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esygéner
oenelmundomongol
Miguel Peyró
Introducción
La evolución de una sociedad se refleja en todos sus aspectos comunicativos, y por lo tanto
también en su lengua. Las lenguas son instrumentos que las comunidades utilizan para
explicarse y contarse el mundo en que viven, y se transforman al ritmo de las transformaciones que experimenta ese mundo. Pero también las lenguas son herramientas para
cambiar la visión del mundo que tiene una sociedad: contar la vida de otra manera empuja
a que la vida se acabe aceptando de esa manera, “normaliza” una nueva visión de la
realidad. Se dice así que las lenguas no sólo reflejan sino también ayudan a reproducir a
través de las generaciones las distintas perspectivas colectivas sobre el mundo que
llamamos culturas.
El léxico de las lenguas es donde los avatares colectivos se reflejan mejor, por su carácter
designativo. Las palabras establecen cuántas cosas diferentes cree una sociedad que
existen en su mundo, y viven mientras dure esa creencia. Es bien sabido que las palabras se
quedan obsoletas cuando desaparecen las cosas a las que aluden, y que nuevas palabras
acuden siempre a representar nuevas realidades. Han pasado a mejor vida en español
palmatoria y currutaco, y han llegado antivirus e influencer. Pero no sólo las palabras
sirven para hacer el inventario de “las cosas que hay” según una determinada comunidad
de hablantes. También sirven, por sus relaciones y gradaciones, para saber cómo esa
comunidad ordena y categoriza la trama de la realidad, incluida su realidad social.
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Trataré aquí de la evolución de una clase de palabras en la lengua mongol, los nombres
propios de persona (antropónimos en la nomenclatura lingüística), y cómo puede reflejar e
ilustrar los cambios en las relaciones de género de esta comunidad a lo largo de su agitada
historia.
Los nombres sin género en la primera sociedad mongol
Tradicionalmente entre los pueblos mongoles se ha utilizado un único nombre, asignado
en una ceremonia poco después de nacer. Aunque la organización en clanes ha tenido una
importancia fundamental entre los mongoles hasta el siglo XVII, y la sigue teniendo entre
los buriatos incluso en la actualidad, los nombres de los clanes no se vincularon a los
nombres personales en ningún sistema similar a los “apellidos” occidentales. El único
nombre mongol ha sido en general un sustantivo común de la lengua con un significado
considerado encomiable o venturoso, o asociado a las circunstancias concretas del
nacimiento de esa persona. Hasta el siglo XIV, y por lo tanto todavía en tiempos de Gengis
Kan y sus directos herederos, encontramos nombres como Batu(“Firmeza”), Möngke
(“Eternidad”), Altan (“Oro”) o Yisü(n) (“Nueve”). Lo que interesa aquí resaltar es que
estos nombres eran asignados indistintamente a hombres y mujeres. Sólo opcionalmente,
en ocasiones, algunos sufijos concretaban el sexo de la persona, por ejemplo -gei
(masculino) / -jin(femenino), como en Yisügei (“Nueve-hombre”) y Yisünjin (“Nuevemujer”).
Una lectura en claves culturales de esta falta de asignación de género a los nombres
deduciría que en esa sociedad tanto hombres como mujeres se consideraban merecedores
de las cualidades positivas o notables que los nombres representaban, sin que se reservaran de partida para ninguno de los dos sexos. Esto sugiere que no había una diferenciación de destino personal entre hombres y mujeres al nacer, lo que reflejaría una
sociedad poco estratificada en torno al sexo. Incluso aquellas cualidades de dureza o
violencia que el patriarcado ha venido asignando tradicionalmente a los hombres
(“Firmeza”, “Hierro”, etc. en los nombres mongoles) no se asociaban de modo preferente a
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los varones. Pero la realidad nunca sigue fielmente del todo ningún modelo: Encontramos
en el inventario de nombres mongoles de esa etapa algunos ya reservados a varones por
hacer referencia a animales machos, como Buqa (“Toro”), y un único nombre reservado
de modo exclusivo a las mujeres: Tsetseg (“Flor”).
El género nace con la conquista
A partir de las conquistas de Gengis Kan y sus sucesores, los mongoles empiezan a usar
igualmente como nombres personales los de los territorios sometidos. Aparecen así Majar
(“Hungría”), Orus (“Rusia”) o Qurumsi(“Khuarezm”). En muchos casos también
nombres tomados de las lenguas de estos pueblos, especialmente los de los suntuosos
estados sedentarios, por el prestigio que conllevaban estas culturas: nombres persas como
Ghazan o turco-uigures como Arghun. Todos estos nombres asociados a las conquistas
militares y al poder político son nombres en general reservados a los varones, que los
combinan con los nombres tradicionales de su lengua. Las mujeres seguirán usando sólo
nombres mongoles.
La proverbial tolerancia en el ámbito de las creencias de los kanatos mongoles llevó pronto
a la adopción del cristianismo, el islam, el taoísmo o el budismo por parte de algunos
clanes, con la incorporación así de nombres tradicionales de estas religiones. En el caso del
islam, nombres de origen árabe; en el del taoísmo, nombres de origen chino; y en el caso
del budismo, nombres sánscritos y tibetanos. Estos nombres de origen no mongol se
expandieron especialmente entre las castas altas de los kanatos, mientras que el resto de la
población permanecía más fiel a los nombres tradicionales. Tras la caída del kanato de
China (dinastía Yuan), los nombres extranjeros en general comenzaron a declinar, con
excepción del ámbito de los mongoles musulmanes del oeste (kanatos de Il y de la Horda
de Oro), donde se siguieron utilizando nombres árabo-persas. Las distinciones de género
que estas religiones o cosmovisiones ya tenían establecidas en sus sociedades pasaron a los
nuevos mongoles “conversos”, incluida la diferenciación de nombres masculinos y
femeninos.
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La etapa de los nombres tibetanos
El budismo llegó al mundo mongol de forma notoria bajo el reinado de Kublai Kan, que
incorporó por primera vez el Tíbet al estado chino. En el siglo XVI, ya desaparecido el
poder mongol en Pekín, se produce lo que se conoce como segunda conversión de los
mongoles al budismo, un fenómeno directamente vinculado a las alianzas entre los kanes
de Asia Central y los círculos de poder del Tíbet. Dalai será un título en lengua mongol
(“Océano”) que las autoridades político-religiosas tibetanas recibirán, mientras estas legitimarán formalmente a su vez a los kanes de Mongolia. Esta segunda conversión será mucho
más mayoritaria y profunda que la que se dio en tiempos de Kublai, porque entre otras
cosas logró una síntesis definitiva con la ancestral tradición chamánica de los pueblos
mongoles.
Desde la primera mitad del siglo XVII prácticamente la totalidad de los nombres mongoles
se sustituyen por nombres tibetanos, en muchos casos términos que a su vez tienen un
origen sánscrito. Los pocos nombres tradicionales mongoles que sobreviven son sólo
aquellos sustantivos que encajan con los valores de la cosmovisión budista, como Ölzei
(“Bendición”), Enkh (“Paz”) o Jargal (“Felicidad”), aplicables tanto a hombres como a
mujeres. El budismo mongol que se importa directamente del Tíbet es la rama Vajrayana
o budismo tántrico, y muchos de los nuevos nombres aluden a deidades veneradas especialmente por esta corriente, como Dulmaa (Tara) o Gombo (Mahakala). El sexo atribuido a la deidad condiciona que se aplique en cada caso a hombres o a mujeres.
El aparente regreso a los nombres tradicionales mongoles
A partir de comienzos de los años veinte del siglo pasado Mongolia se convierte en un
estado socialista de la órbita política y militar soviética, la llamada República Popular de
Mongolia. Su capital, Niislel Khüree, es rebautizada como Ulan Bator (Ulaanbaatar), que
significa literalmente “El Héroe Rojo”. En la política de las nuevas autoridades comunistas
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juega un papel central la destrucción sistemática de la cultura budista mongol, asociada al
pasado considerado “feudal” del país. Prácticamente todos los monasterios mongoles serán
demolidos y la inmensa mayoría de los lamas ejecutados. Paralelamente los nombres
tibetanos empiezan a desaparecer y a ser reemplazados con cada nueva generación por
nombres patrimoniales mongoles, aunque tomados de un vocabulario bastante distinto del
de los nombres ancestrales que citamos al comienzo de este artículo. También, a partir de
1934, comienzan a imponerse modelos oficiales de “apellidos”, tomados de los nombres de
clanes, de los nombres de los padres (varones) o escogidos de otras formas.
Es interesante observar que en este regreso de nombres de raíz mongol, y a diferencia de
aquella primera etapa, se distinguen claramente nombres para hombres y nombres para
mujeres. Los nombres para hombres serán sustantivos asociados a la fuerza, la dureza, la
valentía y el heroísmo. Los nombres para mujeres serán sustantivos vinculados a la belleza,
la fragilidad, las plantas y los astros. Nombres para hombres serán por ejemplo
Baatar(“Héroe”) o Bold (“Acero”), y nombres para mujeres Tsetseg (“Flor”) o Bolor
(“Cristal”). Sólo los nombres patrimoniales que habían convivido con el budismo, como los
ya vistos Enkh (“Paz”) o Jargal (“Felicidad”), seguirán aplicándose indistin-tamente a los
dos géneros. Así pues, la sociedad soviética, que formalmente abrazaba la promoción social
y profesional de las mujeres, impuso paralelamente una visión altamente patriarcal de los
roles de género.
En algunos casos extremos, que merecen ser traídos aquí por su curiosidad, los nombres
de varones mongoles se vinculan en los años soviéticos a nombres de países socialistas o de
sus líderes. Como Eseseser (el deletreo de SSSR, es decir URSS) o Melschoi (las iniciales
de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Choibalsan).
En la actualidad los nombres mongoles están mayoritariamente compuestos de dos elementos y reflejan todavía esa radical asignación por géneros de cualidades u objetos. Así
los nombres para varones Chuluunbold (“Piedra de Acero”), Mönkhbat (“Firmeza
Eterna”) o Tömörbaatar (“Héroe de Hierro”); y los nombres para mujeres Uranchimeg
(“Decoración Artística”), Bolormaa (“Madre de Cristal”) o Sarangerel (“Luz de Luna”).
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Y el patriarcado se evidencia incluso más allá, como en la pervivencia de los nombres para
mujeres que significan “La próxima vez un niño” (Oghulkhaimish, etc.).
Lo que acabamos de presentar atañe, especialmente en etapas modernas, a los pueblos
mongoles de la actual república de Mongolia. En Mongolia Interior la presión del estado
chino y su lengua oficial impuso circunstancias especiales. Y lo mismo sucedió en los
países mongoles de Buriatia y Kalmukia en relación al dominio ruso.
© Miguel Peyró
Cultura de Mongolia
Barcelona, octubre de 2018
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