Polis,
Revista Latinoamericana, Nº 49, 2018, p. 79-101
Endeudamiento “saludable”,
empoderamiento y control social
Alejandro Marambio Tapia
Universidad Católica de Talca, Maule, Chile.
Email: amarambio@ucm.cl
Resumen: La interpretación del neoliberalismo como gubernamentalidad
se basa en considerarlo una estructura dinámica que adapta y adopta las particularidades témporo-espaciales. Es a través de este proceso que el neoliberalismo
logra cooptar las realidades de los individuos, su construcción e interpretación,
para proponer e imponer sutiles formas de control (BarryyOsborne, 2013). Al
entrar al circuito de la normalización y del sentido común o del “actuar sensato”, la deuda se transforma en un mecanismo de control, por los efectos que
tiene en la vida material y la subjetividad de las personas.Este artículo se basa
entrevistas con encargados de programas de educación financiera de agencias
estatales y entrevistas en profundidad con jefes y jefas de hogar sobre su vida
económica diaria, sus significados y la subjetividad producida en torno a ello.
Políticas públicas tales como la educación financiera se orientan a producir una
subjetividad atada al “derecho a pagar” y al derecho a endeudarse
“saludablemente”. Ambas actividades son anunciadas como una especie de
“empoderamiento social” y con discursos de movilidad social individual, pero
finalmente son formas de control.
Palabras clave: Deuda, gubernamentalidad, subjetividad, neoliberalismo,
educación financiera
“Healthy” indebtedness, empowerment a
nd social discipline
Abstract: The view of neoliberalism as governmentality lies on its dynamic
structure that shapes and adopts the space-time features where it is set. Through
this process, neoliberalism is able to co-opt the “real life” of individuals, including
their construction and interpretation. This way, neoliberalism proposes and imposes
subtle forms of control (Barry, Osborne, & Rose, 2013). By entering the circuit of
normalisation and common sense or “acting wisely”, debt becomes a control
mechanism, due to its effects over the material life and the subjectivity of individuals.
This article is based on interviews with managers of financial education state
programmes and in-depth interviews with heads of households about their daily
economic life, their meanings and the subjectivity around them. Public policies
such as financial education are aimed at producing subjectivities tied to the “right to
pay” and the right to borrow “healthily”. Both activities are announced as a kind of
“social empowerment”, with discourses of individual social mobility, but ultimately,
they just are forms of control.
Keywords: Debt, governmentality, subjectivity, neoliberalism, financial
education
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Dívida “saudável”, empoderamento e controle social
Resumo: A interpretação do neoliberalismo como governamentalidade baseiase em considerá-la uma estrutura dinâmica que se adapta e adota as características
espaço-temporais. É através deste processo que o neoliberalismo consegue cooptar
as realidades dos indivíduos, sua construção e interpretação, para propor e impor
formas sutis de controle (Barry, Osborne e Rose, 2013). Ao entrar no circuito de
normalização e senso comum ou do “agir com sensatez”, a dívida se torna um
mecanismo de controle, devido aos efeitos que ela tem sobre a vida material e a
subjetividade das pessoas. Este artigo baseia-se em entrevistas com diretores dos
programas de educação financeira de agências estatais e entrevistas em profundidade
com chefes e chefas de família sobre sua vida econômica diária, seus significados e
a subjetividade em torno deles. As políticas públicas, como a educação financeira,
visam produzir uma subjetividade ligada ao “direito a pagar” e ao direito de se
endividar “com saúde”. Ambas as atividades são anunciadas como uma espécie de
“empoderamento social” e com discursos de mobilidade social individual, mas, em
última análise, são formas de controle.
Palavras-chave: Dívida, governamentalidade, subjetividade, neoliberalismo,
educação financeira
***
Introducción
El neoliberalismo es una ideología que organiza un conjunto de principios expresados en una bien constituida receta de políticas públicas, y
que finalmente determina la articulación entre economía, sociedad y política
(Garretón, 2012). La prevalencia del mercado y su articulación de intereses
individuales resulta problemática para organizar la sociedad como una entidad y también presenta problemas para la integración social y la movilización colectiva. El neoliberalismo no es una estructura monolítica ni completamente externa a los individuos. Así como neoliberalismo chileno ha ido
transformándose (ver French-Davis, 2003; Muñoz, 2007; Garretón, 2012)
tampoco se pueden negar las particularidades locales del neoliberalismo en
Europa o Asia, y su hibridación (Peck, 2004).
No obstante, sí se podría afirmar que el neoliberalismo se aplicó
“puramente” en Chile. Primero, por las condiciones de laboratorio, que generó, primero, el golpe militar conservador y reaccionario de 1973 que eliminó velozmente cualquier posibilidad de oposición política, y luego,por la
aparición de los tecnócratas Chicago Boys -un grupo de economistas formados al alero de Martin Friedman-, que, al hacerse cargo de la conducción
económica reformista del nuevo régimen, se consolidaron como alternativa
al capitalismo nacional de la derecha tradicional. Aún este neoliberalismo
“puro” de los 1970s fue mutando hacia una versión “corregida-democrática”. Como resultado, los momentos más conservadores de la historia reciente de Chile se vivieron mientras la economía se liberalizaba, y aunque
sin aumentar el número de emprendedores, sino que más bien se
constituyendoun capitalismo jerárquico (Schneider, 2013), con una con-
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Alejandro Marambio Tapia
centración del capital en grandes grupos económicos y la formación de
mercados oligopólicos, característica similar a otras economías de
Latinoamérica.
Actualmente, el capitalismo chileno ha entrado en una fase de
financiarización, proceso que ha sido descrito en varias escalas, incluyendo estados y hogares. La idea subyacente en todas estas descripciones es
que el dinero y las finanzas se transforman en aspectos dominantes en las
sociedades del capitalismo tardío. La crisis financiera de 2007-2008 sirvió
para validar el concepto y ponerlo tanto en la agenda académica como
mediática (French et al, 2011). La financiarización es usada para subrayar la
preponderancia que adquiere el sector financiero en la economía y en la
sociedad, idea que no es nueva y que puede ser encontrada en Marx
(Miliband, 1988) y en Weber en su Historia Económica General (2012). Lo
original es el postulado de que proceso situado en la esfera macroeconómica
permea la forma de administrar empresas, liderar Estados y también la vida
diaria de hogares e individuos, no solo a través de la penetración de instrumentos financieros, sino que insertando valores y significados.
Una de las maneras de entender la financiarización es situar este
proceso en la vida diaria financialisation of everyday life, desde un enfoque más bien sociocultural (Martin, 2002). Estaperspectiva parece más útil
para comprender los procesos de expansión de la deuda y de la justificación
de la educación financiera. En cierta manera, ayuda a contextualizar los
objetivos económicos tras la expansión del crédito en Chile: (1) aumentar
las ventas del sector retail y (2) aumentar la venta de bienes y servicios de
consumo, con dos objetivos sociales: (a) la reproducción ideológica del
nuevo tipo de sociedad, la sociedad de consumidores, ofreciendo a los
sujetos formas no conflictivas de asegurar sus metas individuales y (b) dar
un sustento empírico a la narrativa de la “democratización del consumo” y
la inclusión social. La financiarización de la vida diaria viene a considerar al
crédito en dos dimensiones: una material, como presente en las prácticas de
organización presupuestaria familiar y otra sustantiva, en relación con la
producción de nuevas subjetividades.
La financiarización de la vida diaria se relaciona con la subjetividad
neoliberal a través de la forma como los hogares incorporan (o deberían
incorporar) el riesgo a su planificación doméstica, y como los tópicos financieros se hacen (o deberían hacerse) familiares para todos. Elretiro del Estado y la desregulación de los mercados apuntan a la autogestión de los
individuos. Estos individuos deben ser responsables, asiduos al cálculo y
reflexivos en sus asuntos financieros cotidianos (Marron, 2014).La idea de
gubernamentalidad (Foucault, 2005) intenta develar el verdadero espíritu
del capitalismo en tanto sistema productor de sujetos, más que de bienes y
servicios. Estos sujetos son disciplinados, gobernados por el sistema a
través de dispositivos de control y poder tan sutiles que se hacen casi
invisibles para los individuos. El endeudamiento, a través de una visión no
económica del mismo, sería uno de ellos. Además, se debe considerar el rol
de los individuos y su capacidad de agencia, con mayor o menor entusias-
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mo, con mayor o menor deliberación, en la reproducción de los distintos
tipos de neoliberalismo. Desde esa forma, la subjetividad neoliberal, con
matices, es ubicua, como la noción de poder foucaultiana.
La interpretación del neoliberalismo como gubernamentalidad se basa
principalmente en considerarlo una estructura dinámica que adapta y adopta las particularidades témporo-espaciales. Es a través de este proceso que
el neoliberalismo logra cooptar las realidades de los individuos, su construcción e interpretación, para de esta forma proponer e imponer sobre ellos
sutiles formas de control (Barry y Osborne, 2013), que finalmente se ejecutan como dispositivos de autocontrol, como la deuda, y que ya no dependen de una entidad única, sino que más bien son llevados consigo por cada
de unos los individuos, ejerciendo el poder a distancia (Foucault, 1991). Al
entrar al circuito de la normalización y del sentido común o del “actuar
sensato”, la deuda se transforma en parte de los mecanismos de control,
porlos efectos que tiene en la vida material de las personas, ya sea para
acceder a bienestar o para evitar la exclusión social.
Este es el punto de partida para explicar el ejercicio de poder que
ejerce el neoliberalismo desde una perspectiva individual y biológica
(Foucault, 2007), y desacralizar la dominación formal-legal como un único
instrumento de control.La forma cómo la economía es manejada es fundamental para entender cómo aquellos que ejercen el poder se orientan -a
veces sutilmente- a dominar las conductas de aquellos que no están en el
poder, incluso a través de la ilusión de una libertad para elegir. En este
contexto, en el Norte Global, se plantea que tras décadas de financiarización
el ‘gerente de sí mismo’ cuyo auge se encontraba en los 1970s se ha transformado en el ‘hombre endeudado’ (Lazzarato, 2012). La deuda sería el núcleo del capitalismo contemporáneo, constituyéndose además como un
hecho político más que económico. La deuda es usada por gobiernos y
empresas para ejercer control sobre los individuos, elaborando una variedad de arreglos sociales y financieros para incentivar y hacer digerible el
uso y acceso al crédito.Lazzarato propone una visión envolvente y
comprehensiva de la sociedad, cuya base no estaría en el intercambio, económico o simbólico, sino más bien en el crédito y la asimetría que genera la
deuda, que histórica y teoréticamente preceden las dinámicas puras de producción y trabajo asalariado. En ese contexto, enfatiza que la deuda, si bien
es una relación económica, es inseparable de la producción de un sujeto
deudor con su correspondiente moralidad.
En el caso chileno, la deuda ha sido siempre considerada -en general
los problemas económicos- como un asunto individual y privado. Así se
refuerza a través de las instancias de educación financiera implementadas
por el Estado y el mercado. Este refuerzo de la responsabilidad individual de
la deuda está en línea con el sujeto neoliberal que debe ser capaz de dar
cuenta de sus actos, ser responsable, pero a la vez tomar riesgos (Marron,
2014), y que, a través de acciones como el endeudamiento, es gobernado a
través de sus conductas (Foucault, 2005). En el último tiempo, se ha generado novedosa y consistente literatura que parte del presupuesto de la
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Alejandro Marambio Tapia
deuda y el crédito como relaciones sociales y analiza situadamente los circuitos del crédito (Barros, 2011; Ossandón, 2013; Ossandón et al, 2017), las
orientaciones individuales y culturales del uso de la deuda (González, 2015;
2017) y los significados de la deuda para grupos concretos de la sociedad
chilena (Pérez-Roa, 2014; Marambio-Tapia, 2017). Siendo este artículo tributario de estas perspectivas, en particular, nos interesa desarrollar la idea de
que las políticas públicas neoliberales se orientan a producir una subjetividad atada el derecho a pagar y el derecho a endeudarse “saludablemente”.
Entonces, ambas actividades son anunciadas como una especie de
“empoderamiento social” y con discursos de movilidad social individual,
pero son finalmente formas de control. En la siguiente sección, presento
brevemente los aspectos metodológicos y las fuentes de la investigación
que sustenta este artículo; en la tercera, entrego los resultados concernientes a los contenidos, orientaciones y objetivos de los programas de educación financiera estatales en Chile. En el siguiente acápite, me refiero al impacto tanto de la deuda como de las actividades de educación financiera en
los hogares de bajos y moderados ingresos. Finalmente, organizo la discusión de los datos situando la educación financiera como una estrategia
nueva dentro de los dispositivos de control que ha ejercido el neoliberalismo,
y rescatando las particularidades del sujeto endeudado en Chile, y sus
posibles caminos políticos.
Metodología
Este artículo se basa en datos recogidos en una docena de entrevistas con encargados de los programas de educación financiera de agencias
estatales de Chile, tales como Banco Central, Sernac (Servicio Nacional del
Consumidor), Fosis (Fondo de Solidaridad e Inversión Social) y SBIF
(Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras), y sus organizaciones asesoras. Además, considera entrevistas en profundidad acerca de
las prácticas económicas de los jefes y jefas de hogar en el contexto de su
vida diaria, sus significados y la subjetividad en torno a ello. Estas 46
entrevistas en profundidad se realizaron en la ciudad de Santiagoy Copiapó,
800 kilómetros al norte de la capital chilena Parte de los jefes y jefas de
hogar entrevistados participaron en los programas de educación financiera, en particular de Fosis, y algunas de dichas actividades fueron observadas en terreno. El discurso y alcance de la educación financiera fue también
investigada a través del análisis del material impreso y audiovisual elaborado por los programas, y principalmente, a través de la participación de
cursos en línea.
En el caso de las entrevistas con los jefes y jefas de hogar, la investigación se centró en hogares de ingresos bajos (entre 68 mil y 187 mil pesos
de ingreso familiar per cápita) y moderados (entre 188 mil y 350 mil pesos de
ingreso familiar per cápita), en particular en dos subgrupos: el primero,
trabajadores del proletariado de servicios (trabajadores en funciones de
rutina no manual en supermercados, tiendas por departamento y ocupaciones bajas de empresas de servicios), y el segundo, micro-emprendedores
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de baja calificación, que reciben subsidios del Estado para iniciar y/o formalizar su actividad productiva-comercial. Además, elaboré un set de micronarrativas socioeconómicas de los entrevistados, denominadas trayectorias de deuda, pero más amplia, considerando las implicancias sociales y
familiares de lo económico. Gracias a este material pude analizar las
implicancias de la deuda en la construcción de identidades de clase y como
dispositivo de control subjetivo.
Educando al deudor “saludable”
Uno de los efectos de la financiarización de los hogares es precisamente la emergencia de la educación financiera como un contenido de política pública. Mi punto es que la educación financiera, al descansar sobre la
noción de homo economicus y una racionalidad formal, niega el conocimiento adquirido por los hogares en el mismo contexto de la financiarización.
A su vez, ignora la función estructural de los proveedores de crédito, ya
que, como hemos subrayado, el objetivo final es la transferencia de responsabilidad y autocontrol a los individuos. Para llegar a ello, despliega las
comprensiones ortodoxas del comportamiento del consumidor y la teoría
de la acción racional. El tratamiento que se hace del endeudamiento como
un problema psicosocial asociado al consumismo, que puede y debe ser
tratado, presenta el comportamiento económico asociado al uso del crédito
como carente de fundamentos morales y sociales. Se centra más bien en un
consumidor irreflexivo que debe ser educado para asumir su responsabilidad como sujeto de crédito. Finalmente, estas construcciones excluyen los
aspectos estructurales desiguales que contribuyen a la producción de la
subjetividad y materialidad del sujeto endeudado.
Las autoridades económicas globales han reconocido a Chile como
pionero en la inclusión financiera de grupos de ingresos bajos. Perú, Colombia y Ecuador han focalizado sus esfuerzos en administrar cursos de
educación financiera en áreas rurales para tímidamente intentar una
bancarización. Brasil, por ejemplo, muestra una creciente penetración de
instrumentos financieros gracias a los programas de transferencias monetarias y al despliegue de bancos (Müller, 2014).
Sin embargo, es necesario hacer una distinción entre la introducción
de instrumentos financieros y una casi completa dependencia en las prácticas financieras para el manejo financiero doméstico de los hogares. En
Chile, durante los 1970s y los 1980s, en el inicio del proceso de liberalización
financiera, la bancarización estuvo orientada hacia los segmentos altos y
medios altos, liderada por bancos. A contar de los 1990s, ya en democracia,
se produjo una nueva ola de inclusión financiera, esta vez liderada por
supermercados y tiendas por departamento. Esta ‘retailización’ se orientó
a segmentos medios bajos y bajos, especialmente aquellos que no habían
tenido acceso al crédito hasta ese momento, y se complementó con la posición dominante de estos grandes retailers en la provisión de puestos de
trabajo para el nuevo proletariado de servicios, en el acercamiento a la
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Alejandro Marambio Tapia
sociedad de consumo a dichos grupos y en la oferta de todo tipo de instrumentos financieros personales tales como tarjetas de crédito, préstamos de
consumo, avances en efectivo, financiamiento automotriz, bodas y vacaciones, seguros, etc. En mucha menor medida, instrumentos de capitalización y ahorro. Fue una financiarización principalmente crediticia. Al mismo
tiempo, educación, vivienda, salud y pensiones se financiarizaron. En este
paisaje, el requerimiento neoliberal requiere de individuos que consideren
sus presupuestos de forma ordenada, disciplinada y con pundonor. La educación financiera viene a cerrar la brecha de aquellos que no tienen gran
comprensión o interés en el ámbito financiero.
La invasión y conquista del paradigma neoliberal en la empresa y el
Estado se advierte en conceptos tales como la gestión por competencias, la
educación en competencias, el ideal de concursabilidad, la estructura político-administrativa de principal-agente, el nacimiento del usuario-cliente, la
evaluación de proyectos, a través de la metodología del marco lógico, y la
transformación de los trabajadores en poseedores de capital humano. A
esta lista de dispositivos que de una u otra forma buscan traspasar responsabilidades estructurales a los individuos, nos interesa sumar las estrategias estatales de educación financiera.
La definición de la OCDE (2014)sobre la educación financiera incluye la comprensión de conceptos y de los riesgos, desarrollo de habilidades
y confianza para ver oportunidades, y el beneficio a familias y al sistema
financiero, por igual. En Chile, el Estado advierte que el crecimiento y estabilidad económica ha optimizado en general las condiciones materiales de
los individuos, pero también ha incorporado una serie de complejidades. Se
presenta un escenario de oportunidades, pero también de riesgos. Los actores individuales, no obstante, deben ser capaces de enfrentar los desafíos. Para ello, se plantea desde el Estado, hay que ser más responsable para
endeudarse y que como consumidores tenemos “deberes y derechos”, un
lugar común para el SERNAC, sólo ampliado por particulares iniciativas
queintentan agregar un sentido a la acción instrumental económica o “los
valores detrás de los contenidos”, como lo describió una encargada de
dicho programa en particularRespecto a los oferentes del crédito, el Estado
asume que tienen “reglas claras” y que su responsabilidad es hacer una
evaluación informada y detenida, como lo indicaron los encargados de la
SBIF y el Banco Central
La Plataforma Nacional de Educación Financiera en Chile fue una
mesa de coordinación pública- privada que nació en 2014 para articular
acciones de manera interna y abogar por la creación de una Estrategia Nacional de Educación Financiera a nivel estatal, finalmente concretada en
2018 (Comisión Asesora para la Inclusión Financiera, 2018). Participaron en
ella agencias públicas del poder ejecutivo y autónomo, y algunos organismos del tercer sector, sin considerar bancos u otras instituciones financieras ni organizaciones ciudadanas. Su diagnóstico se basó en la constatación de una masiva bancarización junto con bajos conocimientos para realizar operaciones financieras, en términos de calculabilidad y operatividad,
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Polis, Revista Latinoamericana, Nº 49, 2018
basado en datos de la Encuesta de Protección Social de la Subsecretaría de
Previsión Social. Además, se observó un déficit en prácticas estandarizadas
sobre el manejo del dinero, tales como herramientas de planificación, y en la
terminología y uso del crédito. La amalgama de agencias involucradas se
dirige a diversos sujetos-usuarios con distintos grados de universalidad:
consumidores, micro-emprendedores, clientes bancarios y también a la estructura del sistema financiero. No obstante, el discurso y praxis unificada
apunta a corregir acciones individuales ante el riesgo que dichas ‘malas
prácticas’ impacten la estructura financiera y económica, tal como ocurrió
en la crisis sub-prime en Estados Unidos, cuando la responsabilidad de la
crisis fue dirigida desde los actores institucionales hacia los individuales.
Desde este punto de vista,la crisis evidenció una gran expansión de las
finanzas, pero a costa de complejizar los productos y de poner la responsabilidad en los contratos individuales, ante lo cual hay poca comprensión de
lectura y carencia de habilidades. La Educación Financiera sería un instrumento de política pública que llevaría a reducir brechas de información y
habilidades. En el caso particular de Banco Central, se señala que el verdadero objetivo de la educación financiera no debiera ser tanto el aprendizaje
de formas de cálculo o el funcionamiento de instrumentos financieros, y
más la internalización de “actitudes, conductas y prácticas” que señalen el
camino a una incorporación “sana” y “saludable” al mundo financiero, a
través de buenas decisiones.
El Fondo de Solidaridad e Inversión Social (Fosis), también participa
de la estrategia de Educación Financiera. Fosis implementa su programa de
educación financiera, sobre la base de una metodología que incluye manejo
de presupuesto, endeudamiento responsable, ahorro e inversión. Se trabaja con familias “Fosis”, es decir, con familias técnica y legalmente catalogadas como pobres. A la fecha 5.800 familias han sido beneficiarias, incluyendo más 10.000 estudiantes con el juego “Tú decides”. De acuerdo a la
encargada, es “un éxito”ya que un 77 por ciento de las personas mejoraron
sus conocimientos financieros y un 64,3 por ciento mejoró su índice de
habilidades, de acuerdo los datos del mismo Fosis (2015). Sin embargo, sólo
un 3 por ciento de los participantes declaró haber disminuido su deuda. De
acuerdo a lo observado de manera directa, algunos de los participantes
declararon “mejorar su autoestima” al saberse capaces de enfrentar tópicos
financieros y con ello, ser capaces de asumir más responsabilidades en su
propio desarrollo.
Lidiando con deudas:
arreglos financieros, morales y sociales
En la sección anterior, exploramos como es el Estado quien prescribe
ideales de deudores competentes como proyectos coherentes y factibles
de alcanzar para los individuos. En este sentido resulta irrelevante una
distinción entre quienes tienen deuda y quienes no tienen. La deuda gobierna tanto a deudores y a no deudores. La regularidad del endeudamiento
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Alejandro Marambio Tapia
nos lleva a concluir que la condición de deudor o no deudor podría tornarse
irrelevante, puesto que aún quienes no lo sean en un momento determinado, puede que sí lo hayan sido en los últimos tres meses o lo sean durante
los tres siguientes. Incluso quienes le dan un contenido amenazante al
crédito y procuran evitar lo a toda costa, se autoimponen una ética de la
disciplina muy importante a través de la deuda.
“Odio deber algo, no uso ninguna tarjeta ni nada por el estilo, y a veces
he tenido que pedir plata para comprar algo que necesita mi hija para
hacer tareas en el colegio, y justo toca antes de que me paguen. En ese
caso, le pido plata prestada a un compañero, y apenas me pagan mi
sueldo, voy y le pago, y le pido que me haga una mosquita (firma) en mi
cuaderno, para que quede claro que salí de esa deuda”,
Mujer, 40, empleada administrativa de gran empresa de telecomunicaciones.
En general, la mayoría de las familias que tiene deuda tiende a aumentar su deuda en términos relativos. Más allá de las cifras, existe una
disposición a endeudarse luego de obtener algún logro profesional o laboral, por ejemplo, un ascenso. Muchas personas declaran que sus “desórdenes financieros” se inician al tener más dinero disponible para gastar.
“Me cambiaron de puesto en la oficina y con eso empecé a ganar
más plata… y también me empecé a endeudarme más, en un principio
era porque quería comprarme cosas que antes no podía, pero luego
sentí que estaba todo desordenado”,
Mujer, 26, administrativa de empresa de seguros.
Personas que declaran con certeza no querer endeudarse, lo explican
porque al ganar poco dinero, eso las obliga a ser austeras y ser muy estrictas con la organización del dinero. Otras, en cambio, registran algún evento
traumático con las deudas en el pasado y prefieren mantenerse al margen
para evitar dicho malestar, no obstante, la diferencia aquí es la carencia de
una actitud “condenatoria”, y, por tanto, podrían eventualmente acercarse
al “mundo del crédito”, pero con mayor conocimiento del sistema.
Los usuarios del crédito usualmente contradicen los supuestos de la
microeconomía ortodoxa, sobre información, “racionalidad económica” y
cálculo, que está en la base de los programas de economía financiera, como
se detalla en la Tabla 1. También contradicen el marco de rendición de cuentas del ciudadano neoliberal al ser irresponsables en la gestión financiera.
Por ejemplo, ¿qué sucede cuando las personas no tienen en cuenta la deuda
que ya poseen antes de obtener un nuevo préstamo, o cuando prestan
atención sólo a los pagos mensuales en lugar del precio final que terminarán pagando por un bien?El momento de la adquisición de la deuda podría
enmarcarse en términos de al menos dos escenarios, restricciones y ansiedad. La restricción enmarca la adquisición de deudas porque, a pesar de las
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narrativas de una abrumadora libertad de elección, en este contexto las limitaciones sociales de un historial de bajos ingresos o mal historial de crédito, no
dejan otra opción que el crédito de alto costo. De esta forma, la libertad de
elección es exigua ante la carga de responsabilidades contraídas a cambio.
El enfoque “psicológico” de la Educación Financiera, expresado en
los contenidos educativos de SBIF y SERNAC, y los cursos en línea de
Educación Financiera, enfatiza cómo los hábitos, las preferencias y el carácter impactan la manera en que las personas manejan su dinero. La suposición habitual aquí es que es necesario entregar a las personas las herramientas y el conocimiento para ayudar a informar sus decisiones económicas, hábitos y estrategias personales con el fin de ser un “consumidor
crítico, responsable y eficiente” (Denegri et al., 2014; Fundación Capital,
2015). La gratificación a corto plazo parece sensata a los individuos en la
medida en que el crédito está más disponible que antes y no hay “gratificación” en el ahorro formal, porque el interés pagado es considerablemente
menor, y algunas cuentas incluso cobran una tarifa.
Tabla 1
Resumen de las prescripciones de la Educación Financiera
y de las racionalidades financieras de los hogares
Fuente: elaboración propia
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Alejandro Marambio Tapia
La historia de la deuda reciente en los hogares chilenos es desarrollada a partir de las últimas dos décadas, cuando los jefes de familia
percibieron un aumento masivo en el acceso al crédito con distintas
narrativas. Sus descripciones de la expansión crediticia se construyen a
partir de las experiencias de quienes ya eran jefes de familia, de quienes
trabajaban o aún trabajan en empleos vinculados al crédito, y de quienes, como adolescentes, prestaban atención a la forma en que sus padres tomaban decisiones sobre el presupuesto familiar. En esas narrativas, hubo un antes, donde la norma era aceptar lo que solamente un
ingreso podría comprar. El ahora, aunque la vida material “es mejor”,
también viene con más riesgos y sanciones, debido al endeudamiento.Las
aspiraciones materiales de las familias se han ido homogeneizando a
pesar de que la distribución del ingreso es cada vez más desigual. En
este contexto, la educación financiera es necesaria para que las personas internalicen la norma neoliberal de organizar a la sociedad chilena
respecto a la forma de llegar a dichas aspiraciones a través de la deuda,
y no queden excluidas.
El mecanismo concreto para el cambio en la normatividad de la deuda
es paradojalmente la del empoderamiento. Así, actores financieramente racionales, que se endeudan “razonable y saludablemente” son sujetos que
tienen la capacidad de la responsabilidad de su propio destino. El crédito y
la deuda son herramientas públicas para que sujetos marginados o no, se
sientan empoderados económicamente, al menos durante algún momento
de su ciclo de endeudamiento. Ya sea para mejorar sus condiciones materiales, para realizar pequeños emprendimientos, para estudiar, para mejorar la
apariencia personal o del hogar, o para comprar un lugar para vivir, la deuda
se presenta como la única opción. El crédito es visto como una herramienta
de integración social a lo que se percibe como sociedad de consumo. Por
ejemplo, mujer, vendedora de tienda, 54, asevera que el “sistema” social
actual está hecho para vivir con crédito.
“El sistema te pide vivir con crédito, yo lo veo a diario aquí en la
tienda. Por ejemplo, antes salir de vacaciones era un lujo, pero ahora
ir a Brasil de vacaciones se puede hacer, pero en cuotas. La gente
como que se ve obligada a hacerlo, como si eso fuera la necesidad.
Así es el sistema”.
El sistema sería una mezcla de exigencias sociales y la oferta de una
vida mejor basada en cosas que “antes” eran una especie de lujo, como
pasar unas vacaciones en Brasil, pero “ahora” son como una imposición
social. Con otros matices, mujer, ejecutiva inmobiliaria, 50, comenzó a tener
crédito cuando tenía 20 años. Le ofrecieron una tarjeta de crédito en la
universidad y siempre se ha mantenido como usuaria del crédito para no
estar al margen.
“Tenía todas las cosas financieras funcionando bien, pero tarde o
temprano, la máquina me atrapó y me castigaron. Sin embargo, el
próximo año, estaré limpia, y podré volver a pedir más crédito, por-
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que no se puede estar afuera de eso [el crédito], si quieres tener
auto, casa, educación, cosas… cómo se vive ahora”.
vidas.
Para ella, el crédito es inevitable y ayuda a dar forma a nuestras
Discusión
Como una concreción de principios de gestión y políticas públicas,
el neoliberalismo es una racionalidad dirigida a conminar a los individuos a
identificar sus metas individuales, a mejorar sus habilidades, a ser asertivos
y a ir por más. La competencia y la responsabilidad individual dominan el
paisaje social. La primitiva acumulación de diferentes tipos de capital no es
relevante, sino más bien, la apariencia de un sistema donde las acciones de
escoger y aspirar luzcan inevitables. Detrás de cada opción y práctica, hay,
bajo estas condiciones, cálculos de costo-beneficio, acción instrumental,
costo de oportunidades y el problema económico básico: la escasez. Estos
ingredientes configuran un conjunto de políticas en salud, educación, vivienda, pensiones, consumo ordinario, donde la paradoja es la multiplicidad de opciones, pero inalcanzables para todos. Aún más, en ciertos mercados las opciones son una apariencia, debido a la tendencia del capitalismo
chileno a funcionar en torno a oligopolios o cárteles. No obstante, su marcada diferenciación social -alrededor de 20 por ciento de las familias tiene
cuenta corriente bancaria, principalmente en los deciles de mayores ingresos, mientras el 65 por ciento de las familias de ingresos bajos y moderados
tienen tarjeta de retail-, el mercado del crédito es uno de los más asequibles
para los chilenos de manera formal o a través de relaciones sociales -por
ejemplo, pidiendo prestada la tarjeta-. A través de este eufemístico acceso,
donde descansa la posibilidad de acceder o escoger. Y funciona tal que el
crédito se desliga de la deuda, normalizándolo, y la gente se preocupa de
pagar en tanto ello los habilita para poder seguir en el crédito, actualizando
voluntariamente el mecanismo de control. La mayoría de mis entrevistados
desarrolla la noción de ‘activo’ para referirse al crédito. Dicha noción es
fundamental para unir las distintas nociones del sujeto neoliberal abrumado y emprendedor. Los activos son necesarios para lograr objetivos individuales y, para ello, debemos cumplir de manera satisfactoria los requisitos
de solvencia crediticia que imponen los prestamistas. La solvencia crediticia
exige autocontrol y responsabilidad. La masificación del acceso al crédito
también es funcional para soslayar la falta de acumulación de capital de las
capas medias y bajas, y de esta forma, fortalecer el consumo interno. Al
mismo tiempo, el neoliberalismo descarga el uso del crédito en la responsabilidad individual y no en la sistémica o institucional; por tanto, quienes se
adapten a ello tendrán una mejor posición que quienes no lo hagan. Las
desigualdades y la pobreza, por lo tanto, se construyen en el marco neoliberal
como el resultado individual de la conducta de aquellos que no son lo
suficientemente inteligentes o responsables consigo mismos, incluso en su
uso del crédito. En este marco, la inequidad y pobreza es fruto de quienes
no son capaces de gestionarse a sí mismos, lo que incluye el crédito.
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Por otro lado, es evidente que materialmente, endeudarse es el resultado de la precariedad y la ausencia de redes de seguridad social. El vínculo
del crédito con esta suerte de disimulo de la pobreza es muy distinto al
sujeto endeudado que usa el crédito para contrarrestar su posible pérdida
de estatus. La obligación de endeudarse es insoslayable para buena parte
de los sujetos neoliberales en Chile. La obligación de pagar la deuda es material antes que moral, puesto que la solvencia crediticia es necesaria para mantener el acceso regular y sin problemas al crédito. Los deudores adoptan las
reglas del crédito, intentan adaptarse a ellas, pero están conscientes de que
dichas reglas no están destinadas a cuidar sus propios intereses.
La idea de una la deuda como un dispositivo de control social es
antigua y precedente al advenimiento del neoliberalismo. Podemos encontrarla en los albores de la revolución industrial (Gerber, 2014) y más concretamente a propósito del New Deal estadounidense, postulando que aquellos trabajadores que deben pagar una hipotecar serían menos proclives a
ejercer el derecho a huelga, y en base a aquello, entre otras cosas, se incentivó
la adquisición de casas por medio de hipotecas, como un requisito sine qua
non del Sueño Americano (Cohen, 2002). También en Chile, se ha teorizado
en torno a aquello, un par de décadas atrás, principalmente a partir del
análisis crítico de la modernización chilena, en particular, de la instalación
de la llamada sociedad de consumo. La ciudadanía crediticia (Moulián, 1997,
1998) implica la subordinación de cualquier pulsión conflictiva del trabajador promedio a la continuidad de su acceso al crédito, y a través de él, a un
nivel de consumo inédito tanto individual como colectivamente. Esta medida de sujeción significaba la marginación voluntaria de cualquier acción
laboral conflictiva y también la voluntaria aceptación de condiciones laborales injustas, con la perspectiva de mantener o aumentar la capacidad de
acceso al crédito que entrega el trabajo asalariado. A esto debemos sumar
las narrativas políticas de ascenso social individual y de desprestigio de la
acción política colectiva.
El crédito también aparece como un dispositivo de la “seguridad
social” en términos que ayuda a proveer bienes y servicios que el Estado ya
no provee o son de difícil acceso, como educación, salud, vivienda. El
crédito se transforma en un activo que algunas familias usan en tanto está
presente en la estructura de oportunidades; sin embargo, a la vez que es un
activo puede ser también una amenaza en el sentido que el crédito genera
endeudamiento, y por otra parte contribuye a darle un nuevo rostro, tal vez
una nueva estética, en lo que se ha denominado la “pobreza equipada”
(FSP, 2010). En este caso, se podría constatar que las habilidades financieras podrían estar presente de manera instrumental y en continua negociación con los propios saberes y marcos de significados de las familias. El
crédito está vinculado a distintos niveles de las nuevas caras de la pobreza.
El discurso sobre las responsabilidades individuales y su mecanismo subjetivo de control implica mantener cuentas en orden. En el caso
particular del endeudamiento, la educación financiera traduce la demanda
de orden no en la ausencia de endeudamiento, sino que una presencia
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constante y “racional” de la deuda. Es lo que ha sido bautizado como “endeudamiento” saludable. La forma particular de acumulación capitalista que
cimentó en el neoliberalismo chileno tiene la siguiente lógica: ciertamente,
si la educación financiera se orientara a prescribir el no uso de la deuda y,
digamos, el uso del ahorro habría un desequilibrio económico y de poder
entre deudores y acreedores. Considerando que el sector de las grandes
cadenas minoristas son los grandes proveedores de crédito, que el mismo
sector ya depende en más de un 50 por ciento de su ala financiera para
generar utilidades, y que dicho sector es un gran empleador, provocaría a lo
menos una crisis súbita o paulatinamente, si los deudores -actuales o en
potencia- “aprendieran” a ahorrar y dejaran de endeudarse. Menos utilidades, menos empleo. En ese contexto, la propuesta de la educación financiera es “aprender” a endeudarse “saludablemente”.
El concepto de gubernamentalidad con énfasis en la responsabilidad individual y en la autogestión de estos consumidores financieramente
competentes, se transforma en una visión que hace descansar el bienestar
social sobre el bienestar de los mercados y la capacidad de optar y ser
responsables de los consumidores. Los individuos deben ser cautos antes
el riesgo, pero también atentos a las oportunidades que presentan los mercados. El crédito es el mejor ejemplo de cómo los individuos deben aprender a manejar las nociones de riesgo y oportunidad. Si en algún momento se
conceptualizó la adquisición de bienes desde un punto de vista simbólico y
social, es decir, efectos de comprarse un auto o una casa sobre nuestra
“autopercepción social”, ahora se ha agregado la visión de activos lo que
requiere un involucramiento financieramente más reflexivo de parte de los
consumidores.
No parece apropiado reducir el sujeto endeudado a uno categoría
universal. De la misma forma, parece simplista establecer una nueva lucha
de clases entre deudores y acreedores, ya que, en términos de subjetividades, aquello ignoraría la heterogeneidad interna entre deudores, a saber: el
grado de adopción o rechazo implícito o explícito de la normatividad
neoliberal, el nivel de precariedad relativa -por ejemplo, la cantidad de ingreso mensual disponible tras pagar las deudas-, la tasa de explotación -los
intereses pagados-, y la posibilidad o no de abandonar la deuda, y por
cuánto tiempo. El sujeto endeudado“chilensis” es cambiante y no parece
tan culposo como el Lazzarato de (2012). Por cierto, no es un deudor que ha
surgido para hacer frente al abandono del estado de bienestar, y no ha sido
culpado de ninguna tragedia histórica todavía. Sin embargo, este sujeto
endeudado o ciudadano credit-card es considerablemente menos autónomo que el aquel sujeto prefigurado bajos las condiciones de la ‘gestión-deuno-mismo’. El sujeto endeudado en Chile – y que se expande en
Latinoamérica- es cercano a un trabajador del siglo XIX, acosado mental y
físicamente por el panóptico, ahora encarnado en las condiciones laborales
y contractuales del proletariado de servicios. Tiene, por cierto, rasgos del
sujeto consumidor y emprendedor de las sociedades avanzadas que es
forzado a perseguir sus intereses de manera egoísta y, al mismo tiempo, a
ejercer el autocontrol.
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La economía de la deuda duplica al trabajo, en el sentido que impone
un trabajo en sí mismo, al producir valor y subjetividad, al mismo tiempo.
Además, el endeudamiento ubica a los sujetos no sólo bajo un control
subjetivo, sino que también material. La comentada inclusión financiera es
intrínsecamente una forma de incrementar el acceso a un bienestar en base
a deudas, de manera opuesta a la concesión de derechos sociales. Así las
cosas, no parece casual que el Estado neoliberal chileno se esforzara en
orientar el sistema educacional bajo el principio del derecho a escoger,
posteriormente, del derecho a “pagar por escoger”, en el caso de la educación primaria y secundaria, y finalmente, en el derecho a endeudarse para
estudiar, en el caso de la educación superior. En la misma línea la promesa
neoliberal de que todos seríamos propietarios, accionistas y emprendedores, recogida en los discursos fundacionales y programáticos tanto de
Pinochet como de Thatcher, se transformó en la ‘fábrica del hombre endeudado’ parafraseando al mismo Lazzarato (2012). Últimamente, es coherente
que diversas agencias estatales, incluyendo el Banco Central, unan esfuerzos para implementar una estrategia unificada de Educación Financiera.
Marron (2014) enfatiza el rol de la educación financiera en la producción de sujetos responsables, cautos, calculadores y reflexivos respecto a
sus asuntos financieros cotidianos. Apunta al aprendizaje del manejo financiero como una herramienta clave de los gobiernos para de hecho gobernar las conductas de sus ciudadanos. Esta gubernamentalidad (Foucault,
2005) se basa en la capacidad de los individuos de aprender a tomar riesgos
y asumir responsabilidades individuales en ello. Igualmente, bajo este supuesto funciona el paradigma de la economía neoclásica que alimenta teóricamente las distintas implementaciones del neoliberalismo. A su vez, este
paradigma es subsidiario de los programas de educación financiera los
cuales usualmente descansa en el conocimiento experto de los agentes
estatales y técnicos, y desplazan el conocimiento práctico que los jefes
y jefas de hogar han acumulado en su rol de planificadores
domésticos.No obstante, apartándose de la gubermentalidad, Marron
propone la idea de virtualismo, concebido como el poder de las ciencias
económicas de modelar y poner en la agenda social a las habilidades
financieras; por ejemplo, para ajustar al consumidor ‘real’ a los modelos
abstractos de la economía neoclásica, gracias precisamente a los programas de educación financiera (Miller, 2001).
El virtualismo sería entonces la capacidad y voluntad de gobiernos e
instituciones financieras de ajustar a los hogares reales en el marco de los
programas de educación financiera. No se trata aquí de la performatividad
de las ciencias económicas y los mercados, sino que más bien de la prescripción de formas particulares y medibles de comportamiento financiero
que los hogares deben tomar como suyas. La estrategia de educación financiera, en Chile o en cualquier lugar del mundo, usualmente presume de
poseer un sólido conocimiento de sus ciudadanos crediticios y sus debilidades, y sobre esa base, es capaz de normar -no obligar- a los sujetos
neoliberales ysu comportamiento en términos financieros.
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La individuación como contenido de la subjetividad neoliberal en la
sociedad chilena se ha desplegado en varias dimensiones. Un primer rasgo
es la visión subyacente en las políticas públicas bajo el supuesto de actores atomizados que esparcen bienestar al mismo tiempo que buscan su
propio interés. Un segundo rasgo es la pérdida de centralidad de la acción
colectiva, ya sean a través de sindicatos, partidos políticos o movimientos
sociales. Un tercer rasgo sería la hegemonía de proyectos identitarios individuales a nivel micro, esto es, la pérdida de relevancia relativa de las ocupaciones y la clase como referencias, y el surgimiento de los estilos de vida
y los procesos de movilidad individual. Más de 30 años han pasado desde
que los procesos de individualización (Beck, 2000) y de decaimiento de la
cohesión social se iniciaron en la sociedad chilena (Moulián, 1997). Trabajadores del comercio y similares experimentan su vida laboral de manera
muy distinta a la clase obrera del siglo XX. Anonimato, rotación, dificultad
de establecer vínculos sociales con sus compañeros de trabajo. En ese
caso, la cohesión social sería un residuo de relaciones individuales (Schiefer
yvan der Noll, 2017), y su énfasis estaría más en la aceptación del orden
social que en los diversos grados de conflictividad latente y expreso a la
hora de evaluar la relación entre un esfuerzo y su recompensa social. La
alienación está presente, pero usualmente no hay radicalización, porque
junto con la individualización, no hay interés por la sociedad, por lo poco
que les ofrece (Dahrendorf, 1990).
Los contenidos normativos del modelo de desarrollo implantado en
1975 tienden a un tipo de movilidad social individual, basada en la propia
iniciativa y en una personalidad emprendedora. En el plano de las relaciones laborales esto significa desorganización de los trabajadores, en un
contexto en que las distintas modalidades de contrato limitan las posibilidades de la acción colectiva. Si antes la movilidad estaba dada por la negociación colectiva, acceso a la educación formal y antigüedad en el trabajo, a
contar de este periodo se da principalmente en una modalidad individual.
De hecho, hoy en día, se piensa que el ascenso social depende más del
esfuerzo y de las estrategias de las familias, antes que de un movimiento
general (Mayol, Azócar y Azócar, 2013).En el caso de Chile, al ingresar en su
periodo histórico neoliberal a mediados de los 1970s, una amalgama de
nuevos principios normativos fue promovida y/o introducida desde diversos flancos y dirigidos hacia vastos sectores de la sociedad. Esto se generó
como un subproducto de la serie de reformas conocidas como el ajuste
estructural. Estas medidas normaron el análisis de costo-beneficio económico (en la mayoría de los casos, francamente monetario) en el ámbito de las
políticas públicas, pero también en el de las relaciones sociales. También
proporcionaron una alta valoración a la idea de emprendimiento y a la figura
del emprendedor; a la noción de competencia y a la de igualdad de oportunidades, los que a su vez nutrieron un discurso político que precisamente
huía retóricamente de lo tradicionalmente político y proponía abrazar lo
técnico. En este nuevo paisaje, el Estado no fue más un actor principal, no
obstante, tal como indicó Polanyi (1989), el Estado es crucial para la creación de nuevos mercados y para el asentamiento formal y político del predominio de los mercados autorregulados. Además de ser achicado, se le
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despojó de cualquier rol relevante en el progreso social, en la lucha contra
la pobreza o en la optimización de la distribución del ingreso y del poder.
Esto minimizó el margen de acción del Estado no sólo en la esfera productiva, sino que también lo privó de su rol mediador entre sociedad y sistema
político (Garretón, 2012). Aún más, la sociedad se volvió segregada y
segmentada en zonas con poca comunicación.
Sin embargo, es posible replantear la pregunta por la acción colectiva, desde otra perspectiva. Por ejemplo, la visión misma del mercado
autorregulado se mantiene como un espejismo en el capitalismo chileno,
caracterizado por acciones de cartel y oligopolios; son precisamente dichas
características de capitalismo jerárquico (Schenider, 2013) las que, al salir a
la opinión pública, han motivado, por ejemplo, las demandas que se han
“colectivizado” a través de Sernac, llegando a más de 11,000 personas.
Actores como la ODECUS y CONADECUS -organizaciones de consumidores- han ingresado al consejo consultivo dela organización gremial Retail
Financiero.En otro plano, el sitio web www.reclamos.cl goza de gran
masividad, complejidad y dinamismo. Permite también vigilar a los vigilantes, puesto que registra una cantidad no menor de reclamos contra el Servicio Nacional del Consumidor. Son instancias donde además se intercambian
conocimientos, puntos de vista y también se transforma lo individual en
algo colectivo, cuando se identifican problemas y urgencias comunes. Hay
otros hechos más anecdóticos tales como demostraciones callejeras, como
las protestas iniciales contra el funcionamiento del Transantiago, y el boicot de productos, para el caso de la colusión de empresas fabricantes de
papel higiénico. También desde los comportamientos económicos se pueden observar prácticas de consumo sustentable y de economía solidaria,
que requieren un cierto grado de organización y pueden desembocar en un
nivel de movilización. Sin duda, destaca el “movimiento” No+AFP, que
apunta a cambiar del sistema de pensiones de capitalización individual, y
sus características descentralizadas y de alta convocatoria pública. Deville
(2016) plantea que al mezclar la política y las formas de cálculo de mercado
surgen las debtor publics, es decir, la deuda privada de los hogares se hace
algo público No pretende mirarlos como un emergente movimiento social,
sino que más bien como un ente colectivo que, al tratar de enfrentar a
organizaciones poderosas, elabora formas organizacionales potencialmente desafiantes.
El endeudamiento masivo no implica la generación de sujetos completamente individualistas, autogobernados o grandes apostadores en la
“economía de casino”, sino que más bien se circunscribe a los procesos de
tolerancia que las familias de bajos y moderados ingresos realizan respecto
del capitalismo. Las circunstancias estructurales del capitalismo chileno y
la normativización de ciertas aspiraciones completan el panorama en el cual
los hogares adaptan y adoptan la financiarización de la vida cotidiana. El
despliegue mismo de agencia en estas prácticas situadas resulta crucial
para criticar la transformación de las familias en meros sujetos pasivos,
consumistas y atomizados.
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En otros casos, el Estado y las empresas apuntan a desdibujar lo
colectivo, como con la educación financiera destinada a enfatizar la responsabilidad individual de los consumidores financieros, así como en su momento se apuntó a separar los buenos de los malos deudores
habitacionales.Para el caso concreto de los deudores hipotecarios, buscar
una intervención estatal, como una forma de politizar la deuda, puede contradictoriamente afectar la subjetividad de los individuos, quienes han asumido una identidad más autónoma, autovalente y movilidad social... Esas
formas de acción colectiva chocan con el discurso de “gente de trabajo” o
strugglers. Esto puede explicar el éxito limitado de los deudores hipotecarios en Chile: entre la articulación de sujetos reclamando la vivienda como
un derecho -cuestionando el neoliberalismo- y sujetos que aparecen como
fallidos sujetos financieros y pobres pidiendo ayuda (Sabaté, 2016).
Chile es uno de los pocos lugares donde “el retail” (tiendas por
departamento, supermercados, etc.) hace sentido como espacio social y
económico. Sus empleados -que trabajan, consumen, y se endeudan con el
mismo ente- forman parte de un proletariado postindustrial que no tiene la
visibilidad de otros grupos más organizados y con mayor capital social,
cultural o económico. Debido a lo anterior, suele quedar fuera del alcance
académico y con serios problemas para constituir su identidad al carecer de
referencias (Barozet yEspinoza 2016). Junto a ellos, conviven otros grupos
de trabajadores como los de call centers o de comida rápida, y pequeños
emprendedores, entre otros, que viven una creciente precarización de sus
condiciones de trabajo, llegando incluso a ser ‘trabajadores pobres’, debido a sus paupérrimas situaciones, o que también entran y salen de la pobreza. Muchos de ellos se sienten parte de una ‘clase’ de esfuerzo, donde el
discurso de la movilidad individual superó largamente a la lucha de clases
(Castillo, 2009); en general, son ex pobres y aspirantes a la clase media o
son parte de sus sectores bajos3. Una sección importante de la subjetividad
neoliberal se trata de negociar las identidades de clase y la relación con la
pobreza, a través de narrativas construidas en base ya no a categorías
ocupacionales, sino que las diferencias que se extraen a partir de uso de la
deuda y a condiciones materiales en base a ella.
Vastos grupos de la sociedad chilena carecen de la educación y
credenciales para considerarlos grandes inversores en capital humano4. No
obstante, la masificación de la educación superior en la última década aumento de un 75 por ciento de la matrícula desde 2005- da cuenta de la
normalización de la instrumentalización de la educación como un medio
para la satisfacción de aspiraciones. No parece casual que en el 60 por
ciento de los casos dicha aspiración deba actualizarse a través de la deuda.
Para aquellos que por edad o por su margen de acción no pudieron adscribirse a la exigencia de capital humano, existen otras instancias de sujeción
y control que pueden yuxtaponerse: educación financiera, endeudamiento
por consumo ordinario, emprendimientos de baja calificación por falta de
oportunidades en el mercado laboral formal.
La deuda es crucial para la producción del sujeto neoliberal que debe
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Alejandro Marambio Tapia
asumir indeleblemente su existencia con el único recurso a mano del crédito
o estar condenado a la miseria. Postulamos aquí que tanto la normatividad
de las aspiraciones en su acepción más mínima, como el medio para conseguirlas, son ofrecidos como un ‘mal obligatoriamente necesario’ por el entramado neoliberal e incorporados a la subjetividad de aquellos quienes
lidian con el crédito en su vida diaria, en la búsqueda una ‘vida decente’. La
deuda conecta la dimensión sistémica del capitalismo contemporáneo con
las prácticas de la vida diaria, en tanto dispositivo de control y captura. La
obligación de pagar involucra la necesidad de neutralizar y auto controlar
alternativas a la financiarización.
Agradecimientos
El autor desea agradecer el financiamiento a Becas Chile y al Centro
de Estudios del Conflicto y la Cohesión Social [FONDAP 15130009].
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Notas
Fuente: talleres Fosis, cursos en línea para profesores del Sernac, talleres y material
visual SBIF, material de divulgación del Banco Central, entrevistas con encargados de
Educación Financiera de agencias estatales
1
2
Fuente: entrevistas con jefes y jefas de hogar.
1
De acuerdo a distintas discusiones, es un grupo que bien podría ser considerado parte
del precariado típico del capitalismo financiero (Standing, 2011) o de la ‘nueva’ clase
media.
2
No obstante, se señala que ya en los 1990s, cambios culturales asociados a la
masificación de la sociedad de mercado: como resaltábamos, individuos que esperan
poco del Estado y de la acción colectiva organizada, y más bien confían en ellos
mismos, por lo que toman más riesgos y su estrategia principal es la inversión en
capital humano (Torche y Wormald, 2004;Tironi, 2003).
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Alejandro Marambio Tapia
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Recibido: 22.01.18
Aceptado: 10.04.18
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