Sabina Aguilera*
Mirando a través del espejo, recordando el camino
primigenio. Un análisis iconográfico a la luz de la mitología
y el ritual de los tarahumaras
Resumen: Se propone un análisis iconográfico de algunos elementos de
diseño en tejidos (fajas) ralámulis (tarahumaras) del noroeste de México,
incluyendo otros objetos (en parte textiles) así como una comparación con
objetos análogos y concepciones huicholes, para explorar sus dimensiones
cosmológicas y rituales.
Summary: In this article, an iconographic analysis of some design elements
in Ralámuli (Tarahumara) textiles (woven belts) from Northwestern Mexico
is developed, including other (partly textile) objects as well as a comparison
with analogous objects and conceptions of the Huichol, in order to explore
their cosmological and ritual dimensions.
El siguiente artículo propone un análisis iconográfico a partir de ciertos diseños tejidos
por los tarahumaras o ralámulis1 quienes habitan en el noroeste mexicano, al suroeste
del Estado de Chihuahua, aunque también hay colonias tarahumaras en los Estados
de Durango, Sinaloa y Sonora. La comunidad en la cual realicé el trabajo de campo
se ubica en la zona de las barrancas chihuahueñas.2 En términos generales, la región
tarahumara está conformada por abruptas montañas (que pueden llegar hasta los 3.000
*
1
2
Sabina Aguilera es etnóloga mexicana egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Ha realizado su trabajo etnográfico entre los tarahumaras quienes habitan al suroeste del estado de
Chihuahua en México. Su interés principal es el análisis de los textiles tarahumara y los diseños tejidos en ellos y su vínculo con otros aspectos culturales que permitan develar que un textil es más que
un objeto decorativo. Actualmente realiza una maestría de investigación en Estudios Indoamericanos
en la Universidad de Leiden, Holanda.
La forma en la que se debe escribir no ha sido del todo estandarizada; no obstante, se retoma lo ya
planteado por “estudiosos del idioma sobre la grafía de la lengua tarahumara y lingüistas como Don
Burgess, Enrique Servín y Leopoldo Valiñas, además de algunos antropólogos sociales como William Merrill, [quienes] consideran que esta lengua se debe escribir con las reglas propias de la escritura que representen su sonido [...]” (Pintado 2004: 5).
El trabajo de campo se llevó a cabo en tres diferentes etapas a lo largo del 2004 en la comunidad de
Coyachique que pertenecen al Pueblo de Potrero, en el Municipio de Batopilas.
INDIANA 24 (2007), 235-257
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Sabina Aguilera
metros de altitud sobre el nivel del mar) y profundas barrancas (hasta 300 metros). La
diversidad tanto del clima como de la vegetación es característica de lo accidentado
del territorio. Algunas de estas variaciones representan diferentes respuestas adaptativas a zonas con medio ambientes distintos (los de las tierras altas y los de las barrancas). Asimismo, existen variantes regionales en cuanto al lenguaje, la cosmovisión, el
ritual, la vestimenta, los patrones de asentamiento, las estrategias de subsistencia, entre
otros aspectos de su cultura.
La faja o cinturón tarahumara, tejido en un telar horizontal,3 es de los objetos que
más elementos gráficos contiene y que en la actualidad sigue formando parte de su
indumentaria; igualmente son confeccionados para su venta como artesanía. Los diseños tejidos en las fajas se componen básicamente de la combinación de las siguientes
figuras geométricas: rombos, espirales, escaleras, grecas, triángulos y líneas zigzagueantes (ver Foto 1).
A primera vista, la faja parece un simple objeto utilitario sin ningún contenido
simbólico. No obstante, a partir del análisis tanto iconográfico como del conjunto gráfico-formal que antecede este trabajo (Aguilera 2005), me fue posible proponer que
este textil es una imagen que remite a la cosmovisión tarahumara, pues reproduce mediante sus diseños y su forma la percepción ralámuli del mundo.
Ilustración 1: Las fajas o cinturones ralámuli se tejen actualmente con estambre
sintético en un telar horizontal y se utiliza en gran parte de la región tarahumara
como parte de la indumentaria y para su venta como artesanía.
Basada en una fotografía realizada por Sabina Aguilera
3
Hoy en día la mayor parte de los tejedores ralámuli trabajan con estambre sintético, pues a pesar de
que no es muy barato, hacerlo con lana (como solía hacerse anteriormente) implica tener borregos,
los cuales son un gasto mayor en tiempo y en dinero.
Mirando a través del espejo, recordando el camino primigenio
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Dicha investigación tuvo como principal objetivo el develar las relaciones entre mitos
principalmente sobre la creación y la iconografía textil. Esto se llevó a cabo trabajando
de manera conjunta con la familia tarahumara con quien conviví y que me hospedó
durante mis estancias de trabajo de campo, de esta forma mi tarea fue la de interpretar
los datos a partir de su propia exégesis de los motivos. Para lograr el análisis, fue
necesario realizar una clasificación de todos los diseños en la cual éstos fueron
“desmembrados”, de acuerdo con las categorías tarahumaras, hasta llegar a la unidad
mínima de significación para después ver su organización y combinaciones. Una vez
analizada la composición plástica, es decir, el sentido de la disposición de las figuras
organizadas en patrones a lo largo de un eje, se hizo más claro el significado que
intentaban expresar. Esto, por supuesto, aunado a las categorías de otros subsistemas
culturales, como la mitología, la ritualidad y otras características plásticas.
Por otro lado, el estudio no se limitó a un único diseño o unos cuantos mitos, sino
que poco a poco se extendió a un panorama más amplio, incluyendo relatos y motivos
análogos representados por medio de distintos soportes expresivos además del textil
–tal y como el cerámico, el dancístico, el ritual– en culturas y tiempos distintos.
El presente texto toma como punto de partida los resultados de esta investigación
para enfocarse específicamente en nociones tarahumaras sobre el camino y la comunicación con Dios, las cuales son sintetizadas en las figuras del rombo, la espiral y la
escalera.
1. Mito e imagen
Líneas arriba mencioné que a partir del análisis iconográfico es posible vincular diferentes elementos gráficos y buscar su posible explicación a través de los relatos míticos que los propios tarahumaras destacaron al conversar sobre los diseños.
Lo significativo de examinar la relación de los diseños con la mitología se sustenta
en que los primeros operan como referentes de aspectos cosmogónicos, de ideas, o
bien, síntesis de historias. De acuerdo con André Leroi-Gourhan ([1965] 1971) a este
tipo de expresiones plásticas se les puede denominar mitogramas, pues aluden a figuras o composiciones de patrones que no son exclusivamente una representación de la
realidad, sino una abstracción de la misma. Estas representaciones abstractas desatan
cadenas de significados cristalizados en los mitos de manera oral, pero también, de
manera no verbal, en los ritos, en las danzas, en los parafernalia, etcétera. En este
sentido y a manera de hipótesis, planteo que la composición de la faja, es decir, de los
elementos que componen los patrones ya descritos se pueden estudiar, como lo menciona Leroi-Gourhan, “alrededor de un tema probablemente mitológico” ([1965] 1971:
189). En definitiva, no es que existan eventos mitológicos específicos, “sino claves
gráficas sin conexión descriptiva, soportes de un contexto oral […]” ([1965] 1971:
189). No obstante, es preciso considerar que un mito por sí mismo no puede dar signi-
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ficado a un hecho, ya que son parte o fragmentos de una totalidad y sólo se complementan al compararlos con otros mitos (Lévi-Strauss [1979] 1989: 18).
Una vez sugerido que existe un vínculo entre los patrones que componen los diseños y los fragmentos míticos, puede ampliarse el análisis interpretativo a uno que incluya los de etnias distintas, de tal forma que se complementen los datos que no sean
muy explícitos entre los ralámuli. Para tal efecto, retomo el método comparativo planteado por Claude Lévi-Strauss a lo largo de varias obras, ya que evidencia cómo ciertas categorías empíricas pueden operar en otras culturas como verdaderas herramientas
conceptuales. Así, el antropólogo compara mitos de una sociedad, para luego ir “alcanzando progresivamente sociedades más lejanas, pero siempre a condición de que
entre unas y otras se hayan demostrado, o puedan postularse razonablemente, vínculos
reales de orden histórico o geográfico” (Lévi-Strauss [1964] 1982: 11).
Bajo esta lógica, utilizo relatos de pueblos vecinos, como son los huicholes (que
habitan en los estados de Jalisco y Nayarit al occidente mexicano) y dos de los deno4
minados ‘grupos pueblo’ del suroeste de los Estados Unidos: los hopi y los zuni. La
comparación resulta válida por varias razones. En primer lugar, porque estos pueblos
pertenecen a una misma familia lingüística, la yuto-azteca; segundo, porque comparten
los mismos diseños; tercero, porque la arqueología ha demostrado que durante muchos
siglos, mantuvieron contactos panregionales (Sauer [1932] 1998), donde no sólo intercambiaron productos, sino también ideología (Braniff 1992: 35). Además, este enfoque se justifica pues a pesar de que
el área cultural del “Noroeste” de México (el “Southwest” [norteamericano]) no es parte
del área cultural mesoamericana […] reconocemos al igual que Kelley, Weigand, Haury y
muchos más, que existe una infinidad de rasgos compartidos entre aquella región y la
nuestra […] estos rasgos deben explicarse no ya dentro de la estructura del “área cultural”,
sino entre otros sistemas de intercambio y comercio, y también sistemas de colonización,
dominio y explotación que derivan de estructuras y redes económicas y políticas que
trascienden los límites de las áreas culturales (Braniff 1995: 183).
Antes de pasar al análisis vale la pena retomar las reflexiones de Barbara Keifenheim
(1999) quien menciona que al percibir una serie de combinaciones de formas representadas en un objeto, el observador es expuesto a una serie de sensaciones. De esta
forma
the strictly geometric patterns make a trip, so to say, possible from the world of strict forms
into a pre-formal world where the traveler can, through personal bodily-sensorial
experience, decode the production of mythological/cosmological significance (Keifenheim
1999: 44).
4
Los datos etnográficos de regiones tarahumaras distintas a la comunidad donde realicé mi trabajo de
campo, así como de los huicholes, hopi y zuni son de segunda mano.
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En definitiva, lo que destaca la antropóloga es que un análisis iconográfico no explica
del todo al objeto estudiado, sino que debe ser remitido y comparado con el conjunto
de otras categorías pertenecientes a otros subsistemas que, mediante un diálogo paradigmático entre categorías, ayude a esclarecer lo que un objeto intenta comunicar. De
ahí la importancia de considerar el tejido y sus diseños como un conjunto, entendidos
como lo formal y lo gráfico respectivamente para dar cuenta del objeto y de otras
cuestiones sociales implícitas en él.
Veamos pues lo que, a partir de la comparación, nos puede decir la composición
plástica de la faja.
2. La creación primigenia y sus correspondencias gráficas
La hipótesis principal es que los diseños que conforman la faja, son representaciones
cosmogónicas de gran trascendencia, de tal forma que cada uno de los elementos gráficos refiere a conceptos relacionados con el momento de la creación y de la comunicación entre los diferentes planos del cosmos asociado con la noción ralámuli del camino de la vida. Asimismo, la composición de los motivos revela una división del cosmos en tres planos (supramundo, centro e inframundo). Esto lo desarrollaré con mayor
precisión más adelante.
Conversando acerca de los diseños con los ralámuli (ver Figura 1), se hizo más
claro que para ellos las cosas del mundo tienen que ver las unas con las otras, como si
un motivo no pudiera ser explicado del todo sin la ayuda de otro. En otras palabras, las
ideas detrás de los diseños encuentran un lugar en el cosmos justamente a partir de su
cosmovisión, la cual, de acuerdo con Johanna Broda, es una “visión estructurada en la
cual [se combinan] de manera coherente sus nociones sobre el medio ambiente […] y
sobre el cosmos en que situaban la vida del hombre” (1991: 462).
Figura 1: Ejemplos de elementos gráficos tejidos en la faja
y que aquí se presentan de manera aislada
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Así, profundizando en la plática sobre las montañas y los cerros fue que surgió la noción de los caminos, la cual es fundamental en el pensamiento tarahumara. De aquellos se dice que fueron recorridos y marcados primero por Dios o Tata Riosi, para que
después los ralámuli supieran por dónde caminar. Todo tiene su camino, no sólo los
ralámuli, sino también las aguas, el sol, las nubes, las flores y demás entidades que
son consideradas como seres que conviven con el tarahumara. Vivir en armonía significa seguir este camino marcado por Dios. El siguiente relato ejemplifica esta cuestión:
Dios fue el primero en hacer los caminos y luego ya pasaron sus hijos. Cada ralámuli tiene
su camino y debe esforzarse por trabajar y hacer bien las cosas para ir por el camino de
Dios, que va hacia arriba, mientras que el camino del diablo va hacia abajo y nadie quiere
ir para allá. Los curanderos hablan mucho sobre los caminos (Catarino 2005: comunicación
personal).
En este mismo sentido, Merrill menciona un sermón –los cuales son de tipo éticoreligioso y pronunciados por el gobernador o chamán– en donde se habla de Dios y su
esposa como los padres de todos los rálamuli, que se encargan de cuidarlos y mostrarles cómo deben vivir:
[…] Sigan el camino de Nuestro Padre y también de Nuestra Madre. Que ustedes encuentren la vejez dentro de mucho camino. Agarren el bastón de Nuestro Padre y también el
bastón de Nuestra Madre, la flor de Nuestro Padre y la flor de Nuestra Madre. De esta manera cada uno de ustedes que está aquí de pie tendrá fuerza […] (Merrill [1988] 1992:
109).
Tanto el relato como el sermón remiten a cuestiones morales y éticas de cómo debe
llevar un ralámuli el buen camino indicado por Tata Riosi. Se trata de la vida, la cual
refiere a un camino siempre “hacia arriba”, hacia Dios, en oposición al de abajo, que
se asocia con el diablo.
Por otro lado, se mencionó que las figuras tejidas comprenden conceptos de suma
importancia, ya que tienen que ver con el momento de creación y con la comunicación
“cósmica”. Los motivos expuestos en la Figura 1 representan montañas o cerros, caminos, un centro o un “ojo”. Todos ellos fueron reconocidos así por lo propios ralámuli.
Aquí quiero destacar lo que me comentaron particularmente acerca de los cerros, cuyo
nombre en tarahumara kawí es el mismo utilizado para referirse al mundo o la tierra y
son concebidos como lugares de protección o abrigo. Estas concepciones acerca del
cerro serán relevantes más adelante.
Ahora bien, cabe preguntarse ¿cuál es la relación lógica que articula a los cerros,
los caminos y el centro con las concepciones aludidas? Esto puede esclarecerse a través de los siguientes relatos de tres diferentes pueblos (tarahumara, zuni y hopi) que
aluden al momento en que se dio origen al mundo:
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Tarahumara:
Al principio, cuando todavía no había tierra, dicen que Dios pensó que debería hacerla
y desde el cielo la formó durante siete días. Dicen que había pura agua y que Dios hizo la
tierra moviendo el agua cuando estaba caliente.
Cuando se fue endureciendo, la espuma empezó a flotar y poco a poco se hizo lodo; al
enfriarse se formó la tierra.
Otros tarahumares creen que la tierra es una rueda muy grande que descansa sobre cuatro
pilares, así como un gallinero que ellos hacen y creen que se mueve muy lentamente; encima está Dios dándole fuerza (Mondragón/Tello/Valdés [1995] 2002: 15).
Zuni:
La Madre del Mundo hizo remolinar el agua en un vaso. De este torbellino de agua surgió
la vida, luego ella golpeó con sus dedos el agua y se formó la espuma. Entonces la Madre
Tierra sopló la espuma, de la que se desprendieron copos que fueron a formar las montañas
(Ortiz [2005] 1947: 326).
Hopi:
La Madre Araña hizo al universo tejiendo su telaraña como espiral, hizo los rumbos del
universo y al final sopló y sopló y de su telaraña se hizo un gran remolino. De ahí se formaron las aguas y las montañas (Ortiz [2005] 1947: 326).
En los tres relatos se destaca la presencia de una deidad creadora que, en el caso
tarahumara, se refiere a Dios, mientras que el segundo menciona a la Madre del
Mundo y el tercero a la Madre Araña. Todas estas deidades llevan a cabo el acto
creativo al hacer girar el agua, o bien a partir de un movimiento en espiral, lo cual
sugiere una relación entre tal figura y el útero, pues es de allí donde surge la vida,
como veremos enseguida con mayor detalle. Al mismo tiempo, se desprende otra
asociación entre la representación del origen primigenio y su expresión mediante la
formación de la espuma, las montañas y el viento, todos éstos como sinónimo de vida.
Para comprender más claramente estas asociaciones, considero necesario exponer
brevemente lo que significa la representación de la greca escalonada, puesto que no
sólo sintetiza nociones vinculadas con el lugar de origen, sino que se trata de una
figura compuesta por “escalones” o triángulos a lo largo de una línea inclinada que
funge como eje principal y que termina en uno de sus extremos con un gancho o
espiral (Figura 2).
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Figura 2: La greca escalonada
Son varios los trabajos de historiadores del arte y arqueólogos sobre la greca escalonada, que demuestran cómo este motivo, junto con otros asociados a él –que pueden
apreciarse en murales, en diferentes arquitecturas, en cerámica, en telas estampadas, en
coreografías y en textiles– son característicos de pueblos que van desde el noroeste
mexicano (que contempla el suroeste estadounidense), pasando por el occidente y el
Valle de México llegando incluso hasta el Perú, Bolivia y Argentina. La investigación
de Beatriz Braniff (1995) resulta importante para el presente texto, ya que evidencia la
relación entre el noroeste mexicano y Mesoamérica a partir de la greca escalonada, en
su calidad de símbolo ideológico. El trabajo de la arqueóloga, así como los de Hermann Beyer (1924), Konrad T. Preuss (apud Beyer 1924), Marshall H. Saville (apud
Beyer 1924), Teague (1998), Ortiz (1947 [2005]) entre otros, han coincidido en interpretar la figura en cuestión como vinculada con el agua, con Quetzalcoátl, con el viento, con la serpiente, con montañas, con la cruz, con caracoles y con el centro de la
madre tierra (ver Figura 3). En relación a estos últimas interpretaciones, Paulina Faba
(2001: 62-64) menciona que entre los huicholes, tanto los ojos de agua, como la espiral son vías de acceso al mundo de abajo; incluso pueden representar el camino de los
antepasados por el inframundo, para luego salir por el mar. En ocasiones se concibe
también como un caracol que, de acuerdo con la antropóloga, se asocia igualmente con
el útero de la tierra como con el viaje al lugar que habitan los ancestros.
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Figura 3: Corte de un caracol
Tomado de Sejourné ([1962] 1998): lámina 10.
A partir de lo planteado, es posible vincular varias ideas importantes representadas en
los motivos de la faja. En primer lugar el arriba-abajo o ascendente-descendente y el
centro, pues este punto central es a su vez el lugar de donde se parte para subir o bajar
(mediante la escalera o bien un camino). También corresponde con el lugar de la
emergencia o lo que podríamos entender como útero. De aquí deriva el segundo punto,
es decir, la relación entre el cerro como la representación de la matriz, como contenedor de agua y el centro; pero también como un camino, pues estos se recorren también
andando sobre los cerros.
Lo que me interesa destacar es que a lo largo del tiempo ha permanecido un consenso sobre la interpretación de la greca como vinculada con elementos y deidades de
suma importancia pues remiten al origen primordial. Una vez dicho esto puede quedar
más claro el vínculo entre el simbolismo de esta figura y la propia interpretación ralámuli sintetizada en la espiral. De esta forma se puede sugerir que tanto los fragmentos míticos como las figuras mostradas en la Figura 1 remiten al lugar de origen, pues-
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Sabina Aguilera
to que representan la manera en que el mundo se creó como resultado de un movimiento circular-espiroideo.
3. Recordando el camino
Pero ¿qué hay de la idea sobre el camino que se ha destacado en relación a los motivos
de la faja? y ¿es posible plantear que la espiral –y en todo caso el cerro como lugar de
protección o metáfora del útero– es un camino que en un primer momento indica la
ascensión primigenia, la creación? La respuesta podría ser afirmativa si consideramos
que de acuerdo con la exégesis ralámuli la espiral es también un camino. En otras palabras, de acuerdo con su explicación éste es como una escalera o como una espiral, es
decir que no hay una diferencia entre ambas figuras, puesto que en las dos subyace la
misma idea de poder ascender o descender. A partir de la exégesis se puede sugerir
entonces que la figura espiroidea es una transformación del zigzag, del cerro, de la
escalera o de las líneas inclinadas con triángulos a manera de peldaños. Una tabla ilustra de manera gráfica esta idea (Figura 4).
Ahora bien, en términos espaciales dichas figuras representan no sólo categorías
vinculadas con la ascendencia y descendencia, sino que al mismo tiempo contienen
implícitamente la idea de entrar y salir.
Profundicemos sobre estas categorías relativas al espacio. De acuerdo con la concepción tarahumara el arriba o el ascender está asociado con la dirección este (re’pá)
(Thord Gray 1955: 357) y con la noción de salir (machinima o machi) lo cual se vincula lingüísticamente con nacer (machina) (Thord-Gray 1955: 239). Por otro lado, el
abajo, sumergirse o descender (ralé o rere), que a pesar de que no se asocie explícitamente con el oeste, sí tiene estas connotaciones puesto que es el lugar por donde el sol
se mete para comenzar su recorrido por el inframundo. Los datos de la antropóloga
Ana Paula Pintado (2004) sustentan estas nociones espaciales, pues en los patios ceremoniales que representa un microcosmos y donde se llevan a cabo los rituales, se
colocan cruces en los cuatro rumbos del universo: panina o ripá, el arriba, el oriente,
por donde sale el astro solar; tuna, abajo, el poniente, por donde se mete el sol; watoná, derecha, sur; y koiná, izquierda, norte (Pintado, comunicación personal, 2005). En
otras palabras, todos estos términos remiten a las cuatro direcciones cardinales –en las
que el eje este-oeste representa el movimiento del sol– y el centro. Estas categorías
ayudan a comprender el vínculo con la acción de entrar y salir, como bien lo ejemplifica la etnografía de Carl Lumholtz ([1902] 1981: 295-296) cuando explica que el este
es el lugar donde nace Tata Riosi (el Sol o Dios), pues es de donde lo vemos salir cada
día para continuar su recorrido por la bóveda celeste. Dicho rumbo tiene que ver con
un movimiento ascendente, el calor, la luz y la fuerza del sol; en oposición al oeste
que implica descender (cuando el astro camina por el mundo de abajo) oscuridad, enfermedad, etcétera.
Mirando a través del espejo, recordando el camino primigenio
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Figura 4: La espiral y la escalera son una transformación la una de la otra
4. Los niveles del cosmos
Previamente mencioné que los conjuntos o patrones expresan la percepción del cosmos en tres niveles: supramundo, centro, inframundo (ver Figura 5). Si existe un camino que lleva hacia arriba y hacia abajo, cabe preguntarse ¿cómo es posible este des-
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Sabina Aguilera
plazamiento? o ¿cómo se vinculan el acto de ascender/descender y entrar/salir con el
supramundo y el inframundo?
Figura 5: Los tres niveles correspondientes a la concepción ralámuli del mundo
Según la exégesis ralámuli el mundo está conformado por varios pisos o discos, uno
sobre otro. Cada disco remite a un piso con su propio cielo y su inframundo. Esta explicación coincide con los datos de Jerome Levi quien realizó su etnografía en la zona
habitada por los Simaroni o “Gentiles”.5 De acuerdo con lo que a él le relataron existe
la idea de que:
In the center of each namúkame or disk in the upperworld is an aperture called the nasípa
iwáame, literally the “Middle Hole”. This portal allows the Simaroni to commune with
God. When they dream, when they become drunk during a ceremony, or after they die, Simaroni mantain that their souls pass through the nasípa iwáame in order to be in the presence of their Creator. Several Simaroni also described another Middle Hole that passed
through the subterranean namúkame, thereby allowing them to deal with the beings of the
underworld (Levi 1993: 418).
El siguiente fragmento de un relato recopilado por William Merrill aclara aún más esta
idea:
Hace muchos años, cuando yo era un hombre joven, no pensaba cuando me emborrachaba.
Me volvía loco y perseguía a diferentes mujeres. Quería tener muchas mujeres y me iba
con una mujer por un rato y después con otra. Dios no quiere que un hombre haga estas cosas y se enojó conmigo. ‘¿Por qué no piensa este hombre?’, se preguntaba. De manera que
mandó a uno de sus peones para matarme porque yo no cambiaba mi modo de actuar, para
que me castigara para que pensara bien.
5
Los tarahumaras que se denominan a si mismos como Cimarrones, Simaroni o Gentiles, lo son porque no fueron bautizados por la Iglesia y por no celebrar el calendario festivo marcado por ésta. Jerome Levi, quien trabajó en la comunidad del Cuervo, menciona que a diferencia de “los bautizados” o pagótame, los Gentiles habitan principalmente los cañones al suroeste del Estado de Chihuahua (Levi 1993: 303).
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247
Dios me llevó por un rato hasta la mitad del camino al cielo donde estaba su peón. Este
peón era un capitán, un soldado y muy gordo. Estaba de pie a un extremo de un gran hoyo,
en el otro extremo del cual había una cruz. Un gran fuego ardía en el hoyo sobre el cual
habían sido colocadas barras de metal.
El capitán me ordenó caminar al otro lado del hoyo. Salté de una barra a otra hasta que llegué al extremo donde me persigné enfrente de la cruz y después brinqué de una barra a otra
hasta donde estaba de pie el peón. Cuando llegué ahí me dijo, ‘otra vez’, de manera que lo
hice otra vez pero cuando había terminado me dijo, ‘otra vez’, de manera que crucé el hoyo
una tercera vez. Entonces el peón me preguntó, ‘¿Ahora vas a pensar bien?’ y dijo, ‘Es
bueno. Es bueno. Ahora pensarás bien.’ Habló conmigo, dándome su pensamiento, y después me dio un papel blanco. ‘Toma este papel de regreso abajo contigo. De ahora en adelante, ten solamente una mujer y de esta forma los otros hombres no se enojarán contigo ni
te perseguirán. Ahora eres un doctor. Cuidarás bien de todo, de los rarámuris y sus hijos y
su ganado para que no mueran’. Cuando desperté, pensaba muy bien, había aprendido mucho. Esto es lo que Dios hizo por mí (Merrill [1988] 1992: 228-229).
Ambos relatos demuestran la concepción de que, a través de un agujero cósmico, es
posible desplazarse hacia los diferentes planos del universo y comunicarse con Dios.
No obstante, si existe un tránsito entre niveles, cabe cuestionar cómo es que se puede
representar. Pasemos a esta ejemplificación a partir de los elementos gráficos.
5. El Ojo: una vía de acceso o el agujero cósmico
Se ha dicho ya que los rombos son denominadas por lo ralámuli como ojos. Esto proporciona al análisis una base para deducir un vínculo entre el agujero mencionado a
manera de portal entre dos mundos y la idea del ojo. Como muestra la Figura 5, cada
uno de los rombos va enmarcando e integrando a las otras figuras. Así mismo, los
rombos predominan la parte central o intermedia de los tres niveles. Partiendo de tal
disposición en el espacio, se plantea como hipótesis que los rombos remiten a “hoyos
cósmicos” ¿Cómo entender esta relación entre rombos al centro y los ojos-hoyos? Para
dar respuesta a la pregunta, se muestra a continuación una serie de ejemplos en donde
el rombo ocupa dicho centro.
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Sabina Aguilera
Figura 6: La composición de cuatro grecas enmarcadas por un rombo
Figura 7: Composición de figuras escalonadas que contienen un rombo concéntrico
y que a su vez son enmarcadas por un rombo más grande
Mediante los ejemplos (Figuras 6, 7 y 8), es decir la descomposición de los patrones
tejidos en las fajas, se esclarece el lugar que ocupa el rombo como centro. No obstante,
el motivo romboide no sólo representa la parte media de los tres planos del universo,
sino que –por así decirlo– es el centro del centro, mismo que simboliza un agujero y
que aparece como un pequeño rombo al centro de un rombo mayor mediante el cual es
posible acceder al supramundo y al inframundo.
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Figura 8: Un ejemplo más de diferentes composiciones de la greca
escalonada y conjuntos de rombos
Las ideas expuestas hasta aquí no son exclusivas de los tarahumaras, sino que este
agujero considerado como lugar de tránsito entre dos niveles del cosmos, puede observarse también entre los huicholes en la noción de nierika. Por su versatilidad y capacidad clasificatoria, éste es uno de los símbolos de esta etnia más estudiados (Lumholtz
1986; Furst 1972; Negrín 1986; Kindl (en prensa); Fresán 2002). De acuerdo con la
antropóloga Olivia Kindl el nierika se refiere principalmente a:
[…] artesanías de reciente aparición, a varios objetos rituales perforados en su centro, a los
espejos usados por los mara’akate [curanderos] como instrumentos mágicos, a figuras iconográficas (peyote, flor, estrella…), a órganos corporales y facultades cognitivas, o a determinados lugares de culto considerados como lugares de paso (o puertas) entre distintos
niveles del cosmos huichol. También se refiere al “don de ver” chamánico de los mara’akate y a la idea de síntesis del mundo […]. Independientemente de la forma que tome,
el nierika designa casi siempre una parte central, que reproduce la estructura espacial del
quincunce […] (Kindl: en prensa).
En otras palabras, el nierika evoca un centro atravesado por el axis mundi, es el lugar
donde se reúnen el plano horizontal y el vertical, lo cual se puede aplicar muy bien al
caso de los hoyos cósmicos entre los ralámuli.
250
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Figura 9: Cuadro comparativo de tres producciones plásticas huicholas
y dos ralámuli
En la Figura 9 vemos dos de los diseños tarahumaras (D y E) en comparación con representaciones huicholas del nierika (C), con dos ojos de dios (A) –cuya importancia
se destacará más adelante– y con un motivo que simboliza la apariencia del Padre Sol
(B). El propósito de esta comparación es vincular la representación del concepto huichol de nierika con el del ojo ralámuli. Para ello, véase que el motivo D indica un
rombo mayor enmarcando el conjunto de escaleras; al centro se ubica un rombo pequeño, lo cual establece la relación mencionada entre el rombo-ojo y el centro. Por
otro lado, el diseño E está conformado por cuatro grecas escalonadas que resultan en
una figura romboide. Como variante del motivo D, en el que el rombo está en el centro, vemos que el E contiene en su centro dos espirales que –al igual que el ojo o rombo pequeño– nos remite al centro-útero, lo que posiblemente estaría sustituyendo al
agujero que permite el pasaje entre dos mundos. Si bien en los motivos mostrados la
espiral no opera como axis mundi, sí está claramente vinculada con el centro. Lo que
se puede concluir de ello, es que las disposiciones del rombo y la espiral de los diseños
tarahumaras tienen la función de representar un centro y, por ende, tienen el mismo
Mirando a través del espejo, recordando el camino primigenio
251
sentido que la concepción del nierika huichol, es decir, el centro como lugar de tránsito.
Recordemos una vez más que los motivos de la faja, al ser descompuestos en subconjuntos, representan los tres niveles del cosmos. Si esto es correcto, entonces en
cada plano del cosmos tendría que existir una representación del agujero como axis
mundi, es decir, el rombo y la espiral al centro del rombo, que permita el paso de un
nivel a otro, tal y como lo describen los relatos recopilados por Levi y Merrill presentados líneas arriba.
6. A través del espejo: La comunicación con los dioses
La figura romboide entendida por los ralámuli como ojo, no sólo se puede identificar
con un agujero al centro de la tierra, pues al ser el acceso para desplazarse de un nivel
del cosmos a otro, también permite establecer una comunicación con los antepasados.
Este aspecto se desarrollará enseguida. También, como se verá, la misma figura tiene
la característica de permitir ver, lo cual indica su relación con un objeto ritual importante: el espejo.
Aquí es preciso aclarar que los agujeros o accesos no necesariamente se ubican al
centro de la tierra, sino que son el centro del lugar donde se encuentren representados.
Esta relación resulta más clara al considerar la utilización de ciertos objetos rituales
que constituyen ojos o agujeros cósmicos. Un ejemplo ilustrativo es la presencia de los
6
espejos en las raspas de peyote entre los tarahumaras. De acuerdo con el estudio de
7
Carlo Bonfiglioli (2005: 167-168), en estos rituales “los principales utensilios del
sipáame o curandero son un palo liso llamado kitara o sikirélaka […] y otro con muescas trasversales, o ‘palo a cremallera’, llamado sipíraka”. A lo largo del ritual
el chamán frota –raspa– el palo liso sobre el palo a cremallera el cual a su vez es apoyado
sobre una batea o un bule, abajo del cual se escarba un hoyo cuya forma y volumen son
semejantes al del utensilio que lo cubre. En el fondo del hoyo se traza una cruz cuadrilátera
en cuyo centro el chamán coloca el peyote-aliado, es decir, el cacto que lo ayudará a
encontrar el alma perdida (Bonfiglioli, loc. cit.).
Según Lumholtz ([1902] 1981: 358), el palo con el que se hace la raspa en las
ceremonias de curación con jíkuli o bakanawi, es el “camino de Tata Dios”. Esta idea
es retomada y desarrollada por Bonfiglioli, quien argumenta que este palo representa
un camino en forma de escalera, “una escalera que une los polos cósmicos; las
muescas serían los peldaños de esta escalera y las cruces (cuando las hay) los planos
del universo” (Bonfiglioli 2006: 265). Hasta aquí queda clara la relación con lo que se
6
7
Las raspas de peyote son ceremonias de curación.
Los datos etnográficos de Bonfiglioli provienen del ejido de Tehuerichi que pertenece al Municipio
de Carichí, ubicado en la parte oriental de la Sierra Tarahumara.
252
Sabina Aguilera
ha destacado a partir del análisis en este trabajo, pues en términos gráficos se demostró
que el camino y la escalera son la representación de un desplazamiento a través de los
planos cósmicos.
Pasemos ahora a otra propuesta de cómo es posible establecer una comunicación
con las deidades por medio de los caminos o escaleras. Para ello volvamos una vez
más al ámbito ceremonial. Se mencionó ya que el patio ritual representa la síntesis del
cosmos. Volviendo al trabajo de Bonfiglioli (2005), encontramos que el espacio sacro
se hace trazando un círculo, dentro del cual las direcciones correspondientes al eje
oriente-poniente están claramente marcadas. En la primera dirección, se coloca una
cruz de la cual cuelga un espejo, mientras que al poniente se sienta el chamán y los
demás participantes. El centro es ocupado por el fuego. Al estar raspando los palos, el
curandero o sipáame, sentado en el lado opuesto a la cruz con el espejo colgado, la
mira a través del fuego enfocándose especialmente en el espejo (Bonfiglioli, comunicación personal 2005). Recordemos el relato sobre el tarahumara que, para “limpiarse
de sus pecados” y entender su camino, debe cruzar tres veces un agujero que está en
medio del cielo y dentro del cual está el fuego. Al parecer, en este ritual de curación
subyace la misma idea, ya que hace posible interpretar los ojos-rombos-espejos que
encontramos en las fajas como representaciones del centro. La figura romboide plasmada en la faja, es el equivalente conceptual del espejo en el ritual, el cual funge como
un agujero cósmico que, si bien no se ubica en el sitio correspondiente al centro del
plano terrestre, es un objeto clave para que el curandero logre comunicarse con las
deidades. Al respecto, Bonfiglioli argumenta que los sipáames de mayor jerarquía son
quienes poseen un espejo que es el que les permite ver el alma de los muertos y del
peyote (comunicación personal, 2005).
Ahora bien, se mencionó que el espejo no se ubica en el piso al centro del patio
como imagen del agujero al centro de la tierra. Sin embargo, se cuelga de la cruz, la
cual representa entre los ralámuli a Cristo con los brazos abiertos, aunque también a
seres poderosos que tienen la característica de otorgar el poder de ver (Bonfiglioli, comunicación personal 2005). En este sentido y siguiendo con las conclusiones de Bonfiglioli, el espejo colgado de la cruz puede entenderse como el poder ver –con la ayuda
del espejo– a Cristo o al peyote, el cual en este contexto es un aliado del curandero.
Ahora bien,
cuando el sipáame frota los palos –acción que acompaña con el canto– lo que está
activando es un tránsito de influencias divinas entre el cielo y la tierra, expresado por el
movimiento y el sonido. […] Gracias a su intervención, las influencias divinas confluyen
en el espacio ceremonial, y en particular hacia el peyote aliado para que actúe en contra de
los hechiceros, y para que negocie con los peyotes raptores contribuyendo a remover la
enfermedad (Bonfiglioli 2005: 168-169).
Con respecto a las características del cacto, Lumholtz ([1902] 1981: 354) menciona
que “según la tradición, cuando Tata Dios se fue al cielo, al principio del mundo, dejó
Mirando a través del espejo, recordando el camino primigenio
253
el jículi como un gran remedio para el pueblo. El jículi tiene cuatro caras y todo lo
ve”. A partir de estos datos, se puede plantear que el peyote no sólo es un vaso
comunicante, sino que posee cualidades propias del espejo: la posibilidad de ver.
El don de ver, junto con el espejo, pueden considerarse en relación a otro objeto
utilizado por los huicholes: el tsikuri, traducido por Lumholtz como ojo de dios (ver
Figura 9, A). La comparación resulta importante, pues permite destacar el vínculo
entre una figura romboide y la cualidad de ver. Siguiendo esta idea y de acuerdo con
lo que los huicholes le explicaron a Lumholtz, el ojo de dios8
[…] es símbolo de poder, y sirve para ver y entender cosas desconocidas. Kauyama’ li, uno
de los dioses que dio forma al mundo, pudo ver dentro de la tierra y lo que estaba encima
de ella, al utilizar un ‘ojo’. Los indios dicen que los antiguos shamanes podían ver a las
madres a través del mismo procedimiento. Al principio de la creación, la luna se llamaba
si’kuli, que de acuerdo con la información de mi intérprete indio, significa espejo (1986:
215).
El mismo autor agrega que el ojo se puede encontrar en “objetos ceremoniales, por
ejemplo, en los escudos frontales y dorsales. Se le representa en fajas, cintas y bolsas
con un dibujo en forma de rombo” (Lumholtz 1986: 216). Cabe resaltar que “inclusive
al ‘ojo’ se le llama neali’ ka” (Lumholtz 1986: 293). En lo que concierne a los escudos
frontales, también llamados nierika (Figura 9, C), Lumholtz se refiere a ellos como
caras o rostros.9 Los escudos se elaboran para dedicarlos a ciertas deidades, entre ellas
al Padre Sol. Esto último resulta ilustrativo, como lo demuestra la siguiente cita:
[…] cuando el astro aparece por el este vemos su escudo frontal, representado en la actualidad por los escudos ceremoniales que él mismo hizo. La parte central de un escudo de este tipo, definido por un anillo, representa el agujero, es decir, su rostro, a través del cual el
dios ve. Por ende, el agujero es designado en ocasiones como un aro o argolla, con una
abertura al centro. Este orificio se ve en los escudos frontales del sol en los que la parte
central representa al sol mismo, su personalidad o rostro.10
Ahora bien, entre los ralámuli no existen estos escudos frontales y hay muy pocos registros en cuanto a la producción de los ojos de dios. Thord Gray (1955: 482) describe
estos últimos, para el caso tarahumara, sin disentir mucho de los elaborados por los
huicholes. Incluso se refiere a ellos como “a symbol of the Great Unseen God – or
gods – who watches over the individual or the community by whom or for whom it is
8
“Un ‘ojo de dios’ es una cruz, hecha con tiras de carrizo o paja entretejida en forma diagonal con
estambre o hilos de varios colores. El hilo se envuelve alrededor de los palos, del centro hacia fuera
[…] en algunos casos se deja abierta la parte central” (Lumholtz 1986: 215).
9 De acuerdo con Lumholtz (1986: 154), los escudos frontales se hacen “entretejiendo tiras de bambú
con hilos de algodón, o estambres de varios colores en forma de disco, a la vez que se tejen diseños
simbólicos”.
10 Lumholtz (1986: 155-156).
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Sabina Aguilera
constructed”. El autor cuenta que estas representaciones se cuelgan de la cruz en el
ritual, se utilizan también para curar y como peticiones para la buena fortuna. Si recordamos la descripción de Bonfiglioli sobre el lugar que ocupa el espejo en el ritual, es
posible sugerir que este ojo de dios y el espejo tienen un valor simbólico muy semejante. Una demostración más. En los trabajos dedicados a la peregrinación huichola al
desierto de Wirikuta,11 el antropólogo Arturo Gutiérrez (2002; 2005) ha destacado que
el nierika también es un estado de ánimo alterado inducido al ingerir hikuri o peyote.
El consumo del cacto confiere a los peregrinos (xuku’rikate) el don de ver, es decir, de
poseer el nierika. En este sentido, el hikuli (peyote) y el tsikuri (ojo de dios) forman
parte de un mismo proceso: la posibilidad de acceder al mundo de las deidades. De
hecho, Gutiérrez (2005: 40-51) señala que los nombres para referirse al peyote y al ojo
de dios se construye a partir de una raíz común: tsi-kuri y hi-kuli, la cual remite a una
misma acción, la de caminar. Es decir, mirar más allá es caminar por el sendero trazado por Tawewiekame (Nuestro Padre el Sol). De ahí también que el estado de ánimo
de mirar más allá, esté, como entre los tarahumaras, representado por el espejo que
porta cada uno de los peregrinos.
7. Conclusiones
Transportando el simbolismo de los ojos de dios elaborados por los huicholes al ritual
y a la mitología tarahumara, y vinculando éstos con los diseños de las fajas, se puede
entender mejor la figura romboide y su relación con los conceptos propios del agujero
y el espejo.
A manera de conclusión veamos su relación con el sol. De acuerdo con los datos
obtenidos por Bonfiglioli, uno de los términos utilizados por los tarahumaras para
referirse a un espejo es rayénali (comunicación personal, 2005), es decir, Sol o bien
Tata Riosi. Este mismo dato se corrobora con los datos de Ana Paula Pintado, a quien
le explicaron que la luna y el sol tienen muchos ojos. El siguiente relato explica aún
más esta cuestión: “Somos ramas, somos brotes de cerro, Dios está aquí con nosotros,
lo tenemos en el corazón, no está arriba, está aquí. Dios vive en el sol, el sol es como
espejos, ojos de mucha gente abiertos” (Pintado, comunicación personal, 2005). Esta
idea se encuentra estrechamente vinculada con la concepción huichola acerca del rombo y el camino del sol. En efecto, Gutiérrez (2005: 89-96) menciona que cuando el
Padre Sol nació tuvo que caminar por los cuatro rumbos del universo a manera de un
rombo. En relación a este recorrido, los huicholes se refieren hoy en día como “el buen
11 Esta peregrinación es realizada año con año al desierto de Real de Catorce (en San Luís Potosí,
México). Entre los varios propósitos de los peregrinos, es recolectar el cacto sagrado denominado
hikuli o peyote, el cual, argumentan, les ayuda a mirar el mundo de las deidades, lugar en que se
originan las lluvias. Así, ir a la peregrinación y generar lluvias son a una concepción similar.
Mirando a través del espejo, recordando el camino primigenio
255
camino, el del sol”. Así, este sendero es el camino rómbico, al cual se accede mediante
el don de ver.
Se ha insistido en que la figura del rombo tejida en las fajas tarahumaras representa el centro, el agujero cósmico, el vaso comunicante, el don de ver, o bien, el espejo.
Dicha facultad de ver a través de un espejo o un agujero, está en relación con la figura
no sólo de la deidad solar, sino de las deidades en general. No obstante, se refiere a
Rayénali, el sol, el Padre que nos mira.
Es poco lo que se sabe sobre el simbolismo del espejo entre los tarahumaras. Por
esta razón, los datos que se presentan aquí son únicamente elementos que permiten
comenzar a explorar la relevancia de ciertos objetos y elementos gráficos que, a primera vista, parecen no contener ningún significado. Este punto posiblemente se puede
esclarecer a la luz de investigaciones sobre el México prehispánico, en las cuales se
demuestra la importancia del espejo en las sociedades mesoamericanas.
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