Voto, C.. Archivos del malestar. Conversación con María Ruido. laFuga, 23, 2020, ISSN: 0718-5316.
Archivos del malestar. Conversación con María Ruido
Por Cristina Voto
Tags | Archivos | Cine ensayo | Cine político | Capitalismo y malestar | Procesos creativos |
Representaciones sociales | Estudio cultural | Estudios de cine (formales) | España
Doctora por la Universidad de Buenos Aires. Sus investigaciones cruzan estudios de cine, semiótica y teorías de género. Es profesora e
investigadora de la Universidad de Turín (Italia) y de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Argentina). Ha trabajado en la
Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de La Matanza. Es investigadora de la Comisión de Géneros y Sexualidades de
la Asociación Argentina de Estudios sobre Cine y Audiovisual. Es programadora y curadora de festivales y muestras de cine. Correo
electrónico: crivoto@gmail.com
Artista
visual,
investigadora
y
productora
cultural,
María
Ruido
desarrolla
proyectos
interdisciplinares sobre los imaginarios del trabajo, la construcción de la memoria y sus relaciones
con las formas narrativas del cine.
En el mes de abril de 2019 estrenó su última película Estado de malestar, un ensayo visual que
cuestiona la patologización de nuestras vivencias en tiempos de realismo capitalista o capitalismo
tardío. Es decir, el capitalismo del “éxito”, el de la responsabilidad individual por sobre el de la
estructura; en fin, el capitalismo que se desvanece en el aire y nos hace responsables de
nuestras desgracias.
La película da forma y sonido al dolor que nos provoca el sistema de vida neoliberal y, por medio de
esas figuraciones, nos muestra qué lugares de resistencia podemos seguir construyendo para
combatir las angustias que configuran al yo neoliberal. Es una muestra pragmática: Estado de malestar
piensa, exhibe y cuestiona la politización del malestar contemporáneo mientras interroga al cine
como un gran archivo desde donde mirar al mundo, desde donde encuadrarlo con formas en las
cuales podamos entrar todo tipo de subjetividades, ver, así, el mar entero en una gota de agua.
Es, en este sentido, una película que nos recuerda que el cine puede ir contra las saturaciones
automáticas y los contentamientos del entretenimiento y de la evasión al mostrar la locura como una
locura cotidiana, imágenes cotidianas, vidas cotidianas, vidas nuestras. Es una obra polifónica y
polimórfica ya que la atraviesan muchos pliegues: los diálogos con el curador Alfredo Aracil y con el
psiquiatra Guillermo Rendueles, las lecturas públicas de extractos de textos de Franco “Bifo” Berardi
y Mark Fisher, las imágenes de archivo, los registros de manifestaciones y las entrevistas a las
activistas del colectivo insPiradas. Estos materiales son llevados a la pantalla para colectivizar el dolor
y volverlo público. Una obra que nace de la necesidad y que interpela con sabor a rabia los dolores
impuestos por este presente diáfano.
Cristina Voto: ¿Crees que existe una imagen del malestar en el capitalismo neoliberal? De existir
¿cómo sería?
María Ruido: El capitalismo neoliberal genera una idea de alteridad, de insuficiencia e incluso de
culpabilidad en aquellas personas que no tienen lo que se denomina éxito o, en aquellas personas que
tienen una patología o algo que en nuestra sociedad está patologizado; ya sea mental o físicamente. El
capitalismo neoliberal nos divide y nos responsabiliza de ese malestar en el que estamos y nos viene a
decir que si no nos va bien, si no hemos tenido éxito, si no ganamos suficiente dinero es por nuestra
culpa y no porque realmente las cosas no vayan bien o haya alguna responsabilidad social. Desde
luego, lo que hace el capitalismo neoliberal es despolitizar y desarticular el malestar. Nos
individualiza, porque una de las claves para entender el estado en el que nos encontramos ahora es
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reconocer la concepción del yo neoliberal.
Estado de malestar hace una llamada a la politización del malestar o, más bien, a la repolitización del
malestar. Es una llamada a entender que nuestro sentirnos mal, nuestras depresiones y nuestras
ansiedades, todos estos estados de ánimo, que son cada vez más generalizados en nuestro mundo, no
se deben sólo a nosotrxs, ni tienen por supuestos causas biológicas, sino que se deben a una serie de
depresiones debido a cómo está estructurado el mundo, algo que debería hacernos pensar en
cambiarlo. Estado de malestar incide mucho -para mí era la cuestión fundamental- en no utilizar
imágenes tradicionales del malestar, ni de la enfermedad, ni de la locura; sino, como dice la propia
película, hacer que todxs estemos en escena.
El malestar hoy en día -como se escucha en la primera conversación con Alfredo Aracil- tiene
muchísimas caras: la cara de quien cobra muy poco, del que no llega a fin de mes, de lxs trabajadores
pobres, porque ahora ya no somos pobres cuando no trabajamos, sino cuando trabajamos; la cara de
la búsqueda de casa, una búsqueda desesperante porque los niveles de los precios de los inmuebles no
tienen nada que ver con nuestros salarios, la cara de esas personas que se han quedado en el camino
de la crisis. En fin, el malestar nos afecta a todos y a todas en algún momento de nuestra vida. Yo
empiezo la película confesando un episodio de quiebre personal que luego, al hablarlo con gente de mi
entorno, me di cuenta de cómo era absolutamente común.
A lo largo de toda nuestra vida sufrimos esos procesos de quiebre y, además, los sufrimos con
vergüenza y los sufrimos solas y solos. Así que Estado de malestar es una llamada a que hablemos de
ello, a que no nos culpabilicemos, a que pensemos en el malestar e incluso en la locura y en las
patologizaciones de nuestros comportamientos, en fin, en el sufrimiento psíquico como algo en lo que
todas y todos tenemos que explicarnos y no es sólo culpa nuestra.
CV: ¿Cómo puede el cine -con su lenguaje, con su estética, con su fuerza- pararse frente a la
politización del malestar y dinamitarla?
MR: El cine no está cumpliendo demasiado con su responsabilidad respecto al momento histórico que
nos ha tocado vivir. Creo que aunque hay un tipo de cine más politizado o que trata la realidad más
inmediata, como el cine de reflexión o el cine documental, la mayor parte del cine que se sigue
haciendo, al menos en el Estado español -por ejemplo, aquello que se premia en los Premios Goya o
que llega a las carteleras- sigue siendo un cine de evasión y de entretenimiento o, como mucho, un
cine de autor que lo único que hace es mirarse al ombligo, planteando un tipo de autoría muy poco
responsable políticamente hablando.
Nos estamos enfrentando al mismo dilema del que hablaban Claude Lanzmann y Jean-Luc Godard
cuando tuvieron su célebre polémica sobre el horror del nazismo: ¿qué había ocurrido con el
cine?¿Cómo no había estado presente en los campos de concentración? Creo que ahora estamos
viviendo otro tipo de guerra, una guerra con una violencia constante y de baja intensidad, a la que nos
estamos acostumbrando. Sin embargo, hay periodos de alta intensidad y de imposición de violencia y,
en este contexto, poco del cine que se produce y llega a la mayoría del público tiene que ver con los
problemas que estamos viviendo.
Seguimos teniendo unas enormes dificultades para hacer llegar otros tipos de lenguajes, otros tipos
de cinematografías al público en general que sigue estando vinculado a ciertos festivales, a ciertas
plataformas. Realmente tenemos un problema, ya no con la producción, pero sí con la distribución.
Hay deficiencias que habría que pensarse: ¿por qué se sigue distribuyendo cine de evasión y de
entretenimiento? Evidentemente, tiene que ver con que no pensemos en lo que está ocurriendo ahora
para mantenernos desarticulados.
CV: ¿Cómo y con qué criterios has trabajado a partir de imágenes de archivo?
MR: Para mí era importante no caer en la representación tradicional de la locura en pantalla para
hacernos a todxs partícipes de ese malestar. No quería llevar a la pantalla una jerarquía de diferentes
malestares ni tampoco una jerarquía entre personas patologizadas, personas diagnosticadas y
personas que no lo son o no lo son todavía.
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Un primer trabajo con respecto de la labor de archivo fue revisar, antes que nada, las películas que me
interesaban respecto de los argumentos del malestar y los sufrimientos psíquicos. Este primer trabajo
me llevó a descartar casi todas las películas, aunque me interesaban mucho los filmes de Joaquín
Jordá y los de Raymond Depardon, junto con Asylum de Peter Robinson (1972), una película inglesa
que trata el tema de la antipsiquiatría. Finalmente, me quedé sólo con una película hecha en Túnez,
que me traje de mi estadía en ese país y que se llama La porte de Esseddik Jeddi y Moncef Letaief
(1980). La película muestra el derrumbe, performativo y filmado por lxs propixs residentes del
Hospital Psiquiátrico Razi de Túnez capital, de la puerta que separaba lxs residentes diagnosticadxs
de lxs enfermerxs. Esta película me parecía paradigmática, con respecto al tipo de imágenes que a mí
me interesaban, tanto desde el punto de vista de su fuerza visual como del punto de vista de su
producción. Las otras imágenes que se encuentran en Estado de malestar tienen que ver con películas
que no trabajan directamente en pantalla el malestar, sino con películas más diversas como Armoní as
de Werckmeister de Béla Tarr (2000) o Notre Musique de Jean-Luc Godard (2001).
La mayor parte del material de archivo es tomado, sin embargo, de otros filmes míos: se trata de
archivos en 16 y 18 mm que compré en el Norte de África y que ya había utilizado en otras películas y
que nos interesaban al editor, Enrique Piñuel, y a mí porque mantenían cierta relación con el cine
familiar y con imágenes de vivencias familiares; un ámbito social, aquello de la familia, donde el
malestar es muy fuerte. Hay, luego, otro tipo de material de archivo –sobre todo al comienzo de la
película- que está sacado de los archivos Prelinger: son imágenes del trabajo contemporáneo y/o de
los últimos diez años, material que buscábamos para ponerlo en relación con las palabras de
Guillermo Rendueles -el psiquiatra que habla al principio- y nos parecían imágenes de nosotrxs
mismxs. Son imágenes de cómo se entendía el trabajo hasta hace relativamente muy poco: un trabajo
extradoméstico, masculinizado que tiene que ver con los procesos productivos y no con la
reproducción. Sin embargo, ahora mismo el mundo del trabajo mezcla producción y reproducción:
nos encontramos, hoy en día, con que está siempre más mezclado el trabajo con el empleo y en
muchos casos, socialmente hablando, ni se entienden como trabajo aquellos trabajos que tienen que
ver con el cuidado y la construcción de subjetividad.
CV: A lo largo de la película asistimos al entramado de muchas experiencias distintas: ¿cómo pensás
que esta urdimbre sugiera nuevos ángulos, nuevos encuadres sobre la locura y el malestar?
MR: Esta película es más sobre el malestar de todxs que sobre la locura de algunxs, ya que la locura es
un diagnóstico que puede o no suceder mientras que creo que todxs compartimos un sufrimiento
psíquico. Un aspecto importante al que apunta Estado de malestar es visibilizar el activismo loco así
como es llamado por sus propixs miembrxs, un activismo que se manifiesta con el “orgullo loco” y
que creo que va a ser un punta de lanza de nuestros activismos en los próximos años. Creo que es un
aspecto muy interesante ver este orgullo desde el punto de vista de personas que han conseguido
trascender el estigma social que supone un diagnóstico en salud mental para convertirse, desde ahí,
en activistas. En el caso español, ellxs mismas lo dicen, tiene mucho que ver con el 15M y con los
diferentes hilos políticos que salen de esa experiencia, de la ocupación de las plazas de hace ahora
ocho años.
Con respecto de los diferentes materiales, responde a la forma en la que me interesa trabajar: reunir
materiales de muy diferentes calidades y procedencias para dar vida a un Frankestein para que todxs
lxs usuarixs pueden construir su propia película. En este caso nos encontramos con el diálogo con el
curador Alfredo Aracil, con el psiquiatra Guillermo Rendueles quien, desde hace muchos años, trabaja
a partir de las propuestas de la antipsiquiatría en España. Están, además, las palabras Santiago López
Petit que habla no tanto en calidad de filósofo sino en calidad de afectado. Todas estas voces hablan
en primera persona, hablan porque son afectadxs o porque trabajan con los malestares
contemporáneos y ayudan a esa politización.
Las lecturas de lxs adolescentes me parecen preciosas: quería provocar esa sensación de
distanciamiento de alguien que lee por primera vez un texto y se enfrenta con determinados
conceptos para, enseguida, devenir fácil identificarse. Las citas no son exactamente literales y son
reescritas por mí. Estamos todxs ahí para matizar, desvelar, quitar esa línea roja que existe entre
gente diagnosticada y gente no diagnosticada. Creo que esta película nos pone a todos en un mismo
nivel y creo que todxs podríamos firmar el “manifiesto del orgullo loco” porque es un manifiesto
profundamente sensato y necesario para una política de base.
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CV: La banda sonora de Estado de malestar es muy sugerente ¿cómo has trabajado en su diseño y
producción?
MR: La banda sonora de Estado de malestar es uno de los grandes aciertos, por cómo funciona en la
profundidad de la película, por cómo se conjuga con las imágenes y por cómo ha sido la propia
experiencia, la construcción y el trabajo con la banda que la compuso: Edredón. Mi relación con
Edredón es personal ya que mi pareja es parte de la banda. La música electrónica que ellos hacen se
conjuga muy bien con lo que a mi me interesa. Tuvimos bastante conversaciones previas, muy
especialmente les interesó Asylum, y creo que hubo una conexión muy fuerte también por el nivel de
politización de todos los componentes de Edredón. Fue una relación donde ellos estuvieron muy
presentes. Nunca había trabajado con una banda sonora original y ellos tampoco, así que el editor,
Enrique Piñuel, y yo hemos quedado muy fascinados con el proceso, por la cercanía y lo interesante
que es trabajar con material sonoro original. Creo que ha sido una relación perfecta y que aporta
muchísima profundidad y volumen a las imágenes y al significado de la película. La banda sonora es
indispensable para la formalización y para el proceso visual de trabajar con las imágenes
enloquecidamente y, a medida que se acerca al final de la película, se puede apreciar un trabajo de
experimentación con las imágenes y con el sonido.
Algo que nos preocupaba mucho era, además, la recepción de parte de las chicas de insPiradas, de
hecho ellas son las primeras que vieron el material terminado. A ellas les encantó el tratamiento
visual y sonoro de la película y quedaron muy fascinadas con nuestra propuesta de ruptura respecto
de la locura tradicional y de la alteridad en pantalla.
CV: Pensando más en general en tu filmografía, en tus intervenciones en el mundo del arte y la
academia: desde hace tiempo el documental ha vivido un giro hacia lo subjetivo: ¿cómo este giro
genérico -con todas las tensiones pensables entre gender/genre- puede romper con las lógicas de la
subjetividad neoliberal?
MR: El cine dista mucho de estar haciendo un trabajo político y de ruptura de la lógica de la
subjetividad neoliberal. En muchos casos, además, reafirma esa misma lógica por medio de una idea
de autoría más tradicional y vinculada al genio.
Creo que los feminismos y la decolonialidad aportan un punto de vista fundamental para la ruptura
del yo neoliberal, ese yo que tanto daño nos está haciendo y que tanto está desintegrando nuestras
articulaciones políticas. Creo que todxs hemos aprendido en los feminismos nuestras praxis políticas
más
significativas
y,
personalmente,
la
consigna
“lo
personal
es
político”
ha
marcado
fundamentalmente mi trabajo. Esa consigna ha significado mi experiencia personal al buscar,
además, una conectividad con la que hacer estallar la empatía del cine comercial. Una empatía según
la cual hay que acercarse a los conflictos de manera individual, sintiéndose identificadx pero sin
politización y tampoco posibilidad de colectivizar. El feminismo, la decolonialidad y algunas críticas
visuales de la idea de clase, junto con el actual ecologismo, van a ser los motores políticos
fundamentales para romper con las lógicas de la subjetividad neoliberal.
En mi trabajo toda la aportación de los feminismos y la decolonialidad sobre todo desde
Latinoamérica, es básica y creo que representa un giro hacia una subjetividad, hacia una visión de la
imagen-documento completamente distinta a lo que puede ser el giro subjetivo de la autoría
tradicional. Este giro aporta, además, una profundidad a las imágenes documentales por medio de
quiebres en la barrera entre ficción y no-ficción, algo que está sucediendo desde ya hace varias
décadas en el cine documental.
La ruptura de la dicotomía entre ficción y no-ficción es, para mí, un instrumento de filmación
fundamental para este momento y dentro de ese género amplio que podríamos llamar cine
experimental, cine-ensayo, cine de museo; en ese intersticio entre la institución cine y la institución
arte, incluso en las aportaciones teóricas y académicas, ahí están naciendo las producciones visuales
más interesantes. Creo que en poco tiempo ya no hablaremos de cine en el sentido tradicional, ni de
video-arte sino que hablaremos de otras formas de pensar el mundo desde las imágenes. También
creo que el desafío fundamental será pensar cómo distribuir, diseminar estas nuevas formas
audiovisuales por medio de una labor de presentación, de pedagogía con la que llevar las películas a la
gente. Quizás, a lo mejor, tenemos que pensar en renovar los cineforum y, en vez de los grandes
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festivales que apenas tienen tiempo para mostrar las películas, volver al formato de festivales más
pequeños, de encuentros más pequeños, no competitivos y donde lo importante es compartir las
imágenes y pensar a partir de ellas porque la representación es un elemento fundamental para la
repolitización de estos malestares y, en definitiva para rearticularnos, y volver a tener posiciones
políticas activas. Estas posiciones son las que nos van a hacer mucha falta en el mundo neofascista y
neoliberal en el que nos encontramos.
Como citar: Voto, C. (2020). Archivos del malestar. Conversación con María Ruido, laFuga, 23. [Fecha de consulta: 2020-06-16]
Disponible en: http://2016.lafuga.cl/archivos-del-malestar-conversacion-con-maria-ruido/981
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