2001, España en Democracia, 1975-2000
Texto: Santos Juliá Basta echar una mirada a las 25 páginas de bibliografía que cierran esta excelente síntesis histórica de nuestros últimos 25 años para convenir en que el proceso de transición y consolidación de la democracia en España es, junto a la guerra civil y sus secuelas, el periodo que ha acumulado más cantidad y calidad de papel escrito. Un número casi inabarcable de economistas, sociólogos, politólogos, periodistas, historiadores y, no en último lugar, protagonistas, han hurgado en las claves de ese proceso y han desmenuzado sus orígenes y sus desarrollos, sus logros y sus límites, sus miedos y sus audacias. No es el menor mérito del trabajo emprendido por Charles Powell haber tenido en cuenta, seriamente, todo ese material. El suyo es, en el mejor sentido de la expresión, un libro de libros. Lo es porque ninguna de las tesis fundamentales ni un buen número de las parciales sobre aspectos económicos, sociales, políticos o culturales de aquel proceso ha quedado fuera de foco: en ocasiones, para dejar constancia de su existencia, en otras para adoptarlas como propias, y todavía en otras para contrastarlas con tesis opuestas dejando al lector la responsabilidad de optar. Así es, en efecto, como deben acometerse los trabajos de síntesis historiográficas: aprovechando lo que se ha investigado, estableciendo un diálogo con sus autores, discutiéndolo cuando es menester, matizándolo, para luego destilar de todo eso una elaboración propia, muy personal, y dejar que sea el lector, con sus otras lecturas, quien decida. Pero esto, con ser mucho, no es todo. No es Powell autor novel en el campo de los estudios y coloquios sobre transición y democracia en España, como no es tampoco éste su primer libro premiado. Con un estupendo volumen que era bastante más de lo que su título evocaba sel papel del Rey durante los años de la transicións ya ganó el Premio Espejo de España en 1991. Las primeras 300 páginas del libro ahora premiado pueden considerarse, por eso, una revisión muy ampliada y una prolongación muy enriquecida de aquella primeriza criatura. Y como en aquélla, además de un nuevo interés por cuestiones económicas y sociales, Powell da muestra de un conocimiento de los entresijos de la política, adquirido por una cercana familiaridad con los hechos y por su trato con los individuos: ha contado con el testimonio de muchos líderes políticos y sociales, ha hablado con ellos, ha leído sus discursos e intervenciones públicas, ha analizado sus decisiones. Resulta así una síntesis de investigación propia y aportaciones ajenas que aspira a la globalidad y lo consigue. El libro parte de las transformaciones económicas y del cambio de cultura política de los españoles en los últimos quince años del régimen de Franco para abordar, sobre este fondo, el proceso político de la transición y consolidación democrática. El retorno de la sociedad civil, el protagonismo de la oposición universitaria y obrera, la aparición de una nueva cultura política, la defección de la Iglesia y el resurgir de los nacionalismos entran ahora como elementos explicativos de todo el proceso con el mismo rango que antes tenían las decisiones tomadas por sus principales protagonistas. La atención a lo ya conocido y la habilidad del autor para resumir sin traicionar montañas de información en un relato atractivo, lleno de datos, pero nunca plúmbeo, sino ligero y legible, convertirán la primera mitad de este libro en una obra de referencia sobre el difícil periodo de la transición y los retos a los que se enfrentó el inmediato proceso de consolidación. La diversidad de preocupaciones y la multiplicidad de fuentes más limitadas, como es lógico, para el siguiente periodo caracterizan también su equilibrado estudio de la era socialista, el primero que aborda un solo autor con tanta amplitud temática y con tan sereno espíritu. Powell no ignora las contribuciones de los gobiernos del PSOE a la consolidación de la democracia y a la construcción del Estado de bienestar, pero tampoco silencia sus errores y desvíos. Quizá por la ascendencia británica, por su formación oxoniense o porque así es el hombre, su crítica nunca resulta hiriente ni su aplauso empalagoso. La distancia que sabe interponer entre los hechos y su relato, que no es producto de una fría indiferencia sino de un esfuerzo de comprensión, es una buena cautela cuando la inmediatez de lo vivido puede empañar la inexcusable búsqueda de la verdad que define el trabajo del historiador. Powell puede sentirse satisfecho de haber ofrecido en las 200 páginas que dedica a los socialistas un balance muy solvente de su paso por el poder, un análisis muy convincente de sus políticas, una discusión muy razonada de los dilemas a los que se enfrentaron y una interpretación plausible de las razones de su declive. La segunda alternancia que algunos teóricos exigen como prueba de la definitiva consolidación democrática ocupa la parte final del libro, con un solo capítulo, único en cuyo título campea un nombre propio, el de José María Aznar. El protagonista, sin embargo, resulta más bien la nueva generación nacida en los años cincuenta. El triunfo de Aznar, nos dice Powell, es la expresión de una profunda renovación generacional de la sociedad española: la generación de 1968 ha sido reemplazada por la de 1989, los hijos del Mayo francés por los testigos de la caída del muro. Una generación que no compartía la actitud reverencial por la transición ni por sus BABELIA-ELPAIS.ES métodos, que había sacudido los sentimientos de culpa por el pasado y que venía convencida del declive del keynesianismo y el auge del neoliberalismo. Políticas económicas ortodoxas y políticas sociales tranquilizadoras permitieron al PP, ante la crisis de liderazgo irresuelta de su principal oponente, conquistar la mayoría absoluta en las siguientes elecciones, con el único problema realmente acuciante de la deriva emprendida por los nacionalistas vascos tras los acuerdos de Estella. Termina Powell su enjundioso recorrido por la economía, la sociedad y la política del último cuarto del siglo XX con unas pertinentes reflexiones sobre la calidad de la democracia realmente existente. No es el autor inútil recordarlo miembro de la cofradía de los descontentos por la transición, pero tampoco es un devoto incapaz de entender y tomar en cuenta las razones de los críticos. Sin embargo, la firme convicción, característica de la historiografía liberal británica, de que nada en el pasado determina por completo el futuro le impide atribuir a decisiones tomadas durante la transición la naturaleza ni la salud de la democracia consolidada. La desafección o desinterés de una buena parte de la ciudadanía y los problemas derivados de la generalización del Estado de las autonomías se presentan como los aspectos más problemáticos del periodo. Lo primero no parece exclusivo de España, sino propio de las nuevas democracias del sur de Europa; lo segundo nos lo hemos guisado y comido nosotros solos; pero, poco dado a divagar sobre contrafactuales, no acierta el autor a ver cómo se hubiera podido solventar de otro modo la cuestión ni está convencido de que, si con otra política se hubiera intentado, no serían ahora más arduos los problemas. En todo caso, la cuestión nacional constituye el único, pero no trivial, problema capaz de suscitar en Charles Powell una evidente preocupación y un relativo pesimismo que no debe empañar, en su opinión postrera, la valoración globalmente positiva ni los motivos de orgullo colectivo por lo conseguido durante estos 25 años.