Kierkegaard y el pecado
José Antonio ÁlvarezCaperochipi
I: PRIMERA PARTE: LA FIGURA DE
ABRAHAM.
1. La virtud de Abraham.
1.1. Tentativa de homicidio o locura.
La igura de Abraham es el tema central del
libro de Kierkegaard, Temor y temblor, uno de los
libros más decisivos del pensamiento moderno:
plantea la noción espiritual de pecado y el juicio de
Abraham. Abraham personaliza las nociones de
angustia, desesperación, que constituyen el centro
del pensamiento de Kierkegaard, y en las que el
autor presenta frontalmente la noción de pecado y
la cuestión de los orígenes. Según Kierkegaard, el
pensamiento secular desconoce lo que es la fe y el
pecado, conceptos que tienen su origen en la fe y
desesperación de Abraham, consecuencia del
sacriicio de Isaac.
Para Kierkegaard la fe signiica la
supremacía del hombre sobre el sistema. La fe es
la paradoja por la que un individuo es superior a lo
general, una suspensión teleología de la ética.
Abraham maniiesta la supremacía del hombre,
creado a imagen de Dios, sobre su mundo.
Kierkegaard
justiica a Abraham: Abraham
simboliza la grandeza de la fe. El sacriicio es signo
de la entrega total, sacriicio del hijo, y por ser lo
mas
amado
también
del
mundo.
Según
Kierkegaard,
en
el
sacriicio
encontró
la
recompensa: Abraham no renuncia a Isaac en
virtud de la fe, sino que por ella lo obtiene
plenamente. Kierkegaard elogia a Abraham por ser
el primer hombre que supero la prueba de Dios y
venció mediante ella el mundo. Kierkegaard exalta
la desesperación como camino hacia la fe; el
sacriicio del hijo maniiesta la desesperación del
hombre. La fe es la paradoja por lo que lo interior
es superior a lo exterior. Renunciando al mundo
triunfa sobre el mundo y lo somete; Abraham por
renunciar al mundo lo conquista, por sacriicar a su
hijo lo recupera, por renunciar al amor conquista a
Dios.
La exposición de Kierkegaard, no presenta
un Abraham singular, existente hace centurias, al
que un día sonríe la fortuna de ser elegido de Dios;
sino un ser real y presente, cotidiano, que deine
desde el sacriicio la fe como paradigma que se
repite incesantemente, como locura del hombre
que pretende su supremacía sobre la colectividad y
el orden social, airmando su relación directa con
Dios a través del sacriicio de lo humano, de todo lo
humano, y en particular del hijo, lo mas amado de
lo humano. Abraham quería agradar a su Dios,
nada le importaba Sara, el hijo, la alianza, el
mundo. El se sentía el único, el elegido, el superior,
el preferido de su creador; para él no existía la
religión, ni la ética ni el derecho solo su Dios.
Abraham signiica la muerte del hijo, la entrega
total a Dios. Solo desde esa entrega empieza el
hombre cristiano, el único hombre auténtico, el que
ha superado el paganismo. Y es consciente de una
contradicción ontológica, absoluta, irremediable,
solo superada por la fe: el concepto de pecado, que
se concreta en la decisión irme e irrevocable de
matar al hijo en nombre del Señor, matar al hijo
para ser grato al Creador.
1.2. La conciencia del pecado.
Kierkegaard considera al paganismo como la
ausencia de conciencia del pecado, y la
enfermedad mortal de la desesperación como la
ventaja especiica del cristiano sobre el hombre
natural; siendo el pecado la muerte es condición
autentica del cristiano el morir espiritualmente,
desesperarse humanamente, destruir lo humano,
para buscar la fe. En ejercitación del cristianismo
explica que solo el terror de la conciencia del
pecado empuja hacia el sentimiento religioso. La fe
se describe, especialmente en su obra la
enfermedad mortal o de la desesperación y el
pecado, como un resultado del pecado.
Kierkegaard subraya el costo del sacriicio:
Abraham es grande por el amor que es odio de sí
mismo, fe que es angustia, fe que es
desesperación. Cuando vuelva del monte Moria
Abraham experimenta la soledad absoluta. Algo
sobre lo que se insiste en las últimas páginas de
temor y temblor: el silencio. Tres días camino en su
soledad sin haber comunicado nada a Sara a Isaac
o a Eliezer; tres días de interioridad, meditación e
introspección; pero lo peor vino después, ¿Qué le
queda a la vuelta de monte Moria? su mujer murió
de la pena, Isaac teme a su padre, y él fue solo un
viejo
solo y desesperado. El tormento más
espantoso de Abraham es la distancia ininita que
separa a Abraham del resto de los hombres, y de
su propio hijo; pero ese tormento no es nada
comparado con el temor que Abraham siente ante
la presencia divina. El que mató por una causa
noble tiene la justiicación de la causa, el que mato
por causa innoble encuentra su justiicación en
culpar a los demás. Pero... ¿qué puede justiicar a
Abraham? ¿Quién puede mirar a Abraham a los
ojos? ¿Y en que se distingue Abraham de tantos
otros que mataron a sus hijos? No se distingue en
ser más bueno que ellos, al contrario, él se siente
el más desesperado por la pretensión de haberlo
hecho en nombre de Dios.
Y es que Kierkegaard introduce un tema
nuevo en el pensamiento que se escapaba a Hegel:
el concepto de pecado. La relación del hombre con
Dios introduce la paradoja. Ahí, en la relación del
hombre con Dios, están no solo el sacriicio y la fe,
sino también la idolatría y el pecado. Esta claro
que el sacriicio que no es grato a Dios es un
espantoso pecado... ¿y como sabemos cual es
grato a Dios? ¿Cómo sabremos si es grato a Dios?
Yo creo que el reto fundamental del
pensamiento secular moderno es el de comprender
la noción espiritual de pecado, que es el eje de
todo el relato de la Escritura. La noción de
Kierkegaard tiene el mérito de permitir descubrir a
un "laico" la diferencia fundamental entre el
pensamiento secular y el religioso, y es una puerta
de acceso privilegiada a ese mundo misterioso e
incomprensible que constituye la experiencia
religiosa; da además una clave decisiva para
comprender la crisis del marxismo y del
hegelianismo en general. Planteamiento fascinante
porque propone una explicación de la relaciones
entre Religión y ilosofía, entre Iglesia y Estado.
Hegel había construido el Estado. Se sentía
orgulloso del hombre, del espíritu del hombre y su
racionalidad que el Estado encarnaba. Kierkegaard,
rechaza a Hegel, pero también rechaza la razón y el
Estado en nombre de la fe, y toma el argumento
supremo de la Escritura, interpretándola a su
modo.
1.3. La falta de apoyo escriturario de la
filosofía de Kierkegaard
Pero el concepto de pecado en Kierkegaard
me parece excesivamente simple. Creo que en
Kierkegaard los argumentos escriturarios, y
Abraham en particular, son mas una excusa para la
critica a Hegel que un pensamiento maduro de
lector reposado de la Biblia, fundado en una
tradición protestante. Yo creo que Kierkegaard es
un Hegeliano que se ha sentido condenado, y ha
acusado a Hegel de su condena. Para Kierkegaard
el progreso hegeliano se enfrenta a la aporía del
pecado: El pecado, según Kierkegaard, es una
experiencia en el que el hombre que se atreve a
mirar a su Dios, cara a cara, cae en el abismo
profundo de la contemplación de su condenación.
Para Kierkegaard el pecado, radical corrupción de la
naturaleza humana, desesperación y angustia,
pone en tela de juicio la noción de progreso y la fe
en el Estado, el hombre y la historia.
En su crítica a Hegel, Kierkegaard es
excesivamente apasionado, y condena al hombre,
la racionalidad y el Estado. En el fondo describe su
propia condenación e impotencia ante el Estado. Es
un pequeño y jorobado danés ante Alemania.
También puede enfocarse como la impotencia de
un luterano ante la majestad de la Roma católica.
Es la Dinamarca doblemente acomplejada ante
alemanes y curas, pero que preiere condenarse a
uniicarse con Alemania, o a volver a la obediencia
religiosa. Yo creo que muchas nociones hegelianas
y anticatólicas inluyen en Kierkegaard. La
principal, la noción de obediencia ciega e
incondicional. Lo que podemos denominar la
seguridad espiritual por la obediencia, A un hombre
que encuentra su libertad en la racionalidad y en el
Estado por la obediencia (Hegel), se opone un
hombre que alcanza a su Dios en la desesperación
y angustia por la obediencia ciega, hasta matar al
hijo (Kierkegaard). Y si Kierkegaard concibe una
conciencia critica frente a un hombre aniquilado
por el Estado, solo nos ofrece una aun más terrible
aniquilación del hombre ante un Dios terrible, que
lo condena porque nunca puede alcanzarlo y
porque le ordena matar a su hijo. Desde los
planteamientos de Kierkegaard, los juristas están
destinados a ser los siervos de los curas. El Estado
es, en los más puros principios medievales, el
esclavo inmaduro y avergonzado de una Iglesia
pletórica y triunfante por la fe (aunque
desesperada).
Quiero destacar aquí que la lectura de
Kierkegaard me deja el sabor de las dos lecturas
posibles de la escritura. Una lectura optimista y
festiva del hombre ante el Creador, en la que todo
es felicidad, alegría, promesas y bendiciones, que
es mas o menos la visión que nos imparten los
predicadores domingueros cualquiera que sea su
credo y religión, y que es también la visión
orgullosa y pretenciosa de una naturaleza humana
en estado de continuo progreso que nos presenta
Hegel y el marxismo.
En mi opinión la postura de Kierkegaard
sobre el pecado es excesivamente supericial y
simplista, y es que su religión es una simpliicación
ilosóica. Se centra exclusivamente en la igura de
Abraham, mientras que la Escritura presenta a Job
como el contrapunto de Abraham, y explica a
través de Job otro sentido del pecado, como algo
esencialmente
limitado;
y
presenta
la
desesperación y el sufrimiento del condenado no
como una situación deinitiva e irreversible, sino
más bien como una circunstancia trágica pero no
ontológica. Por otra parte Kierkegaard hace del
pecado y de la desesperación una condición
especíicamente masculina, cuando la escritura
presenta paralelamente el pecado del hombre y de
la mujer. Finalmente Kierkegaard se olvida de lo
jurídico,
de
lo
colectivo
como
elemento
determinante de la naturaleza del hombre. Su
pensamiento peca de individualismo y de falta de
sentido historicista del derecho y de las relaciones
humanas.
2. Primera respuesta a Kierkegaard
2.1 Dudas sobre la legitimidad de la conducta
de Abraham en el monte Moria.
Yo creo que la crítica a Kierkegaard se
puede hacer desde la propia Escritura. Hay un
elemento estremecedor en la conducta de
Abraham: un padre que esta dispuesto a matar a
su hijo por cumplir el mandato divino. Esta postura
de Kierkegaard sobre la fe y el pecado, que
aparecen ligadas al sacriicio del hijo, no puede
menos que llenarnos de perplejidad. La legitimidad
moral de un crimen, del peor de los crímenes --el
parricidio de un hijo-- es difícil de comprender, pero
aun es más difícil de admitir la orgullosa presunción
de quien no pretende haberlo hecho por error, o
por necesidad o por degeneración personal, sino
que airma mediante ello su supremacía moral
sobre la colectividad, es decir la supremacía de la
religión sobre el derecho.
La muerte del hijo ¿es en sí un acto
intrínsecamente perverso? De entre todos los que
sacriican a su hijo ¿Cual es el sacriicio grato a
Dios? ¿Puede el in justiicar los medios? Y aun
más... ¿porque es el sacriicio grato a Dios? ¿Es de
esencia de la espiritualidad el sacriicio del hijo?
Pero… ¿No es el sacriicio de lo humano la esencia
de la idolatría? ¿No ha sido el hombre creado a
imagen de su Creador?
Kierkegaard pretende fundar su pensamiento
en la Escritura, pero quizás la crítica de Kierkegaard
se puede hacer desde la propia Escritura. Abraham
parte con su asno (¿?), y se levanta muy de
mañana (¿demasiado temprano?). El Señor no le
exige un sacriicio inmediato, le da un largo plazo
de tres días de camino, junto a su hijo, a un lugar
lejano cuyo nombre no le anuncia y cuyo sentido
quizás es que reconsidere. ¿Y que signiica que
Dios prueba a Abraham? Dios probó a Abraham,
pero ¿lo aprobó? Después del sacriicio el Señor
permanece oculto, no le halaga, no le acompaña;
un ángel anónimo salva al hijo (¿falta de cortesía
de la divinidad en despedirse de quien tanta lealtad
le ofrecía?...Al menos si viniesen ángeles y
arcángeles con citaras y arpas...). Y el ángel no le
abruma en alabanzas y bendiciones, sino que le
habla de algo terrible, angustioso, aterrador: el
temor de Dios. De la camaradería entre Abraham y
Dios que presidía las relaciones entre ambos se
pasa a una evidente ocultación del Señor a
Abraham y el siguiente relato de la Escritura es el
de la muerte de Sara.
Un breve análisis crítico tras estas pistas
literarias nos llena de perplejidad: ¿cómo partió
Abraham sin el permiso de Sara? ¿Acaso no nos
dice la Escritura que el ángel anunció un hijo a
Sara? ¿No nos dice la escritura que Dios se acordó
de Sara al concederle el hijo? En todo caso era a
Sara a la que El Señor debió haber pedido el
sacriicio. ¿Acaso murió Sara de pena al saber lo
que había hecho su esposo? El relato de la
Escritura nos presenta a Isaac como un mozo
crecido... ¿podía Abraham sacriicar a su hijo sin el
consentimiento del propio hijo? ¿Acaso no
participaba Isaac, como hijo, de la naturaleza
divina? Y la alianza... ¿No rompía Abraham la
alianza matando a su hijo, a su único hijo, el titular
de la promesa?
2.2 ¿Engaña el Señor a Abraham?
Así que podemos tomar como primera
hipótesis de trabajo que Abraham pudiera haber
sido engañado por su Creador para subir al monte
Moria. Pero... ¿Acaso es posible pensar que el
Creador engañe al hombre? ¿Engañó el Señor a
Abraham al pedirle la muerte del hijo? ¿Es el
engaño una conducta digna del Creador? ¿Que
sentido tiene crear el hombre para engañarlo y
condenarlo? Es estremecedor comprobar que la
Escritura presenta ejemplos del engaño inducido
del pecador como medio para que este se
destruya, y destruir con ello el pecado y el orden
social que representa. Es coherente presumir que
la desesperación consecuencia del engaño
espiritual, constituye el fundamento de muchas
sectas y religiones, y que en el fundamento de la
religión idólatra pudiera estar el protagonismo de la
condena del hijo: el hombre que es engañado por
lo espiritual, se desarraiga de su propia esencia
matando a su hijo. En mi opinión, este engaño
espiritual pudiera ser la clave del concepto de
pecado, y una posible explicación de porque
existiendo un único Dios hay sin embargo tantas
religiones.
Y Abraham no sería el único engaño que nos
reiere la Escritura. Veamos otros ejemplos: Un
relato
extraordinariamente
interesante
de
tentación nos cuenta el libro de los Reyes; la
narración presupone la condenación del reino de
Israel y el anuncio del exilio. Josafat rey de Judá y
Ahab rey de Israel se aprestan a salir en campaña
para reconquistar Ramot Galaad; los profetas
rodean al rey y entre alabanzas y cánticos le
auguran una total y completa victoria. Pero
Miqueas se presenta ante el rey y le anuncia: he
visto al Señor sentado en su trono, y a toda la corte
del cielo en pie junto a él, a derecha e izquierda; y
el Señor decía: ¿quién engañara a Ahab, para que
suba y perezca en Ramot Galaad? Y uno decía esto,
y otro aquello. Pero se adelanto un espíritu y de pie
ante el Señor dijo: Yo lo seduciré. El Señor le
pregunto ¿cómo? Y él respondió: saldré y seré un
espíritu de mentira en la boca de sus profetas. Y el
Señor respondió: ve y hazlo así, tú lograras
seducirlo. Ahab moriría en la batalla y su reino seria
después destruido. Este relato de la Escritura es el
más claro ejemplo del Señor engañando al hombre,
o al menos consintiendo su engaño.
La puesta en escena de la revelación
profética a Isaías, en el capítulo VI de su libro, es
muy similar. Estaba el Señor en su trono rodeado
de su corte... Y el Señor decía: ¿a quien enviare?
¿Quién ira por nosotros? Y yo respondí, heme aquí
yo iré. Y el señor dijo: ofusca el corazón de este
pueblo, cierra sus ojos, de suerte que no vean, ni
oigan, ni entiendan, ni se conviertan, ni se curen...
Yo pregunte ¿hasta cuando Señor? Y respondió:
hasta que las ciudades estén devastadas y
desiertas, las casas vacías, la tierra abandonada.
Pero hay otras extrañas conductas
concurrentes de la divinidad que pueden también
confundir al hombre, y amargar las relaciones del
hombre con su Creador: El corazón del Faraón es
endurecido por el Señor para que se destruya él y
los egipcios, y Job es tentado para que maldiga al
Señor.
2.3 Respuesta a Job: La cuestión de los
orígenes
La lectura de Kierkegaard hace
apasionante el reencuentro de Abraham, de un
Abraham que pecó y se desesperó. Ese es el
Abraham de Kierkegaard, Pero yo que me apasione
en mis años de profesor santiagués, y en las largas
tardes lluviosas y oscuras del largo invierno
compostelano, hace años, leyendo Temor y
Temblor; después de digerir toda la apasionante
biografía Kierkegaardiana y protestante, he
desarrollado una especie de costra critica contra
Kierkegaard. El Abraham de Kierkegaard es un
Abraham irreal y icticio, un Abraham muy distinto
del que nos perila la Escritura. Los principales
argumentos de crítica a Kierkegaard los da la
propia lectura de la Escritura cuando trata de
responder a un desesperado: Job. La angustia y la
desesperación es la historia de Job, y la escritura
analiza en detalle la cuestión de los orígenes en la
respuesta a Job.
El libro de Job explica el sentido de la
tentación y aborda frontalmente la cuestión de los
orígenes. La cuestión se inicia como un Juicio
celestial. El Señor esta rodeado de su corte; Satán,
que viene de pasear por la tierra (la tierra
entregada al acusador después del pecado de
Abraham), se presenta ante Dios,
El Señor
entonces nombra a Job, y en cuanto Job es
nombrado Satán se vuelve celoso de su poderío.
¿Te has ijado en mi siervo Job? La virtud de Job
hace que el Señor señale a Job. Satán pregunta:
¿es que Job teme a Dios desinteresadamente?
Gracias a su virtud Job obtuvo honor, riqueza y
estima. Y Dios pone en manos de Satán la hacienda
de Job (primera tentación). Otro día (segunda
tentación) la imprecación del Señor al acusador se
vuelve premiosa: "en vano me has incitado contra
él para perderle". Satán insiste contra Job y le
entrega Dios entonces también sus huesos y su
carne, y aun su mujer le tienta... ¡Maldice a Dios y
muere!..., pero tampoco peca Job esta vez, y
permanece solo en su angustia y desesperación.
Job mantiene su inocencia, reclama el juicio para sí,
y se enfrenta a sus amigos, que bendecidos por la
fortuna pretenden además ser los predilectos de
Dios. Abraham acepta el juicio de Dios a Sodoma y
Gomorra y aceptó gustoso la muerte de su propio
hijo, mientras que Job se enfrenta a Dios y clama
por la justicia.
La Escritura pone entonces en boca del Señor
una respuesta a la cuestión de los orígenes: el
pecado es una situación que precede a Job y que
ha causado que el mundo se encuentre entregado
al acusador, que es el señor de la tierra (vengo de
pasearme por la tierra, dice el acusador). Pero el
reino del acusador no es indeinido, inalmente Dios
interviene, desautoriza a Satán, da una explicación
a Job, y la reconciliación se consuma. El Señor es
Creador, el pecado es necesariamente algo
limitado. Proclama la inocencia de Job y condena
los amigos. El justo era Job, el que se rebelo, no los
amigos que proclamaban la justicia de Dios. La
proclamación necia de la justicia de Dios, el
servilismo a la autoridad constituida, aunque fuese
la Celestial, era solo narcisismo y orgullo..., el
pecado en se oculta tras quien pretende hacer el
bien. Dios aprecia que se opongan a El y lo acusen,
aprecia el testimonio de Job porque la injusticia es
maniiesta y sin embargo todos se acallan ante
ella; incluso el poderoso se siente el predilecto de
Dios. Job intercede en favor de sus amigos, y por
haber intercedido en favor de sus amigos restituye
a Job su antigua prosperidad duplicada, y sus hijas
son las más hermosas de la tierra.
El libro da dos respuestas a Job sobre el
sentido del engaño, de la tentación y del
sufrimiento, la primera explicación parece ser una
respuesta a Eliahu: no conoces los orígenes, y Job
comprende: soy polvo y ceniza; es decir el pecado
antecedía a Job, estaba en su naturaleza, era un
desorden social y una injusticia maniiesta, que
además se presentaba como el bien, la tierra había
ocultado un pecado que estaba en los orígenes.
Pero aun el señor le dará una segunda explicación,
quizás especíicamente referida a Job, la lucha
contra el mal. La tentación, el sufrimiento y el
engaño son consentidos en el contexto de la lucha
contra el mal. El mal se presenta como el bien y así
se condena engañando al malvado. Evidentemente
las respuestas del Señor a Job son más complejas
que todo esto y prometo abordarlas más
detenidamente en un próximo comentario, aquí
solo quiero subrayar que el engaño espiritual esta
en la esencia de la experiencia religiosa, y que en
el libro de Job se explica su sentido: la conducta de
Abraham pudiera ser desautorizada expresamente
por la escritura.
Por cierto la historia termina bien… pero los
primeros
hijos
de
Job
se
han
perdido
irremisiblemente, y la primera mujer de Job, la que
le incitaba a pecar, tampoco es recordada. El señor
cuando le devuelve el doble de lo que tenia no
parece devolverle siquiera una mujer. Job se queda
solo en su rebelión. Y ¿por que? ¿Que ha hecho mal
Job? Job no se ha merecido una mujer.
Seguramente Job tampoco ha sabido defender
Sodoma y Gomorra. Le devuelve hijos, amigos,
siervos y riquezas, pero no mujer ni arraigo político.
3. Segunda respuesta. La mujer y el
pecado en Kierkegaard.
3.1 Desesperación masculina y religiosidad
femenina.
Y aun me quedan dos discursos críticos
sobre Kierkegaard. Kierkegaard solo toma en
cuenta el pecado espiritual como pecado
especíicamente masculino. El hombre perverso
que mata a su hijo, es también el que destruye a la
mujer por su dependencia afectiva. En realidad el
individualismo de Kierkegaard le traiciona no solo
al contemplar espiritualmente el concepto de
pecado, como una radical distancia entre el hombre
y su Creador, sino también al concebir una radical
maldad solo en el Hombre, no en la mujer. El
hombre perverso que imagina Kierkegaard ante su
Creador es el hombre destructivo ante su mujer.
Pero esa perspectiva de la bondad esencial de la
mujer tampoco es escrituraria, y ambos, hombre y
mujer, participan, cada uno a su modo, del pecado,
quizás la mujer participa tanto o mas radicalmente
en el pecado.
En efecto, al estudio de la seducción dedica
Kierkegaard su diario de un seductor, y sus
siluetas.
El peril del seductor y la seducida
aparecen además reiteradamente en distintos
contextos; en todos ellos la mujer aparece
condenada por su dependencia afectiva. En el
diario de un seductor están presentes todos los
elementos de su pensamiento sobre las relaciones
entre hombre y mujer. La joven ingenua aparece
enfrentada al hombre sin escrúpulos, que lo sabe
todo del amor. Ella esconde su intimidad porque
comprende la fuerza destructora del amor que se le
ofrece, pero en vano porque tentada por el misterio
sucumbirá a las tretas preconcebidas del varón.
Una vez completada la conquista, el hombre ha
satisfecho su vanidad, y entonces la desprecia; y
ella aun comprendiendo desde el principio su
impotencia ante la conducta engañosa y périda del
varón, no podrá ya dejar de amarlo. En
Kierkegaard, el amor es el modo de expresarse la
desesperación en la mujer, la mujer condenada por
el amor es el modo de manifestarse la religiosidad
femenina, recibir y sacriicarse por el hombre
desesperado, y ser destruida por él.
En siluetas Kierkegaard se detiene en el
análisis de los dos grandes mitos de seducción
masculina: Don Juan y Fausto. El primero
representa la mujer condenada por la pasión de la
juventud, la belleza y la espontaneidad masculina;
el segundo representa la mujer seducida por la
espiritualidad y profundidad del hombre sabio. La
vivencia femenina de las dos grandes pasiones: la
sexualidad y la desesperación. Ambos seductores
se caracterizan por no tener temor de Dios: Don
Juan escala alegremente las tapias del convento,
sin temor del comendador o los espectros;
mientras que es el escepticismo de Fausto el que le
permite pactar con el diablo. En ambos casos ella
comprende su terrible destino, comprende que el
amor la condena a los iniernos, pero sucumbe
irremisiblemente ante la fuerza del amor.
La
culpabilidad de la mujer para Kierkegaard es, si
puede hablarse de ese modo, su amor a la vida, su
paganismo virtual, su negativa radical a sufrir la
desesperación de la ausencia de Dios, su tendencia
patológica a colocar el amor humano en el lugar
que corresponde al amor de Dios. Plantea
Kierkegaard la duda sobre la fe monacal de Doña
Elvira después del pecado, y opina que será difícil
que encuentre un sacerdote que le predique el
evangelio de arrepentimiento y penitencia con la
misma convicción con que Don Juan le explicaba el
lenguaje del placer. Por otra parte presenta a
Fausto deseando la alegría pura, imparable y
caudalosa del alma femenina, y no desea Margarita
espiritualmente sino sensualmente, mientras ella
se estremece con horror en la contemplación de la
condenación de Fausto, sin dejar por ello de
complacerse ni de negarse ante el amor humano.
Parte Kierkegaard de que por la mujer entró
el pecado al mundo, pero lejos de concebir una
culpabilidad especíica en la mujer en el pecado, la
considera más perfecta que el hombre, y solo por
ello más culpable. El amor es lo único importante
para ella, y el amor llena la totalidad de su
existencia; para el amor vive y en el amor se
justiica; el que la ama hace más por ella que todos
los demás hombres con todos sus sacriicios. El
alma femenina es intemporal y por ello permanece
iel en el amor, y nunca aceptara que fue
engañada, porque el amor es un valor en sí mismo,
aunque sea desgraciado.
En diapsalmata nos dice Kierkegaard que
los hombres son demasiado mezquinos para ser
pecadores, el amor masculino es
un amor
inmediato y sensible, ligado al pathos y a la
fatalidad, tiene sus obstáculos fuera de él y no
dentro de él, es efímero y supericial como Don
Juan, ávido de belleza y ostentación, y se mofa de
lo eterno. El hombre carece de abnegación y
capacidad de sufrimiento. El hombre ama al azar y
en él el amor es una simple sensación, al contrario
de la mujer en la que el amor es participación. El
amor en el hombre tiene naturaleza conquistadora,
que proviene de la soberbia, porque les falta el
recogimiento y la interioridad necesaria para saber
querer, por eso se entrega indiscriminadamente a
cualquiera; la mujer por el contrario tiene la
humildad suiciente para saber lo que vale el amor,
y por ello cuando se entrega se vuelca en retener y
conservar. El amor relexivo es pecaminoso, y
convierte la relación entre hombre y mujer en
antiestética, y en inmoral; lo relexivo en el amor
es también típicamente masculino, en la mujer el
amor es estético y religioso, solo después de ser
corrompida la mujer hace cálculos en el amor, y
aun entonces solo si no la aman.
El pecado
masculino se maniiesta doblemente, ante Dios es
el miserable que huye sin atreverse a mirar su
interioridad, ante la mujer es el terrible tirano que
la esclaviza y destruye por su falta de
espiritualidad.
Para Kierkegaard, la borrachera emocional es
signo de paganismo y es un comportamiento
típicamente masculino, la abnegación es la forma
femenina de amar; en el que la entrega y
capacidad de sacriicio son inseparables del amor
mismo. Por amar mucho la mujer esta mas cerca
de Dios que el hombre, porque el sufrimiento y el
amor hacen al hombre religioso. El amor tiene la
virtud de aniñar, por eso la mujer nunca deja de ser
niña. Para la mujer la tragedia más grande es el
amor desdichado, y no hay desconsuelo mayor que
el de la esposa abandonada. La perversión de la
mujer proviene de no haber sido amada, entonces
el resentimiento y la venganza pueden ocupar el
vacío que deja la falta de amor, porque la felicidad
es propiamente en la mujer la entrega total e
incondicionada de sí misma.
En la enfermedad mortal, cuando habla
Kierkegaard de la desesperación de no querer ser si
mismo, nos recuerda que la angustia y la
desesperación son parte de la esencia femenina,
pero en ella se compensa con la capacidad de
entrega absoluta y abandono al objeto amado;
antes de amar la mujer vive en la angustia y la
desesperación de no saber quien es y no querer ser
si misma, solo cuando ama tiene idea cabal de
quien es en realidad, por amar se encuentra a sí
misma. En la bendición nupcial se recibe la mujer
como pecadora y ordenándole que se someta en
razón del pecado; pero ella en su sometimiento
expresa su fuerza redentora mediante la debilidad.
¡Nadie es capaz de hundir tanto los ojos como una
mujer, pero nadie los puede elevar tan altos como
ella! Mientras Adán hacia el mono de árbol en
árbol, Eva seguía con provecho las clases de
ilosofía de la serpiente; no solo escucha sino que
sabe comprender, amar y acoger a quien le habla,
incluso la serpiente.
Para Kierkegaard, si la desesperación es la
condición de Abraham, la religiosidad es la
condición femenina. El sentimiento religioso es
innato en la mujer y por ello pasa directamente de
la experiencia estética al apasionamiento religioso.
Es una mujer corrompida aquella a la que el
enamoramiento no torna una mujer piadosa. Y si en
la plenitud del amor descubre la grandeza de la
presencia de Dios, en el estremecimiento de la
maternidad descubre la humildad de la plegaria. La
maternidad transforma en eterno un amor efímero.
La mujer sabe descubrir y reírse de la pequeñez del
hombre: de nada sirven las grandes pasiones, el
héroe y el poeta se trasforman en dependientes y
funcionarios, ha dejado de ser dueño de sí mismo.
El castigo en la mujer no es la desesperación sino
el dolor del hijo y el sometimiento al marido, ella es
en deinitiva la que paga el pecado del mundo. La
mujer es mas reinada que el hombre y busca
hacer eterno lo efímero, por eso solo en la
religiosidad encuentra la profundidad autentica del
amor; el amor en la mujer es una temporalidad que
contiene en sí misma la eternidad.
El matrimonio es para Kierkegaard, según
explica en sus diálogos sobre el amor y el
matrimonio, una expresión de la redención que
aporto al hombre el cristianismo: el descubrimiento
del valor de la mujer. Siendo el amor todo para ella
nunca ha tenido nada que objetar al matrimonio
como recepción del marido de Dios; la humildad de
saber que hay una potencia superior a la que poder
agradecer la dicha del querer; solos pero a los ojos
de Dios. La vanidad del hombre piensa que ha
conquistado a la mujer, la humildad de la mujer da
las gracias por haber recibido el hombre de Dios.
Para la mujer solo en el matrimonio tiene sentido el
amor y el amor existe para el matrimonio, por eso
es una grave ofensa para cualquier muchacha
casarse con ella por otro motivo que no sea amarla;
y no tiene sentido el amor si no es para siempre.
La mujer que vivió en su primera juventud solo
para la vanidad y el lujo, siendo esposa y madre
será capaz de soportar todas las humillaciones por
su familia y aun mendigará ante quien crea que
puede favorecer a sus hijos. Los solteros acaban
convirtiéndose en esclavos de sus sirvientes,
obsesionados con minucias y rarezas que los
sirvientes descubren y a través de ellas esclavizan
a sus amos; solo por el matrimonio se encuentra la
plenitud de la persona, y el matrimonio es la casa
de la mujer, donde no hay mujer la hacienda es
devastada. El matrimonio ennoblece al hombre con
el rubor pudoroso que es propio de la mujer, y da
sentido y fortaleza a la vida de la mujer, aportando
tranquilidad y armonía a su interioridad. La
interpretación poética y sexual del amor es
esencialmente pagana, alabar la belleza de la
muchacha en la primera juventud, cuando, según
Kierkegaard, la belleza de la mujer se desarrolla
con los años y solo llega a ser completa cuando
siendo madre empieza a amar con ternura. En la
espontaneidad del niño se encontrara la mujer a sí
misma y se realiza el amor, y habrá fructiicado en
su plenitud el sentido religioso que solo la mujer
comprende en el matrimonio.
3.2 El pecado femenino.
También en este punto el pensamiento de
Kierkegaard lo he ido madurando a lo largo de los
años, y lo que al principio fue una rendida
admiración hacia el autor danés, poco a poco se
fue enfriando, hasta rechazar inalmente de modo
radical su injusticia e inexactitud. Solo tras madurar
su lectura he comprendido que su concepción de la
mujer es el justo complemento de su concepto de
pecado: Dios destruye al hombre, el hombre
destruye a la mujer, una espantosa compensación
de culpas, que no se corresponde con la realidad.
No estaría de mas concebir su vivencia de la
idelidad femenina como una transposición de una
fe luterana en que solo la gratuidad trasciende la
corrupción esencial de lo humano, y en la que el
amor perdura por sí mismo y no necesita de las
obras, ni de ser correspondido. El pecado que nos
presenta Kierkegaard es algo especíicamente
masculino, y pienso que el pecado debiera ser a la
vez masculino y femenino.
La aproximación escrituraria al pecado
femenino es muy distinta de Kierkegaard. Es obvio
que Kierkegaard solo se acuerda de la escritura
para alabar a Abraham, pero no para inspirarse
sobre el alma de la mujer, responsable o al menos
cómplice del pecado: la mujer toma la manzana y
la da al marido; la Escritura nos presenta una
iniciativa femenina en el pecado. Hemos visto en
Kierkegaard una perspectiva masculina del pecado,
pero... ¿Donde esta el pecado de la mujer?
Kierkegaard no desarrolla especíicamente la
noción de pecado espiritual en Sara, y se limita a
explayarse en la belleza espiritual y natural de la
mujer. Kierkegaard lejos de considerar a la mujer
pecadora la considera redentora.
En cualquier caso no es una Sara sacriicada,
pura e inocente la que nos presenta la escritura. En
efecto la escritura nos presenta a una Sara isgona,
(que escucha detrás de la puerta; Gn 18,10),
mentirosa (No me he reído; Gn, 18 15), holgazana
(a la que es necesario increpar para que trabaje:
date prisa; Gn 18,6), sensual y despreciativa de su
marido (¡a mi edad disfrutare placer siendo mi
marido un viejo!), egoísta y poco hospitalaria
(¿donde esta Sara? ; Gn 18, 9), y que se reía de las
promesas divinas (Gn 18,12). Y esta terrible
presentación de la personalidad de Sara nos la
hace la escritura justo antes de relatarnos la
perversión y destrucción de Sodoma y Gomorra. Yo
creo que los dos terribles sucesos de condenar la
tierra y de condenar al hijo se pueden imputar con
igual propiedad a Sara que a Abraham.
Sara no puede soportar su esterilidad y
primero sacriica a su marido para tener un hijo
entregándole a la esclava egipcia, para luego, por
celos, cuando esta queda embarazada, expulsarla
al desierto; ¿Y el ángel que salvó a Agar, acaso no
condenaba a Sara?; pero luego al quedar
embarazada, no puede soportar la comparación de
su hijo con el hijo de Agar y expulsara también a
Ismael, el hijo de Abraham, exponiéndole en el
desierto a una muerte segura. Así hay una terrible
compensación pues igual que Sara condena a
Ismael al que la escritura llama el hijo de Abraham,
condenaría después a Isaac al que la Escritura
llama el hijo de Sara. En el fondo Sara nunca
perdonó a Abraham que pidiese al Señor un hijo
para él y no un hijo para ambos; y Abraham nunca
perdona a Sara que expulsase a su hijo Ismael. En
su vejez el resentimiento había amargado la vida
de ambos, fue entonces cuando vinieron los
ángeles a condenar Sodoma y Gomorra y a
regalarles un hijo, pero entonces Sara ya no reía.
La alabanza a la mujer tiene un claro
fundamento escriturario (en los proverbios en
particular), pero también hay que contemplar la
otra cara de la moneda, que la escritura nos
presenta con toda crudeza: la sabiduría de la mujer
construye la casa y su locura la destruye. El amor
de la mujer que Kierkegaard vivencia con tanta
intensidad es a veces inseparable de una condena
del mundo. En Sara vivenciamos la fuerza de los
celos, su naturaleza posesiva, su desprecio a
Abraham, su carácter violento, vengativo y su
crueldad ante los extraños. Kierkegaard nos
presenta preferentemente a la mujer como hija,
esposa y madre, en el contexto de una relación
estable y familiar, pero no se detiene, como sin
embargo subraya reiteradamente la Escritura, en la
faceta de la mujer que empujada por la tempestad
del mundo o el huracán de su interioridad (la
envidia, el resentimiento, los celos,...), todo lo
destruye: Jezabel engaña y miente, organiza un
proceso para condenar a Naboth y robarle su viña,
Bethsabe traiciona a su marido para ir con David.
Los dos reinos (la esencia de lo jurídico) se
destruyen por el pecado de la mujer.
En mi opinión, la igura del hombre seductor
es una novedad de la literatura moderna pero no es
escrituraria. El hombre en la Escritura aparece
como violador (así la violación de la hija de Jacob, o
la violación de la hermana de Absalon por el hijo de
David); el hombre aparece como prepotente (así
Gedeon o los reyes de Israel, Salomon, David) a los
que por su poder se le entregan las mujeres de los
pueblos de la tierra. Y los hombre religiosos
aparecen como enamorados (así, Isaac, Jacob,
Elcana), etc. Pero en toda la escritura no aparece ni
una sola vez el hombre seductor, o la mujer que se
imagina
Kierkegaard:
seducida,
enamorada,
abandonada a un destino solitario por culpa de un
amor desgraciado. En la escritura la iniciativa de la
seducción es siempre femenina. Y no una, dos o
tres veces, sino innumerables, cientos, miles de
veces; la escritura es toda ella una reiterada
reiteración de seducciones femeninas. Eva seduce
a Adán, Raquel seduce a Jacob, Tamar seduce a
Judá, Dalida seduce a Sansón, Betsabe seduce a
David, las mujeres extrajeras a Salomón, Jezabel
seduce a Ajab, Ruth seduce Boaz, Ester seduce a
Ahasveros, etc. etc...etc... Y en todas estas
seducciones hay una constante: no es la mujer la
que aparece postrada ante el varón sino al
contrario, el hombre seducido entrega su alma a la
mujer, y ello es causa de que se prohíba el
matrimonio con mujeres extranjeras (en la
reconstrucción de Israel por Esdras y Nehemias),
porque traen la idolatría y la destrucción a la tierra
(como paso con Salomón, Ahab, etc...), el hombre
se somete a los designios de su esposa.
En Kierkegaard, la iniciativa del amor es
masculina, pero la escritura parece resaltar el
protagonismo de la mujer; en Kierkegaard el amor
es una relación entre dos personas mientras que la
escritura parece poner el acento en el carácter
religioso y social de las relaciones humanas. Para
Kierkegaard la seducción es una cualidad
típicamente masculina, y el seductor es un pagano
radicalmente alejado de Dios, que carece de temor
de Dios (Don Juan y Fausto); porque concibe a la
naturaleza humana radicalmente apartada de su
Creador, pero la Escritura hace del amor una
muestra de la predilección divina, y hace a la mujer
la seductora del varón por su mayor profundidad
espiritual.
La
mujer
sabe
aproximarse
discretamente, conoce al hombre, lo seduce con
sus encantos y lo traiciona en el momento cumbre:
como Jael que asesina al general cananeo con un
clavo de la tienda, como Dalida que prepara
innumerables trampas a Sansón, y en la tradición
cristiana también Judit que asesina a Holofernes y
le corta la cabeza tras entregarse al mismo.
En la Escritura vivir la pasión amorosa no
impide a la mujer después destruir fríamente al
hombre, llegado el momento. El hombre asume el
papel de víctima de la seducción: Adán, Lot, Ajab,
etc...son víctimas de los engaños y las mentiras de
las mujeres que los sedujeron para destruirlos: su
mujer, su hija, su hermana, y aun su propia madre
(como la perversa reina Atilia, del segundo libro de
los reyes, que destruye su estirpe) pueden en
ocasiones traicionarlos; y todo el libro de los
proverbios esta dirigido a prevenir al hombre frente
a la seducción de la extranjera, la prostituta o la
adultera.
4. Tercera respuesta. Kierkegaard no
sabe que es el Estado.
En Kierkegaard la religión es una experiencia
básicamente individual, mientras que la escritura
está también atenta al sentido colectivo del
pecado: la idolatría deine a los pueblos, y la
idolatría es el origen del pecado. ¿Que es la
idolatría? Difícil saberlo ¿un engaño? La Escritura
parece poner el acento en el pecado de los
orígenes no como pecado masculino, sino como
pecado de la tierra (Satán, en el libro de Job, venia
de rodear la tierra), que es un relejo del pecado
espiritual, y que condena igualmente el hombre y
la mujer. El reto espiritual del hombre y la mujer, es
como seres libres, triunfar sobre el pecado material
y reconstruir la tierra, que es testimonio de la
justicia. El desorden social una vez instituido
colectivamente
condiciona
igualmente
las
relaciones entre el hombre y Dios y las relaciones
humanas; y muy especíicamente la idolatría se
maniiesta en el abuso de la mujer (la serpiente la
engaña). El precio de la idolatría es el sacriicio de
la tierra y en ella está el amor humano. El sentido
sacriical del amor es la esencia de la presentación
escrituraria de las relaciones afectivas y de la
religión. El hombre se sacriica en la guerra, la
mujer se sacriica en la sexualidad: es el sacriicio
de las moabitas, de las ilisteas y también de Ester;
con su sacriicio la mujer deiende su casa, su tierra
y su religión.
En particular en Ester y Jezabel aparecen
las mujeres que se sacriican por sus pueblos, así
como Judit, la mujer asesina, cuya cononicidad no
es aceptada por judíos y protestantes. En toda la
historia de la esclavitud Egipcia y del destierro por
el desierto no nos cuenta la escritura ninguna
historia de amor. Los israelitas no pueden tener
amor si no tienen la tierra, y perderán el amor con
la tierra. Mijail, la hija de Saúl, recibe a David por
esposo pero solo lo ama efímeramente y luego lo
traiciona ante su padre, y esa traición preigura la
expulsión de la estirpe de David de la tierra de
Israel. David no podrá conocer a Abisag, la
sunamita, que le acompaña en su vejez para que
no tenga frío. A partir de ahí los reyes de Israel
sienten el frío del alma femenina: están sometidos
a mujeres perversas que preiguran la perversión
de la tierra, que es su propia perversión. Mijail
desprecia a David por amor a su padre Saul, Rahab
la prostituta salva a su padre a la entrada de los
israelitas en Jericó, y la hija de Jefte el galadita
acepta ser sacriicada virgen por la promesa de su
padre. En la Escritura observamos que junto al
concepto de pecado personal aparece la
sexualidad,
como
vivencia
especíicamente
femenina, que juzga las personas y los pueblos y
que está ligada al pecado de la tierra; la escritura
destaca la importancia de una entidad colectiva
para el encuentro de una identidad humana y para
la vivencia del amor.
Quizás la desesperación del hombre
(Abraham) igual no proviene de la grandeza del
sacriicio de su hijo, sino de la ausencia de una
identidad colectiva que de sentido al amor y a la
justicia, no ha sabido reediicar su tierra, la tierra
nueva. En deinitiva tras el juicio espiritual, que
solo conoce el condenado, el pecado se proyecta
sobre toda la colectividad y se vivencia por la
violencia y la mujer sometida en el sacriicio del
amor y la sexualidad. Y es que a mi entender, la
Escritura pudiera plantear la cuestión principal en
las relaciones entre Abraham y el Señor en un
momento anterior al sacriicio del hijo. El clímax de
la historia, es la destrucción de Sodoma y Gomorra.
Abraham no sabe construir la justicia en la tierra.
No tiene fe en la racionalidad, en la capacidad de
construir la justicia por el derecho, en el espíritu
que se maniiesta a sí mismo en el Estado como
realidad de la historia. El Señor descendió para ver
el grito que había llegado hasta Él. La oportunidad
de arrepentirse es la tentación: 50 justos, 40, 30,
20, 10,...,
Abraham consintió la destrucción de
Sodoma y Gomorra, fue un mal negociante, pidió
diez justos para salvar Sodoma y Gomorra cuando
le bastaba uno solo. Bastaba conque Abraham,
como luego Moisés en el monte Sinaí, hubiese
intercedido por Sodoma y Gomorra. Ya antes se
había dejado llevar por la vanidad, Melquisedeq le
llamo el escogido de Dios y el se lo creyó, es mas le
dió el diezmo de todo, el diezmo ese es lo que le
falto en la negociación con Dios.
El varón consagrado que Kierkegaard toma
como paradigma de cristiano, destruye su arraigo y
se enfrenta a la desaprobación de su Creador. Las
razones de esta desaprobación nos las da el libro
de Job: Juzgó lo espiritual sin conocer los orígenes,
y por su consagración se somete a la violencia
injusta y no triunfa sobre el mal. En deinitiva
Kierkegaard, con su exaltación del varón
desesperado, al que considera arquetipo del
cristianismo, condena el derecho como una forma
de paganismo: se entrega al pecado de los
orígenes y escapa del mundo para no luchar contra
el mal. Kierkegaard para poder condenar a Hegel
tiene que condenar el hombre, la racionalidad, el
Estado el mundo y la historia. Es un ilósofo
fracasado que tiene que matar a su hijo y
condenarse para poder criticar a Hegel.
La crítica de Kierkegaard al derecho y al
Estado no es justa. Y podemos ridiculizar ahora la
crítica de Kierkegaard a Hegel. Abraham no ha
leído a Hegel. Abraham quizás destruyó con orgullo
el fundamento de las relaciones entre los hombres
porque cuando el Señor se presento ante él no
sabia lo que era el Estado y la justicia, no tuvo fe
en la obra del hombre, en el espíritu de su tiempo,
en el Estado de la racionalidad; quizás por eso el
Señor le tentó en el monte Moria.
INDICE
Kierkegaard y el pecado.....................................................1
I: PRIMERA PARTE: LA FIGURA DE ABRAHAM.......2
1. La virtud de Abraham.................................................2
1.1. Tentativa de homicidio o locura..........................2
1.2. La conciencia del pecado....................................3
1.3. La falta de apoyo escriturario de la filosofía de
Kierkegaard................................................................5
2. Primera respuesta a Kierkegaard................................7
2.1 Dudas sobre la legitimidad de la conducta de
Abraham en el monte Moria.......................................7
2.2 ¿Engaña el Señor a Abraham?..............................9
2.3 Respuesta a Job: La cuestión de los orígenes.....11
3. Segunda respuesta. La mujer y el pecado en
Kierkegaard..................................................................14
3.1 Desesperación masculina y religiosidad
femenina...................................................................14
3.2 El pecado femenino............................................19
4. Tercera respuesta. Kierkegaard no sabe que es el
Estado...........................................................................24