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Gonzalo Bravo Raúl González Salinero (editores) CRISIS EN ROMA Y SOLUCIONES DESDE EL PODER MADRID – SALAMANCA 2016 SIGNIFER LIBROS SIGNIFER Monografías de Antigüedad Griega y Romana 47 SIGNIFER Libros EN PORTADA: Relieve en Naqsh-i Rustam (cerca de Persépolis). Valeriano (253-260) arrodillado ante Sapor. ACTAS DEL XIII COLOQUIO DE LA ASOCIACIÓN INTERDISCIPLINAR DE ESTUDIOS ROMANOS, CELEBRADO EN LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID LOS DÍAS 18-20 DE NOVIEMBRE DE 2015 El contenido de este libro no puede ser reproducido ni plagiado, en todo o en parte, conforme a lo dispuesto en el art. 534-bis del Código Penal vigente, ni ser transmitido con fines fraudulentos o de lucro por ningún medio. © De la presente edición: Signifer Libros 2016 Gran Vía, 2, 2ºA. SALAMANCA 37001 Apto. 52005 MADRID 28080 ISBN: 978-84-16202-08-9 D.L.: S.271-2016 Imprime: Eucarprint S.L. – Peñaranda de Bracamonte, SALAMANCA. Índice In memoriam Prof. Dr. D. José María Blázquez Martínez (junio 1926-marzo 2016) ..............................................................................................13 Gonzalo Bravo y Raúl González Salinero Introducción ........................................................................................................15 Conferencia inaugural Domenico vera La política imperial y la «crisis» de la ciudad tardorromana en Occidente .......................................................................................................23 Crisis paradigmáticas Mauricio PaStor Muñoz Lucio Cornelio Sila y la crisis de la República romana .................................... 43 Enrique GozalBeS Cravioto La crisis de la República en el África romana: la actuación de César en 46 a. C. ........................................................................65 Sabino Perea YéBeneS El día que murió Cicerón ................................................................................... 83 Gonzalo Bravo La percepción de la(s) crisis del siglo III y la respuesta del gobierno imperial: ¿un nuevo discurso o cambio de paradigma? ....................................101 ÍndiCe Crisis y soluciones romanas Fernando Fernández PalaCioS Celtas contra romanos en Italia a inicios del siglo III a. C.: desentrañando la batalla de Arretium, la fundación de la Colonia Sena Gallica and All That.................................................................. 123 Javier CaBrero El conlicto con los aliados en el siglo I a. C. y su solución desde el poder central romano ......................................................................... 141 Juan José SeGuÍ Pro instaurandis scholis. Educación para salir de una crisis........................... 167 Francisco Javier GuzMán arMario La última gran crisis de la antigua Roma: los godos en las Hispanias (411-466) .............................................................. 183 Crisis en la República Manuel SalinaS de FrÍaS Crisis agraria y reforma política: Escipión Emiliano contra el programa de los Graco ....................................... 201 Mercedes lóPez Pérez La decisión político-religiosa y el trasfondo socio-sanitario de la introducción del culto a Asclepio en Roma ............................................ 215 Alejandro dÍaz Fernández La prouincia como solución para el sostenimiento del imperium romano: el caso de la provincia de Cirene ...................................... 229 10 ÍndiCe Crisis en el Imperio Pilar Fernández uriel Damnatio memoriae: ¿castigo, solución o recurso político? ........................... 251 Julio GóMez Santa Cruz Crisis inanciera e intervencionismo imperial en época de Tiberio ................. 271 Rosa Sanz Serrano El nieto vestido de púrpura: Euquerio y Estilicón ........................................... 291 ComuniCaCiones José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio ........... 313 Helena GozalBeS GarCÍa La imagen de Cayo Octavio en las amonedaciones hispanas .......................... 337 Víctor SánChez lóPez «Terrorismo de Estado» como resolución de períodos críticos: los Flavios ........................................................................................................ 357 Diego Mateo eSCáMez de vera El año de los cuatro emperadores: prodigia, crisis política y lucha por la legitimidad ............................................................................... 377 Raúl Serrano Madroñal ¿Crisis social en el Bajo Imperio romano? El derecho como herramienta de reconducción estatal ................................... 393 11 ÍndiCe Nerea Fernández CadenaS Las intrigas cortesanas y su inluencia en el contexto de la desestructuración del Imperio romano occidental: el caso de Gala Placidia ................................................................................... 405 Jaime de MiGuel lóPez Cristianos versus paganos. La respuesta imperial tras la crisis generada por la revuelta de Illus ........................................................ 417 Noelia viCent raMÍrez Crisis moral y sexual en el Imperio: las medidas legislativas de Augusto y Justiniano contra los escándalos de adulterio a través de la pena del exilio ............................................................................ 435 Aitor Fernández delGado In aere aediicare. Las iniciativas político-militares del emperador Mauricio en los Balcanes durante la «década gloriosa» (592-602): ¿solución o gestación de una nueva crisis? ..................................................... 451 12 Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio* José ortiz CórdoBa Doctorando-Universidad de Granada introduCCión Los movimientos migratorios constituyen uno de los grandes fenómenos históricos que de forma continuada han condicionado el devenir de la Humanidad, teniendo por ello una proyección de primer orden en las investigaciones realizadas. En la Antigüedad su relevancia se constata en las colonizaciones que afectaron al Mediterráneo y que fueron protagonizadas por las tres culturas fundamentales ―fenicia, griega y romana― que se desarrollaron en sus orillas. Como parte de ese entorno la Península Ibérica se vio afectada por estos movimientos migratorios, que en el caso de la colonización fenicia y griega afectaron esencialmente a las zonas costeras y al hinterland indígena. Por su parte, la colonización y la emigración romana cerraron el proceso emigratorio clásico y tuvieron un carácter sistemático que afectó a todo el territorio peninsular. Sus comienzos se constatan desde los momentos iniciales de la conquista del territorio. No obstante, su intensidad aumentó durante la crisis de la República e inicios del Principado, adquiriendo una nueva dimensión con la Pax Romana. Por ello, el estudio de la emigración romana con sus diversas formalizaciones resulta un elemento clave para la comprensión del proceso de romanización de la Península Ibérica. El trabajo que presentamos se incardina en el marco de nuestra tesis doctoral, actualmente en fase de desarrollo, y responde, por tanto, a las circunstancias en que se encuentra en este momento nuestro trabajo. No pretendemos por ello realizar un análisis exhaustivo que sería imposible condensar en un trabajo de este tipo, máxime cuando el tema propuesto presenta una amplitud cronológica y temática notable; al contrario, nuestro objetivo se centrará en esbozar un panorama general de los lujos migratorios durante la tardía república y los comienzos del Principado. El marco cronológico elegido, una franja temporal de algo más de un siglo, el que transcurre entre la Guerra de Sertorio y el advenimiento de Augusto, puede considerarse como un periodo decisivo en la historia de Roma. Estos años verán embarrancar deinitivamente el régimen republicano que, ahogado en un baño de sangre, dará paso a una monarquía camulada entre ropajes * Este trabajo se enmarca dentro de las líneas de estudio del grupo de investigación HUM-215 dirigido por el Prof. Dr. C. González Román y forma parte de la tesis doctoral Emigración e inmigración en la Hispania romana (Siglos I-II d.C.) que actualmente desarrollamos en la Universidad de Granada gracias a un contrato FPU otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. G. Bravo y R. González Salinero (eds.), XIII Coloquio de la AIER. Crisis en Roma y soluciones desde el poder, Signifer Libros, Madrid/Salamanca, 2016 [ISBN: 978-84-16202-08-9], pp. 313-336 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio republicanos. En estos años de crisis las dinámicas migratorias, presentes en suelo hispano desde que Roma planta sus águilas en la costa catalana durante las guerras contra Cartago, aumentan su intensidad y cambian en gran medida su carácter y composición al compás del devenir histórico de la cuenca mediterránea. Los fenómenos que vamos a analizar tienen como telón de fondo la crisis de la República, de su ordenamiento constitucional y de su estructura económico-social. De esta manera los movimientos migratorios que se constatan en las fuentes, tanto literarias y como epigráicas, son en muchas ocasiones relejo de esa enorme crisis política. Sin embargo, en otras ocasiones la emigración, con el fenómeno conexo de la colonización, será empleada como solución a los problemas existentes en el marco de una Italia asolada por la crisis agraria y las disputas entre los últimos dinastas republicanos. 1. loS iniCioS de la eMiGraCión itáliCa a Hispania El estudio de la emigración en época republicana está condicionado por las diicultades derivadas de las limitaciones que presenta la documentación disponible. Estas diicultades han propiciado la existencia de un notable debate entre los autores que deienden una aluencia cuantitativa importante de emigrantes para esta época y aquellos otros que tienden a mantener posiciones más cautas. Entre los primeros deben reseñarse los aportes de A. J. N. Wilson y E. Gabba, defensores de la existencia de una emigración romano-itálica numerosa favorecida por el gran volumen de contingentes militares desplazados a suelo hispano durante las guerras contra celtíberos y lusitanos y espoleada por las expectativas económicas suscitadas por el nuevo país, principalmente por los beneicios derivados del comercio y las explotaciones mineras. En esa misma línea se han mostrado Mª A. Marín Díaz y C. González Román, que han defendido la existencia de una corriente migratoria de cierta entidad hacia Hispania1. En la línea contraria se mostraría P. A. Brunt, para quien la emigración a las provincias sería algo restringido a hombres de negocios y soldados, considerando que no es posible defender un volumen de emigración importante fuera de Italia hasta época de César. Postura similar mantuvieron R. Knapp y Le Roux2. La contraposición entre ambas posturas puede verse en las distintas valoraciones cuantitativas realizadas sobre el fenómeno migratorio en época republicana3. Es un hecho constatado por la documentación disponible que para época republicana la llegada de emigrantes, principalmente itálicos, está presente en el caso hispano desde los inicios de la conquista, fruto inicialmente de unos contactos de claro carácter militar consecuencia de las operaciones desarrolladas contra Cartago en el marco de la Segunda Guerra Púnica. De esta manera se produjo el desplazamiento a la Península de contingentes de tropas legionarias y auxiliares para combatir las posiciones cartaginesas. Sin 1 Wilson, 1966, pp. 9-12; Gabba, 1973, pp. 289-299; Marín Díaz, 1986-1987, pp. 53-63; 1988, pp. 47-112; González Román, 2010, pp. 13-32. 2 Brunt, 1971, p. 233; Knapp, 1977, pp. 157-158; Le Roux, 1995, pp. 85-95. 3 Cf. González Román, 2010, pp. 14-15. 314 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio embargo, una vez terminado el conlicto, las nuevas necesidades estratégicas, derivadas de la ocupación del territorio y la presencia en el mismo de una realidad política fragmentada, obligaron a Roma a mantener una continua presencia militar a lo largo del siglo II a.C. El ejército desplazado a Hispania era un cuerpo militar que obedecía por sus características al clásico ejército ciudadano con la suma de tropas auxiliares que, a partir de la Segunda Guerra Púnica, se verá notablemente afectado por la crisis del pequeño campesinado4. Este ejército deberá permanecer y luchar de forma continuada en territorio peninsular pues en Hispania, al contrario de lo que sucedió en la lucha contra los viejos reinos helenísticos, donde la pugna por el poder se dirimía generalmente en el contexto de grandes batallas, Roma habrá de enfrentarse a una guerra continuada y agotadora que obligará a realizar enormes esfuerzos en el plano militar. A efectos migratorios estos condicionamientos militares incidieron de dos formas distintas aunque complementarias. Por un lado estarían los veteranos, que una vez cumplido su periodo de servicio podían preferir en muchos casos permanecer en Hispania antes que regresar a Italia, especialmente teniendo en cuenta la situación agraria de esta península5. Por otro, no hay que olvidar que la guerra en la antigüedad generaba importantes beneicios económicos, actuando, por tanto, como factor de atracción para determinados grupos sociales que buscaban administrar en su beneicio el botín de guerra. De esta manera, puede detectarse junto al ejército un contingente migratorio que estaría integrado por aquellos individuos que buscan explotar los beneicios de la conquista. Sería un lujo migratorio de carácter fundamentalmente «civil», aunque ligado estrechamente a la actividad y a las necesidades de los contingentes militares. Este hecho, cuya importancia romanizadora fue subrayada en el ámbito historiográico por primera vez por el prof. García y Bellido6, ha quedado relejado en diversos testimonios de la tradición literaria que mencionan la presencia de redemptores, negotiatores y mercatores venalicii7 asociados a las necesidades de las legiones romanas y a la puesta en marcha de una economía depredatoria conformada por los beneicios extraídos del botín de guerra y los prisioneros esclavizados8. Esa emigración de carácter civil se proyectará también sobre la explotación de los recursos de que dispone el territorio conquistado, provocando la introducción en Hispania de formas de organización ajenas al mundo indígena. Particularmente interesante es la referencia de las fuentes clásicas sobre la importancia alcanzada por la emigración itálica en la explotación de los numerosos 4 Esta crisis, que será uno de los grandes problemas de la República en su fase inal, se releja claramente en la reducción paulatina durante el siglo II a.C. del censo mínimo para pertenecer a la «quinta clase» (Cf. Brunt, 1971, p. 403). 5 Conviene reseñar que los veteranos que decidieran permanecer en Hispania lo harían en general por propia voluntad, asentándose en algunas de las fundaciones romanas o bien en ciudades indígenas. Hasta el inal de la República no existe una voluntad colonizadora a gran escala dirigida por el Estado. 6 García y Bellido, 1966, pp. 3-18. En el mismo sentido, vid. Knapp, 1977, pp. 166-177; González Román, 1979, pp. 81-96; 1980, pp. 139-149. 7 Liv. XXI, 60, 8-9; XXXIV, 9, 12; Per. 49; Apiano, Iber. 68. 8 González Román, 2010, p. 14. 315 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio yacimientos mineros de la Península. Destacan al respecto los pasajes de Diodoro9 y Estrabón10, que testimonian la cantidad y la calidad de los metales extraídos, así como la existencia de un sistema de explotación en manos privadas a través de concesionarios. Sin embargo, no solo la importante riqueza de los yacimientos mineros hispanos atrae a una fuerte emigración; también el progresivo desarrollo de las relaciones comerciales entre la Península Ibérica e Italia dará lugar a que numerosos comerciantes romanos e itálicos se asienten en aquellos centros urbanos que poseían una situación adecuada para el desarrollo de estas transacciones, como constatan los restos epigráicos encontrados en Tarraco y Carthago Nova. Este hecho es buena muestra de la inserción hispana en los circuitos comerciales romanos11. Esta inmigración, militar y civil, que se proyecta en la toponimia y la antroponimia, y las nuevas formas organizativas y de explotación de los recursos que trajo consigo, supuso un impulso notable al proceso romanizador en la región, particularmente en la costa levantina y los fértiles valles del Ebro y el Guadalquivir. Su penetración en tierras hispanas se verá favorecida por la progresiva labor de Roma durante los años anteriores al cambio de Era, momento en que la ciudad del Tíber procede a la creación de diversas entidades urbanas e implementa una administración provincial estable. Ambos hechos, particularmente el primero, aportan datos interesantes sobre las dinámicas migratorias. Concretamente, deben referirse las menciones recogidas por Livio en relación a la deductio de Carteia12 y por Estrabón sobre los colonos de las fundaciones de Palma y Pollentia13. Sociológicamente, el componente de estos contingentes es principalmente itálico si tomamos como base el examen prosopográico realizado por Mª Amalia Marín Díaz, que examinó los nomina de emigrantes en la Península, así como los miembros de collegia en ciudades como Carthago Nova o en distritos mineros datables cronológicamente antes de la Guerra Social, a través de los cuales concluyó que el elemento itálico es ampliamente mayoritario en estos años14. Es el mismo tipo de emigración que, según Diodoro, afectó 9 V, 36: «[...] cuando los romanos se adueñaron de Iberia, itálicos en gran número atestaron las minas y obtenían inmensas riquezas por su afán de lucro». 10 III, 2, 10: «Polibio, cuando trae a colación las minas de plata de Cartago Nova, airma que [...] se mantenían cuarenta mil trabajadores, que reportaban entonces al pueblo romano veinticinco mil dracmas diarias». 11 Salinas de Frías, 1999, p. 141. Destacan en Carthago Nova las inscripciones CIL II, 3433 y 3434, donde se constata la introducción de collegia religiosos en Hispania, y CIL II 3408, que testimonia la presencia de comerciantes en Hispania. Por su parte, la epigrafía de Tarraco es mucho más prolija en datos. Todas estas inscripciones han sido estudiadas en trabajos anteriores a los que remitimos, por economía de espacio, para un mayor detalle: Alföldy, 1975, pp. 1-11; Marín Díaz, 1986-1987, pp. 56-63 y 1988, pp. 60-76. 12 En este caso el problema deriva de la interpretación del texto, para el que contamos con dos variantes (Cf. Marín Díaz, 1988, pp. 126-129). No obstante, la relevancia histórica de Carteia debe vincularse más a la integración y al mestizaje que a la proyección de la emigración itálica a territorio provincial (González Román, 2010, p. 16). Cf. Blánquez Pérez et alii., 2002, pp. 165-166. 13 Estrabón (III, 5, 1) escribe que en estas ciudades Metelo «introdujo como colonos unos tres mil romanos procedentes de Iberia». No obstante, el uso del término romaioi ha generado distintas consideraciones en la historiografía: Cf. Wilson, 1966, p. 10; Brunt, 1971, pp. 215-216; Marín Díaz, 1988, pp. 139-143. 14 Marín Díaz, 1988, pp. 56-78. 316 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio al sureste peninsular a ines del siglo II a.C. estimulada por la explotación de las minas, con ausencia de una voluntad de colonización agrícola15. En la misma tuvo una enorme trascendencia, como ya se ha señalado, el ejército, que se conformó como el medio por el que mayoritariamente romanos e itálicos llegaban a la Península durante el siglo II a.C. El componente mayoritario de esa fuerza militar estaría integrado por las tropas de los aliados itálicos. Este hecho se conforma como un elemento central en el análisis de la emigración, pues nos proporciona un marco en el que dominan numéricamente los itálicos de estatutos jurídicos diferentes pero en general excluidos de la ciudadanía romana. Es en ese elemento no propiamente romano en quienes podía más fácilmente surgir la posibilidad de permanencia en suelo peninsular al carecer de los mecanismos que posibilitasen paliar el problema agrario a causa de la dependencia política de sus comunidades respecto a Roma. A ello debían unirse, además, las potencialidades de la región hispana16. El complejo panorama onomástico que se desprende de los estudios prosopográicos realizados muestra claramente la complejidad del fenómeno migratorio17. Se observa la presencia de un conjunto de gentilicios ―Aemilii, Cornelii, Fabii, Iulii, etc.― pertenecientes a importantes familias patricias y plebeyas de Roma que, dada la escasa difusión de la ciudadanía romana en las provincias antes de César, han sido considerados tradicionalmente como consecuencia de un proceso de latinización de la onomástica indígena en el marco de la proyección provincial de las clientelas de la nobilitas18. El resto de la onomástica recoge la compleja procedencia de la emigración itálica en época republicana, de la que tenemos constancia especíica en algunas ciudades de la línea costera como Carteia, Carthago Nova, Valentia o Tarraco, en las cuales se constatan una amplia gama de gentilicios de procedencia lacial, etrusca, campana u osca19. Los contactos con Roma y la circulación continua de personas ―militares y civiles― aseguran una relación directa con la corriente principal de la cultura romana. La emigración de esta primera época tiene un carácter fundamentalmente privado y una estrecha relación con el ejército. Habremos de esperar hasta época de César para que sea el Estado quien dirija la colonización en función de sus intereses. Numéricamente su proyección puede considerarse como limitada, aunque sí conviene subrayar su trascendencia en cuanto a la incorporación de nuevas formas culturales y organizativas, si bien su impacto quedará circunscrito a determinados núcleos fuertes de romanización como las tierras fértiles de la Bética y el Ebro y también a algunas ciudades de la costa mediterránea. En Villanueva Acuña, 1994, pp. 778. Villanueva Acuña, 1994, p. 778. Gabba, 1954, p. 204, nota 1, cree explícitamente que la mayoría de los soldados que permanecieron en Hispania tras su licenciamiento eran itálicos, no romanos. 17 González Román, 1986-1987, pp. 65-77; González Román y Marín Díaz, 1994, pp. 241-318. 18 Esta interpretación fue realizada en su día por Badian (1958, pp. 66 y ss) y ha sido aceptada en relación con la proyección de distintos gentilicios en la Península: Cf. Tovar, 1977, pp. 286-287; Amela Valverde, 2002, pp. 289-314. Sin embargo, actualmente esta interpretación está siendo objetivo de una profunda revisión. 19 González Román, 2010, pp. 21-25. Cf. González Román y Marín Díaz, 1994, pp. 241-318; Barreda Pascual, 1998, pp. 36-432. 15 16 317 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio general, puede airmarse que durante esta primera etapa las zonas preferidas para asentarse son territorios paciicados que poseen recursos naturales en abundancia ―tierras fértiles, minas, pesca, etc.― y comunicaciones fáciles con mercados cercanos o lejanos. 2. eMiGraCión Y exilio durante la CriSiS rePuBliCana Las provincias hispanas no serán ajenas a las consecuencias de la crisis planteada violentamente en Roma a partir del año 133 a.C. La acelerada expansión mediterránea dejó al descubierto las contradicciones y limitaciones del ordenamiento político y social romano. Durante estos años de crisis se puso de maniiesto la imposibilidad de mantener el organigrama político de Roma como ciudad-estado en el marco de su proyección imperial. La consecuencia de todo ello fue el embarrancamiento progresivo de las instituciones republicanas, claramente superadas por las circunstancias, que acabaría desembocando en una lucha abierta por el poder entre las distintas facciones dirigentes de Roma. En el transcurso de esas guerras las provincias habrían de jugar un papel singularmente importante, relejo de la nueva situación generada tras la conquista. En el caso que nos ocupa, Hispania, cuya estrecha relación con la Península Itálica ha quedado constatada, será durante el largo periodo de la «crisis republicana» escenario recurrente de las disputas civiles. Por tanto, los hechos que abordaremos en las siguientes líneas no pueden disociarse de los acontecimientos que tienen lugar en Roma, pues en muchas ocasiones serán consecuencia directa de los mismos. Durante el último siglo de vida de la República la Península Ibérica se vio inmersa en prolongados conlictos como la guerra sertoriana (83-73 a.C.) y el posterior enfrentamiento entre César y los partidarios de Pompeyo (49-44 a.C.). En lo que a la temática de este trabajo se reiere debemos subrayar dos elementos de enorme importancia para este periodo por su carácter novedoso. En primer lugar, los enfrentamientos en Roma provocarán el exilio por motivos políticos de diversos dirigentes de las distintas facciones presentes en la capital, algunos de los cuales buscarán refugio en suelo hispano. Junto a él debe destacarse otro hecho no menos importante, la presencia desde las guerras sertorianas en adelante de un elemento romano-itálico de procedencia provincial que participa activamente en las luchas políticas de su tiempo y que solo puede proceder de una corriente continua de emigración que ha empezado a manifestarse durante el siglo II a.C. La misma ha traído consigo la asimilación de las formas socio-económicas típicamente romanas en las zonas donde su incidencia ha sido mayor, esto es, el Guadalquivir, el medio y bajo Ebro y algunas zonas de la costa levantina. El resto del territorio ocupado sufrió también una transformación, pero más supericial, y en ella incidieron por una parte los ejércitos y por otra los explotadores romanos, sean concesionarios de minas, mercaderes o recaudadores de tributos. Todos los elementos mencionados contribuyen a transformar la Península convirtiéndola en una de las zonas más romanizadas de Occidente. Por último, debe hacerse referencia, por su incidencia en la categoría jurídica de los emigrantes itálicos, a las consecuencias derivadas de la Guerra Social. La inalización 318 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio de este conlicto trajo consigo la promulgación de una serie de leyes que facilitaban el acceso a la ciudadanía romana por parte de los aliados itálicos. Esto implicó una homogeneización jurídica de la Península Itálica y modiicó el carácter y status de los emigrantes en su doble vertiente civil y militar. A partir de este momento, en lugar de la diferencia de status que podíamos ver en el siglo II a.C. entre los pueblos y ciudades itálicos, nos encontramos con una homogeneización jurídica en base a la integración de los socii latini en la ciudadanía romana. En consecuencia, la tradición literaria y los datos procedentes de las magistraturas locales nos proporcionan un panorama que muestra importantes cambios respecto al periodo anterior. Estos cambios no solo se proyectan sobre la variable cualitativa, sino también sobre la cuantitativa. En este sentido se aprecia un notable aumento tanto de los contingentes militares presentes en suelo hispano, consecuencia directa del clima de guerra civil, como de la población civil que se traslada a la Península en el marco de unas relaciones comerciales y económicas cada vez más estrechas y luidas. 2.1. La emigración política La emigración política, el exilio, será una de las variantes novedosas de este periodo. Su proyección sobre la Península, además de constatar los vínculos cada vez más fuertes de Roma con la misma, nos proporcionan una fuente de información, aunque limitada, sobre dinámicas migratorias en este periodo. Wilson fue el primero en señalar acertadamente que una parte de la emigración en la época de la crisis republicana estuvo condicionada en gran medida por factores de índole política20. De esta forma nos encontramos con la existencia de una emigración política que, ausente con anterioridad a los Gracos, potencia, aunque solo sea de forma coyuntural, el número de itálicos desplazados a las provincias. En este contexto Hispania ejercerá una poderosa atracción como lugar de exilio por su cercanía a Roma, su estadio de romanización aceptable para quien busca salvar la vida pero no renunciar a sus costumbres y la presencia de numerosos recursos, materiales y humanos, que ofrecían a los exiliados la posibilidad de continuar la lucha. La consecuencia de todo esto es la conversión de Hispania en «campo de refugiados políticos». El paradigma de este hecho es, sin duda alguna, Quinto Sertorio, el más famoso de una larga cadena que en las fuentes comienza con M. Junio Bruto, huido junto con otros partidarios «populares» a Hispania en el 88 a.C. cuando Sila tomó Roma21. En el partido contrario, un año después, M. Licinio Craso escapó de la represión «popular» de Cinna y se refugió en la Ulterior22. Plutarco, en la biografía que dedica a este personaje, proporciona muchos detalles de las circunstancias de este exilio, siendo especialmente valiosos los que se reieren a la actividad desarrollada durante su estancia en estas tierras. Muerto Cinna y tras ocho meses de encierro, Craso se dio a conocer; a él acudió un gran 20 21 22 Wilson, 1966, p. 28. Cf. Marín Díaz, 1988, pp. 169-171; González Román, 2010, pp. 16-17. Apiano, BC, I, 60. Plut., Cras. 6, 1. 319 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio número de personas con las que reunió un ejército de dos mil quinientos hombres que condujo al saqueo de varias ciudades. Málaga pudo ser una de ellas. Finalmente, tras el regreso de Sila, de nuevo se reitera el fenómeno del exilio político de sus enemigos para escapar de la represión23. Se trataría, como vemos, de una emigración de carácter puntual, coyuntural y protagonizada por personajes concretos. Mayor importancia desde un punto de vista cuantitativo poseen otras referencias genéricas como la alusión de Plutarco a que muchos enemigos de Sila, entre los que se encontraría un gran número de senadores, lograron huir de Roma. Wilson consideró que tales senadores formaron parte del consejo de trescientos individuos con los que Sertorio conformó su propio senado en suelo hispano24. A estas referencias a personajes concretos y de cierta relevancia política deben añadirse, aunque sin entrar en el análisis pormenorizado de las referencias, que ya han sido objeto de estudio en otros trabajos especíicos sobre el tema25, las emisiones de distintas cecas y las menciones de la tradición literaria, que relejan asimismo la emigración a través de la identiicación de numerosos individuos en el curso de las guerras civiles, particularmente en el sur de Hispania, tal y como se desprende de las referencias recogidas en el Bellum Alexandrinum y el Bellum Hispaniense26. En algunas de estas referencias se comprueba la presencia de grupos de exiliados, hecho que podemos constatar en el año 49 a.C. a través del Bellum Civile en el marco de la batalla de Ilerda, donde se cuantiican seis mil hombres acompañados de sus esclavos y libertos27. Desconocemos, no obstante, si se trataba de emigrantes en sentido estricto o de poblaciones desplazadas por efecto del desarrollo de la guerra civil28. En cualquier caso su elevado número puede darnos una idea aproximada de la situación política que atravesaba la República en esos años críticos. Lo más interesante para este periodo es la constatación de la presencia en Hispania de individuos concretos o de grupos de personas que son poseedores de los derechos de ciudadanía romana e incluso en algunas ocasiones pertenecen a los ordines dirigentes de la sociedad romana. Este hecho contrasta con la etapa anterior, donde existía una clara dominancia del elemento itálico excluido de la plena ciudadanía romana. También el contraste se aprecia en el volumen de esta emigración de carácter civil, que aumenta notablemente en este periodo, fenómeno constatado fundamentalmente en el sur hispano donde la documentación es más abundante. 2.2. Los reclutamientos de contingentes locales Un segundo elemento de importancia en este periodo está conformado por el componente provincial presente en las luchas civiles. El mismo solo puede provenir de la emigración 23 24 25 26 27 28 Cf. Gabba, 1973, p. 301. Plut., Sert. 22, 5; Wilson, 1966, p. 30. Vid. Apiano, BC, I, 108. Marín Díaz, 1988, pp. 169-189. González Román, 1986-1987, pp. 65-77; González Román y Marín Díaz, 1994, pp. 241-318. César, BC, I, 51, 2-3. González Román, 2010, p. 17. 320 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio desarrollada durante el siglo anterior y podemos conocerlo a través de las referencias, en su mayoría de carácter genérico y en muchos casos imprecisas, relacionadas con el reclutamiento de contingentes de población local realizados durante estos años. Plutarco constata este tipo de reclutamientos en las levas llevadas a cabo por Craso en el 83 a.C. durante su estancia en la Península y por Sertorio en los años siguientes, durante sus enfrentamientos contra Metelo y Pompeyo. En el caso de Craso conocemos por la biografía de Plutarco la puesta en pie de un cuerpo militar de 2.500 efectivos con el que habría recorrido y expoliado diversas ciudades del sur hispano29. Mayor trascendencia parece que tuvieron los cuerpos reclutados por Sertorio, como así parecen indicar las cincuenta y tres cohortes que aportó Perpenna para la causa30. En ambos casos se especiica que los reclutas eran romaioi establecidos en Hispania, aunque el uso de este término ha generado cierta controversia en la historiografía31. Un problema parecido se plantea en relación con los reclutamientos que César realiza durante su pretura en la Ulterior en el año 60 a.C. La información de Plutarco nada clariica sobre el carácter de las levas realizadas por César, por lo que éstas pudieron estar reclutadas o entre los peregrini hispanos, conformando de esta manera tropas auxiliares, o entre los ciudadanos romanos o itálicos de la provincia32. El mayor conjunto de referencias literarias a reclutamientos de ciudadanos romanos asentados en la Península procede del periodo de la guerra civil entre César y Pompeyo. Así consta en las alusiones que hace el propio César en relación a la batalla de Ilerda y a los licenciamientos de soldados pompeyanos que realiza tras la victoria33. En el contexto de la rendición de Afranio se estipula la desmovilización de todos aquellos que tuvieran domicilio o posesiones en Hispania, cifrados en una tercera parte de las legiones, unos 8.000 hombres según cálculos de Brunt34. Nuevamente surgen diicultades a la hora de interpretar el texto latino, pues la referencia al domicilio y las posesiones podría hacer referencia tanto a peregrini como a ciudadanos romanos o itálicos domiciliados en la Península, o bien a ciudadanos romanos o itálicos que, aunque no residían en Hispania, tenían posesiones en ella35. Nada puede precisarse tampoco sobre la zona de origen de estos reclutamientos, aunque se ha propuesto como factible su procedencia de lugares cercanos en el Valle del Ebro o la costa levantina36. La otra referencia datable en el 29 Plut., Cras. 6, 1. Plut., Sert., 15, 5. En cualquier caso la relevancia de los reclutamientos de romanos asentados en Hispania por Sertorio ha generado distintas valoraciones. Cf. Brunt, 1971, pp. 470-472; Marín Díaz, 1988, pp. 180-181; García Morá, 1991, pp. 71-303. 31 González Román, 2010, p. 17. El principal problema proviene del uso del término romaioi. Referido a la sociedad provincial este término puede signiicar tanto ciudadanos romanos en sentido estricto como itálicos. Por ello quizás sería arriesgado suponer que se trate de ciudadanos romanos, puesto que podían ser itálicos que habían emigrado a Hispania con anterioridad a la Guerra Social (Marín Díaz, 1988, p. 174). 32 Marín Díaz, 1988, p. 174. Otros autores consideran factible que la recluta se realizara únicamente entre ciudadanos romanos o itálicos. Cf. Roldán Hervás, 1989, p. 172 y 1993, p. 92. 33 César, BC, I, 86, 3; 87, 4-5. 34 Brunt, 1971, p. 230. 35 Marín Díaz, 1988, p. 175. 36 González Román, 2010, p. 17. 30 321 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio marco de las guerras entre César y Pompeyo procede de la mención en el 49 a.C. de unas cohortes colonicae relacionadas con Varrón37. Dejando a un lado los problemas que ha suscitado el uso del término cohors38, el apelativo de las mismas podría expresar su vinculación con una colonia hispana y el reclutamiento entre ciudadanos residentes en ella39. Por último, debe hacerse referencia a la Legio Vernacula y a otros reclutamientos realizados por Q. Casio Longino como indicativos de la importancia que había alcanzado la emigración en Hispania40. Estos reclutamientos de población local se incardinan en un marco de aumento de la presencia militar romana en suelo hispano durante el siglo I a.C. Durante estos años se acentúa la tendencia a la profesionalización del ejército, lo que traerá consigo el desarrollo de una fuerte vinculación de los contingentes militares con sus jefes. En los años posteriores a la Guerra Social asistimos a una «italianización» de las legiones romanas; en adelante las tropas auxiliares no serán proporcionadas por los aliados itálicos, como ocurría antes de la Guerra Social, sino por los peregrini provinciales. También se producen importantes cambios en los aspectos cuantitativos. En concreto, la segunda etapa de la crisis republicana se caracteriza por el continuo recurso a la violencia y la movilización de todos los recursos posibles durante las guerras civiles, cuestión que tuvo su correspondiente impacto en suelo peninsular con la presencia de numerosos cuerpos legionarios, algunos de los cuales se instalarán deinitivamente aquí en el marco de las nuevas dinámicas colonizadoras impulsadas desde el poder central. 2.3. Las nuevas medidas de César La historia de la Península Ibérica en los veinte años anteriores a la guerra abierta entre César y Pompeyo es, en esencia, la historia de la extensión en ella del poder personal de Pompeyo, de los intentos de César de contener esa inluencia y decantarla en provecho propio, de la caída inal de Hispania en la esfera de Pompeyo y, como consecuencia, de lo inevitable de una lucha abierta en su territorio comenzada por César para arrebatar a su rival uno de sus más irmes puntales de poder. De hecho, la Ulterior fue el último reducto de resistencia del partido pompeyano. La antigua colonización romano-itálica, la concesión de derechos de ciudadanía, el alto grado de urbanización o el reclutamiento de indígenas en los ejércitos republicanos, nos llevan a pensar que la crisis política de Roma tuvo también su relejo en amplias capas de la población provincial. Como en otros tantos ámbitos la primacía política de César marcó un punto de ruptura respecto a la etapa anterior. Si hasta entonces la emigración romano-itálica existente en Hispania había sido de carácter privado y sin intervención estatal, a partir de ahora será el Estado quien controle la puesta en marcha de nuevas colonias con su consecuente 37 César, BC, II, 19, 3. Cf. Marín Díaz, 1988, p. 175. 39 González Román, 2010, p. 17. Cf. Brunt, 1971, p. 231; Roldán Hervás, 1972, p. 113; Le Roux, 1982, p. 46, n 106. 40 Cf. Marín Díaz, 1988, p. 175-178. 38 322 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio asentamiento de población. La carencia de ager publicus en Italia y el hecho de que la guerra civil se hubiera extendido por gran parte del marco provincial, otorgaron a César la posibilidad de modiicar la práctica usual que se había seguido a lo largo de la crisis republicana, generalmente restrictiva en cuanto a la fundación de colonias lejos de suelo itálico, retomando las viejas ideas «populares» de los Graco y proyectar su vasto plan de colonización hacia suelo provincial. El estudio de la colonización cesariana se enfrenta a diicultades notables derivadas de diversos problemas documentales y, sobre todo, del asesinato del dictador. Su repentina desaparición dejó muchos de sus planes inconclusos, aunque éstos serían retomados en su mayoría por los triunviros y por su hijo adoptivo. En cualquier caso, la importancia cuantitativa de la colonización cesariana en territorio provincial puede deducirse en parte de la conocida referencia de Suetonio relacionada con la población de Roma41. Esta referencia puede conectarse, como ya hiciera Brunt42, con la importante reducción en la población que tenía derecho a las distribuciones gratuitas de grano en Roma. Sabemos, también por boca de Suetonio43, que con César los beneiciarios en el reparto de trigo se redujeron de 320.000 a 150.000. Sin embargo, sería excesivo atribuir esta enorme reducción únicamente en base al asentamiento de población urbana en colonias provinciales. Según el propio Brunt, el hecho de que Augusto contabilizase en sus Res Gestae entre los que se beneiciaron del legado de César a 250.000 individuos de la plebe de Roma, debería llevarnos a cifrar el número de participantes en el plan cesariano de colonización en un número no superior a 70.000 individuos44. Mayor importancia tuvieron los contingentes militares asentados en suelo provincial. Con la aplicación de esta política César continuó la costumbre de compensar a los veteranos con el reparto de tierras. Los problemas que podía suscitar el asentamiento de veteranos en Italia, especialmente si para ello debía aplicarse el sistema de expropiación de tierras, algo que iría además en contra de la política de conciliación promovida por César, aconsejaron organizar su establecimiento en las provincias. Asentamientos militares se produjeron en el norte de África tras la batalla de Thapsus, así como en Arelate y Narbo, en el sur de la Galia, para veteranos que habían acompañado a César en su expedición hispana. Sin embargo, no todos los veteranos fueron compensados. Sabemos que cuando la muerte sorprendió a César durante los idus de Marzo aun había miles de ellos esperando su asentamiento. En el caso concreto de Hispania sus dos provincias, especialmente la Ulterior, sufrirán cambios sustanciales como consecuencia de la política puesta en marcha por César. La especial incidencia que la misma tuvo en el sur hispano es debida a su carácter de campo de batalla durante la guerra civil, como subrayó Dion Casio a través de un conocido pasaje 41 42 43 44 Suet., I, 42, 1 «Distribuyó a ochenta mil ciudadanos en colonias fundadas allende los mares». Brunt, 1971, pp. 255-259. Suet., I, 41, 3. Cf. Marín Díaz, 1988, p. 195. 323 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio de su obra45. En la Ulterior se observa un notable número de colonias que coinciden con centros contrarios a César. Este hecho permite suponer un carácter punitivo para algunos de estos asentamientos, aunque no todos tuvieron esa naturaleza46. También se asentaron veteranos en las tierras que bajo Augusto conformarían la nueva provincia de Lusitania, donde el objetivo de las nuevas colonias sería más bien la protección del territorio y la contribución a su progresiva romanización en un contexto escasamente urbanizado47. La labor realizada en la Ulterior se completó con la concesión del rango municipal a numerosos centros que se mantuvieron ieles a César durante las guerras civiles48. Esta situación tiene un claro contrapunto en la Citerior, donde la actuación de César tiene matices distintos, quizás derivados de la ausencia de hechos militares importantes en la zona en el último periodo de la guerra civil. En esta provincia César optó por la fundación de colonias en centros que se habían mostrado partidarios de su causa49. Este sería posiblemente el caso de Tarraco50 y Carthago Nova51. También se constatan asentamientos de veteranos en las ciudades de Ilici (Alcudia de Elche, Alicante) y Celsa (Velilla de Ebro, Zaragoza), aunque posiblemente en este caso con una voluntad punitiva52. En consecuencia, el periodo cesariano proyecta cambios muy signiicativos en Hispania. En primer lugar, conviene remarcar que su obra colonizadora, completada posteriormente por los triunviros y por Augusto, es uno de los momentos de mayor impacto demográico romano sobre la Península en toda su historia con las implicaciones que eso conlleva, no solo en el plano numérico, sino también en el social y cultural. En este sentido el contraste con la época anterior es claro, pues la presencia de romanos en Hispania antes de las colonizaciones de César y Augusto se limitaba a unas pocas fundaciones de status indeinido en lugares concretos y a un número, no excesivamente amplio, de gentes instaladas de forma individual y por su propia iniciativa. A partir de César el Estado comienza a asumir la dirección del proceso colonizador y, en consecuencia, de una amplia parte de los lujos migratorios que eso conlleva, abriendo así una nueva etapa en que la romanización se hace programática y es promovida desde el poder. La formación Dio. Cass., XLIII, 39, 5. «[...] actuó así con los que le habían hecho frente, mientras que a los que habían tenido una buena disposición hacia él les concedió tierras y exenciones de impuestos; a algunos les otorgó la consideración de ciudadanos romanos y a otros el estatuto de colonos y en absoluto lo hizo gratis». 46 Pudieron cumplir esta función punitiva las colonias de Tucci (Martos, Jaén), Itucci (Baena, Códoba), Urso (Osuna, Sevilla), Hispalis (Sevilla) y Hasta Regia (Jerez de la Frontera, Cádiz). Cf. Marín Díaz, 1988, pp. 205-209; Abascal y Espinosa, 1989, pp. 61-62; Sayas, 1989, pp. 33-69; González Román, 1994, pp. 131-147. 47 Podrían deberse a César las colonias de Metellinum (Medellín, Badajoz), Scallabis (Santarem, Portugal) y Norba Caesarina (Cáceres), a las que Augusto posteriormente añadiría Emerita Augusta y Pax Iulia. Cf. Marín Díaz, 1988, pp. 209-210; Sayas, 1989, pp. 48-49; Abascal y Espinosa, 1989, p. 62 y 64. 48 Entre ellos pudieron encontrarse Gades, Italica, Carmo, Castulo, Ilipa y varios más. Cf. Marín Díaz, 1988, pp. 213-218; Abascal y Espinosa, 1989, pp. 60-61; García Fernández, 1991, pp. 33-35; Arrayás Morales, 2006, p. 182, n 10. 49 Arrayás Morales, 2006, p. 183. 50 Marín Díaz, 1988, pp. 210-211; Arrayás Morales, 2006, pp. 183-184. 51 Marín Díaz, 1988, pp. 204-205; Abascal y Espinosa, 1989, p. 61; Arrayás Morales, 2006, p. 184 52 Arrayás Morales, 2006, p. 185-186; Cf. Marín Diaz, 1988, pp. 221-222; Abascal y Espinosa, 1989, pp. 62-65. 45 324 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio de la población de la Hispania de época imperial se forja así sobre las características de la población itálica de inales de las guerras civiles, en la que subyacen los problemas derivados de la crisis agraria y la Guerra Social. En este marco destaca sobre todo la formación de clientelas provinciales por Pompeyo y César. Desde el trabajo pionero de Badian éstas suelen ser invocadas como la vía por la cual se transmitieron los gentilicios romanos vinculados a los magistrados republicanos destinados a Hispania. Ahora bien, esta asunción de nomina no tenía por qué llevar aparejada en principio la adquisición de la ciudadanía romana53. 3. laS nuevaS dináMiCaS MiGratoriaS exiStenteS durante el PrinCiPado Durante el Principado se produce un aumento notable de la información disponible, fundamentalmente gracias al desarrollo de la cultura epigráica, que permite constatar una mayor variedad en los lujos migratorios que se proyectan hacia Hispania como ya reseñara Haley en sus estudios, los cuales, no obstante, deben ser objeto de revisión y actualización con los nuevos aportes epigráicos e historiográicos de los últimos años54. El advenimiento del Principado conforma un punto de inlexión en el proceso romanizador hispano. Toda una gama de disposiciones emanadas de la corte imperial reestructuran administrativa, social y económicamente la Península. Las reformas de Augusto, precedidas por las de César, señalan el cambio de aquel tradicional concepto de tiempos de la República según el cual las provincias eran un mero campo de explotación. A partir de ahora Hispania pasará de tierra de conquista a territorio perfectamente integrado hasta el punto de ser uno de los principales puntales en la gran tarea del Imperio. Las reformas abordadas en suelo peninsular, enmarcadas dentro de un programa más amplio que afectó a todo el Imperio, modiicaron notablemente la faz del solar hispano. Durante estos años Augusto culminará la conquista mediante la ocupación de la franja norte peninsular, hecho que le permitió poner en explotación las ricas minas de la región. La ocupación de la Península permitió el desarrollo de una política global en la que jugaron un papel muy importante la red viaria y las nuevas fundaciones. En el primero de los casos se procedió a la creación de una red de calzadas que facilitara las comunicaciones y que tenía en La Vía de la Plata, la Vía Augusta y los caminos que unían el Valle del Ebro con la zona norte sus ejes principales; en el segundo de los supuestos, Augusto, tras reorganizar administrativamente la Península con la creación de las provincias Baetica, Tarraconense y Lusitania, aplicó sobre ellas una intensa política urbanizadora que seguía la estela marcada por su padre político, embarcándose así en una obra de colonización fundamentalmente militar que trataba de proveer tierras para los veteranos desmovilizados. Deben destacarse las colonias de la Bética además de las fundaciones de Emerita Augusta y Caesaraugusta, pobladas por veteranos de las legiones hispanas 53 54 García Fernández, 2011, p. 55. Haley, 1986; 1991. 325 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio y situadas en lugares estratégicos para el control del territorio, así como las fundaciones del norte peninsular. Con esta labor se pretendía crear en suelo provincial un entramado de civitates privilegiadas como palanca para la plena integración provincial. Todos estos cambios posibilitarán el despegue de las provincias hispanas durante el Alto Imperio, favoreciendo las dinámicas de traslado de población gracias a la estabilidad política, al desarrollo económico y a las posibilidades de promoción política y social que para las élites locales suponía la plena integración hispana en el mundo romano. 3.1. Dinámicas de inmigración La diversiicación de los lujos migratorios que se proyectan sobre la Península durante el Principado corre paralela a un aumento cuantitativo de los mismos, otro de los hechos destacables de este periodo. Conviene reseñar nuevamente la notable presencia de itálicos, aunque a ellos habrá que sumar ahora poblaciones de origen galo y africano, regiones con las que la Península mantiene estrechos contactos, así como poblaciones desplazadas desde Grecia y el Este Mediterráneo y, en menor medida, de la frontera del Rhin y el Danubio. En la proyección del elemento itálico tuvo una enorme incidencia la política de colonización desarrollada por el Princeps en la Península. Son numerosas las ciudades que deben el título de colonia a Augusto, muchas de las cuales recibieron deducciones de veteranos que se efectuaron fundamentalmente en regiones ricas y ya muy romanizadas de la Bética y la Tarraconense. Constituían estos asentamientos, con la consecuente asignación de tierras, un premio a sus ieles soldados. Esta política de compensaciones tenía sus precedentes en Pompeyo y César. Ahora Augusto la practicará a gran escala y buena parte de esos soldados serán asentados en suelo hispano. Así, mientras estos licenciados garantizaban la paz en regiones de antiguo dominadas, unidades del ejército en activo cumplirían esta misma misión en el norte. En toda la Bética el número de colonos asentados fue muy amplio, aunque también se beneiciaron de esta política otras zonas como Lusitania, con su capital Emerita Augusta al frente, y la Tarraconense, donde también se constata la instalación de colonos de procedencia militar. La presencia itálica se constata a través de numerosos epígrafes que ya recogiera Haley y a los que remitimos por cuestión de espacio55. Resulta interesante constatar su dispersión por todo el suelo peninsular, aunque preferiblemente tienden a situarse en ciudades costeras o en centros urbanos de cierta entidad en el interior. La mayoría de ellos procedía de la propia Roma o del norte de Italia, particularmente del valle del Po, donde se encuentran ciudades como Cremona o Placentia. Ello relejaría, según Haley, la composición principalmente militar de la muestra de itálicos presentes en Hispania y la importancia del valle del Po como fuente de reclutas legionarios durante el primer Haley, 1986, pp. 137-146; 1991, pp. 28-33. Para el caso concreto de Lusitania: cf. Navarro Caballero, 2000, pp. 281-298 y 2006, pp. 69-100. 55 326 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio siglo de vida del Principado56. Junto al elemento itálico se constata la llegada de emigrantes procedentes de otras zonas del Imperio. Así, por ejemplo, el elemento africano comienza a tener un peso importante durante el Principado. Tarraco fue la ciudad preferida por la colonia africana, lo cual no es de extrañar dado el intenso tráico comercial entre la costa levantina e Islas Baleares con el norte de África, más concretamente con la región de Cartago. Así, según la documentación aportada por Haley, se constata un interesante número de africanos en las ciudades de Tarraco y Barcino57. No obstante, la dispersión del elemento humano proveniente del norte de África también se documenta en ciudades como Emerita Augusta, Pax Iulia, Myrtilis, Italica y algunas otras ciudades del norte de Hispania58. Los mismos proceden en su mayoría de ciudades costeras del norte de África como Lixus, Tingis o Neapolis. También se han constatado individuos procedentes de Utica y Cartago. Hispania también mantuvo luidas relaciones con Grecia y las provincias orientales. Así, podemos encontrar en la epigrafía menciones a un origen griego59, tracio60 o macedonio61. A ellos habría que unir las menciones a judíos y personas con nombres de origen semita62. De todas ellas se deduce la presencia en Hispania de un notable número de habitantes con sangre oriental o griega, muchos de ellos esclavos relacionados con el comercio y las explotaciones mineras o agrícolas. Por su parte, en lo que se reiere a las tierras del Rhin y el Danubio, la circulación de personas fue fundamentalmente de salida, pues hacia esta zona se proyectaron numerosos cuerpos de tropas de origen hispano. Sin embargo, en lo referente a la llegada de gentes procedentes de aquellas zonas la documentación es más limitada. Aun así se documenta la presencia de algunos individuos procedentes de estas regiones en la Betica, en Corduba63, y en la Tarraconense, concretamente en Barcino64 y Tarraco65. En cuanto a las regiones de la Galia y Britannia, la Península mantuvo un importantísimo comercio de importación y exportación con la primera y solo de lo segundo con Britania. Diversos hispanos son constatados en la isla como soldados, aunque los datos sobre personas procedentes de Britania en Hispania son escasos. No ocurre lo mismo con el elemento galo, presente en diversas ciudades de las tres provincias hispanas. Así, tenemos constatada su presencia en Emerita66 para Lusitania y en Astigi67, Corduba 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 Haley, 1991, p. 146. CIL II, 4263; CIL II, 6116; CIL II, 6157. Haley, 1991, pp. 46-52. CIL II2/7, 359 = AE, 1962, 46. AE, 1928, 165; AE, 1928, 173. CIL II2/7, 389 = AE, 1972, 276. HAE, 752; CIL II, 1982. CIL II2/7, 362 = AE 1952,126; CIL II2/7, 363 = AE 1971, 179. CIL II, 6153. CIL II, 4147; RIT, 184; RIT, 447. AE, 1935, 5. CIL II2/5, 1153 = CILA II, 714 = AE, 1977, 441. 327 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio y Tucci (Martos)68 para la Bética. Nuevamente será la Tarraconense la región con un mayor volumen de inmigrantes, fundamentalmente en las zonas del noroeste y en la costa levantina. En el caso del noroeste destaca la presencia de varios militares en la ciudad de Asturica Augusta. También se constatan varios veteranos en la costa levantina, donde igualmente se proyecta una emigración de tipo civil. En general, la población de origen galo se concentra en las zonas más romanizadas de Hispania, fundamentalmente el Levante y la Bética. La única excepción la conforman los soldados constatados en el noroeste69. La mayoría de los emigrantes galos procedían de ciudades situadas en zonas cercanas a Hispania como Tolosa, Narbo o Nemausus70. 3.2. La proyección exterior del elemento hispano La proyección del elemento hispano hacia el Imperio en sus distintas formalizaciones constituye una de las grandes novedades del periodo y, sin duda alguna, el gran cambio con respecto a épocas pasadas. La epigrafía nos ha aportado una información muy valiosa sobre estos desplazamientos. No obstante, también las fuentes literarias, aunque de forma parcial y reiriéndose sobre todo a intelectuales e individuos relevantes, aportan testimonios acerca de esos hispanos desplazados hacia el Imperio71. En estas dinámicas de carácter emigratorio72 jugó un papel fundamental el nuevo planteamiento imperial construido por Augusto y desarrollado por sus sucesores, de tal manera que la aluencia de productos, dinero, soldados, políticos y literatos de procedencia peninsular hacia Roma será la respuesta de Hispania al nuevo planteamiento imperial. Estos desplazamientos exteriores, unos de carácter temporal y otros de carácter deinitivo, tuvieron en líneas generales tres grandes causas: a) Militares El ejército se conforma como un colectivo que presenta uno de los mayores índices de movilidad en la antigua Roma. Ésta podía producirse de diferentes formas, bien durante el servicio o bien durante la época de retiro. El empleo de contingentes militares extraídos de Hispania en distintas guerras ya se había producido con anterioridad a la conquista romana de la Península. No obstante, la plena incorporación de estas tierras al mundo romano traerá consigo el empleo de numerosos soldados hispanos en el nuevo ejército 68 CIL II2/5, 106 = CIL II 1713 = CILA III, 487. Haley, 1991, p. 37. 70 Cf. Haley, 1986, p. 150, ig. 7. 71 Uno de los más destacados fue sin duda el literato Marcial, originario de Bilbilis, a través de cuya obra Epigramma podemos conocer su estancia en Roma y el origen hispano de algunos intelectuales (Cf. Ep. I, 61). Por Suetonio conocemos también la participación de hispanos en la guardia de César y Augusto (Suet., I, 49, 86) y la actividad de Séneca como preceptor de Nerón (Suet., III, 35). Cicerón y Plinio recogen en sus obras información sobre los Cornelii Balbi, oriundos de Gades (Plin. NH. V, 36-37). Cf. Rodríguez Neila, 1973. 72 Blázquez Martínez, 1970, pp. 7-25; García Martínez, 1991, pp. 263-301. 69 328 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio imperial. La presencia de los mismos puede detectarse a lo largo de toda la geografía romana gracias a la epigrafía y ha sido constatada en diversos trabajos73. A través de ellos podemos ver un alto número de unidades militares de origen hispano sirviendo en zonas del centro de Europa, particularmente la frontera danubiana74, así como militares desplazados por la frontera del Rhin y el limes de Britannia. El reclutamiento de estas tropas tendría lugar en distintas regiones de Hispania75. Generalmente cuando estos soldados eran desmovilizados tras sus años de servicio solían retirarse en zonas cercanas a donde habían prestado su servicio militar. Sin embargo, algunos otros optaban por regresar a sus lugares de origen76. El papel jugado por los veteranos es singularmente importante para el estudio de las relaciones entre el mundo civil y el militar, pues no fueron pocos los que una vez retirados entraron a formar parte de la vida municipal y las oligarquías locales, como se ha constatado en el caso hispano77. b) Económicas El in de las guerras civiles, la paciicación de los mares y la plena incorporación de la Península a los circuitos comerciales romanos posibilitaron el desarrollo de un importante comercio de exportación para los productos hispanos ―destacando particularmente los de la Bética― por toda la geografía mediterránea y también la fachada atlántica78. El comercio se convirtió así en un poderoso instrumento de promoción social79 y posibilitó la presencia de grupos comerciales hispanos en algunos de los puertos más importantes del Imperio como Ostia y Puteoli80. La actividad comercial fue determinante para que negotiatores, mercatores y diffusores olearii oriundos de Hispania se desplazaran hacia los puntos comerciales de mayor importancia donde darían salida a productos hispanos como el aceite, el vino o el prestigioso garum. La importancia de los intercambios llevados a cabo entre Hispania y la Península Itálica se pone de maniiesto en los restos atestiguados en el Testaccio, donde se han encontrado grandes cantidades de ánforas fechadas en su mayoría en los siglo I y II d.C.81. También se han encontrado distintas inscripciones donde 73 Roldán Hervás, 1974; Le Roux, 1982; Perea Yébenes, 1994, pp. 373-382; 2001, pp. 213-219; Gutiérrez Merino, 2001, pp. 229-234. 74 Blázquez Martínez, 1970, pp. 8-15. 75 Cf. García Martínez, 1991, p. 298, mapa nº 2. 76 Palacio Vicente, 2009-2010, pp. 85-110. 77 Palao Vicente, 2000, pp. 221-227. Sobre el papel de los veteranos: Cf. Palao Vicente, 1998, pp. 175-201; 2010, pp. 165-197. 78 Blázquez Martínez, 1978; Chic García, 1994; 2006, pp. 273-299; Remesal y Rodríguez, 2010, pp. 147-160. 79 Remesal Rodríguez, 2004, pp. 125-136. 80 Estrabón, III, 2, 6. 81 Se estima que 100.000 ánforas anuales procedentes de la Bética llegaron a Roma entre Augusto y mediados del siglo III. Cf. Chic García, 2006, p. 280. 329 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio se constata a diffusores olearii, negotiatores y mercatores82. Proceden casi todas ellas de la región de la Bética, donde era notoria la vinculación de algunas grandes familias con el comercio del aceite83. Asimismo, Hispania enviaba sus productos comerciales a través de sus ánforas a otras provincias del Imperio a in de abastecer las necesidades de las legiones, como parecen atestiguar los restos encontrados en zonas del limes germano. c) Político-administrativas La obra de integración peninsular iniciada por César y Augusto y completada posteriormente por los emperadores Flavios cristalizaría en el pleno encaje de Hispania en el engranaje imperial, como demuestra la promoción de hispanos a puestos importantes de la administración estatal durante los primeros siglos del Principado. En este sentido, la ciudad de Roma actuó como foco de atracción de todos aquellos que quisieron emprender una carrera pública de entidad. Se constata así la presencia de un notable número de caballeros y senadores de origen hispano en el corazón del Imperio84. En época republicana hay que destacar la igura de los Balbos, naturales de Gades y cuyo papel en el partido cesariano durante las guerras civiles les valió un ascenso fulgurante hacia los más altos puestos del Estado85. Posteriormente debe destacarse la fructífera etapa Flavia, periodo decisivo en la consolidación de la aristocracia senatorial procedente de la Península Ibérica y para el que se constata un alto número de senadores de origen hispano que alcanza su punto culminante en los reinados de Nerva y Trajano, durante cuyo gobierno desempeñarán importantes tareas86. Durante ese tiempo también tuvo lugar la participación de caballeros originarios de Hispania en las tareas de gobierno. 3.3. Los movimientos internos de población Este panorama, sucintamente esbozado, debe completarse con los movimientos de población que tuvieron lugar en el interior peninsular, donde capitales de provincia y grandes urbes actuaron como focos difusores de la romanidad y polos de atracción de población, favoreciendo así dinámicas de movilidad desde los centros urbanos de pequeño y mediano tamaño hacia las grandes ciudades donde las oportunidades de progreso económico, 82 CIL II2/5, 1180 = CIL II, 1481 = CILA II, 702; AE, 1980, 98; CIL VI, 29722; CIL VI, 9677; CIL VI, 1625b; AE, 1973, 71; CIL, XIV, 397; AE, 1916, 41; CIL VI, 1935; CIL XIV, 4778. 83 Chic García, 2006, pp. 284-293. 84 Caballos, 1989, pp. 234-279; 1990; Canto, 1998, pp. 209-224; Le Roux, 1981, pp. 439-464; Tobalina Oráa, 2000, pp. 441-448. 85 L. Cornelius Balbus, el menor, llegaría a ser procónsul en la provincia de África y disfrutaría del honor, otorgado por primera vez a un provincial, de desilar en Triunfo por las calles de Roma (Plin. NH, V, 36-37). 86 Navarro, 2006, p. 188. Quizás el caso más destacado sea el de L. Licinius Sura, quien desempeñó un importante papel en la guerra dácica, tanto en el desarrollo de las operaciones militares como en la negociación de la paz con el derrotado Decébalo. 330 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio social y político eran mucho mayores87. Parece claro que Tarraco recibió un contingente grande de emigrantes del centro de su provincia. Esta cuestión tiene fácil explicación si atendemos a su carácter de capital de una extensa provincia y sede del culto imperial. De hecho, numerosos emigrantes llegados a la ciudad serán lamines. Emerita Augusta también recibió un notable número de forasteros de distintas zonas de Lusitania que se proyectaban sobre la ciudad más populosa de la provincia. Corduba, por su parte, igura en tercer lugar con un lujo migratorio mayoritariamente procedente de la provincia de que era capital. Por último, conviene reseñar que a partir de época Flavia los centros urbanos municipalizados a raíz del Edicto de Latinidad ejercerán también como polos de atracción de población aunque a una escala menor88. ConCluSioneS Todo lo expuesto en las páginas anteriores nos permite constatar la existencia en Hispania de un continuo tráico de personas desde el inicio de la presencia romana. El mismo tuvo una incidencia destacada en la romanización de la Península y contribuyó de forma notable a la implantación en estas tierras de formas culturales, económicas y sociales propiamente romanas. La naturaleza y el volumen de estos lujos migratorios irán cambiando con el paso de los años. Si en un primer momento, durante el siglo II a.C., su carácter fue fundamentalmente privado y su número bastante limitado, durante la crisis de la República y particularmente durante el Principado, gracias en gran medida a la vasta obra colonizadora encabezada por César y Augusto, buena parte del proceso emigratorio pasará a estar dirigido desde el Estado, lo que favoreció la llegada de un mayor volumen de personas. El inal de las guerras civiles, la culminación de la conquista peninsular y la estabilidad política aportada por el Principado abrieron una nueva etapa en que la romanización se hace programática y es promovida desde el poder. Esta etapa marca el comienzo de un periodo de prosperidad al que acompaña un notable crecimiento urbano que supuso la aparición de una poderosa clase de terratenientes, industriales y comerciantes integrados plenamente en la vida pública y que desarrollaron una vigorosa actividad pecuniaria en el marco de los circuitos económicos romanos. Durante el Principado la existencia de corrientes migratorias se acentúa en un marco de unidad política, recibiendo la Península aportes de población procedentes de prácticamente todas las regiones del Imperio. A su vez y fruto de esa plena integración se produce un incremento de las dinámicas emigratorias que proyectan el elemento hispano por todo el Imperio en los planos militar, político y económico. 87 88 Haley, 1986, pp. 175-372; 1991, pp. 52-88; Melchor Gil, 2006, pp. 251-279. Morales Rodríguez, 2003, pp. 140-151. 331 José ortiz CórdoBa Emigración y exilio en Roma: de las Guerras Civiles al Alto Imperio FuenteS Apiano, Historia Romana, I (trad. A. Sancho Royo), Madrid, Gredos, 1980. ―, Historia Romana, II. Guerras civiles (Libros I-II) (trad. A. Sancho Royo), Madrid, Gredos, 1985. Cayo Julio César, Comentarios de la Guerra de las Galias y de la Guerra Civil (trad. José Goya Muniain y Manuel Balbuena), Madrid, Iberia, 1985. Diodoro Sículo, Biblioteca HIstorica, II. 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