REB
REVISTA DE ESTUDIOS BRASILEÑOS
AUTOR
Nathalia
Henrich*
La III Conferencia Panamericana en Río
de Janeiro (1906) y las relaciones entre
Brasil y Estados Unidos
nathaliah@gmail.com
A III Conferência Pan-americana no Rio de Janeiro (1906) e as relações entre
Brasil e Estados Unidos
* Doctora en Sociología
Política. Investigadora
Postdoctoral (PNPDCAPES) e profesora
asociada de la Pontifícia
Universidade Católica do
Rio Grande do Sul (PUCRS,
Brasil).
The III Pan-American Conference in Rio de Janeiro (1906) and the relations between
Brazil and the United States
RESUMEN
La III Conferencia Panamericana realizada en Río de Janeiro en 1906 supuso un marco importante
para las relaciones entre Brasil y los Estados Unidos, pero aún está poco estudiada. El objetivo
de este trabajo es colaborar para llenar esta laguna. Para ello, este texto se divide en tres partes.
Primero trato de presentar los antecedentes de la III Conferencia Panamericana, presentando
los resultados más relevantes de los dos eventos anteriores y como éstos impactaron a la hora
de formular la agenda para Río. Enseguida, trato de presentar brevemente cuál era el clima
en que se iba a desarrollar la Conferencia. Para ello, recupero el debate existente en Brasil
sobre las relaciones con los Estados Unidos y el panamericanismo, haciendo hincapié en las
diferentes perspectivas de actores importantes en el proceso de formulación de la política
exterior brasileña, como es el caso del Barón de Rio Branco y Joaquim Nabuco. Finalmente,
trato de esbozar un análisis tanto del signiicado simbólico como de los resultados prácticos de
la Conferencia para las relaciones interamericanas en general y para las relaciones entre Brasil
y los Estados Unidosen particular.
RESUMO
A III Conferência Pan-americana realizada no Rio de Janeiro em 1906 signiicou um marco importante
para as relações entre o Brasil e os Estados Unidos, mas permanece pouco estudada. O objetivo deste
trabalho é colaborar para suprir esta lacuna. Para isso, o texto está dividido em três partes. Na primeira,
apresento os antecedentes da Conferência, descrevendo os principais resultados dos eventos anteriores
e demonstrando como eles impactaram na formulação da agenda para o Rio. Na segunda parte, descrevo
brevemente o clima em que ocorreria o evento, recuperando o debate no Brasil sobre as relações com os
Estados Unidos e o Pan-americanismo. Destaco as diferentes perspectivas de atores relevantes no processo
de formulação da política exterior brasileira, como o Barão do Rio Branco, Joaquim Nabuco e Oliveira Lima.
Finalmente, procuro analisar tanto o signiicado simbólico como os resultados práticos da Conferência para
as relações interamericanas de forma geral e entre o Brasil e os Estados Unidos em particular.
ABSTRACT
Although the III International Pan-American Conference held in Rio de Janeiro in 1906 represented an
important milestone for the relations between Brazil and the United States, it remains greatly understudied.
The aim of this paper is to help overcome that. In order to achieve this aim, the text is divided into three
parts. Firstly, I present the lead up of the Conference, describing the main results of the previous events
and showing how they impacted the agenda making for Rio. Secondly, I briely describe the atmosphere
in Brazil, focusing on the ongoing debate on the relations with the United States and Pan-Americanism.
The diferent perspectives of important men in policy and decision making regarding Foreign Afairs, such
as the Baron of Rio Branco, Joaquim Nabuco and Oliveira Lima, are highlighted. Finally, both the symbolic
meaning and the practical results of the Conference for inter-American relations in general and Brazil-US
relations in particular are analyzed.
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Las Conferencias Panamericanas1 son eventos importantes para la comprensión de las relaciones
intercontinentales porque representan una rara ocasión en la que están reunidos gran parte de
los países del continente americano para posicionarse sobre una agenda común. Son también
una ocasión privilegiada para observar las relaciones bilaterales que se desarrollan en su seno,
especialmente aquellas que involucran a los Estados Unidos. Sin embargo, son escasos los trabajos
sobre dichas Conferencias en Brasil. En el caso de la III Conferencia Panamericana, a pesar de su
importancia para Brasil como actor regional y en las relaciones con Estados Unidos, los estudios
son aún menos numerosos.
La III Conferencia Panamericana realizada en Río de Janeiro entre el 21 de julio y el 27 de agosto
de 1906 supuso un marco importante para las relaciones entre Brasil y los Estados Unidos, así
como para las relaciones interamericanas de manera general. Por primera vez un Secretario de
Estado estadounidense realizaba un viaje al exterior, lo que convierte la elección de esta ocasión el
algo sumamente significativo para las relaciones intercontinentales. La elección de Brasil como la
tercera sede de la Conferencia también es un dato relevante en sí mismo porque da pistas de que
el país sudamericano estaba en la lista de prioridades del gobierno de Washington.
En este trabajo busco ayudar a llenar esta laguna de conocimiento sobre la III Conferencia
Panamericana y explorar los impactos de este importante acontecimiento para la política
exterior brasileña. Para ello, este texto se divide en tres partes. Primero trato de presentar los
antecedentes de la III Conferencia Panamericana, presentando los resultados más relevantes
de los dos eventos anteriores y demostrando cómo éstos impactaron a la hora de formular la
agenda para Río. Enseguida, trato de presentar brevemente cuál era el clima en que se iba a
desarrollar la Conferencia. Para ello, recupero el debate existente en Brasil sobre las relaciones
con los Estados Unidos y el panamericanismo, haciendo hincapié en las diferentes perspectivas
de actores importantes en el proceso de formulación de la política exterior brasileña, como es el
caso del Barón de Rio Branco y Joaquim Nabuco. Finalmente, trato de esbozar un análisis tanto
del significado simbólico como de los resultados prácticos de la Conferencia para las relaciones
interamericanas en general y para las relaciones entre Brasil y los Estados Unidos en particular.
PALABRAS CLAVE
Relaciones
interamericanas;
Brasil; Estados
Unidos;
panamericanismo;
conferencia
panamericana
PALAVRAS-CHAVE
Relações
interamericanas;
Brasil; Estados
Unidos; panamericanismo;
conferência panamericana
KEYWORDS
Inter-American
Relations; Brazil;
United States;
Pan-Americanism;
Pan-American
Conference
Recibido:
31.03.2017
Aceptado:
07.07.2017
1. Antecedentes de la III Conferencia Panamericana
La idea de realizar una Conferencia de carácter continental, que sería la primera desde el Congreso
Anfictiónico de 1826, convocado por Simón Bolívar, nace alrededor de 1880 a través de James
G. Blaine. Blaine era Secretario de Estado durante la presidencia de James A. Garfield (marzo a
diciembre de 1881) y siempre había defendido la necesidad de mantener buenas relaciones con
los países vecinos del continente. Las razones de su interés eran tanto políticas como económicas.
Primero, entendía que cuanto mejores fueran las relaciones en la región, más fácil sería garantizar
la paz y evitar futuras guerras. Además, estos países podrían servir para establecer relaciones
comerciales ventajosas para los Estados Unidos. Blaine fue una figura fundamental en la etapa de
transición entre el periodo de aislamiento por el que pasaron los Estados Unidos después de su
independencia y la promoción de una política externa más activa y, últimamente, intervencionista.
Él impulsó especialmente una participación más amplia del país en los asuntos de los países
latinoamericanos2, inaugurando lo que se suele llamar primera fase el panamericanismo.
Para Blaine, estaba claro que el continente americano era el escenario natural para la actuación de
su país y el lugar ideal para que promoviera su política de expansión comercial. Viene de ahí la idea
de promover una Conferencia que reuniera a los países americanos con el fin de establecer una
pauta común y acercarlos política y económicamente a los Estados Unidos. Sin embargo, el plan
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LA III CONFERENCIA PANAMERICANA EN RÍO DE JANEIRO (1906) Y LAS RELACIONES ENTRE BRASIL Y ESTADOS UNIDOS
de la Conferencia no pudo llevarse a cabo debido
al asesinato del presidente Garfield (en 19 de
septiembre de 1881) y los cambios consecuentes
en la conducción de la política nacional. Casi una
década más tarde, cuando volvió a ser Secretario
de Estado entre 1889 y 1892 en la presidencia
de Benjamin Harrison, Blaine finalmente pudo
concretar su plan y convocar la I Conferencia
Panamericana.
panamericanismo encabezado por los Estados
Unidos.
Además, por lo menos de cara a las relaciones
con Brasil, hubo un buen resultado comercial con
la firma del tratado Blaine-Mendonça en enero
de 1891 (ratificado en febrero del mismo año),
después del fin de la Conferencia. Al mismo tiempo,
Brasil consiguió el casi inmediato reconocimiento
de la República recién promulgada (Lyra Júnior,
2008). De hecho, Estados Unidos fue el primer país
en reconocer el nuevo régimen implantado en
el país en 15 de noviembre de 1889, aun durante
la Conferencia. El tratado también constituyó un
momento clave en la política exterior de Brasil
porque fue uno de los primeros actos del gobierno
republicano y marcaba su nueva orientación hacia
Estados Unidos. El apoyo de los EEUU a la República
también sería decisivo para su consolidación, por
ejemplo, a través de la intervención para contener la
Revuelta de la Armada en 1893 (las conversaciones
entre Blaine y Mendonça5 en ese sentido venían
desde 1891), que amenazó con derribar el gobierno
de Floriano Peixoto.
La Conferencia en Washington tiene lugar en
el marco del intento de Blaine de afirmar a
los Estados Unidos como potencia regional y
mundial y desplazar definitivamente a Europa
de su preponderancia en la región tanto política
como económicamente. Los principales puntos
del programa del evento hacían hincapié en lo
relevante que eran los temas económicos para
la visión de Blaine de las relaciones que deberían
establecerse con los países latinoamericanos3.
La pauta de la reunión estaba concentrada
principalmente en tres tópicos impulsados por
los Estados Unidos: Arbitraje, Unión Aduanera y
Moneda Común4. Se proponía la adopción del
arbitraje obligatorio como un principio continental,
con el claro propósito de evitar la intromisión de
las potencias europeas en asuntos americanos. La
Unión Aduanera era un tema impulsado por Blaine,
pero que no gozaba de apoyo general en el interior
de Estados Unidos ya que los Demócratas estaban
a favor, pero los Republicanos – que priorizaban el
abordaje proteccionista – se oponían. El objetivo
era desplazar a los europeos de los mercados
sudamericanos y la propuesta tenía mucho apoyo
de las cámaras de comercio estadounidenses,
interesadas en poder acceder a los mercados
sudamericanos. La tercera propuesta, la adopción
de una moneda intercontinental, también generó
mucha oposición en el interior de Estados Unidos y
era en realidad la idea menos tangible (Dulci, 2013).
Por todo lo expuesto, se puede apreciar que la
I Conferencia Panamericana si bien no fue un
éxito rotundo en términos del cumplimiento
completo de la agenda propuesta por Blaine, por
lo menos sirvió para acercar a los dos países. Esta
aproximación fue sin dudas beneficiada por la
circunstancia de la proclamación de la República
en Brasil, que generaba un elemento más de
identificación. Otro efecto de la Conferencia para
la política exterior de Brasil fue la apertura a las
relaciones con otros países latinoamericanos. Un
claro ejemplo es el paso dado en la relación bilateral
con México. Después de décadas de un alejamiento
casi absoluto, la capital mexicana recibió la primera
representación diplomática brasileña, lo que
retribuyó estableciendo su legación en Río de
Janeiro (Palacios, 2008). Ese es un dato importante
porque ambos países serían las siguientes sedes
de las Conferencias y porque jugaban un rol
importante como aspirantes a líderes regionales y
aliados de los Estados Unidos.
Al final, los Estados Unidos fracasaron a la hora
de aprobar sus tres propuestas. No es correcto,
sin embargo, decir que la I Conferencia fracasó
completamente. Sus resultados políticos no fueron
totalmente nulos ya que se abrió el debate acerca
del nuevo papel que debía jugar Estados Unidos
en el continente y a nivel global. Si los resultados
prácticos a corto plazo no fueron los mejores, a
largo plazo resultaron más prometedores porque
se había sembrado la semilla de un proyecto de
Con la experiencia del fracaso en imponer
su agenda en la I Conferencia, la delegación
estadounidense adoptó una actitud más cuidadosa
en la II Conferencia, realizada en México entre 1901
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NATHALIA HENRICH
Chronic wrongdoing, or an impotence
which results in a general loosening of the
ties of civilized society, may in America, as
elsewhere, ultimately require intervention
by some civilized nation, and in the Western
Hemisphere the adherence of the United
States to the Monroe Doctrine may force the
United States, however reluctantly, in flagrant
cases of such wrongdoing or impotence, to
the exercise of an international police power
(Mensaje presidencial al Congreso en 1905
citado en Perkins, 1941, pp. 228-229).
y 1902. Los delegados desistieron de presentar
formalmente la propuesta de creación de una Unión
Aduanera, que aun así seguía presente entrelineas,
y concentraron sus esfuerzos en el establecimiento
de tratados comerciales bilaterales (Dulci, 2013).
Seguían insistiendo, sin embargo, en la cuestión
del arbitraje. Con eso, demostraban su interés en
alejar la influencia de Europa, que tradicionalmente
había sido el árbitro de los litigios en el continente,
especialmente los de fronteras. El énfasis en el
proyecto de arbitraje obligatorio se entiende
dentro de la lógica de que si lograban adoptar el
papel de árbitros privilegiados podrían asegurar
su influencia política en el continente, además de
obtener legitimidad para sus intervenciones en los
países vecinos.
Los términos eran vagos y daban margen a
interpretación sobre cuándo y cómo los Estados
Unidos podrían actuar. No sorprende, por lo tanto,
que en el país anfitrión no existiera consenso
sobre los beneficios del panamericanismo entre
los intelectuales ni entre diplomáticos y políticos
directamente involucrados en la cuestión. Es
importante recordar que Brasil no era un país hostil a
la influencia estadounidense. En realidad, al menos
entre los republicanos, pasaba todo lo contrario.
La proclamación de la República en Brasil sin duda
fomentó entre parte de la intelectualidad nacional
un sentimiento de identificación y admiración
por la “república hermana del Norte” (Alonso,
2002). De hecho, los republicanos recibieron con
entusiasmo la noticia de la convocatoria de la I
Conferencia Panamericana en 1888 porque veían
en ella la posibilidad de la reunión de la “América
republicana, federal y libre” a la cual soñaban con
que Brasil pudiera unirse pronto6. La actitud de
simpatía hacia un sistema republicano y federal
que en gran medida les sirvió de modelo venía
desde el famoso Manifiesto Republicano de 1870,
que marcó la fundación del Partido Republicano
Paulista y afirmaba sin lugar a dudas “Somos da
América e queremos ser americanos” (Brasiliense
de Almeida e Melo, 1878, p. 744).
2.
El
debate
sobre
la
“americanización” de la política
exterior brasileña
La III Conferencia Panamericana de 1906 no
empezó a partir de “una hoja en blanco” sino
que los países participantes llegaron a Brasil ya
con alguna experiencia acumulada por los dos
eventos anteriores y con sus propias expectativas,
agendas y estrategias. Otro factor fundamental
para que la Conferencia empezara en un
ambiente de desconfianza por parte de los países
latinoamericanos fue el mensaje al Congreso de
Theodoro Roosevelt en 1905, que sentó las bases
para lo que se conoció como el Corolario Roosevelt
a la Doctrina de Monroe. Al fin del primer año de
gobierno para el que fue reelecto, el presidente
republicano daba un paso adelante en su política
imperialista, que si bien ya había empezado, a
partir de este mensaje gana más fuerza y cierta
legitimidad – al menos para sus conciudadanos. Lo
que hace Roosevelt es tratar de dar bases jurídicas a
su política, recurriendo a la ya consagrada Doctrina
de Monroe. Su innovación es agregar a la doctrina,
formulada por James Monroe en 1823 para servir
como estrategia defensiva ante posibles intentos
de recolonización por parte de las potencias
europeas, un componente ofensivo, justificando la
eventual necesidad de intervención por parte de
los Estados Unidos en los países del continente. Así
lo justificaba:
Cuando Rio Branco asumió el puesto de Ministro
de Relaciones Exteriores en 1902, en los primeros
años de la república, intensificó el proceso de
acercamiento con los Estados Unidos que ya se
había iniciado a fines del siglo XIX. Lo que buscaba,
sin embargo, no era un alineamiento en el sentido
más estricto sino una relación preferencial capaz de
generar buenos resultados políticos y económicos
para Brasil sin prejuicio de su soberanía (Burns,
1966). Es importante tener en cuenta algunos
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LA III CONFERENCIA PANAMERICANA EN RÍO DE JANEIRO (1906) Y LAS RELACIONES ENTRE BRASIL Y ESTADOS UNIDOS
elementos de la formación del ministro brasileño
para entender su postura. José Maria da Silva
Paranhos Jr., era el hijo de José Maria da Silva
Paranhos, Visconde de Rio Branco, que ocupó cargos
importantes en el Imperio como la Presidencia del
Consejo de Ministros, el Ministerio de Hacienda y
el Ministerio de Relaciones Exteriores, y tuvo una
actuación importante en la lucha por el fin de la
esclavitud y durante la Guerra de la Triple Alianza
(Franco, 2005). El hijo, Juca, como era conocido
en su juventud, recibió una educación rígida y
acompañó a su padre desde muy joven en misiones
diplomáticas en las cuales inició su aprendizaje
para la carrera que seguiría más tarde, inclusive en
Paraguay durante la Guerra (Lins, 1945; Viana Filho,
1959; Vilalva, 1995). Era un hombre con una sólida
formación europea y de convicciones monárquicas
arraigadas, aunque se convirtiera en uno de
los hombres más importantes de la República
y por eso mismo tratara de no hacer públicas
demonstraciones de su afinidad ideológica con el
régimen caído (Bueno, 2012).
notable escritor portugués Eça de Queirós, bajo el
seudónimo de Frederico de S. Posteriormente esos
artículos fueron reunidos en un volumen titulado
Fastos da Ditadura Militar no Brasil (E. Prado, 1890),
al que se atribuye la colaboración del propio Rio
Branco (Armani, 2005; Leonzo, 1987). Entretanto,
su obra más potente sobre los Estados Unidos fue
definitivamente “A ilusão Americana” (E. Prado,
1980), que sigue siendo hasta la fecha una de las
críticas más contundentes sobre el papel de los
Estados Unidos en el continente americano y sobre
los efectos negativos de un acercamiento por parte
de Brasil. En ella Prado desarrolla sus argumentos
sobre la perniciosa política exterior que la república
brasileña estaba llevando a cabo con su intento
de emular a las instituciones estadounidenses
(A. A. Prado, 2004). Él no limitó sus actividades
a la escritura de manifiestos, sino que actuó
directamente para promover la Restauración. En
el caso de la ya citada Revuelta de la Armada, por
ejemplo, fue la figura central en la recaudación de
fondos para apoyar a los miembros rebeldes de la
Marina en contra del régimen de Floriano Peixoto
(G. T. Pereira, 2009).
No sucedía lo mismo con por lo menos otros dos
hombres fundamentales en el debate sobre la
“americanización” de las relaciones exteriores de
Brasil. Eduardo Prado y Joaquim Nabuco, ambos
monárquicos notorios y amigos cercanos a Rio
Branco. Prado fue más activo en sus actividades
pro Restauración que Nabuco, que prefirió retirarse
de la vida pública con el fin del Imperio. Por una
ironía de la Historia, tal cual Rio Branco, él tuvo
la oportunidad de servir a la República como
diplomático y ahí alcanzó el ápice de su éxito
internacional (Alonso, 2006).
Al contrario de Prado, Nabuco no se involucró
en ningún proyecto restaurador y se mantuvo
alejado de la política durante un largo periodo,
decepcionado por el rumbo que había adquirido
(Alonso, 2006). Otra diferencia fundamental entre
los dos es que Nabuco aceptó el desafío de volver a
la vida pública justamente para asumir el puesto de
embajador en los Estados Unidos y desde ahí pasó
a ser el más fiel defensor del panamericanismo
propuesto por Washington. En diciembre de 1905,
a fines de su primer año como Embajador, envió
una carta al recién electo presidente brasileño,
Afonso Pena, para dejar clara su postura sobre el
panamericanismo y el rumbo que creía que debería
darse a la política exterior brasileña.
Como era de esperar, las relaciones con los Estados
Unidos no eran bien vistas por los monárquicos y la
influencia republicana y federalista estadounidense
resultaba nefasta, un verdadero obstáculo a
superar, para los que tenían esperanzas de
restaurar el Imperio. Eduardo Prado representaba
la encarnación perfecta del crítico con los Estados
Unidos y su panamericanismo, a partir de una visión
monárquica y de un cierto esnobismo que veía Brasil
como superior por su pasado Imperial (Lima, 1896).
Ya desde diciembre de 1889 (ni un mes después
de la inauguración del régimen republicano
en Brasil), el rico paulista miembro de la élite
cafetera empezó a escribir duros artículos sobre el
régimen en la Revista de Portugal, dirigida por el
Usted me ha encontrado en este puesto y
no sé si debo pedirle que me mantenga en
él. Eso dependerá de su política. Si ella es
francamente americana, en el sentido de
un entendimiento perfecto con este país
yo tendré gran placer en ser su colaborador.
Si usted, sin embargo, no apuesta por esta
opción, tal vez sea mejor no tener aquí un
monroista tan pronunciado como yo porque
no conviene darles falsas esperanzas a los
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NATHALIA HENRICH
americanos. Entonces usted podría enviarme
a algún otro puesto donde yo no trabajaría
en vano7 (J. Nabuco & Nabuco, 1949a, p. 230).
internacional a pesar de su formación europea y
de sus convicciones monárquicas. Veía el papel
creciente de los Estados Unidos y su ascensión
como poder hegemónico en el continente, poco
a poco desplazando la influencia europea. Su
objetivo era obtener los mejores frutos de la
relación con la potencia emergente, pero no quería
hacerlo a costas de la pérdida de la soberanía
nacional ni de cortar definitivamente sus lazos
con el viejo continente. En última instancia, para
Nabuco el panamericanismo – entendido como
afiliación al proyecto propuesto por los Estados
Unidos – era un fin en sí mismo mientras para Rio
Branco era apenas un medio. Aparte, los dos tenían
personalidades absolutamente diferentes, algunos
dirían que opuestas. Todo lo que le sobraba a
Nabuco en facilidad de trato, de expresión de ideas,
de entusiasmo apasionado, estaba casi ausente en
Rio Branco. Serio, cerrado, concentrado, según el
Embajador, Rio Branco era una “efigie” que no había
sido decodificada jamás, ni si quiera por su padre o
por sus hijos (J. Nabuco & Nabuco, 1949b, pp. 262263).
La carta al presidente es una evidencia más de
que Nabuco y Rio Branco no se entendían tan
perfectamente sobre el tema del panamericanismo.
Cuando fue electo para la misión por Rio Branco
parecía que estaban plenamente de acuerdo
en cuanto a la orientación de la política exterior
brasileña. Él aceptó el puesto y tomó muy en serio
su misión, llegando a declarar en carta al ministro
que estaba dedicando el resto de su vida activa
a la aproximación intima de los dos países8. Sin
embargo, a lo largo del año de 1905, en cartas a
amigos, especialmente al también diplomático
Graça Aranha, expresa su frustración con el jefe.
Graça era uno de sus confidentes preferidos9, un
joven intelectual del círculo íntimo de Rio Branco,
lo que no impedía que se expresara con sinceridad
sobre sus desencantos con la política exterior
promovida por el jefe común. En algunas ocasiones
Nabuco menciona que estaban en comunicación
“a medias” porque Rio Branco no le contestaba
ni enviaba direcciones sobre temas relativos a la
Conferencia en Río. Especialmente le preocupaba
que el Ministro no le permitiera asistir al evento,
lo que él creía que podría causar decepción en el
gobierno estadounidense, con quien mantenía
muy buenas relaciones (J. Nabuco & Nabuco,
1949b). El desacuerdo entre los dos es evidente
en el Diario de Nabuco10. En varias entradas el
Embajador registra su decepción con su jefe, que
según él no estaría dando la prioridad adecuada
a la relación con los Estados Unidos. Se siente tan
frustrado que envía una carta a Rio Branco diciendo
que, si la aproximación con Washington ya no era
una prioridad, que, por favor, le encontrara un
nuevo puesto diplomático (C. Nabuco, 1929).
El entusiasmo de Nabuco por la causa
panamericanista – expresado en discursos
inflamados y textos emotivos – generó críticas
dentro y fuera del Itamaraty, siendo las más duras
las de su colega diplomático Manoel de Oliveira
Lima11. Lima no compartía con Nabuco la confianza
en las intenciones de los Estados Unidos de
mantener la paz y la seguridad en el continente
bajo los auspicios de la Doctrina de Monroe, mucho
menos sobre las virtudes del Corolario Roosevelt y
su proyecto Panamericanista. La víspera de la III
Conferencia, Oliveira Lima tuvo la oportunidad
perfecta para criticar la postura de su colega
cuando, en una reunión de la Academia Americana
de Ciencias Políticas y Sociales de Filadelfia,
Nabuco hizo una declaración abiertamente pro
panamericanismo en presencia de representantes
de los países latinoamericanos.
La cuestión es que había una diferencia fundamental
entre las visiones de Rio Branco y Joaquim Nabuco.
Nabuco veía el sistema internacional de forma
totalmente jerarquizada. Así, la única opción de
Brasil para tener un lugar de destaque internacional
sería a través de una vinculación íntima con los
Estados Unidos. Si no podía ser el líder, le parecía
que la mejor posición posible era ser su mejor
amigo y segundo al mando, aunque eso significase
alinearse con su política exterior. Ya Rio Branco
era un observador pragmático de la realidad
En esa ocasión, Nabuco dijo que las democracias
del continente no deberían de ninguna manera
considerar el papel asumido por los Estados
Unidos de mantener la Doctrina de Monroe como
una ofensa a su orgullo y dignidad. Al contrario,
deberían considerarlo antes un privilegio y acoger
a los Estados Unidos con simpatía y gratitud.
Utilizando como ejemplo varias situaciones en que
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LA III CONFERENCIA PANAMERICANA EN RÍO DE JANEIRO (1906) Y LAS RELACIONES ENTRE BRASIL Y ESTADOS UNIDOS
los Estados Unidos habían abusado de su condición
de potencia continental para intervenir en los
países vecinos, Oliveira Lima rechazó el argumento
de Nabuco diciendo que, de hecho, para muchas
repúblicas latinoamericanas dicha gratitud no
tenía ninguna razón de existir. En el caso de
Brasil, aunque no se hubiera producido ninguna
intervención directa y las relaciones hubieran sido
casi siempre amigables, tampoco existían razones
para la gratitud, según Lima. La actitud servil de
Nabuco irritó a su colega y hasta entonces amigo,
que no dejó de registrar que la declaración había
sonado rara incluso en la prensa estadounidense. Él
comenta que un reportaje aparecido en el Harper’s
Week demostró cierta sorpresa, clasificando
las palabras del embajador brasileño como
“interesantes” y destacando que Nabuco hacía creer
que en Brasil había una valoración mucho “más
viva” de la Doctrina Monroe que en Chile, Argentina
y otras repúblicas latinoamericanas (Lima, 1980, p.
67). En fin, no resulta excesivo afirmar que Joaquim
Nabuco era un claro caso de persona “más papista
que el Papa”. O como dijo el importante crítico
literario brasileño José Veríssimo en carta a Oliveira
Lima: “Nabuco es más yankee que los propios
yankees”12 (Carta de José Veríssimo para Oliveira
Lima, 12-08-1906, Oliveira Lima Library).
esta decisión una toma de postura de Rio Branco
sobre el exceso de entusiasmo de Nabuco con el
panamericanismo.
En su discurso de apertura de la Conferencia el 23
de julio, Rio Branco (2012) dio pruebas del tipo de
alianza que buscaba establecer con los Estados
Unidos, una relación basada en la igualdad y no en
el sometimiento. También dejaba claro el peso de
su formación europea y su visión de mundo influida
por muchos años vividos en el viejo continente.
Buscaba una relación basada en el equilibrio,
reconociendo la relevancia creciente del papel
de Washington en el mundo sin dar totalmente
la espalda a la vieja madre Europa. Sus palabras
expresan el intento de articular sus propias
convicciones personales y la situación geopolítica
que él no podía dejar de ver.
Como naciones todavía jóvenes, no podemos
olvidar a los formadores del capital con el
que entramos en el escenario internacional.
Europa fuente prodiga de energías fecundas.
Ella nos ha creado, ella nos ha enseñado,
de ella recibimos incesantemente apoyo y
ejemplo, la claridad de la ciencia y del arte,
las comodidades de su industria y la lección
más provechosa del progreso (Rio Branco,
2012, p. 135).
El discurso fue alabado por Oliveira Lima, quien
se caracterizaba por las duras críticas a la gestión
de su jefe en el Ministerio de Relaciones Exteriores
con relación a los Estados Unidos14. Su libro PanAmericanismo (Monroe, Bolívar, Roosevelt), que
reunía artículos de prensa escritos en la época
de la Conferencia, fue publicado en 1907 con
dedicatoria a Rio Branco exactamente por el
contenido de su discurso de inauguración. Lima
estaba satisfecho con la mención del ministro a
Europa y con la expresión en la reunión continental
de “la verdadera orientación que le cumplía seguir”,
dejando claro que Brasil tenía aspiraciones y
tradiciones propias e impidió la absorción del país
al “sistema norte-americano” (Lima, 1980, p. 17). El
discurso representó un aviso del Canciller brasileño
sobre qué papel buscaba jugar en el sistema
internacional, que era el de un actor relevante y
soberano que no olvidaba sus raíces europeas. Y
Oliveira Lima quiso registrar su apoyo a la postura
de Rio Branco porque significaba una victoria
3. La visita del secretario
estadounidense
Fue en este contexto de desacuerdo entre los tres
principales nombres de la diplomacia brasileña
cuando se iniciaron los trabajos para la Conferencia
el 21 de julio de 1906. Rio Branco fue nombrado
presidente interino hasta la elección oficial, en la
que fue elegido Joaquim Nabuco por diecisiete
votos a uno. En otra elección, Rio Branco y Elihu
Root fueron escogidos como Presidentes de
Honor del evento (Wilgus, 1932, p. 431). El jefe
de la delegación brasileña era Nabuco aunque
Ruy Barbosa había sido la primera opción de Rio
Branco, quien le hizo la invitación a través de cartas
en mayo de 190613. Ruy rechazó la invitación a
pesar de la insistencia del ministro. Es interesante
que Nabuco, siendo el embajador en Washington,
no fuera la primera opción. Quizás se pueda ver en
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que, de hecho, este fue el momento culminante de
las relaciones entre Brasil y Estados Unidos durante
la Era Rio Branco. Cabe destacar que esa fue la
primera visita a un país extranjero de un Secretario
de Estado estadounidense durante su mandato.
Para Nabuco, la visita de Root era el evento relevante
y no la Conferencia misma (J. Nabuco & Nabuco,
1949b, p. 237). Además de una hazaña diplomática
que significaba un honor para el país anfitrión, la
visita fue una prueba de alta consideración con el
Embajador Nabuco, que había estrechado lazos
con Root durante su permanencia en Washington.
El Embajador fue una pieza clave en la articulación
del viaje y consideraba el éxito de esta visita
como un reto personal. Graça Aranha contaba
con orgullo que los dos eran “muy amigos” y que
el Secretario de Estado insistía en su presencia en
la Conferencia. Le contaba también que el propio
presidente Roosevelt le había dicho que si no fuera
por la buena impresión le había causado Nabuco,
Root ni hubiera pensado viajar a Río (J. Nabuco &
Nabuco, 1949b, p. 243).
personal que el ministro hubiera hecho lo que él
aconsejaba hacía tiempo en sus textos en la prensa
y conferencias.
Rio Branco asumió un riesgo, ciertamente bien
calculado, al sacar a la luz el tema de la herencia
europea en un foro destinado a discutir las
cuestiones del continente americano y que
empezó basado en la premisa de evitar una nueva
dominación europea. Él toma cuidado de intercalar
el halago a la Doctrina de Monroe y la apología
de la concordia y la unión entre los pueblos
americanos con su manifestación de aprecio por la
herencia europea. Sus deseos para la Conferencia
eran que de ella resultara la auspiciosa seguridad
de que los tiempos de la verdadera confraternidad
internacional no estuvieran lejos, seguridad
confirmada y definida en actos y medidas prácticas
de interés común (Rio Branco, 2012).
Está claro que el ministro brasileño trataba de ser
un buen anfitrión al mismo tiempo que dejaba clara
la orientación de la política exterior que conducía.
No por otra razón tomó medidas simbólicas para
complacer a los Estados Unidos como cambiar el
nombre del local de la Conferencia. El antes Palacio
de Exposições pasó a llamarse muy apropiadamente
Palacio Monroe. El origen de la idea de ese cambio
no está claro. Nabuco registró en su diario que
había “conseguido” que Rio Branco anunciara el
cambio de nombre durante el evento, lo que puede
ser un indicio de que él mismo era el autor de la
idea (Nabuco, 2006, p. 629). Para la Historia, sin
embargo, quedó la versión oficial de que Rio Branco
fue el cerebro detrás del cambio (Castro, 1926, p.
30). Rio Branco era un hombre pragmático que no
veía en la Doctrina de Monroe una declaración de
autodefensa unilateral por parte de los Estados
Unidos, sino un pacto conjunto que podría resultar
útil a Brasil en caso de que fuera necesario. No es
casual que en la controversia sobre límites con
Bolivia invocara tan vigorosamente la Doctrina
para resistir a las intenciones del Bolivian Syndicate
(Ganzert, 1942, p. 446). Con el homenaje a Monroe,
trataba entonces de disipar la posibilidad de que se
ofendiera su huésped más ilustre, el Secretario de
Estado de Estados Unidos Elihu Root por su oda a la
herencia europea.
Esta interpretación no era apenas un delirio de
grandeza de Nabuco. Una anécdota aparecida
en la prensa brasileña ayuda a tener una idea de
su prestigio en Washington (y de su compromiso
con la causa panamericana). Cuando se acabaron
los fondos para la construcción del edificio de la
Unión Panamericana en Washington (hoy sede de
la Organización de los Estados Americanos – OEA)
ningún gobierno quiso hacer nuevas donaciones
y decidieron recaudar fondos privados. Joaquim
Nabuco fue considerado el único capaz de realizar
con éxito la tarea de conseguir los fondos “sin
prejuicio de su dignidad personal”. Así que aceptó
la misión y en la primera oportunidad que tuvo de
encontrarse con Andrew Carnegie, el millonario y
filántropo afín a la causa panamericana, le explicó la
situación de falta de recursos para terminar la obra.
Salió de la reunión con un cheque de 730.000 USD,
la cantidad necesaria para terminar la construcción
(“Notas e Informações”, 1910).
Sin embargo, tampoco hay que exagerar el papel
de la simpatía despertada por Joaquim Nabuco
en Roosevelt o en Root. Ambos tenían su propia
agenda política con relación a la América Latina
y aprovecharían la ocasión de la Conferencia
en beneficio de su proyecto de expansión del
panamericanismo. El viaje de Root duraría
La visita de Elihu Root a Brasil marcó un hito en las
relaciones entre los dos países. Burns (1966) afirma
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LA III CONFERENCIA PANAMERICANA EN RÍO DE JANEIRO (1906) Y LAS RELACIONES ENTRE BRASIL Y ESTADOS UNIDOS
aproximadamente tres meses y después de estar
en Río diez días, el Secretario visitaría Uruguay,
Argentina, Chile y Ecuador (“Mr. Root´s Trip,” 1906,
“Secretary Root Leaves New York on Charleston.
Forts Thunder Slautes to Distinguished Cabinet
Official,” 1906). A pesar de que el viaje fue bien
visto por la prensa estadounidense, que lo divulgó
ampliamente, a una parte de la opinión pública
nacional no le gustó el resto de la composición
de la delegación de su país. Les parecía que los
delegados enviados a la Conferencia anterior en
México eran más “fuertes” (Wilgus, 1932, p. 426).
La visita de Root de cierta forma eclipsó la
Conferencia, como había anticipado Joaquim
Nabuco. Él fue recibido entusiásticamente en
Río, compareció a una serie de eventos paralelos
y fue objeto de diversas muestras de simpatía y
admiración por parte de los brasileños. Entre otras
cosas, Nabuco se esforzó personalmente para que
fuera recibido con honores por Rui Barbosa en el
Senado (J. Nabuco & Nabuco, 1949b, p. 255). Al
mismo tiempo, Rio Branco salió muy fortalecido, ya
que quedó claro que su política de acercamiento
no era unilateral y que los Estados Unidos tenían
a Brasil en cuenta. A largo plazo, la visita sentó un
precedente importante. El impacto simbólico fue
enorme, tanto que los delegados estadounidenses
afirmaron en su informe final de actividades que la
presencia de Root en la Conferencia había resultado
un bien más grande para sus relaciones con
América del Sur y América Central que cualquier
otro acontecimiento en su historia diplomática
(Wilgus, 1932, p. 438).
La evaluación general por parte de los
estadounidenses era que la Conferencia en Río
había sido vaciada de contenido en términos
prácticos. De hecho, los delegados recibieron
instrucciones explicitas para no buscar ningún
resultado final espectacular sino para dedicarse
a tratar de cuestiones de interés general y evitar
los temas controvertidos (Wilgus, 1932, p. 427).
La Conferencia se limitó a discutir cambios
estructurales, planificación administrativa y
perfeccionamiento de las convenciones ya
existentes y no puso sobre la mesa propuestas
de nuevas políticas. La mayor parte del trabajo
se realizó en el ámbito de las catorce comisiones
que se dedicaron a tratar temas administrativos
e institucionales más que propiamente políticos
(Burns, 1966). El tono general de las instrucciones
dadas por Root a sus delegados era conciliador
y nada ambicioso, posiblemente porque estaba
al tanto del clima de desconfianza de los demás
países y por causa de los efectos de los fracasos en
imponer su agenda en Conferencias anteriores. La
diferencia es que en esta, el Secretario de Estado
estaba presente y sufrir una derrota diplomática en
vivo sería una vergüenza que los Estados Unidos no
estaban dispuestos a enfrentar. Su objetivo general
era aumentar el respeto mutuo, así como disminuir
los malentendidos y desconfianzas entres los países
del continente. De alguna manera, la Conferencia
debía ser un ejemplo de la capacidad de buena
convivencia en la región bajo los ideales de la
Doctrina de Monroe. El discurso inaugural de Elihu
Root fue muy claro en este sentido, cuando dijo
directamente que los Estados Unidos no querían
ningún territorio más que el suyo y no buscaban
tener la soberanía sobre nadie más que ellos
mismos (“Mr. Root at Rio Tells Our Policy,” 1906).
4. Conclusiones
Las Conferencias Panamericanas inauguraron una
nueva etapa en las relaciones interamericanas
y empezaron por la presión de la expansión del
capitalismo estadounidense, que buscaba nuevos
mercados, y veía en el continente americano su
espacio natural de actuación. Además, saliendo de
una fase aislacionista, los Estados Unidos buscaban
afirmar su posición como líder hegemónico de
la región y alejar al continente de la influencia
europea en todos los ámbitos.
Si es cierto que las tres Conferencias aquí
mencionadas fueron convocadas por iniciativa de
los Estados Unidos y que éstos tenían una clara
agenda para los eventos, los resultados prácticos
alcanzados no son tan claros. No se ganaron las
grandes disputas, ya que nunca se aprobaron los
principales proyectos impulsados por los gobiernos
estadounidenses, o sea, la creación de una Unión
Aduanera, la adopción del arbitraje obligatorio
para conflictos entre los países americanos y el
establecimiento de una moneda común, todas
propuestas que beneficiaban directamente su
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proyecto panamericanista. Aunque lo hayan
intentado y hayan obtenido algunos éxitos, no es
posible afirmar que el proyecto panamericano tal
cual fue propuesto por los Estados Unidos haya
salido totalmente victorioso. Por otro lado, fueron
perceptibles los enfrentamientos de opinión
entre las delegaciones, especialmente de Brasil y
Argentina, que oscilaban entre posiciones más o
menos alineadas con los intereses estadounidenses,
respectivamente.
Con este breve análisis de la III Conferencia
Panamericana quedó claro también que no
había consenso sobre la adhesión al proyecto
panamericanista entre importantes intelectuales
brasileños, como Joaquim Nabuco y Oliveira Lima,
ni tampoco para el Ministro de Relaciones Exteriores
de Brasil, Barón de Rio Branco. Por el contrario, el
análisis de sus correspondencias y memorias deja
ver los desentendimientos y desacuerdos sobre los
rumbos de la relación entre Brasil y Estados Unidos.
Es evidente, al final, por el tono adoptado por Rio
Branco desde el principio de la Conferencia, que
su proyecto era diferente de aquel defendido por
Nabuco, mucho más identificado con el monroísmo.
Aunque saliera con su prestigio fortalecido por la
visita del Secretario de Estado estadounidense, el
Embajador brasileño en Washington fue derrotado
en su aspiración de ver una identificación completa
con el panamericanismo rooseveltiano. Ya para
Rio Branco, la Conferencia y la visita de Root
representaron su afirmación como el hombre
de Estado más importante de Sudamérica y le
dieron poder para seguir con su proyecto de
“americanización pragmática”, que asentaría las
bases para las relaciones bilaterales Brasil – Estados
Unidos por muchos años más.
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LA III CONFERENCIA PANAMERICANA EN RÍO DE JANEIRO (1906) Y LAS RELACIONES ENTRE BRASIL Y ESTADOS UNIDOS
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