JORGE RAMÍREZ PLASCENCIA, ANA CECILIA MORQUECHO GÜITRÓN
Ginzburg Glaser & Strauss
Farge Vigotsky Haraway
Znaniecki Etzioni
Paul Ricoeur Dussel
Rancière
Castells
Bourdieu
Bruno Latour Sennett
Best Simondon
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
CENTRO UNIVERSITARIO DE LA CIÉNEGA
Repensar a los teóricos de la sociedad III
Jorge Ramírez Plascencia
Ana Cecilia Morquecho Güitrón
Coordinadores
Universidad de Guadalajara
2017
Este libro ha sido dictaminado mediante
procedimiento de doble ciego.
Repensar a los teóricos de la sociedad III
presenta resultados del proyecto “Sobre la
actualidad y heurística de la teoría social a
través de algunos de sus autores” impulsado
por el cuerpo académico “Comunicación,
cultura y vida cotidiana” (udg-ca-405). Dicho proyecto contó con apoyo financiero del
prodep/sep, Fortalecimiento de Cuerpos
Académicos, Convocatoria 2014
Primera edición, 2017
D.R. © Universidad de Guadalajara
Centro Universitario de la Ciénega
Av. Universidad 1115
Ocotlán, Jalisco. México
CP 47820
ISBN 978-607-742-728-5
Impreso y hecho en México
Printed and made in Mexico
Índice
I
Introducción
Teoría social: diversidad, cambio y orientación filosófica
Jorge Ramírez Plascencia
Ana Cecilia Morquecho Güitrón
11
II
Arlette Farge: conceptos de historia y desplazamientos
Elisa Cárdenas Ayala
21
III
La teoría fundamentada y su adopción en estudios
sobre salud en Iberoamérica
Alejandra Guadalupe Lizardi Gómez
45
IV
Joel Best y la construcción de problemas sociales
Andrea Analy Moreno Quiroz
Tania Rodríguez Salazar
71
V
Gilbert Simondon y la ontología de los objetos técnicos
David Ramírez Plascencia
91
VI
Paul Ricoeur: de la hermenéutica reflexiva
a la metodología de las ciencias sociales
Eduardo Hernández González
109
VII
Amitai Etzioni: comunitarismo y la nueva regla de oro
Lorenzo Rafael Vizcarra Guerrero
Ana Cecilia Morquecho Güitrón
131
VII I
Enrique Dussel, sus trabajos, sus disciplinas y algunos de sus días
Federico Ledesma Zaldívar
145
IX
Richard Sennett: la ciudad, el trabajo y el individuo
Francisco Javier Cortázar Rodríguez
171
X
La conciencia y el empoderamiento de la libre acción
en la psicología de Vygotski
Raúl Medina Centeno
Martha Patricia Pereira Moncayo
191
XI
Por una lectura activa de Pierre Bourdieu
Sergio Lorenzo Sandoval Aragón
215
XII
Aproximación al pensamiento de un clásico olvidado:
Florian Znaniecki
María de Lourdes García Curiel
251
XIII
Bruno Latour y las nuevas reglas del método
Jorge Ramírez Plascencia
269
XIV
Donna Haraway: de diosas, cyborgs e inapropiados/bles
Trilce Rangel Lara
289
XV
El pensamiento como desacato: o ¿quién diantres es Jacques Rancière?
José Igor Israel González Aguirre
307
XVI
Manuel Castells: la heterodoxia al servicio de la sociología crítica
Pablo Arredondo Ramírez
315
XVII
Una aproximación al pensamiento de Carlo Ginzburg
Rosa Vesta López Taylor
327
[XV]
El pensamiento como desacato:
o ¿quién diantres es Jacques Rancière?
s
J. Igor Israel González Aguirre*
Para comenzar esta intervención quiero colocar sobre la mesa de discusión dos
preguntas que desde mi perspectiva resultan fundamentales: 1. ¿Quién diantres es Jacques Rancière?;1 y 2. ¿Por qué es importante que hablemos hoy de sus
ideas, en un contexto en el que se nos convoca a repensar la teoría social y a
sus artífices?
Para responder a la primera de estas interrogantes podríamos recurrir, en
principio, a las coordenadas objetivas más o menos sabidas por todos: Rancière
es un argelino-francés de alrededor de 75 años; profesor emérito de la Universidad de París viii y de la European Graduate School, en donde imparte clases
de estética y política; autor de una treintena de libros que comienzan con el legendario La parole ouvrière, escrito allá por 1976, en coautoría con Alain Faure,
y que trazan el desarrollo de su línea de pensamiento hasta su producción más
reciente en francés, la cual se titula Le fil perdu. Essais sur la fiction moderne, publicado en 2014. Y así, un largo etcétera.
También, a modo de respuesta a aquella primera interrogante, sería posible
recurrir a otra línea argumental, quizá menos conocida, la cual sitúa a Jacques
Rancière como uno de cuando menos cuatro filósofos que han tomado como
punto de partida una crítica severa a las ideas de Louis Althusser. Esto les ha
permitido desarrollar, a cada uno, una particular teoría de algo que bien podríamos denominar como subjetividad política. Por supuesto, aparte de Rancière y su
*
Profesor investigador del Departamento de Estudios sobre Movimientos Sociales de
la Universidad de Guadalajara. @jiigonzaleza
1
Debo la lucidísima pregunta con la que abro esta intervención al texto de Wolters
(2013), que apareció en Critical-Theory.com.
307
repensar a los teóricos de la sociedad iii
noción de la mésentante o el desacuerdo, me refiero a la teoría de la hegemonía de
Ernesto Laclau; a la teoría de la egaliberté, de Etienne Balibar, y a la perspectiva
de Alain Badiou en términos de lo que éste plantea como acontecimiento. Debo
aclarar que no es gratuito que mencione los nombres de estos autores en el marco
de este (con)texto. Por el contrario, la intención consiste, más bien, en sugerir
la posibilidad de establecer un diálogo entre esta especie de cuatro fantásticos
y, sobre todo, de asumir el riesgo de discutir con ellos, aunque sea a patadas y
echando espuma por la boca. Estoy seguro de que una lectura detenida de las
principales obras de estos personajes permitiría, por ejemplo, comprender que
paradójicamente y desde una mirada crítica, el rostro político del capitalismo
contemporáneo es, nada más y nada menos, que el de la pos-política. Afirmar lo
anterior implica un cambio paradigmático de amplia envergadura. Es precisamente en este proyecto en el que se han embarcado los autores mencionados.
Hasta aquí, todo bien. Con el desglose de las coordenadas objetivas que circunscriben el universo de Rancière y sus contemporáneos pareciera que éste es
una figura más de la constelación de estrellas del pensamiento social contemporáneo. Sin embargo, en los párrafos anteriores pueden encontrarse dos claves
de lectura sutiles que nos ofrecen una buena brújula para identificar el norte de
los alcances del pensamiento rancièreano. La primera clave radica en los autores
junto a los que este francés de rostro adusto es situado. Esta pequeña constelación conformada por Badiou, Balibar y Laclau –sin dejar de lado al entrañable
Slavoj Žižek, por supuesto–, han hecho de la reflexión, de la ironía y del desencanto, un acto político sumamente peligroso para el status quo. Sin duda, pensar
es un arma, y estos señores han alcanzado un nivel destacado en esta actividad. La otra clave de lectura se encuentra en la segunda pregunta que se plantea al principio, a partir de la cual puede dotarse de relevancia al pensamiento
de Rancière. Las posibles respuestas a esta interrogante dimensionan el trabajo
realizado por el francés que hoy provoca esta intervención.
Desde esta perspectiva, es posible aseverar que fiel a su origen francófono,
Rancière es el epítome del anti-intelectual contemporáneo. Sabemos, porque
ya lo dijimos, que es profesor emérito en prestigiosas universidades. Ahora corresponde reconocer que también es dueño de un pensamiento vital, valiente y
poderoso, de raigambre marxista (por lo menos en sus orígenes), que invita a
reinventar, entre otras cosas, aspectos que usualmente son como mojoneras inamovibles, tales como la política, la igualdad, la democracia, etc. Más adelante,
308
el pensamiento como desacato:...
si el espacio de lo permite, podríamos profundizar en aspectos concretos derivados de las ideas de este personaje, utilísimo, por ejemplo, para comprender la
potencia de las movilizaciones sociales de nuestros días. Por el momento baste
decir que una de las grandes fortalezas del pensamiento rancièreano consiste en
generar condiciones de posibilidad para emancipar la imaginación de la sociedad, en términos tanto de los lugares y mecanismos a través de los que se manifiesta el cambio social; como de la multiplicidad de actores que gestionan dicho
cambio, así como de los diversos niveles en los que éste opera.
No está de más aclarar que en ocasiones, muchas, los argumentos de Rancière se nos presentan como una niebla un tanto densa y críptica. Pero una vez
que uno logra atravesar la bruma, y entabla un diálogo con Rancière encuentra
argumentos para discutir en torno a nuestro habitar en el centro de la contingencia; para reflexionar alrededor de la arquitectura de la subjetividad como un
proceso altamente politizado; para comprender la emergencia de los nuevos lugares en donde se condensa la política y, en última instancia, para incidir en la
ampliación de las posibilidades de lo político. Si el pensamiento es un arma,
las rupturas que éste produce permiten, a su vez, desujetar al sujeto y postularlo
como un actor fundamental de sí mismo y de los otros; de lo Otro. Así de poderoso es el instrumental conceptual rancièreano, que en el plano teórico más
amplio bien podría situarse dentro de lo que se conoce genéricamente como
enfoques centrados en el actor.
Veamos, en consecuencia, algunos ejemplos más concretos del pensamiento de Rancière. Sin duda, una pieza clave en su arsenal es: la dimensión política. Uno de los cimientos del pensamiento político de este alumno destacado de
Althusser se encuentra en lo que él denomina como la distribución de lo sensible. Desde esta perspectiva, de manera tradicional, la política es asociada con un
imaginario compuesto por figuras emblemáticas como el Estado de derecho, los
partidos políticos, los procesos electorales, etc. Dicho de otro modo, las miradas
estrechas y ortodoxas de la filosofía y la teoría políticas se han encargado de
particularizar lo político, y reducirlo a su dimensión burocrático-administrativa. Han confundido estructura con coyuntura. Ante esto, Rancière ha optado
por seguir una ruta distinta. Para ello ha propuesto pensar la política como el
proceso a través del que algo se hace visible o se invisibiliza en el plano de lo
social; como un mecanismo mediante el que se delimita lo que vale la pena replicar y lo que es preciso eliminar.
309
repensar a los teóricos de la sociedad iii
Es justo con base en el proceso de distribución de lo sensible que se configura
un orden social específico, y se dota de sentido a lo público. Rancière aprovecha
este mecanismo para efectuar una distinción crucial para su trabajo: la police,2
por un lado; y la política, por el otro. El dispositivo a partir del que se configura un orden instituido es la police. La política es, en consecuencia, la aparición
del actor que irrumpe y perturba lo instituido, es decir, que apuesta por poner
en suspenso la configuración del orden establecido. Llevado hasta sus últimas
consecuencias, y por decirlo à la Giorgio Agamben, la policía en este contexto
es el poder de decidir sobre la vida y sobre la muerte; por ende se encuentra anclado en el sistema como tal. La política en consecuencia es el pensamiento que
deviene en acción, se erige como instituyente, vociferación irredenta que clama
a toda costa su lugar en el mundo y, por ende, se coloca en el plano del actor, de
su agencia. ¿Dialéctica entre lo establecido y lo contingente, entre el actor y el
sistema?
Lo anterior pone de relieve la insuficiencia de miradas estrechas que reducen
lo político a las coyunturas electorales, a su dimensión formalmente instituida.
Si uno está de acuerdo con la perspectiva de Rancière puede decir también que
el proceso a través del que se configura el mapa de lo sensible, ergo, la política,
es más lo que irrumpe (lo instituyente) que lo que está dado (lo instituido). Esta
idea, simple en apariencia, resulta devastadora para el canon más ortodoxo: traslada el núcleo de la política al lugar natural que le corresponde (ya no es más un
campo del dominio de unos cuantos iniciados), al ámbito de lo cotidiano; al plano de la arquitectura de la subjetividad. Más aún, como ya lo he dicho en otros
lados: la subjetividad se politiza en la medida en que lo político se subjetiva.
Lo anterior abre un universo de posibilidades analíticas que puede resultar
bastante productivo, puesto que rompe con una noción cerrada y estática del
campo político.3 Así, junto con Rancière, puede aseverarse algo que para algunos aquí sonará como una “blasfemia”: más allá de las luchas sostenidas entre
2
Utilizo el galicismo porque el término no cuenta con una traducción adecuada al
español.
3
En este punto vale la pena mencionar que puede observarse una distancia fundamental entre una concepción habermasiana/liberal y la perspectiva propuesta por
Rancière. En particular, con respecto al argumento del filósofo alemán que plantea
que la política, consiste básicamente en un debate racional entre diversos intereses.
310
el pensamiento como desacato:...
grupos de interés preestablecidos, o clases sociales, las verdaderas batallas políticas surgen cuando aquellos que están excluidos buscan hacer valer su identidad, es decir, buscan lograr que sus voces se escuchen, y ocupen un lugar en el
mundo. Visto así, la verdadera política es una lucha que se entabla entre el orden
social establecido y la parte excluida que quiere ser escuchada, es decir, la parte
de los sin parte (Rancière dixit). Si pensar es un arma, decir lo que se piensa
y sostenerlo con argumentos es el acto político por excelencia.
Ahora bien, en el plano de las coordenadas establecidas por Rancière (sobre
todo en El desacuerdo, traducido al español en 1996), destacan dos conceptos
fundamentales que se tensionan de manera constante: la violencia simbólica
y su anverso, el potencial emancipatorio. De este modo, puede decirse que la
distribución de lo sensible en tanto novedosa concepción de la política es más
que un impulso democrático en el sentido tradicional del término. En lugar
de concebirla como un régimen como tal, la democracia es vista por Rancière
a manera de ruptura con la lógica del arkhe, es decir, con la realidad que nos
es heredada como incuestionable: la democracia como desprendimiento del
mandato que dicta el deber ser: todos somos iguales en el plano de la ciudadanía (aunque sólo sea en apariencia, por lo menos en la versión liberal de la
democracia). Es a partir de esta ruptura que emerge un tipo de sujeto particular.
La arquitectura de la subjetividad es, en consecuencia, un proyecto altamente
politizado y transformador. La política no es una sustancia inmutable, por el
contrario, todo posicionamiento del sujeto frente a aquello que lo interpela es
político. La subjetivación es, pues, una perturbación, el eje, el centro ausente de
la ontología política, como lo sugiere Žižek.
En este contexto, bajo la perspectiva de Rancière, lo democrático aludiría a
una redistribución de lo sensible, a una reconfiguración del modo en que la verdad y el conocimiento son asignados, por decirlo à la Foucault. En el plano político lo anterior remite al modo en que se organizan los poderes y se estipulan las
funciones sociales; al modo en que se define lo que forma parte de la sociedad
y lo que ha de ser excluido, silenciado y/o desaparecido. Rancière, como ya se
dijo, denomina lo anterior como police. En este sentido, se ejerce una violencia
simbólica fundamental: es el amo, el supuesto dueño del saber, el que necesita al
esclavo para existir, y no a la inversa. En El maestro ignorante (2007), lo anterior
queda más claro. Así, cuando Rancière se cuela a las aulas concluye que las prácticas pedagógicas impositivas y represivas a partir de las que se configura un
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repensar a los teóricos de la sociedad iii
modelo educativo “bancario” suponen un estudiante incapaz y pasivo que sólo
está en el aula para recibir información de parte del profesor. Las instituciones
producen sujetos. Rancière pone antención en la necesidad de desujetarlos: la
incapacidad del estudiante no radica en éste, sino que es impuesta de manera
violenta por el maestro. Antes de buscar transmitir conocimientos, todo maestro, dice nuestro adusto francés, debería comenzar por reconocer, primero, su
propia ignorancia. De ahí no es complicado trasladar este razonamiento al campo político como tal. La política no alude necesariamente al proceso de gobernar, sino al acto a través del que los sujetos intentan interrumpir dicho proceso
(en tanto precepto establecido). Si la police configura un orden, la política lo
desestructura. Si la police es el tren de la historia que marcha imparable, la política es el dinamitero que hace estallar las vías. En fin, el potencial emancipatorio
de esta perspectiva, de la política, es devastador, puesto que atenta contra el núcleo mismo alrededor del que se entreteje la realidad misma. Pensar es un arma,
no cabe duda.
Hasta aquí hemos discutido acerca de la dimensión política del pensamiento
de Rancière. Pero éste no se agota ahí. Para terminar esta intervención, no está de
más señalar que otro de los cimientos de dicho pensamiento se sitúa en el plano
de lo estético, sobre todo en el campo del arte. Por supuesto, indagar lo anterior
está por fuera de los límites de este texto. No obstante, para esta apretadísima
revisión sí resulta pertinente explorar los vasos comunicantes entre la dimensión ética y la dimensión estética que se extienden por todo el pensamiento
rancièreano. Es precisamente la política, entendida como la distribución y la redistribución de lo sensible, la que permite efectuar este vínculo. Esto es así porque la configuración de un orden sociopolítico específico está anclada en
la postulación de una imagen igualmente específica de la sociedad, en la disputa
por aquello que está permitido decir, por aquello que vale la pena hacer visible.
No es descabellado entonces afirmar que, llevando el argumento hasta sus
últimas consecuencias, puede plantearse que en nuestros días ha operado un
desplazamiento significativo en el campo político, y uno de los núcleos de éste
se ha trasladado, sin duda, del plano real al plano simbólico. Pensar es un arma
performativa que permite incidir en la construcción de los sentidos y los significados que, por decirlo así, circulan en la esfera pública. La ética y la estética
convergen. La filosofía y la intervención social tienden puentes que buscan
irrumpir en el orden del mundo, e intervenir sobre aquello que es visible y sobre
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el pensamiento como desacato:...
lo que ha de adquirir tal estatus; o sobre lo que puede decir-se. Emergen, pues,
nuevas condiciones de posibilidad para la política frente a la police. La estética
es ética y viceversa.
En fin, para terminar resulta pertinente reconocer que situar el trabajo de
Rancière en un campo específico de la producción académica del saber es una
tarea que resulta, por lo menos, infructuosa. Desde la cantidad de temáticas que
discute hasta los abordajes en los que éste se involucra hacen que sea impráctico –e inútil– cualquier tentativa clasificatoria. Más bien, para decirlo junto con
Badiou, el pensamiento rancièreano transcurre entre la filosofía y la historia,
entre la filosofía y la política, entre la ética y la estética. Todo ello al mismo
tiempo. Así pues, hay que reconocer que Rancière habita el espacio ambiguo
y liminal que existe entre el documental y la ficción, por utilizar una metáfora cinematográfica. Este francés inclasificable predica con el ejemplo y escribe,
pues, desde el descontento, pero también desde el disenso y la indisciplina en
tanto actos políticos y performativos en sí mismos. No cabe duda: Rancière es
un pensador que cree firmemente en el pensamiento como desacato.
Bibliografía
Rancière, J. (2001). Ten theses on politics. Theory & Event, vol. 5, núm. 3. Disponible en: www.critical-theory.com/who-the-fuck-is-jacques-ranciere/; www.
egs.edu/faculty/jacques-ranciere/articles/ten-thesis-on-politics/ .
— (2006). El odio a la democracia. Argentina: Amorrortu. El original en francés
fue publicado en el año 2000.
— (2011). En los bordes de lo político. Argentina: La Cebra. El original en francés fue publicado en 1998.
Wolters, E. (2013). Who the fuck is Jacques Rancière. Critical Theory. Disponible en: www.critical-theory.com/who-the-fuck-is-jacques-ranciere/.
Žižek, S. (1999). El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología poítica. Argentina: Paidós.
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