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Luis de Monzón, Corregidor de los Rucanas ¿hijo o sobrino del “escandaloso funcionario? Repartimiento de San Francisco de Atunrucana y Laramati y repartimiento de los Rucanas Antamarcas Jurisdicción de la ciudad de Guamanga, 1586 “Descripción de la tierra del repartimiento de San Francisco de Atunrucana y Laramati, encomendado en Don Pedro de Córdova, jurisdicción de la ciudad de Guamanga.” Año de 1586. Luis de Monzón. En Relaciones geográficas de Indias, Edición, notas y compilación, Marcos Jiménez de la Espada, Ministerio de Fomento de España, Imprenta Manuel de G. Hernández, 4 Tomos, Tomo 1, Madrid: 1881-1897. pags 179- 196. https://wellcomecoll Descripción de la tierra del repartimiento de los Rucanas Antamarcas de la corona real, jurisdicción de la ciudad de Guamanga-1586, en Relaciones geográficas de Indias, Marcos Jiménez de la Espada, Compilador. Ministerio de Fomento de España, Imprenta Manuel de G. Hernández, 4 Tomos, Tomo I, Madrid: 1881-1897. pags 197- 215. https://wellcomecoll Lydia Fossa, PhD Su Majestad, Felipe II, Rey de las Españas, manda “hacer las relaciones de la descripción de las Indias … para el buen gobierno y ennoblecimiento dellas …” ([1586] 1888-1897: 179). Esta orden del rey llega como “Instruicion y Memoria en molde” dirigida al “Excelentísimo Señor Don Fernando de Torres y Portugal, conde del Villar, visorrey, gobernador y capitán general destos reinos y provincias del Piru …” ([1586] 1888-1897: 179). Éste, a su vez, le ordena al Corregidor de las provincias involucradas, a contestar el pliego de 50 preguntas que informarán al Rey de las características de esas zonas de su imperio. Luis de Monzon es el “correjidor por Su Magestad desta provincia de Rucanas y Soras” quien ha recibido la Instrucción y Memoria y procede, junto a otras personas, a efectuar los interrogatorios necesarios para responder a las preguntas, o capítulos, formulados por el Consejo de Indias. Los personajes y el cargo de corregidor Luis de Monzón tiene la responsabilidad de responder a los interrogatorios correspondientes a dos localidades, dos repartimientos, que antes habían formado una sola unidad indígena. Estos dos repartimientos (españoles) son, por un lado: Atunrucana y Laramati y por otro lado, Rucanas Antamarcas. Ambos caen bajo la jurisdicción de la ciudad española de Guamanga. Una diferencia importante es que la primera está encomendada a un privado, Pedro de Córdova, mientras que la segunda lo está a la Corona Real. En teoría, en la modalidad del repartimiento a privados, los indígenas están a merced de un español que puede obligarlos a trabajar para él, sin retribución ni libertad, más bien obligados a pagar tributo; bajo la Corona Real son considerados vasallos y súbditos del Rey, con las prerrogativas y obligaciones tributarias de cualquier otro vasallo. Bartolomé de las Casas abogó por que todos los indígenas estuvieran “en la cabeza del Rey”: “se pongan y reduzcan e incorporen en la Corona Real de Castilla y León, en cabeza de V. M. como súbditos y vasallos libres que son. Y ningunos estén encomendados a cristianos españoles, antes sea inviolable constitución, determinación y ley real, que ni agora ni ningún tiempo jamás perpetuamente, puedan ser sacados ni enajenados de la dicha Corona Real. ni dados a nadie por vasallos ni encomendados, ni dados en feudo, ni en encomienda, ni en depósito, ni por otro ningún título ni modo o manera de enajenamiento, o sacar de la dicha Corona Real por servicios que nadie haga, ni merecimientos que tenga, ni necesidad que ocurra, ni causa o color alguna que se ofrezca o se pretenda, etc.” (Zavala 1935: 424-425). Las Casas explica por qué no se debe entregar a la población indígena a ningún español que no sea el Rey: “Según las leyes justas y racionales y la filosofía moral. nunca se debe conceder el regimiento o gobierno a hombres pobres y codiciosos que sólo desean salir de su pobreza. Todos los españoles que pasan a las Indias son pobres y codiciosos; su único fin es la riqueza y son los siervos de la avaricia. ¿Qué piedad pueden tener con las vidas ajenas? Darles los indios es lo mismo que entregarlos a bravos toros, lobos. leones y tigres hambrientos; y poco hacen al caso las leyes y sanciones, pues si en España es difícil impedir los desmanes de un gobernador avaro, en las Indias, tan distantes, lo es mucho más.” (Zavala 1935: 427). Sobra decir que estas ideas, incorporadas en las Leyes Nuevas, fueron rechazadas violentamente por los encomenderos en 1542, los primeros conquistadores. Como parte de la imposición colonial en la región andina, el cargo de Corregidor de Indias fue instituido en 1530, reproduciendo la institución del Corregimiento que se había implementado en España desde fines del reinado de Isabel de Castilla, a partir de 1500. El éxito de su ejercicio en la península hizo que se le estableciera también en América, pues se hacía necesario que un representante del rey estuviera en cada pueblo y provincia indiana. Esta representación regia se hace evidente cuando a Luis de Monzón se le presenta como “correjidor por Su Majestad”. Las funciones que tenía este representante del rey en al siglo XVI era similar al de un alcalde actual. De acuerdo a Cunill, “A partir de la segunda mitad del siglo XVI, varios corregidores fueron nombrados en distintas regiones de América, este oficio convirtió [a sus nombrados] en una de las más controvertidas figuras de la administración colonial. El cabildo era la entidad citadina a la que estaba supeditado el corregimiento.” (2017: 267). Parte de la controversia fue que se consideraba el cargo de corregidor y el corregimiento en sí como un premio merecido por ciertos individuos, generalmente los conquistadores o sus descendientes, para que lucraran con él: “... entre 1550 y 1570, el Consejo de Indias envió varias cédulas a los gobernadores de Yucatán para que éstos otorgaran corregimientos a vecinos beneméritos, conforme al capítulo de las Leyes Nuevas donde se mandó gratificar a los conquistadores e hijos de conquistadores con ‘aprovechamientos y corregimientos’.” (Cunill 2017: 268). En el caso del Perú, Pedro de la Gasca y el ejército del Rey vencieron al levantisco Gonzalo Pizarro en 1548. Como consecuencia, los vencidos perdieron sus repartimientos. El presidente Gasca hizo un nuevo repartimiento de tierras y cargos para poder contar con autoridades locales leales al rey en todo el virreinato peruano. Gasca y sus asistentes adjudicaron los cargos a quienes habían defendido la autoridad del Rey o que tuvieran una relación de amistad, compadrazgo, paisanaje o inclusive parentesco con quienes los distribuían. Posteriormente, cuando se cayó en cuenta de que muchas personas deseaban estos cargos, empezó su venta. Polo y La Borda ha estudiado cómo una persona llegaba a ser corregidor, tomando como ejemplo el del Cuzco, en los siglos XVI y XVII a partir de “... los diversos y complementarios modos y esferas a través de los cuales el corregidor de españoles del Cusco consolidó y ejerció su poder en dicha ciudad durante los siglos XVI y XVII. Se ve que la autoridad en el estado colonial era construida, ejercida y discutida por medio de la violencia y la coacción física directa; las ceremonias públicas, la magnificencia y las discusiones en torno al honor; así como del monopolio de la justicia y la administración.” (2010: 2). En los primeros tiempos de los corregimientos, el corregidor tuvo que contribuir con la pacificación de los españoles, especialmente de quienes consideraban que no habían recibido una compensación justa por su defensa a la causa del Rey. Gasca había traído con él una gran cantidad de soldados de otros lugares americanos que difícilmente tenían cabida en el conmocionado Perú. Los corregidores debieron, entonces, ejercer sus cargos eminentemente como “justicias”. Asimismo, debían atender a la población indígena, siempre decreciente. “... su primera función era imponer el orden regio, asegurar el dominio y gobierno pacífico de los reyes hispanos empleando todos los medios que estuviesen a su alcance: la violencia física, las leyes, los rituales, la costumbre, entre otros muchos ... en el Perú inicialmente fueron instituidos para poner coto al grupo que aparecía como la principal amenaza a la autoridad regia: los encomenderos y, paralelamente, debían velar por la justa y correcta administración tanto de la tierra, así como de la mano de obra indígena.” (Polo y La Borda 2010: 7). El corregidor también tenía ciertas limitaciones: no le estaba permitido practicar actividades comerciales ni poseer ningún otro tipo de actividad privada, ni vincularse con la sociedad criolla, ni contratar a parientes. Pero, esto no solo no se pudo evitar, sino que lo convirtió en explotador de indígenas, especialmente en zonas mineras como la de Guamanga. En vista de lo lucrativos que eran, los puestos de corregidores fueron adquiridos por personas influyentes y adineradas para sus allegados. Conocemos el caso del oidor Pedro Mercado de Peñalosa (1553-1562), quien “En las denuncias de Briviesca de Muñatones, además del cargo de alférez real para su hermano López de Zuazo, Mercado de Peñalosa le consiguió los corregimientos de Arequipa y Atacama con un salario de 2.500 pesos cada uno.” (Angeli 2011: 148). Este no fue un caso aislado: otros oidores de la Audiencia de Lima fueron visitados también por Diego Briviesca de Muñatones, quien en 1561 dictaminó “que los corregimientos y oficios vacantes ... se los ‘proveyeron a sus deudos, parientes e amigos’, dejando de lado a los pobladores más antiguos y con mejores méritos ‘syn nyngun remedio e padeciendo necesidad e trabajo’”. (Angeli 2011: 141-142). Ese parece haber sido el caso de Luis de Monzón, pariente cercano del fiscal y oidor Juan Bautista Monzón. No se tiene información documentada sobre la vida y formación de Luis de Monzón, excepto que llegó al Perú en la comitiva de Juan Bautista Monzón, como parte de la flota del virrey Conde de Nieva. Según el manuscrito Esta información aparece en: https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/167293 de la lista de pasajeros a Indias: “En XXVI de diziembre de 1559 años. El liçençiado Monçon, fiscal de la audiençia de Lima en el Perú y natural de la villa de Madrid, hijo de Luis de Monçon y de doña Ana Méndez, y doña Antonia Perez, muger del dicho liçençiado Monçon, es natural de Salamanca, hija del bachiller Sevillano y de Catalina Lopez, se despacharon al Peru por orden de Su Magestad, y llevaron consigo a Geronimo y Luis y Gonçalo y Luisa y Hernando, sus hijos solteros, en la nao Me del maestre Bartolome Tardin”. Va con Hernando de Fonçeca como criado y de Bartolome Dantas, criado, y de Maria Tuguera, criada. Estos tres van como solteros. Se embarca en calidad de hijo, aunque no hay aún seguridad sobre ese parentesco con el licenciado Juan Bautista Monzón. Decimos esto porque, aunque pasó a Indias como hijo, pudo ser su sobrino. Este sobrino fue quien lo acompañó y asistió en varias de sus actividades en los diferentes cargos que ocupó, especialmente en la Audiencia de Santa Fe. En cambio, al hijo Luis no se le vuelve a mencionar en los documentos consultados, especialmente en su testamento: “Dejó como herederos a sus hijos don Gerónimo y don Gonzalo de Monzón, avecindados en Madrid [en 1594], a su hija doña Ana de Monzón Sotomayor (probable nacimiento en Lima, entre 1560 y 1573), residente en Lima, que era la mujer del corregidor iqueño Juan de Vargas.” (Hampe 1987: 49). El hecho de que los hijos regresaran a España explica por qué no se les menciona en los documentos indianos, como sí sucede tanto con su sobrino Luis, quien no figura en su testamento, como con su hija Ana. La sorprendente carrera del licenciado Juan Bautista de Monzón en Indias se inicia con su nombramiento como fiscal de la Audiencia de Lima. Consultando la Información secreta (AGI. Justicia I.088, Núm 4. Ramo 3.) en razón de la visita que se le hizo al licenciado Luis de Monzón al finalizar su actuación como fiscal de la Real Audiencia de Los Reyes, en 1568, apreciamos las deposiciones del licenciado Francisco Falcón El destacado historiador Guillermo Lohmann llamó la atención a este respecto (2015: 101). indicando los folios respectivos: “A la segunda pregunta dixo que este testigo a visto que el dicho liçençiado de Monçon durante el tiempo que a usado su offiçio de fiscal en esta Real Audiençia a seguido algunas causas tocantes al fisco y Real Hazienda con muncha calor y otras con descuido e que entre los procuradores e gente del Audiençia se tratava y dezia ordinariamente que no siguia todas las causas que tocavan al fisco y Real Hazienda ygualmente sy no qual o quales dellas y estas que seguia heran las menos y mas las que dexava de seguir segund se dezia entre los ofiçiales del Audiençia y que particularmente este testigo no tiene memoria para declarar quales y qué causas heran y son las que seguia y dexava de seguir ni entre partes mas de que vido y se acuerda lo que tiene dicho ...” (Folio LXV). Sigue declarando el licenciado Falcón el 26 de junio de 1568: “A la tercera pregunta dixo... este testigo le via asystir a las audiençias e que quando no se veian las causas fiscales le vido salirse de la dicha audiençia y si se vian asystia a ella.” (Folio LXVIII). Añade el testigo: “A la nobena dixo que le paresçe a este testigo que sienpre el dicho liçençiado Monçon en audiençia procurava que se ampliasen las provisiones de Su Magestad asi en fabor de los yndios como de la fazienda real de Su Magestad.”. (Folio LXVIIIv). Dice aún más el licenciado Falcón: “A la onze pregunta dixo que munchas vezes a visto este testigo que el dicho liçençiado de Monçon se fallo [sic: halló] presente a las almonedas Almonedas: “Venta pública de bienes muebles mediante licitación, especialmente cuando se venden a bajo precio.” https://dpej.rae.es/lema/almoneda “almoneda. Latinē auctio, nis. La venta de las cosas pública que se hace con intervención de la justicia y ante escribano y con ministro público, dicho pregonero, porque en alta voz propone la cosa que se vende y el precio que dan por ella. Y porque van pujando unos y otros y acrecentando el precio, se llamó auctio; y porque el pregonero, en voz alta, le va cantando, se llama encante en Valencia el almoneda, tomado del toscano, que la llama incanto. Las almonedas de hacienda pública, como la presa y despojos de la guerra, se vendían en la plaza hincando una lanza, alrededor de la cual se ponía lo que se había de vender, que comúnmente se dice subhasta, lo cual declara muy bien la ley de la Partida 32, título 26, parte 2, que empieza así: «Almoneda es dicha el mercado de las cosas que son ganadas en guerra y apreciadas por dineros cada una cuanto vale, &c.» Acudiendo pues a su etimología, digo que no me cuadra la que se le da, a monendo, porque el pregonero avisa en el precio que está la cosa que se vende, ni tampoco la opinión de los que piensan haberse dicho de moneda, porque se hace dinero y moneda lo que allí se vende. Diego de Urrea dice ser arábigo: al, artículo; la m es aditicia constitutiva del participio agente; la raíz es el verbo nedeye, que vale llamar; y de todo este agregado, al-mo-nedeye, almoneda, que vale tanto como llamamiento, porque llama a que vengan al almoneda. El griego llama a la almoneda δημιοπρασια, demioprasia, aditivo de δημος, populus, y πρασις, venditio, quasi publica venditio.” (Covarrubias [1611] 1995: 75). que dize la pregunta con los ofiçiales de Su Magestad.” (Folio LXVIIIv). Al parecer, todas las causas debían recibir la misma atención y dedicación; debía asistir a las sesiones de la Audiencia de manera obligatoria y participar activamente en ellas. Además, los miembros de la Audiencia no podían participar en las almonedas locales porque eran ellos quienes ordenaban los remates de bienes muebles. El resultado de la visita fue la inhabilitación del licenciado Juan Bautista de Monzón del cargo de fiscal en Los Reyes en 1568. Lo sorprendente es que, en 1570, recibió el encargo de ejercer, una vez más, como fiscal en la Audiencia de Los Reyes. En esta segunda oportunidad, Monzón se enfrentó a varios sucesos: “De vuelta en la ciudad de Los Reyes, el togado sufrió, a comienzos de 1573, la desaparición de su mujer, doña Antonia, que fue sepultada en el convento franciscano de Lima.” (Hampe 1987: 49). A raíz de su viudez, se empeñó en otra actividad prohibida: “Una carta del virrey Toledo a SM, fecha en Potosí 20-III-1573, refiere que nuestro sujeto (el fiscal Luis de Monzón), se encontraba a la sazón buscando alianzas matrimoniales en la sociedad limeña, tanto para sí mismo como para sus hijos.” (Hampe 1987: 46). Además de ello, tuvo serias desavenencias con el virrey Francisco de Toledo, quien lo envió preso al Callao en 1576, embarcándolo a España. De acuerdo a Hampe, “Quizá a manera de desagravio y seguramente gracias a sus excelentes influencias en la Corte, nuestro protagonista consiguió nuevamente la rehabilitación. Esta vez, en 1578, se le dió la misión de hacer una visita a la audiencia de Santa Fe (Bogotá) en la provincia de Nueva Granada.” (1987: 47). Para finales de 1581, ya se había enfrentado, inclusive con las armas, a toda la administración política y eclesiástica de la audiencia de Santa Fe, habiéndolos denunciado por haber profanado tumbas de jefes indígenas y no haber pagado el quinto real por los tesoros allí hallados. Desde Santa Fe, su sobrino Luis de Monzón le dirigió una dramática carta Carta de Luis de Monzón, sobrino del fiscal Juan Bautista Monzón 6.A : PARES: SANTA_FE,16,R.25,N.147 http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/386302 al Rey, en 1581, exponiéndole todas las violencias a que había estado sometido su tío, el visitador, y él mismo. Esta apelación cumplió con su cometido y el visitador agraviado fue rehabilitado y hasta premiado: “... el burócrata castellano marchó una vez más a Lima, donde reasumió su plaza de oidor en marzo de 1583... el 3 de junio de 1584 juró el rectorado de la Universidad de San Marcos ... hasta marzo de 1586.” (Hampe 1987: 47). Se embarca hacia España a fines de 1586, conminado por una orden real para evaluar su ejercicio como fiscal en Nueva Granada. Al partir, “... se verificó que Monzón portaba consigo nada menos que ochenta mil pesos, no obstante que oficialmente había declarado tan solo algo más de seis mil...” (Hampe 1987: 48). Hampe lo considera tanto un “conocido hombre de leyes” (1987: 43) como un “funcionario escandaloso” (1987: 44). Lo que lo hacía parecer tan díscolo era su actitud, primero hacia la corte del virrey Conde de Nieva y hacia el virrey mismo: “El impulsivo fiscal pensaba que la mala situación reinante en el Perú se debía, fundamentalmente, a la falta de auténtica justicia y al menosprecio en que era tenido el servicio a la Corona.” (Hampe 1987: 45). También participó en una negociación algo turbia, relacionada con minas de azogue en la región de Guamanga, en respuesta a una ordenanza real de estatizar todas las minas peruanas, dada en 1559, pero puesta en práctica tímidamente (por las reacciones airadas de los mineros), en tiempos del gobernador Lope García de Castro. Solo reactivó esta ordenanza el virrey Francisco de Toledo, en 1573. Al parecer, Monzón no solo tenía mucha influencia en la Corte, sino que su carácter aguerrido lo convertía en justiciero ante tantas quejas de malas prácticas en las audiencias indianas (Véase Angeli 2013). No sería de extrañar que este personaje hubiera comprado o reciido como merced el cargo de Corregidor para su sobrino Luis de Monzón, y que éste lo estuviera usufructuando en San Francisco de AtunRucana y en Laramati en 1586. La Relación geográfica El corregidor Luis de Monzón se hace cargo de organizar la recolección de información para el primer interrogatorio mencionado al inicio de este texto. Explica Monzón: “me junté en uno con Juan de Quesada, cura deste dicho pueblo, y del maestro Juan Gutiérrez de Venavides, y Gregorio Sánchez de Ahedo, clérigos, y todos juntos respondimos á los dichos capítulos …” ([1586] 1888-1892: 179). Además de las autoridades civiles y religiosas españolas, Monzón cuenta con intérpretes de lenguas indígenas, quechua y aimara: “para lo que se ha de saber de los indios, se hallaron presentes por lenguas Juan Alonso de Badajoz, mestizo, y don Pedro Taypimarca, indio ladino en la lengua española, escribano de Cabildo del repartimiento de Atunsora.” ([1586] 1888-1892: 197). El corregidor Luis de Monzón creó un único equipo de interrogación y traducción para ambas recopilaciones de información, pues las mismas personas participaron en el segundo cuestionario. La Relación geográfica de Luis de Monzón tiene una extensión de 12 hojas o folios, que, escritos por anverso y reverso, hacen 24 páginas de unas 25 líneas cada una. De las 50 preguntas, fueron respondidas 37, eliminando las que no correspondían a la zona o a la región, o que no tenían correlación con las características del lugar. Monzón es cuidadoso y detallista al mencionar todos los pueblos que hay en la zona, las distancias entre ellos, el tipo de camino que los une y las dificultades de transporte que se suscitan por la calidad de esos caminos. Distingue la sierra del valle y la sierra de la puna; explica que cada ecosistema tiene sus propios productos y da las razones para ello. Se refiere al clima, la altura, la cantidad de lluvias, la nieve, etc., como factores importantes en la elaboración de sus apreciaciones. Tiene observaciones muy interesantes como la de distinguir entre Hatun y Hanan; entre Hanan y Lurin; entre ayllu y parcialidad; entre repartimiento y pueblo; entre cacique principal y segunda persona: “(...) este repartimiento tiene por nombre Atunrucana, que quiere decir dedo grande; y en este repartimiento hay dos ayllos, que son Ananrucana y Lurinrucana; Atunrucana se derivó porque en este dicho pueblo de Atunrucana se juntaban en tiempo de los Ingas todas las dichas dos parcialidades á tratar cosas que les convenia, y en estas dos parcialidades se comprenden todos los indios deste repartimiento de Atunrucana; y Ananrucana, que quiere decir primero, y Lurin Lucana (así), el postrero; y así, el cacique principal deste repartimiento manda y gobierna los indios de Ananrucana, y la segunda persona gobierna y manda los indios de Lurinrucana.” ([1586] 1888-1892: 180). El primer par de términos que analizaremos es repartimiento-pueblo. Se entiende que para los españoles un “pueblo” equivale a un repartimiento como en: “este repartimiento tiene por nombre Atunrucana…” y “en este dicho pueblo de Atunrucana se juntaban en tiempo de los Ingas todas las dichas dos parcialidades”. El autor esta identificando la reunión de dos parcialidades con un pueblo y el pueblo con el repartimiento. El segundo, ayllos-parcialidades. El autor escribe: “en este repartimiento hay dos ayllos…” y añade: “en estas dos parcialidades se comprenden todos los indios deste repartimiento…”, de manera que “ayllos” y parcialidades vienen a ser equivalentes, es decir, presentan altos grados de similitud para los observadores españoles y lo que les transmiten los intérpretes. El tercer grupo de términos es Hatun o Atun, Hanan o Anan y Lurin. En palabras de Monzón, “hay dos ayllos, que son Ananrucana y Lurinrucana; Atunrucana se derivó porque en este dicho pueblo de Atunrucana se juntaban en tiempo de los Ingas todas las dichas dos parcialidades á tratar cosas que les convenia, y en estas dos parcialidades se comprenden todos los indios deste repartimiento de Atunrucana…”. Se denomina Hatun o Atun Rucana a la unión de las dos parcialidades que lo conforman, Hanan o Anan Rucana y Lurin Rucana. Aunque las dos partes (ayllus, parcialidades) juntas forman la gran unidad, una tiene prevalencia sobre la otra: “Ananrucana, que quiere decir primero, y Lurin Lucana (así por Rucana), el postrero”. Esta diferencia en prevalencia o importancia se extiende a los líderes de sendas partes: “el cacique principal deste repartimiento manda y gobierna los indios de Ananrucana, y la segunda persona gobierna y manda los indios de Lurinrucana.”. El autor nos habla, entonces, de un gobierno dual a nivel de Hatun o Atun y uno individual a nivel de Hanan o Lurin. Pero, la Relación enumera no solo a dos sino a varios jefes indígenas, a quienes identifica como curacas y principales; después llamará a uno de ellos cacique principal, sin especificar a cual: “se hallaron presentes en esta junta los curacas y principales deste dicho repartimiento, que son don Juan Guanearilla [sic por Guancar Ylla] y don Xpval. (Cristobal) Auchuqui (Auqui Chuqui), y don Francisco Hernández y don Francisco Curiaymara (Curi Aymara) y otros caciques é indios principales.” ([1586] 1888-1892: 179). Nótese que primero nombra a Juan Guancar Ylla y a Cristóbal Auqui Chuqui; estos deben pertenecer a Hanan Rucana y, por lo tanto, asumen cargos Hatun cuando las dos parcialidades están reunidas. Quedan distinguidos con el apelativo de “don” por ser los jefes de ese ayllu o parcialidad. Debemos entender que se trata de la primera persona y la segunda persona de la primera parcialidad, Hanan. Luego nombran, con el apelativo de “don” también, a Francisco Hernández y a Francisco Curi Aymara. En vista de que los nombran en segundo término, deben pertenecer a Lurin Rucana y fungir de primera y segunda personas. Todos han sido bautizados; llevan nombres de pila cristianos. Francisco Hernández ha adoptado el nombre completo de un español, aunque siga siendo indígena. Después de anotar a los presentes por sus respectivos nombres y apellidos, el autor dice que también estaban presentes “otros caciques é indios principales.” Estos personajes podrían ser los jefes de pachaka o de waranqa. En todo Hatun o Atun Rucana hay 2,608 “indios tributarios” identificados sumando las poblaciones parciales que enumera: de “seiscientos y diez y ocho indios tributarios” ([1586] 1888-1892: 194), más “y hay en los dichos cuatro pueblos hasta novecientos y sesenta indios tributarios;” ([1586] 1888-1892: 195), más “habrá en todos los ocho pueblos pocos más de quinientos indios tributarios” ([1586] 1888-1892: 195), con los adicionales “habrá en los dichos pueblos hasta quinientos y treinta indios tributarios” ([1586] 1888-1892: 195). Esta enumeración corresponde al número de tributarios cuyas unidades familiares y ellos mismos debían ser catequizados por los sacerdotes católicos a cargo. El número de 2,608, multiplicado por cuatro (miembros de una familia) nos da 10,432 personas. Esto implica la existencia de 1 principal de hunu, 10 principales de waranqa; 104 principales de pachaka, por lo menos. Si se considera solo el número de tributarios, 2,608, habría dos jefes de waranqa y seis jefes de pachaka. Don Marcos Jiménez de la Espada cierra su publicación de esta Relación geográfica con una felicitación a Luis de Monzón: “Es de las más puntuales é interesantes en su género.” ([1586] 1888-1892: 196). Pero, también indica que, a pesar de su valor, “Antonio de Herrera para nada la tuvo en cuenta al componer sus Décadas y Descripción de las Indias.” ([1586] 1888-1892: 196). Las Relaciones geográficas presentaron una fotografía del momento, de cada pueblo de las posesiones españolas de Indias, para que el Rey pudiera conocer tanto los territorios como a quienes los poblaban. No se dió, durante la colonia, hasta el siglo XX, el hecho de que un monarca español visitara el Perú. Las Relaciones geográficas fueron un intento por acercar el mundo de los colonizados al del colonizador. Hoy nos sirven a los peruanos del siglo XXI para acercarnos al mundo indígena que los colonizadores hicieron lo posible por erradicar. Los glosarios El primer glosario que comentaré corresponde a la “Descripción de la tierra del repartimiento de San Francisco de Atunrucana y Laramati”. En él encuentro dos asuntos que destacar: la ambigüedad léxica que se aprecia entre grupo étnico y territorio por un lado y la interesante diferenciación entre lenguas habladas dentro de ese territorio y fuera de él. Sobre el primer punto, presento varios ejemplos de ambigüedad entre toponimia y etnonimia. Uno de ellos es el de “Antacocha” y “Antamarcas”. El primero ha quedado identificado como topónimo y el segundo como etnónimo. Si nos ceñimos a la semántica quechua, Anta cocha significa “laguna de cobre”; “Anta, cobre. Anta chacra, mina de cobre.” (Anónimo – Valera [1586] 1951: 16). “Cobre. Yauri (Bertonio [1612] 1879: 124). “Yauri. Cobre.” (Bertonio [1612] 1879: 395). “Cocha, mar, laguna, alberca, algibe, etc.” (Anónimo – Valera [1586] 1951: 24). “Laguna, lago. Cota.” (Bertonio [1612] 1879: 289). “Cota. Mar, laguna, charco.” (Bertonio [1612] 1879: 53). es decir, sería un hidrónimo. Pero la glosa dice: “Desde este pueblo de Atunrucana al pueblo de San Felipe y Santiago de Antacocha...” (Página 184). De manera que, según el criterio español, la toponimia que le corresponde a ese pueblo es “San Felipe y Santiago de Antacocha”, anteponiendo el santoral católico “Los nombres de los santos se los pusieron los padres que al principio los dotrinaron, y los otros nombres antiguos no sinifican nada ni lo que quiere decir, más de que son apellidos antiquísimos y nombres que no saben quien los puso. Y en cuanto á la lengua, está dicho que se llama quíchua y guanca.” (Vega [1582] 1888: 84). a la hidronimia indígena, confundiéndola con un topónimo. Luego tenemos que “Antamarcas” está considerado, y así lo hemos señalado en su categorización, como un etnónimo siguiendo la glosa: “... en esta puna se dividen los términos de el repartimiento de los Antamarcas y los Atunrucanas.” (Página 191). Se entiende que los “Antamarcas” son las personas que conforman el repartimiento del mismo nombre y, por lo tanto, pertenecen al grupo étnico “Anta”, ubicado en la zona de puna. Esta zona, fría, se opone a la de los valles, más bajos y más cálidos. Veamos primero la morfología de “Antamarcas”. Se presenta con el sufijo _s, marca del plural del castellano, fijado a la palabra compuesta Anta marca, con la anteposición quechua del adjetivo. “Anta” significa cobre. “Marca”, por su lado, aparece únicamente en el Lexicon de Domingo de Santo Tomás [1560]: “Marca. Comarca o pueblo. Marca o suc. guamane. Provincia o comarca. Marcayoc. Comarcano.” ([1560] 1951: 318). En aimara, Bertonio nos ofrece: “Marca. Pueblo.” ([1612] 1879: 27) y “Pueblo. Marca.” ([1612] 1879: 387). Aparece después en el diccionario quechua moderno de Lira y Mejía: “Márka. Colonia, pueblo colonizado...” (2008: 253). Ante la sorpresa de asociar “marca” o “marka” con la situación colonial, consultamos con la Enciclopedia del idioma de Martín Alonso. Allí, efectivamente, encontramos “Marca”, con una indicación que proviene, etimológicamente hablando, del alemán medio alto mark, que significa señal. Entonces, “Marca. f.s. XIV al XX. Provincia, distrito fronterizo...” (1958: 2713). Sorprende la coexistencia del término en Europa y en los Andes prehispánicos, tanto como significante como significado. ¿Se tratará de un préstamo interlingüístico? De acuerdo a Itier, “Marka es un término de origen quechua y su significado en la protolengua fue ‘planicie elevada’ y no ‘pueblo’ ni ‘espacio habitado’ (2023: 167). Añade este investigador: “En la variedad cuzqueña, designa genéricamente los pueblos prehispánicos construidos en las cimas planas de promontorios elevados...” (Itier 2023: 168). Aunque añade: “Cuando marka constituye el núcleo del nombre de un pueblo (Andamarca, Pariamarca, Sacsamarca, Yanamarca), la geografía no siempre corrobora la interpretacion de marka como ‘planicie elevada’.” (Itier 2023: 169). Pero, si “marka” hubiera sido un segmento toponímico, estaría registrado en todos los vocabularios bilingües antiguos, pero solo lo está en el de Santo Tomás y en el Bertonio, con múltiples entradas en este último. En el caso de la toponimia registrada en las Relaciones geográficas, los pueblos indígenas son posteriores a las reducciones españolas, generadoras de ‘pueblos nuevos’ y llevan ya nomenclatura hispánica, aunque esta es, generalmente, de catadura religiosa y se antepone al nombre indígena. Es así que Antamarca, significa “la provincia del cobre”. Pero, como lleva el sufijo _s y se refiere a personas, queda marcado como etnónimo y significaría “la provincia de los Anta” o “la provincia de los Antas”. Vemos así que un sustantivo “Anta” se convierte en un hidrónimo “Anta cocha” y en un topónimo con la misma nomenclatura. Anta marca, que sería un topónimo al denominar de manera biligüe quechua-castellano a un lugar, se convierte en un etnónimo al recibir el sufijo pluralizador castellano y presentarlo como un descriptor de las personas, antamarcas, que viven en un determinado lugar, Anta marca. Es decir, los antamarcas viven en Antamarca o los habitantes de Anta se identifican como los antas y tienen su Antacocha. Al parecer, lo que se denomina “Anta” es la región o la zona geográfica y da su nombre o prenombre a todo lo que tiene o contiene: lagunas, personas, ríos, etc. El territorio Anta está al interior de la zona puna o jalca; se encuentra a más de 3,200 m.s.n.m. y esta altura se caracteriza por tener un clima específico y una fauna y flora específicas también. A estos rasgos físicos, geográficos, es necesario añadirle rasgos culturales y, por ende, lingüísticos. Pero, si está ubicada en la puna, la lengua sería el aymara y la localidad , Yaurimarka o Yaulimarka y no Antamarca. Sobre la multiplicidad lingüística, la glosa es la siguiente: “Y en este repartimiento hay muchas diferencias de lenguas, porque casi cada cacique tiene su lengua, aunque todos hablan y se entienden en la del Inga; y á las lenguas diferentes de la del Inga en que se hablan y entienden, la llaman hahuasimi, que quiere decir lengua fuera de la general, que es la del Inga, que todos en común usan desta lengua general del Inga, y en la que tratan y hablan con los españoles y se entienden con los indios.” (Página 182). Para iniciar la interpretación de este pasaje o glosa, veamos qué dice Itier sobre hahuasimi: “Hawa simi debe comprenderse en relación con hawa runa y hawa llaqta era la ‘lengua de las alturas’ y designaba los idiomas de la población nativa del espacio ayacuchano, por oposición a la ‘lengua de los valles’ practicada por los advenedizos que habían llegado con los incas.” (Itier 2023: 232. Es decir, las características del territorio marcan el contenido socio cultural y, por ende, de la lengua de quienes lo habitan. El Anónimo (Blas Valera [1586] 1951) ofrece numerosos lexemas bajo Hahua: Lexema Definición/Páginas 40-41 Hahua Sobre, encima Hahuaypi Sobre mí Hahuaynij Nieto Hahua Fuera Hahuapim Fuera está o encima está Hahuamanmi rin Fue, es ydo Hahuañecpim Hazia allá, fuera o encima está Hahua hahuallan No está hondo, somero está Hahuaruna Aldeano o forastero Hahua pacha Lugar alto Hahua simi Hombre cortés, gracioso Hahua hucha Pecado venial Hahuacollay Flor de espino Hahuanchani Murmurar en ausencia de otro o adulterar él o ella Hahuanchanacuni Murmurar el uno del otro o no guardase lealtad los casados Hauanchacuni Excluyrse escusandose Hahuarini hahuaricuni Dezir consejas Hahuarini hahuaricuni Murmurar públicamente de otro Hahuaricuysimi Conseja Primeramente, descartamos los sentidos relacionados a los pecados, obviamente adaptaciones católicas del autor, que no tienen relación con la vida indígena prehispánica. Una vez eliminada esta dimensión postiza del significado, se observa un eje semántico relacionado con la espacialidad superior y también exterior al hablante. Vemos varios usos relacionados con el uso de la palabra aunque, cuando se esperaría una explicitación, no la hay: “Hahua simi. Hombre cortés, gracioso”. Literalmente, significa “habla de afuera”; parafraseándolo: “habla de extranjero”, especialmente si lo relacionamos con “Hahua runa. Aldeano, forastero”. Quizás Valera le añadió el tono jocoso por tratarse de una definición de sí mismo o de cualquier hispano que intentara expresarse en lenguas indígenas. En el texto de la Relación, el autor dice “hahuasimi, que quiere decir lengua fuera de la general, que es la del Inga...”. Asociándo “hahuasimi” a lo anotado por Valera y por Itier, la “hauasimi” sería la lengua de las alturas o la región puna, de la familia aimara, y la “lengua del Inga” sería la lengua de los valles o la región kichwa, la lengua quechua. Itier añade, a modo de ampliación: “Es muy probable que [el autor] se haga eco de una manera indígena, y tal vez sobre todo inca, de referirse a las lenguas de las quebradas como ‘quichuas’ por oposición a los idiomas hablados en las alturas. Era muy común, en efecto, que los grupos que explotaban las quebradas hablaran un idioma distinto al de las poblaciones de las punas y eso desde una época anterior al Tahuantinsuyo. En el sur del Perú [actual] estas ‘lenguas quichuas’ solían pertenecer a la familia quechua, mientras que el aimara era el idioma común en las alturas.” (2023: 235-236). “Cada repartimiento de los tres deste valle tiene su lenguaje diferente uno de otro, aunque todos se entienden y hablan la lengua general del de los Quíchuas, ques la una de las tres lenguas generales deste reino.” (Vega [1582] 1888: 82). Por otro lado, el hecho de que “cada cacique tiene su lengua” también pide una explicación. Si tomamos la palabra “cacique” “Cacique. Taino word for chief, which has spread to both the Spanish and English languages.” (Rouse 1992: 175)., ajena a las lenguas andinas, como sinónimo de “curaca” “Curaca. Cacique. Señor, hermano mayor.” (Anónimo-Blas Valera [1586] 1951: 27)., entendemos que se trata de un principal que tiene a su cargo o lidera a un grupo de personas unidas por vínculos de parentesco. Según Itier: “En el Perú, una vez afianzado el régimen español, el término “cacique” se especializó en la designación del jefe de un aillu o de una agrupación de aillus... alternando en esta acepción con “curaca”, un préstamo del quechua.” (2023: 121). Además, este investigador recomienda el uso correcto de las grafías quechuas históricas en el término en cuestión, que se escribiría “kuraq”o “kuraqa”, cuyo significado sería “el mayor de una fratría”, es decir, de un ayllu (Véase Itier 2023: 122 y siguientes). Una vez establecido que un cacique > kuraqa lidera a un ayllu, se entiende que cada ayllu se expresa en una lengua distinta o una variante de la misma; que cada ayllu habla su propia lengua al interior del grupo y no fuera de él; que los kuraqa hablan una lengua adicional a la suya, denominada “lengua del Inga”. Las lenguas de cada uno de los kuraqa y, por lo tanto, de los ayllu, lleva la denominación descriptiva de hahuasimi (de la familia aru o aimara, de las punas), o lengua de fuera de la lengua del Inga, o de los valles, la quechua. Los españoles las llamaron “lenguas generales”, translocando la frase “lingua franca”, como lo fue el latín de Europa, exonerándolas de su raigambre topíca o geográfica. El autor de la Relación geográfica apunta que “... todos en común usan desta lengua general del Inga, y en la que tratan y hablan con los españoles...”. Al parecer, “todos” significa “todos los caciques o kuraqa”; en ese sentido sí queda claro que son bilingües en la lengua del Inka y en la del ayllu, especialmente cuando especifica que “se entienden con los indios”. Es así que los españoles están familiarizados con la lengua del Inka, que es la que hablan también los jefes étnicos; no lo están tanto con las lenguas particulares de los ayllus indígenas que pueden ser variantes del aymara, la lengua de la puna, que se utilizan al interior de cada una de estas “fratrías”. El segundo glosario que comentaré es: “Descripción de la tierra del repartimiento de los Rucanas Antamarcas de la corona real, jurisdicción de la ciudad de Guamanga-1586”, cuyo responsable es el corregidor Luis de Monzón. Este glosario, aunque es parecido al primero porque abarca elementos muy similares al estar en regiones geográficas contiguas, ambas en la zona de puna, a más de 3,000 m.s.n.m., ofrece algunas particularidades. Una de ellas es la mención de la palabra “quipos” acompañada de una somera pero precisa descripción tanto de su forma como de su función: “Y todo el tiempo que duró el señorío de los Ingas en esta tierra, vivieron los indios deste repartimiento sin hacer más voluntad ni oir otra palabra más de la del Inga y para ejecutarlo tenía en este repartimiento un Inga deudo “'Deudo' es palabra culta (con la misma raíz que deuda, del latín debitus, debido) para designar a los parientes de una persona. Viva o muerta.” https://www.google.com/search?client=firefox-b-d&sca_esv=e659fce3bc92ad7c&q=deudo+drae&nfpr=1&sa=X&ved=2ahUKEwjn_qSMgdKFAxU4HrkGHZ-WA-8QvgUoAXoECAgQAw&biw=1280&bih=595&dpr=1.5 Consulta: abril 2024 En este caso, debemos entender la palabra “pariente” no necesariamente como una persona relacionada por consanguinidad. Podría estar vinculada de otra manera que aún no se conoce. suyo, señor principal, a quien venían dirigidos los quipos que el Inga despachaba que eran unos ñudos en unos cordeles por donde ellos se entendían, y de palabra y él los hacía cumplir; y ansimesmo ejecutaba los castigos de los que cometían delitos que eran de mucho rigor...” (pag 207). El autor se refiere primero a la función del objeto: los quipos o khipu contienen información que el inka transmite a través de sus representantes, los líderes de las poblaciones indígenas. Entonces, los khipu vienen del inka hacia uno de sus subordinados y no hay información del recorrido inverso, del subordinado al inka. Pero que había comunicación entre estamentos, eso sí queda claro y que ésta se hacía utilizando los khipu y también de palabra. Nótese la oposición Ingas – indios. Al referirse Monzón a la función del khipu, también hace su descripción física: “... eran unos ñudos en unos cordeles por donde ellos se entendían...”. La descripción es escueta, tan básica que nos cuesta hacernos una idea clara de su forma: ¿estaría describiendo algo que suponìa que ya se conocía? ¿que ya sabía a qué se referiría el receptor de su informe? Se trata, pues, de unos cordeles que tienen nudos; pero no lo dice así: dice que son unos “nudos en unos cordeles”, dándole más importancia a los nudos que a los cordeles, sabiendo que ellos conllevan información o más información que los cordeles mismos. Aún así, indica que son “ellos”, los indígenas, los que se entienden con ellos o a través de ellos, no los españoles, quienes no los entienden y, al parecer, tampoco los quieren entender. Al referirse a su uso en el tiempo de los inka, también nos indica que en ese momento presente ya no se utilizan puesto que ni el inka ni el “deudo” suyo existen ya. Todo el conjunto verbal del texto citado está en el pasado imperfecto: “tenían”, “venía”, “despachaba”, “eran”, “entendían”, “hacía”, “ejecutaba”, “cometían”. La cita nos remite al pasado lejano e, indirectamente, nos informa que el objeto que describe ha caído en desuso por desaparición de quienes lo utilizaban. Como segundo ejemplo, utilizaré el término “quichuas”, categorizada como “Accidente geográfico”, de acuerdo al contexto en que aparece: “(…) toda la más tierra de esta provincia es alta, rasa, llana, fría, que en la lengua de los indios se dice puna o salca “Sallca sallca: Vicuñas y vanacos y animales salvajes como estos, sin dueño. Sallca, kitahaque: Cimarrón.” (Bertonio [1612] 1879: 306). “Puna. Páramo. Punaruna. indio serrano.“ (Anónimo – Valera [1586] 1951: 79). “Sallca. Paramo, sierra. Sallcaruna. Serrano.” (Anónimo – Valera [1586] 1951: 79)., que es tanto como decir que es tierra fría y en ella hay valles y quebradas mayores y menores; la mayor tendrá por lo alto de anchura casi dos leguas; otras menores tendrán a legua y a media. Estas quebradas son de buenos temples, que los indios dicen quichuas, que quiere decir ni frío ni caliente sino de buen temple.” (pag. 199). La primera consulta la haremos al Lexicon o Vocabulario de la lengua general del Peru, de Domingo de Santo Tomás publicado por primera vez en Valladolid en 1560. Cuando inicia el vocabulario propiamente dicho, incluye un segundo título: “Vocabulario de la lengua general de los indios del Peru llamada Quichua.” Esta es la única vez que ese término aparece en todo su texto: no lo considera al interior del vocabulario ni como quichua ni como quechua. (Véase Cerrón Palomino 208: 35). Santo Tomás hace, además, una observación interesante: “... se ha de notar que los indios de aquellas provincias, no todos pronuncian los mismos terminos de una manera...” ([1560] 1951: 13-14). En el “Proemio al lector”, Valera declara que “he hecho este Vocabulario, el más copioso que ser pudo, en la lengua Quichua y Española, con ánimo de hazer otro en la lengua Aymara que falta.” ([1586] 1951: 8). Confirma así el autor la denominación de la lengua indígena o “lengua yndica” como “Quichua”, tal como se le utilizaría en la década de 1580 en el Perú. Dice, además, en la “Dedicatoria” lo siguiente: “... la lengua Quichua, que es la mas general del Perú... y en la lengua Aymara, que corre también muchas leguas de aquellas partes...” ([1586] 1951: 10). El Vocabulario del Anónimo (Blas Valera) trae “Quechhua, tierra templada.” ([1586] 1951: 74). Pero, en el “Proemio” del mismo Vocabulario, escribe el impresor Antonio Ricardo: “... para el aumento destos naturales en la fe y buenas costumbres y el aprovechamiento de los curas dellos que no estan muy expertos en la lengua indica, se hiziese una cartilla y cathecismo, confessionario y sermonario con todo lo concermiente y necesario para el entendimiento de todo ello, así en las lenguas indicas, Quichua y Aymara, como en la lengua española (sic) para que los naturales pudiesen yr aprendiendo nuestra lengua y los españoles juntamente aprendiesen la dellos, todo lo qual se ha puesto hasta agora en esecucion.” ([1586] 1951: 7). Hoy en día graficaríamos así ambos términos: Qichwa (Quechhua como en Valera) y Kichwa (Quichua como en Ricardo). Podría decirse que el cambio fonológico indica un contenido semántico distinto. En el primer caso, “quechhua” es una determinada zona geográfica, caracterizada por el tipo de clima que existe generalmente en los valles abrigados, mientras que “Quichua” se refiere al nombre de la “lengua índica” que le asignaron los españoles “Como en el caso del aimara, y en general de todo idioma la langua [quechua] no tenía nombre propio, y el que lleva, originalmente un etnónimo, le fue impuesto por los españoles.” (Cerrón Palomino 2008: 33). a la que hablaban los habitantes de esas zonas. Pero, también podría deberse a realizaciones fonéticas diferentes de la palabra con sendos contenidos semánticos, distintos pero relacionados, como vimos para el caso de Anta. Gonçalez Holguin en su Vocabulario de la lengua Qquichua nos ofrece: “Qquechhua. La tierra templada o de temple caliente. Qquechhua runa. El de tierra templada.” ([1608] 1989: 300). Este autor ha mantenido la doble grafía de la uvular para señalar que se trata de un sonido propio a la “lengua yndica”. Por otro lado, mantiene la vocal “i” posterior a la doble q para indicar que se trata de la lengua mientras que coloca la vocal “e” despues de la doble q cuando se refiere al accidente geográfico de la tierra templada. Sorprendentemente, Gonçalez Holguín no presenta la palabra “Qquichua” en su Vocabulario, solo la utiliza en el título del mismo. Posiblemente, los lexicógrafos españoles quisieron distinguir ambos contenidos semánticos dándole grafías diferentes al significante para marcar la diferencia de significados. César Itier (2023) parte de otra premisa: “La denominación qhichwa simi (‘lengua del valle’) debe entenderse como parte de un sistema inca de clasificación de los idiomas según el ámbio geográfico en el que eran funcionales.” (2023: 229). Continúa: “Los habitantes de los Andes distinguen básicamente tres tipos de ecologías: yunka, qichwa y sallqa o puna... Qichwa, qichwa o qhichwa, según las variedades de la lengua, es el piso central del escalonamiento ecológico andino, el de los valles templados o relativamente cálidos... la qichwa se encuentra por debajo de los 3000 o 3200 m.s.n.m... Esta tripartición ecológica ha dado lugar a un verdadero sistema clasificatorio de los grupos humanos y los cultivos...” (2023: 229). En relación con la lengua, dice el investigador francés: “La denominación qhichwa simi debe entenderse en relación a este sistema, es decir, como ‘idioma de la tierra templada’ (Itier 2023: 230). Este enfoque geográfico de la realidad andina permite comprender la fluidez terminológica que se observa en las distintas Relaciones geográficas entre los términos que nombran al territorio, a sus habitantes y a la lengua que hablan los habitantes de ese territorio y, quizás, todo lo que a él pertenece: ríos, lagos, etc. Hemos seleccionado estos términos por considerarlos interesantes desde el punto de vista tanto histórico como lingüístico entre los más de 300 pertenecientes a la relación de los Rucanas Antamarcas y los más de 325 a la relación de AtunRucana y Laramati. Los invitamos a explorar toda esta terminología indígena en pos de un mejor y mayor entendimiento del pasado indígena prehispánico. 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