EMOCIONES, FEMINISMO Y RELIGIÓN: PERDÓN Y MISERICORDIA
Seminario “Género y Religión”
Mercedes Navarro Puerto
No considero necesario abundar en la interesada relación, establecida por el patriarcado,
entre emociones, mujeres y religión. Este sistema ha ido reforzando entre sí estas
asociaciones, de forma que en el imaginario colectivo y en el mismo “sentido común”
popular ha quedado fijado desde tiempos inmemoriales. Por ello es deseable asomarse,
siquiera aproximativamente, a lo que dice la psicología sobre las emociones, pues en
ello podemos encontrar desmentidos de la misma ciencia que apoye lo que ya sabemos
de otros muchos modos.
1. EMOCIONES Y GÉNERO
La primera pregunta al plantear el tema versa sobre la naturaleza de la emoción, qué es,
cómo se define. Sin embargo la psicología no ha logrado todavía definir adecuadamente
las emociones. Establece diferencias entre emoción y sentimiento a las que,
generalmente, no se sjutsta luego. Más bien toma por definiciones lo que son
descripciones, efectos… y generalmente desde perspectivas reduccionistas, como es el
caso de la psiquiatría y la psicología de corte más biologicista, que las entiende como
respuestas a estímulos externos e internos, que se producen contemporáneamente en el
cuerpo y en la mente. Para W. James, ya a finales del s. XIX (1880), los estímulos
provocan cambios fisiológicos en el cuerpo cuyos resultados son las emociones. Con
matices, la definición no ha cambiado gran cosa desde entonces.
Emoción es un término que proviene del latín emovere que significa agitar. No es tan
sencillo definir qué es ni en qué consiste: se advierten sus efectos y se rastrean sus
causas, pero no se conoce demasiado de sus procesos propiamente psíquicos. Podríamos
decir que se trata de estados de ánimo y manifestaciones corporales producidas por
estímulos internos o por la manera interna de percibir e interpretar ciertos estímulos
externos.
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Se suele confundir la emoción con el sentimiento, decía, pero hay acuerdo al establecer
que el sentimiento es la significación o la lectura que hacemos de determinadas
emociones. Los sentimientos configuran un mapa interior más amplio y sofisticado que
el de las emociones, a pesar de que unos y otras se entreveran habitualmente (una de las
razones por las que se produce esa confusión)
El esquema que presento puede dar razón de su dinámica, aunque todavía, repito, las
cosas no están todo lo claras que quisiéramos. Se parte de un suceso que actúa a modo
de estímulo (interno o externo), al que se le da una interpretación primera y primaria
(interviene la mente, el proceso secundario: peligro, por ejemplo, en un estímulo), le
sigue una “emoción” o respuesta propiamente dicha, que culmina en algún tipo de
acción (por comisión u omisión)
Las emociones se clasifican de diversas maneras. Sólo voy a nombrar un par de ellas
para tenerlas como referencia. Una primera clasificación global las divide en esténicas y
asténicas. Las emociones esténicas son aquellas en las que interviene el SN simpático;
producen un acaloramiento. Por ejemplo, una respuesta de taquicardia a un estímulo.
Las asténicas son aquellas en las que interviene el SN parasimpático; producen
enfriamiento. Por ejemplo, una respuesta que empalidece a una persona (en las
experiencias místicas abundan las asténicas sobre las esténicas). Otra clasificación las
coloca en tres categorías: primarias, secundarias y derivadas. Las emociones primarias
son aquellas vinculadas a los instintos de ataque y fuga. Las secundarias las que tienen
carácter propio, como la vergüenza y la envidia, y las derivadas aquellas que guardan
relación con unas condiciones dadas en un determinado momento (serían las emociones
vinculadas a la religiosidad). Se manifiestan en actitudes y las leemos como
sentimientos: alegría, pena…
Este carácter de implicación fisiológico corporal, que imprime una nota de inmediatez y
espontaneidad a las respuestas emocionales, es una de las razones por las cuales se las
tacha de irracionales. Las emociones son muy poderosas porque movilizan conductas
sin que, muchas de ellas, pasen necesariamente por el proceso secundario (racional
cognitivo). Este poder produce temor, especialmente si consideramos que no se pueden
someter fácilmente al control. La elusividad de muchas de ellas y, particularmente, su
expresión, las vuelve peligrosas a la percepción propia y ajena. El sistema patriarcal
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desde tiempos inmemoriales las ha heterodesignado polarmente a las mujeres y a lo
femenino, hasta el punto de que en muchos momentos de la historia han llegado a
superoponerse y hacerse equivalentes. Cuando a esta manera de percibir y entender lo
femenino se le añadía la experiencia y la práctica religiosa, imaginar los efectos no
requiere demasiado esfuerzo imaginativo. De aquí que se haya subrayado su
irracionalidad y se haya generalizado esta supuesta irracionalidad al género en el que el
mismo sistema proyecta sus grandes temores, su sombra no reconocida, es decir, las
mujeres.
Sin embargo ¿es verdad que las emociones son irracionales?, ¿es verdad que escapan al
control y que éste ha de tenerlas sometidas para que no produzcan daño?… la respuesta,
naturalmente, es negativa. Las emociones no son ni mucho menos irracionales, sino por
el contrario, racionales. No sólo por las funciones que tienen sino también por sus
relaciones directas con la mente, con el proceso secundario. Muchas veces pasan al
proceso secundario a través de los sentimientos, pero a veces son las emociones mismas
las que se relacionan con él directamente. Por ejemplo, el miedo, que es una de las
emociones más primarias, es una fuente de información para la mente, que la pone
sobreaviso de la existencia de un peligro ya sea real o imaginario; la aflicción, por su
parte, nos habla de un dolor y de una pérdida, la alegría de un logro o una satisfacción...
Informan sobre el propio bienestar. Las emociones, a decir de Chodorow, procuran
alcanzar la racionalidad, es decir, adquieren sentido y se justifican a sí mismas a través
de su significación inconsciente, de modo que cuando se llega a comprender las
emociones el sujeto también comprende y puede conceptualizar la investidura personal
del mundo.
El psicoanálisis cree que, a causa de la capacidad transferencial de la persona,
responsable de los dinamismos proyectivos e introyectivos, la emoción está siempre
entreverada con la cognición, la percepción, el lenguaje, la interacción y la experiencia
de la realidad social, física y cultural.
2. DIMENSIÓN PSICOLÓGICA DEL PERDÓN Y ADSCRIPCIONES DE GÉNERO
No es infrecuente encontrar, entre las asociaciones interesadas del patriarcado, las que
vincula el perdón y la actitud benevolente con cosas de mujeres, más proclives a
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emociones desgarradas, ya sean positivas o negativas. Las mujeres religiosas, por ser
mujeres y por ser religiosas, parecen más inclinadas al perdón. Desgraciadamente esta
vinculación ha perjudicado a todos sus elementos: las mujeres, la religiosidad y el
perdón mismo que ha estado muy devaluado, como propio de gente débil, escondiendo
así su enorme potencial, que ha contribuido a degradar tal virtud en las mujeres. El
perdón, entendido desde la perspectiva psicológica consiste en reducir el resentimiento
y aumentar la benevolencia hacia alguien que ha sido injusto con un sujeto y lo ha
tratado mal o le ha hecho daño. Como actitud ha de ser libre y voluntario. El perdón no
es una emoción, sino que tiene una estructura más compleja y se desarrolla básicamente
en el ámbito del yo consciente. Por eso mismo podemos distinguir entre el perdón
cognitivo, mediante el cual la persona, consciente de los contenidos del daño sufrido,
logra percibir a quien le ha hecho mal en su totalidad, sin reducirlo a un acto ni a la
serie de actos dañinos sufridos, y el perdón emocional o afectivo que se orienta hacia la
compasión, pero a la que no basta la emoción misma, pues ella misma, como de´ciamos,
busca su propia racionalidad. La parte más emocional del perdón aparece cuando
encuentra el apoyo cognitivo o la razón por la que se puede sentir y manifestar.
El perdón se debe entender desde el punto de vista propio y desde el punto de vista del
otro u otra. Generalmente se ha descuidado el primero en función del segundo,
especialmente cuando se trataba del perdón supuestamente debido por las mujeres a sus
agresores o maltratadores. Desde el punto de vista propio perdonar significa que una
mujer no está dispuesta a permitir que una determinada experiencia y la persona que la
causó afecte adversamente a la propia vida. Las mujeres, cuando perdonan, lo hacen por
ellas mismas (Cf. Ch. Northrup, 685) Se trata de soltar y de abandonar la ilusiòn de
control.
Las respuestas más habituales ante un daño sufrido suelen ser la venganza, el rencor y
resentimiento y el desarrollo de la actitud del perdón.
La venganza, propia del sistema patriarcal, produce un placer puntual y narcisista y es
una reacción inmadura e infantil. Tiende a expresarse, a veces de forma inmediata y
violenta y a veces de manera taimada y diferida en el tiempo. Este tipo de venganza
envenena psicológicamente a la persona y afecta a cieros órganos de su cuerpo. Los
sistemas religiosos la consideran un vicio asociado más a los varones que a las mujeres.
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No obstante, la experiencia de mujeres vengativas y vengadoras es muy amplia ¿a qué
se debe entonces que se las haya desestimado tanto? En lo expuesto arriba late alguna
respuesta, pero podemos decir algo más, pues lo que se ha evaluado más han sido
determinadas formas de venganza y no la venganza en sí.
No se deben confundir las respuestas de rabia y cólera con las de la venganza y el
resentimiento, aunque a veces las segundas siguen a las primeras. La cólera es una
respuesta de estrés puntal, que desaparece cuando se expresa. En este punto conviene
distinguir entre lo que Angela Molnos llamaba la ira sana distinguiéndola de la ira
patológica (repartir fotocopias de las transparencias). La cólera correspondería al primer
momento de la ira sana y la rabia todavía más, porque es más duradera y pide su
canalización psicológica y actitudinal.
El resentimiento, a diferencia de la cólera, es una emoción más duradera en el tiempo, y
más estable, que se puede aliar con la venganza. Se trata de una actitud defensiva
siempre alerta contra cualquier ataque real o imaginario. Somáticamente se expresa en
un descenso del sistema inmunitario. El resentimiento parece estar más asociado a la
respuesta de las mujeres ante las agresiones de los seres queridos.
Cómo perdonar: itinerario sanante y madurativo
El perdón aparece como una posibilidad de restauración, comenzando por la propia
persona agredida y alcanzando a la parte agresora. Restaurar puede convertirse en un
proceso de recreación. Se puede dar olvido sin perdón, como en el caso de las
represiones (todo queda enquistado y sin evoluvión en el propio incosciente; la
venganza adquirirá carácter global e incosnciente) y se puede dar perdón sin olvido, con
una memoria sana o con una memoria enferma que puede sanar. El perdón no es una
negación (más cercana a la represión), sino que ayuda a la memoria a sanar. El perdón
requiere mucha energía, pues en el proceso de perdonar es preciso liberar muchas
emociones (el perdón NO es una emoción, pero sí necesita de diversas emociones), y
requiere tiempo, es decir, realizar el itinerario propio del dolor y los agravios sufridos.
En el itinerario del propio perdón se trata de aprender qué es y qué no es, distinguir
entre el perdón y otras realidades psíquicas.
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Dicho itinerario comprende dos premisas:
a) la toma de decisión de no vengarse porque eso perjudica a la propia mujer
b) la capacidad de introspección, que permite liberarse a sí misma antes de liberar al
ofensor/a (perdonarse, enfrentar la propia sombra y reconciliarese con ella)
A partir de ellas es posible concederse el tiempo para perdonarse y perdonar. El
acompañamiento sería uno de los apoyos más valiosos para recorrer este itinerario1.
3. CAUCES PSICOLÓGICOS PARA LA PIEDAD Y LA MISERICORDIA: LA
EMPATÍA Y LA ECPATÍA
El dinamismo psicológico que las hace posible es, sobre todo, la transferencia que, a su
vez, hace posible la empatía necesaria. Según Loewald la transferencia es el dinamismo
mediante el cual la vida instintiva del ser humano se transforma en yo y mediante el
cual es posible integrar la realidad y alcanzar la madurez (citado en Chodorow, 41) Es
la capacidad humana de dar vida a los objetos externos en el plano psicológico. La
transferencia es ubicua, el medio a través del cual damos significado psicológico
personal a los sujetos y experiencias. Es psicológicamente necesaria, pues sin ella no
habría vida interior y toda la realidad (interpersonal, del mundo…) estaría vacía (cf.
Chodorow, 36)
La transferencia, a su vez, es el cauce a partir del cual podemos entender la empatía y la
ecpatía. Ambas se encuentran heterodesiganadas a los géneros por el sistema patriarcal,
de forma que los desequilibrios podrían explicar muchas de las acciones de uno y otro
género, sus consecuencias y la incapacidad de la piedad y la misericordia, por ejemplo,
para transformar la realidad a la que afecta.
Para ello tenemos que hacer una pequeña incursión en cada una de ellas.
Un autor español ha estudiado una relación que puede ayudar a entender el alcance de la
paradoja que une los extremos del amor de sí y el amor del prójimo necesarios para
abordar en la perspectiva feminista las relaciones entre las mujeres y la misericordia, las
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En 1994 se constituyó en Madison (Wisconsin) un Centro del perdón, en donde un grupo de
especialistas estudian el proceso, los dinamismos y posibilidades, a la par que brindan ayuda a quienes
necesiten y quieran realizar el itinerario del perdón.
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mujeres y la piedad, que no sea dañina para éstas y que tengan repercusiones
sociopolíticas, esto es, la relación entre empatía y ecpatía. Si la empatía (en-patheia) es
la acción y la capacidad de comprender, ser consciente, ser sensible o experimentar de
manera vicaria los sentimientos, pensamientos y experiencias de otro, sin que esos
sentimientos, pensamientos y experiencias hayan sido comunicados de manera objetiva
o explicita2, la ecpatía (ek-patheia) es, según este autor, el proceso mental de exclusión
activa de los sentimientos inducidos por otros sujetos. Si lo propio de la empatía es
ponerse emocionalmente en el lugar de la otra persona, lo propio de la ecpatía es
ponerse emocionalmente en el propio lugar. El logro consiste en la conjugación de
ambas capacidades y en la adquisición, nada fácil, de estrategias que hagan posible el
control de la subjetividad interpersonal. Se trata de aprender a evitar la inducción, por
parte de otras personas, de estados emocionales, ya sea mediante manipulación
voluntaria o involuntaria, y evitar, también, el contagio propio de la histeria de masas.
Si la empatía ha sido atribuida por el patriarcado a las mujeres, la ecpatía ha sido
atribuida a los varones. La violencia de género, como está demostrado, tiene mucho que
ver con la falta de desarrollo empático de los varones desde niños, y la dependencia
patológica de las mujeres maltratadas tiene mucho que ver con la falta de educación y
desarrollo de la ecpatía. Los extremos han hecho mucho daño a nuestra sociedad.
¿Cómo lograr un cambio que se asocie a la necesidad de formas de misericordia y
piedad que sea beneficioso y constructivo, que resulte liberador para la humanidad?
¿cómo lograrlo tanto en el ámbito religioso como en el no religioso? No hay otro
camino que el de la paradoja que vincula a los dos extremos. Las mujeres necesitamos
ser ecpáticamente empáticas y los varones empáticamente ecpáticos. Y viceversa,
cuando sea necesario.
Conclusiones
1. En una perspectiva feminista las emociones han de ser ubicadas en el ámbito de
lo humano, en lugar de permitir que sean desplazadas, interesadamente, al de la
mitad de la humanidad (las mujeres y lo femenino) Podemos acudir al
patrimonio histórico experiencial de las mujeres y sus emociones para,
paradójicamente, llevar a cabo esta reubicación
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Cf J.L. GONZÁLEZ DE RIVERA, Crisis emocionales, Espasa Calpe, Madrid 2005.
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2. En esta perspectiva feminista reubicadora sería preciso reajustar los términos en
los que se han percibido y experimentado ciertos valores como el perdón y la
misericordia. La experiencia religiosa, para varones y mujeres, sigue siendo un
eje integrador con posibilidades sanantes
3. Podemos presentar, rehabilitada, la potencia transformadora, individual, social y
política, de valores como el perdón y la misericordia en un contenxto como en
actual tan necesitado de cambios de segundo orden, como los que hacen posible
perdonar y activar la misericordia.
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