Celsa
Alonso
Ruperto Chapí ante
la encrucijada
finisecular
El presente artículo analiza los paralelismos entre el progresivo
afianzamiento del reformismo español en sus múltiples vertientes (krausismo, positivismo, regeneracionismo finisecular) y el cambio musical
protagonizado por la generación de músicos nacidos al promediar el siglo XIX, representada en la figura de Chapí. Se llega así a una
conclusión significativa: la necesidad de revisar el supuesto conservadurismo en el que se ha encasillado a algunos compositores marginados
por su dedicación al género lírico, otros ensombrecidos por el éxito internacional de Albéniz, Granados y Falla. El caso de Chapí es acaso el
más sintomático: su actividad es quizás la que mejor ejemplifica el paralelismo entre los debates ideológicos de la España finisecular y los que
tenían lugar en el ámbito musical. Maestro de Manrique de Lara, etemo
rival de Bretón, polemizó con Pedrell sobre el futuro de la música española y, según algunos de los críticos más importantes de la primera
década del siglo, era el mejor talento de España. A ello se podría añadir
la existencia de un "españolismo chapiniano" reconocido incluso por
Salazar, perceptible en Pepita Jiménez de Albéniz o en La vida breve de
Falla. Así, la obra de Chapi se convierte en el epicentro del análisis de la
situación de la música española entre 1868 y 1910.
The present artide analyzes the parellelisms between the progressive
strengthening of Spanish reformism in its multiple viewpoints (Krausism, positivism, fin-de-siècle regenerationism) and the musical change led by the
generation of composers born in the middle of the nineteenth centuty, represented by the figure of R. Chapt. Thus we arrive ata significant conclusion:
the necessity to revise the supposed conservatism which some composers have
been pigeonholed with, excluded because of their dedication to the lyric gen re,
or overshadowed by the international success of Albeniz, Granados and Falla.
Chapi's case is perhaps the most symptomatic: his activity probably best
exemplifies this parallelism between the ideological debates of fin-de-siecle
Spain and those which tooh place in mude at the time; teacher of Manrique de
Lara, eternal rival of Bretón, he indulged in polemics with Pedrell about thc
future of Spanish music and, according to some of the most important critics
of the first decade of the centuty, was Spain's best talent. The existence of a
"Chapinian Spanishness", which was even achnowledged by Salazar, could be
added to this, and is perceivable in Albéniz's Pepita Jiménez and Fallas La
vida breve. Thus, Chapt's worh becomes an epicentre for the analysis of the
situation of Spanish music between 1868 and 1910.
El siglo XIX en España fue un siglo de conflictos
y de una pérdida vertiginosa de poder de nuestra nación en el concierto internacional. En la segunda
mitad del ochocientos sucedieronse polémicas de todo punto. Las que se vivieron en el seno de la música
forman parte de un todo y seria peligroso descontextualizarlas, en particular el debate de la ópera
nacional. Los hombres del XIX estuvieron demasiado
ocupados en debatir cuáles habían de ser los caminos a tomar en los numerosos dilemas que se
presentaron, absortos en defender su derecho a pensar con libertad en materia de filosofía, ciencia, arte o
música, y en algunos casos inútilmente. Tras aquellos
enconados avatares ideológicos, se creó una fisura
entre tradicionalistas y heterodoxos, al tiempo que la
cultura española se desarbolaba progresiva y lenta-
mente. Se llega así al dramático 98, fecha mítica que
no empata la realidad de una crisis finisecular iniciada muchos arios antes.
En efecto, desde 1875 hasta 1898, está latente el
denominado "problema de España", cuyo planteamiento es inicialmente teórico, ético y filosófico: ahí
están los debates en tomo a la existencia o no de una
escuela española de filosofía y de una ciencia española. En realidad, aquellos debates se reducían a uno
sólo que se podría bautizar bajo la rúbrica de ¿Qué es
Espaha?, sin el cual no sería posible comprender la
verdadera dimensión del problema de la música española del último tercio del siglo, y la ubicación de
Chapí en ella. Es necesario tener en cuenta que
cuando estalla la famosa polémica de la ciencia española en 1875 —en que un Chapí de veinticuatro arios
165
Cuadernos de Música Ily roamericanu. Volunum I, 199(1
Ruperto Chapi. Oleo de G. Saiz, 1921 (Colección de la SGAE)
166
Celsa Alonso. "Ruperto Chal:ir ante la encrucijada finisecular"
tomaba posesión de su pensionado en Roma e iniciaba una trayectoria prometedora—, en España se había
operado un auténtico vuelco en el terreno ideológico, originado por la entrada del pensamiento
alemán, como alternativa imparable a lo que entiendo había sido un auténtico furor galófilo en el
terreno filosófico y ético-social, comparable al furor
italiano en el ámbito musical.
A partir de ese fatídico 1898 el problema de España entra en una nueva fase, cuando para la
ciudadanía la decadencia del país se convierte en un
hecho real. Tras el colapso del 98, algunos intelectuales y artistas reparan en que el problema colonial
dependía de otros más internos y profundos, relacionados con la psicología del pueblo español, su
cultura, con la existencia de una hipotética alma española: allí buscaron la explicación a la desdicha,
origen de ensayos sobre el ser español, como los de
Picavea, Ganivet, Altamira, el Unamuno de En torno
al casticismo, Maeztu y tantos otros, en un momento
en que, por otra parte, los estudios sobre la psicología de las nacionalidades proliferaban en Europa,
singularmente en Francia'.
El objeto de este artículo —como se ha señalado—
es trazar los paralelismos que estimo interesantes entre el progresivo afianzamiento del reformismo
español en sus múltiples vertientes (krausismo, positivismo, o el regeneracionismo posterior), y la
evolución artística —es obvio que lo personal va implícito en lo artístico— de uno de los músicos más
interesantes de la denominada generación de la restauración, el maestro Ruperto Chapí, cuya actividad
musical en justicia podría considerarse como un trasunto de la mejor realidad musical española de la
época. En última instancia, el objetivo de este trabajo, en estrecha relación con la reciente biografía del
1 Así, en Francia se publicaron obras como la de FOUILLEE, A. Psychologie du peuple francais. París, 1898, y Esquissc psychoilogique des peuples
européens. París, 1902, del mismo autor; DEMOLINS, E. Les Francais
d'aujourd'hui. París, 1898; ROUTIER, G. Grandeur et decadence des
Francais. Parós, 1898; BERENGER, H. La Conscience nationale. París,
1898, entre otras. El origen de esta boga puede estar en la guerra francoprusiana de 1870, que produjo en Francia efectos bastante similares a
los que causó en España la guerra con los EEUU.
compositor realizada por Luis G. lberni, así como la
publicación de sus Memorias y escritos, que considero
de extraordinaria importancia 2 , sería revisar el supuesto conservadurismo y falta de interés intelectual
del que se ha acusado durante décadas al maestro
alicantino; y quizá futuras investigaciones nos descubran otros casos similares, a medida que se vayan
realizando biografías documentadas y rigurosas de
aquellos maestros de la restauración, que establezcan
un punto de partida para la reflexión; maestros que,
en muchos casos, fueron marginados por su dedicación al género lírico, otros ensombrecidos por el
éxito internacional de Albéniz, Granados y Falla, y
otros, en fin, incomprendidos en sus propuestas.
Sobre músicos como Pedrell (1841), Marqués
(1843), Chueca (1846), Chapí (1851), Bretón
(1850), Serrano (1850), Giménez (1854), Fernández-Arbós (1863), Isaac Albeniz (1860), Enrique
Granados (1867), o Enrique Morera (1865), secundados por críticos como Luis Carmena y Millán, Juan
Goula, Esperanza y Sola, Perla y Gorii, Rafael Mitjana, o Cecilio de Roda, planean los ideales
regeneracionistas de un Macías Picavea (1847), el
tradicionalismo de un Menéndez Pelayo (1856), los
avances científicos de Ramón y Cajal (1856), la ansiada reforma agraria o la tesis del cirujano de hierro
de Joaquín Costa (1846), las novelas y episodios nacionales de Galdós (1843), la poesía conceptual del
ya anciano Campoamor (1817), la proyección del teatro social de Joaquín Dicenta (1863), el krausismo
de Giner de los Ríos (1839), el nacimiento del socialismo español, o el espíritu reformista de la
Institución Libre de Enseñanza. Y es que, a fuer de
ser sinceros, la gran disyuntiva de la música española
en los albores del nuevo siglo era similar a la que tenía ante sí la nación, la disyuntiva entre tradición y
progreso, o al menos así es como lo vieron sus protagonistas principales. Es evidente hacerse la pregunta:
¿por qué habrían de oponerse tradición y progreso?;
y es natural la respuesta: era imposible, en la situación en que vivía el país, conciliar el tradicionalismo
2 Véase IBERNI, L. G. Ruperto Chapt. Madrid: 1CCMU, 1995; y IBERNI,
L. G. (ed.). Ruperto Chapt. Memorias y Escritos, Madrid: ICCMU, 1995.
167
Cuadernos de Musica Iberoamericana. Volumen 1, 1996
más contundente de un Menéndez Pelayo o el casticismo más elemental de Chueca, con el europeísmo
más apasionado de Joaquín Costa o la abierta modernidad de Falla respectivamente; y ello a pesar de que
análisis posteriores han revelado la corticalidad del
europeísmo de Costa y la raíz historicista de su sentimiento iberista, así como la presencia de temas
populares "sin depurar" en algunas obras de nuestro
músico más internacional, Manuel de Falla. Las paradojas de la historia son así.
George J. G. Cheyne en su prólogo al Epistolario
entre Joaquín Costa y Francisco Giner de los Ríos (18781910), las dos personalidades que, de un modo u
otro, contribuyeron a crear un ambiente de reformismo en el que Chapí desarrolla su labor creadora,
señala que los hombres del XIX "no pudieron proyectar en un plano internacional su pensamiento y su
creatividad, agotados en la tarea de sobrevivir: como el
protagonista de La Vorágine, la selva que intentaron
amaestrar les devoró". 3 He querido recordar esta cita
de Cheyne porque entiendo que define con precisión
la realidad de algunos músicos que he mencionado,
como Chapí, quien se empeñó en sobrevivir en un
mundo teatral hostil a los compositores españoles,
víctimas de empresarios y editores sin escrúpulos, un
público desinteresado, un conservatorio maltrecho y
un estado pasivo. Sin embargo, y a pesar de que haya
quien piense que fracasaron en sus aspiraciones, en
ningún caso aquellos músicos fueron ajenos al espíritu reformista de sus contemporáneos, o al
reconocimiento de la necesidad de superar la situación de decadencia de una nación en crisis.
En efecto, compositores que deseaban levantar el
edificio de la ópera "seria" nacional (caso de Bretón y
de Pedrell, aunque con propuestas diversas) o quienes pretendían, sencillamente, proseguir por la senda
abierta por la ópera cómica, en particular la zarzuela
renovada y europeizada (caso de Chapí) fueron devorados por aquella jungla teatral, vetada su ansiada
proyección internacional. Chapí lo intentó en ambos
3 CHEYNE, G. J. G. (ed.). El don de consejo. Epistolario de Joaquín Costa y
Francisco Giner de los Ríos (1878-1910). Zaragoza: Guara editorial, 1983;
p. 17.
168
dominios y, si bien en el último no hay duda de que
fue el maestro indiscutible de la España finisecular,
en el primero la valoración sería más compleja. Siete
arios separan el nacimiento de Giner de los Ríos
(1839) y de Joaquín Costa (1846), casi los mismos
que entre el nacimiento de Pedrell (1841) y el de
Chapí (1850), dos pilares musicales de magnitud similar. Pedrell es más afín a Giner de los Ríos, por su
abierto idealismo de orientación germana, su reflexión estética o la importancia de su labor docente
sobre la generación siguiente. Chapi se emparenta
con Joaquín Costa, por su espíritu práctico, su individualismo, materialismo, populismo y ansias
revolucionarias.
Sin embargo, no fue la generación de los músicos de la restauración la que había abierto la caja de
Pandora, sino la de Barbieri, Gaztambide, Inzenga o
Arrieta, los creadores de la zarzuela restaurada; y en
el ámbito del intelecto, fueron los protagonistas de la
revolución del 68 los iniciadores de la reacción ideológica, quienes, aunque fracasaron en su proyecto
político y fueron desterrados de las universidades
por dos veces, proseguirían con su labor a través de
sus discípulos, de publicaciones periódicas de índole
progresista, o bien de centros alternativos a la enseñanza oficial.
Tras haber estudiado detenidamente las memorias y escritos del compositor alicantino y la biografía
ya citada de Luis G. lberni, creo que las dos personalidades mencionadas, Giner de los Ríos y Joaquín
Costa, más aún que Nicolás Salmerön o Emilio Castelar (con quienes Chapí compartía una sólida
afinidad política), son referencias válidas para comprender las creencias más íntimas, en materia de
arte, política o regeneración de Ruperto Chapí. Hay
datos puntuales, lectura entre líneas y cierto ejercicio
de imaginación y meditación serena que permiten
acercarnos desde esta perspectiva al compositor de
Villena.
Hemos de hacer un breve repaso a la situación
del Madrid al que llega Chapí en 1867 con tan sólo
dieciséis años, un año antes de la Gloriosa. El nacionalismo de curio unionista y centralizador de
0 -Donell (1856-1863), que concentró en Madrid ca-
Celsa Alonso. "Ruperto Chapí ante la encrucijada finisecular"
si toda la actividad intelectual del momento (con excepciones como el núcleo hegeliano de Sevilla, en
torno a José Contero Ramírez, o los filósofos catalanes seguidores de Hamilton), fue como una especie
de balsa de aceite en la que se incuba la denominada
generación del 68 4 . Del mismo modo, Madrid era la
meca de cualquier compositor, pues en la corte se
concentraba la mayor actividad de los teatros de zarzuela, y contaba con dos centros musicales
insustituibles, como el Conservatorio y el Teatro Real. Así, en los arios anteriores a la revolución del 68
se formaron en España hombres nacidos entre 1830
y 1840, es decir coetáneos de la generación de Barbien (1823) y Arrieta (1821), aunque algo más
jóvenes, con inquietudes filosóficas y especulativas
nuevas. Aquellos intelectuales fueron contemporáneos de Fernández Caballero (1835), Monasterio
(1836), Morphy (1836), Oscar Camps y Soler
(1837), Zubiaurre (1837), o Felipe Pedrell (1841),
algo más viejos que el grupo de Chapí, Bretón o
Emilio Serrano.
Pero pronto esta situación de monopolio político
y cultural comienza a ser socavado. La oposición a la
Unión Liberal se desarrolló desde varios frentes: el
político (progresistas y demócratas), el económico (a
través de la escuela librecambista) y el cultural, articulado en torno a los escasos hegelianos y a los
krausistas más numerosos, que rechazaban los principios filosóficos del eclecticismo francés, base
ideológica del régimen moderado 5 . A los krausistas,
un poco más tarde, se les unirá la fuerza centrífuga
de los nacionalismos periféricos, singularmente la
Renaixença catalana. Las inquitudes filosóficas nuevas produjeron grupos muy encontrados. Poco a
poco la intelectualidad española se articula en torno
4 Véase CACHO VIU, V. La Institución Libre de Enseñanza. 1. Orígenes y
etapa universitaria (1860-1881). Madrid: Rialp, 1962; pp. 98 y ss.
5 El eclecticismo había sido una solución de compromiso aceptada por
los liberales moderados, abandonando la antimetafísica del sensualismo
histórico de los doceanistas y exaltados (Condillac y Destutt de Tracy)
en favor de una doctrina abierta al espiritualismo y a la metafísica (Reid,
Ahrens), abierta al neoescolasticismo (sobre todo a partir de las turbulencias revolucionarias de 1848), al sentimentalismo francés y a la
filosofía escocesa del sentido común: espíritu ecléctico, por tanto, más o
menos conciliador.
a dos polos, los innovadores y los tradicionales y el
choque fue dramático. Dramático porque se estaba
produciendo entonces, en el terreno del pensamiento, un fenómeno cuádruple: secularización
(orientación laica de la filosofía), desamortización (liberación de la filosofía escolástica), nacionalidad
(toma de conciencia del pasado como vía de afirmación histórico-cultural y punto de partida de toda la
política regeneradora), y europeización (entendida como voluntad de superar la decadencia mediante la
asimilación de lo europeo) 6 . Una situación parecida
se produce en el terreno musical: la progresiva laicización, con el desarbolamiento de las capillas
catedralicias, el problema de la nacionalidad en el teatro lírico o la necesidad de europeización son
coetáneos.
En aquellos arios sesenta, también se forma un
tipo de joven ultracatólico con inquietudes culturales: los "neo", asiduos lectores de revistas como El
Pensamiento, La Regeneración o La Esperanza. Surgen
las polémicas dentro y fuera del parlamento, los oradores de cátedra y de Ateneo (la Holanda española
que tan magistralmente describiera Galdós en su
Episodio Nacional Prim) 7 , los publicistas, que alcanzan reputaciones inmensas, y los charlatanes de café.
Entre los heterodoxos o innovadores sin duda el grupo
más compacto fue el de los krausistas, en torno a
Sanz del Río, que había traído de Alemania la metafísica idealista de C. E Krause. Lo que empezó siendo
en los arios cuarenta un deseo de renovar los estudios de derecho y de la universidad española,
terminó siendo el origen de toda una concepción fi-
6 Véase MENÉNDEZ PIDAL, R. Orígenes, religiem,filosofia, ciencia. En JOVER, J. W. (dir.) Historia de España. Vol. XXXV (I). La época del
Romanticismo (1808-1874). Madrid: Espasa-Calpe, 1989; pp. 369 y ss.
7 Galdós descargaría su fiereza contra los neocatólicos sobre todo en sus
escritos de juventud. Recuerdos de Madrid (23 de febrero de 1865 a 20 de
mayo de 1866): "Heridos en su amor propio, han vomitado toda la bilis
sacristanesca, con ese odio reconcentrado, con esa venenosa intención
propia de estos locos de la reacción, que en tales circunstancias, cuando
son rechazados de todos, tienen una virtud: olvidan el más feo de sus vicios, dejan de ser hipócritas. La pasión política les hace descubrir el
papel que se han obligado a representar, y aparecen, víctimas de la más
católica hidrofobia, en toda la fealdad moral, que es el distintivo de estos
sanguinarios Marat del absolutismo". Véase PEREZ GALDÓS, B. Recuerdos y memorias. Madrid: Tebas, 1975; p. 50.
169
Cuadernos de Música Iberoamericana. Volumen 1, 1996
losófica o ética, que explica la enorme dimensión del
krausismo español. Aquellos hombres abordaron los
más diversos temas del momento: economía política,
filosofía del derecho, crítica literaria, estética, pedagogía, o música, y participaron en diversas
organizaciones culturales, actuaron en la prensa y
centros docentes y su labor es fundamental para
comprender el vuelco paralelo, en un sentido claramente aperturista, que se va a producir en el ámbito
musical.
A pesar de la fuerza del elemento religioso del
krausismo y de la utopía tan hermosa del hombre armónico, la vida del hombre como una obra de arte; al
margen de la viabilidad doctrinal o filosófica de la
complicada filosofía de Krause —que en Alemania no
pasó de ser una filosofía marginal—, ésta abrió paso a
un vigoroso planteamiento de todo un ideario liberal
de regeneración espariola 8 , y por ello fue recibida
con hostilidad por los tradicionalistas. La compleja
metafísica de Sanz del Río (quien no se trajo a España la filosofía de Hegel sino la de un epígono del
idealismo alemán) y su máxima de que el hombre ha
de vivir una existencia moral elevada, y procurar que
la humanidad fuera cada vez más perfecta, estaba a
un paso de la proposición de un ideal de perfección
político-socia19.
Ahí radica la concordancia de la filosofía krausista con el ideario político de amplios sectores de la
burguesía liberal-progresista española: el krausismo
se adecuaba bien a la idea de libertad, y a la defensa
de un orden económico basado en la propiedad privada, pero, a diferencia de la exaltación hegeliana del
Estado, se manifestaba en contra de él; y en aquellos
arios los hombres de izquierdas españoles eran antiestatistas, por reacción frente al centralismo
moderado w . El krausismo preconizaba un reformis-
8 Vease RUIZ SALVADOR, Antonio. "El Ateneo de Madrid antes de la revolución de 1868. En La Revolución de 1868, Historia, pensamiento y
literatura, New York: Las Americas Publishing Company, 1970; pp. 210229.
9 Sobre la obra de Sanz del Rio pueden consultarse, además de sus obras
más significativas, la siguiente edición conmemorativa del centenario de
su muerte:de algunos apuntes biográficos, documentos y epistolario: AZCARATE, Pablo (ed.). Julián Sanz del Río. Madrid: Tecnos; 1969.
170
mo social de vía lenta y sosegada, conciliadora, que
se ajustaba a la perfección al ideario de la burguesía
ilustrada. Por todo ello, el krausismo se fue tiñendo
de una actitud política que, aunque no era uniforme,
aglutinaba a aquellos intelectuales en torno al partido demócrata, una de las bases de la Gloriosa.
Junto a los krausistas estaban los hegelianos, menos compactos, pero también influyentes. Cabría
destacar el núcleo de Sevilla, de signo académico, y
el de Madrid, de talante más politizado, en torno a
las figuras de Emilio Castelar y Pi y Margall, de signo
más izquierdista. Tras el conocimiento de la filosofía
de Krause y Hegel, vendría la cultura, poesía y música alemanas (recuérdese que Sanz del Río, a partir
de la Ley Moyano de 1857, impartía clases de literatura alemana), de tal suerte que, en los arios setenta,
la penetración de Wagner, de la música del clasicismo vienés y del sinfonismo de tradición
austro-germana (al que los krausistas eran muy aficionados) abrirá paso a nuevas perspectivas estéticas,
un elemento a tener en cuenta no sólo en el teatro o
la música sinfónica, sino también en el terreno de la
música de salón y de cámara. Con el paso del tiempo, el grupo de heterodoxos profundizará en su
heterogeneidad filosófica (se les sumarán positivistas
y neokantianos), de forma que se definían más bien
por una actitud de negación: la oposición a la filosofía escolástica, anacrónica, y también al eclecticismo
francés, aspirando a una renovación, una nueva audacia intelectual y, en términos generales, a un
talante modernon.
Entre los tradicionales tampoco el grupo era homogéneo, ni desde el punto de vista político ni
filosófico. El nexo de unión parecía ser el antilibera10 Se ha discutido mucho acerca de por que Sanz del Río importó la filosofía de Krause y no de Hegel. En este sentido el juicio más objetivo sería
el de LOPEZ ARANGUREN, J. L. Moral y sociedad. La moral española en el
XIX. Madrid: Taurus, 1981; pp. 120 y ss. TERRON, Eloy. Sociedad e ideología en los orígenes de la España contemporanea. Madrid: Península,
1969; y DÍAZ, Elías. La filosofía social del hrausismo español. Valencia: Fernando Torres, 1983. No olvidemos que, aunque hegeliano, Pi y Margal
fue el introductor del principio federalista de Proudhon.
11 En este sentido es muy interesante la obra de GÓMEZ MOLLEDA, D.
Los reformadores de la España contemporänea. Madrid: C.S.1.C, 1966; p.
18.
Celsa Alonso. "Ruperto Chapi ante la encrucijada finisecular"
lismo. Los posibilistas terminarán por triunfar con la
restauración alfonsina, y se integrarán en las filas del
partido de Cánovas. Desde el punto de vista filosófico, de un lado estaban los tomistas, que habían
iniciado su modernización con Jaime Balmes (18181848), con cierta influencia del historicismo
filosófico de Herder, que es una referencia fundamenal en Menéndez Pelayo 12 . Por otro lado, estaba el
neoescolasticismo de línea más dura, con Fr. Ceferino González y Juan Manuel Ortí y Lara. Finalmente,
hay que considerar el tradicionalismo, de origen
francés, que subordina la razón a la fe, y que tiene a
la Iglesia por modelo de organización social y política, representado primero en Donoso Cortés
(1809-1853), luego en Francisco Navarro Villoslada
o Cándido Nocedal. Todo un neocatolicismo con el
que tendrán que batallar los krausistas y reformadores. Sin embargo, al margen de sus divergencias,
tanto el krausismo, como el historicismo o el neotomismo, supusieron la salida del estrangulamiento
intelectual de España13.
Por encima del credo metafísico del krausismo,
las intenciones de los reformadores (acusados de jacobinos, panteístas y descreídos) pasaban por la
modificación del modo de vida de los españoles, de
nuestra cultura e incluso de nuestro "modo de ser".
Se perseguía una nueva forma de vida, pura, ética y
moralmente intachable, cultivada, racional, austera y
sencilla. La tarea exigía una reforma de la universidad y de la educación, donde la Iglesia ejercía un
dominio excesivo. Para reformar España había que
reformar primero a los españoles: esto justificaba la
acción pedagógica del krausismo. En definitiva, había que iniciar una reforma radical en las "esencias
de la nación española". Junto a ello la politización
del krausismo defendía la libertad de pensamiento,
12 El santanderino estuvo también muy influido por Gumersindo
Laverde, quien pretendió convertirle en su brazo ejecutor. Sobre la
relación entre Menéndez Pelayo y Gumersindo Laverde, véase BUENO
SÁNCHEZ, Gustavo. "Gumersindo Laverde y la Historia de la Filosofía
Española". En El Basilisco, Segunda Epoca, n° 5, mayo-junio, 1990; pp.
48-86.
13 Esta idea se encuentra desarrollada en GIL CREMADESJ. J. Krausistas
y liberales. Madrid: Dossat, 1981; pp. 12-13.
de conciencia, de imprenta sin censura, de asociación y de trabajo. Por tanto, había que batallar tanto
en el terreno intelectual como en el político.
Así las cosas, y tras la denominada primera cuestión universitaria H , sobreviene la revolución del 68.
Un ario antes, en Septiembre de 1867, Chapí había
llegado a Madrid. Tres años más tarde lo haría Joaquín Costa, en 1870. Hijo de un barbero del pueblo
alicantino de Villena, un ardiente entusiasta de Mendizábal, miliciano en 1822 y amigo del orador
progresista Joaquín María López 15 , Ruperto Chapí
llegaba con su meta puesta en el Conservatorio de
Madrid. Como señala Chapí en sus Apuntes sobre mis
primeros veinticinco arios, en la casa familiar se leían
por las noches historias, novelas, viajes, y dramas. A
veces el padre se sentaba y refería episodios de sus
buenos tiempos "cuando era negro, azotaba los cristos,
bailaba en cueros y hacia otra porción de negradas que
les atribuía a los buenos sacerdotes desde el púlpito y sobre todo desde el confesionario"16.
Con tal bagaje el adolescente llega a la capital española. De sus apuntes, escritos en Milán, no se
desprende ninguna actividad política, que hubiera
sido de extrañar en un chico de su edad, teniendo en
cuenta las dificultades que tuvo para sobrevivir; ni
siquiera tiene una mención para la Gloriosa, extraño,
por otra parte, en el ya hombre de veinticinco arios
que escribía aquellas páginas. Sin embargo, aunque
ajeno entonces a los debates políticos o intelectuales,
1 4 La primera cuestión universitaria se origina cuando, en 1864, con
Narvaez en el poder y Alcalá Galiano en el Ministerio de Fomento, se
promulga una Real Orden (27-X-1864) en la que se aludía a las quejas
elevadas contra la difusión de doctrinas perniciosas desde las cátedras
universitarias, sucediéndose entonces una polémica agria que terminaría
con el expediente contra Castelar en marzo de 1865, seguida de la famosa
revuelta estudiantil de la Noche de San Daniel y, en última instancia, de
la destitución de los catedráticos krausistas recalcitrantes tras la Real
Orden del 31 de mayo de 1867; tiene lugar entonces el sacrificio de
Francisco Giner y el repliegue a posiciones privadas, como el Colegio
Internacional, de Salmerón, o el Colegio de San Isidro. Véase
AZC.ARATE, Pablo (ed.). La Cuestión Universitaria, 1875. Madrid: Tecnos,
1967.
15 Sobre la vida de este liberal, puede consultarse la obra del villenero y
conocedor de la obra de Chapi, PRATS ESQUEMBRE, Vicente. Joaquín
María López, un líder liberal para España. Su vida y su obra politica.
Alicante: Gráficas Díaz, 1991.
16 L. G. IBERNI (ed.). Ruperto Chapi. Memorias y escritos, ob. cit • p. 40.
171
Cuadernos de Música Iberoamericana. Volumen 1, 1996
su espíritu práctico, de pequeño burgués, se nos
muestra lozano cuando hace referencia a su amigo
Domingo Linazasoro, guipuzcoano que vivía en Madrid con su madre y tía, que tenían una casa de
préstamos: "Alguno se horrorizará al oír esta palabra,
pero si bien se piensa no hay por qué horrorizarse ni por
qué creer que todos los prestamistas han der ser crueles y
avaros. Es una manera de vivir como otra cualquiera y
no con poco trabajo, pérdidas y exposición" 17 . En cualquier caso, sus tendencias políticas eran
marcadamente liberales: "Debo advertir que, aunque
guipuzcoano, no era carlista, en cuyo caso es imposible
que nos hubiéramos entendido jamás". Prestamista puede ser, carlista jamás. En cuanto a la música,
disfrutaba de lo lindo con sus bajos, "llenos de licen-
cias contra puntísticas y las que podía encontrar más
picantes".
Por aquel entonces, Joaquín Costa, aún en Huesca, escribía en su Diario el 25 de diciembre de 1868:
"Definitivamente soy republicano federalista, de buena
fe, en el buen sentido de la palabra, sin intolerancia ni
fanatismos, y enemigo por lo tanto de fanáticos, intolerantes y egoístas. En mis oponiones federalistas me ando
con mucho cuidado, con mucha prudencia y con mucha
cautela en eso de libertades y de vivas" (D: 25-XII1868) 18 . Chapí, en 1876, confesaba su carácter
visceral, como el aragonés, y sus instintos revolucionarios: "Soy y he sido siempre muy amigo de la paz, la
tranquilidad, pero confieso que en el terreno pacífico de
las ideas mis instintos lo mismo en arte que en política
son revolucionarios. Así que desde mis primeros pasos me
era más simpático aquello que me parecía más nuevo y
hasta más extrario, lo mismo en melodía que en armonía
e instrumentación" 19 . Costa, como Chapí, procedía de
una pequeña población del medio rural español:
Monzón, en Huesca. Hijo de un albañil, lograría como el levantino viajar a París y conocer mundo.
Costa residió en París nueve meses, en 1867, Chapí
unos diez arios más tarde, y la importancia que tuvo
17 Ob. cit.. p. 57
18 Citado en CHEYNE, George J. G. Joaquín Costa, el gran desconocido.
Barcelona: Anel, 1972; p. 70.
19 IBERNI, Luis G. (ed.). Ruperto Chapi. Memorias y escritos. Ob. dt. p.
50.
172
en ambos fue esencial, pues les proporcionaría un
término de comparación del que antes no disponían.
Pero volvamos a los arios revolucionarios. Con el
decreto del 21 de octubre de 1868 se establecía la libertad de enseñanza. Al mismo tiempo, se producía
un clima de generosidad e idealismo, y son varios los
historiadores que han señalado la relevancia concedida a los aspectos ético-sociales, lo cual se observa en
los temas que se debatieron por entonces en las Cortes: el antiesclavismo, la pena de muerte, la reforma
penitenciaria, la información sobre el estado de las
clases trabajadoras y el movimiento para la promoción social de la mujer 20 . Se lleva a cabo también
una política de liberalización de la enseñanza, bajo la
inspiración ideológica del krausismo, siendo Ministro de Fomento Manuel Ruiz Zorrilla. En la
universidad se aboga por la libertad de la ciencia y se
inicia la reforma universitaria, de la mano del también krausista Fernando de Castro. En este clima,
hemos de suponer que se reafirmarían las tendencias
izquierdistas de Chapí. Ya con la república, será Giner de los Ríos el inspirador de las reformas de la
enseñanza, con Eduardo Chao en la carteta de Fomento, y Juan Uña como director general de
Instrucción Pública.
Los once meses de vida de la República española
son testigo de la presencia de destacados krausistas
en los órganos de poder, o personalidades afines al
humanismo krausista 21 . Entre ellos estaba Emilio
Castelar, el artífice de uno de los decretos más trascendentales en la vida de Chapí, también de Bretón y
de Zubiaurre: el 8 de agosto de 1873 se aprobaba el
decreto fundacional de la Academia Española en Roma, con la inclusión de dos plazas musicales de
pensionado por oposición y una más por méritos.
Esto se hizo posible gracias al cambio producido en
la Academia de BBAA de San Fernando, con la creación de una Sección de Música en mayo de aquel
mismo ario, siendo Castelar Ministro de Estado.
29 Véase LÓPEZ ARANGUREN, J. L. ob. cit., p. 128.
21 Esta colaboración de los krausistas y los republicanos esta muy bien
analizada en la obra de GIL CREMADES, J. J. Krausistas y liberales,
Madrid: Dossat, 1975; pp. 114 y ss.
Celsa Alonso. "Ruperto Chapi ante la encrucijada finisecular"
El demócrata Castelar, aunque hegeliano, era un
humanista muy influido por las doctrinas del krausismo, y pronto se convirtió en un ídolo para los
jóvenes heterodoxos, deseosos de convertir al krausismo en un arma política, alejándose de las posturas
más conciliadoras de Giner de los Ríos: no en vano
Castelar había sido uno de los asiduos de las clases
de Filosofía de Sanz del Río en la Universidad de Madrid. L. G. Iberni señala en su biografía sobre el
músico de Villena que, aparte del conservadurismo
musical de Castelar, hubo de jugar un importante
papel la mediación de Arrieta. Quizá fue una pena
no haber elegido París, entonces la meca de la mayoría de los músicos o pintores europeos. Sin embargo,
de haber mediado Giner de los Ríos, a buen seguro
habría sido Leipzig o tal vez Viena (nunca París) la
ciudad elegida, pues conocida es su galofobia así como su admiración por la buena música vienesa y
alemana: Mozart, Beethoven, Mendelssohn, Schumann y los clásicos, gustos similares a los del joven
Chapí, quien también tuvo en mente la ciudad de
Leipzig. En cualquier caso, la salida a Europa fue
fundamental para nuestros músicos.
Sería necesario hacer un pequeño comentario
respecto a la importancia que el krausismo gineriano
concedía a la música y que, sin duda, influyó en Castelar, si bien este último se decantaba más por la
ópera italiana, con unos juicios sorprendentemente
conservadores en un hombre como él (no hay más
que leer su Semblanza contemporánea dedicada a Rossini, publicada en 1872). Giner, por su parte, fue un
gran admirador de la Sociedad de Conciertos y la Sociedad de Cuartetos, también de los coros de Clavé y,
en particular, de las obras camerísticas de los clásicos
Haydn, Mozart y Beethoven. Federico Soperia en un
artículo publicado recientemente a título póstumo,
titulado "La Institución de Libre Enseñanza y la Música", señala que Sanz del Río fue bastante insensible
a la música, o al menos no aludió a ella en sus escritos, algo grave, por cuanto Krause la había tenido
muy en cuenta 22 . Sin embargo, el armonioso krausismo español cobra importancia en nuestra historia
musical, gracias a la labor de Giner de los Ríos, gran
amigo de Mariano Vázquez y José Castro y Serrano,
el autor de Los Cuartetos del Conservatorio (1886) y
promotor de las teorías wagnerianas desde La Ilustración Española y Americana.
Aparte del importante papel de la estética, las artes y la música en la Institución Libre de Enseñanza,
sobre todo a través de las conferencias y veladas literario-musicales, controladas personalmente por
Giner y en las que colaboraron músicos de la talla de
Inzenga23 , el malagueño tradujo el Compendio de Estética de Krause, publicado en la Revista de Filosofía,
Literatura y Ciencias de Sevilla en 1874. Por entonces, Menéndez Pelayo estaba ultimando su obra
Historia de las ideas estéticas en Esparta que se publicaría el mismo ario en que aparece la segunda edición
del Compendio de Krause, es decir, 1883. Por cierto
que Menéndez Pelayo señalaba en aquella obra (reeditada de nuevo en 1889) las analogías entre la
estética wagneriana y el padre jesuita Arteaga, punto
tan importante en el pensamiento de Pedrell. En la
segunda edición del Compendio, Giner añadió una
traducción de la Teoría de la música también de Krause. Giner profundizó en la concepción idealista de
Krause, en sus ensayos recogidos en sus Estudios de
literatura y arte (1874)24.
El arte como "fin fundamental de la vida", como
"norma de conducta", la visión esteticista de la vida,
o el concepto de hombre armónico son elementos
esenciales en la filosofía de Giner. Era natural que un
hombre así se sintiese cautivado por la perfección de
los cuartetos del clasicismo vienés. Pero más allá de
ello, el arte cobra, en la visión krausista de la historia, un papel esencial en la definición del concepto
de "historia interna", una suerte de "mundo interior
22 SOPENA, F. "La Institución de Libre Enseñanza y la Música". En
Música, Revista del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, 1994;
pp. 125-146.
23 Además del mencionado articulo de Sopeña, son interesantes las
aportaciones en JIMESEZ-LANDI, A. La institución de Libre Enseñanza y
su ambiente. II. Periodo parauniversitario (I). Madrid: Taurus, 1987. Sin
embargo, aún falta por hacer un estudio pormenorizado a partir del
órgano de expresión de la Institución, el Boletín de la Institución Libre de
Enseñanza, especialmente en sus primeros años, los de más actividad en
relación a las veladas y conciertos con talante educativo.
24 Singularmente en El arte y las artes (1871) y Poesía erudita y poesía
vulgar (1863).
173
Cuadernos de Música Iberoamericana. Volumen l, 1996
del pueblo hispánico", antecedente claro de lo que
posteriormente Unamuno bautizaría como la "intrahistoria" 25 . En la nueva filosofía krausista de la
Historia, una actitud nueva ante el pasado, el eje fundamental de su pensamiento estriba en no prestar
atención a los hechos externos y las grandes hazañas
del pasado, sino a la evolución interna e íntima y al
estudio de aquellos factores que la expresaban, que
no son sino la literatura y el arte, donde queda plasmada la conciencia colectiva, el "espíritu del pueblo"
(el Volkgeist), o sea el sujeto histórico. Así, los krausistas propusieron una historiografía que teorizase y
juzgase la entonces ya decadencia hispánica, basándose en una explicación metafísica de los hechos
históricos, con influencias evidentes del idealismo
alemán.
De esta forma, para Giner de los Ríos son las creaciones literarias y artísticas las que proporcionan al
historiador los valores humanos de un pueblo, los
elementos que constituyen su carácter especial, idea
de la que le serán deudores los hombres del 98. Al
contemplar el arte de la España de su tiempo señalaba: "El arte presente es el arte de la vulgaridad. El
drama desciende a una conversación discreta; la ópera, a
un espectáculo de física recreativa; la lírica, al álbum de
las damas; la pintura, al figurín y al almacén de antigüedades: todo ello, en suma, a fütil pasatiempo, a mero
adorno secundario de otras más imperiosas necesidades"
("El arte y las artes", Estudios de literatura y arte). Es
importante tener en cuenta que para Giner el cometido esencial de toda creación artística era la
integración de la realidad en una dimensión ideal,
que la "purificara" mostrando su esencia. Resulta obvia la influencia del pensamiento gineriano en el
ideario de Felipe Pedrell, junto a la de Menéndez Pelayo, otra interesante amalgama de tradición y
progreso.
En lo que a Chapí respecta, me han parecido sugestivas unas líneas de sus apuntes, en un pasaje
referido al momento en que entra en contacto con
25 Sobre esta analogia llama la atención M Dolores Gómez Molleda en
GÓMEZ MOLLEDA, M' Dolores. Los reformadores de la España
«mtemporemea, Madrid: CSIC, 1966; p. 101 y ss.
174
Arrieta en el Conservatorio, en el curso académico
1870-71:
"Allí debía dejar mi deseo soberbio de ganar
alturas y pasar por encima de nadie para aprender que el arte se reproduce, progresa y llega a su
apogeo dentro de los límites de una época determinada, según los elementos que esa misma
época le preste, con sus creencias, su filosofía y
sus costumbres consideradas en la relación que
éstas tengan con el arte de que se trata. Cuando
mi arte ha llegado a sacar partido de todos los
elementos de que puede disponer en su época,
inútil es pensar en ir más allá, puesto que sin
otras tendencias filosóficas, sin otras creencias,
sin otros nuevos elementos, en fin, sin la aparición de una nueva época que le preste nueva
vida, tiene que cumplir en lo que tiene de material con la ley natural y muere para volver a
reproducirse en época propicia y continuar con
ella la marcha de progreso, de apogeo, de decadencia y de muerte. No muere lo que no está
sujeto a la ley de la vida material, que es el espíritu, y en la vida eterna del espíritu está el
progreso indefinido del arte. (...)"2b
Un texto casi premonitorio de su fracaso, por
ejemplo, en el terreno de la ópera. En cualquier caso,
la idea del arte como progreso indefinido, y la deuda
inevitable del arte y el artista para con su tiempo y
creencias, dejando a un lado las aspiraciones revolucionarias en favor de un conformismo casi
idealizado, me parece interesante, y denota la profesión de cierto idealismo de juventud que, en el
músico de Villena, como en tantos otros intelectuales
de su generación, dará paso a otras posturas más beligerantes andando el tiempo. En otro orden de
cosas, aún de un modo ideal Chapí se mostraba preocupado por levantar el edificio del arte nacional, si
bien sin olvidar la individualidad del artista: del mismo modo, los krausistas consideraban que en
26 IBERNI, L. G. (ed) Ruperto Chapí. Meniorias y Escritos. Ob , cit.; p. 91.
Celsa Alonso. "Ruperto Chapi ante la encrucijada finisecular"
España había una situación de decadencia histórica,
aunque estaban convencidos de la existencia de un
"genio nacional" español. Así, poco más adelante
afirmaba el músico alicantino: "Ya no soy completa-
mente un ignorante. Ya no me preocupa la idea de
adquirir los conocimientos materiales para llevar a cabo
mis pensamientos. Las ideas de la gloria siempre halaga-
dora, han venido perdiendo lo que tenían de vanas para
fundirse en la idea más grande de añadir una piedra
más, por pequeña que sea, al edificio del arte nacional
que ya existe y que debemos sostener con todas nuestras
fuerzas, para gloria de nuestra pobre patria. (...)"27 .
Su aspiración como artista era hablar en un lenguaje sincero, franco y sublime sin renunciar a su
individualidad, desechando lo pretencioso y rebuscado. Este Chapí idealista de veinticinco arios no
desdeña de la alegría, la gracia, el lenguaje chispeante o ligero, advirtiendo que "la gracia ideal cuesta un
doble esfuerzo a la generalidad". La gracia ideal era entonces el objetivo, tras una labor "purificadora" y una
entrega total "en cuerpo y alma a mi arte y proseguir
así la obra comenzada". Recordemos que para los
krausistas la función esencial del arte era la integración de la realidad en una dimensión ideal, que
corrigiera las imperfecciones de lo real-sensible; y
así, la misión del arte era coadyuvar en la idea de la
historia como progreso. Creo que hay aquí argumentos suficientes para una seria meditación sobre
ciertos ideales nuevos que, en 1876, bullían en la
mente del compositor alicantino, aunque desde Italia, y que están en perfecta sintonía con los nuevos
valores de una generación de intelectuales que se estaba preparando para, en un momento posterior,
saltar a la acción.
Los últimos momentos del sexenio habían sido
tiempos de jugosas polémicas acerca del gigante
Wagner, testigo del fenómeno de los bufos de Arderius, momentos críticos para la zarzuela grande (con
excepciones memorables como El barberillo del Lavapies de Barbieri de 1874), y arios importantes e el
farragoso asunto de la ópera nacional (tratlágelft
tución del Centro Artístico y Literario de 1870 y el
intento de potenciar la ópera española en el Teatro
de la Alhambra, lo que supuso el lanzamiento de Valentín Zubiaurre). En el último ario republicano,
1874, Pedrell ultimaba la segunda versión de su primera ópera El último abencerraje, era un ferviente
wagnerista que escribía en La España Musical, se creaba en Barcelona la Sociedad Wagner presidida por
José Pujol, y Barbieri y Peña y Gorii iniciaban una terrible polémica sobre la música de Wagner en el
diario El Imparcia1 28 . Mientras tanto, Bretón se afanaba en escribir su primera ópera, Guzmán el Bueno, y
se estrenaban Fernando el Emplazado de Zubiaurre y
Las naves de Cortés de Chapí en el Teatro Real de Madrid. Dos arios más tarde, en 1876, había un nuevo
estreno español en el Real, todo un acontecimiento,
La hija de Jefte de Chapí, que ya disfrutaba de su pensionado en Roma desde junio de 1875.
Aparentemente, Chapí estaba al margen de la discusión teórica, natural en un joven que se afanaba en el
trabajo y en sobrevivir.
La ausencia del país privó a Chapí, instalado en
París en 1878, de meditar sobre asuntos de primera
importancia que acontecían en España. Tras la Restauración de la monarquía, en 1875 se hizo cargo de
la cartera de Fomento el conservador Manuel Orovio, a raíz de lo cual se produjo la segunda cuestión
universitaria, y las destituciones de catedráticos heterodoxos, que defendían la libertad de cátedra como
principio jurídico. Giner, Salmerón y Azcárate fueron
expulsados de la Universidad y, por solidaridad, Joaquín Costa abandonó su puesto de profesor en la
Universidad de Madrid. Tras esta destitución, en
1876 se creaba un establecimiento de enseñanza libre, segundo repliegue de los krausistas a la
enseñanza privada. Así nacía la Institución Libre de
Enseñanza, la abanderada de la regeneración intelectual, de orientación europeísta, consagrada al cultivo
y propagación de la ciencia. La Institución se declaraba ajena a cualquier comunión religiosa, escuela
filosófica o partido político, y proclamaba únicamen-
ez,1
27 Ob. co., p. 99.
28 Véase CASARES, E. Francisco Asenjo Barbiert. I. El hombre y el creador.
II. Escritos. Madrid: ICCMU, 1994.
175
Cuadernos de Música Iberoamericana. Volumen 1, 1996
te el principio de la libertad e inviolabilidad de la
Ciencia y de la libertad de conciencia29 . A través de
la Institución los ideales del krausismo se convienen
en una referencia fundamental en la formación de
varias generaciones de intelectuales, la generación
del 98 y también la generación de la república (y ésta
última en modo alguno fue antimusical).
Mientras todo esto ocurría, tiene lugar una revitalización de la famosa polémica de la ciencia española,
a raíz de la penetración del positivismo en España. Si
en el terreno musical el mar estaba revuelto, la zarzuela grande atravesaba una importante crisis y
había muchas sugerencias para poner en orden el estado de la vida musical española, el desconcierto no
era menor en el terreno de las ideas. Durante el sexenio 1868-1874 se había operado una sutil
transformación en el clima intelectual de España. La
filosofía racionalista y la afición a la ciencia deductiva
(Wissenschaft) iban perdiendo terreno ante el positivismo y la ciencia experimental e inductiva.
Empezaron a penetrar en el país el materialismo (que
se expresaba a través de la revista Anales de Ciencias
Médicas, y de la obra de Pedro Mata, catedrático de
Medicina Legal y Toxicología), el neokantismo (a través de Luis Simarro y el cubano José del Perojo,
fundador de la Revista Contemporánea, órgano de expresión de las nuevas corrientes), y el positivismo.
Téngase en cuenta que en 1875 se traducía y publicaba en España la obra del positivista
norteamericano Draper, Conflictos de la religión y de la
ciencia, y la importante obra de Martín de Olías, In29 El 24 de mayo de 1876 se publicaba en El Imparcial un artículo
titulado "Universidad Libre", donde se afirmaba que los profesores
depuestos de su cargo resolvían crear un establecimiento de enseñanza
libre: Gumersindo de Azcárate, Giner de los Ríos, Nicolás Salmerón,
Laureano Figuerola, Eugenio Montero Ríos, Segismundo Moret, Augusto
G. de Linares, Laurean° Calderón, Jacinto Mesía y Juan Antonio García
Labiano. Las bases se aprobaron el 10 de Marzo de 1876. El Boletín de
la 1LE del 2 de octubre de 1877 publica los Estatutos de la Institución,
aprobados en Junta General de accionistas el 30 de mayo, y autorizados
por la Real orden del 16 de agosto de 1876. Como programa de acción,
la Institución adoptó el rigor cientiífico de la universidad alemana, los
métodos de la francesa y el ambiente educador británico. Para mayor
información véase JIMÉNEZ LANDI, A. La institución de Libre Enseñanza
y su ambiente. II. Periodo parauniversitano (I). Madrid: Taurus, 1987, pp.
157 y ss.
176
fluencia de la religión católica en la España contemporánea, que llevaba al gran público la idea de la
decadencia de España por causas religiosas: obra,
por cierto, prologada por Emilio Castelar. Al tiempo,
se difundían las teorías de Charles Darwin. La teoría
darwiniana y el evolucionismo en general tuvieron
mayor crédito entre las personas de tendencias liberales, demócratas y aún socialistas, que entre las
conservadoras30.
Tenía lugar, en definitiva, una suerte de revisión
autocrítica del idealismo, desde varios frentes, en favor de una nueva mentalidad positiva, que afirmaba
la superioridad de las ciencias experimentales en tanto que modelo de conocimiento y que, por
consiguiente, preconizaba una nueva concepción de
la sociedad como objeto de estudio y experimentación, origen de la ciencia de la sociología. Se
abandonaba la explicación metafísica de la historia
de un pueblo, basada en el estudio de sus manifestaciones artísticas, en favor de una sociología que
explicase científicamente los hechos históricos: de tal
suerte que a la filosofía krausista de la historia le sucedía la sociológico-positiva de los historiadores
discípulos de Giner. Pero es importante tener en
cuenta que el objetivo de éstos últimos era indagar
en los males de la patria, tras haber realizado un análisis científico de las causas que lo producían: ahí
está la esencia del regeneracionismo finisecular ni
más ni menos. Esta evolución, por ejemplo, se puede
seguir en la persona de Joaquín Costa, tan afín política y socialmente a Chapí.
Entre los krausistas comenzaría la disidencia. Todo ello arroja un número importante de heterodoxos
que carecían de cohesión y unidad. La chispa que
encendió la famosa polémica fue un ataque furibundo contra el krausismo, a cargo del asturiano Ramón
de Campoamor: un artículo publicado en la Revista
Europea (2-V-1875), llamando a los krausistas "caballeros de la lenteja"; y, precisamente, en un prólogo
30 El 25 de noviembre de 1859 Charles Darwin publicaba On the origin
of Species by means of natural selection, or the preservation of
favoured races
in the struggle for lije y en 1871 la obra The descent of man and selection in
relation to sex.
Celsa Alonso. "Ruperto Chapí ante la encrucijada finisecular"
escrito para un tomo de poesías, Dudas y Tristezas, de
Manuel de la Revilla (quien, por cierto, fundaría,
junto a uno de los más destacados panegiristas de
Chapí, Antonio Peña y Gorii, una revista titulada La
critica). El ataque tenía lugar tan sólo un mes después de ser desterrado Francisco Giner a Cádiz, a
raíz de la segunda cuestión universitaria31.
No podemos demoramos en pormenorizar los
detalles de esta polémica, que está perfectamente
ilustrada en la obra de Marcelino Menéndez Pelayo
La ciencia espariola, 32 pero sí afirmar que, lo que empezó siendo un "tira y afloja" entre Campoamor y
Manuel de la Revilla, terminaría siendo un gran debate, en el que se dio a conocer el genial erudito
santanderino, fuertemente pertrechado en el bando
de los tradicionalistas. Pronto quedó claro que aquélla era una polémica no sólo de índole intelectual
sino también, y fundamentalmente, político-religiosa, que reviste un interés extraordinario para
comprender el reformismo finisecular; pues es a raíz
de esta famosa polémica de la ciencia española cuando
se puede fechar el inicio de la denominada "preocupación por España". El problema era el de la
razón-fe, progreso-decadencia, ciencia-religión, la secularización de la vida pública (a la que se oponían
los neocatólicos), y el control de la enseñanza por
parte de la Iglesia (lo que vetaban los institucionistas): este debate jalona los años que van desde 1875
a 1900.
En este contexto los reformadores exigían la libertad de conciencia o libertad religiosa como
medida de emergencia para lo que entonces —utili-
31 Posteriormente entraría en liza el literato Núñez de Arce, al pronunciar
un discurso con motivo de su ingreso en la Academia de la Lengua
Española titulado "Causa de la precipitada decadencia y total ruina de la
literatura nacional bajo los últimos reinados de la casa de Austria" (21-V1876), a raíz del cual publicó una reseña crítica Manuel de la Revilla en
la Revista Contemporánea (30-V-1876); esta reseña sería contestada por
Menéndez Pelayo en un artículo titulado "Mr. Masson redivivo" (Revista
Europea, 30-V11-1876).
32 MENÉNDEZ PELAYO, M. La ciencia española, Madrid: C.S.1.C, 1953,
Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo dirigida
por Rafael de Balbín Lucas. La argumentación de M. Pelayo se resumía en
dos puntos: la defensa del dogma católico contra los que pensaban que
la ciencia era incompatible con la fe, y la existencia de una filosofía
española.
zando un término acuñado de la vulgarización del
lenguaje positivista de las ciencias naturales— se empezaba a denominar la regeneración patria. En
definitiva, lo que se planteaba era la necesidad de España de abrirse al exterior: la esencia de la tesis
europeísta y universalizadora de los krausistas. Pero
Giner, que era un hombre de futuro, comprendió
pronto que el krausismo debía ceder ante una especie de ethos positivista que impregna los arios de la
Restauración, los de la madurez de Chapí 33 . Un
krausopositivismo que queda reflejado a la perfección en el personaje de Leon Roch, en la obra de
Galdós La familia de Leon Roch (1878), un ethos positivista que se aprecia en todos los órdenes de la
cultura: por ejemplo, en el viraje que da el nacionalismo catalán, entre la postura de Pi y Margall y la de
Valentí Almirall, el primero influido por el idealismo
alemán, el segundo por el positivismo anglosajón
(Jefferson, Hamilton, Spencer) 34 ; en el orden estético, el afianzamiento del naturalismo o el realismo
literario (Pérez Galdós, López de Ayala o Clarín), con
el tiempo el drama rural de Felíu y Codina, el teatro
social de Joaquín Dicenta, el paso del verso a la prosa
33 Sobre este particular es interesante el análisis que hace J. L. Aranguren
en la obra citada. Según Aranguren, aunque Giner jamás fue un
positivista, comprendió que era necesario dar a la juventud española una
formación científica y técnica que respondiese a las exigencias de la
sociedad moderna, sin olvidar una educación moral, y una sensibilidad
estética esenciales. El mejor ejemplo de este viraje del krausismo se
expresó en la Institución Libre de Enseñanza. Véase también NUNEZ,
Diego. La mentalidad positiva en España. Universidad Autónoma de
Madrid, 1987; y GIL CREMADES, J. J. El reformismo español. Krausismo,
escuela histórica, neotomismo. Barcelona: Ariel, 1969. Para Núñez, el
krausopositivismo fue esencial para el afianzamiento del positivismo en
España, a través de una fórmula armonizadora entre especulación y
experiencia.
34 Véase ROVIERA Y VIRGILI, Antoni. Els corrents ideológics de la
Renaixença catalana. Barcelona: Barcino, 1966. En cualquier caso, Gil
Cremades señala que el fundamento ideológico del nacionalismo catalán
descansa también sobre el historicismo jurídico de Savigny, un elemento
común con los krausistas. El concepto de "espiritu popular" explicaba la
sustantividad del cuerpo social. Así, en Cataluña, la doctrina de Savigny,
unida al espíritu de la Renaixença, se convierte en el instrumento que
avala el derecho propio, frente a la tendencia centralizadora de Madrid.
Para los catalanes era preciso superar el centripetismo político y el
castellanismo de la historia española mediante un centrifuguismo de
órbita europea. Véase GIL CREMADES, J. J. El reformismo español.
Krausismo, escuela histórica, neotomismo. Barcelona: Ariel, 1969; pp. 123 y ss.
177
Cuadernos de Música Iberoamericana. Volumen 1, 1996
en el teatro y, en la última década del siglo, la influencia del verismo en el teatro musical español, en
algunas zarzuelas y óperas de Chapí, Bretón y Granados entre otros.
En el terreno de las ideas empezará a cobrar
fuerza el pensamiento positivo en la línea de Adolfo
Posada y Joaquín Costa, con una exigencia de proyección práctica en el terreno social, teniendo en
cuenta, además, la agudización del problema obrero,
la "cuestión social", que tan graciosamente aparecerá
reflejada en algunos sainetes líricos de Chapí, como
Los trabajadores con libreto de José Jackson Veyan
(1891), una exaltación de las clases trabajadoras, o
La revoltosa; piénsese también en El rey que rabió de
Chapí, ese monarca deseoso de estudiar por sí mismo las necesidades de su país, un asunto que, a
pesar de la época en la que se desarrolla la acción y
los elementos cómicos, era de plena actualidad en los
arios noventa.
No es difícil indagar en la naturaleza del pensamiento chapiniano, cuyo espíritu pragmático le hará
virar hacia posicionamientos más proclives a ese ethos positivista finisecular que, naturalmente, debe
algo al krausismo. En el terreno musical, Chapí, admirador de Galdós (no en vano en su juventud quiso
poner música a Gloria y barajó con el escritor, en su
madurez, la posibilidad de convertir el Episodio La
Batalla de los Arapiles en zarzuela, hacia 1894), apostó claramente por una línea innovadora y práctica
que se respira ya en el talante europeísta de Roger de
Flor (1878), acusada de wagnerista; un progresismo
que se aprecia también en su importantísima polémica con Barbieri en El Imparcial, y que ya no tendría
marcha atrás35.
Mientras el positivismo se abría paso en España,
Bretón abrazaba con ilusión el proyecto de la Unión
Artístico-Musical, en 1878, como presidente y director de la orquesta, cargo del que será relevado por
Chapí, al incorporarse al pensionado en Roma en
35 Véase 1BERNI, L. O. Ruperto Chapi. Memorias y escritos. Ob. cit., donde
se recoge la contestación de Chapi a los ataques de Barbieri a su obra
Roger de Flor, de 1878, "Contestación del joven compositor", El Imparcial,
22-11-1878.
178
1880. Ambos infundirían un soplo de aire fresco en
las programaciones. Por aquel entonces, fortalecido
en cierta medida tras el baluarte de la Institución Libre de Enseñanza, Giner se concentraba en
problemas de índole práctico, relacionados con la
enseñanza, también la musical. Así, en sintonía con
los nuevos tiempos, abandonando temporalmente la
reflexión teórica, publicaba en El Pueblo Español
(23/X/1878) una carta dirigida a Arrieta, bajo el título "Sobre la Institución y el Conservatorio".
Comparaba Giner las virtudes de la primera con los
vicios del segundo, al glosar el discurso de apertura
de cátedras pronunciado por Arrieta, director del
conservatorio y valedor de Chapí. Giner reprochaba
al autor de Marina que no hubiese provisto una cátedra de estética y literatura musical, máxime cuando
había sido aprobada por el ya caído gobierno republicano siendo Arrieta presidente de la Escuela
Nacional de Música 36 . Proseguía Giner aludiendo a
lo funesto de la general incultura de los músicos, con
escasas excepciones y continuaba:
"Acaso el Sr. Arrieta, desestimando el valor
de esta clase de estudios, ¿podría creer que nada
hay tan natural como el que un músico desconozca teórica y prácticamente la historia de su
arte, la serie de sus grandes obras, el carácter y
estilo de las diversas épocas, todo aquello que,
por ejemplo, con tanta modestia y tan general
aplauso, ha enseriado el Sr. Rodríguez, una de
nuestras primeras ilustraciones, en la Institución
Libre de Enseñanza? (...) ¿Valdrá más el artista
mientras más ignorante, rudo, iletrado y desnudo de ideas (...)?"
Finalizaba la misiva diciendo que en los alumnos
del Conservatorio sólo cabía admirar, con frecuencia,
su habilidad mecánica, y su ejecución insulsa; que
36 Esta carta está transcrita literalmente en el articulo de Sopeña antes
citado. No obstante el musicólogo no señala la fuente, cuya noticia si
recoge A. Jiménez Landi. Puede consultarse también GINER DE LOS
RÍOS, F. Obras completas, vol. XV, Estudios sobre artes industriales y cartas
literarias. Madrid: Espasa-Calpe, 1926; pp. 217- 227.
Celta Alonso. "Ruperto Chapt ante la encrucijada finisecular"
no sabían leer a primera vista y que aún no se contaba con clases de conjunto instrumental cuya
demanda se reiteraba una y otra vez:
"¡Es fácil de esta suerte poseer buenos cuartetos, buenas orquestas, buenos directores?
Suponiendo que los aplausos del Sr. Arrieta en
este particular sean por extremo justos y óptimo
cuanto poseemos en Madrid ¡tenemos tantos lugares públicos o privados, en que oír música di
camera? (...) no se quiere educar sino cantantes
dramáticos, error gravísimo que, desdeñando la
música vocal de salón, influye de una manera
deplorable en el gusto y cultura de nuestro pueblo(...)"
No hay duda de que las reivindicaciones de Pe-
drell, Barbieri, Eustoquio de Uriarte, Villalba y tantos
otros paladines de nuestro nacionalismo musical estaban sólidamente avaladas por el krausismo
gineriano. Soperia señala que Arrieta, como miembro
del Consejo de Instrucción Pública, había apoyado
con su voto las medidas represoras del ministro Orovio, y opina que en la crítica de Giner se respiraba
cierto resentimiento. Sin embargo, un ario más tarde,
en El Pueblo Español Giner publicaba un nuevo artículo titulado "Sobre el teatro" (17-111-1879) donde
repasaba el estado de decadencia de la escena española y la mala preparación de los actores, de lo cual
volvía a culpar al conservatorio, ya no personalmente
a Arrieta. Giner se quejaba de la falta de buena instrucción, afirmando que no sólo había de estimarse
la belleza de una obra, sino su carácter, o sea, la cualidad que la convertía en expresión fiel y orgánica de
su tiempo. También llamaba la atención sobre la escasez de obras contemporáneas españolas, señalando
que si no las había nacionales habría que traducirlas,
en una postura, por cierto, no demasiado alejada de
la que siempre mantendría Bretón con respecto a la
ópera nacional.
¡Qué pensaría Chapí de estas opiniones y de las
críticas a su maestro? No podemos saberlo, si bien es
posible que en muchas cosas estuviese de acuerdo,
teniendo en cuenta su recelo posterior ante el Con-
servatorio madrileño, y ante las instituciones en general. Sea como fuere, un ario más tarde, en 1880,
Chapí se instalaba de nuevo en Madrid, a su regreso
de Italia y París, mientras Bretón obtenía el pensionado en Roma, y Pedrell, refugiado en Cataluña tras su
estancia en Europa, escribía lieder intimistas de inspiración francesa y proyectaba un oratorio. 1880 fue
un ario importante: Pedro Antonio de Alarcón publicaba una de sus mejores novelas, E/ niño de la bola
(tan importante para la gestación de Curro Vargas) y
aparecía el primer volúmen de la Historia de los heterodoxos españoles, de Menéndez Pelayo, cuyo plan
había publicado en la Revista Europea en 1876. Pedrell escribió dos poemas sinfónicos a gran orquesta
(Excelsior e I trionfi). Mientras tanto, Joaquín Costa
era un activo institucionista, director del Boletín de
la Institución (lo haría hasta 1883). El aragonés había llegado a la capital diez arios antes, en 1870, y,
atraído por el espíritu reformista que entonces reinaba en la Universidad de Madrid, había engrosado las
filas del krausismo.
Mientras Costa desarrollaba una política activa
en la Institución, Chapí se afianzaba en la Unión Artístico Musical. Chapí y Pedrell se comprometían en
el nuevo proyecto de ArderMs en el Teatro de Apolo,
para apoyar a la ópera nacional, en 1881, origen de
La Serenata y de Tasso, y de la magna obra de Peña y
Gorii La ópera española y la música dramática en España en el siglo XIX. Bretón estaba en Europa, y ese
mismo ario, 1881, comienza a escribir sus diarios.
Aquel 1881 fue para Pedrell un ario de derrotas y fracasos: tal vez por ello barruntó dos proyectos
musicológicos que llevaría a cabo en 1882, el Salterio
Sacro Hispano y la revista Notas musicales y literarias.
En el caso de Chapí no hay escritos significativos
aún, pero sí hay una actitud y un talante renovador y
reformista: nada mejor que traer a colación la importancia de La Tempestad de 1882, en la renovación
europeísta y el giro melodramático de la zarzuela
grande y, más adelante, La Bruja.
Mientras tanto, con la subida de Sagasta al poder
en 1881 (ario en que la polémica de la ciencia española
ya se eclipsa por otras que surgen en tomo al naturalismo, la novela rusa o el feminismo) la izquierda
179
Cuadernos de Música Iberoamericana. Volumen 1, 1996
ideológica volvía al poder y se reponían en sus cátedras a los profesores sancionados, no así a Costa.
Pero aunque repuestos muchos de ellos, el krausismo era ya una filosofía inviable o caduca, ante el
empuje terrible del positivismo, el neokantismo o el
evolucionismo spenceriano, lo que suponía una cada
vez mayor simpatía por el naturalismo, el cientifismo
o la antropología, que conducían al planteamiento de
la filosofía como disciplina científica. Ello dejaba de
lado a cualquier idealismo: tampoco la filosofía era o
debía ser una norma de conducta; las cosas "en-sí",
las anacrónicas "esencias" o "sustancias", el "espíritu
del pueblo" como sujeto histórico no tenían ya sentido.
De este modo, a diez arios vista del opúsculo Por
nuestra música (1891), el fundamento ideológico del
mismo estaba ya caduco para muchos reformistas: el
manifiesto acaso llegaba demasiado tarde. Tal vez entonces el nacionalismo místico pedrelliano, con toda
la carga romántica que soportaba, se encontraba en
una posición similar a la del krausismo: no era algo
reaccionario, pues preconizaba la necesidad de europeización, el estudio de la música del pasado, la
regeneración de los músicos españoles, etc., pero
probablemente sí era inactual para aquella última década del siglo, pues convertía al canto popular
campesino en una especie de mística renovadora un
tanto dogmática, apoyada, paradójicamente, en el
progreso del cientifismo positivista de la naciente etnomusicología que, por esas ironías de la historia,
acabaría revelando que muchos de aquellos cantos
campesinos procedían, en suma, de la popularización de melodías y tonadas urbanas. Seguramente
esto podría ser una buena materia de discusión musicológica.
En cualquier caso, mientras Pedrell permaneció
ligado a una metafísica idealista, el posicionamiento
de Chapí obedece al de un hombre que, en una época de mentalidad positiva, pensaba que era preferible
hacer un ejercicio de realismo y dejarse de manifestaciones retóricas, sin menoscabo de su patriotismo o
ansias regeneradoras. Chapí, un hombre de acción,
pretendía ir en la corriente de los tiempos hacia una
postura de probado pragmatismo. De ahí su altema-
180
tiva en el famoso debate sobre la ópera española de
1885, en la Sociedad Artístico Musical de Socorros
Mutuos. La postura de Chapí, contraria a Bretón, era
la renovación en el seno de la zarzuela grande, un
proyecto de futuro donde fundir tradición y progreso: ahí está La Bruja. Bretón rompía una lanza en
favor de El príncipe de Viana de Fernández Grajal (estrenada en el Real aquel ario), apostaba por el
melodrama y el drama histórico, tras su estancia en
Europa: ahí está Los amantes de Teruel estrenada en el
Real con gran éxito en 1889, tan admirada por Albéniz, tan criticada por el wagnerista y valedor de la
zarzuela Peña y Goili o por Hanslick. Pedrell no asistió a las reuniones, ya que atravesaba entonces un
período de sequía creativa que se dilataría cuatro
arios hasta 1888.
El viraje de realismo chapiniano, la renuncia momentánea a la ópera, es similar al que protagonizará
Joaquín Costa en su apartamiento temporal de la acción política, o a los cambios sufridos en el teatro, en
sintonía con lo que ocurría en el país. Pues si los institucionistas creían que para reformar la sociedad
española había que rehacer a España "desde abajo",
desde la educación, otro sector creciente de la intelectualidad española, ante el agravamiento de la
crisis del país en la última década del siglo, ante el
inmovilismo del régimen de la restauración, va a
adoptar otra actitud: la denominada reacción regeneracionista, en razón de su distanciamiento de la
posición de escepticismo de los miembros de la generación del 98, que tampoco hay que confundir
con la reacción casticista que adoptó otro sector más
conservador, si bien, naturalmente, hay confluencia
de ideas entre estos posicionamientos. En el primer
caso, se trata de ideólogos pertenecientes a la pequeña burguesía provinciana, que aún seguía excluida
del poder, y que opinaban que no bastaba con luchar
sólo en el terreno de las ideas: hombres como Joaquín Costa, Macías Picavea (El problema nacional:
hechos, causas, remedios, 1899), o el ingeniero de minas Lucas Mallada (Los males de la patria y la futura
revolución española,
1890)37.
37 Vease la obra de MAUR10E, Jacques / SERRANO, Carlos." Costa: crisis
de la Restauración y populismo (1875-1911). Barcelona: Siglo XXI, 1977.
Celsa Alonso. "Ruperto Chapi ante la encrucijada finisecular"
Aquella postura abiertamente regeneracionista
fue encabezada por Costa, quien, al tiempo que seguía fiel a la idea krausista de hacer hombres nuevos,
iniciaba, a partir de 1876, una etapa reformadora
que se dilata hasta 1895-96: veinte arios en los que
elabora gran parte de sus doctrinas, manteniéndose
al margen del debate político propiamente dicho,
examinando los problemas del país, proponiendo
una audaz política colonial e hidráulica, una interesante filosofía del derecho, desarrollando su
concepción de "unidad ibérica", y promoviendo una
necesidad de europeización sin renunciar a lo castizo,
a las tradiciones nacionales, a la soberanía popular,
etc. Como los intelectuales del 98, el aragonés profundizó en el alma española, en la psicología
nacional, en la personalidad histórica de España, o
en la noción de pueblo. En aquellos últimos veinte
arios del siglo, Chapí (como Bretón y Pedrell) llega a
la plena madurez y se afana, a su manera, en indagar
en la esencia de la españolidad en música, sin olvidar
a Europa.
La última década fue crucial para todos, y crucial
fue, en general, para la reforma del teatro español:
son los arios del drama rural de Feliú y Codina, los
dramas de Galdós, y la fuerte proyección del verismo. Mientras el conciliador Giner se esforzaba por
comprender el giro que tomaba el nacionalismo catalán, Costa iniciaba en 1895 su etapa de intervención
política activa, a partir de la creación de la Liga de
Contribuyentes o de la Cámara Agrícola, siendo presidente de la Cámara Agrícola del Alto Aragón. Costa
publicaba sus Estudios Ibéricos en 1895 y ultimaba su
Colectivismo agrario, obra juzgada como heterodoxa y
socialista por la Academia de la Historia en 1897, a
pesar de que proclamaba la excelencia del derecho
de la propiedad privada, que combatían los comunistas: la obra sería publicada en Madrid en el
fatídico 1898 mientras el aragonés comenzaba a convertirse en el enfant terrible de la vida política e
intelectual espariola 38 . Pedrell publicaba su manifiesto Por nuestra música (1891), escribía la trilogía Los
38 Véase CHEYNE, G. J. G Joaquín Costa, el gran desconocido, Barcelona:
Ariel, 1972; p. 125.
Pirineos, daba a la luz la antología Hispaniae Schola
Musica Sacra (1894) y se trasladaba como docente al
Conservatorio de Madrid, gracias a la mediación del
institucionista Gabriel Rodríguez, a quien Pedrell reconoció deber su sillón en la Academia de BBAA de
San Fernando y su cátedra en la Escuela de Estudios
Superiores del Ateneo madrileño. Después de varios
ruegos, Pedrell conseguía impartir —no sin problemas— la asignatura de Historia y estética de la
música, aquellas clases tan anheladas por Giner más
de veinte arios atrás. Bretón, consagrado con Los
Amantes de Teruel, hizo época con La verbena de la
paloma en 1894 y con la ópera La Dolores en 1895,
con libreto de Feliú y Codina, una obra de crucial
actualidad, modelo de teatro social, de naturalismo
verista, y de patriotismo burgués. Aquel ario de 1895
Joaquín Dicenta estrenaba el drama proletario Juan
José, y fundaba con Manuel Paso el periódico La Democracia Social. De 1895 es también María del
Carmen de Feliú y Enrique Granados.
Por su parte, Chapí se suma a los proyectos de
asociacionismo que empezaban a cuajar también entre los músicos. No olvidemos que el concepto de
organicismo social de los krausistas, un intento de superación del neoliberalismo individualista, había
conducido serenamente a la exigencia de la libertad
de asociación. L. Iberni señala que Chapí fue uno de
los pocos músicos de su tiempo que se involucraron
en casi todos los proyectos asociacionistas musicales
que hubo en España, y el único, junto a Antonio Llanos, que figuraba en la Junta directiva del Círculo
Artístico y Literario de 1890. En este sentido cobra
especial relevancia su lucha por lograr el derecho de
libre asociación de los compositores y autores literarios en una Sociedad de Autores Españoles, y por
defender el derecho de la propiedad intelectual de
sus obras, fundando su propio archivo y enfrentándose a colegas, empresarios y editores, aventura que
finalizará con la creación de la SAE en 1899, de cuya
junta directiva formó parte 39 . Se consolidaban sus
39 Véase IBERNI, L. G. Ruperto Chapi. Ob. cit., cuyo capitulo XI está
dedicado íntegramente al proceso de formación de la Sociedad de
Autores, con gran acopio de información. Véase también DELGADO,
Sinesio. Mi teatro. Madrid: SGAE, 1960.
181
Cuadernos de Música Iberoamericana. Volumen 1, 1996
relaciones personales con Sinesio Delgado, hombre
vinculado al Partido Socialista de Pablo Iglesias y colaborador de El Socialista, que le apoyará hasta el fin
en el episodio de la creación de la Sociedad de Autores. Para Delgado, aquella aventura significaba no
sólo dinero, sino que los autores dramáticos vencieran a los empresarios teatrales, es decir, al capital,
para explotarse a sí mismos, como estaba intentando
la clase obrera. Además, Chapí se convertía en empresario en el Teatro Eslava e iniciaba una cruzada
personal contra Fiscowich.
Como hemos señalado, Chapí era un hombre de
acción, que evolucionaba desde una posición de reformismo a otra de actitud revolucionaria más
acorde con el populismo de Costa e incluso con el
socialismo de Sinesio Delgado. Y es aquí donde contemplamos al Chapí más comprometido con la época
en que le tocó vivir, y con el deseo de regenerar política y socialmente aquella España maltrecha. Quizá
le influyó su amistad con Joaquín Dicenta, republicano y socialista, redactor de varios periódicos de
izquierdas y director de la revista Germinal. Acaso las
consecuencias del encuentro no sólo fueran decisivas
en la carrera teatral de Chapí, lo cual se puso de manifiesto en el giro melodramático que imprimió en la
zarzuela grande (no en vano Dicenta fue el libretista
de El duque de Gandía, Curro Vargas y de La Cortijera), sino también a nivel personal. Conviene
recordar que la revista Germinal, cercana también a
Manuel Paso, otro republicano colaborador de Chapi, estaba en la órbita de Costa, pues practicaba un
regeneracionismo respetuoso con la propiedad privada, necesitado de abrirse a la izquierda para contener
al socialismo, haciendo ciertas concesiones a las clases trabajadoras: una ideología de la que, sin duda,
participaba Chapí, quien emprendió una guerra a
muerte con los empresarios teatrales para defender el
derecho de su propiedad intelectual, y que, al mismo
tiempo, se solidarizaba con otros colectivos más desprotegidos que los compositores (coristas,
instrumentistas). Por otra parte, desde Germinal, en
1900, se levantarían voces en defensa de la elevación
moral del género chico y de la necesidad de preservar su casticismo honrado40.
182
A partir de los últimos arios del siglo, Chapí hace
gala de su progresismo y su crítica social no sólo en
la escena lírica (por ejemplo, en La Cara de Dios, con
libreto de Arniches, 1899) sino en sus acciones, actitud que culminaría con la firma, en 1901, del
manifiesto de Joaquín Costa Oligarquía y caciquismo
como _fórmula actual de gobierno en España: urgencia y
modo de cambiarla (Madrid, 1902), sin duda la obra
más conocida y citada del singular regeneracionista.
El origen de aquel manifiesto de Joaquín Costa está
en la creación del partido de la Unión Nacional en
1900, un partido regenerador, con un programa de
esencia pequerioburguesa, que se nutría de gentes
procedentes de la Liga Nacional de Productores y las
Cámaras de Comercio. El programa político del nuevo partido se había publicado en Madrid bajo el lema
de Reconstitución y europeización de España, en aquel
ario de 1900. Aunque fracasó, lo cual fue un duro
golpe para Costa, muchas de sus referencias ideológicas se discutieron en el Ateneo madrileño, donde
tal vez Chapí conoció al destacado regeneracionista.
El aragonés había elaborado un programa de acción
política que presentó en el Ateneo de Madrid, para
su discusión posterior, donde se preconizaba el fomento intensivo de la enseñanza, la producción y
difusión del bienestar material del ciudadano, el abaratamiento del pan y la carne favoreciendo el crédito
agrícola, el suministro de tierra cultivable para el que
la trabajaba (la anhelada reforma agraria), el reconocimiento de la personalidad del municipio y el
sistema de jurisdicción cantonal, es decir el selfgoverment local, la independencia del orden judicial, una
legislación social y, en definitiva, la "desafricanización y europeización" de Esparia41.
El objetivo era acabar con el caciquismo, sistema
que desde los arios de la restauración había sostenido
al régimen borbónico. Pero tan importante como el
programa político era la casi dramática necesidad de
40 Luis G. lbemi destaca la relevancia del artículo de
Germinal
(12/X/1900) titulado "Croniquilla" y fue escrito por Gil Parrado, Ob. cit.,
p. 361.
'II Véase la obra de FERNÁNDEZ CLEMENTE, Eloy. Estudios sobre
Joaquín Costa. Zaragoza: Secretariado de Prensas Universitarias, 1989; pp.
36 y ss.
Celsa Alonso. "Ruperto Chapi ante la encrucijada finisecular"
europeizar España sin "desespariolización". Ser europeo para Costa era elevar la potencia intelectual y la
moralidad social, ser eficaz, riguroso y también —por
qué no reconocerlo— no perder el tren del capitalismo imperialista. Esa era la clave del
regeneracionismo. En marzo de 1901 la memoria de
Costa fue sometida a debate en el Ateneo, con el objeto de consultar a personas de autorizada opinión,
personalidades destacadas del mundo de la ciencia,
la política, la economía o la cultura, entre ellas Ramón y Cajal, Unamuno, Pi y Margall, la Pardo Bazán,
Rafael Altamira, Gumersindo de Azcárate, Adolfo Posada, o los maestros Bretón y Chapí. Chapí, como los
anteriores, respondería afirmativamente, mientras
otros muchos encuestados respondieron objetando
que el problema era "desnacionalizarse" y no firmaron a favor.
Los 61 informes recogidos, junto con un amplio
resumen de Costa, serian conjuntamente editados en
1902 con la Memoria. Con la publicación de aquel
manifiesto, Costa iniciaba la que sería su última etapa vital, que discurre entre 1902 y 1911, la etapa de
republicanismo revolucionario y desengaño personal, cuando preconiza la famosa acción quirúrgica
del "cirujano de hierro", la "revolución desde arriba",
probado que el régimen parlamentario no había funcionado, algo que tanto se ha reprochado a Costa
desde entonces: un populismo que sería, a la postre,
utilizado por los regímenes autoritarios de arios venideros42 . Sería conveniente subrayar el compromiso
político-social de Chapí, en ningún caso frívolo, y
que respondía, sencillamente, a los ideales regeneracionistas del momento, más allá de las sutilezas en el
proceso de depuración y estilización de una melodía
popular.
Aquel ario de 1902 (el ario de El bateo de Chueca), Pedrell lograba, por fin, estrenar Los Pirineos en
el Liceo de Barcelona (escrita casi diez arios atrás),
mientras Chapí se comprometía de nuevo con la
ópera española y se arriesgaba con su Circe en el Tea-
tro Lírico (el esperado templo del arte lírico nacional). La ópera fue atacada por Mitjana debido a su
"falta de carácter español" y su eclecticismo (con referencias a Wagner, Puccini o Saint-Saens). También
Bretón se involucró en aquella aventura con su ópera
Farinelli. Pedrell, muy a pesar suyo, fue excluido del
proyecto. Pero el resultado fue un fracaso económico
y Luciano Berriatua se endeudó, ocasión que provocó una agria polémica entre Chapí y Bretón, mientras
Pedrell permanecía al margen, dedicado a componer
su ópera La Celestina y a preparar la edición de las
obras de Victoria.
Paralelamente, Chapí pasaba a una acción batalladora desde la prensa, en varios frentes: El
Imparcial, el Heraldo, la revista Alma Española, en los
que el autor se involucra en los problemas de índole
nacional. Redacta y publica un sinfín de artículos, algo que nunca había hecho, comprometiéndose con
los problemas del momento 43 . Influido por el populismo costiano, ejerce una dura crítica a las clases
elevadas y defiende al pueblo soberano, ardiente,
sincero y patriota, como mejor juez que el público
del Real. Desconfía de las instituciones, particularmente del Conservatorio, al que aludía en el artículo
"¡Hasta cuándo?", publicado en la revista Alma española:
"Pero aquí, con variar de cuando en cuando
el título del único establecimiento de enseñanza
musical, dar otro nombre al cargo del que ha de
dirigirlo, aunque sea gravando innecesariamente
el presupuesto; con hacer algún que otro nombramiento de entrada para servir amigos, y si a
mano viene con el propósito de declarar la excedencia, y que se viva a expensas del Estado, sin
hacer nada, en La Coruña pongo por caso, y,
etc., etc., (porque aún se dan mayores). Cátate,
cumplida la misión ministerial y protegido el arte".
43Algunos de los más interesantes han sido seleccionados en lbemi, L. G.
42 Hemos seguido la sistematización de la obra de Costa propuesta por
Jacques Maurice y Carlos Serrano, J. Costa: crisis
populismo (1875-1911), Siglo XXI, 1977.
de la
Restauración y
(ed.) Ruperto Chao'. Memorias y escritos. Ob. ch.: "El nacionalismo en la
música", "El Teatro Real y los compositores españoles", "Harmonía
disonante y cadencia interrumpida", y "¡Hasta cuando?", todos ellos de
1903.
183
Cuadernos de Música Iberoamericana. Volumen 1, 1996
Chapí arremetía contra el conservatorio, del que
entonces era Bretón Comisario Regio desde 1901, y
que sería abandonado por Pedrell al ario siguiente,
en 1904. También reprochaba a Bretón que no supiera imponerse a los políticos que, en realidad, no
estaban dispuestos a reorganizar ni regenerar nada.
En efecto, a pesar del espíritu reformista que animaba a Bretón, la situación no había variado gran cosa.
Entonces Chapí dirigió a su colega una carta publicada en El Imparcial, subtitulada "Harmonía disonante
y cadencia interrumpida", que recuerda, en cierto
sentido, a la que treinta arios atrás le dirigiera Giner a
Arrieta.
Además, Chapí participa activamente en el último intento de renovación de la zarzuela grande en la
campaña del Circo de Price de 1903 y 1904, con su
colaborador Dicenta, y participaba en uno de los más
ardientes debates sobre el nacionalismo en música
tras el desastre del 98, teniendo por interlocutor a
Pedrell. Aunque Chapí no era lo que se suele entender por un intelectual, en aquel famoso artículo
publicado en 1903 en El Imparcial (titulado "El nacionalismo en la música"), a tan sólo seis arios de su
muerte (y dos arios antes de La vida breve de Falla),
en un encomiable esfurezo de síntesis, planteaba a
Pedrell escuetamente todos los interrogantes estéticos sobre los que se fundamenta el problema del
nacionalismo en música. Se trata de un artículo hecho con rotundidad, y que revela una claridad de
ideas sin par. El músico de Villena, tantas veces defenestrado en este particular, planteaba cuestiones tan
reales como: si realmente existen las nacionalidades
musicales y cuáles eran sus caracteres distintivos; si
éstos eran inmutables y comunes a todos los individuos de una misma raza; si el temperamento
nacional se manifestaba de igual modo en las demás
artes; si la música popular era germen puro o tan sólo un residuo; si la encontramos bella por naturaleza
o por contraste; en qué forma se renovaba y vivificaba el canto popular, o si, en caso contrario, su
agotamiento podía conducir al aniquilamiento del
arte; si todas las nacionalidades musicales universalmente reconocidas se habían formado sobre la base
del canto y música populares en la misma forma que
184
lo intentaban los españoles; y si ello era un fin en sí
mismo o sólo un medio pasajero de hacer interesante
un periodo de infecundidad y de tanteo. La desconfianza del músico de Villena con respecto a la
supuesta sinonimia nacional-popular es evidente y,
en un hombre de sus creencias políticas, es más que
singular y premonitora.
Es obvio que Chapí era consciente de la necesidad de apertura al exterior, aún a riesgo de
influencias "extranjerizantes", siendo fiel al ya asimilado principio krausista de armonización de los
contrarios (léase, en este caso, nacionalismo-universalismo), esencial para entender una de las
contradicciones más difíciles de resolver en la metafísica del nacionalismo musical. Chapí afrontó aquella
contradicción aparente con pragmatismo, sin acudir
a la idealización casi mística del canto popular, tomando aquellos elementos que le resultaban más
interesantes de la música de Wagner, Verdi, la ópera
y el sinfonismo francés, cantos populares estilizados,
recreados, o popularizados en distintos ámbitos, sin
prejuicios, y mostrando siempre un sentido abierto y
bien dispuesto a asumir novedades. En lo que a la
ópera se refiere lo dijo con claridad: no pretendía hacer una ópera española sino una ópera en español, es
decir, con libreto en castellano y, en lo que respecta a
la música "toda libertad en las tendencias, carácter,
asuntos y géneros". Ello le valdría la acusación -injusta, a mi parecer- de ecléctico, oportunista o,
sencillamente, populachero.
Chapí moría, como Albeniz, en 1909, el ario de
Margarita la tornera, una obra mal comprendida, fustigada por Henry Collet o Ignacio Zubialde,
necesitada de urgente recuperación. Costa fallece en
1911, fracasado. Giner les sobrevivió a ambos, pues
murió en 1915. Tres hombres del XIX que, cada uno
a su manera, marcarían pautas indelebles en el arte
musical, la teoría política y el talante de los intelectuales del primer tercio del siglo XX,
respectivamente. Al margen de su calidad como
compositor, Chapí fue un verdadero heterodoxo en el
sentido que dio al término Menéndez Pelayo; un heterodoxo y un individualista que, en algunos
aspectos, adoptó una actitud algo alejada de la labor
Celsa Alonso. "Ruperto Chapi ante la encrucijada finisecular"
social de los reformadores del 68 (piénsese, por
ejemplo, en la casi nula dedicación de Chapí a la enseñanza, a excepción de Manrique de Lara), pero no
por ello menos heroica que la de aquellos hombres a
quienes, a no dudarlo, debe mucho su pensamiento
y convicciones políticas. También es posible que su
compromiso social y su compromiso para con el arte
lírico nacional discurriesen por caminos paralelos a
sus intereses más íntimos, lo cual no desmerece un
ápice con respecto a los propósitos altruistas de los
reformistas de fin de siglo.
Chapí no tuvo, en efecto, continuadores, pero lo
cierto es que ni Pedrell ni sus panegiristas contestarían a aquellos interrogantes formulados por el músico
de Villena, pues no había respuesta, como veladamente reconocería Salazar en aquel artículo
publicado en El Sol en 1932, titulado "Nacionalismo
y Universalismo: la dramática disyuntiva de la música española". Y es que, como ya dijo César M.
Arconada con agudeza en 1925:
"Esta central resolución nacionalista ya tampoco interesa a ningún músico moderno, y en
general a ningún artista que sepa actualizar sus
preferencias. La estética de hoy no distingue esos
dos apartados, el nacionalista y el universalista, a
uno de los cuales hay que adaptar la personalidad de la obra. Realmente, hoy la obra se hace
más con arreglo a esta personalidad que a aquel
encasillamiento. Si resulta de ella un radio de expansión amplio o pequeño, no será debido, por
lo tanto, a las cualidades nacionales -exóticasque contenga, sino más bien, a las cualidades intrínsecamente artísticas de la obra en sí. Después
de todo, el nacionalismo era uno de los extrarradios estéticos, como el sentimentalismo, como la
retórica, como la naturaleza, que manchaba la
pulcritud del trayecto entre la concepción y la
realización de la obra de arte"44.
En cualquier caso, el maestro de Villena fue fustigado por aquéllos que, simplemente, no le
perdonaron sus ansias de supervivencia, y que le
acusaron aún respetándole como músico: como Soperla, quien le tildó de usurero, o como Mitjana, que
le reprocharía su falta de rigor e inquietudes intelectuales, o como tantos otros profetas de una
regeneración que pasaba por una triste e injusta tabla
rasa de mucha y buena música del siglo XIX. En
efecto, Chapí terminaría devorado por la selva teatral
que intentó, no sólo amaestrar, sino dominar, no
exento en ocasiones de cierta soberbia comprensible
ante el hecho de saberse merecedor de un trato más
justo por parte de empresarios, teatros, instituciones
y colegas. Prueba de ello es que han hecho falta décadas para que la musicología española haya
repuesto en el lugar merecido a toda una pléyade de
músicos, entre ellos el de Villena, quienes, durante
arios, han vivido a la sombra de Falla, Albéniz o Granados, merecedores sin duda de todos sus laureles,
pero cuyo protagonismo ha restado brillo a varias generaciones de músicos españoles.
44 ARCONADA, César M. En torno a Dcbussv. Madrid: Espasa-Calpe,
1926;p. 110-111.
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