Título: El proyecto Cinturón Verde y la implementación de
políticas públicas para la generación de un periurbano
sustentable en el Área Metropolitana de Rosario.
Lisandro E. Martínez1; Raul Terrile2; Nahuel Martínez2; Natalia Budai2; Mariano Costa3;
Agustín Mariatti4; Facundo Varela3; Graciela Porzio3; Andrea Battiston5; Nicolás Paz6,
Yanina Pérez Casella2.
Resumen
En el año 2016 la Municipalidad de Rosario lanzó el Proyecto Cinturón Verde de Rosario
(PCVR), el cual busca promover la producción de alimentos agroecológicos de cercanía
para abastecer el consumo urbano integrando los productores que se sostienen en la
actividad en el Área No Urbanizable. Con ya casi tres años de funcionamiento, el programa
ha logrado incorporar unas cincuenta y cinco hectáreas en procesos de transición
agroecológica (20 ha de producción hortícola y 35 ha de producción extensiva) y cuenta
con la potencialidad de poder sumar muchas más. Además del proceso técnico de cambio
tecnológico (y de la concepción paradigmática que lo sostiene), este proyecto representa un
excelente caso para indagar en las problemáticas sobre el diseño e implementación de
políticas públicas que promueven sistemas agroalimentarios metropolitanos más
sostenibles e inclusivos.
El siguiente trabajo busca reconstruir la génesis de esta experiencia y su situación actual en
relación a un abordaje más integral de la problemática alimentaria para el Área
Metropolitana de Rosario (AMR). Destacando la importancia de la agricultura urbana en la
ciudad cabecera, experiencia que desde el Programa de Agricultura Urbana (PAU) instaló
la misma en la agenda pública municipal, el PCVR representa la continuación,
complementación y potenciación de esta política pública. Realizando ahora un abordaje de
mayor escala, el mismo busca promover y transformar la producción periurbana hacia
formas más sostenibles, escalando hacia un abordaje metropolitano en la producción de
alimentos.
1
Instituto de Investigación en Prospectiva y Políticas Públicas, CICPES-INTA martinez.lisandroe@inta.gob.ar
Secretaría Producción, Empleo e Innovación, Municipalidad de Rosario raul.terrile@gmail.com
3
Secretaría Economía Social, Municipalidad de Rosario
4
Programa Provincial Producción Sustentable de Alimentos en Periurbanos, Gobierno de Santa Fe
5
Secretaria Ambiente y Espacio Público, Subsecretaria Medio Ambiente, Municipalidad de Rosario
6
Secretaría Salud, Instituto del Alimento, Municipalidad de Rosario
2
A través de entrevistas a los principales actores de esta iniciativa, de salidas a campo, y de
la puesta en contexto sobre la significancia de estas nuevas formas de producción y
consumo más conscientes y sustentables, el presente trabajo de investigación busca
evaluar el diseño e implementación de este proyecto, para resaltar los aciertos, logros y
aprendizajes obtenidos hasta ahora, así como los problemas y limitaciones que toda
implementación de una política pública conlleva.
Palabras clave: agricultura urbana y periurbana; agroecología; políticas públicas.
Introducción: La relación campo-ciudad y la importancia de los cinturones
verdes para de los sistemas agroalimentarios metropolitanos.
Comprender, caracterizar y definir los espacios de interfaz entre el campo y la ciudad,
denominados generalmente como espacios periurbanos o rururbanos, aunque no impliqué
definiciones unívocas (Tacoli, 1998; Barsky, 2005; Cardoso y Fritschy, 2012), se ha
tornado una necesidad para la planificación urbanística. Varios son los aspectos que
merecen especial atención. Uno de estos, su función en la producción de alimentos frescos
para el abastecimiento urbano, ha logrado instalarse en la agenda pública internacional
desde hace ya algunas décadas (Smit y Nasr, 1992; Sommers y Smit, 1994; Mougeot, 2000;
Bakker et al, 2000). La visibilización y revalorización de estas producciones en las
cercanías o dentro de las ciudades, en un mundo que tiende día a día hacia mayores tasas
de urbanización, parece tornarse un aspecto central para la sostenibilidad de las ciudades
y, con más razón aún, de las regiones metropolitanas (Pothukuchi y Kaufman, 1999;
Satterthwaite et al, 2010). Recientemente han sido revalorizadas por organismos como
ONU y FAO7 insistiendo en la necesidad de consolidar y potenciar el rol de la llamada
agricultura urbana y periurbana (AUP)8 para lograr ciudades más sostenibles y
recilientes (Smit et al, 2001; van Veenhuizen, 2006; van Veenhuizen y Danso, 2007; De
7
Estos han sido incluidos como parte de las políticas estratégicas del Pacto de Política Alimentaria Urbana
de Milán (MUFPP) de 2015, así como en la Nueva Agenda Urbana HABITAT III de la UN de 2016.
8
Podemos definir a la AUP como “una producción ubicada dentro (intra-urbana) o en la periferia (periurbana) de un pueblo, una ciudad o una metrópolis que cultiva y cría; procesa y distribuye una diversidad de
productos alimentarios y no alimentarios, (re)utilizando en gran medida recursos humanos y materiales,
productos y servicios que se encuentran en y alrededor de dicha zona urbana, y a su vez provee recursos
humanos y materiales, productos y servicios en gran parte para esa misma zona urbana” (Mougeot, 2000: p.
10; la traducción es nuestra).
Zeeuw et al, 2011), destacando, a su vez, el rol de la agricultura familiar urbana y
periurbana (Boukharaeva y Marloie, 2006; Parés, 2009; Feito, 2017).
Históricamente las ciudades se han provisto de alimentos frescos producidos en sus
inmediaciones, lo cual hizo surgir zonas con tradición hortícola cercanas a los cascos
urbanos. Procesos más recientes han generado el desplazamiento de muchas de estas
producciones, debido a la presión inmobiliaria y de la agricultura extensiva, y al surgir
cadenas más largas de abastecimiento desde regiones especializadas más distantes. Sin
embargo, las zonas con producción hortícola/intensiva siguen siendo un rasgo distintivo
de muchas regiones metropolitanas que, aunque disminuidas, conservan tradiciones
productivas de alto valor cultural, social y económico.
Actualmente, como sostuvimos, estás zonas de producción de cercanía son revaloradas
debido al relevante rol que siguen jugando en el abastecimiento local y regional. Su papel
para la seguridad alimentaria de millones de consumidores que necesitan una provisión
regular de alimentos frescos es, por esto, superlativo. Asimismo se ponen en valor las
funciones ecosistémicas de estos espacios productivos para las ciudades. Por la superficie
absorbente que ofrecen, tanto como por captación de CO2, siendo moderadores de
temperaturas, posibilitando el reciclado de nutrientes, entre otros (van Veenhuizen, 2006).
Desde una perspectiva amplia, centrada en los aportes de la AUP para un desarrollo más
sostenible (en sus tres dimensiones, económica, ambiental y social), se remarca el rol que
la misma juega en relación a la seguridad alimentaria, la generación de empleos, así como
la generación de servicios ecosistémicos ya comentada; todos aspectos que nos muestran la
multifuncionalidad de este tipo de agricultura (van Veenhuizen, 2006; Aubry et al, 2012).
Al mismo tiempo, y en contraposición, mostrando los problemas que puede acarrear la
producción de cercanía, producir alimentos en suelos contaminados, el riesgo de irrigar
con aguas poluídas, junto a deficiencias en los sistemas productivos con condiciones sociolaborales precarias y un mal uso de productos agroquímicos, pueden generar problemas
sociales, de salud, ambientales y/o de inocuidad tanto para productores como para
consumidores.
Pero aun teniendo presente estos últimos condicionantes (que pueden ser revertidos como
se demuestra con la implementación del PCVR), los sistemas de cercanía representan
formas que acarren más beneficios que negatividades. Uno de sus principales beneficios
reside en que permiten disminuir el costo del trasporte tanto como su impacto ambiental,
sobre todo para alimentos frescos donde, además, el tiempo entre la cosecha y consumo
implica perdidas de cualidades y eventualmente la generación de desperdicios, todos
aspectos que han ganado especial atención en términos de sostenibilidad. Al generarse un
mayor gasto energético en combustible y refrigeración de los productos (en transporte y
acopio), derivado de proveerse de grandes distancias, la producción de cercanía implica,
por el contrario, un menor impacto ambiental y una moderación en el efecto de cambio
climático al bajar este gasto energético. Sumado a esto, sistemas de comercialización de
mayor intermediación redundan en mayores costos, aumento del precio de los alimentos y
en menores oportunidades de capitalización para los productores.
Por todo esto, promover canales cortos de comercialización representa una manera de
apuntalar y promover las producciones de cercanía y su aporte a las sostenibilidad de las
ciudades (Guiomar, 2011; Aubry y Kebir, 2013; Dubois, 2018; Grando et al, 2018). Estos
generan menor impacto ambiental, disminución de la llamada huella de carbono, así como
un empoderamiento de la comunidad que se afianza en una relación más directa entre
productores y consumidores (Reed et al, 2018), al mismo tiempo que se promueven la
movilización de recursos locales.
Todos estos aspectos se tornan mucho más pertinentes y determinantes para regiones
metropolitanas donde millones de personas necesitan un abastecimiento constante de
alimentos. La dimensión y complejidad que adquiere la producción y el abastecimiento
para áreas tan densamente pobladas hace a definirlas como sistemas agroalimentarios
metropolitanos -SAM- (Sali et al, 2012)9. Sin embargo, lo llamativo del abordaje habitual
de los problemas metropolitanos, presentados por urbanistas, politólogos o geógrafos, es
que suele faltar el problema del acceso a los alimentos. Aun así, una de las formas en que el
urbanismo ha observado e intentado planificar los entornos de las ciudades ha sido a
través de la conformación de los llamados cinturones verdes. La funcionalidad de los
mismos para la planificación urbanística (un tipo de planificación que, para comenzar,
prioriza una visión desde lo urbano) ha sido pensada principalmente como un intento de
frenar el crecimiento urbano descontrolado (Sturzaker y Mell, 2017). Aun así, la
9
Estos implican tanto la producción de alimentos, fibras y/o bioproductos de distinto tipo en la región, junto
con sus mecanismos de agregado de valor (agroindustrias) y comercialización (desde mercados, sobre todo
locales aunque no solo estos, pasando por grandes cadenas de supermercados, minimercados, ferias y otras
formas más directas de relación productor-consumidor), así como los hábitos y formas de consumo (tanto
sea en el hogar como en locales de comidas elaboradas) por parte de los residentes de las ciudades. Todo lo
cual conforma un sistema altamente complejo.
producción de alimentos en las cercanías es parte consustancial de la funciones de los
cinturones verdes, al mismo tiempo que una forma de lograr lo primero. Por ello, el
proceso antes descripto de revalorización de los sistemas productivos de cercanía está
íntimamente ligado a la promoción y consolidación, desde estados municipales y gobiernos
a distintas escalas, de estos cinturones verdes como parte sustantiva de sistemas
agroalimentarios locales y regionales.
Es en con estas premisas que surge el proyecto Cinturón Verde para la ciudad de Rosario y
su área metropolitana, promoviendo un cambio tecnológico hacia formas productivas
agroecológicas vinculado con nuevas formas de comercialización, que priorizan los
conceptos de canales cortos, encuentros de productor-consumidor, y economía social que
se suman al mencionado de cercanía o denominados Km cero. Lo que fundamentalmente
pone en evidencia este proyecto es que, mediante la aplicación de tecnologías de proceso,
se puede producir sin agroquímicos en escala, trabajando de manera participativa con los
productores. Ellos mismos van comprobando que al brindarse las condiciones que ponen
en funcionamiento el sistema productivo y sus interrelaciones, progresivamente se puede
prescindir del uso de los pesticidas.
El Proyecto Cinturón Verde (PCVR) para el Área Metropolitana de Rosario.
Con más de un millón doscientos mil habitantes, el Área Metropolitana de Rosario (AMR)
supone el tercer periurbano más grande de la Argentina. Representa el núcleo de la región
agrícola más dinámica e importante del país, encontrándose en un enclave altamente
estratégico en términos de exportación de commodities. Cerca del 80% de la producción
nacional de cereales, aceites y sus derivados se exporta por los puertos del Gran Rosario,
siendo la principal metrópolis de una de las zonas agrarias más productivas de Argentina
(Lattuca, 2014).
Sin embargo, más allá de esta pujanza económica, el AMR no escapa a serias problemáticas
sociales en materia habitacional, sanitaria, de empleo y alimentarias como en otras
grandes regiones metropolitanas del país. Y es justamente bajo el apremio de estas
problemáticas, sobre todo las referidas a la marginalidad y precariedad de los
asentamientos irregulares en las periferias de la ciudad que, buscando alternativas para
paliar la crisis de 2001, se avanzó en la consolidación e institucionalización de la AUP
como política municipal. El mismo apuntó a la autoproducción de alimentos en pos de una
mayor seguridad alimentaria, a través de la generación de ingresos monetarios por venta
de productos y un excedente productivo para consumo familiar.
En el año 2002, a partir de sinergias entre distintos protagonistas, especialmente la
Municipalidad de Rosario y el INTA a través del Programa ProHuerta, junto con
organizaciones civiles (sobre todo la ONG Centro de Producciones Agroecológicas Rosario
– CEPAR) y el colectivo huertero (Ottmann, 2009), se llega a la creación del Programa de
Agricultura Urbana (PAU), el cual instaura definitivamente la AUP como política pública
municipal (Mazzuca et al, 2009). El programa logra obtener presupuesto propio para el
desarrollo de las actividades y su inclusión en la planificación urbana, formando parte del
Plan de Ordenamiento territorial y el Plan Estratégico Metropolitano PEM 2008-2018
(Lattuca, 2014).
Sin embargo, el PAU representa una política orientada a un tipo de actor particular,
habitante de sectores marginales que, gracias al acompañamiento del estado ha logrado
constituirse y autodenominarse como “huertero”. Se fue logrando desarrollar una
plataforma de sistemas productivos grupales agroecológicos multifuncionales (huertas
comunitarias, parques huertas), vinculado a la comercialización en ferias y al valor
agregado en agroindustrias sociales. Así, los huerteros/as pudieron generar un ingreso y
autoabastecerse de alimentos vegetales frescos. Con reconocimiento internacional, el PAU
representa una política exitosa y un antecedente insoslayable del PCVR. El mismo se
complementa al PAU y busca escalar en producción para poder lograr mayor impacto en
todo el sistema agroalimentario metropolitano.
Teniendo como antecedente al PAU, el PCVR se vincula además con otro programa
municipal, donde la problemática sobre la regulación de las actividades productivas en el
periurbano adquiría mayor peso. Nos referimos al Programa Alimentario que,
dependiendo de la otrora Secretaria de Producción y Desarrollo Local (hoy Secretaria de
Producción, Empleo e Innovación), se orientaba sobre todo a la promoción de buenas
prácticas, tanto para la producción primaria (sean agrícolas o pecuarias), como para la
producción secundaria (en la etapa de elaboración y agregado de valor).
En la actualidad bajo el concepto que no hay mejor BPA que la agroecología, en la cual no
se generan riesgo a la salud al no usar ningún tipo de agroquímicos, se viene desarrollando
un proceso participativo de acompañamiento a los quinteros para que vayan disminuyendo
progresivamente el uso de los plaguicidas, hasta la eliminación de sus sistemas
productivos.
En términos normativos, la promulgación de una serie de ordenanzas municipales también
obligaba a focalizar el abordaje de políticas públicas sobre el periurbano rosarino. La
ordenanza 8871/11, que regula el uso de agroquímicos según peligrosidad, establece una
línea agronómica y una franja libre de aplicaciones de productos de síntesis química a
100m de línea urbana y 50 m alrededor de casas, escuelas, cursos de agua y cultivos
agroecológicos. La misma ha promovido modos de producción agrícola sustentables (hacia
una reconversión gradual a la agroecología), extendiéndose más allá de la franja de
restricción. Y la ordenanza 9401/13 que, condensando gran parte de la normativa
preexiste, regula y categoriza el uso de suelo urbano y no urbanizable de la ciudad,
estableciendo un área de protección fruti-hortícola de 800 ha en suelo no urbanizable. Esta
legislación implicaba la implementación paulatina de un modelo de agricultura de bajo
impacto ambiental y agroecológico.
Debemos mencionar también la ordenanza 9798 del año 2017, la cual prohíbe la
aplicación del herbicida glifosato en todo el municipio y que generara cierto conflicto a
nivel del consejo municipal y la opinión pública. Dado que la misma se aprobó cuando el
PCVR ya estaba en marcha, no la desarrollaremos aquí como un antecedente, aunque si
condiciona el desarrollo posterior del mismo. De hecho, el propio equipo técnico del
proyecto elevó una propuesta de ordenanza superadora de la polémica generada, pero que
de momento no ha sido tratada en el consejo. La propuesta plantea una transición hacia la
agroecología en toda el área productiva del periurbano de la ciudad de Rosario a
desarrollarse en tres años. Y cabe mencionar también la ordenanza 9944 sancionada en
diciembre de 2018, de Sistemas de Garantías Participativas, que plantea validar los
productos obtenidos con un sello de calidad propio del Municipio.
Teniendo presente este contexto, a comienzos del año 2016 comenzó a pensarse en la
necesidad de dar a Rosario y su región un abordaje metropolitano de la AUP, en el que,
indudablemente, para lograr un cinturón verde productivo sostenible, se debía operar
sobre las áreas periurbanas del municipio. Allí, aun teniendo presente el fuerte crecimiento
de los usos urbanos del suelo, persisten todavía unas mil trecientas ha con producciones
tanto intensivas como extensivas10. A la vez, se tornaba evidente que, más tarde o más
temprano, sería necesario trascender los límites del propio municipio cabecera articulando
con municipios y comunes colindantes desde una mirada metropolitana.
10
El municipio de Rosario por su expansión urbana y su limitada superficie, no cuenta ya con zona rural. Con
lo que el PCVR debe operar sobre áreas netamente periurbanas.
La implementación del nuevo proyecto, denominado justamente Proyecto Cinturón Verde
de Rosario (PCVR), implicaba, a diferencia del PAU y del actor social “huertero” que lo
protagoniza, la necesidad de trabajar con otro tipo de actor social, como son los
denominados “quinteros”. Aunque relacionados también a la actividad productiva
hortícola, practican la misma de una lógica netamente comercial, que se remonta a mucho
tiempo atrás, siendo un sector tradicional que históricamente ha abastecido la demanda
urbana.
Caracterización de la zona hortícola periurbana.
Dentro del AMR existe producción hortícola sobre todo localizada en las zonas sur, suroeste y oeste. En el área comprendida entre los límites suroeste del municipio de Rosario y
el municipio y la comuna colindantes de Pérez y Soldini respectivamente, se encuentra una
importante zona hortícola y florícola que perdura aun sorteando crisis y que conserva gran
parte de su patrimonio cultural y productivo. Es sobre la parte que comprende al
municipio de Rosario de esta área que, en principio, el PCVR comenzó a trabajar. La
misma ha sufrido una fuerte diminución de las unidades de producción intensiva hortícola,
como observamos en el Mapa 1.
Mapa 1: Disminución de unidades hortícolas en zona sudoeste del municipio de Rosario
Uno de los objetivos primordiales del PCVR es por ello lograr frenar esta reducción de las
unidades productivas intensivas, a la vez de sumar también la producción extensiva
vinculada a los alimentos para lograr una mejor convivencia entre ambas, en pos de un
sistema agroalimentario metropolitano de mayor sostenibilidad. Desde la Municipalidad
de Rosario el PCVR está integrado por varias secretarías (La Secretaria de Producción,
Empleo e Innovación; la de Ambiente y Espacio Público; la de Economía Social; y el
Instituto del Alimento dependiente de la Secretaria de Salud), lo que nos muestra el
carácter multidisciplinar que lo sostiene, tanto por los profesionales que lo integran como
por las problemáticas que debe abordar. Esta coordinación hacia adentro de la
Municipalidad se da tanto a nivel de definición de políticas, plasmadas en el Gabinete de
Sustentabilidad (donde participan los decisores de cada secretaría), así como también en la
conformación del equipo técnico.
Asimismo, se articuló con actores perteneciente a instituciones académicas, de
investigación, generación de tecnologías, asociaciones profesionales y organizaciones de la
sociedad civil con las cuales se firmó una carta de compromiso. De modo de ir armando
una plataforma de gestión y construcción de conocimiento colectivo, junto a los
productores. Este entramado ha ido generando y sumando otros actores y compromisos
con la iniciativa.
De esta forma, el proyecto, que comenzó a implementarse a mediados del año 2016,
intenta reactivar la producción agrícola de alimentos (hortícola, extensiva) de cercanía,
promoviendo procesos de transición agroecológica. Buscando dinamizar y consolidar este
tipo de producciones, generando condiciones más dignas de producción tanto como de
vida para los productores y sus familias, se trabaja sobre dos ejes de acción: asistencia
técnica con incentivo para reconversión productiva agroecológica, junto con provisión de
equipamiento e infraestructura; y, al mismo tiempo, se fortalecen sistemas de
comercialización con canales más cortos, e introduciendo un sello de calidad de los
alimentos para diferenciar y valorizar las producciones agroecológicas de cercanía (a través
de la marca De mi tierra impulsada por el gobierno provincial), promoviendo
fundamentalmente espacios de ventas directos y de carácter permanente.
Las primeras acciones del proyecto consistieron en conocer y georreferenciar los
establecimientos productivos que forman parte del periurbano. La primera constatación
fue la fuerte disminución de las unidades productivas. Frente a un listado previo elaborado
por el Programa Alimentario en 2009, donde figuraban 54 productores intensivos, el
relevamiento de 2016, una vez iniciadas las actividades del PCVR, encontró que quedaban
sólo 30 de estos. Aun así, los mismos representan unas 200 ha frente a las 1300 ha totales
del periurbano, aunque solo un cuarto de las 800 ha comprendidas en la zona de
protección fruti-hortícola. Lo que evidencia, a la vez, el potencial de la zona para promover
producciones intensivas. En el relevamiento inicial, se identificó que, de los 30 productores
quinteros, el 70 % contaba con una edad superior a los 70 años. Esta situación ha
promovido la presencia de otros sujetos sociales, como son los arrendatarios y medieros
(en su mayoría con contratos precarios). A los fines del proyecto se ha decidido trabajar
con quienes detenten la tenencia de la tierra.
Por su parte, un informe de Agricultores Federados Argentinos (AFA) para la zona
estableció que, según la normativa vigente, los usos del suelo que establece y las franjas de
no aplicación, unas 500 ha están comprometidas de una u otra forma y deben trabajar en
planteos alternativos11.
Una vez conocidos los establecimientos (y los propietarios de los mismos), se procedió a
notificar a los que se encontraban en zonas con restricciones en la aplicación de
agroquímicos, instándolos de comenzar procesos de transición. Al mismo tiempo, se
invitaba a otros que, aunque no estuvieran en zonas con restricciones, se sumasen a la
propuesta. Se propuso comenzar entonces con la implementación de seis módulos
agroecológicos productivos-demostrativos en seis de los establecimientos para iniciar un
proceso de transición. Algunos dedicaron solo una hectárea para el mismo, mientras otros
productores optaron por volcar todo el campo a la transición.
Las formas en que cada productor ha ido implementando el modelo agroecológico difieren,
lo mismo que las motivaciones y el compromiso con el que adhieren al proyecto. Algunos
han tenido que aceptar el cambio por encontrarse en zonas de exclusión, otros aun estando
en éstas, se volcaron con convicción e interés. Mientras otros aun no encontrándose en
estas zonas se sumaron a la propuesta de manera comprometida. Hoy en día la ordenanza
9798/17 obliga a todos los productores a trabajar sin el herbicida glifosato, lo cual
representa un condicionante para todos los productores del municipio, sean intensivos o
extensivos.
La transición es un proceso lento, e implica cambios en las formas de trabajo, más jornales
que necesitan más mano de obra. Al mismo tiempo que la respuesta ante ciertas
11
Una de las discusiones a nivel de planificación urbana en el municipio es cómo zonificar el suelo no
urbanizado aun. La actual zonificación para usos industriales abarca una parte importante de suelo que
actualmente presenta producción agrícola, lo cual condiciona el tipo de aplicaciones que deberían realizarse
allí. A la vez, el interés por hacer crecer los usos industriales hace peligrar la producción primaria, con lo que
se establecen discusiones entre las distintas secretarias y áreas municipales para lograr zonificaciones donde
prevalezca un criterio común, donde se valore tanto el desarrollo de parques industriales como las zonas de
producción primaria. De hecho, como sostienen los técnicos del proyecto, de lo que se trata es de lograr dar
forma a agroindustrias alimentarias donde se articulen áreas productivas con espacios de agregado de valor.
inclemencias, como épocas de mucha lluvia y humedad, o de sequía y calor, pueden
generar mayor incidencia de plagas ante las cuales el sistema no se encuentra aún lo
suficientemente equilibrado. Por esto, como proceso de transición y ante el aumento del
riesgo que conlleva, la necesidad de algún tipo de seguro por parte del estado se vuelve
imprescindible. La posibilidad de colocar la producción en locales especiales para este tipo
de productos, representa, por su parte, una manera de asegurar cierta demanda a la vez
que un mejor control de precios. Ha sido importante para la adhesión de los productores a
la propuesta plantear un sistema de producción y comercialización integrado.
Actualmente se trabaja en forma agroecológica en 20 ha de producción hortícola, más unas
35 ha de producción extensiva. Estas últimas son trabajadas por un productor que trabaja
también de forma intensiva. Otros 18 productores extensivos están comenzando a
interiorizarse para comenzar el proceso de transición. El grupo de productores intensivos
que participa del proyecto, mientras tanto, iniciaron la conformación de una cooperativa.
Imprescindible para dar viabilidad a proyecto es promover nuevas formas de
comercialización que traccionan la demanda. Para ello, se han incorporado nuevos puntos
de venta, ferias y espacios permanentes, como los recientemente creados Mercado del
Patio, el Biomercado, o el Vereda del Museo Gallardo, o las ya tradicionales ferias
municipales, con la posibilidad de incursionar con góndolas diferenciadas en verdulerías y
la venta directa a restaurantes que buscan responder a una demanda de alimento sano. Así,
se van posibilitando y promoviendo nuevas formas de vinculación productor-consumidor.
Apuntando a una mayor concientización por la calidad de los productos, tanto por parte de
los productores como de los consumidores, estos vínculos promueven la producción local y
generan un círculo virtuoso de mayor demanda que incentiva mayor producción,
retroalimentando todo el proceso, donde aparece un nuevo perfil de consumidor, de
consumo consiente o responsable.
A la vez, desde un comienzo fue claro la posibilidad de dar continuidad a la idea de un
cinturón productivo para el AMR dependía de trascender los límites del municipio
cabecera, con lo que la articulación con otros municipios vecinos se tornaba indispensable.
Así, el proyecto trabaja con productores situados en los municipios de Rosario y Pérez, y la
comuna de Soldini, inscribiéndose dentro de una política de planificación metropolitana de
mayor escala. La articulación se establece entre los técnicos del propio proyecto, junto con
técnicos del Programa de producción sustentable de alimentos periurbanos del Ministerio
de Producción de la Provincia de Santa Fe, además del acompañamiento técnico y logístico
de parte de la comuna de Soldini. La conformación de un Grupo de Abastecimiento Local
(GAL) para el área, con coordinación y participación de técnicos de ProHuerta e INTA, a
través de la Agencia de Extensión Rural de Roldán a cargo de este territorio periurbano, es
otra herramienta de acompañamiento técnico para promover y consolidar estas
producciones.
Por su parte, a partir de la articulación interjurisdiccional promovida por el Ente de
Coordinación Metropolitana -ECOM- (que nuclea y articula a los veintiséis municipios y
comunas que integran el AMR), el abordaje de la agricultura periurbana para la zona
mencionada ha logrado plasmarse en un proyecto de más largo. Denominado Plan
Interjurisdiccional Metropolitano Oeste (PIM Oeste), contempla la creación de un
Parque Agrario en la zona comprendida entre los municipios de Pérez y Soldini. El
mismo busca concentrar espacios productivos, educativos y recreativos, promoviendo la
toma de conciencia sobre la “importancia de la producción local de alimentos”. Al mismo
tiempo, el plan establece la delimitación de los bordes periurbanos, “definiendo criterios
claros referidos a la utilización de las áreas rurales de borde más próximas a los núcleos
urbanos y generando espacios intermedios para producción hortícola”.
Conclusiones.
El PCVR implica una herramienta de política pública ya operativa que juega un rol central
en sostenimiento y promoción de la actividad hortícola en la zona. De allí que analizar y
conocer esta iniciativa, que está comprendida en una planificación de más largo plazo,
permite evaluar lo logrado hasta aquí y la mejor manera de orientar las acciones a seguir
en el futuro.
En el marco de un plan interjurisdiccional, la articulación con otros organismos públicos
cuya misión y territorio se solapan ayuda a potenciar y profundizar el abordaje
metropolitano para la agricultura periurbana en la región. Y es justamente esta
articulación la que permite un mayor impacto de las iniciativas emprendidas. Caben
mencionar, el GAL promovido por el INTA y el programa ProHuerta, el trabajo de las
técnicas de la Subsecretaría de Agricultura Familiar de la Nación, la asistencia técnica de la
agencias de extensión rural del INTA en la región, la implementación del Programa de
producción sustentable de alimentos periurbanos provincial, la creación de una
Plataforma de Innovación de los Territorios Periurbanos (gestionada desde el INTA pero
con participación de diversos organismos públicos), el Colegio de Ingenieros Agrónomos
de Santa Fe, cátedras de las facultades de Ciencias Agrarias, Arquitectura, Ingeniería,
Derecho Agrario de la UNR, así como de la Universidad del Centro Educativo
Latinoamericano (UCEL), que participa con la Facultad de Química y el Observatorio de
Economía Social. El Mercado de Productores de Rosario, por su parte, que ha sido
permeable a capacitar en agroecología a los productores asociados y a los verduleros que
acuden al mismo. Todos estos, en conjunto con el propio PCVR, conforman un entramado
de políticas públicas con foco en la AUP que van posibilitando en conjunto una mayor
contundencia en el abordaje.
Los problemas ambientales y de salud por el uso de agroquímicos están fuertemente
instalados en la agenda pública, lo mismo que la búsqueda por productos más sanos.
Abordar las producciones de cercanía desde el paradigma agroecológico representa una
alternativa productiva, con beneficios tanto económicos como sociales. Pero la posibilidad
de que este tipo de sistemas se afiance dependerá de la continuidad de las políticas y del
acompañamiento técnico y crediticio, así como de incentivos para promover el cambio
tecnológico, tanto como la toma de conciencia por parte de los consumidores del valor
(para la salud, para el ambiente, así como para la seguridad y soberanía alimentaria de la
región) de las producciones agroecológicas de cercanía.
Se puede rescatar como lección, la importancia de trabajar con los planificadores de las
ciudades y la región en la necesidad de preservar áreas verdes productivas en las áreas
periurbanas, por los servicios ambientales y productivos que prestan a toda la sociedad.
Los gobiernos locales, provinciales y nacionales son responsables de generar las reglas de
juego para lograr el buen vivir de toda la comunidad, más allá de los intereses sectoriales.
Lo avanzado hasta aquí por el PCVR solo puede ser evaluado en una mirada de más largo
plazo. Si bien puede parecer poca la cantidad de hectáreas que se han volcado al cambio de
modelo, las sinergias que el proyecto fomenta tienen la potencialidad de darle un
crecimiento sostenido. Dependerá también del contexto nacional, que atravesando una
crisis económica con visos de tornarse cada día más inmanejable, condiciona fuertemente
la capacidad de compra de los residentes en las ciudades. De todas formas, como pasó
anteriormente con el PAU, en los momentos de crisis es donde más se necesita de un
estado presente para posibilitar alternativas, generando y abriendo nuevos canales, y
promoviendo una planificación del territorio donde producción y consumo locales sean
palancas de la sostenibilidad para toda la región.
Bibliografía.
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