Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
LA ARQUEOLOGÍA Y LA ETNOHISTORIA un encuentro andino La Arqueología y la Etnohistoria un encuentro andino JOHN R. TOPIC Editor IEP Instituto de Estudios Peruanos IAR Institute of Andean Research Serie: Historia Andina, 37 © IEP INSTITUTO DE ESTUDIOS PERUANOS Horacio Urteaga 694, Lima 11 Telf. (511) 332-6194 Fax (511) 332-6173 E-mail: publicaciones@iep.org.pe Web: www.iep.org.pe © IAR INSTITUTE OF ANDEAN RESEARCH 15 West 77th Street Nueva York, NY 10024-5192 ISBN: 978-9972-51-242-1 ISSN: 1019-4541 Impreso en Perú Primera edición, abril de 2009 1000 ejemplares Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N.º 2009-05182 Registro del proyecto editorial en la Biblioteca Nacional N.º 11501130900265 Prohibida la reproducción total o parcial de las características gráficas de este libro por cualquier medio sin permiso de los editores. TOPIC, JOHN R. La Arqueología y la Etnohistoria: un encuentro andino. Lima, IEP; Institute of Andean Research, IAR, 2009. (Historia Andina, 37) ETNOHISTORIA; ARQUEOLOGÍA; SOCIEDAD ANDINA; COSMOLOGÍA; ETNICIDAD; IDENTIDAD; INCANATO; ECUADOR; PERÚ; BOLIVIA; CHILE; ARGENTINA W/01.04.03/H/37 Índice Introducción. John R. Topic ........................................................................................13 Primera parte. Mitos y cosmología.............................................................................23 El Chimborazo, Ecuador: un ancestro sagrado andino. Segundo Moreno Yánez ...............................................................................................25 Discusión ...................................................................................................................47 Segunda parte. Etnicidad e identidad .......................................................................53 Frontera y jurisdicción de la etnia sechura en el norte del Perú. Lorenzo Huertas Vallejos .............................................................................................55 Discusión ...................................................................................................................75 Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío, valle de Lluta, norte de Chile. Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela........81 Discusión .................................................................................................................137 Los pescadores de la costa norte de Chile y su relación con los agricultores, siglos dieciséis y diecisiete. Jorge Hidalgo L. ........................................................................................................ 143 Discusión ................................................................................................................. 197 Tercera parte. Las fronteras del imperio ..................................................................201 La frontera inka y los grupos guaraní-chiriguanos al este del Chaco boliviano: perspectivas arqueológicas y etnohistóricas. Sonia Alconini ..........................................................................................................203 El noroeste de Argentina: algunas consideraciones sobre la dominación inca. Verónica I. Williams .................................................................................................243 Discusión .................................................................................................................305 El control del Estado en las fronteras del imperio: los mitimaes y la alteración de las estructuras étnicas originarias. Ana María Lorandi................................................................................................... 311 Discusión ................................................................................................................. 331 Cuarta parte. Hacia la integración de la arqueología y la etnohistoria ..................339 Apuntes de etnohistoria. María Rostworowski ..................................................................................................341 Discusión final del taller .......................................................................................... 355 Lista de participantes Sonia Alconini Departamento de Antropología Universidad de Texas – San Antonio, Texas EEUU Jorge Hidalgo L. Universidad de Chile Facultad de Filosofía y Humanidades Santiago, Chile Lorenzo Huertas Vallejos Director del archivo Universidad Ricardo Palma Lima, Perú Ana María Lorandi Sección Etnohistoria Instituto de Ciencias Antropológicas Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) Buenos Aires, Argentina Segundo E. Moreno Yánez Pontificia Universidad Católica del Ecuador Quito, Ecuador María Rostworowski Instituto de Estudios Peruanos Lima, Perú Calogero M. Santoro Instituto de Alta Investigación Departamento de Antropología y Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto Universidad de Tarapacá, casilla 6-d, Arica, Chile Álvaro Romero G. Magíster Antropología Universidad de Tarapacá, Universidad Católica del Norte, casilla 6-d, Arica, Chile Vivien G. Standen Departamento de Antropología Universidad de Tarapacá, casilla 6-d, Arica, Chile Daniela Valenzuela Doctorado Antropología Universidad Católica del Norte Universidad de Tarapacá, casilla 6-d, Arica, Chile Verónica I. Williams Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la República Argentina Instituto de Arqueología Facultad Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires Buenos Aires, Argentina INTERACCIÓN SOCIAL EN LOS PERÍODOS INTERMEDIO TARDÍO Y TARDÍO, VALLE DE LLUTA, NORTE DE CHILE Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela1 Dedicamos este trabajo a Craig Morris, uno de los gestores del taller que generó este libro, gran arqueólogo y generoso “ hombre andino”. Sus estudios interdisciplinarios sobre las formaciones sociales y económicas andinas y de otros estados imperiales dejan un legado ejemplar. RESUMEN Este trabajo tiene por objeto describir y explicar la organización política y económica de distintos grupos políticos que ocuparon la zona baja del valle de Lluta en el área Centro Sur Andina, es decir, el sur del Perú y el norte de Chile. Se propone que algunos grupos de agricultores de organización social segmentada, sin un gobierno centralizado, radicados en la parte más fértil del valle de Lluta —a unos 15 km de la costa—, controlaron enclaves en la zona baja de ese valle durante el período Intermedio Tardío (ca. 1100-1400 d.C.), lo que correspondería al tercer caso de verticalidad costera (Murra 1972). Durante esa época, los grupos altiplánicos accedieron en forma indirecta a esas tierras, puesto que no se encontraron indicadores de asentamientos coloniales (sensu Murra). Es posible que los habitantes del altiplano y los agricultores del valle mantuvieran acuerdos de intercambio y cooperación a partir de arreglos políticos administrados desde centros secundarios, localizados en la sierra de Arica, o a través de formas más directas de interacción ligadas a redes de parentesco (modelo de verticalidad escalonada, de Durston e Hidalgo 1997). La reorganización política del Estado inca durante el período Tardío provocó importantes transformaciones en la composición de los asentamientos del valle. Mientras que en el sector valle intermedio o chaupiyunga (a más de 50 km de la costa) hay una mayor presencia de materiales culturales de origen local, en el valle fértil la cultural material muestra un enclave controlado más directamente por el Estado inka, integrando poblaciones altiplánicas y locales bajo un esquema clásico de verticalidad (Murra 1976, 1985). 82 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela El análisis de la distribución espacial de indicadores tales como tipos de asentamiento, rasgos arquitectónicos y pasta y estilos cerámicos, muestra cierta correspondencia con la dispersión esperada en dos esquemas hipotéticos de verticalidad o complementariedad ecológica. La muestra de cerámica de superficie fue obtenida de un conjunto de 16 sitios arqueológicos habitacionales y trece sitios funerarios, asociados a estos poblados, reconocidos en la zona baja del valle de Lluta. Los resultados del análisis cuantitativo de la data arqueológica se confrontan con la distribución espacial de los grupos étnicos camanchaca, cole y caranga propuesta a partir de la documentación etnohistórica del siglo dieciséis. *** En este artículo se evalúa una serie de indicadores arqueológicos (tipos de asentamiento, arquitectura, pasta y estilos cerámicos) con el objeto de avanzar en la reconstrucción de los sistemas de organización socioeconómica de grupos políticos que interactuaron, antagónica o complementariamente, en busca de recursos escasos en un determinado tiempo y espacio. La definición y análisis de correlatos arqueológicos sensibles a estos procesos es un desafío metodológico que requiere todavía de mayor elaboración (ver Wason 1994) y ha sido ampliamente debatido en la antropología andina (D’Altroy 1992; Murra 1972; Schiappacasse et al. 1989; Stanish 1992). Nuestra propuesta parte de la idea de que la reconstrucción histórica debiera solventarse en líneas independientes de datos arqueológicos, etnohistóricos y etnográficos, donde interesa conocer no sólo los componentes de la cultura material sino también las estructuras sociales y los procesos de cambio y continuidad culturales. En este estudio asumimos que el análisis combinado de tipos de asentamiento, rasgos arquitectónicos y el comportamiento cuantitativo en el uso de estilos cerámicos puede servir para distinguir grupos políticos distintos y, a partir de ello, documentar su interacción social y los procesos de transformación y continuidad cultural. Este estudio se centra en una serie de sitios arqueológicos prehispánicos ubicados en la subregión de los valles occidentales del área Centro Sur Andina (Lumbreras 1981) en los períodos Intermedio Tardío y Tardío (ca. 1100 d.C.-1500 d.C.). Nuestro interés central son las poblaciones locales, correspondientes a comunidades de agricultores y pescadores con raíces históricas antiguas en esta zona; todavía tenemos un panorama más bien vago acerca de sus sistemas de organización política y económica. Esto se debe, en parte, a que la investigación arqueológica y etnohistórica ha privilegiado a los grupos étnicos post-Tiwanaku del área circum-Titicaca, de estructuras políticas y económicas centralizadas y de mayor prestigio. Estos grupos habrían intentado controlar o acceder a los recursos y comunidades de los valles, los oasis y la costa del norte de Chile y sur de Perú a través de varios mecanismos (Durston e Hidalgo Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 83 1997; Hidalgo 1986; Hidalgo y Durston 1998; Julien 1985; Lumbreras 1974; Llagostera 1976; Muñoz 1986, 1989; Murra 1972; Niemeyer y Schiappacasse 1989; Schiappacasse y Niemeyer 1989). Así, las explicaciones de los cambios sociales en la prehistoria regional y local se han vinculado a los vaivenes de expansión y contracción de las sociedades nucleares del área circum-Titicaca. De esta manera, la caracterización de los períodos Formativo, Medio, Intermedio Tardío y Tardío de esta zona periférica se relaciona con flujos innovadores de origen altiplánico, partiendo de una primera migración en la época de los primeros agricultores de supuesto origen pukara, seguida luego de la migración tiwanaku, para finalizar con la aymara e inka (Muñoz 1989: 85; Núñez 1989; Rivera 1984, 1991; Rothhammer et al. 1986; Rothhammer y Santoro 2001; Sutter 2000). El estudio que presentamos a continuación, revisa esta visión historiográfica descriptiva de los restos arqueológicos de la prehistoria del norte de Chile e intenta hacer inferencias acerca de los sistemas de organización social que pueden estar representados en los patrones de distribución de los componentes culturales. Pensamos que la historia de las sociedades locales tuvo su propia dinámica interna, lo que se refleja en la variación y heterogeneidad espacial de la cultura material desde la costa hacia el Altiplano. A pesar de la presión ejercida por los pueblos de las zonas andinas aledañas, los grupos locales filtraron y reacondicionaron los elementos de origen externo dentro de un marco de resistencia (Uribe 1999) o innovación, que respondió a las necesidades y principios de su propia tradición e intereses sociales (Covey 2000; Dillehay 1987; Santoro 2000). En este contexto sugerimos, a modo de hipótesis, que los grupos locales de la subárea de los valles occidentales, con una organización social segmentada y sin gobierno centralizado, trataron de controlar la zona baja de los valles desde el litoral hasta unos setenta kilómetros hacia el interior durante el período Intermedio Tardío (ca. 1100 d.C.-1400 d.C.). Este sistema de control podría corresponder al tercer caso de verticalidad de Murra (1972: 445) “ de etnias pequeñas con núcleos en la costa” planteado para el grupo collique en la costa central de Perú, quienes habrían controlado cocales en Quivi, un típico ambiente chaupiyunga en el valle de Chillón a unos cincuenta kilómetros de la costa y mil metros de altura. Este caso fue presentado tentativamente por Murra (1972: 445) “no en un plan de insistir que los archipiélagos existieron, sino buscando los límites del modelo”. Siguiendo las propuestas de John Murra, hemos tratado de usar “tácticas arqueológicas” para documentar la existencia prehispánica de este tipo de organización social. Además, la situación que tratamos de documentar para el valle de Lluta se ha reconocido tentativamente en Camarones (Niemeyer et al. 1972-1973), Arequipa (Julien 1985: 186), Osmore (Stanish 1992: 167-168) y Chillón (Dillehay 1976; Murra 1972; Rostworowski 1972, 1989, 1993: 223). Los datos arqueológicos y etnohistóricos indican que los grupos costeros debieron 84 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela enfrentar la presión de grupos serranos y/o altiplánicos que trataban de controlar, directa o indirectamente, espacios productivos en los valles bajos y costa. Respecto del período Tardío, se revisa la evidencia arqueológica, en términos de su contextualización y distribución espacial respecto de los mecanismos de complementariedad que pudieron ser empleados por las sociedades andinas para acceder a los recursos de valles como el Lluta en épocas prehispánicas. Esta es una época de importantes trasformaciones en la composición de los grupos y en el manejo de los espacios, por efecto de la administración inka. En este marco, tratamos de identificar arqueológicamente a los actores o grupos políticos que se integraban en estos valles y oasis durante los períodos Intermedio Tardío y Tardío. Identificaremos a los grupos políticos sobre la base del análisis del comportamiento espacial y temporal de la pasta y decoración cerámicas presente en diferentes tipos de asentamientos. Con ello esperamos avanzar en la caracterización y explicación de los procesos de cambio de los sistemas de organización política y económica de las comunidades locales. Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 85 Modelos de análisis El modelo de verticalidad o complementariedad ecológica ha sido fundamental en la arqueología, etnohistoria y antropología andina (Van Buren 1996), aunque Murra estima que su propuesta pudo motivar mayor cantidad de estudios multidisciplinarios (i.e. Dillehay 1976; Goldstein 1989; Hastings 1987; Julien 1985; Morris y Thompson 1985; Stanish 1992; véase D’Altroy 1992, para una evaluación crítica). Los principios del modelo dan cuenta, a decir de Murra, de una de las formaciones o modos de organización económica desarrolladas en los Andes. En este contexto, Salomon (1985, 1986), combinando datos etnohistóricos y antropológicos, propuso una serie más amplia de aparatos o “mecanismos de complementariedad” que incluyen, desde los sistemas de mercado (acceso indirecto a los recursos) hasta el control directo, como la verticalidad (véase también Pease 1985). Pensamos que las comunidades de los valles costeros del área Centro Sur Andina habrían funcionado con el sistema de complementariedad descentralizada —dependiente de múltiples alianzas de parentesco entre unidades domésticas de distintos pisos ecológicos (Salomon 1985; véase también Harris 1985; Platt 1987; Rivière 1979)— en consideración a la baja densidad demográfica, la inexistencia de sistemas políticos altamente jerarquizados y unas economías con escasas posibilidades de producción intensiva excedentaria por los efectos climáticos. Si este fue el escenario, diversos pueblos o grupos políticos, entre el Altiplano y la costa, se vieron obligados a establecer acuerdos políticos simétricos o asimétricos, en ambientes de paz y/o beligerancia, para llevar a cabo su economía bajo algún sistema de interacción. Para el área Centro Sur Andina en particular, Alan Durston y Jorge Hidalgo proponen un mecanismo de “verticalidad escalonada” (Durston e Hidalgo 1997; Hidalgo y Durston 1998), documentado para el grupo altiplánico caranga del sur del lago Titicaca en el siglo dieciocho. Este modelo es una reformulación del segundo caso de verticalidad de Murra, correspondiente a “etnías grandes, verdaderos reinos altiplánicos, con núcleos en la cuenca del Titicaca [y] colonias hasta diez y más días de camino [del núcleo altiplánico, como los Lupaqa que] tenían oasis en la costa del Pacífico —desde el valle de Lluta, en Arica, hasta Sama y Moquegua” (Murra 1972: 437-438). El señorío Lupaqa es el ejemplo clásico de este caso, a través de sus demandas en el siglo dieciséis para que se le reconociera derechos ancestrales de acceso directo a ambientes en ambas vertientes de los Andes. La visita de Garci Diez de San Miguel indica que existían colonias Lupaqa en el valle de Lluta (Murra 1972), lo que no ha sido constatado arqueológicamente (Santoro 1995). Los datos arqueológicos de Otora, afluente del valle de Moquegua, muestran que durante 86 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela el período post-Tiwanaku, pero anterior al Estado inca, se habrían instalado colonias provenientes del lado norte del lago Titicaca (Stanish 1992: 168, 171). La propuesta de Durston e Hidalgo (1997; Hidalgo y Durston 1998) de “verticalidad escalonada” podría explicar en parte las dificultades para reconocer “contenidos culturales” prehispánicos correspondiente a instalaciones coloniales altiplánicas en los valles costeros como el Lluta (Murra 2002). El sistema de “verticalidad escalonada” habría consistido en que en el “primer escalón” grupos como los caranga accedieron a los valles serranos de Arica bajo el mecanismo típico de verticalidad: esto es, a través de instalaciones coloniales y gente venida desde Caranga. A la zona costera, en cambio, habrían ingresado en forma indirecta, vale decir sin colonias propias, estableciendo relaciones de intercambio con poblaciones de los valles bajos. Este sistema de control macro vertical integraba un “centro primario”, Hatun Caranga, en el altiplano al sur del lago Titicaca, dos “centros secundarios” ubicados en las cabeceras de los valles de Lluta y Azapa (Socoroma y Belén) y controlados directamente desde Hatun Caranga, y varios “centros terciarios” localizados en la zona costera de dichos valles controlados indirectamente desde los centros secundarios. El análisis de documentos de los siglos dieciséis al dieciocho les permitió establecer los nombres de los “centros productivos terciarios” (Guator y otro pueblo en el “valle de Asapa”, Chapija e Ipispacha en Lluta).2 Los documentos también permiten la identificación de los centros secundarios, que se ubican tentativamente en las localidades de Socoroma y Belén, en la sierra de Arica 3 (Durston e Hidalgo 1997; Hidalgo y Durston 1998). Estas propuestas y datos históricos permitieron dirigir nuestras pesquisas arqueológicas y definir indicadores culturales para identificar a los grupos interactuantes, lo que nos recuerda el entusiasmo de Murra cuando descubrió las potencialidades multidisciplinarias de la visita de Huánuco Pampa, para combinar estrategias etnohistóricas y arqueológicas (Murra 1962). Si el modelo de “verticalidad escalonada” es aplicable a épocas prehispánicas, arqueológicamente se debería encontrar en los centros secundarios de la sierra de Arica rasgos arquitectónicos típicos del Altiplano y una incidencia importante de cerámica decorada y no decorada y de otros rasgos culturales del mismo origen, asociados a contextos domésticos y rituales (Stanish 1992). En los centros terciarios, en cambio, debería encontrarse una mezcla más bien ambigua de bienes de origen serrano y altiplánico asociados a elementos de origen local (véase nota 2). En el modelo de complementariedad, los espacios periféricos como el valle de Lluta son multiétnicos, vale decir, habrían sido ocupados al mismo tiempo por más de una entidad social (Murra 1972: 441 y 443). En este contexto, a pesar de la predicción de Murra (1972: 441) y dadas las dificultades para identificar este fenómeno en los datos arqueológicos, Aldenderfer y Stanish (1993) Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 87 sugirieron que la arquitectura y los patrones de asentamiento serían elementos más diagnósticos que la simple identificación de bienes muebles para distinguir a grupos distintos dentro de un área, como los valles costeros. Ambos proponen que si una comunidad se reparte por un territorio, tenderá a reproducir sus patrones tradicionales de vivienda y organización del espacio doméstico. En contraste, los bienes muebles, como la cerámica, pueden introducirse a través de redes de intercambio que no implican el traslado e instalación de núcleos poblacionales fuera de sus territorios de origen (Aldenderfer y Stanish 1993). Por su parte, Stanish enfatiza la importancia de distinguir entre contextos domésticos y nodomésticos y de evitar la simple comparación cuantitativa de artefactos, sin considerar el contexto social que los originó (Stanish 1992: 40-41). Nosotros pensamos que los bienes muebles forman parte de la tradición cultural de una entidad social particular. La manera como se fabrican y decoran los tiestos de cerámica (tipos de pasta y estilos decorativos), para uso ritual o doméstico, responde a patrones culturales propios y forman parte de los códigos aprendidos al interior de una entidad cultural. En este contexto también se inscribe la selección de bienes importados. El ingreso de estos bienes depende de la habilidad de las propias unidades domésticas de conectarse con unidades de otras localidades para conseguir bienes de prestigio; o de la permeabilidad social de los territorios para permitir el ingreso de caravaneros cargados con distintos tipos de tiestos, objetos rituales y suntuarios, como sugieren Núñez y Dillehay (1995) en su modelo de movilidad giratoria (ver también Berenguer 2004). Material y método El valle de Lluta El valle de Lluta se ubica en el extremo norte de Chile, a diez kilómetros de la frontera con Perú. Es una cuenca hidrográfica de más de 150 km de largo y comprende una hoya de 3,450 km2. Nace a los pies del volcán Tacora, desde donde desciende en dirección sur por más de ochenta kilómetros. En esta trayectoria capta una serie de afluentes que drenan desde las faldeos occidentales de los Andes y escurrimientos estacionales desde el oeste, generados en la sierra de Huaylillas, lo que produce un caudal permanente que alcanza la costa (1.5 a 2 litros/segundo, promedio de los últimos años, Amador Torres comunicación personal). La hoya puede dividirse en tres sectores ecológicos mayores: (a) zona baja; (b) zona serrana; y (c) zona altiplánica (figura 1). La zona baja abarca desde la desembocadura hasta unos ochenta kilómetros hacia el interior, a 2,500 msnm. Corresponde a la sección más ancha y con 88 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela mayor potencial agrícola, favorecida por un clima libre de heladas pero limitado por la salinidad de las aguas y suelos. Abarca unas 4,100 ha y siguiendo diversas clasificaciones geográficas previas (Díaz et al. 1958; Keller 1946; Klohn 1972), la dividimos en tres sectores o enclaves ecológicos: valle costero; valle fértil; y valle intermedio (chaupiyunga) (figura 2). El valle costero abarca desde la desembocadura hasta la localidad Morro Negro a diez kilómetros de la costa y a una altitud de 250 msnm, al interior del valle. Cubre una superficie de aproximadamente 500 ha. Presenta suelos arenosos y pedregosos, mal drenados y desfavorables para la agricultura hasta hoy en día, cubiertos por dos géneros de poacias (Distichlis spicata y Muhlenbergia asperifolia) conocidas como grama salada (Rosello 2000). Este espacio posiblemente fue usado por grupos de la costa, de economía pescadora, complementada con agricultura simple, por lo que no necesitaron asentamientos permanentes, lo que ha influido en la visibilidad y conservación de los sitios arqueológicos (figura 3). Viniendo desde la costa, el sector se puede recorrer en una jornada. La escasez de asentamientos contrasta con la monumentalidad de los paneles con geoglifos que flanquean el borde sur del valle (véase Dauelsberg et al. 1975; Valenzuela et al. 2006). El valle fértil se extiende desde Morro Negro hasta la Angostura de Churiña, 45 km hacia el interior, a una altitud de unos 950 msnm (al oeste de la localidad actual de Molinos). Comprende la caja más ancha del valle (2-3 km) y cubre una superficie de aproximadamente 3,000 ha. El valle presenta laderas altas con sectores de pendiente suave. Los asentamientos prehispánicos aprovecharon las zonas aplanadas sobre el área de inundación del valle. Los suelos son de mejor calidad en cuanto a drenaje y salinidad. El clima está influido por el régimen costero de nubosidad baja, alta radiación y temperaturas cálidas libres de heladas. Esto favorece el uso continuo del suelo durante todo el año, a base de riego canalizado de aguas de vertiente o del mismo río Lluta (figura 4). Posiblemente, en épocas prehispánicas esta fue la zona de mayor actividad económica, lo que se refleja en la alta concentración de asentamientos poblacionales y cementerios que han sido inventariados (Romero et al. 2000; Santoro et al. 2000). El valle intermedio (chaupiyunga) se ubica entre la Angostura de Churiña hasta la localidad Jarimalla, cubriendo una superficie aproximada de 600 ha. Jarimalla se ubica a ochenta kilómetros de la costa, a una altitud de 1,800 msnm, donde comienza la sierra de Huaylillas. El suelo es más limoso, salino y circunscrito a estrechas terrazas abigarradas a lo largo de la caja del río y, por lo tanto, sujetas a constante erosión. El clima queda fuera de la influencia de la nubosidad de la costa, por lo que tiene un aire más seco y diferencias de temperatura más marcadas entre el día y la noche, sin alcanzar niveles de congelamiento. La ocupación de este sector se restringe a limitados enclaves con suelos adecuados para Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 89 una agricultura que requiere de riego canalizado de aguas de vertientes o del río y la preparación de eras de cultivo (figura 5). Es una zona ideal para productos de clima cálido y seco, como los cocales. En este sector, sin embargo, disminuye la densidad de ocupación con relación al valle fértil, pero es más relevante con relación al valle costero. Este trabajo se centra únicamente en la zona baja del valle, dado que ahí se concentra toda la actividad agrícola. La zona serrana es muy encajonada y profunda, con limitada actividad humana hasta hoy en día, mientras que la zona altiplánica es un espacio productivo de pastoreo marginal. Ambas han sido escasamente estudiadas arqueológicamente (Santoro et al. 2000). Los reconocimientos realizados en la zona altiplánica presentan registros de campamentos en cuevas vinculados a cazadores recolectores y pastores hasta épocas coloniales y subactuales. Se ubican hacia los bordes del profundo cañón del Lluta y en las quebradas que convergen hacia el valle desde el este y el oeste. Muestra de estudio El análisis se basa exclusivamente en muestreos de superficie aleatorios y estratificados de los 29 sitios arqueológicos habitacionales y funerarios, algunos ya conocidos en inventarios regionales (Dauelsberg 1960); 16 sitios representan ámbitos domésticos y trece corresponden a ámbitos ceremoniales funerarios (Stanish 1992). Se distribuyen en los tres sectores ecológicos de la zona baja del valle de Lluta y comprometen los períodos Intermedio Tardío y Tardío. Los sitios se listan en la tabla 1, donde se indica el tipo de sitio, su ubicación cronológica y la cantidad de fragmentos de cerámica analizados.4 Los sitios fueron ubicados espacialmente con instrumental GPS y mensurados para determinar sus dimensiones. Una ficha descriptiva se utilizó para identificar los rasgos arquitectónicos y definir los distintos tipos de asentamiento. Los criterios de clasificación fueron los siguientes: emplazamiento, nivel de organización espacial (presencia de vías de circulación, áreas funcionales), tamaño del asentamiento y rasgos arquitectónicos (tales como materiales de construcción, forma y tamaño de los recintos). Las observaciones fueron hechas con miras a identificar patrones que pudieran representar distintos modos de vida o tradiciones culturales (Aldenderfer y Stanish 1993). Los análisis de bienes muebles se concentraron en la cerámica, dado que es un elemento que se repite en todos los muestreos de superficie de los asentamientos a consecuencia de su calidad de conservación y de la diversidad de contextos culturales donde fue utilizada. Los fragmentos de cerámica se clasificaron de acuerdo con los atributos de la pasta y decoración. Se analizó un total de 4,161 90 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela fragmentos de cerámica, de los cuales alrededor de un 30% (1,229) corresponden a fragmentos decorados, bordes, bases y asas, y 2,932 forman el conjunto de fragmentos sin decorar. Otros restos materiales, como líticos, huesos, tejidos, cueros, conchas y otros desechos, no se incluyen en este análisis por su baja y dispar frecuencia. En varios de los sitios inventariados se registran tipos de cerámica de data poshispana, algunos con técnica y decoración europea, en tanto que otros denotan una mezcla de formas y decoración europea e indígena. Estos tipos de cerámica, aunque se listan, no se incluyen en la contabilidad y análisis cuantitativos de este estudio. Alfarería del valle de Lluta La clasificación de la cerámica se basa en categorías de pasta y patrones decorativos aplicados a las superficies de los tiestos, cuyos detalles se pueden revisar en publicaciones previas (Romero 2002; Santoro 1995; Santoro et al. 2001). Estos tipos se han definido sobre la base de ciertos atributos propios tanto en la manera como se fabricaron los tiestos (estándares de pasta), como en la manera como se decoraron (estilos decorativos). El estudio se centra, especialmente, en las variaciones en el uso de los distintos tipos definidos a través del tiempo y del espacio. Se evaluó la variación estadística de cuatro tipos de estándares de pastas, de un conjunto tipológico mayor (Santoro et al. 2001). Esta tipología se basa en observaciones macroscópicas del antiplástico y el ambiente de cocción. Las características de estos tipos se resumen a continuación. El estándar 400, de cocción oxidante, presenta antiplástico compuesto de gruesas y visibles partículas negras, blancas y grises. Con esta técnica se fabricó gran parte de la cerámica decorada y no decorada utilizada típicamente por la población local denominada cultura Arica. El estándar 500 se caracteriza por un antiplástico menos grueso de color blanco y cocción en ambiente oxidante. Dado su mayor presencia en las tierras altas y su asociación con el estilo Charcollo, se considera que este tipo de técnica proviene de la sierra. Es importante señalar que este tipo de pasta no fue usada para fabricar tiestos de estilo Arica. Los estándares 210 y 220 corresponden a cerámicas de mayor calidad técnica que las anteriores, caracterizada por un antiplástico muy fino (E-210) o fino (E-220) y una cocción bien controlada, oxidante. Se asocia a tiestos típicamente altiplánicos, el primero de ellos, E-210, a cerámicas de estilo Inka, y el segundo, E-220, a vasijas del grupo estilístico Negro sobre Rojo. En cuanto a los patrones decorativos de la cerámica, se distinguen cuatro grupos que presentan patrones diferenciados de decoración de las paredes Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 91 internas y, principalmente, externas de los tiestos. Usamos el término “patrón estilísticos”, para referirnos a la manera como se decoraron los tiestos u otro tipo de objetos. Un patrón estilístico es una representación formal estandarizada que obedece a condicionantes técnicas, temáticas y estéticas, interrelacionadas por un conjunto de reglas particulares a un sistema cultural (Rice 1987). Sin desconocer que los estilos tienen un trasfondo cultural, no significa que se convierten en un indicador por sí solos. El estilo es una formalización supeditada a patrones culturales condicionados por contextos socioculturales concretos y, por lo tanto, puede ser usado como una buena herramienta para segregar ‘grupos’ en términos cronológicos y/o culturales (Calderari 1991; véase la discusión sobre el tema en Gallardo et al. 1996). Usamos los grupos estilísticos en este último sentido y reconocemos que algunos de los patrones estilísticos están menos definidos que otros; sin embargo, dado que nuestro estudio no es iconográfico propiamente tal, simplemente utilizamos el nivel de conocimiento que sobre esta materia se dispone hasta ahora. Nuestro interés es explorar estadísticamente el comportamiento de estos grupos estilísticos, con fines comparativos espaciales y temporales. Utilizamos, adicionalmente, los estilos con fines cronológicos, a falta de una batería de dataciones absolutas y un mejor soporte estratigráfico. El grupo estilístico Arica incluye los clásicos estilos policromos San Miguel, Pocoma y Gentilar (Schiappacasse et al. 1989: 197). Estos se caracterizan por una fina ornamentación policroma plasmada en una variedad de formas, fabricadas con pastas de estándar 400. Estos estilos pueden considerarse como un componente típicamente local (Bird 1943; Dauelsberg 1972a, 1972b; Munizaga 1957a, 1957b; Uhle 1919; Uribe 1999). Tiestos de este tipo se utilizaron en contextos domésticos (i.e. cocina, depósito de líquidos, macerado de semillas de molle [Schinus molle]), ceremoniales (i.e. ofrendas y urnas funerarias) y otras actividades rituales posiblemente realizadas en los espacios domésticos (figura 6: a, b, c y d). El componente principal del grupo estilístico Serrano es el Charcollo, un estilo caracterizado por manchas y líneas de color rojo sobre una superficie café natural, denotando una decoración menos elaborada (Dauelsberg 1969; Romero 1999, 2003; Santoro et al. 2004; véase una definición distinta en Ayala y Uribe 1996; véase también Schiappacasse y Niemeyer 2002). Este grupo tiene escasa presencia en tierras bajas, por lo que pensamos que este es un indicador de poblaciones radicadas en los valles serranos de la vertiente occidental de los Andes (altos de Arica y Altiplano contiguo). Se asocia a pastas de estándar 500 (figura 6: e y f). El grupo estilístico Negro sobre Rojo es integrado, principalmente, por el estilo Chilpe y otros patrones estilísticos bícromos de líneas negras sobre un fondo rojocafé natural o con engobe (Schiappacasse et al. 1989: 197). Se asocia a pastas 92 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela y tecnología del estándar 220. Los estilos Negro sobre Rojo pueden considerarse como un componente de factura no local, propio más bien de las poblaciones del altiplano al suroeste del Titicaca, territorio de los pacaje y caranga (figura 6: g-j). El grupo estilístico Tardío o Inka está compuesto por los estilos Saxamar (figura 6: k) e Inka (figura 6: l, m y n) que se asocian a la tecnología del estándar 210. Corresponden a tiestos importados a los valles y costa, fabricados bajo el sistema de producción estatal y distribuidos a través de las redes controladas por el Tawantinsuyu (D’Altroy y Bishop 1990) como parte, posiblemente, del servicio de la mit’a. Por lo tanto, estos estilos son buenos indicadores de las fases expansivas del Estado inka en la zona (ver cronología tentativa en Schiappacasse y Niemeyer 1989). Asentamientos y arquitectura A continuación, se describen tres tipos de asentamientos clasificados de acuerdo con el lugar de emplazamiento, el nivel de organización y la variedad de componentes funcionales internos (vías de circulación, recintos de almacenaje, tumbas, plataformas, etc.), el tamaño, la forma y los materiales de construcción de los recintos. Sobre la base de estos rasgos se definieron tres tipos que han sido rotulados como patrón de asentamiento I, II y III. Los asentamientos del patrón de asentamiento I (P. A. I) son poblados de organización simple levantados en laderas abruptas, con pendiente entre 30 a 45 grados de inclinación. Los recintos, las vías de circulación y las distintas áreas funcionales presentan distribución irregular, lo que denota que la fundación y ampliación del emplazamiento fue más bien oportunista y utilitaria. Los recintos se levantaron sobre plataformas simples cortadas en el talud del valle, sin muros de contención. Son de forma rectangular construidos con materiales locales: totora, caña y postes de madera identificados, en algunos casos, como Guacán, Guayacán o Guacano (Miryca pavonis; De Ugarte 2000). Los restos de estos recintos se visualizan en la actualidad, como pequeños levantamientos de forma irregular de no más de 50 cm de alto y varios metros de diámetro. Presentan un color pardo producido por la concentración de deshechos domésticos que cubren en parte los basamentos de postes, cañas y totora, de una o más estructuras, lo que contrasta con el color más claro de la arena eólica que los rodea y cubre parcialmente. Al interior de algunos de los recintos excavados, se detectan profundos silos subterráneos cavados en el sustrato de arena compactada por percolación de sal. Los sectores funerarios se encuentran dentro o en las inmediaciones de los poblados, destruidos por acciones vandálicas de huaqueros, lo que ha imposibilitado Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 93 su estudio detallado. Poblados de este tipo (véase tabla 1) son minoritarios en el valle costero (dos casos; figura 3), mayoritarios en el valle fértil (cinco casos; figura 4) y escasos en el valle intermedio (chaupiyunga) (un caso; figura 5). Emplazamientos de este tipo se describen, también, para la desembocadura de Camarones asociados a la cultura Arica (Schiappacasse y Niemeyer 1989: 72; ver también Muñoz 1989: 104-105). Los asentimientos del patrón de asentamiento II (P. A. II) son poblados de organización compleja de recintos rectangulares de totora con vías de circulación y áreas funcionales mejor organizadas espacialmente. Se levantaron sobre laderas con escasa pendiente (figura 4) o en terrazas aluviales estrechas. Los asentimientos están compuestos por alineaciones de concentraciones de restos domésticos, como los descritos anteriormente, separados por franjas o vías de circulación, sin deshechos de ocupación. Las áreas domésticas se asocian a espacios públicos (canchas y petroglifos), lo que denota cierto ordenamiento y planificación en la medida que el poblado se fue expandiendo. Los recintos fueron levantados sobre plataformas cortadas en el talud y, a diferencia de los anteriores, se reforzaron frontalmente con un muro de piedra. Son de forma rectangular, construidos de totora, caña y postes de madera (Miryca pavonis). Los silos son subterráneos, asociados a determinadas estructuras habitacionales, son de boca estrecha (menos de un metro de diámetro), de forma interior cilíndrica, revestidos con cantos rodados y pueden alcanzar hasta cerca de dos metros de profundidad. Las áreas funerarias se distribuyen igualmente dentro o fuera de los límites del área habitacional. En general, se trata de cistas contiguas de lajas, bloques irregulares y algunos rodados del río, unidos por argamasa de cenizas. De esta manera se extienden en forma horizontal, sin superposiciones, lo que crea una estructura tumular de menos de un metro de altura, de varios metros de diámetro. En los sectores alejados del área habitacional, las tumbas se adosan a uno o varios bloques grandes de piedra, que sobresalen en el terreno más de un metro de altura, y posiblemente sirvieron como marcas visibles de las tumbas. A estos bloques se agregan rocas más pequeñas que forman un recinto semicircular en cuyo interior se cavó una fosa de menos de un metro de profundidad. Este tipo de asentamiento es típico del valle fértil (cuatro casos), aparece minoritariamente en el valle intermedio (chaupiyunga) (dos casos), y no está representado en el valle costero (tabla 1). Los asentamientos del patrón de asentamiento III (P. A. III) son poblados de organización compleja, de recintos pircados, levantados sobre terrazas altas de suave pendiente. Los recintos fueron construidos con muros de mampostería de piedra no canteada y sin argamasa, de una o dos hiladas. Son de planta socavada de forma elíptica a semicircular, con divisiones internas y un área interior de 60 m² 94 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela promedio (figura 7). Se agregan también delineamientos simples de piedras que definen áreas de actividades exteriores, a modo de patios. En el poblado de Milluni (Llu-21), las entradas en algunos casos están delimitadas por muros que forman un pasillo semicircular a manera típica de otros sitios de la sierra de Arica, como Chapicollo (AZ-123). Se detectaron también algunos silos adosados al perímetro exterior de los recintos. En la parte central del poblado de Milluni destaca un sector con más de cincuenta silos subterráneos, encistados y originalmente sellados con piedras planas, o metates. Los silos, que tienen un diámetro promedio de 50 cm en su entrada y más de 1 m de profundidad, pudieron formar parte de un sistema de almacenaje comunitario. Además, otra media centena de silos se distribuyen en distintos sectores del poblado, separados de los silos instalados al interior de los recintos. Este tipo de poblado se ubica, exclusivamente, en el valle intermedio (chaupiyunga) (dos casos). Recientes excavaciones en Milluni permiten sugerir que se trata de un poblado del período Tardío (tabla 1). Cronología relativa de los asentamientos Los rasgos descritos se ubican, sobre la base de la cronología relativa de los estilos cerámicos, entre 1100 d.C. y 1500 d.C., y comprenden los períodos Intermedio Tardío y Tardío. Durante ese lapso de tiempo, se utilizaron sincrónica y diacrónicamente distintos estilos de cerámica y tipos de asentamiento. Los estilos de la cultura Arica son buenos indicadores del período Intermedio Tardío, aunque estos componentes continúan en el período siguiente (Santoro 1995; Santoro et al. 2001; Romero 2002). Los estilos tardíos, Inka y Saxamar, son buenos indicadores de la expansión del Estado inka en la zona y se utilizan como marcador para separar los asentamientos del período Tardío de los del período anterior. No obstante, es importante señalar que de los quince sitios clasificados como del período Intermedio Tardío, se recuperaron diez fragmentos de cerámica inka (3.3%) sobre una muestra total de 298 fragmentos decorados. Posiblemente estos sitios se mantuvieron en uso provisoriamente durante el período Tardío, por lo que de alguna manera se ligaron a la intensificación del tráfico interregional, que movía este tipo de bienes como parte de los mecanismos de redistribución ejercidos por el Inka. Estos rasgos aparecen como elementos aislados sin que se registren los típicos cambios de asentamiento verificados en los sitios clasificados en el período Tardío, que muestran transformaciones espaciales, mayor incidencia de cerámica y otros rasgos muebles de origen incaico. Por esta razón, la definición temporal incluyó también consideraciones arquitectónicas y el uso del espacio aldeano (Romero 2005; Romero et al. 2000; Santoro et al. 2004). Un estrato con componentes del período Intermedio Tardío de Rosario 2 Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 95 presenta una fecha radio-carbónica de 430±80 a.P., Beta-101496, carbón. La calibración de 1 sigma define dos rangos temporales 1410-1530 d.C. (p = 53%) y 1580-1630 d.C. (p = 14%) (Oxcal Program, Bronk 2000), lo que significa que posiblemente existió cierta continuidad cultural en algunos sectores del valle de Lluta durante el período Tardío. El inicio del período Tardío lo ubicamos, conservadoramente, hacia el 1400 d.C. Esta distinción ha sido documentada estratigráficamente en algunos sitios habitacionales del valle de Lluta (Romero 2002; Santoro 1995; Santoro et al. en prensa; Williams et al. en prensa; véase también Muñoz y Chacama 1988, 1991; Schiappacasse y Niemeyer 1989, 1997; Pärssinen y Siiriäinen 1997). Análisis cuantitativo El análisis cuantitativo tiene por objeto mostrar la importancia estadística de los componentes culturales (pastas y estilos) a través del espacio (tipos de asentamiento y zona ecológica) y el tiempo (períodos Intermedio Tardío y Tardío). Los cálculos de porcentaje se realizaron sobre la base del conteo simple de fragmentos, puesto que nuestro interés era comparar el comportamiento de las distintas categorías de artefactos en contextos domésticos y rituales. Para los cálculos de porcentajes en los tipos de pasta se consideró el total de fragmentos inventariados, mientras que para los tipos estilísticos (n: 1,229) no se consideraron los fragmentos no decorados que representan el 70% (2,932) de la muestra. Datos de este tipo, expresados en frecuencias y porcentajes de fragmentos de cerámica clasificados por pasta y decoración, analizados estadísticamente, pueden ayudarnos a establecer algunos parámetros para definir aspectos de la organización política y económica y la posible identificación de unidades culturales distintas (Meggers y Evans 1980; véase Uribe 1999-2000: 66 para una visión crítica de este tipo de análisis). Si la cerámica y los tipos de asentamiento son sensibles a las preferencias sociales de los grupos interactuantes, esto podría investigarse en la contabilidad de los rasgos de la cultura material. Consecuentemente, si durante los períodos Intermedio Tardío y Tardío el valle de Lluta fue un espacio compartido simultáneamente por más de una entidad social —como sugieren las interpretaciones etnohistóricas—, arqueológicamente esperamos encontrar conjuntos de rasgos muebles e inmuebles (asentamientos y estilos cerámicos) formando patrones diferenciados. Nuestros datos provienen de colecciones de superficie generadas en espacios principalmente domésticos, como las áreas habitacionales, y ceremoniales, como los cementerios. Si esta propuesta es correcta, el análisis cuantitativo de la distribución espacial y temporal de diferentes categorías cerámicas debería mostrar tendencias 96 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela similares en los ámbitos domésticos de asentamientos de un mismo tipo y sus espacios ceremoniales asociados, en este caso los cementerios. Asentamientos de distinto tipo, en contraste, deberían presentar comportamientos estadísticos diferenciados en los componentes de la cultura material mueble. Siguiendo las propuestas de Murra (1972) y Stanish (1992), se sugiere dos alternativas de distribución espacial de componentes muebles e inmuebles. Estimamos, sin embargo, que mientras menos estructurado o centralizado es el sistema de organización política, las tendencias que se proponen serán menos marcadas. 1. El patrón de distribución espacial heterogénea corresponde a la distribución espacial de distintos grupos culturales a lo largo de los pisos ecológicos del valle, cada uno manteniendo sus propios componentes culturales, tales como la planificación espacial, la arquitectura y las preferencias por ciertos estilos cerámicos. De esta manera, en cada piso se debería registrar una gran variabilidad o heterogeneidad arqueológica, como se grafica en la figura 8a, con segmentos espaciales pluriculturales. 2. El patrón de distribución espacial segmentada se deriva de las observaciones en el valle de Chillón (Dillehay 1976) y la quebrada de Camarones (Niemeyer et al. 1972-1973), donde distintos grupos culturales, representados por conjuntos de asentamiento, arquitectura y componentes cerámicos, forman unidades que tienden a polarizarse o concentrarse en espacios territoriales más restringidos. Consecuentemente, la variabilidad arqueológica en un mismo piso ecológico es más homogénea, como se muestra en la figura 8b, con segmentos espaciales uniculturales. Resultados La tabla 1 presenta un listado de los sitios analizados, indicando el nombre y tipo de sitio, el período cultural y el número total de fragmentos de cerámica analizados. Del universo de sitios, sólo tres (un asentamiento y dos cementerios) están ubicados en el sector valle costero, en tanto que en el valle fértil se presenta la mayor densidad de sitios: nueve asentamientos y diez cementerios. Finalmente, en el sector intermedio se registran siete sitios, cinco asentamientos y dos cementerios. La tabla 2 presenta un listado de los sitios con las frecuencias de los tipos de pasta y grupos estilísticos. La tabla 3 resume los datos de frecuencia y porcentaje de los fragmentos de cerámica por período, sector ecológico del valle y tipo de asentamiento. A continuación se entrega una descripción detallada de los resultados de los análisis cuantitativos de los tipos de estándares de pastas y grupos estilísticos, Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 97 en relación con el tipo de asentamiento, su ubicación geográfica en la parte baja del valle de Lluta y el período cultural: período Intermedio Tardío y período Tardío. Período Intermedio Tardío En lo que respecta a los estándares de pasta, P. A. I y cementerio, la tabla 4 y figura 9 presentan la frecuencia y el porcentaje de los estándares de pasta del período Intermedio Tardío asociados al P. A. I y cementerios en los sectores valle costero, valle fértil y valle intermedio (chaupiyunga). Para este último sector no poseemos muestras de cementerio. En el sector costero destaca la mayoritaria presencia de pastas E-400 de origen local, en ámbitos domésticos y funerarios, con 82% y 80.9% respectivamente. Las pastas E-500, de origen serrano, son minoritarias con un 14% en los ambientes domésticos y un 8.5% en el cementerio. Las pastas E-210 y E-220, de origen altiplánico, tienen una presencia insignificante, no superan el 1%, salvo el E-220 que alcanza al 8.5% en el cementerio (tabla 4; figura 9). En el sector valle fértil la pasta E-400 se reduce casi a la mitad tanto en los asentamientos como en el cementerio (47% y 48% respectivamente). El E-500, en cambio, casi se duplica en los asentamientos (27%) y aumenta más aún en los cementerios (34%) en relación con el sector costero. La pasta muy fina E-210, aunque tiene una baja representación en ambos espacios (1.5% en las áreas domésticas y 3.2% en los cementerios), presenta un cambio importante respecto del sector anterior, donde está ausente. La pasta fina E-220 aumenta considerablemente en los ámbitos domésticos (10.9%) y con menor fuerza en los cementerios (11.6%) (tabla 4; figura 9). En los asentamientos P. A. I del sector valle intermedio (chaupiyunga) hay un notorio aumento de las pastas con tecnología E-500 (46.6%). Las pastas E-400 bajan al 40.3%, lo que marca claramente una curva descendente de este componente desde el sector costero. El estándar de pasta muy fino E-210, aumenta levemente en relación con el valle fértil (3.6%), mientras que las pastas finas E-220 disminuyen su representación a 5.4% (tabla 4; figura 9). En cuanto a los grupos estilísticos, P. A. I y cementerios, la tabla 5 y figura 10 presentan el comportamiento estadístico de los grupos estilísticos durante el período Intermedio Tardío en sitios P. A. I y cementerios, en los sectores valle costero, valle fértil y valle intermedio (chaupiyunga). En los sitios del valle costero se observa que el predominio de los estilos del grupo Arica es casi absoluto, con un 68.4% en los asentamientos y un 90% en el cementerio. El conjunto de otros estilos correspondientes a los períodos Medio e 98 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela indeterminados presenta un 26.3% en los asentamientos y un 10% en el cementerio (tabla 5; figura 10). Se agrega, en los asentamientos, una mínima fracción de cerámica estilo Inka (5.3%), correspondiente a intrusiones del período Tardío en contextos netamente locales del Intermedio Tardío. En el sector valle fértil, los estilos Arica descienden levemente a 62.1% y 64.9% en los sitios P. A. I y cementerios, respectivamente. En los asentamientos P. A. I aparecen con fuerza piezas decoradas estilo Negro sobre Rojo (22.8%), no así en los cementerios donde aparece con un 13%. Los fragmentos con decoración serrana o Inka tienen una incidencia minoritaria, cercana al 3%, y corresponden a intrusiones tardías (tabla 5; figura 10). En contraste, en el sector valle intermedio chaupiyunga los estilos Arica declinan considerablemente y alcanzan sólo un 29.6%, mientras que el estilo Negro sobre Rojo alcanza su mayor presencia durante el período Intermedio Tardío, con un 40.7%. Los estilos Inka y Charcollo, correspondientes a intrusiones del período Tardío, también aumentan su presencia, con porcentajes similares de 7.4%, en relación con los asentamientos de los pisos más bajos (tabla 5; figura 10). Período Tardío Estándares de pasta, P. A. II, P. A. III y cementerios: la tabla 6 y figura 11 presentan, en forma separada, la frecuencia y porcentaje de estándares de pasta asociadas a P. A. II, P. A. III y cementerios del período Tardío, en los sectores valle fértil e intermedio (chaupiyunga). Sitios de esta época no se registraron en el sector valle costero. En el valle fértil, el P. A. II aparece típicamente asociado a este período. En los ámbitos domésticos la pasta E-500 es, significativamente, dominante (43.0%), mientras que el E-400 alcanza sólo un 22.2%. Destaca también el aumento de las pastas muy fina E-210 y fina E-220 (20.9% y 11.3% respectivamente). Los cementerios en este sector fértil, no se comportan de similar forma que el P. A. II, ya que el E-400 es mayoritario con un 33%, seguido muy de cerca por el E-500 (27.5%). Los alfares E-210 presentan similares frecuencias que en los sitios P. A. II y cementerios (20.9% y 20.5%, respectivamente). En cambio, tiestos de pastas 220 muestran una diferencia entre los asentamientos (11.3%) y los cementerios (14%) (tabla 6; figura 11). El sector valle intermedio (chaupiyunga) presenta dos tipos de asentamientos: P. A. II y P. A. III; este último es exclusivo de este sector. En estos asentamientos las pastas E-400 (32.2% y 37.2% respectivamente) no se diferencian notoriamente de las pastas E-500 (29.3% y 40.2% respectivamente). Los alfares importados de pasta fina E-220 presentan proporciones similares en ambos tipos Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 99 de emplazamientos domésticos (P. A. II: 14.1%; P. A. III: 13.6%). En relación con el valle fértil, la cerámica de pasta muy fina, E-210, declina su frecuencia en los asentamientos P. A. II (17%), mientras que en sitios del P. A. III este descenso es significativo (5.4%) (tabla 6; figura 11). En el valle intermedio (chaupiyunga), las áreas funerarias cercanas al poblado Milluni (P. A. III) denotan una alta incidencia del E- 400 (34.7%), superando notoriamente al E-500 (19.1%). Las pastas estándar 210 y 220, presentan menor incidencia en relación con los asentamientos (2.5% y 6.1% respectivamente). Destaca, sin embargo, una significativa presencia de la categoría “otros estándares” (37.5%), compuesta principalmente por fragmentos de E-2215 (34.7%). Esta es una pasta con desgrasante muy fino, como algunos tipos altiplánicos, pero asociado al estilo local Gentilar (tabla 6; figura 11). En lo que respecta a los grupos estilísticos, P .A. II, P. A. III y cementerios, la tabla 7 y figura 12 presentan los comportamientos estadísticos de los tiestos clasificados de acuerdo con los grupos estilísticos asociados a sitios P. A. II, P. A. III y cementerios, de los sectores valle fértil e intermedio (chaupiyunga). En el valle fértil, tanto en los sitios domésticos como funerarios, el estilo Inka es significativamente dominante (67.4% y 66.1% respectivamente), seguido muy de lejos por los estilos Arica con un 8.7% en los sitios P. A. II y 12.5% en los cementerios. Los estilos Negro sobre Rojo presentan muy baja incidencia en los ámbitos domésticos (4.9%), pero esta se duplica en los cementerios (8.9%). En tanto, los estilos serranos se presentan minoritariamente, ya sea en sitios del P. A. II (3.8%) como en cementerios (2.7%). A su vez, los grupos estilísticos de asociación cultural indeterminada, tales como recubiertos de colores rojos y café, presentan importantes frecuencias en asentamientos y cementerios, con un 15.2% y 9.8% respectivamente (tabla 7; figura 12). En los sitios P. A. II del valle intermedio (chaupiyunga), los estilos mayoritarios corresponden al Inka (40%), seguido de los estilos Arica (32.2%). Los estilos Negro sobre Rojo presentan baja frecuencia (17.4%), junto con lo estilos serranos (2.6%) y otros estilos (7.8%). En contraste, en los sitios P. A. III hay un notorio dominio de los estilos Arica (51%), lo que contrasta con la baja incidencia de los estilos Inka (7.5%). Los estilos Negro sobre Rojo están mejor representados (28.6%), mientras que los estilos serranos y “otros estilos” tienen baja incidencia (5.8% y 7.1% respectivamente) (tabla 7; figura 12). En los sitios funerarios del sector intermedio (chaupiyunga), los estilos Arica tienen un dominio extraordinario, con un 84.4%. Los demás estilos presentan baja incidencia: Negro sobre Rojo (7.5%), estilo en el período Tardío (4.1%) y estilos Inka (0.7%) (tabla 7; figura 12). 100 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela Discusión y conclusiones En este estudio se confrontaron variables culturales muestreadas en ámbitos domésticos y ceremoniales (patrones de asentamiento y arquitectónicos), para los períodos Intermedio Tardío y Tardío (1100 d.C.-1500 d.C.). En estos contextos se evaluó cuantitativamente la presencia de tipos de cerámica separados de acuerdo con sus modos de fabricación (estándares de pastas) y decoración (estilos decorativos). Estas variables se exploraron espacialmente en tres sectores de la zona baja del valle de Lluta (valle costero, fértil, e intermedio chaupiyunga), a través de estadística descriptiva, con el objeto de pesquisar cambios en las preferencias de uso de estas categorías de artefactos y su contextualización en los distintos tipos de asentamiento y localización ecológica. Los resultados muestran un panorama mucho más heterogéneo de lo previsto en los modelos predictivos de la arqueología y la etnohistoria (figura 8). La comparación entre tipos de asentamiento, estándares de pastas y estilos decorativos de la cerámica, confrontados espacialmente, muestran variaciones estadísticas importantes y, a pesar de las limitantes temporales, se pueden extrapolar situaciones sociales diferenciadas para los períodos en discusión. Período Intermedio Tardío Contra lo esperado, no hay una correspondencia fuerte entre un mismo tipo de asentamiento y la preferencia por un mismo conjunto de tiestos (pasta y decoración), como está previsto en el patrón de distribución espacial heterogénea (figura 8a), donde se esperaba que a los distintos patrones de asentamiento se asociaran conjuntos propios de cultura material. Esta distribución reflejaría la existencia de grupos sociales distintos que ocuparon espacios comunes en la transecta altitudinal del valle, asimilable a lo que Murra (1972) definía como espacios multiétnicos. La manera como se distribuyen los estándares de pastas y estilos decorativos, tanto en las áreas residenciales como funerarias, se asimila al patrón de distribución espacial segmentada (figura 8b), vale decir los patrones arquitectónicos (PA) y rasgos cerámicos forman agrupaciones espacialmente polarizadas en la transecta altitudinal del valle. El P. A. I, típico del período Intermedio Tardío, se registra en los tres sectores del valle, aunque está mejor representado en el valle fértil (tabla 1). En este tipo de asentamiento destaca el fuerte descenso de la pasta de origen local, E-400, entre el sector valle costero y el sector valle intermedio (chaupiyunga), tanto en los ámbitos domésticos como funerarios (véase tabla 4 y figura 9). Inversamente, el descenso de las pastas E-400 coincide con un aumento de las pastas E-500 Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 101 de origen serrano. Destaca la similitud en el uso de vasijas con pastas E-400 en ambientes domésticos y rituales en el valle costero y valle fértil (figura 9). Las preferencias por los estilos decorativos en los ámbitos domésticos no presentan cambios tan drásticos entre los sectores valle costero y fértil, donde la cerámica de estilos Arica mantiene alta relevancia (entre 72.2 y 63.4% respectivamente; figura 10). En los ámbitos rituales de cementerios, sin embargo, hay un descenso notable de estos estilos en el valle fértil (68.5%) respecto del valle costero (90%). Esta importante diferencia muestra que los agricultores del valle fértil fueron más abiertos a la utilización de objetos importados (cerámica de estilos Negro sobre Rojo y Serrano) (tabla 5; figura 6) en ambientes ceremoniales funerarios. Esta conexión con el Altiplano, fue clave posteriormente para la instalación del sistema de control político del Estado inka. No obstante lo anterior, es evidente que la cerámica de los estilos Arica fue el bien más usado en ambos sectores (costero y fértil) del valle (figura 10). Los pescadores/agricultores del valle costero usaron, casi exclusivamente, cerámica pintada de origen local, ya fuera porque se resistieron a utilizar objetos importados o porque no tuvieron acceso a ellos. Estas diferencias permiten señalar que los grupos del valle costero y valle fértil eran diferentes, formaban parte de estructuras sociales distintas y funcionaron con códigos culturales con características propias. Posiblemente establecieron ciertos acuerdos políticos vinculados, por ejemplo, al usufructo de espacios productivos conmutados (donde los costeros cedían partes del litoral a cambio de terrenos de cultivo y agua en el valle costero) o, intercambio de productos, o trabajos comunitarios, como siembras, cosechas y tareas vinculadas con la instalación y manutención de los canales de irrigación, etc. El sector valle costero fue un espacio más bien unicultural: sólo registra asentamientos P. A. I y tanto los estándares de pasta como los estilos decorativos muestran un significativo predominio de los componentes locales (pasta estándar 400 y estilos Arica). Presentan, consecuentemente, escasa introducción de elementos importados para su reproducción social tanto en el ámbito doméstico como ritual. La población de pescadores/agricultores del valle costero integraba esta unidad más cerrada, ya sea porque tuvo poco acceso a bienes importados del altiplano (cerámica Negro sobre Rojo) o porque deliberadamente evitó su uso. Los tiestos pintados con estilos Arica, si no los produjeron internamente, pudieron conseguirlos como bienes de intercambio con las poblaciones del valle fértil a cambio de productos del mar o el acceso directo, de los vallunos, a enclaves en la costa para la obtención de pescados, mariscos y guano. Si las instalaciones en el valle costero corresponden a asentamientos secundarios de los pescadores, cuyos asientos principales se ubicaban en la costa (i.e. 102 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela Pampa Gallinazo en la desembocadura del Lluta (Óscar Espoueys, comunicación personal; playa Miller al sur de Arica, Focacci 1997), se podría sugerir que este patrón sería un ejemplo del tercer caso de verticalidad de Murra (1972), articulado por poblaciones de pescadores, que tenían sus asientos principales en el litoral con una base económica marítima complementada con agricultura. El sector valle costero es un espacio con condiciones limitadas para la agricultura, pero sirvió a los propósitos de las poblaciones de pescadores, sin competir con los agricultores del valle fértil. Estos enclaves, en el modelo de Murra, se distanciaban de los núcleos en la costa hasta un día de camino de ida y vuelta, incluida la jornada de trabajo (aproximadamente cinco a diez kilómetros de distancia), lo que corresponde a las distancias entre los sitios del sector valle costero en el Lluta y la costa aledaña. Se trataba de instalaciones más bien temporales, con baja inversión en infraestructura doméstica, lo que se refleja en la baja densidad de los sitios inventariados. Sirvieron, sin embargo, para diversificar la economía y proveerse de agua fresca en las vertientes del valle (i.e. sitios Porvenir, véase figuras 2 y 3). En un plano más especulativo aún, sugerimos que este grupo identificado arqueológicamente, podría corresponder a los ancestros de la población Camanchaca del siglo dieciséis. Las fuentes documentales indican que los Camanchaca era una población costera que además practicaba la agricultura en sectores cercanos a la costa (Hidalgo, en este volumen). En este contexto, la escasa cobertura espacial de las comunidades costeras y la precaria condición de sus instalaciones habitacionales del valle costero hablan de una comunidad de baja densidad de población y de organización social simple. Posiblemente cada poblado tenía un líder principal de limitado poder económico y sin posibilidades de controlar comunidades vecinas. Los agricultores del sector valle fértil conformaron una unidad con fuerte raíz local que incluía cierto número de bienes importados, particularmente de tiestos no decorados de pastas E-500, de posible origen serrano, que compiten con los tiestos fabricados localmente con pastas E-400 (figura 9). Esto significa que en el uso de tiestos no decorados, no hubo una preferencia marcada por vasijas fabricadas localmente respecto de las vasijas importadas. En contraste, los tiestos decorados de estilos Arica son notoriamente más importantes que los tiestos Negro sobre Rojo de origen altiplánico, tanto en espacios domésticos como rituales funerarios (figura 10). Esto significa que estas comunidades prefirieron los bienes de origen local para los rituales funerarios y para otras actividades realizadas en ámbitos domésticos vinculadas a los ciclos de vida de la gente, la producción agrícola, etc. El sector valle fértil, con mejores potencialidades agrícolas y un predominio de componentes locales, posiblemente fue controlado por una población local Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 103 de raigambre más agrícola, y por lo tanto con asentamientos centrados en el valle. Esta población dependió igualmente del mar para su subsistencia diaria (Aufderheide y Santoro 1999) y para ello posiblemente estableció sus propios enclaves en el litoral o mantuvo relaciones de intercambio con los costeños, a través de acuerdos políticos entre ambos grupos. En este contexto, sugerimos que esta población de los valles puede corresponder a los ancestros de la población cole, identificada en la documentación etnohistórica (Hidalgo en este volumen; véase también Schiappacasse y Niemeyer 1989). Una situación contrastante se observa en el valle intermedio (chaupiyunga), donde la cerámica Negro sobre Rojo, de origen altiplánico (figura 6), sobrepasa a la cerámica Arica en los ámbitos domésticos (no hay muestra de cementerio) asociados al P. A. I (figura 10). Esto representa una situación de cambio importante respecto de los sectores anteriores y constituye el segmento distinto, en los términos de nuestro patrón distribución espacial segmentada. La cerámica Negro sobre Rojo, ausente en el valle costero y de baja incidencia en el valle fértil, puede representar a una población de origen altiplánico como los caranga, asentada directamente en el valle intermedio (chaupiyunga), reproduciendo clásicamente la modalidad II de la verticalidad. Otra posibilidad sería que estos bienes altiplánicos fueran intercambiados entre poblaciones Caranga asentadas en la zona de precordillera y poblaciones locales asentadas en el chaupiyunga, lo que representaría el modelo de verticalidad escalonada, lo que equivale a un acceso indirecto a los valles vía intercambio a partir de asentamientos coloniales localizados en la sierra (Durston e Hidalgo 1997). Además, estimamos que esta cerámica decorada habría formado parte de un conjunto mayor de productos (i.e. charqui, lana, tejidos, materias primas líticas como obsidiana, azufre, etc.) traídos por los grupos altiplánicos a los valles, para consumo propio e intercambio por productos agrícolas locales (maíz), guano marino y pescado seco. Este intercambio debió ser arreglado políticamente por los representantes de los principales de los altiplánicos caranga, asentados en la sierra de Arica y sus derivaciones hasta el chaupiyunga, y los principales del valle de Lluta, centrados en el valle fértil. Si este fue el escenario que provocó la distribución espacial de la cerámica Negro sobre Rojo, el modelo de verticalidad escalonada de Durston e Hidalgo (1997) tendría cierta base prehispánica. Una explicación alternativa sería que los propios altiplánicos (Caranga) establecieron y controlaron directamente espacios productivos en el valle intermedio (chaupiyunga), con la venia de los líderes o población local. La baja incidencia de cerámica local en los asentamientos chaupiyunga favorece más esta interpretación. En este caso, los altiplánicos se habrían instalado en poblados levantados en el chaupiyunga, como Milluni. Si este fue el escenario, estaríamos frente al 104 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela segundo caso de verticalidad de Murra. Esta alternativa de control directo, desde el Altiplano, ha sido documentada para el período Otora (preinka), en Osmore, caracterizado como “un clásico ejemplo de colonización multiétnica como fue hipotetizado por Murra en su volumen de 1972” (Stanish 1992: 171). Este esquema político desaparece durante la época incaica, períodos Estuquiña y Estuquiña-Inca, cuyos asentamientos son autónomos, es decir, no forman parte de un sistema de archipiélago (Stanish 1992:171; previsto en el modelo de Llagostera 1976). En contraste, Covey (2000) estima que los grupos políticos altiplánicos, de la época preinka, no habrían tenido suficiente capacidad económica y política como para mantener un sistema de control directo de enclaves en Moquegua cercanos a la costa, y por lo tanto, a varios días de camino del altiplano. Para el valle de Lluta estimamos que dada la baja representatividad de tiestos de cerámica de estilos no locales y de otros indicadores, como arquitectura, patrones funerarios, etc., se puede considerar como un indicador de control más bien indirecto asimilable al modelo de verticalidad escalonada. En contraste, Murra sugiere que las parcialidades de los lupaca “podían apoderarse simultáneamente de oasis en Ilo, Moquegua o Lluta” (Murra 1976:142). Este debate seguramente se irá despejando en la medida que se afinen los indicadores arqueológicos para identificar el tipo de relaciones políticas que establecieron los altiplánicos en los valles occidentales y la manera como se organizaron las poblaciones locales de estos territorios. En el sector intermedio (chaupiyunga), entre cincuenta y setenta kilómetros de la costa, se polariza una situación política distinta en la que los componentes de origen serrano o altiplánico compiten con los componentes locales (figuras 9 y 10). Dado que no hay una predominancia clara ni de los componentes culturales locales ni de los componentes serrano y altiplánico, sugerimos tentativamente que este pudo constituir un típico espacio de ocupación “multiétnica” en el sentido que concurrieron directa (caso dos de verticalidad) o indirectamente (verticalidad escalonada) grupos políticos de origen altiplánico y valluno. Estudios recientes en el sector de Vinto, en la parte más alta del valle intermedio (chaupiyunga), muestran la existencia de pequeños asentamientos con una alta incidencia de cerámica altiplánica Negro sobre Rojo, separados de otros asentamientos que presentan una alta incidencia de cerámica de estilos Arica (Valenzuela et al. 2004). Este sector intermedio (chaupiyunga) es un espacio que no puede ser controlado sobre la base de cambiar diariamente de residencia desde asentamientos principales en el valle fértil o en la sierra. Por el contrario, se requiere establecer instalaciones más permanentes, lo que se ve bien reflejado en el tipo de poblado mejor estructurado, como Milluni (figura 7). Para los altiplánicos, estos enclaves pudieron servir como núcleos terciarios en el esquema de verticalidad escalonada Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 105 de Durston e Hidalgo. Un enclave altiplánico en Milluni controlado en forma conjunta con los vallunos, habría permitido a los primeros operar en forma más segura en estos ambientes alejados de sus dominios de control directo en la sierra, donde se ubicaban, posiblemente, sus centros secundarios. Para los altiplánicos, el interés no solo radicaba en las posibilidades agrícolas de este sector del valle (caracterizado por condiciones cálidas y secas de quebrada profunda y encajonada), adecuado para el cultivo de maíz, papas, y eventualmente coca, sino también por la conexión hacia la costa para la obtención de guano, pescado y mariscos secos. En suma, se podría postular que durante el período Intermedio Tardío el sector valle costero y el valle fértil fueron controlados por población de origen local. Si constituyeron unidades políticas independientes o no y cuáles fueron las alianzas que establecieron entre ellos (intercambios o acuerdos políticos ritualizados) son tareas para resolver en el futuro. El valle intermedio, en cambio, presenta una situación de uso compartido del espacio, por una agrupación de origen altiplánica y otra de origen local, cuya naturaleza de interacción también requiere de mayor examen. Período Tardío Para este período se cuenta con una muestra distinta. Por un lado, no existen datos para el sector valle costero. Por otro, en el valle fértil e intermedio (chaupiyunga) se verifican dos tipos de asentamientos P. A. II y P. A. III. En el valle fértil destaca la fuerte penetración de tiestos fabricados con pastas de tecnologías altiplánicas (E-210, E-220, E-500), que suman más del 75% en los ámbitos domésticos y 62% en los rituales funerarios. Esta situación se repite en los asentamientos P. A. II. (60.4%) y P. A. III (59.2%), en el sector intermedio (chaupiyunga). La diferencia se produce en los cementerios de este sector, donde tiestos de pastas locales E-400 (34.7%) sobrepasan al conjunto de tiestos de pastas altiplánicas (28.1%) (tabla 6; figura 11). La situación se puede contrastar con los tiestos decorados. En el valle fértil existe una fuerte penetración de alfares con estilos importados que suman un total de 77.7%, en la que destaca la alta incidencia de tiestos de estilo Inka (66.1%), contra un 12.5% de tiestos de estilos Arica. En el sector intermedio (chaupiyunga), se produce una diferencia significativa entre los asentamientos P. A. II y P. A. III. En los primeros hay un predominio de los estilos importados (60%), con una mayor incidencia del estilo Inka (40%). Los estilos Arica repuntan (32.2%) en relación con lo observado en el valle fértil. En los asentamientos P. A. III, en cambio, los estilos Arica alcanzan una gran popularidad (51%), lo 106 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela que contrasta con la muy baja incidencia del estilo Negro sobre Rojo (2.6%), como de los estilos Inka y Serrano (7.5% y 5.8%, respectivamente). En los cementerios la proporción de los estilos Arica es aún mayor (84.4%), mientras que los estilos importados tienen muy baja representatividad (Inka 0.7%, correspondiente a cinco tumbas disturbadas en el sector de cementerios al oeste de Milluni (tabla 7; figura 12).6 Las variaciones observadas pueden reflejar arreglos políticos y económicos del Estado inka para administrar la población y los territorios de los valles de Arica. Algunos cambios en otros aspectos de la vida de la gente que radicaban en el valle de Lluta se han registrado previamente en los patrones arquitectónicos (Santoro y Siclari 1997), patrón de asentamiento (Santoro 1995; Romero 2002), actividades económicas, dieta y efectos en la salud pública por un aumento de parasitarios intestinales (Dorsey-Vinto 1997; Loyola et al. 1998; Santoro et al. 2003; Santoro 1995). En este caso, los resultados muestran arreglos de carácter más bien político, con variaciones espaciales importantes. En el valle fértil se registra la existencia de instalaciones totalmente “incanizadas”, que pudieron estar conectadas al sistema estatal de mitmaqkuna altiplánicos (pacaje o caranga), a las que se sumó, además, población local. En comparación con Sama Grande, en el extremo sur de Perú, Covey (2000: 128) sugiere que aparte de la alta incidencia de cerámica importada, se agrega en este asentamiento una arquitectura de características incaicas; mientras que en Molle Pampa una posible impronta de arquitectura estatal corresponde a tres plataformas de muros frontales de piedra (Santoro 1995). Consecuentemente, las operaciones incaicas en el valle fértil aprovecharon las instalaciones locales y la experiencia de la interacción con el altiplano ocurrida en el período Intermedio Tardío, tal como lo interpreta Covey (2000: 128), para el pueblo Tacahuay. El Inka habría ejercido un gobierno más bien indirecto y posiblemente desarrollado bajo el esquema de verticalidad escalonada (Durston e Hidalgo 1997). En el período Tardío, contrario a lo descrito por Stanish (1992) para el valle de Osmore, los indicadores presentados permiten sugerir que el valle de Lluta quedó integrado a un sistema de control directo, bajo el modelo clásico de verticalidad, coincidente con lo sugerido para el extremo sur de Perú por Covey (2000). Esto contradice, por otro lado, la hipótesis de Llagostera (1976), quien sugirió una disrupción del sistema de verticalidad bajo el gobierno del Estado inka. Particularmente, sobre la base de análisis estadísticos de indicadores similares a los usados por nosotros, Covey sugiere tres maneras de control político ejercido por el Inka en la costa sur de Perú: (a) asentamientos coloniales (mitmaqkuna altiplánicos) junto a población local (sitios Sama Grande y del área de Moquegua); (b) control estatal de grupos locales de agricultores (i.e. quebrada Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 107 Tacahuay y valle de Tambo); y (c) control indirecto de grupos dispersos de la costa (área Ilo-Ites) a través de alianzas vinculadas a intercambio de productos marítimos (Covey 2000: 133). La situación del valle fértil parece corresponder a arreglos políticos mediante los cuales una población altiplánica, posiblemente mitmaqkuna, se unió a la población local. Esta interpretación de los datos arqueológicos se complementa con la historia de Topa Inka Yupanqui quien, después de conquistar a los grupos altiplánicos del área circum-Titicaca, separó específicamente para los pacaje algunas tierras de cultivo de maíz en los valles de Cochabamba y en las costas de Arica y de Arequipa (Jiménez de la Espada 1965, tomo II: 338). De esta manera, el límite sur de la provincia Pacaje era la costa de Arica y Tacna (i.e. Tacna) (Jiménez de la Espada 1965, tomo II: 334). Es posible que el transporte de cerámica de estilo Saxamar (Inka Pacaje) esté asociado a los lazos que se establecieron por primera vez a consecuencia de este orden político establecido por Topa Inka Yupanki (1471 d.C.-1493 d.C.; Pärssinen 1992; Pärssinen y Siiriäinen 1997), o más posiblemente al reforzamiento de circuitos de movimientos de gente y bienes de épocas previas. Si los pacaje fueron el grupo que se articuló con la zona de los valles y costa de Arica (Lluta-Camarones) en la época de los inkas, los caranga, que aparecen controlando la zona en una época más tardía (Durston e Hidalgo 1997; Hidalgo 1986; Pease 1981), no tendrían un sustrato prehispánico y su introducción política y económica en la zona habría sido consecuencia del régimen colonial europeo. Si los caranga controlaron igualmente estos valles en la época del Inka, esto podría haberse dado en una situación de sincronía, vale decir los pacaje y caranga accedieron simultáneamente a enclaves de los valles de Arica, bajo el régimen de “verticalidad”, y de esta manera estos lugares se constituyen en un clásico territorio multiétnico. Otro escenario posible sería que los Caranga accedieron a estos valles en una fase tardía de la administración del Estado. Esto podría corresponder a una etapa de reorganización geopolítica del Inka, que significó traspasar el control de los valles de Arica de los Pacaje a los Caranga. Esta segunda etapa, de corte más imperial, se asociaría a la cerámica Inka más clásica que aparece más tardíamente en los valles occidentales (Schiappacasse y Niemeyer 1989).7 Las fuentes escritas del siglo dieciséis hablan del principal Cayoa, Cayoca o Cayuca, que tenía subordinados en la costa de Arica y valle de Lluta (Hidalgo y Focacci 1986). A su vez, Cayoa dependía de Chuqui Chambe, principal de la mitad hanansaya de los caranga, con centro en Turco (Hidalgo 1987: 290). Este panorama pudo ser una consecuencia de la reorganización política establecida por el Inka hacia fines del siglo quince o comienzos del dieciséis, sugerencia que requiere de contrastación arqueológica. 108 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela La situación del valle intermedio (chaupiyunga), en cambio, quedó fuera del área de control directo del Inka, ya fuera por resistencia de la población local o por una política propia del Estado de establecer una relación más de intercambio con esta zona, dada sus limitadas posibilidades para una explotación agrícola más intensiva, como la del valle fértil. Las piezas cerámicas importadas seguramente ingresaron mediante redes de intercambio, pero se utilizaron principalmente en contextos domésticos, mientras que los ámbitos ceremoniales fueron mucho más reacios a la utilización de estos bienes. Esta segregación evidentemente representa una decisión política interna de las poblaciones locales que no se plegaron al sistema ideológico del Inka. Mientras tanto, en el valle costero, la casi total ausencia de cerámica estilo Inka (1; 5.3%) (tabla 5) indicaría que estos enclaves no quedaron incorporados en el sistema y, como Covey (2000) sugiere para la costa entre Ilo-Ites del sur de Perú, el Inka debió establecer algún tipo de control indirecto para acceder o conseguir productos de la costa, tales como guano y pescado seco. Si se establecieron relaciones de intercambio, es evidente que la típica cerámica Inka no estaba incluida en los bienes de intercambio. Esto pudo ser consecuencia de una política del Estado de reservar estos bienes de prestigio para las poblaciones con las que establecía relaciones más directas; de lo contrario, significaría que los costeros prefirieron otro tipo de bienes o productos que no hemos reconocido en los restos arqueológicos. Recientemente, uno de los autores revisó la colección de cerámica que se conserva en el American Museum of Natural History de Nueva York del sitio costero llamado Playa Miller, excavado por Junius Bird (Bird 1943), correspondiente a los períodos Intermedio Tardío y Tardío. Cabe mencionar que entre los más de mil fragmentos analizados, correspondientes a los estratos superiores (A, B, C y D), se registran escasos fragmentos de estilo Inka (véase Bird 1943: figura 8c). Según nuestros esquemas predictivos, la distribución de la población en el valle de Lluta durante el período Tardío representa el patrón de distribución segmentada. Por un lado, en el valle fértil se ubican poblaciones que formaban parte de un sistema mayor plenamente integrado al Estado inka, mientras que en el valle intermedio (chaupiyunga) se polariza una población de tradición local, que se integra indirectamente al sistema estatal, lo que le permitió mantener una mayor independencia que la población del valle fértil. En el sector valle costero se parapeta o recluye una población de fuerte raíz local, que se mantiene aún más independiente del Estado. No obstante lo anterior, debemos señalar que estas propuestas seguramente serán mejoradas con nuevas investigaciones en el futuro, especialmente en relación con la microcronología de esta época tardía de la prehistoria que cubre alrededor de quinientos años (véase Pärssinen y Siiriäinen 1997; Schiappacasse Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 109 1999). También podrán afinarse los indicadores culturales de los grupos políticos interactuantes en los valles occidentales, dado que algunas de las tendencias estadísticas parecen ser el reflejo de un palimpsesto, en el que se confunde más de una época y grupo cultural. Estudios estilísticos sobre la textilería y la cerámica, como los que viene realizando Uribe (2000), pueden ayudarnos a definir mejor las variaciones tempo-espaciales, sin descuidar la manera como se extrapolan las variaciones estilísticas para documentar y explicar los procesos de cambio cultural (Earle 1990; Plog 1990). Agradecimientos Este trabajo ha contado con el apoyo de los proyectos Fondecyt 1950961, 1970597 y 1000457. Algunas versiones de este manuscrito recibieron el beneficio de comentarios críticos en el XIII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Córdova, octubre de 1999; III Jornada de Historia Andina, Universidad de Valparaíso, Viña del Mar, 13 y 14 de octubre de 1999; y 50 Congreso Internacional de Americanistas, Simposio Arq-8, Varsovia, 10 a 14 de julio del 2000. Se agradece los comentarios de Jorge Hidalgo, Bernardo Arriaza y de los participantes del Primer Taller Andino del Instituto de Investigaciones Andinas, Cajamarca, agosto del 2000. El estudio de la colección de Playa Miller, conservada en el American Museum of Natural History de Nueva York, se realizó gracias a una beca del propio museo y del proyecto Mecesup UTA 9903, otorgada al primer autor, quien agradece la cordialidad de Sumru Aricanli y la hospitalidad de Craig Morris, que fue la persona que gestó la visita al museo. Finalmente, agradecemos y felicitamos a John Topic por mantenerse firme en la publicación de este volumen, a pesar de las vicisitudes de su propia vida. La revisión final del manuscrito se realizó en el marco de una beca del Endeavour Research Fellowships, de Australia, lo que permitió tener acceso a las bibliotecas de la University of New England en Armidale, The Australia National University y The National Museum of Australia, en Canberra, en calidad de profesor visitante. 1. Calogero M. Santero es miembro del Instituto de Alta Investigación, Departamento de Antropología & Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto, Universidad de Tarapacá, Arica, Chile; Álvaro Romero es magíster en antropología, Universidad de Tarapacá, Universidad Católica del Norte, Arica; Vivien G. Standen es miembro del Departamento de Antropología de la Universidad de Tarapacá; y Daniela Valenzuela ha cursado un doctorado en antropología, Universidad Católica del Norte, Universidad de Tarapacá. 110 2. 3. 4. 5. 6. 7. Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela Sólo en la localidad de Chapija en Lluta hemos reconocido sitios arqueológicos ocupados durante el Intermedio Tardío y el Tardío. Se están llevando a cabo estudios arqueológicos en estos distritos de la sierra. Esta muestra forma parte de un conjunto mayor de cuarenta sitios inventariados en el valle de Lluta con componentes cerámicos, que suman un total de 5,625 fragmentos analizados. Los sitios que no se incluyen en el análisis son poco diagnóstico, con baja densidad de materiales de superficie o correspondientes a otras épocas culturales. El estándar 221, no descrito en la sección correspondiente, corresponde a una pasta de arcillas muy bien seleccionadas, arenosas y de granulometría fina, de origen local; se emplea en la construcción de jarros pequeños con decoración Gentilar, como los descritos por Bird (1943: figura 6, h, i, j) Recientes excavaciones en este sitio (9 m2 en seis recintos), han establecido que la ocupación inicial es de época tardía. Por esta razón asumimos que los datos de esa área arqueológica corresponden al período Tardío. Tres fechas por termoluminiscencia de fragmentos Saxamar provenientes de poblados del valle de Camarones se distribuyen entre el 1320 d.C. y el 1400 d.C. Cuatro fragmentos de estilo Inca Altiplánico Circumlacustre se ubican entre los años 1420 d.C. y 1560 d.C. (Schiappacasse y Niemeyer 1989: 76). Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío Figura 1. División ecológica de la hoya hidrográfica del valle de Lluta. Fuente: Cartografía Digital IGM 1956. 111 Figura 2. Distribución de sitios arqueológicos estudiados, habitacionales y cementerios, de los sectores costero, bajo e intermedio (chaupiyunga) del valle de Lluta. Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío Figura 3. Sector valle costero. Sitio Porvenir 2. Figura 4. Sector valle fértil. Sitio Molle Pampa. 113 114 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela Figura 5. Sector valle intermedio (chaupiyunga). Figura 6. Grupos estilísticos de cerámica: (a-d) estilos Arica; (e-f) estilo Charcollo (grupo estilístico Serrano); (g-j) grupos estilísticos Negro sobre Rojo; (k) estilo Saxamar; (l-n) estilo Inka (grupo estilístico Tardío). Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 115 Figura 7. Recinto circular sitio Milluni, patrón de asentamiento III (P. A. III), sector valle intermedio (chaupiyunga). Figura 8. Modelo predictivo: (a) patrón de distribución espacial heterogénea: estima una distribución espacial continua de conjuntos diferentes de rasgos culturales; (b) patrón de distribución espacial segmentada: estima una distribución espacial discontinua, polarizada de conjuntos distintos de rasgos culturales. 116 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela Figura 9. Histograma de estándares de pasta asociadas a patrón de asentamiento I (P. A. I) y cementerios (cem.), sectores valle costero, fértil e intermedio (chaupiyunga), período Intermedio Tardío. Figura 10. Histograma de grupos estilísticos de la cerámica, asociados a patrón de asentamiento I (P. A. I) y cementerios (cem.), sectores valle costero, fértil e intermedio (chaupiyunga), período Intermedio Tardío. Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 117 Figura 11. Histograma de estándares de pasta asociados a patrón de asentamiento II (P. A. II), patrón de asentamiento III (P. A. III) y cementerios (cem.), sectores valle costero, fértil e intermedio (chaupiyunga), período Tardío. Figura 12. Histograma de grupos estilísticos de la cerámica asociados a patrón de asentamiento II (P. A. II), patrón de asentamiento III (P. A. III) y cementerios (cem.), sectores valle costero, fértil e intermedio (chaupiyunga), período Tardío. 118 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela Tabla 1. Listado de sitios habitacionales y cementerios estudiados del valle de Lluta. Se indica el tipo de sitio, período y número de fragmentos de cerámica analizados Sitio Tipo de sitio Período Núm. fragmentos 47 Lluta 01 Santa Lucía Cementerio Intermedio Tardío Lluta 68 Porvenir 1 Patrón asentamiento I Intermedio Tardío 76 Lluta 79 Porvenir 2 Patrón asentamiento I Intermedio Tardío 124 Lluta 04 Rosario Viejo Cementerio Intermedio Tardío 47 Lluta 12 Oleoducto Cementerio Intermedio Tardío 88 Lluta 17 Guancarane Este Cementerio Intermedio Tardío 49 Lluta 33 Caquena Oeste Cementerio Intermedio Tardío 74 Lluta 45 Cardones Cementerio Intermedio Tardío 68 Lluta 67 Areneros El Morro Cementerio Intermedio Tardío 24 Lluta 04 Rosario Viejo Patrón asentamiento I Intermedio Tardío 239 Lluta 12 Oleoducto Patrón asentamiento I Intermedio Tardío 26 Lluta 17 Guancarane Este Patrón asentamiento I Intermedio Tardío 92 Lluta 30 Km 37 Patrón asentamiento I Intermedio Tardío 219 Lluta 31 Km 37 ½ Patrón asentamiento I Intermedio Tardío 256 Lluta 06 El Morro Cementerio Tardío 81 Lluta 34 Caquena Este Cementerio Tardío 43 Lluta 47 Bocanegra Bajo Cementerio Tardío 104 Lluta 48 Bocanegra Km 40 Cementerio Tardío 165 Lluta 03 Villa Olga Patrón asentamiento II Tardío 91 Lluta 11 El Morro Patrón asentamiento II Tardío 115 Lluta 34 Caquena Este Patrón asentamiento II Tardío 150 Lluta 57 Km 41 Patrón asentamiento II Tardío Total valle costero 247 Total valle fértil 343 2,274 Lluta 44 Molinos Oeste Patrón asentamiento I Intermedio Tardío Lluta 21 Millune Cementerio Tardío 222 21 Lluta 22 Millune Oeste Cementerio Tardío 256 Lluta 41 Chapisca Patrón asentamiento II Tardío 172 Lluta 42 Taipymarka Patrón asentamiento II Tardío 107 Lluta 19 Sora Patrón asentamiento III Tardío 352 Lluta 21 Millune Patrón asentamiento III Tardío 510 Total valle intermedio 1,640 Total 4,161 Tabla 2. Frecuencia de fragmentos cerámicos según grupos decorativos y estándares de pasta, en sitios arqueológicos analizados Grupos decorativos Sitio Arica Lluta 01 Santa Lucía Lluta 03 Villa Olga Lluta 04 Lluta 04 Rosario Viejo (cementerio) Rosario Viejo (asentamiento) 1 71 16 Lluta 11 El Morro 3 Lluta 17 Lluta 17 Lluta 19 Lluta 21 Lluta 21 Sora Millune (cementerio) Millune (asentamiento) 18 3 4 Lluta 12 Serrano O.G.P. 2 1 3 3 S.D. Total 17 47 42 91 1 42 12 6 20 5 97 51 E.P.H. Total 4 38 4 1 30 7 8 20 6 47 3 7 29 6 2 47 136 239 8 38 134 47 12 239 67 81 1 44 25 3 18 29 53 2 115 58 23 7 88 47 20 115 2 75 88 24 26 1 11 12 1 34 49 3 28 15 3 22 64 92 2 45 18 5 22 92 4 228 352 9 58 121 148 12 4 352 13 21 6 5 6 2 2 331 510 37 58 196 195 19 2 3 10 12 8 16 1 1 9 5 5 13 8 91 94 6 1 E-500 O.E.P 6 1 33 E-400 10 1 53 E-220 1 1 8 E-210 1 11 9 Hispana 3 2 El Morro Lluta 12 Inka 27 Lluta 06 Oleoducto (cementerio) Oleoducto (asentamiento) Guancarane Este (cementerio) Guancarane Este (asentamiento) Negro s/Rojo Estándares de pasta 1 81 26 49 21 5 510 sigue... ... viene Grupos decorativos Sitio Arica Negro s/Rojo Inka Serrano O.G.P. Estándares de pasta Hispana S.D. Total E-210 E-220 E-400 E-500 O.E.P E.P.H. Total 204 219 1 20 82 104 12 3 10 226 256 3 26 117 94 6 10 256 3 65 74 4 13 23 28 3 3 74 34 43 8 5 16 11 3 Lluta 30 Km. 37 6 8 1 Lluta 31 Km. 37 ½ 6 9 1 Lluta 33 Caquena Oeste 2 2 1 1 Lluta 34 Caquena Este 1 7 1 Lluta 34 Caquena Este 1 85 2 9 53 150 80 34 8 24 4 150 Lluta 41 Chapisca 25 13 38 3 7 86 172 37 28 54 41 12 172 Lluta 42 Taipymarka 12 7 8 Lluta 44 Molinos Oeste 8 11 2 Lluta 45 Cardones 22 6 2 Lluta 47 Bocanegra Bajo 1 5 28 2 3 Lluta 48 Bocanegra Km 40 8 5 38 1 Lluta 57 Km. 41 11 6 11 2 Lluta 67 Areneros El Morro 3 Lluta 68 Porvenir 1 6 Lluta 79 Porvenir 2 Total O.G.P.: Otros grupos prehispánicos S.D.: Sin decoración 2 1 277 44 43 3 75 107 10 11 35 40 8 3 107 4 1 194 222 8 12 89 103 9 1 222 1 1 36 68 4 13 15 17 18 1 65 104 22 25 22 30 5 104 6 107 165 48 24 45 40 8 165 7 306 343 14 23 106 195 5 343 16 24 4 11 6 2 68 76 56 16 3 3 1 188 219 2 2 7 529 1 1 3 113 124 191 79 2932 4161 O.E.P.: Otros estándares prehispánicos E.P.H.: Estándares poshispánicos 1 353 2 108 12 2 448 1624 1380 277 1 68 24 76 124 79 4161 Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 121 Tabla 3. Resumen de frecuencia y porcentaje de fragmentos de cerámica por zona geográfica y tipo de asentamiento, períodos Intermedio Tardío y Tardío Cerámica Tipo de sitio Sin decorar N.º % Decorada N.º Total % Período Intermedio Tardío P. A. I valle costero 181 90.5 19 9.5 200 17 36.2 30 63.8 47 Subtotal valle costero 198 80.2 49 19.8 247 P. A. I valle fértil 654 81.9 145 18.1 799 Cementerio valle fértil 268 77.7 77 22.3 345 Subtotal valle fértil 922 80.6 222 19.4 1144 P. A. I valle intermedio 194 87.8 27 12.2 221 Subtotal valle intermedio 194 87.8 27 12.2 221 1314 81.5 298 18.5 1612 P. A. II valle fértil 495 72.9 184 27.1 679 Cementerio valle fértil 273 70.9 112 29.1 385 768 72.2 296 27.8 1064 P. A. II valle intermedio 161 58.3 115 41.7 276 P. A. III valle intermedio 559 65.5 294 34.5 853 Cementerio valle intermedio 130 46.9 147 53.1 277 Subtotal valle intermedio 850 60.5 556 39.5 1406 Total Tardío 1618 65.5 852 34.5 2470 Total general 2932 71.8 1150 28.2 4082 Cementerio valle costero Total Intermedio Tardío Período Tardío Subtotal valle fértil Tabla 4. Frecuencia y porcentaje de estándares de pasta en ámbitos domésticos y ceremoniales, período Intermedio Tardío Estándares de pasta Valle costero P. A. I N.º Valle fértil Cem. % N.º P. A. I Valle intermedio Cem. P. A. I % N.º % N.º % N.º % Estándar 210 1 0.5 0 0.0 12 1.5 11 3.2 8 3.6 Estándar 220 2 1.0 4 8.5 87 10.9 40 11.6 12 5.4 Estándar 400 164 82.0 38 80.9 389 48.7 164 47.5 89 40.3 Estándar 500 28 14.0 4 8.5 275 34.4 95 27.5 103 46.6 5 2.5 1 2.1 36 4.5 35 10.1 9 4.1 200 100.0 47 100.0 799 100.0 345 100.0 221 100.0 Otros estándares Total P. A. I: Patrón de asentamiento I Cem.: Cementerio Tabla 5. Frecuencia y porcentaje de grupos estilísticos en ámbitos domésticos y ceremoniales, período Intermedio Tardío Grupos estilísticos Valle costero P. A. I Valle fértil Cem. Valle intermedio P. A. I Cem. P. A. I N.º % N.º % N.º % N.º % 13 68.4 27 90.0 90 62.1 50 64.9 8 29.6 Negro sobre Rojo 0 0.0 0 0.0 33 22.8 10 13.0 11 40.7 Inka 1 5.3 0 0.0 3 2.1 4 5.2 2 7.4 Serrano 0 0.0 0 0.0 4 2.8 2 2.6 2 7.4 Otros estilos 5 26.3 3 10.0 15 10.3 11 14.3 4 14.8 19 100.0 30 100.0 145 100.0 77 100.0 27 100.0 Arica Total P. A. I: Patrón de asentamiento I Cem.: Cementerio N.º % Tabla 6. Frecuencia y porcentaje de estándares de pasta en ámbitos domésticos y ceremoniales, período Tardío Estándares de pasta Valle costero P. A. II Valle intermedio Cem. P. A. II P. A. III Cem. N.º % N.º % N.º % N.º % Estándar 210 142 20.9 79 20.5 47 17.0 46 5.4 7 2.5 Estándar 220 77 11.3 54 14.0 39 14.1 116 13.6 17 6.1 Estándar 400 151 22.2 127 33.0 89 32.2 317 37.2 96 34.7 Estándar 500 292 43.0 106 27.5 81 29.3 343 40.2 53 19.1 17 2.5 19 4.9 20 7.2 31 3.6 104 37.5 679 100.0 385 100.0 276 100.0 853 100.0 277 100.0 Otros estándares Total P. A. II: Patrón de asentamiento II P. A. III: Patrón de asentamiento III Cem.: Cementerio N.º % Tabla 7. Frecuencia y porcentaje de grupos estilísticos en ámbitos domésticos y ceremoniales, período Tardío Estándares de pasta Arica Negro sobre Rojo Inka Serrano Otros estilos Total Valle costero P. A. II Valle intermedio Cem. P. A. II P. A. III Cem. N.º % N.º % N.º % N.º % N.º % 16 8.7 14 12.5 37 32.2 150 51,0 124 84.4 9 4.9 10 8.9 20 17.4 84 28.6 11 7.5 124 67.4 74 66.1 46 40.0 22 7.5 1 0.7 7 3.8 3 2.7 3 2.6 17 5.8 6 4.1 28 15.2 11 9.8 9 7.8 21 7.1 5 3.4 184 100.0 112 100.0 115 100.0 294 100.0 147 100.0 P. A. II: Patrón de asentamiento II P. A. III: Patrón de asentamiento III Cem.: Cementerio 126 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela Referencias citadas A LDENDERFER, Mark S. y Charles STANISH 1993 “Domestic Architecture, Household Archaeology, and the Past in the South-Central Andes”. En M. S. Aldenderfer, Domestic Architecture, Ethnicity and Complementarity in the South-Central Andes. Iowa City: University of Iowa Press. AUFDERHEIDE, Arthur y Calogero M. SANTORO 1999 “Chemical Paleodietary Reconstruction: Human Populations at Late Prehistoric Sites in the Lluta Valley of Northern Chile”. En Revista Chilena de Historia Natural 72: 237-250. AYALA, Patricia y Mauricio URIBE 1996 “Caracterización de dos tipos cerámicos ya definidos: Charcollo y Chiza Modelado”. En Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología 22: 24-28. BERENGUER, José 2004 Caravanas, interacción y cambio en el desierto de Atacama. Santiago de Chile: Sirawi Ediciones, Museo Chileno de Arte Precolombino. BIRD, Junius 1943 Excavations in Northern Chile. Anthropological Papers of the American Museum of Natural History, núm. 38, part 4. Nueva York. BRONK, Ramsey C. 2000 Oxcal Program v. 3.5. Software de distribución gratuita (disponible en: http://www.rlaha.ox.ac.uk/orau/index.htm). CALDERARI, Milena 1991 “El concepto de estilo en ceramología: la tradición estilística santamariana en los pucos de La Paya”. En M. M. Podestá, M. I. Fernández y S. F. Renard de Coquet (eds.), El arte rupestre en la arqueología contemporánea. Buenos Aires. COVEY, R. Alan 2000 “Inka Administration of the Far South Coast of Peru”. En Latin American Antiquity 11: 119-138. D’A LTROY, Terence N. 1992 Provincial Power in the Inka Empire. Washington y Londres: Smithsonian Institution Press. Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 127 D’A LTROY, Terence N. y Ronald A. BISHOP 1990 “The Provincial Organization of Inka Ceramic Production”. En American Antiquity 55: 120-137. DAUELSBERG, Percy 1960 “Reconocimiento arqueológico de los valles de Lluta, Vítor y la zona costanera de Arica”. En Boletín Museo Regional de Arica 4: 1-8. 1969 “Arqueología de la zona de Arica: secuencia cultural y cuadro cronológico”. En Actas del IV Congreso Nacional de Arqueología Chilena. La Serena. 1972a “La cerámica de Arica y su situación cronológica”. En Chungara 1-2:17-24. 1972b “Sobre la problemática arqueológica de Arica, carta respuesta a Luis Guillermo Lumbreras”. En Chungara 1-2: 32-37. DAUELSBERG, Percy; Luis BRIONES ; Sergio CHACÓN ; Eric VÁSQUEZ ; y Luis Á LVAREZ 1975 “Los grandes geoglifos del valle de Lluta”. En Revista Universidad de Chile, Sede Arica 3: 13-16. DE UGARTE, Milagros 2000 “Identificación de maderas de postes arqueológicos del Horizonte Intermedio Tardío”. Manuscrito en poder de los autores. DÍAZ VIAL, Carlos; Sergio A LCAYAGA CASALI ; Carlos AVILÉS SOMMERS ; Eduardo MELÉNDEZ AGUIRRE ; Alfonso NOGUEIRA CORREA; Alberto VALDÉS FÁBRES ; y Leonel LEÓN R AMÍREZ 1958 “Reconocimientos de suelos del valle del río Lluta”. En Agricultura Técnica 18 (2): 305-354. DILLEHAY, Tom 1976 “Competition and Cooperation in a Prehispanic Multi-Ethnic System in the Central Andes”. Tesis de Ph.D. Austin: The University of Texas. 1987 “Estrategias políticas y económicas de las etnias locales del valle del Chillón durante el período prehispánico”. En Revista Andina 5 (2): 407-456. DORSEY VINTO, Sheila 1997 “Dietary Analysis of Coprolites from the Lluta Valley in Arica, Chile”. Tesis de master. Lincoln: Department of Anthropology, University of Nebraska. 128 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela DURSTON, Alan y Jorge HIDALGO 1997 “La presencia andina en los valles de Arica, siglos XVI-XVIII: casos de regeneración colonial de estructuras archipielágicas”. En Chungara 29: 249-273. E ARLE, Timothy 1990 “Style and Iconography as Legitimation in Complex Chiefdoms”. En M. W. Conkey y C. A. Hastorf (eds.), The Use of Style in Archaeology. Cambridge: Cambridge University Press. FOCACCI, Guillermo 1997 “Evidencias culturales andinas en registros arqueológicos de Playa Miller-3”. En Diálogo Andino 16: 101-122. GALLARDO, Francisco; Flora VILCHES ; Luis CORNEJO ; y Charles R EES 1996 “Sobre un estilo de arte rupestre en la cuenca del río Salado (norte de Chile): un estudio preliminar”. En Chungara 28: 353-364. GOLDSTEIN, Paul S. 1989 “Omo, a Tiwanaku Provincial Center in Moquegua, Peru”. Tesis de Ph.D. Chicago: Department of Anthropology, University of Chicago. H ARRIS, Olivia 1985 “Ecological Duality and the Role of the Center: Northern Potosí”. En S. Masuda, I. Shimada y C. Morris (eds.), Andean Ecology and Civilization, an Interpretative Perspective on Andean Ecological Complementarity. Tokio: University of Tokyo Press. H ASTINGS, Charles M. 1987 “Implications of Andean Verticality in the Evolution of Political Complexity: a View from the Margins”. En J. Haas, S. Pozorski y T. Pozorski, The Origins and Development of Andean State. Cambridge: Cambridge University Press. HIDALGO, Jorge 1986 “Indian Society in Arica, Tarapacá and Atacama, 1750-1753, and its Response to the Rebellion of Tupac Amaru”. Tesis de Ph.D. Londres: Department of History, University of London. 1987 “Cacicazgos del sur occidental andino: origen y evolución colonial”. En R. D. Drennan y C. Uribe (eds.), Chiefdoms in the Americas. Maryland: University Press of America. Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 129 HIDALGO, Jorge y Alan DURSTON 1998 “Reconstitución étnica colonial en la sierra de Arica: el cacicazgo de Codpa, 1650-1780”. En Actas del IV Congreso Internacional de Etnohistoria, tomo II. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú. HIDALGO, Jorge y Guillermo FOCACCI 1986 “Multietnicidad en Arica, s. XVI. Evidencias etnohistóricas y arqueológicas”. En Chungara 16/17: 137-147. JIMÉNEZ DE LA ESPADA, Marcos 1965. Relaciones geográficas de Indias-Perú I. Biblioteca de Autores Españoles, tomo 183. Madrid: Ediciones Atlas. JULIEN, Catherine, J. 1985 “Guano and Resources in Sixteenth-Century Arequipa”. En S. Masuda, I. Shimada y C. Morris (eds.), Andean Ecology and Civilization, an Interpretative Perspective on Andean Ecological Complementarity. Tokio: University of Tokyo Press. K ELLER, Carlos 1946 El departamento de Arica. Santiago: Zig-Zag. K LOHN, Wulf 1972 Hidrografía de las zonas desérticas de Chile. Santiago: Programa Naciones Unidas para el Desarrollo. LOYOLA, Rodrigo, Calogero M. SANTORO y Álvaro ROMERO 1998 “Socioeconomic Inferences from Analysis of Late Intermediate and Late Period Spindle Whorls of the Lluta Valley, Northern Chile”. Paper presented at the 63rd. Annual Conference of the Society for American Archaeology. Seattle. LUMBRERAS, Luis Guillermo 1974 “Los reinos post-Tiwanaku en el área altiplánica”. En Revista del Museo Nacional 40: 55-85. Lima. 1981 Arqueología de la América andina. Lima: Editorial Milla Batres. LLAGOSTERA, Agustín 1976 “Hipótesis sobre la expansión incaica en la vertiente occidental de los Andes meridionales”. En H. Niemeyer (ed.), Homenaje al Dr. Gustavo Le Paige S. J. Antofagasta: Universidad del Norte. 130 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela MEGGERS, Betty J. y Clifford EVANS 1980 “Un método cerámico para el reconocimiento de comunidades pre-históricas”. En Boletín Museo del Hombre Dominicano 14: 57-73. República Dominicana. MORRIS, Craig y Donald THOMPSON 1985 Huánuco Pampa: An Inka City and Its Hinterland. Nueva York: Thames and Hudson. MUNIZAGA, Carlos 1957a “Descripción y análisis de la cerámica y otros artefactos de los valles de Lluta, Azapa y Vítor”. En R. P. Schaedel (ed.), Arqueología chilena, contribución al estudio de la región comprendida entre Arica y La Serena. Santiago: Universidad de Chile. 1957b “Secuencias culturales de la zona de Arica (comparación entre las secuencias de Uhle y Bird)”. En R. P. Schaedel (ed.), Arqueología chilena, contribución al estudio de la región comprendida entre Arica y La Serena. Santiago: Universidad de Chile. MUÑOZ, Iván 1986 “La cultura Arica: un intento de visualización de relaciones de complementariedad económica-social”. En Diálogo Andino 6: 29-43. 1989 “Perfil de la organización económico-social de la desembocadura del río Camarones: períodos Intermedio Tardío e Inca”. En Chungara 22: 85-111. MUÑOZ, Iván y Juan CHACAMA 1988 “Cronología por termoluminiscencia para los períodos Intermedio Tardío y Tardío en la sierra de Arica”. En Chungara 20: 19-45. 1991 “El Inca en la sierra de Arica”. En Actas del XII Congreso Nacional de Arqueología Chilena I. Temuco: Museo Regional de la Araucanía. MURRA, John V. 1962 “An Archaeological ‘restudy’ of an Andean Ethnohistorical Account”. En American Antiquity 28: 1-4. 1972 “El control de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las sociedades andinas”. En J. Murra (ed.), Visita de la Provincia de León de Huánuco (1562), Iñigo Ortiz de Zúñiga, Visitador. Volumen 2. Huánuco: Universidad Hermilio Valdizán. Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 131 1976 “Los límites y las limitaciones del ‘archipiélago vertical’ en los Andes”. En H. Niemeyer (ed.), Homenaje al R. P. Gustavo Le Paige S. J. Santiago: Universidad del Norte. 1985 “The Vertical Archipelago Revisited”. En S. Masuda, I. Shimada y C. Morris (eds.), Andean Ecology and Civilization, an Interpretative Perspective on Andean Ecological Complementarity. Tokio: University of Tokyo Press. 2002 “El Tawantinsuyu”. En El mundo andino, población, medio ambiente y economía. Lima: IEP, Pontificia Universidad Católica del Perú. NIEMEYER, Hans y Virgilio SCHIAPPACASSE 1989 “Patrones de asentamiento incaicos en el norte grande de Chile”. En T. Dillehay y P. Netherly (eds.), La frontera del Estado inca. Proceedings of the 45th Congreso Internacional de Americanistas, Bogotá, Colombia, 1985, BAR International Series 142. Oxford. NIEMEYER, Hans, Virgilio SCHIAPPACASSE e Iván SOLIMANO 1972-1973 “Patrones de poblamiento en la quebrada de Camarones”. Actas del VI Congreso de Arqueología Chilena. En Boletín de Prehistoria, número especial: 115-137. Santiago. NÚÑEZ, Lautaro 1989 “Hacia la producción de alimentos y la vida sedentaria (5.000 a.C. a 900 d.C.)”. En J. Hidalgo, V. Schiappacasse, H. Niemeyer, C. Aldunate e I. Solimano (eds.), Culturas de Chile, desde la prehistoria hasta los albores de la conquista. Santiago: Andrés Bello. NÚÑEZ, Lautaro y Tom D. DILLEHAY 1995 Movilidad giratoria, armonía social y desarrollo en los Andes meridionales: patrones de tráfico e interacción económica. Antofagasta: Universidad Católica del Norte. PÄRSSINEN, Martti 1992 Tawantinsuyu. The Inka State and Its Political Organization. Studia Histórica 43. Societas Histórica Finlandiae. Helsinki. PÄRSSINEN, Martin y Ari SIIRIÄINEN 1997 “Inka-Style Ceramics and their Chronological Relationship to the Inka Expansion in the Southern Lake Titicaca Area (Bolivia)”. En Latin American Antiquity 8: 255-271. 132 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela PEASE, Franklin 1981 “Las relaciones entre las tierras altas y la costa sur del Perú: fuentes documentales”. En S. Masuda (ed.), Estudios etnográficos del Perú meridional. Tokio: University of Tokyo Press. 1985 “Cases and Variations of Verticality in the Southern Andes”. En S. Masuda, I. Shimada y C. Morris, Andean Ecology and Civilization, an Interpretative Perspective on Andean Ecological Complementarity. Tokio: University of Tokyo Press. PLATT, Tristan 1987 “Entre ch’axwa y muxsa, para una historia del pensamiento político aymara”. En Tres reflexiones sobre el pensamiento andino. La Paz: Hisbol. PLOG, Stephen 1990 “Sociopolitical Implications of Stylistic Variation in the American Southwest”. En M. W. Conkey y C. A. Hastorf, The Use of Style in Archaeology. Cambridge: Cambridge University Press. R ICE, Prudence M. 1987 Pottery Analysis: a Sourcebook. Chicago: University of Chicago Press. R IVERA, Mario 1984 “Altiplano and Tropical Lowland Contacts in Northern Chile Prehistory: Chinchorro and Alto Ramírez Revisited”. En D. Browman, R. Burger y M. Rivera, Social and Economic Organization in the Prehispanic Andes. BAR International Series 194. Oxford. 1991 “The Prehistory of Northern Chile: a Synthesis”. En Journal of World Prehistory 5 (1): 1-47. R IVIÈRE, Gilles 1979 “Intercambio y reciprocidad en Carangas”. En Antropología 1: 85-113. ROMERO, Álvaro “Ocupación multiétnica en la sierra de Arica: arquitectura, uso del espa1999 cio y distribución cerámica en el poblado arqueológico de Huaihuarani”. En Boletín-e AZETA (http://www.uta.cl/masma/azeta/huai_frs.html). 2002 “Cerámica doméstica del valle de Lluta: cultura local y redes de interacción inka”. En Chungara 34: 191-213. Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 133 2003 “El pukara de Caillama, sus chulpas de barro y el control político de la sierra de Arica”. En Textos Antropológicos 14 (2): 83-103. 2005 “Organización social y economía política en la prehistoria tardía de los valles de Arica (1.100 d.C.-1.530 d.C.)”. Memoria para optar al título de arqueólogo, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología, Universidad de Chile. Santiago. ROMERO, Álvaro, Calogero SANTORO y Mariela SANTOS 2000 “Asentamientos y organización sociopolítica en los tramos bajo y medio del valle de Lluta”. En Actas del Tercer Congreso de Antropología Chilena, tomo II. Santiago: Colegio de Antropólogos de Chile. ROSELLO, Eugenia F. 2000 “Distribución de la vegetación a lo largo del transecto Milluni-costa de Arica”. Manuscrito en poder de la autora. ROSTWOROWSKI, María 1972 “Etnías guancayo en el valle del Chillón”. En Revista del Museo Nacional 38: 250-314. Lima. 1989 Costa peruana prehispánica. Segunda edición. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. 1993 Ensayos de historia andina. Élites, etnias y recursos. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. ROTHHAMMER, Francisco; Claudio SILVA; José A. COCCILOVO ; y Silvia QUEVEDO 1986 “Una hipótesis provisional sobre el poblamiento de Chile basada en el análisis multivariado de medidas craneométricas”. En Chungara 16-17: 115-118. ROTHHAMMER, Francisco y Calogero M. SANTORO 2001 “El desarrollo cultural en el valle de Azapa, extremo norte de Chile, y su vinculación con los desplazamientos poblacionales altiplánicos”. En Latin American Antiquity 12: 59-66. SALOMON, Frank 1985 “The Dynamic Potential of the Complementarity Concept”. En S. Masuda, I. Shimada y C. Morris, Andean Ecology and Civilization, an Interpretative Perspective on Andean Ecological Complementarity. Tokio: University of Tokyo Press. 134 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela 1986 “Vertical polities on the Inka frontier”. En J. V. Murra, N. Wachtel y J. Revel, Anthropological History of Andean Polity. Cambridge: Cambridge University Press. SANTORO, Calogero M. 1995 “Late Prehistoric Regional Interaction and Social Change in a Coastal Valley of Northern Chile”. Tesis de Ph.D. Pittsburgh: Department of Anthropology, University of Pittsburgh. 2000 “El Formativo de la región de valles occidentales del área Centro Sur Andina (sur Perú-norte de Chile)”. En P. Ledergerber-Crespo (ed.), Formativo sudamericano, una reevaluación. Quito: Ediciones Abya-Yala. SANTORO, Calogero, Álvaro ROMERO, Eugenia F. ROSELLO, Vivien G. STANDEN, Mariela SANTOS y Amador TORRES 2000 “Catastro de sitios arqueológicos del valle de Lluta”. Informe final del proyecto Fondecyt 1970597. Manuscrito en posesión de los autores. SANTORO, Calogero, Álvaro ROMERO y Mariela SANTOS 2001 “Formas cerámicas e interacción regional durante los períodos Intermedio Tardío y Tardío en el valle de Lluta”. En Berenguer, J.; L. Cornejo; F. Gallardo y C. Sinclaire (eds.), Segundas Jornadas de Arte y Arqueología. Santiago: Museo Chileno de Arte Precolombino. SANTORO, Calogero M., Álvaro ROMERO, Vivien G. STANDEN y Amador TORRES 2004 “Continuidad y cambio en las comunidades locales, períodos Intermedio Tardío y Tardío, valles occidentales, área Centro Sur Andina”. En Chungara Revista de Antropología Chilena, volumen especial: 235-247. SANTORO, Calogero M., Sheila DORSEY VINTON y Karl J. R EINHARD 2003 “Inka Expansion and Parasitism in the Lluta Valley: Preliminary data”. En Memórias do Instituto Oswaldo Cruz 98 (Supppl. I):161-163. SANTORO M. Calogero, Verónica I. WILLIAMS, Daniela VALENZUELA, Álvaro ROMERO G. y Vivien G. STANDEN En prensa “An Archaeological Perspective on the Inka Provincial Administration from the South Central Andes”. En Malpass, Michael A. y Sonia Alconini, Marginal Provinces in the Inka Empire: Toward a Better Understanding of Inka Imperialism. Iowa Press. Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 135 SANTORO, Calogero M. y Paola G. SICLARI 1997 “Asentamiento y arquitectura del sitio Molle Pampa Este: intención o azar”. Manuscrito en poder de los autores. SCHIAPPACASSE, Virgilio 1999 “Cronología del Estado inca”. En Estudios Atacameños 18: 133-140. SCHIAPPACASSE, Virgilio y Hans NIEMEYER 1989 “Avances y sugerencias para el conocimiento de la prehistoria tardía de la desembocadura del valle de Camarones (región Tarapacá)”. En Chungara 22: 63-84. 1997 “Continuidad y cambio cultural en el poblado actual colonial e inca de Pachica, quebrada de Camarones”. En Chungara 29: 209-247. 2002 “Ceremonial Inca Provincial: el asentamiento de Saguara (cuenca de Camarones)”. En Chungara 34: 53-84. SCHIAPPACASSE, Virgilio, Victoria CASTRO y Hans NIEMEYER 1989 “Los desarrollos regionales en el norte grande (1000 a 1400 d.C.)”. En Hidalgo, J.; V. Schiappacasse; H. Niemeyer; C. Aldunate e I. Solimano (eds.), Culturas de Chile, desde la prehistoria hasta los albores de la Conquista. Santiago: Andrés Bello. STANISH, Charles 1992 Ancient Andean Political Economy. Austin: University of Texas Press. SUTTER, Rick C. 2000 “Prehistoric Genetic and Culture Change: A Bioarchaeological Search for Pre-Inka Altiplano Colonies in the Coastal Valleys of Moquegua, Peru, and Azapa, Chile”. En Latin American Antiquity 11: 43-70. UHLE, Max 1919 “La arqueología de Arica y Tacna”. En Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, vol. III, núms. 7 y 8: 1-48. URIBE, Mauricio 1999 “La cerámica de Arica 40 años después de Dauelsberg”. En: Chungara 31: 189-228. 1999-2000 “La arqueología del Inka en Chile”. En Revista Chilena de Antropología 15: 63-97. 136 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela 2000 “Cerámicas arqueológicas de Arica: II etapa de una reevaluación tipológica (períodos Intermedio Tardío y Tardío)”. En Actas del XIV Congreso Nacional de Arqueología Chilena, tomo II. Copiapó: Museo Regional de Copiapó y Sociedad Chilena de Arqueología. VALENZUELA, Daniela, Álvaro ROMERO y Calogero M. SANTORO 2004 “Arte rupestre en asentamientos del período Inka en los valles de Lluta y Azapa, norte de Chile”. En Chungara 36: 421-437. VALENZUELA, Daniela, Luis BRIONES y Calogero M. SANTORO 2006 “Arte rupestre en el paisaje: contextos de uso del arte rupestre en el valle de Lluta, norte de Chile, períodos Intermedio Tardío y Tardío”. En Fiore, Dánae y Mercedes Podestá (eds.), Tramas en la piedra. Producción y usos del arte rupestre. Buenos Aires: Sociedad Argentina de Antropología. VAN BUREN, Mary 1996 “Rethinking the Vertical Archipelago”. En American Anthropologist 98: 338-351. WASON, Paul K. 1994 The Archaeology of Rank. Cambridge. Cambridge University Press WILLIAMS, Verónica, Calogero M. SANTORO, Álvaro L. ROMERO G., Jesús GORDILLO, Daniela VALENZUELA y Vivien G. STANDEN “Mecanismos de dominación inka en los valles occidentales y noroeste En prensa argentino”. En Jennings, Justin y Augusto Belán Franco (eds.), Actas Simposio Internacional de Arqueología del Área Centro Sur Andina. Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos. CALOGERO M. SANTORO / Discusión C. Santoro: En el último número del Latin American Antiquity, Alan Covey de Michigan compara los valles del sur peruano y del norte de Chile. En los valles del sur de Perú afirma que a veces hay un control directo y otras un control indirecto. También menciona —lo que me parece más interesante— que hay ciertos segmentos de los valles cercanos a la costa donde la población se mantuvo muy independiente, por lo que sus patrones de vida fueron poco afectados por el sistema incaico. Ahora, para el caso de Arica puedo decir que —fuera de este valle de Lluta sin instalaciones incas— en la parte serrana sí se constata inversiones específicas del Estado incaico, como el camino real, ligado a tambos, chaskiwasis y qolqas. Por ejemplo, está el gran tambo Zapahuira —grande para los estándares locales— a menos de dos kilómetros del camino, y un sector de qolqas a menos de cuatro kilómetros del camino. Obviamente, es posible que en Zapahuira funcionara un centro administrativo que controlara cierta producción y actividades en los valles bajos de Lluta y Azapa. Pero posiblemente ese centro administrativo funcionó con población local. Cuando uno revisa las estadísticas de la cultura material, como la cerámica de esos centros administrativos, las cerámicas locales (estilos Arica) y especialmente las serranas (estilos Inca, Charcollo y Chilpe) tienden a ser mayoritarias. Si uno se deja impresionar por la cerámica de origen incaico, se puede llegar a concluir: “este es un asentamiento inca, con asesores o burócratas incaicos”. Yo no creo que ese fuera el caso de Zapahuira y pienso que hay que ser muy cuidadosos con los análisis estadísticos para poder establecer las relaciones de fuerza entre el Estado y las comunidades. M. Rostworowski: Cuando has dicho que la parte media era de los coles, ¿de dónde viene esa interpretación? Los documentos no lo mencionan. C. Santoro: Justamente, una de las cosas que hemos hecho es tratar el tema desde la arqueología y por eso yo he dejado la parte [etnohistórica] abierta. Lo que yo me estoy preguntando es lo siguiente: la discontinuidad que estamos viendo en la distribución de las distintas formas de producción y decoración de la cerámica, ¿responde a un fenómeno de multietnicidad?; ¿es consecuencia de que se trataba de distintos grupos étnicos que interactuaban en el valle? Luego, ¿cuán visibles son estos grupos en los documentos?, y al revés, ¿cuán visibles, arqueológicamente, 138 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela son los grupos señalados en los documentos? Por ejemplo, conversaba este mismo tema con Tristan Platt y él me contaba lo que sabemos de la experiencia de Olivia Harris en el norte de Potosí, donde el manejo y acceso discontinuo a los espacios ecológicos verticales es un patrón que se repite en todos los ayllus. También los datos que tenemos para la costa norte del Ecuador, descrita por Salomon, son interesantes: cuando bajaban al valle, los agricultores de la sierra pedían permiso a su cacique, y una vez allí, se transformaban en “vallesteros”. Lo mismo pasa con los macha: bajan al valle, dejan de ser serranos y se transforman en “vallunos”. Lo que quiero resaltar es que el serrano es completamente absorbido por el sistema cultural local, por lo que quedan escasas posibilidades de registrar o identificar la presencia de los forasteros en los valles. Entonces, puede que aquí también nos pase lo mismo: que en algunos casos tengamos una población serrana que está bajando al valle, pero cuya presencia material se pierde en el contexto de la cultura material local, o simplemente adopta las formas locales. Pero lo más interesante es que aquí, a diferencia de los ejemplos mencionados, tenemos una discontinuidad espacial en los componentes de la cultura material, lo que no parece ser un simple efecto del muestreo; es esta discontinuidad la que interpretamos como un reflejo de poblaciones con modalidades diferentes de producción, o con preferencias distintas respecto de ciertos asuntos, o con accesos diferenciados a redes de intercambio regional. Esto es lo más importante. M. Rostworowski: Eso es muy claro y me parece algo pan-andino: la discontinuidad constante. Pero respecto a los coles, yo he encontrado documentos en el archivo de Moquegua que dicen que la zona principal de los coles es la región de Moquegua, que va más o menos de Camaná a Tarapacá y que es una franja bastante angosta, de veinte leguas como máximo. Pero no sé lo que pasa en los otros valles. No he visto documentos. ¿Los coles seguían más al sur? C. Santoro: Bueno, la documentación la va a discutir Jorge Hidalgo en su ponencia. Lo que queremos decir sobre esta franja del valle fértil es que es distinta en sus componentes culturales a la franja más baja y a la más alta. M. Rostworowski: La discontinuidad es algo constante en toda la zona andina. Y por eso, el territorio es un asunto que se debe investigar más: es algo muy complejo que no tiene que ver con los ejemplos del Viejo Continente. S. E. Moreno: Yo creo que ya es tiempo de abandonar el modelo de la sierra sobre la costa que subrayó John Murra, especialmente. En el caso de Quito, en alguna ocasión propuse que el problema de la no existencia de un desarrollo regional, así Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 139 como en la sierra sur de Colombia y central norte de Ecuador, podría deberse a que la actividad de los volcanes debilitó demográficamente a la región porque la gente tuvo que migrar. Los franceses han hecho los estudios correspondientes y, efectivamente, entre el 600 a.C. y el 900 d.C. hay una mayor actividad volcánica y una fuerte disminución demográfica. Nosotros tenemos una propuesta interesante sobre el valle de Quito. Pensamos que luego de haber sido casi despoblado, fue una especie de colonia de la cultura Tumaco-La Tolita, que dominaba ese espacio para controlar especialmente la ruta de la obsidiana, porque las grandes minas de obsidiana están cerca de Quito. Ese es un elemento que habría que tener en cuenta: que no sólo los serranos dominaron a los costeños sino que también podía suceder lo opuesto, como en este caso. El otro punto que yo quería poner en claro es que yo creo que el influjo inca en la cerámica depende del tiempo de ocupación. El caso de Ecuador es interesante: la zona cañari tiene un gran influjo de la cerámica inca, mientras que la zona norte tiene un influjo mínimo. Resulta que en la parte sur los incas estuvieron cincuenta años, mientras que en la parte norte sólo estuvieron unos veinte o 18 años. Yo creo que depende mucho de eso. Pero también depende de si los sitios fueron ocupados por mitmaqs olleros. Creo que los que hacían cerámica inca no eran necesariamente incas, sino más bien mitmaqs olleros al servicio de los incas. J. Topic: Regresando al caso de Calogero Santoro, me parece que hay como una gradiente: en la costa hay una abundancia de cerámica local, que va disminuyendo hacia el interior, aunque llega a estar presente en la sierra. En la costa también hay cerámica serrana y otros tipos de cerámica que se van incrementando a medida que se avanza hacia la sierra. ¿Cómo estás interpretando la evidencia cerámica? C. Santoro: En realidad, no sólo hay una gradiente de costa a sierra, porque la cerámica decorada de origen local también tiene predominancia en la parte más alta del valle que llamamos el sector intermedio o chaupiyunga. En cambio, acá [muestra en un cuadro el sector “valle fértil”], hay un momento —el Período Tardío— en el que la cerámica local pierde totalmente fuerza y es reemplazada por la cerámica incaica. Al comienzo, mi hipótesis era que en la medida en que nos alejáramos de la desembocadura del valle hacia el interior, encontraríamos menos patrones de origen local y más de origen foráneo. Pero en realidad ese patrón no se da en los registros arqueológicos. Hay un salto en el valle fértil, donde el Inca tuvo un mayor interés por las mejores posibilidades de producción que en el valle alto y que en la parte más baja. 140 Calogero M. Santoro, Álvaro Romero G., Vivien G. Standen y Daniela Valenzuela J. Topic: Pero, ¿qué sucede en el período Intermedio Tardío, antes de los incas?, ¿estás hablando de dos períodos o de uno solo? C. Santoro: En algunos casos, podemos distinguir la época de los asentamientos sobre la base de la presencia o ausencia de cerámica de origen incaico. Cuando tenemos cerámica de origen incaico, podemos decir que pertenecen al período Tardío con seguridad. El problema es que estos componentes han sido “barridos” por recolecciones sesgadas de cerámica decorada de la superficie, por lo que sobre la base de la ausencia de cerámica inca es complicado adscribir a un sitio exclusivamente al Intermedio Tardío, ya que pudo continuar ocupado hasta la época Tardía. M. Rostworowski: Yo creo que hay que seguir discutiendo en qué medida y contexto la costa y la sierra son complementarias, porque ese es un patrón que va variando a lo largo de todo el mundo andino, a lo largo de cada valle, de cada lugar. No se puede generalizar. Por ejemplo, en una época hay una supremacía del elemento costeño que sube a la sierra y luego los serranos echan a los costeños; y en cada valle se produce de manera distinta. L. Salazar: Yo quería continuar con la diferenciación de la cerámica, porque como ocurre con frecuencia con lo inca, hay cerámica clásica inca y cerámica derivada. ¿Te estás refiriendo solamente a lo Inca Clásico?, porque si entiendo correctamente, tú también tienes el componente inca altiplánico de los saxamar, que es Pacaje. C. Santoro: No en el valle bajo. El componente inca, con sus variables locales, es significativamente importante en el valle fértil, donde representa casi un 70% de la cerámica decorada en el período Tardío, asociado al patrón de asentamiento II. L. Salazar: En cuanto a las formas de la cerámica Saxamar o Pacaje, ¿se ha hecho algún estudio de ellas durante el Intermedio Tardío y el Horizonte Tardío? C. Santoro: No, el problema es que la cantidad de fragmentos que tenemos para identificar las formas es tan pequeña que con los análisis estadísticos fue difícil establecer un patrón. Pero las formas son las clásicas: el puco de paredes evertidas y el plato o escudilla. Interacción social en los períodos Intermedio Tardío y Tardío 141 J. I. Santillana: Esta hipótesis que has presentado sobre la presencia inca en el valle fértil, ¿sería para obtener productos especializados? ¿Es que la presencia inca en los valles, en general, reorganiza la producción agrícola? Una de las maneras de reorganizar la producción es la reorganización del espacio mediante la construcción de andenes. En unas de tus vistas, he visto que había terrazas que están sembradas. ¿Se ha podido comprobar si eran terrazas incas? C. Santoro: No, en todo este segmento bajo del valle la agricultura funciona con terrazas. Pero no es la terraza típica andina con una canalización compleja. El problema es que todas estas terrazas están ocupadas hasta el día de hoy por los agricultores. La posibilidad de poder identificar evidencias prehispánicas del uso de ese espacio es mínima, a diferencia de lo que se observa en la sierra, donde hay una gran cantidad de canales y terrazas que están abandonados, que no se cultivan actualmente, por lo que posiblemente son de origen prehispánico.