DISCIPLINAMIENTO SEXUAL: CAZANDO BRUJAS Y CIBERFEMINISTAS
Hanash Martínez, Macarena
RESUMEN
El objetivo de este trabajo es analizar el fenómeno de la violencia online contra mujeres con
presencia explícitamente feminista en el ciberespacio. Para dar cuenta de las estrategias de
disciplinamiento sexual a las que están sometidas las mujeres, relacionamos la caza de brujas
de los siglos XVI y XVII, con el ciberacoso, un creciente tipo de ciberviolencia. Abordamos
nuestro objeto de estudio desde una estrategia metodológica cualitativa, a través de un estudio
etnográfico de la manosfera –un conjunto de plataformas web antifeministas– de sus integrantes,
y de sus técnicas de acoso; así como de los casos de ciberacoso contra Zoë Quinn y Anita
Sarkeesian, ambos enmarcados en el movimiento Gamergate. Nuestros resultados finales
muestran que los mecanismos digitales de disciplinamiento –amenazas de violencia física y/o
sexual, y la apropiación sin consentimiento del cuerpo femenino– tienen como consecuencia la
sumersión de las feministas en un estado de hipervigilancia, autocontrol y autocensura.
PALABRAS CLAVE
Ciberfeminismo, ciberacoso, ciberviolencia, disciplinamiento, manosfera.
ABSTRACT
The aim of this paper is to analyze the phenomenon of online violence against women who
display an explicitly feminist presence in the virtual space. In order to report the strategies of
sexual discipline to which women are subjected, we relate the witch hunt of the 16th and 17th
centuries, with the phenomenon of cyberharassment, a rising form of cyberviolence. We
approach our object of study from a qualitative research method, through an nethnographic study
of the manosphere –a set of antifeminist websites–, of its members, and their harassment
techniques; as well as the cases of cyberharassment against Zoë Quinn and Anita Sarkeesian,
both framed in the Gamergate movement. Our final results show that digital mechanisms of
discipline –threats of physical and/or sexual violence, and the appropriation without consent of
the female body– have as a consequence the submersion of feminists in a state of
hypervigilance, self-control and self-censorship.
KEYWORDS
Cyberfeminism, cyberharassment, cyberviolence, discipline, manosphere.
INTRODUCCIÓN
Internet presenta un gran potencial para (de)construir el cuerpo y subvertir el género. En tanto
que nuestra presencia en el ciberespacio está mediatizada por una pantalla, se nos permite
“escapar” a la mirada social, esto es, a ciertos mecanismos de control social. Esto supone un
importante cambio de paradigma para el activismo en general, y para la participación y protesta
feminista, en particular. No obstante, este nuevo abanico de posibilidades liberadoras para las
mujeres ha ido acompañado de nuevas formas de control social que, hasta el momento, habían
sido aseguradas de otros modos, como la familia o la escuela. A lo largo de la historia, toda
irrupción de las mujeres en el ámbito de la participación pública y política ha conllevado intentos
–más o menos exitosos– de disciplinamiento, es decir, de control, domesticación e imposición de
la norma. Es por ello que en este trabajo ponemos en diálogo dos de estos intentos –la
Universidad Pablo de Olavide, hanashmacarena@gmail.com
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denominada “caza de brujas” y el ciberacoso contra mujeres feministas– para estudiar el
disciplinamiento de las mujeres.
Históricamente, el disciplinamiento de los cuerpos es la herramienta clásica a través de la cual
se controla el orden social. En el ciberespacio, como en cualquier otro lugar público offline, se
ponen en práctica mecanismos de disciplinamiento social que contribuyen al mantenimiento y
reproducción del orden patriarcal. En Internet, encontramos los más paradigmáticos mecanismos
de disciplinamiento en la denominada “manosfera”, un conjunto de páginas web, blogs, foros y
otras plataformas digitales caracterizadas por la misoginia, el racismo, la LGBTQ-fobia, etc. A
nuestro parecer, el elemento definitorio y común de las personas que componen la manosfera es
el ejercicio de estrategias de disciplinamiento contra las mujeres en general, y contra las
feministas, de forma más particular y acusada.
¿Por qué contra las feministas? Las ciberfeministas ocupan el espacio online de manera visible,
pública y profesional. En la manosfera, la masculinidad es imaginada en estado de crisis y los
hombres se sienten victimizados. Las feministas son reconocidas como las causantes
universales de la “pérdida de derechos” (en realidad, “privilegios”) de los hombres. El feminismo
es representado como una ideología irracional, hipócrita y opresiva. Las feministas que habitan
ese nuevo espacio público digital cuestionan con su actividad y su presencia el orden patriarcal
establecido. Su actividad en la red amenaza los cánones heteropatriarcales sobre la sexualidad y
cuerpo femeninos.
Así, el objetivo de este trabajo es analizar el fenómeno de la ciberviolencia contra mujeres con
presencia explícitamente feminista en el ciberespacio para dar cuenta de las estrategias de
disciplinamiento sexual a las que están sometidas las mujeres. A este respecto planteamos la
hipótesis de que el disciplinamiento se produce mediante dos estrategias: la violencia sexual y la
apropiación de sus cuerpos sin su consentimiento. Respecto a la metodología, abordamos
nuestro objeto de estudio desde una estrategia cualitativa, a través de una etnografía digital de la
manosfera y de sus mensajes de acoso; y de dos casos de mujeres ciberfeministas cuyas
experiencias en la red ilustran el fenómeno de la violencia sexual digital.
EL DISCIPLINAMIENTO DE LA SEXUALIDAD EN LA CAZA DE BRUJAS
En su Calibán y la bruja (2004), Silvia Federici señala dos elementos fundamentales del proceso
de reconstrucción de la política sexual que tuvo lugar en Europa desde finales del siglo XIV hasta
el siglo XVIII. Federici señala dos tendencias en este debate. De un lado, la creación de nuevos
cánones culturales que exageraban las diferencias entre las mujeres y los hombres, extremando
los prototipos femeninos y masculinos. De otra parte, se asentó la idea de las mujeres como
naturalmente inferiores a los hombres, emocionales, incapaces de autocontrol y, por lo tanto,
necesitadas de la autoridad masculina (2010, p.154). La autora indica que se establecieron
nuevas leyes y formas de tortura para insertar estas ficciones de género y así imponer el
proyecto político para desposeer a las mujeres de autonomía y poder social. En la Europa del
siglo XVIII, por ejemplo:
a las mujeres acusadas de “regañonas” (Ilustración 1) se les ponían bozales como a los perros y
eran paseadas por las calles; las prostitutas eran azotadas o enjauladas y sometidas a
simulacros de ahogamientos, mientras se instauraba la pena de muerte para las mujeres
condenadas por adulterio (Underdown, 1985ª, p.117 y sig.; citado en Federici, 2010, p.155).
En Europa, el ataque contra las mujeres debe su éxito a una particular campaña de terror, la
llamada “caza de brujas”, la cual degradó la identidad social de las mujeres, marcando su psique
colectiva permanentemente, y construyó su nueva función social en el mundo capitalista. Según
Federici (2010), en la era moderna, la caza de brujas supuso la culminación de la intervención
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estatal contra el cuerpo proletario, y es uno de los acontecimientos más importantes del
desarrollo del proletariado moderno y de la sociedad capitalista. Una campaña de persecución
contra las mujeres que debilitó la capacidad de resistencia del campesinado europeo y
profundizó las divisiones entre mujeres y hombres. La caza de brujas fue “un elemento esencial
de la acumulación originaria y de la “transición” al capitalismo” (2010, pp.223-224). Esta
campaña de terror –que alcanzó su punto máximo entre 1580 y 1630– enseñó a los hombres a
ver a las mujeres como destructoras del sexo masculino y a temer su poder, un poder obtenido
“en virtud de su sexualidad, su control sobre la reproducción y su capacidad de curar” (2010,
p.233). Asimismo, se atacó la resistencia de mujeres cuyas prácticas y creencias desafiaban y
eran incompatibles con la disciplina del trabajo capitalista.
Ilustración 1: Una “regañona” es hecha desfilar.
Fuente: Federici, 2004, p.153
La caza de brujas arrasó con “todo un mundo de prácticas femeninas, relaciones colectivas y
sistemas de conocimiento que habían sido la base del poder de las mujeres en la Europa
precapitalista, así como la condición necesaria para su resistencia en la lucha contra el
feudalismo” (Federici, 2010, pp.156-157). Asimismo, la eliminación de las prácticas condenadas
bajo el rótulo de la brujería fue un requisito indispensable para la racionalización capitalista del
trabajo. La “magia” era fundamentalmente incompatible con la disciplina del trabajo capitalista, ya
que era una “forma ilícita de poder y un instrumento para obtener lo deseado sin trabajar, es
decir, aparecía como la puesta en práctica de una forma de rechazo al trabajo” (2010, pp.194195).
Asimismo, la disciplina de trabajo requerida por la economía capitalista se apoya en las teorías
cartesianas sobre la relación jerárquica entre mente y cuerpo (Federici, 2010). Según Descartes,
la preeminencia de la mente sobre el cuerpo supone que la voluntad puede controlar las
necesidades y reacciones del cuerpo, esto es, el modelo cartesiano de gobierno del cuerpo da
cabida a la posibilidad de un mecanismo de autodisciplina. Este dominio del sí permitiría la
regulación de las funciones vitales del cuerpo para cumplir con las exigencias externas de, por
ejemplo, el trabajo en el sistema capitalista. En un sistema que supone que cada persona es
propietaria de sí misma, la disciplina deja de depender exclusivamente de la coerción externa, y
la capacidad de autocontrol se convierte en un requisito esencial. El dominio del sí se convierte,
en definitiva, en una prerrogativa de los hombres adultos, blancos y de clase alta (Federici,
2010).
A esto añade Federici que en las hogueras y cámaras de torturas se cimentó el sentido de la
disciplina social, se “eliminaron aquellas supersticiones que obstaculizaban la transformación del
cuerpo individual y social en un conjunto de mecanismos predecibles y controlables” (2010,
341
p.198); y se forjaron los ideales burgueses de feminidad y domesticidad (2010, p.255). A finales
del siglo XVII, tras dos siglos de terrorismo de estado, surgió un nuevo modelo de feminidad, el
de esposa ideal, una mujer domesticada, casta y pasiva. El canon de las mujeres de la caza de
brujas –salvajes, insubordinadas y de apetitos sexuales insaciables– es reemplazado por otro
que representa a las mujeres como seres pasivos, obedientes y asexuados. Así, las mujeres
fueron dividas en dos grupos. De un lado, las destinadas al matrimonio, forzadas a renegar de su
sexualidad; de otro, las mujeres <<públicas>>, cuya sexualidad se supeditaba a satisfacer los
variados deseos de los hombres (De Miguel, 2016, p.125).
Pero la bruja simbolizaba el “mundo al revés”, la aspiración a la subversión del orden social. Por
ello, la caza de brujas también condenó la sexualidad femenina como origen de todo mal. Los
siglos XVI y XVII supusieron para las mujeres una era de represión sexual. Las mujeres
sexualmente activas pasaron a ser consideradas un peligro para el orden social, en tanto que
arruinaban moral y económicamente a los hombres, al poner en peligro su autocontrol y, con
ello, su capacidad para el trabajo. En consecuencia, se criminalizó cualquier actividad sexual que
desafiara la nueva disciplina capitalista de trabajo y amenazara la procreación y transmisión de
propiedad. La sexualidad femenina fue exorcizada a través de la tortura sexual y psicología, y la
muerte en la hoguera (Federici, 2010). El objetivo era la degradación y destrucción del poder
social de las mujeres, por medio de su demonización y criminalización.
CIBERACOSO: QUÉ, DÓNDE Y CONTRA QUIÉN
En primer lugar, es imprescindible definir los conceptos con los que tratamos en este trabajo
para comprender así el fenómeno que tratamos de explicar. El ciberacoso (cyberharassment) se
define, en términos generales, como la aflicción persistente e intencionada de daño emocional
por vía online, haciendo que una persona tema –o pueda llegar a temer– por su seguridad. Si los
objetivos de este acoso son mujeres, los ataques pasan a tener un alto carácter genderizado y
sexualizado; siendo los mensajes, insultos y amenazas emitidos de contenido misógino y sexual.
A este respecto, es importante destacar que las mujeres que pertenecen a otros grupos
marginalizados o minoritarios están expuestas a otras formas de odio. Es decir, las mujeres de
color recibirán, además de comentarios sexistas, insultos racistas. Igualmente, las mujeres no
cishetero serán objetivo de mensajes transfóbicos, lesbofóbicos, bifóbicos, etc.
El ciberacoso se puede llevar a cabo a través de numerosas y variadas estrategias. En la mayor
parte de los casos –como los que analizamos en este trabajo– no aparecen de forma aislada,
sino que nos enfrentamos a fórmulas de violencia que combinan, por ejemplo: insultos sexistas,
mensajes con contenido de naturaleza sexual no solicitado, porno vengativo (publicación sin
consentimiento imágenes de las mujeres en algún grado de desnudez para humillarlas o
castigarlas), amenazas de violación, daño físico o muerte (pueden estar dirigidas a ellas o a
familiares u otras personas cercanas), manipulación digital de imágenes de las víctimas, doxxing
o publicación de información privada (datos personales, domicilio, teléfono, datos financieros o
de la seguridad social, registros médicos, etc.), información engañosa para perjudicar la
reputación personal y profesional (acusaciones de tener enfermedades de transmisión sexual,
antecedentes penales o enfermedades mentales, etc.), llamamientos a extraños para dañar
físicamente a las víctimas; suplantación de la personalidad, y publicación de anuncios falsos
ofreciendo información de las víctimas y/o sus servicios sexuales.
Asimismo, son varios los rasgos definitorios que caracterizan el ciberacoso y que permiten darle
entidad propia para que sea estudiado como un fenómeno delimitado y particular, y no como
mero complemento a otros tipos de violencia. En primer lugar, tal y como indica su nombre, es
un tipo de violencia que se ejerce a través de Internet y con herramientas cibernéticas. Además,
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el abuso tiene una permanencia en el tiempo y el (ciber)espacio, como no habíamos visto antes.
Si el abuso desaparece de una página, reaparece rápidamente en decenas otras. Las imágenes,
especialmente, son muy difíciles de retirar una vez diseminadas online. Esta huella digital
permanecerá en la historia e identidad digital de las víctimas, lo que tiene un drástico impacto en
la vida personal y púbica de las mismas, de ahí la especial perversidad de este tipo de violencia
sexual. Por último, suele ser un deporte de equipo. Los perpetradores reclutan para su causa a
extraños para que les ayuden a acosar. Incluso se crean equipos o facciones que compiten por
publicar los mensajes más ofensivos. A los grupos de acosadores, se les denomina cybermobs.
Igualmente, es importante señalar que el objetivo de la misoginia online no es otro que silenciar
las voces de las mujeres. En ocasiones, no es ni siquiera necesario ser explícitamente una
activista feminista para ser objetivo de los ataques, el género es motivo suficiente para intentar
ser expulsada de un espacio público en el que vives tu vida social, profesional o política; donde
participas en debates, defiendes tus derechos, haces amistades, compartes experiencias y creas
vínculos y redes de apoyo y solidaridad. Si buscan una razón para acosar, ser una mujer en un
espacio digital les es más que suficiente. El objetivo es debilitar o eliminar la sensación de
seguridad, haciéndoles ver que no son bienvenidas o queridas en ese espacio.
Por otra parte, si queremos conocer quién está al otro extremo de la violencia, tenemos que
adentrarnos en el lugar donde se organizan y reúnen los perpetradores de la misma. La
manosphere o “manosfera”, en su traducción española, es un conjunto indefinido de blogs, foros,
páginas web, cuentas de Twitter, YouTube y Facebook, y otras publicaciones mediáticas; unidas
por su odio y resentimiento contra las mujeres en general, y contra las feministas, en particular.
Lo que encontramos en la manosfera es una verdadera subcultura, un grupo de hombres que
comparten unos objetivos, un mismo lenguaje y una filosofía basada en la creencia de que el
feminismo ha corrompido la cultura y sociedad modernas, quebrantando las “naturales” y
“biológicas” diferencias de género. Una definición aceptada de “feminismo” en la manosfera es:
A doctrine built on the pre-supposition of victimhood of women by men as a foundation of female
identity. In its goals is always the utilization of the state to forcibly redress this claimed
victimization. In other words, the proxy use of violence and wealth appropriation. In whatever
flavor, and variation, these two basic features are common to every doctrine using the label
feminism. Feminism is therefore, a doctrine of class hatred, and violence (John The Other, A
Voice For Men, 4 June 2012; en el glosario de The Red Pill).
En la manosfera destacan por su popularidad dos páginas web: 4chan y Reddit. La primera es
un foro anónimo que es conocido por albergar a los organizadores de ciberataques contra
feministas conocidas, y por ser usado por los hackers para publicar fotografías de desnudos,
tanto de celebridades, como de personas no públicas. Por lo general, cuando 4chan cierra hilos
por contenido inapropiado, se trasladan a 8chan, otro foro anónimo de iguales características.
Por su parte Reddit, la llamada “primera página de Internet”, es una web de marcadores sociales
y agregador de noticias. Las entradas se organizan por áreas de interés que reciben el nombre
de “subreddits”. Existen numerosos subreddits dedicados al antifeminismo y la misoginia. Por
ejemplo, Goatsac es un moderador de 96 subreddits, entre los que se incluyen “Struggle
Fucking” (“Follar con forcejeo”) and “Cute Female Corpses” (“Adorables cadáveres de mujeres”)
(Hern y Bengtsson, 2015). No obstante, si existe un subreddit preminente en la manosfera ese
es The Red Pill, una comunidad fundada sobre la creencia de que las mujeres están en mejor
situación que los hombres, y que disfrutan de importantes privilegios por el hecho de ser
mujeres. The Red Pill, en la actualidad tiene 216.198 suscriptores, y es una colección de todos
los temas que podemos encontrar en la manosfera: masculinidad, derechos de los hombres,
filosofía de vida para hombres, cómo atraer a mujeres y hasta cómo no tener relación con ellas.
El nombre de este subreddit hace referencia a la película Matrix (1999). En este clásico de la
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ciencia ficción, el protagonista debe elegir entre tomarse una píldora azul y una roja. La primera
le permite quedarse en un placentero mundo ilusorio de ignorancia. La roja, en cambio, le
permite abrir los ojos y ver la realidad tal y como es, un mundo en el que está esclavizado. Así,
en la jerga de la manosfera, los “red pillers”, los que toman esta píldora roja, descubren y
reconocen que son los hombres, y no las mujeres, los que han sido socialmente marginados y
desfavorecidos.
El objetivo manifiesto de un hombre en esta comunidad es convertirse en un alfa (Love, 2013).
Tomar la píldora roja es el inicio de este camino. Los “red pillers”, serían alfas que han
despertado y aceptan y abrazan su superioridad biológica. Al contrario, los “blue pillers” estarían
emasculados y asexuados, porque creen en una falsa igualdad de los géneros. Estos últimos
son atacados o compadecidos por los “red pillers”, los cuales comparten una política, un lenguaje
y una cultura concreta; y por encima de todo consideran que el feminismo es una ideología
dañina para la sociedad. Como explica Morpheus, el moderador de la página: “we hold the
principle of equal opportunity in high regard; it’s the desire for equal outcome that we disagree
with — something that we strongly feel feminism pushes for” (Love, 2013). Así, creen que la
estructura de la sociedad está diseñada para apoyar que las mujeres vivan como quieran,
mientras que el discurso y conducta de los hombres está altamente censurado y restringido.
Un blog de 2010 llamado “The Misandry Bubble”, funciona como su manifiesto. En él se explica
que la civilización occidental se ha convertido en un mundo que sobrevalora a las mujeres e
infravalora a los hombres. En palabras de Morpheus:
[When men] realise their failures [with women] were within their control to avoid, it can induce a
bit of anger […] I think that a lot of the men have a misplaced anger towards women. I wouldn’t
say it’s hatred […] They want to learn how to be better with women. But there is a temporary
anger. […] We have examples posted every day of women acting contrary to what we’re told
women would do. Because in our culture, women are mostly regarded as the ‘good’ sex, the one
that does no harm. […] Our subreddit pulls back the curtain and says, ‘Hey look, these women
are human just like everybody else. It’s time to put away your idealistic views and embrace reality
(citado en Love, 2013).
En último lugar, para ilustrar cómo se produce este ciberacoso en la manosfera, nos centramos
en el movimiento Gamergate, por ser éste un ejemplo paradigmático de la ciberviolencia contra
las feministas. Este caso –el cual atrajo considerable atención mediática y social, especialmente
en EEUU– supuso un antes y un después en cómo tratamos y analizamos los casos de violencia
contra las mujeres, en general, y las feministas, en particular; no solo por la magnitud del mismo,
sino por el ámbito en que se ejecutaba la violencia, el ciberespacio.
Gamergate es un movimiento nacido en agosto de 2014, que situó en el mapa una guerra
cultural por el espacio, la visibilidad y la inclusión de las mujeres en Internet. Sus defensores
afirman que Gamergate concierne cuestiones de ética periodística en la industria de videojuegos.
No obstante, esto no es más que un pretexto para lo que fue –y sigue siendo– una monumental
campaña contra el feminismo actual. Los ciberataques enmarcados en el Gamergate se
extendieron contra innumerables mujeres, especialmente contra desarrolladoras de videojuegos,
escritoras o periodistas feministas que cubrieron los acontecimientos o se pronunciaron en
contra del movimiento, entre ellas: Jenn Frank, Mattie Brice, Brianna Wu, Jessica Valenti o
Lauren Bruce. No obstante, dada su relevancia destacamos en este trabajo los casos de Zoë
Quinn y Anita Sarkeesian.
El suceso que desencadenó Gamergate puede remontarse a 2013. En febrero de ese año, Zoë
Quinn, una diseñadora de videojuegos independientes, lanzó un videojuego gratis llamado
Depression Quest. En agosto de ese año, su exnovio Eron Gjoni declaró en una serie de largos e
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íntimos posts en su blog –thezoepost.wordpress.com–, que ella le había sido infiel con varios
periodistas de la industria del videojuego; con los que había mantenido relaciones sexuales a
cambio de críticas positivas de su trabajo para avanzar en su carrera (Totilo, 2014). En poco
tiempo, decenas de miles usuarios comenzaron a inundar sus redes sociales con mensajes del
tipo:
If I ever see you are doing a pannel [sic] at an event I am going to, I will literally kill you. You are
lower than shit and deserve to be hurt, maimed, killed, and finally, graced with my piss on your
rotting corpse a thousand times over (Malone, 2017).
Además de recibir amenazas e insultos (Ilustración 2), su página de Wikipedia fue modificada, en
la fecha de su muerte apareció primero “pronto”, y después, la fecha de su siguiente aparición
pública. La dirección de su padre fue publicada y comenzó a recibir fotografías de su hija
cubiertas de semen (Malone, 2017). Quinn consiguió una orden de alejamiento, pero las
amenazas de violación y muerte, eran tan gráficas y factibles que se vio obligada a abandonar su
casa (Dewey, 2014). Como resultado de la exposición prolongada a estos ataques, Quinn fue
diagnosticada con estrés postraumático complejo.
Ilustración 2: Mensajes anónimos recibidos por Quinn en 2014 en su Tumblr.
Fuente: Malone, 2017
Por otra parte, en 2009 Anita Sarkeesian, una crítica cultural canadiense-americana creó
Feminist Frequency, una web de análisis de la representación de las mujeres en la cultura
popular. Su trabajo se centra en la desconstrucción de los estereotipos y tropos asociados con
las mujeres en la cultura popular, y en el acoso a las mujeres en los espacios online y de juego.
En 2012 lanzó Tropes vs. Women, una serie de videos de YouTube que investigan la cultura
gamer, documentando cómo los videojuegos reproducen símbolos y roles misóginos (ej.: la
damisela en apuros, la manic pixie dream girl, women in refrigerators, etc.), y cómo la producción
de cultura popular y la industria de videojuegos se enmarcan, en términos generales, con el
sistema patriarcal. La serie fue financiada colectivamente, a través de Kickstarter, con un objetivo
inicial de 8.000$, llegando a recaudar más de 150.000$, lo que permitió aumentar el proyecto a
dos temporadas (Campbell, 2017). Sarkeesian fue acusada de apropiarse indebidamente de
parte de este dinero. Desde The Red Pill y 4chan se organizaron los ciberataques machistas que
la acompañan hasta el día de hoy. Sus redes sociales fueron inundadas con amenazas de
muerte y violación (Ilustración 3), e imágenes que la representaban siendo abusada sexualmente
(a veces por personajes de videojuegos). Ese mismo año, el autodenominado “humillador de
feministas”, Benjamin Daniel creó un juego llamado “Beat Up Anita Sarkeesian”, que consistía en
hacer click sobre una imagen de su rostro para simular que estaba siendo golpeada, hasta ver su
cara completamente amoratada y ensangrentada (Ging, 2017). Asimismo, recibió varias
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amenazas de bombas en sus eventos públicos y, a día de hoy, tiene un expediente abierto con el
FBI, al que sigue mandando los mensajes amenazantes que sigue recibiendo.
Ilustración 3: Ejemplos de los tuits recibidos por Sarkeesian.
Fuente: Sarkeesian, 2015a
DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS
Teniendo en cuanto lo anteriormente expuesto, proponemos que el ciberacoso sea entendido y
valorado como un particular tipo de violencia contra las mujeres. Consideramos que minimizarlo
–por ejemplo, con argumentos sobre que Internet no es verdaderamente “real”– sería contribuir a
la normalización de la violencia machista. El discurso online misógino es una forma de violencia
contra las feministas, en tanto en cuanto forma parte de una actitud cultural más amplia en
contra de las mujeres y funciona como herramienta de disciplinamiento. Tal y como señalamos
en nuestras hipótesis, las estrategias de control son principalmente la violencia física –por medio
de amenazas de muerte y violación hacia ellas o a familiares– y la apropiación de sus cuerpos
sin su consentimiento –a través de la manipulación de imágenes, doxxing, hackeo y hasta
suplantación de su identidad–. Como indica Ana de Miguel (2016), la violencia es un medio de
control social sobre las mujeres. Allá donde su comportamiento no responda a las expectativas,
los conflictos podrán requerir de la violencia como instrumento para “restablecer la satisfacción
de las expectativas sobre el comportamiento femenino” (2016, p.47). Así, para que la violencia
sea un medio de regulación efectivo, las mujeres han de ser socializadas en el miedo. Y el miedo
fundamental a transmitir en la socialización de las niñas y jóvenes es el miedo a los hombres
como depredadores sexuales (2016, p.278). A este respecto, la autora invoca el trabajo de
Susan Brownmiller (1981), sobre la violación como parte de un sistema de control cotidiano del
comportamiento de todas las mujeres, en tanto que el miedo a esta agresión implica “ejercer un
riguroso control sobre sus acciones y movimientos en el espacio público” (2016, p.46). En ambos
casos, los mecanismos de disciplinamiento se aprovechan del miedo a la violencia física y sexual
en el que las mujeres son socializadas desde hace siglos, como muestra la historia de la
construcción del cuerpo sexualizado femenino.
Podemos afirmar que la ciberviolencia contra las feministas es, en definitiva, una forma
emergente de violencia contra la mujer; como tal, es también una extensión de relaciones de
género offline, un reflejo de los valores machistas y misóginos que existen en nuestra sociedad.
Internet es, al fin y al cabo, un lugar más de reproducción social y cultural. Asimismo, como
fenómeno a conceptualizar, proponemos que la ciberviolencia es una herramienta del poder
disciplinario que se caracteriza por diversos elementos. En primer lugar, a través del acoso se
pretende recordar a las feministas la posición de subordinación que deben ocupar en el sistema
patriarcal. El objetivo es que las relaciones de poder asimétricas penetren en sus conductas. Se
busca silenciar y marginalizar a mujeres que suponen una amenaza para el status quo patriarcal.
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Gamergate ilustra las condiciones en las que el modo de uso de un espacio (Internet) por parte
de un grupo (mujeres feministas), está condicionado por el uso que de ese espacio hace otro
grupo de personas (hombres). Los perpetradores de la violencia tratan de degradar sexualmente,
silenciar, marginalizar y desposeer de autonomía y poder social a las feministas. El
disciplinamiento se manifiesta en un intento de impedir habitar o expulsar de este espacio
público a las feministas, por medio del ejercicio de violencia sobre sus cuerpos. Las amenazas
que reciben son sanciones dirigidas a inscribir en sus cuerpos los criterios de veridicción del
patriarcado. Podemos decir que los trolls que patrullan las redes sociales de las feministas,
comentando sobre cada uno de sus movimientos y sus palabras, lo hacen para regular y
controlar lo que consideran las formas válidas de comportarse y ser de las mujeres bajo el orden
patriarcal. El éxito de estos criterios de veridicción se reflejaría, por ejemplo, en la autocensura
que se imponen las feministas al cerrar sus redes sociales.
Asimismo, la creación para las mujeres de un ambiente demasiado tóxico y hostil para soportarlo
no es solo un mecanismo para tratar de reclamar el ciberespacio cómo masculino; sino que se
persiguen unos efectos offline. La consecuencia principal y más grave del ciberacoso es un
estado de hipervigilancia. A este respecto, sobre los efectos psicológicos de víctimas de
ciberacoso, la psicóloga Elizabeth Cargill explica que las víctimas sienten que los perpetradores
están en todas partes: tanto online como offline. Como consecuencia, es frecuente que sufran
estrés postraumático, anorexia nerviosa, depresión, ansiedad y ataques de pánico (Keats Citron,
2014). Cuando Quinn y Sarkeesian abandonan sus hogares, lo hacen porque existe un peligro
real de que sus acosadores las sigan hasta espacios offline; al fin y al cabo, se han asegurado
de hacerlas saber que tienen sus datos personales. Igualmente, las mujeres víctimas de este tipo
de violencia, presentan, por lo general, deseo de altas medidas de seguridad, autoexamen
constante, dudas y desconfianza. A este respecto, dice Sarkeesian:
I don’t get to express feelings of fear or how tiring it is to be constantly vigilant of my physical and
digital surroundings. How I don’t go to certain events because I don’t feel safe, or how I sit in the
more secluded areas of coffee shops and restaurants so the least amount of people can see me.
I don’t show how embarrassed I am when I have to ask the person who recognized me in my
local grocery store to please not mention the location where they met me (2015b).
Es en este punto donde se aprecian más claramente los efectos disciplinantes de la
ciberviolencia, a través de sus paralelismos con la caza de brujas. Aunque con esto no queremos
decir que las brujas fueran las precursoras de las ciberfeministas que aquí analizamos. No
podemos afirmar que las brujas tuvieran una conciencia colectiva, ni que ésta fuera “feminista”
según la definición actual de feminismo. Lo que sí podemos es valorar la utilidad de las brujas
como paradigma de referencia. Las brujas disponían de unos conocimientos, creencias y
prácticas que resultan incómodas para el nuevo orden capitalista, incompatibles con la nueva
disciplina de trabajo. De modo similar, las feministas perturban el orden patriarcal, reclamando su
lugar en el espacio público on y offline. En ambos casos se pretende el disciplinamiento de sus
cuerpos, para lograr la conformidad y subordinación de las mujeres en su conjunto.
De acuerdo con Federici (2010), la caza de brujas fue un proyecto para institucionalizar el control
del Estado sobre el cuerpo femenino. El objetivo de las cybermobs no se aleja mucho de esta
meta. Vivimos en un contexto donde conviven la institucionalización y profesionalización del
feminismo; y la emergencia de una generalizada sensibilidad cultural postfeminista. Así, los
avances sociales y políticos feministas suelen ir acompañados de una considerable respuesta
machista. Los miembros de la manosfera vienen a cumplir una función de control social que
hasta el momento había sido asegurada de otro modo –a través de la escuela, la religión, la
familia, etc.–. En la época del panóptico moderno (Foucault, 1998), el poder es difuso, no tiene
rostro; y la vigilancia es constante a través de las nuevas tecnologías de la información y la
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comunicación, tod@s podemos ser vigilantes y vigilad@s. En el ciberespacio, una pantalla, una
cámara y un teclado permite a las personas ejercer un modelo de vigilancia óptimo para
supervisar y hacer cumplir las normas patriarcales. Como indicamos anteriormente, para las
mujeres feministas que tienen en Internet su ámbito profesional, es altamente complicado
desterritorializar el cuerpo por completo. A pesar del potencial para de(construir) el cuerpo en
Internet, no se puede escapar a la mirada social, a los mecanismos de control públicos.
Asimismo, las amenazas de violación, muerte y de atentados con bombas tienen como objetivo
causar daño psicológico y limitar sus apariciones públicas offline; lo que contribuye a la creación
de un mecanismo de hipervigilancia, autocontrol y autosupervisión, tan necesarios para el éxito
del disciplinamiento sexual en la era del panoptismo moderno. Esto queda patente en el
testimonio de Sarkeesian:
I rarely feel comfortably speaking spontaneously in public spaces. I’m intentional and careful
about the media interviews I do, I decline most invitations to be on podcasts or web shows, I
carefully consider the wording of every tweet to make sure it is clear and can’t be misconstrued.
Over the last several years I’ve become hyper vigilant. My life, my words and my actions are
placed under a magnifying glass. Everyday I see my words scrutinized, twisted and distorted by
thousands of men hell bent on destroying and silencing me (2015b).
Por otra parte, en la manosfera encontramos representaciones de las mujeres que recuerdan
una versión actualizada del programa de la caza de brujas. En ambos casos, feministas y brujas,
son representadas como el origen de todo mal y las destructoras del sexo masculino. Se puede
afirmar que las imágenes manipuladas de Sarkeesian y Quinn, y los memes antifeministas son la
herencia de la propaganda que representaba a las mujeres como demonios o monstruos
sometiendo a sus maridos (Ilustración 4). La función es la misma: ridiculizar y demonizar, para
desvalorizar sus causas y lo que ellas representan. Del mismo modo, las expresiones con las
que se refieren a las mujeres en la manosfera –“attention whore”, “batshit crazy”, “entitlement
princess”, etc.– son reproducciones de los cánones de sexualidad femenina producida por la
caza de brujas. En la manosfera se predica esencialmente la misma definición de las mujeres
que los autores del Malleus Maleficarum:
las mujeres son hermosas cuando se les mira, pero contaminan cuando se las toca; atraen a los
hombres, pero sólo para debilitarles; hacen todo para complacerles, pero el placer que dan es
más amargo que la muerte, pues sus vicios cuestan a los hombres la pérdida de sus almas –y tal
vez sus órganos sexuales (Kors y Peters, 1972, pp.114-15; citado en Federici, 2010, p.259).
Ilustración 4: Las mujeres como destructoras del sexo masculino. A la izquierda una
representación de Anita Sarkeesian en uno de los videos del canal de Carl Benjamin, uno de sus
más populares acosadores. A la derecha, una ilustración de propaganda misógina que se recoge
en Calibán y la bruja (2004).
Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=-Vyvv7P6Ldo y Federici, 2004, p.147
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Igualmente, también como en la caza de brujas, se hace uso de campañas de terror. Los
cazadores de brujas y los trolls de la manosfera tratan de insertar ficciones de género por medio
del uso de la violencia para disciplinar los cuerpos femeninos y desposeerlos de poder social.
Así, la violencia sexual digital saca partido del miedo a la violencia física y sexual en el que las
mujeres son socializadas desde pequeñas. Un miedo arraigado en la psique colectiva de las
mujeres desde hace siglos que sirve para controlar el uso que las mujeres hacen de los espacios
públicos. Las amenazas que reciben online suelen ir acompañadas de detalles personales, por lo
que es comprensible que las víctimas puedan percibir la posibilidad de una agresión física como
algo realista. Y, aunque no fuera así, las amenazas e insultos constantes tienen, por sí solas,
profundos efectos psicológicos en las víctimas de la violencia.
CONCLUSIONES
La principal consecuencia del ciberacoso contra feministas es la coartación de su forma de
habitar el ciberespacio, a menudo abandonan sus redes sociales temporal o definitivamente.
Pero la intimidación online también tiene repercusiones en su presencia offline. Las víctimas del
ciberacoso viven en un estado de hipervigilancia constante, autosupervisando y autocensurando
sus hábitos y conductas por miedo al “agresor omnipresente”. Una figura propia del panóptico
moderno, que nace en la era de las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) con la
extensión de la vigilancia a través de las cámaras y la difusión del poder entre todas las
personas, las cuales cumplen el doble rol de vigilantes/vigiladas.
En definitiva, esta investigación ha tratado de dirigir la atención hacia un tipo de violencia
normalizada e infravalorada tanto por la sociedad civil, como por las fuerzas de seguridad y el
sistema legal. Nuestro estudio da cuenta de que una práctica social y una institución
aparentemente neutras, como son el uso de las TICs e Internet; tienen en realidad como objetivo
final el fortalecimiento y legitimación de un orden cultural, político y económico patriarcal. Los
mecanismos digitales de disciplinamiento se ponen en marcha para hacer cumplir a las
feministas con las normas del patriarcado capitalista e imperialista que recuerdan a todas las
mujeres que en el espacio público –ya sea on u offline– no son bienvenidas. Y, a pesar de esto,
estas mujeres son la prueba de la supervivencia y prosperidad del feminismo en todo espacio.
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