Sociedades Precolombinas Surandinas • 1 2 5
El Int er m edio Tar dío: Int er acciones
económ icas y pol ít icas en l a Puna de Jujuy
Mar ía Ester Albeck
En este tr abajo se busca analizar el
r ol que le cupo a la Puna de Jujuy en el
espacio económico y político del extr emo
sur de los Andes Meridionales. Se trata de
una región muy contrastante en lo ambiental donde se al ter na, m ar cadam ente, l a
ofer ta de r ecur sos y par a la que, a par tir
del r egistr o etnohistór ico, se conoce un
conjunto de gr upos humanos de difer ente
importancia numérica y social.
Si bien l a infor m ación con que se
cuenta par a el pr imer siglo de ocupación
hispana es sumamente escasa, se busca
ubicar, al menos de manera tentativa, a los
difer entes gr upos sociales en el espacio
Sur andino y cotejar dicha ubicación con la
oferta de recursos y los restos arqueológicos conocidos, en un intento de proyectarlos
hacia el pasado preincaico y prehispánico.
La asignación de los restos arqueológicos identificados en distintos espacios de
la Puna no ofrece mayores contradicciones
con la infor mación sobr e la ubicación de
los grupos etnohistóricos. Sin embargo, en
la zona central de la Puna de Jujuy, en las
pr oximidades de la localidad moder na de
Casabindo, se r egistr a la pr esencia de un
poblado ar queológico, cr onológicamente
contempor áneo, totalmente difer ente de
los considerados propios de la Puna jujeña;
tampoco se puede establecer su vinculación con sitios identificados en las ár eas
adyacentes. Se plantea, a título de hipóte-
sis de trabajo, que este poblado corresponder ía a una sociedad ajena a la Puna jujeña.
AMBIENTE, RECURSOS
Y PAISAJE
El sur oeste de Bolivia compr ende la
por ción más austr al del Altiplano Andino
que, desde el sur del Perú, se extiende por
todo el oeste boliviano, abr azando una inmensa cuenca endor r eica: Lago Titicaca,
Poopó, Coipasa y Uyuni. Más al sur , se
hal l an otr as cuencas de dr enaje inter no,
como las de la Puna ar gentina, y las que
cor r esponden a los oasis atacameños. El
límite sur del Altiplano, propiamente dicho,
se encuentr a, sin embar go, sobr e la ver tiente nor te de l a Cor dil l er a de Lípez
(Niel sen 1998:67).
Si se analiza un mapa con las pr incipales cuencas hídricas del extremo meridional de los Andes Centr o Sur se obser va el
dominio de grandes cuencas endorreicas, limitadas por otr as de dr enaje oceánico. Al
este de la Cor diller a de Lípez, en cambio,
se hal l an l os gr andes val l es del sur de
Bolivia, con dr enaje atlántico a tr avés del
Río Pilcomayo y que separ an en gr an medida al área altiplánica boliviana de la Puna
de Jujuy. Al l í, nuevam ente, se obser van
cuencas endor r eicas, aunque de menor es
M aría Ester Albeck: CIC – CONICET. Instituto Interdisciplinario de Tilcara, Universidad de
Buenos Aires. Jujuy, Argentina. mariette@imagine.com.ar
1 2 6 • Sociedades Precolombinas Surandinas
dimensiones y sin continuidad espacial con
el Altiplano. Sobr e el bor de or iental de la
Puna se r egistr a la pr esencia de cuencas
de dr enaje hacia el Océano Atlántico a tr avés del Río Ber mejo y del Salado o Jur amento. A esta latitud y hacia el oeste de la
cor diller a andina apar ece un único r ío con
dr enaje hacia el Océano Pacífico, el Río
Loa. El resto corresponde también a cuencas endorreicas.
La existencia o no de estos sistemas
hídricos, sumada a las variables de precipitación y cota altitudinal, determinan la presencia de paisajes y am bientes con una
oferta muy desigual de recursos con aptitud
agrícola o pastoril. En este contexto, son las
cuencas endor r eicas, es decir las ár eas de
Puna o Altiplano con mayor es índices de
pr ecipitación y menor cota altitudinal, las
que ofrecen los mejores recursos en pasturas.
En el extremo meridional de los Andes
Centro Sur, es la Puna de Jujuy la que reúne
estas condiciones en las cuencas de Pozuelos y de Abr a Pampa- Mir aflor es- Guayatayoc- Salinas Gr andes (no obstante la var iación inter na que pr esentan en cuanto a su
ofer ta) (Ruthsatz y Movia 1975). Hacia el
oeste y sur de Pozuelos y Salinas Grandes,
también en la Puna de Jujuy, se encuentran
cuencas endorreicas con salares en las partes más deprimidas (Olaroz-Caucharí, Jama)
pero en un entorno mucho más árido y marcadamente frío en virtud de la elevada cota
altitudinal (por encima de los 3.800 msnm).
Es habitual que se tienda a asimilar a
las cuencas de Mir aflor es y Pozuelos con
las ár eas colindantes de Bolivia (Chichas y
Lipes), como si la Puna de Jujuy fuer a una
continuación de sur boliviano per o este no
es el caso.
Al norte de la frontera argentino- boliviana el paisaje cor r esponde a gr andes y
profundos valles agrícolas, los grandes val l es del sur de Bol ivia, excavados por l a
enorme cuenca que fluye hacia el Pilcoma-
yo y cuya fuer za er osiva va degr adando el
antiguo macizo puneño. Este se ve pr ofundamente recortado, dejando al descubierto
innumerables mantos geológicos. Esto último es claramente visible en la zona del Río
Grande de San Juan, en el extremo noroeste de la Argentina. Los grandes valles ofrecen un entorno protegido, mucho más bajo
que la Puna, donde es posible el cultivo bajo
riego de especies mesotérmicas, en el fondo de las cuencas, y micr otér micas, en los
sectores más elevados.
La zona de Lípez, es una zona m uy
elevada por encima del nivel del mar , con
una cota mínima de 3.650 msnm. Comprende tr es gr andes sector es: nor te, sur este y
suroeste, donde el sector sureste constituye un am biente esencial m ente pastor il ,
aunque más árido y elevado que la Puna de
Jujuy, lo cual limita la riqueza forrajera y la
adaptabilidad del ganado (al menos el europeo), mientras que el sector suroeste, con
escasas excepciones, es demasiado alto y
frío para permitir una ocupación permanente (Nielsen 1998). Tan sólo el sector nor te,
ubicado en el extremo meridional del altiplano, entr e la ver tiente septentr ional de la
cordillera de Lípez y el salar de Uyuni, permite la agricultura de especies microtérmicas
como la quinoa y la papa (Nielsen, op. cit.).
Al oeste de la cor diller a Andina, las
cuencas endor r eicas de Atacama, aunque
menos elevadas, se hallan emplazadas en
un entor no desér tico y tan sólo el flujo de
los cur sos de agua que nacen en la cor dillera permiten el asentamiento humano en
las ár eas inmediatas a los fr entes ser r anos. El Río Loa, aunque en la actualidad
muy disminuido en su caudal por su apr ovechamiento en la minería y asentamientos
ur banos, debió contar en el pasado con un
impor tante caudal que r edundaba en una
abundante oferta de recursos para el asentam iento hum ano, tanto pastur as com o
ár eas con aptitud agr ícola. A esto se le su-
Interacciones Surandinas. Aspectos económicos, políticos e ideológicos • 1 2 7
maba el constituir un espacio inmejor able
para acceder a la costa pacífica.
La zona de las quebr adas (de Humahuaca y del Tor o), que se despr enden del
fr ente or iental del macizo de la Puna de
Jujuy, son espacios estrechos, con importantes cur sos de agua que han disectado los
gr uesos mantos geológicos, gener ando un
paisaje sumamente erosionado y accidentado, donde las ár eas cer canas a los cur sos
de agua pr esentan buena aptitud agr ícola.
Estas quebradas tienen una fuerte pendiente longitudinal, lo cual da lugar a un mar cado gr adiente altitudinal del fondo de valle. Dicho gr adiente per mite el cultivo de
vegetales micro y mesotérmicos, amén del
aprovechamiento de las pasturas naturales
en las ár eas más elevadas y ciénegos del
fondo de valle. En la zona de los gr andes
val l es sal teños (Cal chaquí) ocur r e al go
anál ogo, con l a sol a difer encia que l as
ár eas de fondo de valle par a el apr ovechamiento agrícola son mucho más extensas y
el gradiente altitudinal, menos marcado.
En la Puna de Jujuy, las cuencas de
Miraflores-Guayatayoc y Pozuelos contienen
excelentes áreas de pasturas. Las áreas con
aptitud agrícola, por otra parte, se encuentran restringidas a la parte baja de las quebradas de las serranías que rodean a estos
dos gr andes bolsones, como descr ibier on
Ottonello y Krapovickas (1973) bajo el término de “ faja óptima” . Las cotas mínimas de
estos bolsones son de 3.450 msnm par a
Guayatayoc y 3.650 msnm para Pozuelos.
Las par tes l l anas de l os bol sones,
donde fluyen los cur sos de agua que dr enan hacia las lagunas (el punto más bajo),
se hallan cubier tas por pastizales que en
invierno toman una intensa coloración amar illa. En los sector es inmediatos a los r íos
Abra Pampa y Miraflores y en las cercanías
del r ío Sar car i, al nor te de Pozuel os, se
encuentr an las mejor es ár eas de pastur a,
compuestas esencialmente por chillagua
(Festuca sp.). En l os ter r enos al go m ás
el evados del fondo de l a cuenca dom ina
pr incipalmente otr a gr amínea, el espor al
(Pennisetum chilense), que también aparece mezclada en la estepa ar bustiva o tolar
(Ruthsatz y Movia, op.cit.).
La chillagua es una pastur a de excelente calidad for r ajer a. Según Ruthsatz y
Movia (op. cit.), las mejores pasturas se encuentran al norte de la cuenca de Pozuelos.
En la actualidad, en esa zona se pr actica
ganader ía de ovinos en ter r enos apotr er ados. Sin embargo, la cuenca de Pozuelos es
sensiblemente más elevada (200 m) que la
de Mir aflor es donde, si bien las pastur as
ser ían de una calidad infer ior , el clima r esul ta m ás benigno. Esto úl tim o, segur amente, motivó el uso de este espacio par a
la cr ía de vacunos desde la época colonial,
práctica que perdura en la actualidad con el
apotr er amiento de ár eas cubier tas de chillagua y espor al.
La Puna de Jujuy deviene así en un
gr an espacio de pr oducción animal y encuentr a su r efer ente ar queol ógico en l a
gran abundancia de restos óseos de camélidos en los sitios excavados y la r ecur r encia de elementos vinculados con la car ga,
el arreo y la textilería (tarabitas, cencerros
y vasos de hilandera, por nombrar tan sólo
algunos) r escatados pr incipalmente de las
tumbas o chullpas (Albeck y Ruiz 2003:208).
La impor tancia actual del pastor eo y de la
producción textil tradicional para la venta o
el inter cambio, también apoyan esta inter pretación del pasado arqueológico.
Resumiendo, la Puna de Jujuy constituye así, en su mayor par te, un excelente
enclave pastor il y limita a su vez con ár eas
que son esencialmente agr ícolas (Sur de
Bolivia, Quebr ada de Humahuaca, Quebr ada del Tor o, Valle Calchaquí, Oasis Atacameños y Río Loa). Aunque esto no excluya
la existencia de ár eas dedicadas al cultivo
en la Puna y la presencia de prácticas pastoriles en las áreas colindantes.
1 2 8 • Sociedades Precolombinas Surandinas
LOS GRUPOS ÉTNICOS
EN EL PAISAJE SURANDINO
A partir de la información etnohistórica, se sabe que el ter r itor io chicha comprendía los grandes valles en el sur del actual ter r itor io boliviano y el valle de Tar ija
(Pr esta 2001). Incluía también las cuencas
de drenaje atlántico del extremo norte de la
Provincia de Jujuy, específicamente, las de
La Quiaca y Yavi, también parte de la cuenca del Río Pil com ayo. Esta infor m ación
pr ocede de datos ar queológicos donde las
entidades conocidas com o Yavi han sido
homologadas a los chichas etnohistór icos
(Kr apovickas 1983).1
Las evidencias ar queológicas son coher entes con la pr esencia de una unidad
social y cultur al car acter ística. Además de
la cerámica de estilo Yavi o Chicha (Raffino
et al. 1986), en l os antiguos pobl ados se
registra una gran abundancia de puntas de
proyectil triangulares pequeñas, con pedúnculo y aletas, mayor mente elabor adas en
sílice. Las viviendas eran de piedra de planta rectangular, ángulos rectos y lienzos sumamente pr olijos. También podían ser de
adobe (planicie lacustr e de cuenca de Pozuelos), lo que ha dado lugar a la pr esencia de sitios ar queol ógicos m onticul ar es
(González 1963; Balbuena 1994). La agr icultura se practicaba en el fondo de los valles y no se ha identificado la constr ucción
de andenes de cultivo. Entr e las r epr esentaciones ar tísticas se destacar on tanto los
gr abados como las pintur as. Los entier r os
se efectuaban en tumbas en forma de bota
excavadas en el suelo, y no se r egistr a la
pr esencia de chullpas o cuevas tapiadas
para las inhumaciones.
La par te centr al y nor te de la cuenca
de Pozuelos también habr ía estado ocupada por gr upos chichas (Kr apovickas 1978).
En este contexto, suger imos a título de hipótesis que allí se habr ía ubicado el espacio nuclear de los Apatamas, un gr upo ét-
nico propio de la Puna de Jujuy (Salas 1945)
que habr ía per tenecido también a la macroetnía chicha, como acertadamente lo sugiere Krapovickas y refrendado a posteriori
por Pr esta (2001) a tr avés de var ios documentos. Esta última investigadora aporta un
dato más inter esante aún. Como ya había
señalado Krapovickas, (op.cit.:84), los Apatamas dier on muer te a su encomender o,
Juan Sedano de Ribera, al intentar reducirlos (Pr esta op.cit.). A poster ior i, el hijo de
éste, Hernando Sedano de Ribera, también
encomendero del mismo grupo, los trasladó a las orillas del Pilcomayo en las cercanías de Chuquisaca (Sucr e) en la segunda
mitad del siglo XVI, (Pr esta, op. cit.:29). De
al l í, que a par tir del sigl o XVII ya no son
mencionados en la documentación colonial
de la Puna de Jujuy como también destaca
Kr apovickas (1978). Al quedar vacío el espacio or iginal de esta etnía, segur amente
tuvo lugar un repoblamiento del espacio por
par te de indígenas pr ovenientes de otr os
lugares (forasteros)2, amén del otorgamiento de mer cedes de tier r as a los españoles,
en tanto las tier r as ya no se encontr aban
ocupadas por indios or iginar ios. Al sur del
territorio chicha se ubicaban los Casabindo
y Cochinoca. En este caso también son coher entes los datos pr ocedentes de la ar queología que distinguen clar amente este
espacio del que cor r esponde a los gr upos
de filiación chicha. Además, de encontrarse
cer ámica pr opia del estilo Casabindo (Albeck 2002) son muy frecuentes las inhumaciones en chullpas o cuevas tapiadas, l a
gr an abundancia de azadas o palas líticas
para las tareas agrícolas y el cultivo en andenes sobre los faldeos serranos, acompañados por complejas redes de riego (Albeck
1984). Las viviendas, si bien de planta r ectangular, no presentan la calidad constructiva observada en los sitios Yavi-Chicha. Las
puntas de pr oyectil, sumamente escasas,
aún en las excavaciones, se elaboraban sobr e obsidiana y er an de for ma tr iangular
Interacciones Surandinas. Aspectos económicos, políticos e ideológicos • 1 2 9
con la base escotada. Dentr o del ter r itor io
Casabindo pr ehispánico se debe incluir la
zona sur de la cuenca de Pozuelos, donde
se encuentra el Pucará de Rinconada, y aún
queda por definir su expansión hacia el
oeste y sur. Es probable que su territorio se
haya expandido hacia el oeste hasta l as
proximidades de la actual frontera chilenoargentina y hacia el sur de las Salinas Grandes (Albeck 2002).
Consider amos que la tesis de Boman
sobre la identidad atacameña de los restos
hallados en el área Casabindo y Cochinoca,
basada en la información arqueológica existente a pr incipios del siglo XX, cuenta con
escaso sustento si nos atenemos a otros indicador es, tanto ar queológicos (cer ámica,
arte parietal, funebria) como etnohistóricos.
La ocupación de la Puna de Jujuy por atacameños, como ha sido verificada por Hidalgo (Hidalgo et al. 1992) cor r esponder ía, en
pr incipio, a pr ocesos posthispanos y no ha
sido verificada por investigaciones arqueológicas, excepto el hallazgo de piezas propias
de San Pedr o de Atacam a en Cal ahoyo
(Fer nández 1978), cor r espondientes a una
etapa For m ativa, var ios sigl os antes del
inicio del Inter m edio Tar dío. En este aspecto se coincide plenamente con la tesis
de Kr apovickas (1983), quien pl antea que
la pr esencia atacameña en la Puna de Jujuy obedece a tr asl ados poster ior es a l a
conquista (Kr apovickas, op. cit.:21).
La cuenca del Río Gr ande de San
Juan, en el ángulo noroeste de la Provincia
de Jujuy, es un territorio complejo desde el
punto de vista de su ocupación pr ehispánica. Sabemos de la existencia de vestigios
ar queológicos, como la cer ámica, cor r espondientes a gr upos chichas lo cual ser ía
coherente con la ocupación de los grandes
val l es afl uentes del Pil com ayo, del cual
este gr an cur so de agua for ma par te. Sin
embargo, se registran construcciones funerarias como las chullpas (Debenedetti 1930,
Kr apovickas y Cigliano 1962- 63) o cuevas
tapiadas, características del territorio Casabindo y Cochinoca y de espacios mucho más
septentr ionales aunque ajenos a los Chichas. Por otr a par te, apar ecen también algunos topónimos que podrían referirse a la
presencia de uros (Carrizo 1989) como San
Juan de Uros, Urusmayo (según la grafía en
cartografía de principios del siglo XX) y Oros
(hoy en día se registra solamente esta últim a gr afía) y se sabe de l a pr esencia de
contingentes atacameños para la época colonial (Hidalgo et al. 1992).
El elevado territorio que rodea el límite tripartito entre Bolivia, Chile y Argentina
no contó con ocupación per manente en el
Per íodo Tar dío o de Desar r ollos Regionales. Fue, como hoy en día, un significativo
espacio de tr ánsito, obtención de r ecur sos
minerales, pastoreo ocasional, caza y recolección (Nielsen 2003).
Al este de la Puna de Jujuy se encontraban los omaguacas, quienes ocupaban la
gr an Quebr ada hom ónim a y dom inar on
también los sector es de valles colindantes
por el este (San Andr és, Valle Gr ande, Tiraxi) (Fumagalli 2003; Nielsen 1989; Ventur a 1996). Esta expansión, sin embar go, correspondería al Intermedio Tardío, en tanto
no se han registrado evidencias correspondientes al Período Medio (cerámica La Isla)
en l os val l es or iental es. Los pobl ados
Omaguaca se distr ibuían sobr e el eje del
río Grande y en algunas quebradas afluentes y, con escasas excepciones, correspondían a grandes asentamientos ubicados sobr e l ugar es el evados de difícil acceso y
mar cada ubicación estr atégica. Las viviendas er an de planta cuadr angular constr uidas de pir ca doble y con las inhumaciones
en las esquinas de los patios, aunque existen algunas var iantes entr e los sitios. Cultivaban en el fondo de valles y en gr andes
sitios agrícolas ubicados en áreas elevadas
que flanqueaban el eje de la Quebr ada por
el este. Es pr obable que no hayan utilizado
sistemas de andener ía (gr ader ía) antes de
1 3 0 • Sociedades Precolombinas Surandinas
la llegada del Inca, tan sólo amplias ter r azas en las ár eas pedemontanas3. La cer ám ica se difer encia cl ar am ente de l a que
car acter iza a l as ár eas vecinas, aunque
muestr a cier ta afinidad con algunos tipos
abundantes en l a Puna. Las puntas er an
semejantes a l as util izadas en Casabindo
(tr iangul ar es, de obsidiana y con l a base
escotada) per o no se r egistr a la pr esencia
de azadones l íticos par a el l abor eo del
suelo, tan abundantes en la Puna.
Al sur de la r egión puneña se extendían los espacios dominados por grupos de
lengua diaguita, una entidad de escasa afinidad con los pueblos tr atados hasta este
momento. Estas sociedades se distinguen
netamente de las demás por el patr ón de
asentamiento, los estilos cerámicos, la metalurgia y las referencias etnohistóricas que
los distingue como una macroetnía particular que alcanzaba hasta el norte de la zona
cuyana. También fueron grandes agricultor es que ocupar on tanto las ár eas cer canas
a l os cur sos pr incipal es com o extensas
áreas pedemontanas contra los frentes serranos. Tampoco estos grupos parecen haber utilizado andenes en gradería sobre los
faldeos antes del Inca. Las inhumaciones se
practicaban en cistas de piedra y los infantes en ur nas cer ámicas el abor adas par a
ese pr opósito. No sabemos cuál fue el vínculo de omaguacas, chichas y casabindos
con este impor tante conjunto de pueblos,
esencialmente de economía agr ícola. Las
evidencias ar queol ógicas de contacto, al
menos con los del Valle Calchaquí o más al
sur , son muy pobr es si se consider an los
r estos no per eceder os como la cer ámica o
la metalurgia.
Al oeste de la cor diller a de los Andes
habitaban los atacameños, en la zona de
San Pedr o de Atacama y en la cuenca del
Río Loa. Ambos espacios cor r esponden a
oasis agrícolas inmersos en un paisaje totalmente desér tico. En las par tes más elevadas, cercanas a la cordillera, eran factibles
las pr ácticas pastor iles. Los atacameños
también constituyeron una entidad autónoma, si bien es pr obable que en la cuenca
alta del Salado se haya dado la pr esencia
de gr upos altiplánicos (Castr o et al. 1984).
Se conocen escasos poblados cor r espondientes a este momento en el oasis de San
Pedro, dos de ellos son instalaciones en lugares elevados de difícil acceso “ tipo Pucar á” (Quitor y Catar pe). En la zona del Loa,
en cambio, los poblados no obser van este
patr ón, si bien al gunos son nom br ados
como tales (Turi y Lasana). Los restos materiales de los atacameños presentan alguna afinidad con l a Puna de Jujuy, entr e
ellos la pr esencia de palas o azadas líticas
(Bom an 1908) y al gunos tipos cer ám icos
como los del Complejo Dupont, afín al tipo
Inter ior Negr o pulido (Ottonello 1973).
En un emplazamiento más septentrional y al este de la cordillera de los Andes se
encuentra el territorio de Lípez. A la llegada de los españoles, este espacio se hallaba habitado por unos grupos caracterizados
como ur us y otr os como aymar as (Nielsen
1998), y de esta manera fueron reducidos en
1603.
Llama la atención la presencia de grupos de habla aymara en un espacio tan meridional, atendiendo la propuesta del origen
de estos grupos en los Andes Centrales (Cerrón Palomino 2000; Torero 1970) y el haber
sido pr otagonistas de una gr an migr ación
hacia el sur , planteada a par tir de cr iter ios
lingüísticos entre el 1100 DC (Cerrón Palomino, op. cit.) y el 1300 DC (Torero, op. cit.).
De hecho, los gr upos de lengua y tr adición
aymara se instalaron en la región altiplánica, desplazando a otr os pr eexistentes
(Bouysse Cassagne 1987) como los de habla
Puquina. Fuer on sociedades de economía
esencialmente pastor il y actitud belicosa
(Bouysse Cassagne, op.cit.). Aliados de los
incas, participaron como parte de su ejército
durante la conquista de diferentes sectores
del imperio.
Interacciones Surandinas. Aspectos económicos, políticos e ideológicos • 1 3 1
El r efer ente ar queol ógico de estos
grupos aymaraparlantes en Lípez podría ser
l o que ha sido descr ito com o el señor ío
Mallku (Nielsen 1998:94) cuya cer ámica es
conocida como Hedionda. Los sitios que se
pueden adscribir a esta entidad prehispánica se ubican casi exclusivamente en el sector norte de Lípez (Nielsen, op.cit.), sin embar go, desde la ar quitectur a ar queológica,
pr esentan escasa afinidad con l os sitios
propios del altiplano septentrional y central,
caracterizados por otro tipo de arquitectura
(Hyslop 1979). El sector sudeste de Lípez,
en cambio, por las peculiar idades de los
asentamientos ar queológicos, pudo haber
estado habitado por los grupos caracterizados como Ur us en la documentación etnohistórica (Nielsen, op.cit.).
Si pasamos r evista a las sociedades
que ocupar on los difer entes ambientes o
paisajes car acter izados ar r iba, vemos que
dur ante el Inter medio Tar dío, en gener al,
cada unidad social mayor se veía restringida a deter minado tipo de paisaje. Por otr a
parte, si bien casi todas las sociedades prehispánicas podrían ser caracterizadas como
sociedades agropastoriles (exceptuando los
Ur us), el peso de l a econom ía en uno u
otr o sistema de subsistencia var iaba notablemente entre un grupo y otro.
Este es el panor am a de l os gr upos
que habitaban el extremo sur de los Andes
Mer idional es a l a l l egada de l os español es. Sin em bar go, en l a zona de Casabindo, se r egistr a la pr esencia de un poblado
ar queol ógico absol utam ente difer ente de
los que han sido car acter izados como pr opios de la Puna de Jujuy y tampoco es homologable a los demás gr upos identificados en l as ár eas adyacentes. Esto se obser va desde el em pl azam iento, tam año,
for m a de l as viviendas y otr os el em entos
asociados com o l a cer ám ica. Se tr ata de
Pueblo Viejo de Tucute, un sitio excepcional que se destaca tanto por sus dimensio-
nes como por sus características arquitectónicas que tr atar emos más abajo.
SISTEMAS PRODUCTIVOS
E INTERCAMBIO
La economía de los gr upos que habitaban la Puna en el Per íodo Tar dío fue básicamente pastor il, ocasionalmente complementada con prácticas agrícolas y actividades extr activas de otr os pr oductos que
sirvieron para el intercambio con las sociedades aledañas. La pr oducción animal fue
segur amente el sustento básico de todas
las sociedades que ocuparon la Puna, como
fuente de consumo local y también como
bien de inter cambio de sus pr oductos pr imar ios y der ivados. En este contexto, los
textiles debier on cumplir una impor tante
función en el intercambio con las áreas colindantes. En la Puna de Jujuy, sólo las altas cumbr es, los aflor amientos r ocosos y
las salinas no br indar on for r ajes apr ovechabl es por l os r ebaños de l l am as. Las
prácticas agrícolas tuvieron su apogeo en el
Inter medio Tar dío e Inca (Albeck 1993) y la
pr oducción agr ícol a debió basar se en el
complejo de vegetales microtérmicos andinos (quinoa, papa, oca y ulluco) con la presencia del maíz, de tipo bolita o altiplano,
condicionada por la pr esencia de micr oclimas muy localizados.
La importancia de las prácticas agrícolas en la Puna estuvo r egulada por las variaciones ambientales a nivel local. Altitud,
clima, suelo y disponibilidad de agua operar on como sever os limitantes r estr ingiendo
notablemente los espacios aptos par a la
agr icultur a. Las ár eas con mayor desar r ollo agr ícola cor r esponden a la zona de Casabindo- Doncellas (Figur a 1), en la cuenca
endor r eica de Mir aflor es- Guayatayoc, y el
Río Gr ande de San Juan y Yavi- Sansana,
estos últimos de dr enaje atlántico. El sec-
1 3 2 • Sociedades Precolombinas Surandinas
Figura 1 . Mapa de la zona Casabindo-Doncellas.
tor sudoeste de la cuenca de Pozuelos evidencia un desar r ollo menos significativo,
habida cuenta su m ayor cota al titudinal ,
mientras que en el resto de la Puna de Jujuy las evidencias agr ícolas son escasas o
nulas por idéntica razón.
Aunque es difícil hacer una estimación
de la pr opor ción de la economía que dependía de la pr oducción agr ícola, en r elación con el componente pastor il, cr eemos,
como más seguro, que la agricultura debió
oper ar como complemento de la pr oducción animal. Si bien la abundancia de palas
y azadones en las áreas agrícolas implicó el
movimiento de un volumen y peso impor tante, teniendo en cuenta el tr asl adado
desde las canteras, como piezas elaboradas
o a medio tallar , hasta los poblados y las
áreas de cultivo4.
Un recurso de notable importancia en
la Puna fue la extracción de sal (cloruro de
sodio). Existen evidencias arqueológicas de
esta actividad par a la zona de las Salinas
Gr andes
(Bom an
1908). La actividad
miner a también debió ser im por tante
aunque son muy escasos l os r egistr os
ar queológicos de la
explotación de rocas
metalíferas (Boman,
op.cit.), pero seguram ente se tr ata de
una consecuencia de
la falta de pr ospecciones exhaustivas;
l o m ism o puede
plantear se par a las
actividades de fundición.
El apr ovisionam iento de r ocas
adecuadas par a l a
talla de instrumental
l ítico, en cam bio,
ofrece incontables evidencias recogidas en
los poblados ar queológicos y ár eas de cultivo. Las fuentes de apr ovisionamiento de
estas rocas remiten a los elevados sectores
cor diller anos (Yacobaccio et al. 1999).
Otras prácticas económicas que mantuvier on su vigencia dur ante el Inter medio
Tar dío fuer on la caza y la r ecolección. La
abundancia de camélidos silvestr es, como
la vicuña y en menor medida el guanaco,
constituyó un r ecur so de impor tancia par a
las poblaciones locales. Así lo testifican la
presencia de huesos asignables a vicuña en
los poblados de la época. La recolección de
huevos de suri –ñandú petiso (Pterocnemia
pennata), como complemento de la dieta,
mantiene su impor tancia hoy en día en algunas par tes de la Puna como en la cuenca de Pozuelos. También perduran variadas
pr ácticas de r ecolección de vegetales que,
seguramente, constituyeron un importante
apor te a la dieta en el pasado pr ehispánico (Zaburlín, com. pers.).
Interacciones Surandinas. Aspectos económicos, políticos e ideológicos • 1 3 3
Ahora bien, si la riqueza animal se encontr aba pr eponder antemente en la Puna
jujeña, habr ía que r eflexionar sobr e el r ol
que le cupo a sus poblador es en el inter cambio con las áreas adyacentes. ¿Quiénes
se movilizaban hacia las quebr adas y los
grandes valles en pos de los productos que
no se logr aban pr oducir en la Puna? En la
actualidad son decididamente los puneños
quienes acuden en busca del inter cambio,
del “ cambalache” . Así vemos la pr esencia
de gente de la Puna en deter minadas fiestas donde se practica el trueque, principalmente en la Quebrada de Humahuaca, pero
también inter actúan con el sur de Bolivia
(Abr a Pampa y Manca Fiesta) y con los pisos altos de yungas (Iruya y Santa Victoria).
Sin embar go, lo habitual es que se tr aslade el puneño, excepto en los casos de intercambio con el sur de Bolivia, en los cuales
se movilizan ambas partes5.
La variedad de objetos procedentes de
otr as r egiones, identificados en tumbas, y
referencias etnohistóricas correspondientes
a los primeros años de dominación hispana,
nos muestran la presencia de fuertes lazos
entre los pobladores de la Puna y las sociedades propias de las áreas vecinas. Es probable que esta época, previa a la llegada de
los incas, haya estado caracterizada por una
gran movilidad de productos y personas.
En el caso de l os gr upos Chicha, l a
continuidad espacial entre el área ocupada
por estos gr upos y la Puna de Jujuy (ausencia de barreras naturales) permite plantear una fluida relación entre ambas sociedades. Esto encuentr a su r efer ente en los
hallazgos arqueológicos, básicamente en la
pr esencia de piezas, y fr agmentos cer ámicos de filiación Yavi- Chicha en los sitios de
Casabindo. No sabemos si ocurre lo mismo
en los sitios del sur de Bolivia. Los sitios
más septentrionales tienen mayor frecuencia de material Yavi (Ontiveros, com. pers.).
Se han identificado algunas pocas piezas del estilo Casabindo en sitios de la Que-
br ada de Humahuaca, donde apar ece con
mayor frecuencia la cerámica de estilo Yavi.
Esto podr ía estar indicando vínculos más
estr echos entr e los pueblos de la Quebr ada de Humahuaca con esta última entidad
puneña. No obstante, la pr esencia de motivos negro sobre rojo en la cerámica decorada de Casabindo puede dificultar su identificación en la Quebr ada. En Casabindo, a
su vez, se han r econocido algunas piezas
propias de la Quebrada de Humahuaca pero
no son muy abundantes; ambos sector es
comparten los pucos interior negro.
Los lazos de la Puna de Jujuy con la
Quebrada del Toro y el Valle Calchaquí aún
no han sido desentrañados. En principio son
casi nulos los elementos no per eceder os
que se podr ían r elacionar con los impor tantes grupos sociales que ocupaban estas
áreas. Tan sólo una placa metálica recuper ada en Casabindo podr ía pr ovenir de esta
zona (González 1992).
Los vínculos con Atacama dur ante el
Per íodo Tar dío, por su par te, fundamentales en etapas pr evias (Tar r agó 1994), aún
deber án ser analizados en detalle par a el
Inter medio Tar dío. Lo mismo cabe par a la
r egión de la gr an cuenca del Loa. Un análisis más detallado del material arqueológico depositado en el Museo de San Pedr o
de Atacama y un estudio comparativo entre
el mater ial del Río Loa y el pr ocedente de
la Puna de Jujuy ser án útiles en la definición de esferas de interacción entre ambas
zonas.
PUEBLO VIEJO DE TUCUTE
En tr abajos pr evios (Al beck et al .
1999) se destacó la singularidad de este sitio en el contexto de los demás poblados
conocidos par a el Per íodo Inter medio Tar dío de la Puna de Jujuy. Estos sitios, como
ya dijimos, pr esentan un patr ón de poblamiento que corresponde, con pocas excep-
1 3 4 • Sociedades Precolombinas Surandinas
ciones, al de asentamientos de tipo semiconglomerado, ubicados sobre terrenos fácilmente accesibles y con viviendas de planta r ectangular levantadas con piedr as. Dicho patrón es similar al que caracterizó a la
vecina Quebr ada de Hum ahuaca par a el
Período Medio aunque no así para el Intermedio Tardío, momento en el cual los asentamientos en la Quebrada pasaron a ser de
tipo conglomer ado y, una gr an mayor ía de
ellos, de difícil acceso y ubicados sobre terrenos elevados con una posición estratégica. Fenómeno que no par ece ocur r ir en la
Puna (Ruiz y Albeck 1997).
Pueblo Viejo de Tucute, es un extenso
pobl ado de tipo sem icongl om er ado, que
ocupa dos lomadas, una alta y otr a baja,
ubicadas a ambos lados del ar r oyo de Tucute. El sitio es de difícil acceso desde el
bajo, siguiendo tanto el cur so del ar r oyo
homónimo como las quebradas vecinas. Sin
embar go, no posee un emplazamiento estratégico de dominio del entorno, al hallarse rodeado, en gran parte, por cerros y aflor amientos r ocosos más elevados. Toda la
parte baja de la Quebrada de Tucute se hal l a cubier ta por sistem as de andener ías
prehispánicas.
Se tr ata de un sitio de com pl icado
acceso, per o no se han r egistr ado mur os
per imetr ales ni defensivos, excepto en el
talud que conduce al Pucar á. El patr ón car acter ístico se define por la pr esencia de
ater r azados r ectos, ocasionalmente algo
curvados, sobre los cuales se ubican los recintos, generalmente dos o más. Es común
que los ater r azados adopten la for ma de
pequeñas mesadas pero también se identifican otr os, lar gos, que van siguiendo una
cota con algunas interrupciones o quiebres
(Figur a 2).
Los r ecintos son de planta cir cular y
mayormente presentan diámetros que oscilan entr e los 4 y los 6 m. En mucho menor
númer o apar ecen r ecintos con diámetr os
pequeños, alr ededor de 2 m. Las par edes
fueron levantadas íntegramente con piedras
cortadas en forma prismática, mayormente
haciendo uso de la r oca volcánica (ignimbrita de la Formación Zapaleri), que aparece en las inmediaciones. Los pr ismas son
de tamaños regulares con un largo que oscila entr e los 20 y 40 cm x 20 cm de ancho
y 10 cm de espesor. En contadas ocasiones
se ha hecho uso de una r oca sedimentar ia
que naturalmente adopta la forma de prism as, aunque de m enor tam año y sin l a
misma r egular idad. Las hiladas han sido
dispuestas en for m a al ter nada. com o se
construye una pared de mampostería. Entre
las hiladas se obser va la pr esencia de ar gam asa. Apar ecen escasos r ecintos de
planta cuadr angular en la lomada baja, levantados con paredes de bloques irregular es de piedr a y constr ucción poco cuidada.
En la par te más elevada de la lomada alta
se identificar on dos r ecintos gr andes de
pl anta r ectangul ar , aunque en este caso
constr uidos con los mismos bloques tallados utilizados en los r ecintos cir cular es.
Ambos r ecintos pr esentaban menhir es en
su inter ior , en un caso de for ma cilíndr ica,
en otro, prismática.
En los recintos excavados y sondeados
(6 en total) no se han identificado vestigios
de postes par a el sostén del techo. En R- 1
se obser var on gr andes piedr as planas, talladas en la misma r oca volcánica que los
bloques de las par edes, cubr iendo acumulaciones de fr agmentos cer ámicos cor r espondientes a piezas r otas in situ sobr e el
piso, lo que podr ía vincular a estas r ocas
con la cubier ta o techo. En var ios r ecintos
se ha identificado el vano, aunque no se
puede establecer una orientación preferencial hasta tanto no se complete el r elevamiento del poblado. Es r ecur r ente la pr esencia de un defl ector obl icuo –con fr ecuencia monolítico– fr ente al acceso. Un
r asgo cur ioso fue la pr esencia de r ocas de
las par edes con una per for ación r ealizada
en un apéndice sobr e uno de los lar gos.
Interacciones Surandinas. Aspectos económicos, políticos e ideológicos • 1 3 5
Figura 2 . Plano de Pueblo Viejo de Tucut e.
Como se puede apr eciar , Pueblo Viejo de Tucute se distingue netamente de los
demás poblados conocidos para la Puna en
el Per íodo Tar dío y, por sus par ticular idades ar quitectónicas, constituye un sitio de
características únicas para todo el Noroeste ar gentino. Se cuenta con cuatr o fechados que calibrados ubicarían un recinto excavado (R- 1) entr e el 1.200 y el 1.400
D.C. 6.
Otro detalle que aparta a este sitio de
los demás de la r egión es la pr esencia de
chuño car bonizado. En l a excavación del
recinto R-1 se rescataron varios especímenes de papa car bonizada que inter pr etam os com o chuño, adem ás de gr anos de
maíz y unas semillas no identificadas (Figur a 3). También la pr esencia de entier r os
de pár vulos en el piso de las viviendas en
el ár ea cer cana al acceso constituye un
r asgo distintivo de este sitio.
En un pr om ontor io r ocoso, ubicado
entr e la lomada alta y la baja, se encuentr a el Pucar á de Tucute o de Sor cuyo que
posee características defensivas (Casanova
1938; Ruiz y Al beck 1997). El afl or am ien-
1 3 6 • Sociedades Precolombinas Surandinas
Este antiguo
pobl ado, de car acter ísticas tan par ticul ar es, coexistió
con los que hemos
car acter izado como
pr opios de la Puna
de Jujuy. Par a el
área de Casabindo y
Doncel l as se han
dado a conocer tres
asentam ientos de
este tipo: Puebl o
Viejo de Potr er o
(Albeck et al. 1998,
2001) y Ojo de Agua
(Dip 2000, 2001a,
2001b) con fechados
anál ogos a l os de
Tucute8 y Agua Caliente de Rachaite o
Figura 3 . Plant a del recint o R-1 de Pueblo Viejo de Tucut e (rest os veget ales)
Doncellas, con una
(A lbeck 1 9 9 7 ).
ocupación que se
to rocoso presenta elevados paredones verinicia en el Per íodo Medio y continúa hasta
ticales que lo hacen naturalmente inexpugla etapa hispanoindígena (Alfaro 1988 Alfaro
nable y cuenta con un único acceso inter y Suetta 1976; Ottonello 1973). Estos sitios
ceptado por mur allas defensivas. En la r epresentan arquitectura de planta rectanguducida superficie que ocupa, se observa una
lar car acter ística (Figur as 4 y 5) y los congran densidad de recintos de forma variable
juntos cer ám icos car acter ísticos, si bien
con paredes levantadas con piedras irregucuentan con algunas formas afines (Figura
lar es. El Pucar á de Tucute no ser ía un po6), se distinguen por la proporción de los tiblado, se trataría de un lugar eminentemenpos or dinar ios y decor ados tanto en l os
te defensivo, un verdadero pucará. Este úlconjuntos de superficie como los recuperatimo sitio, sin embargo, carece de investigados en las unidades domésticas excavadas
ciones sistemáticas por lo cual aún no son
(Figur a 7). Por su par te, Puebl o Viejo de
claros sus vínculos con el asentamiento que
Tucute tampoco encuentra parangón en los
se extiende a sus pies.
sitios arqueológicos que corresponden a las
Pueblo Viejo de Tucute, se distingue
dem ás sociedades descr iptas par a l as
además por la presencia de cerámica alisaár eas aledañas Lípez, chichas, omaguaca,
da de excelente factura pero sin decoración
atacama y calchaquí.
o apenas con un baño r ojizo muy liviano.
Las formas corresponden a grandes piezas
globular es con cuello, escudillas y pequeLAS UNIDADES POLÍTICAS
ñas piezas con modelados zoomor fos en
Se conocen de manera insuficiente las
for ma de llamas (Albeck et al. 1995).
transformaciones ocurridas desde la insta-
Interacciones Surandinas. Aspectos económicos, políticos e ideológicos • 1 3 7
Figura 4 . Plano Ojo de
Agua (Dip 2001a).
l ación de l as pr im er as sociedades agr opastor iles en la Puna hasta la constitución
de l os gr andes pobl ados que per dur ar on
hasta l a l l egada del español . Sin em bar go, var ios de l os pobl ados ar queol ógicos
se pueden r etr otr aer hasta l a época de
Tiwanaku. La Puna ar gentina cuenta con
pocas evidencias contundentes de l a influencia Tiwanaku per o hay var ios indicios
esporádicos que, con el tiempo, tal vez nos
per mitan obtener un panor ama más acabado sobre el influjo de Tiwanaku en el extr emo nor te de nuestr o país.
No sabemos cuál fue la r eal influencia de Tiwanaku en l a Puna ar gentina.
Tampoco sabemos si los conflictos interétnicos, sur gidos en el ám bito sur andino
después del col apso Tiwanaku y que se
tr aducen en el sur gim iento de pobl ados
el evados con ubicación estr atégica –l os
pucar á– son r ealmente una consecuencia
de este colapso. En este contexto, es pr eciso tener en cuenta que los pr ocesos sociales, or ganizativos y económicos que tuvier on l ugar en l a Puna de Jujuy dur ante
el Inter medio Tar dío fuer on difer entes de
l os que ocur r ier on en l as ár eas al edañas
(Ruiz y Al beck 1997).
Lo que resulta notable al comparar la
Puna ar gentina con l as ár eas al edañas
(quebr adas, val l es, puna bol iviana y ár ea
atacameña) es la baja fr ecuencia con que
apar ecen los poblados de tipo pucar á. En
la Puna continuó vigente, hasta la llegada
de los eur opeos, el patr ón de poblamiento car acter ístico de l a época anter ior y
sól o se conocen unos pocos ejem pl os de
poblados elevados (Ruiz y Albeck, op. cit.).
A par tir del sigl o XI se evidencia un
flor ecimiento de las sociedades indígenas
de l a Puna de Jujuy. La gr an m ayor ía de
los sitios ar queológicos conocidos cor r esponden a este momento y, al igual que en
los valles adyacentes, debió r egistr ar se un
m ar cado aum ento de pobl ación. La pr esencia de un gr an númer o de sitios, algunos de gr an tam año, apuntar ían en ese
sentido. En ese m om ento se r egistr ó el
clímax del desar r ollo agr ícola y pr obablemente también ganader o de la r egión. La
impor tancia de la industr ia textil, r eflejada
en l a abundancia de objetos vincul ados
con esta actividad, muestr a el impor tante
r ol que l e cupo al tejido, pr obabl em ente
como un bien de inter cambio fundamental
con las ár eas vecinas.
1 3 8 • Sociedades Precolombinas Surandinas
Figura 5 . Plant a del recint o R-3 de Ojo de Agua (Dip 2000).
Desde los tr abajos de Kr apovickas a
fines de 1970, se entiende a los Casabindo
y Cochinoca como una entidad restringida a
la Puna de Jujuy (op.cit.:85) y distinta de
los demás gr upos que ocupaban las ár eas
colindantes (gr andes valles y quebr adas y
oasis tr ansandinos). Ambos gr upos puneños tenían una gr an afinidad y es pr obable
que hayan constituido dos parcialidades de
una misma unidad social. En los documentos m ás tem pr anos, en gener al , se hace
r efer encia excl usivam ente a Casabindo8
Interacciones Surandinas. Aspectos económicos, políticos e ideológicos • 1 3 9
el poder efectivo y el significado
r eal que tenían estos cur acas
70
dentr o de l a sociedad y desde
cuándo existían como tales.
60
Los chichas fuer on una so50
ciedad numér icamente super ior
40
a l os de l a Puna de Jujuy. Es
pr obable que hayan estado sub30
divididos en par cialidades (Palo20
meque com. pers.) aunque la infor mación con que se cuenta es
10
escasa. Sin em bar go, com o ya
0
se señaló anter ior mente, existe
Ordinario Int. Negro
Pintado c/mica dor. Rojo Pulido Peña Color.
Inca
Otros
docum entación que distingue a
Tipos cerámicos
90
los Apatamas como una par ciaOjo de Agua
Tucute L Baja
lidad chicha (Pr esta, op.cit.).
80
Desde l a ar queol ogía se
70
postula que los Omaguacas con60
taban al m enos con tr es gr an50
des unidades sociopolíticas ubicados al nor te (Om aguaca), en
40
el sector centr al (Til car a) y al
30
sur (Til ian). Sin em bar go no se
20
engl obaban bajo un l ider azgo
10
único. Lo m ism o cabe par a l os
gr upos diaguitas. En el caso de
0
Ordinario Int. Negro Pintado c/mica dor. Rojo Pulido
Peña
Inca
Otros
l os atacam eños tam poco se ha
Color.
accedido a infor mación sobr e su
Tipos cerámicos
or ganización a la llegada de los
Figura 6 . Porcent aje de t ipos cerámicos. a) M at erial de
superf icie y excavación de R-1; b) R-3 en Tucut e y Ojo de españoles y tampoco en el caso
A gua.
de Lípez.
¿Qué r ol l e cabe entonces
(Betanzos 1999 [1551]) y en 1654, cuando
a Pueblo Viejo de Tucute en este concier se hace el pr imer padr ón de los indios ento?
comendados a Pablo Ber nar dez de Ovando, el cacique de Casabindo er a Gober nador y cacique principal de casabindos y coREFLEXIONES
chinocas.
El registro etnohistórico de la presenEn tr abajos anter ior es, la par ticular icia de cur acas, al m om ento de l a l l egada
dad del patr ón ar quitectónico de Puebl o
de los españoles, y el hecho de que el cuViejo de Tucute se inter pr etó com o el r er acazgo se her edaba dentr o de un l inaje
fl ejo de una identidad étnica distintiva de
(Pal om eque 2006), ser ía otr o indicio que
sus antiguos pobl ador es (Al beck et al .
apunta a la pr esencia de una sociedad je1998), identidad ésta que sólo encontr aba
r ar quizada. Sin embar go, en el estado acpar angón en l os pobl ados ar queol ógicos
tual del conocimiento, es difícil establecer
de filiación aymar a conocidos par a las in%
%
80
Ojo de Agua
Tucute L Alta
1 4 0 • Sociedades Precolombinas Surandinas
m ediaciones del l ago Titicaca y extr em o
nor te de Chile (Albeck 1999). Sin embar go,
la gran distancia que media entre estos espacios y la Puna de Jujuy tor naba el planteo en algo extravagante. Con posterioridad
a estos trabajos, el análisis comparativo con
la ar quitectur a aymar a y chipaya (Gisber t
1988), ha per mitido r econocer un espectr o
mucho más amplio, de rasgos arquitectónicos comunes con las r uinas ar queológicas
de Pueblo Viejo de Tucute y ha llevado a
consider ar lo como pr oducto de una sociedad altiplánica, pr obablemente afín a los
grupos étnicamente aymara.
Estos fuer on uno de l os pr incipal es
grupos que poblaban el altiplano andino en
el Per íodo Inter medio Tar dío9. Er an fundamentalmente grupos pastores y guerreros,
cuyas ár eas nuclear es se encontr aban en
las tier r as altas al oeste y sur del lago Ti-
Figura 7 . Formas cerámicas en Tucut e y Ojo de Agua (Albeck et al 1995; Dip 2001b).
Interacciones Surandinas. Aspectos económicos, políticos e ideológicos • 1 4 1
ticaca, el “ urcosuyo” . El espacio altiplánico
era compartido con otros pueblos, entre los
cuales se destacaban los collas, ocupantes
del “ umasuyo” , pastores pero también agricultor es, que se encontr aban en la par te
norte y oriental, más baja y húmeda. Según
algunos autores, estos grupos habrían sido
parcialmente desplazados por los de habla
aymar a en épocas pr evias a la conquista
incaica (Bouysse Cassagne 1987:297). El
“ eje acuático” (Titicaca, Desaguader o, Poopó, Lakajahuira, Coipasa), por su parte, era
el ámbito de los ur us, pescador es y r ecolector es. Estos tr es gr upos pr incipales se
diferenciaban no sólo por su espacio de residencia y economía sino también por sus
lenguas y costumbres. No obstante, la convivencia próxima llevó a préstamos culturales y aún a la desapar ición de algunos por
su asim il ación con l as m ás dom inantes
(Wachtel 2001 [1990]).
Si bien gran parte de la Puna de Jujuy
corresponde a cuencas endorreicas, ricas en
pasturas naturales, su historia arqueológica
es difer ente de la altiplánica. A par tir de la
información existente, se puede plantear que
estuvo habitada por grupos de tradición local, que se r emontan al menos hasta la
época de Tiahuanaco y que mantenían vínculos con los pueblos de la Quebr ada de Humahuaca y de los oasis transandinos. Estos
gr upos locales de Casabindo y Cochinoca,
utilizaban viviendas de planta rectangular y
la cerámica de estilo Casabindo y continuar on en la zona hasta el momento del contacto hispano- indígena y colonial, cuando
fueron encomendados a diferentes españoles para finalizar como parte del Marquesado de Tojo (Madrazo 1982:56).
En determinado momento del Período
Intermedio Tardío debieron ingresar grupos
de raigambre altiplánica para asentarse en
la zona de Casabindo. Este evento se podría
fijar como previo al 1.300 D.C., momento en
que se encuentran definitivamente instalados en Pueblo Viejo de Tucute. No sabemos
qué vínculos establecieron con la población
local preexistente pero, si hacemos parangón con l o ocur r ido m ás al nor te, en l a
hoya del Titicaca, Desaguader o y ár eas colindantes, podr ían haber gener ado una r elación de dominación- dominado, análoga a
l a establ ecida con l os ur us, teniendo en
cuenta su superioridad numérica, organización, tecnol ogía y actitud bel icosa. Esto
probablemente se pudo traducir en un control de las redes de intercambio y en la ausencia del sur gimiento de poblados defensivos, los pucará.
Surge también como hipótesis de trabajo, si el cambio en el patr ón de asentamiento (poblados ubicados en áreas elevadas y con ubicación estr atégica) r egistr ado
en los valles y quebr adas adyacentes a la
Puna de Jujuy pudo haber sur gido en r espuesta a la pr esencia cer cana de una sociedad extraña, agresiva e importante numéricamente como la que se instaló en la zona
de Casabindo en una fecha que aún se
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NOTAS
1
Algunos docum entos extender ían el ter r itor io Om aguaca hasta Sococha, excluyendo así
a la zona de Yavi y Sansana del ter r itor io chicha (Zanolli 1997), esto últim o, sin em bar go,
no cuenta con sustento desde la ar queología,
como ya había apuntado Krapovickas 1978:89).
2
En 1655 al r ealizar se el padr ón de for aster os
casados con originarias de Casabindo y Cochinoca para reducirlos en las cabeceras, una de
las familias empadronadas residía en Cerrillos,
ubicado inmediatamente al este de Pozuelos.
En 1811 Yoscaba y Puesto, ubicadas en el sector nor te de la cuenca de Pozuelos er an tierras vinculadas al Marqués de Yavi. Agradecemos a Silvia Palomeque el habernos facilitado
una tr anscr ipción de ambos documentos (Palomeque 2006).
3
Aunque la constur cción de r ecintos de siem br a de Coctaca iniciado dur ante los Per iodos
Medio y/o Tar dio denotan un excelente nivel
de m anejo tecnológico.
4
La continuidad de las pr ácticas agr ícolas dur ante la época colonial en la zona de Casabindo y la dificultad de acceder a her r am ientas de metal par a el tr abajo agr ícola nos lleva
a plantear com o hipótesis de tr abajo que las
pal as l íticas se continuar on usando hasta
tiem pos no tan r em otos.
5
Esto pr obablem ente sea un r eflejo de la situación fr onter iza que afecta el m ovim iento
de bienes y per sonas.
6
El Inicio de la ocupación de R- 1 ha sido fechado en: LP- 500 680± 50 A.P., dos sigma cal.
1267- 1401 D.C.; LP- 506 910± 60 A.P., dos sigm a cal. 1013- 1275 D.C. (pr obablem ente por
efecto de “ old wood” ); LP- 599 670± 60 A.P.,
dos sigma cal. 1218- 1402 D.C. El abandono R1 ha sido fechado en: LP- 1480 640 ± 70 A.P.,
dos sigm a cal. 1269- 1431 D.C. 95% de pr obabilidad par a los cuatr o fechados, calibr ados
según Stuiver y Reim er 1993.
7
Fechado de Pueblo Viejo de Potr er o: LP- 519
850 ± 50 A.P., dos sigm a cal. 1040- 1283 D.C.
Fechado de Ojo de Agua: LP- 1520 680 ± 70
años 14C A.P., dos sigm a cal. 1229 - 1411 D.C.
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Interacciones Surandinas. Aspectos económicos, políticos e ideológicos • 1 4 5
Pr obabilidad del 95% par a am bos fechados,
calibr ados según Stuiver y Reim er 1993.
8
Una excepción constituye la encomienda otorgada por Fr ancisco Pizar r o en 1549 que menciona a los cochinoca y no a los casabindo.
9
Somos conscientes de lo que implican los conceptos de lengua, etnía o categor ía adm inistr ativa colonial y tam bién que el tér m ino “ aym ar a” puede aplicar se en cualquier a de los
tr es.