PSICOPATOLOGÍA Y MARXISMO
Rigoberto Hernández Delgado
Este proyecto tiene como finalidad realizar una crítica de la psicopatología oficial en su forma
tradicional y actual, esencialmente debido a su carácter ideológico. Este carácter ideológico
de la psicopatología se torna evidente en su materialismo mecanicista (en los enfoques
neurológicos), en su idealismo (en los enfoques psicológicos), en su individualismo y su
adaptacionismo. Por otro lado, este proyecto tiene también el objetivo de plantear los
fundamentos de una psicopatología materialista y dialéctica, fundamentada en conceptos
extraídos del terreno teórico marxista. Materialista en el sentido del materialismo propio de
las prácticas sociales en su dinamismo permanente. Y dialéctica en el sentido de la
complejidad contradictoria y transformadora de las relaciones sociales, y de la relación entre
el individuo y la sociedad.
Consideramos que ya en Marx podemos encontrar los elementos para poder sentar las bases
de una psicología y de una psicopatología marxista. Sabemos que hablar de una psicología
marxista puede parecer un oxímoron, pues se puede llegar a asumir que la psicología no
puede sino estar condenada a ser un subproducto ideológico del modo de producción
capitalista, y que por lo tanto, solo puede existir como pieza de sostén y de reproducción de
dicho sistema. De ahí que el marxismo, casi en bloque, haya despreciado a la psicología al
denunciarla como ideología burguesa, de ahí también que las pocas psicologías aceptables
para el marxismo hayan sido algo que en sí mismas ya no serían psicologías, sino más bien
fisiologías, por ejemplo, la reflexología pavloviana. Para nosotros, dentro del marxismo están
contenidas las herramientas, teóricas y prácticas, para efectuar una crítica demoledora sobre
la psicopatología y la psicología burguesas. Éstas no serían meros fantasmas vaporosos y
falsos que hubiera que despejar, sino que serían velos que descorrer para mostrar verdades
fundamentales, ocultas y peligrosas para el sistema capitalista. Esas verdades son las densas
realidades contradictorias de la vida social y económica de las que la psicopatología oficial
no quiere saber nada. La crítica de la psicopatología mediante el marxismo permitiría la
emergencia de una psicopatología marxista que podría volver inteligibles los modos en los
cuales las realidades sociales toman forma en la conciencia o en la inconsciencia de los
sujetos para modelar su existencia concreta. Inclusive podríamos, siguiendo a Louis
Althusser (1965), suponer que esta psicopatología marxista habría accedido finalmente a su
nivel científico.
Ya en el joven Marx (1844/1993) encontramos los primeros elementos teóricos para pensar
las determinaciones sociales y económicas de los modos de la conciencia de los hombres. En
sus Manuscritos de 1844, Marx afirma que el acto de la producción es enajenación activa de
la vida del trabajador. La producción aparece así, como extrañamiento del trabajador respecto
de su propia vida, como pérdida del dominio sobre ella y como sujeción a la dominación de
los productos, del capital. El malestar vital de esta relación del hombre con el trabajo se
traduce como una pérdida de sí mismo. Dice Marx (1844/1993): “el trabajador solo se siente
en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí” (p. 112). El concepto de “alienación” resulta
esclarecedor en cuanto al surgimiento del malestar vital que es experimentado en la
conciencia como pérdida de sí mismo, como impotencia, sufrimiento y angustia.
Casi al mismo tiempo en La Ideología alemana (1844-45/2014), Marx escribe su bien
conocida sentencia según la cual “no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida
la que determina la conciencia” (p. 21). La conciencia y sus contenidos no son cosas
independientes ni realidades previas a la existencia material de los hombres. En cambio, para
Marx y Engels los contenidos ideológicos de la conciencia son el conjunto de emanaciones
de la cabeza de los hombres, que, como quimeras rebeldes, cobran dominio sobre la propia
fuente de la que emergieron. La primera función de la ideología es la de mostrar el mundo
en forma invertida, es decir, fundado sobre cimientos espirituales que mueven la vida
material de los hombres. ¿Cómo es que los seres humanos terminan engañados por sus
propias ideas, que cobran objetividad respecto de la subjetividad de donde surgieron, y se
vuelven ideología que corre con pies propios? El planteamiento marxista de la ideología
puede ser uno de los elementos de base de una psicología marxista, en la medida en que
podría permitirnos entender cómo surge la falsa conciencia del sujeto respecto de sí mismo
y del mundo en el que vive. ¿No podríamos adelantar un poco más y decir que la ideología
sería el mecanismo mediante el cual se crea la conciencia en sus formas tanto normales como
anormales, y que oculta también lo que ella no debe saber, de acuerdo a ciertos intereses
históricos de clase?
Un Marx ya maduro nos aporta otro elemento conceptual valioso para una psicopatología
marxista. En el famoso capítulo cuarto del primer libro de El Capital sobre el fetichismo de
la mercancía, Marx (1867/2008) nos habla de las “sofisterías metafísicas y los caprichos
teológicos” de la mercancía, es decir, de su forma mística, la cual deriva, frente a los hombres,
del carácter social de su propio trabajo, transfigurado en propiedades inherentes a las propias
mercancías. Es decir, las cosas aparecen con un poder objetivo que deslumbra al hombre, en
la medida en que contienen, en sí mismas, pero sin revelarlo, el conjunto de relaciones
sociales de producción de las que son producto. El carácter fetichista de la mercancía procede
de la igualación del valor de todos los productos del trabajo en el intercambio, por cuanto
son producidos para el intercambio como objetos útiles, y no para la satisfacción de
necesidades del productor. Y esta objetivación de las mercancías en el intercambio, produce
a su vez la homogenización de los trabajos reduciéndolos a su pura forma abstracta como
fuerza de trabajo. El trabajador anima este proceso, es él mismo el que, mediante su propia
vida, le da vida a la mercancía y al mundo de las mercancías, y todo ello acontece por debajo
de su conciencia, dice Marx (1867/2008): “No lo saben pero lo hacen” (p. 94).
Esa entrega “voluntaria” de la propia vida al mundo de las mercancías y su consecuencia
fetichista, muestra que entre la consciencia y la existencia hay un corte, una disonancia: los
hombres hacen, pero sin saber qué hacen. ¿No es este planteamiento un prolegómeno del
descubrimiento freudiano en el terreno de la neurosis, pero también, en general, en el terreno
de la vida psíquica en su totalidad? Podemos afirmar que la conciencia normal es
fundamentalmente conciencia alienada, conciencia separada de sí misma, desconocida para
sí misma. Pero conciencia escindida no en su asilamiento del mundo, como ciertos
psicoanálisis querrían mostrarlo al psicologizar el descubrimiento de Freud, sino en su
relación con el mundo y con la existencia concreta, con el trabajo, con el intercambio y con
las mercancías.
Esta entrega voluntaria del hombre al trabajo alienado y a la producción, es en nuestro tiempo
un signo de perfecto ajuste: el buen trabajador, el trabajador bien adaptado, productivo, servil,
es el modelo de normalidad psíquica. Es el portador de una conciencia producida
ideológicamente a la medida del sistema capitalista. Ya Paul Lafargue (1848/ 2017) hacía el
encomio del derecho a la pereza al denunciar, dialécticamente, “la extraña locura” (p. 11)
que se había apoderado ya en ese entonces de la clase obrera, es decir, la locura del amor al
trabajo.
Varios marxistas del siglo XX han vuelto sobre el planteamiento primordial de que la
normalidad psíquica, en el capitalismo, sería en sí misma patológica. Erich Fromm
(1955/1971), en su Psicoanálisis de la sociedad contemporánea plantea que las formas de
vida sociales contemporáneas son formas adaptadas a un modelo de civilización que propicia
el malestar, y por lo tanto, la adaptación psíquica del individuo a su medio produce su propia
enfermedad, es lo que Fromm denomina “patología de la normalidad” (p. 13), y que otros
psicoanalistas como Christopher Bollas (1987/2009) o Joyce McDougall (1978/2012) han
denominado con términos como “normopatía” o “normosis”, respectivamente.
Así también, en El hombre unidimensional de Herbert Marcuse (1954/1993)), encontramos
la idea de que en las sociedades industriales avanzadas, los medios de represión más efectivos
han tomado las formas de las libertades de las que gozan los consumidores de los países
industrializados. Marcuse lee bien a Freud al afirmar que la terapia analítica, en su origen, se
fundaba en el supuesto de que la enfermedad del paciente “era una reacción de protesta contra
el mundo enfermo en el que vive” (p. 211). La neurosis, es una reacción, una protesta en
contra de la exigencia de enfermar de normalidad mediante la adaptación a la sociedad. La
enfermedad individual, según Marcuse, no sería algo a corregir, sino algo que en sí mismo
muestra en negativo la verdad de la enfermedad de la sociedad en la que vivimos. Jacques
Lacan (1975/2002) ha afinado esta formulación de manera ejemplar, al elevar la condición
del síntoma histérico, que desafía toda comprensión médica, al estatuto de un discurso
impugnador y subversivo. Podemos corroborar en estos planteamientos una inversión
dialéctica del punto de vista tradicional en psicopatología, para el cual la enfermedad mental
mostraría la posición irracional y desviada del individuo en relación a su medio social
racional, mientras que, por el contrario, para una psicopatología marxista, la enfermedad
mental sería la protesta, perfectamente racional, contra la irracionalidad del contexto social
y económico.
Mientras la psicopatología permanezca en el terreno de la mistificación ideológica de la
enfermedad mental, desde un punto de vista individualista, psicologizante y adaptacionista,
solo podemos esperar la reproducción de las condiciones de producción material y social de
más patología, ya sea en su forma de conciencia normal bien adaptada al sistema enfermo, o
como protesta hipertrofiada y peligrosa. Podemos hacer el recuento de los conceptos de
raigambre marxista que podrían ser empleados como cimientos de una psicopatología
marxista: el concepto de alienación, el de ideología, el de fetichismo; y aún otro que requieren
un análisis mayor en el contexto de otros autores no retomados aún aquí, como Georg Lukács
(1923/1985) y Joseph Gabel (1970/1973): los conceptos de “reificación” o “cosificación” y
el de “falsa conciencia”. Estos planteamientos son solo el protocolo inicial de un proyecto
que busca una articulación cuidadosa de estos conceptos marxistas con otros provenientes de
perspectivas psicopatológicas no marxistas, pero de valor ya probado, por ejemplo, el
psicoanálisis y la psiquiatría fenomenológica y existencial. Lo anterior tiene la finalidad de
lograr una comprensión materialista y dialéctica de la enfermedad mental y su terapéutica, si
es que ésta tuviera alguna pertinencia.
Referencias
Althusser, Louis (1965) La revolución teórica de Marx. México: Siglo XXI editores, 2015.
Bollas, Christoper (1987) La sombra del objeto. Psicoanálisis de lo sabido no pensado.
Buenos Aires: editorial Amorrortu, 2009.
Fromm, Erich (1955) Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. México: FCE, 1971.
Gabel, Joseph (1970) Sociología de la alienación. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1973.
Lacan, Jacques (1975) El seminario de Jacques Lacan, libro 17: el reverso del
psicoanálisis (1969-1970). Buenos Aires: Paidós, 2002.
Lafargue, Paul (1848) El derecho a la pereza. Refutación del derecho al trabajo. España:
Prokomun libros, 2017.
Lukács, Georg (1923) Historia y conciencia de clase (Vol. II). Barcelona: ediciones Orbis,
1985.
Marcuse, Herbert (1954) El hombre unidimensional. España: editorial Planeta, 1993.
Marx, Karl (1844-1845) La ideología alemana. Madrid: ediciones Akal, 2014.
Marx, Karl (1844) Manuscritos: economía y filosofía. Barcelona: ediciones Altaya, 1993.
Marx, Karl (1867) El capital. En: Lenk, Kurt (2008) El concepto de ideología. Buenos
Aires: editorial Amorrortu, 2008.
McDougall, Joyce (1978) Alegato por una cierta normalidad. Argentina: Paidós, 2012.