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Recuerdos J.Sandoval B. Año 2017 Recuerdos J. Sandoval B. Año 2017 Recuerdos Recuerdos J. Sandoval B. Año 2017 Recuerdos Quince y dieciséis Aquellos días de verano, ella pasaba todas las tardes, con su hermana, Por el frente del jardín de mi casa, mientras yo regaba, las flores y plantas, yo la miraba y ella me sonreía, y su sonrisa para mí, era perfumada. Un día me atreví, con temor a hablarle, Pilar se llamaba, me conto, mientras Jugueteaba con sus hermosas trenzas, Llevándoselas coquetamente a la espalda, mirándome con sus ojos moriscos y su boca hermosa, como una grana. Su padre era gallego había llegado, Huyendo, de la guerra fratricida de su querida tierra de España. Le pregunte si podía verla de nuevo, o visitarla en las tarde en su casa, me dijo que a su madre le diría. Fueron muchos los felices días, de aquel hermoso verano, que en el living de su casa, mientras su madre tejía, muy juntos los dos en aquel sofá, Libros de amor, yo le leía. A veces nuestras manos se tocaban, y su cuerpo anhelantes temblaba. Al despedirme en la verja de su casa, en la profundidad de sus ojos me miraba y el néctar de sus labios yo bebía. Ella tenía quince años, yo; dieciséis En el arroyo A orillas del arroyo, esa tarde entre mis brazos, que era mía y amor eterno me juro. Un día cerca del arroyo, de la mano de otro la encontré. Me dijo que no era nada, que por favor la perdonara, que solo mío era su amor. La perdone, pero mi amor por ella, en mil pedazos roto quedo. Tarde de abril Estaba yo con unos amigos, esa tarde brumosa de abril, cuando ella a mi lado pasó, hermosa como un girasol. Antes ya nos habíamos visto, y esa tarde a acompañarla, con mucho temor me ofrecí, para mi alegría me dijo que sí. Caminando, de la mano la tome, y en el portón de su casa la deje. Allí, a su hermana mayor conocí, y permiso para visitarla conseguí. Fueron muchas las tardes de abril, que en aquel portón de su casa, el excitante calor de su cuerpo y la dulce pasión de sus besos sentí. Yo la quería; con todo el corazón, pero desgraciado de mí, no la amaba, mi amor era de otra, que no me quería, y que ya había dejado de amarme. Una tarde brumosa y triste de abril, desilusionada, llorando de mí se alejó, Sin querer hacerle más daño, la deje ir, Deseando para ella todo lo mejor. Sueño de amor Lo ame; como nunca a nadie, antes de ella, avía amado, la ame; con toda mi alma, con pasión y con locura. Ella también me amo; me amo, con paciencia, con ternura, como de seguro, hubiera amado al hijo que no tuvimos. Su pecho; era, refugio para mis penas y alegrías. Sus abrazos, besos, y caricias, bálsamos para mis heridas, acunado en su regazo, sentía el latir de su amor por mí, Cristalino, trasparente, puro, como manantial de jardín. Ella era mi vida, mi destino y el faro que me guiaba, La razón de ser de todos mis sueños y afanes. Fue el candil que alumbraba mi andar y mi camino Y la estrella del horizonte que veía en lontananza. El destino cruel y envidioso, mi inexperiencia y torpeza, Hicieron, que personas mal intencionadas, nos separaran. Ella tomo su camino señalado y yo el mío muy incierto. Los días que siguieron fueron de angustia, dolor y quebranto. Tiempo después, por causalidad nos vimos, dos o tres veces más, pero ya nuestro amor; estaba sellado para siempre en el corazón. Hoy la recuerdo con ternura, con agradecimiento, con nostalgia, Nostalgia y agradecimiento por el sueño, que un día junto vivimos. La Pequeña Copetinera Estaba yo, en la barra de un club nocturno, cuando se me acerco muy amable una joven. Una joven muy bien vestida, fresca y hermosa, que detrás de sus pinturas se veía una niña. Me pregunto con cortesía, si necesitaba compañía, le pregunte con curiosidad; cuantos años tenía, me dijo que dieciocho, pero se notaba que mentía, Pidió, con desparpajo, un trago y una granadina. Con los trago antes pedidos, en sus agiles mano, a sentarnos en una mesa, de un rincón me invito. Yo intrigado y curioso a la mesa del rincón la seguí, me explico, que le pagaban por trago consumido. Cuando hablaba, se notaba que era educada, le pregunte extrañado, porque estaba ahí, me dijo llorosa, que su padre estaba muerto, su madre padecía una enfermedad muy costosa. Sus hermanos se habían ido, uno estaba preso, y ella con lo que hacía, era el único sustento. Me dijo si quería algo mas también me servía. Le deje el dinero y avergonzado del lugar me aleje. Amor exprés Me la presento una amiga, era como una fruta madura, su boca inquieta; una fresa, su cuerpo, todo, una belleza. Conversamos, nos gustamos, y muy luego nos besamos. Al motel con cariño la invite; en el cuarto de aquel motel, mi ropa y su ropa se sacó. Desnuda, era como una diosa. sus brazos, mi cuello rodeo, su cuerpo, contra mí se cobijo y su boca, mi boca mordió. Por la cintura luego la tome Y la cama presto la lleve. Me dijo que mucho me amaba que luego la hiciera feliz y entre sus piernas; yo me perdí. Fue una noche fabulosa, la pasión fue grandiosa. En sus brazos pronto me dormí. al despertar ya no estaba, se había ido y nuca más la vi Nocturno en el mar Frente al mar esa tarde, yo contemplaba; El sol se hundía lentamente en el horizonte, en el cielo, una explosión de colores derramaba, las olas; en la superficie alegres jugueteaban, y las agua; besaban una y otra vez la playa. Ella, parada en una roca, ansiosa me esperaba, la brisa tibia, su hermoso cuerpo modelaba, me hiso señas, para que la fuera a buscar, me acerque y con mis brazos para bajarla, su cintura rodee, ella en mi boca un beso dejaba. El crepúsculo, en el horizonte luego se perdía, la noche, con su cortejo de estrellas aparecía, la luna llena, coqueta en las aguas se miraba, la brisa tibia de verano, el pelo de ella acariciaba, y en la arena, entre mis brazos se acunaba. Esa noche, bajos las estrellas, tendidos en la playa, supe que ella me quería y cuanto me amaba. Su amor era hermoso y tierno como una caricia. Mi amor por ella, esa noche en la playa estallaba, noche de arena, de luna, y estrellas calladas. Mi madre Recuerdo a mi madre, con sus cabellos de platas, Sus ojos, un océano misterioso, de color turquesa, Su cara, serena y hermosa como una rosa. Sus manos blancas, cuando hablaba, eran mariposas que en el aire, jugueteando palabras dibujaban. Hera amorosa, también severa, como gringa que era, En las noches de inviernos todos junto al bracero, De todo conversábamos y libros de actualidad nos leía. Que la educación y libre juego de las buenas ideas lo mejor que podían dejarnos de herencia nos decía Muy de arrumaco no era, pero cuando nos tocaban; Presto, como una leona, sus cachorros defendía, nos conocía a todos, como la palma de sus agiles mano, y cuando barbaridad hacíamos o mentíamos ella lo sabía, Nos perdonaba, pero con una reprimenda que más nos dolía. Hera; inteligente, emprendedora, con gran poder de convención, Fue; comerciante, empleada publica, periodista y empresaria, con el propósito, de realizarse y ayudar a nuestra educación, Dueña de casa, madre y esposa; cariñosa, dedicada y comprensiva. Mi padre; hombre educado, agradecido, la adoraba, y nosotros con él. Cuarteto Intimo En tarde triste, fría, brumosa y lluviosa, Recuerdo, aquel vacío cuarto de estudiante, y los días en que esa niña joven y hermosa, Iba a verme y acompañarme, al caer la tarde. En algún momento, me tomaba las manos, y con gran ternura, se las llevaba a la cara, para que yo la sintiera y la acariciara. Yo acariciaba; sus ojos, su pelo y su boca. Ella, me miraba profundamente a los ojos, y con amor, sus labios húmedos me ofrecía. Yo la besaba, luego en mis brazos se dormía. Al amanecer al despertar del cuarto se iba. En mi cuello y mi cara, su aliento tibio dejaba, Y el perfume intenso, de su pelo en la almohada, El recuerdo de su figura y ternura me embriagaba, Y esas tardes tristes, la lluvia caía tras la ventana. Caifás Caifás se llamaba, mi hermoso perro, era grande y gordo, como un becerro. Dormitaba, todos los días en el portón. Cuando salíamos, afuera se quedaba, Hasta, que todos a casa regresarán. En una de esas particulares ocasiones, paso frente a al portón, una liceana, que caminaba a tomar locomoción, Caifás, le hiso fiesta y ella lo acaricio. Desde esa vez, todos los días la esperaba. A la locomoción, solicito, la acompañaba. Unos días hubo que la liceana no paso, Caifás muy triste, cabizbajo y lloroso, Noche y día en el portón, siempre la espero, Hasta, el día en que ella, a pasar retorno. Cuando Caifás la vio, pura fiesta se convirtio, como siempre, a la locomoción la acompaño, Iba; feliz, moviendo su cola, con la cabeza en alto. Desde, aquel día, Caifás, nunca más volvió. ¿Quién dijo que los perros, no saben de amor? Mi infancia Recuerdo una casa llena de amor, Un barrio y una calle al rededor, En la esquina un almacén expendedor Y en las noches la luz opaca del farol Los amigos de juegos y travesuras; El guatón, el pelado, y el Ossandon. Jaime el español, amigo mayor que yo, Que me enseñó a fumar en una ocasión Los juegos a las bolitas; la hachita. Los tres hoyitos, La payaya y la troya La pelota, el trompó y el volantín La rayuela, el gallito, el paco y el ladrón La linda vecinita que un día me dio, un palo en la cabeza, porque, según ella, yo no le ponía la suficiente atención. Mi primer dolor de cabeza por un amor. En noche de invierno; el castañero, Con su canasto humeante al brazo, Y en la otra mano un rustico farol, que despejaba la niebla, a su paso. En días calurosos de verano; el raspaillero, Su barra de hielo y el jarabe de franhuesa, O el heladero con su cubo de helado, en una cubeta con hielo, tapada con arpillera. Los días de fiestas; el organillero, con su caja De música que inundaba el barrio de alegría, Sus remolinos de colore desplegados al viento Y el loro que sacabala la suerte con cuentos. Los domingos con mis hermanos y mi padre; A misa de doce, en la parroquia de la plaza, En la tarde; a la matiné del cine destartalado y las series de pirata y aventuras interminables Que días aquellos; de cariño, de alegría, de contento, de querer apurar el tiempo, Para ser grande, y poder como los mayores Afeitarnos y usar glostora, ¡bendita inocencia! ,