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Título: El proyecto Cinturón Verde y la implementación de políticas públicas para la generación de un periurbano sustentable en el Área Metropolitana de Rosario. Lisandro E. Martínez1; Raul Terrile2; Nahuel Martínez2; Natalia Budai2; Mariano Costa3; Agustín Mariatti4; Facundo Varela3; Graciela Porzio3; Andrea Battiston5; Nicolás Paz6, Yanina Pérez Casella2. Resumen En el año 2016 la Municipalidad de Rosario lanzó el Proyecto Cinturón Verde de Rosario (PCVR), el cual busca promover la producción de alimentos agroecológicos de cercanía para abastecer el consumo urbano integrando los productores que se sostienen en la actividad en el Área No Urbanizable. Con ya casi tres años de funcionamiento, el programa ha logrado incorporar unas cincuenta y cinco hectáreas en procesos de transición agroecológica (20 ha de producción hortícola y 35 ha de producción extensiva) y cuenta con la potencialidad de poder sumar muchas más. Además del proceso técnico de cambio tecnológico (y de la concepción paradigmática que lo sostiene), este proyecto representa un excelente caso para indagar en las problemáticas sobre el diseño e implementación de políticas públicas que promueven sistemas agroalimentarios metropolitanos más sostenibles e inclusivos. El siguiente trabajo busca reconstruir la génesis de esta experiencia y su situación actual en relación a un abordaje más integral de la problemática alimentaria para el Área Metropolitana de Rosario (AMR). Destacando la importancia de la agricultura urbana en la ciudad cabecera, experiencia que desde el Programa de Agricultura Urbana (PAU) instaló la misma en la agenda pública municipal, el PCVR representa la continuación, complementación y potenciación de esta política pública. Realizando ahora un abordaje de mayor escala, el mismo busca promover y transformar la producción periurbana hacia formas más sostenibles, escalando hacia un abordaje metropolitano en la producción de alimentos. 1 Instituto de Investigación en Prospectiva y Políticas Públicas, CICPES-INTA martinez.lisandroe@inta.gob.ar Secretaría Producción, Empleo e Innovación, Municipalidad de Rosario raul.terrile@gmail.com 3 Secretaría Economía Social, Municipalidad de Rosario 4 Programa Provincial Producción Sustentable de Alimentos en Periurbanos, Gobierno de Santa Fe 5 Secretaria Ambiente y Espacio Público, Subsecretaria Medio Ambiente, Municipalidad de Rosario 6 Secretaría Salud, Instituto del Alimento, Municipalidad de Rosario 2 A través de entrevistas a los principales actores de esta iniciativa, de salidas a campo, y de la puesta en contexto sobre la significancia de estas nuevas formas de producción y consumo más conscientes y sustentables, el presente trabajo de investigación busca evaluar el diseño e implementación de este proyecto, para resaltar los aciertos, logros y aprendizajes obtenidos hasta ahora, así como los problemas y limitaciones que toda implementación de una política pública conlleva. Palabras clave: agricultura urbana y periurbana; agroecología; políticas públicas. Introducción: La relación campo-ciudad y la importancia de los cinturones verdes para de los sistemas agroalimentarios metropolitanos. Comprender, caracterizar y definir los espacios de interfaz entre el campo y la ciudad, denominados generalmente como espacios periurbanos o rururbanos, aunque no impliqué definiciones unívocas (Tacoli, 1998; Barsky, 2005; Cardoso y Fritschy, 2012), se ha tornado una necesidad para la planificación urbanística. Varios son los aspectos que merecen especial atención. Uno de estos, su función en la producción de alimentos frescos para el abastecimiento urbano, ha logrado instalarse en la agenda pública internacional desde hace ya algunas décadas (Smit y Nasr, 1992; Sommers y Smit, 1994; Mougeot, 2000; Bakker et al, 2000). La visibilización y revalorización de estas producciones en las cercanías o dentro de las ciudades, en un mundo que tiende día a día hacia mayores tasas de urbanización, parece tornarse un aspecto central para la sostenibilidad de las ciudades y, con más razón aún, de las regiones metropolitanas (Pothukuchi y Kaufman, 1999; Satterthwaite et al, 2010). Recientemente han sido revalorizadas por organismos como ONU y FAO7 insistiendo en la necesidad de consolidar y potenciar el rol de la llamada agricultura urbana y periurbana (AUP)8 para lograr ciudades más sostenibles y recilientes (Smit et al, 2001; van Veenhuizen, 2006; van Veenhuizen y Danso, 2007; De 7 Estos han sido incluidos como parte de las políticas estratégicas del Pacto de Política Alimentaria Urbana de Milán (MUFPP) de 2015, así como en la Nueva Agenda Urbana HABITAT III de la UN de 2016. 8 Podemos definir a la AUP como “una producción ubicada dentro (intra-urbana) o en la periferia (periurbana) de un pueblo, una ciudad o una metrópolis que cultiva y cría; procesa y distribuye una diversidad de productos alimentarios y no alimentarios, (re)utilizando en gran medida recursos humanos y materiales, productos y servicios que se encuentran en y alrededor de dicha zona urbana, y a su vez provee recursos humanos y materiales, productos y servicios en gran parte para esa misma zona urbana” (Mougeot, 2000: p. 10; la traducción es nuestra). Zeeuw et al, 2011), destacando, a su vez, el rol de la agricultura familiar urbana y periurbana (Boukharaeva y Marloie, 2006; Parés, 2009; Feito, 2017). Históricamente las ciudades se han provisto de alimentos frescos producidos en sus inmediaciones, lo cual hizo surgir zonas con tradición hortícola cercanas a los cascos urbanos. Procesos más recientes han generado el desplazamiento de muchas de estas producciones, debido a la presión inmobiliaria y de la agricultura extensiva, y al surgir cadenas más largas de abastecimiento desde regiones especializadas más distantes. Sin embargo, las zonas con producción hortícola/intensiva siguen siendo un rasgo distintivo de muchas regiones metropolitanas que, aunque disminuidas, conservan tradiciones productivas de alto valor cultural, social y económico. Actualmente, como sostuvimos, estás zonas de producción de cercanía son revaloradas debido al relevante rol que siguen jugando en el abastecimiento local y regional. Su papel para la seguridad alimentaria de millones de consumidores que necesitan una provisión regular de alimentos frescos es, por esto, superlativo. Asimismo se ponen en valor las funciones ecosistémicas de estos espacios productivos para las ciudades. Por la superficie absorbente que ofrecen, tanto como por captación de CO2, siendo moderadores de temperaturas, posibilitando el reciclado de nutrientes, entre otros (van Veenhuizen, 2006). Desde una perspectiva amplia, centrada en los aportes de la AUP para un desarrollo más sostenible (en sus tres dimensiones, económica, ambiental y social), se remarca el rol que la misma juega en relación a la seguridad alimentaria, la generación de empleos, así como la generación de servicios ecosistémicos ya comentada; todos aspectos que nos muestran la multifuncionalidad de este tipo de agricultura (van Veenhuizen, 2006; Aubry et al, 2012). Al mismo tiempo, y en contraposición, mostrando los problemas que puede acarrear la producción de cercanía, producir alimentos en suelos contaminados, el riesgo de irrigar con aguas poluídas, junto a deficiencias en los sistemas productivos con condiciones sociolaborales precarias y un mal uso de productos agroquímicos, pueden generar problemas sociales, de salud, ambientales y/o de inocuidad tanto para productores como para consumidores. Pero aun teniendo presente estos últimos condicionantes (que pueden ser revertidos como se demuestra con la implementación del PCVR), los sistemas de cercanía representan formas que acarren más beneficios que negatividades. Uno de sus principales beneficios reside en que permiten disminuir el costo del trasporte tanto como su impacto ambiental, sobre todo para alimentos frescos donde, además, el tiempo entre la cosecha y consumo implica perdidas de cualidades y eventualmente la generación de desperdicios, todos aspectos que han ganado especial atención en términos de sostenibilidad. Al generarse un mayor gasto energético en combustible y refrigeración de los productos (en transporte y acopio), derivado de proveerse de grandes distancias, la producción de cercanía implica, por el contrario, un menor impacto ambiental y una moderación en el efecto de cambio climático al bajar este gasto energético. Sumado a esto, sistemas de comercialización de mayor intermediación redundan en mayores costos, aumento del precio de los alimentos y en menores oportunidades de capitalización para los productores. Por todo esto, promover canales cortos de comercialización representa una manera de apuntalar y promover las producciones de cercanía y su aporte a las sostenibilidad de las ciudades (Guiomar, 2011; Aubry y Kebir, 2013; Dubois, 2018; Grando et al, 2018). Estos generan menor impacto ambiental, disminución de la llamada huella de carbono, así como un empoderamiento de la comunidad que se afianza en una relación más directa entre productores y consumidores (Reed et al, 2018), al mismo tiempo que se promueven la movilización de recursos locales. Todos estos aspectos se tornan mucho más pertinentes y determinantes para regiones metropolitanas donde millones de personas necesitan un abastecimiento constante de alimentos. La dimensión y complejidad que adquiere la producción y el abastecimiento para áreas tan densamente pobladas hace a definirlas como sistemas agroalimentarios metropolitanos -SAM- (Sali et al, 2012)9. Sin embargo, lo llamativo del abordaje habitual de los problemas metropolitanos, presentados por urbanistas, politólogos o geógrafos, es que suele faltar el problema del acceso a los alimentos. Aun así, una de las formas en que el urbanismo ha observado e intentado planificar los entornos de las ciudades ha sido a través de la conformación de los llamados cinturones verdes. La funcionalidad de los mismos para la planificación urbanística (un tipo de planificación que, para comenzar, prioriza una visión desde lo urbano) ha sido pensada principalmente como un intento de frenar el crecimiento urbano descontrolado (Sturzaker y Mell, 2017). Aun así, la 9 Estos implican tanto la producción de alimentos, fibras y/o bioproductos de distinto tipo en la región, junto con sus mecanismos de agregado de valor (agroindustrias) y comercialización (desde mercados, sobre todo locales aunque no solo estos, pasando por grandes cadenas de supermercados, minimercados, ferias y otras formas más directas de relación productor-consumidor), así como los hábitos y formas de consumo (tanto sea en el hogar como en locales de comidas elaboradas) por parte de los residentes de las ciudades. Todo lo cual conforma un sistema altamente complejo. producción de alimentos en las cercanías es parte consustancial de la funciones de los cinturones verdes, al mismo tiempo que una forma de lograr lo primero. Por ello, el proceso antes descripto de revalorización de los sistemas productivos de cercanía está íntimamente ligado a la promoción y consolidación, desde estados municipales y gobiernos a distintas escalas, de estos cinturones verdes como parte sustantiva de sistemas agroalimentarios locales y regionales. Es en con estas premisas que surge el proyecto Cinturón Verde para la ciudad de Rosario y su área metropolitana, promoviendo un cambio tecnológico hacia formas productivas agroecológicas vinculado con nuevas formas de comercialización, que priorizan los conceptos de canales cortos, encuentros de productor-consumidor, y economía social que se suman al mencionado de cercanía o denominados Km cero. Lo que fundamentalmente pone en evidencia este proyecto es que, mediante la aplicación de tecnologías de proceso, se puede producir sin agroquímicos en escala, trabajando de manera participativa con los productores. Ellos mismos van comprobando que al brindarse las condiciones que ponen en funcionamiento el sistema productivo y sus interrelaciones, progresivamente se puede prescindir del uso de los pesticidas. El Proyecto Cinturón Verde (PCVR) para el Área Metropolitana de Rosario. Con más de un millón doscientos mil habitantes, el Área Metropolitana de Rosario (AMR) supone el tercer periurbano más grande de la Argentina. Representa el núcleo de la región agrícola más dinámica e importante del país, encontrándose en un enclave altamente estratégico en términos de exportación de commodities. Cerca del 80% de la producción nacional de cereales, aceites y sus derivados se exporta por los puertos del Gran Rosario, siendo la principal metrópolis de una de las zonas agrarias más productivas de Argentina (Lattuca, 2014). Sin embargo, más allá de esta pujanza económica, el AMR no escapa a serias problemáticas sociales en materia habitacional, sanitaria, de empleo y alimentarias como en otras grandes regiones metropolitanas del país. Y es justamente bajo el apremio de estas problemáticas, sobre todo las referidas a la marginalidad y precariedad de los asentamientos irregulares en las periferias de la ciudad que, buscando alternativas para paliar la crisis de 2001, se avanzó en la consolidación e institucionalización de la AUP como política municipal. El mismo apuntó a la autoproducción de alimentos en pos de una mayor seguridad alimentaria, a través de la generación de ingresos monetarios por venta de productos y un excedente productivo para consumo familiar. En el año 2002, a partir de sinergias entre distintos protagonistas, especialmente la Municipalidad de Rosario y el INTA a través del Programa ProHuerta, junto con organizaciones civiles (sobre todo la ONG Centro de Producciones Agroecológicas Rosario – CEPAR) y el colectivo huertero (Ottmann, 2009), se llega a la creación del Programa de Agricultura Urbana (PAU), el cual instaura definitivamente la AUP como política pública municipal (Mazzuca et al, 2009). El programa logra obtener presupuesto propio para el desarrollo de las actividades y su inclusión en la planificación urbana, formando parte del Plan de Ordenamiento territorial y el Plan Estratégico Metropolitano PEM 2008-2018 (Lattuca, 2014). Sin embargo, el PAU representa una política orientada a un tipo de actor particular, habitante de sectores marginales que, gracias al acompañamiento del estado ha logrado constituirse y autodenominarse como “huertero”. Se fue logrando desarrollar una plataforma de sistemas productivos grupales agroecológicos multifuncionales (huertas comunitarias, parques huertas), vinculado a la comercialización en ferias y al valor agregado en agroindustrias sociales. Así, los huerteros/as pudieron generar un ingreso y autoabastecerse de alimentos vegetales frescos. Con reconocimiento internacional, el PAU representa una política exitosa y un antecedente insoslayable del PCVR. El mismo se complementa al PAU y busca escalar en producción para poder lograr mayor impacto en todo el sistema agroalimentario metropolitano. Teniendo como antecedente al PAU, el PCVR se vincula además con otro programa municipal, donde la problemática sobre la regulación de las actividades productivas en el periurbano adquiría mayor peso. Nos referimos al Programa Alimentario que, dependiendo de la otrora Secretaria de Producción y Desarrollo Local (hoy Secretaria de Producción, Empleo e Innovación), se orientaba sobre todo a la promoción de buenas prácticas, tanto para la producción primaria (sean agrícolas o pecuarias), como para la producción secundaria (en la etapa de elaboración y agregado de valor). En la actualidad bajo el concepto que no hay mejor BPA que la agroecología, en la cual no se generan riesgo a la salud al no usar ningún tipo de agroquímicos, se viene desarrollando un proceso participativo de acompañamiento a los quinteros para que vayan disminuyendo progresivamente el uso de los plaguicidas, hasta la eliminación de sus sistemas productivos. En términos normativos, la promulgación de una serie de ordenanzas municipales también obligaba a focalizar el abordaje de políticas públicas sobre el periurbano rosarino. La ordenanza 8871/11, que regula el uso de agroquímicos según peligrosidad, establece una línea agronómica y una franja libre de aplicaciones de productos de síntesis química a 100m de línea urbana y 50 m alrededor de casas, escuelas, cursos de agua y cultivos agroecológicos. La misma ha promovido modos de producción agrícola sustentables (hacia una reconversión gradual a la agroecología), extendiéndose más allá de la franja de restricción. Y la ordenanza 9401/13 que, condensando gran parte de la normativa preexiste, regula y categoriza el uso de suelo urbano y no urbanizable de la ciudad, estableciendo un área de protección fruti-hortícola de 800 ha en suelo no urbanizable. Esta legislación implicaba la implementación paulatina de un modelo de agricultura de bajo impacto ambiental y agroecológico. Debemos mencionar también la ordenanza 9798 del año 2017, la cual prohíbe la aplicación del herbicida glifosato en todo el municipio y que generara cierto conflicto a nivel del consejo municipal y la opinión pública. Dado que la misma se aprobó cuando el PCVR ya estaba en marcha, no la desarrollaremos aquí como un antecedente, aunque si condiciona el desarrollo posterior del mismo. De hecho, el propio equipo técnico del proyecto elevó una propuesta de ordenanza superadora de la polémica generada, pero que de momento no ha sido tratada en el consejo. La propuesta plantea una transición hacia la agroecología en toda el área productiva del periurbano de la ciudad de Rosario a desarrollarse en tres años. Y cabe mencionar también la ordenanza 9944 sancionada en diciembre de 2018, de Sistemas de Garantías Participativas, que plantea validar los productos obtenidos con un sello de calidad propio del Municipio. Teniendo presente este contexto, a comienzos del año 2016 comenzó a pensarse en la necesidad de dar a Rosario y su región un abordaje metropolitano de la AUP, en el que, indudablemente, para lograr un cinturón verde productivo sostenible, se debía operar sobre las áreas periurbanas del municipio. Allí, aun teniendo presente el fuerte crecimiento de los usos urbanos del suelo, persisten todavía unas mil trecientas ha con producciones tanto intensivas como extensivas10. A la vez, se tornaba evidente que, más tarde o más temprano, sería necesario trascender los límites del propio municipio cabecera articulando con municipios y comunes colindantes desde una mirada metropolitana. 10 El municipio de Rosario por su expansión urbana y su limitada superficie, no cuenta ya con zona rural. Con lo que el PCVR debe operar sobre áreas netamente periurbanas. La implementación del nuevo proyecto, denominado justamente Proyecto Cinturón Verde de Rosario (PCVR), implicaba, a diferencia del PAU y del actor social “huertero” que lo protagoniza, la necesidad de trabajar con otro tipo de actor social, como son los denominados “quinteros”. Aunque relacionados también a la actividad productiva hortícola, practican la misma de una lógica netamente comercial, que se remonta a mucho tiempo atrás, siendo un sector tradicional que históricamente ha abastecido la demanda urbana. Caracterización de la zona hortícola periurbana. Dentro del AMR existe producción hortícola sobre todo localizada en las zonas sur, suroeste y oeste. En el área comprendida entre los límites suroeste del municipio de Rosario y el municipio y la comuna colindantes de Pérez y Soldini respectivamente, se encuentra una importante zona hortícola y florícola que perdura aun sorteando crisis y que conserva gran parte de su patrimonio cultural y productivo. Es sobre la parte que comprende al municipio de Rosario de esta área que, en principio, el PCVR comenzó a trabajar. La misma ha sufrido una fuerte diminución de las unidades de producción intensiva hortícola, como observamos en el Mapa 1. Mapa 1: Disminución de unidades hortícolas en zona sudoeste del municipio de Rosario Uno de los objetivos primordiales del PCVR es por ello lograr frenar esta reducción de las unidades productivas intensivas, a la vez de sumar también la producción extensiva vinculada a los alimentos para lograr una mejor convivencia entre ambas, en pos de un sistema agroalimentario metropolitano de mayor sostenibilidad. Desde la Municipalidad de Rosario el PCVR está integrado por varias secretarías (La Secretaria de Producción, Empleo e Innovación; la de Ambiente y Espacio Público; la de Economía Social; y el Instituto del Alimento dependiente de la Secretaria de Salud), lo que nos muestra el carácter multidisciplinar que lo sostiene, tanto por los profesionales que lo integran como por las problemáticas que debe abordar. Esta coordinación hacia adentro de la Municipalidad se da tanto a nivel de definición de políticas, plasmadas en el Gabinete de Sustentabilidad (donde participan los decisores de cada secretaría), así como también en la conformación del equipo técnico. Asimismo, se articuló con actores perteneciente a instituciones académicas, de investigación, generación de tecnologías, asociaciones profesionales y organizaciones de la sociedad civil con las cuales se firmó una carta de compromiso. De modo de ir armando una plataforma de gestión y construcción de conocimiento colectivo, junto a los productores. Este entramado ha ido generando y sumando otros actores y compromisos con la iniciativa. De esta forma, el proyecto, que comenzó a implementarse a mediados del año 2016, intenta reactivar la producción agrícola de alimentos (hortícola, extensiva) de cercanía, promoviendo procesos de transición agroecológica. Buscando dinamizar y consolidar este tipo de producciones, generando condiciones más dignas de producción tanto como de vida para los productores y sus familias, se trabaja sobre dos ejes de acción: asistencia técnica con incentivo para reconversión productiva agroecológica, junto con provisión de equipamiento e infraestructura; y, al mismo tiempo, se fortalecen sistemas de comercialización con canales más cortos, e introduciendo un sello de calidad de los alimentos para diferenciar y valorizar las producciones agroecológicas de cercanía (a través de la marca De mi tierra impulsada por el gobierno provincial), promoviendo fundamentalmente espacios de ventas directos y de carácter permanente. Las primeras acciones del proyecto consistieron en conocer y georreferenciar los establecimientos productivos que forman parte del periurbano. La primera constatación fue la fuerte disminución de las unidades productivas. Frente a un listado previo elaborado por el Programa Alimentario en 2009, donde figuraban 54 productores intensivos, el relevamiento de 2016, una vez iniciadas las actividades del PCVR, encontró que quedaban sólo 30 de estos. Aun así, los mismos representan unas 200 ha frente a las 1300 ha totales del periurbano, aunque solo un cuarto de las 800 ha comprendidas en la zona de protección fruti-hortícola. Lo que evidencia, a la vez, el potencial de la zona para promover producciones intensivas. En el relevamiento inicial, se identificó que, de los 30 productores quinteros, el 70 % contaba con una edad superior a los 70 años. Esta situación ha promovido la presencia de otros sujetos sociales, como son los arrendatarios y medieros (en su mayoría con contratos precarios). A los fines del proyecto se ha decidido trabajar con quienes detenten la tenencia de la tierra. Por su parte, un informe de Agricultores Federados Argentinos (AFA) para la zona estableció que, según la normativa vigente, los usos del suelo que establece y las franjas de no aplicación, unas 500 ha están comprometidas de una u otra forma y deben trabajar en planteos alternativos11. Una vez conocidos los establecimientos (y los propietarios de los mismos), se procedió a notificar a los que se encontraban en zonas con restricciones en la aplicación de agroquímicos, instándolos de comenzar procesos de transición. Al mismo tiempo, se invitaba a otros que, aunque no estuvieran en zonas con restricciones, se sumasen a la propuesta. Se propuso comenzar entonces con la implementación de seis módulos agroecológicos productivos-demostrativos en seis de los establecimientos para iniciar un proceso de transición. Algunos dedicaron solo una hectárea para el mismo, mientras otros productores optaron por volcar todo el campo a la transición. Las formas en que cada productor ha ido implementando el modelo agroecológico difieren, lo mismo que las motivaciones y el compromiso con el que adhieren al proyecto. Algunos han tenido que aceptar el cambio por encontrarse en zonas de exclusión, otros aun estando en éstas, se volcaron con convicción e interés. Mientras otros aun no encontrándose en estas zonas se sumaron a la propuesta de manera comprometida. Hoy en día la ordenanza 9798/17 obliga a todos los productores a trabajar sin el herbicida glifosato, lo cual representa un condicionante para todos los productores del municipio, sean intensivos o extensivos. La transición es un proceso lento, e implica cambios en las formas de trabajo, más jornales que necesitan más mano de obra. Al mismo tiempo que la respuesta ante ciertas 11 Una de las discusiones a nivel de planificación urbana en el municipio es cómo zonificar el suelo no urbanizado aun. La actual zonificación para usos industriales abarca una parte importante de suelo que actualmente presenta producción agrícola, lo cual condiciona el tipo de aplicaciones que deberían realizarse allí. A la vez, el interés por hacer crecer los usos industriales hace peligrar la producción primaria, con lo que se establecen discusiones entre las distintas secretarias y áreas municipales para lograr zonificaciones donde prevalezca un criterio común, donde se valore tanto el desarrollo de parques industriales como las zonas de producción primaria. De hecho, como sostienen los técnicos del proyecto, de lo que se trata es de lograr dar forma a agroindustrias alimentarias donde se articulen áreas productivas con espacios de agregado de valor. inclemencias, como épocas de mucha lluvia y humedad, o de sequía y calor, pueden generar mayor incidencia de plagas ante las cuales el sistema no se encuentra aún lo suficientemente equilibrado. Por esto, como proceso de transición y ante el aumento del riesgo que conlleva, la necesidad de algún tipo de seguro por parte del estado se vuelve imprescindible. La posibilidad de colocar la producción en locales especiales para este tipo de productos, representa, por su parte, una manera de asegurar cierta demanda a la vez que un mejor control de precios. Ha sido importante para la adhesión de los productores a la propuesta plantear un sistema de producción y comercialización integrado. Actualmente se trabaja en forma agroecológica en 20 ha de producción hortícola, más unas 35 ha de producción extensiva. Estas últimas son trabajadas por un productor que trabaja también de forma intensiva. Otros 18 productores extensivos están comenzando a interiorizarse para comenzar el proceso de transición. El grupo de productores intensivos que participa del proyecto, mientras tanto, iniciaron la conformación de una cooperativa. Imprescindible para dar viabilidad a proyecto es promover nuevas formas de comercialización que traccionan la demanda. Para ello, se han incorporado nuevos puntos de venta, ferias y espacios permanentes, como los recientemente creados Mercado del Patio, el Biomercado, o el Vereda del Museo Gallardo, o las ya tradicionales ferias municipales, con la posibilidad de incursionar con góndolas diferenciadas en verdulerías y la venta directa a restaurantes que buscan responder a una demanda de alimento sano. Así, se van posibilitando y promoviendo nuevas formas de vinculación productor-consumidor. Apuntando a una mayor concientización por la calidad de los productos, tanto por parte de los productores como de los consumidores, estos vínculos promueven la producción local y generan un círculo virtuoso de mayor demanda que incentiva mayor producción, retroalimentando todo el proceso, donde aparece un nuevo perfil de consumidor, de consumo consiente o responsable. A la vez, desde un comienzo fue claro la posibilidad de dar continuidad a la idea de un cinturón productivo para el AMR dependía de trascender los límites del municipio cabecera, con lo que la articulación con otros municipios vecinos se tornaba indispensable. Así, el proyecto trabaja con productores situados en los municipios de Rosario y Pérez, y la comuna de Soldini, inscribiéndose dentro de una política de planificación metropolitana de mayor escala. La articulación se establece entre los técnicos del propio proyecto, junto con técnicos del Programa de producción sustentable de alimentos periurbanos del Ministerio de Producción de la Provincia de Santa Fe, además del acompañamiento técnico y logístico de parte de la comuna de Soldini. La conformación de un Grupo de Abastecimiento Local (GAL) para el área, con coordinación y participación de técnicos de ProHuerta e INTA, a través de la Agencia de Extensión Rural de Roldán a cargo de este territorio periurbano, es otra herramienta de acompañamiento técnico para promover y consolidar estas producciones. Por su parte, a partir de la articulación interjurisdiccional promovida por el Ente de Coordinación Metropolitana -ECOM- (que nuclea y articula a los veintiséis municipios y comunas que integran el AMR), el abordaje de la agricultura periurbana para la zona mencionada ha logrado plasmarse en un proyecto de más largo. Denominado Plan Interjurisdiccional Metropolitano Oeste (PIM Oeste), contempla la creación de un Parque Agrario en la zona comprendida entre los municipios de Pérez y Soldini. El mismo busca concentrar espacios productivos, educativos y recreativos, promoviendo la toma de conciencia sobre la “importancia de la producción local de alimentos”. Al mismo tiempo, el plan establece la delimitación de los bordes periurbanos, “definiendo criterios claros referidos a la utilización de las áreas rurales de borde más próximas a los núcleos urbanos y generando espacios intermedios para producción hortícola”. Conclusiones. El PCVR implica una herramienta de política pública ya operativa que juega un rol central en sostenimiento y promoción de la actividad hortícola en la zona. De allí que analizar y conocer esta iniciativa, que está comprendida en una planificación de más largo plazo, permite evaluar lo logrado hasta aquí y la mejor manera de orientar las acciones a seguir en el futuro. En el marco de un plan interjurisdiccional, la articulación con otros organismos públicos cuya misión y territorio se solapan ayuda a potenciar y profundizar el abordaje metropolitano para la agricultura periurbana en la región. Y es justamente esta articulación la que permite un mayor impacto de las iniciativas emprendidas. Caben mencionar, el GAL promovido por el INTA y el programa ProHuerta, el trabajo de las técnicas de la Subsecretaría de Agricultura Familiar de la Nación, la asistencia técnica de la agencias de extensión rural del INTA en la región, la implementación del Programa de producción sustentable de alimentos periurbanos provincial, la creación de una Plataforma de Innovación de los Territorios Periurbanos (gestionada desde el INTA pero con participación de diversos organismos públicos), el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Santa Fe, cátedras de las facultades de Ciencias Agrarias, Arquitectura, Ingeniería, Derecho Agrario de la UNR, así como de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano (UCEL), que participa con la Facultad de Química y el Observatorio de Economía Social. El Mercado de Productores de Rosario, por su parte, que ha sido permeable a capacitar en agroecología a los productores asociados y a los verduleros que acuden al mismo. Todos estos, en conjunto con el propio PCVR, conforman un entramado de políticas públicas con foco en la AUP que van posibilitando en conjunto una mayor contundencia en el abordaje. Los problemas ambientales y de salud por el uso de agroquímicos están fuertemente instalados en la agenda pública, lo mismo que la búsqueda por productos más sanos. Abordar las producciones de cercanía desde el paradigma agroecológico representa una alternativa productiva, con beneficios tanto económicos como sociales. Pero la posibilidad de que este tipo de sistemas se afiance dependerá de la continuidad de las políticas y del acompañamiento técnico y crediticio, así como de incentivos para promover el cambio tecnológico, tanto como la toma de conciencia por parte de los consumidores del valor (para la salud, para el ambiente, así como para la seguridad y soberanía alimentaria de la región) de las producciones agroecológicas de cercanía. Se puede rescatar como lección, la importancia de trabajar con los planificadores de las ciudades y la región en la necesidad de preservar áreas verdes productivas en las áreas periurbanas, por los servicios ambientales y productivos que prestan a toda la sociedad. Los gobiernos locales, provinciales y nacionales son responsables de generar las reglas de juego para lograr el buen vivir de toda la comunidad, más allá de los intereses sectoriales. Lo avanzado hasta aquí por el PCVR solo puede ser evaluado en una mirada de más largo plazo. Si bien puede parecer poca la cantidad de hectáreas que se han volcado al cambio de modelo, las sinergias que el proyecto fomenta tienen la potencialidad de darle un crecimiento sostenido. Dependerá también del contexto nacional, que atravesando una crisis económica con visos de tornarse cada día más inmanejable, condiciona fuertemente la capacidad de compra de los residentes en las ciudades. De todas formas, como pasó anteriormente con el PAU, en los momentos de crisis es donde más se necesita de un estado presente para posibilitar alternativas, generando y abriendo nuevos canales, y promoviendo una planificación del territorio donde producción y consumo locales sean palancas de la sostenibilidad para toda la región. Bibliografía. - - - - Aubry, C. y Kebir, L. (2013) Shortening food supply chains: A means for maintaining agriculture close to urban areas? The case of the French metropolitan area of Paris. Food Policy 41, 85–93. Aubry, C.; Ramamonjisoab, J.; Dabatc, M. H.; Rakotoarisoad, J.; Rakotondraibee, J. y Rabeharisoaf, L. (2012) Urban agriculture and land use in cities: An approach with the multi-functionality and sustainability concepts in the case of Antananarivo (Madagascar). Land Use Policy 29, 429–439 Bakker, N.; Dubbeling, M.; Gündel, S.; Sabel-Koschella, U.; and de Zeeuw H. (2000) Growing Cities, Growing Food. Urban Agriculture on the Policy Agenda. 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