MONOGRÁFICO
Investigaciones Feministas
ISSN-e: 2171-6080
https://dx.doi.org/10.5209/infe.77891
Cuerpos, feminismos y memoria reciente. Repertorios de acción colectiva en la Argentina
post-2015
Mariela Singer1
Recibido: Septiembre 2021 / Revisado: Marzo 2022 / Aceptado: Marzo 2022
Resumen: Introducción. En los últimos años se viene teorizando sobre la existencia de una “cuarta ola” del feminismo. Aun cuando
esa conceptualización resulta problematizada como tal, lo cierto es que en la segunda década del siglo XXI los feminismos y
movimientos lgbtqi+ han vivido un proceso de masificación a nivel global. Una cuestión destacada en la literatura especializada sobre
esta “cuarta ola” o ciclo de protesta es su emergencia en el hemisferio sur y su particular fuerza de arraigo en América Latina. En este
mapa activista, la Argentina ha conformado uno de los territorios significativos de las luchas de los últimos años. Objetivos. El objetivo
del presente texto es analizar los repertorios de protesta emergentes en el ciclo de movilizaciones feministas iniciado en 2015 en la
Argentina, a partir de la primera convocatoria de #NiUnaMenos, que conformó un punto de inflexión para el movimiento; con el
propósito de sistematizar rasgos característicos de este período activista. Metodología. El artículo se basa en una metodología
cualitativa y se centra en revisión bibliográfica y documental. Aborda fenómenos hito del período analizado: la primera convocatoria
de #NiUnaMenos; los paros nacional e internacional de mujeres, lesbianas, trans y travestis; y las manifestaciones masivas por la
legalización del aborto voluntario. Resultados y discusión. El análisis muestra que la dimensión corporal, festiva y performativa, el
activismo tecnopolítico y el internacionalismo conforman aspectos característicos del ciclo de protesta iniciado en 2015. También se
produce una resignificación de la concepción de paro y de trabajo, y actúa como disparador para las luchas el aumento de los femicidios,
cobrando asimismo un rol fundamental la cuestión de los cuidados y la del aborto legal. Aportación de la contribución. El escrito
aporta a los estudios sobre memoria reciente de los feminismos, sistematizando un corpus de textos (teóricos y activistas) de suma
actualidad.
Palabras clave: feminismos; cuerpos; participación política; performance; redes sociales; memoria; historia.
[en] Bodies, feminisms and recent memory. Repertories of collective action in Argentina post-2015
Abstract: Introduction. In recent years there has been theorizing about the existence of a “fourth wave” of feminism (even though this
conceptualization is problematized as such). Certainly, in the second decade of the XXI century feminisms and lgbtqi + movements
have experienced a process of massification at a global level. A prominent issue in the specialized literature on this “fourth wave” or
cycle of protest is its emergence in the southern hemisphere and its particular strength in Latin America. In this activist map, Argentina
has formed one of the significant territories of the struggles of recent years. Objectives. The objective of this text is to analyze the
emerging protest repertoires in the cycle of feminist mobilizations that began in 2015 in Argentina, from the first call for #NiUnaMenos,
which formed a turning point for the movement; with the purpose of systematizing characteristic features of this activist period.
Methodology. The article is based on a qualitative methodology and focuses on bibliographic and documentary review. It addresses
milestone phenomena of the analyzed period: the first call for #NiUnaMenos; national and international strikes of women, lesbians,
trans and transvestites; and the massive demonstrations for the legalization of voluntary abortion. Results and Discussion. The analysis
shows that the corporal, festive and performative dimension, technopolitical activism and internationalism makeup characteristic
aspects of the protest cycle that began in 2015. There is also a resignification of the concepts of strike and work, as well as acts as a
trigger for the struggles the increase in femicides, with the issue of care and legal abortion also playing a fundamental role. Contribution.
The writing contributes to studies on recent memory of feminisms, systematizing a corpus of texts (theoretical and activist) of the
utmost relevance.
Keywords: feminisms; bodies; political participation; performance; social networks; memory; history.
Sumario: 1. Introducción. 2. Metodología. 3. Resultados y discusión. 3.1. 2015-. #NiUnaMenos. 3.2. 2016/2017-. Paros de mujeres,
lesbianas, trans y travestis. 3.3. Las movilizaciones por el aborto en 2018. 4. Conclusiones y aportes. Referencias bibliográficas.
Cómo citar: Singer, M. (2022). Cuerpos, feminismos y memoria reciente. Repertorios de acción colectiva en la Argentina post-2015,
en Revista de Investigaciones Feministas, 13(1), pp. 127-136.
1
Universidad de Buenos Aires, Argentina. Facultad de Ciencias Sociales y Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo.
mariela.singer@fadu.uba.ar (copiar a: marielasing@hotmail.com)
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0859-817X
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1. Introducción
En los últimos años, en diversos circuitos académicos y activistas se viene teorizando sobre la existencia de
una “cuarta ola” del feminismo (Natalucci y Rey, 2018; Garrido Rodríguez, 2021). Aun cuando tal conceptualización resulta problemática, en tanto la cronología de las “olas” ha tendido a reducir la complejidad de los
procesos y luchas feministas a una serie de aspectos, así como históricamente ha privilegiado periodizaciones
centradas en el hemisferio norte (Nicholson, 2010); lo cierto es que en la segunda década del siglo XXI los
feminismos y movimientos lgbtqi+ han vivido un proceso de masificación a nivel global.
Una cuestión destacada en la literatura especializada sobre esta “cuarta ola” (o “ciclo de protesta”, como
preferimos referirla en este texto -Tarrow, 1997, 263-) es su emergencia en el hemisferio sur y su particular
fuerza de arraigo en América Latina o “Abya Yala” (siguiendo la designación indígena del continente americano). La reconocida investigadora y activista Verónica Gago señala en este sentido:
“Empiezo por remarcar una de las novedades más importantes del movimiento feminista en los últimos años:
se ha convertido en un fenómeno mundial y emerge desde el Sur. Tiene su fuerza de arraigo en América Latina
(llamada otra vez Abya Yala aquí y allá), en capas múltiples de historias, luchas, movimientos, organizaciones”
(2019, 181).
También la investigadora argentino-estadounidense Marcela Fuentes subraya que el ciclo de luchas feministas de la última década surgió desde el territorio latinoamericano. Fuentes explica que la eclosión de movimientos feministas en este territorio se produjo en respuesta a un giro neoconservador en el plano macro que
significó un recrudecimiento de la violencia en el plano micro, y que recayó especialmente en los cuerpos feminizados:
“Contracara del ‘giro neoconservador/neoliberal/autoritario’, en Latinoamérica la organización social que alimenta estas intervenciones y que se alimenta de ellas se ha dado en llamar la ‘cuarta ola feminista’. (…) La
emergencia de esta cuarta ola desde territorios latinoamericanos es significativa y consecuente, dado que las
crisis sociopolíticas vividas en la región afectan desproporcionadamente a las mujeres y a las disidencias sexuales” (2020, 201-202).
Fuentes problematiza la cronología de las “olas” como periodización ajena al territorio latinoamericano;
pero al mismo tiempo, da cuenta de cómo estas irrupciones feministas desde el sur logran que este territorio
ingrese en el campo de las periodizaciones legitimadas, poniendo en tensión las taxonomías que dan protagonismo exclusivamente al hemisferio norte:
“La definición de los feminismos latinoamericanos como ‘cuarta ola’ se monta sobre una periodización de la
historia que surge del mundo anglosajón. Se trata de hacer ‘entrar en cuadro’ el potente impulso procedente del
hemisferio sur, y específicamente de Latinoamérica. En lugares que no entraron en las historias escritas desde
los centros hegemónicos, hay saberes, modos de organización y ejercicios de imaginación política que inauguran un nuevo ciclo de movilización feminista transnacional” (2020, 201-202).
En este mapa activista que da cuenta del protagonismo del sur global, la Argentina es considerada uno de
los territorios significativos de las luchas de los últimos años (Gago, 2019). En este país, un punto de inflexión
en cuanto a la masificación del movimiento fue el año 2015, con el llamado el 3 de junio al primer #NiUnaMenos, que generó una convocatoria multitudinaria en las calles. A partir de entonces, los feminismos y movimientos lgbtqi+ han atestiguado una expansión significativa y transversal, logrando transformaciones subjetivas y materiales en diversidad de ámbitos (laborales, gubernamentales, sindicales, académicos, artísticos,
cotidianos), lo que hace del estudio de estos años una tarea de profunda relevancia en la construcción de una
memoria feminista.
El objetivo del presente texto es analizar los repertorios de protesta emergentes en el ciclo de movilizaciones feministas iniciado en 2015 en la Argentina, con el propósito de sistematizar rasgos característicos de este
período activista, tanto en lo que hace al contenido de las demandas como a las modalidades de lucha adoptadas. La sistematización propuesta no se presume “exhaustiva” ni abarcadora de la complejidad múltiple de
dimensiones, estrategias y posturas de los diferentes activismos feministas; más bien se orienta a recuperar
algunos aspectos que han aparecido de modo insistente a lo largo de estos años, cuya exposición permite reflexionar sobre modos de hacer y reclamos intensificados en este ciclo.
Cabe destacar la importancia de producir narrativas históricas feministas sobre nuestro presente. Más aún
cuando el movimiento #NiUnaMenos que se produce desde 2015 puede ser considerado como un acontecimiento (Badiou, 1999), en el sentido de un suceso que actúa trastocando el campo de saber de la situación socio
histórica previa, conmoviendo los regímenes de visibilidad y decibilidad (Deleuze, 2008) establecidos en torno
a quiénes son sujetos de demanda y haciendo parte de la comunidad política a personas anteriormente invisibilizadas. En este sentido, autoras feministas subrayan la relevancia de producir memoria sobre estos procesos:
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“En la actualidad, se trata de reflexionar sobre la importancia de que experiencias y acontecimientos que pertenecen a la memoria colectiva del movimiento feminista adquieran rango y protagonismo suficiente como
para pasar a formar parte de lo que la sociedad valora, preserva y termina convirtiendo en memoria histórica”
(Llona, 2000, s.p.).
En esa dirección de aportar a la construcción de memoria histórica se orienta este artículo.
2. Metodología
El artículo se basa en una metodología cualitativa que sigue lineamientos del enfoque autoetnográfico (Martínez, 2015), en tanto enfoque que promueve la creatividad sociológica en los diseños de investigación latinoamericanos (Scribano y De Sena, 2009) y que resulta productivo para aproximarse a los sucesos sociales desde
una perspectiva situada y feminista (Singer, 2019). El trabajo se sustenta en análisis bibliográfico y documental y se concentra en el abordaje de fenómenos hito del período analizado, puntualmente: la convocatoria de
#NiUnaMenos a partir de 2015 y el movimiento construido a partir de entonces; el primer paro nacional de
mujeres el 19 de octubre de 2016; el Primer paro internacional de mujeres, lesbianas, trans y travestis2 el 8 de
marzo de 2017; y las movilizaciones masivas a favor de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo durante 2018.
El texto asume un enfoque situado que problematiza las divisiones hegemónicas tradicionales que ubican a
Latinoamérica como lugar de mera “aplicación” de procesos o creaciones foráneas (Richard, 1996, 738), valorizando la dimensión creativo-productiva de la experimentación local, tanto en lo que hace a modalidades del
activismo como a prácticas artísticas. En este sentido, el presente escrito se orienta a aportar a los estudios
sobre fenómenos significativos en el Sur Global, destacando la potencia productora de este territorio a la hora
de crear formas estético-políticas, experiencias y conceptos.
3. Resultados y discusión
3.1. 2015-. #NiUnaMenos
Como afirmara en la introducción, en América Latina las movilizaciones multitudinarias y la activación de
diversidad de instancias de movimientos feministas y lgbtqi+ durante la segunda década del siglo XXI, responden mayormente al aumento de la violencia de género en el plano micropolítico y a un giro neoconservador a
nivel macro.
En Argentina, ese giro neoconservador se manifestó con fuerza en el año 2015, con la asunción de Mauricio
Macri a la presidencia (2015-2019), uno de los empresarios más ricos del país, emblemático de la derecha local. A partir de ese mismo año se acelera la implementación de políticas neoliberales, a la vez que se multiplican las manifestaciones de resistencia a esas medidas, con un protagonismo fuerte en las luchas locales de los
feminismos y movimientos lgbtqi+.
El año 2015 constituye un hito para los feminismos a nivel local. Ese año surge el movimiento #NiUnaMenos (aún durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner), que con la asunción del gobierno macrista
continuará, reforzará y ampliará sus demandas.
Cabe destacar que “#NiUnaMenos” (de aquí en más, NUM) es el nombre de un colectivo feminista pero a
la vez, de un movimiento que trasciende ampliamente a ese colectivo y que nuclea las prácticas de una constelación heterogénea de luchas, colectivos y organizaciones feministas que se han potenciado en los últimos
años. Al mismo tiempo, constituye una consigna y una forma de componer políticamente “capaz de condensar
experiencias de vida y tradiciones militantes y organizativas previas, dando lugar a una renovación de la participación y de los repertorios de acción” (Natalucci y Rey, 2018, 15).
A la vez, el surgimiento de NUM puso en escena un acumulado histórico de luchas desarrolladas en este
territorio, que evidentemente habilitaron la emergencia de este fenómeno. En este sentido, Verónica Gago reconoce varias líneas genealógicas que pueden ser consideradas antecedentes del movimiento que se expande
en 2015 en la Argentina: la historia del movimiento de mujeres a nivel local, cuya referencia principal está
dada por los Encuentros Nacionales de Mujeres (actualmente, Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas,
Trans y Travestis) realizados anualmente de manera consecutiva en diferentes lugares de la Argentina desde
1986, en los años inmediato posteriores a la apertura democrática (1983); iniciativas como la de la Campaña
Nacional por el Derecho al aborto legal, seguro y gratuito, existente desde 2005; los activismos de organismos
de derechos humanos protagonizados por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; la larga historia del movimiento de disidencia sexual en la Argentina, que va del Frente de Liberación Homosexual de los años 70 a la mili2
Los paros fueron cambiando sus nombres (como comento más adelante) a partir de la problematización de la categoría de “mujeres”.
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tancia lésbica, el activismo trans, travesti, intersexual y transgénero desde entonces a la actualidad; la línea de
movimientos sociales, especialmente de desocupades, que ha tenido un protagonismo feminizado en las últimas dos décadas que ha resultado fundamental (2019, 17).
El surgimiento de NUM, finalmente, tuvo como detonante el hartazgo frente a la sucesión diaria de femicidios en el país y frente al modo en que estos aparecían (y aparecen) representados en los medios de comunicación bajo parámetros machistas, reforzando el sistema patriarcal en el que se producen y poniendo el foco de
interrogación en las actitudes de las víctimas: moralizando sus prácticas gestuales, vestimentarias, sexuales,
personales. En vinculación con esto, la carta orgánica de NUM explica el sentido de adoptar ese nombre como
consigna:
“Ni una menos nació ante el hartazgo por la violencia machista, que tiene su punto más cruel en el femicidio.
Se nombró así, sencillamente, diciendo basta de un modo que a todas y todos conmovió: “ni una menos” es la
manera de sentenciar que es inaceptable seguir contando mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres o
cuerpos disidentes y para señalar cuál es el objeto de esa violencia” (Ni Una Menos, 2015, 1).
El primer hito de emergencia del colectivo NUM se produce en marzo de 2015, cuando un grupo de periodistas, activistas, artistas e intelectuales convocan a una maratón de lectura de poesía, proyecciones y performances contra el femicidio en los jardines de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, ubicada en el barrio
porteño de Recoleta. Esta performance de denuncia, de la que participaron también familiares y amigues de las
víctimas, configuró la primera acción del colectivo, y (a sugerencia de la escritora y activista feminista Vanina
Escales) fue convocada bajo el nombre-consigna “Ni Una Menos”.
La segunda acción, que pasaría a conformar un hito en cuanto a la emergencia del movimiento NUM y un
punto de inflexión para los feminismos locales, fue la convocatoria a la movilización del 3 de junio de ese año,
que se propone como respuesta colectiva frente al femicidio de la adolescente Chiara Páez. En esa ocasión,
algunas de las periodistas involucradas en la organización de la convocatoria recordaron la maratón de lectura
de la que habían participado en la biblioteca en marzo, y propusieron utilizar nuevamente la inscripción “Ni
Una Menos” como consigna, que a partir de allí se popularizó y masificó.
El 3 de junio una multitud indignada colmó las calles y plazas a lo largo del país a modo de grito colectivo
ante la urgencia de la problemática de la violencia de género. Para esta acción, fueron determinantes las redes
sociales y la implosión de hagshtags, posteos y tendencias que se replicaron de manera vorágine en las mismas,
potenciando una convocatoria que, con miles de cuerpos en presencia en el espacio público, convirtió la temática en una cuestión significativa también en los medios y en general en la arena pública, logrando que el 3 de
junio quedara establecido a partir de entonces como una nueva fecha del calendario feminista en el terreno
local. Comenta al respecto Marcela Fuentes:
“Para denunciar y enfrentar la violencia de género y el sexismo como fenómenos multidimensionales, las
movilizaciones feministas contemporáneas investigan y exploran los recursos que ofrecen tanto las redes sociales como la performance corporalizada. Estos ocupan un lugar protagónico en la creación de narrativas colectivas en la lucha por el significado y el valor de los cuerpos por fuera de los órdenes naturalizados” (2020,
199-200).
Las redes sociales operan como soporte de las convocatorias a acciones colectivas de protesta y performance, y facilitan el trabajo descentralizado y distribuido (Fuentes, 2020, 225) característico de NUM. Así, lo digital no constituye una característica complementaria del movimiento, sino un aspecto constitutivo. Del mismo
modo, los hashtags (como #NiUnaMenos; #VivasNosQueremos –predominante desde el año siguiente de la
primera convocatoria de NUM-; #EstamosParaNosotras; #NosotresParamos; #ConOSinAmorEsTrabajo -este
último en alusión al trabajo de cuidados invisibilizado e impago-; entre muchos otros), como plantea Fuentes,
“posibilitan la producción de conocimiento y la concientización” (ib., 226).
#NiUnaMenos ha posibilitado lazos con otras movilizaciones más allá de las fronteras nacionales. El uso
de ese hashtag-consigna se ha expandido a otros territorios, tanto en América Latina o Abya Yala como en
varios países de otros continentes, y en diversos idiomas (#NotOneLess o #NonUnaDiMeno son algunas de las
designaciones que ha adquirido en otras lenguas el movimiento que nuclea luchas en multiplicidad de territorios). En ese sentido, Fuentes destaca el carácter performativo de los hashtags (Austin, 1982),3 subrayando su
carácter productor de realidad:
“Tal como Austin señala respecto de los actos de habla, los hashtags accionan en el mundo, es decir, hacen más
que describir lo que ya existe. Pensar en lo que llamo la ‘performatividad de los hashtags’ implica resaltar la
labor de estas peculiares unidades de discurso, las cuales funcionan como engranajes de las prácticas de persistencia activista en la era de la conectividad digital” (ib., 229-230).
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John Austin propone la existencia de enunciados performativos, en los que la enunciación produce la realidad misma que declara. El ejemplo más
corriente y sencillo que ofrece es el de “los declaro marido y mujer”.
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Otro rasgo que diversas teóricas feministas reconocen como regular e insistente en las luchas feministas de
los últimos años es la apelación a modalidades performáticas y a recursos artísticos (Gago, 2019; Vázquez,
2019). Ya en la primera convocatoria masiva de NUM se había acudido a diversos recursos y dispositivos estéticos para volver más contundente la protesta, entre los cuales se incluyó la exhortación al uso de ropa negra
en las movilizaciones o la colocación de zapatos en lugares públicos en señal de duelo por las víctimas. Asimismo, NUM y diferentes colectivos de arte y política, en cada caso, convocaron de manera conjunta a diversidad de acciones performáticas. Estas acciones abarcaron por ejemplo la realización de “aquelarres”, que reunían a personas vestidas de “brujas”, con sombreros y túnicas negras, como modo de denuncia de la violencia
machista, reivindicando la figura histórica de la bruja como símbolo de cuerpos feminizados, disciplinados y
aniquilados a lo largo de varios siglos.
El movimiento #NiUnaMenos ha ido ampliando y diversificando su repertorio más allá de las prácticas de
movilización tradicionales, incluyendo tanto performances como las mencionadas como estrategias en las redes que acompañan las convocatorias. Así, el repertorio de activismo de NUM incluye movilizaciones, asambleas abiertas, manifiestos, paros, campañas en Facebook, Twitter e Instagram y performances en instituciones
financieras y diversos espacios urbanos (Fuentes, 223-225), además de multiplicidad de carteles con consignas
en movilizaciones (Abbate, 2016) y pegatinas en espacios públicos que generan otra visibilidad en las calles,
las plazas y las instituciones; entre otras prácticas.
Otra cuestión a destacar de las modalidades de lucha de los últimos años es la relevancia concedida a la
dimensión de la corporalidad. Diversidad de experiencias en el terreno local e internacional, tanto del activismo militante como de exploración artística; vienen problematizando de manera creciente representaciones
normativas de la corporalidad; explicitando un acceso desigual a la ciudadanía marcado en las corporalidades;
democratizando regímenes de visibilidad de los cuerpos; creando y multiplicando instancias de encuentro e
intensificando redes de comunicación entre corporalidades diversas. Esto se ha expresado de múltiples maneras en la acción pública colectiva: con convocatorias a escraches de publicidades sexistas; a acciones críticas
de parámetros gordofóbicos, de patrones racistas, transexcluyentes, etc.
Diversos estudios señalan como una cuestión característica de estos feminismos la importancia que ha adquirido el encuentro entre cuerpos como estrategia política en la acción colectiva. Cabe tener en cuenta, como
comentara en la introducción, que con la asunción del gobierno macrista en 2015 se multiplican las resistencias
a las políticas neoliberales y se produce un despliegue significativo de protestas a esas políticas. Estas protestas
se expresan ocupando el espacio público de manera colectiva y festiva, con acciones performáticas que incluyen danza, teatro, música y otras manifestaciones estéticas en las calles, tal como subrayan estudios de arte y
política en la Argentina reciente (De La Puente y Manduca, 2019, 2).
La dimensión relacional-afectiva de las acciones políticas colectivas cobra enorme importancia en este ciclo (Fuentes, 2019). Como plantea Cecilia Vázquez (2019, 2-11), a partir de compartir colectivamente experiencias estético-políticas en las calles se generan formas de afectividad potentes entre pares que operan como
redes de comunicación. En las escenas callejeras de las manifestaciones, puede observarse la “multiplicación
de escenas de abrazos, encuentros, emociones compartidas tanto de alegría, complicidad y disfrute como de
frustración, dolor y tristeza” (ib., 12). Estas formas de sociabilidad potenciadas en las protestas de los últimos
años dan lugar a una politicidad colectiva claramente sostenida en la dimensión sensible-corporal.
Esta valorización de la corporalidad producida en las luchas constituye una cuestión rescatada también por
teóricas feministas consagradas como Judith Butler, quien destaca la potencia de acción y la fuerza significante que tiene la presencia del cuerpo en las protestas. De hecho, la tesis específica de su libro Cuerpos aliados y
lucha política, según ella misma explicita, es que “la acción conjunta puede ser una forma de poner en cuestión
a través del cuerpo aspectos imperfectos y poderosos de la política actual” (2017, 17).
Según plantea la autora, la unión de los cuerpos en las luchas colectivas genera una potencia de aparición
que trasciende el campo de significados discernibles a nivel discursivo, y corre umbrales no sólo en cuanto al
contenido de las demandas sino respecto de quiénes pueden realizarlas. En palabras de Butler:
“La propia actuación adquiere entonces otro sentido, por cuanto esas formas corporeizadas de acción y movilidad tienen significado más allá de las palabras (…) La reunión es significativa más allá de lo que en ella se
diga, y este modo de significación es una actuación conjunta de los cuerpos, una forma de performatividad
plural” (ib., 16).
Esta forma de performatividad plural que rescata Butler ha sido sumamente fuerte en los últimos años en la
Argentina.
3.2. 2016/2017-. Paros de mujeres, lesbianas, trans y travestis
Como comentara en los apartados iniciales, el 19 de octubre de 2016 se convoca al primer paro feminista. A
partir de ese año, el paro fue ampliando su convocatoria, llamándose a un primer paro internacional el 8 de
marzo de 2017, que se ha replicado desde entonces cada año y que ha adquirido diferentes nombres ante la
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profundización de las discusiones en el movimiento (por ejemplo ante la crítica del cisexismo y de la representatividad de la categoría de “mujer” -con la exigencia de ampliar esa categoría a otras identidades-; ante el
cuestionamiento al nacionalismo y la exclusión de identidades no contempladas por el estado-nación; entre
otras). Por otro lado, los cambios en el nombre también se vincularon a la réplica internacional que logró la
iniciativa del paro. Así, se pasó de paro nacional de mujeres; a paro internacional de mujeres, lesbianas, trans
y travestis; y también, a paro internacional feminista plurinacional e incluso huelga general feminista (Gago,
2019, 193).
El primer paro nacional de mujeres, según se lo denominó entonces, fue convocado como respuesta al femicidio de la adolescente Lucía Pérez, que se había producido en el mismo momento en que se estaba realizando el (entonces denominado) Encuentro Nacional de Mujeres en la ciudad de Rosario; y que se había dado
a conocer inmediatamente después de que una marea de cuerpos feminizados regresara de ese evento. La rabia
entonces inundó las redes y redundó en la propuesta de realizar una asamblea, en la que surgió la idea del paro
como medida de fuerza. Este fue realizado unas semanas después del paro feminista en Polonia por el aborto,
y convocó una movilización sumamente masiva, incluso a pesar de materializarse durante una jornada de intensa lluvia. Este paro feminista constituyó también el primer paro nacional al gobierno de Macri, a un año de
su asunción y ante la ausencia de gestos en ese sentido de la central sindical más importante del país, la CGT
(Confederación General de Trabajadores): “Mientras la CGT toma el té con el gobierno, nosotras tomamos las
calles” fue entonces una de las consignas, que a la vez que problematizaba la connivencia de las cúpulas sindicales con el gobierno, daba cuenta del desplazamiento que significaba el paro dentro del movimiento feminista (Gago, 2019, 40).
Como plantea Gago, “el paro no fue un acontecimiento aislado (…) la huelga se convirtió en la herramienta capaz de impulsar de modo nuevo al movimiento feminista a nivel internacional” (2019, 17). Esta teórica y
reconocida activista plantea que la huelga produce un salto cualitativo y cuantitativo en la movilización iniciada en 2015 contra los femicidios: radicaliza el movimiento a la vez que contribuye a su masificación, y actualiza su potencia para enlazar y politizar el rechazo a las violencias machistas.
La huelga politiza las violencias contra los cuerpos feminizados vinculadas a la acumulación capitalista, e
incluye dentro de lo considerado trabajo tareas que escapan a las visibilidades laborales y gremiales. Así, el
paro integra la cuestión laboral en la movilización feminista, y a la vez la desborda, porque incluye realidades
de trabajo no salarizadas, no reconocidas como trabajo, tareas invisibilizadas vinculadas a los cuidados y al
trabajo doméstico y reproductivo (ib., 23). De este modo, el movimiento feminista reconceptualiza al mismo
tiempo lo que entendemos por trabajo y por paro.
Como señala la investigadora argentino-estadounidense Susana Draper, la huelga “es una apertura a reflexionar sobre las condiciones de posibilidad y de imposibilidad de la idea clásica de huelga, lo que abre toda
una historia de desvalorización de la esfera de reproducción” (2018, 52), en tanto el paro como tal tradicionalmente no incluyó la cuestión de las tareas de reproducción como trabajo. De ahí que entre las consignas que
acompañaron estas huelgas se replicaran las de “si nuestro trabajo no vale, produzcan sin nosotras” o “¡si nosotras paramos, paramos el mundo!”, valorizando la incidencia transversal que tiene en los diferentes espacios,
territorios y ámbitos las tareas de cuidado para poder sostener las demás actividades productivas.
La fuerza y masividad que tuvo la primera huelga aquel 19 de octubre de 2016, así como su repercusión y
acompañamiento en otros países, alentó a convocar el primer paro internacional feminista el 8 de marzo de
2017. Así comenzó a construirse la huelga en espacios múltiples y geografías diversas. Cabe destacar, en esta
expansión geográfica que traspasa fronteras nacionales, la importancia de las redes sociales y de las imágenes
que mostraban la puesta en juego del cuerpo en diversos territorios en paralelo, “contagiando” la euforia activista. Así como el primer paro en 2016 (en ese momento, nacional) había redundado de la furia volcada y rápidamente extendida en las redes, y a la vez, de la necesidad de encuentro cuerpo a cuerpo en una asamblea; el
paro internacional de 2017 (y los que le siguen anualmente cada 8 de marzo) tienen como componentes relevantes la acción en las redes y el cuerpo en las calles (escenificación corporal que las redes contribuyen a potenciar), y a la vez, estos dos factores posibilitan y fortalecen el internacionalismo del movimiento. Como subraya Gago en relación al modo de convocatoria al paro de 2017:
“(…) funcionamos conectadas por imágenes que se acumulaban como contraseña: de las calles pasaban a las
redes y de las redes a nuestras retinas, sellándose como parte de una imaginación transnacional, multilingüe.
Tejimos, con el horizonte de aquellos días, un nuevo internacionalismo” (ib., 41).
El paro generó réplicas en varios países, y el manifiesto de convocatoria al paro internacional del 8 de
marzo de 2017 fue traducido rápidamente a varios idiomas. En este sentido, Draper subraya que la huelga
aparece “como gran conector en el que pueden coexistir diferentes luchas y lenguajes. (…) [y que conecta] con
el carácter internacionalista de la lucha. Es desde esta conectividad que se generó el espacio para un nuevo
feminismo en marcha” (2018, 53). En el mismo sentido, Gago remarca que esa conectividad permitió que “el
paro se aloje y se ensanche con realidades heterogéneas, con geografías que estando distantes se imbricaron
por zonas, luchas y realidades que no se reducían a los límites estatal-nacionales” (2019, 40).
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Draper agrega que en Estados Unidos la convocatoria al paro resignificó las luchas feministas y permitió una
diferenciación entre feminismos antisistema y lo que en ese territorio denominan “feminismos corporativos”,
como el guiado por Hillary Clinton. En este sentido, el llamamiento a un paro significó un cambio de tono:
“Ese cambio de tono vino sin duda con la palabra ‘huelga’ (…) y ayudó a iniciar un proceso de diferenciación
entre formas de entender el feminismo. (…) [La huelga] se compone de un lenguaje que clama por un nuevo
internacionalismo: donde hay solidaridad y radicalismo para imaginar un nuevo feminismo enfatizando la
precarización de la vida que efectúa el neoliberalismo” (Draper, 2018, 58-59).
En cuanto al terreno local, el paro internacional del 8 de marzo de 2018 logró además un hecho histórico:
en las asambleas preparatorias se conformó una “Intersindical feminista”. Distintes compañeres dirigentes de
todas las centrales sindicales (cinco en nuestro país), centrales con diferencias históricas inconciliables, acordaron una mesa común, en una conferencia de prensa realizada el 7 de marzo de 2018, en la que anunciaron el
llamado transversal a la medida de fuerza.
En Argentina se movilizaron medio millón de cuerpos feminizados en las marchas que siguieron a las de
octubre de 2016 y marzo de 2017: 800 mil personas en marzo de 2018 (Gago, 2020, 21) y números similares
en las de 2019 y 2020. El paro se ha ido multiplicando y ha ido diversificando su contenido: desde Paraguay,
el llamado al paro fue usado como protesta contra los agrotóxicos; en Honduras y Guatemala se afirmó contra
los femicidios territoriales de líderes comunitarias; las mujeres de las FARC paraban en la selva haciendo suyo
el llamamiento de NUM #NosMueveElDeseo; en Brasil, contra la avanzada de las iglesias que luchan en
contra de la autonomía del cuerpo (ib., 21-22).
Ahora bien, el paro no se limita al reclamo de medidas concretas. Las incluye, tiene en cuenta la necesidad
de demandas puntuales (presupuestos, leyes, políticas institucionales), pero también las desborda: a través de
la puesta en común de los cuerpos en los espacios asamblearios y en las calles se generan siempre juegos de
alianzas, solidaridades, sororidades y afectos que trascienden los reclamos, reforzando y potenciando el accionar conjunto. Toda esta potencia feminista ha ido aumentando con la diversidad de luchas y movilizaciones de
los últimos años. En este sentido, Gago plantea que en las asambleas de 2018 en las que se preparaba su convocatoria se evidenció la profundización del trabajo del paro. En estas, el salto cualitativo en términos organizativos resultó contundente: se triplicó la asistencia y “pasamos a ser más de 1000 en cada asamblea solo en la
ciudad de Buenos Aires” (ib., 44).
3.3. Las movilizaciones por el aborto en 2018
Las movilizaciones a favor de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE en adelante) que
se multiplicaron a lo largo del país, e incluso a nivel internacional, durante 2018, constituyeron otro hito de la
lucha feminista local de los últimos años, y un nuevo escalón en la profundización cuantitativa y cualitativa del
movimiento. Si bien la lucha por el derecho al aborto es de larga data en la Argentina (Alcaraz, 2019; Bellucci,
2014), en los últimos años cobró un impulso inesperado y agigantado con la expansión del movimiento feminista y lgbtqi+. La demanda por el aborto pasó entonces a conformar en poco tiempo un objetivo común en la
lucha feminista, a ocupar espacio en las redes sociales y en las calles y a ganar cobertura en los medios de
comunicación.
Esto último ocurrió especialmente en el año 2018, en el que se presenta (por séptima vez, desde su primera
presentación en 2007) el proyecto de ley elaborado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal,
Seguro y Gratuito (campaña creada en el año 2005 y conformada actualmente por centenas de organizaciones
sociales, sindicales, activistas, etc. a lo largo de todo el país, con una comisión redactora del proyecto que incluye reconocidas juristas, médicas y militantes feministas de diferentes regiones de Argentina). El proyecto
de 2018 fue el primero que logró apoyo para su tratamiento en el parlamento argentino, y el primero en ser
tratado en la Cámara de Diputados y en la de Senadores, el 13 de junio y el 8 de agosto de ese año, respectivamente, resultando aprobado en la primera y rechazado en la segunda (por lo que el proyecto volvió a ser presentado en 2019 y se aprobó finalmente por ambas cámaras en diciembre de 2020, como comentara anteriormente -en una versión presentada por el Poder Ejecutivo, que tomaba la de la Campaña con modificaciones-).
Unos meses antes ya de su tratamiento en 2018, comenzaron a realizarse diversas estrategias performáticas
colectivas para instalar el tema. Entre ellas, especialmente significativa y característica fue la de los “pañuelazos” colectivos, la mayoría masivos, utilizando el pañuelo verde, símbolo de la campaña. Con los brazos en
alto mostrando el trozo triangular de tela verde tomado de cada mano por sus vértices, una multitud al unísono
inundaba de verde el espacio público de calles y plazas, creando una presencia uniforme a partir de los fragmentos pequeños de cada pañuelo.
De este modo, el 19 de febrero de 2018 se realizó el primer “pañuelazo” a favor de la legalización del
aborto legal, seguro y gratuito. Más de 10.000 personas se reunieron frente al Congreso de la Nación para alzar
en alto el pañuelo verde de la Campaña, en el intento de llegar a quienes discutían en el Congreso, produciendo imágenes colectivas inéditas que operaban como señal de la fuerza de la lucha.
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El pañuelo verde, inspirado en el pañuelo blanco de las Madres de Plaza de Mayo,4 había comenzado a
utilizarse en 2003 y se fue convirtiendo en un símbolo del derecho al aborto, no solo a nivel local sino internacional. Pero además, en 2018 este indumento se volvió parte de la vida cotidiana, utilizado por activistas de
trayectoria así como por “las pibas”, como se denomina a adolescentes que ejercieron un rol significativo y
potente en estas movilizaciones (Lenguita, 2021). El pañuelo comenzó a viajar ubicado en mochilas, bolsos,
carteras, bicicletas, espejitos de autos, en puños levantados en marchas y/o recitales, al cuello, como vincha,
como cinturón, en la puerta de hogares, y es utilizado por conferencistas, docentes, estudiantes, famosos y famosas, personas desconocidas, etc. Las mochilas y bolsos con el pañuelo verde se volvieron así una señal
contundente y visible de la masificación de la campaña por el derecho a decidir, que generaba una nueva visibilidad pública colectiva, no solo en las asambleas y manifestaciones en que las calles se teñían de verde, sino
también en lo cotidiano, en los cruces entre gente desconocida en el colectivo, la vereda, la plaza, el ámbito de
estudio, para quienes el pañuelo funcionaba como suerte de guiño cómplice entre iguales en una lucha compartida. Esta práctica masificada a lo largo del país tenía así intensos efectos estético-performáticos, generando
alianzas entre desconocides, haciendo presente la demanda del aborto en muy diversos ámbitos y espacios de
manera insidiosa en lo cotidiano, y consolidando así mediante la producción de esas visibilidades la fuerza del
reclamo.
Los pañuelazos fueron complementados con una intensa actividad en las redes, donde el inicial #QueSeaLey se convirtió en #SeráLey, en tanto “hacer performativo de autodeterminación colectiva” (Fuentes, 2020,
238). La masificación de la temática tomó los más diversos ámbitos: sindicatos, universidades, escuelas, medios de comunicación, etc.. Fueron meses de gran actividad política y producción de visibilidades que teñían
los diferentes sitios de verde a partir del uso del pañuelo, de su colocación en diferentes espacios físicos, y de
otras acciones estéticas como pintar objetos, paredes, murales de ese color. El tema del aborto parecía haber
copado todos los espacios.
El 13 de junio de 2018, que se convirtió en una fecha hito para el movimiento feminista (#13J), fue el esperado día de tratamiento y votación en la Cámara de Diputados. La sesión duró 24 horas, incluyendo también
hasta la media mañana del día 14. En esas horas, la Plaza de los Dos Congresos reunió a cientos de miles de
personas que circularon y permanecieron allí a pasar la noche, sosteniendo la lucha durante una dura noche de
frío invernal, con temperaturas gélidas, en lo que se conoció como la “vigilia por el aborto legal, seguro y
gratuito”. Esta misma imagen de cientos de miles de personas (“las pibas” mayormente) se replicó en las
principales plazas de todo el país. Tras 24 horas de debate, el proyecto obtuvo media sanción, con 129 votos a
favor y 125 en contra, y un emotivo estallido masivo de gritos y llantos compartidos de celebración ante el
histórico resultado.
Durante las semanas siguientes las acciones y estrategias para potenciar la visibilidad del tema continuaron,
e incluyeron performances creativas en espacios públicos. El 31 de julio de 2018, por ejemplo, se realizó la
“operación araña”, organizada por el colectivo NUM junto a las delegadas del Metro de Buenos Aires (Metrodelegadas), la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, y colectivos arteactivistas
como Serigrafistas Queer y Yo No Fui, entre otros (Fuentes, 2020, 243). Esta acción tuvo lugar en la red de
subterráneos de Buenos Aires, bajo el lema “la tierra tiembla desde abajo”, en la preparación de estrategias de
protesta en función de la votación en el Senado el 8 de agosto. En ella, activistas y artistas se desplegaron por
los seis recorridos del subte, señalando la multiplicidad de problemáticas que convergen en el tema de la salud
reproductiva, apelando a estrategias performáticas. El colectivo Serigrafistas queer, por ejemplo, eligió actuar
con la banda tropical Kumbia Queers vestidas de palmeras para “cambiar el paisaje invernal” y “afectar visualmente a les pasajeres del metro” (Fuentes, 2020, 245). La operación araña incluyó momentos de teatro porpular, música y escenas de desmitificación de datos y de campañas de desinformación sobre el aborto, y llenó de
verde el subte.
A pesar de todas estas prácticas, sin embargo, en el transcurso de esas semanas la ofensiva antiderechos
logró consolidarse, y en el debate de la Cámara de Senadores del 8 de agosto (que se extendió también hasta el
día siguiente, con las plazas y las calles repletas de manifestantes haciendo vigilia) la propuesta fue rechazada.
Aún con el frustrante resultado, las luchas por el aborto en 2018 significaron claramente un nuevo salto
cuantitativo y cualitativo en la potencia del movimiento feminista y lgbtqi+. Las imágenes de cuerpos en las
calles producidas durante las vigilias masivas en esas jornadas se replicaron en varias ciudades y países que
acompañaron con pañuelazos en señal de alianza internacional, tanto en Estados Unidos como en Europa y
Latinoamérica (Bolivia, México, Perú, Costa Rica acompañaron con protestas, adoptando el pañuelo verde
para impulsar leyes de derechos reproductivos en sus propias geografías -Fuentes, 2020, 237-).
4
Madres de Plaza de Mayo es una asociación argentina formada en 1977 durante la última dictadura militar, con el fin de recuperar con vida a les
detenides desaparecides a lo largo de la misma. Se concentró posteriormente en establecer las responsabilidades de los crímenes de lesa humanidad
y de promover su enjuiciamiento. Debido a que, durante la dictadura, las reuniones públicas de más de tres personas en lugares públicos estaba
prohibida, en su reclamo las madres se movían en parejas en la Plaza de Mayo (plaza ubicada frente a la casa de gobierno) en lo que se hizo conocido como “las rondas de las Madres”. En estas, llevaban fotos de sus hijes y pañuelos blancos en la cabeza (para representar los pañales de sus
hijes desaparecides) que se tornaron característicos del colectivo y un símbolo a nivel local e internacional.
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En todo este período destaca el carácter festivo de las puestas en acto de los cuerpos, con una intensificación
de los lazos afectivos. Las escenificaciones colectivas incluyen expresiones estéticas tales como inscripciones
corporales, cánticos conjuntos, utilización de maquilaje y glitter en diferentes zonas del cuerpo, el uso del
verde y el violeta como colores distintivos (de la campaña a favor del aborto voluntario y del movimiento feminista, respectivamente) en prendas de vestir y otro tipo de accesorios, así como el uso de instrumentos percutivos y expresiones de danza. La danza, de hecho, se presenta con fuerza no solo en performances artísticas
puntuales sino también en performances ampliadas de la protesta, en las que el baile y el movimiento colectivo,
o incluso las coreografías masivas pautadas, son consideradas instancias de encuentro indisciplinadas que
agitan el ánimo alegre de las manifestaciones, contagian a otras personas y fortalecen la lucha.
Como agrega Vázquez en relación con el cuerpo individual y colectivo en este período, “la trama de afectos
como la complicidad, la voluntad de estar juntas, el placer por el intercambio, el carácter festivo y lúdico van
elaborando lo común en cada movilización que se expresa a través de un cuerpo colectivo” (Vázquez, 2019, 11).
4. Conclusiones y aportes
“Ni una menos nace en 2015 como un grito común, un ya basta que se teje colectivamente. Las potencias
políticas del lenguaje poético, la viralización en redes y, sobre todo, el modo en que se ha ido tramando en el
tiempo como acción de muchxs, inventando formas de luto y de lucha, produjeron su transformación en un
movimiento social expansivo y radical” (Ni Una Menos, 2018, 3).
Este texto se enfocó en el análisis de repertorios de protesta y modalidades de acción desarrolladas en luchas activistas feministas de los últimos años en la Argentina. El motivo de realizar este análisis no se ha sostenido en la reivindicación de un carácter “nacional”, sino en la importancia de producir abordajes situados
sobre (y desde) procesos del sur global, visibilizando el rol activo de estos territorios en la creación de formas
políticas, modalidades de lucha, experiencias y conceptos.
Pueden sintetizarse entonces, a partir de lo expuesto, como rasgos característicos del ciclo de protesta iniciado en 2015: la importancia de la dimensión corporal y de los encuentros entre cuerpos como forma de acción
política colectiva; el carácter festivo y performativo de los encuentros; el activismo tecnopolítico y la acción
en redes sociales digitales; y el internacionalismo del movimiento. También cabe tener en cuenta, a la hora de
aportar a la construcción de memorias feministas, la relevancia del aumento de los femicidios en tanto disparador de este ciclo específico de luchas que suele ser designado como “cuarta ola”. Asimismo, resulta significativo el modo en que se produce una redefinición de las nociones de paro y de trabajo, y el rol fundamental
que cobra en este ciclo la cuestión de los cuidados y las tareas reproductivas; así como la consolidación de la
demanda por el aborto legal.
Las luchas feministas de los últimos años han generado así aperturas en los modos de concebir y de practicar la política, frente a modalidades más racionalistas y morales de la acción política tradicional. Esto se evidencia, por ejemplo, en el carácter festivo e indisciplinado de los cuerpos en los encuentros colectivos, orientados a trastocar mandatos moralizantes que permeaban incluso tradiciones políticas de las izquierdas.
Asimismo, como he expuesto, una de las condiciones que habilitó la masificación de los feminismos y
movimientos lgbtqi+ fue la expansión de las redes sociales y del activismo en red, que, en lugar de dar sitio a
una performatividad que reemplazara la de las calles, resultó complementaria a esta última e incluso aportó a
dinamizar y reforzar la puesta en juego de los cuerpos en las convocatorias a ocupar el espacio público. Por
eso, además de la importancia de los cuerpos y de las expresiones festivas, el activismo tecnopolítico (Fuentes,
2020) conforma una característica ineludible y constitutiva de este ciclo. A la vez, ambas modalidades de la
acción, la puesta en juego de los cuerpos en las calles y la digitalización de imágenes y convocatorias en las
redes, fueron lo que contribuyó a que el internacionalismo fuera otro rasgo distintivo e imponente de este ciclo
de activismo feminista, al punto de hacerse referencia a una “internacional feminista” (Gago, 2019) como red
que se expande y se potencia de y en múltiples territorios.
Por último, cabe agregar que el ciclo de protesta abierto en 2015 con la masificación de los feminismos
configura un período importante también a la hora de pensar la corporalidad colectiva en la Argentina posterior
a la última dictadura (1976-1983). Los años que siguen al 2015 dan forma a una nueva fase de manifestaciones
corporales y estéticas en las calles luego de dos ciclos que habían sido significativos en la historia reciente: el
correspondiente a los años 80 de la apertura democrática, considerado de “irrupción del cuerpo” (Longoni,
2010) en la posdictadura argentina, con experiencias corporales y festivas orientadas a recuperar las potencialidades de los cuerpos luego del disciplinamiento dictatorial; y el relativo a los años cercanos a la crisis socioeconómica argentina de 2001, cuando se produjo una implosión de corporalidades en el espacio público, incluyendo manifestaciones de carácter festivo, que registraron un pico en el año 2002 y comenzaron a declinar a partir
de 2003 (Longoni, 2010). El 2015 marca un nuevo período en esta dirección, en el que se valoriza la puesta en
juego de los cuerpos en las calles y el carácter festivo del encuentro. Por eso este trabajo se ha orientado a
aportar a la construcción de la memoria de estas luchas, en pos de que puedan ampliar la imaginación para otras
y de seguir activando, nutriendo y vitalizando la potencia feminista que se ha intensificado en los últimos años.
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