NÚMERO 17-18
Tiempos y espacios en el turismo del siglo XXI...hacia el
ciberturismo
Alfonso González Damián
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
González Damián , A.: Tiempos y espacios en el turismo del siglo XXI...hacia el
ciberturismo en Revista de la Universidad Cristóbal Colón Número 17-18, edición
digital a texto completo en www.eumed.net/rev/rucc/17-18/
Tiempos y espacios en el turismo del siglo XXI...
hacia el ciberturismo 1
Alfonso González Damián2
Resumen
La estructura territorial del turismo de manera convencional reconocida se
está transformando debido a la llegada de nuevas tecnologías de
información y comunicación (TIC). Esta situación muy probablemente,
modificará los tiempos en que se desarrolla la actividad y los significados
sociales que se atribuyen a los roles de anfitrión y turista.
INTRODUCCIÓN
han configurado escenarios en los que se observa
un territorio adaptado a ello: atractivos turísticos,
vías y medios de transporte, infraestructura de
servicios para el turista, instituciones de fomento
y regulación de la actividad. Sin embargo, en los
próximos años, estas estructuras territoriales
cambiarán en la medida en que cambie la
naturaleza del turismo. El presente documento
profundiza en algunos de los aspectos que trae
co nsigo esta transfo rmació n d el turismo ,
partiendo desde un punto de vista sociológico,
pero considerando aspectos que aproximan la
reflexión a otras disciplinas como la geografía, la
antropología, la economía y la comunicación.
El turismo, actividad que surge en el siglo XIX y
adquiere las características con que hoy se conoce
a partir del siglo XX, comienza a vivir una serie de
transformaciones con la llegada de las nuevas
TIC. Los cambios radicales en la estructura
territorial en que se distribuye el turismo —sitios
de origen y destino turístico—, así como en la
división del tiempo humano que le diera origen
—tiempo libre y tiempo de trabajo—, llevan a una
reformulación de la actividad que va más allá de
lo que en un primer vistazo podría suponerse.
Aún hoy lo que caracteriza a la actividad turística
son los viajes desde un sitio de residencia habitual
hacia otro de destino temporal, en los que a partir
de la interacción de dos entidades, turista y
anfitrión, se construye una red de nexos,
significados y prácticas que con el paso del tiempo
El documento se ha elaborado en cinco apartados;
inicia con la ubicación del objeto en un marco de
análisis sociológico, con una exposición detallada
de la relación turista-anfitrión. De este marco se
deducen los elementos fundamentales que
1 Ponencia aceptada en el “ GT 9 Cibergeografía: territorios y territorialidad” del II Congreso OnLine del Observatorio para la
Cibersociedad. “ ¿Hacia qué sociedad del conocimiento?” Noviembre, 2004.
2 Docente Investigador de la Universidad Cristóbal Colón, Veracruz, México.
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caracterizan hoy la relación turística en dos
categorías: espacio y tiempo. Por último, se hace
una previsión del rumbo que podría tomar la
actividad para transformarse en algo nuevo que
bien podría denominarse ciberturismo.
—más de una noche— (Organización Mundial de
Turismo ). To d o s ello s, más que facto res
explicativos de la actividad, parecen ser límites
con fines cuantitativos, cuyo objetivo sería llevar
una contabilidad de los viajeros turísticos,
distintos a los viajeros no turísticos.
1. El turismo, concepto moderno occidental
El turismo es una expresión de la sociedad
contemporánea, fruto de una serie de condiciones
que favorecieron su aparición y crecimiento. En la
mayor parte de la literatura especializada en el
tema turístico se hace referencia al momento en
que se origina la actividad, se discute que no todos
lo s v iajes p ued en co nsid erarse turístico s
(Fernández Fúster, 1992), pues los viajes que
realizaron los colonizadores, las expediciones de
guerra, las migraciones o las exploraciones,
forman parte de la historia de la naturaleza
humana, pero no tuvieron en su época ni las
dimensiones, ni las características de los viajes
que hoy forman parte de la actividad turística; de
otro modo, cualquier viaje tendría que ser
considerado turístico, incluso aquellos que
realizan lo s nó mad as, lo s migrantes, lo s
exploradores, entre otros.
Luis Lavaur (1974), propone la búsqueda del
origen de la actividad en el origen del vocablo tour
en inglés, tomado del latín tornare, que hacía
referencia en los siglos XVI y XVII al “ grand tour”
que realizaban los jóvenes aristócratas ingleses
por el continente, especialmente por Francia e
Italia. Con ello, el viaje turístico tendría que verse
como una actividad con fines de intercambio
cultural que se elige libremente.
En este orden de ideas, el turismo tendría tres
componentes fundamentales que le diferencian
de otro tipo de viajes: la masificación, la libertad
— o cio co m o otium — y la finalid ad d e
conocimiento mediante la observación. Esta
postura frente al turismo es la que se ha adoptado
no necesariamente de forma deliberada en gran
parte de los análisis sociales del turismo, desde la
sociología, la antropología, la economía o la
historia. Asimismo, es la perspectiva privilegiada
por la política internacional para caracterizar al
turismo, centrado en las actividades que realiza el
viajero (Hiernaux, 2000). Es claramente una visión
sesgada hacia el centro, es decir, desde el
Occidente, desde la ciudad, desde los dominantes
económicamente, desde los hombres, por lo tanto,
es parcial y evidencia en sí misma una tendencia e
ideología.
Existe, sin embargo, un cierto consenso (Cooper,
1992; McIntosh y otros,1999; Acerenza, 1991;
Molina, 1991; Knebel, 1984; Smith, 1992) en ubicar
el surgimiento del turismo en el siglo XIX, en
coincidencia con los avances tecnológicos de la
industrialización, que condujeron a un mayor uso
de los ferrocarriles y de los barcos a vapor, los que
a su vez permitieron que los viajeros se
multiplicaran. En este sentido, el turismo se ha
entend id o co mo un fenó meno d e v iajes
masificados, ya sea por grandes cantidades de
viajeros o por grandes cantidades de viajes, o una
combinación de ambos. Algunos autores han
debatido sobre otros factores que distinguen a los
viajes turísticos, haciendo referencia a los fines
que persigue el viajero —descanso, recreación,
placer— (Cohen, 1999), al tipo de viaje —de ida y
vuelta— (Ortuño, 1966), a las condiciones del
viaje —utilizando servicios turísticos— e, incluso,
al tiempo que se permanece fuera de la residencia
Fue hasta mediados del siglo XX en que los viajes,
como actividad del individuo, dejaron de ser el
motivo de principal interés, cuando se hablaba de
turismo y se comenzaron a introducir las
preocupaciones por los impactos que ya no
necesariamente eran beneficio so s para la
población residente. Ello obligó a que la visión se
ampliara y se incluyeran diversos elementos y
factores explicativos del turismo, no sólo
centrados en las actividades del visitante. Así, el
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turismo se ha analizad o d esd e d iv ersas
perspectivas disciplinarias Jafari (1981), el
turismo involucra hoy temas variados, cuestiones
de naturaleza distinta, pero que en conjunto
refieren algún elemento de la relación turistaanfitrión (Smith, 1992), de las actividades (Leiper,
1990; Farell, 2004), de cada uno de ellos como tales
y de sus evidencias en el tiempo y el espacio
(Dann, Nash y Pearce, 1988).
individuos, organización, incluso la previsión de
la futura o posible presencia de individuos que
provienen de comunidades distintas a la propia.
En general, el rol de anfitrión es una tipificación
de las acciones que lleva a cabo un individuo
frente al turista. En consecuencia, el turismo no es
otra cosa, sino la construcción social de la relación
entre ambos roles. Es, como los roles individuales,
una co nstrucció n so cial, un co njunto d e
interacciones tipificadas entre dos actores sociales
también tipificados. (Véase figura 1).
3
2. El turismo desde una
perspectiva de
sociología fenomenológica
El turismo, como hoy lo conocemos, es un
fenómeno que socialmente se identifica con el
desempeño de dos roles fundamentales: el de
an f itrió n y e l d e tu rista. A m b o s so n
construcciones sociales, en el sentido de que
actividades, actitudes, prácticas, significados,
representaciones, códigos y pautas de conducta
que identifican a cada rol, son idealmente
compartidos por muy diversos individuos a lo
largo de diversas comunidades. Así, los roles
“ existen” independientemente del individuo que
lo desempeñe. Los roles son tipificaciones de lo
que son los individuos, así como una distinción de
aquello que no son. Un turista no es a la vez su
anfitrión, del mismo modo que un anfitrión no es
a la vez turista, aunque su rol depende de la
existencia del alterno.
Figura 1. Construcción social del turismo
Anfitrión
Interacción
Anfitriones activos:
Gobierno, empresarios y
empleados del turismo y
sectores vinculados.
Anfitriones pasivos: Todos
los habitantes del SDT.
Turista
-Turista aislado
-Turista adaptado
Fuente: Elaboración propia
El rol de turista sólo se puede asumir en el nivel
individual a partir de la interacción con algún
anfitrión, sea algún individuo, grupo de personas,
organismo o empresa, incluso con la simple
presencia del turista, en un espacio que se
reconoce como propio de otros. En general, el rol
de turista es una tipificación de las acciones que
lleva a cabo un individuo de frente al anfitrión.
El turismo surge de las interacciones tipificadas
entre individuos que prefiguran, desempeñan,
prevén o suponen los roles de turista y anfitrión.
Desde esta perspectiva, el turismo es una
construcción social, cuyo carácter histórico está
ligado a la forma en que la sociedad da sentido a
ambos roles y a la interacción entre ellos, por lo
tanto, adquiere significados distintos en función
del contexto histórico-temporal y espacioterritorial en el que se ubique. Puesto que en esta
perspectiva el turismo depende de la construcción
social de los roles de turista y anfitrión, es
Por su parte, el rol de turista sólo se puede asumir
individualmente en el momento de la interacción
con el turista, sea éste un individuo, grupo de
3 En el campo de la sociología, las propuestas teóricas y metodológicas recientes de Berger y Luckmann (1997) aún pueden ser
consideradas de enfoque fenomenológico, debido a su origen vinculado a las ideas de Schutz y Husserl.
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entonces un producto de la sociedad, aunque
debería decir, con mayor propiedad, que los
“ tu ri sm o s” d e p e n d e n d e l as d i v e rsas
construcciones sociales de los roles de turista y
anfitrió n en d iv ersas co munid ad es y se
reconstruyen, se recrean, se reproducen con cada
momento de interacción.
sectores vinculados directa o indirectamente a
ella; las dependencias e instancias de gobierno
que fomentan y regulan la actividad; las
instituciones educativas, los organismos de
investigación, las organizaciones ciudadanas y los
organismos internacionales que se ocupan de su
análisis y fomento. Todos ellos constituyen su
fragmento de realidad a partir de su rol como
anfitrión; en este sentido son anfitriones activos
en la relación turística.
Esto implica que las actividades del anfitrión,
como anfitrión, pueden incluir algunas que no
suponen que se encuentre en presencia del turista,
pero que son realizadas con tal previsión,
posibilidad o intención. Del mismo modo, las
actividades del turista, como turista, incluyen
aquellas que presuponen, presumen, implican o
prevén la presencia del anfitrión, ya sea en tiempo
precedente o simultáneo a la visita turística. En un
sentido amplio, el turismo se da en el momento en
que exista alguno de los dos actores centrales,
puesto que cualquiera de ellos existe únicamente
como tal, desde el punto de vista social, en función
del otro. Esto quiere decir que el surgimiento del
turismo va ligado a la elaboración social de los
roles de turista y anfitrión.
Por su parte, están también los anfitriones
pasivos, quienes propiamente no desempeñan un
rol que les identifique como tales; sin embargo,
son quienes se constituyen como el espejo, el otro
frente al que se identifica el turista. Se trata de los
habitantes del sitio de destino turístico, a quienes
en última instancia visitan los turistas y quienes
de manera consciente o tácita permiten la visita de
estos últimos y comparten sus recursos con ellos.
En el rol de turista se incorporan todos los viajeros
que abandonan temporalmente su sitio de
residencia habitual y se trasladan a otro, en el que
propiamente desempeñan este rol. El ser turista
podría parecer un modo menor de ser, esto es, un
rol social con el que apenas es necesario
identificarse; sin embargo, Hiernaux (2000) hace
un análisis detallado de lo que en la vida cotidiana
aporta el tiempo dedicado al turismo a la
construcción social de la realidad; en él observa
que “ en una creciente valorización del tiempo del
ocio, las sociedades actuales han aprendido que se
puede enfrentar la lógica del trabajo y generar
espacios de mayor autonomía” , con lo que destaca
que la relevancia fundamental, constitutiva del
turismo y, particularmente, del rol de turista, va
mucho más allá de la simple “ puesta en escena”
de un papel con el que nadie encuentra
identificación alguna.
Ambos roles tienen la peculiaridad de que se han
construido socialmente en comunidades diversas,
pero interconectadas por los viajes que realizan
los turistas. Los conceptos se han construido
simultáneamente tanto en las comunidades de
origen como en las de destino de los turistas. Este
p eculiar carácter transco munitario en la
construcción del concepto se da sólo en otro caso
en la sociedad: el de las migraciones.
En el rol de anfitrión, se incluye a distintos actores
sociales (González Damián, 2003); en primera
instancia quienes desempeñan el rol de manera
activa, con el conocimiento de que su rol como
anfitrión se da en la interacción turística: los
empresarios del turismo y de actividades
económicas vinculadas a él, como son los
hoteleros, los restauranteros, los agentes de viajes,
lo s o perado res de servicio s y atraccio nes
turísticas, parques temático s, museo s; lo s
empleados de toda la industria turística y de
En un análisis detallado del rol de turista, se
observa que se desempeña en distintas formas
típicas, dependiendo de las actividades realizadas
y la forma en que se establecen las relaciones con
el mundo de vida de los anfitriones. Una
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clasificación que presenta la diversidad de
posibilidades en estas relaciones, es la de Smith
(1992), quien habla de turistas integrados y no
integrados o aislados, dependiendo del grado en
que se relacionan con los anfitriones y la cultura
local. En un extremo se encuentran los totalmente
integrados —aventureros, mochileros— y, en el
otro, los turistas que aunque visitan un destino
turístico, lo hacen en una suerte de “ burbuja
protectora” , aislada de las normas, costumbres y
cultura local, en apartados servicios creados
exclusivamente para ellos, que operan de la forma
en que acostumbran en su sitio de residencia.
mismo destino, una visita a la zona arqueológica
de Teotihuacán, a pesar que se encuentra en otra
entidad federativa —provincia— .
Cualquier sitio que cuente co n v ías d e
comunicación hoy en día es un posible destino
para los viajeros turísticos y, al parecer, se muestra
una tendencia a seguir viajando, aun a pesar de los
problemas político-económicos que se viven en el
mundo de hoy, el tan señalado terrorismo y la
violencia hacia el extranjero representada de
forma clara en el miedo del turista occidental a ser
v íctima d e ataques d e fund amentalistas
musulmanes.
3. Comunidades de turistas y comunidades
anfitrionas: sus manifestaciones
A pesar de ello, es muy difícil en el mundo actual
que existan personas que nunca en su vida hayan
visto a un turista y son cada vez menos los que
nunca lo han sido, al menos por instantes durante
algún viaje. Es así que el turismo hoy puede ser
considerado como un fenómeno mundial y, a la
v ez , co mo un fenó meno inmerso en la
normalidad, en lo cotidiano. En este sentido, el rol
d e turista es cad a v ez más co mp artid o
globalmente y cada vez más asumido por los
individuos en algún momento de su vida. De este
hecho se desprende una realidad inobjetable: el
rol de turista es un concepto compartido por
diversas sociedades; sin embargo, sólo se
cristaliza en el momento en que los individuos lo
asu m e n y e s re c o n o c id o p o r su o tro
correspondiente: el anfitrión. De este modo, la
comunidad de sentido de los turistas tendría una
manifestación territorial tendiente a lo global, al
mundo entero, al menos al mundo occidental. En
tanto que la comunidad de vida en la que se
establecen realmente las relaciones turistaanfitrión es en la comunidad de vida del anfitrión,
en los sitios que se denominan destinos turísticos.
Como ya se ha dicho, prácticamente cualquier
sitio en el planeta entero es susceptible de
convertirse en destino turístico, por lo que las
comunidades de vida de los anfitriones se
transforman en sitios de destino turístico a partir
de la presencia de turistas, de forasteros que
asumen el rol de turistas.
En un mundo en el que los viajes están cada vez
más incorporados a la vida cotidiana del hombre,
en los que participan prácticamente todos los
pueblos del orbe, como lo permiten ver los datos
del turismo mundial: 700 millones de turistas
internacionales en el año 2002 y que, de acuerdo
con análisis de la (OMT,2004), representan apenas
el 20% de los viajes reales, puesto que el 80% se
realizan sin cruzar fronteras nacionales. Esto es
equivalente a afirmar que durante el año 2002, la
mitad de la población mundial realizó al menos
un viaje a algún destino tipo turístico. Un destino
turístico es, en general, cualquier sitio del mundo;
sobre todo hoy, con la expansión de las
co municacio nes, d e las v ías y camino s,
prácticamente cualquier sitio es susceptible de ser
visitado por turistas. En términos geoespaciales,
un destino turístico no se constriñe a las
demarcaciones políticas establecidas por las
comunidades, poblaciones, regiones, entidades,
países o provincias sino que obedece a una lógica
geográfico —espacial— turística que lo significa
como un solo destino; por ejemplo, para un turista
europeo, cuando visita México como destino los
atractivos turísticos incluidos van desde la ciudad
de México hasta Cancún, como si fuesen un
mismo sitio, a pesar que a estas ciudades las
separan más de 1500 kilómetros. En este mismo
sentido, un turista que viaja de Monterrey a la
Ciudad de México, consideraría, como parte del
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En el destino turístico se asienta la industria que
atiende a las necesidades y ofrece satisfactores a
los turistas, desde los aspectos básicos como
ho sp ed aje y alim entació n esp ecialm ente
preparados pensando en los visitantes forasteros,
hasta aquellos servicios y bienes que, si bien se
elaboran y proveen orientados a la población
local, complementan la oferta turística. En
términos económicos, la oferta turística se integra
por todos los servicios directamente orientados al
turista como hoteles, restaurantes, transporte
turístico, agentes y guías de turismo, y aquellos
bienes y servicios que satisfacen necesidades que
se les presentan pero que ya están establecidos en
el punto de destino: servicios bancarios, de
correos, gasolineras entre otros muchos.
anfitrión con el turismo; existen amplias zonas de
la ciudad o pueblo que no consideran como
territorio del turista. Estas percepciones de la
ciudad como propia, de “ nuestro” espacio, se van
formando con la vida cotidiana, a partir de la
experiencia diaria.
Por su parte, para los turistas, el territorio turístico
es percibido como aquél por el que libremente
puede recorrer la ciudad. Incluye aquellos sitios
en los que el turista desarrolla alguna de las
actividades propias de su viaje: alojamiento,
alimentación, descanso, recreación. Se le presenta
como un paisaje ajeno, pero que puede disfrutar
durante el tiempo que dure su estancia, y que se
extiende al territorio que recorrió para llegar al
sitio de destino: los caminos y vías terrestres,
aéreas y acuáticas que debió transitar para llegar.
Este conjunto de espacios se transforma en
imágenes y momentos que serán evocados como
parte de la vivencia del turista sobre el sitio
visitado. Son, en suma, los elementos que forman
la imagen con la que el turista identifica el sitio al
que v iajó . Estas imágenes p ued en o no
corresponder con lo que el anfitrión supone o con
lo que venden los mercadólogos del turismo.
La comunidad que recibe al turismo tiene una
relevancia fundamental, pues son los propietarios
del recurso de destino turístico a los cuales el
turista únicamente visita. Los habitantes de los
sitios de destino turístico son quienes organizan y
promueven el turismo a través de sus gobiernos e
instituciones y organismos supranacionales o no
gubernamentales, son quienes proveen la oferta
que satisface la necesidad del turista y quienes
hacen posible que el turismo exista como tal. Son
quienes reciben, en su caso, los beneficios o
perjuicios de la actividad y son también quienes,
voluntaria o involuntariamente, le dan forma al
estilo de turismo y de turista que acude a los
destinos.
Hay, desde luego, espacios que físicamente
coinciden, sin embargo, la forma en que son
co mp rend id o s, reco rrid o s, así co mo lo s
significados que les son atribuidos por parte de
los anfitriones o los turistas, los hacen mucho más
disímiles de lo que a simple vista pudiera parecer,
en este sentido, existen asimetrías en la forma en
que se caracteriza el territorio turístico, sea desde
la perspectiva de una o de otra de las partes. Es por
ello que muchas veces, el beneficio que puede o no
recibir una comunidad a partir de la presencia del
turismo resulta poco tangible.
En este sentido, los territorios del turismo son
aquellos en los que se manifiesta el turismo, a
partir de las prácticas de anfitriones como
anfitriones y de los turistas como turistas. Los
anfitriones, quienes residen en una localidad
visitada por los turistas, perciben como territorios
turísticos en su propia ciudad aquellos sitios en
los que se reúnen los turistas: las playas, los
parques naturales y recreativos, las plazas
públicas, los centros comerciales, los hoteles, los
restaurantes de cierta calidad “ turística” , los
aeropuertos, las terminales de autobuses. No
todos los espacios son compartidos por el
4. El tiempo del turismo, el tiempo del turista, el
tiempo del anfitrión
El turismo se construye en la interacción entre los
roles de turista y anfitrión, por lo tanto, en la
perspectiva que se ha venido desarrollando en
este documento, el turismo se efectúa para el
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turista durante su tiempo de descanso y, para el
anfitrión, en su tiempo de trabajo. Esta distinción
de los tiempos tiene origen en el concepto
occidental de que el tiempo de trabajo es el que
estructura la vida cotidiana de los pueblos y sus
ind iv id uo s. En el tiem p o d e d escanso ,
relativamente marginal, aunque creciente en los
últimos dos siglos, es en el que se origina el rol de
turista. Producto de la interacción de ambos roles
aparece el turismo como el encuentro de tiempos
de descanso-trabajo. Analíticamente, el tiempo
del turismo como construcción social se puede
esq u em atiz ar en tres m o m ento s: el d e
prefiguración, el de la interacción cara a cara y, un
tercero, que aquí denominaré de estructuración.
En el caso del turista, también se da este momento
de prefiguración del turismo; este momento no
exige la presencia física del anfitrión y, de hecho,
ni siquiera la realización de un viaje. El solo hecho
de que el individuo tenga la previsión de
realizarlo y, por tanto, de establecer interacciones
con anfitriones, es lo que caracteriza a este
momento. Las interacciones previstas son más o
menos estereotipadas, tipificadas a partir del
acervo social de conocimiento con que cuenta
respecto a determinado sitio de destino turístico.
El futuro turista prevé de manera distinta su rol
como turista cuando viajará a un destino de playa
que cuando viajará a las montañas, qué actividad
pretende realizar y la satisfacción que busca. Lo
común o coincidente en todo ello es la naturaleza
de la previsión, que se hace con base en lo que
o tro s sig nificativ o s, lo s turistas, le han
compartido directa o indirectamente; en este
sentido, tiene un referente social e histórico tanto
en el nivel individual como en el comunitario; sin
embargo, sólo se formula en la subjetividad del
turista. Es un momento orientado hacia el futuro,
pues es un momento que anticipa, que prevé, que
adelanta.
El p rim ero d e lo s m o m ento s, el d e la
prefiguración, tiene una orientación hacia la
internalización de la realidad, hacia lo subjetivo.
Tiene que ver con los momentos en los cuales no
hay presencia física de la entidad alterna a cada
uno de los roles en cuestión.
Cuando el turista no está presente frente al
anfitrión éste construye su realidad cotidiana con
la perspectiva de que en el futuro se encontrará
con el turista. Las actividades que realiza el
anfitrión, que le confieren una identidad como tal,
provienen de un acervo social de conocimiento
que es compartido por otros anfitriones y cada
individuo las asume desde su historia personal,
pero, también, desde la historia de su comunidad
de vida. En el trabajo, son los compañeros, los
colegas, los próximos significativos quienes
muestran e indican las formas “ correctas” de
atender a los turistas, los aspectos que “ son
buenos” para los turistas y aquello que se debe
preparar para atraerlos, atenderlos y obtener algo
de ellos. Es claro que este momento se da en las
comunidades anfitrionas de manera cotidiana, es
parte de la vida de quienes dedican su actividad a
la atención, organización y evaluación del
turismo en los sitios de destino. Es un momento
que, aunque se origina en una dimensión social,
sólo se establece y se formula en la subjetividad
individual.
El segundo momento es el que en la práctica da
origen al turismo; de hecho, es el punto de origen
de la realidad so cialmente co nstruida, la
interacción cara a cara entre individuos. En el
turismo, es el momento en que los roles dejan de
ser subjetivos y son asumidos en la acción
individual. Es el momento culminante del
turismo, pues aunque fugaz, es cuando se
presenta con carácter objetivo en el mundo de la
vida de cada individuo participante y su
evidencia se da en el tiempo presente. Desde
luego, las interacciones son múltiples y cada una
de ellas persigue un fin distinto, por lo que cada
individuo acude a un cúmulo de tipificaciones
que se hacen evidentes en el uso de símbolos,
lenguaje, actitudes y acciones que se toman desde
el acervo con que cuenta cada uno. En este
sentido, es un momento preestructurado; sin
embargo, es a su vez estructurante, puesto que
con cada interacción, los individuos aportan
55
elementos novedosos, que no necesariamente
provienen ni del acervo social, ni de la historia
individual, pro bablemente ni siquiera del
momento de prefiguración del turismo y que
tienen que ver con el nivel de la conciencia
individual y con el contexto en el que sucede la
interacción.
En esa proyección hacia el pasado, se puede
indagar directamente sobre las manifestaciones
del turismo en los sitios de destino turístico, pues
en ellos se pueden recuperar algunas de las
características de la relación turista-anfitrión en
cada época. Asimismo, es factible investigar a
través de la historia oral, la aparición y
conformación institucional —en su concepción
sociológica— del turismo y de los viajes, tanto en
sitios de destino turístico, como en sitios emisores
de viajeros turísticos.
La interacción turística se da en el turismo
moderno, postindustrial, en los sitios de destino
turístico, por lo que exige que el turista haya
realizado un viaje fuera de su lugar de residencia.
Esto, sin embargo, no siempre fue así y
probablemente no lo será por mucho tiempo;
sobre esto se hará énfasis en la siguiente sección
del documento. Aquí lo que interesa es destacar el
carácter fug az d e la interacció n misma,
co nsecuencia d e un v iaje, que ha sid o
caracterizad o co nvencio nalmente co mo la
condición necesaria para reconocer al turismo.
En toda la historia del turismo, la evidencia de la
actividad se ha concentrado en los sitios de
destino turístico y se ha desarrollado en los tres
tiempos aquí señalados, de manera secuencial y
acumulativa; sin embargo, en el siglo XXI esto
parecería estarse transformando, como resultado
de las nuevas tecnologías de información y
comunicación.
5. Ciberturismo: multiplicación de los espacios y
ruptura en la secuencialidad de los momentos
El tercer momento del turismo es el de la
estructuración; es un momento que tiende a
hacerse permanente, es el tiempo en que tanto
turistas como anfitriones dejan de tener un
significado individual, personal y se transforman
en actores típicos, que con sus actividades
construyen entidades sociales que se vuelven más
o menos permanentes a través del tiempo, a través
d e l a s c o n s ta n te s i n te r a c c i o n e s . L a s
manifestaciones físicas de este momento son las
más evidentes, pues pueden ubicarse claramente
en el territorio, en los sitios de destino turístico.
Son las que en otro campo se han llamado “ huella
ecológica” de la actividad humana. Tanto por las
m a n i f e s ta c i o n e s f í s i c a s c o m o p o r l a
estructuración de significados e identidades
so ciales, este m o m ento tiend e hacia la
objetivación, hacia lo externo del sujeto. Éste es el
momento que queda registrado en la historia, en
la identidad de la colectividad, en el carácter de
los pueblos, tanto de quienes viajan (Hiernaux,
2000), como de quienes reciben a los viajeros. Es
un momento que se acumula hacia el tiempo
pasado.
Durante casi dos siglos, el turismo se ha
caracterizado como una actividad que el hombre
puede realizar en su tiempo libre, esto es, en aquel
tiempo en el que no tiene que cumplir con
obligaciones de trabajo o relacionadas con él. El
turismo se ha realizado en el tiempo de descanso,
pues requiere de una separación de la actividad
cotidiana para llegar a un sitio de destino turístico.
Hoy, sin embargo, las cosas pueden ser muy
diferentes; a través de las tecnologías de
información y comunicación, los sitios distintos al
propio son accesibles de forma inmediata y
automática, lo cual tiene una doble implicación en
el caso del turismo: por una parte el turista ya no
está obligado a desplazarse para acudir a su
destino y disfrutar de sus paisajes o, por la otra,
cuando se desplazara a un sitio turístico, ya no
necesitaría regresar a su sitio de trabajo para
continuar con él. De hecho, muchos de los trabajos
actuales que só lo requieren una atenció n
telefónica o virtual ya no necesitan de un espacio
formal para oficinas, por lo que el turista podría
serlo de forma prácticamente permanente. Esto
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transforma de manera radical, la concepción del
turismo como consecuencia de la realización de
viajes durante el tiempo libre. En realidad, la
transformación es más profunda aún, pues la
línea que separa el tiempo libre del tiempo de
trabajo se vuelve cada vez más tenue, cuando no
desaparece por completo.
información, la secuencia de los momentos del
turismo se trastoca, el tiempo presente será el que
adquiera una preeminencia fundamental. Esto
significa, en el marco del presente análisis, que el
tiempo de la interacción, ya sea presencial o
mediada, será la forma hacia la que tienda la
acumulación de momentos. Esto supone breves
p e ri o d o s , c u an d o n o i n e x i s te n te s , d e
prefiguración, pero, también incide en una menor
posibilidad de estructuración. Esto será un
resultado previsible de la multiplicidad de
interacciones con alta indefinición de sitios de
procedencia y destino, lo que incidiría, muy
p ro b ab lem ente, en u n d esv anec im iento
acumulativo de las instituciones —nuevamente en
su concepto sociológico— y, con ello, de la
evidencia objetiva de los viajes y del turismo.
En la medida en que en los próximos años los
trabajo s acced an a nuev as y mejo rad as
tecnologías de información y comunicación se
posibilitará que las personas ya no requieran de
un espacio de trabajo en la oficina o la fábrica, así
co mo tamp o co d e un ho rario ríg id o o
preestablecido. Las horas de trabajo y las horas
libres se combinan en un todo, las semanas de
trabajo rompen su estructura actual y, a la larga,
incluso los períodos vacacionales, para el turismo
todavía de temporadas altas, tenderían a
desaparecer. Esto abre la puerta a un futuro
“ nuevo nomadismo” (Attali, 1992), en el que los
ind iv id uo s se d esp lazarían p o r d iv ersas
comunidades, combinando trabajo y turismo en
todo momento, de una manera más libre que la
que hoy se conoce.
Las tendencias actuales apuntan precisamente
hacia la aparición de este ciberturismo con
espacios múltiples y territorios indistintos para
anfitriones y turistas, así como a la muy probable
desaparición de las estructuras institucionales del
turismo como hasta ahora las conocemos. Esta
tendencia, co mo sucede co n to do aquello
vinculado al desarrollo tecnológico, se presentará
de manera desigual en las distintas sociedades;
algunas velozmente se acercan al ciberturismo, en
tanto que otras van quedando al margen, cada vez
más aisladas de él. Sin embargo, en el caso de la
actividad turística estas desigualdades, estos
desequilibrios llevarán, muy probablemente, a
momentos críticos en la elaboración de sentido
(Berger y Luckmann, 1967) para las diversas
c o m u nid ad es d e anf itrio nes y tu ristas.
N u e v am e n te , l as c o n se c u e n c i as so n
insospechadas aún, pero es claro desde ahora que
el turismo no permanecerá incólume.
El esquema de los viajes a través del territorio que
hoy caracteriza al turismo: origen-tránsitodestino -tránsito -o rigen difícilmente po dría
mantenerse, tanto turistas como anfitriones
estarían presentes —presencial o virtualmente—
de forma simultánea en sitios alternos de origen o
de destino, incluso en diversos sitios a la vez. Esta
nueva realidad tenderá a romper con las
estructuras vigentes hoy y con los significados
que se atribuye a los diversos sitios, lugares,
espacios por los que transcurre la actividad
turística. Supone la supresión de la dicotomía del
espacio —o rigen/ d estino — o , incluso , la
multiplicación —simultaneidad de lo virtual—
d e lo s mismo s. Las co nsecuencias en la
conformación de comunidades e identidades en
esta nueva realidad aún están por conocerse.
Si la manifestación territorial del turismo se
suprime/ multiplica con las tecnologías de la
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CONCLUSIONES
turistas-anfitriones y todas las combinaciones o
nuevos roles que surgieran en torno a ellos,
tendrán, evidentemente, un impacto importante
en la conformación de las comunidades de
sentido, de las identidades entre actores sociales
y, por consecuencia, de la sociedad misma. Muy
probablemente, bajo estas consideraciones, el
ciberturismo adquiera una categoría central en la
configuración social de los años por venir. Tal vez
nos encontramos, parafraseando a Lanfant (1978),
ante una ciber “ turistificación de las sociedades
actuales” .
El ciberturismo, que surge de manera incipiente
hoy, a partir de las tecnologías de información y
comunicación (TIC), se va constituyendo como
una forma distinta de comprender al turismo. La
diferencia fundamental se encuentra en el análisis
desde tres ejes fundamentales, los que a su vez
muestran una tendencia hacia la desaparición
completa del turismo como hoy se conoce o, al
menos, con los significados que tiene para la
sociedad postindustrial.
Los tres ejes sobre los que se desliza la
transformación del turismo hacia un posible
ciberturismo son:
1. La dilución de la línea que divide al tiempo de
trabajo del tiempo de descanso, la cual originó
históricamente los roles sociales de anfitrión y
turista.
2. La supresión / multiplicación del territorio en el
que se lleva a cabo el turismo, de manera
particular, desde la forma en que se concibe
estructuralmente para comunidades anfitrionas y
emisoras de turistas.
3. La ruptura de la secuencia de momentos del
turismo, con lo que se difumina la posibilidad
estru c tu rante d e la v iv enc ia tu rístic a,
fundamental en la construcción de identidades.
En el inicio del siglo XXI ya se manifiestan algunas
de estas transformaciones; sin embargo, en la
medida en que las tecnologías de información y
comunicación se vuelvan más cotidianas y
accesibles el cambio se acentuará y se dará en
breve tiempo.
La consecuencia de ello está, en principio, en una
necesidad de repensar las formas en que hoy se
comprende, promueve, regula y coordina la
actividad turística, las manifestaciones que
conlleva y sus impactos sobre el territorio y, en
general, su entorno social y natural.
Los espacios propios y ajenos compartidos por
anfitrio nes y turistas, anfitrio nes-turistas,
58
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