FISH!
LA EFICACIA DE UN EQUIPO
RADICA EN SU CAPACIDAD DE MOTIVACIÓN
Stephen C. Lundin, M.D.
Harry Paul
John Christensen
Fish!
Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
Fish ¡ La eficacia de un equipo radica en su capacidad de motivación
Digitalizador: Juanjo
Editado: Francisco
L‐01 – 23/02/04
Contraportada
Cierto es que exiten trabajos que, al desempeñarlos, nos invade una
inevitable sensación de aburrimiento y apatía. No obstante también es cierto
que en su desarrollo, puede influirnos ‐ ¡y de que manera! – la actitud personal
con lo que la afrontamos. Fish! plantea a modo de relato ameno y desenfadado,
una deseable disposición positiva: sumergirnos en el ambiente creativo y
exitoso de una pequeña pescadería, cuya fuerza empresarial resulta
perfectamente aplicable al feliz desarrollo de cualquier negocio, o , incluso, en
otros desafios de la vida.
Contraportada1
El trabajo es una recompensa para quien disfruta de él
Este libro me ha refirmado en mi convencimiento de que la empresa
necesita ilusión y nuevas ideas. Para ello, es preciso que sus colaboradores estén
muy informados, motivados y que vivan en un clima de cordialidad y optimismo.
Dr. José Esteve, presidente del grupo Esteve
miembro de las Reales Academias de Farmacia y Medicina de Cataluña
Una parte importante de nuestra vida se desarrolla en el trabajo, por esta
razón es imprescindible disfrutar de ello. Este libro nos invita a relfexionar para
realizarnos como personas y como profesionales, intentar hacer la vida más
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Fish!
Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
agradable a los demás y huir de la monotomía.
Luis Maldonado
socio de accenture
Fish! No es sólo un libro sobre la empresa, ni sobre cómo mejorar la
moral y motivar a los empleados. Es un libro sobre la Vida; sobre la manera en
que debemos vivir nuestra vida cotidiana y cómo hemos de relacionarnos con
nuestros familiares, nuestros amigos y las personas que encontramos por la
calle. Si utiliza lo que aporta este libro, no sólo mejorará en su trabajo, sino
también como persona lo que es mucho más importante.
Richard Salpizio
presidente de Qualcomun
DEDICATORIA
Este libro está dedicado a los millones de trabajadores que se sienten
atraídos por la idea de disfrutar de una atmósfera más productiva y relajada en
el trabajo, y a los miles de millones de peces que preferirían no encontrarse
volando por el aire en Pike Place Fish, el mercado de pescado más famoso del
mundo.
Aquí encontrarás las claves para crear un ambiente de trabajo innovador
y rentable, en el que una actitud distendida, atenta y entregada conduce a más
energía, entusiasmo, productividad y creatividad.
PREFACIO
de Ken Blanchard, coautor de El ejecutivo al minuto, Raving Fans y Gung
Ho!
Fish! es una historia increíble, que primero fue filmada por John
Christensen. Él y su empresa, ChartHouse, produjeron un vídeo sorprendente
sobre Pike Place, un famoso mercado de pescado en Seattle. He enseñado este
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Fish!
Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
vídeo en todos mis seminarios para ilustrar lo que ocurre cuando creas
empleados Gung Ho! [Totalmente entregados]; pones en marcha tu fuerza de
trabajo y creas Raving Fans [Admiradores entusiastas].
Ahora, Stephen Lundin y un antiguo compañero mío de trabajo, Harry
Paul, han formado equipo con John para publicar la historia de Fish!
Independientemente del soporte en que se muestre, se trata de una historia de
amor fabulosa. Como sugiere el libro, «cuando elegimos amar el trabajo que
desempeñamos, todos los días podemos alcanzar el máximo de felicidad,
sentido y satisfacción».
¿Eso es importante? Es increíblemente importante, sobre todo si
pensamos que buena parte de la población dedica el 75% de su vida adulta,
durante la vigilia, a actividades relacionadas con el trabajo: prepararse para ir al
trabajo, dirigirse al trabajo, trabajar, pensar en el trabajo y relajarse después del
trabajo. Si le dedicamos tanto tiempo, deberíamos poder disfrutar con ello y
sentirnos llenos de energía. Sin embargo, hay demasiada gente que dedica todo
ese tiempo al trabajo a cambio de satisfacer sus necesidades en otra parte;
«gracias a Dios que es viernes» sigue siendo una forma de vida para mucha
gente.
Eso se puede acabar si leéis Fish!, lo compartís con todos vuestros
compañeros de trabajo y juntos ponéis en práctica los cuatro secretos y las
estrategias sugeridas que os proponen Lundin, Paul y Christensen. Os garantizo
que los jefes se beneficiarán con este libro porque no sólo conservarán a los
empleados, sino que los motivará a rendir más. A todo el mundo le gusta
trabajar en un ambiente distendido, lleno de energía y donde se sientan
valorados. Los principios de Fish! también benefician a los empleados porque el
personal mantiene el entusiasmo por lo que hace sin sentirse frustrado.
Como podéis ver, estoy entusiasmado con este libro. Lo encuentro
sencillamente maravilloso. La historia de Pike Place, el mercado de pescado más
famoso del mundo, es estupenda. Pero este libro no es una guía para vender
más pescado; es una historia de amor que puede ocurrir, también, en vuestra
empresa.
Amar lo que haces
Hoy día está de moda creer que nadie debería conformarse con hacer
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Fish!
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nada salvo lo que a uno realmente le gusta. Escribir poesía, recorrer el mundo
en un barco de vela, pintar: haz lo que verdaderamente te gusta, y el dinero ya
vendrá. Nos decimos que la vida es demasiado breve para malgastarla
dedicando horas a un trabajo que no sea el ideal, y continuamos buscando el
lugar de trabajo perfecto. El peligro es que si ese anhelo de alcanzar el trabajo
ideal nos hace concentrarnos en el futuro, nos perderemos esa vida maravillosa
que se nos brinda ahora, en este momento.
El hecho es que en el mundo real hay condiciones que nos impiden
alcanzar ese trabajo ideal y perfecto. Muchos tenemos responsabilidades con la
familia, ó de otro tipo. Otros, todavía no hemos sentido la llamada de nuestra
verdadera vocación. Algunos vivimos sometidos a tanta tensión que no
disponemos, literalmente, de tiempo ni energía para buscar otro trabajo.
Fish es una parábola, un relato inventado sobre la manera en que
podemos descubrir la fuente profunda de energía, creatividad y pasión que
existe dentro de todos nosotros cuando aprendernos a amar lo que hacemos,
incluso si en ese momento no estamos haciendo exactamente lo que amamos.
Seattle, lunes por la mañana
Era un lunes húmedo, frío, oscuro y gris en Seattle, dentro y fuera. La
mejor previsión del hombre del tiempo del Canal 4 mencionaba la posibilidad
de que se abrieran algunos claros hacia el mediodía. En días así, Mary Jane
Ramírez echaba de menos el sur de California.
« ¡Cuántos cambios! », pensó mientras hacía repaso de los tres últimos
años. Dan, su marido, había recibido una oferta interesante de Microrule, y ella
había confiado en encontrar trabajo una vez instalados. En el plazo de cuatro
semanas les habían notificado el traslado, habían hecho las maletas, cambiado
de ciudad y encontrado una fantástica guardería para los niños. Su casa entró en
el mercado inmobiliario de Los Ángeles en el momento adecuado y se vendió de
inmediato. Tal y como esperaba, Mary Jane encontró rápidamente un puesto de
supervisora en el área de servicios internos de First Guarantee Financial, una de
las instituciones financieras más importantes de Seattle.
A Dan le encantaba su trabajo en Microrule. Por la noche, llegaba a casa
pletórico de energía y con un montón de historias de la gran empresa para la
que trabajaba y el trabajo avanzado que hacían. A menudo, Dan y Mary Jane
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acostaban a los niños y luego se quedaban charlando hasta bien entrada la
noche. Aunque Dan estaba entusiasmado con su nueva empresa, se interesaba
igualmente por el día que había tenido ella y quería saber cosas acerca de los
compañeros de trabajo y los retos que surgían en la vida laboral de su esposa.
Era obvio, a primera vista, que eran grandes amigos. El espíritu de cada uno
brillaba en presencia del otro.
La cuidadosa planificación de su futuro había anticipado todos los
problemas menos uno. Doce meses después de haberse instalado en Seattle,
Dan fue ingresado urgentemente aquejado de la rotura de un aneurisma, una
«rareza genética», según dijeron, y falleció de un derrame interno sin haber
recuperado la conciencia. No hubo ni avisos ni tiempo para despedidas.
«Este mes ha hecho dos años. Ni siquiera llevábamos un año entero en
Seattle. »
Frenando estos pensamientos, mientras empezaban a aflorar los
recuerdos, sintió cómo la invadía una ola de emoción. No continuó. «Éste no es
el momento de pensar en mi vida privada; todavía no he llegado a la mitad de la
jornada, y estoy hasta arriba de trabajo.»
First Guarantee Financial
En los tres años que llevaba en First Guarantee Financial, Mary Jane se
había ganado una gran fama de supervisora competente. No era la primera en
llegar ni la última en marcharse, pero su ética del trabajo le impedía que se le
acumularan los encargos. De hecho, su manera seria y responsable de trabajar
le acarreaba algún problemilla en la empresa, ya que mucha gente intentaba
asegurarse de que fuera ella quien lo resolviera todo personalmente. Sabían que
el trabajo quedaría terminado a tiempo y sería de óptima calidad.
También era buena jefa. Escuchaba con atención las preocupaciones y las
ideas de sus empleados y, a cambio, era apreciada y respetada. No era raro
encontrarla haciendo el trabajo de alguien con un hijo enfermo o con una cita
importante. Y, como jefa en funciones, hizo que su departamento fuera uno de
los que más rendían. Actuaba siempre de una manera relajada, que rara vez
generaba tensiones, salvo las que implica hacer bien el trabajo. Los
colaboradores y los empleados disfrutaban trabajando con ella. El pequeño
grupo de Mary Jane se ganó la fama de ser un equipo con el que se podía
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contar.
En agudo contraste, había otro departamento más grande en la tercera
planta que era a menudo motivo de conversación por la razón opuesta.
Expresiones como «no responden», «son insoportables», «están en el limbo»,
«qué desagradables», «qué lentos», «qué pérdida de tiempo», «aquí todo es
negativo» se utilizaban con frecuencia para describirlos. Eran el blanco de todos
los odios. Por desgracia para la empresa, casi todos los departamentos tenían
que tener contacto con la tercera planta porque allí se procesaba la mayoría de
las transacciones del First Guarantee, y todo el mundo temía cualquier contacto
con este departamento.
Los jefes se intercambiaban historias sobre el último fiasco con la tercera
planta. Y los que la visitaban, la describían como un lugar tan muerto que te
chupaba la vida. Mary Jane aún recordaba la carcajada general que estalló
cuando uno de los jefes dijo que se merecía el Premio Nóbel. Al preguntarle qué
quería decir con eso, contestó: «Porque creo que he descubierto vida en la
tercera planta». La gente se destornilló de la risa.
Algunas semanas después, Mary Jane aceptó, no sin cierta reticencia, un
ascenso a jefa del departamento de procesamiento de datos de la tercera planta
del First Guarantee. Aunque la empresa había puesto grandes esperanzas en
ella, Mary Jane tenía muchas dudas sobre la conveniencia de aceptar o no el
puesto. Se sentía muy a gusto en su trabajo actual, y sus ganas de correr riesgos
habían disminuido después de la muerte de Dan. El departamento que había
liderado había estado con ella durante los años duros que siguieron a la muerte
de su marido y sentía que tenía un fuerte vínculo con ellos. Era duro abandonar
a una gente con la que había compartido tantas cosas y en una época tan mala.
Mary Jane era muy consciente de la terrible reputación de la tercera
planta. De hecho, si no hubiera sido por todos los gastos imprevistos de la
hospitalización de Dan, seguramente habría rechazado el ascenso y el aumento
de sueldo. Pero allí estaba ahora, en la infame tercera planta. Era la tercera
persona que ocupaba el puesto en los últimos dos años.
La tercera planta
En las primeras cinco semanas en el nuevo puesto, Mary Jane se había
esforzado en entender el trabajo y a la gente. Aunque se sorprendió un poco de
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que le cayera bien la mayoría de las personas que trabajaban allí, rápidamente
se dio cuenta de que la reputación de la tercera planta era merecida. Había
observado que Bob, un veterano que llevaba cinco años trabajando en ese
departamento, dejaba que el teléfono sonara siete veces antes de cortar
deliberadamente la comunicación, desconectando el cable. Había escuchado
por casualidad a Martha contar lo que hacía cuando alguien de la empresa la
atosigaba para que terminara un trabajo antes: poner el expediente debajo del
resto «por error». Y siempre que iba a la sala de descanso, encontraba a alguien
dormitando.
Casi todas las mañanas los teléfonos sonaban insistentemente, sin que
nadie los descolgara, durante diez o quince minutos después del inicio oficial de
la jornada, porque los empleados llegaban tarde. Cuando les preguntaba los
motivos, las excusas eran muy numerosas. Allí todo discurría a cámara lenta. El
nombre de «zombis» con el que los habían bautizado, les iba como anillo al
dedo. Mary Jane no tenía la menor idea de lo que debía hacer, sólo sabía con
absoluta certeza que debía hacer algo, y hacerlo pronto.
La noche anterior, después de acostar a los niños, había intentado
analizar la situación describiéndola en su diario, así que se puso a repasar lo que
había escrito:
Aunque el viernes hizo un día frío y espantoso fuera, comparado con la
vista que tenía dentro, en mi despacho, lo de la calle no era nada. La ausencia de
energía era total. A veces me cuesta creer que hay seres humanos en la tercera
planta. Sólo cuando alguien explica lo que le ha regalado a un bebé o saca las
fotos de una boda cobran vida. No les interesa absolutamente nada que esté
relacionado con el trabajo.
Tengo bajo mi responsabilidad a treinta empleados que, por lo general,
hacen una jornada corta y a ritmo lento por un sueldo diario bajo. Muchos
llevan tantos años trabajando cada día a este ritmo tan lento que están
completamente aburridos. Parecen buena gente, pero si alguna vez han estado
motivados, eso ya pasó a la historia. En el departamento se respira una
atmósfera tan rotundamente depresiva que los nuevos no tardan en perder la
chispa rápidamente. Cuando me paseo entre las mesas, tengo la impresión de
que me falta oxígeno y me cuesta respirar.
La semana pasada descubrí que cuatro empleados todavía no utilizan el
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programa de ordenador que se instaló hace dos años. Dicen que prefieren el
antiguo. No sé qué más sorpresas me esperan.
Supongo que muchos departamentos de procesamiento de datos
funcionan igual. Aquí no hay mucho con lo que entusiasmarse, sólo un montón
de operaciones que deben procesarse. Pero no tiene por qué ser así. Debe haber
una manera de que entiendan que nuestro trabajo es crucial para la empresa.
Gracias a nosotros, otros departamentos pueden atender a nuestros clientes.
Aunque nuestro trabajo sea vital dentro del funcionamiento global, ocurre
entre bastidores y, básicamente, nadie le da importancia. Es una parte invisible
de la organización, y ni aparecería en la pantalla de radar de la empresa si no
fuera por lo malo que es. Y la verdad es que es malo.
No es el amor al trabajo lo que nos motiva a ninguno de los que
formamos el departamento. No soy la única persona que tiene problemas
económicos en la planta. Muchas mujeres y uno de los hombres viven solos con
sus hijos. Jack acaba de llevarse a su padre enfermo a vivir con él. Bonnie y su
marido tienen ahora dos nietos que viven con ellos. Todos estamos aquí por tres
cosas: el sueldo, la seguridad y las ventajas.
Mary Jane sopesó la última frase que había escrito en su diario. Desde
siempre, los puestos del departamento de procesamiento de datos eran para
toda la vida. El sueldo no estaba mal y el trabajo era seguro. Mirando las mesas
separadas que se alineaban fuera de su despacho, se hizo varias preguntas: «
¿Saben que esa seguridad con la que sueñan podría ser un espejismo? ¿Se dan
cuenta de hasta qué punto las fuerzas del mercado están cambiando esta
industria? ¿Comprenden que todos tendremos que cambiar para competir en
un mercado de servicios financieros que se consolida a gran velocidad? ¿Son
conscientes de que, si no cambian, algún día tendrán que buscarse otro
empleo?».
Conocía las respuestas. No, no, no, no. Los miembros de su departamento
seguían actuando como siempre. Los habían dejado solos y apartados
demasiado tiempo. Cumplían con su trabajo y confiaban en que llegara la
jubilación antes que los cambios. ¿Y ella? ¿Tenía una visión diferente?
El teléfono sonó devolviéndola al presente. Los sesenta minutos que
siguieron fueron una lucha incesante. Primero se enteró de que había
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desaparecido el expediente de un cliente importante y que se rumoreaba que
había sido visto por última vez en la tercera planta. A continuación, un
empleado de otro departamento, harto de que lo tuvieran horas esperando al
teléfono, había acudido personalmente a la tercera planta y montado una
escena desagradable. Al menos, había algo de energía con la que enfrentarse.
Luego, alguien del departamento jurídico se quejó de que le habían colgado el
teléfono tres veces. Y uno de los muchos empleados del departamento que
estaba de baja, no había entregado un proyecto importante que tenía que estar
listo hoy. Una vez que Mary Jane logró sortear la última andanada, cogió su
almuerzo y se encaminó a la puerta.
El vertedero de energía tóxica
Mary Jane había empezado a salir a comer fuera de la empresa desde
hacía cinco semanas. Sabía que los que comían en la cafetería harían lo que
hacían siempre, airear los pecados de la empresa y quejarse de la tercera planta,
cosa que para ella se había convertido en algo demasiado personal. Le deprimía
escuchar sus quejas, y necesitaba un poco de aire fresco.
Por lo general bajaba la colina y comía en el muelle. Allí, mientras
saboreaba un panecillo, contemplaba el agua o veía entrar y salir de las tiendas
a los turistas. Era una zona tranquila, y en Puget Sound podía mantener algo de
contacto con la naturaleza.
Aquel día, aún no había dado ni dos pasos en dirección a la puerta
cuando escuchó el inconfundible sonido de su teléfono sonando. «A lo mejor es
la guardería. Stacey moqueaba esta mañana.»
‐Mary Jane Ramírez ‐dijo jadeando.
‐Mary Jane, soy Bill.
«¡Vaya! ¿Qué querrá?», se preguntó mientras escuchaba la voz de su jefe.
Bill era otra de las razones por las que se lo pensó dos veces antes de aceptar el
trabajo en la tercera planta. Tenía fama de ser un auténtico cabrón. Y, de
momento, hacía honor a su reputación. Era de los que daban órdenes,
interrumpían a mitad de la frase, y tenía la enojosa costumbre de preguntar
sobre el estado de los proyectos con paternalismo. «Mary Jane, ¿tienes bajo
control el proyecto Stanton? », como si ella no tuviera ni idea. Mary Jane era la
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tercera persona que ocupaba el puesto de jefe del departamento en dos años y
por lo que empezaba a ver, los problemas no eran solamente del personal, sino
también de Bill.
‐Acabo de salir de una reunión que ha durado toda la mañana, con los
jefes, y quiero que nos veamos esta tarde.
‐Claro, Bill. ¿Hay algún problema?
‐La dirección está convencida de que se acercan tiempos duros y que,
para sobrevivir, todos tendremos que esforzarnos. O hay una mayor
productividad de los empleados o tendremos que empezar a hacer cambios.
Hemos hablado del efecto corrosivo de algunos departamentos donde la
energía y la moral son tan bajas que acaban por contagiar a cualquiera.
Una sensación de terror se apoderó de Mary Jane.
‐El gran jefe ha ido a una de esas conferencias sobre actitudes y entorno
laboral y ha vuelto entusiasmado. A mí no me parece justo echar todas las
culpas a la tercera planta, pero él parece estar convencido de que la tercera
planta es el gran problema.
‐¿Ha mencionado explícitamente la tercera planta?
‐No sólo ha mencionado la tercera planta sino que le ha dado un nombre.
La ha llamado un « vertedero de energía tóxica». No quiero que uno de mis
departamentos se llame «vertedero de energía tóxica». ¡Es inaceptable!
¡Enojoso!
‐¿Un vertedero de energía tóxica?
‐Sí. Y me ha interrogado sobre lo que voy a hacer. Le he dicho que
compartía su preocupación y que te había traído a ti para resolver el problema.
Me ha dicho que quiere estar informado de los progresos. ¿Qué? ¿Ya está
resuelto?
¿Que si ya está resuelto? ¡Sólo llevo cinco semanas en el puesto!
‐Todavía no ‐contestó.
‐Bueno, tendrás que darte prisa, Mary Jane. Y si no puedes, necesito
saberlo para hacer los cambios oportunos. El jefe está absolutamente
convencido de que lo que necesitamos es más energía, pasión y espíritu en el
trabajo. Yo no acabo de entender porqué. Lo que se hace allí no es componer
música. Personalmente nunca he esperado mucho de un montón de oficinistas.
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Supongo que hace tanto tiempo que la tercera planta es el blanco de todas las
bromas que piensa que si lo cambia, resolveremos el problema. ¿A qué hora
podríamos quedar?
‐¿Qué tal a las dos, Bill?
‐¿Mejor a las dos y media?
‐¡Claro! .
Bill debió de notar la frustración en su voz.
«No te deprimas, Mary Jane. Es cuestión de ponerte a trabajar. Es
bastante insoportable ‐pensó mientras colgaba el teléfono‐. ¡No te deprimas! Es
mi jefe y el problema es real. ¡Pero menudo imbécil!»
Un cambio en la rutina
Lamente de Mary Jane bullía mientras se dirigía hacia los ascensores por
segunda vez. En lugar de bajar por la colina hacia la zona portuaria, como de
costumbre, giró a la derecha por la calle Primera, pensando que necesitaba dar
un paseo más largo. Las palabras «vertedero de energía tóxica» retumbaban en
su cabeza.
«¡Vertedero de energía tóxica! ¿Qué vendrá después?» Iba caminando
por la calle Primera cuando oyó una vocecita dentro de su cabeza que le
susurraba, «la energía tóxica es lo que más aborreces de la tercera planta.
Tienes que hacer algo».
El paseo impulsivo de Mary Jane la llevó hasta una parte de la ciudad
desconocida para ella. Unas carcajadas atrajeron su atención y se sorprendió al
ver el mercado público a su izquierda. Había oído hablar de él, pero, en su
situación económica actual y con dos niños pequeños, procuraba evitar los
mercados con renombre. Dado que tenía necesidad de vivir frugalmente hasta
que pagara todas las facturas médicas, era más sencillo no visitarlo. Había
pasado en coche por la zona, pero era la primera vez que lo hacía a pie.
Cuando se giró y caminó hacia Pike Place, se fijó en un grupo numeroso
de gente bien vestida, que estaba apiñada delante de uno de los puestos de
pescado, riendo. Al principio sintió que rechazaba la risa, preocupada como
estaba. Ya iba a dar media vuelta cuando oyó una voz en su cabeza que le dijo,
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Fish!
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«No me vendría mal reírme un poco» y se acercó al grupo. Uno de los
pescaderos gritó: «Buenas tardes, señoritos yogur». Docenas de personas bien
vestidas levantaron sus vasos de yogur en el aire. «¡Señor! ‐pensó‐, ¿dónde me
he metido?»
Pike Place, el mundialmente famoso mercado de pescado
«¿Es un pescado lo que acabo de ver volando por los aires?» No sabía si
le engañaba la vista; entonces, volvió a suceder. Uno de los trabajadores,
inconfundible con su delantal blanco y unas botas negras de goma, cogió un
pescado grande y lo lanzó hacia un mostrador a seis metros de distancia,
gritando: « Salmón volando rumbo a Minnesota». Entonces, el resto de sus
compañeros gritó al unísono: « Salmón volando rumbo a Minnesota». En un
alarde de destreza, el empleado de detrás del mostrador atrapó el salmón en el
aire con una mano para seguidamente inclinar la cabeza saludando al público
que aplaudía su destreza. La energía era notable.
A la derecha, otro empleado que movía la boca de un pez grande como si
estuviera hablando, hacía las delicias de un niño pequeño. Otro pescadero, algo
mayor y con algunas canas, se paseaba de un lado a otro gritando: «Preguntas,
preguntas, respuestas a cualquier pregunta sobre pescados». En la caja, un
empleado joven hacía malabarismos con unos cangrejos. Dos jubilados reían
con ganas de la conversación que mantenía su pescadero con el pescado que
habían elegido. El lugar resultaba increíble. Mary Jane notó que empezaba a
relajarse mientras disfrutaba del espectáculo.
Miró a la gente que sostenía los vasos de yogur en el aire y pensó:
«Oficinistas. ¿De verdad compran pescado a la hora del almuerzo, o sólo vienen
a contemplar el espectáculo?».
Sin que se diera cuenta, uno de los pescaderos había reparado en ella.
Había algo en su curiosidad y en su aire serio que le animó a acercársele.
‐¿Qué pasa? ¿No tienes yogur?
Ella le miró y vio a un hombre joven y atractivo de pelo negro, largo y
rizado. La miraba fijamente, con una gran sonrisa en la cara.
‐Tengo un yogur en el bolso ‐tartamudeó señalando su bolso marrón‐,
pero no sé muy bien qué tengo que hacer.
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‐¿Has venido alguna vez por aquí?
‐No. Suelo comer en el muelle.
‐Te entiendo; se está muy tranquilo al lado del agua. Es todo lo contrario
de este lugar, eso seguro. ¿Y por qué has venido hoy?
A su derecha, uno de los pescaderos gritaba con aire perdido: « ¿Quién
quiere comprar pescado?». Otro bromeaba con una mujer joven. Un cangrejo
pasó volando por encima de la cabeza de Mary Jane.
‐Seis cangrejos volando rumbo a Montana ‐gritó alguien.
‐Seis cangrejos volando rumbo a Montana ‐corearon todos.
Otro empleado, que llevaba un gorro de lana, bailaba detrás de la caja.
Mary Jane se sentía rodeada de una euforia controlada, como la de las
atracciones de la feria, pero mejor. Sin embargo, el pescadero que había
hablado con ella no parecía en absoluto distraído. Aguardaba tranquilo y
pacientemente su respuesta. « Caramba ‐pensó‐, parece que de verdad le
interesa mi respuesta. Pero no voy a contarle a un desconocido mis problemas
en el trabajo.» Sin embargo, eso fue precisamente lo que hizo.
Se llamaba Lonnie y escuchó con atención la descripción de la tercera
planta. No reaccionó cuando uno de los pescados golpeó contra una cuerda y
cayó al suelo junto a ellos. Escuchó atentamente la descripción que Mary Jane le
hacía de los numerosos problemas que había identificado en los empleados.
Cuando acabó de contarle la historia, miró a Lonnie y le preguntó:
‐¿Qué opinas de mi vertedero de energía tóxica?
‐Menuda historia. Yo también he trabajado en lugares horrorosos. De
hecho, este lugar era bastante lúgubre. ¿Qué notas en el mercado ahora?
‐Ruido, acción, energía ‐contestó Mary Jane sin dudarlo ni un momento.
‐¿Y qué opinas de toda esta energía?
‐Me gusta ‐contestó‐. Me gusta mucho.
‐A mí también. Me ha malcriado para toda la vida. Creo que no podría
trabajar en un mercado típico después de haber probado esto. Como te decía, al
principio no era así. Durante mucho tiempo fue también un vertedero de
energía. Luego decidimos cambiar las cosas y éste es el resultado. ¿Crees que
con esta energía habría algún cambio en tu departamento?
‐Desde luego que sí. Es lo que necesitamos en el vertedero ‐dijo
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sonriendo.
‐Me gustaría explicarte qué es lo que hace, en mi opinión, que este
mercado sea diferente. ¡Quién sabe! A lo mejor te doy ideas.
‐Pero, nosotros no podemos arrojarnos nada los unos a los otros. El
trabajo es aburrido. La mayoría...
‐No corras. No tenéis que lanzaros nada. Por supuesto que tu trabajo es
diferente y parece que tienes un reto muy serio por delante. Me gustaría
ayudarte. ¿Y si encuentras la manera de aplicar algunas de las lecciones que has
aprendido en tu primera visita al mundialmente famoso mercado de pescado de
Pike Place? ¿La posibilidad de tener un departamento pletórico no es razón
suficiente para que aprendas las lecciones?
‐¡Sí! ¡Por supuesto! Pero ¿por qué quieres ayudarme?
‐Formar parte de esta pequeña comunidad de pescaderos y vivir lo que
has vivido hoy aquí cambió mi vida. Te ahorraré los detalles, pero mi vida era un
desastre cuando acepté este trabajo. Trabajar aquí me salvó literalmente la vida.
Aunque suene un poco ingenuo, creo que tengo la obligación de buscar
maneras de demostrar mi gratitud por la vida que disfruto. Tú me lo has puesto
fácil contándome tu problema. Creo sinceramente que podrás encontrar
algunas respuestas aquí. Hemos creado mucha energía.
Mientras decía la palabra energía, un cangrejo pasó volando y alguien
gritó con acento tejano:
‐Cinco cangrejos volando con destino a Wisconsin.
El coro repitió:
‐Cinco cangrejos volando con destino a Wisconsin.
‐De acuerdo ‐dijo ella, riendo en voz alta‐. Si este mercado tiene algo, ese
algo es energía. ¡Trato hecho! ‐Miró el reloj y calculó que tendría que volver
deprisa para no llegar tarde. No tenía dudas de que sus salidas y entradas eran
cronometradas por los empleados.
Lonnie captó el gesto y dijo:
‐Oye, ¿por qué no vuelves mañana a la hora de comer, y te traes dos
yogures? ‐Se giró e inmediatamente empezó a explicarle a un joven, vestido con
una chaqueta vikinga, las diferencias entre un salmón de río y un salmón de
vivero.
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Segunda visita
El martes, a la hora de comer, Mary Jane se apresuró por la calle Primera,
camino del mercado. Lonnie estaba esperándola; apareció inmediatamente
entre la multitud y la condujo a través de una rampa, más allá de la franquicia
de la tienda de camisetas.
‐Hay unas mesas al final del pasillo ‐dijo, guiándola hasta una pequeña
habitación acristalada con una magnífica vista del puerto y de Puget Sound.
Lonnie se comió un panecillo y el yogur que le había traído Mary Jane, mientras
ella se comía el suyo y se interesaba por el funcionamiento de la pescadería. Ser
pescadero no sonaba muy atractivo después que Lonnie le explicara cómo era
un día típico; eso hizo que la actitud de los empleados de Pike Place aún le
resultara más impresionante.
‐Parece que tu trabajo y el mío tienen más cosas en común de lo que me
imaginaba al principio ‐dijo ella, después de que Lonnie le describiera las
aburridas tareas que tenía que realizar cada día.
Lonnie la miró.
‐¿En serio?
‐Sí. La mayor parte del trabajo que hacen mis empleados es, como
mínimo, carente de interés y repetitivo. No obstante, es un trabajo importante.
No vemos nunca al cliente, pero si cometemos un error, éste se enfada y se nos
critica mucho. Si hacemos bien nuestro trabajo, nadie repara en él. En general,
el trabajo es aburrido. Vosotros habéis cogido un trabajo aburrido y habéis
encontrado la manera de hacerlo interesante. Eso lo encuentro fascinante.
‐¿Has pensado alguna vez que cualquier trabajo puede resultar aburrido
para la persona que lo tiene que hacer? Algunos de los ejecutivos del yogur
viajan por todo el mundo por negocios. A mí me parece muy atractivo, pero
ellos me dicen que te cansas rápido. Supongo que en determinadas
circunstancias, cualquier trabajo puede ser aburrido.
‐Estoy de acuerdo con lo que dices. Hace muchos años, me surgió la
oportunidad de hacer un trabajo con el que las adolescentes sueñan a menudo:
me ofrecieron un contrato de modelo. Pero al acabar el mes, ya estaba muerta
de aburrimiento. Te pasabas todo el día cruzada de brazos, esperando. O mira a
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los locutores, por ejemplo. Desde entonces, he aprendido que muchos no hacen
otra cosa que leer el texto de otros. Esto también me parece aburrido, al menos
a mí.
‐Muy bien. Si estamos de acuerdo en que cualquier trabajo puede ser
aburrido, ¿estamos de acuerdo en que cualquier trabajo se puede hacer con
energía y entusiasmo?
‐No estoy tan segura. ¿Puedes darme un ejemplo?
‐Muy fácil. Date una vuelta por el mercado y mira las otras pescaderías.
No es lo mismo. Son, ¿cómo los llamaste? Vertederos de energía tóxica. De
hecho, su actitud hacia el trabajo nos beneficia mucho. Ya te dije que Pike Place
antes no era así. Entonces descubrimos una cosa increíble. Aunque no puedas
escoger el trabajo en sí, siempre puedes elegir cómo lo vas a hacer. Ésa fue la
gran lección que aprendimos cuando creamos el mundialmente famoso
mercado de pescado de Pike Place. Podemos elegir la actitud que tenemos en
nuestro trabajo.
ELIGE TU ACTITUD
Mary Jane sacó una libreta y empezó a escribir:
Aunque no puedas
escoger el trabajo,
siempre puedes
elegir cómo lo harás
Luego pensó en las palabras que había escrito y preguntó:
‐¿Por qué no se puede escoger el trabajo?
‐Buena pregunta. Siempre puedes renunciar; en ese sentido sí que
puedes escoger el trabajo que haces. Pero, a lo mejor no es la decisión más
acertada porque tienes responsabilidades, o por otros motivos. A eso me refiero
cuando hablo de escoger. Sin embargo, siempre tienes la opción de elegir la
actitud que vas a adoptar en el trabajo.
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»Te voy a contar una cosa de mi abuela. Ella siempre lo hacía todo con
amor y buena cara. A todos sus nietos nos gustaba ayudarle en la cocina,
porque fregar los platos con ella era muy divertido. Y de paso, sin darnos
cuenta, aprendíamos mucho de cocina. Así, cuando éramos niños, tuvimos un
privilegio muy especial: la compañía de un adulto que se preocupaba por
nosotros.
»Ahora me doy cuenta de que a mi abuela no le gustaba fregar los platos.
Ponía amor en hacerlo y nos contagiaba su espíritu.
»De la misma manera, mis amigos y yo nos dimos cuenta que cada día al
venir aquí, traíamos una actitud. Podemos venir de mal humor y tener un día
deprimente. Podemos mostrarnos antipáticos e irritarnos con los compañeros y
con los clientes. O traer una actitud alegre y desenfadada y pasar un día
fantástico. Podemos elegir la clase de día que queremos pasar. Estuvimos
mucho tiempo hablando de ello y nos dimos cuenta de que, ya que teníamos
que trabajar, lo mejor era pasarlo lo mejor posible. ¿Le ves sentido?
‐Mucho.
‐De hecho, nos entusiasmamos tanto con lo de elegir, que de paso
decidimos hacernos mundialmente famosos. Pasar un día siendo
«mundialmente famoso» es mucho más agradable que pasar un día siendo
vulgar. ¿Ves lo que quiero decir? Trabajar en una pescadería no es fácil; hace
frío, hay humedad, huele mal y te puedes resbalar. Pero podemos elegir qué
actitud vamos a adoptar mientras hacemos el trabajo.
‐Sí, me parece que lo entiendo. Tú eliges cada día la actitud que vas a
tener en el trabajo. Esa elección determina tu comportamiento. Ya que estás
aquí, ¿por qué no elegir ser una pescadería mundialmente famosa, en vez de ser
una más? Parece tan sencillo.
‐Es fácil de entender, pero no tan fácil de hacer. No creamos este lugar de
la noche a la mañana; tardamos casi un año. Yo era un caso difícil. Digamos que
era un resentido. Mi vida personal estaba completamente descontrolada.
Tampoco le daba muchas vueltas, pensaba que sabía muy bien lo que hacía. La
vida era dura y yo respondía de la misma manera, siendo duro. Entonces,
cuando decidimos crear un puesto de pescado diferente, me resistí a aceptar
que yo podía elegir cómo vivir cada día. Había invertido demasiado en ser una
víctima. Uno de los compañeros, mayor que yo, que también había pasado una
mala racha, me llevó aparte y me lo explicó, de pescadero a pescadero. Pensé
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mucho en lo que me dijo y decidí probar. Ahora soy un «creyente». Cada
persona puede escoger su actitud. Lo sé porque yo escojo la mía.
Mary Jane estaba impresionada por lo que estaba oyendo y también con
la persona de quien lo estaba oyendo. Al levantar los ojos se encontró a Lonnie
mirándola con curiosidad y se dio cuenta de que llevaba un rato soñando
despierta.
‐Lo siento. Lo probaré. ¿Qué otras cosas explican vuestro éxito?
‐Hay cuatro ingredientes, pero éste es el principal. Sin escoger la actitud,
los otros son una pérdida de tiempo. Así que vamos a pararnos aquí y dejar el
resto para después. Toma el primer ingrediente y mira qué puedes hacer con él
en la tercera planta. Llámame cuando estés lista para hablar de los otros.
¿Tienes nuestro número?
‐Está escrito por todas partes.
‐Claro. No somos precisamente tímidos, ¿verdad? Hasta pronto y gracias
por el yogur.
El coraje de cambiar
Las exigencias de su puesto tuvieron a Mary Jane ocupada en actividades
rutinarias los dos días siguientes. O, al menos, ésa era su excusa. Pero sus
pensamientos volaban a menudo a la conversación que había mantenido con
Lonnie y la idea de escoger la actitud que tienes en el trabajo. Se daba cuenta
de que, aunque estaba de acuerdo con la filosofía del puesto de pescado, había
algo que le impedía dar el paso. «En caso de duda, reúne más información»,
pensó.
El viernes decidió preguntar a Bill sobre la conferencia a la que había
acudido su jefe, la que trataba de la influencia de las actitudes en el entorno
laboral. Quería saber más sobre aquella experiencia. Aquella tarde le llamó.
‐Bill, ¿cómo puedo documentarme sobre la conferencia acerca del
entorno laboral a la que acudió el gran jefe?
‐¿Para qué quieres documentarte? Era una de esas charlas inspiradas en
la Nueva Era. Seguro que pasan la mayor parte del tiempo dándose baños
calientes. ¿Qué sentido tiene perder el tiempo con eso?
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Mary Jane notó que se estaba enfadando. Respiró hondo.
‐Escucha, Bill, cuando acepté este trabajo, los dos sabíamos que había
mucho que hacer. Ahora las expectativas son mayores y el tiempo se ha
reducido. Los dos estamos metidos en esto hasta el fondo. ¿Me vas a ayudar o
me lo vas a poner más difícil?
«No puedo creer que le haya hablado así ‐pensó‐. ¡Pero qué bien me ha
sentado!»
Bill respondió bien; era como si se sintiera más cómodo ante un
enfrentamiento más directo.
‐Vale, vale, será mejor que no nos pongamos nerviosos. Tengo una cinta
en mi mesa que se supone que tenía que escuchar, pero no he tenido tiempo.
Escúchala y cuéntame después lo que dice.
‐Por supuesto, Bill. Pasaré a recogerla.
Una vuelta a casa memorable
En el viaje de vuelta a Bellevue desde el trabajo hubo varios atascos, pero
Mary Jane ni se enteró. No dejaba de darle vueltas a su situación. «¿Cuándo
perdí mi confianza? ‐se preguntó‐. Decirle a Bill lo que pensaba ha sido la
primera cosa valiente que he hecho en mucho tiempo. Dos años para ser
exactos », calculó, y las piezas empezaron a encajar en el umbral de la
conciencia. «Demasiadas cosas en las que pensar.» Sintiéndose abrumada,
introdujo la cinta de Bill en el radiocasete.
Desde los altavoces estéreo del coche le llegó una voz profunda y
resonante que hipnotizaba. La cinta contenía la grabación de un verso de un
poeta que llevó su poesía a su puesto de trabajo, convencido de que el lenguaje
poético los ayudaría a solucionar mejor los temas del día. El poeta era David
Whyte. Hablaba un poco y luego recitaba el poema. Sus poemas y sus historias
le traspasaron. Aquellas frases le asaltaron.
Las necesidades de la organización y nuestras propias necesidades
como trabajadores son las mismas: creatividad, pasión, flexibilidad,
entusiasmo.
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«Sí», pensó.
En verano, cuando aparcamos el coche delante del trabajo,
dejamos las ventanillas un poco abiertas, no para proteger la tapicería del
excesivo calor, sino porque sólo el 60% de nuestro ser entra en las oficinas
y el resto se queda en el coche todo el día y tiene que poder respirar ahí
dentro. ¿Qué pasaría si llevásemos todo nuestro ser al trabajo?
« ¿Quién es este hombre?» Entonces, sin previo aviso, se notó que se
emocionaba cuando escuchó a David Whyte recitar su poema Fe. Lo presentó
ante el público diciendo que lo había escrito en una época en la que tenía muy
poca fe en sí mismo:
Fe
de David Whyte
Quiero escribir sobre la fe,
sobre la luna que se eleva
por encima de la nieve, cada noche.
Y tiene fe, aunque vaya perdiendo su plenitud
y se convierte lentamente en la última
e imposible rendija de luz,
antes de abandonarse a la oscuridad total.
Pero a mí no me queda fe
y me niego a cederle el menor paso.
Que sea este poema,
como la luna nueva,
esbelta y recién estrenada
la primera oración que me lleve a la fe.
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«De manera que a esto se refiere la frase: Cuando el estudiante está listo,
el profesor aparece. » El poema había sido como una iluminación y Mary Jane
pudo ver, por fin, lo que le impedía dar el paso. Tras la muerte repentina de Dan
y la presión de tener que cuidar de sus dos hijos en solitario, había perdido la fe
en su habilidad de sobrevivir en el mundo. Tenía miedo de que si corría riesgos y
fracasaba, no sería capaz de mantenerse ni a sí misma ni a sus hijos.
Liderar un cambio en el trabajo sería arriesgado. Podía fracasar y perder
su empleo. La posibilidad era real. Entonces se puso a pensar en el riesgo de no
hacer nada. « Si no cambiamos, es posible que nos quedemos todos sin trabajo.
No sólo eso: no quiero trabajar en un lugar que no tenga vida ni energía. Sé lo
que eso me haría con el tiempo, y la idea no es muy agradable. ¿Qué clase de
madre sería si dejo que eso ocurra? ¿Qué ejemplo daría? Si pongo en marcha el
proceso de cambio el lunes, el primer paso debe ser que yo cambie de actitud.
Escojo tener fe. Debo confiar en que, pase lo que pase, estaré bien.
»Soy una superviviente; lo he demostrado. Pase lo que pase, estaré bien.
Es hora de limpiar el vertedero de energía tóxica. Y lo es no sólo porque sería
bueno para el negocio, que sé que lo será; ni tampoco porque me hayan retado
a solucionar el problema, que es una razón importante, pero no deja de ser una
motivación exterior. La razón primordial para seguir adelante está dentro de mí.
Es hora de que renueve la confianza en mí misma, y una manera de hacerlo es
solucionando este problema.»
Recordó algunas líneas de la cinta:
No creo que las empresas sean necesariamente cárceles, aunque a
veces las convertimos en cárceles por la manera en que escogemos
trabajar dentro de ellas. He creado una prisión, y sus muros son mi propia
falta de fe en mí mismo.
La metáfora de la prisión le sonaba familiar, estaba segura de haberla
oído antes en un seminario al que había acudido. En cuanto llegó a la guardería,
aparcó el coche, sacó su diario y escribió:
La vida es demasiado preciosa para desaprovechar el tiempo, no digamos
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ya la mitad de las horas que pasamos despiertos, en un vertedero de energía
tóxica. No quiero vivir así, y estoy segura de que mis colegas pensarán igual una
vez que tengan una alternativa clara.
La filosofía de mi departamento es así desde hace mucho tiempo. Para
cambiarla, tendré que correr riesgos personales sin ninguna certeza de alcanzar
el éxito. Quizá sea una bendición. Sucesos recientes me han hecho perder la fe
en mí misma, y correr los riesgos necesarios quizá me ayude a recuperarla. El
hecho es que el riesgo de no hacer nada seguramente es mayor que el riesgo de
actuar.
Entre mis notas, en alguna parte, hay material con un mensaje que podría
serme útil. Tengo que encontrar ese mensaje porque necesito toda la ayuda que
pueda conseguir.
Pensando en eso, se bajó del coche y fue a recoger a su hija.
‐Mamá, mamá, tienes los ojos húmedos. ¿Has llorado? ¿Pasa algo,
mamá?
‐Sí, cariño, he llorado, pero eran lágrimas buenas. ¿Qué tal has pasado el
día?
‐He hecho un dibujo de nosotros. ¿Quieres verlo?
‐Claro que sí. ‐Bajó la vista y miró las cuatro figuras que su hija había
dibujado.
Luego, volvió la vista hacia ella.
‐¡Muy bien! ‐suspiró‐. Otra prueba más de fe.
»Recoge tus cosas, cariño; tenemos que ir a buscar a Brad.
Domingo por la tarde
El domingo por la tarde Mary Jane se reservaba un poco de tiempo para
ella. Había contratado una empleada para que los domingos estuviera con los
niños como mínimo dos horas. Era una pequeña recompensa que se daba, algo
que siempre la dejaba fresca y lista para hacer frente a los retos familiares y
laborales. Empleaba el tiempo en leer material que le sirviera de inspiración,
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una nueva novela, dar un paseo en bicicleta o saborear un café y relajarse.
Seattle estaba lleno de cafés, y había uno estupendo a tan sólo tres manzanas
de su casa. Cogió algunos libros y se fue a la calle. Su mesa favorita, en un rincón
tranquilo del café, la estaba esperando.
‐Un café con leche desnatada y en taza grande, por favor. ‐Se sentó con su
café y decidió empezar con una lectura que la inspirara.
Cogió una copia gastada de “El encanto de las cosas simples”, de Sarah
Ban Breathnach, un libro con una lectura para cada día del año, y buscó el 8 de
febrero. Unas palabras clave parecieron saltar de la página:
La mayoría de nosotros nos sentimos incómodos si nos vemos
como artistas, y sin embargo cada uno de nosotros lo es. Cada día, con
cada elección, creamos una obra de arte única. Algo que sólo uno puede
hacer... La razón por la que naciste fue para dejar tu marca indeleble en el
mundo. Ésa es tu autenticidad... Respeta tus urgencias creativas... apuesta
por la fe... descubrirás que tus elecciones son tan auténticas como lo eres
tú. Es más, descubrirás que tu vida es todo lo que se supone que debe
ser: un alegre soneto de acción de gracias.
Había planeado pensar en el trabajo, y las palabras sobre la elección y la
fe la transportaron al puesto de pescado. «Esos hombres son artistas ‐pensó‐, y
han elegido crear cada día.» Y a ella también se le ocurrió un pensamiento
asombroso: «Yo también puedo ser una artista».
Entonces cogió una carpeta de un seminario sobre liderazgo al que había
asistido. Allí había escuchado por primera vez la palabra cárcel utilizada como
metáfora para el trabajo. Dentro había una fotocopia descolorida de un discurso
escrito por John Gardner. Recordó que Gardner animó a la gente a fotocopiar
sus papeles, «un gesto generoso», pensó. «Debió de decir algo importante, si
aún me acuerdo de él después de tanto tiempo. » Repasó el discurso página por
página.
El escrito de John Gardner
El pasaje empieza:
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No se sabe por qué algunos hombres y mujeres se marchitan
mientras que otros permanecen vitales hasta el final de sus días. Es
posible que marchitarse no sea la palabra adecuada. Quizá debería decir
que mucha gente, en algún punto del camino, deja de aprender y de
crecer.
Mary Jane levantó la vista mientras pensaba: «Eso encaja con mi grupo; y
también con mi viejo yo». Sonrió ante la decisión que implica decir «mi viejo
yo». Volvió al pasaje.
Debemos ser comprensivos al juzgar las razones. Quizá la vida les
ha presentado problemas más duros de los que podían resolver. Quizás
algo ha herido profundamente su confianza en sí mismos o su
autoestima. O quizá han corrido tan duramente y durante tanto tiempo
que han olvidado por qué corrían.
Estoy hablando de personas que, por muy ocupadas que parezcan
estar, han dejado de aprender y de crecer. No me burlo. La vida es dura. A
veces, concentrarnos en seguir adelante es un acto de coraje...
Tenemos que afrontar el hecho de que la mayoría de los hombres y
las mujeres que se encuentran en el mundo laboral tienen menos
inventiva y están más cansados de lo que creen, de lo que saben, y más
aburridos de lo que se atreverían a admitir.
Un famoso escritor francés dijo: «Hay personas cuyo reloj se
detiene en un momento determinado de su vida». He observado cómo se
mueve mucha gente por la vida. Como dice Yogui Berra: «Al mirar se ven
muchas cosas». Estoy convencido de que la mayoría de la gente disfruta
aprendiendo y creciendo, sea cual sea el punto de la vida en el que se
encuentren. Si somos conscientes del peligro de marchitarnos, podemos
tomar medidas para evitarlo. Si tu reloj se ha parado, puedes volver a
darle cuerda.
Hay algo que yo sé de ti que quizá tú no sepas de ti mismo. Dentro
de ti tienes más recursos de energía de los que nunca has utilizado, más
talento del que nunca has aprovechado, más fuerza de la que nunca has
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puesto a prueba, y más que dar de lo que nunca has dado.
«No me extraña que me acuerde de John Gardner. Tengo muchos relojes
a los que dar cuerda, pero al primero que necesito dar cuerda es al mío», pensó.
La hora siguiente, Mary Jane se la pasó escribiendo en su diario y se
alegró al comprobar que se sentía más tranquila. Mientras se preparaba para
volver a casa, miró lo que había escrito y marcó con un círculo la sección que la
guiaría el lunes por la mañana.
Solucionar el problema del vertedero de energía tóxica exigirá que me
convierta en líder en todos los sentidos de la palabra. Tendré que arriesgarme a
la posibilidad de fracasar. No habrá un puerto seguro. Pero no tomar ninguna
acción supondría el fracaso rotundo. Tengo que empezar como sea. Mi primer
paso es cambiar de actitud. Elijo la confianza, la esperanza y la fe. Daré cuerda a
mi reloj y me prepararé para disfrutar aprendiendo y creciendo mientras trabajo
para aplicar las lecciones del puesto de pescado a mi vertedero de energía
tóxica.
Lunes por la mañana
A las 5.30 de la mañana se sintió un poco culpable mientras esperaba que
abriera la guardería de su hija. En días raros como aquél, dejaba a Brad en la
guardería hasta que llegaba un autobús que lo llevaba a la escuela. Miró a sus
hijos, que tenían ojos de sueño y dijo:
‐No acostumbro a levantaros tan temprano, niños, pero hoy tengo que
estar pronto en la oficina para preparar un proyecto realmente importante.
Brad se restregó los ojos y dijo:
‐No importa, mamá.
Y Stacey añadió:
‐Sí, es divertido llegar siendo los primeros. Así cogeremos los videojuegos
que queramos.
Cuando se abrieron las puertas, Mary Jane los acompañó dentro y dio un
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gran abrazo a cada uno. Antes de irse, se volvió para mirarlos y comprobó que
ya estaban entretenidos.
Apenas encontró tráfico. A las 5.55 estaba en su despacho, con una
humeante taza de café y varias hojas delante. Cogió un rotulador y escribió en
grandes letras:
Escoge tu actitud
Pasos:
∙
Convoca una reunión y di lo que piensas.
∙ Busca un mensaje que transmita la noción de elegir una actitud de
manera que todo el mundo pueda entender y personalizar.
∙
Proporciona la motivación necesaria.
∙
Persiste con fe.
«Ahora viene la parte más difícil. ¿Qué le digo a los empleados de la
tercera planta?» Y empezó a escribir sus pensamientos.
Los lunes por la mañana, la plantilla del departamento se reunía en dos
turnos; un grupo atendía las llamadas mientras el otro se reunía con ella en la
sala de conferencias, y luego cambiaban. Cuando estuvo reunido el primer
grupo, escuchó los resúmenes de las actividades familiares y las quejas
universales sobre el lunes por la mañana. «Son buena gente», pensó; notó que
el corazón le latía más rápido cuando se callaron y le prestaron atención. « ¡Ahí
voy! »
La presentación de Mary Jane
‐Hoy hablaremos de un tema importante. Hace dos semanas, el
vicepresidente de la empresa asistió a una conferencia y volvió convencido de
que First Guarantee necesita una inyección de energía y entusiasmo. Volvió
convencido de que la energía y el entusiasmo son las claves para mejorar la
productividad, reclutar personal con éxito, conservarlo a largo plazo, prestar un
buen servicio al cliente y desarrollar muchas cualidades más que se necesitan
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para competir en un negocio en continua transformación. Convocó una reunión
de jefes de departamento y en esa reunión se refirió a la tercera planta como
«un vertedero de energía tóxica». Habéis oído bien. Dijo que nuestra planta era
un vertedero de energía tóxica, y dijo que había que depurarlo.
Mary Jane miró las expresiones de sobresalto. El primer comentario vino
de Adam, un empleado que llevaba mucho tiempo trabajando.
‐Me gustaría ver cómo lo harían ellos. Es el trabajo más aburrido de la
Tierra.
Luego intervino uno de los empleados con menos energía:
‐¿Qué importa la energía? El trabajo se hace, no?
Nadie impugnó la acusación de que la energía era tóxica.
Mary Jane prosiguió.
‐Quiero que sepáis que este asunto no quedará así. El vicepresidente del
grupo puede que pierda interés, es posible que Bill lo olvide con el tiempo, pero
yo no. Porque estoy completamente de acuerdo. Somos un vertedero de
energía tóxica. Otros departamentos de la empresa detestan tener tratos con
nosotros. También nos llaman el hoyo. Hacen bromas sobre nosotros durante la
comida. Se ríen de nosotros en los pasillos. Y tienen razón. ¡Caramba! A muchos
de ellos les fastidia venir aquí, y hasta nosotros lo llamamos el pozo. Creo que
podemos y debemos cambiar. Y quiero que sepan el porqué.
Las expresiones de sobresalto fueron reemplazadas por expresiones de
asombro. El silencio era absoluto.
‐Ya conocéis mi historia. Que Dan y yo vinimos a esta ciudad con
esperanzas, sueños y dos niños pequeños. Que la muerte repentina de Dan me
dejó sola. Que el seguro de Dan no cubría muchos de los grandes gastos. Que
me encontré en una situación económica difícil.
»Lo que quizá no sepáis es cómo me ha afectado todo eso. Algunos de
vosotros sois padres separados y sabéis de lo que estoy hablando. Necesitaba
este trabajo y perdí la confianza en mí. Me dejé llevar, sin hacer nunca nada que
pudiera amenazar mi seguridad. Tiene gracia que ahora mi seguridad se vea de
nuevo amenazada, y esta vez por seguir la corriente. Pues bien, eso se acabó.
» La cuestión es muy simple. Sigo necesitando este trabajo, pero no
quiero pasar lo que me queda de vida laboral trabajando en un vertedero de
energía tóxica. Dan me enseñó una lección que había olvidado: la vida es
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demasiado valiosa para desperdiciarla hasta la jubilación. Sencillamente,
pasamos demasiadas horas en el trabajo para malgastarlas de esta manera. Yo
creo que podemos hacer de este lugar un sitio mejor para trabajar.
»Y ahora, una buena noticia. Conozco un asesor que trabaja para un
negocio mundialmente famoso y que es un experto en energía. Ya le conoceréis.
Hoy pondré en práctica su primer consejo: elegimos nuestra actitud.
Mary Jane siguió explicando en qué consistía el concepto de elegir la
propia actitud. Después preguntó si habían dudas.
Steve levantó la mano. Mary Jane le hizo un gesto y Steve empezó a
hablar.
‐Imaginemos que estoy al volante de mi coche y un idiota se me cruza de
repente. Eso hace que me enfade y que toque el claxon o le haga un gesto, ya
saben a qué me refiero. ¿Dónde está la elección ahí? Es culpa suya, no tengo
elección.
‐Permíteme que te haga una pregunta, Steve. Si estuvieras en un barrio
peligroso de la ciudad, ¿harías el gesto?
Steve sonrió.
‐Ni hablar. Serían ganas de buscarme problemas.
‐¿Quieres decir que puedes elegir tu actitud en un barrio peligroso pero
no tienes elección en un barrio residencial?
‐Comprendido, Mary Jane. Me ha quedado claro.
‐No podías haber escogido una pregunta mejor, Steve. No podemos
controlar cómo conducen los demás, pero sí podemos elegir cómo vamos a
responder nosotros. Aquí, en First Guarantee, no podemos hacer mucho para
seleccionar el trabajo que nos dan, pero sí podemos elegir nuestra actitud hacia
el trabajo. Quiero que todos penséis en ejemplos en los que esto pueda
aplicarse y veáis si podéis identificar cosas que podemos hacer para acordarnos
de nuestras elecciones. Buena suerte. Nuestra vida laboral depende de ello.
La segunda reunión con los empleados fue muy parecida a la primera.
Como nadie hizo ninguna pregunta, Mary Jane utilizó la pregunta que había
hecho Steve en el primer grupo. Eran las 10.30 de un lunes por la mañana.
Estaba agotada después de las reuniones, pero se dio cuenta de que había
tenido la primera oportunidad de escoger una actitud y lo había hecho.
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La semana pasó deprisa. Decidió pasear por la oficina todos los días y
hablar con la gente de la idea de elegir la actitud. Cuando vio a Steve, éste le
dijo:
‐¡Caray! Me crucificaste en la reunión.
‐Espero no haberte puesto en una situación embarazosa.
‐Mary Jane, me hiciste un gran favor. Últimamente, mi vida ha sido un
continuo reaccionar. Me has recordado que tengo unas importantes decisiones
que tomar y que puedo hacerlo con un poco de autocontrol y coraje.
‐¿Coraje?
‐Mi relación de pareja no funciona y no sé qué hacer. Ahora veo que
reaccionar y sentirme como una víctima no resolverá el problema. Tengo que
enfrentarme a él. Perdona que no sea más claro, pero se trata de algo muy
personal.
‐Buena suerte, Steve, y gracias por confiar en mí.
‐Todos confiamos en ti, Mary Jane. Lo que sucede es que este trabajo es
muy aburrido y lo único que recibimos son quejas. Nos parece que siempre nos
atacan. Sigue adelante. Y cuenta conmigo para todo.
Estaba gratamente sorprendida por tantas palabras de agradecimiento.
Aunque los empleados no estaban seguros de los detalles, a la mayoría le
gustaba la idea de crear un ambiente de trabajo más satisfactorio.
Entonces, el viernes ocurrió algo. Al salir del ascensor en el tercer piso, se
encontró con un cartel gigante que decía: ELIGE TU ACTITUD, y en medio las
palabras: MENÚ CON LAS ELECCIONES DEL DÍA. Debajo del menú había dos
dibujos. Uno era una cara sonriente, y el otro una cara con el ceño fruncido. No
se lo podía creer. « ¡Lo han entendido!», pensó, y fue corriendo a su oficina para
llamar a Lonnie.
Después de contarle lo del menú, le preguntó si podían continuar su
conversación. Lonnie le propuso quedar el lunes para comer. Mary Jane
contestó que no quería esperar hasta la próxima semana, y quedaron que el
sábado iría con los niños al mercado.
Un sábado en el mercado de pescado
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Como el sábado hay siempre mucho ajetreo en el mercado, Lonnie sugirió
que fueran temprano. A Mary Jane se le ocurrió preguntar ingenuamente a qué
hora podían llegar. Lonnie le contestó que empezaba a trabajar a las 5 de la
mañana. Quedaron a las 8 a.m..
Brad y Stacy subieron al coche adormilados, pero después de llegar a
Seattle y buscar aparcamiento, estaban completamente despiertos y listos para
la acción. No paraban de preguntar.
« ¿De dónde sacan el pescado?», « ¿Son peces grandes?», « ¿Hay
tiburones?», « ¿Habrá más niños allí?»
Mientras los tres caminaban hacia Pike Place, a Mary Jane le llamó la
atención el silencio y la calma que había. Enseguida reconoció a Lonnie, que
estaba de pie delante del puesto. Le impresionó lo bien ordenado que estaba
todo, el pescado y el marisco sobre lechos de hielo picado, y las etiquetas que
detallaban los nombres, los precios y las características específicas. En una
sección no había nada salvo hielo.
‐Buenos días ‐dijo Lonnie con su sonrisa acostumbrada‐. ¿Y quiénes son
estos dos pescaderos?
Mary Jane le presentó a sus hijos. Lonnie les dio la bienvenida y dijo que
era hora de ponerse a trabajar. Ella abrió el bolso para coger una libreta, pero
Lonnie la interrumpió diciendo:
‐No, no, no me refiero a esa clase de trabajo. Pensaba que me ayudaríais
a terminar de colocar las cosas.
‐Bien ‐dijo Brad.
‐No tenemos botas de tu talla, pero sí he encontrado tres delantales para
que os los pongáis. Tomad, ponéoslos y empezaremos guardando el pescado.
Stacy parecía un poco desconcertada. Mary Jane le dio un rápido abrazo.
Lonnie se llevó a Brad a la trastienda para enseñarle el frigorífico donde
guardaban el pescado, mientras Mary Jane entretenía a Stacy paseándola entre
los puestos. Quince minutos después, Lonnie y Brad volvieron empujando un
carrito lleno de pescado. Para ser exactos, Lonnie empujaba el carro y Brad iba
montado en el borde con los pies colgando y casi rozando el suelo.
Jugar
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Fish!
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‐¡Mamá! ¡Mamá! No te lo imaginas. Hay como un millón de peces. ¿A
que sí, Lonnie? ¡Y yo también he ayudado!
Lonnie le dedicó una gran sonrisa y un gesto de asentimiento, pero puso
cara de que el trabajo era lo primero.
‐Tenemos que poner en su sitio todo el pescado para poder abrir a
tiempo, amiguito. ¿Listo para echarme una mano?
Brad lo estaba pasando de maravilla. Ayudó a Lonnie a coger un atún, que
Lonnie puso en el hielo, al lado de otros pescados colocados en fila. El atún era
casi tan grande como Brad, y Mary Jane lamentó no haber traído la cámara. La
manera en que Lonnie trabajaba con Brad era mágica. De vez en cuando,
bromeaba con él, fingía que un pez le mordía, o hacía cualquier otra cosa que le
hiciera reír. Cuando sólo quedaba espacio para dos atunes más en la fila, Lonnie
le dejó hacer todo el trabajo a Brad, aunque le ayudó sutilmente a levantarlos.
Si le hubieran preguntado a Brad quién era su héroe en aquel momento, habría
contestado que Lonnie.
‐Ahora le toca empezar a trabajar a tu mamá. Saca la libreta, Mary Jane, y
Brad te explicará cuál es el segundo ingrediente de un lugar de trabajo lleno de
energía.
‐¿Brad?
‐Pues claro. El segundo ingrediente seleccionado por un grupo de
pescaderos que eligen su actitud es algo que todos los niños saben hacer.
Olvidamos su importancia a medida que nos volvemos mayores y más serios.
Brad, dile a mamá lo que haces en el recreo.
Brad miró por encima del atún que le tenía atareado al final del
mostrador y dijo:
‐Jugar.
Mary Jane abrió su libreta y escribió: ¡Jugar! Enseguida le vino a la cabeza
la escena que había visto en el puesto el otro día. Lo que había visto era un patio
de niños adultos a la hora del recreo. Se arrojaban pescados, bromeaban entre
sí y con los clientes, cantaban los pedidos en voz alta, repetían los pedidos. Allí sí
que había energía.
‐No te confundas ‐dijo Lonnie‐. El objetivo de este negocio es obtener
beneficios. De este trabajo salen muchos sueldos y nos tomamos el trabajo en
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Fish!
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serio, lo que pasa es que hemos descubierto que se puede ser serio en el
trabajo y a la vez pasarlo bien trabajando. Y en lugar de ponernos tensos,
dejamos que las cosas fluyan. Lo que muchos clientes juzgan como un
entretenimiento no es más que un grupo de niños adultos que se lo pasan bien,
pero que lo hacen de una manera respetuosa.
» ¡Y tiene muchas ventajas! Vendemos mucho pescado. Tenemos una
clientela fija. Disfrutamos con un trabajo que puede ser muy tedioso. Nos
hemos hecho grandes amigos, como los jugadores de un equipo vencedor.
Estamos muy orgullosos de lo que hacemos y de cómo lo hacemos. Y nos hemos
hecho famosos en el mundo entero. Todo eso poniendo en práctica algo que
Brad hace sin esfuerzo. ¡Hemos aprendido a jugar!
Entonces Brad dijo:
‐¡Eh, mamá! ¿Por qué no vienes con la gente del trabajo y les presentas a
Lonnie para que les enseñe a jugar?
Alegrarles el día
De repente, alguien se dirigió a Mary Jane desde un lado.
‐¡Eh, señora periodista! ¿Quiere comprar un pescado? ‐Uno de los
compañeros de Lonnie se acercó a ella sosteniendo una cabeza enorme de
pescado en la mano‐. Se lo dejaré a buen precio. Le falta alguna cosita pero está
bien de precio ‐hizo sonreír la boca del pescado y añadió‐: Lo llamo sushi
sonriente y sólo cuesta un centavo. ‐Y la miró con una sonrisa loca y torcida.
Lonnie se echó a reír y, por supuesto, Brad quiso coger la cabeza. Stacy se
escondía detrás de las piernas de mamá. Mary Jane sacó una moneda y se la dio
al pescadero que llamaban Lobo. No era necesario preguntar por qué le
llamaban así. Tenía el pelo rebelde y los ojos seguían todo lo que se movía como
si fuera una presa. No obstante, no había duda de que este lobo estaba
domesticado, si es que eso es posible; tenía un aire definitivamente protector.
Lobo puso el sushi sonriente en una bolsa y se lo dio a Brad, que estaba feliz. La
tímida Stacy abrió la boca por primera vez en toda la mañana y dijo que ella
también quería uno. Lobo fue a buscar dos más. Ahora todos tenían un sushi
sonriente.
Lonnie dijo:
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Fish!
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‐Gracias, Lobo. Nos has enseñado el tercer ingrediente para crear un
mercado mundialmente famoso, con altas dosis de energía.
‐¿Ah, sí?
‐Piensa en las dos veces anteriores que has estado aquí, Mary Jane. ¿Qué
fue lo que más te llamó la atención?
‐Recuerdo a una joven pelirroja, que debía de tener veinte años. Se puso
de pie encima de una plataforma e intentó coger un pez. Como es lógico, eran
un poco escurridizos y se le escaparon dos, pero se lo pasó bomba.
‐¿Por qué te resulta tan memorable?
‐Estaba tan animada, tan llena de vida. Todos los que estábamos viéndolo
nos identificamos con ella. Nos imaginábamos en su lugar.
‐¿Y qué crees que recordará Brad de hoy?
‐Hacer cosas que hacen los mayores, visitar el frigorífico de pescado y
trabajar contigo.
‐A eso lo llamamos alegrarles el día. Y buscamos todas las formas posibles
de alegrarle el día a alguien. Nuestra manera desenfadada de trabajar nos
permite encontrar formas creativas de entrar en contacto con nuestros clientes.
Ésa es la palabra clave: entrar en contacto. En lugar de mantener una distancia
con nuestros clientes, buscamos maneras corteses de incluirlos en nuestra
diversión. Respetuosamente. Cuando lo conseguimos, les alegramos el día.
Mary Jane abrió su libreta de nuevo y escribió: Alegrarles el día. Tenía la
cabeza llena de ideas. «Motivan a la gente y la invitan a pasarlo bien. A los
clientes les gusta ser parte de la diversión, y los recuerdos creados aquí
causarán sonrisas y generarán buenas historias después. Implicar a otros y
trabajar para que lo pasen bien hace que la atención se dirija hacia el cliente. Es
una gran psicología. Centrar la atención en que los demás estén bien crea un
flujo constante de sentimientos positivos.»
‐¡Hola! ¿Aún estás ahí?
Lonnie, Brad y Stacy la estaban mirando.
‐Lo siento. Me he quedado pensando en lo potente que es ese
ingrediente. Espero encontrar la manera de «alegrarles el día» en First
Guarantee.
‐Están abriendo el mercado. Vamos a llevar a los niños a comer algo.
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Fish!
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Luego seguiremos hablando. ¿Tenéis hambre, niños?
‐¡Si!
Estar presente
Encontraron una mesa libre en un café al otro lado de la calle y pidieron
café, chocolate caliente y bollos. El mercado se iba llenando rápidamente de
gente y Lonnie le dijo que observara cómo se relacionaban los pescaderos con el
público. Le pidió que los observara en acción y le dijo que si prestaba atención,
descubriría el último ingrediente ella sola. La mirada de Mary Jane saltó de un
pescadero a otro, maravillándose con sus juegos y con la manera
despreocupada que tenían de trabajar. Luego fijó su atención en los que no
estaban haciendo nada. Parecían atentos, buscando con la mirada el momento
de intervenir.
De hecho, fue una mala experiencia que había tenido el día anterior la
que la ayudó a encontrar la respuesta. Se acordó de su paso por la tienda con
dos niños malhumorados y con ganas de irse a la cama. ¿Cuánto tiempo había
pasado delante del mostrador esperando a que un empleado terminara de
contarle a otro las modificaciones que había hecho en su coche? Le pareció que
era una eternidad, mientras sus hijos le tiraban de la falda con creciente
impaciencia. «Eso no pasaría aquí ‐pensó‐, ellos están presentes. Están
totalmente implicados en su trabajo. No creo que se distraigan nunca.» Le
preguntó a Lonnie si ésa era la respuesta.
‐¡Pues claro que sí! ¿Y por qué no me sorprende tu respuesta? ‐Una
sonrisa de niño brilló en su rostro‐. ¡Ojo, vertedero de basura tóxica, que aquí
llega! ‐Entonces Lonnie prosiguió‐: Estaba en un supermercado esperando mi
turno para la carne. Los empleados eran simpáticos y lo estaban pasando bien.
El problema es que lo estaban pasando bien entre ellos, no conmigo. Si me
hubieran incluido en su diversión, habría sido una experiencia totalmente
diferente. Iban bien encaminados, pero les faltaba un ingrediente clave. No
estaban presentes y concentrados en mí, el cliente. Estaban concentrados en
otra cosa.
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Abrió la libreta y escribió: ¡Estar presente!
Lonnie dio la primera muestra de no estar presente. Ella supo por qué
cuando él le dijo:
‐Tengo que volver al trabajo. Los compañeros se han ofrecido a
sustituirme un rato, pero no quiero pasarme. De todas maneras, me gustaría
darte un consejo antes de irme.
‐Soy toda oídos.
‐No es mi intención decirte cómo tienes que hacer tu trabajo, pero creo
que sería importante que encontraras la manera de que tus empleados
descubrieran nuestra filosofía por sí mismos. No estoy seguro de que
contándoles la filosofía de nuestro puesto de venta de pescado sea suficiente.
Brad tuvo una buena idea al decir que deberías traerlos aquí.
‐Brad y tú formáis un buen equipo. Con mis prisas por resolver el
problema, podría olvidar fácilmente que los miembros de mi departamento
necesitan tener experiencias de aprendizaje propias y tiempo para
interiorizarlas., Muchas gracias por todo. Nos has alegrado el día.
Brad no dejó de hablar en todo el camino a casa, y ella hizo todo lo que
pudo para estar presente. Una idea descabellada le pasó por la cabeza. Sonrió y
se la guardó para el lunes.
Ella me lo dijo, y luego yo lo descubrí por mí mismo.
Autor anónimo
Domingo por la tarde
En el rato que tuvo para ella el domingo por la tarde, Mary Jane cogió su
libreta y amplió sus notas.
ESCOGE TU ACTITUD: Creo que hemos empezado bien con este punto. La
idea del menú que se les ocurrió a los empleados era fantástica; la primera señal
real de progreso. Sin escoger la actitud, el resto es una pérdida de tiempo.
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Necesito seguir explorando y ampliando nuestra conciencia sobre este
ingrediente.
JUGAR: El puesto de pescado es un lugar de recreo para adultos. Si los
pescaderos pueden pasarlo tan bien vendiendo pescado, hay esperanza para
nosotros en First Guarantee.
ALEGRARLES EL DÍA: A los clientes también se les invita a jugar. La
atmósfera es de inclusión. Nada que ver con el jefe que tenía en Los Ángeles, que
me hablaba como si yo fuera una grabadora, y que nunca compartía nada del
trabajo interesante.
ESTAR PRESENTE: Los pescaderos están presentes. No están soñando
despiertos ni hablando por teléfono. Están observando al público y
relacionándose con los clientes. Te hablan como si fueras una amiga de siempre
a la que hace tiempo que no has visto.
Lunes por la mañana
Al entrar en el ascensor, se fijó en que Bill iba justo detrás de ella. «Así me
ahorro el viaje a su oficina», pensó. El ascensor iba lleno, de modo que no
conversaron, pero cuando se abrió la puerta en su planta, se volvió hacia Bill y
alargó a su jefe una bolsa que desprendía un inconfundible olor.
‐Un regalo, Bill. Se llama « sushi sonriente » .
Mientras la puerta del ascensor se cerraba, le oyó gritar:
‐¡Mary Jane!
Unos segundos después, cuando ya estaba en su despacho, sonó el
teléfono.
‐Curioso regalo, Mary Jane ‐dijo Bill con un tono risueño en la voz. Ella le
contó lo que había hecho el sábado‐. Sigue adelante, Mary Jane. No sé qué
tiene que ver un puesto de pescado con First Guarantee, pero si has conseguido
hacerme sonreír con el día que me espera, a lo mejor has descubierto algo.
Al colgar, se dio cuenta de que su relación con Bill había cambiado un
poco. «Me parece que pocos subalternos le plantan cara ‐pensó‐. Y por raro que
resulte, creo que agradece que haya elegido no dejarme intimidar.»
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Un trabajo de campo
En la primera de las dos reuniones del lunes por la mañana con los
empleados, fue al grano.
‐Estoy impresionada y animada por vuestros esfuerzos para encontrar
maneras de recordarnos a todos que cada día podemos elegir la actitud que
tendremos. El «Menú Escoge tu actitud» fue una gran idea, y no se habla de
otra cosa en el edificio. Es agradable escuchar por fin algunos comentarios
positivos. Ya es hora de dar el siguiente paso. Hay una cosa que quiero que
experimentéis todos, de modo que haremos un trabajo de campo a la hora de
comer. Este grupo irá el miércoles, y el otro grupo el jueves. No os preocupéis
del almuerzo, lo importante es que acudáis.
»El trabajo de campo consistirá en ir a un lugar que muchos de vosotros
ya conocéis. Iremos a un puesto de pescado muy especial en el que
estudiaremos la energía en acción. Hay allí un grupo de trabajadores que han
resuelto su versión de nuestro problema. Nuestra tarea consistirá en ver si
podemos entender sus secretos para el éxito, y aplicarlos.
‐¡Tengo hora con el dentista!
‐¡Yo he quedado con fulano para comer!
Y así, varios empleados pusieron objeciones. Se sorprendió cuando oyó
una voz decidida, la suya, que decía:
‐Espero que no falte nadie y que cambiéis los planes que habíais hecho.
Es una salida importante.
El miércoles, el primer grupo se reunió en la entrada del edificio y se
dirigió al mercado.
‐Lo único que os pido es que observéis la escena que vais a presenciar
‐sonrió‐. Y no os olvidéis de tener el yogur a mano. ‐La mención de la cita de
Yogui Berra «Al mirar se ven muchas cosas», recibió una sonrisa amable.
«Bueno, algo es algo», pensó.
El mercado estaba animado cuando llegaron y el grupo se dispersó
rápidamente. Eso le hizo más difícil observar sus reacciones, pero se fijó en que
algunos empleados obviamente lo estaban pasando muy bien. Vio a John y a
Steve conversando animadamente con uno de los pescaderos y se acercó para
observarlos.
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‐Cuando estás presente, te fijas en la gente; es como si estuvieras con tu
mejor amigo; pasan muchas cosas a tu alrededor, pero te preocupas de tu
cliente ‐explicaba un pescadero pelirrojo a John.
«Bien por John y Steve ‐pensó‐. Buena iniciativa. »
El jueves, el segundo grupo hizo el viaje, sin duda ya informado por el
primero. No hubo casi preguntas, y el grupo se mostró bastante reservado hasta
que ocurrió algo imprevisto. Stephanie, una empleada que llevaba mucho
tiempo en la empresa, fue invitada a ponerse detrás del mostrador y atrapar un
pescado. Aunque en el trabajo parecía ser una persona bastante tímida, aceptó.
Dos pescados se le escurrieron entre las manos, para delicia del público y sobre
todo para diversión especial de sus compañeros. A la tercera, con un
deslumbrante gesto consiguió atraparlo, ganándose una sonora ovación, piropos
y silbidos. Estaba encantada: los pescaderos le habían alegrado el día.
Era como si Stephanie hubiera abierto la puerta a los otros. Mientras los
pescados volaban por encima de las cabezas, el grupo de First Gurantee hizo
mucho más que levantar los vasos de yogur en el aire.
Las reuniones del viernes por la tarde
El viernes por la tarde se reunió con cada grupo por separado.
‐¿No sería fantástico trabajar en un lugar donde pudiéramos pasarlo tan
bien como los empleados que trabajan en Pike Place? ‐preguntó.
Algunos movieron la cabeza afirmativamente o sonrieron recordando la
imagen de los pescados volando. Stephanie era la que tenía la sonrisa más
grande. Luego, se impuso la realidad.
En los dos grupos, las sonrisas iniciales fueron seguidas de protestas.
‐¡Nosotros no vendemos pescado! ‐dijo
‐Nosotros no podemos arrojarnos nada ‐añadió Beth.
‐Eso es cosa de hombres ‐opinó Ann por su parte.
‐Nuestro trabajo es aburrido ‐dijo alguien.
‐Podemos arrojarnos los pedidos de compra ‐dijo un bromista.
‐Tenéis razón; esto no es un mercado de pescado. Lo que hacemos aquí es
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diferente. Mi pregunta es: ¿estáis interesados en trabajar en un lugar donde se
respire la misma energía que en el famoso mercado de pescado de Pike Place?
Un lugar donde sonriáis más a menudo; un lugar donde tengáis sentimientos
positivos sobre lo que hacéis y cómo lo hacéis. Un lugar al que tengáis ganas de
ir todos los días. Ya habéis demostrado que en muchos aspectos podemos elegir
nuestra actitud. ¿Estáis interesados en llegar más lejos?
Habló Stephanie.
‐Me gustan mis compañeros. Son buena gente. Pero odio venir a trabajar.
Me cuesta respirar aquí. Esto parece un depósito de cadáveres. Y voy a confesar
una cosa. He estado buscando otro trabajo. Si pudiéramos crear un poco de vida
aquí, sería un sitio más satisfactorio para trabajar, y pensaría seriamente en
quedarme.
‐Gracias por tu sinceridad y tu coraje, Stephanie.
Steve añadió:
‐Quiero que este lugar sea más divertido.
Randy levantó la mano.
‐Sí, Randy.
‐El otro día nos hablaste de tu situación personal, Mary Jane. Era la
primera vez que un jefe hacía eso y me hizo pensar. Estoy criando a mi hijo yo
solo, y necesito este trabajo y las ventajas que lo acompañan. No me gusta crear
problemas, pero reconozco que a veces pago mis frustraciones con la gente de
otros departamentos. Me parecen tan felices mientras yo estoy atrapado en
este hoyo. Me has ayudado a comprender que somos nosotros quienes hemos
convertido esta planta en un infierno, por nuestra manera de comportarnos
aquí. Yo creo que si elegimos convertirla en un infierno, también podemos elegir
algo distinto. La verdad es que la idea de conseguirlo me estimula. Si aprendo a
pasarlo bien y a ser feliz aquí, bueno, a lo mejor puedo aprender a hacerlo en
otras áreas de mi vida.
‐Gracias, Randy ‐se giró para dirigirle una mirada de gratitud y prosiguió‐.
Veo cabezas asintiendo y sé que has dicho una cosa muy importante hoy aquí.
Tus palabras sinceras nos han conmovido a mí y a otras personas. Gracias.
Gracias por tu contribución. Construyamos un lugar de trabajo mejor, un lugar
en el que a todos nos guste estar.
»El lunes empezaremos el proceso para aplicar la filosofía del mercado de
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pescado a la tercera planta. Hasta entonces, quiero que penséis en vuestra
experiencia personal en el puesto de pescado y escribáis las preguntas y las
ideas que se os ocurran. En la próxima reunión discutiremos lo que vamos a
hacer. Ahora dejemos que lo que habéis visto en el mercado estimule vuestro
pensamiento.
El chistoso intervino de nuevo.
‐Bueno, si no podemos arrojarnos las órdenes de compra, podríamos
hacer confeti con el papel triturado y tirárnoslo.
Todo el mundo se echó a reír. «Vamos por buen camino», pensó Mary
Jane.
Mary Jane repartió copias de un resumen que había hecho en el mercado
y compartió con todo el mundo sus observaciones personales. Animó a sus
empleados a recordar y tomar nota de sus pensamientos durante el fin de
semana.
Después de terminar la segunda reunión, se retiró a su oficina y se sentó,
agotada, en su mesa. «Les he dado algo en qué pensar el fin de semana, pero
¿lo harán?» Poco se imaginaba que media docena de sus empleados volverían a
visitar el puesto durante el fin de semana, muchos con su familia y amigos.
Resumen de Mary Jane
Escoge tu actitud: Los pescaderos tienen muy claro que eligen su actitud
cada día. Uno de ellos dijo: «Cuando haces una cosa, ¿cómo te sientes? ¿Estás
impaciente o aburrido, o te sientes famoso en el mundo? Actuarás de manera
diferente si eres famoso en el mundo». ¿Cómo queremos sentirnos mientras
trabajamos?
Jugar: Los pescaderos se divierten en su trabajo, y pasarlo bien aumenta
la energía. ¿Cómo podemos pasarlo bien y crear más energía?
Alegrarles el día: Los pescaderos pasan un buen rato e incluyen en él a los
clientes. Estimulan a los clientes en maneras que fomentan la energía y la buena
voluntad. ¿Quiénes son nuestros clientes y de qué manera podemos
estimularlos para alegrarles el día? ¿Cómo podemos hacer lo mismo entre
nosotros?
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Estar presente: Los pescaderos están totalmente presentes en el trabajo.
¿Qué nos pueden enseñar sobre cómo estar presentes con los compañeros y
con los clientes?
Por favor,
trae tus pensamientos el lunes.
M.J.R.
Ese fin de semana en el mercado de pescado
‐¿La profesora te ha puesto deberes?
Stephanie levantó la vista en el momento en que pasaba un pescado
volando por el aire y vio la cara sonriente de Lonnie.
‐Hola. Supongo que se puede decir que mi jefa me ha puesto deberes.
‐Tu jefa es Mary Jane, ¿verdad?
‐¿Cómo lo sabes?
La respuesta la ahogó la voz de un pescadero que gritó: « ¡Tres atunes
volando con destino a París!», con un falso acento francés. Pero Lonnie se las
apañó para escucharla de todas maneras. «No me extraña que sepan tan bien
cómo estar presentes ‐pensó‐. Tienen que estarlo si quieren oír algo entre toda
esta algarabía. »
‐Te vi aquí con el grupo de Mary Jane. Además, que yo recuerde, eres la
primera persona con yogur que ha conseguido atrapar un pescado desde que
estoy aquí.
‐¿En serio?
‐Dime, en qué puedo ayudarte? Pareces asombrada.
Ella miró sus notas.
‐Me parece que entiendo lo de estar presente, que es lo que estás
haciendo ahora conmigo. Y cuando atrapé el pescado, bueno... nunca olvidaré
que me alegrasteis el día. Jugar es algo que me resulta fácil, porque me gusta
hacer tonterías y pasarlo bien. Pero lo de escoger tu actitud es un poco un
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misterio. ¿Acaso la actitud no tiene que ver con la manera en que te tratan y lo
que te pasa?
‐Conozco a la persona a la que le tienes que preguntar sobre la actitud:
Lobo. Lobo aspiraba a convertirse en piloto de coches profesional, cuando tuvo
un grave accidente. Pero mejor que Lobo te cuente la historia. Tendremos que ir
al frigorífico. ¿Vas bien abrigada?‐¿Podemos ir nosotros también?
Stephanie miró a su izquierda y vio a Steve, a Randy y a un niño muy
gracioso. Después de las presentaciones, todos fueron a la trastienda a hablar
con Lobo, que les contó cómo aprendió, mientras se recuperaba de su
accidente, a escoger su actitud cada día. Sus palabras causaron una profunda
impresión en los tres y prometieron que las compartirían con sus compañeros
de trabajo en la reunión del lunes.
Steve tenía que irse, pero Stephanie, Randy y el hijo de Randy cruzaron la
calle para sentarse en una cafetería. Los adultos pidieron café, y el hijo de Randy
se comió un bollo enorme de chocolate.
‐Sabes ‐dijo Stephanie‐, creo que deberíamos limpiar nuestro vertedero
de energía tóxica porque no tenemos ninguna garantía de que el próximo
trabajo sea diferente. Lo he estado pensando. ¿Cuántos jefes hay como Mary
Jane? La respeto mucho. Pienso en todo lo que ha pasado. Incluso he oído que
le plantó cara al idiota de Bill Walsh. Ningún jefe de departamento se ha
atrevido nunca a plantar cara a ese arrogante. Eso también cuenta, ¿no te
parece, Randy?
‐Stephanie, me estás leyendo el pensamiento. Si esos pescaderos han
podido hacer lo que han hecho, el cielo es el límite para nosotros con una jefa
como Mary Jane. No será fácil. Algunos compañeros están tan asustados como
yo antes. Son escépticos porque están asustados. A lo mejor les ayudaríamos si
diéramos ejemplo. Lo que sé es que las cosas no mejorarán mientras nosotros
no nos decidamos a mejorarlas, y yo quiero que las cosas mejoren.
Camino de su coche, Stephanie se cruzó con Betty y su marido. Los saludó
con la mano, y luego reconoció a tres personas más de la oficina entre la
multitud. « ¡Genial! », pensó.
El plan se pone en marcha
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Cuando el primer grupo se aprestaba para celebrar la reunión del lunes,
había bullicio en la sala. Mary Jane abrió la reunión diciendo:
‐Estamos aquí para limpiar lo que han llamado el vertedero de energía
tóxica. Hoy veremos si hemos aprendido alguna lección más del mercado y
entonces decidiremos los pasos que deberemos seguir. ¿Alguien ha pensado
algo durante el fin de semana que debamos tener en cuenta antes de seguir
adelante?
Stephanie y Randy se pusieron de pie y se alternaron relatando la
conversación con Lobo. Empezó Stephanie.
‐Lobo es todo un personaje, aunque al principio da un poco de miedo.
Cuando habla parece que gruñe. El caso es que nos explicó que su trayectoria
como piloto profesional de coches de carreras se vio truncada por un horrible
accidente. Nos dijo que se sumió en la pena durante un tiempo y después,
cuando su novia le abandonó y sus amigos dejaron de llamarlo, se dio cuenta de
que tenía que hacer una elección básica. Podía escoger vivir y vivir plenamente,
o dejar escapar la vida viendo pasar las oportunidades. Y desde aquel día
decidió vivir plenamente cada día. Es toda una lección.
‐Mi hijo estaba fascinado con Lobo ‐prosiguió Randy‐. Lobo me hizo
pensar seriamente en la tercera planta y el poder que tenemos para crear un
lugar determinado. Si aprendemos la lección de Lobo, podríamos convertir la
planta tercera en un lugar de trabajo fantástico. Debemos escoger nuestra
actitud cada día y debemos escogerla bien.
Steve también ofreció unas observaciones.
‐Gracias, Steve. Gracias, Randy. Gracias, Stephanie. Se ve que habéis
estado ocupados este fin de semana. ¡Y gracias por no pedir que os paguen las
horas extra! ‐Cuando se apagaron las risas, Mary Jane preguntó‐: ¿Alguien más
tiene algo que decir que nos ayude a comprender estos puntos?
Cuarenta y cinco minutos después, Mary Jane decidió poner punto y final
a la reunión.
‐¿Alguna idea de por dónde empezamos a partir de ahora?
‐¿Por qué no formamos cuatro equipos para trabajar en cada uno de los
ingredientes? ‐dijo uno de los empleados más nuevos.
Mucha gente asintió.
‐De acuerdo ‐dijo Mary Jane‐. Pero antes quiero asegurarme de que el
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otro grupo está de acuerdo. ¿Qué os parece si cada persona se apunta al equipo
que prefiera? Si el otro grupo está de acuerdo, lo escribiré todo en un
memorando y lo tendréis mañana. ¿Alguna cosa más que queráis discutir?
Al final de la reunión repartió una hoja donde cada persona debía elegir
el equipo al que quería apuntarse. El segundo grupo apoyó totalmente la idea
de los equipos y se mostró aliviado de tener un plan concreto de acción.
Los equipos se ponen a trabajar
Al equipo de «Jugar» se apuntaron demasiados voluntarios, de manera
que Mary Jane tuvo que negociar.
‐Tengo una auténtica camiseta de regalo del mercado de pescado de Pike
Place para los tres primeros voluntarios que estén dispuestos a cambiarse del
equipo de «Jugar» al de «Escoger la actitud» o «Estar presente».
Una vez que los equipos estuvieron equilibrados, redactó un memorando
donde apuntó las directrices generales y las expectativas.
Directrices del equipo
∙ Los equipos dispondrán de seis semanas para reunirse, estudiar su
tema, reunir información adicional y preparar una presentación que será
hecha al resto de los compañeros en una reunión fuera de la oficina.
∙ Cada presentación deberá incluir ejemplos prácticos cuya
aplicación se pueda considerar.
∙ Los equipos serán responsables de organizar un horario propio de
reuniones y dispondrán de dos horas laborales a la semana para celebrar las
reuniones de equipo. El trabajo de los equipos que estén reunidos durante el
horario laboral será cubierto por el resto de los compañeros.
∙ Cada equipo dispondrá de un presupuesto de 200 dólares a su
entera disposición.
∙
Los equipos organizarán sus propias reuniones.
∙
Yo estaré disponible para actuar como mediadora, en el caso de
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Fish!
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que algún equipo se atasque, aunque preferiría que el equipo resolviera por
sí solo sus problemas.
¡Buena suerte! ¡Vamos a crear un lugar
donde todos queramos trabajar!
MJR
Informes de los equipos
Habían transcurrido seis semanas desde la primera reunión de los
equipos. Y hoy era el día de las presentaciones. Mary Jane le preguntó a Bill si
otros departamentos estarían dispuestos a ocuparse de las funciones esenciales
durante la mañana para que pudiera reunirse todo el grupo; Bill la sorprendió
ofreciéndose a colaborar personalmente, y también a organizar la sustitución de
los empleados.
‐No sé lo que estás haciendo ‐dijo‐, pero ya siento un nivel nuevo de
energía en la planta tercera. Sigue así y no dudes en contar conmigo para lo que
sea.
Estaba un poco nerviosa. Se había reunido con todos los equipos al
menos una vez, y había hecho todo lo posible por ayudarlos y apoyarlos sin
asumir el mando. Aunque le habían pedido material para leer y el uso de la sala
de conferencias en las últimas dos semanas, ningún equipo había pedido nada
más. La verdad es que no tenía la menor idea de los detalles de ninguna de las
cuatro presentaciones. Y hoy era el día elegido para acudir a un lugar neutral y
escuchar las conclusiones de cada grupo.
A las nueve de la mañana, todos se dirigieron al Hotel Alexis, mientras Bill
y los demás voluntarios llegaban para hacerse cargo de la oficina.
‐Buena suerte ‐le deseó su jefe.
A su llegada al Alexis fueron conducidos a una sala que se llamaba
«Mercado». «Apropiado», pensó Mary Jane. Había decidido que el equipo
encargado de «Escoger la actitud», sería el último en hacer la presentación. Lo
explicó a los equipos de esta manera:
‐Quiero que lo último que discutamos sea el ingrediente sobre el que
descansan los demás.
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Al entrar en la sala, la embargó una ola de emoción. La sala era un mar de
color, música y energía. Había globos atados a cada silla, y unos remos de flores
vistosos daban vida a la sala. «Han respondido al desafío ‐pensó‐. Han vuelto a
dar cuerda a sus relojes.» La gran sorpresa del día aguardaba sentado al fondo,
con el traje de faena. Lonnie se sentó a su lado y empezó la sesión.
El equipo de «Jugar»
Uno de los miembros del equipo pidió silencio e invitó a todo el mundo a
ponerse en pie y a seguir las instrucciones que iban a recibir. Todos lo hicieron,
aunque se les notaba algo incómodos.
‐Vamos a presentar nuestro informe en forma de juego en el que
participaremos todos ‐dijo Betty, que era la portavoz del equipo de «Jugar».
Su equipo había diseñado un juego que consistía en un recorrido
compuesto de círculos hechos con papel de colores y desplegado en el suelo, de
manera que se pudiera ir de un círculo a otro mientras sonaba la música. En
cada círculo había escritas unas claves. Cuando paraba la música, cada persona
tenía que leer en voz alta el texto que estaba escrito debajo de sus pies. Era una
especie de juego de la oca. Las claves se podían resumir en dos grupos: uno era
una lista de ventajas, y el otro una lista de ideas para poner en práctica. «Qué
gran trabajo», pensó Mary Jane.
Ventajas de jugar
∙
La gente contenta trata bien a los demás.
∙
Pasarlo bien conduce a la creatividad.
∙
El tiempo pasa más rápido.
∙
Pasarlo bien es sano.
∙ El trabajo se convierte en recompensa en sí mismo y no en un
camino a las recompensas.
Puesta en práctica de las ideas
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∙ Señales que digan: ESTÁS EN UNA ZONA DE RECREO; OJO CON LOS
NIÑOS ADULTOS.
∙ Hacer un concurso para elegir el chiste del mes, que se publicará en
el tablón de información.
∙
Añadir más color y crear un ambiente más interesante.
∙
Añadir más vida con plantas y un acuario.
∙ Celebrar acontecimientos especiales como invitar a un actor para
que amenice la comida.
∙ Instalar lucecitas para encenderlas cuando haya que animarse o
alguien tenga una buena idea. Hacer cursos de creatividad.
∙
Crear una zona de creatividad que llamaremos el cajón de arena.
∙
Formar un comité de juego permanente para que fluyan las ideas.
El equipo de «Alegrarles el día»
A continuación le tocó el turno al equipo de « Alegrarles el día». ‐Que
todo el mundo salga al pasillo o vaya a tomarse un café, mientras lo preparamos
todo ‐fue la primera instrucción. Cuando todos volvieron a la sala, se formaron
grupos pequeños, cada uno acompañado de un miembro del equipo. Stephanie
explicó a todo el mundo lo que tenía que hacer mientras se colocaban en su
sitio. » Quiero que cada grupo dedique quince minutos a hacer una lista de
estrategias para apoyar y mejorar el trabajo de un grupo clave de gente,
nuestros clientes internos. Pero antes quiero ofreceros unos datos. Éstos son los
resultados de un estudio sobre nuestros clientes que hemos realizado. Respirad
hondo porque no os gustará lo que vais a ver.
Apareció una diapositiva. Una ola de estupor llenó la habitación; se oyó
un murmullo de asombro.
Resultados del estudio de clientes
1.
Nuestros clientes temen trabajar con nosotros. Nos llaman
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los «sonámbulos», porque les damos la impresión de estar sedados.
Preferirían discutir en vez de tener que enfrentarse al tratamiento
impersonal que reciben.
2.
El trabajo que hacemos es adecuado, pero rara vez nos
ofrecemos a ir más allá y ayudar a los demás a atender a nuestros clientes
externos. Hacemos nuestro trabajo y punto; nada más.
3.
A menudo tratamos a nuestros clientes como si nos
estuvieran interrumpiendo.
4.
Con frecuencia enviamos a nuestros clientes de una persona
a otra, sin mostrar interés alguno en resolver el problema. Parece que
intentamos evitar responsabilidades.
5.
Nuestros clientes hacen bromas de nuestras respuestas, o
mejor dicho, de la falta de respuestas a cualquier problema que surge
después de las 16.00 horas. Se ríen de la estampida hacia el ascensor que
hay a las 16.30.
6.
empresa.
7.
Nuestros clientes se cuestionan nuestro compromiso con la
Se alude a nosotros como «la última fase de la decadencia».
8.
Se está estudiando la posibilidad de contratar a una empresa
de fuera para que haga nuestro trabajo.
Stephanie dijo:
‐Nuestro equipo se sintió sorprendido y después enfadado ante estos
resultados. Poco a poco nos dimos cuenta de que los clientes sienten lo que
sienten. Por muchas excusas que ofrezcamos o más vueltas que le demos, no
podemos cambiar la manera en que sienten nuestros clientes internos. Es la
realidad que ellos ven. La pregunta es: ¿qué vamos a hacer al respecto?
Otro miembro del equipo continuó con considerable pasión.
‐Yo creo que no nos damos cuenta de lo importante que es nuestro papel
en First Guarantee. Mucha gente cuenta con nosotros y nos mira mal cuando
nos retrasamos o dejamos cosas sin resolver. El hecho de que muchos de
nosotros tengamos otras obligaciones y de que no nos sintamos muy satisfechos
en la escala de las compensaciones no es problema suyo. Ellos sólo intentan
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servir a los clientes que pagan nuestro sueldo y nos ven como un impedimento
para ofrecer un servicio de calidad.
Luego prosiguió Stephanie.
‐Necesitamos vuestras ideas y las necesitamos desesperadamente. Por
favor, ayudadnos a salir del vertedero y a alegrarles el día a nuestros clientes.
Cada grupo dispone de cuarenta y cinco minutos para encontrar cuantas más
ideas, mejor. Haced el favor de tomar asiento y empezar. Un miembro de
nuestro equipo anotará lo que digáis.
Hubo un silencio. A continuación los grupos empezaron a abordar el
problema, todavía pletóricos de la energía generada por la primera
presentación.
Pasado el tiempo, Stephanie dijo:
‐Vamos a hacer una breve pausa para que las personas que han estado
tomando notas puedan rehacerlas.
Diez minutos después volvieron a reunirse. ‐Aquí tenemos un breve
resumen de los resultados ‐dijo‐‐ y este premio es para los miembros de la mesa
número cuatro.
Las personas de la mesa cuatro se levantaron y fueron a recoger las
insignias de «Alegrarles el día». Los demás recibieron insignias más pequeñas. A
continuación, la atención se centró en el resumen.
Ventajas de «Alegrarles el día»
∙
Es bueno para el negocio.
∙ Atender bien a nuestros clientes nos proporcionará la satisfacción
que se siente cuando atiendes a otra persona. Hará que nuestra atención se
centre en la manera de servir eficazmente a los demás, en vez de quedarnos
sólo con nuestros problemas. Es saludable, nos sentiremos bien y
desencadenará más energía.
Poner en marcha «Alegrarles el día»
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∙ Escalonar nuestro horario para ofrecer un servicio de 7.00 de la
mañana a 6.00 de la tarde. Esto complacerá a nuestros clientes (y puede ser
de ayuda a los que necesitemos empezar a diferentes horas).
∙ Montar grupos que estudien maneras de ser más útiles a nuestros
clientes. Por ejemplo, ¿deberíamos organizar grupos especiales que se
concentren en categorías específicas de clientes? Organizar un premio
mensual y otro anual por el servicio, basado en el número de clientes que
digan que les hemos alegrado el día.
∙ Poner en marcha sesiones introspectivas en las que puedan
participar nuestros clientes.
∙ Elegir un equipo especial cuya misión sea sorprender y deleitar a
nuestros clientes.
∙
al mes.
Pedir a nuestros clientes que vengan a jugar con nosotros una vez
∙ Estudiar lo que costaría poner en marcha la idea del «momento de
la verdad», que empezó SAS, las aerolíneas escandinavas. Intentaríamos
convertir cada transacción con nuestros clientes en una transacción positiva.
Mary Jane disfrutaba en silencio. « Si se preocupan tanto, conseguiremos
dar la vuelta al departamento. Stephanie está volcada y su grupo muestra el
mismo entusiasmo. ¡Podemos hacerlo! » Miró a Lonnie por el rabillo del ojo y
vio que tenía cara de satisfecho.
El equipo de «Estar presente»
El equipo de «Estar presente» ofreció un enfoque totalmente diferente, lo
que dio lugar a un grato cambio de ritmo. Con música suave de fondo, uno de
los miembros del grupo dijo:
‐Vamos a cerrar los ojos y a relajarnos durante un minuto. Respiremos
hondo y dejémonos guiar por una serie de visualizaciones que nos ayudarán a
estar totalmente presentes.
Cuando hubo acabado, la misma persona dijo:
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Fish!
Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
‐Ahora escucharemos los pensamientos que nos ofrecerán algunos
miembros de nuestro grupo. Seguiremos relajados, intentando regular la
respiración y mantener los ojos cerrados.
A continuación se hicieron una serie de lecturas inspiradoras. Una de ellas
decía así:
El pasado es historia.
El futuro es un misterio.
Hoy es un regalo,
por eso se le llama presente.
John explicó una historia personal:
‐Yo siempre estaba muy ocupado ‐dijo con voz triste‐,intentando que me
llegara el dinero y complacer a todo el mundo. Un día mi hija me propuso ir al
parque. Le contesté que me parecía una idea fantástica pero que tenía mucho
que hacer en aquel momento. Le pedí que se esperara hasta después y que me
dejara terminar lo que estaba haciendo. Pero siempre tenía que hacer algún
trabajo muy apremiante y urgente y los días pasaban. Los días se convirtieron en
semanas y las semanas en meses.
Con la voz rota, contó que pasaron cuatro años y no fue nunca al parque.
Su hija tiene ahora quince años y ya no está interesada en ir el parque, ni
tampoco lo está en él.
John hizo una pausa y respiró hondo.
‐Hablando con uno de los pescaderos del tema de estar presente, me he
dado cuenta de lo poco que estoy presente en casa y en el trabajo. El pescadero
me invitó a visitar el mercado con toda mi familia. Mi hija no quería ir, pero
finalmente la convencí para que lo hiciera. Lo pasamos muy bien, y me esforcé
en estar presente con mis hijos. Mi esposa entró con mi hijo en una juguetería,
yo me senté con mi hija y le dije lo mucho que lamentaba no haber estado más
con ella. Le dije que esperaba que pudiera perdonarme y que, aunque no podía
cambiar el pasado, quería que supiera que ahora iba a dedicarme a estar
presente en el presente. Me contestó que no era un mal padre y que lo que
tenía que hacer era animarme un poco.
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Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
»Me queda mucho camino por delante ‐continuó‐, pero estoy mejorando.
Estar presente puede ayudarme a recuperar una cosa que no sabía que había
perdido: la relación con mi hija.
Cuando John terminó, Lonnie le susurró a Mary Jane:
‐El pescadero era Jacob. Está más contento que unas pascuas desde
entonces. Es nuevo y fue su primera oportunidad de ayudar realmente a
alguien.
Janet también se emocionó bastante describiendo a una compañera de
trabajo que había tenido en otro empleo.
‐Esa persona intentaba llamar mi atención ‐dijo‐, pero yo estaba distraída
por mis temas personales y no llegamos a conectar. Entonces estalló el infierno.
Parece ser que ella no podía más y estaba cubriendo la falta de progresos
escribiendo informes imaginarios. Cuando todo salió a la luz, era demasiado
tarde para corregirlo. Perdió su trabajo, la empresa perdió un cliente y un
montón de dinero, y yo acabé perdiendo mi empleo porque fuimos incapaces
de hacernos cargo de su trabajo. Todo esto se podría haber evitado si yo hubiera
estado presente cuando una compañera me pedía ayuda.
A continuación, Beth contó algo que le había pasado a ella un día que
estaba sentada en su bicicleta estática, delante de la televisión, intentando leer
cuando llegó su hijo y se sentó en el sofá. Enseguida supo que le ocurría algo.
‐Una madre sabe esas cosas ‐dijo‐. En el pasado, habría seguido con lo
mío mientras hablaba con él. Pero la experiencia y un divorcio me enseñaron
que la eficiencia no es siempre la opción más sabia con los seres queridos. De
manera que apagué la televisión, me bajé de la bicicleta, dejé las revistas y pasé
la hora siguiente escuchando con atención las dificultades que tenía mi hijo. Y
me alegré mucho de haber escogido la opción de estar totalmente presente.
Otros miembros del grupo contaron otras historias en las que se
mezclaban lo personal y lo profesional. Luego reiteraron su compromiso de
estar presentes unos con otros y con los clientes internos.
‐Cuando estás presente, muestras consideración hacia la otra persona
‐añadió uno de los miembros del equipo.
También se comprometieron a estar totalmente presentes cuando
discutieran un tema, ya fuera entre sí o con un cliente; escucharían con atención
y no se permitirían distracciones. Se animarían unos a otros a preguntar:
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Fish!
Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
‐¿Te parece bien que hablemos ahora? ¿Estás presente?
Para apoyarse mutuamente y hacer estas preguntas, establecieron una
frase a modo de pista. «Pareces distraído», fue elegida como la pista especial
para atraer la atención al tema del momento presente. Todo el mundo estuvo
de acuerdo en intentarlo. Y todo el mundo estuvo de acuerdo en no leer o
contestar el correo electrónico mientras estuviera hablando por teléfono con un
compañero o con un cliente.
El equipo de «Escoger la actitud»
El último fue el equipo de «Escoger la actitud». Su informe verbal fue
breve y conciso.
‐Éstas son las ventajas que nuestro equipo ha identificado como resultado
de escoger la propia actitud.
»Primero, al aceptar que cada uno elige su actitud, demuestras un nivel
de responsabilidad e iniciativa, que por sí solos llenarán la tercera planta de
energía.
»Segundo, escoger tu actitud y actuar como víctima es absolutamente
incompatible.
»Tercero, esperamos que la actitud que elijas sea mostrar lo mejor de ti
mismo en el trabajo y disfrutar del trabajo que haces. Quizá no podemos hacer
aquello que más nos gustaría en este momento, pero todos podemos escoger
disfrutar de lo que hacemos. Podemos sacar nuestras mejores cualidades en el
trabajo, si elegimos hacerlo. Si lo logramos, nuestra área de trabajo se
convertirá en un oasis de energía, flexibilidad y creatividad en una industria
dura.
Cómo poner en práctica la elección de la actitud
Margaret, la pletórica portavoz del equipo, sugirió que el plan de
ejecución de «Elige tu actitud» era muy personal.
‐Muchos de nosotros hemos perdido de vista la posibilidad de escoger.
Debemos mostrarnos comprensivos con los compañeros, y al mismo tiempo
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Fish!
Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
trabajar juntos para alimentar nuestra capacidad de ejercitar la libre voluntad. Si
no sabes que tienes oportunidades o no crees que las tienes, no las tienes. En
nuestro grupo hay personas que han vivido experiencias muy difíciles. A algunos
nos costará un poco interiorizar la idea de que podemos escoger nuestra
actitud.
Otro miembro del equipo prosiguió.
‐Hemos identificado dos maneras de aplicar «Escoge tu actitud» y ya
hemos dado algunos pasos.
»Primero, hemos comprado para todo el mundo ejemplares de un libro
titulado Personal Accountability: The Path to a Rewarding Work Life
[Responsabilidad personal: el camino hacia un vida laboral satisfactoria]. Una
vez que todo el mundo lo haya leído, organizaremos grupos de discusión. Si
funciona, celebraremos más reuniones para comentar Raving Fans [Admiradores
entusiastas], Los siete hábitos de la gente altamente efectiva, Gung ho!
[Dispuestos a todo] y Un camino sin huellas. Todos estos libros nos ayudarán a
entender el concepto de escoger una actitud.
»Segundo, hemos preparado un menú de actitud para utilizarlo en la
oficina. Ya habéis visto una versión parecida antes. No sabemos quién puso el
primero en la puerta de la oficina, así que no podemos atribuírselo a nadie.
Ahora, cada uno tendrá su menú personal para cada día.
Mary Jane miró su menú de actitud. Tenía dos lados. En uno había una
cara enfurruñada y palabras como enfadado, desinteresado y amargado. En el
otro, una cara sonriente con palabras como energético, cariñoso, vital,
auxiliador y creativo. Y encima decía: LA ELECCIÓN ES TUYA. Era una bonita
extensión del menú que colgaba de la puerta principal de la tercera planta.
Mary Jane se puso de pie y empezó a felicitar a todos y cada uno de los
miembros del equipo, seguida de Lonnie, que unos pasos más atrás, daba
ánimos a su manera. Cuando terminó de hablar con todos, ya había pasado la
hora de comer. Ahora sabía que, entre todos, limpiarían el vertedero de energía
tóxica.
Lonnie acompañó a Mary Jane hasta el edificio de First Guarantee. No era
de extrañar que atrajeran algunas miradas: una ejecutiva y un pescadero
llevando sus respectivos uniformes. Lo sorprendente era que muchos de ellos
conocían a Lonnie.
‐Entonces tu jefe no sabe nada de la oferta de trabajo, ¿verdad? ‐dijo
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Fish!
Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
Lonnie.
Dos semanas antes, Mary Jane había recibido una llamada inesperada del
principal competidor de First Guarantee, que había intentado convencerla para
que trabajara con ellos.
‐Creo que no. Me parece que hablaron con mi antigua jefa, una mujer
que abandonó hace poco First Guarantee por un puesto maravilloso en
Portland. Todavía no he dicho nada en el trabajo.
‐No entendía por qué habías rechazado una oferta tan lucrativa, pero
ahora veo el porqué. Estás implicada en este proceso y no puedes decepcionar a
la gente, ¿verdad?
‐En parte sí, Lonnie. Pero después de tantos esfuerzos para hacer de First
Guarantee un lugar de trabajo mejor y más divertido, ¿para qué me voy a ir? Lo
bueno empieza ahora.
Domingo, 7 de febrero: el Café, un año después
Mary Jane abrió el libro El encanto de las cosas simples, y volvió al 7 de
febrero.
«El tiempo no pasa para estas notas ‐pensó‐. Hace un año yo estaba
sentada aquí, sin saber si podría limpiar nunca el vertedero de energía tóxica.
De hecho, fue aquí donde descubrí que yo era parte del problema y que
necesitaba motivarme a mí misma antes de motivar al grupo.
» Las reuniones de los comités que celebramos en el hotel fueron un gran
comienzo. El personal estaba preparado para dar mucho más de sí, pero hizo
falta la intervención de unos pescaderos para sacar esas capacidades a la luz.
Hoy, la tercera planta es un lugar completamente diferente y el problema ahora
es que todos los empleados de la compañía quieren trabajar aquí. Supongo que
la energía siempre estuvo allí.
»Y fue una sorpresa que me concedieran el premio que cada año otorga
la presidencia de la empresa, que por cierto no se esperaba que le pidiera tantas
copias del trofeo: para mí, para Bill, para cada uno de los empleados del
departamento, para Lonnie y para cada uno de los pescaderos. Disfruto viéndolo
encima de la caja registradora en el famoso puesto de pescado de Pike Place y
en un lugar destacado del salón de Lonnie. »
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Fish!
Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
Mary Jane abrió su diario y leyó una de las lecturas favoritas que había
seleccionado, un pasaje escrito por John Gardner sobre el significado de la vida.
El significado
El significado no es algo que se encuentra por casualidad, como la
respuesta a un acertijo o el premio en la búsqueda de un tesoro.
El significado es algo con lo que vas construyendo tu vida. Lo construyes
con tu pasado, con tus afectos y tus lealtades, con la experiencia de la
humanidad que se te ha transmitido, con tu talento y tu comprensión, con las
cosas en las que crees, con las cosas y las personas que quieres, con los valores
por los que estás dispuesto a sacrificar algo. Ésos son los ingredientes. Tú eres el
único que puedes juntarlos en ese modelo que será tu vida. Permite que la vida
tenga dignidad y sentido para ti. Si los tiene, entonces importará menos de qué
lado se incline la balanza particular del éxito o del fracaso.
John Gardner
Mary Jane se secó las lágrimas de los ojos mientras cerraba el diario
donde guardaba sus pensamientos y sus fuentes de inspiración.
‐Lonnie, ¿puedo probar ese bizcocho antes de que te lo acabes?
Lonnie, que había estado sentado cerca de ella, leyendo, empujó el plato
en su dirección. Cuando Mary Jane alargó la mano para coger el bizcocho, se
encontró en su lugar un diamante engarzado en un anillo de compromiso que
descansaba en la enorme boca abierta de la cabeza de un pez. Miró a Lonnie
que, nervioso, la contemplaba con cara de interrogación. Ahogándose de risa,
dijo:
‐¡Cómo eres, Lonnie! ¡Sí! ¡La respuesta es sí! Pero, dime, ¿no vas a dejar
de jugar nunca?
Había hecho un día frío, oscuro y feo en Seattle. Sin embargo, ellos
habían elegido que todo fuera muy diferente en su interior.
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Fish!
Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
LA CEREMONIA DEL PREMIO
DE LA PRESIDENTA
La presidenta subió al podio y miró al público. Ojeó sus notas y luego,
levantando la vista, dijo:
‐No recuerdo un momento de mi vida en el que me haya sentido más
orgullosa que hoy. Algo muy especial ha ocurrido en First Guarantee. En el
departamento de procesamiento de datos de la tercera planta, Mary Jane
Ramírez y los miembros de su equipo han redescubierto que tener un trabajo
que satisfaga y recompense es una elección que podemos tomar todos los días
cuando entramos a trabajar. Es tan sencillo como preguntarse: « ¿Será un buen
día?», y responder: « ¡Sí! ¡Yo elijo que hoy sea un gran día!».
» Los empleados antiguos tienen el entusiasmo de los nuevos, y lo que se
consideraba un trabajo rutinario se ha transformado en una actividad con un
valor añadido. Tengo entendido que los ingredientes de esta transformación
fueron descubiertos en una pescadería del mercado local. El equipo de la
tercera planta observó que si es posible convertir un puesto del mercado de
pescado en un lugar fantástico para trabajar, cualquier departamento de First
Guarantee puede elegir hacer lo mismo aquí.
»Los ingredientes de esta transformación están inscritos en una placa que
se ha colgado a la entrada de la puerta principal del edificio y dice así:
Nuestro lugar de trabajo
Cuando entre en este recinto para trabajar, elija por favor la actitud de
hacer que hoy sea un gran día. Los compañeros, los clientes, los miembros de
equipo y usted mismo lo agradecerán. Encuentre maneras de jugar. Podemos
tomarnos el trabajo muy en serio sin estar serios. Esté atento para poder estar
presente cuando más le necesiten los clientes y los miembros del equipo. Y si
siente que le falta energía, pruebe este remedio: busque una persona que
necesite ayuda, una palabra de apoyo o sentirse escuchada, y alégrele el día.
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Fish!
Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
Agradecimientos
Son muchas las personas que han contribuido a que este libro sea un
éxito y queremos nombrarlas a todas, sabiendo que seguramente nos
dejaremos alguna. En primer lugar queremos dar las gracias a las personas más
especiales, y luego mencionar a cuatro a las que queremos dar un
reconocimiento extra.
No podríamos haber encontrado un editor mejor. El talento de Hyperion
destaca por encima de las demás editoriales. Entre el fantástico equipo con el
que hemos tenido el privilegio de trabajar se encuentran:
Bob Miller, Martha Levin, Ellen Archer, Jane Comins, Michael Burkin,
Mark Chait, Jennifer Landers, Claire Ellis, Andrea Ho. David Lott y Vincent
Stanley. Damos también las gracias a todo el fantástico equipo de ventas de
Time‐Warner Trade Publishing.
¿Y cómo tuvimos la enorme suerte de encontrar la mejor agencia del
mundo? La agencia Margret McBride cuenta con un reparto estelar:
Jason Cabassi, Donna DeGutis, Sangeeta Mehta, Kris Sauer.
Este libro no existiría si no fuera por la increíble pescadería de Pike Place.
Gracias a Johnny Yokoyama, el propietario, y a sus increíbles pescaderos por
crear y mantener el puesto de pescado más famoso del mundo.
Y luego están los competentes autores y profesionales de los negocios
que han compartido con nosotros su sabiduría y sus palabras. Es un honor haber
podido contar con el apoyo de individuos con tanto talento:
Sheldon Bowles, Richard Chang, Peter Economy, Peter Isler, Spencer
Johnson, Lori Lockhart, Bob Nelson, Robert J. Nugent, Hyrum Smith, Donald D.
Snyder, Richard Sulpizio.
Queremos dar las gracias a los empleados de Blanchard Companies y
ChartHouse Learning por los numerosos pequeños gestos que, en total, han
sumado una gran ayuda.
Y queremos mencionar a cuatro personas cuya contribución ha sido
enorme:
Nuestro editor, Will Schwalbe, que aportó entusiasmo, experiencia y
buena voluntad para buscar maneras de mejorar el libro, desde el principio
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Fish!
Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
hasta el final.
Patrick North, de ChartHouse, ofreció su talento de ganador del Premio
Mobius.
Ken Blanchard aportó su orientación y escribió un fantástico prefacio.
Para acabar, la mejor agente que existe, Margret McBride. Para los
escritores es un verdadero tesoro.
Gracias.
Stephen C. Lundin
Harry Paul
John Christensen
Estos recursos le ayudarán a aplicar a la vida la filosofía de Fish!
Fish!, el vídeo con el que empezó todo. ¡Clientes encantados! ¡Energía
increíble! ¡Auténtica diversión en el puesto de trabajo! ¡En eso consiste la fuerza
de Fish!
Fish! pega. En este instructivo vídeo, unos pescaderos demuestran cómo
se puede seleccionar una visión y ponerla en práctica, diariamente, en un
puesto de mercado.
Fish! ayuda. Nuestros discursos clave, seminarios y programas especiales
le ayudarán a transformar los desenfadados, pero profundos, mensajes de Fish!
en conversaciones serias que inspiren acciones que cambien su forma de actuar.
Para
más
información
sobre
estos
www.fishphilosophy.com, o llamar al 1‐800‐328‐3789.
http://quedecosas‐mg17.blogspot.com/
recursos,
acudir
a
60
Fish!
Stephen C. Lundin, Harry Paul y John Christensen
ChartHouse Learning inspira a la gente a desarrollar todo su potencial
utilizando recursos de aprendizaje que alegren el corazón, expandan la mente y
hagan volar al espíritu. Por favor, visítenos en www.charthouse.com, o llámenos
al 1‐800‐328‐3789.
Contacto con John Christensen en:
john@charthouse.com
Contacto con Steve Lundin en:
slrunner@aol.com
Para más información sobre Harry Paul, por favor, ponerse en contacto
con:
The Ken Blanchard Companies 125 State Place, Escondito, CA 92029
1‐800‐728‐6000
harrYp@blanchardtraining.com
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