ONOMÁSTICA, SOCIEDAD Y RELIGIÓN DE LA CIUITAS
MAGGAUIENSIUM (MONTE CILDÁ, PALENCIA). PROPUESTA DE
IDENTIFICACIÓN
ONOMASTICS, SOCIETY AND RELIGION OF THE CIUITAS
MAGGAUIENSIUM (MONTE CILDÁ, PALENCIA). PROPOSAL FOR
LOCATION
Gabriel GÓMEZ MARTÍN1
Universidad de Valladolid
Recibido el 29 de septiembre de 2014.
Evaluado el 31 de marzo de 2015.
RESUMEN:
Estudio de la sociedad del yacimiento palentino de Monte Cildá en época romana, que
identificamos con la ciuitas Maggauiensium, sobre todo a partir de los restos epigráficos hallados en
la muralla del yacimiento y en el marco de un estudio general sobre la implantación del “sistema de la
ciuitas” en la Submeseta Norte. El artículo trata de poner en relieve el debate sobre la aplicación de
los conceptos “romanización” y “latinización” en ambientes tan provinciales, como es este núcleo tan
remoto del conuentus Cluniensis, así como la influencia romana en las prácticas religiosas.
ABSTRACT:
Essay about the society of the archaeological site of Monte Cildá (Palencia, Spain), identified
by us with the ciuitas Maggauiensium, taking into account the epigraphy located in the wall of the
place, as part of a general study of the implementation of “the system of the ciuitas” in the Submeseta
Norte. The article seeks to highlight the discussion of the application of the concepts “romanization”
and “latinization” in places as provincial as this remote town in the conuentus Cluniensis. Moreover,
the article discusses the roman influence in religious practices.
PALABRAS CLAVE: Ciuitas, romanización, latinización, sociedad, onomástica, religión.
KEY-WORDS: Ciuitas, romanization, latinization, society, onomastics, religion.
I. Introducción
El yacimiento de Monte Cildá se localiza al norte de la actual provincia de Palencia,
en el término municipal de Aguilar de Campoo, próximo a las localidades de Olleros de
Pisuerga y Santa María de Mave, situado a una altitud de 979 m sobre el nivel del mar en la
margen derecha del río Pisuerga. Seguramente fue ocupado en la segunda mitad del siglo I
a. C. y abandonado a mediados de la primera centuria de nuestra era. Sin embargo, volvió a
reocuparse en época tardorromana, probablemente a partir del siglo IV, momento del que
data una muralla que ha proporcionado interesante documentación epigráfica, consistente
en unos setenta fragmentos de estelas latinas y anepígrafas, lo que se ha traducido en una
cuarentena de epígrafes.
Este asentamiento ha sido objeto de diversas investigaciones de carácter epigráfico y
arqueológico. Estas ruinas ya fueron citadas por Madoz2 y estudiadas por Romualdo Moro
1
Correo electrónico de contacto: dgaby2708@hotmail.com. Dirección del centro de trabajo: Facultad de Filosofía
y Letras UVa. Plaza del Campus S/N 47011, Valladolid, España.
2
Madoz 1845, 271
Antesteria
Nº 4 (2015), 199-218
199
ISSN 2254-1683
Gabriel GÓMEZ MARTÍN
Onomástica, sociedad y religión...
(1891) al servicio del Marqués de Comillas. A pesar de que la memoria de excavación
elaborada por Romualdo Moro tiene una difícil interpretación, al igual que las medidas o el
croquis que realizó del yacimiento, sus investigaciones significaron el hallazgo de
numerosos epígrafes. Años más tarde, en la década de 1940 el yacimiento fue objeto de las
prospecciones de Schulten3.
Posteriormente, ya en la segunda mitad del siglo XX, entre 1963 y 1969 fue
excavado por García Guinea4, que recuperó importantes inscripciones en la zona de la
muralla5.
Se han realizado estudios más recientes sobre el sitio de Monte Cildá, entre los que
destacamos el estudio de tesis doctoral de la Profesora A. Ruiz Gutiérrez (1993) de la
Universidad de Cantabria, con un planteamiento sobre todo de carácter arqueológico. Por
último, me gustaría señalar dos artículos uno de L. Hernández Guerra sobre la epigrafía de
Monte Cildá, destacando que se trata de un conjunto con un “carácter rural” y otro más
cercano en el tiempo de R. Campo Lastra (2009) sobre los indígenas de Monte Cildá y su
onomástica.
Por otra parte, adelantando el punto IV (p.208) de este artículo, es importante
apuntar que este lugar y su conjunto epigráfico, han sido identificados con diferentes
asentamientos y ciuitates como es el caso de Vellica, aunque nosotros nos decantamos por
una teoría que ya esbozó Mª. L. Albertos6 que identifica el yacimiento de Monte Cildá con
una ciuitas que aparece mencionada en la Tésera de Herrera de Pisuerga: la ciuitas
Maggauiensium.
Para la elaboración del presente trabajo y el estudio de los epígrafes, así como de la
onomástica y su cronología, ha sido indispensable el manejo de corpora como el publicado
por el Prof. Hernández Guerra, titulado Inscripciones romanas en la Provincia de Palencia
(IRPP). En dicho Corpus el conjunto de inscripciones de Monte Cildá es uno de los más
grandes junto con el de la propia Pallantia. Además, este autor nos proporciona otros datos
interesantes como la localización, la descripción física de cada monumento, el desarrollo y
una traducción del texto, además de un comentario, la cronología y una bibliografía de cada
epígrafe. Sin embargo, no nos hemos olvidado de otros trabajos fundamentales como los
trabajos del Prof. Iglesias Gil publicados en 1974 y 1976 titulados Onomástica Prerromana
en la Epigrafía Cántabra y Epigrafía cántabra: estereometría, decoración, onomástica
respectivamente.
II. Onomástica y epigrafía en Monte Cildá7
La documentación epigráfica con la que contamos para realizar un estudio sobre la
sociedad de Monte Cildá fue localizada, tanto por Romualdo Moro como por García Guinea
en la zona de la muralla del yacimiento. Se trata, por lo tanto, de un depósito secundario,
dado que las inscripciones se encuentran reutilizadas en la muralla tardorromana,
provenientes de una o varias necrópolis de la zona u otras localizaciones en el caso de las
aras votivas que analizaremos más adelante.
Cabe hacer una puntualización inicial. La mayor parte de las inscripciones datan del
tránsito del siglo II al siglo III, de ya plenamente el siglo III e incluso alguna pueda ser datada
en el siglo IV8. A pesar de ello, la presencia de onomástica indígena y de nombres únicos es
3
Schulten 1942, 15.
García et al. 1966 y 1973.
5
Véase Fig. 1.
6
Albertos 1975, 49.
7
Nos hemos basado sobre todo en el Corpus inscripciones de la provincia de Palencia (IRPP) publicado por
Hernández Guerra (Hernández 1994), aunque también hemos utilizado y citado los corpora de epigrafía cántabra
de Iglesias Gil (1974 y 1976), el de Sagredo y Crespo (1978) así como el propio CIL de Hübner.
8
Iglesias y Ruiz 2007, 12.
4
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muy importante. Debemos tener en cuenta que el “sistema de la ciuitas” llevaba ya siglos
implantado en la zona y lo mismo podríamos decir del Edicto de Vespasiano. Sin embargo,
este conjunto de inscripciones nos muestra una sociedad que conservaba en más de la
mitad de los casos onomástica prerromana y que incluso hace mención a estructuras
sociales anteriores a la Conquista. No olvidemos tampoco, por otra parte, que la Constitutio
Antoniniana data del año 212 d.C. y que convertía en ciudadanos romanos a todos los
habitantes del Imperio, con excepción de los dediticii, según las interpretaciones que se le
han dado al papiro Giessen9 y sin entrar en lo que sería un complejo debate, pensamos que
la disposición sería efectiva en la zona, sin mitigarse del todo las tradiciones onomásticas
locales.
Tenemos que tener en consideración, aunque pueda parecer obvio, la propia fuente
que estamos estudiando: epigrafía funeraria en piedra. Sólo una pequeña parte de la
sociedad tendría la capacidad económica para costearse un epígrafe de estas
características. El resto de la población utilizaría para señalar los enterramientos otros
materiales más económicos como la madera o simplemente nada. Debido a ello,
condicionados por la fuente, seguramente estemos ante las capas más pudientes de esta
ciuitas, no excesivamente rica y dedicada en su mayor parte a la agricultura y la ganadería
extensiva, en comparación con otros ambientes que podríamos considerar “más urbanos”.
La cuantificación de la población es una tarea imposible con el actual estado del
conocimiento del territorio que pudo tener la ciuitas “generadora” de la epigrafía de Monte
Cildá, en nuestra opinión la ciuitas Maggauiensium. Nuevos estudios de arqueología
espacial, territorial o del paisaje10, es decir, que comporten un mejor conocimiento de la
organización de este territorio en la Antigüedad podrían arrojar mucha información en ese
sentido, además de profundizar en la romanización y latinización de la Meseta Norte en
general. La epigrafía tampoco es de gran ayuda puesto que el conjunto de Monte Cildá es,
como ya hemos indicado, un depósito secundario procedente de un número indeterminado
de necrópolis cercanas. Sin embargo, bastantes epígrafes funerarios han conservado la
edad que tenía el difunto, de forma estereotipada por lo menos en la mayoría de los casos.
Por otra parte, no se han encontrado estelas que mencionen enterramientos infantiles,
teniendo los más jóvenes en torno a veinte años, aunque buena parte de la población, como
demuestra la epigrafía, moriría en la franja de los treinta a cuarenta años. En cambio,
algunos hombres y mujeres llegaban a superar la franja de los setenta años o incluso
alcanzar los 95 años, caso de Aelius Sextianus, máxime si nos estamos refiriendo a las
capas más elevadas de la población, como es el caso del registro epigráfico11.
Onomástica
Seuerinnus
Sempronius
Danuuius Quinti f.
Douidena Caledige
Aia Quemia
Hispanilla
Aia Carauanca
Atta V.
Miliocula
Valerius Quadratus Boddi f.
Sulpicius f. Frontonis
Edad
20
20
22?
25
31
34?
35
35?
35
40
40
Identificación
IRPP, 40
IRPP, 64
IRPP, 56
IRPP, 51
IRPP, 46
IRPP, 30
IRPP, 46
IRPP, 20
IRPP, 91
IRPP, 75
IRPP, 41
9
Bravo 1999, 76.
Se han hecho algunas investigaciones en ese sentido pero todavía queda mucho recorrido para profundizar y
realizar estudios minuciosos de las distintas regiones. Pongo como ejemplo un artículo de García Sánchez
(2009, 81-96) de esta metodología, publicado en la revista Zephyrus.
11
Parece difícil pensar que un 30% de la población de la ciuitas alcanzase la edad de 80 años que refleja este
conjunto epigráfico.
10
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Gabriel GÓMEZ MARTÍN
Baebia Placina
Antistia
Anna Caledige
Aegatia
Seuerinnus
Aelius Sextianus
Onomástica, sociedad y religión...
IRPP, 54
IRPP, 53
IRPP, 51
IRPP, 72
IRPP, 94
IRPP, 52
70?
80
80
80
85
95?
Cuadro 1. Epigrafía y edad de defunción según corpus de Hernández 1994
Como ya hemos apuntado, en el uso de la onomástica podemos observar una
notable presencia de nombres únicos, buena parte de ellos de tradición indígena. La
inmensa mayoría además, no posee las características completas de un ciudadano romano
y ciertos elementos como la filiación aparecen al final del cognomen, no entre el nomen y el
cognomen, como es habitual en la onomástica de los ciudadanos romanos12 aunque, por
otra parte, esta estructura es muy común en la Meseta Norte. Además, siguen apareciendo
en época avanzada las organizaciones suprafamiliares o gentilitates que permanecerían en
la epigrafía por su carácter tradicional, aunque seguramente habrían perdido buena parte de
su peso real a favor de las instituciones de la ciuitas.
Al estudiar la epigrafía y los esquemas onomásticos de Monte Cildá, hemos llegado a
la conclusión de que la latinización de la onomástica estaba en torno al 40%, ligeramente
superior entre los hombres, aunque no muy relevante. Además, son totalmente
predominantes las estructuras de nombres únicos que caracterizan la onomástica peregrina.
En ese sentido, aparecen nombres como Acida, Aravo, Alla (IRPP, 45), Danuuius (IRPP,
56), Aninus (IRPP, 51), Rusillus, Aegatia (IRPP, 72), Elaesus (IRPP, 83), Cicana, Miliocula
(IRPP, 91) o Maropus.
Onomástica
Doiderus
Durato
Irmumicus
Arauus
Acida
Alla
Aninus
Anna
Danuuius
Dorulius
Rusillus
Aegatia
Allo
Elaesus
Cicana
Miliocula
Maropus?
13
Cronología
Finales siglo I-siglo II
Finales siglo I-siglo II
Finales siglo I-siglo II
Siglo III
Siglo III
Siglo III
Siglo III
Siglo III
Siglo III
Siglo III
Siglo III
Siglo III
Siglo III
Siglo III
Siglo III
Siglo III
Siglo III
Identificación
IRPP, 1
IRPP, 1
IRPP, 6
IRPP, 45
IRPP, 45
IRPP, 45
IRPP, 51
IRPP, 52
IRPP, 56
IRPP, 57
IRPP, 72
IRPP, 72
IRPP, 78
IRPP, 83
IRPP, 91
IRPP, 91
IRPP, 94
Cuadro 2. Nombres únicos de tradición indígena, según corpus de Hernández 1994
12
Campo 2009, 671.
Aunque multitud de las inscripciones que presentamos han sido datadas en el siglo III, cabe destacar que por
la dificultad de atribuir una cronología más precisa, es imposible discernir si muchas de las inscripciones son
anteriores o posteriores a la Constitutio Antoniniana, dado que en caso afirmativo nos encontraríamos ante
ciudadanos romanos. Es verdad, por otra parte, que en etapas avanzadas del Imperio volvió a ser común el uso
de nombres únicos (Kajanto 1977, 419 y ss.) pero, a nuestro entender, nos encontramos ante onomástica local
que se habría conservado desde la etapa anterior a la Conquista, si bien es cierto que la onomástica en el siglo
III había tendido a la pérdida de elementos, como puede observarse en este conjunto, tales como la mención a la
tribu o la pérdida del praenomen.
13
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Sin embargo, otros denotan un origen claramente latino como Sulpicius (IRPP, 41),
Ursus (IRPP, 43), Leonina, Sempronius (IRPP, 64), Messorina (IRPP, 69) Ianuarius, Valeria
(IRPP, 92), Urbicus (IRPP, 7), Tuscus (IRPP, 20) o Antistia (IRPP, 53).
Onomástica
Urbicus
Tuscus
Hispanilla
Severinnus
Sulpicius
Ursus
Principinus
Antistia
Leonina
Sempronius
Messorina
Malia
Ianuarius
Valeria
Cronología
Siglo II
Finales siglo II-siglo III
Siglo III
Siglo III
Siglo III
?
Siglo III
214 d. C?
Finales siglo II-siglo III
Finales siglo II-siglo III
200 d. C.
238 d. C.
Finales siglo II-siglo III
Finales siglo II-siglo III
Identificación
IRPP, 7
IRPP, 20
IRPP, 30
IRPP, 40; IRPP, 94
IRPP, 41
IRPP, 43
IRPP, 45
IRPP, 53
IRPP, 64
IRPP, 64
IRPP, 69
IRPP, 75
IRPP, 92
IRPP, 92
Cuadro 3. Nombres únicos latinizados según corpus de Hernández 1994
Contamos con algunos escasos testimonios de dobles idiónimos que exhiben
algunas mujeres caso de Aia Carauanca, Aia Quemia (IRPP, 46) o Atta V. (IRPP, 20) que
tienen todavía dos nombres de origen local.
La presencia en la epigrafía de las organizaciones suprafamiliares y las estructuras
organizativas indígenas en la epigrafía funeraria y también votiva queda patente mucho más
que en otras ciuitates del actual territorio palentino, caso de la propia Pallantia. Sin embargo,
como ya hemos indicado, no significa que este tipo de estructuras sociales funcionaran
como lo habrían hecho anteriormente, en pro del “sistema de la ciuitas”, primero peregrina y
posteriormente posiblemente latina, sino que más bien permanecerían como un elemento
tradicional14.
Contamos con dos aras votivas en las que tenemos presentes a dos de estas
organizaciones suprafamiliares, curiosamente en aquellas dedicaciones a divinidades que
denotan un origen prerromano o un claro sincretismo. Una de ellas es el ara votiva dedicada
a Cabuniaeginus (IRPP, 1) donde aparecen mencionadas las gentilidades Tridiaum y
Pollecensium, mientras que el otro testimonio es una dedicación a una divinidad
sincretizada, Júpiter Candamo (IRPP, 7) en la que el dedicante muestra su pertenencia al
clan de los Urrilici.
También contamos con menciones a gentilitates en inscripciones funerarias,
concretamente en menciones a enterramientos femeninos. Así, Aia Quemia y Aia
Carauanca, hijas de Boddus manifiestan su pertenencia al clan de los Celtigun (IRPP, 46) y,
por otra parte, Anna y Douidena mantienen en su onomástica que formaban parte de la
gentilidad de los Caledige (IRPP, 51).
Sólo en algunos casos se atestigua la presencia de tria nomina o duo nomina en el
caso de las mujeres aunque, por el contrario, no se ha hallado ninguna mención a una tribu
y algunos testimonios de onomástica masculina manifiestan la pérdida del praenomen,
ambos hechos habituales en cronologías del siglo III. También se detectan algunos nombres
latinos que encubrirían nombres indígenas, más comúnmente denominados Decknamen.
Este es el caso de Octauia Materna (IRPP, 41) o de Talania Paterna (IRPP, 56):
14
Gallego 1993, 181-196.
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Onomástica
Gaius Licinius Cissus
Aemilius Tamimon
Octauia Materna
Aelius Sextianus
Baebia Placina
Valerius Quadratus
Talania Paterna
Lucius Talanius Reburrinus
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Cronología
Finales del siglo II
Siglo II
Principios del siglo III
Siglo III
Siglo II
238 d. C.
Finales siglo II-siglo III
Finales siglo II-siglo III
Identificación
IRPP, 8
IRPP, 47
IRPP, 41
IRPP, 52
IRPP, 54
IRPP, 75
IRPP, 96
IRPP, 96
Cuadro 4. Duo Nomina y tria nomina en la epigrafía de Monte Cildá según corpus de Hernández 1994
Además, en Mave, una población cercana a Monte Cildá y que considero el centro de
la ciuitas Maggauiensium se han localizado inscripciones en las que aparecen individuos
romanizados con tria nomina, caso de Lucius Licinius Crasinus15. Por otra parte, debido al
penoso estado de conservación de algunas inscripciones causado por su incrustación en la
muralla y los materiales de los epígrafes16, algunos nombres que han sido leídos como
indígenas pueden ser, en realidad, romanos aunque conserven la pertenencia a una
organización suprafamiliar, caso de la lectura de Iglesias Gil de una de las inscripciones y
que identifica como una dedicación a Lucia Lesiuspina Tisumegonium17, mientras que
Hernández Guerra proporciona la lectura de Elaesus18. Más aún, en mi opinión muchos
epígrafes con onomástica romanizada podrían no haber llegado hasta nosotros. En ese
sentido, sabemos que muchas estelas habrían sido utilizadas en las viviendas de Olleros de
Pisuerga y Valoria de Aguilar19.
El conjunto epigráfico de Monte Cildá también atestigua la presencia de movimientos
de población, seguramente con un carácter regional a tenor de los testimonios y
probablemente relacionado con el carácter rural que tenía esta ciuitas. Por ejemplo,
Danuuius, hijo de Quintus es mencionado junto con su procedencia: la ciuitas de los
Orgenomescum (IRPP, 56) o Valerius Quadratus (IRPP, 75) que provenía de la ciudad de
Vellica. Por último, conservamos varias inscripciones (IRPP, 78; IRPP, 97) en un estado no
muy bueno que mencionan a la ciuitas Vadiniensium20. Por lo tanto, se trata de emigrantes
procedentes de ciuitates cercanas, dentro del propio territorio cántabro.
En cambio, tenemos dos testimonios que parecen desentonar con el conjunto de
Monte Cildá, pero no podemos descartar que se traten de emigrantes aunque no porten
menciones de origo. Baebia Placina (IRPP, 54) muestra una onomástica muy romanizada
respecto a otros documentos de la zona en el siglo II y además aparece como un testimonio
relativamente aislado. Baebius es un nomen muy común en áreas que tradicionalmente han
sido calificadas de romanizadas, caso de la Bética, aunque también tenemos testimonios en
la Citerior procedentes de la propia capital provincial o de Asturica Augusta. Así, tenemos
epígrafes como los de Caius Baebius Myrismus, sevir augustal (CIL, II, 4294), Lucius
Baebius Segilus y Baebia Prima, ambos libertos de Lucius (CIL, II, 4338), por lo tanto,
alguno de estos Baebii tenían un origen esclavo. Lo mismo podemos decir de Gaius Licinius
15
Iglesias 1974, 185-186. Puede que el escaso porcentaje de población con onomástica altamente romanizada
se deba, en parte, simplemente a que no ha llegado hasta nosotros, debido a los fenómenos de destrucción y
reutilización.
16
El grano de la piedra con la que se hicieron muchos epígrafes de la zona, debido a sus características, dificulta
muchas veces su lectura, un fenómeno que es común para multitud de inscripciones meseteñas. Por ejemplo, es
común la presencia de soportes realizados con granitos gruesos o de mala calidad.
17
Iglesias 1974, 147.
18
Hernández 1994, 105.
19
Ruiz 1993, 35.
20
Cabe destacar que la gran mayoría de menciones de origo pertenecientes a vadinienses y orgenomescos han
sido localizadas intra ciuitatem (González 2011, 94) aunque, en Monte Cildá encontramos algunos de estos
testimonios fuera de las ciuitates de origen, que serían seguramente una muestra de orgullo cívico (Andreu 2008,
349 y ss.; 2013, 76 y ss.).
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Cissus (IRPP, 8) que construyó un templum en honor a Cibeles e intuimos que por su
cognomen griego se trataría de un liberto enriquecido que terminó residiendo en los
alrededores de Monte Cildá. A modo de conclusión, no sería descabellado pensar que tanto
Baebia Placina como Gaius Licinius Cissus tuvieran un origen liberto, que terminasen
residiendo en esta remota área del Conuentus Cluniensis y que no mencionasen su origo
debido a su origen esclavo.
En resumen, estamos ante un conjunto en el que la onomástica de tipo peregrino
está muy extendida incluso en inscripciones de época avanzada y sólo en algunas
ocasiones encontramos estructuras onomásticas más romanizadas. Todo ello puede verse
resumido en los siguientes cuadros:
Elementos
21
Mujeres
Hombres
Onomástica de tradición indígena
Onomástica latina
Nombres únicos
Dobles idiónimos
Tria nomina/pérdida de praenomen/ duo nomina
12
8
14
3
3
17
14
22
5
Filiación
Organizaciones suprafamiliares
2
4
5
3
Menciones de Origo
-
4
Decknamen
2
-
Estructura onomástica de los epígrafes
Nombre personal
Nombre personal + filiación
Nombre personal + filiación + origo
Nombre personal + organización suprafamiliar
Doble nombre personal
Doble nombre personal + filiación +
organización suprafamiliar
Duo nomina
(praenomen) + nomen + cognomen
(praenomen) + nomen + cognomen + filiación +
origo
Tria nomina
[…]+ filiación + origo
[…] + origo
Número de casos
26
2
1
5
1
2
3
2
1
2
1
1
Cuadros 5 y 6. Estructura onomástica de los habitantes de Monte Cildá
La onomástica femenina procedente de Monte Cildá es, al igual que la masculina, es
mayoritariamente de extracción indígena, cuantitativamente superior a la masculina, aunque
no es una diferencia demasiado significativa. Sin embargo, sabemos que las pervivencias
onomásticas indígenas eran superiores en el caso de las mujeres, debido seguramente a la
tendencia a llevar a cabo menos actividades externas al seno del grupo familiar, que tendían
a permanecer más apegadas a este y, por lo tanto, a conservar por más tiempo las antiguas
tradiciones, creencias o nombres personales22. De hecho, algunas inscripciones reflejan
cómo a veces las mujeres conservaban la antigua estructura del nombre personal, mientras
que los hombres de su familia exhibían una onomástica más latinizada. Así, Anna dedica
21
22
Según Corpus IRPP : Hernández 1994.
Gallego 1993, 187.
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205
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una inscripción Aelius Sextianus (IRPP, 52) o el caso de Malia a su marido Valerius
Quadratus (IRPP, 75).
La institución del avunculado y su relación con el matriarcado entre los cántabros ha
hecho correr ríos de tinta en diferentes obras de la historiografía española aunque, en la
actualidad, la ginecocracia o matriarcado ha quedado prácticamente desechada.
Seguramente Estrabón23 estaba intentando hacer hincapié en el salvajismo de los
cántabros, como él mismo indica, puesto que era una abominación a ojos de la “civilizada”
sociedad romana, teniendo además en cuenta la situación de economía de guerra en el
contexto de las Guerras Cántabras. Desde luego, esto no quiere decir que bajo la
perspectiva romana no hubiera una mayor participación social y económica de las mujeres
entre los cántabros y sus sociedades protoestatales y aunque desiguales, no tanto como lo
era la romana.
Queda claro, por otra parte, por la epigrafía que la sociedad de Monte Cildá era
plenamente patrilineal aunque se haya querido ver en el auunculus, el tío materno que
también conocemos entre los cántabros vadinienses, lo contrario dando lugar a una
sucesión de varón a varón por línea femenina siendo, por tanto, una situación transicional
entre una sociedad patriarcal y una matriarcal. Sin embargo, muchos autores han negado
esta posibilidad, teniendo en cuenta que la figura del auunculus no es ajena a otros lugares
del imperio que tienen sociedades plenamente patriarcales. Además, como ya hemos
apuntado, la epigrafía, tanto de Monte Cildá como de la ciuitas Vadiniensium, hace
referencia a la filiación patrilineal. Por lo tanto, estos indicios que nos dan tanto las fuentes
clásicas como la epigrafía pueden estarnos hablando de un mayor peso específico de las
mujeres en las sociedades cántabras y un aumento de las desigualdades entre mujeres y
hombres bajo la égida de Roma, a pesar de que no estemos en presencia de una sociedad
matriarcal o no plenamente patriarcal.
III. Epigrafía votiva y romanización en Monte Cildá
En Monte Cildá se halló uno de los conjuntos votivos más importantes del área
palentina24, junto con el de la propia Pallantia, y merece la pena que nos detengamos a
analizarlo en el marco de un trabajo de historia social dado que es un buen indicador de la
romanización de este territorio, aunque la gran cantidad de onomástica indígena pudiera
hacernos pensar otra cosa.
Conocemos dos aras votivas dedicadas a Júpiter. En una aparece sincretizado con
una divinidad local, pero también aparece plasmado como Júpiter Óptimo Máximo. Además,
conocemos una dedicación a la deidad oriental Cibeles y una divinidad local que aparece
aquí atestiguada como un unicum25: el dios Cabuniaeginus26. Se trata de una dedicación que
ha sido datada en el siglo II pro salute, es decir, por la salud de una persona, una práctica
muy habitual en el mundo romano. La onomástica del dedicante es indígena y además viene
acompañada de un genitivo de plural u organización suprafamiliar que, aunque no
funcionasen como lo habían hecho en el pasado en época romana, es un indicio del carácter
tradicional que se le quiere dar a la inscripción dado que se trata de una divinidad indígena.
Júpiter es la divinidad que más aparece representada en Monte Cildá con dos
epígrafes votivos, uno de ellos sincretizado como Júpiter Candamo27, fenómeno que vendría
23
Geogr. 3, 4, 18, extracto en Aja et al. 2008, 178.
Sólo contamos con cuatro epígrafes votivos con una procedencia más o menos segura aunque bien es cierto
que para toda la provincia de Palencia únicamente contamos con una docena.
25
Ramírez y Campo 2010, 447-459.
26
Cabunieginus, divinidad que sólo se documenta en Monte Cildá por el siguiente epígrafe: Cabuniaegino /
Doider[us] Tridia / [u]m Pro Salut[e / D]uratonis Fi(lii) / Polecensium/ L(ibens) M(erito) (IRPP, 1). (Véase Fig. 2)
27
La inscripción, aunque cuenta con grandes problemas de lectura, podría ser la siguiente: Iovi Deo (?) /
Candamo / Irmumic(i) / Urrilic(i)/ L(ibens) M(erito) (IRPP, 6).
24
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coadyuvado por las semejanzas de Júpiter con ciertas divinidades locales. Algunos autores
han relacionado esta divinidad con el indoeuropeo *kand que significa brillar, arder o
resplandecer28, por lo que la asociación con Júpiter vendría dada por su carácter celeste, la
vida en la montaña y que además se sirve del trueno y de la tempestad. Ángel Montenegro29
lo asociaba con un nombre precéltico que tendría una raíz mediterránea cant- o cand-,
haciendo referencia a un lugar pedregoso. Prósper30 aporta para este teónimo otras posibles
etimologías y relaciona *Kant con piedra31. Lo tenemos además atestiguado en un ara que
se encontró en el límite de las provincias de León y Asturias en un contexto montañoso32. En
lo referente a la onomástica del dedicante, esta es claramente indígena e incluso aparece la
mención a una organización suprafamiliar, que seguirán apareciendo en esta ciuitas hasta
una época muy avanzada.
Sin embargo, Júpiter no solamente está presente en Monte Cildá sincretizado con
otras deidades, sino que también aparece, como hemos indicado, en su forma de Júpiter
Óptimo Máximo33. Sabemos de la fuerte implantación de Júpiter en ambientes clasificados
como “rurales” dentro de la Hispania Céltica34 o “menos romanizadas”, algo que encaja muy
bien con la descripción de la zona circundante a Monte Cildá aunque, desde luego, no
puede pasarnos desapercibido que la principal divinidad romana fue un importante vehículo
de la misma romanización y de la aceptación del dominio de Roma sobre las sociedades
locales. En ese sentido, este hecho podemos entenderlo de dos maneras distintas, como
una imposición directa de Roma o, de diferente manera, como una manifestación
“voluntaria” por parte de las élites locales con la intención de congraciarse con el estado
romano. En mi opinión, la realidad estaría más cerca de esta segunda premisa. No podemos
olvidar que la conquista romana fue, en buena medida, beneficiosa para las élites locales,
siendo encumbradas en el sentido de tener que funcionar a modo de correa de transmisión
entre dominantes y dominados. Por eso, la romanización no fue un fenómeno unidireccional
sino que contó con la activa participación de los dirigentes locales. De otra manera, no
podríamos entender este tipo de testimonios. Por lo tanto, a pesar de la fuerte presencia de
la onomástica indígena en los epígrafes, la sociedad de Monte Cildá estaba mucho más
romanizada de lo que pudiera parecer a simple vista, siendo más bien un problema de
concepción rígida de lo que entendemos por “romanización” que del propio proceso en sí.
Por último, tenemos inscripciones que testimonian la existencia de cultos orientales a
finales del siglo II en el entorno de Monte Cildá, concretamente a Cibeles35, un testimonio de
carácter único para toda la provincia de Palencia. La divinidad de Pesinunte había sido
adoptada por los romanos en el siglo II a. C. y personificaba las fuerzas regenerativas de la
naturaleza. Además, la dedicación la hace un ciudadano romano que porta tria nomina: G.
Licinius Cissus. Desde luego, en nuestra opinión, la llegada a este lugar tan provincial de un
culto de este tipo tendría que venir de la mano de comerciantes o esclavos y puede que esa
relación con la naturaleza tuviera algo que ver. Este personaje, en mi opinión, se trataría de
un liberto enriquecido, a la vista de su cognomen que es griego que, según nos dice la
inscripción que dedicó, construyó un templum36, es decir, un recinto sagrado de carácter
indeterminado, dado que no conocemos sus restos. Por otra parte, un testimonio de este
28
Albertos 1974, 152-153.
Montenegro 1994, 33-64.
30
Prósper 2002, 333.
31
Bertoldi 1932, 166.
32
Morales 1791, 2, f. 15.
33
El epígrafe votivo dedicado a Júpiter Óptimo Máximo hallado en Monte Cildá es el siguiente: I(ovi) O(ptimo)
M(aximo) Urbi/cus / V(otum) S(olvit) L(ibens) M(erito) (IRPP, 7) (véase Fig. 3).
34
Olivares 2009, 337 y ss.
35
Matri Deu[m] / G(aius) Licinius Ci[ss] / us Templum / [ex V]oto Li(bens) M(erito) (IRPP, 8). (Véase Fig. 4).
36
González Rodríguez (2009, 416) realizó un estudio de la distribución de menciones en la epigrafía a templa.
Aparecen muy concentrados en las zonas que tradicionalmente han sido consideradas muy romanizadas como
la Bética o las capitales provinciales. Por ello, debemos considerar este testimonio como algo excepcional y
seguramente prueba de que G. Licinius Cissus provenía de uno de estos centros, posiblemente Tárraco.
29
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tipo disipa un poco la idea del carácter indígena de la zona circundante a Monte Cildá, por lo
menos en el tránsito del siglo II al siglo III.
IV. La identificación de Monte Cildá con la Ciuitas Maggauiensium: cuestiones de
interpretación
IV.1 Vellica o Maggavia
Aunque estemos tratando de vislumbrar la organización social a partir del conjunto
hallado en Monte Cildá, la identificación de este lugar con la ciuitas en cuestión es
fundamental y, como dice el título del epígrafe, me inclino a pensar en su identificación con
la ciuitas Maggaviensium, mencionada en la Tésera de Herrera de Pisuerga (IRPP, 114) y
que conservaría su topónimo en la actual Santa María de Mave37.
En primer lugar, me gustaría incidir en la dificultad que ha supuesto para la
historiografía la identificación de Monte Cildá con una ciudad hispanorromana y queda a
modo de interrogante en muchas publicaciones científicas actuales. Sin embargo, en mi
opinión, esta identificación que proponemos es, como mínimo, la más probable a la vista de
la documentación epigráfica y la toponimia.
El yacimiento de Monte Cildá ha sido relacionado con varias poblaciones que
aparecen mencionadas en las fuentes como el lugar amurallado de Bergida, lugar donde
según Floro38 tuvo lugar una de las batallas de las Guerras Cántabras y también aparece
mencionado como Attica por Orosio39 aunque, para la mayoría de los investigadores esta
conclusión carece de validez40. En cambio, otros investigadores entre los que se encuentran
Schulten41, García Guinea, González Echegaray, Iglesias Gil, Rodríguez Colmenero o
García Merino42 lo identificaron con la ciudad de Vellica, debido a una mención que aparece
en uno de los epígrafes localizados en el yacimiento43.
Una argumentación muy completa sobre la situación de Vellica en Monte Cildá es la
dada por Ruiz Gutiérrez (1993) en su trabajo de tesis doctoral, rechazando la identificación
con Maggavia por considerarla “arqueología filológica”. Según esta autora, las
características arqueológicas de este sitio concuerdan muy bien con el relato de las Guerras
Cántabras que aparece en las fuentes clásicas y tiene una notable entidad para que
Ptolomeo lo mencionase44. En segundo lugar, el topónimo “Vellica”, que por su etimología
significaría “vigía”, se habría conservado hasta una época tardía como forma de rémora de
organización suprafamiliar y que se testimonia en la estela de Valerius Quadratus (IRPP, 75)
citada anteriormente.
Sin embargo, esta interpretación de carácter tradicional que ha venido relacionando
Monte Cildá con Vellica, en mi opinión, tiene serias dificultades, sobre todo debido a que es
una tesis que se ha venido sosteniendo en base al relato de los autores clásicos sobre el
desarrollo de las Guerras Cántabras. En el momento de la realización de esta tesis doctoral,
tomaban ya mucha fuerza los estudios a situaban a la Legio IIII Macedonica en la antigua
37
Véase Fig. 1.
Epit. 2, 33, 49-50.
39
Hist. 6, 21, 5.
40
Gutiérrez y Hierro 2001, 76.
41
Schulten 1942, 15.
42
García 1975, 269.
43
El epígrafe en cuestión es el siguiente: D(iis) M(anibus)/ Val(erio) Quadrato / Boddi Filio Vel/lic(um) An(norum)
XL Mali/a Vxsor Magilo/nis F(ilia) Monime/ntu(m) Posuit / Fulvio Pio et Ponti/o [P]ro[culo Po]nt[ian]o (IRPP, 75).
Sin embargo, nosotros no aceptamos esta lectura que entiende Vellicum como una organización suprafamiliar
sino que nos ponemos del lado de otros autores como Martino (2004, 379) que lo interpretan Val(erius)
Quadratus Boddi f. Vellic(ensis), es decir, como una ciuitas.
44
Ruiz 1993, 59.
38
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Pisoraca45 (actualmente Herrera de Pisuerga) en vez de en un lugar más al norte como
podía ser la propia Aguilar de Campoo. En ese sentido, Ruiz hace una interpretación muy
elaborada pero, en mi opinión, muy compleja apoyándose en fuentes como el Itinerario de
Barro, un documento que ha generado serias dudas entre los investigadores por su
compleja interpretación.
Una de las primeras autoras que empezaron a insinuar que la antigua ciuitas
Maggauiensium podría haberse situado en la actual Santa María de Mave fue Mª. L.
Albertos46, teniendo en cuenta la posible derivación etimológica de “Maggavia” a “Mave” y
también otros investigadores argumentaron en contra de la identificación de Monte Cildá con
Vellica. Solana Sáinz47 adujo que hay serias dudas en ese sentido. Según este investigador,
el argumento de carácter epigráfico postulado a partir de la inscripción de Valerius
Quadratus (IRPP, 75) no serviría porque según ese mismo criterio se podrían identificar
otras tantas ciudades. Además, es un epígrafe tardío, ya del siglo III, que contendría una
mención de origo48 y no una unidad social de carácter indígena, una manifestación de la
inmigración que recibiría este lugar, interpretación que para Ruiz Gutiérrez49 sería forzada.
Además, en ese momento, el asentamiento no sería ya Cildá, sino Santa María de Mave. El
nombre de esta localidad, según Solana, derivaría de Maggavia, la ciuitas citada en la
Tésera de Herrera de Pisuerga, que tendría su territorio en la margen derecha del río
Pisuerga, entre Alar del Rey y Aguilar de Campoo. En definitiva, los argumentos más
importantes para considerar que la ciuitas Magauiensium se hallaba en el entorno de Monte
Cildá y Santa María de Mave, aparte de la similitud del topónimo, podemos encontrarlos en
la Tésera de Herrera de Pisuerga, que menciona tanto a esta ciuitas como a sus
magistrados, por lo que podemos pensar que Maggavia no podría situarse muy lejos de la
propia Pisoraca.
Además, por los estudios de carácter arqueológico, sabemos que el asentamiento de
Cildá se abandonó a mediados del siglo I d. C., momento en el que la Legio IIII Macedonica
abandonaba Hispania, trasladándose la población a Mave, localizada a 2,5 Km. En el
registro arqueológico de Monte Cildá se han localizado casi un centenar de fragmentos de
TSI50, datados en el período augusteo y tiberiano además de cerámica de paredes finas y
algunos escasos restos de cerámica común romana51. Por otra parte, no se ha constatado la
presencia de TSG52 ni TSH altoimperial, que sí se documenta en las localidades próximas.
Todos estos datos han de ser tenidos en cuenta, pero hemos de insistir en el
deficiente conocimiento arqueológico que tenemos de la zona de Mave y, en cierta medida,
de muchos aspectos de esta zona palentina en general. Un mejor estudio de la organización
de este territorio en la antigüedad sería esencial para el mejor conocimiento de estas
sociedades. No nos puede pasar desapercibido que los restos romanos localizados en
Santa María de Mave son más bien escasos. El propio Solana53 rechaza la ubicación de
esta ciuitas en Mave por esta razón, aunque tampoco podemos dejar de plantearnos la
existencia de un poblamiento disperso.
45
Si bien actualmente parece más probable que la Legión coexistiera con la propia ciudad teniendo en cuenta,
sobre todo, la información que nos aportan los miliarios hallados en esta localidad. La ciudad indígena, luego
romanizada, no se encontraría en el mismo lugar que el campamento legionario sino en sus cercanías (Pérez,
1996, 91). Los distintos autores lo justifican por la existencia de ese miliario de época tiberiana (IRPP, 116) en el
que claramente se menciona el nombre de Pisoraca, por lo que la ciudad turmoga funcionaría estando presente
el campamento de la Legión.
46
Albertos 1975, 49.
47
Solana 1990, 610.
48
Según este autor, el hecho de que en un epígrafe funerario se haga una mención de origo, ha de entenderse
como un indicio de que venía de una localidad distinta (Solana 1981 pp. 29-30).
49
Ruiz 1993, 65.
50
Ruiz 1993, 137.
51
Ruiz 1993, 137.
52
Ruiz 1993, 147.
53
Solana 1981, 39-41.
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Sin embargo, contamos con ciertos datos arqueológicos que ayudan a confirmar el
traslado de la población de Monte Cildá a Mave. Concretamente, sabemos que la cronología
del asentamiento en Santa María de Mave abarca los siglos II al IV, en cuyo conjunto
cerámico predominan las formas hispanas entre mediados del siglo II y la primera mitad del
siglo III, algo que coincide en buena medida con la datación de los epígrafes. Por lo tanto,
podemos comprobar que las cronologías apoyan el traslado de la población de Monte Cildá
a Santa María de Mave.
IV.2. La ciuitas Maggauiensium y la Tésera de Herrera de Pisuerga
Tras la finalización de las Guerras Cántabras, Roma procedió a organizar el territorio
y a incluirlo en el sistema provincial romano, que pasó a formar parte de la provincia
Tarraconensis y más concretamente del Conuentus Cluniensis. Además, las comunidades
se estructuraron en ciuitates, por lo que las antiguas estructuras indígenas, aunque no se
diluyeron, comenzaron a perder efectividad. Contamos con dos documentos de la
Tardorrepública y comienzos del Imperio, de gran importancia, que nos ayudan a atisbar los
momentos iniciales de la romanización y latinización de estas sociedades.
El primero es una Tésera de Hospitalidad que fue hallada en el propio Monte Cildá.
Se trata de un documento de bronce (3 x 2 x 0,5 cm) que representa unas manos
entrelazadas, que cuenta con una inscripción en el reverso en caracteres latinos algo
toscos. En ella puede leerse de forma clara Turiasaka / Car. Según De Hoz54 y Peralta
Labrador55, la palabra abreviada “car” haría mención a un pacto de hospitalidad. Se
traduciría, por tanto, como “hospitalidad de Turiasaca”, que podría tratarse de una ciudad
celtibérica, la Turiaso del valle del Ebro o incluso una gentilidad, según Peralta Labrador. La
cronología de este documento ha sido situada entre finales del período republicano y la
época augustea. Sin embargo, hay otros autores como es el caso de L. Hernández Guerra y
L. Sagredo San Eustaquio56 que dudan que la mención a Turiasaka se refiera a la Turiaso
que conocemos, sino que podría tratarse de una ciudad más cercana y que tuviera el mismo
nombre, lo que no nos puede parecer extraño, debido a que la homonimia es un fenómeno
recurrente y que observamos en otras ciuitates. En lo referente a la interpretación de este
documento, a pesar de tener un carácter casi plenamente indígena, se trata de una
inscripción de caracteres latinos, testimonio de una institución que, por lo menos, en nuestra
opinión, funcionase bajo la supervisión de Roma, controlando las relaciones entre los grupos
indígenas, como pudieron ser los habitantes de Monte Cildá.
El segundo documento es el objeto fundamental de este apartado, porque es el
documento que menciona a la ciuitas Maggauiensium y, en cierta medida, podemos atisbar
cómo estaba organizada como ciuitas peregrina en los momentos iniciales del Imperio: la
Tésera de Herrera de Pisuerga (IRPP, 114). Fue hallada en 1965 como un hallazgo casual,
no acompañada de otros materiales, y se trata de una lámina de bronce en forma de jabalí,
que mide de longitud máxima 12,3 cm y 8,3 cm de ancho máximo, con un milímetro de
54
De Hoz 1986, 69-76.
Peralta 1993, 224.
56
Hernández y Sagredo 1998,186.
55
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grosor aproximadamente57. Contiene dos inscripciones58, una en el anverso y otra en el
reverso59.
En la primera parte del texto se menciona cómo los magistrados Caraegius,
Aburanus y Caelio y el senado de los Maggauiensium concedieron a Amparamus de la gens
de los Nemaiocos de la ciuitas de Cusabura la ciudadanía honoraria, proporcionando a sus
descendientes, sus clientes y libertos los derechos de los que gozaban los Maggauiensium.
En la segunda parte del texto se firma un pacto de hospitalidad con los Maggauiensium
otorgándose a Amparamus de la gens de los Nemaiocos la misma condición de cualquier
ciudadano. El documento está bien datado por la inscripción el 1 de agosto del 14 d. C.
Los personajes que intervienen en la firma de este pacto son peregrinos, los
dirigentes de esta sociedad, ahora bajo el dominio de Roma. Aunque la onomástica sea
indígena, la lengua y la escritura son latinas, al igual que el método de datación por medio
de los cónsules y sería, por lo tanto, una muestra del funcionamiento de las ciuitates
peregrinas, sistema auspiciado por Roma. De hecho, según Marco Simón60, la redacción de
este documento podría reflejar la influencia romanizadora de la Legio IIII que, en mi opinión,
fue el elemento fundamental para la transformación de esta sociedad. Aunque algunos
autores destaquen, en cambio, que se trataría de un documento de carácter tradicional con
elementos híbridos, debido a la forma de la placa61 o el carácter indígena de las
instituciones62, la influencia romana es innegable.
Lo que está reflejando este documento es el paso de las sociedades protoestatales
cántabras a la ciuitas. Los magistrados y el senado que se mencionan serían instituciones
de estas ciudades estipendiarias que además tienen un nombre latino, por lo que
funcionarían por imposición o imitación de Roma. Melchor Gil63 denomina “estructuras de
gobierno premunicipales” a estas estructuras de gobierno de comunidades no privilegiadas,
basadas en la existencia de unos magistrados, un senado y unas leyes. Estas instituciones y
sus miembros son los interlocutores de la comunidad ante el poder romano y con el tiempo
irían imitando modelos más “romanizados”, por lo que no podemos descartar que con el
tiempo esta ciuitas terminara por municipalizarse con posterioridad al Edicto de
Vespasiano64.
IV.3. El estatuto jurídico de la ciuitas Maggauiensium: romanización y latinización
La pregunta más interesante que nos podemos hacer sería dilucidar cuál sería su
estatuto jurídico después de la archiconocida municipalización Flavia. Es difícil dar una
respuesta definitiva, dado que se ha discutido mucho a nivel general sobre este tema y no
57
García y Bellido 1966, 149.
Cara A.
Sex(to) Pompeio Sex(to) Appuleio Co(n)s(ulibus) / K(alendis) Augustis / Caraegius et Aburanus et Caelio
Mag(istratus) et / Senatus Maggavienses Amparamum / Nemaiecanum Cusaburensim / Ciuitate honoraria donata
libertos / posterosque ita uota omnia et fecerunt / finibus Maggav[i]ensium quae / ciui Maggaviensim.
Cara B.
Sex(to) Pompeio Sex(to) Appuleio / Co(n)s(ulibus) Amparamus Nemaioq [um] / [Cu]saburensis hospitium fecit
cum / ciuitate Maggau[i]ensium sibi liberis liber/ [t]isque posterisque suis eumque liberos / libertos posterosq(ue)
eius omnis Maggav[i]e[n]s / es in hospitium fidem clientelamque suam / suorum qui receper(un)t eademq(ue)
conditione / esset qua ciui(s) per mag(istrus) caelione(m) / et Caraegium et Aburnum / actum. (IRPP, 114).
59
Véase Fig. 5.
60
Marco 2002, 171.
61
Balbín 2006, 212.
62
García 2000, 385-394.
63
Melchor 2013, 138.
64
En tal caso, aunque no pueda demostrarse fehacientemente la existencia de un municipio latino según los
criterios establecidos por el Prof. Mangas (1996, 229), la presencia de estas “instituciones premunicipales”
parece ser un indicio claro. En nuestra opinión, podríamos estar ante un municipio latino, sin querer entrar en un
complejo debate, como lo entiende García Fernández (2001, 143; 2012, 423 y ss.), mas no una especie de
simulación (Ortiz de Urbina 2000, 161).
58
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hay datos certeros, como hemos visto, que nos ayuden a llegar a una conclusión certera
aunque, en mi humilde opinión, hay que entender el estatuto Flavio como lo expresa Plinio.
El edicto de Vespasiano, según nos dice Plinio65, Universae Hispaniae tuvo unos
efectos universales y sin excepciones, aunque algunos investigadores crean que se aplicó
de forma restringida en las zonas más latinizadas y, por lo tanto, multitud de zonas del
noroeste y de la Lusitania no habrían sido beneficiadas. Según Abascal y Espinosa66 a favor
de la universalidad efectiva no sólo tenemos la noticia pliniana, sino que también la epigrafía
da buena cuenta de esto67 aunque a veces sea difícil de demostrar por la falta de
documentos epigráficos que den cuenta de instituciones, cargos o leyes municipales, como
es el caso de la ciuitas Maggauiensium. Por lo tanto, si aceptamos la efectividad del Edicto
de Vespasiano, la ciuitas Maggauiensium sería a inicios del siglo III un municipio latino,
dando un tiempo prudencial para que ese edicto fuera verdaderamente efectivo en estas
comunidades. En ese sentido, no estaríamos en presencia de peregrinos sino de
ciudadanos latinos, como ya han sugerido otros autores68, y una élite de ciudadanos
romanos, teniendo en cuenta que los epígrafes no sean posteriores al edicto de Caracalla
del 212 d. C. cuando todos los ciudadanos libres pasaron a ser ciudadanos romanos.
Muchos de los historiadores y arqueólogos han abordado el estudio de este
yacimiento y de su conjunto epigráfico desde una perspectiva “indigenista”, debido a las
características de la onomástica de este yacimiento, algo que ha sido interpretado como una
especie de “resistencia cultural”69 al proceso de romanización, cosa que creemos nada más
lejos de la realidad. Las élites de Monte Cildá participaron desde muy pronto en el proceso
de transformación institucional y social, entre otras cosas, porque a ellos mismos les
beneficiaba. Eso es lo que demuestra, en mi opinión, la Tésera de Herrera de Pisuerga,
documento que sugiere que Roma estaba ejerciendo de árbitro de las relaciones políticas
entre las comunidades, que las instituciones de la ciuitas peregrina ya estaban creadas y
sus élites participando de las mismas.
Con posterioridad se daría otro importante cambio constitucional que sería la
adopción de la latinidad provincial, que creemos efectiva en toda Hispania siguiendo el
testimonio pliniano aunque, esta pudo tardar un tiempo en ser realmente efectiva, por lo que
no sería descabellado llevar esta transformación al siglo II. Tenemos que tener en cuenta
que la población latina provincial se movería en un ámbito onomástico bastante flexible 70,
máxime teniendo en mente la zona que estamos estudiando. En esta ciuitas, ya latina,
tendrían todavía mucho peso en la organización interna los usos que marcaba la tradición
cultural y que nosotros denominamos “indígenas”, siempre supervisados por Roma, para
que no se lesionasen sus propios intereses. Tendríamos, por tanto, unas élites de
ciudadanos romanos, que es la característica definitoria de la latinidad provincial y unos
ciues Maggauiensium, que serían depositarios del ius connubii, dando lugar a matrimonios
mixtos y del ius comercii71, todo ello encaminado a crear una sociedad cohesionada y
aunque muy provincial, bajo el control de Roma.
65
Nat. Hist., 3, 30.
Abascal y Espinosa 1989, 72.
67
No tenemos que ir más lejos que a la Ley Municipal de Duratón (Del Hoyo 1995, 140-144).
68
Campo 2009, 672.
69
Ajá et al. 2008, 173. Se trata de una cita que hacen los autores de la publicación Los cántabros en la
Antigüedad. La Historia frente al Mito refiriéndose a la permanencia de las “organizaciones gentilicias autóctonas”
como las de los Vadinienses o de los Orgenomescos, si bien fueron convertidas en ciuitates, aunque hay que
decir que estos investigadores también consideran que si este tipo de organizaciones permanecieron fue porque
el poder romano lo permitió. Aunque no hubiera en Cantabria grandes ciudades, en el sentido urbanístico de
término, las unidades indígenas se transformaron en ciuitates a pesar de que por las características de las
mismas en función del territorio y de un poblamiento seguramente disperso, no nos hayan dejado los restos de
las grandes ciudades de la Bética.
70
Según la Profesora Estela García Fernández (García 2001, p. 143) “la flexibilidad de la onomástica sería pues
característica de la latinidad” eso sí, esa flexibilidad desaparecería con la obtención de la ciudadanía romana.
71
García 2001, 145.
66
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Entonces, debemos preguntarnos cuál fue entonces la causa de que la sociedad de
la ciuitas Maggauiensium no sufriera las transformaciones ya no de las comunidades de la
Bética, donde no podemos olvidar que el proceso urbanizador hacía muchos siglos que se
había iniciado, sino de otras ciuitates palentinas como es el caso de la propia Pallantia. En
primer lugar, me parece bastante razonable la teoría que adujo Hernández Guerra72 en el
título de su artículo sobre la epigrafía de Monte Cildá: se trataría de un conjunto de carácter
rural, que iría de la mano de la economía ganadera y cerealista que tuvo este territorio, sin
otros intereses añadidos para los romanos más que los de carácter territorial que, de hecho,
fomentaron Las Guerras Cántabras.
Por otra parte, me parece fundamental la necesidad de replantear ese dualismo
indigenismo-romanización, porque parece sugerir que ciertas comunidades no participaban
del sistema impuesto por Roma, lo cual no es así. Todo ello se debe al modelo estático de
romanización que hemos fabricado los historiadores y que ha venido siendo puesto en tela
de juicio en las últimas décadas pero, en cierto sentido, permanece como una especie de
subconsciente colectivo. El modelo de Romanización de la Bética no fue el único, ni fue
unívoco ni homogéneo, sino más bien todo lo contrario. Las diferencias económicas,
sociales y culturales derivaron en distintas formas de romanización y esta es una de ellas.
Sin embargo, me parece imprescindible destacar que la connivencia entre las élites locales y
las propiamente romanas, una vez terminada la Guerra, fue la base de los cambios
económicos, sociales, culturales y políticos que se dieron. En el fondo (y en la forma) el
interés de los romanos no era otro que la obtención de réditos mensurables, económicos y
políticos, más que poner nombres latinos a los provinciales y la romanización fue el conjunto
de mecanismos que utilizaron para ello, participando las élites locales de ello.
A modo de conclusión, a la vista de este conjunto epigráfico no podemos entender
una resistencia a la romanización o unos escasos contactos con los romanos. Se trataría de
persistencias culturales que encubrirían seguramente en buena parte una pérdida de su
significado original, una sociedad, a su manera, romanizada y posiblemente latinizada. Ese
proceso de romanización habría empezado a tener un notable impulso en el momento en el
que la Legio IIII estaba acantonada en Herrera de Pisuerga a la vista de los datos
arqueológicos y de la Tésera de Hospitalidad hallada en dicha localidad.
V. Bibliografía
Abascal, J. M. y Espinosa, U. (1989): La ciudad hispano-romana: privilegio y poder, Logroño,
Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de la Rioja.
Ajá Sánchez, J. R., Cisneros Cunchillos, M. y Ramirez Sádaba J. L. (coords.): Los cántabros
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Figura 1. A la izquierda identificaciones del autor de las distintas ciuitates cántabras y turmogas de la provincia
de Palencia. A la derecha Plano y curvas de nivel de las excavaciones de Monte Cildá (García Guinea et alii,
1966).
Figura 2. Ara dedicada a Cabuniaeginus. Dibujo (Gamer, 1989, TAFEL 39, b).
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Figura 3. Dibujo del altar dedicado a Júpiter Óptimo Máximo procedente de Monte Cildá (García Guinea et alii,
1966, p. 58).
Figura 4. Dedicación a Cibeles de un individuo con onomástica romana de un recinto sagrado (Fotografía.
Hernández, 1994, p. 224, núm.8).
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Figura 5. Dibujo de ambas caras de la Tésera de Herrera de Pisuerga (García y Bellido, 1966, p. 164).
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