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Introducción Marcos Engelken El Encuentro Iberoamericano de Innovación Social y Cultural se abrió y se cerró con la misma cuestión: dilucidar si resulta realmente pertinente hablar de innovación social. A este respecto, la intervención final de Javier Echeverría introducía una nueva perspectiva. A su entender, desde el momento en que debatimos sobre innovación social –su significado, sus limitaciones o la propia conveniencia del término– ésta existe ya en tanto que área de estudio. Si bien aún carecemos de una noción precisa, los contornos de este concepto se irían vislumbrando en el debate. Este argumento, pese a su atractivo, deja un problema irresuelto: el de la utilidad analítica del concepto de innovación. Aun cabe objetar que su popularidad y conversión en área de trabajo sea solo reflejo de una moda. Quizás el debate en torno a la innovación social sea consecuencia, simplemente, de su utilización por parte de las autoridades británicas, finlandesas, suecas… y, más recientemente, de la Comisión Europea (cf. Echeverría y Merino, en prensa). Es decir, sea fruto antes de un acto performativo, que resultado de la utilidad analítica del concepto. En esta breve introducción nos ocuparemos de este problema, atendiendo para ello a lo que el siguiente conjunto de ensayos de este libro tiene que decir al respecto. Dada la relativa confusión de expresiones como innovación tecnológica, innovación social, innovación cultural, innovación conceptual, etc. y, sobre todo, el talante laxo con el que se suele saltar de una a otra o adjetivar el sustantivo innovación según convenga al caso, nos retrotraeremos en el debate para comenzar hablando de innovación «a secas», sin presuponer ningún campo particular de aplicación. Al fin y al cabo, lo peor que le puede suceder a un concepto, junto a su falta total de significado, es que imponga fronteras excesivamente rígidas e irreales entre fenómenos sociales difusos e interrelacionados (cf. Nussbaum, 2001: 133). Contexto y usos de la innovacio n social.indb 113 16/02/12 10:32 114 MARCOS ENGELKEN No obstante, esta falta total de significado amenaza al término innovación. La actual situación del debate recuerda a lo sucedido con la noción de identidad, también en boga hace años. Parafraseando a Brubaker y Cooper (2000: 1), no parece descabellado sostener que el concepto de innovación tiende a significar demasiado (como en el discurso gerencial, estudiado por Alonso y Fernández Rodríguez [ver capítulo en este libro]), demasiado poco (cuando es pensado exclusivamente en términos de I+D+i [Echeverría y Merino, en prensa; von Hippel, 2005]) o nada en absoluto (debido a su total ambigüedad). En esta introducción argumentaremos que el concepto de innovación sí tiene utilidad analítica y, por tanto, que su uso puede legitimarse en términos estrictamente teóricos. Más aún, no solo puede aplicarse analíticamente de manera satisfactoria, sino que su contenido, tal y como es concebido por el siguiente conjunto de ensayos, y en general por la mayoría de los textos de este libro, mantiene una conexión directa con su aplicación práctica, es decir, con el fomento y apoyo de la innovación. Aún persisten, no obstante, ciertos problemas que marcan la agenda de investigación para años venideros. 1. EL CONCEPTO DE INNOVACIÓN SOCIAL: CONTENIDO Y DIMENSIONES Probablemente el rasgo unificador más elemental del concepto de innovación, si tomamos el siguiente conjunto de ensayos como representativo del debate actual, sea su vinculación con una teoría de la acción. En este sentido, y por expresarlo lacónicamente, innovaciones serían todas aquellas soluciones novedosas dadas intencionalmente a lo que se percibe como un problema, una insuficiencia o simplemente como una realidad mejorable. Sobre este punto coinciden todos los trabajos de esta sección, así como buena parte de los estudios realizados desde entidades destacadas como CRISES o NESTA (véanse, por ejemplo, las innovaciones reseñadas en Andrew y Klein, 2010 y Bedell y Young, 2009). Integrar el concepto de innovación dentro de una teoría de la acción implica, entre otras cosas, observarla como el producto más o menos deliberado de las acciones de actores individuales o colectivos, lo que sitúa la labor de la teoría en explicar qué actores, con qué motivaciones, de qué modo y en qué contextos producen innovaciones. Supone, además, acotar el concepto de innovación a soluciones generalmente de carácter micro y, solo ocasionalmente, meso. Implica, finalmente, acuñar un concepto que tenga una traducción práctica relativamente directa (véase, v.g., SIE, 2011), es decir, que pueda ser aplicado con relativa sencillez en el Contexto y usos de la innovacio n social.indb 114 16/02/12 10:32 INTRODUCCIÓN 115 fomento y apoyo de la innovación; al menos, si se compara con sus concepciones alternativas (cf. infra). Concebir la innovación de este modo no es una cuestión trivial; y probablemente tampoco sea un planteamiento exento de problemas. Consideremos que la innovación no siempre ha sido vista de este modo. Otros autores han admitido como innovaciones (en este caso, sociales) no solo aquellos cambios que podríamos considerar como intencionales, sino también aquellos otros que solo una perspectiva sistémica puede aprehender adecuadamente (v.g. Gillwald, 2000: 14-18; Zapf, 1989). Fenómenos emergentes, es decir, surgidos de la complejidad autoorganizada, sin ser reconducibles a la actividad intencional de ningún actor individual o colectivo (Morin, 2001: 333), han sido considerados innovaciones sociales, siempre y cuando mostrasen otra serie de atributos; entre ellos, dar respuestas nuevas a problemas sociales y ser de una profundidad tal, que afectasen al proceso de cambio social en perspectiva macro. La aparición de nuevos estilos de vida o nuevas formas de organización familiar (v.g. familias monoparentales) pasarían, bajo este prisma, a ser considerados innovaciones sociales, con independencia de si fueron intencionales o, más bien, resultado acumulado (emergente) de un conjunto difuso de transformaciones sociales y conflictos. Los ensayos recogidos en esta sección del libro, y en general el resto de trabajos que lo componen, tienden a excluir esta visión de las cosas y a presentar por innovaciones aquellas transformaciones que sí tienen detrás a algún actor social, ya sea individual o colectivo. Como se adelantó, es ésta una visión común en centros como CRISES o NESTA. Tal perspectiva cuenta con una importante ventaja: define de manera relativamente precisa aquel conjunto de cambios (intencionales) que podrían considerarse potencialmente como innovaciones y excluye aquellos otros (no intencionales o emergentes) que deberían ser recogidos por otro concepto, típicamente el de cambio social. El concepto de innovación, en este caso, sí establece una diferencia «que hace una diferencia» (Bateson, 1979: 99) y adquiere, por tanto, utilidad analítica, i.e. proporciona información1. Obviamente, definir la innovación dentro de una teoría de la acción plantea problemas teóricos importantes. El mayor de ellos es, probablemen1 Sin entrar en debates acerca de cómo proceder a la hora de construir conceptos en ciencias sociales (ya sea recurriendo a la «categorización clásica», a «parecidos de familia» o a «categorías radiales»; cf. Collier y Mahon, 1993), lo cierto es que, a la postre, todo concepto que quiera facilitar la observación debe ser capaz de distinguir aquello que nomina de aquello otro a lo que no está aludiendo. Contexto y usos de la innovacio n social.indb 115 16/02/12 10:32 116 MARCOS ENGELKEN te, el de formular una noción de intencionalidad que no constriña en exceso aquellos fenómenos que puedan caer bajo el concepto de innovación. En este sentido, el capítulo de Murguía (en este libro) ofrece un primer esbozo de esta noción. Para ella, las intenciones deben ser concebidas como parte de la acción planificadora, que contempla como incierta y jerárquica. De este modo, conserva el concepto de intención, pero consigue a la vez introducir la incertidumbre, las consecuencias imprevistas de la acción, en el mismo. Centrar la atención en la acción intencional de los actores sociales no implica necesariamente, ni debería hacerlo, prescindir del análisis de los condicionantes de la misma. Es éste un punto sobre el que insisten todos los capítulos de esta sección. Pérez Sedeño (en este libro) recalca la importancia de la definición-construcción simbólica de un problema como elemento previo de la innovación social (Olivé, en este libro, formula una idea similar al hablar de «prácticas de innovación»). Para esta autora, las innovaciones conceptuales juegan un papel fundamental, que consiste básicamente en hacer visible un problema y ofrecer herramientas conceptuales para que el mismo sea luego abordado mediante un tipo u otro de innovación. El rol de los diversos actores sociales es otro aspecto importante también desarrollado en el siguiente conjunto de ensayos. Murguía (este libro) destaca la importancia de lo que denomina «agentes externos» en la innovación social. Su participación no supone una condición necesaria, pero sí favorable para la innovación. Condición necesaria sí es, a tenor de lo expuesto por Murguía, Pérez Sedeño y Olivé (en este libro), la participación activa de las personas y grupos sociales afectados por un problema en el desarrollo de la innovación que ataje o suavice dicho problema. El contexto cultural constituye, asimismo, otra dimensión que ha captado buena parte de la atención de los ensayos siguientes. Existe consenso en una serie de aspectos sustanciales. En primer lugar, la cultura científica y tecnológica es contemplada como un factor de innovación, en tanto –por decirlo en los términos de Olivé (este libro)– permite aumentar la «capacidad innovadora», es decir, la «capacidad de generar conocimiento y de aplicarlo». Nótese, además, que el énfasis se sitúa no solo en los adjetivos de esta expresión (científica y tecnológica), sino también en el sustantivo (cultura). Como bien recalca este autor, no se trata simplemente de introducir más tecnología para tener más innovación. Por otra parte, junto con el rol de la cultura científica y tecnológica, se insiste en la importancia de considerar la cultura local; y esto por varias razones. De un lado, es ésta la que da sentido a la innovación (cf. Olivé y Muñoz, este libro), la que permite, en pri- Contexto y usos de la innovacio n social.indb 116 16/02/12 10:32 INTRODUCCIÓN 117 mera instancia, calificar una innovación como tal, aprehenderla en una narrativa coherente. Del otro, no considerarla puede conducir a consecuencias desastrosas (cf. Muñoz y Pérez Sedeño, este libro), por ignorar el contexto de posibilidad y de limitaciones de ciertas prácticas e innovaciones. Pérez Sedeño mencionará, a este respecto, las funestas consecuencias que tuvo la donación y distribución de dispositivos intrauterinos en Bangladesh. Cómo enlazar la cultura local con la cultura científica y tecnológica es un tema expresamente tratado por Olivé (en este libro). El contexto socioestructural es mencionado como otra dimensión relevante, si bien son pocas las reflexiones que se dedican al mismo en los siguientes ensayos. Alonso y Fernández Rodríguez (este libro) describirán el delicado equilibrio que existió entre competencia, seguridad y estabilidad, para explicar las innovaciones tecnológicas y de productos en la etapa fordista y que la actual literatura del management se empeña en ignorar. Murguía, por su parte, sostendrá que son las situaciones de privación las que, en contra de lo esperado, fomentan las innovaciones sociales (se volverá sobre esto más adelante). Sin pretender ser exhaustivos, son éstas las principales características y dimensiones del concepto de innovación que nos presenta el siguiente conjunto de ensayos. Nos permiten retomar la cuestión que planteamos al comienzo de esta introducción. 2. POTENCIALIDADES Y LIMITACIONES: UNA AGENDA DE INVESTIGACIÓN Una valoración crítica de lo expuesto hasta el momento permite identificar tanto potencialidades, como limitaciones del concepto de innovación; irónicamente, permite reconducir ambas a un mismo aspecto: el carácter abstracto de este concepto y, por tanto, su amplitud. La innovación, como se argumentó anteriormente, se liga a una teoría de la acción; una característica que, si bien controvertida, encierra ciertas ventajas. De un lado, permite ganar un concepto analíticamente útil y, en consecuencia, aplicable en la labor científica y en el trabajo teórico. La innovación –según se definió más arriba– puede ser contemplada como el conjunto de soluciones novedosas dadas intencionalmente a lo que se percibe como un problema, una insuficiencia o simplemente como una realidad mejorable. Este énfasis en la acción intencional, repensada de acuerdo a las directrices Contexto y usos de la innovacio n social.indb 117 16/02/12 10:32 118 MARCOS ENGELKEN expuestas por Murguía (en este libro), facilita además su traducción práctica, es decir, poner el conocimiento empírico y teórico al servicio del fomento y el apoyo práctico de la innovación (cf. SIE, 2011). Por otra parte, un concepto tal de innovación abre, como sostenía Echeverría al final del Encuentro Iberoamericano de Innovación Social y Cultural, un campo de estudio cuyos contornos vamos vislumbrando. En todo caso, un área de investigación amplia que permite integrar de manera coherente diferentes dimensiones y factores: culturales, socioestructurales, procesos micro, meso y macro, reflexiones axiológicas, problemas filosóficos (en torno a la intencionalidad, por ejemplo), etc. No obstante, persisten ciertas limitaciones. De un lado, sigue existiendo una cierta ambigüedad asociada al concepto de innovación, si bien no conviene exagerar la magnitud de este problema. Probablemente su ambigüedad no sea mayor que la de otras nociones igualmente abstractas. Cambio social, democracia, sociedad civil, nación, riesgo, identidad colectiva o sistema social son términos plenamente asumidos en ciencias sociales, pero con las mismas deficiencias (y potencialidades) conceptuales que las que podemos apreciar en el término innovación. En cualquier caso, convendría introducir algún punto de orden en el debate en torno a esta última noción. Aún persiste, como se sostuvo anteriormente, una relativa confusión entre las expresiones innovación tecnológica, innovación social, innovación cultural, innovación conceptual, etc. Las diferencias entre tales conceptos pueden ser, sin embargo, de hondo calado. Alonso y Fernández Rodríguez (en este libro) situarán las claves de la innovación tecnológica y de productos en la situación de competencia oligopolística. Murguía (este libro), en cambio, sostendrá que las innovaciones sociales se ven impulsadas, paradójicamente, por situaciones de privación y falta de reconocimiento (en el sentido de Honneth, 1994). Pérez Sedeño (este libro) parece concordar con Murguía en varios aspectos (la lucha por el reconocimiento entre otros), pero cabe sospechar que la innovación conceptual no transcurra completamente por los mismos cauces ni se vea facilitada por los mismos elementos que las innovaciones sociales. En cualquier caso, la alusión a la lucha por el reconocimiento, aún tomándola como correcta, sigue siendo vaga: no todas las situaciones de privación de reconocimiento dan lugar a innovaciones sociales. Aceptando que sea una condición necesaria, en ningún caso se trata de una condición suficiente. Las innovaciones democráticas –que ni siquiera sabemos si denominar democráticas, políticas, sociales o sociopolíticas– también pueden ser explicadas parcialmente como resultado de Contexto y usos de la innovacio n social.indb 118 16/02/12 10:32 INTRODUCCIÓN 119 una falta de reconocimiento, pero añaden más variabilidad. Han sido resultado de la actividad de partidos políticos (los presupuestos participativos en Brasil, por ejemplo), de la sociedad civil en sentido estricto (las innovaciones en e-democracia promovidas por MySociety en el Reino Unido) o pueden ser vistas directamente como resultado de procesos de I+D+i (los Deliberative Polls de Fishkin o las asambleas de ciudadanos de Warren) (una visión global de este panorama puede encontrarse en Smith, 2009). La teoría de la innovación debe avanzar, en suma, en el desarrollo de una tipología coherente con el saber empírico acumulado hasta el momento y/o establecer tipos ideales que sirvan como ese punto de orden que mencionábamos anteriormente. Hablar de innovación en general o adjetivarla en ausencia de alguna tipología compartida difícilmente permitirá acumular conocimiento y clarificar nuestro objeto de estudio: lo que en un determinado nivel de abstracción es idéntico, se desvanece en una multitud de fenómenos profundamente diversos a nivel empírico. Requerimos, por tanto, alguna forma de teorización tipológica, es decir, que proceda identificando aquellas configuraciones de variables que se dan típicamente en un conjunto de casos y no en otros y que, de este modo, permita conferir sentido teórico a los resultados arrojados por los múltiples estudios de caso hechos hasta el momento (Blatter y Blume, 2008: 335-349). Por otra parte, frente a las concepciones idealizadas, «buenistas», de la innovación, los ensayos recogidos en esta sección subrayan el carácter ambiguo de la misma (v.g. Muñoz, este libro; Alonso y Fernández Rodríguez, este libro). Innovaciones financieras recientes, en particular los productos financieros derivados, han estado en la base del enriquecimiento y del empobrecimiento de las principales economías del Globo, por ejemplo (Alonso y Fernández Rodríguez, este libro). Esta ambigüedad de la innovación requiere de una reflexión más pausada sobre la dimensión temporal, que apenas ha sido abordada por la teoría de la innovación hasta el momento. A esto se le asocia otro déficit, sintomático del primero: desde el punto de vista metodológico, se aprecia una clara preferencia por las explicaciones en términos de los efectos medios (i.e. estables) de una variable sobre otra, en detrimento de explicaciones más mecanicistas (Hedström y Ylikoski, 2010) o procesuales (Mahoney y Terrie, 2008). En este sentido, la vía abierta por Gurrutxaga Abad (2010) al concebir la innovación en términos de «modelos» constituye una alternativa fructífera con la que complementar la reflexión teórica expuesta en los ensayos que siguen. Contexto y usos de la innovacio n social.indb 119 16/02/12 10:32 120 MARCOS ENGELKEN 3. CONTENIDO DE LOS CAPÍTULOS El capítulo de Luis Enrique Alonso y Carlos Jesús Fernández Rodríguez nos presenta un análisis del discurso gerencial o del management. A partir de una contradicción performativa –el imperativo «¡innova!», que se encuentra en la base de esta literatura– los autores van desgranando cómo esta literatura va articulando un discurso prescriptivo, de exaltación de una determinada personalidad –«directivo-héroe», «visionario», «gurú» o «emprendedor»– y paralela demonización de la burocracia y rigidez organizativa. En este contexto, el término innovación pasa a convertirse en un tópico rutinario, aplicable a personas (personas innovadoras), procesos (procesos innovadores), productos (productos innovadores), culturas (cultura innovadora) o empresas (empresas innovadoras). De este modo, «la innovación pasará a ser así prácticamente todo (y, por eso mismo, será nada)». Particularmente insidioso será lo que los autores denominan el carácter «desterritorializado» de la innovación, es decir, su concepción al margen del contexto histórico, institucional y cultural en el que acaece. Toda teoría de la innovación deberá ir, a juicio de Alonso y Fernández Rodríguez, más allá de la vacua apelación a la creatividad y a la iniciativa personal. El trabajo de Adriana Murguía, por su parte, toma su material empírico de las experiencias innovadoras recogidas en Claves de la Innovación Social en América Latina, editado por la CEPAL. En particular, aquellas experiencias orientadas a la población juvenil en situación de riesgo y a la afirmación de derechos. La tesis central de Murguía será que la innovación social tiene «características muy distintas de la innovación sin apellido», que desarrolla en tres puntos: las condiciones estructurales para la innovación; el papel de los valores y la racionalidad en los procesos innovadores y la imbricación de estos dos elementos; y los agentes de la innovación social. El ensayo de León Olivé pondrá el acento en la dimensión cultural de la innovación. A partir de la distinción entre cultura científica y tecnológica, de un lado, y culturas locales, del otro, lo que requiere la innovación es una delicada combinación de ambas. La primera contribuye al aumento de la «capacidad innovadora», es decir, de la «capacidad de generar conocimiento y de aplicarlo». La segunda, en cambio, es la que confiere sentido a toda innovación. Lo crucial, por tanto, serán las prácticas de apropiación de la cultura científica y tecnológica por parte de los diferentes grupos sociales. Olivé desarrollará dos alternativas: la hibridación o incorporación de la cultura científica y tecnológica a la cultura local y la constitución de redes socio-culturales de innovación. Contexto y usos de la innovacio n social.indb 120 16/02/12 10:32 INTRODUCCIÓN 121 Eulalia Pérez Sedeño se centrará en un caso concreto: la influencia que el concepto de género ha tenido en el ámbito de la salud. Su tesis central es que «la innovación conceptual puede, y de hecho lo hace, producir innovaciones sociales de gran calado». En este sentido, el concepto de género ha permitido, de un lado, diferenciar entre la construcción social de los roles de género y la realidad biológica del sexo. Del otro, ha puesto de relieve que el sexo no es una realidad simplemente dicotómica (hombres / mujeres), sino que alude a un fenómeno mucho más complejo. Aplicado al campo de la salud, ha coadyuvado a visibilizar la desigual incidencia de determinados problemas de salud sobre unas personas u otras y a atribuir tales desigualdades a cuestiones biológicas o socioculturales. Se rompe así con la falsa creencia de que todos los cuerpos humanos son básicamente iguales. Esta nueva representación simbólica de la realidad ha permitido, y permitirá, definir nuevas formas de encarar los problemas sanitarios y mostrar nuevos problemas que solo ahora estamos comenzando a abordar. Finalmente, el trabajo de Emilio Muñoz aborda la compleja relación existente entre cultura e innovación. Reconstruye históricamente la relación, no exenta de problemas, entre ambos conceptos; desde una visión economicista de la innovación, que desdeñaba todo factor cultural, hasta el momento presente, en el que Muñoz detecta una curiosa paradoja: justo cuando tomamos conciencia de la importancia de los factores culturales para la innovación, ésta alcanza un ritmo tal que ha tornado dichos factores impotentes o, en otras palabras, les ha privado de su capacidad para encauzar de manera relativamente razonable los procesos de cambio. «En esta pérdida de orientación aparece la necesidad de reinventar las reglas de un juego que al jugarse de manera salvaje, escapa al control de los jugadores». Lo que plantea –a juicio del autor– la necesidad de un nuevo programa de innovación social. 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