signif icativamente, la de Navegación e Industria. Navegación, en referencia a la explotación de los vapores mercantes de la compañía. E industria, en relación con la apuesta de
sus socios por diversif icar claramente las actividades de la compañía, en
un proceso evidente de integración vertical. Una apuesta iniciada al poco
de crear la empresa. De hecho, la Compañía Catalana de Vapor no sólo
se habría hecho con la propiedad de varias minas de carbón, un input absolutamente necesario para la navegación de sus buques a vapor, sino que
sus gerentes quisieron además f inanciar la construcción de unos talleres
industriales, en el puerto de Barcelona. Tal como consignaron explícitamente, «se consideró muy ventajoso establecer en el muelle nuevo una fábrica de calderería, construcción y recomposición de máquinas, levantándose desde luego a costas comunes el correspondiente edif icio». Es más,
los socios de la compañía no sólo tuvieron que costear la construcción
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
37
de los edif icios correspondientes sino, además, la importación de la maquinaria necesaria. Una maquinaria que llegó de Inglaterra, de donde vinieron también los operarios cualif icados capaces de hacerla funcionar.
Según Manuel García Martín, la primera factoría Nuevo Vulcano ocupaba, en 1834, 2.000 metros cuadrados en la calle Alegría, entre el puerto y
el barrio de la Barceloneta. El mismo autor apunta que uno o dos años
después dichos Talleres se ampliaron con «otra factoría situada en terrenos del Muelle Nuevo, formada por una sucesión de largas naves» (García-Martín, 1989: 103-105).
Un escrito, sin embargo, f irmado años después por Julio Isamat, en
su calidad de director de dicha factoría, situaba su nacimiento un año más
tarde, en 1835. Según el ingeniero Isamat, «los Talleres Nuevo Vulcano se
fundaron allá [por] el año [mil ochocientos] treinta y cinco [...] y se dedicaron exclusivamente en un principio a la reparación de buques de una
empresa [la Compañía Catalana de Vapor] que luego fue la sociedad Navegación e Industria». El propio Isamat añade, a continuación, que pocos
años después, y visto el éxito que «obtenían en el mercado las máquinas
construidas en los Talleres Alexander Hermanos, resolvieron también los
del Vulcano intentar la construcción de máquinas calderas a vapor, y a tal
efecto trajeron un ingeniero inglés».19 Un extremo recogido también en el
prestigioso Diccionario geográf ico-estadístico histórico de España y sus posesiones de
Ultramar, editado en Madrid por el abogado y político navarro Pascual
Madoz, que incluye una extensa descripción sobre la factoría Nuevo Vulcano, elaborada pocos años después de su puesta en marcha:
«Al poco tiempo de haberse fundado la sociedad catalana de
vapor [sic], conoció la necesidad de montar un taller en que se hiciesen las reparaciones que a cada momento ocurren en las calderas y
maquinaria de los buques de vapor aun de forjarlas de nuevo. En su
consecuencia determinó plantearle, y después de preparar el edif icio
dispuso hacer venir de Inglaterra los gefes y of iciales caldereros que
habían de dirigirle; las máquinas de cortar, cilindrar y apañar lo necesario para construir los redoblones y la multitud de aperos, herramientas y hornos necesarios para esta fabricación y la llamada tule o
plancha, que no podía fabricarse en España, a pesar de la buena disposición de la ferr[ería] de Málaga denominada la Constancia. Desde
el momento de su fundación se construyen en el Nuevo Vulcano cal-
19
MMB, Fondo TNV (MHCB), caja 578, Proyecto General de Ampliación de la Factoría.
2. Los pioneros: de la Compañía Catalana de Vapor a navegación e industria
38
deras de f ierro para los buques de todos los tamaños y de tan buen
trabajo, tanta duración y buen resultado, como las inglesas, aunque
su coste es mayor, por tener que pagar los derechos tan crecidos de
estranjería [sic] de la tule. Se componen también toda clase de calderas, se le añaden tubos, y se mejoran en fuerza y en economía.
Este establecimiento, que se fundó, como se ha dicho, con gefes y of iciales ingleses, ya no tiene en el día otro artista extranjero
que su hábil director Mr. Kent: todos los demás capataces y subalternos son del país en número de 4 de los primeros, 12 of iciales y
otros 12 aprendices, El taller de la calderería se compone de 1 horno
grande de hacer coke y enrojecer planchas, de un enorme dado de
f ierro macizo sobre el que se da conf iguración a las planchas enrojecidas, sus mazos de madera, 6 fraguas para los redoblones, con sus
yunques de molde, cilindros de grande extensión y fuerza, una máquina tijera para cortar y taladrar el f ierro en frio, con todos los taladros, resortes, martillos, grillos y demás.
Hay también en el mismo local otro taller de maquinaria en el
que se hacen y recomponen los dados de bronce, las cabezas de pernos, las enroscadas y piezas de torno tan necesarias en las máquinas
de vapor. Para dar movimiento a las muelas, tornos, ruedas y máquina de cortar el f ierro, hay 1 maquinita de vapor de fuerza de 5 caballos, fabricada en el mismo establecimiento con inclusión de caldera
y chimenea; se le puso la inscripción de primera de España. El estado
brillante en que se halla este establecimiento se debe al celo é inteligencia del Sr. D. Juan Reinals [sic]».
Manuel Saurí y José Matas, por su parte, ofrecieron en aquel tiempo
otra descripción de los Talleres Nuevo Vulcano, situados «en el muelle
nuevo de este puerto [... allí] se construyen y recomponen [decían] calderas de vapor para los buques de la sociedad y particulares como igualmente para los del gobierno. En el mismo establecimiento se construyen también bullidores, aljibes, etc. y se reparan las máquinas de vapor así
marítimas como terrestres». Y completaban su descripción af irmando que
la sociedad de Navegación e Industria «también posee las minas de carbón
de piedra situada en Benisalem (Mallorca). [Y que] tiene su despacho en la
calle Merced entrando por la plaza de S. Sebastián, nº 1, piso principal»
(Saurí, Matas, 1849: 210). A la altura de 1851, de hecho, los Talleres Nuevo
Vulcano contaban, según Alberto del Castillo «con un martinete en el
cual se fabricaban barras de hierro redondas, pletinas y cuadradas y toda
clase de piezas para máquinas. Poseían, además, un almacén en la calle de
la Merced. Sus barras de hierro constituían un esfuerzo por parte de la industrialización nacional para verse libre de los derechos de aduana, que
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
39
gravaban las importaciones del hierro en barras procedentes de las fábricas inglesas» (Del Castillo, 1955: 59).
No fue hasta mediados de 1840, es decir, unos meses antes de que la
Compañía Catalana de Vapor se convirtiese en la nueva sociedad de Navegación e Industria, cuando la factoría Nuevo Vulcano empezó a generar benef icios netos a sus propietarios. Unos beneficios que sumaron 82.335 reales
de vellón entre marzo y diciembre de 1840 y otros 84.776 reales en el siguiente ejercicio. En términos relativos, la aportación de los talleres industriales a los benef icios de la Compañía Catalana del Vapor era escasa, signif icando apenas un 8 por 100 de las ganancias totales registradas por la
empresa entre marzo de 1840 y diciembre de 1841. Muy por debajo, por
ejemplo, de los beneficios derivados por la actividad de los buques de la
compañía, que representaron entonces el 84,8 por 100 de sus utilidades. Dos
años después, en 1843, los benef icios netos generados por los Talleres Nuevo Vulcano apenas alcanzaron los 35.879 reales; una cifra que representaba
aproximadamente el 4,5 por 100 de su valor. Y es que dicha factoría fue tasada entonces en 771.319’3 reales (o, lo que es lo mismo, 192.830 pesetas), representando el 19,4 por 100 del activo total de la empresa, cifrado en
3.974.832 reales. En términos relativos la capacidad de Nuevo Vulcano por
producir dividendos se mantuvo similar a la que había acreditado en años
anteriores: los 35.879 reales generados en 1843 representaron casi un 9 por
100 de las ganancias totales de Navegación e Industria en aquel ejercicio, cifradas en 400.258 reales.20
No obstante, el administrador de la sociedad, Gerónimo Merelo, se
mostraba entonces, en mayo de 1844, moderadamente optimista sobre la
marcha de la factoría af irmando que no era una cifra «despreciable atendidas
las paralizaciones que por efecto de los disturbios políticos han esperimentado [sic] todos los establecimientos de su clase».21 Se refería, sin decirlo, al
bombardeo que Barcelona habia sufrido en el otoño de 1843 por órdenes del
general Prim. Y a la resistencia que la ciudad ofreció durante varias semanas,
hasta su capitulación, a f inales de noviembre de 1843.
Un tiempo después, en marzo de 1845, al dar cuenta a los accionistas
de Navegación e Industria sobre los resultados del ejercicio anterior, el
propio Merelo podía conf irmar su optimismo sobre la marcha de la factoría industrial de la empresa:
20 Navegación e Industria. Memoria leída por el administrador de esta sociedad en la Junta General de socios y accionistas del 1º de mayo de 1844.
21 Ibidem.
2. Los pioneros: de la Compañía Catalana de Vapor a navegación e industria
40
«El Nuevo Vulcano [...] es ya un establecimiento robusto; puesto
que si en el año 1843 empezó a dar el fruto de los diez años de desvelos, de desembolsos y sacrif icios inherentes a la aclimatación de una
industria nueva y a la formación de técnicos y operarios; en 1844 no
sólo se ha nutrido de su trabajo con las reparaciones de los Vapores
de la Empresa teniéndolos al corriente y hasta el punto de no haber
experimentado la Sociedad una sola reclamación por causa de avería
ni un solo siniestro; sino que ha contribuido a evitar la paralización
de más de veinte fábricas de vapor que han necesitado sus auxilios, y
como manufactura única de su clase en España se han cambiado en
sus talleres las calderas del Vapor de guerra Península construidas con
las mejoras de seguridad y economía nuevamente adoptadas; [y] se
han construido asimismo algunos depósitos o tanques para la aguada
de los buques de larga carrera [...] F inalmente en el Nuevo Vulcano
se han recompuesto las máquinas y calderas de los Vapores estrangeros Phenicio y Royal George (ahora Málaga) y asimismo las de los dos Gaditanos. La Sociedad no rehúsa sus auxilios ni aun a sus concurrentes
o competidores». 22
Un optimismo del que Merelo volvió a hacer gala un año después, en
marzo de 1846, al dar cuenta de la marcha de la factoría ante los accionistas de Navegación e Industria:
«El Nuevo Vulcano, cuya fama sube de punto a medida que sus
trabajos no ceden en perfección a los de la nación inglesa, y al paso
que se multiplican como por ensalmo las fábricas movidas por el vapor en torno de esta industriosa Capital, es un establecimiento cuya
prosperidad está fuera de toda duda; y puede decirse que su utilidad
será siempre superior a los benef icios que presente su balance. Ora
se atienda a la oportunidad y rapidez con que acude a las reparaciones de la empresa, ora a los medios que suministra para ir creando
Maquinistas Españoles; y ora, en f in, a los pedidos con que la favorecen los particulares y el gobierno». 23
Y añadía, en nota a pie de página,
22 Navegación e Industria. Memoria leída por el administrador de esta sociedad en la Junta General de socios y accionistas del 31 de marzo de 1845.
23 Navegación e Industria. Memoria leída por el administrador de esta sociedad en la Junta General de socios y accionistas del 31 de marzo de 1846.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
41
«El Señor Ministro de Marina, dando muestras de su españolismo, y convencido de lo arreglado de los precios a que se trabaja en el
Nuevo Vulcano, no obstante el fuerte derecho que pesa sobre las
primeras materias que consume, ha hecho contratar en este establecimiento varios fogones económicos o cocinas, y sesenta aljibes de
f ierro para los buques de la armada y las calderas para el Piles de 180
caballos». 24
Más allá de la retórica optimista mostrada por Gerónimo Merelo
ante los accionistas de la empresa, lo cierto es que a f inales de los años
1840 la sociedad de Navegación e Industria empezó a registrar notables
dif icultades, sobre todo en el ámbito f inanciero. Unas dif icultades derivadas, en buena medida, de la existencia de su factoría industrial. De hecho, la actividad de los Talleres Nuevo Vulcano requirió entonces incesantes inyecciones de capital. Unas inyecciones que se comieron las
ganancias de la actividad naviera de la compañía y que le impidieron seguir repartiendo dividendos. Es más, los gestores de la empresa debieron
endeudar a la sociedad para atender los requerimientos f inancieros derivados de la actividad de la factoría Nuevo Vulcano. Tal como relató Miguel Díaz de Brito, en su condición de gerente de Navegación e Industria, ante la Junta de Accionistas de la compañía, reunida en Barcelona el
26 de mayo de 1850:
«De los balances [...] aparece que la sociedad debe actualmente
la suma de 1.380.700 rs. 56 cts. Esta pérdida no procede de pérdidas
[...] y mal pudiera ser así cuando constantemente se han repartido
benef icios [...] Pero la sociedad, para no paralizar el favorable desarrollo de sus establecimientos y especialmente el de calderería y maquinaria del Nuevo Vulcano, ha debido invertir cantidades excedentes a su capital, puesto que, constando este actualmente de 7.500.000
reales tiene un activo de 9.257.727 reales 30 cts. o sean 1.757.727 rs.
30 cts. más que su capital y es obvio que esta diferencia ha de haberse ocurrido por medio de préstamos». 25
Para evitar mantener un endeudamiento crítico que había llegado a
superar el 23 por 100 del capital de la sociedad, la gerencia de Navega-
24
25
Ibidem.
AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1850, fols. 96-103, 26.05.1850.
2. Los pioneros: de la Compañía Catalana de Vapor a navegación e industria
42
ción e Industria propuso el 26 de mayo de 1850 ante la Junta de Accionistas un incremento del mismo en 2.500.000 reales. Ese capital adicional debía servir sobre todo para desahogar f inancieramente a la
compañía, es decir, para cancelar los préstamos contraídos, pero también
para tener «algún capital flotante de que carece absolutamente en la actualidad», decía Díaz de Brito, así como para afrontar «otros gastos que
exige el mejoramiento de los establecimientos de la sociedad». 26 Los accionistas aprobaron unánimemente la propuesta que el gerente de Navegación e Industria les presentó en nombre de la llamada Junta de Gobierno. El capital de la sociedad se incrementó entonces en un 33 por 100,
pasando de 7.500.000 a 10.000.000 de reales; una operación materializada a través de la emisión de nuevas acciones. Además, los accionistas
presentes acordaron entonces constituir una segunda comisión para «auxiliar» (o quizás f iscalizar) a esa especie de Consejo de Administración,
formada por los accionistas Pedro Milá de la Roca, Sebastián Anton Pascual y el marqués de Alfarrás.
En la década de 1850 la sociedad de Navegación e Industria fue, por
otro lado, abandonando algunos de sus primeros proyectos, vendiendo alguna de sus propiedades y alquilando otras. En abril de 1851 se desprendieron, por ejemplo, de los almacenes que tenían en el puerto de Almería
y un año después, en agosto de 1852 acordaron el «arriendo de las minas,
hornos de cal y demás pertenencias que la Sociedad [de Navegación e Industria] posee en Benisalem, con el almacén sito en el muelle de Palma» a
Guillermo Ignacio Montis y Antonio Borrás. 27 Parece claro que los administradores de la compañía optaron por centrarse tanto en la explotación
de los Talleres Nuevo Vulcano como en la de sus vapores.
En aquel entonces, la sociedad de Navegación e Industria había dejado de ser la única empresa catalana propietaria de varios buques de vapor.
En 1852 habían nacido en Barcelona sendas f irmas navieras cuyos buques
empezaron pronto a competir con los vapores de Navegación e Industria
en la línea del mediterráneo; me ref iero a Bof ill Martorell y Cía. y a Pablo
Mª. Tintoré y Cía. A ellas se sumaría pronto una tercera f irma naviera,
también comanditaria, la Hispano Alemana de Vapores, fundada en marzo de 1856. E incluso una cuarta, nacida en 1858 bajo la razón de Gaspar
Roig y Cía. Aquellas cuatro compañías fueron, a la vez, causa y conse-
26
Ibidem.
AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1851, fols. 198-200, 05.04.1851; manual de 1852, 2ª
parte, fols. 97-99, 19.08.1852.
27
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
43
cuencia del auge registrado entonces, en Barcelona, por el sector de la marina mercante de vapor.
Cuadro 7
PRINCIPALES ACCIONISTAS DE NAVEGACIÓN E INDUSTRIA (1850).
Compte y Cía.
98
Joaquín Castañer
76
María de Bofarull
71
Francisco Fontanellas
60
Ramon Vieta
60
Carlos Montagú
58
José Plandolit
52
Ignacio Villavecchia
50
Lamberto Fontanellas
50
Jacinto Riba
50
Juan Pascual e Inglada
50
Guille Hermanos
50
Vidal Hermanos
50
Joaquín Desvalls, marqués de Alfarrás
34
Francisco Granell
32
Rosa Cusachs
32
Francisco Brocca
25
Pablo de Gomis
20
Dolores Tavern de Llanes
20
FUENTE: AHPB, José Manuel Planas Compte, Manual de 1850, fols. 96-99, 26.05.1850.
2. Los pioneros: de la Compañía Catalana de Vapor a navegación e industria
44
3. El auge naviero
en los años 1850
y las sociedades
en comandita
En la década de 1850 se constituyeron en Barcelona cuatro empresas diferentes con idénticas características:
las cuatro tuvieron por objeto la compra y explotación de diversos vapores
de hélice (no de palas) y las cuatro se constituyeron como sociedades comanditarias. Nacieron, por lo tanto, a iniciativa de uno o dos gerentes
pero su capital se suscribió a partir de una suma de aportaciones individuales interesadas por una amplia nómina de socios capitalistas. De aquellas cuatro navieras, tres organizaron otras tantas líneas diferentes que conectaban Barcelona con tres importantes puertos europeos (Marsella,
Liverpool y Hamburgo) mientras que la cuarta se centró en la navegación
de cabotaje.
3.1 Bof ill Martorell y Cía.
(1852-1857).
La primera en nacer fue la naviera
Bof ill y Martorell. Lo hizo en abril de 1852 a iniciativa de dos hombres de
negocio: de Juan Manuel Bof ill Pintó, natural de Cartagena de Indias (Colombia), y de su cuñado Miguel Martorell Peña. Ambos fueron sus verdaderos impulsores y sus dos únicos gerentes. Los dos eran indianos, enriquecidos en América. El padre del propio Miguel Martorell, José
Martorell Alsina, natural de Calella, había vivido largo tiempo en Veracruz, a f ines del siglo xviii y principios del siglo xix , ejerciendo como
factor de la empresa Martorell Pla y Cía. Sabemos que todavía en 1808 estaba matriculado como comerciante en aquel puerto mexicano y que años
antes había viajado con frecuencia a otros puntos de la América española,
como la propia isla de Cuba (Llovet, 1986: 139, 207). Y también sabemos
que en la capital cubana vivió y murió uno de los hermanos de Miguel,
José Martorell Peña, un reconocido traf icante de esclavos. Los Martorell y
los Bof ill eran, además de socios, primos hermanos. Es más, una rama de
los Bof ill había vivido también un tiempo en Kingston, capital de Jamaica. La naviera Bof ill y Martorell debe considerarse, por lo tanto, como
una de tantas compañías fundadas en Barcelona por indianos que aportaban así tanto sus conocimientos empresariales como sus caudales a la actividad económica del país.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
45
Unos caudales que fueron insuf icientes para el nuevo proyecto impulsado por Juan Manuel Bof ill Pintó y su primo Miguel Martorell Peña que
no era otro que la «adquisición de dos vapores de hierro a hélice con su
maquinaria, tornillo y aparejos destinados a la navegación desde Marsella
a Cádiz». Cifraron el capital necesario en 160.000 duros, o sea, 800.000
pesetas y fueron capaces de implicar a un total de treinta y cinco individuos y de cuatro empresas quienes, en la primavera de 1852, aportaron sus
capitales a la nueva naviera hasta casi cubrir el objetivo previsto.
Cuadro 8
SOCIOS FUNDADORES DE LA NAVIERA BOFiLL Y MARTORELL (1852)
Nombre
Lugar nacimiento
Capital (pts)
Carlos Torrents Miralda
Manresa
50.000
Rafael Sabadell
Barcelona
50.000
José Vidal Ribas
Sant Feliu de Llobregat
50.000
Antonio Salvadó
L’Ametlla del Vallés
50.000
Francisco Setti
Barcelona
50.000
Ramon Salvadó
L’Ametlla del Vallés
30.000
Sres. Bof ill y Martorell
(Calella) Barcelona
30.000
Sres. Arrigunaga e Hijos
Cádiz
30.000
José Romeu
Mataró
25.000
Mariano Sirvent
La Habana
20.000
Fernando Puig
Girona
20.000
José Robert Girona
Sitges
20.000
Simón Playá
Palamós
20.000
José Martorell Guitart
Calella
20.000
Manuel Rota
Barcelona
20.000
Jaime Baulenas
Barcelona
20.000
Ventura Gris
Aguilas
20.000
Esteban Vilar
--
15.000
Sres. Martorell y Bof ill
(Calella) Barcelona
15.000
Manuel Martínez Basset
Valencia
15.000
José de Jesús Puig
La Habana
10.000
Magín Tusquets
--
10.000
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
46
Nombre
Lugar nacimiento
Capital (pts)
Manuel Romeu
--
10.000
Emeterio Camps
--
10.000
José Bosch
--
10.000
Francisco Gabaldá
--
10.000
José Antonio Llopis
--
10.000
Juan Busquets
--
10.000
José Palau
--
10.000
Mariano Llobet
--
10.000
Pedro Robert Soler
--
10.000
José Gallardo y Cía
--
10.000
Pablo María Tintoré
Tarragona
10.000
Francisco Rahola
Cadaqués
10.000
Jaime Castelló
Palma de Mallorca
10.000
Antonio Morera
Sant Feliu de Llobregat
10.000
Joaquín Robert
Sant Feliu de Llobregat
10.000
Juan Romá
Barcelona
10.000
Antonio Pijuan
Reus
10.000
Capital suscrito a 15 de mayo 1852
770.000
Pendiente de suscribir
30.000
CAPITAL TOTAL
800.000
FUENTE: AHPB, José Falp, manual de 1852, 07.04.1852 y 15.05.1852, fols. 106-112
Aquellas ochocientas mil pesetas se dedicaron a la compra de dos vapores, a los que nombraron Tarsis y Pelayo y que destinaron «a la navegación
desde Marsella a Cádiz» y puntos intermedios.28 Un año después Bof ill y
Martorell encargaron en Inglaterra la construcción de un tercer vapor, denominado Vifredo, que recibieron en octubre de 1854. Para f inanciar su construcción habían acordado una primera ampliación de capital, equivalente al
50 por 100, hasta alcanzar los 240.000 duros o 1.200.000 pesetas. Además,
28
AHPB, Luis Gonzaga Pallós, manual de 1852, 1ª parte, 07.04.1852.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
47
en diciembre de 1855 los socios de la naviera acordaron cambiar la razón social así como la forma jurídica de la misma, hasta entonces una sociedad comanditaria, para convertirla en una sociedad comanditaria por acciones. El
cambio obedecía a una doble razón: estaba motivado, por un lado, por la necesidad de incorporar más capital a la empresa y, por otro lado, buscaba facilitar a los socios capitalistas las cesiones (o ventas) de sus respectivas comanditas. Para poderse materializar, las modif icaciones acordadas requerían la
aprobación gubernativa, que llegó en la primavera de 1856, condicionada,
eso sí, a la incorporación de varias modif icaciones en los estatutos de la
compañía. El 15 de junio de 1856 una nueva reunión de socios aceptó la propuesta de los gerentes consistente en «adelantar al momento que sea necesario el veinte por ciento del capital de la nueva sociedad para la compra o adquisición de buques de vapor».29 Juan Manuel Bof ill y Miguel Martorell
pudieron, de aquella manera, contratar en Inglaterra la construcción de dos
nuevos vapores para su naviera, antes incluso de cumplimentar totalmente la
conversión de la empresa en una sociedad comanditaria por acciones, bajo la
nueva razón de Bof ill Martorell y Cía. Los trámites se cumplimentaron,
def initiva y completamente, el 10 de septiembre de 1856. En aquella fecha el
activo de la citada compañía estaba representado única y exclusivamente por
sus tres buques, que valoraron entonces de la siguiente manera:
Cuadro 9
VALOR DEL ACTIVO DE BOFiLL MARTORELL Y CÍA. (1856)
Vapor Tarsis
391.760 pesetas
Vapor Pelayo
390.750 pesetas
Vapor Vifredo
410.415 pesetas
Efectivo en caja
7.075 pesetas
TOTAL
1.200.000 pesetas
FUENTE: AHPB, José Falp, manual de 1856, fols. 348-356.
La junta sirvió también para que los socios acordasen unánimemente
que sus tres vapores iban a limitarse a servir la línea del Mediterráneo, es
decir, a transportar carga y pasajeros entre Marsella y Cádiz, con escalas intermedias. Sus dos gerentes aprovecharon también para informar de que
29
AHPB, José Falp, manual de 1856, fols. 289-290, 20.06.1856.
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
48
«particularmente habían contratado en Inglaterra la construcción de dos
vapores a hélice». Los socios capitalistas aprobaron entonces sus gestiones,
acordando a continuación «que la [nueva] sociedad se haría cargo de ellos
asumiéndose la contrata que para su construcción y adquisición habían los
Sres. Gerentes celebrado anteriormente».30 Se trataba de los vapores Berenguer y Almogavar, cuya construcción estaba prácticamente terminada en enero de 1857, y que fueron abanderados en España por el comerciante coruñés Eusebio da Guarda.31 La compra de aquellos dos nuevos vapores hizo
necesaria una ampliación de capital de la compañía. Un capital que subió
hasta situarse en 3.000.000 de pesetas, en junio de 1857. Entonces, el número total de socios de la naviera Bof ill Martorell y Cía. pasó a situarse en
setenta y nueve y sus aportaciones oscilaban entre la participación mínima,
de 2.500 pesetas (apenas el 0,06 por 100 de su capital total) y una máxima
de 187.500 pesetas. Ahora bien, no cabe deducir que hubiese una gran dispersión en el capital en dicha f irma pues las aportaciones sus diez principales socios capitalistas sumaban el 42,5 por 100 del total (véase Apéndice 1).
Aquellos dos nuevos vapores, el Berenguer y el Almogavar, pasaron
pronto a cubrir la ruta de las Antillas, uniendo los puertos de Barcelona y
Cádiz con los de San Juan, en Puerto Rico, y La Habana, en Cuba.32 Hasta
entonces, los vapores de la matrícula de Barcelona se habían limitado a
navegar por el Mediterráneo o, en todo caso, hasta arribar a algunos puertos británicos o de la costa Atlántica europea. Las mejoras técnicas registradas en la construcción de nuevos vapores hicieron posible, no obstante,
su dedicación a la navegación trasatlántica. Así, con buques de moderna
construcción, como el Berenguer y el Almogavar, los armadores Bof ill y Martorell pudieron abrir en 1857 una nueva ruta transatlántica. A partir de entonces, el vapor pasó a estar presente en las comunicaciones marítimas de
las colonias de Cuba y de Puerto Rico, en el mar de las Antillas, con su
metrópoli (y, singularmente, con su principal puerto, Barcelona). Un año
después, en 1858, aquellos dos buques pasaron a utilizarse en el servicio
of icial de vapores-correo que enlazaba España con sus colonias de Cuba y
Puerto Rico; un servicio que favoreció a la f irma Martorell Bof ill y Cía.,
en sociedad con las otras dos navieras de vapores de Barcelona; o sea, con
Navegación e Industria y con Pablo María Tintoré y Cía., nacida esta última en el otoño de 1852.
AHPB, José Falp, manual de 1856, fols. 348-356, 10.09.1856.
AHPB, José Falp, manual de 1857, fols. 45-46, 20.01.1857; fols. 242-243, 13.05.1857.
32 AHPB, Escribanía de Marina, Pedro M. de Fortuny, manual de 1858, 1ª parte, fol. 548, 18.06.1858;
fols. 567-578, 19.06.1858.
30
31
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
49
Vapor Vifredo de la naviera Bofill Martorell y Cia. Naufragó el 23 de junio de 1863
en las Islas Saltees (Irlanda). Litografia de la segunda mitad del XIX.
Autor: MacLure MacDonald & MacGregor Lithographers.
(Museu Marítim de Barcelona).
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
50
3.2 La línea hispano inglesa
de Pablo María Tintoré
y Cía. (1852-1862).
Uno de los socios comanditarios de
Bof ill y Martorell, Pablo María Tintoré Pastor, impulsó, también en 1852,
una nueva compañía naviera, asimismo bajo la forma de una sociedad comanditaria. Tintoré maduró la idea y concretó, probablemente, su iniciativa a partir de su participación en la f irma Bof ill y Martorell, habida cuenta de que ni había nadie en su familia vinculado con el comercio marítimo
o con la navegación (su abuelo paterno había sido carpintero mientras que
su padre era, en esas fechas «mercader al por menor») ni a él mismo se le
conocen actividades en el ramo, antes de la constitución de Pablo María
Tintoré y Cía., Sociedad en Comandita.33 Así, apenas unos meses después
de la constitución de Bof ill y Martorell, Tintoré llegó a convencer a un total de veintinueve socios comanditarios para que f inanciasen su iniciativa,
constituyendo una nueva empresa cuyo «objeto [era] establecer por ahora
dos vapores que corran entre España e Inglaterra u otros puntos que se
crea conveniente», razón por la cual pronto se la conocería como Línea
Hispano Inglesa. Aquella nueva compañía naviera se creó en noviembre de
1852 con un capital inicial de 620.000 pesetas, a falta de incorporar más
socios que desembolsasen las 80.000 pesetas que faltaban hasta
cumplimentar las 700.000 pesetas previstas para la compra de los dos
vapores (véase cuadro 10).34 Fueron tres los socios comanditarios que formaron parte de la primera Comisión Consultiva de la nueva naviera: el armador de buques veleros Jaime Torrents Serramalera (nacido en Moià
aunque enriquecido en La Habana), el droguero José Vidal Ribas así como
Juan Coma Xipell.35 En sendas tandas sucesivas (registradas en junio y en
noviembre de 1853, respectivamente) Pablo María Tintoré Pastor pudo incorporar un total de ocho nuevos socios quienes suscribieron, en suma,
55.000 pesetas más. Él mismo se vio obligado, en consecuencia, a suscri-
AHPB, Manuel Lafont, manual de 1857, fols. 163-177, 28.03.1857: al fallecer, en marzo de 1857, los
albaceas de Pablo Tintoré Boada, padre del primer naviero de la saga Tintoré, Pablo María Tintoré
Pastor, consignaron «que casi todos sus bienes consistían en [la] tienda de mercaderías y giro mercantil», abierta en la esquina de las calles del Call y de Sant Honorat, además de dos casas unidas, en Tarragona, otra casa en Sant Feliu de Llobregat y una viña.
34 AHPB, José Falp, manual de 1852, fols. 396-403, 28.11.1852.
35 AHPB, José Falp, manual de 1852, fols. 404-406, 28.11.1852.
33
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
51
bir las 25.000 pesetas que faltaban hasta completar el capital previsto en la
escritura fundacional.36
Cuadro 10
FUNDADORES DE PABLO M.TINTORÉ Y CÍA., S. EN C. (1852)
Natural de
36
Capital (en pts.)
Pablo Mª Tintoré
Tarragona
75.000
Pablo Tintoré
Sant Feliu de Llobregat
62.500
José Manuel Lopetegui
Alegría
50.000
Pedro Dublé
San Sebastián
50.000
Jaime Torrens
Moià
40.000
Esteban Gatell
Torredembarra
25.000
Juan Mullerat
Claramunt
25.000
Rafael Puget Romà
Barcelona
25.000
Joaquín Fontanals
Vilanova i la Geltrú
25.000
Torivio Durán
Castelló d’Ampuries
25.000
Fernando Puig
Girona
25.000
Erasmo Ciuró
Granollers
20.000
Jaime Clavell
Mataró
20.000
Juan Coma
Tremp
20.000
José Vidal Ribas
Sant Feliu de Llobregat
20.000
Joaquín Carsi
Vilanova i la Geltrú
10.000
Félix Mª Portals
Blanes
10.000
Magín Sandiumenge
Sant Feliu de Llobregat
10.000
Pedro Campmany
Sant Feliu de Llobregat
10.000
José Robert Girona
Sitges
10.000
Simón Playa
Palamós
10.000
Carlos Torrens Miralda
Manresa
10.000
Ramon Sala Brugués
Manresa
10.000
AHB, José Falp, manual de 1853, fols. 103-104, 17.06.1853 y fols. 228-234, 21.11.1853.
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
52
Natural de
Capital (en pts.)
José Jover
Copons
10.000
Viuda de Antonio Guix M.
Barcelona
7.500
Francisco Badia
Manresa
5.000
Valentín Badia
Manresa
5.000
José Serra Calsina
Manresa
5.000
José Serra Font
Barcelona
5.000
Antonio Barrau
Barcelona
5.000
José Falp
Sitges
5.000
Ss. Brunet y Serra
Barcelona
5.000
Miguel Albareda
Vic
5.000
José Albareda
Barcelona
5.000
FUENTE: AHPB, José Falp, Manual de 1852, fols. 396-403.
En agosto de 1853 los socios de la Línea Hispano Inglesa acordaron
(más que) doblar el capital social de la empresa, pasando de las 700.000
pesetas iniciales a 1.500.000 pesetas. Acordaron ampliar dicho capital mediante un proceso de captación de nuevos socios que tardaría, sin embargo, varios años en completarse. Mientras aquellos nuevos capitales no acudían a la naviera, su gerente tuvo que pedir, ya en el otoño de 1853, un
préstamo a los socios, por valor de 80.000 pesetas, necesario para afrontar
la compra de los dos primeros vapores de la compañía.37 Cabe señalar que,
como en el caso de la f irma Martorell y Bof ill, la totalidad del capital fundacional de la naviera Tintoré era capital español; un capital desembolsado, en su mayor parte, por hombres de negocio residentes en Barcelona.
Hubo también una pequeña aportación de capital desde Andalucía. Y es
que los gaditanos Aurelio Alcón, Pablo Subirá e Hijo y Urtaegui Hermanos y Colom suscribieron, en 1853 y en suma, 20.000 pesetas del capital
propio de la barcelonesa naviera Tintoré. En reciprocidad, el propio Pablo
M. Tintoré acabaría incorporándose un año más tarde como socio comanditario «en la sociedad que va a establecerse en la ciudad de Cádiz bajo la
37 AHPB, José Falp, manual de 1853, fols. 103-104, 17.06.1853; fols. 201v-203, 11.10.1853 y fols. 228-234,
21.11.1853.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
53
razón social de Subirá y Alcón, con objeto de establecer uno o más vapores en la línea de Cádiz a Sevilla u otros puntos».38
Los dos primeros buques de la Línea de vapores Hispano Inglesa se
abanderaron en la primavera de 1854, siendo bautizados como Ebro y Miño.39 La vida útil de este último fue relativamente corta: apenas dos años
después de su compra por la naviera Tintoré, exactamente en la noche del
28 de marzo de 1856, el Miño chocó en la zona del estrecho de Gibraltar
con el carguero inglés Minden, hundiéndose inmediatamente. Una semana
más tarde los socios de la naviera acordaron comprar un nuevo vapor, que
debía servir para sustituirlo. Acordaron pagar su adquisición con cargo a
la indemnización de la compañía aseguradora y a los benef icios del ejercicio. En caso de no ser suf iciente, se comprometieron entonces a realizar
nuevas aportaciones. Antes, Pablo M. Tintoré había empezado a negociar
la adquisición de otro vapor (el tercero), siendo así que el 5 de julio de
1856 acabaría de formalizarse con los hermanos Dixon, de Liverpool, la
operación de compra del buque Arabia (rebautizado a partir de entonces
como Duero), un vapor a hélice con aparejo de goleta de tres palos por
cuya adquisición pagaron 11.000 Libras Esterlinas. Y sólo unos días después, el 16 de julio de 1856, Tintoré compró a la f irma Bahr Behrend &
Co., también de Liverpool, el vapor Tajo, cuya fuerza era ligeramente superior a la del Duero: 150 versus 140 caballos. En esa segunda compra, la
naviera Tintoré hubo de desembolsar el equivalente a 500.000 pesetas.40
Según la información que dio en noviembre de 1856 el gerente de la
naviera a los socios de la misma, el Duero se había convertido en el «buque
de vapor de nuestra mayor capacidad, cargando lo menos una mitad más
que el [desaparecido] Miño, de construcción muy sólida y con calderas nuevas, no obstante que la cámara de popa es muy pequeña y no tiene segunda, éstas se harán a su regreso de Liverpool». Habida cuenta de que entre
enero y agosto de ese año «la marcha de nuestra sociedad es bastante
satisfactoria», Tintoré concluía proponiendo a los socios comprar un
cuarto vapor, movido por una profunda convicción, como relató entonces:
AHPB, José Falp, manual de 1854, fol. 149, 16.05.1854.
AHPB, José Falp, manual de 1854, fol. 74, 07.03.1854. Según los datos de la Comandancia de la
Marina, el Ebro y el Miño cumplimentaron sus respectivas inscripciones en la matrícula de Barcelona
en junio y en octubre de 1854, cfr. Información sobre ... (1879), p. 256.
40 AHPB, Escribanía de Marina, Pedro M. de Fortuny, manual de 1858, 1ª parte, fols. 526 y 529-530,
19.06.1858; José Falp, manual de 1856, fol. 185, 23.04.1856. Una copia de las escrituras de propiedad
de los vapores Duero y Tajo en: APJMTB, Línea de Vapores Tintoré, caja escrituras.
38
39
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
54
Naufragio del vapor español El Miño en el Estrecho de Gibraltar después
de ser embestido por el Minden el 29 de marzo de 1856. Litografía de
la segunda mitad del XIX.
Autor: Doblas y Fuertes. (Museo Marítimo de Barcelona).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
55
«pues teniendo la sociedad cuatro buques de vapor estoy en la íntima
convicción [decía Tintoré] que nos haríamos exclusivos en nuestra línea».41
Algunos socios no compartían el optimismo de Tintoré y forzaron la
creación de una reducida comisión, de cuatro miembros, cuyo objetivo era
analizar «una [eventual] fusión con la sociedad de igual clase [de] los Sres.
Bof ill Martorell y Cía.». Una comisión compuesta por Manuel Lopetegui,
Fernando Puig, Esteban Gatell y Antonio Barrau. En apenas tres semanas, aquellos cuatro socios propusieron desestimar la idea de la fusión entre las dos navieras dado que «si bien se evitaría toda competencia con los
Sres. Bof ill Martorell y Cía. no se evitaría la que pudieran hacer otras
compañías». Por ese motivo, los miembros de la citada comisión exhortaron a la junta de accionistas a que decidiese «la inmediata compra de otro
vapor» dando por buena la intuición de Tintoré que creía que «no ha[bía]
de ser muy fácil a cualquiera otra compañía el hacernos la oposición en
Liverpool, punto el más importante para nosotros».42 El escenario para la
Línea Hispano Inglesa de vapores era ciertamente halagüeño, esperanzador. No en vano, en septiembre de 1856 se pudo completar la suscripción
de capital de la compañía hasta alcanzar el 1.500.000 pesetas acordado
tres años antes. 43 Fue unos meses después, en diciembre de 1856, cuando
su único gerente, Pablo María Tintoré pudo encargar las gestiones de la
compra de aquel cuarto vapor a la f irma José Vilarrubia y Hermano, de La
Coruña.44 Dos meses más tarde, en febrero de 1857, Tintoré reunió nuevamente a los socios de la naviera para informarles de que se acababa de cerrar la compra del vapor Egiptian, propiedad del armador Juan T. Nickels,
de Liverpool, quien cobró por aquella venta 18.250 Libras esterlinas.
Ahora bien, la suma de otros gastos igualmente necesarios (abanderamiento, reformas en las cámaras, ...) hacía pensar a Tintoré que el coste total de
la operación se situaría en unos «105.000 duros [o sea, 525.000 pesetas]
poco más o menos. Dicho buque [decía el 19 de febrero de 1857] está ya a
la carga para Santander, Coruña y Ferrol, en cuyo último punto se abanderará», adoptando el nuevo nombre de Ter.45
La compra de aquel cuarto vapor forzó a la naviera a volver a ampliar su capital hasta alcanzar los 402.000 duros (o sea, 2.010.000 pesetas), dividido a partir de entonces en 1.200 «acciones o cédulas» de 1.675
pesetas cada una. De hecho, en algo más de cuatro años (entre noviem-
41
42
43
44
45
AHPB, José Falp, manual de 1856, fols. 419-422, 07.11.1856.
AHPB, José Falp, manual de 1856, fols. 458-460, 27.11.1856
AHPB, José Falp, manual de 1856, fols. 353-354, 15.09.1856.
AHPB, José Falp, manual de 1856, fols. 474-475, 02.12.1856.
AHPB, José Falp, manual de 1857, fols. 87-90, 19.02.1857.
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
56
bre de 1852 y marzo de 1857) el número de socios de la naviera Tintoré
había pasado de los treinta individuos fundadores a un total de setenta y
dos. Y el capital realmente desembolsado había crecido en un 324 por
100, pasando de las 620.000 pesetas iniciales a 2.010.00 pesetas (véase
Apéndice 2). En aquella fecha, por cierto, Pablo María Tintoré ejercía
además como uno de los tres directores de la f irma aseguradora Lloyd
Barcelonés de Seguros Marítimos. Los otros dos directores eran Pedro J.
Plandolit y Juan Klein.46
En mayo de 1857 tuvo lugar una nueva junta de socios de la naviera
Pablo María Tintoré y Compañía. Acordaron entonces iniciar un proceso
de cambio en la forma jurídica de la naviera; acordaron que la compañía
dejaría de ser una sociedad en comandita para convertirse en una sociedad
comanditaria por acciones (facilitando así la transmisión del capital comanditario por parte de los socios capitalistas). Adoptaron dicho acuerdo
a imagen y semejanza de lo que estaba haciendo entonces la otra naviera
barcelonesa, la f irma Bof ill Martorell y Cía. Lo que no sabían entonces los
socios de la Línea Hispano Inglesa es que tardarían veinte años en materializar, f inalmente, aquel acuerdo. En aquella junta de 27 de mayo de
1857 le correspondió a su único gerente presentar el cuarto balance de la
Línea Hispano Inglesa; y lo hizo af irmando que sentía «el que sus resultados no sean tan alhagüeños [sic] como eran los anteriores», lo que quiso
achacar a un descenso en los ingresos por las ventas de naranjas «que la
sociedad manda de su cuenta a Liverpool» y, sobre todo, al efecto de haberse visto obligados a rebajar sus «fletes por haberlos rebajado otra sociedad que tiene sus vapores en la misma carrera», decía. Aprobaron también
entonces la composición de la nueva Comisión Consultiva de la compañía,
que pasó a estar integrada por tres nuevos miembros (Antonio Barrau,
Salvador Ferrer y el ínclito Esteban Gatell, uno de los socios más implicados en la marcha cotidiana de la naviera, desde su creación) aunque, sin
duda, el acuerdo más relevante de los que tomó aquella junta fue el que tenía que ver con la subasta de los vapores-correo a Ultramar, a la que habían decidido concurrir.47
46
47
AHPB, Ramón de Miquelerena, manual de 1857, 29.05.1857.
AHPB, José Falp, manual de 1857, fols. 268-272, 27.05.1857.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
57
3.3 Una peculiar joint venture:
los vapores españoles correos
trasatlánticos y el servicio
oficial de conducción de la
correspondencia oficial a las
antillas (1858-1861).
En un primer momento, llegaron tarde. Y es que desde junio de 1857 la prestación del servicio of icial de conducción de la correspondencia entre España y sus colonias de Cuba y
Puerto Rico había quedado en manos de la naviera francesa Gauthier Hermanos y Cía. No obstante, diferentes cuestiones vinculadas al carácter extranjero de aquella compañía y a sus reiterados incumplimientos de los
compromisos adquiridos en su acuerdo con el Estado provocaron la rescisión prematura del contrato en cuestión. Fue entonces, en la primavera de
1858, cuando se abrió la oportunidad a la f irma impulsada por Pablo María Tintoré para hacerse con tan suculento contrato. Lejos de actuar en soledad, la naviera Tintoré presentó su propuesta en sociedad con Navegación e Industria y con Bof ill Martorell y Cía. Aquellas tres navieras de
Barcelona actuaron entonces de forma asociada (en una especie de joint venture o unión temporal de empresas) y lo hicieron bajo el nombre of icial de
Vapores Españoles Correo Trasatlánticos. Aquella alianza fue, sin embargo, genéricamente conocida por sus contemporáneos con el nombre de Los
Catalanes. Según el primer contrato provisional f irmado entre aquellas tres
navieras de Barcelona y la Secretaría de Ultramar, las citadas empresas se
comprometieron a organizar un viaje al mes, durante al menos diez meses
y mientras no se cubriese el servicio de forma def initiva. Un viaje redondo
mensual (por cada uno de los cuales recibían un total de 160.000 pesetas,
de las arcas públicas) que debía conectar los puertos de Cádiz y de La Habana, con escalas intermedias en Santa Cruz de Tenerife y en San Juan de
Puerto Rico. Los cuatro buques que presentaron para la prestación del servicio fueron los vapores Berenguer y Almogavar (de Bof ill Martorell y Cía.), el
vapor Ter (de Pablo M. Tintoré y Cía.) y el vapor Europa (de Navegación e
Industria). Fue precisamente este último paquebote el que inauguró la citada línea, en un viaje que zarpó de Cádiz el 12 de junio de 1858.
Un año después, en junio de 1859, hubo una nueva subasta para adjudicar aquel servicio, nuevamente de forma provisional. De las dos opciones
presentadas entonces, venció la propuesta f irmada por el mismo consorcio
de navieros catalanes, quienes se comprometieron a mantener la prestación
de su servicio de vapores-correo a las Antillas, a cambio de 149.250 pesetas
por cada viaje redondo, durante un año más. Y en agosto de 1860 una nueva
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
58
subasta, igualmente, provisional, les concedió una nueva prórroga durante
un año adicional, es decir, hasta igual mes de 1861 (prorrogable por cuatro
meses más, a voluntad del gobierno), por la cantidad de 148.995 pesetas por
viaje. Cabe señalar que, en 1861, hubo una ampliación del servicio en un 50
por 100, pasándose de los doce viajes anuales que se habían f ijado inicialmente a un total de dieciocho. En consecuencia, el gobierno exigió a los
concesionarios que presentasen dos buques más para la prestación de dicho
servicio. Y las tres navieras consorciadas presentaron entonces los vapores
Tajo (de Pablo M. Tintoré y Cía.) y América (de Navegación e Industria).
Se trataba, no obstante, de contratos provisionales prorrogados a la espera de la licitación def initiva del citado servicio; una licitación que siguió
una tramitación diferente. A tal f in, el 5 de octubre de 1858 y siendo Leopoldo O’Donnell ministro de la Guerra y de Ultramar, se promulgó un Real
Decreto que regulaba la futura subasta del servicio de línea de los vapores-correo a Cuba y Puerto Rico. Las novedades que contenía aquel decreto
era que aumentaba la frecuencia del servicio (pasando de uno a dos viajes al
mes) así como el número de buques necesarios para asegurar la prestación
del mismo (que se situaba en ocho paquebotes). Aquella subasta tuvo lugar el
3 de febrero de 1859 y se presentaron cuatro proposiciones: (1) Juan Manuel
de Manzanedo, que ofrecía realizar aquel servicio a razón de 355.000 pesetas
por viaje redondo; (2) Antonio López y López, por 300.000 pesetas; (3) los
Sres. Tapia Bayo y Cía. junto con Antonio Vinent Vives, por 375.000 pesetas; y (4), Miguel Martorell Peña (en nombre de Bof ill Martorell y Cía.), Eusebio Golart (en nombre de Navegación e Industria) y Pablo María Tintoré
(en nombre de Pablo M. Tintoré y Cía., S. en C.), quienes cifraban su oferta
en 454.995 pesetas, cada viaje. Las cuatro proposiciones superaban de largo
la subvención ofrecida por el gobierno (situada en 225.000 pesetas por cada
viaje de ida y vuelta), de manera que la subasta se declaró desierta. Con parecidas condiciones hubo una segunda subasta, celebrada el 12 de agosto de
1859, que acabó también siendo declarada desierta. Y una tercera, f ijada para
el 20 de enero de 1860, con idéntico resultado.
Aquella interina situación acabó desbloqueándose en una nueva y
def initiva subasta, acaecida en Madrid el 10 de octubre de 1861. Una puja a la
que se presentaron únicamente dos ofertas: (1) la que entregaron Eusebio
Golart (en nombre de Navegación e Industria) y Sabino Ojero (representando por igual a Bof ill Martorell y Cía. y a Pablo M. Tintoré y Cía., S. en C.),
mediante la cual aquellas tres firmas catalanas se comprometían a seguir
prestando el servicio, de forma definitiva, a cambio de 168.925 pesetas por
viaje redondo; y (2), la que presentó Carlos Eizaguirre, en representación de
la naviera Antonio López y Cía.), que ofrecía hacerlo por 147.500 pesetas por
cada viaje de ida y vuelta. Aunque ambas propuestas volvían a superar la
oferta del gobierno (establecida entonces en 175.000 pesetas), en lugar de
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
59
volver a declarar desierta la subasta, las autoridades optaron por aceptar la
propuesta más económica, o sea, la presentada por la naviera A. López y Cía.
Aquella empresa empezó a prestar el servicio de vapores-correo entre Cádiz
y las colonias españolas en las Antillas (Cuba, Puerto Rico y, entonces también, Santo Domingo) en enero de 1862, desplazando del mismo a la alianza
tejida entre las otras tres navieras, domiciliadas en Barcelona.
Volviendo atrás cabe insistir en que, entre junio de 1858 y diciembre
de 1861, la prestación de aquel servicio of icial de subvencionado de la línea de vapores-correo entre Cádiz y La Habana había quedado en manos
de la alianza empresarial tejida por las citadas tres navieras barcelonesas:
Navegación e Industrial, Bof ill Martorell y Cía. y Pablo María Tintoré y
Cía. Hablamos, por lo tanto, de un total de 49 viajes redondos (de ida y
vuelta) que, a razón de unas 150.000 pesetas, de media, por cada viaje, les
debieron suponer una suma total superior a los siete millones de pesetas, a
repartir entre las tres compañías. Hay que tener en cuenta que dicha cifra
expresa, tan sólo, las cantidades percibidas como subvención del Estado;
unas cantidades a las que cabría sumar, además, los ingresos obtenidos
por la carga de mercancías y por el pago de pasajes, de particulares y empresas, en cada uno de los viajes subvencionados, en cuestión. Sea como
sea, parece claro que la prestación de aquel servicio of icial de carácter
transatlántico signif icó una buena y segura fuente de ingresos para las tres
navieras coaligadas, mientras duró su contrato con el Estado. En atención
al reparto de dichos cuarenta y nueve viajes entre las tres susodichas navieras aparece que Bof ill Martorell y Cía. debió ingresar el 42,8 por 100 de
dicha cantidad (por los veintiún viajes redondos que realizaron sus vapores) mientras que tanto Pablo M. Tintoré y Cía. como Navegación e Industria debieron ingresar un 28,6 por 100, cada una, en atención a sus catorce
viajes respectivos. Aquellos cuarenta y nueve viajes subvencionados se repartieron entre las citadas tres empresas tal como sigue:
Cuadro 11
VIAJES DEL SERVICIO OFiCIAL DE VAPORES-CORREO A LAS ANTILLAS (junio de 1858 – diciembre de 1861).
Vapor
Compañía
Fecha de inicio del viaje
Europa
Navegación e Industria
12 Junio
1858
Berenguer
Bof ill Martorell y Cía.
12 Julio
1858
Ter
Pablo M. Tintoré y Cía.
12 Agosto
1858
Almogavar
Bof ill Martorell y Cía.
12 Septiembre 1858
Europa
Navegacion e Industria
12 Octubre
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
60
1858
Vapor
Compañía
Fecha de inicio del viaje
Berenguer
Bof ill Martorell y Cía.
12 Noviembre 1858
Ter
Pablo M. Tintoré y Cía.
12 Diciembre 1858
Almogavar
Bof ill Martorell y Cía.
12 Enero
1859
Europa
Navegación e Industria
12 Febrero
1859
Berenguer
Bof ill Martorell y Cía.
12 Marzo
1859
Ter
Pablo M. Tintoré y Cía.
12 Abril
1859
Almogavar
Bof ill Martorell y Cía.
12 Mayo
1859
Berenguer
Bof ill Martorell y Cía.
12 Junio
1859
Europa
Navegación e Industria
12 Julio
1859
Ter
Pablo M. Tintoré y Cía.
12 Agosto
1859
Almogavar
Bof ill Martorell y Cía.
12 Septiembre 1859
Europa
Navegación e Industria
12 Octubre
Berenguer
Bof ill Martorell y Cía.
12 Noviembre 1859
Ter
Pablo M. Tintoré y Cía.
12 Diciembre 1859
Almogavar
Bof ill Martorell y Cía.
12 Enero
1860
Berenguer
Bof ill Martorell y Cía.
12 Febrero
1860
Europa
Navegación e Industria
12 Marzo
1860
Ter
Pablo M. Tintoré y Cía.
12 Abril
1860
Almogavar
Bof ill Martorell y Cía.
12 Mayo
1860
Berenguer
Bof ill Martorell y Cía.
12 Junio
1860
Europa
Navegación e Industria
12 Julio
1860
Ter
Pablo M. Tintoré y Cía.
12 Agosto
1860
Almogavar
Bof ill Martorell y Cía.
12 Septiembre 1860
Berenguer
Bof ill Martorell y Cía.
12 Octubre
Europa
Navegación e Industria
12 Noviembre 1860
Ter
Pablo M. Tintoré y Cía.
12 Diciembre 1860
Almogavar
Bof ill Martorell y Cía.
1 Enero
1861
Tajo
Pablo M. Tintoré y Cía.
20 Enero
1861
Berenguer
Bof ill Martorell y Cía.
10 Febrero
1861
Europa
Navegación e Industria
1 Marzo
1861
Ter
Pablo M. Tintoré y Cía.
20 Marzo
1861
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
61
1859
1860
Vapor
Compañía
América
Navegación e Industria
Almogávar
Tajo
Fecha de inicio del viaje
10 Abril
1861
Bof ill Martorell y Cía.
1 Mayo
1861
Pablo M. Tintoré y Cía.
20 Mayo
1861
Berenguer
Bof ill Martorell y Cía.
10 Junio
1861
Europa
Navegación e Industria
1 Julio
1861
Ter
Pablo M. Tintoré y Cía.
20 Julio
1861
América
Navegación e Industria
10 Agosto
1861
Almogavar
Bof ill Martorell y Cía.
30 Agosto
1861
Tajo
Pablo M. Tintoré y Cía.
10 Septiembre 1861
Europa
Navegación e Industria
30 Septiembre 1861
Ter
Pablo M. Tintoré y Cía.
10 Octubre
América
Navegación e Industria
10 Noviembre 1861
Almogavar
Bof ill Martorell y Cía.
31 Diciembre 1861
1861
FUENTE: Elaboración propia en base a Garay (1987), pp. 201-208.
Plenamente involucrada en el servicio of icial de conducción del correo a las colonias españolas en las Antillas (un servicio que prestaban en
sociedad con las f irmas Navegación e Industria y Bof ill Martorell y Cía.),
sabemos que la naviera dirigida por Pablo M. Tintoré rindió entonces pingües benef icios. En su sexto ejercicio social, correspondiente a 1858, alcanzó por ejemplo unas ganancias netas de 270.000 pesetas, lo que permitió a sus socios inversores repartirse 225 pesetas por cada cédula suscrita
(obteniendo así una remuneración neta del 13,4 por 100 por su inversión,
en aquel año). Antes de tal reparto habían acordado, por cierto, destinar
44.625 pesetas a un fondo de reserva, «para cuando ocurran cambios de
calderas». Planeaba todavía entonces la idea de fusionar la naviera Tintoré
con su la naviera Bof ill Martorell y Cía., para lo que habían creado una
comisión ad hoc que estaba negociando con la comisión nombrada por la
f irma competidora. Tintoré se limitó a decir en aquella junta, celebrada el
21 de marzo de 1859, que ambas comisiones «tienen casi ultimados sus
trabajos, de los que se dará a ustedes cuenta cuando sea ocasión».48 Fuese
48
AHPB, José Falp, manual de 1859, 1ª parte, fols. 214-216, 21.03.1859.
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
62
una af irmación cierta o una información meramente retórica lo cierto es
que tampoco entonces el proceso de fusión de la Línea Hispano Inglesa
con la f irma naviera Bof ill Martorell y Cía. culminó con éxito de manera
que cada una de aquellas empresas acabaría siguiendo su propio camino.
Especialmente a partir de 1862, cuando la naviera A. López y Cía. asumió
el servicio of icial de los vapores-correo a Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, como analizaremos en el cuarto capítulo. Antes describiremos, no
obstante, el proceso de creación de otras dos navieras, nacidas también en
Barcelona y bajo la fórmula jurídica de sociedades comanditarias, a impulso de otros dos hombres de negocio catalanes. Me ref iero a la Línea Hispano Alemana de Vapores (impulsada en 1856 por Buenaventura Solá) y a
la Compañía Catalana de Vapores Costaneros (promovida en 1858 por
Gaspar Roig).
3.4 La Hispano Alemana
de Vapores
La constitución de la Línea Hispano
Alemana de Vapores tuvo lugar, en Barcelona, el 17 de marzo de 1856.
Convocados por el impulsor de la iniciativa, el empresario Buenaventura
Solá Amat, se reunieron aquel día un total de veintiocho hombres de negocio además de representantes de otras siete f irmas mercantiles (todos vecinos de Barcelona excepto José María Álvarez, que lo era de Málaga) con el
objetivo de crear una sociedad comanditaria bajo la razón de Buenaventura Solá Amat y Cía. Una f irma naviera «cuyo objeto es establecer dos vapores por ahora», consignaron entonces sus fundadores, «para recorrer la línea
de Barcelona a Hamburgo tocando en Inglaterra y viceversa o las de los
puntos de España y Francia que se crea conveniente». Su principal impulsor había cifrado el capital necesario para la nueva empresa en doscientos
mil duros (o sea, un millón de pesetas) si bien hasta aquel momento sólo
había podido recoger algo más de la mitad; exactamente 100.500 duros.49
Con la empresa formalmente constituida, Buenaventura Solá siguió captando nuevos socios. Dos meses después de su constitución, el 24 de mayo
de 1856, un total de catorce individuos y de tres empresas más, todos de
Barcelona, hicieron constar que se sumaban a la iniciativa como nuevos
socios comanditarios aportando, en su conjunto, otros treinta y nueve mil
49
AHPB, Fernando Moragas, manual de 1856, 1ª parte, fols. 271v-280v, 17.03.1856.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
63
duros.50 Y un mes más tarde, a f inales de junio, se sumaron otros siete socios comanditarios más, ingresando en su caso otros veinticuatro mil quinientos duros. Faltaban todavía por suscribir treinta y cinco mil duros más
hasta totalizar el cien por cien del capital previsto, o sea, el millón de pesetas. Su principal impulsor y único gerente, Buenaventura Solá, se vio obligado entonces a aumentar su participación, de diez a cuarenta y cinco mil
duros, para culminar así el proceso de constitución de la nueva naviera.51
Ya se encargaría después de ceder una parte de su interés, a nuevos socios.
Tal como acabo de apuntar, la nueva naviera Hispano Alemana de
Vapores tuvo, de entrada, un único gerente: Buenaventura Solá Amat. Un
hombre de negocios que había actuado, hasta entonces, como comerciante
así como agente de aduanas, en Barcelona. Los estatutos fundacionales de
la nueva compañía instituyeron además una Comisión o Junta Consultiva,
encargada de supervisar «en interés de los socios comanditarios» las decisiones de Solá. El primer Presidente de aquella Comisión Consultiva fue
el Gerónimo Deu, el cual, en las ausencias del gerente, acabó sustituyéndole y representándole «en todos los asuntos concernientes a dicha sociedad».52 Al crear la empresa, f ijaron sus socios también la forma de proceder al reparto anual de los eventuales benef icios: debía deducirse, en
primer lugar, un seis por ciento como amortización del capital; del resto y
a continuación, el gerente recibiría un dos por ciento y la f irma consignataria de los buques en Hamburgo, la razón J. F. Vigués Sucesores, un uno
por ciento; luego deberían retirarse un diez por ciento de las ganancias netas (hasta llegar a completar, en algún momento, la cantidad de veinte mil
duros), porcentaje que sería ingresado en el fondo de reserva de la naviera.
Tras cumplir con dichas obligaciones, los benef icios restantes debían repartirse entre los socios comanditarios, a prorrata de su capital. Con los
requisitos legales resueltos y aún antes de recoger todo el capital de la sociedad, Buenaventura Solá pudo cerrar la compra de dos vapores diferentes, bautizados Barcelona y Hamburgo, es decir, como los dos puertos de cabecera de la nueva línea. La compra del primero de aquellos vapores se
acabó de verif icar en Glasgow el 22 de julio de 1856 aunque la operación
se había cerrado poco tiempo antes.53 Aquel día, Pedro Juan Smith, Capi-
AHPB, Fernando Moragas, manual de 1856, 2ª parte, fols. 101r-110v, 24.05.1856.
AHPB, Fernando Moragas, manual de 1856, 2ª parte, fols. 332v-345v, 27.06.1856.
52 AHPB, Fernando Moragas, manual de 1856, 2ª parte, fols. 589v-591r, 04.08.1856.
53 AHPB, Fernando Moragas, manual de 1856, 2ª parte, fols. 230r-231r., 09.06.1856. Semanas antes,
en mayo, Solá había dado también poderes a los «Sres. J. F. Vigués Sucesores, del comercio de Hamburgo» para que pudiesen comprar algún vapor idóneo, cfr. AHPB, Fernando Moragas, manual de
1856, 2ª parte, fols. 78v-79v, 19.05.1856.
50
51
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
64
tán de buque, acordó la compra de un vapor llamado inicialmente Zouave y
construido poco antes en los astilleros de Denny & Brothers en Dumbarton (Escocia). Tras la compra, aquel buque se convirtió en el vapor Barcelona. Apenas dos semanas después, exactamente el 12 de agosto de 1856, y
también en representación de Buenaventura Solá Amat y Cía., Pedro Juan
Smith compró en Liverpool (Inglaterra) un segundo vapor, nombrado entonces Sardinian (después Hamburgo) por el que pagaron 19.250 libras esterlinas. Ambos buques los pudo pagar, por cierto, la f irma compradora merced a la intermediación del comerciante y banquero londinense, George
Crawford.54
De hecho, la nueva Hispano Alemana de Vapores empezó su actividad el 25 de febrero de 1857. La fatalidad quiso, no obstante, que apenas
unos meses después falleciese su único gerente, Buenaventura Solá Amat.
Un hombre de negocios cuyo capital particular, invertido únicamente en
la casa de comercio que llevaba su nombre, ascendía a más de 675.000 pesetas.55 Solá había querido que, tras su muerte, uno de los dos tutores y
curadores de sus hijos menores fuese el también empresario José Serra
Clarós, socio comanditario y tenedor de libros de la Hispano Alemana de
Vapores, en quién Solá tenía amplia conf ianza. De hecho, Serra le acabaría sustituyendo, como veremos, en la gerencia de la nueva naviera. Y es
que tras la muerte de Solá, exactamente el 31 de agosto de 1857, tuvo lugar
una junta general de socios de la naviera bajo la presidencia de Gerónimo
Deu. Allí debatieron todos sobre cómo afrontar la marcha de la empresa
tras el fallecimiento de su gerente. No había, de entrada, unanimidad sino
todo lo contrario siendo así que varios socios plantearon diferentes propuestas. Ramón Castellar, por ejemplo, propuso descartar la disolución de
la compañía y nombrar inmediatamente un Director interino así como
mandatar a la Junta Consultiva para que negociase una ulterior fusión de
la misma con la f irma Martorell Bof ill y Cía o, en caso contrario, acelerase
la conversión de la Hispano Alemana de Vapores en una sociedad anónima, una posibilidad de la que se había venido hablando semanas antes y
que permitiría, de paso, una ampliación de su capital. El Presidente de la
reunión, Gerónimo Deu, se mostró sin embargo muy escéptico ante la
posibilidad de fusionar la empresa con la de Martorell y Bof ill, algo que
también se había planteado en vida de Solá. Según sus palabras: «Se ha ha-
AHPNM, Consulado de España en Londres, protocolo 31933, fols. 186-187, 23.07.1856 y fols. 187188, 13.08.1856.
55 AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1857, 2ª parte, fols. 682r-684v, 25.08.1856; 3ª parte,
fols. 197r-245r, 03.10.1857; manual de 1860, 1ª parte, fols. 271r-222v, 10.01.1860.
54
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
65
blado de fusionarnos con otra Sociedad de Vapores y aún cuando esta idea
por lo bonita tenga muchos partidarios, y entre ellos yo el primero, no se
me ocultan los grandes inconvenientes que hallaremos en el fondo de la
cuestión». Fue precisamente Deu quien propuso entonces nombrar «Director Gerente interino al actual tenedor de libros de la sociedad D. José
Serra Clarós, persona que poseía la conf ianza del difunto Solá y posee
también la de la actual Junta Consultiva». Propuso también Deu crear una
comisión de tres socios para avanzar en la def initiva consolidación de la
empresa.56
A la propuesta de Déu se opuso enseguida y de forma elegante otro
de los socios, Cayetano Casamitjana, el cual informó, en primer lugar, de
una reciente reunión de socios de quienes se alzaba portavoz: «Habiendo
tenido los principales socios una reunión preparatoria [af irmaba Casamitjana] habían creído conveniente y muy útil a los intereses de la sociedad
refundirse con la comanditaria de vapor de los Sres. Bof ill Martorell y
Compª». Aquel grupo de socios se había adelantado incluso a la propia
reunión general de la compañía pues informaba también de que: «A este
efecto habían pasado dos individuos a verse con los gerentes de aquella
sociedad los cuales les habían manifestado que por su parte no tendrían
inconveniente en comprar todos los buques y demás enseres de la sociedad, por su coste y costas, siempre que se les presentase una comisión autorizada competentemente». A juicio, pues, de Cayetano Casamitjana y de
los otros socios que lo apoyaban, lo que convenía hacer era nombrar inmediatamente esa comisión para que sus miembros pudiesen negociar
pronto los términos concretos de la fusión (lo que venía a signif icar de facto la disolución de la empresa).
Las diferencias afloraron claramente en aquella reunión, la primera
general de socios tras la muerte de Buenaventura Solá. Presentadas las
propuestas hubo una intensa discusión entre los presentes quienes fueron
capaces de hallar, f inalmente, varios puntos de encuentro: Acordaron
nombrar no sólo uno sino dos gerentes y lo hicieron en las personas de
José Serra Clarós y de Juan Mata Vendrell; renombraron consecuentemente a la empresa como Mata Serra y Cía.; ratif icaron en sus funciones a la
Junta Consultiva y cubrieron sus dos puestos vacantes con la elección de
los socios Ramón Sala Brugués y Antonio Valldejuli; crearon una nueva
comisión (llamada coloquialmente «de venta»), de cuatro miembros, encargados de negociar un posible acuerdo con la f irma de Bof ill Martorell
56
AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1857, 2ª parte, 31.08.1857, fols. 702r-714v.
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
66
y Cía.; y eligieron a tal efecto a Cayetano Casamitjana, Mariano Casi
López, Juan Fontanillas y Juan Capdevila. Hubo sin embargo un socio, la
sociedad Sres. Grassot Padre e Hijo, que se negó a votar los acuerdos y
que hizo constar, en el acta, su oposición a f irmarla.57
Un primer problema vino a enturbiar las relaciones entre los nuevos
directores de la sociedad y la denominada Comisión de Venta. En septiembre de 1857 los miembros de dicha comisión pidieron a los gerentes de la
misma un estado del balance de la empresa así como un inventario de sus
bienes, petición a la que Mata y Serra se negaron, en primera instancia.
Fue aquella otra muestra más de cuan distantes se hallaban las posturas de
unos y otros. Planteada la cuestión a la Comisión Consultiva de la naviera
Mata Serra y Cía. ésta dictaminó que se podía dar «una nota no of icial del
balance y otra del valor de los buques, enseres y demás pertenencias» de la
compañía a la citada Comisión de Venta, la cual a su vez la trasladaría a los
gerentes de Martorell Bof ill y Cía. Aún así, la razón Sres. Grassot Padre e
Hijo volvió a hacer constar su f irme voluntad de interferir cualquier eventual fusión con aquella otra naviera barcelonesa. En la reunión que la Junta
Consultiva tuvo el 29 de septiembre de 1857, el tal Grassot leyó una carta
escrita por la casa consignataria de Hamburgo, la razón J. F. Vigués Sucesores, mediante la cual aquella compañía se oponía expresamente «a los
contratos que pudieran celebrarse con los Sres. Martorell y Bof ill». Y tres
días después, la propia f irma Sres. Grassot Padre e Hijo, intimó al notario
de la empresa, el escribano Fernando Moragas, para que informase en su
nombre a los gerentes de la misma de que dicha sociedad se había reservado en la última junta de la naviera «su voto para poder examinar con todo
detenimiento si les era útil dicho acuerdo». Y que habiéndolo podido hacer, con tranquilidad, habían llegado a la conclusión de que dicho acuerdo
era «sumamente perjudicial» a sus intereses por lo que les requería a «que
por ningún concepto consientan el contrato proyectado».58
Los Grassot se apoyaban en un argumento jurídico incontestable:
Que los estatutos de la empresa sólo planteaban dos opciones posibles tras
la muerte del gerente, o sea, bien la disolución o bien la reconstitución de
la misma. Siendo así, la Comisión creada ad hoc para negociar la fusión
(por absorción) de la antigua Buenaventura Solà Amat y Cía. con Martorell Bof ill y Cía. tuvo que dejar de actuar inmediatamente, desvaneciéndose
aquella posibilidad en el otoño de 1857. Los nuevos gerentes, Mata y Serra, quisieron convocar pronto una nueva junta de accionistas. Prevista
57
58
Ibidem.
AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1857, 3ª parte, 02.10.1857, fols. 192r-193v.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
67
inicialmente para enero, la inoportuna rotura de las calderas del vapor
Barcelona, a su regreso de Hamburgo, obligó a aplazarla al 21 de febrero de
1858. Aquel día ambos pudieron presentar el balance de la empresa correspondiente a su último ejercicio. Un balance según el cual la
Hispano Alemana de Vapores había ofrecido una alta rentabilidad a sus
inversionistas: sus socios comanditarios obtuvieron en aquel su primer
ejercicio social un 8 por 100 de benef icios líquidos, es decir, un total
de 80.000 pesetas (tras haber descontado, eso sí, tal como estaba f ijado
estatutariamente, el preceptivo 19 por 100 de sus ganancias brutas, resultado de calcular una amortización f ija del capital inicial, de nutrir el
fondo de reserva de la naviera y de remunerar a sus gerentes y consignatarios). Acogiéndose a la literalidad de los estatutos, los dos nuevos directores interinos, Mata y Serra, propusieron a la junta de socios de la naviera la
conveniencia de cambiar la forma jurídica de la empresa para crear una
sociedad anónima (es decir, la reorganización de la compañía frente a una
eventual disolución). Se trataba de convertir el anterior capital comanditario de la naviera en acciones de la nueva sociedad anónima y, de paso, de
ampliar el capital de la empresa en un 150 por 100, pasando de un millón
a dos millones y medio de pesetas (o de doscientos mil a quinientos mil
duros). Así lo acordaron entonces todos los socios presentes, nombrando
liquidadores de la antigua sociedad en comandita a Ramon Sala y a Lorenzo Milá Mestre.59
Para explicar, por cierto, aquellos acuerdos, uno de los dos gerentes
de la naviera catalana tuvo que desplazarse personalmente a los dos puertos principales para el negocio de la empresa, Southampton y Hamburgo,
tratando así de tranquilizar a las respectivas f irmas consignatarias. La siguiente reunión general de socios tuvo lugar el 9 de mayo de 1858. Allí,
tanto los dos gerentes interinos (Mata y Serra) como los dos miembros de
la Comisión Liquidadora (Sala y Milá) pudieron explicar de forma mancomunada que «después de haber hecho los cálculos necesarios, creen que
de pronto no es menester un capital tan considerable [de quinientos mil
duros] bastando el de trescientos cincuenta mil duros para poner en la línea de navegación un vapor más y de gran porte y hacer los acopios de
carbones imprescindibles». Y pudieron proponer a la junta una serie de
acuerdos entre los cuales se establecía la forma concreta de proceder a la
creación de la nueva sociedad anónima sin disolver, todavía, la razón social anterior. Se aprobaron también entonces los Estatutos y el Reglamen-
59
AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1858, 1ª parte, 21.02.1858, fols. 314r-327r.
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
68
to de la proyectada sociedad anónima (cuyo nombre of icial previsto era el
de Sociedad de Navegación Hispano Alemana). Y dimitieron todos los
miembros de la Comisión Consultiva así como los de la reducida Comisión Liquidadora constituída en febrero para crear, en su lugar, una nueva
comisión, de siete miembros, encargada de gestionar delante del gobierno
la aprobación de los nuevos estatutos. Fueron elegidos para cumplir tal
cometido los socios Lorenzo Milá Mestre, Ramón Sala, Ramón Anglasell,
José Antonio Muntadas, José Jover, Antonio Valldejuli y Manuel Jaurés.60
Apenas un mes después, a mediados de junio, tuvo lugar un nuevo paso
en el camino hacia la creación de la nueva sociedad anónima. Y los miembros de aquella comisión volvieron a recibir poderes para obtener del gobierno la necesaria aprobación.61
La respuesta gubernativa fue lenta. De hecho, no había llegado todavía cuando se celebró la siguiente junta ordinaria de socios, es decir, el 22
de mayo de 1859. Aquella notable demora había dif icultado la compra del
necesario tercer vapor de la naviera. Y teniendo en cuenta que los buques
de vapor requerían frecuentes reparaciones (lo que les obligaba a estar varados con frecuencia), la disponibilidad de sólo dos buques para la línea
Barcelona-Southampton-Amberes-Hamburgo representaba un verdadero
problema para una buena prestación del servicio. Así, los gerentes habían
llegado a convencer meses atrás a la Comisión de socios de la necesidad de
no esperar más y comprar un nuevo buque. Habían conseguido incluso reunir un total de 83.500 duros (que estaban inmovilizados en caja), fruto de
aportaciones de viejos y nuevos socios para la futura ampliación de capital
de la naviera, un dinero que quisieron aplicar a la compra de ese nuevo buque, tan necesario. Uno de los gerentes llegó a desplazarse hasta Gran Bretaña acompañado de otros dos individuos (expertos en mecánica y en navegación, respectivamente) pero un marcado desacuerdo entre aquellos
tres individuos aconsejó a la Comisión Consultiva de la naviera, en contra
del criterio de los gerentes, rechazar la venta y aguardar a la aprobación
gubernativa antes de formalizar la compra. Parte del problema se debía a
que la cantidad disponible apenas servía para comprar un buque de reducidas dimensiones, inadecuado para dar un buen servicio a la línea de Hamburgo. Aún así, Serra y Mata, desoyendo a la Comisión Consultiva, tiraron
por la calle de en medio y compraron aquel esperado tercer buque. Adquirieron por 19.250 Libras esterlinas un buque mixto, de vela y vapor, llama-
AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1858, 2ª parte, 09.05.1858, fols. 60r-88v.
AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1858, 2ª parte, 17.06.1858, fols. 374v-395r y fols.
395r-402v.
60
61
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
69
do Calzedonia, al que inmediatamente pusieron por nombre Cataluña. La
compra tuvo lugar en septiembre de 1858 y para pagar su importe los gerentes se vieron obligados a tomar a préstamo 140.000 pesetas pues los
fondos propios de la empresa resultaban insuf icientes. Lo hicieron, además
y como queda dicho, contra el criterio de la Comisión Consultiva.62 Con
aquella compra, los gerentes de la Hispano Alemana de Vapor consiguieron que dicha naviera pudiese gestionar no dos sino tres vapores situándose así en mejores condiciones frente a la competencia.
3.5 La Compañía Catalana
de Vapores Costaneros
A la altura de 1858 la navegación a
vapor aparecía en Barcelona como un sector con grandes perspectivas de
futuro. Las diferentes compañías navieras de la capital catalana no sólo
habían empezado a repartir benef icios sino que prometían rendir aun más
en el futuro. Por ese motivo, numerosos hombres de negocio de la ciudad
(industriales, comerciantes, propietarios, rentistas, ...) habían optado por
interesarse en las diversas f irmas del sector, aportando sus capitales. La
constitución de aquellas navieras bajo la forma de sociedades en comandita (es decir, de compañías de responsabilidad limitada) había conseguido
precisamente atraer un mayor número de capitales para la compra de nuevos vapores. No en vano, a la altura de 1860, aquellas tres f irmas navieras
nacidas cuatro u ocho años antes sumaban un capital total de 12.110.000
pesetas repartido entre más de 250 socios capitalistas, casi todos ellos
residentes en Barcelona. A aquellos cabría sumarles los accionistas de la
pionera Navegación e Industria. No debe extrañar, por lo tanto, que diversos hombres de negocio de la ciudad decidiesen poco después apostar
por la creación de una nueva naviera. Fue aquel el caso, por ejemplo, de
Gaspar Roig, promotor de una nueva compañía que, como las que habían
impulsado Tintoré, Solá, y Bof ill y Martorell, nació bajo la forma de una
sociedad en comandita.
Nacido en Vilassar de Mar, Gaspar Roig era un experimentado capitán de veleros mercantes, acostumbrado a realizar travesías transatlánticas. Es más, como tantos otros hombres de mar, Roig se había dedicado al
tráf ico ilegal de esclavos desde las costas africanas hasta la isla de Cuba.
62
AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1859, 2ª parte, fols. 113v-129v, 22.05.1859.
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
70
Puerto de Barcelona en 1890. Acuarela.
Autor: Jaime Grau. (Museu Marítim de Barcelona).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
71
El 25 de mayo de 1839, por ejemplo, mientras ejercía como capitán del velero mercante de construcción catalana Si, Roig fue abordado y detenido
en alta mar por el bergantín británico Waterwich con su cargamento de 360
esclavos. Unos esclavos que Roig había cargado pocos días antes en la
zona de Gallinas (en la actual Sierra Leona) y que pretendía llevar hasta
Cuba.63 Parece incluso que poco después de aquel abordaje Roig pasó a vivir en La Habana, tal vez para operar mejor en la trata atlántica de africanos esclavizados. Así, en febrero de 1858 un indiano y comerciante radicado en Barcelona llamado José Martorell Guitart escribió a su corresponsal
en la capital cubana, el también catalán Pio Coll, pidiéndole informes sobre Roig. Literalmente, le pidió que «para servir a un amigo le agradeceré
[que] averigüe si se halla en esa ciudad D. Gaspar Roig de Vilasar y en tal
caso indagar con reserva si tiene buena posesión de fortuna».64 Aquella
petición de información estaba seguramente relacionada con el proyecto
que Gaspar Roig estaba impulsando desde Barcelona en aquel mismo momento: la creación de una empresa dedicada a la gestión de dos buques de
vapor; una nueva f irma naviera de la ciudad se constituyó el 4 de mayo de
1858 bajo la razón social Gaspar Roig y Cía.
En los meses inmediatamente anteriores Roig había conseguido ir sumando a su proyecto a diferentes inversores, vecinos todos de Barcelona.
Así, en mayo de 1858 había conseguido comprometer el 90 por 100 del capital fundacional de la compañía, cifrado en 400.000 pesetas. Tardó seis
meses más en alcanzar el 10 por 100 restante, pero lo acabó consiguiendo
f inalmente, en noviembre de 1858. En total, fueron casi sesenta los individuos (o compañías) que aceptaron f inanciar aquella nueva empresa de navegación. La participación de todos ellos se limitó, como en cualquier
f irma comanditaria, a la aportación de capitales. No obstante, para f iscalizar la labor del único gerente de la naviera crearon una reducida comisión
de dos individuos, compuesta por Esteban Gatell Roig y José Manuel Lopetegui Idoragorri (y con Pedro Plandolit, como suplente). Quiero llamar
la atención del elevado número de indianos fundadores de la nueva f irma.
No sólo porque algunos de sus impulsores habían nacido en América (sería el caso de José María Serra, natural de Chile, de Pedro Plandolit, natural de México, así como de Mariano Sirvent y José Agramonte, nacidos los
dos en Cuba) sino porque al menos otros nueve de sus fundadores se ha-
63 British Parliamentary Papers, Class A. Correspondence with the British Comissioners .... Relating to the Slave
Trade, London, 1841, pp. 38-40.
64 AHMC, fondo Martorell, caja 244, Libro 14537, fols. 79-80, carta de 28.02.1854 remitida por José
Martorell Guitart (Barcelona) a Pio Coll (Habana).
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
72
bían enriquecido en Cuba antes de regresar a Cataluña: me ref iero a Juan
Samá Martí, Isidro Sicart, Rafael Masó Pascual (socio principal de Rafael
Masó e Hijos), Esteban Gatell Roig, Joaquín Casas, Narciso Andreu Rabell,
Sebastián Aballí Prats y a los hermanos Martín y Sebastián Aballí Esteva.
Es más, uno de los socios, Gerardo Andreu Rabell, participó en la fundación de la nueva naviera desde su residencia en la capital cubana. Y quiero
también llamar la atención sobre el hecho de que tanto Gatell como Lopetegui eran, a la vez, socios capitalistas de la naviera Tintoré, en cuya gestión también se implicaron, como vimos antes. Y que los Plandolit habían
sido fundadores de Navegación e Industria, en 1841.
Cuadro 12
SOCIOS FUNDADORES DE GASPAR ROIG Y CÍA. (1858)
Nombre
Lugar nacimiento
Capital (pts)
Federico Maresch Marquet
Barcelona
24.000
Gaspar Roig
Vilassar de Mar
16.000
Juan Soler
Reus
16.000
Vicente Vilaró
Barcelona
12.000
José María Serra Muñoz
Santiago de Chile
12.000
José Parladé
Barcelona
12.000
Joaquín Baltá
Barcelona
12.000
Viuda de Buenaventura Solá Amat
Cayetano Troyano
12.000
Sanlúcar de Barrameda
Pedro Torrent
8.000
8.000
Olegario Salesas
Vilaseca
8.000
Salvador Rusiñol
Barcelona
8.000
Plandolit Hermanos
8.000
José Mestres
Sitges
8.000
Rafael Masó e Hijos
Sitges
8.000
Martín y Viniegra
José Lopetegui Idoragorri
8.000
Alegría
Girona Hermanos
Esteban Gatell Roig
8.000
8.000
Torredembarra
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
73
8.000
Nombre
Lugar nacimiento
Capital (pts)
Dionisio Flaquer Dotres
Barcelona
8.000
Federico Ferrer
Barcelona
8.000
Miguel Chacart
Barcelona
8.000
Bartolomé Bascos
Sitges
8.000
Agustín Andreu
Barcelona
8.000
José Agramonte
Camagüey
8.000
Juan Félix Pou
Villagarcía de Arousa
8.000
José Mestres
Sitges
8.000
Cristóbal Taltabull Mascaró
Maó
4.000
Blas Soler
Sitges
4.000
Mariano Sirvent Urgellés
La Habana
4.000
Isidro Sicart
Vilanova i la Geltrú
4.000
Juan Samá Martí
Vilanova i la Geltrú
4.000
Ángel Sacanell
Barcelona
4.000
Simón Ros
Vilassar de Mar
4.000
Manuel Roca
Barcelona
4.000
Rafael Puget Romà
Barcelona
4.000
Juan Pou Buso
Sant Feliu de Guíxols
4.000
Magín Parladé
Sant Cugat Sesgueioles
4.000
Jaime Moré
Barcelona
4.000
José Macià
Barcelona
4.000
Juan Llibons
Barcelona
4.000
Tomás Guardia
Barcelona
4.000
Juan Fornell Valldaura
Castelló
4.000
José Ferrer Vidal
Vilanova i la Geltrú
4.000
Celestino Feliu
Barcelona
4.000
Victoriano de Felip
Reus
4.000
Francisco Coronado
Barcelona
4.000
Juan Coma
L’Hospitalet
4.000
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
74
Nombre
Lugar nacimiento
Capital (pts)
Joaquín Casas
Torredembarra
4.000
Eduardo Carballo
Vic
4.000
José Artés
Tiana
4.000
Pelegrín Tintorer
Barcelona
4.000
Francisco Noriega
Llanes
4.000
Rafael Artes
Yecla
4.000
Odena Hermanos
Reus
3.200
Baltasar Vaquer
Reus
2.400
Pedro Bové Cabré
Reus
2.400
Cayetano Pamies Juncosa
Reus
2.000
Salvador Guimerá
El Vendrell
2.000
Mariano Carbonell Vilanova
Sitges
2.000
Aballí y Cía.
1.600
Sebastián Aballí Prats
Sant Feliu de Guíxols
800
Sebastián Aballí Esteva
Sant Feliu de Guíxols
800
Martín Aballí Esteva
Sant Feliu de Guíxols
800
Juan Abrás
Sant Feliu de Guíxols
800
Gerardo Andreu Rabell
La Habana
800
Narciso Andreu Rabell
Sant Feliu de Guíxols
800
Narciso Blas Casas
Sant Feliu de Guíxols (?)
800
Cristóbal Massana
Sant Feliu de Guíxols (?)
800
José Surís Reig
Sant Feliu de Guíxols (?)
800
FUENTE: AHPB, José Falp, 04.05.1858, 24.11.1858 y 17.12.1858
El capital de Gaspar Roig y Cía. se invirtió en su gran mayoría en la
compra de dos buques a vapor. Uno de ellos, de primer nombre Indio, se
había acabado de construir en los talleres barceloneses de La Maquinista
Terrestre y Marítima en abril de 1858; se trataba de «un buque a vapor de
hierro con máquinas de hélice que mide 130 pies de burgos de eslora a flor
de agua, de manga 18 ½ pies y de puntal 9 ½, siendo su máquina de fuer-
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
75
za de 70 caballos» y cuya cabida neta eran 45 «toneladas españolas».65 Al
comprarlo, la f irma Gaspar Roig y Cía. pagó por él 36.000 pesos fuertes
(Riera, 1993: 190). El otro vapor, al que llamaron Negrito, fue comprado en
Liverpool a cambio de 5.500 libras esterlinas. Era éste un buque algo mayor que el anterior pues sumaba 146 pies de eslora, 21 pies de manga de
construcción y 11 pies de puntal.66 Cabe destacar que a diferencia de las
f irmas navieras Bof ill Martorell y Cía., Pablo María Tintoré y Cía. o de la
Hispano Alemana de Vapores, las cuales dedicaron sus buques a la explotación de sendas líneas de navegación de altura, la f irma Gaspar Roig y
Cía. quiso dedicar sus dos únicos vapores a la navegación de cabotaje. Su
único gerente y quienes conf iaron en él vieron en la «navegación costanera» su nicho de mercado. Fue por eso que, más allá de la razón social de la
empresa, el nombre comercial de la misma fue Compañía Catalana de Vapores Costaneros.
Pero la iniciativa impulsada por aquel marino de Vilassar de Mar
no acabó de funcionar, de manera que la razón social Gaspar Roig y
Cía. acabó teniendo una existencia efímera y nada rentable. Una parte
de los problemas tenía que ver con un pleito que enfrentó a dicha empresa con la f irma constructora del vapor Indio, o sea con La Maquinista Terrestre y Marítima. En el marco de dicho litigio y apenas cuatro
meses después de haberse completado la captación de todo el capital de
Gaspar Roig y Cía., exactamente el 10 de marzo de 1859, tuvo lugar
una agitada reunión de socios. Quién tomó la palabra, en primer lugar,
no fue el gerente sino el socio José Serra Clarós (socio gerente además
de la Hispano Alemana de Vapores), que af irmaba hablar en nombre de
una comisión creada semanas antes para dirimir las diferencias con La
Maquinista. Reunida dicha comisión con los Directores de la empresa
constructora del vapor Indio «habían alcanzado ponerse de acuerdo con
ellos sobre la necesidad de transigir el pleito pendiente entre ambas sociedades». Tomó la palabra, a continuación, el gerente de la naviera,
Gaspar Roig, el cual leyó «una proposición f irmada por el Señor [Pablo
María] Tintorer [sic] para tomar en arriendo los buques Negrito e Indio
por un término dado, la cual no fue tomada en consideración», por el
resto de socios. Ante tal desaire y en medio de diferencias tan profundas como evidentes, Roig volvió a tomar la palabra y «manifestó que
AHPB, Escribanía de Marina, Pedro M. de Fortuny, manual de 1858, 1ª parte, fols. 588-589,
26.06.1858.
66 AHPB, Escribanía de Marina, Pedro M. de Fortuny, manual de 1858, 1ª parte, fols. 354-357,
23.04.1858.
65
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
76
con los acuerdos que se acababan de tomar quedaba de hecho disuelta
la sociedad y deseando por su parte evitar todo obstáculo y no estar al
frente de un negocio que en su concepto no ofrecía los benef icios que
se habían calculado al constituirse la sociedad no quería seguir la gerencia que se le había conferido en la escritura social», renunciando y
dimitiendo en aquel momento. 67
Dos semanas más tarde, el 26 de marzo de 1859, la Compañía Catalana de Vapores Costaneros tomó el acuerdo de subastar la propiedad de
sus dos vapores al mejor postor. Los interesados debían entregar, en pliego cerrado, sus ofertas en las of icinas de la razón social Viuda de don
Buenaventura Solá y Amat antes del 15 de abril siguiente.68 No hubo, sin
embargo, ningún interesado y pese a sus notables dif icultades, aquella
peculiar naviera siguió manteniendo su actividad. F inalmente, los socios
comanditarios de la empresa hallaron un sustituto para Roig: lo encontraron en la persona de Gaudencio Masó Ruiz de Espejo, un joven empresario con cierta experiencia como armador de veleros mercantes, socio de la f irma Rafael Masó e Hijos. Había nacido Masó en Santiago de
Cuba y era hijo del comerciante suburense Rafael Masó Pascual y de la
cubana Teresa Ruiz de Espejo. Tras su retorno, desde Cuba a Cataluña, la
familia optó por instalarse en Barcelona y no en Sitges. Al poco, el pater
familias alumbró la f irma Rafael Masó y Cía. a la que se acabarían incorporando años después sus dos hijos varones, Rafael y Gaudencio Masó
Espejo. Así, en 1852, los tres pudieron constituir la sociedad mercantil
Rafael Masó e Hijos, una f irma que pronto heredó de la anterior diferentes veleros como la corbeta Santa Rosalía (construida en 1838, reformada
ampliamente en 1857 y rebautizada entonces como Nueva Rosalía) o como
la fragata Paquete de Sitges.69 No en vano los Masó se habían dedicado de
forma preferente al comercio marítimo, tanto desde su residencia en Santiago de Cuba (primero a través de la sociedad Rafael Masó y Cía. y más
adelante de la f irma Masó Primos y Cía.) como desde su domicilio en
Barcelona, después.
La incorporación de Gaudencio Masó como gerente de la Compañía
Catalana de Vapores Costaneros no se of icializó, sin embargo, hasta el 3
de octubre de 1859. Aquel día se constituyó la nueva sociedad comanditaria Gaudencio Masó Espejo y Cía. en sustitución de la anterior Gaspar
AHPB, Fernando Moragas, manual de 1859, 3ª parte, fols. 326v-337v, 03.10.1859.
La Corona, 28.03.1859.
69 AHPB, Escribanía de Marina, Pedro M. de Fortuny, manual de 1857, 1ª parte, fols. 73-74,
26.01.1857; Jaime Rigalt, manual de 1845, fol. 317, 26.09.1845.
67
68
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
77
Roig y Cía., con idéntico capital, activo y objeto social, es decir, «la navegación por medio de buques de vapor».70 Aquel fue el camino escogido
para superar la marcha del gerente y buscar la pervivencia de la naviera.
Masó había nacido, como dije, en Santiago de Cuba, la misma ciudad en la
que se había enriquecido el promotor de una f irma naviera nacida precisamente en aquellos años. Me ref iero al cántabro Antonio López y López y
a la sociedad Antonio López y Compañía.
70
AHPB, Fernando Moragas, manual de 1859, 3ª parte, fols. 326r-337v, 03.10.1859.
3. El auge naviero en los años 1850 y las sociedades en comandita
78
4. La naviera
de Antonio López
y Compañía
(1857-1868)
También en la década de 1850 nació
una firma naviera cuyo principal impulsor residía (tal que Miguel Martorell,
Juan Manuel Bofill, Buenaventura Solà, Pablo María Tintoré, Gaspar Roig y
Gaudencio Masó), en Barcelona. Se llamaba Antonio López y había nacido en
Comillas (Cantabria), en 1817, en el seno de una familia de escasos recursos
económicos. Para mejorar su situación y como tantos jóvenes cántabros,
López tuvo que emigrar a otras tierras. Aunque marchó primero a Andalucía
optó finalmente por cruzar el Atlántico para intentar hacer las Américas. Tras
pasar un tiempo en México, finalmente el joven López acabó en Cuba, instalándose en la capital oriental de la Isla, la ciudad de Santiago. Allí empezó
como un modesto comerciante que regentaba un humilde baratillero para ir,
poco a poco, abarcando otros ramos de actividad. Sus negocios registraron un
impulso más que notable tras su boda, celebrada en Barcelona, en noviembre
de 1848, con la joven criolla Luisa Bru Lassús. A su retorno a Santiago de
Cuba y contando con su propio capital pero también con los caudales que le
confiara entonces su suegro, Andrés Bru Puñet (en forma de dote o de comandita), el de Comillas impulsó, en mayo de 1849, la creación de la sociedad Antonio López y Hermano. Una empresa en la que también participaron un joven ingeniero guipuzcoano llamado Patricio Satrústegui así como su hermano,
Claudio López y López. En marzo de 1850 López solicitó permiso para establecer una línea de vapores entre Guantánamo y Santiago de Cuba, cuya licencia le fue otorgada casi un año después, en febrero de 1851. Para el servicio de
aquella línea, López y sus socios mandaron construir en los astilleros Ambrose W. Thomson, de Filadelfia, un vapor de hélice con casco de madera. Un buque bautizado con el nombre de General Armero en honor de quien era entonces comandante general del apostadero de La Habana, Francisco Armero
Peñaranda (Rodrigo, 2000a: 17-25). El General Armero sería, a la postre, el primero de una amplia nómina de vapores comprados por López y sus socios.
Unos años después, en torno a 1855, López optó por abandonar Cuba
para regresar a la península y lo hizo con sus caudales y con un montón de
proyectos en la cabeza. No se instaló en su Comillas natal sino en Barcelona, donde vivían sus suegros y cuñados. La más importante empresa que
fundó entonces fue, precisamente, la f irma naviera que llevó su nombre: la
Antonio López y Cía. Con un capital inicial de 1.000.000 de pesetas, la escritura de constitución de la nueva empresa no se f irmó, sin embargo, en la
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
79
capital catalana sino en Madrid, el 11 de enero de 1857.71 Hablamos de una
naviera que se edif icó, en su práctica totalidad, con un capital acumulado
en Cuba. De hecho, de los seis socios fundadores de la naviera, tres de
ellos se habían enriquecido en Santiago de Cuba junto a Antonio López:
su hermano Claudio, Patricio de Satrústegui y Joaquín de Eizaguirre:
Cuadro 13
SOCIOS Y CAPITAL DE A. LÓPEZ Y CÍA (1857-1862)
SOCIOS DE ‘A. LOPEZ Y CIA’
CAPITAL (en pesetas)
(1857)
(1862)
Antonio López y López
400.000
1.750.000
Claudio López y López
100.000
250.000
Patricio de Satrústegui
75.000
250.000
Joaquín Marcos de Satrústegui
75.000
---
Joaquín de Eizaguirre
100.000
---
Carlos de Eizaguirre
250.000
500.000
---
250.000
1.000.000
3.000.000
José Andrés Fernández Gayón
TOTAL
FUENTES: AHPNM, Sebastián Carbonell, 11.01.1857; AHPB, Ramon de Miquelerena, 09.06.1864
Los únicos socios que no habían participado de los negocios de López
en Cuba eran Carlos de Eizaguirre y Joaquín Marcos de Satrústegui quienes
se incluían en la sociedad por ser hermanos de Joaquín y de Patricio, respectivamente. Joaquín Marcos de Satrústegui, Barón de Satrústegui, quien sería
años más tarde Cónsul General de España en Londres, apenas se mantuvo
un año en la sociedad, de la que se separó en mayo de 1858.72 Carlos de Eizaguirre, sin embargo, se mantendría en la misma hasta su muerte, representando siempre una parte importante de su capital.
La dimensión cubana de la naviera no se agotaba, sin embargo, en sus
fundadores. Los socios de A. López y Cía. tuvieron por costumbre ceder
AHPNM, Sebastian Carbonell, manual de 1857, 11.01.1857. En la misma escritura de fundación dejan la puerta abierta a la incorporación de José Gayón (si Antonio López así lo decidiese) con un capital que podía alcanzar las 100.000 pesetas.
72 AHPNM, Consulado de España en Londres, protocolo 31.936, 06.06.1873; AHPA, protocolos notariales, Juan Rovira, manual de 1858, 24.05.1858.
71
4. La naviera de Antonio López y Compañía (1857-1868)
80
(habitualmente mediante contratos privados) parte de su capital en la empresa a otros particulares. Frecuentemente, aquellos otros socios serían asimismo
indianos enriquecidos en Cuba. A la altura de 1866, por ejemplo, el acaudalado José Samá Mota interesaba en la naviera un capital superior a las 175.000
pesetas. No sería el único caso: al poco de la fundación de A. López y Cía. su
principal gerente, Antonio López, cedería 300.000 pesetas de su participación a su paisano Antonio Sánchez de Movellán. Nacido como él en Comillas, Movellán era también un indiano enriquecido en tierras americanas; en
su caso, en México. Se afincaría después en la capital francesa, donde se casaría con Amalia Mitjans Colinó, hija del rico indiano catalan, Baltasar Mitjans
Ricart, banquero de París para más señas.
Aunque su principal gerente, Antonio López, vivía en Barcelona, la
naviera A. López y Cía. estableció su despacho principal en Alicante, donde abrió sus of icinas en marzo de 1857. La elección de Alicante se explica
por su voluntad de abrirse negocio facilitando la conexión intermodal (ferrocarril-vapor) entre Madrid y París, aunque se dedicaba a servir una línea
cuyos vapores cubrían los principales puertos del mediterráneo, entre Marsella y Cádiz. Al principio tuvieron que alquilar algunos vapores pero
pronto empezaron a comprar sus propios buques. Los dos primeros vapores de la A. López y Cía., llamados respectivamente Madrid y Alicante, fueron comprados en Londres y a principios de 1858 por el socio Patricio Satrústegui, quien abonó 110.000 pesos fuertes cada uno. Un año después, en
febrero de 1859 y por el mismo precio, compraron un tercer vapor al que
dieron el nombre de Marsella. Con su entrada en servicio, la f irma A.
López y Cía. pudo realizar tres viajes semanales, entre Cádiz, Alicante,
Barcelona y Marsella. Meses después, en otoño, tuvo aquella naviera su
primera gran oportunidad para obtener amplios benef icios en un corto período de tiempo. Lo hizo de la mano de la Guerra de África de 1859-1860.
Para la campaña militar relámpago que el gobierno de la Unión Liberal
desencadenó contra Marruecos necesitó el concurso de vapores mercantes
que transportasen tropas, municiones y víveres. Y contó para ello con el
apoyo interesado de la naviera de López desde los primeros días del conflicto. De hecho, aquella Guerra de África no sólo representó para Antonio López y sus socios una primera oportunidad de conocer lo benef icioso
que resultaba contratar negocios con el Estado sino que, además, como señaló en su día Elena Hernández Sandoica, le pudo abrir las puertas para el
contrato de vapores-correo a las Antillas (Hernández Sandoica, 1988).
Tras cinco subastas sin resultado positivo, el Ministerio de Ultramar
convocó una nueva subasta para febrero de 1861. Se presentaron dos ofertas: (1) una primera, presentada por aquella asociación de navieros catalanes conformada, como antes vimos, por las tres navieras que venían prestando el servicio desde junio de 1858, quienes se ofrecían a realizar el
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
81
Retrato de Antonio López López de joven. Pintura al oleo.
Autor desconocido. (Museu Marítim de Barcelona).
4. La naviera de Antonio López y Compañía (1857-1868)
82
servicio por 675.000 reales, por viaje redondo; y (2) la segunda, presentada
por Carlos Eizaguirre en nombre de la A. López y Cía., que prometía hacerlo por 590.000 reales. El servicio de conducción del correo a las Antillas les fue adjudicado a los segundos por un tiempo de cinco años, a contar desde febrero de 1862, en que se iniciaron los viajes (Rodrigo, 2000a:
30-33). En el momento de la concesión del servicio, por cierto, solamente
dos vapores de la naviera A. López y Cía., tenían las condiciones necesarias para realizar travesías trasatlánticas: el París y el Ciudad Condal. Ambos
habían sido comprados de segunda mano, en Amberes, nuevamente por
Patricio Satrústegui. Su adquisición se había acabado de formalizar en febrero de 1861, por un precio conjunto de 650.000 francos.73 Ahora bien,
según el contrato of icial de conducción de la correspondencia a las Antillas, la f irma concesionaria estaba obligada a tener un total de ocho vapores. Entonces, la naviera Antonio López y Compañía tuvo que iniciar una
frenética actividad de adquisición de nuevos vapores: en pocos meses compraron los seis buques que les faltaban, es decir, los vapores España, Santo
Domingo, Isla de Cuba, Puerto Rico, Cantabria y Canarias.74 El nombre de los
nuevos buques indica que la naviera A. López y Cía. desplazaba su centro
de interés del mediterráneo y, en concreto, de la conexión intermodal entre
las capitales española y francesa (Madrid, Alicante, Ciudad Condal, Marsella y
París) para orientarse hacia el Atlántico. Fue en aquellos meses, entre 1861
y 1862, y gracias a su privilegiado contrato con el Estado cuando la f irma
A. López y Cía. se consolidó como la principal naviera del país.
Además de la compra de los nuevos vapores, la otra gran preocupación
de los gerentes y propietarios de la naviera concesionaria consistía en asegurarse tener una representación, propia o delegada, en el puerto gaditano, cabecera de la línea según el Pliego de Condiciones. A f inales de 1861 la A.
López y Cía. habilitó como sus representantes en Cádiz a la casa de Abarzuza Hermanos, cuyos dos gerentes, Fernando y José de Abarzuza, compartían
con los socios de A. López y Cía su dedicación a la navegación trasatlántica y
el haberse enriquecido en Cuba. La sociedad Abarzuza Hermanos fue fundada en La Habana en la década de 1830 para dedicarse a «toda clase de negocios mercantiles por cuenta propia y en comisión».75 En pocos años, dicha
casa de comercio se convirtió en una de las más importantes de La Habana,
como demuestra la solidez patrimonial de sus dos gerentes, debido en parte
73
74
75
AHPA, protocolos notariales, Francisco Rovira y Serrante, manual de 1861, 10.04.1861.
MMB, fondo Compañía Trasatlántica, Reales Órdenes 7, 8, 9, 13, 15, 16, 23 y 28.
ANCU, Tribunal de Comercio, legajo 258.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
83
a su dedicación a la trata ilegal de esclavos.76 En 1845, sin embargo, trasladaron al puerto de Cádiz el centro de su actividad, dejando en Cuba al cargo de
sus intereses a la casa Peñasco Hermanos y Cía.77
La naviera de los Abarzuza les aseguraba un conocimiento de la línea
Cádiz-Antillas y especialmente del mundo portuario de La Habana. No
obstante, los gerentes de A. López y Cía. diseñaran la creación de una infraestructura propia tanto en Cádiz como en la capital cubana. En el caso
de Cádiz se trataba de conseguir el capital suf iciente para abrir una Casa
de Comercio propia amen de incorporar alguna persona de conf ianza.
Para lo primero, reformarían la escritura de la naviera, triplicando el capital social en noviembre de 1862.78 Y además crearían una nueva sociedad
(con el idéntico nombre de A. López y Cía. pero personalidad jurídica diferenciada) asociándose a Ramon Armero y Peñaranda y a Antonio Vinent y Vives.79 El primero, natural de Fuentes de Andalucía (Sevilla), era
hermano del que fuera entre 1848 y 1851 comandante general del apostadero de La Habana, Francisco Armero, cuyas estrechas relaciones con
López en Cuba se expresan en el nombre que éste eligió para su primer
buque de vapor: General Armero. El otro socio, el menorquín Antonio Vinent y Vives, formaba parte de una saga familiar de hombres de mar implicados profundamente en el tráf ico de esclavos, bien como capitanes de
buques negreros bien como factores de la trata en las costas de África, tal
como ha puesto de relieve recientemente Gustau Nerín (Nerín, 2015).
Con unos capitales acumulados merced a su dedicación a la trata africana, Antonio Vinent se instaló en Cádiz, en 1844, donde pasó a ejercer como
comerciante y como banquero. En aquella ciudad andaluza viviría durante
los siguientes dieciséis años; allí se hizo con un puesto tanto en la vida económica como política local: fundador de la Empresa Gaditana de Hilados y
Cirilo Villaverde en su novela Cecilia Valdés (cuya primera versión data de 1839) relaciona varios de
los más veloces buques dedicados entonces a la trata: «Ahí están el Feliz de Zuaznavar; la Vencedora de
Abárzuza; la Venus de Martínez, la Nueva Amable Salomé de Carballo; el Veterano de Gómez, y muchos
otros de fama»; cfr. Villaverde (1996), p. 185.
77 Constituida el 4 de enero de 1845 con un capital equivalente a 225.000 pesetas de las que 100.000
estaban representadas por la comandita de los hermanos Abarzuza Imbrechts; v. ANCU, Tribunal de
Comercio, legajo 258.
78 AHPNM, Sebastián Carbonell, manual de 1862, 12.11.1862; AHPC, protocolos notariales, Ramon
María Pardillo, manual de 1863, 24.03.1863. Se mantenían los mismos socios excepto Joaquín Eizaguirre. Y se incorporaba José Andrés Fernández Gayon.
79 AHPNM, Leon Muñoz y Miguel, manual de 1862, 06.12.1862: los socios de A. López y Cía. de Alicante junto con Armero y con Vinent «han acordado formar una sociedad mercantil en comandita
con la denominación A. López y Cía. y domicilio en la ciudad de Cádiz, la cual tendrá por obgeto [sic]
la consignación de los Vapores de los Sres. A. López y Compañía de Alicante, suministro de carbones
a los mismos y cualesquiera otros negocios que pudieran convenirla».
76
4. La naviera de Antonio López y Compañía (1857-1868)
84
Tejidos al Vapor en 1846, y accionista del Banco de Cádiz desde 1848, Vinent sería regidor del Ayuntamiento de la ciudad entre 1848-1851 y 18561860. En ese último año trasladaría su residencia a Madrid, donde se inscribiría como comerciante-banquero: en 1865-1866 le encontraremos entre los
cuatro principales banqueros particulares de la capital. En aquellas fechas
Vinent se había signif icado como un hombre del partido moderado: Diputado por Segura de la Sierra (Jaen) en 1862, donde compraría numerosos cortijos, y Senador vitalicio desde 1864, recibirá el título de Marqués de Vinent
cuatro años más tarde. Su asociación con la naviera A. López y Cía. le permitiría, en otoño de 1864, suministrar carbon y víveres a la escuadra española del Pacíf ico, negoció que culminó con un importante benef icio.80
No sólo el capital acumulado en Cuba había sido fundamental en la
génesis de A. López y Cía. sino que la actitud de sus gerentes de la naviera, quienes optaron siempre por elegir como corresponsales a comerciantes enriquecidos antes en Cuba, ilustra nuevamente el hábito entre los indianos de mantener y profundizar en la península las relaciones que antes
habían tejido en las Antillas. A partir del 1 de enero de 1863, A. López y
Cía. abrió, como digo, una casa propia en Cádiz.81 Al frente se hallaba
José A. Fernández Gayon, paisano y familiar de los hermanos Claudio y
Antonio López, llegado expresamente desde Santiago de Cuba. Las
250.000 pesetas que aportaría a la naviera provenían del capital que había
acumulado en su giro mercantil en la gran Antilla. El representante de A.
López y Cía. en La Coruña no sería otro que Eusebio da Guarda, socio
primero y gerente después de la razón comercial Viuda de J. Menéndez y
Cía edif icada con capitales acumulados en Cuba, también en buena medida merced al tráf ico de esclavos.82 Por otro lado, el representante de la naviera en Santander era el armador Angel Bernardo Pérez. Sus relaciones
con López se remontan, al menos, a la estancia de ambos en Cuba: entre
1848 y 1852 Angel Bernardo había actuado como agente de Antonio
López y Hermano en Cienfuegos donde vendía los esclavos que éstos le
remitían. De regreso a Santander, creó en 1853 la sociedad Pérez y García
dedicándose a la importación de maderas y bacalao de Noruega, primero
80 Vinent (1865). Al parecer, este negocio lo realizó a través de su comandita con A. López y Cía.
creada precisamente para el suministro de carbón.
81 BTG, fondo Compañía Trasatlántica, Varios A-22, Circulares de 01.12.1862 y 01.01.1863.
82 Alonso (1994). Las relaciones entre López y Da Guarda se remontan, al menos, a los primeros años
cincuenta del siglo pasado: en el balance f inal de Antonio López y Hermano de Santiago de Cuba
f iguraba una partida de 25.150 pesetas «en las espediciones que estaban pendientes de cuenta mitad
con E. da Guarda de la Coruña», v. AHPB, Ramon de Miquelerena, manual de 1863, 02.06.1863. Una
biografía de este comerciante de origen portugués en Meijide (1991).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
85
en bergantines noruegos e ingleses, y a partir de 1858 en sus propios veleros.83 Casado en 1861 con Carolina Eizaguirre, familia de los socios de A.
López y Cía., dos años más tarde empezaría a actuar como consignatario
de buques de otras casas, a la par que se incorporaba como consejero del
Ferrocarril de Isabel II y del Crédito Cántabro.
La quiebra de la casa Ortiz Vega en 1865 estuvo a punto de arrastrar
a Pérez y García a la suspensión de pagos, y si bien pudieron resolver
aquella delicada situación no es menos cierto que tardaron años en regularizar sus balances. La incorporación de Santander como puerto de salida
de los vapores de A. López y Cía. a partir de 1873 dará una nueva dimensión a la empresa. De hecho, López evitó tener que abrir una casa propia
en el puerto cántabro, tal como hiciera en Cádiz, al delegar todas sus funciones en la empresa de Pérez, acordando con él una reforma de la escritura social: el otro socio gerente, José García Alvaro, pasaba a ser comanditario (con una participación de 200.000 pesetas), y junto a Angel Bernardo
(también con 200.000 pesetas) se incorporaban Eduardo Pérez de la Riva
y -el futuro yerno de López- Joaquín del Piélago, ambos con un capital de
100.000 de pesetas. Las 400.000 pesetas restantes, hasta el millon escriturado, venía representado por la comandita de A. López y Cía.84
Volviendo al puerto de Cádiz cabe señalar que la creciente importancia de la línea of icial de las Antillas para la naviera López contrasta con el
declive de la primitiva línea del Mediterráneo; una línea que había pasado
a ser, y cada vez más claramente, una línea auxiliar de la principal que enlazaba Cádiz con La Habana. En consecuencia, Alicante tendría un interés cada vez más marginal para la naviera Antonio López i Cia. De esa
forma, fue en mayo de 1868 cuando la gerencia de aquella empresa se trasladó a Barcelona, habilitando a la razón Valle y Compañía (conformada
por sus antiguos dependientes) como sus consignatarios en el puerto levantino. Desde aquel preciso momento se conf iguró una estructura dual,
que ni siquiera la ulterior transformación en sociedad anónima modif icaría: la gerencia de la naviera estaba domiciliada en Barcelona, donde se tomaban las decisiones importantes, mientras que Cádiz albergaba una Delegación que se hacía cargo cotidianamente de todo lo concerniente a la
navegación transatlántica. Eso sí, los vapores de la naviera pasaron todos
entonces, en 1868, a la matrícula de Barcelona.
Uno de los hijos de Angel B. Pérez, Angel Federico Pérez Eizaguirre, escribiría en los últimos años
de su vida (en 1944) un ‘Historial de la sociedad PEREZ Y CIA. S.C.’, manuscrito, que abarca la historia de la empresa entre 1853 y 1907, centrándose en las incorporaciones de socios y dependientes y
en los cambios en la escritura social.
84 Libro mayor número 2 de ‘Angel B. Pérez y Cía’.
83
4. La naviera de Antonio López y Compañía (1857-1868)
86
5. En los años 1860:
de la euforia inversora
a la primera crisis
del sector
Si en la década de 1850 se podría
destacar la creación de cuatro navieras de vapor domiciliadas en Barcelona, puerto donde registraron sus buques, cuatro navieras que se sumaban
a la f irma pionera del sector (Navegación e Industria), al analizar los años
1860 cabe destacar, por el contrario, la primera (y profunda) crisis registrada en dicho sector. En aquella década tuvo lugar, de hecho, la desaparición de tres de aquellas primeras navieras de Barcelona: la f irma Bof ill,
Martorell y Cía, la Catalana de Vapores Costaneros y la Hispano Alemana
de Navegación por Vapor (o Mata Serra y Cía.). Esta última f irma fue,
precisamente, la primera en desaparecer. Y lo hizo tras un largo y complicado proceso.
5.1 La disolución de la
Hispano Alemana de
Vapores, la Compañía
Catalana de Vapores
Costaneros y Bof ill,
Martorell y Cía.
Volviendo a la f irma comanditaria
Mata Serra y Cía. (sucesora de la extinta Buenaventura Solá Amat y Cía.),
quiero recordar que sus socios acordaron, en mayo de 1858, convertirla en
una sociedad anónima, bajo el nuevo nombre de compañía Hispano Alemana de Navegación por Vapor. Aquella conversión no llegaría, sin embargo, a materializarse. Y es que las malas relaciones entre los dos directores provisionales de la naviera ( Juan Mata Vendrell y José Serra Clarós)
y la mayor parte de los socios comanditarios de la misma acabaron de estallar unos meses después de la adopción de dicho acuerdo. La def initiva
ruptura se produjo en el otoño de 1858 y tras la adquisición del vapor Cataluña (antes Calzedonia). Aquella compra se había realizado, cabe recordar,
sin el visto bueno de la Comisión Consultiva de la compañía. Y un nuevo
problema vino a sumarse, además, apenas unas semanas después haberse
verif icado: pronto aquel vapor Cataluña sufrió un grave accidente chocando en el Canal de la Mancha con el vapor inglés Melbourne. Un accidente
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
87
provocado, por cierto, por la impericia del capitán del vapor barcelonés
que obligó además a la Hispano Alemana de Vapores a repararlo, prácticamente recién comprado, y a desembolsar once mil duros más, a sumar al
coste de su reciente compra.
En aquel contexto y enfrentados sus dos gerentes, Mata y Serra, a la
Comisión Consultiva de la compañía tuvieron que arrostrar una agitada
reunión de socios, acaecida en mayo de 1859. Ambos presentaron entonces el balance de la naviera en su último ejercicio; y lo hicieron, además,
fuera del plazo reglamentario. Para más inri, los benef icios de aquel último ejercicio habían sido ciertamente pobres: apenas 2.316 duros repartibles entre los socios capitalistas de la naviera. En dicha reunión la Comisión Consultiva de la naviera informó al resto de socios de que no querían
aprobar, pero tampoco desaprobar, el balance y la gestión de los directores interinos de la empresa, provocando una situación que no estaba prevista en los Estatutos de la sociedad. Dada aquella anomalía, presentaron
entonces todos los miembros de dicha Comisión su dimisión y lo hicieron
de forma irrevocable, negándose además a la posibilidad de ser reelegidos.
Meses antes había dimitido, por cierto, aunque a título individual, otro de
los integrantes de aquella comisión, el socio Lorenzo Milá Mestre. La propuesta de los dimisionarios pasaba por elegir entonces una nueva Comisión Consultiva que quedaba explícitamente encargada de la tarea de aprobar (o no) la gestión de Mata y de Serra al frente de la naviera. Así se hizo,
siendo elegidos para tal cometido Lorenzo Milá Mestre (quien volvió a rechazar ostensiblamente el cargo, abandonando la reunión), Andrés Crusat,
Ramón Ribas, Miguel Caraf i y Pablo Sadó, como vocales titulares; y Pablo
Alba, José Angelet y Francisco Camps Artigas, como suplentes.85 Así acabó aquella agitada junta de socios: sin haber aprobado el balance de la
Hispano Alemana de Vapores ni la gestión de sus dos gerentes, los cuales
seguían ejerciendo además su responsabilidad de forma interina. Y con la
transformación de la misma en sociedad anónima pendiente de una resolución gubernativa que no acababa de llegar.
La nueva reunión de socios comanditarios de la empresa tuvo lugar
diez semanas después, el 7 de agosto de 1859. Unos cuantos socios presentaron, nada más empezar la reunión, una propuesta concreta. Lo hicieron
animados por la voluntad, decían, de no «entrar en cuestiones personales
y en desagradables debates que a nada conducen». Intentaban evitar, de
hecho, que la Comisión Consultiva presentase su informe, aunque no lo
85
AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1859, 2ª parte, fols. 113v-129v, 22.05.1859.
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
88
consiguieron. Y es que dicho informe resultaba ciertamente demoledor
contra la gestión de los dos Directores Interinos de la naviera, a quienes
acusaban de no haber «mirado lo suf iciente por los intereses de la sociedad», por lo que proponían rechazar las cuentas que ambos habían presentado. Les acusaban de haber realizado diferentes operaciones en perjuicio
de la masa común de socios y en benef icio, particular, de ambos gerentes.
Aquella junta tampoco aprobó las cuentas ni el balance, limitándose a elegir, por unanimidad, una nueva Comisión de siete socios que debía intentar zanjar las desavenencias señaladas con los dos gerentes y, en caso contrario, obrar contra ellos.86
En medio de tan turbulenta vida social, llegó la respuesta gubernativa a las pretensiones de transformar aquella sociedad en comandita en una
sociedad anónima, por acciones. Mediante una Real Orden, fechada en
Madrid el 10 de enero de 1860, el Ministerio de Fomento condicionaba la
aprobación de tal cambio a la introducción de ciertas modif icaciones en
los Estatutos presentados originariamente. Explicados tales cambios en
una nueva junta de socios, que se reunió en Barcelona el 14 de abril de
1860, se requería una aprobación unánime, por parte de todos los socios.
Una unanimidad que no fue posible: votaron, de hecho, en contra un total
de catorce socios, incluyendo sus dos gerentes, Serra y Mata. Tal como
dijo el Presidente de aquella reunión: «No habiendo unanimidad en la votación, quedó abandonado el proyecto de de constituirse en sociedad anónima».87 Allí mismo decidió convocarse una Junta General Extraordinaria
de socios, que se celebró f inalmente dos semanas después, el 28 de abril,
una nueva reunión que se celebró en la Lonja y que fue presidida por el indiano Miguel Biada Prats. Una agitada reunión que acabó con el único
pero relevante acuerdo de poner la sociedad en liquidación. Acordaron
también que los que debían dirigir dicha liquidación eran Policarpo Aleu
Arandez y Enrique Mayoral.88
Ahora bien, ni siquiera el acuerdo de disolución de la naviera acabó
con los sonados problemas de aquella empresa. A principios de 1860 el gobierno fletó sus vapores Barcelona y Cataluña (a razón de un alquiler mensual
de ocho mil y de diez mil duros, respectivamente). Uno de sus gerentes, sin
embargo, Juan Mata, quiso quedarse con los dieciocho mil duros cobrados
AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1859, 2ª parte, fols. 674v-694v, 07.08.1859. Los
miembros de aquella Comisión Consultiva fueron: Lorenzo Milá Mestre, Ramon Sala, Mariano Casi,
Miguel Caraf i, Antonio Valldejuli, Manuel Jaurés y Pablo Sadó.
87 AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1860, 2ª parte, 14.04.1860, fols. 325r-335v.
88 AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1860, 2ª parte, 28.04.1860, fols. 419v-430v.
86
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
89
en mayo de 1860, en lugar de ingresarlos en la caja de la sociedad, como
hubiera debido hacer. No contento, sacó además de dicha caja otros 9.707
duros cometiendo, por lo tanto, un desfalco cercano a las ciento cuarenta
mil pesetas. Cuando fue descubierto, Mata desapareció del mapa (o, por decirlo en palabras de Mayoral, dejó «de concurrir a la administración de la
empresa»). Aquellos hechos derivaron en un pleito ante el Tribunal de Comercio de Barcelona y provocaron una nueva junta de socios, celebrada el 1
de agosto de 1860. Una reunión en la que dimitieron todos los cargos de la
empresa, incluyendo sus liquidadores, y en la que se eligió una nueva Comisión con funciones ejecutivas, compuesta por nueve miembros: por Lorenzo Milá Mestre (su Presidente) así como por Mariano Casi, Isidoro Pons,
Ramón Sala, Antonio Valldejuli, Agustín Vidal, José Angelet, Manuel Jaurés y José Muntadas. A ellos les tocó decidir que hacer con unos vapores
que estaban varados en el puerto de Barcelona, completamente inactivos
tras el cese del convenio con el gobierno. 89 Una de las primeras decisiones
que tomaron fue nombrar dos nuevos liquidadores, cargos que correspondieron a Pedro N. Chopitea y a Miguel Mestre Cabañes.90 Ambos comprobaron pronto la mala salud de una empresa que había cerrado su último
ejercicio con unas pérdidas que superaban las 135.000 pesetas. De hecho,
en enero de 1860 la Comisión Liquidadora de la compañía daba por buena
una pérdida patrimonial de la empresa del 30 por 100.91
Unos meses después, en abril de 1860, los socios de la compañía Hispano Alemana dudaban todavía si seguir adelante con la conversión en
sociedad anónima o mantenerla como f irma comanditaria, aunque con
nuevos gerentes (sobre cuya personalidad no había tampoco unanimidad).
El capital suscrito en esa fecha era, por cierto, de 1.457.500 pesetas. Las
discrepancias internas y la dif icultad de transformar la naviera Hispano
Alemana en una nueva sociedad comanditaria impidieron, no obstante, la
continuidad de una empresa que acabaría liquidándose poco después.92
Sus tres vapores corrieron la misma suerte: el 19 de febrero de 1861 la casa
Albanés y Compañía, de Tarragona, compró el Barcelona, el Hamburgo y el
Cataluña por el precio conjunto de 830.800 pesetas, una operación realizada en sociedad con el comerciante gaditano Manuel Lloret. Por esa razón,
aquellos tres vapores pasaron a la matrícula de Cádiz, en junio de 1862.93
89
90
91
92
93
AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1860, 3ª parte, 01.08.1860, fols. 256v-271v.
AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1860, 4ª parte, 19.11.1860, fols. 394v-401r.
AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1860, 1ª parte, 29.01.1860.
AHPB, Fernando Moragas, manual de 1860, 2ª parte, 13.04.1860, 01.08.1860 y 19.11.1860.
Información sobre ... (1879), p. 256.
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
90
Si Juan Mata y José Serra habían sustituido a Buenaventura Solá
como gerente de la Hispano Alemana de Vapores, Gaudencio Masó Ruiz
de Espejo había hecho lo propio al suceder a Gaspar Roig Llenas en la gerencia de la Sociedad Catalana de Vapores Costaneros. Masó tuvo que
arrostrar, en consecuencia, los problemas legados por Roig y tuvo buscar
la forma de saldar las deudas de dicha compañía así como de terminar los
pleitos derivados de dichos impagos. Uno de aquellos litigios se estaba
viendo en Marsella y su def initiva resolución acabó siendo desfavorable
para los intereses de la empresa. Condenada, además, a pagar las costas
del juicio, el apoderado de la Compañía Catalana de Vapores Costaneros
en aquel puerto francés tuvo que aceptar el preventivo embargo del vapor
Indio para obligarles a hacer frente a las deudas si querían evitar su pronta
venta. La forma de resolver aquel contratiempo reveló la falta de entendimiento entre el nuevo gerente de la compañía, Masó, y el resto de socios
comanditarios. Estos últimos le habían otorgado su expresa autorización
para que pidiese un préstamo («con garantía de buques») que les permitiese recuperar la posesión del susodicho vapor. Aquel fue incapaz, no obstante, de conseguir fondos y se vio obligado a convocar una reunión para
informar a sus consocios de que «no se había podido lograr que el Banco
ni ninguna sociedad de crédito [de Barcelona] facilitase el dinero en atención a que sus estatutos no les permitían verif icar ningún préstamo con
garantía de buques y que exigían para hacerlo las f irmas de particulares».
Masó les venía a pedir, en consecuencia, que unos y otros avalasen con su
f irma (con su patrimonio) el préstamo, en cuestión. La respuesta que le
dieron entonces los comanditarios ilustra muy bien las profundas diferencias que seguían separando en aquella naviera a su único gerente de los
muchos socios capitalistas: af irmaron todos que ellos eran meros comanditarios y que, como tales, no podían «tomar ninguna parte en la administración de los bienes de la sociedad». Su única función era, según af irmaban, conceder al gerente autorización para que éste pidiese cantidades a
préstamo. Y se limitaron entonces a ratif icar dicha autorización.94 Cabe
añadir, por otro lado, que pese a tan delicada situación, alguna ulterior reunión de socios de la f irma Gaudencio Masó Espejo y Cía. no pudo celebrarse por falta de quórum.95
Otro nuevo pleito, sustanciado ante el Tribunal de Comercio de Barcelona, volvió a enfrentar a la Compañía Catalana de Vapores Costaneros
con la Maquinista Terrestre y Marítima. Dicha empresa les reclamaba casi
94
95
AHPB, Fernando Moragas, manual de 1859, 3ª parte, fols. 339v-341v, 03.10.1859.
AHPB, Fernando Moragas, manual de 1859, 3ª parte, fols. 529v-530r, 31.10.1859.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
91
20.000 pesetas «por la cuenta de trabajos y materiales empleados para los
vapores Indio y Negrito», en sendas reparaciones terminadas en noviembre
de 1859. También en aquel caso, como en el que se había sustanciado meses antes en Marsella, el tribunal mercantil falló en contra de la naviera
administrada por Masó.96 La Compañía Catalana de Vapores Costaneros
había nacido con un capital ciertamente escaso para sus objetivos, necesario sobre todo para comprar los dos buques pero insuf iciente para enfrentar cualquier otra eventualidad. Tampoco los escasos ingresos obtenidos
por la explotación de aquellos dos vapores alcanzaron para cubrir sus necesarias reparaciones y carenas. Sin recibir benef icios, los socios capitalistas no estuvieron dispuestos a hacer nuevas aportaciones más allá de sus
respectivas comanditas, fuese en la forma que fuese. Ni lo habían hecho
bajo la administración de Roig ni lo hicieron tampoco bajo la gerencia de
Masó. En tales circunstancias, la disolución def initiva de la f irma comanditaria Gaudencio Masó Espejo y Cía. parecía tan sólo cuestión de
tiempo.
Así, el 9 de diciembre de 1861 tuvo lugar la enésima reunión de los
socios de la Compañía Catalana de Vapores Costaneros. Se presentó entonces un informe elaborado por una reducida comisión de tres socios a
quienes una junta anterior había encargado de analizar, con detalle, la situación de la naviera. Sus conclusiones fueron tan claras como desesperanzadoras: «la sociedad había perdido aproximadamente un cincuenta y
cinco por ciento de su capital», de manera que aquellos tres socios propusieron aplicar uno de los pactos escritos «de la escritura de sociedad [y]
dieron la misma por disuelta». Según se aprecia, de hecho, en el «Inventario-balance de la Sociedad de Vapores Costaneros» f irmado cuatro días
antes, las pérdidas de la empresa ascendían a 43.900 duros (sobre un activo total cifrado en 98.744 duros). No cabe duda de que, desde el punto de
vista de la rentabilidad, aquella empresa naviera había resultado una inversión ruinosa para sus socios. Aquel último balance nos permite comprobar cómo la falta de liquidez de la f irma dirigida por Masó derivaba, en
buena medida, de la morosidad de la administración siendo así que el gobierno español era entonces el principal deudor de la compañía. Por eso,
uno de los socios más implicados en la sociedad, Juan Soler, «manifestó
que siendo el principal crédito que tiene la sociedad los 10.690 duros que
debe percibir del gobierno, quizás convendría que pasase una persona a
Madrid para apremiar el cobro de dicha cantidad». Una propuesta que se
96
ACA, Audiencia, Tribunal de Comercio, 2186.
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
92
acordó derivar a la recién creada Comisión Liquidadora de la naviera: una
comisión de tres miembros que estaba integrada por el gerente de la compañía, Gaudencio Masó, por su principal socio capitalista, Federico Maresch, y por el propio Soler.97
Las ulteriores gestiones de dicha comisión para una rápida venta de
los vapores Indio y Negrito no dieron ningún resultado. Mientras tanto, uno
de los acreedores de la empresa, un tal Contans, proveedor de carbón de
sus vapores, había conseguido que el 21 de enero de 1862 el Tribunal de
Comercio de Barcelona acordase proceder a una pronta venta judicial del
vapor Indio; una venta que debía hacer posible el cobro de una deuda que,
en su caso, ascendía tan sólo a 1.500 duros.98 La situación de la Compañía
Catalana de Vapores Costaneros seguía siendo, por lo tanto, desesperada.
Aún así, sus liquidadores negociaron con Constans y consiguieron detener
aquel inesperado e indeseado golpe paralizando la venta judicial de su
principal activo. Y en los meses siguientes siguieron intentando vender
(primero) y subastar (después) sus dos vapores, sin obtener ningún resultado positivo. F inalmente, fue el propio Gaudencio Masó Ruiz de Espejo
quien ofreció quedarse, a título particular, con la propiedad de los susodichos vapores: lo hizo en mayo de 1862 y acabó pagando por los mismos
20.200 duros. Para Masó aquella parecía ser una buena compra: su propio
gerente parece haberse aprovechado de la situación de quiebra técnica de
la susodicha naviera para obtener sus dos vapores a precio de saldo; no en
vano, en diciembre de 1861 La Maquinista Terrestre y Marítima había cifrado el valor conjunto de dichos dos buques en 35.550 duros (23.300 duros el vapor Indio y 12.500 duros el Negrito). Siendo así, Masó obtuvo ambos buques pagando apenas el 56 por 100 de su valor contable.
Prácticamente entonces, con aquella venta terminó, y de mala manera, la
historia de una naviera fundada cuatro años antes por un antiguo capitán
negrero de Vilassar de Mar que abandonó el barco a las primeras de cambio. Quienes habían conf iado en su proyecto y lo habían f inanciado con
sus capitales, acabaron perdiendo la mayor parte de su inversión.
Poco después de comprarlos, Masó rebautizó a aquellos dos barcos
como Gravina (ex Indio) y Galiano, (ex Negrito) y los siguió dedicando al comercio de cabotaje. Los capitanes de aquellos dos buques siguieron siendo
los mismos que habían trabajado para la Sociedad de Vapores Costaneros:
Fulgencio Pascual y Francisco Roca, en el Gravina y en el Galiano respecti-
AHPB, Fernando Moragas, manual de 1861, 4ª parte, fols. 463-466, 09.12.1861.
AHPB, Fernando Moragas, manual de 1862, 1ª parte, fols. 90v-91v, 28.01.1862; y fol. 102,
30.01.1862.
97
98
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
93
vamente. El sueldo de este último era, por cierto, de 240 pesetas mensuales.99 Ahora bien, pese a su ventajoso precio, asumir la nuda propiedad de
ambos buques implicaba también hacerse cargo de sus costosas reparaciones. El 13 de octubre de 1862 Gaudencio Masó f irmó un contrato con La
Maquinista Terrestre y Marítima mediante el cual dicha compañía iba a
ejecutar una profunda reparación del vapor Galiano (antes Negrito) «hasta
ponerlo en estado de navegación» que incluía el cambio de «sus dos calderas por otra nueva» y cuyo coste se cifró inicialmente en 8.600 duros o pesos fuertes, a pagar en sucesivos plazos. Sin capacidad f inanciera suf iciente, tuvo Masó que obtener fondos mediante la venta de un 20 por 100 de
la propiedad de dichos buques a un comerciante de Barcelona llamado
Agustín Martín. Así pudo pagar, ciertamente, una parte de aquellas necesarias reparaciones pero no todas. Además, el coste de la obra fue superior
al presupuestado siendo así que a principios de agosto de 1863, Gaudencio
Masó aún debía a La Maquinista Terrestre y Marítima un total de 7.325
duros.100
¿De dónde sacar tal cantidad? Lo que Gaudencio Masó hizo
entonces fue vender la mitad de su participación en los dos vapores a
su hermano Rafael, quien se convirtió en un nuevo copropietario de los
buques. El precio de aquella transmisión fue de dieciséis mil duros (o, si
se pref iere, de ochenta mil pesetas) lo que hacía suponer que el valor, según escritura, de ambos vapores se cifraba en doscientas mil pesetas, apenas la mitad del capital que había permitido la fundación de Gaspar Roig
y Cía. cinco años antes.101 Nacido también en Santiago de Cuba, el nuevo
copropietario de los vapores Gravina y Galiano, o sea, Rafael Masó Ruiz de
Espejo era, desde hacía ocho años, el cuñado de Antonio López y López,
promotor y principal gerente de la naviera Antonio López y Compañía,
como hemos visto. Uno y otro, Rafael Masó y Antonio López, se habían
casado en la capital catalana con dos de las hijas del acaudalado indiano
Andrés Bru Puñet, nacidas ambas en Santiago de Cuba; es decir, con Caridad y con Luisa Bru Lassús, respectivamente.
Al vender a su hermano Rafael (socio suyo, además, en la sociedad
familiar Rafael Masó e Hijos), Gaudencio Masó convirtió su personal
apuesta por la Sociedad de Vapores Costaneros en una cuestión de fami-
AHPB, Escribanía de Marina, Pedro M. de Fortuny, manual de 1863, 1ª parte, 21.02.1863, fols.
166-167 y 15.05.1863, fols. 376-377; ACA, Audiencia, Tribunal de Comercio, 684.
100 AHPB, Escribanía de Marina, Pedro M. de Fortuny, manual de 1863, 2ª parte, fols. 630r-633v,
01.08.1863. El dato de la participación de Agustín Marín lo tomó de Riera (1993), p. 190.
101 AHPB, Escribanía de Marina, Pedro M. de Fortuny, manual de 1863, 2ª parte, fols. 670-671,
14.08.1863.
99
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
94
lia. Necesitados, como digo, de fondos, entre julio y agosto de 1863 los
hermanos Masó vendieron su corbeta Viñet y su fragata Nueva Teresa Cubana a la f irma Viuda de Mataró e Hijo (y a Antonio Mataró Parés, de Lloret
de Mar) y a la sociedad Hijos de Mallol, respectivamente. Con aquellas
dos ventas obtuvieron la respetable cifra de diecinueve mil ochocientos
pesos fuertes, es decir, casi cien mil pesetas.102 Cabe suponer que merced a
dicha cantidad los hermanos Gaudencio y Rafael Masó Ruiz de Espejo
pudieron hacer frente a sus deudas con La Maquinista. En su caso, las
dif icultades derivadas de la gestión y las costosas reparaciones de los vapores Gravina y Galiano parecen haberles obligado a descapitalizar su empresa familiar; en otras palabras, las inversiones necesarias para mantener
su apuesta por la navegación a vapor les había obligado a buscar liquidez
desprendiéndose de algunos de sus veleros mercantes. Hubo aquí un claro
proceso de reinversión en la marina de vapor de unos capitales acumulados merced a la actividad de la marina velera catalana así como también a
una previa experiencia empresarial en Santiago de Cuba, desarrollada por
una familia de indianos originarios de Sitges.
Pese a sus esfuerzos, los hermanos Masó no consiguieron levantar la
ruinosa empresa de Vapores Costaneros. Los problemas f inancieros de la
misma les llevaron a un abierto enfrentamiento con uno de sus capitanes.
Así, el 18 de mayo de 1864 el capitán del vapor Galiano, Francisco Roca
F igueras, comunicó a la compañía su voluntad de dejar el mando del buque. Al romper su relación, la empresa le debía 3.425 pesetas «parte por
préstamos que les hiciera de mayor cantidad y parte por salarios». Roca
falleció poco después sin haber percibido tal cantidad. Tampoco la percibieron sus hermanas y herederas, quienes debieron acudir al Tribunal de
Comercio demandando a los deudores, los hermanos Masó Ruiz de Espejo.103 Ambos hermanos fueron asimismo incapaces de pagar una parte
del precio de construcción de su vapor Gravina (antes Indio) que la f irma
Gaspar Roig y Cía. había dejado sin pagar a La Maquinista; una deuda
que la Catalana de Vapores Costaneros había asumido al adquirir el buque y que ascendía, al menos, a 19.000 pesetas.104 De hecho, La Maquinista llegó a embargar el vapor Gravina, y sólo después de un complicado
proceso se pudo levantar el embargo y los Masó pudieron liquidar las
cargas del buque. F inalmente, no obstante, tampoco los hermanos Masó
102 AHPB, Escribanía de Marina, Pedro M. de Fortuny, manual de 1863, 2ª parte, fols 626-627,
03.08.1863 y 28.08.1863.
103 ACA, Audiencia, Tribunal de Comercio, expediente 684.
104 ACA, Audiencia, Tribunal de Comercio, expediente 2.186.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
95
Ruiz de Espejo pudieron mantener a flote aquel negocio derivado del impulso de Gaspar Roig y materializado en la Compañía Catalana de Vapores Costaneros. Se vieron obligados, en consecuencia, a vender sus dos
buques. El vapor Gravina, por ejemplo, fue vendido a la f irma asturiana
Oria y Pinilla (quienes lo rebautizaron como Eduardo) por 30.000 pesetas
(Riera, 1993: 190).
Otra de las f irmas navieras que desapareció entonces fue la de Bof ill
Martorell y Cía. Tras la rescisión, en 1862, del contrato of icial de conducción del correo a las Antillas aquella compañía supo abrir una nueva línea:
un servicio regular que conectaba la península con las islas Canarias. De
hecho, en sus buques se trasladaba entonces la correspondencia of icial con
destino al archipiélago.105 Su principal legado fue, no obstante, el varadero
que sus gerentes hicieron construir en el puerto de Barcelona, concretamente en la zona oriental del mismo, a espaldas del edif icio de Capitanía.
Hablo de una instalación de 86 metros de longitud, concluida en 1862,
que admitía la entrada de buques inferiores a mil toneladas, fuesen éstos
veleros o vapores. El varadero rindió a sus promotores moderados benef icios. En el primer semestre de 1873, por ejemplo, les permitió obtener
unas ganancias netas equivalentes al 4,5 por 100 de la inversión;106 a pesar
de la dudosa pericia de sus profesionales y de la escasa idoneidad de sus
instalaciones. No en vano, como recogió la prensa especializada unos
años después, «en el transcurso del tiempo que lleva funcionando [en el
varadero] se han tumbado dos o tres buques al subirlos así como a otros
les ha faltado la cadena del carro, cayendo al agua animados de una gran
velocidad». Por eso, en su reglamento sus promotores lo dejaban bien claro: «No se responde de averías».107
Ni la línea de Canarias ni el varadero ni el resto de iniciativas propias
de sus gerentes sirvieron para salvar a la compañía naviera. Así, cuatro
años después de dejar de prestar el servicio de las Antillas, en 1866, sus
socios acordaron iniciar la liquidación de la empresa. Aunque el proceso
de disolución de Bof ill Martorell y Cía. resultó menos traumático y turbulento que el registrado por la compañía Hispano Alemana de Vapor o por
la Gaudencio Masó Espejo y Cía. cabe señalar que resultó igualmente desastroso desde el punto de vista económico. Sus liquidadores anunciaron
públicamente el 11 de abril de 1867 la venta de «los vapores de hélice Be-
El Consultor (1863).
BC, Manuscritos, 1462/1, Correspondencia recibida por Manuel Martorell Peña, carta 142, remitida el 26.07.1873
107 Revista General de Marina, 1881, mayo, pp. 765-779: «Algunas noticias sobre factorías de máquinas,
machinas y varadero, en el puerto de Barcelona».
105
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5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
96
renguer y Almogavar de 1.000 toneladas de carga y máquinas de 230 caballos
y Tharsis y Pelayo de 600 toneladas y máquinas de 120 caballos».108 La subasta se realizó el 20 de mayo en las of icinas de la empresa, sitas en la calle Ancha. Y aunque los socios de Bof ill Martorell y Cía. conf iaban recibir
«proposiciones por junto» lo cierto es que únicamente un tal Jacinto Ballet
Aguilá se interesó por el vapor Tharsis, por el que ofreció «con todo lo que
contiene» la cantidad de 75.635 pesetas, una cifra inferior al valor de tasación que le habían otorgado los gerentes de la f irma. Los liquidadores de
Bof ill Martorell y Cía. aceptaron, no obstante, la propuesta de Ballet y le
vendieron enseguida el vapor Tharsis.109 El 21 de junio y el 22 de julio de
1867 volvieron a ofrecer en sendas subastas los tres vapores restantes, sin
que se presentase postor alguno. En una cuarta subasta, acaecida el 5 de
septiembre de 1867, un tal José Francisco Adam ofertó 150.500 pesetas
por el vapor Berenguer, si bien los liquidadores la rechazaron enseguida
«atendida la valoración del buque». A partir de entonces, cambiaron de estrategia: se vieron obligados a ir vendiendo, en diferentes lotes y por separado, el menaje y ajuar de los buques con la intención de convertir en efectivo una parte del activo de la naviera. Más éxito tuvieron al subastar los
títulos de deuda pública española que f iguraban en la cartera de la compañía, que se vendieron ajustados a su cotización real en plaza.110
El tiempo iba, sin embargo, en contra de la empresa. Así, el 12 de noviembre de 1867 el mismo José Francisco Adam ofreció 90.000 pesetas
por el vapor Almogavar «con sus máquinas, aparejos y demás accesorios».
Lejos de rechazarla –como habían hecho dos meses antes con la oferta
que Adam había hecho por el Berenguer-, los subastadores optaron por
trasladar la propuesta a la junta de socios de Bof ill Martorell y Cía. que
debía celebrarse el día siguiente.111 No obstante, tampoco entonces debieron aceptarla. De hecho, según la Comandancia de Marina de Barcelona
tanto el Berenguer como el Almogavar pasaron a la matrícula de Bilbao, en
julio de 1870; eso sí, con los nombres respectivos de Rita y José. El vapor
Diario de Barcelona, 19.05.1867, p. 4.756.
AHPB, José Falp, manual de 1867, 1ª parte, fols. 485-486, 20.05.1867; fols. 539-541, 25.05.1867.
110 AHPB, José Falp, manual de 1867, 1ª parte, fols. 677-678, 21.06.1867; 2ª parte, fols. 778-779,
22.07.1867; fols. 891-894, 05.09.1867; fols. 895-896, 06.09.1867; fols. 897-900, 07.09.1867; fols. 901903, 09.09.1867; fols. 989-990, 12.10.1867.
111 AHPB, José Falp, manual de 1867, 2ª parte, fols. 1105-1106, 12.11.1867. Tampoco se presentó postor alguno en la subasta, celebrada en Barcelona, del almacén que Bof ill Martorell y Cía tenía «situado
en el muelle de la ciudad de Las Palmas, junto con 4.700 quintales de carbón de Cardiff, más o menos,
existentes en el mismo», cfr. AHPB, José Falp, manual de 1867, 2ª parte, fols. 1133-1134, 30.11.1867.
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La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
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Pelayo se mantuvo en el registro de la capital catalana: «hoy [consignaba la
Comandancia de Marina en 1878, como] bergantin goleta de tres palos».112
Poco después de la liquidación de la naviera Bof ill Martorell y Cía.
sus dos gerentes decidieron emprender caminos diferentes. En enero de
1868 se disolvió la asociación empresarial entre Juan Manuel Bof ill y sus
cuñados, los hermanos Martorell. Miguel, Juan y Manuel Martorell Peña
se retiraron entonces del mundo de los negocios «para disfrutar tranquilamente del producto de sus bienes», mientras que Juan Manuel Bof ill Pintó
y su hijo Juan Bof ill Martorell optaron por crear la sociedad J. M. Bof ill e
Hijo.113 Tanto Juan como Manuel Martorell pudieron así secundar el afán
coleccionista de su hermano Miguel, fundador del actual Museu de Ciències Naturals de Barcelona, denominado inicialmente Museo Martorell de
Arqueología y Ciencias Naturales. Los Bof ill, por su parte, y singularmente los hermanos Juan y José Bof ill Martorell, se especializaron poco después en un negocio vinculado en cierta medida a la navegación a vapor:
acabaron convirtiéndose en los principales importadores de carbón de la
ciudad. En 1891, por ejemplo, controlaban una cuarta parte del carbón inglés arribado al puerto de Barcelona.114
5.2 Sorteando dif icultades:
la Sociedad de Navegación
e Industria (1853-1870)
Espoleados por la constitución, en
1852, de las navieras Bof ill Martorell y Cía. y Pablo Mª Tintoré y Cía, la
sociedad Navegación e Industria percibió pronto que era preciso seguir
avanzando si no querían verse desplazados por la competencia. Así, en diciembre de 1853 la Junta de Gobierno volvió a convocar a los accionistas
de la compañía con el objeto de proponerles un nuevo aumento de capital
«para la construcción o adquisición de dos buques de vapor de grandes dimensiones [...] porque habiendo aumentado considerablemente el alimento
de la línea con motivo de la rebaja de los fletes [decían], la sociedad necesita esta favorable circunstancia» para aumentar su actividad y hacerse con
una mayor cuota de mercado. Se trataba de un incremento del 50 por 100
del capital de la compañía, que debía pasar de diez a quince millones de
112
113
114
Información sobre .... (1879), p. 256.
AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1868, 1ª parte, 17.01.1868.
Revista de Navegación y Comercio, núm. 82, 10.03.1892.
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
98
reales, para afrontar la construcción, en astilleros británicos, de dos nuevos vapores. Y como el asunto era urgente y no podían esperar a la preceptiva autorización gubernativa, el incremento de capital no se verif icó
mediante la emisión de nuevas acciones sino que se hizo mediante la creación de 2.000 obligaciones, de 125 duros cada una, garantizadas por los
dos buques en construcción, con un interés garantizado al 8 por 100.115
Cuadro 14
ACCIONISTAS DE NAVEGACIÓN E INDUSTRIA (1853)
Marqués de Casa Fontanellas
210
Jacinto Riba
52
Manuel Lopetegui
50
Carlos Montagu
50
Canuto Carreras
50
Guille Hermanos
50
Compte y Cía.
50
Ramon Vieta
49
Ignacio Villavecchia
46
Joaquín Fontanals
43
Pablo Alegret Soler
28
Tomás Mer
24
Francisco Duhand
22
Francisco Noriega
20
Miguel Díaz de Brito
20
Marqués de la Cuadra
20
María Luisa Barata
19
Manuel Compte
10
Alejandro Bacardí
9
Cuenfare Guañabens
9
Pablo Valls
8
AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1853, 2ª parte, fols. 198-201, 15.12.1853; manual
de 1854, fols. 46-47, 28.01.1854.
115
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
99
Luis Villavecchia
5
Fernando Guañabens
5
Ramon de Matas
5
José Neto Darder
4
Carlos Mayoral
4
Francisco Puñet
2
Pablo Vila
2
TOTAL
866
FUENTE: AHPB, José Manuel Planas Compte, Manual de 1853, 2ª parte, fols. 198201, 15.12.1853
Aquella inyección de liquidez no debió de resultar suf iciente puesto
que quince meses después de dicha operación, Navegación e Industria se
vio obligada a vender a sus arrendatarios «las minas de ulla [sic] o carbón
de piedra que dicha sociedad tiene y posee en el término de Benisalem de
Mallorca» con todas sus pertenencias además de «los dos hornos que para
la elaboración de la cal tiene construidos en el término de Bellvedere desde los años de 1840 y 1842» así como «el almacén de carbón en el muelle
de Palma y la caballería, carro, herramientas y todas las demás cosas muebles o semovientes que la sociedad tiene para la explotación de las minas,
fabricación de gas y conducción o transporte del carbón».116 La venta se
hizo, con toda probabilidad, para obtener fondos con los que f inanciar la
compra de los dos nuevos buques. Así, apenas unas semanas después de
vender sus propiedades de Mallorca, la sociedad pudo en efecto abanderar
sus «dos [nuevos] vapores de hierro, máquina de hélice, construidos en Inglaterra, nombrados Europa y América».117 Ahora bien, lejos de resolver los
problemas de la empresa, la compra de aquellos dos vapores no hizo sino
agravar sus dif icultades f inancieras.
De entrada, la sociedad de Navegación e Industria fue incapaz de
abonar la totalidad del importe derivado de su compra de manera que un
año después de haberlos abanderado adeudaba todavía 12.324 libras esterlinas (es decir, 59.750 duros) a Mildred Goyeneche y Cía., la casa de comercio y banca de Londres que había f inanciado la construcción y la entrega de los buques Europa y América. La morosidad de la f irma catalana se
116
117
AHPB, José Manuel Planas Compte manual de 1855, 1ª parte, fols. 128-129, 23.02.1855.
AHPB, José Manuel Planas Compte manual de 1855, 1ª parte, fols 281-283, 30.05.1855.
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
100
justif icaba entonces, en palabras de su administrador, José Renart, «por
efecto de las calamitosas circunstancias que se han atravesado». De esa
manera, en mayo de 1856, Navegación e Industria se vio obligada a f irmar
diferentes letras de cambio y pagarés, a un 8 por 100 de interés, para liquidar su deuda en un plazo no inferior a dos años; obligándose además a
aplicar «a la extinción del crédito de los Sres. Mildred Goyeneche y Cía. lo
que el gobierno de Su Majestad Católica le entregue del cuarto plazo en
que debe satisfacerse el precio de la máquina de 120 caballos que [Talleres
Nuevo Vulcano] construyó para el [vapor de la armada] General Liniers» así
como las ganancias íntegras producidas por la explotación de los vapores
Europa y América.118 En la siguiente junta de accionistas de la compañía,
reunida en Barcelona en octubre de 1856, se aprobó un préstamo a favor
de la empresa de 75 pesos fuertes por cada una de sus acciones. Los prestamistas (es decir, los propios accionistas de la sociedad) tenían garantizada una ganancia anual del 6 por 100, es decir, de 4,5 pesos fuertes por
cada título. Merced a dicha operación f inanciera, Navegación e Industria
ingresó en sus arcas 105.000 pesos fuertes. Una cantidad con la que seguramente pudo acabar de pagar sus dos últimos vapores. A partir de entonces, el capital total de la empresa sumaba 855.000 pesos fuertes o, lo que
es lo mismo, 4.750.000 pesetas, de las cuales 2.500.000 eran propiamente
su capital social, 1.250.000 pesetas conformaban el capital-obligaciones de
la sociedad y las 525.000 restantes eran el préstamo otorgado por los propios accionistas para sortear las dif icultades.
En tal situación, y debiendo de abonar los intereses tanto del préstamo como de las obligaciones, no resulta extraña la incapacidad de Navegación e Industria de repartir dividendos entre sus accionistas. No lo hizo
ni en 1856 ni en 1857. Ni tampoco resulta extraña la evolución de la cotización de sus títulos en la bolsa de Barcelona; unos títulos cuyo valor de
mercado apenas superaba entonces el 50 por 100 de su valor nominal.119
Fue precisamente en aquella difícil coyuntura cuando los gestores de Navegación e Industria buscaron con ahínco la creación de sinergias con
otras compañías navieras. Así sucedió con la prestación del servicio of icial
de conducción del correo y de los soldados a las islas de Cuba y de Puerto
Rico como telón de fondo. Lo cierto es que la participación de la sociedad
AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1856, 1ª parte, fols. 321-324, 07.05.1856.
Almanaque del Diario de Barcelona para 1858, pp. 100-101: el 3 de febrero de 1857 las acciones de Navegación e Industria se cotizaban a 50,5 mientras que el 1 de abril de aquel año lo hacían a 52. Esta
realidad no era, en absoluto, un fenómeno generalizado en el sector de las compañías de navegación.
El 31 de marzo de 1857, por ejemplo, las participaciones en la empresa comanditaria Bof ill Martorell
y Cía. cotizaban a un 131,75 por 100 de su valor nominal.
118
119
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
101
de Navegación e Industria en dicha alianza empresarial tuvo, sin duda,
efectos positivos para su marcha. La cotización, por ejemplo, de sus acciones en la bolsa de Barcelona registró una clara tendencia alcista, mientras
prestaban el servicio of icial de conducción del correo a las Antillas.
Cuadro 15
COTIZACIÓN DE LAS ACCIONES DE NAVEGACIÓN E INDUSTRIA
(en % sobre su valor nominal)
31 diciembre 1859
26
30 abril 1860
46
31 octubre 1860
59
30 noviembre 1860
59
31 diciembre 1860
63
31 enero 1861
63
28 febrero 1861
63
31 mayo 1861
65
FUENTE: Almanaques del Diario de Barcelona para 1861 y 1862.
De aquella manera, en el año 1862 la sociedad Navegación e Industria pudo devolver a sus accionistas el préstamo de 75 pesos fuertes por
cada uno de sus títulos emitidos, eliminando así una de sus pesadas cargas
f inancieras. No pudo hacer lo mismo, sin embargo, con las 2.000 obligaciones que había suscrito en mayo de 1854; unas obligaciones, por cierto,
que eran las únicas de la plaza de Barcelona que no tenían una fecha prevista, f ijada con anterioridad, para su amortización. Después de varios
ejercicios sin repartir benef icios a sus accionistas, Navegación e Industria
repartió, en abril de 1863, un dividendo de 200 reales por acción, ofreciendo por lo tanto una rentabilidad neta del 4 por 100. Aquel mismo ejercicio la naviera de Bof ill Martorell y Cía. repartió benef icios equivalentes
al 16,4 por 100 de su capital mientras que la Línea de Vapores Hispano-Inglesa (o sociedad Pablo Mª Tintoré y Cía.) hizo lo propio por valor
de un 25 por 100 de su capital desembolsado. Quizás por ello la cotización de las acciones de Navegación e Industria volvió a tomar un curso
descendente, situándose de nuevo en el 50 por 100 de su valor nominal a
f inales de 1863. Lo peor, sin embargo, estaba por llegar. Me ref iero a la
acusada crisis f inanciera que sacudió la plaza de Barcelona en 1866. Una
coyuntura crítica que se llevó por delante, como vimos, a la f irma Bof ill
Martorell y Cía.
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
102
Aquella crisis afectó también, y mucho, a la sociedad Navegación e
Industria. El cronista f inanciero del Diario de Barcelona af irmaba, a f inales
de 1866: «la desolación y el espanto está pintado en todos los semblantes.
El año que termina ha sido funesto [...] La desolación es hoy completa». Y
calculaba, a continuación, el impacto de la crisis en diferentes empresas de
la capital catalana, competidoras algunas de Navegación e Industria: las
participaciones comanditarias de Pablo Mª Tintoré y Cía., por ejemplo, cotizaban, al acabar 1866, al 75 por 100 de su valor, las de Bof ill Martorell y
Cía., en liquidación, al 50 por 100 mientras que las acciones de La Maquinista Terrestre y Marítima lo hacían al 60 por 100 de su valor desembolsado. Al acabar, de hecho, 1866 las acciones de Navegación e Industria cotizaban solamente a un 10 por 100 de su valor nominal. Dicho en otras
palabras: tras la crisis f inanciera de 1866 el mercado catalán de capitales
valoraba en apenas 250.000 pesetas una empresa cuyo capital desembolsado, de 2.500.000 pesetas, multiplicaba por diez esa cantidad.120
Los gestores de la propia sociedad Navegación e Industria valoraron
así el impacto de aquella crisis: «Los buques se hallaban amarrados, sin
prestar servicio alguno y hasta sin encontrar quien quisiese comprarlos,
habiéndose llegado a pensar en su completo desguace, para ahorrar los
gastos de custodia y conservación; los talleres arrastraban una existencia
lánguida, dejando mezquinos benef icios que no compensaban ni con mucho el interés del capital [...] Los accionistas no cobraron benef icio alguno
y sus acciones llegaron a casi no tener valor alguno en el mercado».121 La
disolución, por cierto, de Bof ill Martorell y Cía. permitió que Navegación
e Industria les sustituyese como concesionarios del servicio of icial de vapores-correo entre la península y las Islas Canarias. Así, desde 1866, sus
vapores establecieron un servicio regular de comunicación con los puertos
canarios merced al cual la empresa recibía una subvención por parte de la
Hacienda pública, que se incorporó como una fuente de ingresos adicional. A pesar de aquella nueva fuente de negocio, la recuperación de la cotización de las acciones de Navegación e Industria fue muy lenta. Todavía
en 1869 la cotización de sus títulos osciló a un tipo medio del 19,5 por
100. Así, en la junta de accionistas de abril de aquel año, los individuos
presentes acordaron una profunda modif icación de los Estatutos sociales
y del Reglamento de la empresa, incluyendo una notable disminución de
su capital. Los accionistas de Navegación e Industria acordaron, de hecho,
Almanaque del Diario de Barcelona para el año 1867, pp. 110-111.
Memoria de la Junta de Accionistas de la sociedad Navegación e Industria ..., 10 de marzo de 1881; recogida
por F. Cabana (1992), p. 52.
120
121
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
103
reducir el capital de la compañía en un 40 por 100, haciéndolo pasar de
2.500.000 pesetas (en que había quedado f ijado en mayo de 1850) a
1.500.000 pesetas, en que se f ijó en abril de 1869. La reducción tuvo lugar
merced a la conversión de las antiguas acciones nominales de 5.000 reales
de vellón (o sea, de 1.250 pesetas) en nuevas acciones al portador de 3.000
reales (o 750 pesetas). Un canje que se verif icó en febrero de 1870.
También, como veremos a continuación, la sociedad naviera Pablo
María Tintoré y Cía. adoptó una estrategia similar de reducción de su capital social. Lo hizo, sin embargo, unos años después que Navegación e
Industria. En ambos casos, la reducción del capital se vio como una forma
de superar la crisis registrada en la década de 1860.
5.3 La Sociedad
Comanditaria Pablo M.
Tintoré y Cía (1862-1876)
La concesión, en 1861, del servicio
of icial de conducción de la correspondencia (así como del traslado subvencionado de los funcionarios y soldados) entre la península y sus colonias
de Cuba, Puerto Rico y, entonces también, Santo Domingo, a favor de la
naviera A. López y Cía., signif icó un duro golpe para las f irmas que se habían asociado, tres años antes, para su prestación, domiciliadas las tres en
la capital catalana. Aquella decisión tuvo, desde luego, un notable impacto
en la marcha de la Sociedad en Comandita Pablo M. Tintoré y Cía. Como
estamos viendo y en contraste con la euforia registrada en los años 1850 en
el sector de la marina mercante de Barcelona, la ulterior década de los años
1860 estuvo marcada por un escenario de recesión, un escenario que también afectó, y de manera clara, a la Línea de Vapores Hispano Inglesa. Uno
de sus efectos más notables fue el proceso de contracción de su capital social, el cual se produjo mientras se prorrogaba la vigencia de la compañía.
El plazo f ijado para la duración de la f irma Pablo María Tintoré y
Compañía, Sociedad en Comandita, según la escritura fundacional f irmada el 28 de noviembre de 1852, era de doce años que vencían en noviembre de 1864. Meses antes de vencer dicho plazo tanto su único gerente
como la totalidad de sus socios comanditarios acordaron que preferían
prorrogar la compañía antes que disolverla. Así lo hicieron en una reunión
acaecida el 14 de diciembre de 1863, en la cual eligieron también a una reducida comisión de socios a quienes otorgaron el mandato de estudiar si
convenía introducir alguna reforma en la futura escritura de prórroga.
F inalmente, una nueva junta de socios ratif icó, el 17 de marzo de 1864, dichos acuerdos incorporando «alguna ligera modif icación» entre sus pactos
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
104
sociales. Aquella misma noche, además, el gerente Pablo María Tintoré
f irmó la venta del vapor Ebro a la sociedad Casanovas y Compañía, por el
precio de 135.000 pesetas «pagadero parte en acciones de [dicha] sociedad
(...) y parte en metálico a plazos». Y a continuación inició las gestiones precisas para comprar un nuevo vapor «de grandes dimensiones para poder
atender a la línea de Inglaterra (...) creyendo que con los fondos que actualmente posee la compañía y con los que vayan entrando» podrían comprarlo sin exigir nuevas derramas a los socios. Contaba, además, Tintoré con
las 200.000 pesetas que conformaban el fondo de reserva de su naviera.
En mayo tuvieron lugar dos nuevas reuniones de socios: la primera, el día
6, en que los comanditarios validaron, por una amplia mayoría, el acuerdo
de compra del nuevo vapor y supieron que tenían la puerta abierta para
participar, o no, de manera individual en la propiedad del nuevo buque; y
la segunda, el día 30, cuando se formalizó legalmente la prórroga social
(por otros doce años más, hasta el 29 de noviembre de 1876).122
A la hora de establecer el capital social de la nueva Pablo M. Tintoré y
Cía., S. en C. (o Línea Hispano Inglesa de vapores) acordaron f ijar «el que
resulte del valor que tengan los vapores que esta adquirirá de la antigua
sociedad de Pablo María Tintoré y Compañía, cuyo valor será el que resulte de la liquidación de la misma». Y el valor de mercado de dichos buques
lo tenían que establecer varios peritos, quienes debían valorarlos como si
los pusiesen efectivamente en venta. F ijado dicho capital, éste se debía dividir entre las 1.200 cédulas que seguirían conformando y representando
el capital de la empresa. Pablo María Tintoré Pastor aprovechó además
aquella escritura de prórroga para incorporar como gerente de la naviera a
su hermano Joaquín. Así, a partir del otoño de 1864 fueron dos los directores de la Línea Hispano Inglesa: los hermanos Pablo M. y Joaquín Tintoré. El proceso de prórroga de la naviera culminó el 25 de abril de 1865,
cuando quedó f ijado tanto el valor total de la empresa como el de sus cédulas comanditarias. La prórroga social sirvió, de hecho, para reducir el
capital de la naviera Tintoré en un 25 por 100 respecto al que sus socios
habían f ijado siete años antes, en marzo de 1857, pasando de 2.010.000 a
1.500.000 pesetas. Aquella sensible disminución se practicó mediante la
reducción de una cuarta parte del valor asignado a sus 1.200 cédulas comanditarias (las cuales pasaron de evaluarse en 1.675 pesetas, cada una, a
hacerlo en tan sólo 1.250 pesetas).123
AHPB, José Falp, manual de 1864, 1ª parte, fols. 3339r-342r, 06.05.1864; fols. 415r-422v, 30.05.1864.
APJMTB, Línea de Vapores Tintoré, caja escrituras, «Escritura de f ijación del capital (...) autorizada por D. José Falp», 25.04.1865.
122
123
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
105
Aún así, la naviera Tintoré acabó teniendo más suerte que la Hispano
Alemana de Vapores, la sociedad Catalana de Vapores Costaneros y la
propia Bof ill Martorell y Cía, que, como vimos, acabarían desapareciendo.
Esta última acordó su disolución en 1866, un año después de que hubiese
culminado la reducción en el capital social de la sociedad Pablo M. Tintoré y Cía. También la otra naviera que acabó sobreviviendo a dicha coyuntura lo pudo hacer al adoptar una estrategia similar a la que había marcado la naviera Tintoré: en abril de 1869 Navegación e Industria redujo su
capital en un 40 por 100, pasando de 2.500.000 pesetas a 1.500.000 pesetas. A partir de aquella fecha ambas f irmas, por cierto, Navegación e Industria y Pablo M. Tintoré y Cía., tendrían el mismo capital social.
El 21 de marzo de 1870 tuvo lugar una junta de socios de la naviera
Tintoré. La reunión se produjo en los bajos de la casa que Tintoré poseía,
en la entonces calle de Mendizabal (hoy Junta de Comerç) y que actuaba
como domicilio social de la empresa. Una empresa que acreditaba la propiedad de cuatro buques: los vapores Duero, Ter, Tajo y Francolí (y que seguía
también gestionando la marcha del vapor Ebro cuyos resultados contabilizaban, sin embargo, aparte). Aquellos cuatro vapores se valoraban, en su
conjunto, en 1.565.000 pesetas (o sea, un valor que superaba ligeramente,
en un 4,3 por ciento, el capital social de la naviera, f ijado en 1.500.000 pesetas). Cada uno de aquellos cuatro barcos acostumbraba a realizar una
media de cinco viajes redondos al año entre Barcelona y Liverpool, con un
consumo medio de unas 360 toneladas de carbón por cada viaje redondo.
Las principales mercancías que cargaban, por cierto, entre España e Inglaterra eran naranjas, uvas, pasas y aceite. A la vuelta de Liverpool, sus bodegas no venían siempre completas de manera que se veían obligados a parar en Huelva y allí cargar minerales con destino a Barcelona. De manera
ocasional, fletaban también aquellos cuatro vapores en viajes no regulares
hacia los principales puertos del mediterráneo español, o de levante. Sabemos también que los benef icios brutos correspondientes al ejercicio de
1869 se situaron en torno a las 195.000 pesetas, es decir, un 13 por 100 de
su capital desembolsado. Aún así, se lamentaba Pablo M. Tintoré de que
dicho resultado «no ha sido tan satisfactorio como hubiéramos deseado,
tanto por los bajos fletes de salida de Liverpool como por la falta que este
año ha habido en los principales artículos de exportación».124
Aquella no fue, desde luego, una junta cualquiera. De hecho y con el
visto bueno de la Comisión Consultiva (compuesta entonces por Narciso
124
AHPB, José Falp, manual de 1870, fols. 263r-272r, 21.03.1870.
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
106
Castells, Ramón Sala y Cristóbal Taltavull), la gerencia propuso a los socios capitalistas la compra de una nueva maquinaria para los vapores Tajo
y Ter, lo que suponía invertir 250.000 pesetas en cada buque; así como un
profundo arreglo de las calderas y máquinas del vapor Francolí, con un
coste previsto de 125.000 pesetas. Pablo M. Tintoré justif icaba la adquisición de una nueva maquinaria para los vapores Ter y Tajo no sólo por su
obsolescencia (las calderas del Tajo tenían, por ejemplo, catorce años) sino,
sobre todo, por la voluntad de incorporar a dichos buques la tecnología
más moderna del momento, ahorradora de carbón y de espacio así como
también de fuerza de trabajo. Una tecnología reciente que se estaba generalizando en los buques ingleses.
Según palabras del propio Tintoré: «Atendido los adelantos hechos
en la construcción de máquinas llamadas de doble cilindro, que consumen
sólo una mitad de carbón poco más o menos dando igual fuerza hace que
en benef icio de nuestros intereses no aconsejemos el cambio de calderas
sino la sustitución en nuevas máquinas». En el caso de vapor Duero (cuyas
calderas tenían también catorce años), af irmaba Tintoré no haber tomado
ninguna determinación, a la espera de informes técnicos: «No aconsejamos hacer lo mismo con el Duero hasta que el ingeniero nos dé su opinión
para poder acordar si sería más conveniente su venta o el completo cambio de sus máquinas y alteraciones necesarias». Como se trataba, en
def initiva, de acometer una crecida inversión por valor de 625.000 pesetas, equivalente al 41,6 por 100 del capital desembolsado de la naviera, resultaba preciso buscar recursos extraordinarios. A propuesta de la gerencia, los socios capitalistas acordaron la emisión de 1.200 obligaciones de
500 pesetas cada una, al 8 por 100 de interés, que podían ser suscritas por
ellos mismos, a razón de una obligación por cada cédula de participación
en la naviera. Unas obligaciones que deberían quedar, por cierto, completamente amortizadas en cinco años.125 En otras palabras, quienes aportaron la f inanciación necesaria para la adopción de aquellas innovaciones
tecnológicas fueron los propios socios capitalistas de la empresa, sin que
aquella tuviese que buscar recursos externos en forma de créditos o tuviese que colocar obligaciones en el mercado secundario, entre personas ajenas a la sociedad. Fue entonces también cuando los hermanos Pablo María y Joaquín Tintoré Pastor, como directores de la naviera, apoderaron a
Policarpo Pastor Ojero, vecino de Madrid, con el objeto de «celebrar cualesquiera contratas con el gobierno de la Nación (...) conducción de tropas,
125
Ibidem.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
107
Vapor Ebro de la naviera Pablo M. Tintoré y Cia. Pintura al oleo.
Autor desconocido. (Museu marítim de Barcelona).
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
108
Vapor Duero de la naviera Pablo M. Tintoré y Cia. Pintura al oleo.
Autor desconocido. (Museu marítim de Barcelona).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
109
utensilios u otros efectos y demás que convenga transportar a cualesquiera puntos por medio de los vapores Ter, Tajo, Duero y Francolí».126 Como habían hecho entre 1858 y 1861, al participar en la explotación del servicio
of icial de los vapores-correo a las Antillas, intentaron entonces que los
buques de su naviera pudiesen participar de algún remunerador contrato
con el Estado.
Quiero llamar la atención, por cierto, de la intervención de uno de los
socios comanditarios en la reunión de 21 de marzo de 1870, cuyo exhorto
puso de relieve la escasa conf ianza de Pablo M. Tintoré en la industria de
construcciones mecánicas de Barcelona. Me ref iero al indiano Luis Fontanals del Castillo, quien tomó la palabra para sugerirle a Tintoré «que en el
caso de llevarse a cabo dicho cambio de máquinas procurase que fuesen
estas construidas, si era posible, dentro de la nación y no en el extranjero,
a f in de favorecer la industria del país. A cuya observación contestó el referido sr. Gerente [según consta en el acta de aquella reunión] que por
mucho que era el deseo que tenía de favorecer nuestra industria se vería
en la precisión de acudir al extranjero por carecer nuestro puerto de medios con que poder conseguir la prontitud y facilidad que requiere el interés de la sociedad».127 Sea como fuere, los planes de Tintoré tiraron adelante con la aprobación de los socios capitalistas de su naviera y en un
plazo (previsto) de seis meses pudieron acometerse aquellos cambios profundos en la maquinaria de sus buques Ter, Tajo y Francolí. Es más, apenas
cinco años después, la Línea Hispano Inglesa de vapores había sido capaz
de digerir aquel gran esfuerzo f inanciero y todos sus socios se habían reintegrado de las cantidades prestadas. Y mientras tanto no habían dejado
de repartir dividendos entre sus socios.
Así, en la asamblea general ordinaria del 28 de noviembre de 1876 (la
última de aquella primera etapa en la historia de la Línea Tintoré), su fundador pudo presentar un plácido balance, tanto de su último ejercicio
como de los veinticuatro años de marcha de una naviera que llevaba su
nombre. Lo hizo acompañado de su sobrino Joaquín María Tintoré Mercader (quien fungía como heredero de su padre, el otrora gerente de la
empresa Joaquín Tintoré Pastor). Amortizadas completamente las 1.200
obligaciones que había emitido la sociedad en 1870 «para cambiar las máquinas antiguas de los vapores por otras nuevas de sistema económico» y
retirada la asignación prevista como remuneración preceptiva de los gerentes y de los miembros de la Comisión Consultiva, repartieron entonces
126
127
AHPB, José Falp, manual de 1870, fols. 308r-311r.
AHPB, José Falp, manual de 1870, fols. 263r-272r, 21.03.1870.
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
110
entre sus socios la suma total de 96.000 pesetas, a razón de 80 pesetas por
cada cédula (ofreciendo, por lo tanto, a sus inversores en aquel ejercicio
una rentabilidad neta del 6,4 por 100). En el momento de proceder a la disolución jurídica de aquella primera sociedad, Pablo M. Tintoré quiso «recordar que durante tan largo tiempo [veinticuatro años] jamás se había
turbado en lo más mínimo la buena armonía que desde un principio se
había establecido» entre los socios. Y uno de los miembros de la Comisión
Consultiva, Narciso Castells, «observó que en ninguno de los años de duración de la Compañía dejaron de repartirse benef icios. Y que ha llegado
la misma a su término dejando los vapores en disposición de continuar
navegando, cosa que en pocas compañías acontece», concluía satisfecho.
Unos y otros nombraron, a continuación, como liquidadores de la referida
sociedad comanditaria a los socios Antonio Rovira Borrell y Cristóbal
Taltabull Mascaró, gerente de La Propagadora del Gas, el primero y un
connotado naviero de la ciudad, oriundo de Menorca, el segundo.128
Aquella liquidación debe entenderse como un proceso de cambio tan
sólo en el plano jurídico. Un proceso que sus gerentes aprovecharon para
resolver dos problemas. El primero (y más importante) tenía que ver con
los menores herederos de algunos socios comanditarios, ya difuntos.
Cuando un socio de la f irma Tintoré fallecía, su comandita pasaba a sus
herederos (a menudo, menores de edad) cuyos tutores o curadores no podían o no querían ni ceder ni vender dicho capital comanditario y se limitaban a dejar que los menores lo usufructuasen (en algunos casos de forma
colectiva y proindivisa). Tampoco habían podido concurrir a la compra de
nuevas cédulas, las cuales representaban la porción de cada socio en la propiedad compartida de cada uno de los nuevos vapores de la empresa. En
veinticinco años fueron, de hecho, varios los socios que habían fallecido y
el problema había ido creciendo, ejercicio tras ejercicio, cual bola de nieve.
Poco antes de vencer el plazo de la sociedad, Pablo M. Tintoré se puso en
contacto «con algunos tutores de varios menores comanditarios de la
Compañía, los cuales le habían expresado que según dictamen de sus abogados no podían proceder a la venta de las comanditas de sus representados sin acudir a los tribunales y como semejante tramitación había de resultar demasiado gravosa, habían creído conveniente guardar una actitud
pasiva, esperando la terminación de la compañía». Proceder, por lo tanto, a
la liquidación jurídica de la compañía era la mejor manera de resolver aquel
problema, para todos. Y de evitar inconvenientes similares, en un futuro.
128
AHPB, José Falp, manual de 1876, 4ª parte, fols. 2761-2765, 28.11.1876.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
111
Así, acabó dándose por disuelta la primitiva Pablo M. Tintoré y Cía., sociedad en comandita, para crear, en su lugar, una nueva Pablo M. Tintoré y
Cía., sociedad comanditaria por acciones. Al hacerlo, aprovecharon también para proceder a una nueva y signif icativa reducción del capital social
de la susodicha naviera, del orden del cuarenta por ciento; un capital que
pasó entonces de 1.500.000 a 900.000 pesetas. No todos los socios aceptaron el plan inicialmente propuesto por el gerente y por la comisión liquidadora (cuya aprobación hubiese requerido una total unanimidad) de manera
que los dos liquidadores, de acuerdo con Tintoré, se vieron obligados a entregar a cada uno de los socios que quiso retirarse entonces de la empresa
un 53,65 por 100 del valor nominal de sus cédulas, en efectivo, por los benef icios del último ejercicio y, sobre todo, como retorno del caudal invertido «atendido al demérito de los vapores, cuyo pago se hará la mitad al contado y la otra mitad a los noventa días. Y a los socios que quieran
continuar en el negocio [informaban a continuación], les serán entregados
los benef icios correspondientes al expresado balance y además les serán
aplicados 3 acciones de 500 pesetas nominales cada una, de las 1.800 acciones de que contará la sociedad transformada por cada dos mil docenteavas partes de capital que tengan en la antigua». El proceso de transición de
la primitiva razón social a la nueva culminó, en el plano jurídico, en la junta de socios reunida en Barcelona el 18 de mayo de 1877.129
5.4 De la vela al vapor: los
hermanos Plandolit y
Joaquín Gurri
La inversión necesaria para la compra
de uno o varios vapores provocó que la práctica totalidad de las navieras de
buques del vapor domiciliadas en Barcelona (con la excepción de la sociedad
colectiva A. López y Cía.) se constituyesen como sociedades de responsabilidad limitada: una como sociedad anónima (la f irma Navegación e Industria)
y el resto como sociedades comanditarias o comanditarias por acciones. El
principio de responsabilidad limitada junto a las bondades de la asociación
de capitales hicieron posible acometer la inversión necesaria para la compra y
explotación de los buques de vapor matriculados en Barcelona. Hubo también, no obstante, un número restringido de particulares quienes acabaron
129
AHPB, José Falp, manual de 1877, 2ª parte, fols. 1721-1740, 18.05.1877.
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
112
ejerciendo como armadores de buques de vapor. Venían, en algún caso, del
mundo del comercio marítimo, como los hermanos Plandolit mientras que
en otro caso, el de Joaquín Gurri, procedían de la importación de maderas.
Unos y otro apostaron, de hecho, por la navegación a vapor.
Los hermanos José Rafael y Pedro José Plandolit Matamoros (natural
este último «de la Ciudad Real de Chiapas en el Reino de Mégico») constituyeron en Barcelona, en noviembre de 1840, la f irma Plandolit Hermanos, una empresa que se creaba para continuar los negocios que su común
padre venía desarrollando en la capital catalana, tras su regreso del exilio,
en Francia y en México. Dos años después, en 1842, se incorporaba a la
f irma familiar un tercer hermano, Nonito Plandolit Matamoros. Poco
después, con la transformación de la Compañía Catalana de Vapor en la
sociedad anónima Navegación e Industria, José Plandolit se incorporó
como uno de sus accionistas, apareciendo públicamente como individuo
de su «dirección». Le tocó, por ejemplo, junto al tambien accionista Ramón de Martí, formar parte de la pequeña comisión encargada de revisar
los balances y de formar los inventarios que se presentaron en la junta de
socios en el segundo ejercicio social.130 Tras la muerte, años después, de
José Rafael Plandolit, sus dos hermanos reformaron, en diciembre de
1858, la escritura social haciendo constar que el capital de la empresa ascendía entonces a 550.000 pesetas.131 En esa fecha Pedro José Plandolit
era uno de los tres directores de una importante compañía aseguradora de
la ciudad, el Lloyd Barcelonés de Seguros Marítimos. Otro de los directores era, precisamente, Pablo María Tintoré.132
La f irma Plandolit Hermanos acreditaba, de hecho, una gran actividad
en el comercio marítimo, sobre todo con América. No en vano, sus vínculos
con México habían permitido a los Plandolit participar de forma destacada
en la red de comercialización de algodón del sur de los Estados Unidos que,
pasando por Matamoros y por La Habana, llegaba a Barcelona en plena guerra civil norteamericana (y, por lo tanto, en plena fam de cotó), burlando así el
cerco naval impuesto por la armada yankee a puertos exportadores como el
de Nueva Orleans.133 Una parte de esa actividad importadora (y exportadora)
la desarrollaban en sus propios buques. Así, a la altura de 1857 tanto José
Plandolit, a título particular, como la casa Plandolit Hermanos f iguraban en
130 Navegación e Industria. Memoria leída por el administrador de esta sociedad en la Junta General de socios y accionistas del 31 de marzo de 1845.
131 AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1858, fols. 382-386, 14.12.1858.
132 AHPB, Ramon de Miquelerena, manual de 1857, 1ª parte, 29.05.1857.
133 AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1866, fols. 429-430, 16.08.1866; fols. 519-520,
23.10.1866; fols. 573-574, 20.11.1866 y fols. 623-624, 12.12.1866.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
113
el listado que recogía las 80 f irmas navieras de Barcelona, listado en el que
se recogían «las casas dueñas de buques o de parte de ellos» domiciliadas en
la capital catalana.134 Y es que tres años antes, concretamente en septiembre
de 1854, José Plandolit había matriculado en Barcelona el vapor Mahonés, un
buque de 164 toneladas de arqueo totales y 78 toneladas libres para la carga,
construído en Inglaterra. Resultó ser aquel el noveno buque de vapor inscrito en el registro de la capital catalana, tras los cinco primeros buques de la
Compañía Catalana de Vapor-Navegación e Industria, los dos primeros vapores de Bof ill, Martorell y Cía. y apenas tres meses después de que Pablo
María Tintoré y Cía, S. en C., matriculase su primer buque en Barcelona.135
En julio de 1861 los Plandolit matricularon en Barcelona un segundo
buque, la corbeta Olimpia, un velero de 350 toneladas de porte de las que 303
se reservaban para la carga. Era, sin duda, un buque de gran porte, valorado
en 1866 en 100.000 pesetas.136 Lo cierto es que la actividad empresarial de
los hermanos Plandolit Matamoros les permitió incrementar notablemente
tanto su patrimonio como el capital de su empresa. En menos de ocho años,
entre diciembre de 1858 y septiembre de 1866, el capital de Plandolit Hermanos se había triplicado, pasando de 550.000 a 1.555.000 pesetas.137 Una parte
de aquel incremento patrimonial había permitido a los hermanos Plandolit
hacerse con la propiedad de un segundo buque de vapor, de mayores dimensiones, capacidad y potencia que su primer vapor Mahonés: me ref iero al vapor María, un barco «de porte 770 toneladas de total cabida y 470 líquidas
para la carga», cuyas máquinas acreditaban una fuerza de 500 caballos, construído en unos astilleros de Glasgow, matriculado en enero de 1863 en la capital catalana y valorado, tres años después, en 400.000 pesetas.138
En septiembre de 1866 falleció en Barcelona el mayor de los hermanos, Pedro José Plandolit. El pequeño, Nonito Plandolit Matamoros, se
mantuvo como el único gerente de una empresa que, a partir de entonces,
adoptó una nueva razón social, Plandolit y Cía. Diez años después, en
1876, la veterana casa Plandolit quebraba. Terminaba entonces una larga
aventura empresarial que les había llevado del comercio a la navegación a
El Consultor (1857).
Información sobre ... (1879), p. 256.
136 ACA, Hacienda, Volúmenes, 12.608 (1862), donde se recogen los dos buques de Plandolit Hermanos. La valoración de la corbeta Olimpia en: AHPB, Escribanía de Marina, Pedro M. de Fortuny, manual de 1866, 1ª parte, fols. 502-503, 12.06.1866.
137 AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1866, fols. 467-471, 18.09.1866.
138 AHPB, Escribanía de Marina, Pedro M. de Fortuny, manual de 1866, 1ª parte, fols. 119-120,
05.02.1866. La fecha de su inscripción en la matrícula de Barcelona en: Información sobre ..., p. 256. Allí
aparecen datos del arqueo del buque, según el cual el vapor María desplazaba 1.047 toneladas y podía
reservar 533 toneladas netas para la carga (Método Ciscar).
134
135
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
114
vapor: el primer vapor de los Plandolit, el Mahonés, acabó en manos del armador Cayetano Acuña, de Almería, que le dio su apellido, rebautizándolo
como Acuña, mientras que el vapor María lo acabó comprando Pedro
Miró Granada, un armador de Palma de Mallorca.139
Más suerte que Nonito Plandolit tuvo otro hombre de negocios catalán, llamado Joaquín Gurri Prats, el cual acabaría asimismo apostando por
la navegación a vapor. Nacido en 1813 en el seno de una familia de escasos
recursos económicos, Gurri siguió, como tantos jóvenes de la Barceloneta,
«la carrera de marino mercante». Años después, no obstante, abandonó su
condición de marinero para establecerse como comerciante por cuenta
propia en la capital catalana «dedicándose especialmente al comercio de
maderas», es decir, a su importación del Norte de Europa (Suecia, Noruega, Rusia, ...).140 En julio de 1857 el activo de su negocio maderero se cifraba en 131.575 pesetas. En esa fecha consiguió establecer una sociedad de
cuentas en participación con la Sociedad Catalana General de Crédito, un
poderoso banco local que se comprometió a f inanciar su actividad con
500.000 pesetas (y más, incluso, si era necesario), a cambio de recibir un 25
por 100 de los benef icios de su empresa.141 Tres años después, en mayo de
1860, la sociedad entre Gurri y la Catalana General de Crédito se transformó en una f irma comanditaria bajo la razón Joaquín Gurri y Cía.; y así se
mantuvo hasta su def initiva liquidación, en diciembre de 1871.
La posibilidad de contar con una línea de f inanciación externa permitió a Gurri no sólo ampliar su negocio en maderas sino también incorporarse a la actividad armadora. No en vano, la nota necrológica que el Banco de Barcelona publicó a su muerte le def inía como «rico comerciante y
naviero muy conocido en esta plaza». Así, en marzo de 1868 encargó al
carpintero de ribera José Fonts Romeu la construcción de una corbeta, que
acabaría denominando San Francisco de Paula (aunque sería conocida poularmente como India). Su construcción terminó antes de acabar ese año, medía 169 pies de eslora y sus bodegas tenían 574 toneladas libres para la carga. Gurri se hizo cargo del coste de su construcción, aportando de su
peculio 300.000 pesetas.142 Un año después, concretamente en marzo de
1870, Gurri se trasladó a Liverpool para cerrar la compra de un segundo
barco para su particular flota, en este caso un buque de vapor. Allí compró
Dirección de Hidrografía (1881), pp. 62-65.
Diario de Barcelona, 26 y 28 de noviembre de 1886, páginas 13.539 y 13.641.
141 AHPB, José Falp, manual de 1857, fols. 390-406, 31.07.1857. Para la referencia necrológica, ver la
nota anterior.
142 Testimonio de vista del título de la propiedad de la corbeta San Francisco de Paula (a) India, otorgada ante la Escribanía de Marina el 21 de enero de 1869 (archivo particular de Martín Rodrigo).
139
140
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
115
a Thomas Harrison un gran vapor construido siete años antes, en 1863, en
Stockton, con dos máquinas de vapor, de 300 caballos, 2.204 toneladas de
registro bruto y 1.604 toneladas netas para la carga, por el que pagó 22.000
libras esterlinas.143 Dicho vapor, que Gurri matriculó en Barcelona en septiembre de 1870, fue conocido con el nombre de Castilla. Años después, en
octubre de 1874, Joaquín Gurri compró un tercer barco, me ref iero a la
fragata Chica, un viejo buque que había sido construido en Inglaterra en
1858 cuya capacidad de carga, no obstante, casi doblaba a la corbeta India
(1.131 toneladas netas).144 Y se hizo asimismo con un cuarto barco, construido en los Estados Unidos aunque abanderado en Barcelona en 1859: la
fragata Valentina, cuya capacidad de neta de carga era de 416 toneladas.
La joya de la particular flota de Joaquín Gurri, sin embargo, no era ninguno de sus tres veleros sino su vapor Castilla. De hecho, su apuesta por el
vapor le animó a presentarse al concurso público abierto por el Ministerio
de Ultramar en otoño de 1879 para intentar adjudicarse el servicio of icial de
vapores-correo España-F ilipinas, una línea que se benef iciaba no sólo de la
subvención directa del Estado sino también de la posibilidad de transportar
en los vapores la hoja de tabaco f ilipina que se suministraba a las fábricas de
la península. La oferta de Joaquín Gurri debió competir con la de otros tres
armadores: con Juan Anglada Ruiz, con la casa hispano-británica Olano Larrínaga y Cía. (con base en Liverpool) y con el marqués de Campo. De hecho, de las cuatro propuestas presentadas, la de Gurri era la más cara: se
ofrecía a servir la línea de F ilipinas a cambio de una subvención de 97.500
pesetas por cada uno de los trece viajes previstos al año (mientras que el
marqués de Campo, por ejemplo, ofrecía poco más de la mitad, 49.500 pesetas por viaje). No obstante, Gurri ofrecía rebajar en casi un 5 por 100 el cargo por el tabaco transportado de F ilipinas a la península (Rodrigo, 1998b).
El Estado adjudicó, f inalmente, en enero de 1880, el servicio al marqués de
Campo, contrariando las aspiraciones de Joaquín Gurri. Sea como fuere, dos
años después, exactamente el 21 de enero de 1882, Gurri acabó vendiendo
su vapor Castilla a la Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos, una naviera recién creada en Barcelona, a cambio de 615.000 pesetas.145 Y es que a
los armadores particulares (como Joaquín Gurri o Nonito Plandolit) les resultaba difícil competir con las grandes f irmas armadoras con base y domicilio en el puerto de Barcelona.
AHPNM, Consulado de España en Liverpool, protocolo 32.004, fols. 205-208, 28.03.1870.
Escritura de inventario de los bienes relictos por Don Joaquín Gurri y Prats autorizada por el Dr. D. Joaquín Nicolau el 24 de diciembre de 1886 y el 22 de febrero de 1887 (archivo particular de Martín Rodrigo).
145 AHPB, Antonio de Domènech, manual de 1882, 1ª parte, fols. 85-88, 21.01.1882.
143
144
5. En los años 1860: de la euforia inversora a la primera crisis del sector
116
6. Las navieras de
Barcelona en
tiempos de la
Restauración.
Superada la crisis de los años 1860,
fue en el último cuarto del siglo xix cuando los vapores españoles acabarón superando (o, si se pref iere, sustituyendo) a los veleros en la marina
mercante del país. Tal como ha documentado Jesús M. Valdaliso, fue entre
1878 y 1886 cuando se aceleró el proceso de transición de la vela al vapor
en la flota mercante española (Valdaliso, 1991). Mientras que en 1878 los
vapores representaban tan sólo el 26 por 100 de la capacidad total de carga de la flota mercante española, en 1886 habían pasado a representar más
del 63 por 100. En aquel proceso, las diversas navieras radicadas en Barcelona jugaron un rol importante. Y al análisis de su trayectoria en aquellos
años vamos a dedicar este capítulo, empezando por abordar el proceso de
creación de una asociación patronal nacida en la capital catalana con la
voluntad de representar los intereses de un sector en transformación
como era el de la marina mercante catalana. Me ref iero a la Asociación de
Navieros y Consignatarios de Barcelona.
6.1 La creación de
la Asociación de Navieros
y Consignatarios
de Barcelona (1876-1880).
El largo período de la Restauración
española ha resultado una etapa de singular interés para los estudiosos de
los vínculos históricos entre poder político y poder económico. En parte
dada la innegable estabilidad constitucional del período (como es sabido, la
de 1876 ha sido la Constitución con mayor vigencia en la historia española), en parte porque la Restauración representa el triunfo de los principios
liberales en un ciclo de clara madurez, lo cierto es que son abundantes los
estudios, reflexiones y debates sobre las relaciones entre economía y política en la etapa que va de 1875 a 1923. En esas aportaciones podríamos distinguir, grosso modo, dos líneas argumentales: (1) una primera, integrada por
autores que, con diferentes matices, af irman la preeminencia de la política
respecto los intereses económicos ( Varela, 1977; Arana, 1988; Pan-Montojo, Puig, 1995; Cabrera, 1997; Cabrera, Del Rey, 2002); y (2) una segunda
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
117
que, por el contrario, enfatiza la intensa comunicación entre las esferas del
poder económico y del poder político señalando como la primera acostumbraba a condicionar a la segunda (Serrano, 1987; Escudero, 1990; Valdaliso, 1990; Fraile, 1991). Tanto para unos como para otros, el análisis de
la labor diferentes grupos de interés o de presión (y, en concreto, de sus alcances, límites, éxitos o fracasos) resulta una pieza clave.
En esa línea, lo que aquí propongo es realizar una primera aproximación al estudio de una organización patronal catalana conf igurada como
grupo de interés y que nació y murió con la Restauración: la Asociación de
Navieros y Consignatarios de Barcelona. En buena medida, este capítulo
representa una aportación complementaria a un texto similar centrado, en
su caso, en el estudio de una organización nacida en el mismo campo socioeconómico aunque con posterioridad: la Liga Marítima Española (Rodrigo, 2003). Pienso que analizar, precisamente, los contrapuntos entre el
fracaso relativo de las gestiones de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona en las últimas décadas del siglo xix con el éxito relativo de la Liga Marítima Española, que consiguió que sus propuestas tomasen cuerpo de ley en los primeros lustros de la siguiente centuria, ofrece
cierto interés para el estudio de las relaciones entre economía y política en
la España contemporánea.
Apenas unas semanas después de la derrota def initiva de las tropas
carlistas en el norte peninsular y unos meses antes de la aprobación de la
Constitución de 1876, armadores y consignatarios de la capital catalana
decidieron organizarse colectivamente, creando la Asociación de Navieros
y Consignatarios de Barcelona. La asamblea fundacional de la nueva entidad tuvo lugar el 15 de marzo de 1876 en el emblemático edif icio de la
Llotja donde se reunieron «navieros y consignatarios de buques de altura»
de Barcelona dispuestos a constituir una asociación que actuase como un
grupo de presión acudiéndo «en cuantas ocasiones lo crea conveniente al
gobierno de Su Majestad en defensa de los intereses generales de la marina
mercante».146 En el primer reglamento de la Asociación se insistía en su
caracterización como grupo de interés al af irmar que su «único objeto
[era] el fomento y defensa de la marina mercante española, del comercio
marítimo y de los demás ramos relacionados con el mismo».147 En la primera Junta Directiva de la entidad se dieron cita algunos de los principales comerciantes y navieros af incados en la capital catalana: Jaime Moré
Bosch, Eugenio Estasén, Joaquín Gurri, Federico Nicolau, Juan Jover Se-
146
147
Diario de Barcelona, 17.03.1876-mañana, p. 3162.
Reglamento de la Asociación de Navieros ....
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
118
rra, Ramon Riudor (gerente de Font y Riudor) e Isidoro Pons Roura (en
representación de la casa José María Serra e Hijo).
Este último fue el primer Presidente de la Asociación de Navieros y
Consignatarios de Barcelona ya que al ser «jefe de una de las más antiguas
y respetables casas navieras [se diría años después] era indudablemente
uno de los más distinguidos representantes de aquel antiguo comercio
marítimo de Barcelona, que tanto contribuyó al progreso de esta noble
ciudad».148 De hecho, entre tres de los dirigentes de la citada entidad ( José
María Serra e Hijo, Font y Riudor, y Juan Jover Serra) sumaban más de 70
buques en propiedad, es decir, el 20 por 100 de la flota barcelonesa.149 Eso
sí, todos veleros. Dicho de otra manera, la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona estuvo promovida y dirigida por genuinos protagonistas de ese siglo de oro de la marina velera de construcción catalana (por servirnos del marchamo acuñado por José Ricart y Giralt); un período de
esplendor que, sin embargo, empezaba entonces a tocar a su f in (Ricart y
Giralt, 1924). Arturo Masriera deploraba que «desde 1875 hasta principios
de este siglo [xx] la navegación velera fue decayendo. Un día se amarraba
en el puerto de Barcelona un bergantín que aún era hábil para navegar.
Otro día una fragata; seguíale una corbeta, un brik barca, etc., etc. ... Desguazábanse buques, vendíanse cascos, y nuestras villas costeñas iban ofreciendo el triste aspecto de una decadencia inevitable». Y añadía que, desde
entonces, «ni en las maestranzas y astilleros se construían nuevas naves»
(Masriera, 1926: 234). Diagnóstico compartido por la propia Revista de la
Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona que af irmaba en 1889 que
«los buques de vela se van acabando sin ser reemplazados, y aquellas
maestranzas tan renombradas de nuestros puertos y de nuestros astilleros
han ido desapareciendo [...] Después del año 1871, ninguno de nuestros
astilleros ha construido buque alguno mercante»; para concluir af irmando
dos años después, en 1891, que «en nuestro país han desaparecido ya aquellas antiguas compañías de veleros».150
Las dif icultades que atravesaba el sector indujeron en 1876 la organización de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona. Parece claro que uno de los desencadenantes de dicha crisis había sido la abolición ocho años antes del derecho diferencial de bandera, es decir, del antiguo
Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1890, pp. 6-15.
En 1862 eran 69 los buques que sumaban Serra y Sobrinos (31), Font y Riudor (27) y José María
Serra e Hijo (11); cinco años después esa cifra había subido hasta 77 (34 veleros de Font y Riudor, 30
veleros de Juan Jover Serra y 13 de José María Serra e Hijo), cfr. Archivo de la Corona de Aragón, Hacienda, Volúmenes, Inv. 1-12.608; Boletín Of icial de la Provincia de Barcelona, 10.12.1867, p. 2.
150 Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1889, pp. 131-132; 1891, p. 113.
148
149
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
119
recargo (situado en torno al 20 por 100 de los derechos de aduana) sobre
el valor de las mercancías importadas en buques extranjeros. En la medida
que los buques españoles habían estado exentos de su pago ese derecho
había sido un instrumento que, mientras estuvo vigente, protegió claramente a los navieros del país de la competencia extranjera. Así, su abolición, promulgada por Laureano F iguerola en noviembre de 1868, acabó
teniendo efectos notables para el sector naviero español. Esta última af irmación la podrían suscribir tanto los navieros de entonces como investigadores del presente tales que Jesús María Valdaliso; pero mientras que
este último atribuye, precisamente, a la abolición del derecho diferencial
de bandera efectos positivos en la ulterior modernización de la flota mercante española, los armadores que sufrieron la crisis insistían en achacar a
su desaparición el origen de todos los males que atravesaba el sector.151 De
hecho, la demanda de restauración del derecho diferencial de bandera fue
el verdadero caballo de batalla para la recién fundada Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona.
La crisis del sector afectó en primer lugar a los propios dirigentes de
la Asociación. Su primer presidente, Isidoro Pons, decidió iniciar el proceso de liquidación de J. M. Serra e Hijo en la última semana de 1877. Unos
días después, en enero de 1878, renunció precisamente a la dirección de la
citada entidad. Con posterioridad Pons y su suegro, únicos socios de la
casa citada, se vieron obligados a desistir de sus intenciones liquidadoras
«dado que la crítica y azarosa situación por la cual atraviesa la marina mercante [decían en 1879] en la cual la sociedad tiene invertidos cuantiosos
capitales» lo desaconsejaba claramente.152 A Pons le sucedió en la presidencia de la entidad otro destacado hombre de negocios de la ciudad condal,
Federico Nicolau, a quién correspondió acaudillar un intenso proceso de
presión iniciado en la primavera de 1878. Un proceso liderado por los navieros de altura catalanes en el que se implicaron igualmente algunos de
sus homólogos de Bilbao, de Santander, de Vigo, de Cádiz, de Málaga y de
Valencia, en el que todos solicitaban, a la vez, una rebaja en determinados
derechos de importación así como el restablecimiento del derecho diferencial de bandera. El 14 de mayo de 1878 se reunieron en Madrid navieros
de los puertos reseñados en una junta a la que no fueron convocados, sin
embargo, ni consignatarios ni armadores de buques dedicados a rutas de
Valdaliso (1991), p. 91 y ss. Una visión alternativa insistiría en «la triste situación que atraviesa la
marina mercante española desde que las leyes de 1869 la privaran de toda protección», v. Diario de Barcelona, 25.01.1880, p. 1028.
152 AHPB, Gerónimo Cauhé, manual de 1877, 5ª parte, 29.12.1877, fols. 4000-4005; manual de 1879,
5ª parte, 31.12.1879, fols. 2899-3912.
151
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
120
cabotaje. Aquella decisión pudo condicionar, como se verá, el fracaso relativo de la estrategia diseñada por la entidad de los armadores catalanes: en
la medida que los barcos españoles dedicados al cabotaje representaban el
70 por 100 del tonelaje mercante español, los navieros reunidos en Madrid
no podían aspirar a representar más que una reducida porción de los empresarios del sector.153
Al día siguiente, el 15 de mayo, tuvo lugar una segunda reunión, en
este caso, «en el salón de presupuestos del Congreso», presidida por el político catalán Víctor Balaguer, en la que una representación de navieros
encabezada por Nicolau se vió con «las comisiones de senadores y diputados de las provincias marítimas», los cuales se comprometieron entonces a
la «defensa de los intereses» expresados por los navieros. Un día después,
«los señores [Federico] Nicolau, [Luis] Martí y Codolar y [Manuel E. de]
Amusátegui, delegados por las comisiones de navieros de Cádiz y Barcelona» se entrevistaron con el Ministro de Hacienda, el marqués de Orovio,
con quien acordaron «rebajar los derechos del algodón, del cacao [y] del
añil procedente de los puertos de América, [así como] considerar como de
cabotaje [...] la navegación que se haga entre la península y las posesiones
de Ultramar [además de] permitir a los buques que conduzcan géneros de
las Antillas que puedan tocar en los puertos extranjeros sin perder los derechos y considerarlos de procedencia directa», por último, convinieron
asimismo «rebajar los derechos de los azúcares [cubanos] cinco pesetas en
cada cien kilos». El gobierno no accedió, sin embargo, a la restauración
del derecho diferencial de bandera y se comprometió únicamente a «abrir
una información para estudiar las consecuencias que ha[bía] tenido su supresión«.154 Así, mediante un Real Decreto fechado el 8 de septiembre de
ese año se creó una Comisión Especial Arancelaria en la que tomó parte
el entonces presidente de la Asociación de Navieros y Consignatarios de
Barcelona. Dicha comisión planteó un interrogatorio al que respondieron
algunas de las corporaciones e instituciones económicas catalanas, entre
ellas el Fomento de la Producción Nacional, los industriales laneros, la
Junta provincial de Agricultura, Industria y Comercio de Barcelona y, por
supuesto, la propia Asociación de Navieros y Consignatarios de la capital
153 Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1888, p. 25; 1886, pp. 21-26. «... de las
199.230 toneladas de buques de vapor de que se componía nuestra marina mercante en 1876, 137.348
lo eran de cabotaje y puertos».
154 El Diario de Barcelona cubrió puntualmente el avance de las gestiones de los navieros, como se puede comprobar en sus ediciones de: 16.05.1878, p. 5835; 17.05.1878, p. 5878; 18.05.1878, p. 5895, 5919 y
5926; 20.05.1878, p. 5997; 21.05.1878, p. 6003-6004 y 22.05.1878, p. 5053.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
121
Vista del muelle de San Bertran del Puerto de Barcelona,
con el vapor Puerto Rico (rebautizado como Joaquín Mumbrú en 1914)
de la compañía Domingo Mumbrú,
y la maquinaria para realizar la carga mecánica del carbón, 1912. Acuarela.
Autor: A. Casals. (Museu Marítim de Barcelona)
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
122
catalana.155 Respuestas e informes que sirvieron de base a la Información
elaborada por la referida Comisión parlamentaria.156
En medio del proceso, el propio Federico Nicolau se hizo en 1879
con un acta como «diputado a Cortes por el voto de las clases más respetables de la ciudad de los Condes [siendo] reelegido en 1884 y 1886, esta
última vez por una gran mayoría. En el Parlamento [decía la Revista de
Navegación y Comercio] se ha distinguido siempre por la sinceridad de sus
convicciones» así como por usar la tribuna del mismo para hacer públicos numerosos alegatos proteccionistas.157 En 1893 Nicolau se hizo con
un asiento en el Senado, trasladando entonces a la Cámara Alta sus discursos en demanda de protección al sector. La obtención de un acta en el
Congreso (y después en el Senado) por parte de Federico Nicolau parece
derivarse, precisamente, de la necesidad que tenia la Asociación de Navieros y Consignatarios de tener un portavoz autorizado en el parlamento de la Restauración; un portavoz que intentase empujar la obra legislativa del mismo en un sentido proteccionista. De hecho, amen de formar
parte de la Comisión de Reforma Arancelaria, en 1879 fue nombrado vocal de la Información naviera, y en tal calidad «defendió brillantemente
en las deliberaciones de la comisión los intereses de la Marina mercante
nacional cuya representación le habían delegado todos los centros marítimos de España en el Congreso que éstos habían celebrado en Madrid
anteriormente».158
No obstante, ni la oratoria de Nicolau ni sus escritos consiguieron
(ni entonces ni después) que el gobierno aceptase la principal demanda
de los navieros catalanes. El resultado f inal del trabajo de la Comisión
creada en 1879 no se tradujo precisamente en la restauración del derecho
diferencial de bandera, pudiendo af irmarse que la labor de la Asociación
de Navieros y Consignatarios de Barcelona se saldó entonces con un clamoroso fracaso. En palabras del propio Federico Nicolau, «la información naviera que duró desde 1879 a 1883» sirvió únicamente para «que
las corporaciones económicas (proteccionistas) se enfrenta[sen] al gobierno y [a] los partidarios del librecambio».159 En esos años, una única
petición de los navieros catalanes acabó tomando cuerpo legal: en la Ley
de Relaciones Comerciales aprobada en el verano de 1882 se estableció
que a partir de julio de 1891 (es decir, nueve años después) debía empe-
155
156
157
158
159
Contestación del Fomento ....; Informe emitido por la Junta ...; Contestación al interrogatorio .....
Información sobre .....
Federico Nicolau: Estudios jurídicos ....
Revista de Navegación y Comercio, núm. 38, 20.11.1890, pp. 1-2.
Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1886, p. 22.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
123
zar a regir el cabotaje parcial entre la península y las Antillas; parcíal
porque remitía a la «importación de productos peninsulares en las Antillas en bandera nacional» pero no del flujo mercantil desde Cuba y Puerto Rico a la península.160
6.2 La Febre d’or en la
marina mercante (I): la
Compañía Catalana de
Vapores Trasatlánticos.
Mientras ejercía como presidente de
la Asociación de Navieros y Consignatarios, Federico Nicolau fue capaz
de promover la creación de una nueva naviera, domiciliada en Barcelona.
Una f irma que se llamó Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos y
que se creó en octubre de 1881, al calor de la euforia bursátil y f inanciera
registrada entonces la capital catalana (la cual se acabó conociendo como
La Febre d’Or). No fue, sin embargo, la única naviera que nació entonces,
en aquel febril contexto. Hubo otra, llamada signif icativamente Compañía Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos, creada dos meses después, en
diciembre, a iniciativa de Juan Bautista Morera Bargalló. Uno y otro, Nicolau y Morera, compartían algunos rasgos como hombres de negocio.
Antes de ejercer como armadores de vapores, ambos acreditaban un profundo conocimiento del comercio marítimo catalán y de la marina mercante de vela del país: el primero, en su calidad de veterano agente de
aduanas y el segundo como armador de buques veleros.
En 1867 y en sociedad con su hermano Pablo, Federico Nicolau Condeminas había fundado la f irma Nicolau Hermanos, una agencia de aduanas dedicada también a «comisiones, tránsitos, consignaciones de buques,
fletes, compra y venta por cuenta propia o ajena de frutos peninsulares y
coloniales, y representación de compañías y casas españolas y extranjeras y
en general a todos los ramos de comercio que permita el movimiento mercantil de esta plaza». Aunque su capital social era limitado, apenas 15.000
pesetas, alertaban sus dos únicos gerentes de que dicha cantidad se establecía atendiendo a «la dif icultad para poder realizar cada uno de los socios en las actuales circunstancias su haber particular [...] proponiéndose
los dos socios ir aumentando el capital en la proporción que les sea posi-
160
Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1892, p. 6.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
124
ble».161 Además de su actividad al frente de su familiar casa de comercio,
Federico Nicolau participó en otras empresas e iniciativas. En 1872, por
ejemplo, contribuyó a fundar la sociedad Almacenes Generales de Depósito, una empresa que se acabaría fusionando años después, en 1883, con
el Crédito y Docks de Barcelona, sociedad que Nicolau acabaría también
presidiendo. De hecho, su actividad empresarial fue más allá del ámbito
estrictamente mercantil o naviero; no en vano Nicolau había sido así mismo uno de los fundadores, en 1863, de El Ensanche y Mejora de Barcelona, la principal compañía inmobiliaria por el volumen de obra de la capital
catalana durante la segunda mitad del siglo xix (Tafunell, 1994; Corominas, 2002). Y acabaría formando parte, además, de «todas las Corporaciones populares de la capital de Cataluña», empezando por el Ayuntamiento
de Barcelona, institución de la que llegó a ser primer teniente de alcalde.162
Ejerció también como miembro de la primera junta directiva de una asociación de patricios catalanes que se organizaron movidos por un afán tan
caritativo como paternalista: la Asociación de Socorro y Protección a la
clase obrera y jornalera, nacida en la primavera de 1880.163 Y con el tiempo llegaría incluso a presidir tanto la Unión Hispano-Americana, en 1889,
como el Ateneo Barcelonés, un año después.164
A la altura de 1876, cuando se fundó la Asociación de Navieros y
Consignatarios de Barcelona, el capital social de la f irma Nicolau Hermanos se había situado en 400.000 pesetas. Y un año después, en agosto de 1877, al cumplirse diez años de su fundación, los dos socios de
Nicolau Hermanos acordaron prorrogar su familiar casa de comercio
otros diez años más. El mayor, Federico, retiró entonces 133.333 pesetas para dejar el capital social en 266.666 pesetas; una cifra que ambos
hermanos pasaron a repartirse a partes iguales, desde aquella fecha. Nicolau Hermanos intentó inmediatamente, por cierto, conseguir un contrato con el Estado para el transporte de tropas a Manila.165 A aquellas
alturas, la compañía familiar de los hermanos Federico y Pablo Nicolau
aparecía, de hecho, como la f irma propietaria y armadora de cuatro veleros, matriculados en Barcelon; cuatro buques de los que tres eran de
AHPB, Magín Soler Gelada, manual de 1867, 1ª parte, fols. 239-242, 13.02.1867. Federico Nicolau
aportó las 2/3 partes del capital (10.000 pesetas) y su hermano Pablo aportó el resto. Los benef icios
de la empresa se repartieron en idéntica proporción.
162 Revista de Navegación y Comercio, núm. 38, 20.11.1890, pp. 1-2.
163 Diario de Barcelona, 02.04.1880, p. 3931.
164 Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1889, p. 174.
165 AHPB, Luís Gonzaga Soler Pla, manual de 1877, 3ª parte, fols. 2776-2773, 01.08.1877; fols. 28482849, 13.08.1877.
161
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
125
grandes proporciones (la fragata 15 de Marzo y las corbetas 12 de Junio y
12 de Noviembre) y una mucho más reducida (la polacra Emilia).166 Merced a dichos cuatro buques mercantes Nicolau Hermanos aparecía entonces en el puesto número doce de un hipotético ranking de navieros
barceloneses.
Fue precisamente a partir de dicha familiar casa de Comercio que los
hermanos Nicolau Condeminas pudieron impulsar ex novo, en 1881, la
creación de una sociedad de responsabilidad limitada dedicada a la explotación de buques de vapor: la Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos. Resulta conocido que la legislación española del siglo xix no favoreció la constitución de sociedades anónimas. Una ley promulgada poco
después de la crisis f inanciera de 1848, guiada por un instinto preventivo
y previsor, estableció la obligatoriedad de la autorización real previa a la
constitución de este tipo de compañías. No fue hasta el Sexenio Revolucionario cuando una legislación marcadamente liberal permitió la supresión de trabas jurídicas como esta para crear un marco legal propicio a la
difusión de formas societarias de responsabilidad limitada. Así, el proceso
febril de constitución de compañías que registró la economía catalana entre 1880 y 1881 se explica, precisamente, a partir de la generalización de
las sociedades anónimas. Un acelerado proceso de creación de empresas
que se dio no sólo en el plano f inanciero (el más destacado y conocido
hasta el momento) sino también en otros sectores de la economía catalana
como fue el naviero.
En aquella coyuntura, el 21 de marzo de 1881 Nicolau Hermanos
compró en La Habana el vapor José Baró, un buque valorado entonces en
250.000 pesetas. El 27 de setiembre de aquel mismo año vendieron una
parte de dicho buque a los hermanos Antonio, Emilio y Rodolfo Juncadella Oliva, otra parte a la sociedad Coma Ciuró Clavell y Borrás y otra a
Juan Riberas Pomés.167 Dos semanas más tarde, sin embargo, el 8 de octubre de 1881, todos aquellos socios decidieron profundizar y ampliar su relación, incorporando a la vez al indiano enriquecido en Cienfuegos
(Cuba), José Seriñana Trèmols así como a Quirze Riberas y al piloto Francisco Subirach Batlle, constituyendo la Compañía Catalana de Vapores
Trasatlánticos. Una f irma naviera cuyo capital fundacional se f ijó en
5.000.000 de pesetas, divididos en 10.000 acciones de 500 pesetas cada
una, de las que solamente se pusieron en circulación 6.480 y a cuyos pro-
ACA, Hacienda, Volúmenes Inv. 1, 12.689 (1875-76).
AHPB, Antonio de Domènech, manual de 1881, 4ª parte, fols. 1783-1788, 27.09.1881; 5ª parte,
fols. 2169-2173, 02.12.1881.
166
167
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
126
pietarios sólo se les exigió un desembolso del 50 por 100.168 Los socios
fundadores suscribieron la práctica totalidad de aquellos títulos (en suma,
6.200), repartidos de la siguiente manera:
Cuadro 16
ACCIONISTAS FUNDADORES DE LA COMPAÑÍA CATALANA DE
VAPORES TRASATLÁNTICOS (1881)
Nombre
Accs.
José Seriñana Trémols
Capital desembolsado
1.000
250.000 pesetas
Federico Nicolau Condeminas
845
211.250 pesetas
Pablo Nicolau Condeminas
840
200.000 pesetas
Antonio Juncadella Oliva
565
141.250 pesetas
Emilio Juncadella Oliva
560
140.000 pesetas
Rodolfo Juncadella Oliva
560
140.000 pesetas
Francisco Subirach
440
110.000 pesetas
Quirico Riberas Bosch
370
92.500 pesetas
Juan Coma Xipell
233
58.250 pesetas
Erasmo Ciuró Auter
233
58.250 pesetas
Jaime Clavell Isern
232
58.000 pesetas
Francisco Borrás Clavell
232
58.000 pesetas
90
22.500 pesetas
6.200
1.550.000 pesetas
Juan Riberas Pomés
TOTAL
FUENTE: AHPB, José Falp, manual de 1881, 3ª parte, fols. 2773-2794, 08.10.1881.
Apenas dos meses después de haber constituido aquella nueva razón
social, el vapor José Baró pasó a ser propiedad de la nueva empresa. Poco antes, en noviembre de 1881, habían comprado el vapor argentino Santiago
(antes Po) por 442.536 pesetas. Y unas semanas después, en enero de 1882,
Quirico Riberas recibió órdenes para comprar el vapor Nederland, propiedad de la Compañía Holandesa, con domicilio en Rotterdam. No parece,
sin embargo, que aquella compra acabase materializándose. Sea como fue-
168
AHPB, José Falp, manual de 1881, 3ª parte, fols. 2773.2794, 08.10.1881.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
127
re, lo cierto es que la propia Compañía Catalana de Vapores Trasatánticos
acabaría comprando, en Barcelona, el vapor Castilla a su armador, el naviero Joaquín Gurri, a cambio de 615.000 pesetas.169 Fueron tres por lo tanto,
los vapores con los que echó a andar (o a navegar, mejor dicho) una empresa cuya dirección reposaba en manos de los hermanos Nicolau Condeminas, quienes eran también sus principales accionistas (con un 27 por 100 de
su capital). Ambos acumularon los cargos de director-gerente (Federico) y
de vicedirector-gerente (Pablo) y se sentaron en la Junta de Gobierno (o
Consejo de Administración) de la nueva sociedad anónima; en una Junta de
Gobierno presidida por Antonio Juncadella Oliva e integrada también por
su hermano Rodolfo Juncadella y por el indiano enriquecido en Cienfuegos, José Seriñana Trèmols. Cabe insistir en la marcada continuidad, a todos los niveles, entre la sociedad regular colectiva Nicolau Hermanos y la
sociedad anónima Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos. Así, por
ejemplo, al dar cuenta de la adquisición del vapor Castilla, en enero de 1882,
la prensa barcelonesa informaba que aquel buque iba a llevar en su trinquete «la antigua contraseña de la casa Nicolau Hermanos, que es la insignia
que ostentarán los vapores de la Compañía catalana trasatlántica [sic]».170 Es
más, lejos de desaparecer, la f irma Nicolau Hermanos pasó a ejercer como
consignataria de los buques de la nueva naviera, actuando desde su despacho y escritorio en el entresueo del número 5 de la plaza de Medinaceli.
El capital efectivamente desembolsado por los trece fundadores de la
Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos fue de 1.550.000 pesetas y
equivalía, en su práctica totalidad, al valor otorgado a los tres vapores de
la misma, un apunte contable disfrazado en el epígrafe «material» y cifrado en su primer balance en 1.399.529 pesetas. Pronto, no obstante, consiguieron colocar en el mercado bursátil de Barcelona otras 1.900 acciones
hasta completar un total de 8.100 títulos (o, lo que es lo mismo, hasta contar con un capital desembolsado de 2.025.000 pesetas). En su primer ejercicio (es decir, entre octubre de 1882 y septiembre de 1883) la Compañía
Catalana de Vapores Trasatlánticos fue capaz de rendir benef icios. Repartió, de hecho, 14.175 pesetas entre los miembros de su Junta de Gobierno
y 141.750 pesetas entre sus accionistas (a razón de 17,5 pesetas por acción),
un dividendo que equivalía al 7 por 100 de la inversión realizada.171
169 AHPB, Antonio de Domènech, manual de 1881, 5ª parte, fols. 2001-2006, 05.11.1881; manual de
1882, 1ª parte, fols. 13-14, 07.01.1882 y fols. 58-59, 16.01.1882.
170 Diario de Barcelona, 21.01.1882-tarde, p. 926.
171 Boletín Of icial de la Provincia de Barcelona, 30.11.1883, p. 4.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
128
Vapor Santiago de la Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos.
Ilustración en un documento. (Museu Marítim de Barcelona)
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
129
Aún así, en la junta de accionistas de la sociedad que se reunió en
Barcelona el 28 de noviembre de 1883 parece haber empezado un cierto
repliegue en el proceso de expansión de aquella nueva f irma naviera. A
propuesta de Nicolau, los socios acordaron entonces retirar de la circulación un 20 por 100 de sus acciones (es decir, 1.600 títulos), reduciendo el
capital de la empresa en idéntica proporción hasta situarlo en 1.620.000
pesetas. Aquel esfuerzo f inanciero de la compañía se sumó a los problemas de explotación de sus buques de manera que en el siguiente ejercicio
(entre octubre de 1883 y septiembre de 1884), lejos de repartir dividendos
la Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos registró unas moderadas
pérdidas, de 18.506 pesetas.172 Sus buques explotaban sendas líneas transatlánticas en las que debían hacer frente a la competencia de otras navieras, algunas con base en Barcelona. Así, por ejemplo, su vapor Santiago cubría la concurrida ruta entre la capital catalana y La Habana (haciendo
escalas en Valencia, Málaga, Cádiz, Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de
Gran Canaria y San Juan de Puerto Rico) mientras que su vapor Castilla
cubría la ruta entre Barcelona, Montevideo y Buenos Aires.173
Lejos de mejorar, en 1885 se deterioró todavía más la marcha de la naviera impulsada por los hermanos Nicolau. Así, el siguiente ejercicio, cerrado
en septiembre de 1885, volvió a registrar números rojos: el balance ofreció
unas pérdidas de 153.607 pesetas, equivalentes al 9,5 por 100 de su capital.174
Por eso, los interesados en la Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos
se vieron obligados a aplazar diez días (del 24 de noviembre al 4 de diciembre de 1885) la preceptiva reunión ordinaria anual de su junta de accionistas,
convirtiéndola también en extraordinaria. 175 De aquella manera pudieron
modif icar un artículo de sus estatutos. Hasta entonces el plazo de duración
de la sociedad se había f ijado en 25 años pero en aquella junta sus accionistas añadieron que la misma podría liquidarse «cuando tenga lugar la pérdida
de una tercera parte del capital desembolsado» o bien por acuerdo de las dos
terceras partes de los titulares de sus acciones.176 No debe extrañar, por lo
tanto, que su director-gerente, Federico Nicolau, en su condición de presidente de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, dirigiera
unas semanas después, el 22 de enero de 1886, una carta al ministro de Hacienda, con una alusión impersional a las dif icultades de la Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos: «Enseguida amarra[rá] sus vapores otra com-
172
173
174
175
176
Boletín Of icial de la Provincia de Barcelona, 04.12.1884, p. 4.
Diario de Barcelona, 01.01.1885, p. 45.
Boletín Of icial de la Provincia de Barcelona, 10.12.1885, p. 4.
Boletín Of icial de la Provincia de Barcelona, 03.12.1885, p. 4.
AHPB, Luis G. Soler Pla, manual de 1885, 6ª parte, fols. 3181-3186, 11.12.1885.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
130
pañía que ha prestado grandes servicios y gozado de mucho crédito, y tiene
que disolver[se] la sociedad» que la conf iguraba, decía.177 Anticipaba así Nicolau la inevitable disolución de aquella empresa, una disolución que acabaría siendo acordada por la unanimidad de sus pocos accionistas el 26 de enero de 1887, apenas cinco años después de su fundación. Aquel fiasco no
impidió, sin embargo, que unos meses antes, en 1886, el ministro de Marina,
almirante Beranger, hubiese otorgado a Federico Nicolau la Gran Cruz blanca del Mérito Naval «por sus brillantes campañas en el Congreso [de Diputados] a favor de la Marina».178
Los tres liquidadores de la fallida Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos fueron su presidente, Antonio Juncadella, su gerente Federico Nicolau y su principal accionista José Seriñana. Uno de los cometidos de aquella reducida comisión liquidadora fue la realización del activo de la naviera,
es decir, la organización de la subasta pública de sus vapores. Tras vender, en
primer término, su vapor Santiago pusieron en subasta los vapores Castilla y
José Baró. Lo hicieron los días 4 y 5 de abril de 1888, respectivamente, en Barcelona y mediante una almoneda que se había anunciado «a los corresponsales [de la naviera] de Francia, Italia e Inglaterra». En la primera subasta, la
del vapor Castilla, hubo solamente tres postores: Antonio Camps (quien presentó una ridícula oferta inicial de 25.000 pesetas y enseguida se retiró de la
puja), la f irma Viuda de Ignacio Marqués y la de Nicolau Hermanos, siendo
esta última la empresa que acabó haciéndose con la propiedad del buque
ofreciendo f inalmente apenas 85.000 pesetas. Y fue también Nicolau Hermanos la empresa que acabó quedándose con la nuda propiedad del vapor
José Baró, en aquel caso a cambio de 199.500 pesetas.179
A tenor del resultado de aquellas dos subastas parece claro que los
hermanos Nicolau Condeminas obtuvieron algunas ganancias con la liquidación de la Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos, la sociedad
anónima que ellos mismos habían impulsado unos años antes. Y que fueron los accionistas, a quienes ambos habían convencido para que f inanciasen su empresa, quienes acabaron asumiendo las pérdidas. Seis semanas
después de haberse vendido los vapores Castilla y José Baró, el 21 de mayo
de 1888, una nueva junta de accionistas de la susodicha naviera aprobó
por unanimidad el último balance de una sociedad puesta en liquidación
un año y cuatro meses antes. Un balance que «arroja[ba] una pérdida de
1.331.991’72 pesetas quedando tan sólo para cubrir el pasivo de 1.620.000
177
178
179
Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1886, pp. 36-42.
El Mundo Naval Ilustrado, 15.01.1898, p. 48.
AHPB, Agustín Muñoz Verge, manual de 1888, 2ª parte, fols. 729-736 y fols. 737-743, 17.04.1888.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
131
pesetas que importa el capital desembolsado de las 6.480 acciones en circulación, un activo o efectivo disponible de 288.008’38 pesetas», decían.
En otras palabras, tras aquella su última reunión, los accionistas de la
Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos apenas pudieron recuperar
el 17,6 por 100 de los capitales que habían aportado en el momento de su
fundación. Alguien como José Seriñana, quien invirtiera en aquella naviera, entre 1881 y 1882, 250.000 pesetas debió asumir la dolorosa pérdida
del 82,4 por 100 de dicha cantidad, o sea 205.541 pesetas. Un pésimo resultado, sin lugar a dudas.
El balance, sin embargo, parece algo más satisfactorio para los hermanos Federico y Pablo Nicolau Condeminas. Y es que, tras el fiasco de aquella
sociedad anónima, ambos pudieron recuperar (por medio de su familiar casa
de comercio) la nuda propiedad de los vapores Castilla y José Baró, pagando
entonces 85.000 y 199.500 pesetas, respectivamente. Dos buques que habían
sido comprados, apenas seis años antes, por la Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos, por 615.000 y 255.000 pesetas, respectivamente. No parece que pueda atribuirse la sensible diferencia entre unas y otras cantidades a
la depreciación en el valor que ambos buques pudieron registrar entre 1881 y
1888. Cabe suponer, por lo tanto, que al convertirse en los mejores postores
en ambas subastas los hermanos Nicolau supieron compensar, en buena medida, las pérdidas que ellos mismos habían sufrido como accionistas de la susodicha compañía. Una buena forma de salir airosos de aquel f iasco. Y de
hacerlo sin menoscabo de su público prestigio. En aquel aciago año, por
cierto, en 1888, el Diputado a Cortes Federico Nicolau ejercía como miembro de la Comisión Ejecutiva de la Exposición Universal de Barcelona además de cómo presidente de su Comisión de Propaganda.
La sociedad Nicolau Hermanos no duró mucho más, sin embargo,
como f irma armador de vapores. Y un año y medio después de haber concluido la liquidación de la Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos,
en enero de 1890, Federico Nicolau presentó su dimisión como Presidente
de la sección de navegación de la Cámara de Comercio de Barcelona, cargo que había ocupado desde la fundación de la entidad, «por haber cesado
en su carácter de naviero». Sus colegas de la Cámara de Comercio quisieron, no obstante, que se mantuviese en dicha institución en «su calidad de
representante de una compañía marítima».180 Unos meses después, en noviembre, un grabado representaba su retrato en la portada de la Revista de
Navegación y Comercio. Una imagen acompañada de una laudatoria nota que
180
Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1890 p. 35.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
132
af irmaba, entre otras muchas cosas: «Tiene el Sr. Nicolau en el comercio
de la capital del Principado, un nombre que inspira el mayor respeto y que
ha hecho más digno de consideración aún, poniéndolo al frente de una de
las más importantes casas navieras» de Barcelona.181 Nada decía, por cierto, aquella nota sobre el hecho de que dicha casa naviera había acabado de
mala manera, como acabamos de ver.
6.3 La Febre d’or en
la marina mercante (II):
la Compañía Barcelonesa
de Vapores Trasatlánticos.
Dos meses después de que Federico
Nicolau hubiese impulsado la creación de su Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos (es decir, en diciembre de 1881), Juan Bautista Morera Bargalló hizo lo propio al dar forma a la Compañía Barcelonesa de
Vapores Trasatlánticos. Una empresa cuyo origen fue, por decirlo en palabras de José Gallart Folch, «una fragata de vela» (Gallart, 1971: 55).
También en este caso (como en los de los hermanos Plandolit, en el de
Joaquín Gurri o en el caso de los hermanos Nicolau) si queremos conocer el germen de la empresa de vapores impulsada por Morera debemos
remontarnos igualmente al mundo de la navegación a vela. Ahora bien,
en esta ocasión, para entender mejor el proyecto de Juan B. Morera debemos considerar previamente la f igura de Juan Julià Brell, un hombre
cuya trayectoria vital expresa un perf il claramente reconocible en muchos de los armadores de la Barcelona de mediados del siglo xix , es decir, durante la edad de oro de la marina mercante catalana de la que hablaba José Ricart Giralt. De hecho, igual que muchos otros colegas de
profesión, en su madurez vital Juan Julià actuó a la vez como comerciante y como armador de buques veleros. Su nombre aparece recogido, por
ejemplo, tanto en un listado de comerciantes de Barcelona como en otro
listado de empresarios navieros, también con domicilio en la capital catalana, fechados ambos en 1857.182 Ya entonces, el escritorio de su f irma
mercantil y naviera estaba situado en el piso Principal del número 36 de
la calle Nou de Sant Francesc. Sabemos que en enero de 1860 Julià apa-
181 Revista de Navegación y Comercio, 20.11.1890, p. 1; otra nota laudatoria sobre Federico Nicolau en El
Mundo Naval Ilustrado, 15.01.1898, p. 48.
182 El Consultor (1857). Véase también El Consultor (1863).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
133
recía como uno de los nueve nuevos miembros que se incorporaron entonces a la corporativa Junta de Comercio de Barcelona y que dos años
después, en 1862, aparecía como el propietario de cuatro buques mercantes.183 Y sabemos también que en aquella fecha se situaba en el puesto
treinta y cinco de un hipotético ranking de armadores de Barcelona, medido según la contribución de unos y otros a la Matrícula Industrial y de
Comercio de la ciudad.184 Las cosas debieron irle bien a Julià en los años
inmediatamente posteriores puesto que en 1867 aparece como el propietario de un velero más, o sea de un total de cinco buques, y su lugar en
ese hipotético rango de navieros barceloneses había subido hasta situarse
en el lugar número trece. En aquella fecha, por cierto, Juan Julià Brell
aparecía también en el listado (f iscal) de comerciantes de Barcelona, aunque lo hacía como socio de la compañía Juan Julià e Hijo, constituida
con su único hijo varón, Lorenzo Julià Cayol. Su propio hijo aparecía entonces, en 1867, en el listado de armadores como propietario de un buque mercante. Su domicilio f iscal radicaba en la calle de la Mercè, 16, 4º
piso.185
Cabe indicar que Juan Julià Brell se había casado dos veces; la primera con Juana Cayol y la segunda con Vicenta Calvell. En su primer matrimonio tuvo dos hijas y un hijo (llamados Amalia, Isabel y Lorenzo Julià
Cayol) y en su segundo matrimonio tuvo una hija más, Juana Julià Calvell.
Sólo su hijo varón se acabó sumando a la empresa familiar. No hicieron lo
propio sus tres yernos, o sea, Francisco Marqués (esposo de Amalia), José
Masó Rabentós (casado con Isabel) o Juan Mata Pons (esposo de la más
pequeña, Juana Julià Calvell).
Si los negocios le habían ido bien a Julià cuando giraba bajo su nombre propio, siguieron marchando viento en popa tras la constitución de la
f irma J. Julià e Hijo. Así, a la altura de 1875 los Julià aparecen como armadores de nueve buques diferentes y su empresa familiar se situaba entonces (también en base a su contribución a la Matrícula Industrial y de Comercio) en el noveno puesto entre los navieros domiciliados en Barcelona.
En apenas trece años, entre 1862 y 1875, Juan Julià Brell había pasado de
administrar cuatro veleros a gestionar nueve buques y su lugar en el ranking de los armadores de la ciudad había pasado del lugar treinta y cinco
al puesto número nueve. Una progresión espectacular que culminaba una
larga e intensa trayectoria empresarial. No en vano Juan Julià Brell murió
183
184
185
Diario de Barcelona, 01.01.1860, p. 5.
ACA, Hacienda, volúmenes Inv. 1 – 12608 (1862). Matrícula Industrial y de Comercio, tarifa 2ª.
Boletín Of icial de la Provincia de Barcelona, 10.12.1867, pp. 2 y 3.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
134
en su domicilio de Barcelona el 29 de mayo de 1877, sumando 79 años. La
fortuna que dejó a su viuda, Vicenta Calvell, y a sus cuatro hijos se cifraba
en un capital de 224.600 pesetas, amén de numerosos bienes inmuebles,
radicados todos en Barcelona.186
Al poco de la muerte del patriarca fallecieron así mismo tanto su viuda como su hijo, quién cerró por última vez los ojos el 11 de abril de 1878,
sumando cuarenta y seis años. Así, la casa de comercio fundada tiempo ha
por Juan Julià Brell quedó momentáneamente sin ningún administrador al
frente. Decididas a mantener el negocio familiar, las hermanastras Amalia
Julià Cayol y Juana Julià Calvell buscaron rápidamente dos socios gerentes
para garantizar la continuidad de la antigua empresa familiar. Los hallaron en las personas de Nicolás Mir Julià y de Juan Bautista Morera Bargalló. Ambas hermanas buscaron y encontraron así mismo un socio capitalista, Juan Pàmies Permanyer. Así, con un capital total de 400.000 pesetas,
unos y otros constituyeron en Barcelona, el 18 de mayo de 1878, la sociedad Morera Mir y Cía cuyo único objeto era «utilizar las relaciones mercantiles creadas por la disuelta sociedad de J. Julià e Hijo». Además, los
dos nuevos gerentes de aquella empresa familiar «se obligaron a no emprender en nombre de la nueva sociedad ninguna operación que no sea de
las que ordinariamente verif icaba la casa de J. Julià e Hijo».187 No cabe dudar, por tanto, de la clara continuidad entre una y otra compañía. Quiero
resaltar, no obstante, que el cambio en la razón social de la f irma naviera
permitió triplicar su capital, que pasó de las aproximadamente 125.000
pesetas en que se había valorado J. Julià e Hijo a las 400.000 pesetas con
que echó a andar Morera Mir y Cía. ¿Quiénes eran, por cierto, los dos
nuevos gerentes de la nueva compañía? ¿En quién conf iaron las hermanas
Julià la continuidad del negocio familiar?
En la escritura fundacional de la nueva empresa, Nicolás Mir Julià
f irmó como «piloto» de mar. Sabemos que había nacido, en 1839, en Vilassar de Mar en el seno de una familia de marinos y suponemos que pudo
ser, tal vez, familiar directo de las medio hermanas Julià, con las que compartía apellido. Gracias al trabajo de Tate Cabré y de Mireia Olivé sabe-
186 AHPB, Pablo Cardellach, manual de 1877, 2ª parte, fols. 1109-1112, 27.06.1877; manual de 1878, 1ª
parte, fols. 843-849, 02.05.1878; fols. 1195-1198, 14.06.1878. Su capital líquido, de 224.600 pesetas, se
dividía de la siguiente manera: efectivo, 78.805 pesetas; participación en buques, 74.600 pesetas; créditos a su favor, 57.995 pesetas y cartera de valores, 13.200 pesetas.
187 AHPB, Pablo Cardellach, manual de 1878, 2ª parte, fols. 999-1006, 18.05.1878. El capital se repartía de la siguiente manera: Juan Pamies, 125.000 pesetas; Amalia Julià, 100.000 pesetas; Juana Julià,
100.000 pesetas; Juan B. Morera, 50.000 pesetas y Nicolás Mir, 25.000 pesetas. Acordaron, por cierto,
una duración para la nueva sociedad de 9 años, 7 meses y 13 días, o sea, hasta el último día de 1887.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
135
mos también que había realizado numerosos viajes transatlánticos, entre
Cataluña y América, hasta que obtuvo, en 1866, el título de Capitán de buques. Sabemos que un año después, en 1867, convenció a su hermano Lorenzo y a otros dos socios para comprar un pequeño bergantín, al que llamaron Pisogas, así como para armar en dicho velero una expedición en la
llamada ruta del tasajo. Expedición en la que unos y otros invirtieron
unos 18.000 pesos fuertes y que se saldó con unas ganancias netas del 100
por 100. Y sabemos también, por último, que Nicolás Mir Julià abandonó
Vilassar, en 1872, para establecerse en Barcelona (Cabré, Olivé, 2012: 5356). Seis años después, en 1878, aceptó suceder a Lorenzo Julià Calvell al
frente de la antigua naviera Julià, rebautizada entonces como Morera Mir
y Cía.
El socio principal de la nueva razón social no fue, sin embargo, Mir
sino el otro gerente, o sea Morera. Juan B. Morera Bargalló había nacido
en Barcelona, en 1849, y sumaba entonces veintinueve años. Era hijo del
polifacético Antonio M. Morera Colom, quién fuera, a lo largo de su vida,
maestro de primeras letras, experto contable así como profesor de contabilidad mercantil en la patronal Fomento del Trabajo Nacional. Antonio
M. Morera Colom ejerció también como perito y como liquidador de los
Tribunales de Comercio de Barcelona y sobre todo como revisor (y también autor) de libros y editor de revistas. En 1875 empezó a publicar, por
ejemplo, el Calendario del Ermitaño de los Pirineos y poco después, a
f inales de 1876, ingresó en la Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País. Años antes, en 1864, había inaugurado por cierto una capilla
junto a su residencia, consagrada a la Virgen de la Salud, que daría nombre
al futuro barrio barcelonés igual nombre (Tomás, 2012: 8-11).
Aunque Antoni M. Morera Colom no tenía vínculos directos ni con
el mundo de la navegación ni con el de la marina mercante lo cierto es que
la muerte de Lorenzo Julià Cayol permitió a su único hijo, Juan Bautista
Morera Bargalló, incorporarse como socio gestor de la naviera Morera Mir
y Cía., en mayo de 1878, pese a su juventud e inexperiencia en el sector.
Todo indica que hubo un reparto de funciones entre los dos nuevos gerentes: mientras que el capitán mercante Nicolás Mir Julià aportaba sus
conocimientos técnicos en navegación de altura así como su experiencia
práctica en viajes transatlánticos, el joven Morera aportaba su dominio de
las técnicas propias de un escritorio mercantil (teneduría de libros y contabilidad, gestión de la correspondencia, contacto con corresponsales, ...).
La aportación de capital de Morera a la citada compañía doblaba, por cierto, a la del otro gerente, o sea, Nicolás Mir: 50.000 y 25.000 pesetas,
respectivamente.
Aquella sociedad entre ambos no duró, sin embargo, más de tres
años. Sabemos que Mir acabaría formando su propia f irma armadora, la
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
136
sociedad Nicolás Mir y Cía. «una de las compañías navieras más importantes del Maresme» (Cabré, Olivé, 2012: 55).188 Morera, por su parte, optaría por emprender también su camino en solitario, creando así mismo su
propia f irma naviera. Lo hizo secundado por su padre. Uno y otro fundaron, el 7 de julio de 1881, la sociedad mercantil comanditaria J. B. Morera
y Cía. El capital social de la nueva empresa sumaba 150.000 pesetas (o sea,
menos de la mitad del caudal inicial propio de la f irma precedente, Morera
Mir y Cía.), aportado casi en su totalidad por Morera hijo (145.000 pesetas). Cabe indicar que, en tres años y dos meses, entre mayo de 1878 y julio de 1881, Juan B. Morera Bargalló casi había triplicado el capital invertido en sus negocios, que había sido de 50.000 pesetas en Morera Mir y
Cía.. En la escritura fundacional de J. B. Morera y Cía. acordaron, por
cierto, que Antonio M. Morera, en su condición de mero socio comanditario, tan sólo tenía derecho a investigar los actos de la sociedad, su contabilidad o los documentos propios de la misma en la época de aprobación
de su balance; ni antes ni tampoco después.189 Tanto la escasa aportación
de capital por parte de Morera padre (apenas 5.000 pesetas) como su nulo
papel en la marcha de la nueva empresa abona la idea de que la constitución de aquella sociedad mercantil comanditaria tenía como único objeto
salvaguardar la fortuna particular de los Morera ante el riesgo de una
eventual quiebra de sus negocios, en el futuro, separando así los inversiones empresariales propias de Juan B. Morera Bargalló del resto de su patrimonio y del de su familia.
La fundación de la f irma J. B. Morera y Cía. tuvo lugar en el verano
de 1881, es decir, en plena Febre d’or. Aquel año culminaba una etapa de euforia inversora tanto en la ciudad de Barcelona como en el conjunto de Cataluña. Y los Morera no fueron ajenos a aquella f iebre, en buena medida
especulativa. Una euforia que afectó también al sector de la marina mercante con base en Barcelona. El hecho más signif icativo del impacto de la
febre d’or fue la creación de nuevas empresas armadoras, todas ellas como
sociedades de responsabilidad limitada. Sin ir más lejos, la principal naviera catalana y española, la antigua A. López y Cía., fundada en 1857 en forma de sociedad regular colectiva, se transformó en 1881 en una nueva sociedad anónima bautizada como Compañía Trasatlántica. De forma
parecida y como antes describí, los hermanos Federico y Pablo Nicolau
Condeminas, únicos socios de la f irma Nicolau Hermanos, quisieron utilizar su amplia experiencia en el sector del comercio marítimo para crear, en
188
189
Cabré, Olivé (2012), p. 55.
AHPB, Gerónimo Cauhé, manual de 1881, 3ª parte, fols. 2074-2079, 01.07.1881.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
137
octubre de 1881, la nueva Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos. Y
tal como hicieran los hermanos Nicolau, o sea, aprovechando su experiencia previa en el sector de la navegación, Juan B. Morera Bargalló no supo o
no quiso restar ajeno a la euforia capitalista desatada entonces. Así, apenas
seis meses después de haber constituido junto a su progenitor la sociedad
comanditaria Juan B. Morera y Cía., pudo f irmar la escritura fundacional
de una nueva empresa, en este caso una sociedad anónima, a la que llamaron Compañía Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos.
Cuadro 17
SOCIOS FUNDADORES DE LA COMPAÑÍA BARCELONESA
DE VAPORES TRASATLÁNTICOS
Juan Bautista Morera Bargalló
3.200 acciones
Román Macaya Gibert
2.000 acciones
José Carbonell Brugés
1.000 acciones
Antonio Morera Colom
500 acciones
Eusebio Pi Torrents
500 acciones
Victoriano Casas Bley
500 acciones
Jaime Ferro Rabassa
500 acciones
Carlos Reifferscheid
500 acciones
Juan Gualberto Morera Martínez
200 acciones
Francisco Prats Ferriol
200 acciones
Leoncio Sanmartí Busquets
200 acciones
Manuel Roca F iter
200 acciones
José Pedro Roca F iter
200 acciones
José Rosich Escofet
200 acciones
Pedro Garriga Nogués
100 acciones
TOTAL
10.000 acciones
FUENTE: AHPB, Gerónimo Cauhé, manual de 1881, 5ª parte, fols. 4181-4210,31.12.1881.
Se trataba de una empresa nacida tan sólo siete semanas después de su
competidora Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos y con un f in
social casi idéntico; o sea, «para explotar la navegación por medio de buques de vapor con las Antillas españolas y demás puntos del globo que
convenga, fomentando las relaciones mercantiles con aquellas». El capital
social de la nueva naviera impulsada por Morera se f ijó igualmente en cinco millones de pesetas, repartidos también en 10.000 acciones al portador
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
138
de 500 pesetas cada una.190 Quince fueron los socios fundadores de la nueva f irma armadora, los cuales se repartieron aquellas diez mil acciones tal
como se resume en el cuadro 17:
Se aprecia que Juan B. Morera fue el principal socio capitalista de la
nueva naviera, en la que también participó su padre así como su primo
Juan Gualberto Morera Martínez. Morera Bargalló fue nombrado así mismo uno de los dos directores de la Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos;
el otro fue Román Macaya Gibert. Por otro lado, José Carbonell fue elegido primer presidente de la nueva empresa mientras que Jaime Ferro fue su
primer vicepresidente. El primer secretario de aquella compañía fue, por
cierto, el padre de su impulsor, Antonio M. Morera Colom. Completaron
el primer consejo de administración de la nueva sociedad dos vocales titulares (Eusebio Pi y Victoriano Casas) y dos vocales suplentes (Francisco
Prats y Leoncio Sanmartí). Vale la pena señalar que al menos tres de los
miembros de aquel consejo de administración eran indianos que se habían
enriquecido previamente en Puerto Rico: me ref iero a Jaime Ferro, Eusebio Pi y Victoriano Casas. Este último era natural de Reus (Baix Camp) y
había emigrado a Puerto Rico en 1846 para trabajar con su hermano Salvador, comerciante establecido en Aguadilla (Cifré, 1975: 147). Tiempo
después, con unos capitales acumulados en aquella Isla, regresó a Cataluña donde acometió diferentes inversiones como, por ejemplo, en dicha
f irma naviera. También fue en 1846 cuando Eusebio Pi Torrents, natural
de Vilanova i la Geltrú (Garraf) solicitó permiso para zarpar rumbo a San
Juan de Puerto Rico (Soler, 2003: 197). En aquella Isla estuvieron también
sus hermanos José, Miguel, Juan y Pedro Pi Torrents. Este último se casó,
en 1852 y en San Juan, con la criolla María Dolores Huertas Delgado (Cifré, 1975: 64-65; Sonesson, 1995: 114-120). Cabe añadir, por otro lado, que
el primer vicepresidente de la Compañía Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos fue Jaime Ferro Rabassa un hombre de negocios nacido en Tossa
de Mar y enriquecido también en Puerto Rico.
Apenas cinco días después de la creación de la Compañía Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos, la prensa de la ciudad recogía una información según la cual parecía «muy probable que dentro de breves días tenga
lugar la entrada en este puerto de uno de los primeros vapores de nueva y
moderna construcción que a última hora acaba de adquirir dicha Compañía, cuyo buque podrá cargar unas siete mil balas de algodón en los Estados Unidos», concluía la nota. Y dos semanas más tarde otro medio local
190
AHPB, Gerónimo Cauhé, manual de 1881, 5ª parte, fols. 4181-4210, 31.12.1881.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
139
concretaba aquella noticia informando de que «uno de los primeros vapores que acaba[ba] de adquirir la Compañía Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos, recién estrenada en nuestra plaza, llevará el nombre [...] de Cristóbal Colón», un buque al que se esperaba en Barcelona para mediados de
febrero.191 Se trataba de un vapor de hélice de 2.677 toneladas de registro
bruto construido dos años antes, en 1880, por los astilleros de William
Doxford & Sons en Sunderland (Inglaterra) y bautizado inicialmente
como Rossmore. En resumen, al empezar su andadura, la nueva naviera impulsada merced a la iniciativa de Juan B. Morera parecía avanzar camino
del éxito.
En un primer momento, a los accionistas fundadores de la nueva
Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos se les exigió un desembolso equivalente al 30 por 100 del valor nominal de sus títulos (o sea, 150 pesetas por
acción). De aquella manera, el capital inicial de la nueva sociedad no fue
en realidad de cinco millones sino de un millón y medio de pesetas. Una
cifra igualmente respetable. Ahora bien, tal como novelara magistralmente Narcís Oller, a la euforia f inanciera propia de aquella peculiar f iebre del
oro pronto le sucedió l’estimbada, o sea, la crisis. Una crisis que apareció
tan rápidamente como antes había llegado el optimismo inversor. Y que
afectó profundamente a muchas empresas, tanto f inancieras como no
f inancieras. Unas empresas que habían nacido al calor del boom bursátil
registrado entre 1880 y 1881, buena parte de las cuales acabaron desapareciendo. Algunas se esfumaron con la misma rapidez con la que se habían
creado. Así pasó, como acabamos de ver, con la Compañía Catalana de
Vapores Trasatlánticos, impulsada por los hermanos Nicolau, f irma competidora de la naviera dirigida por Morera y Macaya.
Algo parecido acabaría sucediendo también con la Compañía Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos. Y es que aquella sociedad anónima no
llegaría siquiera a cumplir dos años. En su lugar se creó, en julio de 1883,
la nueva J. B. Morera y Cía., una sociedad regular colectiva cuyo único gerente fue Juan Bautista Morera Bargalló. La continuidad entre la difunta
sociedad anónima Compañía Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos y la
nueva sociedad regular colectiva J. B. Morera y Cía. parece remarcable. Al
menos siete de los doce socios de la nueva f irma, provenían de la compañía anterior, empezando por el propio Juan B. Morera Bargalló y por su
padre y siguiendo por su antiguo presidente ( Jaime Ferro) así como por
Victoriano Casas, Eusebio Pi, Francisco Prats y Manuel Roca. Encontra-
191
La Vanguardia, 05.01.1882-tarde, p. 106; Diario de Barcelona, 18.01.1882, p. 739.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
140
mos también a Amalia Julià Cayol, cuya participación en aquella empresa
provenía de la época en que la naviera había estado dirigida por su difunto padre.
Al compás de aquel cambio en la razón social de la susodicha f irma
armadora, hubo también cambios sustantivos entre los partícipes de la
misma: su anterior gerente, Román Macaya Gibert, salió entonces, en
1883, de la empresa armadora quedando Morera como su único director.
Desaparecieron también entonces de la sociedad otros inversores como
Leoncio Sanmartí, Carlos Reifferscheid, José Carbonell, José Rosich, José
Pedro Roca F iter, Pedro Garriga Nogués o Juan G. Morera. Y se incorporaron, en su lugar, otros cuatro individuos, con sus respectivos capitales.
Me ref iero a dos mujeres, las hermanas Dolores e Isabel Huertas Delgado
y a dos hombres, o sea, Jaime Rabassa Barceló y sobre todo, Juan Forgas
Bayó, quién se convirtió entonces en el principal socio capitalista de la
f irma dirigida por Morera, como se aprecia en el siguiente cuadro.
Cuadro 18
SOCIOS Y CAPITAL DE J. B. MORERA Y CÍA (1883)
Juan Forgas Bayó
62.500 pts.
Victorino Casas Bley
50.000 pts.
Jaime Ferro Rabassa
40.000 pts.
Juan B. Morera Bargalló
38.750 pts.
Eusebio Pi Torrents
33.750 pts.
Manuel Roca F iter
31.250 pts.
Antonio M. Morera Colom
28.750 pts.
Jaime Rabassa Barceló
28.750 pts.
Amalia Julià Cayol
25.000 pts.
Dolores Huertas Delgado
25.000 pts.
Francisco Prats Ferriol
18.750 pts.
Isabel Huertas Delgado
17.500 pts.
TOTAL
400.000 pts.
FUENTE: AHPB, Manuel de Bofarull, 1883, 2, fols. 1790-1799.
Cabe destacar que si bien el capital fundacional de J. B. Morera y Cía.,
según consta en la escritura de su reconstitución, otorgada el 23 de julio de
1883, era de 400.000 pesetas, un día después y de forma privada sus socios
f irmaron un acta mediante la cual «acordaron elevar el capital social hasta
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
141
la cantidad de 1.600.000 pesetas en las proporciones que constan en dicha
acta».192 En otras palabras, la disolución de la antigua sociedad anónima y
su sustitución por una sociedad regular colectiva sólo signif icó un descenso
del capital social en términos nominales (de 5.000.000 a 400.000 pesetas)
porque en términos reales, el capital desembolsado se mantuvo estable o, en
todo caso, creció ligeramente, pasando de 1.500.000 a 1.600.000 pesetas.
Quiero insistir que las incorporaciones de cuatro nuevos socios en la
naviera dirigida por Morera sirvieron para reforzar la conexión puertorriqueña de aquella empresa. Así, por ejemplo, Dolores Huertas Delgado,
natural de Caguas (Puerto Rico) era la viuda de Pedro Pi Torrents, hermano a su vez del otro socio, Eusebio Pi. Su incorporación facilitó sin duda
la de su hermana Isabel, representada a su vez por el indiano Eusebio Pi
Torrents. Viviendo todavía en Mayagüez (Puerto Rico), Jaime Rabassa
Barceló aceptó invertir parte de sus caudales en la empresa, haciéndose representar por el socio Jaime Ferro Rabassa, el cual había regresado a Cataluña. También seguía viviendo entonces en Puerto Rico el catalán Juan
Forgas Bayó, quién se convirtió en el principal socio capitalista de la
f irma armadora, preparando su inminente y def initivo regreso a Cataluña.
Unos y otros comprometieron sus caudales en el impulso de una naviera
que adoptó, en el verano de 1883 y pasada la euforia inversora de la febre
d’or, la forma jurídica de una sociedad comanditaria que contaba con un
único gerente, Juan B. Morera. Una empresa cuyo domicilio social se f ijó
en el Pasaje de la Paz, número 10 bis, bajos.
Teniendo en cuenta los vínculos de aquellos inversores con Puerto Rico
se entiende mejor que una de las primeras líneas de la naviera Morera uniese
la ciudad de Barcelona con diversos puertos de las Antillas españolas. En
concreto con San Juan, Mayagüez y Ponce, en Puerto Rico, y con La Habana, en la isla de Cuba. Una línea que se alargaba después, por cierto, desde
las Antillas hasta los Estados Unidos de América. Para el servicio de aquella
línea trasatlántica, Morera dispuso en primer lugar del vapor Cristóbal Colón,
adjudicado en enero de 1884 a J. B. Morera y Cía. por la comisión liquidadora de la Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos. Pronto, sin embargo, amplió
aquella flota en dos unidades más mediante la compra de los vapores Hernán
Cortés y Ponce de León, en marzo de 1884 y mayo de 1885, respectivamente. El
primero de aquellos buques, que sumaba 3.527 toneladas de registro bruto,
se había botado al mar por primera vez en 1883 en Hull (Inglaterra). Navegó
durante varios meses bajo el nombre de Stewart King hasta que su propietario,
192
AHPB, Miguel Martí Sagristá, manual de 1885, 4ª parte, fols. 3283-3291, 22.11.1885.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
142
Richard Britge, lo vendió a J. B. Morera y Cía, el 5 de marzo de 1884. Llegó
a Barcelona unos días después, el 17 de marzo, y su bautizo solemne, celebrado por el Obispo de Barcelona, tuvo lugar el 3 de abril de 1884 (Tomás,
2012: 17-19). Al informar, por cierto, de aquella ceremonia afirmaba La Vanguardia «que el [vapor] Hernán Cortés ocupa el séptimo lugar entre los buques
españoles de mayor porte».193
Un año después, exactamente el 11 de abril de 1885, arribó al puerto
de Barcelona el tercero de los vapores de la naviera Morera, el paquebote
Ponce de León. Aquel día se conmemoraba precisamente la llegada, 373 años
antes, del castellano Juan Ponce de León al «territorio donde más tarde se
formó la que hoy es ciudad de Ponce, en Puerto Rico». Por dicha razón, el
nuevo buque fue bautizado justamente con aquel nombre. Igual que el
Hernán Cortés hablamos de un buque construido en los astilleros de la casa
Garbutt, en Hull, con un tonelaje neto de 2.294 toneladas «siendo su desplazamiento total de máximo calado 6.134 toneladas». Con la compra de
aquel tercer vapor y bajo la batuta de su único gerente, la naviera J. B. Morera y Cía. parecía abrirse hueco en el difícil mundo de la navegación transatlántica. Un mundo en el que debía competir con otras navieras españolas como, por ejemplo, la subvencionada Compañía Trasatlántica o la
gaditana Pinillos Saenz y Cía, entre otras. Y en competencia también con
navieras italianas o francesas, que servían así mismo líneas que enlazaban
Barcelona con los principales puertos de las Antillas españolas y de los
Estados Unidos. Así, al dar cuenta del bautizo del vapor Ponce de León, el
diario La Vanguardia se alegraba de poder «felicitar a la casa propietaria del
‘Ponce de León’ por haber adquirido tan hermoso buque, que unido a los
que poseía, honran a la marina mercante española, cuyo pabellón pueden
ostentar con orgullo en los lejanos países que frecuentan».194
A aquellas alturas, Juan B. Morera Bargalló había conseguido hacerse
valer entre los armadores de la ciudad. Así, como un cierto reconocimiento a
su trayectoria en el sector, el 16 de junio de 1885 se incorporó a la Junta de
Obras del Puerto de Barcelona. Además, los acaudalados socios que le habían conf iado sus capitales f inanciando su f irma J. B. Morera y Cía. (copropietarios, por lo tanto, de los vapores Cristóbal Colón, Hernán Cortés y Ponce de
León) podían estar satisfechos de su labor gerencial: En apenas tres años y
medio (entre julio de 1881 y diciembre de 1884) los benef icios de aquella naviera alcanzaron, al parecer, la respetable cifra del 44 por 100 respecto al capital realmente desembolsado en la misma (un 11 por 100, en el segundo se-
193
194
La Vanguardia, 4 de abril de 1884.
La Vanguardia, 12 de mayo de 1885,
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
143
mestre de 1881; un 15 por 100, en 1882; un 9 por 100, en 1883 y otro 9 por
100, en 1884, aunque en aquel último ejercicio se tratase de «beneficios no
obtenidos realmente»).195 No cabe duda de que, a aquellas alturas, la naviera
Morera había conseguido superar, y con nota, l’estimbada posterior a la febre
d’or. Cabe señalar que otra naviera, igualmente cimentada sobre capitales
acumulados en las Antillas españolas, la f irma Antonio López y Compañía,
supo aprovechar aquella etapa para transformarse en una sociedad anónima
(la Compañía Trasatlántica) y para consolidar su liderazgo entre las navieras
de vapor de Barcelona. Lo hizo a partir de las iniciativas impulsadas sobre
todo por su principal gerente, el cántabro Antonio López.
6.4 La Febre d’or en la
marina mercante (III): de la
sociedad colectiva A. López
y Cía. a la sociedad anónima
Compañía Trasatlántica.
Antonio López y López, el principal
impulsor de la naviera A. López y Cía. había sabido desarrollar, desde Barcelona, una intensa actividad empresarial que fue más allá de la navegación
transoceánica, destacando especialmente su dedicación el mundo de las
f inanzas. En 1863, por ejemplo, López apareció como uno de los fundadores de la sociedad de Crédito Mercantil. Y unos años después, en 1876, como
el principal impulsor de un nuevo y poderoso banco, el Banco Hispano Colonial. Hablo de una entidad f inanciera que nació para prestar al gobierno
un total de 125 millones de pesetas con que afrontar los gastos derivados de
la guerra, en Cuba. Una parte importante de aquel empréstito sirvió, precisamente, para el pago del transporte de soldados que venían efectuando los
vapores de A. López y Cía. 196. Para Antonio López, la Guerra de los Diez
Años estaba resultando un negocio redondo: al benef icio obtenido como accionista y Presidente del Banco Hispano Colonial cabe sumar el beneficio
obtenido por su naviera. El principal inconveniente de esta gran dependen-
195 Demanda civil presentada el 31 de octubre de 1904 por el procurador Rogelio Alemany Briche en representación de
Dolores Traval, viuda de Morera. Copia digitalizada facilitada amablemente por Norbert Tomàs.
196 El 11 de octubre de 1877 el Ministro de Ultramar comunicaba al representante en Madrid de A.
López y Cía: «con esta fecha doy orden al Presidente del Comité Delegado en Madrid del Banco Hispano Colonial, para que dicho establecimiento abone a la empresa que V.E. representa la suma de
1.500.000 pesetas correspondiente al 15 de setiembre último e igual cantidad el día 15 del corriente,
por cuenta de servicios de transportes», v. MMB, fondo Compañía Trasatlántica, Real Orden 590.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
144
cia del erario público era, precisamente, que su déficit crónico provocaba demoras importantes en el pago, tanto en las Cajas de Ultramar como en la península. En abril de 1876 el Tesoro adeudaba a la compañía nada menos que
13 millones de pesetas. Un año más tarde, en marzo de 1877, el Ministro de
Ultramar solicitaba al Gobernador General de Cuba «un balance general de
las cantidades que en f in de año último se adeudaban a la Empresa», y cuando el 25 de julio de 1878 la Caja de La Habana se declaró en suspensión de
pagos, ésta debía a la empresa 1.950.160 pesetas, cantidad que había ascendido a 6 millones en julio de 1879.197
Al iniciarse 1878 tuvo lugar una nueva licitación pública para otorgar el
servicio de vapores-correo a las Antillas. Ese concurso, de hecho, no fue
más que un puro trámite para revalidar las privilegiadas relaciones de López
con el Estado: el Ministerio de Ultramar rechazó incluso la oferta presentada
por el Marqués de Campo que, aunque superior en 7.500 pesetas por viaje
redondo a la oferta de A. López y Cía., al aceptar el pago en moneda f iduciaria resultaba la oferta más ventajosa para las arcas del Estado, como reconoció la propia naviera de López.198 La prórroga del servicio en favor de la naviera A. López y Cía. permitió a su principal gerente iniciar, desde entonces,
su acelerado proceso de expansión con vistas a consolidarla como la principal naviera del país.
A mediados de 1878, es decir cuando su hijo Claudio alcanzó la mayoría
de edad, López reformó la escritura de la empresa para darle entrada como
socio industrial, incorporando en el mismo acto a su futuro yerno, Joaquín
del Piélago.199 Sobrino de Antonio Sánchez de Movellán, Del Piélago se había incorporado como uno de los tres socios gestores de la sociedad Angel B.
Pérez y Cía en 1873, antes, incluso, de alcanzar la mayoría de edad civil.200 Al
ingresar como socio industrial de A. López y Cía. dejó de ser gerente de la
empresa cántabra, y su participación pasó a engrosar la comandita de la naviera de López en la misma. Su ingreso definitivo en la familia se produjo
meses después, en enero de 1879, al casarse con María Luisa López Bru, que
aportó al matrimonio medio millón de pesetas como dote.201
AHN, Ultramar, legajo 4760. MMB, fondo Compañía Trasatlántica, Reales Órdenes 33, 155, 171 y
671. Llorca (1990), p. 44.
198 Compañía Trasatlántica (1882): Consulta y dictamen de letrados: «Es verdad que, posteriormente al
concurso, el Sr. Marqués de Campo hizo presente que su propósito era recibir la subvención en moneda f iduciaria, con lo cual su propuesta resultaba más ventajosa».
199 AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1878, 3ª parte, 02.05.1878.
200 Para actuar como gerente de la casa de comercio siendo menor de edad Joaquín recibió la pertinente autorización paterna, v. NSVB, Florencio Cacho Herrera, 31.10.1873.
201 AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1879, 1ª parte, 16.01.1879.
197
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
145
Una vez alcanzado un nuevo contrato con el Estado para los diez
años siguientes, y fortalecido el carácter familiar (y, por lo tanto, el control) de la naviera, López planif icó la expansión de la misma, haciéndola
pivotar sobre tres ejes: la adquisición de nuevos vapores, la ampliación de
sus líneas, y la construcción de unos astilleros en Cádiz (Rodrigo, 1998a).
El momento no podía ser más adecuado: fue precisamente, como antes señalé, entre los años de 1878 y 1886, cuando se produjo una clara aceleración en el proceso de transición de la vela al vapor en la flota mercante española (Valdaliso, 1991). En 1883 (el año de la muerte de Antonio López y
también el año en que el tonelaje de los vapores superó por vez primera al
de los veleros) un observador perspicaz como Joaquín Costa señalaba que
en los años anteriores se había producido una verdadera revolución en la
flota mercante; revolución que se había traducido en un aumento signif icativo de los vapores mercantes y de su tonelaje: entonces España aparecía
como la tercera potencia naval mundial por el número de vapores en relación a sus habitantes.202 La naviera López tuvo también su parte de responsabilidad en aquel proceso. A la altura de 1878 la sociedad A. López y
Cía. contaba ya con trece vapores para sus líneas regulares de Santander y
Cádiz a San Juan de Puerto Rico y La Habana: El Alfonso XII, el Santander,
el Méndez Núñez, el Habana, el Guipúzcoa, el Pasajes, el Comillas, el Gijón, el
Coruña, el Ciudad Condal, el Puerto Rico, el España y el Antonio López. Aun así,
inició a partir de entonces una política de renovación y ampliación de su
flota. Ese mismo año encargaron a la casa Lobint Boulboy y Cía. de Renfrew (Escocia) la construcción de un buque con aparejo de barca de 3 palos, que recibieron en marzo de 1879, y al cual bautizaron como Ciudad de
Cádiz. Dos años después, en 1881, encargaron dos nuevos vapores: el M.L.
Villaverde y el Antonio López 2º. Este último fue construido por Denny Hermanos de Dumbarton, y, según José Planas, era «el mayor y más veloz de
los vapores de nuestra Marina, tanto mercante como de guerra, y el primero con casco de acero y luz eléctrica» (Planas, 1965). No en vano, la Trasatlántica debió pagar por él 2.625.000 pesetas, en marzo de 1882. 203
La forma jurídica de la naviera, una sociedad regular colectiva, apareció
pronto como un obstáculo a las potencialidades de crecimiento de la empresa.
A lo largo de 1881, es decir, en plena febre d’or, y como un paso necesario en la
expansión de la naviera, el primer marqués de Comillas decidió transformar
Costa (1912). El regeneracionista aragonés aportaba esos datos en su ponencia «Estado de la marina española y medios de fomentarla», presentada en el Congreso Español de Geografía colonial y
Mercantil de 1883.
203 BTG, fondo Compañía Trasatlántica, Copia del título de registro del vapor Antonio López, a 21 de
marzo de 1882 ante el notario de Cádiz Narciso Mª Lozano y Roldán.
202
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
146
Cartel de anuncio de los Vapores Correos A. López y Cia, 1880.
Autor: B. Massey. (Museu Marítim de Barcelona)
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
147
la firma A. López y Cía. en una sociedad anónima, creando así la Compañía
Trasatlántica.204 Una sociedad de responsabilidad limitada, como la nueva Trasatlántica, ofrecía una serie de ventajas por encima de las sociedades personalistas, singularmente la capacidad de atraer capital por medio de obligaciones.
Cabe señalar que la liquidación de la vieja A. López y Cía. demuestra su extraordinario nivel de rentabilidad: según los datos que figuran en el acta de disolución de la misma los socios se reintegraron de los 5.000.000 de pesetas de
capital social más 2.393.246 pesetas de beneficios (lo cual se traduce en unas
plusvalías del 48 por ciento) repartidos de la siguiente manera:
Cuadro 19
DISOLUCION DE ‘A. LOPEZ Y CIA’ (1882) [cifras en pesetas]
Capital
Benef icios
Total
ANTONIO LOPEZ
3.000.000
1.166.707
4.166.107
CLAUDIO LOPEZ
500.000
269.240
769.707
P. DE SATRUSTEGUI
750.000
329.071
1.079.071
C. DE EIZAGUIRRE
750.000
329.071
1.079.071
CLAUDIO LOPEZ BRU
---
149.577
149.577
JOAQUIN DEL PIELAGO
---
149.577
149.577
FUENTE: AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, 1882, 2ª parte, 21.03.1882
Para la constitución de la Trasatlántica, López contó con la colaboración
de dos de sus más allegados colaboradores, José Carreras y Xuriach, y Pedro
de Sotolongo, vocal y gerente, respectivamente, del Hispano Colonial. El tercer socio fundador fue A. López y Cía., que aportaba la concesión del servicio de correos y toda la parte de su haber social destinado al mismo, valorado en 19 millones de pesetas, de un total de 20 millones a que ascendía el
capital desembolsado de la empresa: el capital total se fijó en 50.000.000 de
pesetas representado por 20.000 acciones de 2.500 pesetas, pero de entrada
sólo se pusieron en circulación 16.000 títulos a los que se exigía un desembolso del 50 por ciento.
El trámite que se podía prever más delicado era la subrogación del contrato con el Ministerio de Ultramar en favor de la recién creada Compañía
Trasatlántica. Éste tuvo lugar durante el verano de 1881, precisamente cuando Alfonso XII y el resto de la família real pasaban sus vacaciones en Comi-
204
AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1881, 3ª parte, 01.06.1881.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
148
llas, hospedados por el marqués, su hermano Claudio y Patricio Satrústegui.
A pesar de la campaña del marqués de Campo, no hubo ningún obstáculo y
la autorización del gobierno llegó el 1 de septiembre, es decir, pocos días antes que el rey, agradecido por su estancia en Cantabria, otorgase al marqués
de Comillas la grandeza de España.205
Tras nombrar a Joaquín del Piélago, yerno de López, gerente de la Trasatlántica, la primera iniciativa que tomó la Junta de Gobierno fue acordar
una emisión de 30.000 obligaciones de 500 pesetas cada una, para incorporar a la compañía un total de 15 millones de pesetas como recursos líquidos.206 Al hacerlo en forma de obligaciones, las cuales no otorgaban a sus
poseedores ningún tipo de derechos políticos sobre la empresa, el marqués
de Comillas pudo seguir manteniendo su control efectivo sobre el haber social. Al ser, por cierto, la nueva Trasatlántica una sociedad por acciones, el
control sobre la composición del accionariado se revelaba vital para seguir
manteniendo el poder sobre la empresa. Es por ello que, junto a los antiguos
socios de A. López y Cía., quienes siguieron manteniendo una participación
destacada, López constituyó un núcleo estable integrado por los bancos que,
o bien presidía (Banco Hispano Colonial y Crédito Mercantil), o bien estaban relacionados con éllos. Por ejemplo, el Banco de Castilla asumió un 2,5
por 100 del capital de la naviera al interesar 500.000 pesetas; también el Hispano Colonial y el Mercantil tomarían desde el primer momento un buen
paquete de acciones: no dispongo de datos concretos de su participación
hasta 1888, año en que ambos bancos tenían en sus respectivas carteras el
14’21 por 100 del total de las acciones de la naviera. De hecho, junto al porcentaje del capital en manos de los Comillas, que osciló en esos primeros
años en torno al 20 por 100, el instrumento de control de la nueva sociedad
anónima iba a ser el Hispano Colonial. Más de la mitad de los 15 consejeros
de la Trasatlántica tenían a su vez asiento en el Consejo de Administración
del Hispano Colonial. Los siete que no eran dirigentes del Banco, eran, no
obstante, hombres muy cercanos al primer marqués de Comillas: su hermano Claudio, Pedro de Sotolongo (gerente del Hispano Colonial y vocal de dicho banco a partir de 1889), Manuel Arnús (cuñado de su hijo Claudio), Angel Bernardo Pérez (socio de López ya en Cuba, y su consignatario en
Santander), Antonio Sánchez de Movellán (su paisano, socio y amigo) junto
a José de Ulloa y a Romero Robledo.
MMB, fondo Compañía Trasatlántica, Real Orden 779. El gobierno había exigido que en los títulos de las acciones f igurase expresamente que éstas no podían ser transferidas a extranjeros, y que el
Ministerio de Ultramar se reservaba la potestad de nombrar al Administrador Gerente de la naviera, a
propuesta en terna de la Compañía; matizaciones ambas aceptadas por Antonio López.
206 AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1881, 3ª parte, 28.06.1881, doc. 861.
205
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
149
Retrato de Antonio López López, 1881. Pintura al oleo.
Autor desconocido. (Museu Marítim de Barcelona).
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
150
Este último, que había sido Subsecretario de Ultramar desde la Gloriosa hasta junio de 1869 y Ministro de Fomento en la monarquía amadeísta, se había destacado como el activista y orador principal en la oposición parlamentaria a las reformas en las Antillas. Sus vínculos con el
partido español de Cuba se reforzaron mediante su enlace en 1875 con Josefa Zulueta y Samá, sobrina-nieta del primer marqués de Marianao e hija
de Julián Zulueta. Romero fue, además, uno de los artíf ices del sistema
político de la Restauración, ejerciendo como Ministro de Gobernación
con el Partido Conservador en diversos gabinetes, de 1875 a 1879, en
1880-1881 y 1884-1885. Con su incorporación como Consejero de la Trasatlántica López se aseguraba una vía de comunicación directa con los gobiernos de Cánovas.
La identif icación entre el Banco Hispano Colonial y la Compañía
Trasatlántica se reforzó en la primera junta de accionistas de la naviera, al
incorporarse como Consejeros de dicha empresa el vicepresidente del banco, Manuel Girona, y uno de sus vocales, Eusebio Güell Badigalupi. Una
tercera incorporación al consejo de administración de la naviera fue la del
senador Atanasio de Oñate, conde de Sepúlveda, miembro destacado de la
Casa Real: si con Romero Robledo López sancionaba su cercanía al partido conservador, con el conde de Sepúlveda se visualizaba la alianza entre
los negocios de Comillas y la familia real. De hecho, sin aquella cercanía a
los círculos de poder de la Villa y Corte, la antigua sociedad A. López y
Cía. (transformada en la nueva Compañía Trasatlántica) no habría podido
convertirse en la principal naviera española. A la altura de 1881, sin ir más
lejos, contaba con una flota de catorce vapores, la fuerza de cuyas máquinas superaba los 300 caballos. Y contaba, además, con otros seis vapores,
de menores dimensiones. En suma, tal como se recoge en el cuadro 20,
un total de veinte buques de vapor que la convertían en la gran naviera de
Barcelona y de España.
Frente al liderazgo de la Compañía Trasatlántica, otras navieras quisieron competir también desde el puerto de Barcelona. Algunas nacieron
bajo la iniciativa y particular f inanciación de empresas familiares. Ya vimos como los Plandolit se hicieron con la propiedad del vapor Mahonés (en
1854) y del vapor María (en 1863). También como Joaquín Gurri hizo lo
propio con el vapor Castilla, cuya propiedad mantuvo entre 1870 y 1882.
Voy a relatar, a continuación, los esfuerzos de sendos empresarios catalanes para armar una pequeña flota de vapores a partir de una naviera familiar. Me ref iero a la f irma Sala y Vidal, nacida precisamente en 1876, el
mismo año en que se fundó la Asociación de Navieros y Consignatarios
de Barcelona.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
151
Cuadro 20
BUQUES DE LA COMPAÑÍA TRASATLÁNTICA EN 1881
Nombre
(1)
(2)
(3)
(4)
Pasages
1872
150
70,0
8,3
--
--
Guipúzcoa
1863
400
89,6
12,2
1578
823
España
1856
500
87,2
12,2
1593
495
Santander
1872
350
87,8
11,6
--
--
Méndez Núñez
1870
370
84,2
11,1
--
--
Antonio López
1881
400
89,6
12,2
1568
370
Comillas
1863
400
89,6
12,2
1568
370
Coruña
1872
300
93,9
11,0
1608
1092
Habana
1872
450
96,5
11,2
--
--
Allfonso XII
1876
460
107,5
11,5
--
660
Ciudad Condal
1872
450
96,0
11,2
--
--
---
20
23,8
4,6
47
22
Puerto Rico
1862
400
88,4
12,2
1331
431
Ciudad de Cádiz
1878
600
112,0
11,7
--
--
Gijón
---
300
93,9
11,0
1442
936
Auxiliar
---
60
35,0
6,0
192
60
Piloto
---
--
17,0
4,0
30
14
Manila
---
--
19,2
6,0
76
64
Montañesa
---
--
16,5
5,5
45
San Francisco de Paula
---
--
--
---
--
Ciudad de Denia
(5)
(1) Año de construcción
(4) Manga de construcción, en metros
(2) Fuerza, en caballos de vapor
(5) Toneladas de registro bruto
(3) Eslora, en metros
(6) Tonelaje neto
(6)
FUENTES: AHPB, Luis G. Soler Pla, Manual de 1881, 22.10.1881, docs. 1322-1324.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
152
6.5 La Naviera Sala y Vidal.
La f irma Sala y Vidal ofrece un caso
singular en el que dos industriales catalanes decidieron, al f inal de su vida
empresarial, convertirse también en armadores de buques de vapor. Me
ref iero a los fabricantes Isidro Sala Basany y José Vidal Valldeneu, únicos
promotores de la naviera Sala y Vidal, que ambos crearon, en Barcelona y
en febrero de 1876, para la explotación de uno o más vapores dedicados a
la navegación transatlántica. Isidro Sala y José Vidal sumaban entonces 61
y 62 años, respectivamente. En este caso, ambos individuos af irmaban
que la creación de aquella nueva compañía se hacía con el objeto de «explotar la navegación de uno o más buques cuyo objeto principal a que será
destinado [sic] ha de ser la carrera de Barcelona a La Habana, de La Habana al puerto de los Estados Unidos que más convenga para cargar algodón, y desde este último punto de América a Barcelona» aunque añadían,
a continuación, que dicho buque (o buques) podrían «igualmente cambiar
de ruta siempre que los negocios de América no permitiesen seguir la ruta
antes citada».207 Parece claro, por lo tanto, que la incursión de ambos industriales en el mundo de la navegación transatlántica se explica, sobre
todo, por su voluntad de asegurarse el necesario aprovisionamiento de algodón para sus respectivas fábricas, ahorrándose los costes propios de la
intermediación mercantil. Parece tratarse, en def initiva, de un proceso de
integración vertical aunque aprovechando, a la vez, las posibilidades que
podía ofrecer la actividad naviera. Cabe señalar que mientras que la participación de Isidro Sala se hizo a título particular, la de José Vidal Valldeneu tuvo lugar en su condición de socio principal de la f irma José Vidal e
Hijos (rebautizada después como Vidal e Hijos), una empresa textil participada también por sus hijos Antonio y Pedro M. Vidal Horta. Así, a los
cinco años de su creación tuvo lugar una limitada reforma de la escritura
social de la naviera Sala y Vidal: en mayo de 1880 se volvieron a reunir Isidro Sala y José Vidal Valldeneu, así como también el hijo de este último,
Pedro M. Vidal Horta, para ampliar el objeto social de la susodicha compañía. Una empresa que, según consignaron entonces, además «del negocio de buque o buques de vapor o de vela va a seguir dedicándose a toda
clase de negocios y compra y venta de efectos comerciales». 208 Fue aquella,
por cierto, una empresa claramente familiar. No en vano, dos de las hijas
207
208
AHPB, Fernando Moragas Ubach, manual de 1876, 1ª parte, 24.02.1876, fols. 346-351.
AHPB, Miguel Martí Sagristá, manual de 1880, 2ª parte, 24.05.1880, fols. 1333-1336.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
153
de Isidro Sala Basany (las hermanas Isabel y Dolores Sala Viñas) se habían
casado con sendos hijos de José Vidal Valldeneu (con Antonio y con Pedro M. Vidal Horta, respectivamente). En consecuencia, Isidro Sala y José
Vidal eran, además de socios, consuegros y por partida doble.
El primer vapor de la f irma Sala y Vidal lo compraron apenas seis semanas después de la constitución de la empresa. Un buque de fabricación
británica. Formalizaron aquella adquisición en Londres, el 13 de abril de
1876. Allí, el apoderado de la nueva naviera, Enrique Ramon Unthoff,
compró «el vapor de hélice Richard Cobden que bajo el nombre de Vidal Sala
sale con pasaporte provisional para Barcelona, tocando de tránsito en Cardiff para recibir cargamento», consignaba el vicecónsul de España en la capital inglesa al otorgarle la documentación preceptiva.209 La naviera Vidal y
Sala estableció, por cierto, sus of icinas en el piso principal del número 21
en la Rambla de Santa Mónica mientras que sus agentes de aduana, la razón
Sintes y Orf ila, tenía su despacho en el número 5 de la calle Cristina. Justo
encima de las of icinas de Sala y Vidal, en el entresuelo, estableció entonces
su residencia Isidro Sala Basany. Desde allí despachaban el el vapor Vidal
Sala en sus viajes regulares entre Barcelona y La Habana, con escala en San
Juan de Puerto Rico.210 El negocio naviero debió ir lo suf icientemente bien
como para que cuatro años después de haber comprado su primer buque, o
sea, en 1880, Isidro Sala y José Vidal optasen por ampliar la flota de su naviera comprado un segundo vapor. Un buque al que quisieron bautizar
como Ana de Sala y que realizó su primer viaje en el otoño de aquel año dirigiéndose a los puertos de La Habana (en Cuba) y de Savanah (en los Estados Unidos).211 Así, al llegar la época de las migraciones en masa hacia Uruguay y, sobre todo, hacia la República Argentina, los socios de la f irma Sala
y Vidal intentaron aprovechar sus dos vapores, el Sala y Vidal y el Ana de
Sala para transportar emigrantes al río de la Plata. En enero de 1885, por
ejemplo, el primero de aquellos buques estaba a punto de emprender su segundo viaje rumbo a Montevideo, Buenos Aires y Rosario. En los periódicos se anunciaba que un pasaje en tercera costaba 200 pesetas (mientras
que un billete en primera alcanzaba las 700 pesetas y en segunda, 500 pesetas). Había regresado aquel vapor poco antes del Río de la Plata, de lo cual
pronto dio cuenta la prensa barcelonesa. Según el Diario de Barcelona, el vapor Vidal Sala había sido «el primero de la marina mercante nacional que
ha atracado en los muelles de Rosario de Santa Fe, en cuya población pro-
209
210
211
AHPNM, Consulado de España en Londres, protocolo 34145, fol. 93, 13.04.1876.
El Teléfono, 11.12.1879, p. 182; 01.01.1879, p. 760.
El Bien Público, 18.12.1880, p. 1.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
154
dujo muy buen efecto la llegada de un vapor de porte de nuestra matrícula.
El Vidal Sala fue saludado al echar anclas en Rosario de Santa Fe [seguía la
crónica] por varios buques españoles», cabe suponer que eran veleros mercantes, «que se hallaban surtos en el río Paraná, frente a la población citada», y que probablemente se dedicaban al tráf ico de tasajo.212
Unas semanas después de la publicación de aquella crónica falleció
uno de los fundadores de la naviera, el industrial manresano Isidro Sala
Basany. Sus herederos optaron entonces por mantener el nombre de la
empresa, Sala y Vidal, y no rebautizarla como Viuda de Sala y Vidal. 213
Pudo ser, tal vez, la muerte de Isidro Sala la que acabó desencadenando la
decisión de liquidar aquella peculiar naviera. Sea como fuere, el 6 de septiembre de 1886 la viuda de Sala, Ana Viñas Casanovas, apoderó a su yerno Antonio Vidal Horta, para vender los dos vapores de la empresa, «denominados el uno Vidal Sala y el otro Ana de Sala, los cuales se hallan
anclados actualmente en uno de los puertos de la ciudad de Marsella».214
Terminó entonces, a los diez años de su fundación, la vida de una peculiar
naviera dedicada al transporte de mercancías y de personas ente América
y Europa, capaz de hacerse un hueco en el negocio naviero del momento
frente a f irmas consolidadas como, por ejemplo, la naviera decana Navegación e Industria.
6.6 La pionera sociedad
de Navegación e Industria
(1869-1916)
Desde el mismo momento de su
creación, la sociedad de Navegación e Industria acreditó una estructura
empresarial moderna, a partir, sobre todo, del proceso de transformación
que le había permitido transformarse de una primigenia sociedad civil (la
Compañía Catalana de Vapor) en una sociedad mercantil de responsabilidad limitada (Navegación e Industria). De hecho, la nueva sociedad (anónima) de Navegación e Industria fue pionera en muchos aspectos y, singularmente, en la profesionalización de su actividad gerencial. En una
ciudad como la Barcelona de mediados del siglo xix , caracterizada por la
hegemonía de un capitalismo personalista, con un claro predominio de las
212
213
214
Diario de Barcelona, 01.01.1885, p. 43; 04.01.1885, p. 157.
AHPB, Miguel Martí Sagristá, manual de 1885, 1ª parte, 05.03.1885, fols. 601-604.
AHPB, Jacinto Demestre Carbó, manual de 11886, 2ª parte, 06.09.1886, fols. 1080-1082.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
155
Vapor Vidal Sala de la Compañia Sala y Vidal en 1886. Pintura al oleo.
Autor: Josep Mongay Torné. (Museu Marítim de Barcelona)
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
156
Vapor Ana de Sala de la Compañia Sala y Vidal en 1881. Pintura al oleo.
Autor: Josep Mongay Torné. (Museu Marítim de Barcelona).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
157
empresas constituidas como sociedades regulares colectivas (tanto en el
ámbito comercial como en el sector industrial e incluso, en cierta manera,
también en el sector f inanciero); es decir, en una ciudad donde las empresas se caracterizaban por no separar propiedad y gerencia, los accionistas
propietarios de Navegación e Industria optaron por profesionalizar la dirección de la empresa. Lo hicieron desde su constitución como sociedad
anónima y mediante lo que hoy denominaríamos un contrato de gerencia.
Superada la etapa fundacional de la compañía, en la que su principal
promotor y socio capitalista, Juan Reynals Granell, actuó además como su
único gerente, con la rúbrica de Director de la sociedad, los accionistas de
la nueva Navegación e Industria acordaron, en julio de 1841, nombrar Administrador de la misma a Gerónimo Merelo Sayró, a quien optaron por
retribuir con una cantidad f ija de 12.000 reales al año. 215 Merelo ejerció su
cargo durante los cinco años siguientes, hasta marzo de 1846 en que fue
sustituido por el alicantino Miguel Díaz de Brito, quien f irmó un contrato
privado para los siguientes cinco años. Al cumplirse ese primer contrato,
o sea, en la primavera de 1851, la Junta de Gobierno de la sociedad de Navegación e Industria «satisfecha como se halla [...] del comportamiento y
buen desempeño con que ha servido dicho encargo [Díaz de Brito], acordó [que] se le prorrogue por seis años» más, con los mismos pactos que
ambas partes habían acordado tiempo atrás. 216
Las denominadas entonces Juntas de Gobierno actuaban con funciones similares a los actuales Consejos de Administración y, como tal, estaban compuestas por algunos de los principales accionistas de las empresas
en cuestión. En los primeros años de la sociedad Navegación e Industria,
la actividad de los individuos que participaban en su Junta de Gobierno
(denominada inicialmente Junta Directiva) fue, podríamos decir, altruista.
No obstante, en la junta de accionistas de la compañía reunida el 15 de
abril de 1852 el entonces Presidente de la misma, Ramon Vieta, «manifestó que se ponía a discusión la proposición que hace la [propia] Junta [de
Gobierno] para que sean retribuidos sus individuos con el 6 por 100 sobre
los benef icios líquidos» generados por la empresa; proposición que fue inmediatamente aprobada por todos los accionistas presentes. 217 En aquel
AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1841, 12.07.1841, fols. 173-176. Acordaron, a la
vez, nombrar como apoderado de la sociedad en Madrid al banquero José Safont y, un mes más tarde,
el propio Merelo nombraba a quien fuera primer capitán del vapor Balear, Francisco Granell, representante de la empresa en Mallorca, encargado de la explotación de sus minas; cfr. AHPB, José Manuel
Planas Compte, manual de 1841, 16.08.1841, fols. 212-213.
216 AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1851, 15.04.1851, fols. 215-216.
217 AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1852, 13.06.1852, fols. 482-485.
215
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
158
entonces, Díaz de Brito se mantenía todavía como administrador (léase
gerente) de Navegación e Industria y así se mantuvo hasta f ines de 1855,
un año y varios meses antes de que expirase su contrato.
La importancia de la f igura del administrador era tal que la Contribución Industrial de la sociedad de Navegación e Industria no la pagaba la
empresa sino que lo hacía directamente su gerente, y bajo su propio nombre. Así, en el libro registro de la Contribución Industrial de Barcelona correspondiente a 1855, por ejemplo, aparece «Miguel Díaz de Brito. Administrador de la Sociedad de Navegación e Industria por 10.000.000 de
reales efectivos y por sus industrias de Taller de construcción de máquinas
y Navieros por los buques de vapor Barcino, Cid, Balear y Mercurio», 11.300
reales. 218 Díaz de Brito ejerció como administrador de la empresa entre
1846 y 1855. Tras un breve período en el que la gerencia de la Navegación
e Industria fue asumida interinamente por Miguel de Izco, natural de Vinarós, la Junta de Gobierno de la compañía, acordó encomendar la gerencia de la misma a José Renart Sacanell. 219 Nacido en el municipio de Sarrià, vecino a Barcelona, Renart empezó a ejercer su responsabilidad el 29
de febrero de 1856, si bien apenas debió durar un año y poco más como
máximo responsable de la compañía. En junio de 1856, por ejemplo, le
sustituyó (nuevamente con la coletilla de «interino») Miguel de Izco quién
a su vez, fue sustituido por Eusebio Golart, el cual acabó asumiendo la
gerencia de Navegación e Industria en la primavera de 1857.
Nacido en Mataró, a Golart le correspondía no sólo encargarse de los
asuntos relativos a los vapores de la empresa sino también a supervisar la
marcha de los Talleres Nuevo Vulcano y encargarse de los impagos de sus
clientes. Una de las primeras gestiones que tuvo que realizar Golart fue reclamar a los herederos y sucesores de Feliciano Novella Secall el pago de
37.856 reales que el difunto había dejado como deuda por la compra de una
máquina, o molino, construido varios años antes en los talleres Nuevo Vulcano «para la empresa de asfalto de Torre de la Paja [sic]», un municipio aragonés cercano a la provincia de Soria.220 Este tipo de encargos, a los que debían atender los gestores de Nuevo Vulcano, pone de relieve la relativa
escasez de pedidos que llegaban a la factoría por parte de las empresas navieras y, por lo tanto, la obligada aceptación de aquellos pedidos que podían llegar a la factoría desde otros sectores de actividad, algunos ciertamente leja-
ACA, Hacienda, Contribución Industrial de Barcelona, 1855, Inv 1, 12.587.
AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1856, 1ª parte, 08.02.1856, fols. 91-92; y
27.04.1856, fol. 301.
220 AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1857, 1ª parte, 03.05.1857, fol. 477; véase también
AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1854, 03.12.1854, fols. 566-567.
218
219
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
159
nos al mundo de la construcción y la reparación naval. Y pone también de
relieve, la capacidad técnica de la factoría Nuevo Vulcano, capaz de atender
pedidos de índole tan diversa como heterogénea.
Eusebio Golart no fue, por supuesto, el último administrador de la sociedad Navegación e Industria. Entre quienes ocuparon posteriormente idéntica responsabilidad como gerentes de la citada empresa podemos destacar a
Joaquín Santamaría Sanz, a Enrique García Corrons así como a Francisco
Navarro, quién ejercía como tal en 1916, es decir, en el momento en que la
sociedad Navegación e Industria desapareció para integrarse en la nueva
Compañía Transmediterránea. Merelo, Díaz de Brito, Izco, Renart, Golart,
Santamaría, García Corrons y Navarro, entre otros, debían rendir cuentas
ante la Junta de Gobierno de la empresa, en primera instancia, y ante el conjunto de sus accionistas, en última. Unos accionistas que esperaban obtener
beneficios de su inversión, en forma de dividendos, ejercicio tras ejercicio.
Los mismos accionistas que tuvieron que sufrir el impacto de la crisis
naviera de los años 1860 precisamente en forma de ausencia de dividendos.
Y es que en los cinco ejercicios transcurridos entre 1866 y 1870, Navegación
e Industria fue incapaz de generar benef icios. No debe extrañar, por lo tanto, que la cotización de sus acciones se situase, en 1869, en un tipo medio del
19,5 por 100. Aquella delicada situación obligó a sus socios a aceptar una dolorsa reducción del 40 por 100 de su capital social (un capital que pasó de
2.500.000 a 1.500.000 pesetas). Como señalé antes, aquella notable reducción tuvo lugar merced a la conversión de las antiguas acciones nominales de
5.000 reales de vellón (o sea, de 1.250 pesetas) en nuevas acciones al portador de 3.000 reales (o 750 pesetas). Un canje que se verificó en febrero de
1870. Y fue a partir de entonces cuando los accionistas de Navegación e Industria volvieron a percibir dividendos. En abril de 1870 recibieron, por
ejemplo, 50 pesetas por acción; el mismo mes de 1871 percibieron 17,5 pesetas por título (aunque como dividendo del primer semestre, a falta de dividendo del segundo semestre) y en abril de 1872 volvieron a percibir 50 pesetas por acción, equivalentes al 6,66 por ciento del valor nominal de las
mismas. Es más, a partir de 1875 Navegación e Industria retomó, sin lugar a
dudas, una dinámica capaz de generar sustanciosos benef icios y de repartir
remuneradores dividendos entre sus accionistas.
Tal como se aprecia en el cuadro 21, en apenas cinco años (no hay datos
para 1879) Navegación e Industria repartió en forma de dividendos casi seiscientas mil pesetas entre sus accionistas, ofreciéndoles una remuneración
media anual equivalente al 8,9 por 100 del valor de sus títulos. En esas condiciones, los gestores de la compañía presentaron el pertinente balance ante
la junta de accionistas de la empresa, reunida en Barcelona el 10 de marzo de
1881, en términos halagüeños. Tras destacar, de forma positiva, la asunción
en 1866 del «servicio de correos a Canarias», af irmando que «desde aquel
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
160
momento ha cambiado por completo la faz» de la empresa, consignaban: «Si
bien nuestros benef icios han sido modestos, han sido constantes, habiéndose
podido repartir durante diez años un dividendo activo de diez duros por acción, por término medio, o sea algo más de 6 y medio por ciento; adquirir
un buque, emplear 75.000 duros en la reparación de otro, montar otras dos
nuevas máquinas de vapor en nuestros talleres, cambiar casi todos sus tornos y adquirir nuevos útiles» (Cabana, 1992: 52).
Cuadro 21
DIVIDENDOS REPARTIDOS POR NAVEGACIÓN E INDUSTRIA
(1875-1880)
Ejercicio
Dividendo
(pesetas)
Dividendo
(porcentaje)
Total
repartido
1875
60
8
96.000 pts.
1876
50
10
100.000 pts.
1877
40
5,3
80.000 pts.
1878
60
8
120.000 pts.
1879
1880
sin datos
100
13,3
200.000 pts.
FUENTE: Almanaque del Diario de Barcelona.
La mejora de la marcha de la empresa fue, también, el resultado de
una clara mejoría en la actividad de los Talleres Nuevo Vulcano. A la altura de 1871, por ejemplo, se contabilizaban unas doscientas máquinas de
vapor vendidas. El año siguiente, la factoría pudo presentar una de esas
máquinas, con una fuerza de 60 caballos, de media presión, en la exposición industrial catalana. Eran unos años, por cierto, en los que dirigía el
establecimiento Nuevo Vulcano el ingeniero inglés Joseph White; el cual
seguía la estela del primer director de la factoría, también británico y apellidado Kent. 221 La expansión en la actividad de Nuevo Vulcano explica
que, en 1876, su f irma propietaria, Navegación e Industria, pidiese autorización para poder ampliar su factoría en el Muelle Nuevo de Barcelona,
haciéndolo sobre la base de ganar terrenos al mar (Cabana, 1992: 54).
A la altura de 1884 trabajan en Nuevo Vulcano unos doscientos empleados. Un año más tarde, se construyeron allí las máquinas y calderas para
El peso de técnicos e ingenieros británicos en el desarrollo de la industria metal-mecánica en España puede reseguirse en el trabajo de Raveaux (1994).
221
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
161
el vapor de guerra Elcano y un año después, en 1886, varias lanchas cañoneras construidas por encargo del Ministerio de Marina. En aquellos años, Navegación e Industria seguía manteniéndose como una f irma capaz de generar ganancias. En los cinco ejercicios transcurridos entre 1882 y 1886, por
ejemplo, los benef icios netos declarados por la compañía sumaron casi novecientas mil pesetas.222 Una parte de dichas ganancias se repartió a los accionistas en forma de dividendos pero la otra se acumuló en forma de reservas.
Una sucesión de buenos ejercicios llevó al principal accionista de la compañía, Alejandro de Bacardí, a proponer, en abril de 1887, «que habiendo en la
caja social fondos sobrantes y no sabiendo [sus gestores] como emplearlos lo
mejor [era] devolverlos [a los accionistas] no intentando f ijar la cantidad [a
devolver] sino que lo deja[ba] al arbitrio de la Junta de Gobierno».223
Cuadro 22
ACCIONISTAS DE NAVEGACIÓN E INDUSTRIA (1887)
Acciones
Alejandro de Bacardí
Votos
395
98
Ignacio Villavecchia Sagnier
241
60
Joaquín Santamaría
180
45
Enrique Martínez
157
39
Joaquín Villavecchia Busquets
130
32
Luis Villavecchia Busquets
110
27
Bernabé Mónaco
88
22
José Coll
50
12
Felipe Linati
50
12
Celestino Cusachs
30
7
Juan Canganelli
11
2
Cayetano Carreras
11
2
Eduardo Font
7
1
Francisco Navarro
5
1
Juan Soler
TOTAL
4
1
1.463
360
FUENTE: AHPB, Manuel de Larratea, Manual de 1887, 2ª parte, fols. 1254-1257, 06.07.1887
222 Un resumen del balance correspondiente al ejercicio de 1885 en: Boletín Of icial de la Provincia de Barcelona, 09.04.1886, p. 4.
223 AHPB, Manuel de Larratea, manual de 1887, 2ª parte, fols. 1254-1257, 06.07.1887.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
162
La propuesta de Bacardí fue aceptada y la asamblea de accionistas facultó a la Junta de Gobierno a «resolver la devolución de todo o de la parte del
capital social que estime conveniente». El capital de Navegación e Industria
pasó entonces, en 1887, de 1.500.000 pesetas a 1.250.000 pesetas. Una reducción del 16,6 por 100 que se hizo mediante un abono proporcional de dinero
a todos los accionistas de la compañía. En los años ulteriores, la capacidad
de producir ganancias de Navegación e Industria parece haberse mantenido,
aunque en términos más reducidos que en los años precedentes. Así, en los
cuatro ejercicios transcurridos entre 1887 y 1890 los beneficios generados
por aquella naviera sumaron poco menos de 190.000 pesetas. Aun reducida,
no obstante, la capacidad de producir ganancias de Navegación e Industria
de repartir dividendos entre sus accionistas se mantuvo asimismo en la última década del siglo xix y en el primer lustro del siglo xx, tal como se recoge
en el siguiente cuadro:
Cuadro 23
DIVIDENDOS REPARTIDOS
POR NAVEGACIÓN E INDUSTRIA (1891-1905)
Ejercicio
Dividendo
(en pesetas)
1891
1892
1893
1894
1895
1896
1897
1898
1899
1900
1901
1902
1903
1904
1905
10
10
25
10
15
25
20
25
40
10
10
10
sin datos
20
50
FUENTE: Almanaques del Diario de Barcelona.
La longevidad de una f irma como Navegación e Industria que funcionó durante setenta y cinco largos años permite hacer un cierto análisis sobre la evolución de su accionariado, en particular, un primer análisis sobre
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
163
algunos nombres propios que se destacaron al frente de la empresa. En
primer lugar y dada su intensa vinculación con la f irma propietaria de los
talleres Nuevo Vulcano podemos destacar a la familia Villavecchia, empezando por Ignacio Villavecchia Viani, quien fuera socio capitalista de la
Compañía Catalana del Vapor. Nacido en Génova, en 1792, Ignacio llegó a
Barcelona con quince años de edad para trabajar junto a su tío, el comerciante Ignacio Villavecchia de Ferrari. Tras la muerte de éste, Ignacio Villavecchia Viani acabó casándose en la capital catalana, en 1825, con Rosa
Busquets Carrera, con la que tuvo varios hijos e hijas. Emprendió, mientras tanto, una intensa actividad empresarial que le llevó a participar, por
ejemplo, en la creación de la Compañía Catalana de Vapor así como en su
posterior transformación en la sociedad Navegación e Industria. Villavecchia fue, de hecho, uno de los seis accionistas fundadores de Navegación e
Industria, en 1841, cuyo capital equivalía a ciento ochenta mil pesetas, dividido entre 144 acciones. Aunque vendió posteriormente parte de sus títulos, Ignacio Villavecchia se mantuvo siempre entre los principales accionistas de Navegación e Industria (con 50 acciones, en 1850, y 46, en 1853).
Al fallecer, el 8 de junio de 1874, Ignacio Villavecchia Viani acreditaba la
propiedad de 68 acciones de la empresa, unos títulos que pasaron a poder
de su primogénito, su hijo Luis Villavecchia Busquets (Calosci, 1999).
Tras la muerte de Ignacio Villavecchia Viani, sus hijos y nieto (es decir, Joaquín y Luis Villavecchia Busquets y el hijo de este último, Ignacio
Villavecchia Sagnier) aumentaron su participación en Navegación e Industria hasta convertirse, en la década de 1880, en los principales accionistas
de la empresa. Nacido en Barcelona, en 1826, Luis Villavecchia Busquets
aparece como propietario de cinco acciones de Navegación e Industria en
la junta de accionistas celebrada en 1853. Como queda dicho, en 1874 heredó 68 títulos de su padre, recién fallecido, y fue comprando además otras
acciones de la compañía. Así, en 1887, acreditaba la propiedad de 110 acciones de Navegación e Industria. Aun más destacadas eran las participaciones accionariales de su hermano Joaquín Villavecchia Busquets (con
130 títulos) y, sobre todo, de su hijo Ignacio Villavecchia Sagnier (con 241
títulos más). En suma, a la altura de 1887 la familia Villavecchia poseía, en
su conjunto, al menos, 581 acciones, lo que se traducía en el 39,7 por 100
del total de acciones presentes en su junta de accionistas de aquel ejercicio
y en el 33 por 100 de los votos. No es casual, por lo tanto, que Luis Villavecchia Busquets ejerciese entonces como presidente de la compañía.224
224
AHPB, Manuel de Larratea, manual de 1887, 2ª parte, 06.07.1887, fols. 1254-1257.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
164
Aunque su participación en el accionariado de Navegación e Industria parece haber descendido en la última década del siglo xix y en la primera década del XX no por ello dejaron los Villavecchia de mantener una
destacada presencia en la empresa. En 1900, por ejemplo, el anciano Luis
Villavecchia Busquets y su hijo Ignacio Villavecchia Sagnier sumaban 168
acciones. Una cifra muy parecida a los 170 títulos que poseían, en 1910, los
hermanos José María e Ignacio Villavecchia Sagnier y el hijo de este último, Fernando Villavecchia Dahlander, representante de la cuarta generación Villavecchia implicada directamente en la sociedad de Navegación e
Industria y en sus talleres Nuevo Vulcano.
Cuadro 24
ACCIONISTAS DE NAVEGACIÓN E INDUSTRIA (1900)
Accionistas
Acciones
Votos
Alejandro de Bacardí
411
102
Luis de Dalmases
338
84
Joaquín Santamaría Sanz
180
45
Luís Villavecchia
118
29
Enrique Martínez
72
18
Felipe Linati
70
17
José Coll Masadas
70
17
Juan A. Molinas
56
14
Narcisco Nunell
52
13
Orestes Mora
52
13
Ignacio Villavecchia
50
12
Enrique García
36
9
Francisco Navarro
18
4
Juan Soler Lines
10
2
Luis Aznar Beya
8
2
1.541
381
TOTAL
FUENTE: AHPB, Manuel de Larratea, Manual de 1900, 2ª parte, fols. 955-966,
07.04.1900.
En el tercer lustro del siglo xx y, sobre todo, en los primeros años de
la Gran Guerra, los Villavecchia aumentaron su interés en la susodicha
empresa al incrementar, por ejemplo, su participación accionarial. Así, en
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
165
1916, la f irma Ignacio Villavecchia y Cía. tenía 787 títulos de Navegación
e Industria, a los que cabe sumar los 128 títulos del propio Ignacio Villavecchia Sagnier, los 50 títulos propiedad de su primo Luis Villavecchia
Rabassa y los 100 títulos propiedad de sus hijos, los hermanos Fernando y
Joaquín Villavecchia Dahlander. En suma, la familia Villavecchia era la
propietaria de 1.065 acciones, o sea, del 36,7 por 100 de los títulos presentes o representados en la última junta de accionistas de Navegación e Industria, es decir, en la asamblea que acordó la desaparición de la sociedad,
como tal, para su integración en la nueva Compañía Transmediterránea.
Cuadro 25
ACCIONISTAS DE NAVEGACIÓN E INDUSTRIA (1910)
Accionistas
Acciones
Votos
Luis de Dalmases Olivart
376
94
Orestes de Mora
176
44
Alejandro Linati
157
39
Concepción de Bacardí
147
36
Ignacio Villavecchia Sagnier
66
16
José María Villavecchia Sagnier
52
13
Fernando Villavecchia Dahlander
52
13
Enrique García
52
13
José María Mónaco
50
12
Enrique Martínez
45
11
Francisco Navarro
33
8
Narciso Nunell
22
5
Felipe Linati
20
5
Javier Tort Martorell
13
3
Francisco Font
8
2
Santiago Estapé
8
2
Joaquín Solanich
4
1
1.281
317
TOTAL
FUENTE: AHPB, Manuel de Larratea, Manual de 1910, 3ª parte, 16.06.1910, fols.
1150-1171.
Otras dos familias que merecen destacarse, básicamente por su participación inversora en la sociedad de Navegación e Industria y en sus ta-
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
166
lleres Nuevo Vulcano, aunque en diferentes momentos, fueron los Bacardí
y los Fontanellas. Francisco Fontanellas Calaf (Capellades, 1772 – Barcelona, 1851) representa, en primera persona, el mejor ejemplo del «comerciante-banquero en la época del capitalismo romántico» ( Jacobson, 200).
A lo largo de su vida, Fontanellas acreditó una intensa y variada actividad empresarial, con participación en sectores diversos de la economía
catalana, llegando pronto a consolidarse como una de las principales fortunas del país. Llegó incluso a ser ennoblecido, en 1849, por la joven Isabel II con el título de marqués de Casa Fontanellas. Unos pocos años antes, en su vejez, Francisco Fontanellas se había incorporado como
accionista de la recién creada sociedad de Navegación e Industria. A la
altura de 1850, es decir, un año antes de morir, Francisco Fontanellas tenía 60 acciones de dicha empresa, a las que cabe sumar los 50 títulos en
manos de su hijo Lamberto. Y tres años después, en 1853, Lamberto
Fontanellas aparece como tenedor de 210 acciones, cifra que le convertía
entonces en el máximo accionista de la empresa. El interés de los Fontanellas por Navegación e Industria no sobrevivió, sin embargo, al segundo marqués de Fontanellas y aquel apellido desapareció de las juntas de
accionistas de la compañía.
En sentido inverso, una vez los Fontanellas hubieron desaparecido
del accionariado de Navegación e Industria aparecieron con fuerza los Bacardí. El primero en hacerlo fue el hacendado Alejandro de Bacardí y de
Janer (1816-1905). Si a la altura de 1853 Bacardí acreditaba la propiedad de
tan sólo nueve acciones de la f irma naviera e industrial, treinta y cuatro
años después, en 1887, se había convertido en el principal accionista de la
empresa (sólo superado por los Villavecchia), con un total de 395 títulos.
A dicha cifra cabría sumarle, además, las 88 acciones propiedad entonces
de su yerno Bernabé Mónaco y las 50 de su otro yerno Felipe Linati (casados respectivamente con Concepción y Josefa Bacardí). Es más, a la altura
de 1900, la participación de Alejandro de Bacardí alcanzaba las 411 acciones, a las que cabría añadir los 70 títulos de Felipe Linati, los otros 70 de
su yerno José Coll Massadas y los 52 de su otro yerno Orestes Mora, totalizando nada menos que 603 acciones (es decir, el 39 por 100 de los títulos
representados en su junta de accionistas de aquel año). La participación de
la familia Bacardí no desapareció con la muerte del patriarca, Alejandro,
acaecida en 1905: cinco años después, por ejemplo, las 147 acciones de su
hija Concepción, más las 176 acciones de su yerno Orestes Mora, así como
las 20 acciones de su otro yerno Felipe Linati y los 157 títulos de Alejandro Linati mantenían a la familia, en su conjunto, como los segundos
principales accionistas de Navegación e Industria, por detrás de los Villavecchia. Y todavía en 1916 Concepción de Bacardí mantenía 197 títulos de
una empresa participada todavía por sus familiares, los Mora y los Linati.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
167
Llama poderosamente la atención que en aquel año, en plena guerra mundial, cinco de los diez principales accionistas de Navegación e Industria
fuesen mujeres: me ref iero, por este orden, a Amalia de Mora, a Florentina Santamaría, a Concepción de Bacardí, a Rosa Ricart y a Josefa Linati.
Cuadro 26
ACCIONISTAS DE NAVEGACIÓN E INDUSTRIA (1916)
Accionistas
Acciones
Votos
Ignacio Villavecchia y Cía.
787
196
Luís de Dalmases
430
107
Amalia de Mora
224
56
Florentina Santamaría
198
49
Concepción de Bacardí
197
49
Ignacio Villavecchia Sagnier
128
32
Orestes de Mora
116
29
Rosa Ricart
95
21
Alejandro Linati
74
18
Josefa Linati
74
18
Felipe Linati
73
18
Luis de Dalmases
60
12
Enrique García
52
13
Luis Villavecchia Rabassa
50
12
Fernando Villavecchia Dahlander
50
12
Joaquín Villavecchia Dahlander
50
12
Fernando Vidal Quadras
50
12
Enrique Martínez
45
11
Francisco Navarro
40
10
Juan Amell Sala
28
7
Narciso Nunell
28
7
José Garcí Gimeno
25
6
Francisco Font
12
3
Santiago Estapé Pagés
6
1
Francisco Crespo
5
1
2.897
715
TOTAL
FUENTE: MMB, fondo TNV (MHCB), caja 577, carpeta 18
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
168
Tanto aquellas cinco mujeres, inversoras o rentistas, como el resto de
accionistas de Navegación e Industria fueron percibiendo, año tras año,
ganancias netas en forma de dividendos. Si nos f ijamos, por ejemplo, en
los ocho ejercicios transcurridos entre 1898 y 1905, recogidos en el cuadro
27, veremos como Navegación e Industria repartió en aquellos años y en
forma de dividendos, 1.193.000 pesetas. No hubo año en que no hubiese
reparto de benef icios entre sus socios.
Cuadro 27
BALANCES DE NAVEGACIÓN E INDUSTRIA (1898-1905)
(Cifras en miles de pesetas)
ACTIVO
1898
Vapores
543,6
Mobiliario para vapores
1,2
Talleres
968,9
1899
1900
1901
504,7
479,5
455,5
0,5
2,5
1,1
937,5 1.055,3
983,8
1902
1903
1904
1905
512,4
513,9
510,5
511,6
0,8
0,5
1,1
0,8
956,2 1.082,3 1.073,8 1.270,2
Edif icios
25,0
24,6
24,1
23,6
23,1
22,7
22,2
21,8
Varadero y terrenos
----
----
----
-----
464,4
469,9
477,0
------
Depósitos en garantía
41,0
41,0
41,0
41,0
39,1
40,2
40,2
39,3
95,4
330,3
126,4
290,0
99,2
116,3
146,8
64,8
460,4
440,9
607,7
567,4
359,8
358,9
349,2
703,9
Caja
Deudores varios
Obligaciones a cobrar
98,6
91,0
86,3
------
------
25,0
19,3
4,6
Valores en cartera
-----
-----
-----
-------
------
-----
-----
5,1
TOTAL
2.234,1 2.370,5 2.422,8 2.362,4 2.455,2 2.629,7 2.640,1 2.622,1
PASIVO
1898
Capital
Fondo de reserva
514,6
Obligaciones
Acreedores varios
Obligaciones a pagar
Benef icios por liquidar
TOTAL
1899
1900
1901
1902
1903
1904
1905
1.250,0 1.250,0 1.250,0 1.250,0 1.250,0 1.250,0 1.250,0 1.250,0
631,4
713,1
790,1
834,5
917,2
968,2
968,2
26,2
20,9
20,9
20,4
20,4
20,4
20,4
20,4
248,0
275,4
317,8
173,8
212,4
306,2
265,4
201,9
11,4
-----
11,4
------
-----
------
3,3
9,1
183,9
192,8
109,6
128,1
137,9
135,9
132,8
172,5
2.234,1 2.370,5 2.422,8 2.362,4 2.455,2 2.629,7 2.640,1 2.622,1
FUENTE: Elaboración propia en base a las memorias presentadas por la sociedad
Navegación e Industria en las juntas de accionistas de la compañía y a información
publicada por el Boletín Oficial de la Provincia de Barelona.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
169
La buena salud de Navegación e Industria en aquellos primeros años
del siglo xx contrasta, por ejemplo, con la escasa rentabilidad ofrecida entonces por la Línea de Vapores Tintoré, como se verá más adelante. Los
caminos de una y otra naviera acabarían, por cierto, coincidiendo poco
tiempo después. Y es que ambas compañías acabarían desapareciendo al
participar, en 1916, en la fundación de la Compañía Transmediterránea.
Los antiguos accionistas de una y otra naviera pudieron convertir entonces sus viejos títulos (de Navegación e Industria o de Pablo María Tintoré
y Cía.) en acciones de la nueva compañía Transmediterránea. Precisamente a la marcha de la Línea de Vapores Tintoré en los años de la Restauración quiero dedicar el próximo epígrafe.
6.7 La Línea de Vapores
Tintoré (1876-1916)
Al culminar el proceso de transformación de la primitiva Pablo M. Tintoré y Cía., sociedad en comandita, en
la nueva Pablo M. Tintoré y Cía., sociedad comanditaria por acciones, el
18 mayo de 1877, sus socios acordaron que la nueva razón social o compañía volvería a tener dos gerentes: el fundador, Pablo M. Tintoré Pastor, y
su sobrino Joaquín M. Tintoré Mercader, «quienes para el caso de ausencia
o enfermedad podrán nombrar un apoderado bajo su responsabilidad». El
resto de socios (hasta un número de cincuenta y cinco) seguirían manteniendo su carácter de meros comanditarios con la salvedad de que entonces sus títulos de propiedad pasaron a ser «acciones transferibles por endoso» (véase apéndice 3). Eso sí, aquellas acciones eran nominativas e
indivisibles y sus propietarios tenían la libertad para cederlas a cualquier
otro socio pero no «a otra persona extraña a la sociedad sin dar antes aviso a la Gerencia. Esta reunirá a la Comisión Consultiva para resolver si
podrá o no el cesionario ser admitido como socio», consignaban sus estatutos. Quedaba claro que, a pesar del cambio jurídico, los Tintoré seguirían asegurándose un estricto control sobre los socios capitalistas de una
f irma naviera que seguiría llevando su nombre. Se f ijó entonces en cinco
el número de miembros de la Comisión Consultiva de la misma y se eligió,
al acabar la reunión y a tal f in, a Cristóbal Taltabull Mascaró, Toribio Durán Garrigolas, Francisco Borrás Clavell, Esteban Gatell Padrines y Juan
Barba. 225 Los comanditarios que se retiraron, por cierto, en aquel momen-
225
AHPB, José Falp, manual de 1877, 2ª parte, fols. 1721-1740, 18.05.1877.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
170
to de la naviera Tintoré representaban el 28 por 100 de su capital; hablamos de un total de 508 acciones que Tintoré tuvo que ir colocando en el
mercado barcelonés, a partir de entonces.
No cabe duda de que el impulsor de aquella f irma, Pablo M. Tintoré
Pastor, era un verdadero hombre de empresa. De hecho, cuatro años antes
de haber impulsado la creación de la Línea Hispano Inglesa de vapores, o
sea, en junio 1848, había participado en la creación de la sociedad Güell Ramis y Cía., aportando entonces un capital de 50.000 pesetas. Una f irma industrial impulsada por el indiano de Torredembarra Juan Güell Ferrer y participada, entre otros, por el también indiano (natural asimismo de
Torredembarra) Esteban Gatell Roig, a quien Tintoré acabaría incorporando, por cierto, como socio comanditario de su f irma naviera. Pablo M. Tintoré Pastor acabó retirándose de aquella f irma industrial promovida por Juan
Güell en junio de 1856 (reintegrándose entonces de 64.804 pesetas), una retirada que coincidió precisamente con el necesario proceso de ampliación de
capital de la Línea Hispano Inglesa para la compra de su vapor Duero.226 Resulta plausible suponer que Tintoré retiró sus caudales de la f irma textil para
invertirlos, precisamente, en la compra de aquel nuevo vapor.
Es cierto que, desde 1852, Pablo M. Tintoré quiso vehicular su actividad principal como hombre de negocios en la dirección de la naviera que
llevaba su nombre pero no es menos cierto que supo también diversif icar
sus intereses, en otros ramos y en otras empresas. Unas empresas en las
que fue invirtiendo una parte signif icativa de las ganancias obtenidas
como socio (capitalista y gerente) de la susodicha naviera. Y es que no fue
precisamente en la Línea Hispano Inglesa en la empresa en la que quiso
invertir la mayor parte de sus capitales. En uno de sus testamentos, otorgado en septiembre de 1871, af irmaba Pablo M. Tintoré: «La mayor parte
de mis capitales los tengo en la sociedad que sigo con mi hermano D. Joaquín Tintoré Pastor, la cual gira en esta plaza bajo la denominación de
Tintoré Hermanos y en cuenta corriente en dicha compañía». Mediante
dicha empresa familiar ambos hermanos habían participado, por ejemplo,
en la constitución de la empresa López Cenizo y Cía., una sociedad radicada en la industrial ciudad de Béjar (Salamanca) y dedicada desde julio de
1871 «a la compra y venta de carbones nacionales y extranjeros». Muerto
poco después su hermano Joaquín, a Pablo M. Tintoré le correspondió
acentuar su carácter de patriarca familiar, especialmente en el ámbito de
su cada vez más diversa actividad empresarial, una actividad a la que fue
AHPB, José Manuel Planas Compte, manual de 1848, 10.06.1848; y Magín Soler Gelada, manual
de 1856, 28.06.1856 y 15.09.1856, fols. 353-354.
226
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
171
incorporando a algunos de los hijos varones de sus hermanos y hermanas.
Así, por ejemplo, quiso f inanciar, en febrero de 1872, la creación de una
compañía radicada en Madrid bajo la razón Sobrinos de Tintoré y Cía.,
una sociedad cuyo objeto era la «compra y venta de géneros del país y extranjeros». Con un capital de 250.000 pesetas, Pablo M. Tintoré Pastor
aportó prácticamente la totalidad del mismo (230.000 pesetas), dejando
que tanto su sobrino Pablo Bertrán Rubio como su otro sobrino Joaquín
María Tintoré Mercader aportasen 10.000 pesetas más cada uno. 227
En marzo de 1873, Pablo M. Tintoré quiso dar entrada, por otro
lado, a su sobrino Joaquín M. Tintoré Mercader en la escritura de sociedad de la empresa que tenía establecida en Salamanca, dedicada también
(como su homóloga madrileña) a la «compra y venta de géneros nacionales
y extranjeros». Una empresa administrada por Pedro Junqueras Pérez y
por José Buxaderas Aguilar, que giraba bajo la razón social de Junquera
Buxaderas y Cía., y que contaba con un capital de 150.000 pesetas aportado también, casi en su totalidad, por Pablo M. Tintoré Pastor. Y a partir
de 1874 quiso asociar asimismo al que parece su sobrino favorito, Joaquín
M. Tintoré Mercader, en la empresa que tenía establecida en Sevilla, «en
escritura de sociedad con los señores Blanco, Llorente y Sáez, de dicha
ciudad», en la que uno y otro, tío y sobrino, pasaron a tener sendas participaciones de 68.500 y 17.000 pesetas, respectivamente.228
Más allá de su actividad como gerente de la naviera que llevaba su
nombre, Pablo M. Tintoré Pastor parece haber tejido una red de empresas
en el interior peninsular (alcanzando, al menos, a Madrid, Sevilla y Salamanca) para la venta de unos géneros que, con frecuencia, enviaba el propio Tintoré desde Barcelona, importados tal vez en los buques de la susodicha naviera. Aprovechando, por otro lado, su conocimiento del mercado
del carbón (el combustible principal para los buques a vapor), Tintoré fomentó la creación de otras empresas dedicadas a su compra y venta, como
la citada López Cenizo y Cía. (de Béjar) o también como una nueva Tintoré Hermanos, que creó en Barcelona, en octubre de 1874, junto a un familiar cercano, Pablo Bertrán Pastor, para «la compra y venta de carbón
piedra, la compra de géneros en comisión y todo lo demás que el gerente
[Pablo Bertrán] crea conveniente». 229
227 AHPB, Luis G. Soler Pla, manual de 1871, 3ª parte, fols. 51-52, 14.09.1871 y fols. 824-829,
14.09.1871; José M. Planas Compte, manual de 1872, fols. 191-192, 10.02.182 y fols. 467-470,
06.04.1872.
228 AHPB, José M. Planas Compte, manual de 1873, 1ª parte, fols. 203-211, 10.03.1873; José Falp, manual de 1874, 3ª parte, fols. 2149-2150, 01.10.1874.
229 AHPB, José Falp, manual de 1874, 3ª parte, fols. 2349-2350, 27.10.1874.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
172
Aquella red de empresas impulsadas en el tercer cuarto del siglo xix
por el naviero Pablo M. Tintoré sirvió para facilitar la incorporación al
mundo de los negocios de algunos de sus hermanos y sobrinos quienes le
reconocían como el verdadero patriarca familiar y quienes, a su vez, le
proporcionaban cierta garantía de conf ianza.230 A dicha táctica cabe sumarle otra estrategia, complementaria: la alianza de Pablo M. Tintoré Pastor con determinados empresarios locales (así fue en Béjar, en Salamanca,
en Sevilla y tal vez en otros lugares) quienes le garantizaban un puntual
conocimiento con cada mercado, en concreto. De aquella manera, pudo
Tintoré centrarse en la administración de su naviera sin dejar de buscar sinergias con esas otras empresas, fomentadas por él, en las que hubo invertido parte de sus ganancias y que fueron, en algunos casos, fuente de más
benef icios y, en otros, de pérdidas. Así sucedió con la sociedad Sobrinos
de Tintoré y Cía., de Madrid, que tuvo que disolverse en mayo de 1878,
con una pérdida total del capital invertido seis años antes por Pablo M.
Tintoré Pastor (un caudal que había puesto bajo la negligente administración de su sobrino Pablo Bertrán Rubio). 231
Pablo María Tintoré Pastor falleció el 16 de junio de 1880, en su casa
de Barcelona, sita en la calle Mendizabal, número 19 (hoy calle Junta de
Comerç). A partir de aquel momento, la Linea Hispano Inglesa quedó
bajo la única administración de Joaquín M. Tintoré quien rápidamente incorporó a su hermano Francisco María Tintoré Mercader a las tareas de
gerencia, otorgándole unos poderes ciertamente amplios.232 Ahora bien,
pese a dichos poderes Francisco M. Tintoré tardaría todavía otros diecisiete años en adquirir la condición formal de socio gerente. De aquella
manera, y a partir de 1880, la línea de vapores Tintoré quedó bajo la dirección de los miembros de una nueva generación, la segunda, de la saga de
los Tintoré, representada por los dos hermanos Tintoré Mercader. Así lo
fue durante, al menos, los veinticinco años siguientes (1880-1905) hasta
que la muerte de Joaquín M. Tintoré Mercader acabaría abriendo una nueva etapa en la naviera con la incorporación de la tercera generación de la
Tal vez la residencia en Londres (en Charlott Street, 32) de Ignacio María Tintoré Mercader, años
después de la muerte de su tío Pablo M. Tintoré Pastor, respondía a la misma lógica y tenía que ver
con los negocios de la naviera Tintoré, una empresa dedicada de forma preferente a su línea hispano-inglesa, cfr. AHPNM, Consulado de España en Londres, protocolo 37.125, fols. 67-69, 25.07.1891.
231 AHPNM, Ramón Sánchez Suárez, manual de 1878, 2ª parte, fols. 1134-1145, 08.05.1875; 3ª parte,
fols. 1537-1540, 23.10.1878. Al acordar su disolución consignaban: «Que a consecuencia de las malas
ventas y desgracias experimentadas en operaciones mercantiles se encuentra la sociedad con la pérdida total del capital aportada».
232 APJMTB, Línea de Vapores Tintoré, Caja Escrituras, escritura de poderes a 21.09.1880 ante José Falp.
230
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
173
susodicha saga, representada por el hijo del gerente difunto, el joven Joaquín María Tintoré Punyed, como detallaré más adelante.
No cabe duda de que Pablo María Tintoré Pastor dejó a su muerte un
notable legado empresarial y patrimonial. En tanto que gerente de la Línea Hispano Inglesa legó a los socios que le sobrevivieron una empresa
saneada que contaba con la nuda propiedad de cuatro vapores, llamados
Duero, Tajo, Ter y Francolí. La identif icación de su persona con dicha empresa era tal que, pese a su fallecimiento, aquella siguió conservando su primigenio nombre de Pablo María Tintoré y Cía. durante otros diecisiete
años más, hasta 1897. Vale la pena también recordar, por otro lado, el patrimonio que Pablo M. Tintoré dejó a sus dos hijas y herederas, las hermanas Tecla y Dolores Tintoré Serra. El difunto naviero no sólo les transmitió una porción signif icativa del capital comanditario de la f irma que
llevaba su nombre (334 acciones que representaban el 18,55 por 100 de su
capital total) sino también el caudal que aportara como participaciones en
varias otras empresas, domiciliadas en su mayoría en Cataluña, tal como
se resume en el cuadro 28:
Cuadro 28
CAPITAL INVERTIDO EN DIFERENTES COMPAÑÍAS
POR PABLO M. TINTORÉ PASTOR (1880)
Sociedad
Capital (en pts.)
Pablo María Tintoré y Cía.
167.000 *
A. Farrés y Cía.
130.605
Bresca y Cía.
126.669
Clavell y Cía. (Mataró)
104.000 *
Rafael Llusá y Cía.
85.000
Jaumandreu y Cía.
43.500 *
Riera y Cía.
17.000
Ricart y Cía.
10.500
Lloyd Barcelonés de Seguros Marítimos
6.750 *
Almacenes Generales de Depósito
6.000 *
Tintoré Hermanos.
4.500
Sociedad Catalana de Seguros contra Incendios
TOTAL
2.500 *
704.024
(*) Valor nominal
FUENTE: AHPB, Luis G. Soler Pla, manual de 1880, 5ª parte, fols. 3312-3343, 14.09.1880
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
174
En su inventario de bienes no hay noticia alguna de aquellas otras
empresas (de Béjar, Sevilla, Salamanca, Madrid, ...) que Tintoré había
fomentado, años atrás. En los últimos años de su vida, el naviero Tintoré parece haberse retirado, de hecho, de aquel tipo de compañías
para invertir los caudales recuperados en forma de seguros préstamos
hipotecarios, otorgados siempre en Barcelona y con garantía de f incas
urbanas o de instalaciones fabriles. No en vano, once prestatarios diferentes, particulares o empresas, adeudaban al rico naviero Tintoré una
suma total de 299.569 pesetas, siempre en forma de préstamos hipotecarios y a un interés del 5 o del 6 por 100. A la muerte de Pablo M.
Tintoré Pastor sus dos hijas recibieron una cuantiosa herencia mientras
que su sobrino Joaquín M. Tintoré Mercader se convirtió en su «heredero in pectore» en la gerencia de una naviera que disponía entonces de
cuatro buques a vapor.
Se trataba de unos buques bastante viejos. Tanto el Duero como el
Tajo llevaban, por ejemplo, al menos veinticuatro años navegando por mares y océanos. Siendo así, el único gerente de la Línea Hispano Inglesa
quiso proceder a la venta del primero a favor de la Sociedad Mahonesa de
Vapores, que lo compró por 125.000 pesetas. Juntando aquella cantidad
con el dinero que habían ido guardando previsoramente en caja (y que, en
diciembre de 1881, sumaba la respetable cifra de 275.011 pesetas), la naviera Tintoré acabó comprando, en 1882, un nuevo vapor, mucho más grande y moderno que sus otros tres paquebotes, al que bautizaron simplemente Tintoré. Quiero llamar la atención de que, a partir de 1882, el valor
contable otorgado a los buques de la naviera superaba el capital de la misma (en aquel año, 1.175.000 versus 900.000 pesetas); un hecho que se iría
repitiendo, ejercicio tras ejercicio, en los sucesivos balances. Y quiero también destacar que en los primeros años de marcha de la empresa, tras la
muerte de su fundador, aquella siguió repartiendo ganancias entre sus socios capitalistas.
Tal como se aprecia en el cuadro 29, entre 1881 y 1883, por ejemplo, la f irma Pablo M. Tintoré y Cía., Sociedad comanditaria por acciones, repartió 171.000 pesetas en forma de dividendos, lo que equivalía
a una tasa anual de benef icios netos algo superior al 6 por 100. Cabe
colegir que en aquellos mismos tres años, su gerente debió percibir
unas 19.430 pesetas como remuneración por su trabajo mientras que
los miembros de la Comisión Consultiva debieron repartirse otras
3.886 pesetas como compensación por su dedicación a la naviera. A
partir de 1884, sin embargo, la rentabilidad de aquella compañía descendió signif icativamente. En aquel año y en el siguiente, los dividendos repartidos entre sus socios capitalistas apenas alcanzaron el 2 por
100 sobre el valor de su inversión. Es más, hubo incluso tres ejercicios
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
175
(los correspondientes a 1886, a 1894 y a 1895) en que la f irma Pablo M.
Tintoré y Cía., Sociedad comanditaria por acciones, no pudo repartir
dividendos entre sus socios. Ciertamente, entre 1888 y 1890 las ganancias repartidas por dicha naviera fueron del 6 ó del 7 por 100 pero
no fue aquella la tónica predominante en las dos últimas décadas del siglo xix. En aquel tiempo y en términos generales podemos decir que la
rentabilidad de la Línea Hispano Inglesa de vapores tuvo un signo positivo aunque moderado. Así, la rentabilidad media de la susodicha naviera en los años que mediaron entre 1881 y 1896 (es decir, en los dieciséis últimos ejercicios de su existencia como sociedad comanditaria por
acciones) fue del 3,8 por 100.
Cuadro 29
DIVIDENDOS REPARTIDOS POR LA SOCIEDAD COMANDITARIA
PABLO MARÍA TINTORÉ Y COMPAÑÍA (1881-1896)
Año
Dividendos
(pesetas)
(1)
(2)
1881
58.500
32,5
6,5
1882
58.500
32,5
6,5
1883
54.000
30,0
6,0
1884
18.000
10,0
2,0
1885
18.000
10,0
2,0
1886
---
--
--
1887
36.000
20,0
4,0
1888
54.000
30,0
6,0
1889
63.000
35,0
7,0
1890
63.000
35,0
7,0
1891
36.000
20,0
4,0
1892
36.000
20,0
4,0
1893
36.000
20,0
4,0
1894
---
--
--
1895
---
--
--
1896
18.000
10,0
2,0
(1) Dividendo por acción, en pesetas.
(2) Porcentaje de ganancias, sobre el valor desembolsado de las acciones.
FUENTE: Boletín Of icial de la Provincia de Barcelona.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
176
Cuadro 30
BALANCES DE PABLO MARÍA TINTORÉ Y CÍA (1881-1885).
1881
1882
1883
1884
1885
725.000
1.175.000
1.175.000
1.175.000
1.175.000
1.747
1.747
1.747
1.747
1.747
125.000
----
----
----
----
8.962
12.377
12.377
12.377
12.377
ACTIVO
Valor de los vapores (*)
Material de of icina
Producto en la venta Duero
Premios pagados por seguros no
vencidos
Gastos de instalación
7.459
5.957
4.455
2.953
1.452
275.011
50.771
66.066
16.792
100.035
----
800
----
----
----
4.975
7.704
10.664
9.036
7.035
248.943
215.899
238.718
238.702
42.451
1.397.097
1.470.255
1.509.027
1.456.608
1.340.097
900.000
900.000
900.000
900.000
900.000
Benef icios por pagar de ejercicios
anteriores
2.880
892
----
----
920
Cuentas acreedoras
9.579
123.580
104.587
31.734
43.988
125.000
296.555
292.955
292.955
292.955
Fondo de renovación de calderas
186.776
60.000
106.945
152.297
60.000
Fondo de seguros
105.545
23.750
48.750
59.750
23.996
----
6.067
----
----
----
8.078
----
----
----
----
58.500
58.500
54.000
18.000
18.000
Saldo que se destina para el
próximo balance
739
911
1.790
210
237
Viajes pendientes de los vapores
----
----
----
1.662
----
1.397.097
1.470.255
1.590.027
1.456.608
1.340.097
Existencia en caja
Efectos a cobrar
Viajes pendientes de los vapores
Cuentas deudoras
TOTAL
PASIVO
Capital
Fondo para nuevo vapor (Tintoré)
Efectos a pagar
Gerencia y Comisión Consultiva
Dividendos repartidos
TOTAL
(*) En el balance de 1881 son tres vapores: Tajo, Ter y Francolí. A partir de 1882 se añade el vapor
Tintoré.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
177
CUADRO 31
BALANCES DE LA NAVIERA TINTORÉ, 1894-1899 (PABLO MARÍA
TINTORÉ Y CÍA, 1894-1896; TINTORÉ Y CÍA, 1897-1899)
ACTIVO
Valor de los vapores (*)
Saldos cuenta vapor Tormes
Material de of icina
Seguros
Existencia en caja
Efectos a cobrar
Viajes pendientes de los
vapores
Cuentas deudoras
Daños y lucros (**)
Pérdidas (***)
Lastre del vapor Tordera
TOTAL
PASIVO
Capital
Fondo del vapor Tintoré
Fondo del vapor Turia
Efectos a pagar
Benef icios por pagar de
ejercicios anteriores
Viajes pendientes de vapores
Cuentas acreedoras
Dividendos repartidos
Sobrante
TOTAL
1894
1895
1.525.000
46.802
1.747
20.348
35.161
161
1.579.000
---1.747
19.438
9.679
----
5.137
8.684
1896
1897
1898
1899
1.579.000 1.340.000 1.340.000 1.665.000
---------------1.747
1.747
1.747
1.747
18.214
20.517
20.517
26.663
10.422
44.069
56.705
14.891
---163
------3.821
220.878
168.332
198.261
87.121
151.916
------87.121
239.137
------9.752
1.942.357 2.025.918 2.074.074
25.060
26.370
87.250
68.182
115.241
39.481
---------------------------1.499.738 1.560.580 1.835.032
900.000
292.955
221.184
225.000
900.000
292.955
221.184
225.000
900.000
292.955
221.184
----
900.000
------562
900.000
----------
900.000
----------
4.300
1.090
1.090
4.330
1.360
4.000
3.138
----6.119
295.780
385.689
633.471
--------18.000
--------1.255
1.942.357 2.025.918 2.074.074
28.211
43.428
19.816
530.286
559.260
836.126
36.000
54.000
72.000
349
2.532
3.090
1.499.738 1.560.580 1.835.032
(*) En 1894, vapores Ter, Francolí, Tintoré y Turia. Entre 1895 y 1898 el Tordera sustituye
al Ter mientras que en 1899 se le suma un nuevo vapor Ter.
(**) En 1894 incluye «la pérdida del vapor Tajo» y en 1895 «la pérdida por desguace
del vapor Ter ».
(***) Las pérdidas recogidas en 1895 corresponden al balance de 1894. Las de 1896
suman 87.121 pesetas de 1894 y 151.916 pesetas de 1895.
FUENTE: Elaboración propia en base a información publicada por el Boletín Oficial
de la Provincia de Barelona y en los Balances de la Sociedad Comanditaria de vapores
Tintoré y Cía.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
178
Siete años después de la defunción de Pablo M. Tintoré Pastor, su
hijo y sucesor al frente de la gerencia de la naviera que llevaba su nombre
quiso convocar una reunión extraordinaria de socios para modif icar cinco
artículos de su escritura social. Una reunión que aceptó todas sus propuestas y que se celebró en el despacho de la sociedad (sito todavía en el
número 19 de la calle Mendizábal, hoy Junta de Comerç), el 22 de marzo
de 1888.233 No hubo más juntas extraordinarias de accionistas ni más cambios relevantes hasta la primavera de 1897, cuando vencía el plazo social
(de veinte años) acordado en vida de Pablo M. Tintoré Pastor.
El 26 de marzo de 1897 Joaquín M. Tintoré Mercader convocó una
reunión extraordinaria de socios. Una junta que acordó, por unanimidad,
la prórroga de la naviera «por veinte años más, prorrogables de diez en
diez años» y que aprovechó para realizar algunos signif icativos cambios
en sus estatutos. Tal como informaba su único gerente: «Debía manifestarles con harto sentimiento que por exigencia de la ley española no podía
la Compañía continuar con la misma razón social que había tenido hasta
ahora, pues se hacía preciso eliminar de ella el nombre de pila del respetable fundador de la sociedad». Su propuesta fue que la sociedad debía girar
«en lo sucesivo bajo la razón de Tintoré y Compañía», lo que mereció el
acuerdo unánime de los socios presentes. Hubo también otro cambio remarcable y es que Joaquín M. Tintoré Mercader aprovechó la reunión de
la junta para proponer «que creía que en adelante deberían ser dos los gerentes» de la naviera, «esto es, además del que les dirigía la palabra su hermano Don Francisco». En consecuencia, propuso también una reducción
de los miembros que debían conformar la futura Comisión Ejecutiva de la
sociedad, hasta limitarla a sólo tres individuos; propuestas ambas que fueron aceptadas por los socios. Los tres miembros elegidos entonces para
integrar tal comisión fueron Antonio Rovira Borrell, Narcisco Campmany
Sandiumente y Luis Pérez Gil. 234
Los socios capitalistas de la naviera acordaron, por otro lado, mantener intacto su capital social (cifrado en 900.000 pesetas) así como el número de sus acciones (1.800) y el valor nominal de las mismas, desembolsado completamente (500 pesetas por título). Cabe destacar que, apenas
dos meses después de aquella reunión, o sea, a f ines de mayo de 1897, Joaquín María Tintoré Mercader otorgó amplísimos poderes a favor de su
Boletín Of icial de la Provincia de Barcelona, 08.03.1888, p. 8; APJMTB, Línez de Vapores Tintoré, Caja
Escrituras, escritura de reforma a 17.05.1888 ante J. Nicolau.
234 APJMTB, Línez de Vapores Tintoré, Caja Escrituras, escritura de prórroga y modifcación de la sociedad a 10.04.1897 ante J. Nicolau.
233
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
179
hijo, Joaquín María Tintoré Punyed «dependiente de comercio [y] vecino
de esta capital», Barcelona, a quien facultó, entre muchas otras cosas, para
negociar letras de cambio, retirar depósitos, asistir a reuniones y realizar
pagos, todo en nombre de la sociedad.235 Bajo la batuta de su padre, la incorporación del joven Joaquín M. Tintoré Punyed signif icó la asunción de
responsabilidades en la cotidiana gestión de la Línea de Vapores Tintoré
por parte de la tercera generación de miembros de la saga familiar que
daba nombre a la compañía. Una realidad que se materializó cuarenta y
cinco años después de que su abuelo fundara dicha empresa. Y en un momento en que la flota de la susodicha naviera Tintoré sumara cuatro
vapores.
Y es que tras el desguace del Ter, acaecido en 1894, y la compra, en su
lugar, de un nuevo paquebote (al que quisieron llamar Tordera), en 1895,
cuatro fueron los buques propios de la naviera Tintoré: los vapores Francolí, Tintoré, Turia y el nuevo Tordera. Aquellos cuatro buques se dedicaban al
«servicio regular entre Liverpool y Barcelona con escalas en los puertos de
la península», tan característico de la compañía. Un servicio que realizaban, por cierto, consorciados con otra naviera de Barcelona, la línea de vapores Serra, con la cual los Tintoré habían f irmado un acuerdo de fletes y
de frecuencias. Todavía entonces la naviera Tintoré operaba como una
clásica naviera con servicios regulares de línea. No tardaron mucho, sin
embargo, en plantearse operar también en la navegación tramp. Se conserva, de hecho, un borrador manuscrito, fechado en 1898 y redactado probablemente por su gerente Joaquín M. Tintoré Mercader, que pone de relieve su voluntad de que la naviera, sin dejar de prestar sus característicos
servicios de línea, pudiese asumir también nuevos servicios tramp. Según
sus palabras:
«Los vapores de Tintoré y Cía. afectados a la línea de Liverpool
a Barcelona y escalas no pueden aumentar el número de vapores ni
pueden aspirar a que los benef icios sean mucho mayores de lo que
han venido siendo durante estos últimos años. No puede aumentar
el número de vapores porque dada la continuación establecida con la
casa Serra de ésta, solamente podemos dedicar a la línea de Liverpool 4 vapores que son los que actualmente poseemos. No puede aspirar a que los benef icios sean mucho mayores que los habidos en
los últimos años porque siendo línea f ija la que sirven y las salidas
APJMTB, Línez de Vapores Tintoré, Caja Escrituras, escritura de poderes a 29.05.1897 ante J. Nicolau.
235
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
180
semanales, sea por ser mucha la carga, tienen de salir en el día f ijado
y bajo los tipos de flete ya convenidos, que no es posible aumentar
ni para [ilegible] por temor de la competencia que en varias ocasiones se han presentado. La experiencia nos ha demostrado en algún
viaje extraordinario que han hecho algunos de nuestros vapores que
hay campo donde obtener mucho mayor rendimientos que los que
obtenemos ahora. Los viajes con carbón de Avilés y los hechos con
vino a Francia nos lo han demostrado palpablemente y las flotas de
vapores que se van creando en Bilbao sin línea f ija corroboran plenamente nuestra idea sobre el asunto. Para poder aprovechar estas
circunstancias no hay más medio que aumentar el número de vapores», concluía. 236
Mientras tanto, la línea que vinculaba a Barcelona con Liverpool (y
puertos intermedios) seguía siendo la fuente principal de actividad y de
negocio para la Línea de Vapores Tintoré. Una f irma que fue capaz de
seguir repartiendo dividendos entre sus accionistas, también tras la prórroga acordada en la primavera de 1897. Tal como se recoge en el cuadro
32, los cuatro últimos años del siglo xix (1897-1900) fueron buenos años
para una empresa capaz de repartir entre sus socios unos dividendos
cuya media fue del 6 por 100. A la Línea de Vapores Tintoré le afectó
también la crisis de fletes registrada por el conjunto de la marina mercante (española e internacional) en los primeros años del siglo xx , bien estudiada por Jesús M. Valdaliso. 237 En este caso, el impacto de la crisis se
notó en la reducción de las ganancias repartidas en aquellos años entre
sus socios. Así, la media de los dividendos percibidos por sus accionistas
en los siete ejercicios que mediaron entre 1901 y 1907 fue tan sólo del 2,5
por 100. La posibilidad de cotejar la información que se veía obligada a
hacer pública, mediante notas en el Boletín Of icial de la Provincia, la sociedad Tintoré y Cía. con la documentación impresa de sus balances permite apreciar hasta que punto la actuación de sus gerentes estuvo marcada por la prudencia. Y es que los hermanos Tintoré Mercader dedicaron
sólo una parte de las ganancias brutas de la compañía, ejercicio tras ejercicio, como remuneración de las acciones de la empresa. Entre 1901 y
1907, por ejemplo, tan sólo el 42,2 por 100 de los benef icios de la naviera
se convirtieron en dividendos. El resto sirvió para otros menesteres y,
sobre todo, para su aplicación a diferentes fondos de reserva que debían
236
237
APJMTB, Caja Tintoré y Cía, carpeta Números viajes, memoria de 1898.
Valdaliso (1991).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
181
servir para afrontar el coste de inesperadas reparaciones o de inevitables
reformas así como también para la compra de nuevas unidades con las
que renovar su flota.
Cuadro 32
DIVIDENDOS REPARTIDOS POR LA SOCIEDAD COMANDITARIA DE
VAPORES TINTORÉ Y COMPAÑÍA (1897-1907).
Año
Utilidades
(pesetas)
Dividendos
(pesetas)
(1)
(2)
1897
79.305
36.000
20,0
4,0
1898
124.441
54.000
30,0
6,0
1899
180.330
72.000
40,0
8,0
1900
145.575
54.000
30,0
6,0
1901
66.040
36.000
20,0
4,0
1902
44.159
18.000
10,0
2,0
1903
43.699
18.000
10,0
2,0
1904
45.166
19.800
11,0
2,2
1905
sin datos
36.000
20,0
4,0
1906
sin datos
14.400
8,0
1,6
1907
sin datos
18.000
10,0
2,0
(1) Dividendo por acción, en pesetas.
(2) Porcentaje de ganancias, sobre el valor desembolsado de las acciones.
FUENTE: Elaboración propia en base a los datos publicados en el Boletín Of icial de la
Provincia de Barcelona y en los Balances de la Sociedad Comanditaria de vapores Tintoré y Cía.
(1897-1904)
La política que Joaquín M. Tintoré Mercader aplicó a la naviera tendía a penalizar los intereses de los accionistas en la medida que reducía los
dividendos que se repartían año tras año con el objetivo de mantener una
naviera saneada y en búsqueda de su pervivencia, a largo plazo. Parece
bastante claro que en la pugna entre la mentalidad propia de unos socios
capitalistas (que aspiraban a buscar la máxima rentabilidad para su inversión, en el plazo más corto posible) y la mentalidad y las prácticas de una
dirección o administración gerencial de carácter profesional (que velaba,
por el contrario, por los intereses de la empresa como tal, a medio y largo
plazo) se impuso esta última. Una mentalidad que signif icó un cierto sa-
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
182
Vapor Tintoré, 1905. Tempera.
Autor: José de la Bastida y Hernández Espino. (Museu Marítim de Barcelona).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
183
crif icio de los dividendos repartidos pero que consiguió la completa autof inanciación de la empresa.
Así fue, al menos, hasta julio de 1908 cuando tuvieron que emitir
una serie de obligaciones para allegar más capitales a la naviera. Aquel
año, en efecto, se vieron obligados a captar nuevos fondos por valor de
300.000 pesetas. En lugar de proceder a una ampliación de capital optaron por emitir 600 obligaciones (de 500 pesetas cada una), a un interés
del 5 por 100 al año, unos títulos que ofrecieron a los propios socios de
la compañía, en primer lugar. 238 Hacía treinta y ocho años desde la primera (y única) emisión de obligaciones efectuada por la naviera Tintoré.
Una muestra más de su saneada marcha en todo aquel tiempo.
Podemos asegurar, en def initiva, que los socios capitalistas de la Línea de Vapores Tintoré sabían que no iban a obtener grandes ganancias
por su inversión en dicha empresa pero tenían, a cambio, la seguridad de
que difícilmente iban a perder las cantidades que habían invertido. Una
política gerencial que buscó (y consiguió), por encima de todo, la solidez
de la empresa. Aún así, el capital invertido por sus socios obtuvo una rentabilidad moderada, pero rentabilidad, al f in y al cabo.
Cuadro 33
BALANCES DE LA NAVIERA TINTORÉ
(SOCIEDAD COMANDITARIA TINTORÉ Y CÍA, 1900-1905)
1900
1901
1902
1903
1904
1905
1.340.000
1.720.000
1.720.000
1.720.000
1.720.000
1.720.000
1.747
----
----
----
----
----
Seguros
20.597
29.106
29.106
29.106
29.106
29.106
Existencia en caja
38.765
39.656
9.538
25.820
17.839
33.090
Viajes pendientes de
liquidación
94.123
61.913
38.625
37.347
8.436
34.953
316.861
87.650
53.250
82.561
120.346
146.370
1.812.013
1.938.325
1.850.519
1.894.834
1.895.727
1.963.521
ACTIVO
Valor de los vapores (*)
Material de of icina
Cuentas deudoras
TOTAL
238 APJMTB, Línez de Vapores Tintoré, Caja Escrituras, escritura de emisión de obligaciones de
30.07.1908 ante J. Nicolau.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
184
1900
1901
1902
1903
1904
1905
900.000
900.000
900.000
900.000
900.000
900.000
Benef icios por pagar
de ejercicios
anteriores
4.900
5.450
7.090
7.060
1.330
2.584
Viajes pendientes de
liquidación
79.773
8.685
4.871
1.259
3.576
----
Cuentas acreedores
769.634
988.075
919.058
967.419
970.435
1.023.992
Dividendos
repartidos
54.000
36.000
18.000
18.000
19.800
36.000
Sobrante
3.706
115
1.500
1.096
568
944
TOTAL
1.812.013
1.938.325
1.850.519
1.894.834
1.895.727
1.963.521
PASIVO
Capital
(*) En 1900, vapores Francolí, Tintoré, Turia y Tordera. A partir de 1901 se les suma el
vapor Tambre.
FUENTE: Elaboración propia en base a los datos publicados en el Boletín Of icial de la
Provincia de Barcelona y en los Balances de la Sociedad Comanditaria de vapores Tintoré y Cía.
(1897-1904)
La actitud de prudencia mostrada por Joaquín M. Tintoré Mercader
en su condición de gerente de la naviera se aprecia también en la forma en
que valoró la flota de la misma. Cinco eran, a la altura de 1904, los vapores de la f irma Tintoré. Cinco buques cuyo valor total (establecido en
1.720.000 pesetas) superaba ampliamente el capital-acciones de la compañía (f ijado en 900.000 pesetas).
Cuadro 34
VALOR DE LA FLOTA DE VAPORES DE
TINTORÉ Y CÍA (1904).
Vapor Turia
500.000
Vapor Tambre
380.000
Vapor Tintoré
375.000
Vapor Francolí
265.000
Vapor Tordera
200.000
VALOR TOTAL
1.720.000
Se trataba de una vieja práctica, adoptada ya en 1882, y que demostraba la prudencia con la que su principal gerente, Joaquín M. Tintoré Mercader, había querido impregnar aquella naviera fundada por su tio Pablo M.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
185
Tintoré Pastor. Destaco su f igura porque, a diferencia de su hermano Francisco, Joaquín supo conservar siempre una muy buena relación con los socios de la compañía que llevaba su nombre. No fue así en el caso del otro
gerente, Francisco M. Tintoré Mercader. De hecho, apenas ocho años después de que éste hubiese asumido, de pleno derecho, el rol de co-gerente de
la sociedad comanditaria de vapores Tintoré y Cía., se produjo un abierto
enfrentamiento entre él y la mayor parte de los accionistas de la misma.
Aquellas diferencias «se habían suscitado (...) por distintas y variadas causas,
coexistiendo con otras cuestiones que el propio Don Francisco María Tintoré había de sostener con personas extrañas a la sociedad, todas las cuales
habían alejado a dicho señor del ejercicio de la gerencia» de la empresa.
Aquel larvado enfrentamiento entre uno y otros (que tuvo también el carácter de división en el seno de la propia familia Tintoré) acabó de estallar el
28 de marzo de 1905, en una Junta Extraordinaria de socios de la empresa.
Fue aquella una reunión presidida por Narciso Campmany Sandiumenge
(quien representaba las acciones de las hijas y yernos del difunto fundador
de la naviera Pablo M. Tintoré Pastor). Una reunión que se había convocado
a espaldas de Francisco M. Tintoré Mercader y sin su visto bueno; y a la que
concurrieron veinte accionistas, quienes representaban además a otros
treinta y un socios más. Nada más iniciarse dicha junta, el co-gerente Francisco M. Tintoré tomó la palabra «para una cuestión previa ya que la convocatoria para la junta general extraordinaria que se estaba celebrando la consideraba ilegal», af irmó entonces. A continuación intentó leer un escrito
«viéndose interrumpido por el murmullo de desaprobación de los socios y
por la orden de la Presidencia». Indignado, el todavía cogerente de la compañía, «después de manifestar que protestaba del acto a su juicio ilegal que
se celebraba, [...] se retiró del salón». En aquella reunión y tras su marcha,
los accionistas presentes aprobaron una reforma de los estatutos sociales dirigida claramente a prescindir de Francisco M. Tintoré como gerente de la
naviera. Acordaron entonces añadir un párrafo a dichos estatutos según el
cual «el embargo o retención judicial de las acciones depositadas por cualesquiera de los gerentes producirá desde luego la suspensión en el ejercicio de
su cargo del gerente que se halle en tal caso».239 Aquella modif icación venía
motivada, sin duda, por las consecuencias de un pleito que estaba afrontando entonces Francisco M. Tintoré, quien debía a Vicente Gallart Oller, vecino de Orán y consignatario en aquel puerto de los vapores de la compañía, una cantidad cercana a las 20.000 pesetas. Como Tintoré se había
239
APJMTB, Línea de Vapores Tintoré, Caja Escrituras, escritura a 28.03.1905 ante Joaquín Nicolau.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
186
negado a reconocer dicha deuda, Gallart se había visto obligado a interponer una querella criminal contra él, en un juzgado de Barcelona. Cabe señalar que el otro gerente, o sea, Joaquín M. Tintoré Mercader no dudó entonces en enfrentarse a su hermano, situándose al lado de los accionistas de la
naviera.
Se trataba, en def initiva, de unas diferencias que implicaban a tres actores diferentes, dirimidas en diversos espacios de negociación y de conflicto, en los que el concurso de diferentes abogados acabó resultando
fundamental. El mandatario de Francisco M. Tintoré en todo aquel asunto fue, por cierto, el letrado (y político de la Lliga Regionalista), Luís Duran Ventosa. La situación se complicó once meses después de aquella turbulenta reunión, con el fallecimiento del otro gerente de la f irma, Joaquín
M. Tintoré Mercader, acaecido el 20 de febrero de 1906; un hecho luctuoso que añadió más incertidumbre al horizonte de la empresa, al menos a
corto plazo. 240 La mayor parte de socios capitalistas de la naviera seguían
oponiéndose a que Francisco M. Tintoré ejerciese la dirección de la compañía, y más que lo hiciese en solitario. Fue entonces cuando las negociaciones tuvieron que acelerarse. El acuerdo f inal llegó cinco semanas después de la muerte de Joaquín M. Tintoré Mercader. En primer lugar, el
cogerente Francisco M. Tintoré convino en reconocer la susodicha deuda
con Gallart y aquel se comprometió, a cambio, a personarse en el juzgado
presentando «un escrito apartándose de la querella por él promovida y reconociendo» que aquel asunto no podía «acarrear la responsabilidad criminal» del denostado Francisco M. Tintoré Mercader. Tres de los abogados implicados en el asunto redactaron, a su vez, un texto para evitar la
tentación de que éste pudiese acusar a Gallart de calumnia o de denuncia
falsa. En segundo lugar, el propio TIntoré renunciaba a su carácter de socio gerente (o colectivo) de la naviera «quedando únicamente como socio
comanditario por las acciones de que se halla ser poseedor». A continuación, los accionistas se comprometieron a abonar al gerente dimisionario
tanto las mensualidades a que tenía derecho por su responsabilidad como
el 10 por 100 de las utilidades que le correspondían del último ejercicio. Y
se comprometieron a abonarle también una indemnización (para la que
reservaron, por si acaso, la mitad de los benef icios correspondientes a
1905), cuyo montante debía f ijarse en un ulterior laudo dictado por tres
La fortuna de Joaquín M. Tintoré Mercader se cifró, a su muerte, en 812.512 pesetas, a repartir entre su viuda y sus diez hijos (los seis habidos en su primer matrimonio, con Joaquina Punyed, y los
cuatro habidos en su segundo, con Carmen Grau Vallespinós); cfr. APJMTB, Liquidación de bienes
de Joaquín M. Tintoré Mercader (1847-1906).
240
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
187
individuos no directamente implicados en el litigio (los abogados Manuel
Planas Casals y Joaquín Almeda Roig y el empresario Luis Martí-Codolar
Gelabert). 241 Aquellos acuerdos se rubricaron, en privado, el 30 de marzo
de 1906.
Tan sólo un día después tuvo lugar en el domicilio social de Tintoré y
Cía. (Pasaje del Comercio, 1-3) una nueva junta general extraordinaria de
socios. Entonces, recién resuelto aquel grave problema merced a la dimisión del gerente Francisco M. Tintoré Mercader, los accionistas de la naviera acordaron nombrar al joven Joaquín María Tintoré Punyed, hijo del
difunto Joaquín M. Tintoré Mercader, gerente interino de la misma. Lo
hicieron teniendo en cuenta que «ya en vida de su padre y bajo la dirección de éste llevaba materialmente el peso de la administración social» de
la compañía, decían. Aún así, el principal acuerdo que adoptaron entonces, el 31 de marzo de 1906, fue iniciar un proceso de transformación jurídica de la naviera; de una sociedad hasta entonces comanditaria por acciones en una nueva sociedad anónima, bajo la razón de Línea de Vapores
Tintoré. Con aquel cambio, acabaría desapareciendo el blindaje jurídico de
la f igura (y la persona) del gerente (quien había mantenido hasta entonces
las funciones y prerrogativas que el Código Mercantil otorgaba a los socios colectivos, en las f irmas personalistas). A partir de entonces, el nuevo
gerente mantendría sus funciones aunque tan sólo como el más alto ejecutivo de la nueva sociedad anónima, al que los socios capitalistas podrían
despedir, si lo consideraban oportuno, en cualquier momento. 242
Aquel proceso de creación de la nueva Línea de Vapores Tintoré SA
fue realmente rápido. Así, apenas cinco semanas después de haberse tomado el citado acuerdo, exactamente el 12 de mayo de 1906, tuvo lugar
otra reunión de socios en la que acabó de constituirse la nueva razón social y se eligió a su primer Consejo de Administración; un Consejo presidido por Narcisco Campmany Sandiumenge e integrado, además, por José
de Pol Baralt, Ramón Oller Bosch, Ramón Sala Perera, Pablo María Lafont Tintoré, Juan Ratés Homs y José Gatell Padrines. No quisieron variar
entonces ni el capital de la empresa (que siguió cifrado en 900.000 pesetas) ni tampoco el número de sus títulos (1.800 acciones) o el valor de
cada uno de ellos (500 pesetas).243 Quiero destacar, por cierto, el carácter
más o menos familiar de aquel primer Consejo de Administración. No
El laudo arbitral cifró f inalmente en 46.750 pesetas la cantidad de la indemnización a Francisco M.
Tintoré Mercader, cfr. AHPB, Joaquín Nicolau, manual de 1906, 3ª parte, fols. 1322-1326, 04.05.1906.
242 AHPB, Joaquín Nicolau, manual de 1906, 2ª parte, fols. 925-934, 31.03.1906.
243 AHPB, Joaquín Nicolau, manual de 1906, 3ª parte, fols. 1414-1425, 12.05.1906 y fols. 1531-1542,
19.05.1906.
241
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
188
Acción número 1166 de la Linia de Vapores Tintoré sociedad anònima,
por valor de 500 pesetas a favor de Joaquín María Tintoré, 1906.
(Museu Marítim de Barcelona).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
189
sólo formaban parte del mismo José Gatell Padrines (hijo de uno de los
fundadores de la naviera, Esteban Gatell Roig, quien había participado en
la Junta Consultiva de la misma desde, al menos, 1857) y Ramón Sala Perera (hijo de otro de los fundadores, el manresano Ramón Sala Brugués)
sino que encontramos también a dos miembros de la familia Tintoré; me
ref iero a Pablo María Lafont Tintoré (hijo de Tecla Tintoré Serra y por lo
tanto nieto de Pablo Mª Tintoré Pastor) y a Ramón Oller Bosch (quien se
había casado años atrás con Dolores Tintoré Punyed). El propio presidente de la Línea de Vapores Tintoré, Narciso Campmany Sandiumenge, era
hijo de Pedro Campmany, fundador asimismo de la naviera y uno de los
mejores amigos de Pablo M. Tintoré Pastor, quien le había querido dejar,
precisamente a él, un sobre con las instrucciones de cómo debía ser su
entierro. 244
Bajo la forma jurídica de una sociedad anónima y el nombre de Línea
de Vapores Tintoré, la naviera fundada en 1852 por Pablo M. Tintoré Pastor funcionaría todavía otros diez años más, hasta 1916. El último de los
balances de la Línea de Vapores Tintoré se fechó el último día de diciembre de 1915. Entonces, aquella naviera fundada en Barcelona sesenta y tres
años antes, acreditaba la propiedad de siete vapores diferentes (llamados
Francolí, Tintoré, Turia, Tordera, Tambre, Torreblanca y Telmo) y seguía rindiendo benef icios tanto a sus accionistas como a sus gerentes. Unos benef icios, eso sí, moderados (máxime si tenemos en cuenta la coyuntura favorable para las navieras españolas derivadas de la neutralidad del país en
la Gran Guerra). En su último ejercicio social, correspondiente a 1915, la
Línea de Vapores Tintoré apenas repartió 100.667 pesetas como utilidades: 90.000 pesetas como dividendo a sus accionistas (a razón del 10 por
100 del valor nominal de dichos títulos), 5.333 pesetas como remuneración variable para su gerencia y la misma cantidad para que se la repartiesen los miembros de su Consejo de Administración. Apenas unos meses
después, la veterana Línea de Vapores Tintoré aceptó integrarse en un
nuevo y ambicioso proyecto empresarial impulsado básicamente desde Valencia como fue la Compañía Transmediterránea; un proyecto al que también se quiso sumar otra naviera igualmente domiciliada en Barcelona,
aún más veterana incluso que la naviera Tintoré, como fue Navegación e
Industria. Pero esa historia va más allá de los objetivos de este libro.
Antes, sin embargo, de desaparecer como una f irma con personalidad jurídica propia, la Línea de Vapores Tintoré SA supo también aprove-
244
AHPB, Luis G. Soler Pla, manual de 1877, 4ª parte, fols. 3474-3477, 03.11.1877.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
190
Placa homenaje a D. Joaquín María Tintoré Punyent
del personal de la Compañia, 1916. (Museu Marítim de Barcelona).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
191
charse de la coyuntura de especulación abierta en el sector de la marina
mercante española precisamente a consecuencia de la Gran Guerra. Valga
como muestra lo que aconteció con el vapor Tirso. El 29 de marzo de 1916
la naviera Tintoré compró a la Compañía Levantina de Navegación (representada por su director, Diego Ibars Cabrera) el vapor Argelia, un longevo
buque de casi cincuenta años, construido en Greenock (en 1867), al que
pronto rebautizaron como Tirso y por el que pagaron 292.500 pesetas.
Apenas un año después, el 6 de marzo de 1917 y ante el mismo notario,
Juan Francisco Sánchez García, la Línea de Vapores Tintoré optó por vender dicho vapor Tirso a la sociedad colectiva Hijos de Enrique Gironella,
una f irma «dedicada a la compra y venta de vinos y sus similares en el
país», a cambio de 800.000 pesetas. En una sola operación Joaquín M.
Tintoré Punyed supo obtener para la susodicha naviera unas plusvalías netas del 273 por 100.
6. Las navieras de Barcelona en tiempos de la Restauración.
192
7. Historias de éxito
y de fracaso en
la barcelona naviera
F in de Siècle
Pese a las dif icultades, de todo tipo,
que tuvieron que arrostrar parece bastante claro que tanto la trayectoria
de Navegación e Industria (fundada en 1841) como la de la Línea de Vapores Tintoré (en 1852) merecen ser def inidas como trayectorias de éxito.
Ambas empresas no sólo acreditaron una larga vida sino que llegaron relativamente saneadas a los primeros lustros del siglo xx , pudiendo entonces enfrentarse a un escenario de profundos y acelerados cambios. Unos
cambios registrados en el sector de la marina mercante por efecto de la
Gran Guerra y notables, sobre todo, para las navieras de un país neutral
como España. Abordaré, así, en este último capítulo la descripción y el
análisis de la trayectoria de otras dos compañías navieras, también en
aquellos años de f ines del siglo xix y principios del siglo xx: me ref iero
(1) a la sociedad que, tras diferentes cambios de nombre y de razón social,
acabó transformándose en la Sociedad Anónima de Navegación Trasatlántica y (2) a la Compañía Trasatlántica. Pero antes de entrar a analizar
sus respectivas trayectorias, me detendré en el análisis, en aquel mismo
período, de la labor de la Asociación de Navieros y Consignatarios de
Barcelona. Lo haré en tanto que se trataba de la principal entidad patronal del sector, creada esencialmente para actuar como un clásico grupo
de presión y que había aspirado a representar los intereses de los navieros
domiciliados en la capital catalana, también de aquellos navieros que gestionaban vapores.
7.1 La impotencia de
la Asociación de Navieros
y Consignatarios
de Barcelona
A partir de 1884 los dirigentes de la
Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona concentraron sus
esfuerzos, prácticamente, en dos únicas líneas de trabajo: (1) la edición de
una revista y (2) la transmisión de su opinión a diferentes instituciones en
asuntos estrictamente locales, vinculados generalmente al ámbito portuario; cosa que habían venido haciendo, por cierto, con anterioridad. A títu-
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
193
lo de ejemplo, en noviembre de 1879 la entidad había pedido al Ayuntamiento «que acordara alumbrar, aunque fuese de un modo provisional, los
muelles de debajo la muralla de Mar para impedir los robos y las escenas
desagradables que tienen allí lugar desde hace tiempo» mientras que en diciembre de 1881 se habían dirigido al ministro de Fomento «sobre el importante asunto de la terminación de las obras interiores del puerto de
Barcelona» oponiéndose al proyecto del ingeniero José de Olano que proponía ceder la gestión portuaria a una empresa privada a cambio de que
ésta asumiese el coste de las obras del puerto. 245
Por otro lado, la edición de una revista mensual (la cual, si hemos de
creer a sus promotores, era «casi la única de esta clase que se publica[ba]
en España, pues la Revista de la Marina ... [era la] representante de la marina de guerra») concentró a partir de 1884 gran parte de los esfuerzos de la
Asociación.246 Con el título de Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona dicha publicación se convirtió en la plataforma desde la
cual los dirigentes de la entidad pudieron divulgar sus escritos proteccionistas así como dar publicidad a las diferentes instancias elevadas por la
Asociación a los diferentes ministerios. Sus páginas sirvieron, por ejemplo, para que el entonces tesorero de la Asociación, Francisco Gusi, respondiese en 1886 al poderoso Manuel Girona, el cual en un discurso ante
el Ateneo Barcelonés se había opuesto abierta y resueltamente al restablecimiento del derecho diferencial de bandera y a la instauración de primas
(o subvenciones) a los navieros del país. 247 Ese enfrentamiento evidencia
un hecho de mayor alcance: tras el empuje inicial y el relativo fracaso ulterior de sus gestiones en el período 1878-1883, la Asociación de Navieros y
Consignatarios de Barcelona se había ido quedando cada vez más sola, incapaz de sumar más voluntades que las de sus socios (ni en el plano local
ni entre los navieros de otros puertos).
En los últimos años 1880 la susodicha entidad parecía haberse convertido en un selecto club de amigos reunidos en torno a su presidente, Federico Nicolau, con escasa capacidad para condicionar o modif icar las políticas
públicas que afectaban al sector. Así, por ejemplo, Joaquín del Piélago, gerente de la principal naviera de la matrícula de Barcelona (y del conjunto español), la Compañía Trasatlántica, abandonó la Junta Directiva de la Asociación de Navieros Consignatarios de Barcelona a principios de 1886, mientras
que un año después, en 1887, era Rómulo Bosch y Alsina quién seguía sus
245
246
247
Diario de Barcelona, 31.01.1880, p. 1290; 17.01.1882, p. 682.
Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1889, p. 8.
Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1886, pp. 26-33.
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
194
pasos, dejando vacante la vicepresidencia de la entidad. De esa manera,
aquella entidad perdió dos de sus principales activos; el propio Bosch era entonces unos de los navieros más destacados (y con mayor proyección) del
puerto de Barcelona. Fundador junto a Nicolau de los Almacenes Generales
de Depósito en 1872, Bosch se había asociado en 1878 a la compañía Lloyds
Catalan de Seguros Marítimos mientras que en 1881 se había integrado en la
Alianza de Aseguradores de Barcelona. En esa coyuntura Bosch compaginó
su actividad como armador de veleros de un cierto porte (en 1884 acreditaba
la propiedad de siete corbetas) con el vapor: ese mismo año acreditaba la
propiedad del vapor mixto Apolo, amén de asociarse entonces al gaditano
Antonio Martínez de Pinillos incorporándose como socio de Pinillos Sáenz
y Cía, a quienes sirvió como consignatario en Barcelona. En 1885 Rómulo
Bosch (recién incorporado a la Junta de Obras del Puerto de Barcelona) asumió también la consignación de los barcos de la andaluza Ybarra y Cía. Y
tres años más tarde, en 1888, fundaría su propia compañía de vapores: Vapores de Rómulo Bosch (Sella, Rodrigo, 2002: 176-185).
El aislamiento de la entidad catalana se expresó en el Congreso o
Junta de Navieros Españoles reunido en 1886 «en la corte para tratar de la
situación actual de la marina mercante española», cita a la que asistió el
marqués de Comillas (presidente de la Compañía Trasatlántica) en representación de Barcelona pero a la que declinó asistir Federico Nicolau, alegando motivos de salud. No obstante, el mismo Nicolau usó poco después
las páginas de la Revista para desmarcarse de las declaraciones del Presidente del Congreso quien había af irmado públicamente «no pedimos protección ni privilegios, sino franquicias y libertades». Indignado, Nicolau
replicó desde Barcelona que por ese camino los navieros «acabaremos de
perder los pocos restos que nos quedan. Por esto pedimos nosotros protección». 248 A Federico Nicolau le correspondió entonces un mayor protagonismo, si cabe, al frente de la Asociación de Navieros de la capital catalana, apareciendo noticias como la que refería el 13 de abril de 1887 que
«la Junta Directiva de la Asociación de Navieros y Consignatarios fue ayer
en corporación a visitar a su presidente el diputado a Cortes Excmo. Señor don Federico Nicolau, para hacerle entrega, en nombre de la Asociación y de varios comerciantes de esta plaza, de la gran cruz del Mérito Naval, adornada de brillantes ... [obra] de los señores hijos de don Francisco
de A. Carreras». 249 No debe extrañar que los discursos, escritos y alegatos
de Nicolau ocupasen buena parte de los contenidos de la Revista de la Aso-
248
249
Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1886, pp. 24.
Diario de Barcelona, 13.04.1887, p. 4323.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
195
Evolución de la contraseña (de arriba a abajo)
Contraseña Compañia Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos de los S.S. Morera y
Cía. Contraseña E. Pi y Cía.
Contraseña de Sociedad Anónima de Navegación Trasatlántica.
Fichas de documentación. (Museu Marítim de Barcelona).
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
196
Contraseña de Compañia Catalana de Vapores Trasatlánticos
de los S.S. Nicolau Hnos.
Fichas de documentación. (Museu Marítim de Barcelona).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
197
Contraseñas de Joaquin Gurri y Cia.
Fichas de documentación. (Museu Marítim de Barcelona).
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
198
Contraseña Línea de Vapores Tintoré.
Fichas de documentación. (Museu Marítim de Barcelona).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
199
Contraseña de Compañia Trasatlántica Española.
Fichas de documentación. (Museu Marítim de Barcelona).
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
200
ciación. A título de ejemplo: en los ocho primeros meses de 1886 las páginas de la Revista recogieron las valoraciones de Nicolau en relación al citado
Congreso Naviero, sus peticiones al Ministro de Hacienda demandando
primas a la navegación y pesca de altura siguiendo los ejemplos francés e
italiano así como sus discursos en el Congreso los días 19, 20 y 21 de julio
del mismo año impugnando la autorización para prorrogar los tratados
comerciales en vigor hasta 1892 (Serrano, 1987). A menudo, resulta difícil
discernir los acuerdos colectivos de la asociación de las opiniones personales de su Presidente, el cual, por otro lado, acabaría consolidándose
como el segundo hombre fuerte del Círculo Conservador Liberal en Barcelona, siempre a la sombra del ínclito Manuel Planas y Casals.250 El doble
protagonismo de Nicolau (como prohombre conservador y como portavoz naviero) en un lustro como el de 1885-1890 en que el gobierno estuvo
en manos de los fusionistas sagastinos puede explicar, precisamente, la escasa receptividad de los sucesivos gabinetes liberales a las peticiones cursadas entonces por la asociación que aspiraba a representar a los armadores y consignatarios de la capital catalana. En un contexto en el que el
propio Nicolau acabaría sufriendo, como vimos, la desaparición de su propio negocio naviero. Y es que aquella Compañía Catalana de Vapores Trasatlánticos que había fundado en 1881 entraría en liquidación en enero de
1887 tras haber registrado notables pérdidas.
El empuje, de hecho, de la marina mercante catalana que había situado a la matrícula de Barcelona como la primera de España y sus colonias a
lo largo de casi todo el siglo xix había perdido gas para dar paso a una situación, en general, de pérdida de importancia relativa de las navieras catalanas y de retroceso de los empresarios catalanes del sector. Así, la matrícula de Barcelona pasó de representar el 33’2 por 100 del tonelaje total
español en 1885 al 24’7 por 100 quince años después. Por el contrario, el
peso de los navieros de Bilbao crecía en el conjunto peninsular, en función
de su apuesta decidida por el vapor: en 1891, por ejemplo, eran 133 los vapores matriculados en la capital vizcaína mientras que en Barcelona no había más que 82.251 Fue entonces cuando la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona dio una serie de pasos buscando ampliar la base
social de la entidad, al intentar aumentar (o, al menos, evitar una eventual
disminución de) su ya escasa capacidad de influencia. En una Junta Extraordinaria de la citada entidad, celebrada el 19 de enero de 1887, se acordó «reconocer como asociados al lado de los navieros a los capitanes co-
250
251
Diario de Barcelona, 18.02.1894, p. 2108.
Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1892, p. 143.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
201
partícipes de los buques inscritos en el registro de la Asociación, así como
también que entren a formar parte de la misma las Compañías de seguros
marítimos, las de construcción naval y las demás sociedades, corredores y
agentes que se dediquen al comercio marítimo y a los demás ramos relacionados con el mismo». Paralelamente se creó entonces la f igura del socio
corresponsal en otros puertos. Un año después, en enero de 1888, partiendo de la af irmación explícita de que «la unión hace la fuerza» acordaron
además que podrían «f igurar en adelante en [el] Registro [de la entidad] sin
distinción de matrícula y residencia todos los buques españoles» buscando
no sólo «estrechar las relaciones de los navieros» sino también «dar si cabe
mayor importancia a nuestra representación marítima y comercial».252
No parece, sin embargo, que estos acuerdos fuesen algo más que un
brindis al sol. Pese a su explícito deseo, la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona no llegó a transformarse en una entidad de carácter nacional y su capacidad para transformar sus demandas en actos legislativos siguió manteniéndose en la misma tónica. Todavía en la memoria
de la Junta Directiva de la Asociación, presentada por su secretario, Juan
de Arana, el 28 de enero de 1893, al hablar del «programa que viene realizando [la Asociación] desde 1876» Arana af irmaba con claridad: «Poco es
ciertamente lo que se ha conseguido si se compara con nuestro deseo»,
aunque añadía voluntariosamente: «Pero confesemos que es algo». Ese algo
no era sino el arancel de 1891 para las islas F ilipinas, el cual incluía el derecho diferencial de procedencia. No habían conseguido, sin embargo, evitar la
f irma de nuevos tratados comerciales con los principales socios comerciales de España, como tampoco habían conseguido «quitar a la marina muchas de las gabelas actuales que por distintos conceptos la agobian y empobrecen» ni conseguir la aprobación de primas a la marina mercante
española ni, por supuesto, la restauración del derecho diferencial de bandera. 253 Ni lo habían conseguido entonces ni tampoco lo conseguirían en
los últimos años del siglo xix.
El desastre naval de 1898 tuvo efectos diversos para los diferentes sectores relacionados con el mar. Uno de esos efectos se expresó en la organización de una entidad, nacida en Madrid en 1900, con el objeto de representar «los intereses colectivos [...] del conjunto colosal de España en los
mares»: la Liga Marítima Española (Rodrigo, 2003). 254 Así, desde la fun-
Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1887, p. 16; 1888, pp. 24-31.
Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, 1893, p. 26.
254 La cita sale de la pluma de Antonio Maura, primer presidente de la Liga Marítima, cfr. Vida Marítima, núm. 1, 10.01.1902, pp. 2-3.
252
253
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
202
dación de la Liga Marítima, la Asociación de Navieros y Consignatarios
de Barcelona pasó a tener un papel secundario, casi subalterno, respecto a
la nueva entidad, a la que acabó correspondiendo todo el protagonismo en
la representación de los intereses mercantes españoles. El propio Federico
Nicolau acabaría presidiendo la sección de asuntos políticos, económicos
y militares de la Liga mientras que el poderoso marqués de Comillas, presidente de la Compañía Trasatlántica, encabezaría, primero, la sección de
navegación y comercio, y, a partir de 1903, la sección de construcciones y
armamentos. Por otro lado, también en 1900, los navieros vizcaínos crearon su propia representación, la Asociación de Navieros de Bilbao, cuyas
demandas no fueron del todo coincidentes con las de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona (Valdaliso, 1990). F inalmente, en
noviembre de 1903, acabaría tomando cuerpo una Asociación General de
Navieros Españoles, entidad en la que el protagonismo correspondería especialmente a los navieros vascos, como ilustra el hecho que su presidente-fundador fuese el bilbaíno Ramón de la Sota. En cualquier caso, y aunque la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona se mantuvo
vigente durante varios años, con el nuevo siglo perdería cualquier protagonismo en sus esfuerzos por representar a navieros y consignatarios. 255
La Liga Marítima y la Asociación de Navieros y Consignatarios de
Barcelona compartieron, al menos, dos rasgos que las hicieron entidades
relativamente similares: (1) por un lado, ambas instituciones se constituyeron explícitamente como grupos de interés y de presión. Así, en la asamblea de la Liga de noviembre de 1900 se dijo que la nueva entidad nacía
dispuesta a «representar ante la opinión y los poderes públicos las aspiraciones» de los diferentes sectores marítimos del país»; 256 por otro lado (y
2), si la entidad de los armadores barceloneses había contado con un portavoz autorizado en el parlamento en la persona de su presidente, Federico Nicolau, la Liga Marítima aupó a su secretario, Fernando Navarrete, a
la condición de diputado a cortes por el distrito de Tortosa. Navarrete
pudo así actuar como secretario de la Comisión Parlamentaria que presentó al pleno el def initivo Proyecto de Ley de Fomento de las Industrias y
255 La Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona siguió funcionando, al menos, hasta
1914 y, probablemente, hasta 1920. En la primera fecha, Ricardo Ramos seguía siendo vicepresidente
de la misma, cfr. AHCOCINB, caja 629, exp. 10, dictamen de Juan Gubern de 20 de octubre de 1914,
p. 3. Por otro lado, sabemos que en 1920 se creó la Asociación de Consignatarios de Barcelona (impulsada, entre otros, por Ricardo Ramos Cordero, vicepresidente de la Asociación de Navieros y Consignatarios desde 1905) y su fundación puede interpretarse como fruto de la ruptura entre consignatarios y navieros y, probablemente, expresión de la muerte de la Asociación que aspiraba a representar a
ambos sectores en su conjunto.
256 Manual de la Liga Marítima Española. Cinco años de labor, 1900-1905, Madrid, 1906.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
203
Comunicaciones Marítimas Nacionales por el que tanto había trabajado la
Liga Marítima. 257 No obstante, a mi juicio, entre la Liga y la Asociación
catalana destacan más las diferencias que las semejanzas.
A diferencia de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona, la Liga Marítima Española se distinguió desde su génesis por su capacidad para integrar en una misma institución el diverso mundo relacionado con el mar. En su seno confluyeron tres proyectos, diferentes
aunque complementarios: un primer proyecto surgido entre of iciales de la
Armada preocupados por el impacto que las derrotas de Cavite y de Santiago había tenido para el poder naval español; un segundo, encarnado
por individuos preocupados, como los marinos pero en clave esencialmente política, por la supuesta decadencia naval del país en aras a la
def inición de un determinado proyecto nacional; y un tercero emanado
entre aquellos navieros interesados en alcanzar mayores cotas de protección para la marina mercante española y, en general, para los diferentes
sectores de la economía marítima del país. Es más, en la Liga Marítima no
sólo se alcanzó una cierta unidad entre destacados políticos, of iciales de la
Armada y empresarios del sector sino que se consiguió, especialmente,
una gran unidad entre el conjunto de empresarios implicados. El camino
no fue fácil y los dirigentes de la Liga Marítima se tomaron todo el tiempo necesario en la consecución de la unidad entre sectores con intereses a
veces contrapuestos, buscando siempre la obtención de «una fórmula de
conciliación entre los diversos intereses [...] a f in de que las gestiones de la
Liga sean ef icaces por la suma de autoridades que la apoyen», o, en otras
palabras, intentando «resumir todas las opiniones y presentar al Gobierno
[...] un proyecto que desarrolle con asentimiento colectivo los acuerdos del
Congreso Marítimo [de 1901] en preceptos legislativos». La Liga Marítima
fue siempre del parecer que: «cuantas más entidades marítimas se agrupen
en la Liga para dar impulso al proyecto [...] lo harán más viable y facilitarán considerablemente la acción del Estado». 258
Esta fue, a mi entender, la clave del éxito de la Liga Marítima. Así, en
su seno convivieron diferentes asociaciones, alumbradas por la entidad
matriz, tales que la Hullera Nacional (desde 1904) o la Asociación de
Constructores Navales Nacionales (desde 1909). La capacidad por ofrecer
257 Ambas experiencias corroboran la af irmación de Miguel Martorell en el sentido de que «muchos
diputados y senadores eran lobbyst de grandes empresas [y de que] los dirigentes de las principales organizaciones patronales agrarias, industriales o mercantiles solían tener reservado un escaño en cualquiera de las dos Cámaras», cfr. Martorell (2000), p. 30.
258 Vida Marítima, núm. 18, 30.06.1902, p. 11; núm. 53, 20.06.1903, pp. 331-332; núm. 58, 20.07.1903,
pp. 390-392.
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
204
Tarjeta postal del vapor Tintoré en el puerto de Alicante.
Editor: Bazar Pascual López. (Museu Marítim de Barcelona)
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
205
un único discurso de cara a la opinión pública y a los poderes ejecutivo y
legislativo así como conseguir que la entidad matriz se convirtiera en una
verdadera casa común para diferentes sectores empresariales ayuda a explicar las ulteriores conquistas de la Liga Marítima, especialmente la Ley
de Comunicaciones Marítimas y la Ley de la Escuadra. Mientras que en la
primera se estableció el mecanismo de asignación de primas a los armadores y constructores españoles (reivindicado por la Asociación de Navieros
y Consignatarios de Barcelona desde, al menos, 1881) en la segunda se
dotó de presupuesto a la demanda de reconstrucción de la Armada española, cediendo la gestión de los arsenales del Estado a una empresa construida ad hoc con participación de los mismos empresarios que habían impulsado la Liga. A la luz del análisis comparado entre los fracasos
relativos de la aislada Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona a f inales del siglo xix y los éxitos, también relativos, de la Liga Marítima Española a principios del xx , me atrevo a af irmar que las aportaciones de Mancur Olson resultan poco útiles para entender la verdadera
lógica de la acción colectiva (Olson, 1992).
7.2 Una truculenta
y turbulenta historia:
de J. B. Morera y Cía a la
Sociedad Anónima de
Navegación Trasatlántica
(1885-1906)
A mediados de 1885 la sociedad J. B.
Morera y Cía. parecía navegar con viento en popa. Y su único gerente se
había incorporado, por méritos propios, en el selecto grupo de los grandes
navieros de Barcelona. Contaba la empresa con una flota de tres vapores,
de reciente construcción: los buques Cristóbal Colón, Hernán Cortés y Ponce de
León, que servían para la explotación de la línea de las Antillas. Un luctuoso acontecimiento vino a truncar, sin embargo, aquella feliz trayectoria.
El principal socio capitalista de la naviera J. B. Morera y Cía., el indiano
Juan Forgas Bayó falleció en Caldes d’Estrach, el 3 de enero de 1885. Y
unos meses después, a f inales de agosto, su sobrino, socio y heredero universal abandonó Puerto Rico para venir a la península. Lo hizo tras pasar
por París y por Londres; arribando a Cataluña a principios de octubre de
1885. Una vez aquí, José Gallart Forgas se enfrentó pronto con el gerente
de la empresa, o sea, con Juan B. Morera. Las versiones sobre el origen del
conflicto desatado entre ambos empresarios no coinciden. Según af irma el
hijo del primero, «a su llegada a Barcelona mi padre descubre el desfalco
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
206
de Juan Bautista Morera», lo cual le hizo intervenir rápidamente, tomando
el timón de la empresa. Siguiendo dicho testimonio, Morera había gestionado hasta entonces la sociedad J. B. Morera y Cía. sin rendir cuentas ante
nadie mientras que los socios comanditarios no se habían preocupado por
f iscalizarle, convencidos como estaban de que «la marcha del negocio era
buena». Gallart descubrió, sin embargo, que «la situación era bastante diferente» y que «si bien Morera les presentaba la situación como floreciente,
y el negocio de vapores lo era en realidad, les ocultaba cuidadosamente los
compromisos personales que, en sus jugadas de bolsa, había adquirido y
que saldaba con fondos de la sociedad [...] Fue la muerte de tío Juan a primeros de 1885 y la llegada de mi padre en octubre del mismo año lo que
permitió desenmascarar a Morera y encaminar por sanos derroteros un
negocio que por mala administración estaba al borde de la ruina», recordaría tiempo después Juan Gallart Folch (Gallart, 1971: 57).
Así y con el apoyo de la mayoría de los socios comanditarios de Juan
B. Morera y Cía., Gallart consiguió que Morera renunciase por escrito a su
cargo de gerente. Lo hizo el 19 de noviembre de 1885 y un día después los
socios nombraban, en su lugar, al indiano Eusebio Pi Torrents, antiguo
vocal del Consejo de Administración de la Compañía Barcelonesa de Vapores Trasatlánticos y luego socio comanditario de J. B. Morera y Cía.259
En aquel conflicto, por cierto, Morera sólo contó con el apoyo de su padre
y de los hermanos Manuel y José Pedro Roca F iter, antiguo cajero este último de la sociedad. El resto de socios se alinearon claramente con José
Gallart. No hay que olvidar que en su mayor parte hablamos de inversores
que, como el propio Gallart, venían de Puerto Rico y que habían establecido, por lo tanto, unos estrechos lazos entre ellos basados en su común
estancia en aquella Antilla así como en su ulterioe retorno a Cataluña. Gallart escribió, por cierto, el 23 de noviembre de 1885, una interesante carta
«a su abogado y amigo José Gallostra», vecino de Madrid, a quien
conf iaba lo siguiente:
«El nuevo gerente [Eusebio Pi] es persona de toda conf ianza y
está unido conmigo, así como los otros socios, menos el gerente saliente, su padre y otros de sus cómplices, que tienen un capital de
unos noventa mil duros en la casa, es decir, que para todos los casos
tenemos nosotros mayoría personal y de capital social. Ahora bien,
como tenemos el convencimiento de que [en un futuro próximo] se
259 AHPB, Miguel Martí Sagristá, Manual de 1885, 4ª parte, fols. 3265-3266, 19.11.1885; fols. 32713274, 20.11.1885 y fols. 3279-3282, 21.11.1885.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
207
presentarán varios documentos por el gerente saliente por fuertes
sumas de deudas simuladas, sabemos quiénes son los cómplices, y
para este caso, es en primer lugar que necesitaríamos a usted a f in de
rechazar el reconocimiento de deuda que consideráramos ilegal y
pudiéramos hacerlo con arreglo a la ley, hasta ahora no sabemos
cuánto subirá el desfalco, pero sí contamos [que] será a la raya de
doscientos mil duros» (Gallart, 1971: 57).
La versión que tuvo de aquel conflicto José Gallart Forgas nos ha llegado a partir del testimonio de su hijo homónimo, José Gallart Folch,
quien consignaba además en sus memorias que «en realidad el desfalco alcanzó una cifra de unos 340.000 duros». Una situación que Gallart pudo
afrontar con el consejo legal no sólo de Gallostra sino también de dos
prestigiosos abogados de Barcelona, José Vilaseca Megas y José Milà Pi.
Hablamos, en este último caso, de un sobrino carnal de su nuevo gerente,
hijo de José Milá Mestre y de su hermana Teresa Pi Torrents. De alguien
que sería, años después, alcalde de Barcelona (en sustitución del ínclito
Bartolomé Robert) así como tío carnal del promotor de La Pedrera, o
Casa Milá, su sobrino Pedro Milá Camps.
Los Morera ofrecen, por su parte, una versión radicalmente diferente
de aquel conflicto. Estanislau Tomàs Morera, nieto de Juan Bautista Morera Bargalló, redactó hace unos años una síntesis explicativa del enfrentamiento entre su abuelo y Gallart en la que culpabilizaba a este último de
la situación. Teniendo en cuenta que la llegada de José Gallart Forgas desde Puerto Rico había coincidido con una mortal epidemia de cólera, en
Barcelona, af irma Estanislau Tomás que el sobrino de Juan Forgas tuvo
que alojarse inicialmente en «Caldes d’Estrac (Caldetes), al domicili que hi
tenia Joan B. Morera». Allí, continúa el nieto de Juan B. Morera:
«en les converses amb el matrimoni Morera, Gallart demostrà
certa falta d’escrúpols respecte als negres que treballaven per a ell a
Puerto Rico. Això creà certa alarma als Morera. Però el pitjor fou
quan proposà, per a fer anar endavant l’empresa naviliera, simular
una suspensió de pagaments, eliminar els altres socis amb minva
dels seus capitals i quedar-se el negoci ells dos (o sigui Morera i
Gallart). El pla fou rebutjat per Juan B. Morera amb indignació.
Alesjores, J. Gallart, que anà a viure al passatge Méndez Vigo de
Barcelona, celebrà a casa seva una sèrie de reunions amb altres socis (alguns dels quals també havien fet negocis a Puerto Rico) i
amb el capità Zaragoza. En aquestes reunions es creà un ambient
de desconf iança contra J. B. Morera i es feren plans per a expulsar-lo de la gerencia.
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
208
Aprof itant que la situació de la societat era crítica (s’havien
comprat tres vapors entre 1884 i 1885), s’havien contret deutes i la
comptabilitat estaba endarrerida (degut principalment a l’epidèmia
de còlera, que havia fet fugir de la ciutat a J. B. Morera i a algún dels
seus dependents), Gallart l’acusà de mala administració. I, amb
l’amenaça de la suspensió de pagaments, l’obligà a renunciar a la gerencia (19 novembre 1885) (Tomàs, 1997)».
La versión que cuenta el hijo de José Gallart Forgas, o sea, José Gallart Folch, de aquellos encuentros entre Gallart y Morera resulta diferente. En sus memorias dejó escrito: «No permitió mi padre que las atenciones que con él tuvo Morera, buscándole incluso una casa en Caldetes
donde refugiarse al llegar a España, le distrajeran de examinar los asuntos
que la herencia de tío Juan [ Juan Forgas Bayó] le planteaba» (Gallart,
1971: 57). Según narra, por el contrario, el nieto de Juan B. Morera, un día
después de haber f irmado su renuncia, el 20 de noviembre de 1885, intentó Morera acceder al escritorio de la empresa pero no pudo hacerlo pues
fue rápidamente expulsado con violencia e insultos, por Gallart, Casas y
Zaragoza, quienes le prohibieron tajantemente volver a pisar las of icinas
de la sociedad. No debió ser exactamente así pues consta fehacientemente
que Morera estuvo presente, en efecto, en el inventario de la documentación contable de la empresa que los socios realizaron, ante notario, los
días 22, 23, 24 y 25 de noviembre de 1885. 260 Af irma, por cierto, Estanislau Tomàs i Morera que en aquel inventario «es donaren per certs uns descoberts en la comptabilitat» (lo cual vendría a conf irmar las sospechas o
acusaciones de Gallart) y que «per a compensar els suposats descoberts es
feren retallades en el capital dels socis (a Joan Gualbert Morera l’amenaçaren amb obrir un procés criminal contra ell, si no acceptava la rebaixa)»,
insistiendo en el eje central de su argumentario, o sea, en la crítica a las
prácticas deshonestas de los adversarios de su abuelo (Tomás, 1997).
La explicación más convincente sobre la conducta de Morera la expresó hace tiempo su abogado, quién la debió recoger directamente del interesado. Según éste, había un desfase notable entre el escaso capital de la empresa (apenas 438.000 duros) y el crecido valor de su activo. Aquel desfase
se hizo aún mayor tras la adquisición del vapor Ponce de León, en la primavera de 1885. Según Morera, había sido Juan Forgas «quien continuamente
[le] estaba animando [...] para que comprase el tercer buque de la Compa-
260 AHPB, Miguel Martí Sagristà, Manual de 1885, 4ª parte, fols. 3283-3291, 22.11.1885; fols. 32913302, 23.11.1885; fols. 3305-3314, 24.11.1885 y fols. 3319-3324, 25.11.1884.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
209
ñía», es decir, el verdadero responsable de que se concretase aquella operación. Forgas opinaba que con tres paquebotes la naviera Morera podría
lanzar una verdadera línea regular a las Antillas, con una salida mensual
desde Barcelona. Aceptó Juan B. Morera la compra del vapor Ponce de León
y, al poco, tuvo que arrostrar la muerte del principal socio capitalista de la
naviera; aquel que le había prometido un aumento de su capital en la compañía antes de acabar el año para sufragar precisamente la compra de dicho buque. Af irmaba, entonces, el abogado de Morera que para f inanciar
aquella adquisición (y, en general, para cubrir aquel desfase entre el escaso
capital y el crecido activo de la naviera) tuvo el empresario que buscar fondos hasta debajo de las piedras. Consiguió, en primer lugar, 110.700 duros
mediante «la emisión de unas cédulas de participación en el negocio» a favor de distintas personas, socios y no socios de la compañía. Y se le ocurrió, en segundo lugar y mientras se procedía a la ampliación de capital,
pignorar o empeñar «los valores que aquellos [socios] tenían en las Cajas
de la compañía, previa autorización [decía] de dichos socios».261 No hay
que olvidar, como digo, que el capital social de J. B. Morera y Cía. apenas
cubría el 42 por 100 del valor de los buques de la empresa, según los datos
aportados por dicho abogado, que se resumen como sigue:
Cuadro 35
ACTIVO DE LA NAVIERA J. B. MORERA Y CÍA (1885)
Coste del vapor Cristóbal Colón
255.814 duros
Coste del vapor Hernán Cortés
277.743 duros
Coste del vapor Ponce de León
226.285 duros
Coste de la corbeta Barcelona
30.000 duros
Coste de las cámaras construidas
96.108 duros
COSTE total de las naves
885.950 duros
Importe de lo desembolsado por
Habilitaciones, seguro marítimo,
Provisiones y mercancías embarcadas
De cuenta expedicional
150.000 duros
TOTAL DESEMBOLSADO
1.035.950 duros
FUENTE: Demanda civil presentada el 31 de octubre de 1904 por el procurador Rogelio Alemany Briche en representación de Dolores Traval, viuda de Morera.
261 Demanda civil presentada el 31 de octubre de 1904 por el procurador Rogelio Alemany Briche en representación de
Dolores Traval, viuda de Morera.
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
210
Aquellos valores, propiedad de los socios pero no de la empresa, los
cuales sirvieron a Morera para obtener fondos, fueron pignorados en el
Banco de Préstamos y Descuentos y en el Crédito y Docks de Barcelona.
Gallart af irmaba, sin embargo, que hubo una apropiación indebida por
parte de Morera puesto que el gerente de la naviera no contaba con la
aprobación de los legítimos propietarios de aquellos títulos. Sea como fuere, las diferencias entre el principal socio capitalista (Gallart) y el único
socio gerente (Morera) de la empresa armadora impidieron cualquier entente y Morera se vio obligado a renunciar a la gerencia de una empresa
que había nacido por su sola iniciativa. Aquella renuncia forzada signif icó
un cambio en el nombre de la sociedad, que inmediatamente pasó a denominarse E. Pi y Cía. Una nueva razón social que impulsó, el 16 de diciembre de 1885, el primero de los diferentes pleitos donde se acabaron sustanciando las diferencias entre una y otra parte; entre Morera, de un lado, y
Gallart y sus acólitos, del otro.
Necesitado de liquidez, por cierto, una de las primeras acciones del nuevo gerente fue poner a la venta su velero Barcelona (antes Pedro Plandolit),
aquella corbeta que Juan B. Morera había comprado en julio de 1880 y había
aportado al activo de la f irma J. B. Morera y Cía. Eusebio Pi vendió en efecto dicho buque, en febrero de 1886, a la sociedad Jané y Cía. (de la cual era
socio gerente Marcelino Jané Formosa) quienes pagaron entonces cuarenta
mil pesetas; una cantidad que estaba muy lejos de las ciento cincuenta mil
pesetas en que Morera había cifrado el valor de aquel velero en los libros de
su empresa.262 A partir de entonces, los únicos buques propiedad de E. Pi y
Cía. fueron los vapores Cristóbal Colón, Hernán Cortés y Ponce de León.
Un nuevo y luctuoso acontecimiento vino pronto a modif icar la marcha de la sociedad E. Pi y Cía. El 9 de octubre de 1887 falleció su único
gerente, Eusebio Pi Torrents, quién no llegó a estar ni siquiera dos años al
frente de la empresa. A Pi le sustituyó inmediatamente Victoriano Casas
Bley, un viejo amigo del difunto Juan Forgas Bayó y de su sobrino José
Gallart Forgas. Según consigna, en sus memorias, José Gallart Folch,
mientras Pi estuvo al frente de la sociedad, o sea en 1886 y 1887, la naviera
no fue capaz de generar ganancias. Tampoco las generó en 1888. Ahora
bien, en el siguiente ejercicio social, en 1889 y una vez superadas las
dif icultades heredadas (o, como decía Gallart, vencido «el temporal que el
desfalco de Morera les había ocasionado»), la sociedad E Pi y Cía. consiguió un benef icio neto del 10 por 100. La misma tasa de ganancia que al-
262
AHPB, Agustín Muñoz, manual de 1886, 1ª parte, fols. 728-733, 24.02.1886.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
211
canzó también aquella empresa en 1890 (Gallart, 1971: 60). Aquella información no concuerda, sin embargo, con los datos aportados por el
abogado de Morera, según el cual entre el 1 de enero de 1886 y el 21 de
octubre de 1891, la naviera rindió unas ganancias de 610.533 duros. El defensor de los Morera relativizaba así, por lo tanto, el peso del presunto
desfalco, cifrado por Gallart en 323.784 duros. Según las palabras de
aquel letrado, «en relación con el capital social que era de 438.000 duros
resulta un benef icio de 139 por ciento. Sin comentarios»:263
Cuadro 36
BENEFICIOS DE E. PI Y CÍA., SEGÚN BALANCES (1886-1891):
Benef icio durante el año 1886
61.162 duros
Benef icio durante el año 1887
93.498 duros
Benef icio durante el año 1888
118.035 duros
Benef icio durante el año 1889
136.347 duros
Benef icio durante el año 1890
120.705 duros
Benef icio hasta 21 de octubre de 1891
80.786 duros
Benef icio en 5 años y 9 meses
610.533 duros
FUENTES: Las mismas que el cuadro 35.
Pronto hubo, por otro lado, un nuevo cambio en la gerencia de la empresa. El 21 de enero de 1889 Victoriano Casas amplió los poderes que
previamente había otorgado al socio Francisco Prats Ferriol a quien facultó entonces «para regir y gobernar los negocios de la misma [empresa] y
usar la f irma social». Inmediatamente después, Casas se retiró de la gerencia efectiva de la naviera, encomendada a Francisco Prats, alegando problemas ciertos de salud. De aquella manera, fue a Prats a quien le correspondió iniciar el proceso de disolución de la sociedad E. Pi y Cía.
(sucesora de J. B. Morera y Cía.), a caballo de los años 1891 y 1892. Así, el
13 de octubre de 1891 Prats convocó una reunión de socios quienes acordaron poner la empresa en liquidación y facultaron al abogado José Milá Pi
(sobrino y albacea de su antiguo gerente Eusebio Pi Torrents) y al inspector de buques Enrique de Ibarrola Abaña para llevarla a cabo. Una semana
después, exactamente el 20 de octubre, el gerente formal de la empresa,
Victoriano Casas Bley, af irmó expresa y explícitamente que se sujetaba a
263
Demanda civil presentada el 31 de octubre de 1904 por el procurador Rogelio Alemany Briche en representación de
Dolores Traval, viuda de Morera.
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
212
los acuerdos de la mayoría de los socios y que aceptaba la disolución y liquidación de la compañía; una liquidación que comenzó aquel mismo día.
Aquellos acuerdos no tenían otro objeto, en realidad, que permitir la creación de una nueva empresa a la que poder transmitir la propiedad de los
tres vapores de la naviera; una nueva razón social que asumiese exactamente el mismo tipo de negocio que había llevado a cabo la compañía
creada por Juan Bautista Morera diez años antes. Así, en noviembre de
1891, Francisco Prats consiguió que el socio Manuel Roca F iter (antiguo
aliado de los Morera) se separase completamente de la compañía, a la que
cedió todos sus derechos e intereses en la misma.264
Tal vez aquel proceso de disolución de una empresa que, en términos jurídicos era formalmente continuadora de la sociedad J. B. Morera y
Cía., tenía que ver con la dinámica de la causa penal que José Gallart
Forgas y el capitán Vicente Zaragoza seguían desde hacía varios años
contra Juan Bautista Morera Bargalló. Un proceso que estaba entonces,
por cierto, en su fase f inal. En efecto, el 23 de junio de 1892 empezó por
f in el juicio oral de una causa cuyo fallo y sentencia se leyeron apenas
unos días después, exactamente el 8 de julio de 1892. Dos de los tres magistrados dictaron entonces sentencia condenatoria contra Morera por
dos delitos de falsedad en documento privado así como por un tercer delito de estafa. Y le condenaron a una pena de prisión mayor, o sea, de
privación de libertad.
Los Morera destacaron ciertas irregularidades procesales, sobre
todo en la fase f inal del juicio: (1) sospecharon del hecho que el magistrado ponente de la causa hubiese sido sustituido a última hora; (2) alegaron que el delito de estafa no era tal pues la pignoración de ciertos valores depositados por algunos socios en la sociedad (como garantía de
préstamos) se había hecho con el consentimiento de los interesados; y (3)
af irmaron que los errores que hubiesen podido contener ciertos «documentos privados» no fueron cometidos con mala intención sino que se
podían explicar como consecuencia de la epidemia de cólera que asoló
Barcelona, en 1885. Se agarraron también al voto particular del tercer
magistrado del tribunal, quien no apreció delito alguno. Y destacaron,
por último, que la petición de indulto elevada en agosto de 1893 por la
Audiencia de Barcelona al Ministro de Gracia y Justicia había sido «extraordinariamente favorable» a Juan B. Morera (Tomàs, 1997). A pesar de
todo, lo cierto es que el condenado ingresó en la Cárcel Modelo de Bar-
264
AHPB, Miguel Martí Beya, manual de 1891, 4ª parte, fols. 3702-3719, 06.11.1891.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
213
celona el 12 de enero de 1894, donde pasó los siguientes cuatro meses
hasta la def initiva concesión del indulto.
Dos años antes, en marzo de 1892 había culminado por cierto el proceso de creación de aquella nueva sociedad naviera (bautizada F. Prats y
Cía.), una f irma que incorporaba a su activo los tres vapores que Morera
había comprado, entre 1884 y 1885. La nueva sociedad nació en Barcelona
el 30 de enero de 1892, conformada por once socios comanditarios y un
único socio gerente, Francisco Prats Ferriol, quienes se repartieron su capital fundacional de la siguiente manera:
Cuadro 37
SOCIOS FUNDADORES DE F. PRATS Y CÍA. S. en C. (1892)
(1)
(2)
José Gallart Forgas
617.500
48,05
Pedro Serrallés Pont
125.000
9,72
Francisco Altuna Noaín
100.000
7,78
Paula Rabassa Barceló
85.000
6,61
Asunción Folch Parellada
80.000
6,22
Nicolás Magraner Morell
75.000
5,83
Francisco Prats Ferriol
52.500
4,08
Ana Rabassa Blanco
50.000
3,89
Jaime Rabassa Barceló
50.000
3,89
Luis Rubert Catalá
50.000
3,89
Dolores Huertas Delgado
40.000
3,11
Jaime Prats Freixas
CAPITAL
20.000
1,55
1.285.000
100,00
(1) Capital, en pesetas.
(2) Porcentaje del capital
FUENTE: AHPB, Miguel Martí Beya, manual de 1892, primera parte, fols. 261-274,
30.01.1892.
La subasta de los vapores Cristóbal Colón y Ponce de León tuvo lugar en
las of icinas de la sociedad E. Pi y Cía, en liquidación (Pasaje de la Paz,
10 bis, entresuelo interior) el 4 de marzo de 1892. Los ingenieros Juan A.
Molinas Sooler y Pedro Calopa Pera habían peritado previamente el valor de ambos buques en 725.000 y 710.000 pesetas, respectivamente. A la
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
214
puja se presentaron solamente Francisco Prats Ferriol y Juan Bautista
Morera quien af irmó que «protestaba del acto» sin perjuicio de presentarse como postor «afectando la parte correspondiente del capital que
dice tener en la sociedad». Los liquidadores de la empresa naviera no reconocieron a Morera como posible postor por no haber efectuado el depósito preceptivo y por no ser socio de E. Pi y Cía. ni tener capital alguno en aquella compañía. Entonces, en su condición de gerente de la
nueva F. Prats y Cía., el único postor, Francisco Prats Ferriol, se ofreció
a comprar los dos paquebotes por su valor de tasación, a lo que accedieron inmediatamente los dos liquidadores de E. Pi y Cía. 265 La subasta del
vapor Hernán Cortés tuvo lugar unos días más tarde, el 15 de marzo, y la
dinámica fue exactamente la misma. Morera quiso estar presente aunque
los dos liquidadores de E. Pi y Cía. no le dejaron intervenir. Así, el único
postor fue Francisco Prats quien se hizo para la nueva empresa con la
propiedad de aquel buque por el valor f ijado en su tasación, en este caso,
635.000 pesetas. 266
A partir de aquella fecha, los tres vapores pasaron a formar parte del
activo de la nueva F. Prats y Cía., una empresa domiciliada en Barcelona
cuyo único objeto era la «explotación de los transportes marítimos con
buques» y que contaba con un solo gerente, Francisco Prats Ferriol. El
principal socio capitalista de la empresa, el indiano José Gallart Forgas,
quien representaba aproximadamente por sí solo la mitad del capital de la
naviera, se reservó para sí el cargo de Inspector de la misma (en representación también del resto de socios comanditarios), con facultad para f iscalizar las decisiones del gerente. Aprovechando el cambio en la escritura
social, desaparecieron algunos socios mientras que hubo otros que se incorporaron entonces a la empresa. Destacan, entre estos últimos, cinco
nuevos indianos enriquecidos como Gallart también en Puerto Rico. Me
ref iero al mallorquín Luis Rubert Catalá y a Francisco Altuna Noain, vecinos respectivamente de Ponce y de Juana Díaz, los dos municipios colindantes en donde Gallart tenía repartidos sus cinco ingenios (llamados
Fortuna, Reparada, Cristina, Río Cañas y Escalabrado). Me ref iero también a los hermanos Paula y Jaime Rabassa Barceló, vecino este último de
Mayagüez. Y me ref iero, por último, al también mallorquín Nicolás Magraner Moret, oriundo como los Rubert de la villa de Sóller. 267 Con aque-
AHPB, Miguel Martí Beya, manual de 1892, 1ª parte, fols. 915-940, 11.03.1892.
AHPB, Miguel Martí Beya, manual de 1892, 1ª parte, fols. 1178-1197, 17.03.1892.
267 Sobre los Rubert, cfr. Cifré (1975), p. 82 y p. 391; así como Cubano (1993). Sobre Gabriel Magraner Moret, hermano de Nicolás, natural de Palma de Mallorca, cfr. Cifré (1975): 368. Sobre la emigración de Sóller a Puerto Rico, cfr. Cubano (1993).
265
266
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
215
llas cinco incorporaciones culminaba el proceso de incorporación de
acaudalados indianos puertorriqueños a una f irma naviera con domicilio
en Barcelona pero basada en capitales boricuas.
Cuadro 38
REPARTO DE LA PROPIEDAD DE LOS VAPORES DE F. PRATS Y CÍA.
(1892) [en pesetas]
Ciudad de
Barcelona
(antes Cristóbal
Colón)
Puerto Rico
(antes Ponce de
León)
Gran Antilla
(antes Hernán
Cortés)
316.217
309.915
277.217
Francisco Prats Ferriol
88.151
86.273
77.205
Herederos de Jaime Ferro
81.555
79.878
71.488
Nicolás Magraner
77.207
75.623
67.640
Herederos de Jaime Rabassa
71.409
69.945
62.503
Herederos de Eusebio Pi
42.045
41.195
36.783
Dolores Huertas Delgado
31.169
30.537
27.316
Isabel Huertas Delgado
12.540
12.296
10.975
4.418
4.338
3.873
725.000
710.000
635.000
SOCIOS
José Gallart Folch
Jaime Prats Freixas
VALOR TOTAL
FUENTE: AHPB, Miguel Martí Beya, manual de 1892, 1ª parte, fols. 915-940 y 1178-1197.
Cabe añadir, por último, que la nueva F. Prats y Cía. decidió pronto
cambiar el nombre de aquellos tres vapores adquiridos en sendas subastas,
tal vez como una muestra de ruptura def initiva con un pasado asociado a
Juan B. Morera: el antiguo Cristóbal Colón pasó a ser el Ciudad de Barcelona,
el Hernán Cortés fue rebautizado como Gran Antilla mientras que el Ponce de
León cambió su nombre al de Puerto Rico.
Los socios de F. Prats y Cía. acordaron pronto ampliar la flota de vapores de la empresa con tres nuevas adquisiciones. Así, pocos meses después de crear la nueva sociedad, compraron un cuarto vapor, bautizado
Juan Forgas en recuerdo del tío materno de José Gallart, quien fuera socio
comanditario de J. B. Morera y Cía., fallecido siete años antes. En junio de
1893 compraron un quinto buque, un vapor de cuatro años llamado Suffolk
al que rebautizaron inmediatamente como Berenguer el Grande. Compraron
además un sexto buque; un vapor al que optaron por llamar Miguel Gallart,
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
216
Vapor Juan Forgas de F. Prats y Cía. 1892. Tempera.
Autor: Josep Pineda Guerra. (Museu Marítim de Barcelona).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
217
en recuerdo del padre del principal socio capitalista de la empresa. Aquel
gesto ponía de relieve la ascendencia que José Gallart Folch tenía sobre dicha naviera, una sociedad que nunca llegó a dirigir en términos formales.
Ahora bien, en tanto que principal socio capitalista de la misma (quién había implicado además a buena parte de sus amigos, enriquecidos como él
en Puerto Rico), Gallart seguía la marcha de la empresa prácticamente a
diario. Le correspondió supervisar personalmente, sin duda, la compra de
aquellos tres nuevos vapores así como de autorizar unas operaciones que
obligaron a la sociedad F. Prats y Cía. a ampliar notablemente su capital.
Un capital que llegó a situarse, en diciembre de 1896, en 4.165.528 pesetas.
Con la labor de José Gallart Folch como Inspector General de la naviera y, sobre todo, con el trabajo de su gerente, Francisco Prats Ferriol, la
sociedad F. Prats y Cía. se convirtió en una f irma armadora ciertamente
rentable. Lo fue, además, desde el primer día; capaz de repartir dividendos suculentos entre sus socios capitalistas. Unos dividendos cuya media,
en sus cinco primeros ejercicios, se situó en el 13,5 por 100 anual. No en
vano, entre enero de 1892 y diciembre de 1896 F. Prats y Cía. pudo repartir entre sus socios comanditarios unas ganancias netas de 2.803.172 pesetas, equivalentes al 67 por 100 de su capital. A dicha cifra habría que sumarle las 742.006 pesetas que se repartieron entonces en concepto de
«gerencia y dirección» de la empresa, una cantidad que debió benef iciar
singularmente a su socio gerente, Francisco Prats Ferriol, pero también a
su Inspector General, José Gallart Folch.
Cuadro 39
Resumen de los beneficios producidos por los vapores, desde la fundación de la
sociedad F. Prats y Cía. hasta el 31 de diciembre de 1896 [en pesetas].
Vapor Puerto Rico (15 viajes)
886.532
Vapor Gran Antilla (13 viajes)
886.340
Vapor Ciudad de Barcelona (3 viajes)
146.673
Vapor Juan Forgas (15 viajes)
1.135.833
Vapor Miguel Gallart (10 viajes)
983.890
Vapor Berenguer el Grande (10 viajes)
960.840
Vapor Pelayo (fletado, 1 viaje)
5.932
Total de benef icios en 67 viajes
5.006.040
Productos varios, ajenos a las expediciones
Benef icios brutos
21.790
5.027.830
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
218
Vapor Miguel Gallart de A. Folch y Cia. 1903. Tempera.
Autor: Josep Pineda Guerra. (Museu Marítim de Barcelona).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
219
Estos benef icios se distribuyen como sigue:
Gastos generales
390.425
Dividendos repartidos entre los socios
2.803.172
Gerencia y dirección
742.006
Gratif icaciones (2 %)
92.778
Reformas en los buques
929.479
TOTAL
4.957.860
Al fondo de reserva
69.970
5.027.830
FUENTE: Gallart (1971), p. 63.
Cabe tener presente que la ampliación de su flota de vapores, de tres
a seis paquebotes, había permitido a la naviera F. Prats y Cía. atender dos
líneas transatlánticas independientes: a la tradicional línea de las Antillas
(que había dejado, por cierto, de llegar a la isla de Puerto Rico para centrarse en la de Cuba, arribando concretamente a los puertos de Guantánamo, Santiago de Cuba, Manzanillo, Cienfuegos y La Habana) se le había sumado una segunda línea hacia América del Sur, una línea que
comunicaba directamente Barcelona con Montevideo, Buenos Aires y
Rosario.
Con el cambio de siglo, por cierto, diversos acontecimientos forzaron cambios sustanciales tanto en la distribución del capital social de F.
Prats y Cía. como en su denominación. Cabe recordar, en primer lugar,
el fallecimiento en Barcelona, el 1 de julio de 1898, de José Gallart
Folch, su principal socio capitalista amen de su único Inspector General.
Y añadir también que dos años después de la muerte de Gallart, o sea, a
principios de julio de 1900, el vapor Gran Antilla (antes Hernán Cortés)
quedó varado en la costa de Almería, partiéndose en dos. 268 Además,
apenas seis meses después de aquella pérdida, exactamente el 21 de diciembre de 1900, falleció en la capital catalana «el Señor Don Francisco
Prats y Ferriol, gerente de la sociedad F. Prats y Compañía», como recordaba su esquela. 269 Se produjo entonces, al parecer de forma inmediata,
un cambio en la razón social de una empresa que dejó de llamarse como
268
269
La Vanguardia, 13 de julio de 1900, p. 2 y 15 de julio de 1900, p. 2.
La Vanguardia, 1 enero 1901, p. 1.
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
220
su difunto gerente, Francisco Prats, para adoptar el de su sustituto, o sea,
A. Folch y Cía., Sociedad en Comandita. Se trataba del enésimo cambio
en la denominación de aquella empresa armadora, aunque no sería el último. De una compañía que había perdido a su gerente y a su inspector
general en dos años y que funcionaría bajo la nueva razón de A. Folch y
Cía. durante los cinco años siguientes, o sea, entre enero de 1901 y el
mismo mes de 1906.
A los pocos meses de la muerte de Francisco Prats y del cambio en la
razón social de la empresa, la naviera A. Folch y Cía. compró un nuevo
vapor, en substitución del desaparecido Gran Antilla. Un vapor de 3.794
toneladas de registro bruto construido tres años antes, en 1898, en Dumbarton (Escocia) por encargo de la naviera Elder & Dempster. Un buque
denominado inicialmente Montclair pero que bajo pabellón español fue conocido como José Gallart, en recuerdo del antiguo Inspector General y
principal socio capitalista de la naviera que lo compró y fletó (Rodrigo,
2005: 112). Un vapor dedicado, como el resto de sus buques, a prestar servicio en alguna de las dos líneas trasatlánticas de A. Folch y Cía., la de las
Antillas o la de América del Sur. Unas líneas, por cierto, que en el siglo xx
ampliaron su recorrido para comunicar Barcelona con nuevos puertos.
Con ciudades portuarias de la República Dominicana, por ejemplo, pero
también de México, de Estados Unidos o de Brasil. Aquellos buques sirvieron no sólo (o, más bien, no tanto) para el transporte de carga sino sobre todo para el transporte de pasajeros hacia la América hispana. Eran
los tiempos de la emigración en masa, cuando muchos españoles buscaban
labrarse un futuro mejor en tierras americanas. Y la naviera vinculada a
los Gallart fue una de las empresas que puso sus barcos al servicio de la
emigración. Y que hizo, en consecuencia, de aquel hecho una fuente de
negocio.
A principios de 1906 hubo un último cambio en la sociedad A. Folch
y Cía. No se limitó, en este caso, a un mero cambio de nombre sino que se
produjo también un cambio en la forma jurídica de la compañía, con todo
lo que aquella decisión comportaba. La naviera dejó de ser una sociedad
comanditaria para convertirse en una sociedad por acciones. Así, el 30 de
enero de 1906 se transformó «la antigua sociedad comanditaria A. Folch y
Cía. en anónima, denominada Sociedad Anónima de Navegación Trasatlántica, cuya gerencia se ha encomendado [informaba la prensa especializada] a los Sres. D. Pedro Serrallés y Pont, D. José María de Sentmenat y
de Fontcuberta y D. Juan Miguel Gallart y Dubocq, como directores, los
que a su vez han nombrado administradores a Luis Folch y Parellada y D.
Joaquín Arumí y Saurí». Tal como recogía la revista decenal Vida Marítima, «la nueva Sociedad Anónima de Navegación Trasatlántica se dedicará
a la explotación de los transportes marítimos y demás anexos, continuan-
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
221
Vapor José Gallart en el dique flotante del puerto de Barcelona
a principios del siglo XX.
Autor desconocido. (Museu Marítim de Barcelona).
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
222
do los negocios de A. Folch y Cía. de cuyos derechos y obligaciones se ha
hecho cargo». 270
Aquel cambio puso de relieve hasta qué punto la relación de la familia
Gallart con la susodicha f irma naviera no había desaparecido tras la muerte,
en 1898, del patriarca, José Gallart Forgas, La transformación, de hecho, de
aquella empresa en una sociedad por acciones, registrada en 1906, hizo precisamente posible la incorporación como gerente del hijo mayor del difunto
Gallart, fruto de su primer matrimonio con la criolla Julia Dubocq Roux; o
sea, del boricua Juan Miguel Gallart Dubocq, quien había alcanzado la mayoría de edad civil apenas dos meses antes. Aquel cambio permitió también
la incorporación a la empresa de Luis Folch Parellada, en su caso como administrador de la nueva Sociedad Anónima de Navegación Trasatlántica.
Luis era hermano de Carmen Folch Parellada, la segunda y joven esposa del
patriarca José Gallart Forgas, con quién se había casado, ya en Barcelona, en
1888. No en vano el apellido Folch estaba presente en la denominación de la
naviera desde 1901, o sea, tras la muerte de Francisco Prats. También José
María de Sentmenat y de Fontcuberta formaba parte, por matrimonio, del
clan Gallart. Cabe añadir, por otra parte, que el tercero de los gerentes, el
abogado Pedro Serrallés Pont, llevaba catorce años vinculado a la naviera, a
la que se había incorporado en 1892.
Aquella f irma armadora, que hundía sus raíces en la flota velera impulsada a mediados del siglo xix por un comerciante de Vilassar llamado Juan
Julià Brell, adoptó en 1906 la forma de una compañía por acciones así como
el nuevo nombre de Sociedad Anónima de Navegación Trasatlántica. Fue
aquella la última denominación de una empresa que apenas cinco años después, en 1911, entró en liquidación. Poco podían imaginar sus socios que
tres años más tarde, en 1914, el inicio de la Gran Guerra abriría una inesperada fase de esplendor para la marina mercante catalana y, en general, española. Una fase de grandes ganancias que no llegó a alcanzar, sin embargo, a
la Sociedad Anónima de Navegación Trasatlántica, disuelta pocos años antes. Acabó entonces, en 1911, la peculiar y en ciertos momentos turbulenta
historia de una empresa naviera que reflejó, como pocas otras, el cambiante
escenario de la marina mercante catalana en unos tiempos en los que los buques de vapor acabaron sustituyendo a los tradicionales veleros mercantes. Y
que en algunas de sus rutas tuvo que competir con una naviera, domiciliada
también en Barcelona, generosamente subvencionada por el Estado: la Compañía Trasatlántica (antigua A. López y Cía.).
270
Vida Marítima, núm. 148, 10 de febrero de 1906, p. 74.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
223
El vapor Miguel Gallart atracado en el muelle de la Barceloneta
del puerto de Barcelona a principios del siglo XX. Tarjeta postal.
Autor desconocido. (Museu Marítim de Barcelona).
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
224
7.3 La Compañía
Trasatlántica, la principal
naviera de Barcelona
y de España
Fundada en Madrid, en 1857, la naviera Antonio López y Compañía había tenido su primer domicilio en
Alicante, puerto de salida de sus primeras líneas y vapores. Once años
después, en 1868, sus responsables optaron por trasladar la gerencia de la
naviera de Alicante a Barcelona, ciudad en la que residía su principal promotor y gerente, el cántabro Antonio López y López. Fue, precisamente,
desde su residencia barcelonesa que López, convertido ya en primer marqués de Comillas, quiso y supo transformar años más tarde aquella sociedad regular colectiva A. López y Cía. en una sociedad anónima, por acciones, a la que quiso llamar Compañía Trasatlántica. Lo hizo en 1881, al
calor de la Febre d’Or. En aquel año, la Trasatlántica era ya la primera naviera del conjunto español. Y tres años después de su creación, en 1884, le
correspondió a su hijo, Claudio López Bru, culminar la absorción de la
flota de vapores de la segunda f irma naviera del país, la que había impulsado el valenciano José Campo Pérez, primer marqués de Campo. Con
aquella absorción, la poderosa Compañía Trasatlántica pudo de hecho
consolidar y ampliar su liderazgo en el sector, no sólo en el marco de Barcelona sino del conjunto español.
Ahora bien, también en aquel año de 1884 se hizo evidente la obsolescencia de algunos de sus buques. Y la adquisición de los nueve vapores de
la naviera del marqués de Campo pronto le añadió un nuevo problema: la
obsoleta flota de la Compañía Trasatlántica quedó, además, sobredimensionada. Pronto la naviera de los López debió costear abundantes reparaciones para reformar sus buques más antiguos, de los que sólo podrían haberse desprendido con fuertes quebrantos.271 Uno de los vapores recién
reparado, el Gijón, naufragó frente a La Coruña el 21 de julio de 1884.
Unos meses después, en febrero de 1885, el vapor Alfonso XII también naufragó al salir del puerto de Las Palmas. Además, en agosto de 1884 habían
explotado las calderas del Vizcaya y una avería acabaría inutilizando, en
El Consejo de Administración de la naviera informó en la Junta de Accionistas de 29 de diciembre
de 1885: «no haber juzgado procedente desprendernos del material que hoy tenemos sobrante, en momentos en que la Compañía aborda grandes reparaciones en sus antiguos buques, y en vista de la gran
depreciación que sufre el valor del material naval».
271
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
225
mayo de 1885, las viejas máquinas del vapor Veracruz. La poderosa Compañía Trasatlántica se vió obligada a salir al paso de las, cada vez más abundantes, informaciones que cuestionaban la valía de sus buques.272 Para más
inri, la naviera tenía entonces por costumbre dejar sus buques sin asegurar,
debiendo asumir por entero los resultados de los accidentes.273
La eliminación de la competencia de Campo permitió que la Trasatlántica pasase, en 1887, a ser la plena propietaria de los cuatro paquebotes
encargados cuatro años antes por la Compañía General de Tabacos de
F ilipinas, en pleno pulso con el marqués de Campo. Me ref iero a los vapores Isla de Mindanao, Isla de Panay, Isla de Luzón, e Isla de Cebú. Los naufragios siguieron sucediéndose poco después: a la avería en Port-Said del Isla
de Luzón en mayo de 1887, le sucedieron las pérdidas del Isla de Cebú (en febrero de 1889, frente a la costa cantábrica) y del Vizcaya (que había sido
ampliamente reformado y ampliado en 1887), naufragado en octubre de
1890 en las costas de New Jersey. 274 Para compensar parte de las pérdidas,
la Trasatlántica decidió vender el Isla de Mindanao en 1889. El coste de los
accidentes y reparaciones era para la susodicha naviera un problema menor, que se añadía sin embargo al principal obstáculo que miraban de sortear: la dif icultosa digestión de la flota del Marqués de Campo.
De hecho, la forma de pago de los 10.000.000 de pesetas en que se
valoró la línea de F ilipinas (más los nueve vapores afectos a su servicio) se
realizó de la siguiente manera: el Marqués de Campo recibió 2.000 acciones de la Trasatlántica (que aun restaban en autocartera) por valor de
2.500.000 pesetas; recibió además 5.000 obligaciones de la citada empresa
valoradas también en 2.500.000 pesetas. Los 5.000.000 de pesetas restantes los entregó la antigua naviera López en efectivo después de colocar
Compañía Trasatlántica (1885) Memorándum sobre los siniestros de los vapores Gijón y Vizcaya, Cádiz. Esta
publicación de 128 páginas es un verdadero alegato de autodefensa frente a los «prematuros e incompletos juicios que casi siempre resultan extraviados», y que se habían multiplicado en España, Cuba e Inglaterra. En algunos casos, el coste de las reparaciones fue realmente elevado: por ejemplo, el Verazcruz
(comprado en 1884 a Olano Larrínaga y Cía) fue dotado, en 1887, en el Reino Unido con «máquinas y
calderas nuevas de triple expansión y tiro forzado, cámaras nuevas y de gran lujo, instalaciones eléctricas
en las cámaras, sollado y maquinaria», resultado para la Compañía Trasatlántica un gasto cercano a
1.000.000 de pesetas, v. Revista de Navegación y Comercio, núm. 104, 10.10.1892.
273 Compañía Trasatlántica (1885) Memorándum sobre los siniestros de los vapores Gijón y Vizcaya, Cádiz. del
Gijón decían «que el buque no estaba asegurado por la mucha confianza en su Capitan y tripulación» (p. 9). A
su vez, al dar cuenta de la explosión de las calderas del Vizcaya la Trasatlántica informaba que «salió de
Santander el 20 de agosto de 1884 para la Coruña [...] sin que nada pudiera hacer prever el accidente que le
ocurrió ni ningún otro y por consiguiente sin asegurar ni tomar precauciones especiales» (p. 47).
274 MMB, fondo Compañía Trasatlántica, Reales Órdenes 1501, 1978, 2135, 2805 y 2828. Revista de Navegación y Comercio, núm. 12, 31.01.1890; núm. 37, 10.11.1890. Sobre la catástrofe del vapor Vizcaya, v: Revista General de Marina, 1891, febrero, pp. 189-193; 1891, marzo, pp. 431-435; 1891, julio, pp. 33-38.
272
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
226
Cuadro 40
BENEFICIOS DE LA COMPAÑIA TRASATLANTICA (1881-1905)
Dividendos
pts. % sobre capital
Beneficios
Capital
desembolsado
Obligaciones
en circulacion
1881
1.768.003
50
4
20.000.000
15.000.000
1882
2.005.767
87’5
7
20.000.000
14.865.000
1883
2.156.321
--
-
20.000.000
14.585.000
1884
1.846.157
--
-
20.000.000
14.290.000
1885
- 772.055
--
-
22.500.000
23.800.000
1886
- 571.666
--
-
22.250.000
23.275.000
1887
0
--
-
22.250.000
22.715.000
1888
0
--
-
22.250.000
22.125.000
1889
0
--
-
24.920.000
17.098.314
1890
0
--
-
24.920.000
20.667.470
1891
0
--
-
24.920.000
20.656.400
1892
445.000
25
1’78
24.920.000
20.212.400
1893
445.000
25
1’78
24.920.000
19.898.400
1894
713.773
40
2’85
24.920.000
19.278.400
1895
1.439.727
80
5’71
24.920.000
18.782.400
1896
1.982.000
112
8
24.920.000
18.262.400
1897
1.491.400
84
6
24.920.000
17.892.400
1898
1.997.400
112
8
24.920.000
17.162.400
1899
1.740.175
98
7
24.920.000
16.578.400
1900
1.425.875
80
5’71
24.920.000
15.974.400
1901
533.525
30
3’57
14.952.000
8.886.900
1902
354.975
20
2’38
14.952.000
9.504.750
1903
356.000
20
2’38
14.952.000
8.822.550
1904
356.000
20
2’38
14.952.000
8.100.450
1905
356.000
20
2’38
14.952.000
7.350.250
FUENTE: Elaboración propia en base a las memorias presentadas por la Compañía
Trasatlántica en sus juntas de accionistas.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
227
10.000 obligaciones más en el mercado. La citada empresa emitió en 1884
otras 5.000 obligaciones más, para f inanciar las reparaciones en sus buques. En conjunto, la Compañía Trasatlántica «emitió [en 1884] 20.000
obligaciones, serie B, de a 500 pesetas una, con interés del 6 por 100 anual,
amortizables en 25 años»275. Con aquella nueva emisión aumentaron notablemente las cargas f inancieras de la susodicha naviera. Al f inalizar el ejercicio de 1884 sus obligaciones en circulación ascendían a 23.800.000 de
pesetas, superando el capital-acciones de la compañía. En 1885, por ejemplo, la naviera presidida por el segundo marqués de Comillas debió pagar
más de 1.400.000 pesetas como intereses por dichas obligaciones, a la par
que dedicó otras 525.000 pesetas a amortizar 1.050 títulos.
El coste de las reformas, averías y naufragios, de los vapores de la
Trasatlántica se sumó a las consecuencias del plan f inanciero diseñado
para absorber la flota de Campo. El resultado fueron los notables quebrantos que conoció la naviera en aquella coyuntura: en el bienio 1885-1886 la
Trasatlántica perdió más de 1.300.000 pesetas. La difícil coyuntura se alargó durante varios años, siendo así que hasta 1892 la naviera no fue capaz
de repartir dividendos entre sus accionistas.276 Así, junto a medidas parciales y urgentes, aunque de dudoso alcance, como la reducción general de
sueldos para todo el personal (y de retribuciones a los organismos directivos de la naviera) acordada en 1884 por la Junta de Gobierno, los máximos
gestores de la naviera intentaron forzar un nuevo convenio con el Ministerio de Ultramar: buscaban una ampliación de las líneas subvencionadas
para dar, de esa manera, servicio a los buques inactivos de la empresa.
Las negociaciones se iniciaron en otoño de 1885 y en la Junta de
Accionistas de 29 de diciembre de dicho año, el Consejo de Administración daba cuenta de las mismas, al hablar de: «la probabilidad de que
[el material naval que hoy nos resulta excedente] pueda sernos pronto
necesario si llegaran a ultimarse nuestras negociaciones con el Gobierno sobre nuevas extensiones de servicios». Las exigencias f inales de la
Trasatlántica se resumen en los acuerdos de su Junta de Gobierno, reunida el 4 de octubre de 1886, que decidió: (1) solicitar al gobierno la
creación de una línea directa con el Río de la Plata, haciendo escala en
Río de Janeiro; (2) el establecimiento de un servicio postal y comercial
a la costa de Marruecos, posesiones de la costa sahariana y de la costa
Anuario F inanciero y de Sociedades Anónimas de España, 1925, p. 29.
Resulta difícil compartir la idea de Llorca (1990, p. 90), quien señala los años 1884-1894 como un
período de bonanza para la naviera: «Desembarazada la Trasatlántica de la feroz competencia de
Campo, reforzada su flota con los barcos del valenciano y ampliado el servicio a F ilipinas [...] la naviera conocerá un insólito impulso en estos años».
275
276
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
228
Contraseña de la Compañia Trasatántica. Lista Oficial de Buques, 1926.
(Museu Marítim de Barcelona)
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
229
de Guinea; (3) la conexión de la línea de las Antillas con México, Nueva York, Colon, La Guayra, Puerto Cabello y Sabanilla «con la previsión de que abierto el Canal de Panamá pueda continuar esta línea por
la costa occidental de América»; y (4) el establecimiento de una línea
auxiliar para enlazar la línea de F ilipinas con Calcuta y Hong Kong. 277
Claudio López Bru negoció con el entonces ministro de Ultramar, el
fusionista Víctor Balaguer, consiguiendo un nuevo convenio que recogía la práctica totalidad de estas aspiraciones. Tras la aprobación del
mismo por el Consejo de Ministros el 17 de noviembre de 1887, tuvo
lugar el correspondiente trámite parlamentario. A pesar del acalorado
debate que en medios periodísticos había suscitado el nuevo contrato, y
de los esfuerzos de algunos parlamentarios, como el asturiano José
María Celleruelo (de los que Elena Hernández Sandoica nos ha brindado una documentada descripción) lo cierto es que las Cortes ratif icaron
el nuevo convenio con una amplia y holgada mayoría parlamentaria,
que expresaba el consenso de Conservadores y Fusionistas en este
asunto. 278
Tres son los principales elementos que, a mi juicio, aportaba el convenio de 1887. El primero, de caracter aparentemente técnico, radicaba en la
modif icación de la forma de pago de la subvención. A partir de entonces,
la Trasatlántica recibió las ayudas públicas según una cantidad f ija por
cada milla recorrida en las rutas subvencionadas (que variaba entre unas líneas y otras) y no por viaje redondo como se había hecho hasta entonces. El
cambio era sólo aparentemente técnico. En realidad, la nueva modalidad
encubría notables aumentos en las ayudas estatales. Por ejemplo, si hasta
entonces la Compañía Trasatlántica había recibido 49.500 pesetas como
subvención directa por cada viaje de ida y vuelta a Manila, a partir de 1887
recibió alrededor de 145.000 pesetas, lo que suponía un incremento en las
aportaciones del Ministerio de Ultramar del 293 por 100. Si bien en las líneas de Santander o Cádiz a La Habana se registraba un aparente descenso
en la subvención, cifrado en un 13 por 100, las ayudas que se otorgaban ex
novo a las diversas rutas complementarias (que conectaban la línea principal
de las Antillas con otros puertos del Caribe, de México y de Estados Uni-
277 AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1886, 4ª parte, 21.10.1886, fols. 5195-5242. Quien negoció con el gobierno en nombre de la Compañía Trasatlántica fue su Presidente, que recibió a tal
efecto amplísimos poderes de la Junta de Gobierno.
278 Hernández Sandoica (1989). En el Congreso la votación celebrada el 19 de abril de 1887 arrojó el
siguiente resultado: 260 votos a favor por 17 votos contrarios. Asimismo, la discusión que se produjo
días más tarde en el Senado mantuvo una proporción semejante: 126 votos a favor y solo 10 en contra.
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
230
dos) compensaban con creces el descenso apuntado.279 De la misma manera, también el precio del pasaje of icial subió notablemente a resultas del
nuevo contrato de 1887.280 Es preciso apuntar, además, que el aumento de
las subvenciones a la Compañía Trasatlántica se produjo en un contexto de
caída generalizada de los fletes en las rutas transoceánicas.281
La segunda novedad a destacar radica, como queda dicho, en el aumento de las líneas subvencionadas por el Ministerio de Ultramar a partir
de 1887. Unos servicios que la naviera se aprestó pronto a servir con diligencia: «a los 12 días de sancionada por S.M. la ley de nuestro contrato
empezamos a desempeñar en cumplimiento del mismo, los servicios principales y las extensiones a Veracruz, Nueva York y Colón; a los 4 meses la
expedición mensual de Vigo [...] y en el presente mes de Diciembre [de
1887] se han inaugurado las líneas de Marruecos, Fernando Poo y Buenos
Aires». 282 De hecho, la tercera conclusión que cabe extraer del nuevo convenio resume las otras dos: a partir de 1887, la dependencia de la susodicha naviera del Tesoro fue total.
Antes de abordar con cierto detalle las diferentes líneas de la
Compañía Trasatlántica quiero hacer un alto en el camino para f ijar la
atención en la composición de su accionariado. Me detendré en 1889, o
sea, justo dos años después de que la Trasatlántica hubiese revalidado y
ampliado aquel privilegiado y sustancioso contrato con el Estado. Valga señalar, en primer lugar, que a la junta de accionistas celebrada en
Barcelona el 12 de marzo de 1889 tan sólo asistieron trece individuos.
Un número reducido para la principal naviera del país. Y valga resaltar
también el gran poder que acumulaba entonces el presidente de la compañía, el segundo marqués de Comillas, Claudio López Bru. Sumando
sus propias acciones (2.664 títulos) más las 4.730 acciones cuya representación ostentaba, López acudió a aquella junta con 147 votos sobre
un total de 227. O sea que el presidente de la Trasatlántica concentraba
279 Según la propia Compañía Trasatlántica [Itinerarios de la línea de F ilipinas. 1889], las millas náuticas
que recorrían sus vapores en el trayecto Liverpool-Santander-Coruña-Cádiz-Valencia-Barcelona-Port
Said-Suez-Adén-Colombo-Singapur-Manila eran 10.153, que a razón de 7’15 pesetas por milla recorrida se transformaban en 72.594 pesetas. Al seguir una derrota muy parecida a la vuelta, es de suponer
que el total de millas recorridas apenas variaría en el viaje de regreso. De los datos que aparecen en la
guía Itinerarios de las líneas de las Antillas. 1890-1891 se deduce que un viaje Santander-Habana-Santander era remunerado con 87.283 pesetas, mientras que uno Cádiz-Las Palmas-Habana-Cádiz recibía entonces 87.160 pesetas de subvención, frente a las 100.000 pesetas establecidas en el convenio de 1878.
280 Hernández Sandoica (1989), especialmente pp. 618-619.
281 Valdaliso (1991), pp. 312-332.
282 Compañía Trasatlántica. Memoria leída en la Junta General de Accionistas celebrada en Barcelona el dia de 30 de
diciembre de 1887.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
231
entonces, en sus manos, el 65 por 10 de los votos posibles. El segundo
accionista con más votos (44 votos, es decir, el 19 por 100 del total) era
José Carreras Xuriach, quien ostentó en aquella reunión la representación del Banco Hispano Colonial y del Crédito Mercantil, bancos presididos igualmente por el marqués de Comillas. Y el tercero era Joaquín
del Piélago Sánchez de Movellán, gerente entonces de la naviera además de cuñado de su presidente, con 9 votos. En general, las acciones
de la Compañía Trasatlántica se concentraban entonces en pocas manos. Así, por ejemplo, sus once principales accionistas concentraban
aquel año el 40,4 por 100 del conjunto de los títulos de la compañía,
como se aprecia en el cuadro 41.
Cuadro 41
PRINCIPALES ACCIONISTAS DE LA COMPAÑÍA TRASATLÁNTICA
(1889)
Títulos
Porcentaje
Claudio López Bru
2.664
13,3
Banco Hispano Colonial
1.100
5,5
Carlos de Eizaguirre
982
4,9
Crédito Mercantil
856
4,3
Prudencio Álvarez
577
2,9
Joaquín del Piélago y Sánchez de Movellán
463
2,3
Antonio Sánchez de Movellán
397
2,0
Duque de la Unión de Cuba
334
1,6
Carlos Calderón Vasco
334
1,6
Eusebio Güell Bacigalupi
200
1,0
Manuel Girona Vidal
200
1,0
TOTAL ONCE PRINCIPALES ACCIONISTAS
8.107
40,4
Resto de accionistas presentes o representados
3.505
17,6
Acciones que no acudieron a la junta
8.388
42,0
20.000
100,0
TOTAL ACCIONES DE LA TRASATLÁNTICA
FUENTE: AHPB, Luis G. Soler Pla, manual de 1889, 2ª parte, 12.03.1889, fols.
1440 y ss.
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
232
La Compañía Trasatlántica era, ciertamente, una empresa catalana y entre sus accionistas predominaban quienes residían en Barcelona. Ahora bien,
contaba también la susodicha naviera con un número importante de accionistas domiciliados en diferentes ciudades de la península, algunos de los
cuales en la capital española. Valgan, a título de ejemplo, Prudencio Álvarez
Sotomayor, el otrora jefe de la casa Real, Atanasio de Oñate, y los políticos
(y empresarios) Carlos Calderón Vasco o Francisco Romero Robledo. Contaba entonces, de hecho, la Trasatlántica con diversos accionistas vinculados al
ejército y a la política tanto como otros pertenecientes a la aristocracia del
país, muchos relacionados directamente con las colonias españolas de Ultramar, tal que Ramón Blanco Erenas, (la viuda de) Antonio Caballero de Rodas, el duque de la Unión de Cuba o el marqués de Guadalest, entre otros.
Una naviera, la Compañía Trasatlántica, dependiente de las subvenciones del
Estado y participada, como se ve, por individuos partícipes de alguna de las
esferas del poder. Y una naviera que, en virtud de sus acuerdos con el Estado, cubría diferentes servicios de línea, en su mayor parte subvencionados.
Las líneas de la Compañía
Trasatlántica
En enero de 1882 y a raíz de su pugna
con el marqués de Campo, la Compañía Trasatlántica había creado una línea
Habana-Veracruz como extensión de la línea Cádiz-Habana.283 En los siguientes meses establecieron «con vapores auxiliares [otros] servicios que
enlazaban los principales puertos de nuestras Antillas entre sí, y a la Península con ellos y con Colon y toda la costa del Pacíf ico, desde Valparaiso hasta San Francisco».284 Esta verdadera red interantillana se instituyó al margen
del contratista of icial, que no era otro que Ramon Herrera. No obstante, dos
años más tarde y para evitar una competencia perjudicial para ambas compañías, la Trasatlántica estableció con aquel empresario cubano un acuerdo
duopólico en torno a la frecuencia y a los precios del servicio.285
AHN, Ultramar, legajo 4.813.
Compañía Trasatlántica. Memoria leída en la Junta General de Accionistas celebrada en Barcelona el dia 22 de
junio de 1882. La conexión con el Pacíf ico la hacían «en combinación con el ferro-carril de Panamá y
los vapores que frecuentan aquellas costas».
285 En la memoria correspondiente a 1883 los gestores de la naviera af irmaban que los «ramales de
Antillas y Colon han mejorado en sus resultados y mejorarán, aún más, merced a las modif icaciones
introducidas y a los acuerdos a que hemos llegado con nuestros competidores». El año siguiente insistieron en la mejora merced a la «retirada de los buques del señor Marqués de Campo de esa navegación» y la «inteligencia con los que hoy desempeñan el servicio of icial interantillano».
283
284
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
233
La línea de Veracruz alcanzó una frecuencia de cuatro viajes al
mes, en los que los vapores de la Compañía Trasatlántica transportaban
una media de 852 Toneladas de carga y 52 pasajeros por viaje. 286 En
enero de 1886, las gestiones de Carlos Calderon Vasco permitieron a la
naviera establecer un convenio con el Gobierno de México merced al
cual esta república subvencionaba la línea Habana-Veracruz de manera
indirecta: es decir, aceptando la rebaja de un pequeño porcentaje en los
aranceles que gravaban a las mercancías transportadas en los buques de
la Trasatlántica. 287 El propio Carlos Calderon fue comisionado por la
naviera para negociar con otros gobiernos acuerdos semejantes. En
abril de 1888, la antigua naviera López f irmaba un convenio con el
Gobierno de Costa Rica que les obligó a modif icar ligeramente el itinerario de la línea, a cambio de otorgarles benef icios similares. 288 Poco
después, también en 1888, la Compañía actualizó el convenio f irmado
con el gobierno mejicano, que decidía limitar entonces las rebajas arancelarias para aumentar la subvención directa a la naviera, lo que tuvo
efecto hasta 1891.
Las otras dos líneas de aquella red interantillana establecidas en 1882
unían (por separado) los puertos de San Juan-Mayagüez y Ponce (en Puerto Rico); y los de la Habana-Gibara-Nuevitas y Santiago (en Cuba) con La
Guaira, Puerto Cabello, Cartagena y Colon (en Venezuela). Merced al nuevo convenio, por cada una de esas tres líneas auxiliares la naviera de los
Comillas percibió a partir de 1887 la misma subvención establecida para la
línea de Santander o Cádiz a La Habana: 10,18 pesetas por milla recorrida.
El contrato de 1887 obligaba a la Trasatlántica a crear, como extensión de la línea Cádiz-Habana, un nuevo servicio remunerado con la mis-
Revista de Navegación y Comercio, núm. 49, 10.03.1891: a lo largo de 1890 los vapores de la Trasatlántica transportaron un total de 41.120 toneladas de carga y 2.482 pasajeros, en los 48 viajes que efectuaron entre La Habana y Veracruz.
287 AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1886, 1ª parte, 30.01.1886, fols. 414-416; 04.02.1886,
fols. 469-474. La Junta de Gobierno de la Trasatlántica apoderó a Calderon para ultimar «en Méjico
con aquel Gobierno el contrato del servicio bajo las bases que se acaban de leer» en la reunión celebrada el 21 de enero. Calderon comisionó, además, a José Toriello Guerra y a Ramon Toriello Vallarino como representantes de la Compañía Trasatlántica en México, v. AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla,
manual de 1886, 6ª parte, 03.11.1886, fol. 5442 y ss. No obstante, a partir de 1890 el Delegado mexicano de la naviera fue José Daniel Bousquet y Soler, fallecido en 1909, v. AHPB, Luis Gonzaga Soler y
Pla, manual de 1890, 2ª parte, 07.03.1890, fol. 924 y ss.
288 Revista de la Cámara de Comercio Española en Tánger, núm. 10, marzo-abril 1888, pp. 26-27: «la Compañía Trasatlántica ha llegado a un convenio con el Gobierno de la República de Costa Rica, merced al
cual, a cambio de que nuestros vapores correos toquen al menos una vez al mes en el puerto de Limon
y conduzcan la correspondencia de aquel país, obtendrán las mercancías que importen por el referido
puerto una rebaja de 5 % en los derechos de aduanas».
286
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
234
ma cantidad, que enlazaba la capital cubana con la ciudad de Nueva York.
De hecho, esta nueva ruta se consolidó pronto como la más rentable de
todas las líneas servidas por la naviera. Por otro lado, a resultas de diferentes presiones nacidas en la ciudad de Vigo, Práxedes M. Sagasta había
accedido, de acuerdo con la naviera, a ampliar el primer contrato con la
Compañía Trasatlántica añadiendo una nueva línea que uniese dicho
puerto con los de San Juan (en Puerto Rico) y Colon. Los viajes, que
debían tener una periodicidad mensual, se iniciaron el 30 de enero de
1888, 289 y si bien se había establecido un año de prueba, lo cierto es que el
resultado de la línea aconsejó su mantenimiento, al menos hasta f inales de
1891, fecha en que acabó desapareciendo.
En octubre de 1894, la antigua naviera López estableció un nuevo
servicio para enlazar, con una periodicidad mensual, los puertos de Santander y Vigo con San Juan de Puerto Rico. A pesar de que dicha línea
no estaba contemplada en el contrato de 1887, los administradores de la
naviera consiguieron una «subvención por cada travesía de ida o retorno,
[de] 8.333 pesetas, pagaderas en metálico mensualmente» en Madrid por
el Ministerio de Ultramar. 290 Sin embargo, los resultados de esta nueva línea no debieron responder a las expectativas, y así su vida sería tan efímera como la que había cubierto la ruta Vigo-Colon. Aceptando, por
otro lado, las sugerencias de la Trasatlántica, el contrato de 1887 recogía
el establecimiento de un nuevo servicio, de periodicidad bimestral, que
debía unir los puertos de la península con los del Río de la Plata. La línea
comenzó a funcionar en 1888, servida por el vapor Buenos Aires, construido ex profeso en Dumbarton (Escocia), en 1887, por los astilleros William Denny and Brothers, a los que la Trasatlántica pagó 2.450.000
pesetas. 291
En la memoria leída a f inales de 1888 en la Junta de Accionistas, el
Presidente de la Compañía Trasatlántica af irmaba (en relación a los
nuevos servicios) que «los resultados económicos de los mismos no han
sido mejores de lo que era de esperar en líneas de nueva creación»; no
En abril de 1889 se acordó adelantar la salida de los buques de Vigo al día 25 de cada mes. En realidad, los administradores de la Trasatlántica los hacían zarpar de Barcelona diez días antes, para recorrer después varios puertos de la península; v. MMB, fondo Compañía Trasatlántica, Reales Órdenes 1711 y 2.145. Revista de Navegación y Comercio, núm. 1, 15.08.1889.
290 Revista General de la Marina Militar y Mercante Española, agosto 1894, núm. 41, pp. 642-643. Recogen
una Real Orden de 6 de agosto publicada en la Gaceta de Madrid.
291 MMB, fondo Compañía Trasatlántica, Real Orden 1904: «su andar medio con tiro natural es de
13’’’7 millas y de 15 1/2 a 16 con tiro forzado; sus cabidas de 9.300 toneladas y su estado general completamente nuevo». Una copia del título de registro de dicho vapor en: BTG, fondo Compañía Trasatlántica, carpeta Vapor Buenos Aires.
289
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
235
obstante, resaltaba los buenos resultados de la línea de Buenos Aires, la
cual «es ya una de las más favorecidas, por no decir la más favorecida
del público». 292 De hecho, en aquellos años se había desatado ya el importante flujo migratorio de la península hacia Argentina, y así los vapores de la Trasatlántica ocuparan un lugar destacado en la nómina de
los barcos de la emigración. 293 En abril de 1889 la sociedad Antonio
López y Cía. de Buenos Aires f irmó un contrato con el gobierno de su
país merced al cual el Estado argentino f inanciaría «la conducción de
inmigrantes» españoles en los barcos de la Trasatlántica. 294 La casa
Díaz y Taranco de Montevideo (Uruguay) recibió en julio de 1890 poderes homólogos a la f irma de Buenos Aires, para actuar en representación de la susodicha naviera ante el gobierno uruguayo. 295 En noviembre de 1889, los gestores de la misma consiguieron f irmar un nuevo
contrato con el gobierno argentino, con una vigencia prevista de diez
años, merced al cual aquella república suramericana se comprometía a
subvencionar regularmente a la naviera por el servicio del Rio de la
Plata. Los comisionados de la Compañía Trasatlántica negociaron, asimismo, un contrato similar con el gobierno uruguayo, que, sin embargo, no llegó a f irmarse. 296 Por otro lado, al f inalizar 1889 los gestores
de la naviera propusieron «al gobierno la conversión de dicho servicio
en mensual [...] ante la evidente insuf iciencia de nuestro servicio actual». 297 Pocos meses después, el Consejo de Ministros accedió a la solicitud, doblándose desde entonces la frecuencia de la línea del Plata. A
corto plazo, no obstante, dicho servicio dejó de remunerar a la naviera
para pasar a ser def icitario.
292
Compañía Trasatlántica. Memoria leída en la Junta General de Accionistas celebrada en Barcelona el día 29 de
diciembre de 1888.
293 Llorca (1994).
294 AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1889, 4ª parte, 03.07.1889, fol. 3410 y ss.
295 AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1890, 4ª parte, 01.071890, fol. 2776 y ss.
296 Revista de Navegación y Comercio, núm. 4, 30.09.1889. En la Memoria presentada a la Junta de accionistas de la empresa de diciembre de 1889, el Presidente de la Trasatlántica informó a los accionistas
de que, aprobado el contrato con el Gobierno Argentino, está pasando el preceptivo trámite parlamentario en tanto que «proyecto de ley, concediendo a nuestra compañía una subvención que sería la
única otorgada a la bandera extranjera en aquella república».
297 Compañía Trasatlántica. Memoria leída en la Junta General de Accionistas celebrada en Barcelona el dia 30 de
diciembre de 1889. Revista de Navegación y Comercio, núm. 4, 30.09.1889; núm. 11, 15.01.1890, pp. 1-2.
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
236
Vapor Joaquín del Piélago de la Compañía Trasatlántica Española,
fue el primer vapor construido en la factoría de Matagorda. Pintura al Oleo.
Autor desconocido. (Museu Marítim de Barcelona).
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
237
La línea de F ilipinas
Mención especial merece la línea que
unía Barcelona con Manila. Un análisis detallado del devenir del servicio de
F ilipinas nos ofrece una buena atalaya desde la que otear los resultados que
tuvo el convenio de 1887 tanto para los objetivos del Estado como para los
intereses de la Trasatlántica. He comentado ya que el principal cambio aportado por dicho convenio, en la línea f ilipina, radicaba en el notable incremento de la subvención directa del Ministerio de Ultramar (que casi se triplicaba en relación al contrato anterior). Se aumentó, asimismo, ligeramente el
número de expediciones hasta alcanzar los trece viajes al año. Se mantuvo el
puerto de Barcelona como cabecera española de la línea, si bien los vapores
de la Compañía Trasatlántica zarpaban de Liverpool y (antes de llegar a la
ciudad condal) hacían escala en Santander, La Coruña, Cádiz y Valencia.
Después de Barcelona, los buques recalaban en los puertos de Port-Said,
Adén, Colombo y Singapur antes de llegar a Manila.
El Ministerio de Marina, sin infraestructura propia en el mediterráneo
y en el índico, se vio obligado a utilizar «los depósitos [de Carbón] que esa
Compañía tiene establecidos en todo el trayecto hasta aquellas islas» F ilipinas en diferentes ocasiones, y especialmente en marzo de 1890, al enviar los
cruceros Castilla, Ulloa y Don Juan de Austria al Apostadero de Cavite.298 De
hecho, había sido precisamente la negativa de la Trasatlántica (y de otras navieras) la que había dado al traste con los intentos de crear una base española en el mar Rojo como avanzadilla hacia las F ilipinas (Salom, 1989). Con
esas mutuas dependencias, el Ministerio de Ultramar no quiso aprovechar
el nuevo contrato de 1886-87 para acabar con las notables def iciencias observadas en la prestación del servicio. Unas def iciencias que podemos clasif icar en dos grupos: aquellas relativas a la calidad del mismo (sobre todo,
el mal trato al pasaje); y las que destapaban la inadecuación de la línea a los
objetivos supuestamente perseguidos por el Ministerio de Ultramar.
Sobre la calidad del servicio nos han llegado varios testimonios. Por
ejemplo, Joaquín Beneyto, Juez de Primera Instancia de Ilocos Norte, denunció en julio de 1886 al llegar a la península en el vapor España la negligencia del personal del buque, y la mala calidad de las comidas: «En el
mar rojo no sólo no [se] ha puesto algunos días el doble toldo sino que en
dos noches [se] suprimió el único, aunque al pasaje le fuera dable el acos-
298
MMB, fondo Compañía Trasatlántica, Real Orden 2466.
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
238
tarse o estar sobre cubierta [...] En cuanto a la alimentación corren versiones a bordo que nada se le puede advertir al mayordomo, por ser este sobrino de un empleado de influencia en la Compañía, siendo una potencia
a bordo».299 Aquella no fue la única queja registrada. Cuatro años más tarde se registró una protesta colectiva de veintincio pasajeros del vapor San
Ignacio de Loyola, que hacían hincapié en que dicho buque era manif iestamente inferior a los que servían las líneas de vapores-correo de otras metrópolis europeas. Centraban su exposición en el sistema de iluminación
del buque, y proponían «que aquel se varíe por luces eléctricas, [... lo] que
colocaría a nuestros correos a la altura de otras líneas».300 Pero lo realmente importante era la inadecuación de la línea de F ilipinas a los objetivos
supuestamente perseguidos por el Ministerio de Ultramar. El senador Félix S. Alonso se quejaba de que los vapores venían tan cargados desde Liverpool que al recalar en los puertos españoles (y muy especialmente en el
de Barcelona, cabecera de la línea) no tenían espacio en sus bodegas para
cargar mercancías con destino a Manila. En mayo de 1888 denunció en la
Cámara Alta que: «En el último viaje del vapor Reina Mercedes se quedaron
las mercancías sin embarcar, no obstante haber sido aceptadas por los
consignatarios para su transporte en dicho vapor».301
Cuadro 42
FLOTA DE LA COMPAÑÍA TRASATLANTICA EN 1890
NOMBRE
(1)
Ton. total
Ton. neto
(2)
Material
Patricio de Satrústegui
1866
2.171
1.281
400
Hierro
Baldomero Iglesias
1866
1.822
1.115
300
«
San Ignacio
1867
3.227
2.298
350
«
Méndez-Núñez
1870
2.331
1.501
370
«
Ciudad Condal
1872
2.595
1.616
350
«
Larache
1872
1.543
980
173
«
Rabat
1872
869
514
150
«
España
1872
2.678
1.734
270
«
Habana
1872
2.678
1.573
450
«
299
300
301
MMB, fondo Compañía Trasatlántica, Real Orden 1402.
MMB, fondo Compañía Trasatlántica, Real Orden 2693.
MMB, fondo Compañía Trasatlántica, Real Orden 1865.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
239
NOMBRE
(1)
Ton. total
Ton. neto
(2)
Material
Vizcaya
1872
2.458
1.387
350
«
Veracruz
1875
2.909
1.898
400
«
Panamá
1875
2.085
1.347
300
«
Tánger
1875
234
124
70
«
Méjico
1876
2.101
1.359
300
«
Santo Domingo
1877
2.911
1.856
300
«
Ciudad de Cádiz
1878
3.084
1.841
600
«
Reina Mercedes
1878
3.181
2.074
500
«
Mogador
1879
437
217
55
«
Antonio López
1881
3.709
1.979
700
Acero
Isla de Mindanao
1881
4.142
3.036
500
Hierro
Isla de Panay
1882
3.550
2.332
500
«
Isla de Luzón
1882
4.252
2.773
860
«
Manuel Villaverde
1882
1.501
951
250
«
San Agustín
1882
2.359
1.542
400
«
San Francisco
1882
2.635
1.720
400
«
Cataluña
1883
3.785
2.217
760
«
Ciudad de Santander
1883
3.869
2.296
760
«
Fernando Poo
1885
128
68
(?)
«
Buenos Aires
1887
5.311
3.765
627
Acero
Alfonso XII
1888
5.206
3.418
700
«
Alfonso XIII
1889
5.125
3.585
614
«
Montevideo
1889
5.297
3.673
614
«
Reina María Cristina
1889
5.161
3.634
614
«
(1) Año de construcción
(2) Fuerza en caballos (nominales)
FUENTE: Revista de Navegación y Comercio, núm. 31, 10.11.1890.
La justif icación política del esfuerzo presupuestario del Ministerio de
Ultramar radicaba en el carácter of icial del servicio: un instrumento para
aumentar el intercambio comercial (y, por ende, las relaciones económicas) entre la metrópoli y el archipiélago asiático. Los resultados de la línea
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
240
fueron bien distintos; por ejemplo, un conocedor de las relaciones mercantiles entre la Península y F ilipinas af irmaba en 1888 (a los ocho años
del establecimiento de la línea de vapores) que la apertura del Canal de
Suez había sido mejor aprovechada por otras naciones europeas: «más han
ganado los extranjeros con la apertura del canal que nuestros compatriotas de aquende, respecto al archipiélago: las extranjeras naciones conocen
palmo a palmo F ilipinas hasta en sus intrincados bosques, mientras España, con ser posesión suya, todo lo ignora» 302 . La Compañía Trasatlántica,
sin renunciar al flete por el tabaco y a la subvención of icial, cargaba sus
bodegas en Gran Bretaña prescindiendo de tales consideraciones. El expediente que siguió a la denuncia de Félix S. Alonso concluyó cuando la
Cámara de Comercio de Barcelona quiso silenciar las quejas reconociendo, únicamente, «que sólo una vez, un vapor, dejo de tomar unas 42 toneladas». Pero no debemos olvidar que el entonces Presidente de dicha Cámara de Comercio, Manuel Girona y Agrafel, era miembro del Consejo de
Administración de la Trasatlántica.
Estos hechos se volvieron a repetir, sin embargo, con cierta frecuencia, lo cual explica que en los últimos años de la dominación española sobre F ilipinas (en concreto, en diciembre de 1897, casi diez años después de
la denuncia de Félix S. Alonso) el Ministro de Ultramar se interese nuevamente por «si la Compañía Trasatlántica completa la carga de sus buques
en Liverpool y al llegar estos a Barcelona tienen poca o ninguna cabida [...
y por] si el hecho de que queden en los muelles de Barcelona mercancías
sin encontrar cabida en las expediciones ordinarias de la Compañía Trasatlántica, es resultado de un aumento constante del comercio con el Archipiélago, o producto de circunstancias accidentales». La respuesta del
negociado de vapores-correos resulta signif icativa: en 1896 los buques de
la naviera subvencionada «reservaron hueco para las mercancías nacionales [...] en una proporción de 43 %, y en el año 1897, en más de un 70 %,
resultando además, que la carga que dejaron en tierra los correos, la tomaron los vapores extraordinarios en su totalidad». Sólo puede disfrazar,
aunque no esconder, que de un total de 21.664 toneladas métricas transportadas de Europa a F ilipinas por la Trasatlántica en 1896, 10.394 habían
Conferencias dadas ... (1890): Conferencia 10ª: «F ilipinas en la exposición universal de Barcelona por
D. Graciano López Jaena», p. 252. También la Revista General de la Marina Mercante Española, núm. 2,
septiembre 1892, p. 61, señala como frente a los 26 vapores españoles, habían salido de Liverpool en
1891 un total de «48 buques [no españoles], conduciendo cuando menos de 70 a 75.000 toneladas». No
obstante, a raíz del Arancel de 1891 se modif icó esta situación, y España incrementaría notablemente
sus exportaciones a F ilipinas, cfr. Elizalde (1998).
302
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
241
Vapor Isla de Panay de la Compañia Trasatlántica Española, 1891. Tempera.
Autor: Josep Pineda Guerra. (Museu Marítim de Barcelona).
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
242
sido embarcadas en Liverpool.303 Un hecho que contrasta con el notable
aumento de las exportaciones españolas a F ilipinas en 1896, cuyos valores
se habían incrementado en un 160 por 100 en relación al año anterior. Y
con las apreciaciones de la patronal catalana, el Fomento del Trabajo Nacional, cuyos responsables apuntaban en 1897 que, las exportaciones aún
habían «de adquirir mayor vuelo, por irse acostumbrando la población
f ilipina, al consumo de artículos peninsulares y por el hecho de fabricarse
ya especialmente para aquel mercado, prestando atención a sus gustos y
necesidades, buscando compensación a las irreparables pérdidas que han
experimentado en el mercado de las Antillas».304
Aunque no respondía a los objetivos establecidos en el contrato, la
Trasatlántica sacó rentabilidad a su línea de F ilipinas. De hecho, la naviera
obtuvo más benef icios, incluso, que los que ingresó por la línea de las Antillas, cuya explotación había empezado veintidos años antes. De sus cinco
rutas transoceánicas sólo la línea de Vigo-Colon registró pérdidas. De las
cuatro que proporcionaron benef icios, el servicio de F ilipinas resultó el
más rentable: por cada milla recorrida la Trasatlántica ingresaba 3’11 pesetas. A su vez, ingresaba 2’96 por milla recorrida en el servicio a Nueva
York, 2’3 pesetas en la línea de Cuba y 0’75 pesetas en la de Buenos Aires.
La ampliación del número anual de viajes al Río de la Plata se tradujo
en un descenso de la rentabilidad neta de la línea. No fue el único cambio
registrado: en 1890 habían desaparecido los def icitarios servicios menores
de Málaga-Ceuta y Marruecos. En ese año, la línea de Nueva York aparece
como la línea más rentable. De hecho, se puede establecer una relación directa entre subvención pública y benef icios. Por otro lado, en la línea Habana-Nueva York la aportación del Estado representa en 1890 un 57’2 por
100 de los ingresos brutos. Aunque a primera vista puede parecer que en
1890 la línea de F ilipinas (la segunda más rentable) está menos subvencionada que la de Cuba (un 23’4 por 100 versus un 28’3) debemos tener en
cuenta que una parte importante de las 946.051 pesetas que obtuvieron de
los fletes se derivaban del suministro de tabaco en rama, o bien para el
monopolio español (que había dejado de gestionar directamente el Ministerio de Hacienda para traspasarlo a la Compañía Arrendataria de Tabacos), o bien para hacer frente a los contratos y compromisos de otra empresa del holding: la Compañía General de Tabacos de F ilipinas.
Eran, de hecho, las subvenciones of iciales recibidas del Estado las
que garantizaban la supervivencia de una empresa que, sin las mismas, se
303
304
AHN, Ultramar, legajo 4981.
íbidem.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
243
hubiese declarado en quiebra. No es exagerado af irmar que, sin las ayudas
estatales, la Trasatlántica era un negocio ruinoso. En 1889 la compañía
obtuvo unos benef icios de explotación de 1.973.548 pesetas, cifra que apenas se diferencia de la subvención directa del Estado: 1.721.194 pesetas. El
siguiente ejercicio, en 1890, las ayudas del Estado representaron el 93’6
por 100 de los benef icios de explotación. A estas cifras cabe sumar las
subvenciones percibidas por la Trasatlántica de otros estados hispanoamericanos (como México, Costa Rica y Argentina) que fueron de 289.600 pesetas en 1889, y de 288.061 en 1890.
Volviendo a la línea de F ilipinas cabe señalar que el f in de la soberanía española sobre aquel archipiélago, tras el Tratado de París, no comportó el f in de la misma. Ni tampoco signif icó el f in de la subvención del
Estado. De hecho, si la naviera presidida por Comillas mantuvo, en las
primeras décadas del siglo xx , la única línea regular que comunicaba el archipiélago f ilipino con España, era merced a la ayuda que seguía
percibiendo del Tesoro gracias al convenio de 1887, f irmado con una vigencia de 20 años. No obstante, cada vez se alzaban más voces que cuestionaban la utilidad de la aportación del Estado. En la Fundación Antonio
Maura se conserva un interesante documento (sin fecha ni autor, pero que
parece ser de 1905 y obra de la Trasatlántica) titulado «Inconvenientes y
ventajas de la supresión de la Línea de F ilipinas y su repercusión sobre el
costo total de los demás servicios».305 Por medio de este informe la Trasatlántica pretende responder a un Dictamen of icial que cuestionaba la vigencia de la relación privilegiada entre dicha naviera y el Estado. Los argumentos que utiliza la naviera descubren lo poco que habían cambiado
los resultados de la después del 98. Tras constatar que la línea de la naviera subvencionada era «la única comunicación directa que nos une a aquellas regiones» se arrogaba una importancia económica que no se correspondía con la realidad, af irmando que si se suprimiese la línea «España
abandonaría la posición conquistada en aquellos lejanos paises». No tuvieron más remedio que reconocer, a continuación, que es una «posición muy
modesta hoy, pero que sería difícil y costoso volver a adquirir si se
abandonase».
También tras el 98 la línea seguía dependiendo de las cargas embarcadas en puertos británicos, y así lo reconocen implícitamente al hablar de
«Inglaterra, cuyo tráf ico proporciona alimento indispensable a esta línea».
Si aquella línea de F ilipinas servía para transportar mercancías de otros
305
FAM, fondo Antonio Maura Montaner, legajo 404-1, carpeta 18.
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
244
países hacia un archipiélago que había dejado de ser colonia española, y
cuyas relaciones económicas con su ex-metrópoli eran mínimas, cabe preguntarse ¿a qué venía solicitar el mantenimiento de la subvención? La respuesta es obvia: sólo la ayuda directa del erario público seguía permitiendo mantener una empresa, como la Trasatlántica, que en un supuesto de
libre mercado y competencia no hubiese sido capaz de sobrevivir. De
aquella manera los hombres del grupo Comillas se aseguraban además la
pervivencia de una línea naviera regular que benef iciaba, especialmente, a
otra empresa del holding: la Compañía General de Tabacos de F ilipinas. En
efecto, por medio de los vapores de la Trasatlántica, Tabacos de F ilipinas
pudo dar salida a su producción tabacalera (y de otros productos) destinados a los mercados español y europeo, así como cumplir con sus múltiples
contratos de suministro a los diferentes monopolios tabacaleros estatales
(Italia, Austria-Hungria, ...). La f irma tabaquera pudo benef iciarse, además, de unos fletes reducidos merced a los cuales disminuyó el coste f inal
de la mercancía a su entrega.
El arsenal civil de Barcelona
De la misma manera que la pionera
Compañía Catalana de Vapor había impulsado la creación en Barcelona
de una factoría de construcciones mecánicas (los Talleres Nuevo Vulcano), también la Compañía Trasatlántica impulsaría una factoría con objetivos similares. Me ref iero al Arsenal Civil de Barcelona, una f irma industrial con una notable actividad productiva entre 1891 y 1899. El
origen de aquella iniciativa nació, en realidad, a partir de la iniciativa de
Alejandro Wohlguemuth, Ingeniero Civil de Artes y Manufacturas nacido en Bélgica pero diplomado en París, quien optó por instalarse en
Barcelona tras culminar sus estudios. Mediada la década de 1870 Wohlguemuth se ofrecía desde su despacho particular de la céntrica Rambla
para la «venta e instalación de toda clase de máquinas y material de fábrica de gas, f ilatura y tejido, de algodón, lana, yute [y] lino [... para la
realización de] estudios, planos y presupuestos para instalaciones y reformas de fábricas», así como para instalar «hornos, calderas, máquinas
de vapor y transmisiones privilegiadas y garantizadas por un consumo
mínimo de carbón». 306 Precisamente con objeto de dar curso al negocio,
306 Carta de A. Wohlguemuth a Sres. Asbert Soucheron y Cía, en Barcelona a 25 de mayo de 1877. Información facilitada amablemente por Raimon Soler.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
245
Wohlguemuth se asoció en 1879 con el mecánico Teodoro Allard y con
el fundidor Alejandro Jannuaire constituyendo A. Jannuaire Allard y
Cía, una sociedad impulsada por el deseo de «reunir y explotar en benef icio común los conocimientos teóricos y prácticos que poseen los
[tres] comparecientes en el arte de la fundición de metales y construcciones mecánicas» y cuyo taller ubicaron en la barcelonesa calle de Vilà i
Vilà. 307
Como ha señalado Francesc Cabana, Wohlguemuth quiso ampliar
años después las actividades de aquel taller para convertirlo en una factoría naval (Cabana, 1992). En efecto, el ingeniero belga decidió ampliar
su «casa constructora establecida hace largos años en Barcelona» y disponerla «a ofrecer sus servicios al Estado para la construcción de la escuadra votada en Cortes» en junio 1886, movido por la esperanza de contratar con el Ministerio de Marina algunos de los buques contemplados en
la famosa Ley de la Escuadra. Recogiendo, en cierta medida, un proyecto
similar propuesto un año antes por Isidro Bertran, Wohlguemuth hacía
gala de un optimismo desmesurado al asegurar que la inversión inicial
(que cifraba en 12’5 millones de pesetas) quedaría muy pronto amortizada.308 Secundado por el también ingeniero Francisco Pascual Puig, vecino del Masnou, en una subasta celebrada por las autoridades de Marina
el 30 de junio de 1886 Wohlguemuth arrebató a Navegación e Industria
(léase, Nuevo Vulcano) y a La Maquinista la construcción de «tres juegos
de calderas tipo Pelicano con sus chimeneas, piezas de respeto y demás
accesorios» que entregó antes de acabar ese año.309 Las cosas pintaban
bien y el ingeniero belga recibió permiso, en septiembre de 1886, para
edif icar el «taller de construcción de cascos, primera de las edif icaciones
que constituyen su proyectado Arsenal Civil» en las barcelonesas playas
de Casa Antúnez.310 Un lugar privilegiado para la construcción naval,
donde se fundarían años más tarde los astilleros Burell y Cía (1895), los
astilleros Cardona (1914), los astilleros Minguell (1916) y los astilleros
B.B.G. (1919).311
AHPB, José Falp, manual de 1879, 2ª parte, 24.03.1879, fols. 885-891. La referencia al domicilio de
la fundición así como a la nacionalidad de Wohlguemuth en Cabana (1992), pp. 98-100. Según Moreno (1990) Wohlguemuth no era belga sino alemán.
308 Wohlguemuth (1886). Sobre el proyecto anterior, v. Bertran (1885).
309 AHPB, José María Vives y Mendoza, manual de 1886, 3ª parte, 23.08.1886, fols. 2539-2551. Las
calderas fueron presupuestadas en apenas 61.837 pesetas.
310 Arsenal Civil: quan ... (1996). Otro trabajo similar, basado tambien en recopilar fotocopias de materiales diferentes y recortes de prensa sobre el Arsenal Civil en: Baños (1995).
311 García (1997).
307
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
246
Wohlguemuth no consiguió, sin embargo, hacerse más que con la
construcción de aquella «pequeña maquinita» del Cóndor (botada en diciembre de 1887) y de las tres calderas a que he hecho referencia. Precisamente, la falta de pedidos de la Armada situó a la factoría Wohlguemuth en una encrucijada crítica: tres años después de su inicio, la viabilidad
económica del proyecto estaba seriamente amenazada, especialmente, en
relación a la incapacidad de amortizar la inversión realizada y de encontrar fuentes de f inanciación para culminar el proyecto. La principal naviera de la matrícula de Barcelona, la Compañía Trasatlántica, mostró
entonces un marcado interés por la factoría de Casa Antúnez. Y es que a
f inales de los años 1880 la propia Trasatlántica estaba completando el
complejo industrial que había desarrollado en la bahía de Cádiz añadiéndole unos astilleros en las playas de Matagorda.312 En abril de 1890, la
naviera del holding Comillas contrató con el ingeniero belga la construcción en su factoría de la maquinaria del primer vapor construido en las
nuevas atarazanas de Matagorda, el Joaquín del Piélago.313 La Compañía
Trasatlántica no se limitó, sin embargo, a servirle pedidos. De entrada,
debió f inanciar la propia construcción de la máquina del buque; además
(y paralelamente) sus responsables entablaron conversaciones directas
con Wohlguemuth para comprarle la factoría. Las negociaciones culminaron en otoño de 1891 y así, el 11 de noviembre de aquel año, pudo
constituirse la sociedad anónima Arsenal Civil de Barcelona.314 La memoria que los administradores de la Trasatlántica presentaron a la Junta
de Accionistas de diciembre de 1891 resume el proceso de constitución
de la nueva empresa: «El propósito de facilitar la construcción de las máquinas del Joaquín del Piélago en un establecimiento nacional, nos impuso
la necesidad de prestar algunas cantidades al que elegimos, viniendo
como consecuencia de esos anticipos, a representar nuestra Compañía
una parte del Capital de la Sociedad que ha sustituido a dicho establecimiento en la nueva organización que recientemente se le ha dado».315
Romero (1999); Houpt, Ortiz-Villajos (1998) y Rodrigo (1998a).
BTG, fondo Compañía Trasatlántica, «Vapor Joaquín Piélago. Resumen de la cuenta de costo y
comparación con el de un buque igual construido en Inglaterra. Cádiz, 28 de junio de 1892». La construcción del vapor Joaquín del Piélago permitió a la Trasatlántica realizar una campaña publicitaria de
sus instalaciones industriales, con descripciones elogiosas de las cualidades del nuevo vapor como las
que aparecieron en todos los números de la Revista de Navegación y Comercio a partir del número 38, correspondiente al 30 de junio de 1892, y, especialmente, en el número extraordinario del 20 de enero de
1893 dedicado íntegramente al mismo.
314 ANC, fondo Güell-Comillas, 2.1.1.
315 Memoria presentada por la Compañía Trasatlántica en la Junta General Ordinaria de Accionistas de 30 de diciembre de 1891.
312
313
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
247
Portada de la carpeta que la Compañia Trasatlantica Española
daba a los pasajeros con la documentación del viaje.
(Museu Marítim de Barcelona).
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
248
Con un capital inicial de 1.250.000 pesetas, los socios fundadores del
Arsenal Civil fueron la Compañía Trasatlántica, por un lado, y, por otro,
el propio presidente de la naviera, Claudio López Bru, segundo marqués
de Comillas. El objeto social de la nueva empresa no era otro que «dedicarse a la fundición y construcción de máquinas, buques y demás trabajos
análogos en hierro y otros metales». Para ello, compraron los talleres
construidos por Wohlghemuth así como el solar donde se ubicaba la Factoría.316 Y tras tomar posesión del establecimiento, la Trasatlántica desplazó rápidamente a Alejandro Wohlguemuth de la dirección técnica, colocando en su lugar al ingeniero Enrique Satrústegui Barrie, segundo Baron
de Satrústegui, nombrado Administrador Gerente de la Factoría e hijo de
uno de los fundadores de la f irma A. López y Cía., en 1857, el guipuzcoano Patricio Satrústegui. Al parecer, durante un tiempo el ingeniero belga
colaboró con la Dirección técnica del establecimiento aunque en marzo de
1893 optó por retirarse de la compañía.317
La Compañía Trasatlántica proporcionó la inyección de capital necesaria para ampliar aquellas instalaciones de Casa Antúnez hasta convertirlas en una verdadera factoría de construcciones mecánicas. Apenas catorce meses después de la creación de la sociedad Arsenal Civil de Barcelona,
en enero de 1893, las citadas instalaciones, ubicadas «en las playas del Llobregat a 3.500 metros en línea recta de la boca del puerto de Barcelona»,
contenían «varios edif icios destinados a las diferentes secciones en que se
dividen los trabajos [...] El edif icio principal, construido de ladrillo, hierro
y madera, consta de tres naves adosadas [...] Una de las naves está destinada a calderería y fragua, y las otras dos a maquinaria y ajustaje, carpintería
y sala de trazados. Un patio separa este edif icio del de fundición [...] Las
gradas cubiertas y el edif icio de galvanización son construcciones ligeras
[...] Últimamente se ha construido un edif icio para carpintería y modelos y
en breve se hará el destinado para almacén general y otro para of icinas
técnicas y administrativas». En general, sus terrenos sumaban entonces
210.000 metros cuadrados, de los que 14.860 estaban cercados y más de
10.000 estaban construidos.318
Tras el cambio de propietarios, los pedidos al Arsenal Civil empezaron a multiplicarse. Para el éxito de una empresa de esas características, la
pericia técnica fue una condición necesaria pero no imprescindible; de
mayor importancia resultaron las relaciones de sus propietarios con el po-
316
317
318
AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1893, 5ª parte, 30.09.1893, fols. 3703-3724.
AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1893, 2ª parte, 27.03.1893, fols. 1320-1323.
Revista de Navegación y Comercio, núm. 113, 15.01.1893, pp. 23-26.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
249
der político y, especialmente, la demanda surgida por otras compañías del
grupo empresarial Comillas. Poco después, sus nuevos gestores consiguieron contratar con la Marina la fabricación de otras dos cañoneras, nombradas Águila y Cuervo.319 Las pruebas de la cañonera Águila tuvieron lugar
en Barcelona el 20 de abril de 1892: se trataba de una pequeña embarcación de apenas 27 metros de eslora, con casco de acero galvanizado y que
podía alcanzar una velocidad de diez millas por hora.320 Con posterioridad, en los talleres del Arsenal Civil se realizaron asimismo las calderas y
máquinas de vapor para otros buques de la Armada, como el Argos, el Otalora, el Samar y el Panay.321 En manos de la Compañía Trasatlántica, el Arsenal Civil no se limitó al ramo de la construcción naval sino que intentó
especializarse, igualmente, en la construcción de material ferroviario, sirviendo pedidos para diferentes empresas del sector. Y es que tal como le
había sucedido a La Maquinista Terrestre y Marítima o a los talleres de
Alexander Hermanos, la escasez de pedidos de construcción de maquinaria empujó al Arsenal Civil a dedicarse a las construcciones metálicas, un
tipo de producto con un valor añadido inferior. Hablamos de un proceso
diversif icador inducido por la parvedad de la demanda.322 No obstante,
buena parte de los pedidos a la factoría de Casa Antúnez vinieron de su
casa matriz, la Compañía Trasatlántica, y de otras empresas de la corporación Comillas: no sólo de la compañía ferroviaria Norte sino también de
la Sociedad Hullera Española y, especialmente, de la Compañía General
de Tabacos de F ilipinas. En general, desde la constitución del Arsenal Civil sus administradores recibieron numerosos encargos de empresas e instituciones que operaban en el archipiélago f ilipino. A lo largo de 1892
construyeron seis barcazas de acero para servicio de la Compañía Trasatlántica en Manila, cuatro grandes almacenes con entramado metálico para
Tabacos de F ilipinas así como una casa metálica (de 400 metros cuadrados) con sus dependencias para el director de la fábrica de azúcar de dicha
compañía, también en la capital f ilipina. Además, recibieron el encargo de
una grua-draga para el archipiélago y de calderas y motores para la Sociedad de Luz Eléctrica en Manila.323
Moreno (1990).
Revista de Navegación y Comercio, núm. 92, 20.05.1892.
321 Publicado por la Revista Tecnológica-Industrial, vol. 30, marzo de 1897 y recogido en Arsenal Civil:
quan ... (1996).
322 AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1894, 3ª parte, 16.05.1894, fol. 1958 y ss. Su agente en
Galicia era el ingeniero Esteban Sala Corbera, seguramente promotor de los puentes que el Arsenal
Civil construyó en Taboada, Fagina, San Pedro y Abatán.
323 Revista de Navegación y Comercio, núm. 113, 15.01.1893, pp. 23-26.
319
320
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
250
En enero de 1893 la Comisión Delegada de la f irma constructora
tomó el acuerdo de «nombrar Agente General del Arsenal Civil de Barcelona en las Islas F ilipinas a la Compañía General de Tabacos de F ilipinas».324 Merced a las gestiones de la empresa tabacalera, el Arsenal Civil se
adjudicó el «concurso celebrado con el objeto de dotar a la dársena de Subic-Olongapó de un completo material de dragado», compuesto de una
draga, cuatro gánguiles y un vapor remolcador, botado en Barcelona en
diciembre de 1897.325 Recibieron, además, el encargo de «dragas para los
puertos de Ilo-Ilo y Manila [...] tinglados en el puerto de Manila [...] y una
cúpula giratoria para el Observatorio que los RR.PP. Jesuitas tienen en
Manila».326 Construyeron, asimismo, las máquinas del vaporcito Padre Capitán dedicado al «servicio de remolcador del tren de descargas en Manila»
de la Compañía Trasatlántica (en 1893), así como las máquinas y el casco
del vapor Eduardo Pelayo (en 1894), encargado por la Tabacos de F ilipinas
para la comunicación interior entre las islas Visayas (González, 1981). Un
año después entregaron la máquina del Isidoro Pons, construido en Cádiz
también por encargo de la f irma tabacalera. El Arsenal Civil de Barcelona
recibió, asimismo, algún encargo de la Sociedad Hulllera Española, f irma
minera presidida igualmente por el marqués de Comillas, como la construcción de un buque carbonero, bautizado simplemente como Carbonero
número 10 o la fabricación de una caldera, también en 1893, caldera para el
vapor Ardanaz, comprado tres años antes por el marqués de Comillas para
transportar (entre 1890 y 1896) el carbón extraído en las minas de
Asturias.327
En diciembre de 1891, la Junta de Obras del Puerto de Barcelona acabó de redactar un primer Pliego de Condiciones mediante el cual pretendía licitar la construcción de un dique flotante y deponente del tipo Clark
& Stanf ield en la ciudad condal. El Arsenal Civil aspiró, entonces, a adjudicarse esa notable obra por la vía de hacerse con la patente de invención
AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1893, 1ª parte, 25.01.1893, fol. 217 y ss.
Revista de Navegación y Comercio, núm. 224, 28.02.1898, pp. 81-83: «Se compone este tren de limpia
del vapor remolcador [...] de cuatro gánguiles de una capacidad total en las cántaras de 500 toneladas,
y una draga con formas a propósito para la navegación por mar, y motor a hélice que imprimirá al
aparato una velocidad de seis millas por hora».
326 Arsenal Civil: quan ... (1996).
327 Sobre el vapor Ardanaz, v: AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1890, 1ª parte, 10.01.1890,
fol. 127 y ss. La información sobre la nueva caldera construida en el Arsenal Civil en: Revista de Navegación y Comercio, 15.04.1893, pp. 149-151. En otoño de 1890, desde la administración de las minas de
Aller informaban a su director Félix Parent: «continuamos la descarga del material recibido por Ardanaz con toda actividad», v. HUNOSA, Archivo de la Sociedad Hullera Española, Actividades económicas, O.3, contabilidad, 1890. Su venta en: AHPB, Luis Gonzaga Soler y Pla, manual de 1896, 2ª
parte, 21.03.1896, fol. 1337 y ss.
324
325
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
251
(o más exactamente, de introducción) en España, y por cinco años, de ese
sistema de construcción de diques. Así, en julio de 1892, la f irma constructora solicitó dicha patente, a la que accedió la Dirección General de
Agricultura, Industria y Comercio apenas un mes más tarde. Sin embargo,
los trámites preceptivos se demoraron hasta tal punto que hasta el 16 de
abril de 1894 no se falló el concurso.
El Arsenal Civil no solamente no pudo hacer valer su patente, sino
que perdió el concurso ante la oferta común de La Maquinista Terrestre y
Marítima y la f irma británica Clark & Stanf ield, inventora del nuevo sistema.328 A pesar del litigio planteado por Enrique Satrústegui, en tanto que
Administrador-Gerente del Arsenal Civil, La Maquinista acabó por hacerse def initivamente con la concesión de la obra.329 No obstante, como compensación, el Arsenal Civil recibió en octubre de 1895 «por la suma íntegra de su presupuesto de contrata», es decir, por 423.754 pesetas, la
concesión por parte de la Junta de Obras del Puerto de la construcción de
los tableros metálicos que acompañaban los careneros del susodicho dique. Poco después, en la factoría de Casa Antúnez fabricaron dichos tableros, entregándolos puntualmente a f inales de 1899.330 Ese fue, probablemente, el último gran encargo del Arsenal Civil.
Si bien algún autor ha af irmado que «el Arsenal Civil de Barcelona
desapareció a mediados de la década de los noventa», lo cierto es que el
establecimiento de Casa Antúnez se mantuvo activo hasta 1900.331 No
obstante, en la coyuntura del cambio de siglo las dif icultades que atravesaba la factoría barcelonesa acabaron aconsejando su cierre. Una inspección
municipal descubrió, en junio de 1900, la existencia en las instalaciones
del Arsenal Civil de cuatro generadores de vapor, aunque sus administradores sólo habían legalizado tres. La respuesta que su director facultativo,
Juan Brunet, ofreció a título de excusa ilustra muy bien el decaímiento
productivo de la Factoría: «de los cuatro generadores uno sólo está en
funcionamiento, estando otro, hace ya bastante tiempo, retirado de servicio y puesto a la venta con otra maquinaria de estos talleres».332 Concebi-
Barca; Moreno (1993). De las tres opciones presentadas, la más cara era la del Arsenal Civil de Barcelona: 3.023.000 pesetas frente a los 2.716.900 pesetas de la oferta de La Maquinista Terrestre y Marítima y los 2.563.999 pesetas de la oferta de Material para Ferrocarriles y Construcciones.
329 . Buena parte del litigio se puede seguir en: MMB, Archivo del Puerto de Barcelona, proyectos,
carpetas 41 y 138.
330 Memoria sobre el estado y adelanto de las obras del Puerto de Barcelona durante el año 1900; AHPB, Luis
Gonzaga Soler y Pla, manual de 1896, 4ª parte, 11.08.1896, fols. 3383-3386.
331 Esa af irmación literal en: Moreno (1990), p. 64. Una apreciación que choca con la de Cabana (1992),
p. 100, quien sitúa justamente en 1895 «el momento de la máxima expansión» del Arsenal Civil.
332 Expediente municipal recogido en: Arsenal Civil: quan ... (1996).
328
7. Historias de éxito y de fracaso en la barcelona naviera F in de Siècle
252
da, de hecho, como un complemento a los Astilleros de la Compañía Trasatlántica en Matagorda (Cádiz), cabe relacionar la crisis de la factoría
barcelonesa con las dif icultades que aquejaban a la instalación andaluza,
bien documentadas por Jesús Romero (Romero, 1999).
El 23 de marzo de 1905 los accionistas del Arsenal Civil de Barcelona
acordaron suspender def initivamente las operaciones de la sociedad, acometiendo a partir de entonces su liquidación. Diez años después estaban
«vendidas casi todas las existencias, quedan[do] solamente la báscula f ija y
parte del mobiliario». Sin embargo, los ingresos percibidos fueron insuf icientes para liquidar las deudas de la empresa; es decir, para pagar a
los accionistas y a los acreedores por cuenta corriente. Entonces, como
años antes, los principales accionistas del Arsenal Civil eran, por este orden, la Compañía Trasatlántica y el marqués de Comillas: en 1915, por
ejemplo, la naviera acreditaba 1.750 títulos (el 70 por 100 del capital),
Claudio López Bru otras 550 acciones (el 22 por 100), mientras que los
200 títulos restantes se los repartían su presidente Enrique Satrústegui
Barrie, los hermanos de éste, Jorge y Patricio Satrústegui, así como José
Many Comerma y Juan Monturiol (hijo de Narciso Monturiol, Juan estuvo
siempre empleado en la naviera de los Comillas, donde ejerció como Contador Interino, como Sub-administrador y f inalmente como Gerente). La
vida de aquella empresa languidecería hasta noviembre de 1928, en plena
dictadura de Primo de Rivera, cuando el Consorcio del Puerto Franco de
Barcelona ofreció su última y def initiva oferta para la expropiación forzosa de los terrenos propiedad del Arsenal Civil de Barcelona en Casa Antúnez; una dolorosa transacción que los administradores de dicha sociedad tuvieron que aceptar resignadamente. Por sus terrenos el veterano Arsenal
Civil de Barcelona percibió únicamente 385.000 pesetas; de esa manera,
no pudo más que cubrir un 7’5 por 100 de las deudas a los acreedores por
cuenta corriente. A la Compañía Trasatlántica, por ejemplo, sólo le pudieron pagar 60.494 pesetas, cuando el saldo de su cuenta corriente ascendía
a 801.554 pesetas. El valor de las acciones se dio entonces por completamente perdido; y se aceptó que la sociedad debía liquidarse ineludiblemente. Las pérdidas fueron, ciertamente, cuantiosas.333
333 La documentación referida a la disolución del Arsenal Civil en: ANC, fondo Güell-Comillas, 2.1.72.1.18. Con esa documentación se aprecia que el proceso de liquidación de la compañía fue más complejo del que apunta Cabana: «L’empresa passarà -sembla- a les mans de la Societat de Construcció
Naval», cfr. Cabana (1992), p. 100.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
253
Apéndice 1
SOCIOS DE LA NAVIERA BOFILL MARTORELL Y CÍA. (junio de 1857)
Capital (en pesetas)
Antonio Salvadó
187.500
6,25
Rafael Sabadell
187.500
6,25
Carlos Torrents Miralda
187.500
6,25
José Vidal Ribas
175.000
5,83
Francisco Setti
150.000
5,00
Manuel Roca
87.500
2,92
José Navarro
75.000
2,50
Herederos de José Robert Girona
75.000
2,50
Simón Playá
75.000
2,50
Francisco Coma
75.000
2,50
Joaquín Robert
62.500
2,08
José Almirall
62.500
2,08
Pedro Robert
62.500
2,08
Bof ill y Martorell
57.500
1,92
Miguel Chacart
50.000
1,67
Viuda de Martínez
50.000
1,67
Magín Parladé
37.500
1,25
Auferil Hermanos
37.500
1,25
Francisco Rahola
37.500
1,25
Antonio Pijoan
37.500
1,25
José Falp Robert
37.500
1,25
Hemeterio Camps
37.500
1,25
Fernando Puig
37.500
1,25
Juan Busquets
37.500
1,25
Pedro Arús
37.500
1,25
Apéndice 1
254
Capital (en pesetas)
José Grimany
37.500
1,25
Juan Armengol
37.500
1,25
Ventura Gris
35.000
1,17
José A. Llopis
33.330
1,11
Juan Manuel Bof ill Pintó
32.500
1,08
Miguel Martorell Peña
32.500
1,08
Jaime Castellá
31.250
1,04
Esteban Vila
29.165
0,97
Manuel Martorell Peña
25.000
0,83
Federico Molins
25.000
0,83
Bartolomé Bassós
25.000
0,83
Félix Sanjuan
25.000
0,83
Manuel Romeu
25.000
0,83
Juan Comas
25.000
0,83
José Bosch
25.000
0,83
José Artís
25.000
0,83
López y Lemonier
25.000
0,83
Juan Curbera
25.000
0,83
Eduardo Gibert
25.000
0,83
Ramón Milá de la Roca
25.000
0,83
Amell Hermanos
25.000
0,83
Pedro Puig Escardó
25.000
0,83
Salvador Banty
25.000
0,83
Quirico Palet
25.000
0,83
José Llinás
25.000
0,83
Mariano Sirvent
25.000
0,83
José de Jesús Puig
20.830
0,70
Félix Puig
18.750
0,62
José Romeu
18.750
0,62
Mariano Llobet
18.750
0,62
Pablo Casades
18.750
0,62
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
255
Capital (en pesetas)
Juan Ballesté
18.750
0,62
Francisco Gabaldá
16.665
0,55
Francisco Mercadal
12.500
0,42
Alejandro Guasch
12.500
0,42
José Martorell Guitart
12.500
0,42
Juan María de Matas
12.500
0,42
Ramón Camprubí
12.500
0,42
Antonio Morera
12.500
0,42
Francisco Guasch
12.500
0,42
Jaime Baulenas
12.500
0,42
Antonio Zulueta
12.500
0,42
Pedro Mártir Espriu
12.500
0,42
Francisco Camps
12.500
0,42
Eulalia Muntadas
12.500
0,42
Francisco de Delás
8.330
0,28
José Gabaldá
8.330
0,28
José Antonio Fábregas
5.000
0,16
Joaquín Ballesteros
5.000
0,16
Antonio Valldejuli
4.165
0,14
Manuel Llopis
4.165
0,14
Bernardino Llopis
2.500
0,08
José Just
2.500
0,08
Diego Bravo Flores
2.500
0,08
3.000.000
100,00
TOTAL
FUENTE: AHPB, José Falp, manual de 1857, fols. 284-294, 02.06.1857.
Apéndice 1
256
Apéndice 2
SOCIOS DE PABLO Mª TINTORÉ Y CÍA., S. EN C.
(marzo de 1857)
Nombre
Capital (en pesetas)
Pablo Mª Tintoré Pastor
235.650
Toribio Durán
113.900
Pablo Tintoré
112.750
Fernando Puig
83.750
José Manuel Lopetegui
70.350
Rafael Puget Romá
56.950
Herederos de Jaime Torrents Serramalera
55.275
Esteban Gatell Roig
50.250
Juan Coma
50.250
Juan Mullerat
50.250
Herederos de Pedro Dublé
48.475
Juan Torner
45.225
Ruperto Santaló
43.550
Antonio Rovira
40.200
José Vidal Ribas
38.525
Ramón Sala Brugués
35.175
Joaquín Tintoré
33.500
Joaquín Fontanals
33.500
Joaquín Casas
33.500
Erasmo Ciuró
28.475
Jaime Clavell
28.475
Pedro Campmany
28.475
Salvador Ferrer
28.475
Domingo Carles
28.475
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
257
Nombre
Capital (en pesetas)
Sandiumenge y Campmany
28.475
José Caballer
23.450
Félix María Portals
21.775
Francisco Badia
21.775
Brunet y Serrat
21.775
José Jover
21.775
Mariano Llobet
21.775
Aurelio Alcón
21.775
José Larrea
21.775
Carlos Torrents Miralda
16.750
Jose Robert Girona
16.750
Simón Playa
16.750
Rafael Curas
16.750
Joaquín Carsi
16.750
Magdalena Almera
16.750 *
José Albareda
15.075
Juan Quintana Vilajona
15.075
Antonio Faura
15.075
Narciso Castells
15.075
José Serra Calsina
15.075
José Serra Font
13.400
Valentín Badia
13.400
Narciso Masoliver
13.400
Jaime Vallés
13.400
Sagristá e Hijos
13.400
Urtelegui y Colom
13.400
Juan y Bruno Bartolomé
13.400
Carsi Hermanos
6.700
Luis Garrido
6.700
Francisco Borrás
6.700
Calle Sans y Cía.
6.700
Apéndice 2
258
Nombre
Capital (en pesetas)
Miguel Albareda
6.700
Francisco Gili
6.700
Jacinto Quintana
6.700
Simón Ros
6.700 *
José Roselló
6.700 *
Manuel Castro
6.700 *
Antonia Torrents de Falp
5.025
Ignacio Coll
5.025 *
Juan Molins
5.025 *
Juan Merló Francoy
5.025 *
Miguel Coma Santacana
5.025 *
Magín Soler Gelada
5.025 *
Cristóbal Taltavull
5.025 *
Pedro Nubiola
5.025 *
José B. de Avalo
5.025 *
Félix Rich
3.350 *
Pablo Mª Tintoré (a repartir entre futuros
suscriptores)
TOTAL
23.450
2.010.000
( * ): Socios incorporados en marzo de 1857.
FUENTE: AHPB, José Falp, manual de 1857, fols. 131-141, 27.03.1857.
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
259
Apéndice 3
SOCIOS FUNDADORES DE LA SOCIEDAD COMANDITARIA
POR ACCIONES
PABLO MARÍA TINTORÉ Y CÍA (1877)
Socios
Accs.
Valor nominal
(en pesetas)
Pablo María Tintoré Pastor
306
153.000
Toribio Durán Garrigolas
69
34.500
José Manuel de Lopetegui Idoragorri
63
31.500
Fernando Puig Gibert
63
31.500
Juan Torner Cuadros
51
25.500
Rafael Puget Romá
34
17.000
Joaquín María Tintoré Mercader
32
16.000
Juan Mullerat Almirall
32
16.000
Pedro Campmany Majó
32
16.000
Joaquín Casas Gatell
30
15.000
Ramón Casas Gatell
30
15.000
Juan Coma Xipell
27
13.500
Esteban Gatell Padrines
26
13.000
Salvador Ferrer Martí
26
13.000
Erasmo Ciuró Auter
26
13.000
José Serra Font
26
13.000
Magín Sandiumenge Massaguer
24
12.000
Pablo Coll Puig
21
10.500
Anselmo Coma Xipell
20
10.000
Mariano Llobet Mallet
20
10.000
Francisco Torner Cuadros
18
9.000
Ramón Sala Brugués
17
8.500
Antonio Rovira Borrell
17
8.500
Apéndice 3
260
Socios
Accs.
Valor nominal
(en pesetas)
Francisco Borrás Clavell
15
7.500
Lorenzo Surinach Montané
15
7.500
Joaquín Fontanals del Castillo
15
7.500
Luis Fontanals del Castillo
15
7.500
Antonio Morera Buxó
15
7.500
Ignacio Coll Casellas
14
7.000
Juan Miguel de Gorteguiz
14
7.000
Esteban Vila Casas
12
6.000
José Martorell Guitart
12
6.000
Cayetana Ortega Coder
12
6.000
José Caballer Blancafort
11
5.500
Juan Molins Tomasino
10
5.000
Juan Buenaventura Vidal Mestre
9
4.500
José Albareda Vallés
9
4.500
Rosa Casas Sagristá
9
4.500
José Roselló Maspons
8
4.000
Nicolás Carrió Dibis
8
4.000
Ramón Prats Cuyás
7
3.500
Narciso Castells Comas
6
3.000
Nicasio Calle y Cía.
6
3.000
Manuel de Castro Vernet
6
3.000
Tomás Pedro Mercader F ité
6
3.000
Carlos Torrens Bruguera
6
3.000
Joaquín Prats Roquer
5
2.500
Juan Merlo Frauzoy
5
2.500
José Vila Costa
5
2.500
Ildefonso Par Pérez
5
2.500
Mariano Esteve de Morenés
5
2.500
Cristóbal Taltabull Mascaró
5
2.500
Pedro Nubiola Selvasembrada
5
2.500
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
261
Valor nominal
(en pesetas)
Socios
Accs.
Joaquín Barba Martorell
3
1.500
José Nieto Bores
3
1.500
Juan Puig Rutllá
3
1.500
Josefa Pascual Naranja
3
1.500
508
254.000
1.800
900.000
Pendientes de suscripción
TOTAL
Fuente: AHPB, José Falp, manual de 1877, 2ª parte, fols. 1721-1740, 18.05.1877
Apéndice 3
262
Índice de cuadros
1. Buques de vela españoles en 1836. .......................................................
2. Comercio de importación y exportación por el puerto
de Barcelona en 1845. .............................................................................
3. Comercio de importación y exportación por el puerto
de Barcelona en 1845 (según la matrícula de sus buques).. ...............
4. Navieros de Barcelona en 1862.. ...........................................................
5. Cuenta de ganancias y pérdidas de la Compañía Catalana
de Vapor (1837-1841).. .............................................................................
6. Accionistas fundadores de la sociedad de Navegación
e Industria.. ..............................................................................................
7. Principales accionistas de Navegación e Industria (1850). ................
8. Socios fundadores de la naviera Bof ill y Martorell (1852). ...............
9. Valor del activo de Bof ill Martorell y Cía. (1856)...............................
10. Fundadores de Pablo M. Tintoré y Cía., S. en C. (1852)....................
11. Viajes del servicio of icial de vapores-correo a las
Antillas (1858-1861). ...............................................................................
12. Socios fundadores de Gaspar Roig y Cía. (1858)................................
13. Socios y capital de A. López y Cía. (1857-1862)..................................
14. Accionistas de Navegación e Industria (1853). ...................................
15. Cotización de las acciones de Navegación e Industria
(1859-1861)................................................................................................
16. Accionistas fundadores de la Compañía Catalana de Vapores
Trasatlánticos (1881). ..............................................................................
17. Socios fundadores de la Compañía Barcelonesa de Vapores
Trasatlánticos (1881). ..............................................................................
18. Socios y capital de J. B. Morera y Cía. (1883). .....................................
19. Disolución de A. López y Cía. (1882)...................................................
20. Buques de la Compañía Trasatlántica en 1881. ...................................
21. Dividendos repartidos por Navegación e Industria (1875-1880). ....
22. Accionistas de Navegación e Industria en 1887..................................
23. Dividendos repartidos por Navegación e Industria (1891-1905)............
24. Accionistas de Navegación e Industria en 1900. ................................
25. Accionistas de Navegación e Industria en 1910..................................
26. Accionistas de Navegación e Industria en 1916..................................
27. Balances de Navegación e Industria (1898-1905). ..............................
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
263
18
21
22
23
35
36
44
46
48
52
60
73
80
99
102
127
138
141
148
152
161
162
163
165
166
168
169
28. Capital invertido en diferentes compañías
por Pablo M. Tintoré Pastor (1880). ..................................................... 174
29. Dividendos repartidos por la sociedad comanditaria
Pablo M. Tintoré y Compañía (1881-1896). ......................................... 176
30. Balances de Pablo M. Tintoré y Cía. (1881-1885). .............................. 177
31. Balances de la naviera Tintoré (1894-1899). ........................................ 178
32. Dividendos repartidos por la sociedad comanditaria de vapores
Tintoré y Cía. (1897-1907). ..................................................................... 182
33. Balances de la naviera Tintoré (1900-1905). ........................................ 184
34. Valor de la flota de vapores Tintoré (1904). ........................................ 185
35. Activo de la naviera J. B. Morera y Cía. (1885). .................................. 210
36. Benef icios de E. Pi y Cía., según balances (1886-1891). .................... 212
37. Socios fundadores de F. Prats y Cía., S. en C. (1892)......................... 214
38. Reparto de la propiedad de los vapores de F. Prats y Cía. (1892). ... 216
39. Benef icios producidos por los vapores de F. Prats y Cía. ................. 218
40. Benef icios de la Compañía Trasatlántica (1881-1905). ...................... 227
41. Principales accionistas de la Compañía Trasatlántica (1889). ........... 232
42. Flota de la Compañía Trasatlánica en 1890......................................... 239
Índice de cuadros
264
Bibliografía
Alemany, Joan; Casanova, Àngels (1987): La navegació a Catalunya, Barcelona, Diputació de Barcelona.
Alonso, Luis (1994) «Comercio exterior y formación de capital f inanciero:
el tráf ico de negros hispano-cubano, 1821-1868», en Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, Tomo LI, núm. 2, pp. 75-92.
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Boletín Of icial de la Provincia de Barcelona
Diario de Barcelona
El Economista
Lista Of icial de Buques
Lloyd’s Register of Shipping
El Mundo Naval Ilustrado
Revista de la Asociación de Navieros y Consignatarios de Barcelona
Revista de la Cámara Española de Comercio en Tánger
Revista General de la Marina Militar y Mercante Español
Revista de Navegación y Comercio
Vida Marítima
La marina mercante de vapor en Barcelona (1834-1914)
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Archivos
consultados
AAB
ARXIU ADMINISTRATIU DE BARCELONA
ACA
ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN
AHCOCINB
ARCHIVO HISTÓRICO DE LA CÁMARA OF iCIAL DE
COMERCIO, INDUSTRIA Y NAVEGACIÓN DE
BARCELONA
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AHMC
ARXIU HISTÒRIC MUNICIPAL DE CALELLA
AHPA
ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ALICANTE
AHPB
ARCHIVO HISTÓRICO DE PROTOCOLOS DE
BARCELONA
AHPC
ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁDIZ
AHPNM
ARCHIVO HISTÓRICO DE PROTOCOLOS
NOTARIALES DE MADRID
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ANCU
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APJMTB
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BLANC
BC
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BTG
BIBLIOTECA DE TEMAS GADITANOS
FAM
FUNDACIÓN ANTONIO MAURA
HUNOSA
HULLERAS DEL NORTE, SOCIEDAD ANÓNIMA
MMB
MUSEU MARÍTIM DE BARCELONA
Archivos consultados
276
XV Premi de Recerca Ricart i Giralt
estudis24
Este libro pretende ofrecer una visión de conjunto de cuál
museu marítim
fue la trayectoria de la marina mercante de vapor en la ca-
pital catalana, en un lapso de tiempo que va desde la botadura del primer buque de vapor matriculado en Barcelona (el célebre vapor Balear), en 1834, hasta el estallido de la Gran Guerra, en 1914. Combinando elementos
descriptivos, algunos ciertamente eruditos, con un notable esfuerzo analítico su autor pretende ofrecer una visión
panorámica general sobre dicho sector, en el principal puerto catalán y español del período, así como contribuir
a mejorar nuestro conocimiento sobre una actividad relevante para la historia económica reciente de Barcelona,
de Cataluña y de España.
Amb la col·laboració de:
Altres títols publicats
La Generalitat de Catalunya
a la Drassana Reial de Barcelona
en temps d’Alfons el Magnànim
Albert Estrada Rius
Las Reials Drassanes de Barcelona
entre 1700 y 1936
Francisco Segovia Barrientos
Aportación de Cataluña
a la arquitectura naval
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La vida en los faros de España
David Moré Aguirre
La pesca a la regió de l’Ebre:
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La fusta, el ferro i la fibra
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y Giralt (1847-1930) y la cultura
marítima de su época
Javier Moreno Rico
Les dones i el mar
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Els ports i la navegació de la
Catalunya Nova (Tarragona-Delta
de l’Ebre) a l’edat mitjana
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El port de Barcelona: objectiu
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(1936-1939)
Oriol Dueñas Iturbe