Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Intuición y empirismo

2013, in: Martínez del Castillo, Jesús (Hrsg.): Eugenio Coseriu (1921-2002) en los comienzos del siglo XXI, Analecta Malacitana, Anejo LXXXVI (2012), 99-115.

INTUICIÓN Y EMPIRISMO JOHANNES KABATEK Universidad de Tubinga 1. Introducción En un lugar de Alemania, digamos que fue en Berlín, en un congreso de lingüística románica, un conocido colega, hablando de la cuestión de la universalidad de los signos lingüísticos y de lo particular de cada lengua, decía que el gran problema de la escuela coseriana era esa idea aún presente de la lengua como algo tremendamente extraordinario, idea que según él tenía su origen en una concepción anticuada, romántica en algún modo, humboldtiana ciertamente y que en el fondo derivaba de la exaltación de la lengua nacional y la idea decimonónica de la nación. Hablar, decía, no era más que repetir algo ya anteriormente dicho, repetición y memorización, producto de un desarrollo particular del sistema cognitivo, eso sí, pero tampoco nada más: todas las teorías de lenguaje modernas coincidían, precisaba, en otorgar un papel mucho menos especial al lenguaje y a considerarlo simplemente como fenómeno de continuo desarrollo desde los primates, sin salto cualitativo. De manera semejante y para dar otro ejemplo, el filósofo Manfred Frank, uno de los grandes conocedores de la historia de la filosofía del lenguaje, crítico de la fe ciega en las nuevas tendencias neurobiológicas y experto en Schleiermacher, decía precisamente con respecto a este último que Coseriu había exagerado el papel otorgado por Schleiermacher al lenguaje y que las evidencias neurobiológicas actuales habían demostrado que el lenguaje no era para nada tan particular y extraordinario como creíamos los propios humanos1. Un tercer ejemplo: acabamos de entregar un grupo de lingüistas de Tübingen un texto a la Deutsche Forschungsgemeinschaft, el organismo independiente pero estatal que da apoyo a la investigación en el gran concurso alemán de lucha por los Campus de excelencia, un texto en el que pedimos millones de euros justificándolo con la posibilidad – dada, como decimos, en la actualidad como nunca – de por fin dar explicaciones fundadas en datos objetivos acerca de lo que el lenguaje realmente es, de cómo funciona una lengua y cómo la interacción lingüística desde el cerebro humano. Y esto gracias a las nuevas metodologías de la psicolingüística por un lado y los métodos cuantitativos por otro – y, sobre todo y en estrecha relación con ambos – gracias al desarrollo de la tecnología informática. Debo confesar que como coautor del texto, a pesar de mi profundo escepticismo, firmé aquel escrito sabiendo que esta argumentación nos daría altísimas posibilidades de lograr nuestro objetivo y de conseguir los fondos tan deseados. Todos sabemos que en esta retórica del “por fin estamos en condiciones de dar un salto cuántico” hay siempre algo de estrategia. Pero es que actualmente el desarrollo tecnológico se ha acelerado verdaderamente de tal manera que se comprende el entusiasmo con el que algunos saludan las nuevas posibilidades metodológicas. Por otra parte, hay un discurso cínico de rechazo por principios por parte de algunos que piensan que el principio del nihil novi no se rompe por muy acelerado que sea el avance tecnológico. Pero ambos extremos son peligrosos, y me parece que tanto como es peligrosa la exagerada fe ciega en lo nuevo, nadie se puede permitir la arrogancia de sonreír frente a la nueva ola empirista y decir que ya lo sabíamos todo desde Aristóteles y que la nueva moda ya pasará. Los grandes fondos para proyectos, las revistas llamadas prestigiosas, el poder, por decirlo de la forma más directa, está más del lado de los empiristas que del lado de los escépticos que muchos de los empiristas consideran un grupo de anacrónicos que simplemente no se han dado cuenta aún de por donde van las tendencias actuales. Hay un fenómeno discursivo entre ciertos lingüistas de la vieja escuela que conviene combatir por un lado y cuidar por otro: la convicción de que la visión tradicional de las cosas es la adecuada y que en el fondo los que con entusiasmo siguen las nuevas tendencias están equivocados; según cual sea la 1 “Coserius […] starke Fixierung auf Humboldt, auch Saussure, gilt nach der Wendung der analyt. Philosophie für überholt. Selbst und gerade Neurowissenschaftler und Hirnforscher bestreiten die überaus hohe Bedeutung, die Coseriu der Sprache für die Ausbildung cognitiver Fähigkeiten zugedacht hat. Nach langen und intensiven Forschungen zumal über Schleiermachers Sprachphilosophie teile ich inzwischen diese Überzeugungen.” (comunicación personal, 11-II-2008) 1 posición propia se mira con desprecio hacia los generativistas, hacia los de la semántica formal, hacia los de la lingüística cuantitativa, hacia los cognitivistas, sociolingüistas, pragmaticistas, en fin, se mira con desprecio hacia casi todos menos hacia uno mismo. Este discurso de rebeldía contra todos en defensa del edificio propio sería justificable únicamente desde una perspectiva claramente superior, de conocimiento profundo de los errores fundamentales de los demás y de una convicción que lo propio sigue en pie y hasta sale fortalecido después de los debates con los demás. Frecuentemente, en cambio, observamos la tendencia de colocar esa convicción antes del debate. Precisamente, frente a algunas de las opiniones que acabamos de exponer, el objetivo de las siguientes líneas es hablar del nuevo empirismo, de las nuevas tendencias y de las nuevas posibilidades, no desde la arrogancia del que piensa ya saber todo sin haber mirado lo que realmente hay de nuevo, sino desde la mirada crítica del que quiere saber si realmente podemos acercarnos más a las cosas desde una perspectiva nueva, del que quiere tener, en el fondo, argumentos apoyando su propia convicción, pero que está dispuesto, al mismo tiempo, a abandonar su postura si hay otra más convincente. Con respecto a los tres aspectos que vamos a discutir a continuación existen ideas fundamentalmente opuestas que podemos yuxtaponer de la manera siguiente: I. El lenguaje es un fenómeno que hay que estudiar empíricamente (y solo empíricamente). Las nuevas metodologías permiten por fin estudiar también empíricamente los procesos cognitivos. II. La lingüística debe ser una ciencia exacta como otras. Ya es hora de que se apliquen los estándares metodológicos correspondientes también en lingüística. III. Los seres humanos solo son animales con un sistema cognitivo altamente desarrollado pero en principio no diferente del de otros primates. Tenemos que enterrar una vez por todas el mito que nos hace creer que somos algo tan extraordinario. El lenguaje se manifiesta empíricamente como ergon, pero en gran parte no es inmediatamente observable – a pesar de las nuevas tecnologías. La lingüística es una ciencia hermenéutica. No puede ni debe prescindir de la intuición humana como base de cualquier investigación. Los seres humanos somos diferentes de cualquier otro animal; el lenguaje humano es esencialmente diferente de los sistemas semióticos de otras especies. Como ya se habrá visto, me inclino hacia las ideas expuestas en la columna derecha. Pero antes de decidir si realmente representan una visión más adecuada de las cosas, miremos algunos campos de innovación de la lingüística actual. 2. El nuevo empirismo: EEG, MEG, fMRI y demás Las ciencias de la cultura, dice Eugenio Coseriu2, son fundamentalmente distintas de las ciencias naturales ya que, en las ciencias culturales, nosotros mismos somos los creadores del objeto de investigación mientras que los objetos de las ciencias naturales son objetos externos, ajenos a nosotros y solo observables desde fuera. Así, los seres humanos tenemos una idea de lo que es el lenguaje, de lo que es una lengua, un dialecto, e incluso hay ideas intuitivas de fenómenos más específicos como la sílaba, la frase o el fonema. En las ciencias naturales, la única forma de llegar a conocer las cosas es mediante hipótesis, observación y experimento. Un ejemplo que da Coseriu es el del agua que hierve a cien grados, algo que no podemos saber intuitivamente, sino que tenemos que averiguar por comprobación, como la composición de un mineral o la existencia o no existencia de los neutrinos y su velocidad supuestamente más alta que la de la luz (al final debida a un error). Con lo cual Coseriu no quiere decir que no haya que buscar la objetividad en las ciencias culturales y que el conocimiento intuitivo sea ya científicamente adecuado. Coseriu cita la distinción hegeliana entre lo conocido y lo 2 Para lo que sigue, véase J. Kabatek y A. Murguía, Adolfo, „Die Sachen sagen, wie sie sind...“. Eugenio Coseriu im Gespräch, Narr, Tübingen, 1997. 2 reconocido, das Bekannte und das Erkannte3, y dice que la lengua nos es conocida y que no nos hacen falta hipótesis arbitrarias ya que ya sabemos por dónde hay que mirar. Coseriu critica a Chomsky cuando Chomsky opina, en la línea de Popper, que hay que partir de una hipótesis fuerte “inventada” y comprobar enseguida hasta qué punto el objeto estudiado corresponde o no a ella. A la idea de la hipótesis inventada, del “imaginemos que el lenguaje es así o asá”, Coseriu se opone preguntando: ¿Por qué imaginarnos algo si ya sabemos de qué hablamos? ¿Por qué no, en vez de imaginarnos algo, comprobar que lo que ya conocemos intuitivamente es así objetivamente? Y ese “decir las cosas como son” es entonces el paso de la cognitio clara confusa en la terminología de Leibniz, el saber seguro pero intuitivo y no justificado, a la cognitio clara distincta, el saber intersubjetivamente comprobable, objetivo y justificado4. Las raíces de esta concepción “teórica” del lenguaje, las encontramos en Aristóteles así como en Hegel y en Humboldt, entre otros5. En vez de “teórica” tal vez deberíamos decir “filosófica” ya que en el fondo se trata de una teoría del lenguaje basada en concepciones filosóficas fundamentales y en una tradición occidental que ha dado continuidad a una serie de ideas, refinándolas y ajustándolas, pero con la convicción de una enorme estabilidad y de una transhistoricidad en la que Aristóteles es igual de actual que los lingüistas contemporáneos, ya que el objeto de estudio era el mismo en esencia para Aristóteles que para nosotros, lingüistas del siglo XXI. En este sentido, hay que tomar en serio las consideraciones de Aristóteles y de Humboldt. No hay envejecimiento de ideas en las ciencias del hombre, solo hay enfoques cambiantes. Respetando la tradición, el acervo de las cosas hechas ha crecido de tal manera en los últimos milenios que hoy en día a cada innovación le corresponderán cada vez más precursores en la larga historia. El verdadero progreso científico que hace envejecer lo anterior se da en las ciencias naturales ya que aquí el simple desarrollo tecnológico nos permite ver hoy cosas que los antiguos no podían ni imaginar. Ahora bien, esa contraposición estereotípica entre ciencias del hombre y ciencias naturales, construida precisamente desde la lingüística que hemos llamado filosófica, representa también una forma de autojustificación de la misma. Frente a la visión transhistórica existe otra, la que aplica la idea del progreso también a la lingüística, la que normalmente imita discursos creados en las ciencias naturales y que no admite, por lo menos para la lingüística, esa ruptura fundamental entre humanidades y ciencias, sea porque considera la lingüística también parte de las ciencias naturales (y hay sectores de la lingüística donde esto evidentemente se justifica), sea porque no ve razón como para negarle el progreso y la posibilidad de aplicación de métodos exactos a la lingüística. Y esto no es nuevo: ya en el momento del nacimiento de la filología románica a mediados del siglo XIX, por ejemplo, se opone la ciencia empírica y exacta del lenguaje representada por Friedrich Diez y la escuela de Bonn a una vertiente “filosófica” como la representada por Humboldt o por August Fuchs. El empirismo y la investigación basada en una hipótesis fuerte domina también a finales del siglo en la escuela neogramática de Leipzig, y lo volveremos a encontrar en varias fases del siglo XX. Es sabido que hay algo como un principio del cambio cíclico del paradigma dominante en la historia de la lingüística. Quizá la corriente empirista más extrema del siglo XX fuera la del behaviorismo, con su postulado de la observación pura como principio de la investigación: no hay que dejarse llevar por las 3 Se refiere a lo que Hegel dice al principio de la Enciclopedia sobre el saber intuitivo en filosofía, ampliándolo a la intuición a los objetos de las humanidades: “Die Philosophie kann daher wohl eine Bekanntschaft mit ihren Gegenständen, ja sie muß eine solche, wie ohnehin ein Interesse an denselben voraussetzen, - schon darum, weil das Bewußtsein sich der Zeit nach Vorstellungen von Gegenständen früher als Begriffe von denselben macht, der denkende Geist sogar nur durchs Vorstellen hindurch und auf dasselbe sich wendend zum denkenden Erkennen und Begreifen fortgeht.” Hegel, Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften im Grundrisse / Erster Teil. Die Wissenschaft der Logik, Einleitung. http://www.hegel.de/werke_frei/startfree.html 4 G. W. Leibniz, «Meditationes de cognitione, veritate et ideis», in: Kleinere Schriften zur Metaphysik, Wiss. Buchgesellschaft, Darmstadt 1965 (1ª ed. 1684), págs. 32–47. 5 En una línea no siempre continua, con muchas bifurcaciones y callejones aislados como el del gran lingüista y filósofo gallego Amor Ruibal, véase J. Kabatek «Fontes e contexto europeo da lingüística segundo Amor Ruibal», in: A. Torres Queiruga, A. Domínguez Rei y Pablo Cano López (eds.), Amor Ruibal, Filólogo, Consello da Cultura Galega, Santiago de Compostela, 2009, págs. 193-217. 3 intuiciones, toda investigación es solo estímulo y respuesta, y para obtener informaciones acerca de la caja negra que es el cerebro nos podemos fiar solo de los fenómenos abiertamente observables6. Pero todo esto era antes, todo esto corresponde al siglo XX, con los métodos de un siglo hacia cuyo final vivimos una revolución tecnológica en diferentes áreas, una revolución que afecta los fundamentos mismos de nuestro pensamiento y que, además, no se detiene en algún momento como las revoluciones tecnológicas anteriores: la aceleración de los avances parece no tener límite. Fijémonos en algunos de los instrumentos con los que podemos ahora trabajar en la investigación lingüística: - en cuanto a los instrumentos para medir acústicamente los sonidos lingüísticos, podemos hoy en día casi completamente prescindir del impresionismo y apoyar cualquier estudio en datos exactos del análisis acústico o articulatorio. A principios del siglo XX, el impresionismo reinaba todavía en el ámbito fónico, con los primeros medios para grabar sonido; a mediados del siglo, pioneros como Bertil Malmberg presentaban estudios aislados que incluían análisis espectrográficos. Todavía hace veinte años, para un análisis acústico hacía falta un laboratorio fonético especializado; hoy en día un programa como praat, a libre disposición del público, se encuentra en casi todos los ordenadores de nuestros estudiantes y supera en parte las posibilidades de los laboratorios de hace pocos decenios. - disponemos de herramientas que sintetizan la voz y programas capaces de reconocer la voz humana con sorprendente precisión (sobre todo si lo comparamos con las defectuosas herramientas en ese ámbito de hace no muchos años) - uno de los estándares en la llamada psicolingüística son los estudios de lectura basados en la observación del seguimiento de los ojos y que nos permiten inferir la facilidad o la dificultad de procesamiento de la información mediante una técnica altamente exacta7 - otros tests de lectura ni siquiera necesitan herramientas especiales; programas para el llamado selfpaced-reading, la lectura de textos indicando la velocidad mediante el teclado del ordenador, pueden usarse en cualquier PC. - el EEG, una técnica presentada en Alemania ya en 1929 y estándar en neurología desde hace décadas, está entrando cada vez más como técnica también en los estudios lingüísticos. Los llamados ERP (Event-related brain potentials) son indicadores de actividad cerebral de velocidad relativamente breve, es decir con poco desfase entre el evento y el impulso eléctrico (unos cientos de milisegundos), y se pueden medir en el cuero cabelludo. El hecho del retraso de la aplicabilidad del EEG a los estudios lingüísticos reside en la baja intensidad de las señales eléctricas relacionables con la actividad lingüística, y solo tras unos sofisticados cálculos, cada vez mejor logrados, se pueden aislar los factores relevantes. Sabemos en la actualidad que sobre todo el llamado factor N 400 es relacionable con el procesamiento léxico-semántico, el P 600 es relacionable con actividad sintáctica. N 400 significa una activación eléctrica negativa después de unos 400 milisegundos tras un estímulo. Un típico efecto N 400 es por ejemplo la posibilidad de medir el llamado entrenchment o anclaje cognitivo del léxico: la amplitud del N 400 varía según el estímulo; una palabra poco frecuente como enólogo puede producir una amplitud mayor que una palabra frecuente como vino. También funciona con efectos contextuales8 (como ya en el ejemplo de Kutas y Federmeier de 2000). 6 Coseriu se refirió al behaviorismo en varias ocasiones, y era un placer escucharle primero presentar en detalle los principios de investigación behavioristas para después enseguida ir deshaciendo todo, no desde fuera, sino desde dentro: lo que hacía era básicamente demostrar que el behaviorismo no era en realidad behaviorista ya que en las investigaciones supuestamente “objetivas”, de pura observación, influía a cada paso el conocimiento previo de los investigadores, la intuición que ellos tenían del lenguaje y de las lenguas. Para la cuestión general de la intuición en los juicios lingüísticos, véase A. López Serena, «Intuition, acceptability and grammaticality: a reply to Riemer», Language Sciences, 31:5, 2009, págs. 634-648. 7 Véase, por ejemplo, A. López Serena y O. Loureda Lamas, «La reformulación discursiva entre lo oral y lo escrito: una aproximación teórica y experimental», Oralia (en prensa). 8 Como ya en el ejemplo de Kutas y Federmeier de 2000, véase M. Kutas y K.D. Federmeier, «Electrophysiology reveals semantic memory use in language comprehension», Trends in Cognitive Sciences 4, (2000), págs. 463-469. 4 - un método más refinado que el EEG es el MEG, la magnetoencefalografía, con una resolución temporal parecida a la del EEG pero con posibilidad de información tridimensional: se miden los campos magnéticos activados por la actividad eléctrica del cerebro. - pero la auténtica revolución metodológica está realmente en la aplicación de los métodos de neuroimágenes, actualmente sobre todo el llamado fMRI, Creación de imagen funcional por resonancia magnética, un método mucho más reciente cuyo primer estudio data de 1990. El fMRI permite medir la actividad cerebral de manera tridimensional partiendo de un principio bastante simple: el cerebro no tiene posibilidad de almacenaje de energía, por lo cual toda actividad cerebral lleva al llamado efecto BOLD (blood oxygenation level dependent) – donde hay actividad, se necesita oxígeno, que es llevado mediante la sangre. La sangre oxigenada tiene propiedades magnéticas distintas de la sangre desoxigenada, y el escáner detecta los cambios en la actividad protónica causada por esa diferencia. Lo que permiten los estudios de fMRI es ver cuáles de las áreas cerebrales se suelen activar generalmente cuando hay actividad lingüística, confirmando por ejemplo la relevancia de las áreas de Wernicke o del área de Broca para ciertas actividades. La visualización es bastante impresionante; aun así, los psicolingüistas expertos en fMRI suelen avisar del hecho de que la información que dan las imágenes es puramente correlacional y no causal; es decir: sabemos cuáles de las regiones cerebrales suelen ser activadas normalmente en relación con una cierta actividad lingüística, pero no podemos decir que esta actividad esté localizada en tal o tal región – o por lo menos no podemos decir que tenga que estarlo. Por ejemplo, se confirma el papel fundamental del hemisferio derecho en la actividad lingüística, pero también se sabe, por ejemplo, que personas que sufren lesiones del hemisferio derecho “reorganizan” su sistema cognitivo y pueden llegar a desarrollar una capacidad lingüística completa con el hemisferio izquierdo9. - existe toda una serie de otras tecnologías, como, por ejemplo en el campo de las técnicas de imágenes, el NIRS (Espectroscopia del Infrarrojo cercano), con ventajas y desventajas frente al fMRI y aplicaciones recientes en el campo de la lingüística. Y existen, además, numerosas otras áreas en las que la innovación metodológica es relevante para la lingüística: en física estadística, se están creando modelos para describir el contacto lingüístico y los efectos de mezcla de lenguas10; en bioinformática, modelos de la evolución genética se aplican a la evolución de las lenguas desde sus orígenes, y en trabajos del campo de la teoría de juegos se adaptan modelos que con éxito han servido para explicar procesos económicos a la modelización del cambio lingüístico, por ejemplo. En todo lo mencionado, el cálculo y la cuantificación siempre juegan un papel crucial. En el fondo, en todas las innovaciones tecnológicas de las mencionadas, siempre hay que saber que parte de la innovación ha sido posible gracias a los ordenadores, que nos acompañan en la vida diaria, penetran cada vez más en nuestra vida personal, invaden todos los espacios y permiten el empleo eficaz de los grandes corpus así como de todas las tecnologías que hemos enumerado. 3. ¿Qué es lo que sabemos y no sabíamos? Nuestro breve recorrido a través de algunos métodos nos enseña que hay todo un panorama – y solo nos hemos limitado a algunos aspectos – de nuevas posibilidades para la investigación lingüística. Pero si vamos a los estudios de psico- y de neurolingüística, de modelos de contacto, de teoría de juegos y de todo cuanto hay de innovador en los últimos años, el entusiasmo se ve relativizado. Así, por ejemplo, el manual de Bornkessel-Schlesewsky y Schlesewsky de 200911, una obra de referencia a lo mejor ya un poco caducada después de los tres años pero en esencia todavía actual, en su intento de presentar un panorama amplio de lo que los estudios del cerebro nos enseñan sobre el lenguaje humano, ofrece, entre otras, las siguientes observaciones: - existe la hipótesis de que la diferenciación entre verbos y nombres tiene un anclaje cognitivo visualizable. Sin embargo, algunos autores confirman esta hipótesis y otros se oponen a ella, y parece que puede haber múltiples factores, por ejemplo el entorno morfológico, que pueden hacer inválidos 9 E. Schwilling, K. Lidzba, A. Konietzko, S. Winkler, e I. Krägeloh-Mann, «Language skills in patients with reorganized language», University of Tübingen (submitted to Proceedings of Linguistic Evidence 2010). 10 Cf. J. Kabatek, «Modelos matemáticos e substitución lingüística», Estudos de Lingüística Galega 4, 2012. 11 I. Bornkessel-Schlesewsky y M. Schlesewsky, Processing Syntax and Morphology: A Neurocognitive Perspective, Oxford University Press, Oxford 2009. 5 los datos. Además, hay lenguas donde la distinción parece poco clara, como el chino. Las posibilidades técnicas no han contribuido aún, pues, a la comprensión del funcionamiento del lenguaje en este ámbito. - en cuanto a la morfología, se sabe que las formas regulares producen otros efectos que las formas irregulares. Si queremos saber si nuestro saber está basado en reglas más que en memorización de elementos inconexos o si es al revés, nos encontramos con un debate en el que hay defensores de ambas posturas. La discusión es calificada por especialistas de “circular”, las bases de los datos de “altamente cuestionables” y en el fondo, las nuevas tecnologías todavía no han contribuido a la ampliación de nuestro conocimiento sobre los aspectos morfológicos. - un campo realmente prometedor parece ser la ambigüedad y la violación de normas frente a su no violación: los oyentes reaccionan claramente de manera distinta frente a formas ambiguas (en los así llamados Garden-path-phenomena, en los que un sendero lleva al jardín pero se pierde) que frente a formas claras. Además, reaccionan de forma distinta ante incoherencias e incongruencias que frente a enunciados “sin problemas”, coherentes y cohesionados. Y también sabemos que la velocidad de procesamiento de formas complejas es menor que la de las formas menos complejas. Si invertimos el punto de vista y no partimos de los fenómenos lingüísticos sino de la actividad cerebral, el panorama no se vuelve mucho más esperanzador: por ejemplo hay diferentes autores que quieren localizar en la misma zona fenómenos tan diversos como la fonología y la semántica, por un lado o la sintaxis por otro. O si observamos un fenómeno concreto, como el efecto P 600, una señal positiva después de 600 milisegundos, y nos preguntamos por su función en el procesamiento, encontramos en la literatura autores que defienden que se trata de un correlato del procesamiento sintáctico al lado de otros que ven aquí la localización del interfaz semántica-sintaxis; otros, en cambio, lo ven como señal del procesamiento semántico y otros como efecto global de la actividad lingüística. Resumiendo, en el fondo sabemos bien poco o casi nada. Aun así, aparecen en el mercado de la producción psicolingüística trabajos que quieren comprobar que un cierto efecto en el electroencefalograma indica “la pragmática” mientras que otro indica “la semántica”, y existen esquemas completos que relacionan toda una teoría del lenguaje modular con distintos lugares cerebrales y distintos momentos del procesamiento12. Viendo toda la inseguridad de los estudios, creo que conviene ser altamente escéptico frente a tales afirmaciones. Evidentemente, hay un progreso en la ciencia y sabemos cosas que antes no sabíamos, sabemos por ejemplo qué regiones del cerebro se iluminan en el escáner en un momento determinado y podemos ver localizaciones de ciertos fenómenos, también localizaciones conjuntas de fenómenos que nos parecen dispares o localizaciones separadas de fenómenos que nos parecen semejantes, y entonces la espiral heurística de contacto fructífero entre datos y teorías seguirá su camino hacia arriba ya que haremos preguntas teóricas a la investigación empírica y obtendremos resultados que nos llevarán a nuevas preguntas. Pero el mayor resultado que hemos visto hasta el momento es el de la ambigüedad: lo ambiguo cuesta más que lo que no lo es - ¡algo realmente sorprendente! Y lo complejo es más complejo que lo simple. El estudio empírico, el experimento psicolingüístico es capaz de demostrar empíricamente que tardamos más en entender una estructura hipotáctica que una estructura paratáctica, igual que el ratón tarda más en llegar al quesito cuando le ponemos un obstáculo delante que cuando tiene el camino libre. En nuestro procesamiento lingüístico somos, pues, como los ratones, y ello está empíricamente comprobado. Pero si esta comprobación empírica del esfuerzo que hacemos al hablar tiene aún un potencial de aplicación ya que medir la complejidad objetivamente puede ser una tarea interesante por ejemplo a la hora de comparar lenguas y comprobar que lo que es complejo para uno no lo será necesariamente para otro (cosa que, por cierto, apenas se investiga), lo otro, lo de la localización de la pragmática o de la semántica o de la sintaxis es simplemente absurdo: las categorías como semántica o pragmática no son hechos objetivos del lenguaje humano sino categorizaciones que se han creado para comprender lo que en nuestro cerebro probablemente tenga una representación totalmente distinta, bien holística, bien modular, pero seguramente no idéntica a las categorizaciones que crearon los lingüistas para comprender los fenómenos. Además, es evidente que la investigación cae aquí otra vez en la trampa que antes ya habíamos evocado con respecto al behaviorismo: se postula una ciencia empírica y 12 Cf. A. D. Friederici, «Towards a neural basis of auditory sentence processing», Trends in Cognitive Sciences 6, 2002, págs. 78-84. 6 objetiva y se busca algo que en realidad se basa en la intuición de los hablantes o de los lingüistas. La pragmática no es un objeto de la naturaleza y no es probablemente tampoco un objeto cerebral. En todo caso, y resumiendo hasta aquí, tenemos que decir que aunque las nuevas tecnologías nos hayan dado nuevas herramientas para la investigación lingüística, seguimos estando lejos de una ciencia lingüística empírica que nos explique, por ejemplo mediante la investigación neurobiológica, cómo funcionan las lenguas, si existe una sintaxis autónoma y una configuración modular de la gramática, como postulan los formalistas, o si hay un continuo categorial, como lo postulan los llamados cognitivistas. De momento, las respuestas a las cuestiones sobre la esencia del lenguaje parece que no las vamos a encontrar en el cerebro. De momento, no nos queda más que la argumentación sobre la base del análisis de los sistemas lingüísticos. 4. ¿Somos tan únicos? Con esto, llegamos al punto central: decía al principio que la crítica de nuestro colega alemán también afirmaba que tendríamos que deshacernos de una vez por todas del mito asociado al lenguaje de que somos algo tan distintos, tan particulares: todas las teorías modernas coincidirían en que simplemente teníamos una capacidad de memorización muy desarrollada y que en el fondo el lenguaje no era más que la tradición de textos, con efectos de sistemización emergentes. La cuestión de si los seres humanos somos en esencia diferentes de los demás animales es un tema filosófico muy serio, y no se podrá tratar como un solo aspecto de un breve texto, pero creo sin embargo que en lo que sigue sí podré mencionar algunos de los aspectos básicos que hacen que me oponga rotundamente a la visión de mi colega. Decíamos que en la tradición del pensamiento lingüístico se suele evocar a Aristóteles cuando se dice que el hombre es un zoon politikon y que el elemento diferenciador frente a los demás animales es el logos: no basta con la sociabilidad, característica de sobra desarrollada en el mundo animal (y muchas veces tal vez con más éxito que entre los humanos) sino del hecho de que la sociabilidad esté ligada al lenguaje y así en principio independiente de otros factores como olores, colores y demás estímulos externos. La crítica se refiere básicamente a que esta idea de la particularidad de los humanos sea una especie de tópico que desde Aristóteles se ha hecho tradicional pero que en realidad carece de fondo. Volveremos sobre esta cuestión, pero evidentemente debemos ya decir que, más allá de la repetición del tópico, que también existe, en toda una línea de filósofos desde Aristóteles, no se trata para nada de mera repetición sino de una idea unas veces más que otras. En todo caso, parece que no se puede afirmar que las teorías modernas estén con unanimidad condenando la idea de Aristóteles de anacrónica. Puede ser que sea cierto que así lo haga la lingüística cognitiva13, pero de ningún modo es cierto para la lingüística generativa (también, según su propia caracterización, de índole cognitiva). Chomsky siempre ha defendido que los seres humanos son distintos de los animales, desde la idea fundamental y caracterizadora del dispositivo cerebral innato (language acquisition device) hasta los trabajos más recientes sobre la relación entre evolución y lenguaje. El famoso artículo de Marc Hauser, Tecumseh Fitch y Noam Chomsky publicado en 2002 en Science14 sobre la esencia y la evolución del lenguaje postula precisamente una diferencia genética fundamental entre los humanos y los demás primates, intentando incluso ubicarla cronológicamente. Solo un salto genético permite, según los autores, a los humanos la creación de estructuras recursivas, base computacional para interminables cálculos y para sistemas de complejidad en principio ilimitada. Se ha relacionado esta capacidad de la creación de estructuras recursivas con el gen FoxP2, cuya importancia para el lenguaje humano está empíricamente comprobada ya que personas que tienen un defecto de este gen no llegan a la completa adquisición de una lengua. Se llegó incluso a relacionar la capacidad de hablar en general con este gen, y cuando hace pocos años se descubrió que los Neandertales también lo tenían, en seguida se ponía en duda la idea de que el lenguaje habría llegado desde África a Europa con las migraciones del homo sapiens moderno, siendo el factor de superioridad de los pequeños hombres modernos frente a los más fuertes Neandertales precisamente su capacidad 13 J. G. Martínez del Castillo, La lingüística cognitiva: análisis y revisión, Biblioteca Nueva, Madrid, 2008. M. Hauser, N. Chomsky y W. Fitch, «The Faculty of Language: What Is It, Who Has It, and How Did It Evolve?», Science 298, 2002, págs. 1569-1579. 14 7 de hablar. Ahora se discute sobre si los Neandertales hablarían, pero de hecho no tenemos (ni sabemos si tendremos nunca) una respuesta definitiva a esta cuestión. Sea como fuere, los hombres modernos sí empezaron a crear objetos de arte, y tenían instrumentos de música15, y difícilmente podemos pensar que tenían todo esto sin tener el lenguaje. Y según Chomsky, ese lenguaje, si es que de lenguaje humano de trataba, presentaría estructuras recursivas. O tal vez no, ya que se ha cuestionado por un lado si la recursividad era realmente el elemento definitorio del lenguaje humano y, además, si no podría haber lenguas sin estructuras recursivas. Así, los trabajos del misionero y lingüista Daniel Everett16 sobre la lengua amazónica Pirahã pretendían demostrar que existen lenguas sin estructuras recursivas. Everett estudió 24 lenguas amazónicas, y solo en el caso del Pirahã encontró una serie de rasgos muy raros y muy particulares: la gramática del Pirahã – siempre según Everett, el único que había estudiado la lengua – no conocía estructuras recursivas, los Pirahã no sabían lo que eran los números (y presentaban dificultades a la hora de aprender los números del portugués) y no conocían otro mundo más que el aquí y ahora, sin más allá, sin religión ni ficción. El hallazgo de Everett se oponía a la doctrina chomskiana y hacía pensar de nuevo, en contra de la idea de que todas las lenguas están construidas sobre la base de los mismos universales, en una diferenciación entre lenguas “primitivas” frente a lenguas desarrolladas. Wulf Oesterreicher demostró hace poco17 que toda esta discusión en el fondo repetía los tópicos ingenuos del siglo XVIII sobre las tribus primitivas y los hombres más naturales. Si miramos bien la argumentación de Everett, este realmente no niega la existencia de un pensamiento complejo entre los Pirahã, pero dice que suelen expresar lo complejo prescindiendo de elementos de ilación sintáctica: If you go back to the Pirahã language, and you look at the stories that they tell, you do find recursion. You find that ideas are built inside of other ideas, and one part of the story is subordinate to another part of the story. That's not part of the grammar per se, that's part of the way that they tell their stories. So my idea is that recursion is absolutely essential to the human brain, and it's a part of the fact that humans have larger brains than other species. http://www.edge.org/documents/archive/edge213.html#everett Esto nos hace pensar en transcripciones de la lengua hablada o en la primera escrituralidad románica medieval18. Quizá lo más interesante en la argumentación de Everett contra Chomsky sea el rechazo de la recursividad como elemento definitorio del lenguaje humano: Everett demostró, en colaboración con Michael Tomasello del Instituto Max Planck de Leipzig, que en el mundo animal había muchas estructuras recursivas, y demostró, además, que se podía expresar cualquier cosa con frases simples e inferencia de la conexión. Y Everett dice: Chomsky's absolutely correct to recognize the importance of recursion, but the role that he gives it, and the role that Hauser and Tecumseh Fitch give it, to me has got things backwards. In other words, rather than going from language to the brain, we have to have recursion in language, and then it starts to make its manifestation in other thought processes. It starts in the thought processes and it might or might not 15 N. Conard, M. Malina y S. C. Münzel, «New flutes document the earliest musical tradition in southwestern Germany», Nature Vol. 460, 2009, págs. 737-740. 16 Véase p. ej. D. L. Everett, Don’t sleep, there are snakes. Life and Language in the Amazonian Jungle, Profile Books, London, 2008. 17 W. Oesterreicher, Wulf, “Kultur und Sprache bei den Pirahã in der selva amazônica. Anmerkung zu einer befremdlichen Diskussion”, in: S. Dessì Schmid, U. Detges, P. Gévaudan, W. Mihatsch y R. Waltereit (eds.), Rahmen des Sprechens. Beiträge zu Valenztheorie, Varietätenlinguistik, Kreolistik, Kognitiver und Historischer Semantik. Peter Koch zum 60. Geburtstag, Narr, Tübingen, 2011, págs. 17-32. 18 Para la diferenciación entre oralidad y escrituralidad, véase P. Koch y W. Oesterreicher, Lengua hablada en la Romania, Gredos, Madrid, 2007. Un ejemplo de textos semejantes a los de los Pirahã serían las fazañas castellanas medievales, seguramente no escritas por ningún habitante de la Amazonia pero sin recursividad, no porque en la Castilla medieval no haya existido sino porque no se necesitaban las estructuras recursivas para describir casos jurídicos simples (cf. J. Kabatek, « ¿Cómo investigar las tradiciones discursivas medievales? El ejemplo de los textos jurídicos castellanos», in: D. Jacob / J. Kabatek (eds.): Lengua medieval y tradiciones discursivas en la Península Ibérica: descripción gramatical - pragmática histórica - metodología, Vervuert/Iberoamericana, Frankfurt/Main-Madrid, 2001 (Lingüística Iberoamericana, 12), págs. 97-132. 8 jump to language. It does not seem to be an essential property of language, certainly not the essential property of language. http://www.edge.org/documents/archive/edge213.html#everett Parece que aquí da en el blanco. Aunque su idea de que el Pirahã sea una lengua tan extraordinaria parece exagerada y con el tiempo veremos muy probablemente que es una lengua como cualquier otra, como lo vimos en el caso del Hopi, a pesar de Sapir, y en el caso del francés, a pesar de Rivarol; pero es cierto lo que opone Everett a Hauser, Chomsky y Fitch, cuya argumentación del artículo de Science del 2002 es completamente circular y tautológica como también lo es la argumentación de Chomsky en contra de Everett. Chomsky dice que lo que define el lenguaje humano es la recursividad, la cual distingue a los humanos frente a los animales; ahora bien, si los humanos han evolucionado a partir de otros primates, tuvo que haber un momento en el que una mutación genética introdujera la capacidad de crear estructuras recursivas. No hay otra alternativa. Lo demás es la proyección de esta idea sobre un plano cronológico más o menos inventado pero coherente con suposiciones sobre la edad del lenguaje humano. Y nada más. Y hay que decir que esa tautología es consciente y que Chomsky es totalmente coherente en su argumentación ya que según él, en lingüística como en cualquier otra ciencia, hay que partir, como ya decíamos, de hipótesis fuertes y ver si son acertadas o no. Chomsky toda su vida ha defendido una concepción coherente sobre ciertas características del lenguaje humano basadas fundamentalmente en aspectos sintácticos y computacionales, y en este sentido no es extraño que la definición de la esencia del lenguaje humano sea en el fondo sintáctica. Aunque la concepción chomskiana es claramente una concepción que defiende la diferencia fundamental del lenguaje humano frente a cualquier fenómeno del mundo animal y permitiría, pues, subrayar la afirmación de que somos algo totalmente particulares y diferentes, parece poco convincente que el rasgo elegido por Chomsky, por muy significativo que sea, pueda ser lo que define la diferencia de los humanos frente a los animales. No sé realmente si es imaginable un pensamiento humano sin recursividad, pero me parece que esta no es la cuestión. Habrá que buscar otros argumentos. Frente a la doctrina de Chomsky, la concepción coseriana del lenguaje se basa en otros rasgos esenciales. La primordialidad del lenguaje humano para Coseriu no reside en un simple “Aristóteles dixit” sino en una convicción fundamentada en su concepción de la teoría del lenguaje y en una tradición en la que habría que mencionar por lo menos a Hegel, a Humboldt, a Croce y a Pagliaro como padrinos. Podemos acercarnos a la concepción coseriana mediante su idea de los universales lingüísticos: Coseriu no busca la esencia del lenguaje ni en una característica formal como la recursividad ni en los llamados “universales” correlativos – en realidad nada más que generalizaciones empíricas – de Greenberg. Los universales definen la esencia del Logos más allá de la mera afirmación de su importancia: el logos no es solo estructura, la sintaxis no es lo primordial, pero es logos semantikos, sistema de signos que significan algo y nos permiten hablar acerca de las cosas. Y es histórico ya que con el logos formo parte de una comunidad: adopto signos ya existentes, pero no como mero acto de repetición, sino como acto creativo – y de acuerdo con los demás, con el otro: creo el lenguaje dentro de mí en íntimo acuerdo con un tú, y así el lenguaje es conocimiento, no solo del mundo, ya que para ver el mundo me basta la mera percepción; es a través del signo compartido como dejo de ver el árbol que tengo delante y llego al ser del árbol. Así, y desde el lenguaje, y no el lenguaje en general, sino la lengua que hablo con el otro, veo el mundo como mundo compartido. Como mundo compartido, es también histórico ya que los signos no los creo yo contigo, sino que los re-creamos en el diálogo de acuerdo con una comunidad, con una historia asimilada e interiorizada que así, paradójicamente, se independiza de la historia. Los signos se vuelven míos, son mi forma propia de acceder a las cosas, pero dependen de los demás y están dirigidos hacia ellos. Esta concepción del lenguaje presupone mucho más que la sintaxis, presupone que la existencia del ser humano es una existencia dialógica, que solo existe realmente de acuerdo con el otro: dependemos de nosotros mutuamente y de nuestra historia, sin ella, no existimos. Y en el fondo, detrás del debate entre los que defendemos la primordialidad del lenguaje y los que ven en el lenguaje solo un sistema algo más sofisticado de comunicación, detrás está una concepción diferente del signo lingüístico y de lo que es el lenguaje realmente; y aquí puede ser que sea cierto que la mayoría de las teorías modernas no compartan la visión coseriana. Tanto en la lingüística cognitiva como en la lingüística formal, parece que se supone que el mundo como tal está ya dado antes del lenguaje y que nuestro acceso al mundo es prelingüístico. Para la semántica formal, por ejemplo, 9 primero están los principios de la lógica y después el lenguaje que organiza la lógica. Para la lingüística cognitiva, primero está la percepción de la Gestalt y después viene el lenguaje que a través de los signos lingüísticos individuales de cada lengua selecciona elementos de una estructura ya preestablecida. Esta concepción está muy presente en la romanística alemana desde los trabajos sobre el signo lingüístico de Wolfgang Raible y su popularización mediante los trabajos sobre el cambio semántico de Andreas Blank. El famoso pentagrama de Wolfang Raible19, elaborado recordando a los modistas medievales (en primer lugar a Tomás de Erfurt), parte precisamente de esa idea de la existencia de un “designado” prelingüístico, base de toda significación. No queremos negar que haya formas naturales percibidas por nosotros (y, desde luego, por los animales) y que haya algo como una Gestalt prelingüística. Pero no llegamos desde la Gestalt al lenguaje; en el momento que tenemos el lenguaje, llegamos del lenguaje o, mejor dicho, de la lengua particular a la Gestalt. Cada signo lingüístico lo percibimos como hipótesis sobre una configuración con potencial de referenciación; pero no miramos desde las cosas al signo, miramos desde el signo, de acuerdo con la comunidad de hablantes, hacia las cosas. No nos hace falta ninguna clasificación prelingüística, establecemos una hipótesis sobre el significado y comprobamos en los objetos si la hipótesis es acertada, corrigiéndola a menudo hasta ponernos de acuerdo con la comunidad de los hablantes. Con esto no quiero negar que haya propiedades gestálticas y que las cosas se perciban en sus formas antes de cualquier intervención del lenguaje; pero no hay ninguna causalidad, ninguna direccionalidad en la significación: no es que las cosas estén ahí y que después decidamos qué signo darles; las lenguas NO SON NOMENCLATURAS, ni de las cosas ni de un designado prelingüístico20. Habrá, eso sí, una alta probabilidad de significación según las características formales de los objetos, pero no es esclavitud, no es cárcel, es base para la libertad. Y si estoy convencido de que esta concepción es coseriana y si veo que esta está bastante aislada en el mundo de la lingüística actual, me consuelo con que mirando hacia el pasado no lo está, está en compañía de Aristóteles, de Hegel, de Humboldt, del mismo Saussure y no en última instancia de Coseriu, y se puede vivir muy bien con esta familia, aunque sea un club de muertos. La consecuencia de todo esto es que el lenguaje es mucho más que solo un instrumento algo sofisticado de comunicación, la consecuencia es que el lenguaje es en el fondo la base de nuestro existir, ya que por él vamos hacia las cosas. Y de ahí que la respuesta a la cuestión de si somos algo distinto, si somos únicos entre los seres vivos es claramente afirmativa: no es un juicio valorativo, y con seguridad, las ovejas han hecho menos daño al mundo que los humanos, pero algo como el lenguaje solo lo tenemos nosotros. ¿Y si todo esto es una ilusión, si estoy equivocado y no es así? Pues me parece que, por lo menos en el estado actual de las cosas, no puede ser un humano quien aduzca las pruebas para esto: como ser humano, no puedo salir ni del lenguaje ni de mi propia consciencia, y debería poder salir de mi propio ser y mirarme desde una perspectiva no humana para decidir que el lenguaje es o no es distinto. Y ni siquiera bastaría con ello: debería, asimismo, poder entrar en la mente de un primate para ver cómo ve él el mundo. Pero nosotros, los humanos, formamos un grupo aparte con el que nos identificamos – y siempre cito en este contexto la capacidad universal de todos los humanos de reconocer el lenguaje humano frente a cualquier otra manifestación comunicativa. Frente a una cinta de gente hablando Pirahã, la gente dirá: “no lo entiendo”, identificándolo al mismo tiempo como lengua y sabiendo que podría, aunque fuera con muchos esfuerzos, llegar a aprenderla. En cambio, frente a una grabación de cualquier sonido animal, esto no ocurre: ¡reconocemos a los nuestros! 5. Conclusión Partimos de una crítica fundamental a la visión coseriana del lenguaje que la consideraba anticuada, anacrónica y falsa en sus fundamentos, postulando que la lingüística actual habría comprobado empíricamente cómo era de verdad el lenguaje. A esto, hemos opuesto las siguientes observaciones: - mediante las metodologías nuevas, podemos descubrir correlaciones interesantes de ciertos fenómenos lingüísticos. Podemos medir, entre otras cosas, la velocidad de ciertos procesamientos, el efecto de la complejidad y el efecto del enfrentamiento a lo desconocido, por ejemplo a enunciados 19 W. Raible, «Zur Einleitung», in: H. Stimm y Wolfgang Raible (eds.), Zur Semantik des Französischen, Steiner, Wiesbaden, 1983, págs. 1–24. 20 J. Kabatek, «Unidad del significado, Designado y Lingüística Integral»; Odisea 3, 2003, págs. 87-99. 10 que nos parecen raros o agramaticales. Sin embargo, no aprendemos absolutamente nada acerca de la esencia del lenguaje humano ni acerca de las estructuras ni acerca de la relación entre lenguaje y mundo. Esto no quiere decir que haya que rechazar las nuevas metodologías, todo lo contrario: solo habrá que valorar sus alcances y límites sin dejarse llevar por las ilusiones. - la idea de una lingüística basada en el puro empirismo, sin ningún prejuicio intuitivo previo, resulta ser una ilusión. Si miramos bien lo que los llamados estudios empíricos y objetivos realmente hacen, vemos que siempre presuponen ideas preconcebidas y concepciones intuitivas que no saltan a la vista desde el objeto mismo sino que vienen condicionados por un conocimiento intuitivo del objeto. - no podemos realmente saber si todas nuestras ideas sobre la particularidad de los humanos frente a los demás animales no son ilusorias, pero estamos condenados a creerlo: como humanos, no nos queda más remedio que ver y concebir el mundo desde nuestra perspectiva. - como aquí se trata de la vigencia de la obra de Coseriu y como este siempre quería insistir en que sería más un lingüista del siglo XXI que del siglo XX, hay que plantearse la cuestión de si todo lo dicho apunta a que Coseriu tenía razón o no. Pues mi respuesta es obvia: si es un lingüista del siglo XXI, no me atrevo a decirlo, ya que aún queda mucho siglo por delante (y ojalá veamos por lo menos una parte de él y podamos acercarnos más a la respuesta). Por el momento, en todo caso, me parece que hacemos bien en seguir estimándolo ya que, por lo menos por lo de ahora, los que dicen que está anticuado o pasado de moda, no nos convencen. 11