Tema: EXILIO, LENGUA E IDENTIDAD (Justo Bolekia Boleká)
Publicado en Memoria(s) en transición. Voces y miradas sobre la Transición española. Fr.
Dubosquet Lairys y C. Valcárcel (editores). Madrid: Visor Libros. Colección Biblioteca Filológica
Hispana/205, 2018. ISBN: 978-84-9895-205-6. Págs. 399-416
Resumen
La transición española sirvió, entre otras cosas, para redefinir el imaginario colectivo de
los españoles y buscar los puntos de encuentro entre quienes se quedaron y quienes
encontraron su espacio en la diáspora, después de una longeva dictadura. Fue un
período en el que el exilio (versus inxilio) se convirtió en un espacio de búsqueda
identitaria, de solidaridad tanto regional como nacional, amén de las peripecias
compartidas entre unos y otros. Al margen de todo ello existía la parte de la producción
literaria y cultural, con obras con las que se lograría la creación de un fondo cultural
común para todos los que compartían este espacio de la transición.
Y es en esta transición española donde empezará a entenderse el exilio y el inxilio
guineoecuatorianos como espacios físicos y mentales que serán utilizados para
reivindicar la identidad cultural umbilical (que se encuentra entre los miembros que se
reconocen descendientes de un antepasado común) y/o compartida, o para aprender a
reconocerse lingüística y etnoculturalmente, utilizando la creación literaria como
instrumento imprescindible para construir un fondo cultural común guineoecuatoriano.
El uso de la lengua autóctona en la creación literaria se convierte en un pretexto
necesario para reivindicar la diversidad tan perseguida por los protagonistas de la
longeva dictadura guineoecuatoriana, al verse como un elemento subversivo que ponía
en peligro, según los guardianes del nuevo Estado, el futuro de la unidad nacional. En
este sistema político justificado por la enculturación exógena, lo autóctono se convierte
en subversión frente a la colectividad mentalmente alóctona.
1
EXILIOS, LENGUAS E IDENTIDAD
La pretensión de la enculturación endógena (Marvin Harris, 2005) y la raigambre de
“El mono desnudo” (Desmond Morris, 2000) frente a las identidades umbilicales o
“de raíz única” e imaginaria-aprendida (Gilles Deleuze y Félix Guattari, 1972).
Un proverbio africano anterior a la llegada de los visitantes y alienígenas, idearios y
promotores de la esclavitud o la colonización dice que: “Dios no ha hecho más que
esbozar a la persona, es la tierra la que le crea”.
Pero cuando obligaron a sus “negritos” a ir a las escuelas creadas por dichos visitantes y
alienígenas, dijeron que “Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza”. Estos dos
refranes nos presentan dos contextos en la conformación de la identidad del individuo:
la tierra cultural y la no-tierra (o espacio-laboratorio de la escuela). Como culminación
de esta formación prolongada que contienen ambos refranes, aparece este refrán bubi
(de la isla de Bioko, en Guinea Ecuatorial) que dice “böribá e ráá tyííla, wáè, na è
pá’ëriaai” (el extranjero puede estar veinte años o más fuera, pero siempre regresa).
En la década de los sesenta del siglo XX, España seguía teniendo lo que llamó “sus
posesiones” en el África negra. Era la Guinea Española (Fernando Poo, Annobón,
Corisco, Elobey Grande y Elobey Chico, Río Muni e islas adyacentes como Mbañe,
Cocoteros, etc.). El oleaje independentista llegó a dichas posesiones, y España, para
curarse en salud y esquivar el fuerte temporal de la liberación de las colonias europeas
de Inglaterra, Francia, etc., declaró que sus posesiones eran provincias españolas (1959)
de ultramar.
En 1963, España aprueba una ley declarando que sus territorios pasaban a ser una
autonomía (1964-1968), algo que no existía en la metrópoli franquista. Fue un ensayo
de la España que se avecinaba.
Antes del 12 de octubre de 1968, tuvieron lugar las primeras y únicas elecciones libres y
transparentes en Guinea Ecuatorial. Y entre campañas, oposiciones, votaciones,
2
rechazos a la nueva constitución por parte de los Bubis, alianzas previas y posteriores,
promesas incumplidas y negociaciones, salió elegido Francisco Macías Nguema. Con él
empezó la primera dictadura, en combinación perfecta con la dictadura de Francisco
Franco Bahamonde (el caudillo de España por la gracia de Dios), y la etnización o
mongomoización1 del nuevo Estado.
En los primeros meses del año 1975, salí de Santiago de Baney (mi pueblo en la isla de
Bioko, entonces llamada isla de Macías Nguema Bidyogo, ayer llamada Fernando Poo,
y anteayer llamada Eri 2 ) para ir a Bata (en barco, la parte continental de Guinea
Ecuatorial/Río Muni). De Bata salí hacia el interior con dos amigos de mi pueblo
(Baney). Llegamos a Eson-Esason, un pequeño poblado de Ebebeyín (Esón Esason)
donde era maestro nacional D. Vicente Kukú Moche, el hermano mayor de uno de ellos.
La entonces esposa de éste, una prima hermana mía, nos acogió y nos escondió debajo
de las camas. Cinco o seis horas después (sobre las diez u once de la noche), llegaron
los milicianos o escuadrones de la muerte para detenernos porque alguien les había
dicho que habían llegado unos extraños al pueblo. Era la época dura de la dictadura de
Francisco Macías Nguema. La mujer les dijo que nos habíamos marchado. A eso de las
cuatro de la mañana llegó un señor fang 3 para acompañarnos a cruzar la frontera a
través del río Ntem para ir a Ambam (Camerún). Nos despedimos de D. Vicente Kukú
Moche y nos adentramos en la oscuridad del bosque con nuestro acompañante y
bienhechor.
Había
empezado
mi
exilio,
mi
movimiento
constante
de
desterritorialización.
El 20 de noviembre de 1975 falleció el jefe del Estado español. Yo me encontraba
entonces en Sangmelima (Camerún), dando clases de español en el Colegio de NotreDame. Los seminaristas (porque el entonces obispo Pierre Célestin Nkou (1927-1983)
me acogió como seminarista) nos hospedábamos en un monasterio casi abandonado de
Sangmelima, junto al mencionado colegio. Después fuimos trasladados al seminario de
Ebolowa, otra ciudad de Camerún. Después nos fuimos a Yaundé (la capital de
Camerún) y mis dos colegas recibieron dos billetes para trasladarse a España. Seguí mi
camino solo. Me fui a Duala (la capital económica de Camerún) y me dirigí al
1
El presidente Francisco Macías Nguema era natural de Mogomó y se rodeó de gente de su familia,
poblado y provincia.
2
Así llamaban los Bubis su actual isla de Bioko.
3
En Guinea Ecuatorial conviven seis grupos humanos: ámbös, bisíös, bubis, fangs, ndowès y fernandinos
o kriós.
3
arzobispado para pedir ayuda a alguien de la curia dualeña (de Duala). El secretario del
obispo habló con el conductor y este me llevó a su casa como uno más de su familia.
Era un bassá (una de las etnias de Camerún). El obispado me dio un trabajo temporal
llenando camiones de arena con otros muchachos. Y sin saber por qué, acabé en Souza
(Dibombari), región de Dibombari, dando clases de español en el Collège Herbert
regentado por el párroco del pueblo, y alojado en casa de uno de los profesores (con su
mujer, su niña y su cuñada).
Llegué a España en una fecha que me marcó: el siete de julio de 1977 (después me
enteraría de que se trataba de una fecha importante: San Fermín, fiesta de Pamplona).
Son ya más de cuarenta años fuera de la tierra que me vio nacer, fuera de mi pueblo
Santiago de Baney. Más de cuarenta años de enculturación exógena, de exilio, de
migración y errancia, (migrancia o migrerrancia), contribuyendo al debilitamiento de mi
lengua y en busca de mi imaginaria identidad etnocultural; más de cuarenta años
durante los cuales he ido recibiendo influencias de todo tipo, sin saber cuáles han sido
mis puntos de partida ni mis puntos de llegada, ni cómo fui bubinizado 4 en mis
orígenes, viviendo un constante movimiento de desterritorialización física y cognitiva o
cultural.
Existe un fenómeno que conviene destacar en este trío de exilio-lengua-identidad. Se
trata de la previa configuración psico-física desde el útero de la madre, o la percepción
inconsciente o consciente del modelo cultural representado por la madre-maestra (el
mono desnudo, la relación umbilical profunda con las entrañas de la madre-maestra,
encargada de contagiarnos su identidad nuclear, vertical o “umbilical”, de darnos sus
olores y gustos, sus gestos y traumas, sus conflictos y alegrías, su identidad, etc.). En
todo este proceso juega un papel fundamental el medio natural en el que vive el
individuo (su ecosistema en toda su amplitud). “Dios no ha hecho más que esbozar a la
persona; es la tierra la que le crea”. Y es en este mismo medio donde el individuo se
convierte en un elemento inductor de la transformación positiva o negativa de sí mismo,
o del otro (individuo), de los demás (colectividad, comunidad).
Hay dos aspectos que es preciso señalar. Por una parte, la configuración filogenética del
individuo (desde que es concebido el primer ser de una “familia” hasta su conclusión o
4
Proceso de transmisión de mi identidad como Bubi (etnia autóctona de la isla de Bioko, en Guinea
Ecuatorial).
4
final histórico). Por otra parte, la influencia ejercida por el medio en la configuración
físico-cognitiva de este mismo individuo, tanto en el útero materno como en su hábitat.
Esta combinación es conocida como la epigenética (de epigénesis: doctrina según la
cual, los rasgos que caracterizan a un ser vivo se configuran en el curso del desarrollo,
sin estar preformados en el huevo fecundado).
Todo lo anterior nos debe permitir entender el fenómeno del exilio desde nuestra
experiencia racional o empírica. O desde nuestra simple itinerancia histórica. Vivimos
en el útero materno inconscientemente. Lo abandonamos sin querer para enfrentarnos a
los avatares del exterior. Es nuestro primer exilio. Esta experiencia traumática nos hace
ser, en primer lugar, protagonistas directos de esta migrancia5 o migrerrancia inducida
por nuestro sincrónico espacio político guineoecuatoriano de la década de los 70 del
pasado siglo XX; en segundo lugar, es una experiencia que nos convierte en estudioso y
víctima de este fenómeno (la migrancia) a lo largo de nuestras realidades poéticonarrativa y científica. En este último caso, se trata de ver cómo se presenta el trío exiliolengua-identidad en algunas de mis producciones como ensayista, como poetas o como
relatero (o escritor de relatos).
Pero empecemos por la identidad, tanto umbilical o de “raíz única” como rizomática (de
rizoma, concepto propuesto por Gilles Deleuze et Félix Guattari, 1972). Esto nos hace
hablar de una enculturación irradiada, aquella que refleja las experiencias vividas por el
individuo tanto desde un punto de vista autóctono como alóctono.
Cuando hablamos de la enculturación autóctona nos referiremos al hecho de convertir a
las jóvenes generaciones en réplica de sus mayores por medio de cualesquiera métodos
socialmente consensuados, como la idílica formación iniciática, la amena narración de
relatos o epopeyas, la presencia de personajes como el hechicero, el brujo, etc., en las
sociedades reales o imaginarias, o los siervos poseídos (bilotyí), cuya finalidad es servir
de intermediarios entre los vivos y los antepasados, los espíritus y entre éstos y Dios
para solucionar los problemas tanto físicos como espirituales de los que se aqueja el ser
humano.
Cuando hablamos de la enculturación alóctona o exógena, nos referimos a aquella
transformación que experimenta el ser autóctono para convertirse en réplica de su
maestro dominador. Se trata de una transformación avalada y diseñada por la cultura
5
Es un término que hemos formado a partir de las palabras migración e itinerancia.
5
dominante importada, y localizada en los centros iniciáticos o aparatos del poder
establecido, como las escuelas, los internados para chicas y chicos, los seminarios, etc.,
teniendo como coadyuvantes los cuarteles militares, las iglesias, las tiendas, la prensa
escrita, la radio, los coches de línea conducidos por colonizadores blancos, etc.
Esta doble experiencia se desarrolló en mí de forma conjunta, sin fronteras
infranqueables y en cohabitación entre las generaciones jóvenes y las adultas, si
tenemos en cuenta que los niños y adolescentes, aun permaneciendo recluidos durante
determinadas horas del día en los centros iniciáticos extranjeros, después se veían
expuestos a las enseñanzas etnoculturales de sus ámbitos familiares y comunitarios.
Pero esta convivencia y conciliación entre lo autóctono y lo alóctono duró poco, porque
la fuerza y la violencia ejercidas en la transmisión de las normas y valores del segundo
(alóctono), obligaron a padres y productores de las culturas tradicionales locales a
claudicar ante las recompensas expuestas por aquellos hijos y vecinos que exhibían el
testimonio de la rápida asimilación de la cultura de la sociedad española dominante
importada. Estas dos reacciones, a saber, la claudicación- asimilación y la apropiación
de una nueva identidad (los individuos emancipados), han estado en la base de la
configuración socio-cognitiva del guineoecuatoriano, haciendo de él un sujeto a imagen
y semejanza de España, de la España franquista y post-franquista, centralista,
homogeneizante y una-grande-y-libre, autonómica, de la incompleta transición sin
reconciliación, de la tímida búsqueda identitaria, de la ocultación deliberada de la
memoria histórica española, etc.
Edouard Glissant (2002) y los migrantes “desnudos” (esclavos trasladados),
“vestidos” (inmigrantes africanos que viajan a Occidente con pasaporte y por avión o
barco) y “empapados” o “mojados” (los africanos que cogen pateras).
Aquí tengo que hablar otra vez de la partida, ya sea inconsciente (desde el útero
materno o incubadora hasta el espacio abierto, de la casa materna a la escuela, de la vida
al Más Allá), voluntaria (del poblado a la ciudad, o viceversa, del país a otro lugar, etc.)
o inducida (desde el poblado a otro lugar, como el río, el mar, la escuela, iglesia, etc., o
país, como Camerún, España, Francia, Inglaterra, etc.). O lo que podemos y debemos
llamar exilio (hacia fuera) e inxilio (hacia dentro, en estado de reclusión psicológica, o
vuelta al útero materno de la madre-tierra). O simplemente migrancia.
6
Cuando salí de mi pueblo (Santiago de Baney) para ir a Bata (Río Muni), lo hice en
barco en el océano atlántico. Cuando crucé la frontera con Camerún para llegar a
Ambam (la primera ciudad fronteriza de Camerún saliendo de Ebebeyín [Rio Muni] lo
hice en cayuco atravesando el río Ntem (en la frontera entre Guinea Ecuatorial y
Camerún). Y para llegar a España el siete de julio de mil novecientos setenta y siete,
tuve que coger un avión. Me encontraba ya muy lejos de mi hogar, de mi cultura, de mi
sociedad de entonces (y también de ahora), maltratada políticamente. Había tenido
muchos puntos de partida y de llegada. El exilio era y es el hecho de encontrarse lejos
del lugar natural debido a la expatriación, voluntaria o forzada (en mi caso, forzosa,
viéndome obligado a interrumpir mi desarrollo sociocultural y etno-profesional) como
individuo, a quien por alguna circunstancia, generalmente política, se le niega
explícitamente el permiso para regresar a su país y se le amenaza con cárcel o muerte si
lo hiciera.
Empezaba mi exilio externo, porque me encontraba fuera de mi casa, alejado de mi
amplia y horizontal familia, de mi comunidad y aldea-nación. Llegué a España y las
autoridades policiales me desnudaron y me vaciaron. Me quitaron mi país, porque el
documento que entonces me extendió la Dirección General de la Policía ponía lo
siguiente: Nacionalidad: Apátrida. Corría el año 1977 y habían tenido lugar las primeras
elecciones libres (en junio) en España después de cuarenta años de Franquismo.
No tenía patria. No tenía país. No tenía tierra. No tenía nacionalidad. No tenía cultura.
No tenía lengua. Ni identidad. No tenía memoria. Nada. Empezaba mi búsqueda
desesperada y consciente desde esta apatridad.
A pesar de ello, fui admitido en la Universidad Complutense. El primer día de clase, la
sala estaba abarrotada de estudiantes. Yo era el único estudiante negro. No se podía
pensar en la tan cacareada interculturalidad de hoy. Entró el profesor. Me puse de pie,
pero los demás estudiantes no, porque el caudillo de España había muerto en su cama
del palacio de El Pardo. Me puse de pie porque venía de África, donde todavía nos
poníamos de pie cuando entraba a clase el profesor.
“Tú!”, dijo el profesor dirigiéndose a mí y a los otros estudiantes que ocupábamos los
asientos del fondo de la clase. Le dije a uno de los que estaban junto a mí: “creo que se
refiere a ti”. El chico se puso de pie. “No, tú no”, dijo el profesor. Y me señaló a mí.
7
“¿Cómo te llamas?”, me preguntó. Me puse de pie y contesté: “me llamo Justo”.
“¿Qué?”, preguntó de nuevo. “Justo”, contesté. “Si tú eres negro y te llamas Justo, yo
que soy blanco, ¿cómo me tengo que llamar? ¿Cuál es tu nombre?”. Aquellas palabras
me trasladaron a mi expueblo de Santiago de Baney, porque al ser apátrida, dejaba de
tener pueblo. Recordé que los amigos de mi padre me llamaban Bösöpé6, y contesté al
profesor: “Me llamo Bösöpé”. “¿Cómo?”, preguntó él. “Bösöpé”. Y empezó su clase.
Recordé las experiencias traumáticas que había dejado atrás. Recordé que a los Bubis
(los autóctonos de la isla de Eri-Fernando Poo-MaciásNguemaBidyogo-Bioko) les
estaba prohibido desarrollar sus actividades culturales, o de manifestar públicamente su
disconformidad con el régimen imperante. Ellos no habían podido salir. Vivían un
exilio interior. Un inxilio. Yo había podido emigrar para vivir mi exilio, o lo que el
profesor Michael Ugarte (2010) de la Universidad de Missouri (USA) llama emixilio.
Empecé a recordar mi memoria, y que llevaba en mi bártulo algunas cosas necesarias:
mi lengua bubi, mis improntas culturales (creencias, ritos, hábitos, muchos recuerdos,
etc.). Eran cosas que formaban parte de mi identidad umbilical o de raíz-única. Pero
también me di cuenta de que llevaba otras cosas que no formaban parte de esta
identidad. Me refiero al pidgin-english como lengua de comunicación, al español como
lengua de enseñanza y de poder, a la religión católica, a la memoria del queso, de la
mortadela, del pizarrín, de la comunión, etc. Empezaban a crecer en mí las fuertes y
largas raíces de lo que se ha dado en llamar identidad rizoma. La identidad umbilical o
de raíz-única está en la base de lo que se denomina endoculturación. La identidad
rizoma se construye desde la enculturación exógena (o exoculturación). Se trata de la
identidad del mestizaje, de la criollización, de la interculturalidad, de la
multiculturalidad, del Estado multicultural y/o pluriétnico, de la hibridez, etc., o del
afropolitanismo7 que hoy define a los millones de africanos de la diáspora.
La memoria de la lengua y la búsqueda de evidencias y recuerdos en la oralidad, en
la literatura y en el ensayo en torno a las producciones cruzadas entre el español y
lengua bubi.
6
Ardilla grande.
La artista y escritora Taiye Selasi, de padre nigeriano y madre ghanesa, define al afropolitano como ese
joven contemporáneo urbano de raíces africanas y mentalidad intercultural, tal como lo definió en su
ensayo Bye-Bye Babar en 2005 (ver “Conversando sobre el afropolitanismo con Taiye Selasi” en
http://www.radioafricamagazine.com, 6 de mayo de 2015).
7
8
Como ya dijera antes, llegué a España el jueves día de San Fermín de 1977. Había
muerto el Caudillo y España se preparaba para emprender el camino de la Democracia.
Eso implicaba rehabilitar y reconocer sus identidades históricas, recomponer y
reconstruir su memoria y recuperar la soberanía de los españoles, que había sido
secuestrada durante casi cuarenta años. Yo llevo cuarenta años en España (los mismos
de la dictadura franquista), y me pregunto todavía si no fue una premonición de mi
futuro cuando la DGP me puso la etiqueta de “apátrida”, es decir, desterritorializado,
nómada, desubicado y culturalmente partido en múltiples pedazos. Y heme aquí
hablando de mi exilio, de la lengua que quiero proteger y de la identidad que busco
desde mi escritura, desde mi memoria que trato de reconstruir. O desde la escritura de
mi memoria. Es la experiencia recreada desde mi añorado acervo cultural. Es el
recuerdo de lo vivido en uno u otro contexto, tanto desde la identidad umbilical o “de
raíz-única” como desde la “identidad rizomática8” (de Gilles Deleuze y Félix Guattari,
1972). O el conflicto entre lo autóctono y lo alóctono, o entre lo que creo que soy y lo
que creo que han hecho de mí. Y veo que mi “memoria cultural” retiene mis débiles
experiencias del pasado, busca recordarlas, recuperarlas o transformarlas con los
elementos contaminantes de este entorno excluyente. O las rechazo. Mi memoria
cultural es la expresión de lo que he aprendido y reaprendido, y que recojo
involuntariamente en mi actividad creativa, o que encuentro también en la actividad
creativa de quienes han vivido semejantes experiencias. Es la epi-literatura, o la forzosa
transformación de mi autenticidad literaria (u oralidad) debido a los fuertes estímulos
que me ha dado el contexto exógeno o alóctono.
En la permanente búsqueda de mi memoria me refugio en el lenguaje, en las narrativas
y en las identidades en permanente mutación (Abril Trigo, 2003: 51). Veo en mí una
angustiada añoranza de mi pasado, antes de definirme como un pensador
contemporáneo que busca justificar su apatridad cultural desde la que intento
reconstruir mi sentimiento de pertenencia a mi comunidad, algo por otra parte difícil de
buscar o encontrar por estar en ruinas. Digo en ruinas porque mi espacio de
representación (el vivido por la gente a través de imágenes, sentimientos y símbolos)
8
Un rizoma es un modelo descriptivo o epistemológico en el que la organización de los elementos no
sigue líneas de subordinación jerárquica (con una base o raíz, dando origen a múltiples ramas, de acuerdo
al conocido modelo del árbol del Porfirio), sino que cualquier elemento puede afectar o incidir en
cualquier otro (Deleuze & Guattati 1972: 13).
9
está ya contaminado, al igual que mi espacio táctico-subalterno que ya no vive a través
de mi cultura ni de mi memoria (Abril Trigo, 2003: 98).
Cuando
leemos
algunos
de
los
textos
producidos
por
escritores
bubis
(guineoecuatorianos) como Juan Balboa Boneke o un servidor (Justo Bolekia Boleká)
para buscar en ellos algunos elementos de esta memoria que pretendemos recuperar y
“reconstruir”, todo ello a través de la presencia de nuestra lengua autóctona, del espacio
imaginado, de la realidad imaginada, etc., observamos una presencia recurrente de
reconstrucción de una identidad desprovista del linaje de sangre (ius sanguinis) o del
lugar de nacimiento (ius solis), y construida desde una identidad basada en el ius imagi,
o identificación del ciudadano con valores modernos y universales (Abril Trigo 2003:
157). Es el afropolitanismo del que hemos hablado ya, o el post-panafricanismo
influenciado por la globalización cultural dominante. Debemos saber que al centrarnos
en el uso de la lengua bubi en los escritores mencionados, concedemos a asta el valor de
máximo soporte tanto de la cultura como de la identidad buscada.
Juan Balboa Boneke
Juan Balboa Boneke (1939-2014) era Maestro de formación y ejerció como tal hasta su
traslado a España para estudiar Peritaje Mercantil. Regresó a Guinea Ecuatorial (1985)
tras el golpe de Estado protagonizado por el entonces teniente coronel Teodoro Obiang
Nguema Mbasogo en 1979 contra el primer presidente Francisco Macías Nguema. Fue
dos veces ministro (de cultura y de trabajo), pero tuvo grandes desavenencias con la
dictadura, por lo que decidió volver a su exilio en España.
Hay una obra de Juan Balboa Boneke que debe ser tratada con especial interés cuando
hablamos del exilio, de la lengua y de la identidad en esta etapa de la Transición
Española que se pretende inclusiva e panhispana. Se trata de O boriba (el exiliado). En
dicha obra vemos a un autor que busca reafirmar su identidad materna de raíz-única.
Destacamos aquí un poema completo escrito en bubi (N’ne puaoho, pág. 18), como una
manera de reclamar su bubinidad frente a su fuerte hibridez cultural, o su aloctoeidad.
En su poema, Juan Balboa Boneke enarbola su experiencia umbilical, su identidad
aprendida desde la inconsciencia, aunque posteriormente concientizada y reclamada
desde el sufrimiento colectivo del Pueblo Bubi:
10
N'NE PUAOHO
Në puá’öo
N'ne puaôho.
Já la sá êló na
N'nê puaôho,
O ete la batê'matá,
O rá-a bôpe be ríê
Ro opuá ê Ilachê,
O ujerôboo'm
Ò bôjochapua ê Miôkô,
Nan'ke-eka i checheualê
Iô lôbakô
Lô eribôchô ra hô.
N'nê puaôho.
Já la sá êlo na
N'nê puaôho,
O jubierê choujná,
O jmuatel'ôbôbô
Bui i kechaiêpuesi'o jôcho,
O uachelô tôata
Tuabaiola'm
N'nê puaôho.
Já la sá êló na
N'nê puaôho;
I chebbá'muêla i a bôchiô,
N'nê uachelê bessapôri
Biô' reka,
Be la lé uhera na-a
N'nê puaôho,
O rá-a bôpe bê eneká
Ba papaeriba a batôtô uêla,
Já la sá eló na n'nê puaôho.
N'nê puaôho.
Në puá’öo
Há la sá ellò ná
Në puá’öo,
O ettela batématá,
O rá a boppé bé ríë
Ròopuá é Ilatyi,
O úhèrö boom
Ö böhötyápua wé Mioko
Na ´nkeekká’i tyetyèwallé
Lö löbákkö
Lwé ribötyö ráó.
Në puá’öo.
Há la sá ellò ná
Në puá’öo,
O húbierë tyouhNná,
O hMmatelö bóbó
Buí i kètya yé puèsi’o hótyo,
O öátyelö töatta
Tuabáyòllam
Në puá’öo.
Há la sá ellò ná
Në puá’öo;
I tyebbám wélla ya bótyió,
Në öátyelë bësápörí
Biórekkáa,
Bë la lèuerana’a
Në puá’öo,
O rá a boppé bé ënekká
Bá pápaeriba batötó wélla,
Në puá’öo.
Há la sá ellò ná në puá’öo.
(volveré)
Volveré.
Volveré algún día
A cruzar mi arboleda
A beber el agua clara
En el remanso del Ilaché
A recostarme sosegado
En el césped de Miôkô
Y admirar el cielo estrellado
De mi noche tropical.
Volveré.
Volveré algún día,
A correr tras el venado,
A percibir el aroma
Del helecho recién cegado
A escuchar los relatos y
[leyendas
De mi respetada ancianidad.
Volveré.
Volveré algún día;
En mis noches de soledad,
Escucho
El eco lejano que anuncia
Mi retorno algún día
A mi verde prado,
Para beber de aquella fuente
[cristalina
Que entre riscos nace
En este primer poema escrito en bubi, Juan Balboa Boneke nos describe el violento
desgarro que supone vivir un exilio tan prolongado, en busca quizá de aquellos
referentes que injusta e involuntariamente recibió en la escuela colonial. El preocupado
poeta no solamente describe el mundo interior del bubi exiliado y enfrentado al
desconocido mundo que le acoge. En su Ö böríba expresa el dolor de esta ausencia
cultural, el deseo desesperado por volver, contenido en los versos há la sá ellò ná në
puá’öo, al igual que el miedo a sentirse extraño y ser visto como tal después de tantos
años fuera de su entorno etno-cultural, o el grito contenido de decir a allegados y
extraños que se es porque se nace, o se es porque se desea y quiere, etc.
La poesía que encontramos en Juan Balboa Boneke, escrita en español o en bubi, nos
presenta dos realidades. En primer lugar, una realidad inocente, ingenua y llena de
11
fantasía y de magia. Es la realidad de ayer, en la que su contacto con la naturaleza
parece haberle vuelto más sensible. Es la realidad de lo posible. En segundo lugar, la
realidad del mundo presente, descrita con un profundo dolor, porque no tiene nada que
ver con su realidad idílica. Para Juan Balboa Boneke, es preciso fundir el ayer y el hoy
para construir un futuro menos violento y desgarrador, sin engendrar hijos que vivan en
medio del camino entre la identidad originaria incompleta, y la identidad impuesta y
dominante que va destruyendo las estructuras socioculturales del pueblo bubi.
Justo Bolekia Boleká
Quiero destacar mi preocupación por evitar la muerte de mi historia, de todo aquello
que me define como “bubi”. Por eso trato de proteger mi lengua autóctona (su
normalización, creando material didáctico y literario para la práctica de dicha lengua) y
difundirla. En haciendo esto, intento reconstruir mi historia a duras penas, porque trato
de encontrar mis valores, mis costumbres, mis experiencias, mis tradiciones, etc. Por
eso nado entre mi poesía cruzada (texto en español y romanzas en bubi, o texto en bubi
y el español) y mis relatos. Todo esto lo hago desde mi diasporidad, desde mi
migrancia, desde mi exilio ya vitalicio, tanto en poesía como en relatos. Esta
diasporidad aparece en todas mis obras. Pero aquí voy limitarme a dos libros, el primero
de poesía y el segundo de relatos.
a) Miradas invertidas versus percepciones alteradas (2015).
En esta permanente búsqueda, recuperación y fortalecimiento de mi debilitada identidad
umbilical, mi exilio y mi lengua han jugado (y juegan) un importante papel, sin olvidar
esta lucha que libro permanentemente ante el poder de la hibridez cultural. El poema
que aparece a continuación recoge, precisamente, la dualidad territorialidaddesterritorialidad, o el exilio desde la ancestralidad:
Abandono del hogar
"¡i e wattò bópá bó bëëla
i e wattò bópá bó bëëlö
i ö wá nkató lö bëëlö!"
¡Barca que surca las aguas
Barca que surca las aguas
La de remos y pesca!
¡Á ëééééééé!
¡Díganos!
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"i ná lö të eló wattò wá iopënnó?" ¿Habéis visto la barca de mi tío?
Mis originarios ancestros surcaron mares y truenos,
Descubrieron el camino y llegaron antes que Colón:
No hablaron,
No volvieron.
Mis definidos ancestros fueron desarraigados y removidos,
Violentados y arrancados de sus tierras y hogares,
Llevados entre grilletes y amasados en bodegas enfangadas:
No hablaron,
No volvieron.
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Sus retoños salieron en busca de una evidencia,
Entre historias y ancestros leídos y adoptados:
No hablaron,
No volvieron.
Yo soy de ahora y también alcé el vuelo,
Busqué y hallé ya agotado,
Hablé con palabras que no poseo.
Volví y encontré guardianes pertrechados en mi camino,
Hermanos convertidos y transmutados,
Espacios expropiados y ocupados,
Mentes poseídas y atrapadas en una leyenda.
Tengo la memoria partida,
La vida diseñada y definida,
Mi camino reescrito y desviado:
No me encuentro, no me ubico,
No puedo hablar ni contar,
Narrar porque mis ancestros partieron y no volvieron,
Se quedaron y omitieron:
No encuentro mi morada,
Mi historia confundida en un instante pensado.
"¡i e wattò bópá bó bëëla
i e wattò bópá bó bëëlö
i ö wá nkató lö bëëlö!"
¡Barca que surca las aguas
Barca que surca las aguas
La de remos y pesca!
¡Á ëééééééé!
¡Díganos!
"i ná lö të eló wattò wá iopënnó?" ¿Habéis visto la barca de mi tío?
"a ekóta ekóta ká biláwé?"
¿Y cuáles son tus nombres?
b) Recuerdos del abuelo Bayebé y otros relatos bubis (2014).
Este es mi primer libro de relatos, y en él transformo mis recuerdos para compartirlos
con allegados y extraños, con el sano objetivo de invitarles a ser testigos de la
confrontación entre mi endogeneidad y mi exogeneidad, o entre mi bubinidad y mi
afrohispanad, mantenidas desde mi espacio diaspórico. Es una situación que recojo en el
relato titulado Mi sobrino consorte Anfiloquio (Págs. 75-94). En él destaca la
escotomización, o proceso empleado por el cerebro humano para guardar en lo más
profundo de su almacén, los recuerdos más traumáticos de la experiencia de un
individuo. No se trata de borrarlos, sino más bien de convertirlos en parte de nuestra
experiencia. Se trata de un relato en el que los protagonistas, como cualesquiera que se
hayan visto forzados al “destierro”, viven sus culturas autóctonas en una sociedad
extraña (Pág. 89):
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-“Nunca había visto algo semejante en ningún cementerio”. Era la voz de una
señora blanca, muy entrada en años, que esperaba el turno para que su ya
insensible y harto finado recibiera también los ritos católicos correspondientes.
- “Lo que no deben hacer ustedes es tenernos aquí esperando tanto tiempo para
enterrar a nuestro familiar”, dijo otro señor, también blanco. “Si esto es lo que
hacen en su país, en éste desde luego no, y mejor harían yéndose si no se
adaptan a nuestras costumbres”.
A veces somos emigrantes y exiliados. A veces somos nómadas en nuestra propia
tierra en busca de un espacio más productivo y que mejor responde a nuestra
búsqueda. A veces somos afropolitanos sin proponérnoslo (Taiye Selasi, 2015).
Como hemos indicado muy atrás, en la cultura bubi existe un refrán que dice “böribá e
rátyila, wáè na è páá’ëriaai9”. Durante el largo intervalo de tiempo entre el momento
inicial de partida y el momento final de llegada o regreso, el emigrante-exiliado vive
expuesto a múltiples experiencias que trastocan su pasado lleno de recuerdos y
memorias. Su nueva territorialización se construye desde su desterritorialización y su
reterritorialización, y su reconfiguración identitaria umbilical ante el dominio de la
hibridez cultural obedecen, precisamente, a estas experiencias umbilicales e
imaginarias, desde la presión de una angustiada añoranza de su deseo de volver para
reencontrarse y colmar sus carencias. Yo crecí aprendiendo de mis mayores la lengua, el
trepado de la palmera, la caza, la pesca, el desbroce de algún terrero rústico, la
plantación del ñame, la memorización de cuentos y relatos, romanzas o canciones, los
ritos de fecundidad o funerarios, la experiencia de la autopsia social, el duelo, el
noviazgo y el casamiento, la casa habitual, la cabaña sagrada o ròhia, la cueva sagrada o
bösila, los dioses, etc. Todo eso me fue arrancado desde la escuela, y debilitado en el
exilio. Sin tierra, sin costumbres, sin identidad, sin lengua: legalmente apátrida,
primero, y español, después.
Necesito compartir mi búsqueda identitaria. Necesito que los arquitectos de la
bubinidad busquen también nuestra identidad o qué queda de ella en nuestro hábitat
actual. Necesito que psiquiatras y psicólogos busquen los males idiosincráticos y las
manifestaciones folklóricas y culturales de nuestro pueblo. Necesito que los teólogos
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El extranjero puede permanecer veinte años en la diáspora, pero siempre regresa.
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trabajen con nuestros despectivamente denominados “morimó” (o espíritus, o nuestras
creencias) para que encuentren y describan nuestros ritos. Necesito. Tengo que escribir
para reencontrarme, para recuperar mi historia, o para curarme de esa angustiada
añoranza. Y a veces me pregunto qué queda de esa identidad que tanto reclamo. Mi
identidad bubi fortalecida (o debilitada) desde este ya longevo exilio de la alienación
transcultural, o de la hibridez cognitiva. O desde mi bubinidad empobrecida ante esta
dominante afrohispanidad que descubro y expongo con estas letras periféricas.
El tema de nuestra intervención ha sido tratado y sigue tratándose. Y mientras el ser
humano persista consciente o inconscientemente en su empeño por conocer, seguirá
buscando.
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Prof. Dr. Dr. D. Justo BOLEKIA BOLEKÁ
(Universidad de Salamanca)
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Académico Correspondiente de la RAE
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