LECTURAS DEL JUEVES 1 DE DICIEMBRE DE 2022
(1 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Mateo 7, 21. 24-27
Jesús dijo a sus discípulos:
«No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de
los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el
cielo.
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en
práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre
roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos
y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida
sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede
compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y
sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande.»
Reflexión.
La Palabra de Dios hoy nos dice que el verdadero discípulo del Señor, se
reconoce porque con su obras de amor da testimonio de su fe.
Jesús quiere dejar las cosas bien claras al acabar el sermón de la
montaña.
No basta reconocer a Jesús como Señor y Salvador, hay que cumplir la
voluntad del Padre. Jesús quiere que lo sigamos.
Y el Padre quiere obras. Quiere obras de amor.
Sin obras de amor, las maravillas que se hayan podido hacer en nombre
de Jesús, no sirven de nada.
Cuando en nuestras obras no hay amor Dios las rechaza y nos rechaza,
nos llama malhechores.
Por eso no basta alabar a Dios y reconocernos pecadores si junto a eso
no asumimos nuestro compromiso con nuestros hermanos, si no nos
ponemos al servicio de los demás y luchamos por la justicia y por la paz.
Si no sabemos descubrir el rostro de Jesús en los rostros de los que nos
rodean, Jesús no nos va a reconocer como suyos.
Por eso hoy vamos a mirar nuestra vida, y nuestras obras de misericordia
o nuestra ausencia de obras, porque tal vez sea el momento de cambiar
¿Cómo somos nosotros?
¿Somos los sensatos de que habla Jesús en el Evangelio, que escuchan
las palabras y las ponen por obra, o somos de los necios que las escuchan a
gusto, pero las olvidan?
No basta saber que existe Dios, también el diablo sabe que existe Dios,
no basta decirle Señor, Señor. Cuando experimentamos a ese Dios que es
amor, y lo experimentamos presente en la oración y en la vida, tenemos
también que descubrirlo en nuestros hermanos.
Eso es lo que nos pide Jesús hoy, que pongamos su evangelio en obras.
Hoy vamos a pedirle a María que nos ayude a poner siempre en práctica
las palabras de Jesús, que no nos contentemos con conocerlo al Señor por
lo que oímos, sino que podamos descubrirlo y experimentarlo presente en
los que nos rodean.
LECTURAS DEL VIERNES 2 DE DICIEMBRE DE 2022
(1 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Mateo 9, 27-31
Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: «Ten piedad de
nosotros, Hijo de David.»
Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó: «¿Creen
que yo puedo hacer lo que me piden?»
Ellos le respondieron: «Sí, Señor.»
Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que suceda como ustedes han
creído.» Y se les abrieron sus ojos.
Entonces Jesús los conminó: «¡Cuidado! Que nadie lo sepa.»
Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
Reflexión.
Todos tenemos necesidad de la ayuda del Dios en nuestras vidas. Todos
los días se nos presentan necesidades y problemas que requieren del
auxilio del Señor.
Impresiona la decisión de aquellos dos ciegos, que siguen a Jesús
proclamando que era ¨el Hijo de David¨, el salvador que esperaban.
Jesús parece que no quiere escucharlos y sigue su camino. Y los ciegos
lo siguen.
Y Jesús antes de curarlos, prueba su fe.
Y por la fe, Jesús les devuelve la vista.
La curación de los ciegos es una de las señales mesiánicas que obraría el
Mesías de Dios.
Jesús nos pide a nosotros hoy, una fe decidida y sin miedos o respetos
humanos. Nos pide una fe como la de aquellos ciegos.
Y muchas veces el Señor hace con nosotros lo mismo que con aquellos
ciegos.
El Señor se calla y espera, a pesar de nuestros gritos.
Y calla y espera, porque quiere que lo sigamos, quiere probar nuestra fe.
El Señor nos muestra en este pasaje que debemos tener una gran fe en
que Dios nos escucha y que nos concederá lo que pedimos si sabemos
pedir con fe y humildad, y nuestra petición conviene a nuestro bien y al
plan de Dios.
Los evangelios recogen muchas invitaciones hechas por Jesús para que
lo invoquemos: Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá; Todo cuanto
pidáis con fe en la oración lo recibiréis.
Jesús le pregunta a quién quiere ser curado: ¿tienes fe? No se trata de
una fe general en Dios, sino de una fe consciente de que Dios, bueno y
providente, puede venir a mi encuentro en una situación difícil. La oración
de la fe es pedir gracia para sí, para un enfermo, para encontrar trabajo,
para la paz en la familia, para la salud de los niños, etc. Es una oración que
agrada al Señor porque presupone una fuerza particular que Dios tiene
para ayudarme a mí, ahora, en este momento.
Decía la Madre Teresa de Calcuta:
Fiémonos de Dios.
Tengamos una fe ciega en la Divina Providencia.
Tengamos fe en Dios.
Él lo sabe todo.
Y Él proveerá.
Démosle ocasión de comprobar nuestra fe en Él.
Esperemos en Él.
Fiémonos y tengamos fe en Él
Nuestro Señor siempre quiere curarnos. Cristo está presente en los
sacramentos. Él nos cura, Él nos alimenta con su cuerpo y con su palabra,
él nos conforta.
Pidámoslo hoy a María, su Madre y nuestra Madre, que nos decidamos
como los ciegos a pedirle a Jesús, por todas nuestras necesidades.
LECTURAS DEL SÁBADO 3 DE DICIEMBRE DE 2022
(1 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Mateo 9, 35-10, 1
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las
sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las
enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque
estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces
dijo a sus discípulos:
«La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al
dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.»
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los
espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.
A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones:
«Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el
camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los
enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los
demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también
gratuitamente.»
Reflexión.
Este es el primer envío o misión, que Jesús confía a los doce apóstoles.
El Señor ha llamado a los que Él ha querido y ahora los manda a anunciar
la Buena Noticia del Reino. Jesús mismo los llama apóstoles y en este
primer proyecto misionero les ordena que no salgan del país, sino que
busquen en primer lugar, las ovejas perdidas de Israel.
Esta es también la misión fundamental que le ha dado a Él, el Padre.
Tiene que ir caminando y anunciando que el reino de Dios está cerca.
Junto con el mandato, les delega su poder de sanar enfermos, curar
leprosos, echar demonios y aún resucitar muertos.
Por eso todas las curaciones que los apóstoles realizan, las realizan no en
nombre propio, sino en nombre de Jesús.
En esa primera misión, el Señor les encargo sólo el pueblo de Israel, y
dentro de ese pueblo, a las ovejas dispersas, a los pobres desamparados, a
los pecadores despreciados...
Recién después de su resurrección, el Señor les dará el envío universal.
En este primer envío, Jesús establece las pautas, las líneas maestras de
todo apostolado. Por eso, la Iglesia, que es misión, envío,... tiene que
regresar a esas pautas para beber del manantial.
Muchas de esas son también, normas universales, no exclusivas para los
doce.
Hoy también Jesús, por medio de la Iglesia, sigue enviando apóstoles al
mundo, y nadie puede autotitularse «apóstol», sino es enviado por ella.
El ser apóstol no es un título que se adquiere por una graduación en una
universidad, o en un seminario... Hay que ser llamado y enviado.
Todo cristiano, por los sacramentos del Bautismo y la confirmación, es
llamado y enviado a proclamar la Buena Noticia del reino, pero siempre
dentro del pueblo de Dios, que es la Iglesia. Recordemos este hermoso
pasaje del documento de Puebla: «Hacemos un llamado urgente a los
laicos a comprometerse en la misión evangelizadora de la Iglesia, en la
que la promoción de la Justicia es parte integrante e indispensable y la que
más directamente corresponde al quehacer laical, siempre en comunión
con los pastores
Por eso hoy vamos a pedirle al Señor ser capaces de responder al envío
que el Señor nos ha hecho a cada uno de nosotros como respondieron esos
primeros doce, pero también como dice Jesús en el Evangelio, pidamos
especialmente hoy al Padre que envíe más obreros a su mies. La mies es
mucha. Es mucha entre quienes todavía no conocen a Dios, la mies es
mucha aún entre los católicos prácticos porque muchos no han entendido
el renunciamiento que exige el apostolado y por eso no se han entregado
por completo. La mies es mucha y los obreros son pocos... Por eso en
nuestra oración hoy vamos a pedir por vocaciones sacerdotales, religiosas
y misioneras.
Un pueblo, una parroquia, serán como sea su sacerdote, por eso hay
necesidad de rezar muy especialmente por la santificación de los
sacerdotes.
LECTURAS DEL DOMINGO 4 DE DICIEMBRE DE 2022
(2 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Mateo 3, 1-12
En aquel tiempo, se presentó Juan el Bautista, proclamando en el
desierto de Judea: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está
cerca.» A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el
desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se
alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de Jerusalén, de toda la
Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar
por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su
bautismo, Juan les dijo:
«Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se
acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten
con decir: «Tenemos por padre a Abraham». Porque yo les digo que de
estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está
puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será
cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene
detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de
quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el
granero y quemará la paja en un fuego inextinguible.»
Reflexión.
En el segundo domingo del Tiempo de Adviento, las lecturas de la misa
de hoy nos presentan el Anuncio de la llegada del Señor y la preparación
que debemos tener para recibirlo
El tiempo del Adviento es el tiempo de la preparación para las
solemnidades de Navidad, cuando conmemoramos la primera venida del
Hijo de Dios a los hombres. Pero también dirige la atención hacia la
segunda venida del Señor al final de los tiempos. En el Prefacio de
Adviento rezamos: por Cristo Señor nuestro, quién al venir por primera
vez en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado
desde antiguo y nos abrió el camino de salvación; para que, cuando venga
de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra,
podamos recibir los bienes prometidos, que ahora, en vigilante espera,
confiamos alcanzar.
En este tiempo litúrgico la Iglesia nos exhorta a meditar la figura de
Juan el Bautista. Este es aquel de quién habló el profeta Isaías diciendo:
«Voz que clama en el desierto; preparad el camino del Señor, enderezad
sus sendas»
Durante el tiempo de adviento aparece el significado de la misión de San
Juan Bautista. Su figura se impone como una actitud de fidelidad y de
respuesta a la nueva manifestación de Dios que se avecina. San Juan, en el
Evangelio de hoy, nos habla de la necesidad de la conversión, del cambio
de mentalidad, para poder hallar y seguir a Jesús.
La figura de Juan el Bautista aparece como la señal de la llegada de la
salvación de Dios. Y es que la llegada del Reino de Dios se produjo
cuando el Precursor empezó a predicar la conversión y a anunciar la
Buena Nueva.
San Juan es una figura enigmática. Es un profeta movido por el Espíritu
de los profetas, que llama a un bautismo en señal de penitencia, porque
detrás de él viene el que bautizará con el Espíritu Santo. Es testigo de la
luz, cuyo testimonio anuncia la llegada de los tiempos mesiánicos.
San Juan señala la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento:
es el último de los Profetas que anuncia la vendida del Señor, y el primero
de los testigos de Jesús. Su particularidad consiste en que, mientras los
demás Profetas habían anunciado a Cristo desde lejos, Juan Bautista lo
señala ya con el dedo.
Juan el Bautista se presenta predicando la necesidad de convertirse. El
bautismo de Juan tenía un marcado carácter de conversión interior, que
disponía para recibir la llegada de Jesús.
Juan prepara el camino del Señor. Es el anunciante de la Salvación. Pero
es simplemente la voz que anuncia. El Bautista proclama: Viene aquel a
quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias.
Cuando en una familia se espera el nacimiento de un nuevo miembro
todos viven los preparativos con intensidad. Hasta los más alejados de la
pareja se preocupan por preguntar cómo van las cosas, y los más cercanos
colaboran en la preparación del nido.
Arreglar la habitación donde va a estar el bebé, conseguir un moisés
para que tenga donde dormir, comprar algunos pañales descartables para
ahorrarle trabajo a mamá, tejer una batita o escarpines...
En fin, no hace falta abundar en detalles sobre todo lo que se puede
hacer para preparar el nacimiento de un niño. Y lo más importante: si hay
hermanitos, hablar con ellos para preparar el corazón. Si no los hay, soñar
en pareja, imaginar el futuro, rezar a Dios por la nueva vida...
Preparar el nacimiento de Jesús debe ocasionar similares preparativos y
conmocionar de manera parecida el hogar.
Por eso, es bueno preguntarnos cómo nos estamos preparando para el
nacimiento de Cristo. ¿Cómo le hacemos un lugar en nuestro trabajo, en
nuestra familia, en nuestro corazón?
Arreglemos la habitación acercándonos al sacramento de la
reconciliación, tejamos una gran red de oraciones y consigamos todo lo
necesario para que nuestra propia existencia sea una casa agradable donde
pueda venir el Señor. Allanemos los caminos para que todos sean testigos
de la salvación.
Durante el Adviento del año 1980 el Papa Juan Pablo II estuvo con más
de dos mil chicos en una parroquia romana. Y comenzó la catequesis:
- ¿Cómo es que se preparan para la Navidad?
- Con oración,- responden los chicos gritando.
- Bien, con la oración, les dice el Papa, pero también con la Confesión.
Tienen que confesarse para acudir después a la Comunión. ¿Lo van a
hacer?
- Si, lo haremos!
- Si, deben hacerlo - les dice Juan Pablo II. Y en voz más baja agrega: El
Papa también se confesará para recibir dignamente al Niño-Dios.
Qué bueno sería que para prepararnos para la llegada del Señor en la
próxima Navidad, dentro de unas pocas semanas, nos propongamos algún
propósito semanal para ayudar a nuestro prójimo y prepararnos
interiormente. Podríamos visitar algún enfermo, ayudar en alguna tarea de
la parroquia, confesarnos y comulgar, rezar más, llevar a nuestros hijos a
presenciar con recogimiento algún pesebre viviente.
Pidamos a María y a San José, que tan esmeradamente prepararon en sus
corazones la llegada de Jesús, que nos ayuden a que en nuestras familias
todos nos dispongamos a recibirlo como ellos.
LECTURAS DEL LUNES 5 DE DICIEMBRE DE 2022
(2 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Lucas 5, 17-26
Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos
fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de
Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar.
Llegaron entonces unas personas transportando a un paralítico sobre una
camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús. Como no
sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza
y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y
lo pusieron delante de Jesús.
Al ver su fe, Jesús le dijo: «Hombre, tus pecados te son perdonados.»
Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: «¿Quién es este
que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?» Pero
Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: «¿Qué es lo que están
pensando? ¿Qué es más fácil decir: «Tus pecados están perdonados», o
«Levántate y camina»? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre
tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo
te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa.»
Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a
su casa alabando a Dios. Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban
a Dios, diciendo con gran temor: «Hoy hemos visto cosas maravillosas.»
Reflexión
Eran cinco amigos, uno de ellos paralítico. Sus amigos nunca le habían
abandonado, pero los ojos del lisiado siempre reflejaban la tristeza de su
corazón: ¿por qué me ha ocurrido esto a mí?
Un día, mientras hablaban, vino uno corriendo: Rápido, vamos a llevarlo
al Maestro Jesús
El Señor estaba sentado en la casa de Pedro, en Cafarnaúm, y sus
oyentes llenaban hasta el patio. La multitud invadía y rodeaba la casa.
Intentaron atravesar la muralla humana pero fue imposible. La gente
estaba totalmente apretujada. No se podía entrar ni salir.
Adentro, estaban absortos escuchando al Maestro. Se oyeron pasos en el
techo, pero Jesús parecía no inmutarse. De pronto, todos se sobresaltan
asustados. Se ha roto el silencio. Unos golpes fuertísimos sobre sus
cabezas les obligan a levantar los ojos. Manos atrevidas abren un agujero,
retirando las cañas y el barro del techo. Algunos pedazos caen adentro. La
gente está desconcertada, pero el Señor sonríe y aprueba.
Y ahora ¡abajo! El paralítico querría salir corriendo, pero no puede. Está
asustado. Desde la camilla alcanza a protestar: El lío que han hecho. Jesús
ya nos ha visto. Díganle que los esperamos afuera. Me van a matar
bajando por el agujero. Además, ¿qué va a decir toda la gente?
Mira, lo más difícil ya pasó. Confía en nosotros. Jesús te espera.
Y dicho esto, con ayuda de las cuerdas, deslizaron la camilla del
paralítico por el agujero del techo hasta que quedó delante de Jesús.
Habían superado todos los obstáculos.
Viendo Jesús la fe de ellos dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
Yo te lo ordeno: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
Salió por la puerta, con su camilla debajo el brazo. Cristo le había
sanado su cuerpo y su alma.
En la calle, los cinco amigos se encuentran, se abrazan y dan gloria a
Dios. Había valido la pena!
Y Jesús, viendo la fe de ellos, se llena de alegría
En el callejón de Cafarnaún queda una camilla abandonada.
Cuantos amigos nuestros son como este paralítico. No conocen al Señor.
Son incapaces de caminar y necesitan una mano amiga que los ponga
delante de Él.
Pidamos hoy al Señor, la fe de estos hombres valientes, La fe y la
audacia. Que no nos detengamos nunca cuando el ambiente sea contrario y
se oponga a nuestro apostolado.
LECTURAS DEL MARTES 6 DE DICIEMBRE DE 2022
(2 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Mateo 18, 12-14
Jesús dijo a sus discípulos: «¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien
ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en
la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les
aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se
extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere
que se pierda ni uno solo de estos pequeños.»
Reflexión.
Las parábola que leemos en el evangelio de la misa de hoy, junto con la
de la dracma perdida y la del hijo pródigo, constituyen las llamadas
parábolas de la misericordia, que nos muestran que el amor y el interés de
Dios por cada uno de nosotros. Jesús nunca abandona al hombre, ni aun
cuando nos alejamos de sus caminos. En las tres parábolas, la enseñanza y
la estructura es la misma: algo se pierde, una oveja, una moneda o un hijo,
que es encontrado después de una intensa búsqueda, y entonces surge la
alegría. Lo más importante de estas parábolas no es la historia de la oveja
o de la moneda, sino la alegría del Señor cuando se produce el encuentro.
La oveja se ha perdido lejos del rebaño, en una región desierta. Corre el
riesgo de caer en el precipicio o ser comida por los lobos. Su situación es
grave y el Buen Pastor la rescata del peligro.
Esto mismo es lo que hace el Señor con nosotros. Si bien no descansa
hasta recuperar a quien se ha alejado del rebaño y corre riesgos graves, no
es menor su preocupación por quien, sin haber abandonado del todo el
camino, se le ha escapado de sus manos.
Jesús también como el Pastor, muchas veces salió en nuestra búsqueda
en los momentos de nuestra vida en que fuimos indiferentes, o nos
alejamos de él por el pecado.
Jesús nos buscó aún a pesar de nuestra falta de generosidad y aun
cuando no le correspondiéramos.
Jesús dice en el evangelio que ninguna otra oveja recibió tantas
atenciones como la perdida.
Dios nos busca. Ha enviado al mundo la Luz que ilumina al hombre. La
pone ante nuestros ojos en cada momento con la palabra del Evangelio.
«Quien me sigue -dice Jesús- no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz
de la vida».
Cuando nosotros acudimos a la confesión hay una infinita alegría en el
cielo. Dios conoce nuestra debilidad y admite nuestros tropiezos. Pide sólo
de nosotros reconocernos débiles, ser como niños. Esa humildad nuestra,
despierta su infinita misericordia
Jesús nos ama a cada uno tal como somos, con todos nuestros defectos y
debilidades. Jesús nos ama, pero no nos idealiza, Él nos ve a cada uno con
nuestras contradicciones y flaquezas, pero espera nuestro arrepentimiento
para perdonarnos.
Cristo conoce lo que hay dentro del hombre. Sólo Él lo conoce y así lo
ama. Así nos ama
Pidamos a María que cada vez que nos alejamos, nos dejemos encontrar
rápidamente por el Señor y volvamos a estar más cerca de Él.
LECTURAS DEL MIÉRCOLES 7 DE DICIEMBRE DE 2022
(2 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Mateo 11, 28-30
Jesús tomó la palabra y dijo:
«Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los
aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy
paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo
es suave y mi carga liviana.»
Reflexión.
Nuestro Padre Dios no es un Dios que se entretiene tramando leyes
contra los hombres.
Y Jesús, en el Evangelio de hoy va a lo esencial, lo verdaderamente
importante no es cumplir las leyes por obligación, lo verdaderamente
importante es cargar el yugo del amor.
Dice San Agustín que cualquier carga nos oprime y nos abruma, pero
que la carga de Cristo nos alivia el peso. Cualquier carga tiene peso, pero
la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro se le quitan las alas, parece que se le
alivia el peso, pero cuanto más le quitamos este peso, más lo atamos a la
tierra. Y terminamos viendo en el suelo a quien le queríamos quitar un
peso de encima.
Si restituimos el peso de las alas al pájaro, lo veremos volar nuevamente.
Y si cargamos el yugo del Señor, somos nosotros los que nos sentiremos
aliviados.
Jesús ofrece la paz a todos los que se encuentran oprimidos por las
angustias de la vida. Si nos detenemos a pensar en alguna situación en la
que hemos estado agobiados por el dolor y la amargura, muchas veces, la
razón de ese estado de ánimo se debió a algún pecado cometido
previamente.
Por eso Jesús en este evangelio, nos ofrece el descanso para todas las
penas y el alivio más eficaz para nuestros trabajos.
Cuando cada uno de nosotros, aceptamos los trabajos y los sufrimientos
por amor a Dios, esos trabajos y esos sufrimientos, no son cargas sino alas
para volar como dice San Agustín, porque nos ayudan a purificarnos, nos
allanan el camino del Reino de Dios.
Jesús al decir que su yugo es suave, se refiere a su ley, y la ley de Jesús
son los mandamientos. Nadie puede seguir a Jesús, si no acepta y cumple
los mandamientos, porque no basta creer para salvarse, es preciso cumplir
la voluntad del Padre Celestial.
Cristo muchas veces repite en el evangelio que el camino al cielo es
difícil, sin embargo en este evangelio nos dice que si vamos a él y con él,
el camino y la carga van a ser livianas.
Y nos dice San Agustín que ¨el amor hace fáciles las cosas más difíciles
y pesadas¨, por eso nosotros, debemos enfrentar las dificultades con amor
a Dios y por amor a Dios, porque entonces eso hará menos doloroso y
hasta alegre nuestro sufrimiento.
El camino que sigue de cerca las pisadas de Cristo es un camino lleno de
alegría, de optimismo y de paz, aun cuando estemos siempre cerca de la
Cruz.
Y cuando nos toque la cruz, debemos acordarnos de San Francisco de
Sales, que decía que las abejas, mientras están fabricando la miel, se
alimentan de cosas amargas, por eso también nosotros, a veces para
fabricar la miel de las virtudes y acercarnos al camino del Señor, pasamos
momentos de amargura o de aflicciones.
En esos momentos, no nos olvidemos de Jesús cuando nos dice: vengan
a mí todos los que están cargados y agobiados que yo los aliviaré.
Pidamos hoy a María que sepamos llevar nuestros sufrimientos y
amarguras por amor a la cruz de Cristo, para así encontrar paz.
LECTURAS DEL JUEVES 8 DE DICIEMBRE DE 2022
(2 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Lucas 1, 26-38
En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un
hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la
virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de
gracia, el Señor está contigo.»
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué
podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será
grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de
David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no
tendrá fin.»
María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones
con ningún hombre?»
El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será
llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar
de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto
mes, porque no hay nada imposible para Dios.»
María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en
mí lo que has dicho.» Y el Ángel se alejó.
Reflexión.
Hoy la Iglesia celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción de Santa
María Virgen.
Y podemos preguntarnos qué importancia tiene la Inmaculada
Concepción de María para nosotros hoy? María, santa e inmaculada desde
su concepción, es una llamada y un modelo de santidad a la cual todos
estamos llamados.
Por eso la inmaculada concepción, no es para nosotros los católicos sólo
un dogma de fe, es la certeza de que también en nosotros concebidos
santos e inmaculados desde el momento del bautismo, puede vivir y crecer
Cristo.
En la primera lectura del libro del Génesis, llamada comúnmente Protoevangelio o primer anuncio de la salvación se muestra la humanidad
sometida al pecado y en ese mismo instante, la palabra de Dios emerge
con el primer evangelio de la esperanza anunciando que la humanidad
como linaje de mujer, alcanzará la victoria, aplastando la cabeza del
pecado agresor. La Iglesia aplica este pasaje a María y a su hijo Jesús. Esta
promesa divina se cumple cuando Jesús, descendencia de mujer, vence al
pecado en una vida de perfecta santidad.
Y el Evangelio nos presenta la escena de la Anunciación del ángel.
María y Jesús son la expresión del amor misericordioso de Dios que no se
olvida de los hombres.
María está llena de Jesús, no sólo por ser la Madre, sino además porque
por la fe incondicional en Dios, lo siguió por el camino de la cruz,
cumpliendo su sí a Dios dado en la anunciación y al que consagró su vida.
En María descubrimos hoy a la Iglesia, que cree en la Palabra de Dios y
quiere llenarse de Jesús.
La santidad de María, debe impulsarnos a vivir nuestra vocación a la
Santidad. Vale la pena poner los ojos en María y hacer nuestro el
pensamiento de la carta a los efesios, dando gracias a Dios porque:
«Dios nos eligió en la persona de Cristo para que fuésemos santos e
inmaculados ante Él por el amor.»
Todos somos llamados a la más total y perfecta santidad, como María,
por eso la fiesta de hoy es un llamamiento y un recuerdo de la exigencia
del bautismo: una vida nueva en santidad, porque fuimos concebidos
como hijos de Dios. Si no nos ponemos hoy esta exigencia, el festejo de la
Inmaculada Concepción está vacío de contenido.
Pidámosle a María que podamos a ejemplo suyo ofrecerle a Dios nuestra
vida con un sí generoso y decidido.
LECTURAS DEL VIERNES 9 DE DICIEMBRE DE 2022
(2 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Mateo 11, 16-19
Jesús dijo a la multitud:
«¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos
muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: «¡Les tocamos la
flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!»
Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: «¡Ha perdido
la cabeza!» Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Es un
glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.» Pero la
Sabiduría ha quedado justificada por sus obras.»
Reflexión.
Jesús critica nuestra actitud de interpretar mal todo, aún las acciones de
los Santos, como el caso de Juan el Bautista.
Porque el ayuno de San Juan de San Juan fue criticado por algunos
como obra del demonio. En cambio a Jesús lo llamaron comilón y
borracho. Y San Lucas, al relatar este pasaje del evangelio no tiene reparos
en referir las acusaciones que se dijeron contra el Señor, para que nos
quedasen como enseñanza las palabras de Jesús.
Hoy, como ayer, la gente habla y critica. Muchas veces aun cuando un
hecho sea bueno, y aparezca como bueno, igual lo criticamos,
sospechando por ejemplo de la intención que se tiene al hacer el acto
bueno.
El Evangelio nos pide que pensemos bien, y cuando no podamos
justificar un acto, por lo menos tratemos de justificar las intenciones con
que se realizó ese acto. Si no podemos hablar bien de una persona en
público, entonces es preferible callar antes que criticarla.
Dios no delegó en nadie el poder de juzgar. El juzgar se lo reservó para
él mismo. Y esto es así, porque para juzgar hay que tener el conocimiento
total de la persona que realiza el acto, sus intenciones, sus móviles que la
impulsan a obrar así, su criterio de las cosas y del acto que realizó; y
nosotros no podemos saber de eso. Por eso la prudencia nos exige que no
emitamos juicio sobre las intenciones en el obrar del prójimo.
Jesús nos vuelve a mostrar en este pasaje del evangelio, que aunque los
hechos sean objetivamente buenos en sí, el hombre puede interpretarlos
mal. Nuestra visión es pequeña, y la sabiduría de Dios es la que dispone
las cosas.
Debemos pedir al Señor la fuerza de voluntad para dominar nuestras
palabras y para poner freno a nuestra lengua. Que triste es cuando
parloteamos y opinamos solo para llamar la atención y para aparentar que
somos muy eruditos. Pero es más triste todavía cuando llenamos de barro
la fama de los demás con nuestra crítica.
El apóstol Santiago, en el Cáp. 3 de su carta nos dice:
Poniendo un freno en la boca del caballo podemos dominarlo, y
sometemos así todo su cuerpo. Lo mismo ocurre con los barcos: con un
pequeño timón el piloto los maneja como quiere, por grandes que sean,
aun bajo fuertes vientos.
Así también la lengua es algo pequeño pero puede mucho; aquí tienen
una llama que devora bosques. La lengua es un fuego, y es un mundo de
maldad; rige nuestro organismo y mancha a toda la persona: el fuego del
infierno se mete en ella y lo transmite a toda nuestra vida. Animales
salvajes y pájaros, reptiles y animales marinos de toda clase han sido y de
hecho son dominados por la raza humana. Pero nadie ha sido capaz de
dominar la lengua. Es un azote que no se puede detener, un derrame de
veneno mortal. Con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre y con ella
maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios. De la misma boca
salen la bendición y la maldición.
Hermanos, esto no puede ser así. ¿Es que puede brotar de la misma
fuente agua dulce y agua amarga? La higuera no puede producir aceitunas
ni la vid higos, y lo salobre no dará agua dulce.
Hoy vamos a pedirle a María nuestra Madre, que nos haga más
caritativos y nos de la fuerza de voluntad para poder dominar nuestras
palabras, de tal forma que cuando no podamos alabar las acciones de
alguien, sepamos guardar silencio.
LECTURAS DEL SÁBADO 10 DE DICIEMBRE DE 2022
(2 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Mateo 17, 10-13
Al bajar del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?»
El respondió: «Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas;
pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que
hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del
hombre.» Los discípulos comprendieron entonces que Jesús se refería a
Juan el Bautista.
Reflexión.
En la profecía de Malaquías se habla de la venida del Profeta Elías antes
de la llegada del Día del Señor. Fundados en esta profecía, los escribas
enseñaban que Elías, arrebatado en un carro de fuego, volvería otra vez a
la tierra antes de la venida gloriosa del Mesías, para preparar su venida.
Y como los escribas estaban acostumbrados a una interpretación
tradicionalista estrecha de la Biblia, no reconocieron en San Juan Bautista
al Precursor del Señor. Jesús los sorprende afirmando que Elías ya ha
venido y no lo han reconocido. Los escribas no habían entendido el
sentido de la profecía de Malaquías. Juan el Bautista no se llamaba Elías,
pero había cumplido cabalmente el papel de preparar la primera venida del
Salvador.
Era necesario ver más allá de las apariencias, porque como había dicho
San Lucas en su evangelio, Juan Bautista ha venido revestido del espíritu
y de la virtud de Elías. Fue él el que allanó los senderos y enderezó los
caminos. Fue él el que preparó los corazones, anunciando el bautismo en
el Espíritu. Fue Juan quien señaló con el dedo al Cordero de Dios ...
Pero, nos dice Jesús en el evangelio, que en lugar de reconocerle,
hicieron con él todo lo que han querido.
Y este es el gran drama de todos los tiempos. Se juzga muy
superficialmente. No se acierta a reconocer los signos que Dios nos da.
Hay un modo superficial de mirar la historia y los acontecimientos. Es
necesario saber dar una segunda mirada más profunda. Esta es la finalidad
de la revisión de nuestras vidas: los acontecimientos que aparentan no ser
más que hechos humanos debemos verlos como actos detrás de los cuales
obra el Señor.
Este pasaje nos invita a pedir al Señor que nos ayude a reconocerlo en
nuestras vidas y en los sucesos cotidianos. Que nos ayude a hacer lo que
Él quiere, en lugar de actuar como esos ciegos espirituales del evangelio,
que han hecho todo lo que han querido, y no supieron reconocer a Juan
Bautista, como el Precursor del Señor.
LECTURAS DEL DOMINGO 11 DE DICIEMBRE DE 2022
(3 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Mateo 11, 2-11
Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a
dos de sus discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o
debemos esperar a otro?»
Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:
los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los
sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los
pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!»
Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a
la multitud, diciendo:
«¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué
fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de
esa manera viven en los palacios de los reyes.
¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que
un profeta. Él es aquel de quien está escrito: «Yo envío a mi mensajero
delante de ti, para prepararte el camino».
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el
Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más
grande que él.»
Reflexión.
Hoy, tercer domingo del Tiempo de Adviento, las lecturas nos hablan de
la paciencia y de los signos y las señales que nos da el Señor.
En la segunda lectura, en la Carta de Santiago, el apóstol nos enseña que
tenemos que aprender a esperar y a luchar con paciente perseverancia. La
adquisición de las virtudes no se logra con violentos esfuerzos
esporádicos, sino con la continuidad de la lucha y la constancia de
intentarlo cada día, ... cada semana. El secreto es comenzar y recomenzar
esa lucha, todas las veces que sea necesario.
Ser paciente con uno mismo para desarraigar los defectos del carácter
significa por un lado, huir del conformismo, y por otro, presentarse
muchas veces al Señor con humildad para pedirle gracias para superar
nuestros defectos.
Pero, además de ser pacientes con nosotros mismos, tenemos que
ejercitar esta virtud con nuestro prójimo, con quienes tratamos con más
frecuencia. Sobre todo si tenemos la obligación de ayudarles en su
formación, o están a cargo nuestro durante una enfermedad. Debemos
contar con los defectos de los que nos rodean para poner en práctica
nuestra comprensión y nuestra fortaleza. Sin dejar de hacer las
correcciones oportunas, debemos tratar de mantener la paciencia y la
calma.
La impaciencia vuelve difícil la convivencia y hace ineficaz la posible la
corrección.
Y debemos ser particularmente constantes y pacientes en el apostolado.
Las personas necesitan de tiempo y Dios tiene paciencia: en todo
momento nos da su gracia, nos perdona y nos anima a seguir adelante. Si
con nosotros el Señor tiene esta paciencia, nosotros debemos aprender de
ella para llevar nuestros amigos al Señor.
Y el Evangelio nos muestra que Jesucristo, verdadero Dios y verdadero
hombre, es indefinible porque abarca y comprende todas las realidades
divinas y humanas. Si el Señor hubiera respondido a los discípulos de
Juan, que le preguntaban sobre su identidad, revelándoles que Él era un
Profeta, un Enviado de Dios o un Maestro de una doctrina desconocida
hasta entonces, habría respondido con la verdad, pero en forma
incompleta.
Por eso, el Señor prefirió no responder con palabras, sino con hechos.
Después de curar a los enfermos, dar la vista a los ciegos y echar a los
espíritus impuros de los poseídos, les respondió a los discípulos de Juan:
Vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído.
Jesús se define por su obrar. Su respuesta son las obras. Por otra parte,
aquellas curaciones milagrosas eran la obra esperada del Mesías, que ya
había preanunciado literalmente el Profeta Isaías, en la primera lectura de
la misa de hoy.
La respuesta que el Señor les manda a comunicar a Juan el Bautista es:
«Vayan y cuéntenle a Juan lo que ustedes están oyendo y viendo: los
ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen,
los muertos resucitan, y una Buena Nueva llega a los pobres.
En su respuesta a los enviados del Bautista, Jesús se refiere a los
milagros que ha realizado como señal de que con Él ha llegado el Reino de
Dios. Él es, por lo tanto, el Mesías prometido. Las obras de Jesús son
signos de su misterio y el encuentro con Jesús se produce a través de ese
misterio de sus obras y palabras.
Junto con los milagros, una de las señales de la llegada del Reino es el
anuncio de la salvación a los pobres.
La Iglesia, siguiendo el ejemplo del Señor, a lo largo de los siglos ha
atendido especialmente a los más necesitados. El papa Juan Pablo II
insiste en la responsabilidad de los cristianos ante situaciones de pobreza
creadas en la sociedad actual por la injusticia de los hombres. Y nos dice
que «El egoísmo y la dominación son tentaciones permanentes de los
hombres. Se hace también necesario discernir cada vez con mayor
profundidad para poder comprender la raíz de las nacientes situaciones de
injusticia e instaurar progresivamente una injusticia cada vez menos
imperfecta. La atención de la Iglesia se dirige a los nuevos pobres: los
minusválidos, los inadaptados, los ancianos y los marginados, para
conocerlos, ayudarlos, defender su puesto y su dignidad en una sociedad
endurecida por la competencia y el atractivo del éxito»
En este tercer domingo de Adviento, en que la Iglesia quiere que cada
uno de nosotros nos preparemos interiormente para la llegada del Señor en
la próxima Navidad, vamos a pedir al Señor que nos de la virtud de la
paciencia, para que sepamos luchar con perseverancia contra nuestros
defectos, y que nos volvamos más comprensivos y pacientes con quienes
nos rodean.
Vamos a pedirle también al Señor, que sepamos reconocerlo como el
Mesías a través de sus signos y sus señales que traen la Buena Nueva a los
pobres. Y que en este tiempo de preparación, seamos con toda la Iglesia,
más solidarios con nuestros hermanos más necesitados.
LECTURAS DEL LUNES 12 DE DICIEMBRE DE 2022
(3 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Lucas 1, 39-48
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró
en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de
María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu
Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por
haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.»
María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu
se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque puso sus ojos en la
humildad de su esclava»
Reflexión.
Hoy la Iglesia recuerda a María bajo la advocación de Nuestra Señora de
Guadalupe, Patrona de América.
En el Evangelio se narra el encuentro de María con su prima Isabel, y el
encuentro también de los dos niños. Juan Bautista, desde el seno de su
madre y por boca de ella, da comienzo a su misión, anunciando el señorío
de Jesús
Isabel, iluminada por la luz del Espíritu se convierte en profetisa, al
descubrir el misterio de María y reconocer que en su seno estaba el
esperado a lo largo de toda la historia del Pueblo de Israel.
María, había dado su sí, y luego se había puesto en camino para ayudar a
Isabel en el parto y tal vez también para pedirle consejo y hacer tiempo al
problema de dudas de su esposo José
María probablemente tendría dudas y pensaría qué pasaría en el futuro
con su secreto. Sin embargo, cuando llega a casa de Isabel y la saluda,
Isabel irrumpe en alabanzas a la Madre del Salvador.
Dios en ese momento le da a María el anuncio de que no debe
preocuparse por su secreto Dios mismo lo revelaría a quién él eligiese.
Dios allanaría el camino para María.
María creyó en Dios, esa fue su grandeza y el fundamento de su
felicidad. María es Maestra de la fe, ya que aceptó lo que se le anunció de
parte de Dios, aunque no entendiera.
El nuevo Testamento se inicia con el acto de fé de María, y esto le fue
revelado a Isabel por el Espíritu Santo y entonces llama a María ¨Madre de
mi Señor¨
Este pasaje del Evangelio nos debe hacer reflexionar a nosotros, cuando
muchas veces no tenemos suficiente fe en Dios. Cuando a la menor
contrariedad, nos dejamos tentar por las cosas del mundo, y no nos
atrevemos a decir sí a Dios.
Pensemos que si confiamos en Dios, y hacemos su voluntad, no
necesitamos buscar las palabras para explicar a los demás nuestro actuar,
Dios mismo se ocupa de que se reconozcan a los suyos y a sus obras.
Hoy vamos a pedirle a María bajo la advocación de nuestra Señora de
Guadalupe, que siempre digamos sí a Dios y vamos a poner en manos de
la Patrona de América a nuestro continente, para que ella no deje que nos
apartemos de su hijo, y para que interceda ante su Hijo por las necesidades
de todos los pueblos americanos.
LECTURAS DEL MARTES 13 DE DICIEMBRE DE 2022
(3 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Mateo 21, 28-32
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero,
le dijo: Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña. El respondió: No
quiero. Pero después se arrepintió y fue.
Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: Voy,
Señor, pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»
«El primero», le respondieron.
Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan
antes que ustedes al Reino de Dios.
En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron
en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero
ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en
él.»
Reflexión
Jesús compara a Dios con el padre que tenía dos hijos, uno,
aparentemente desobediente y el otro, bien dispuesto, sólo en apariencia.
En la parábola del Evangelio, curiosamente, quien en un principio se
niega a secundar la orden, es el único que acaba por cumplirla; en cambio,
quien con prontitud se declaró dispuesto a ir a la viña, no se molestaría
después en presentarse a trabajar; el padre que tenía una viña podía tener
dos hijos, pero sólo contaba, en realidad con uno, aquel que, a pesar de las
apariencias y en contra de su primera decisión, hizo lo que su padre quería
de él.
El verdadero hijo se reconoce no por lo que dijo a su padre sino por
hacer lo que su padre quería.
Es verdad que quien se negó al mandato del padre, ofendió a su padre;
pero su falta primera no lo llevó a faltar al trabajo en la viña que es lo que
el padre deseaba de él. Más grave, sin duda, fue la falta de quien prometió
ir y no fue. Este hijo si bien no le faltó el respeto al padre porque acató la
orden, no se presentó a trabajar, faltó a la palabra empeñada y ofendió a su
padre doblemente.
Ambos hijos, dijeron una cosa e hicieron la contraria, pero el único que
contrarió al padre fue el que no hizo lo que se había comprometido a
hacer.
Si grave es negarse a un deseo paterno, más imperdonable aún es dejar
de hacer lo que le hemos prometido.
El Dios de Jesús soporta mejor en sus fieles una negativa que la
omisión, perdona más fácilmente una mala palabra o un gesto desabrido
que el desconocimiento de su voluntad.
Hay que tomar en serio la advertencia de Jesús, que es el centro del
evangelio de hoy: lo que todos reconocen como pecadores entrarán en el
reino de Dios antes que los que todos estimaban como santos.
Para el Dios de Jesús no son buenos los que se lo creen, sólo porque se
repiten a sí mismos todos los días y todo el día le prometen a Dios que
harán un día cuanto Él desea de ellos; prometer que mañana seremos
mejores no nos hace buenos hoy; la bondad que Dios quiere ver en los
suyos radica en las obras buenas que se hacen y no en las que se prometen.
Es curioso que Jesús pida hoy en el Evangelio, conversión a los que nos
creemos ya buenos y elogia a cuantos todos estimaríamos peores. Y es que
sólo los que se saben indignos de su Dios, pueden iniciar el camino de
vuelta hacia Él. Nos estamos perdiendo lo mejor de Dios, sólo porque nos
creemos ya suficientemente buenos. Dios exige conversión a todos sus
hijos, malos y buenos; y sólo le satisface aquel que, bueno o malo, hace su
querer.
Por el hecho de que Él sea nuestro Padre, no podemos ilusionarnos con
hacer lo que se nos da la gana: creernos que nos merecemos a Dios es una
buena manera de perderlo para siempre.
Pidamos hoy al Señor que siempre tratemos de hacer su voluntad y que
cuando por alguna causa no lo logremos, pidamos perdón y volvamos a
intentarlo.
LECTURAS DEL MIÉRCOLES 14 DE DICIEMBRE DE 2022
(3 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Lucas 7, 19-23
Juan, llamando a dos de sus discípulos, los envió a decir al Señor:
«¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?»
Cuando se presentaron ante Jesús, le dijeron: «Juan el Bautista nos envía
a preguntarte: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?»»
En esa ocasión, Jesús curó mucha gente de sus enfermedades, de sus
dolencias y de los malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos.
Entonces respondió a los enviados:
«Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los
paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los
muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres. !Y feliz
aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!»
Reflexión
Jesús nace en una cueva, oculto a los ojos de los hombres que lo
esperan, y unos pastores de alma sencilla serán sus primeros adoradores.
La sencillez de aquellos hombres les permitirá ver al Niño que les han
anunciado. También nosotros lo hemos encontrado y es lo más
extraordinario de nuestra pobre existencia. Sin el Señor nada valdría
nuestra vida. Se nos da a conocer con señales claras. No necesitamos más
pruebas para verle
Dios da siempre señales para descubrirle. Pero hacen falta buenas
disposiciones interiores para ver al Señor que pasa a nuestro lado. Sin
humildad y pureza de corazón es imposible reconocerle, aunque esté muy
cerca. Nuestra propia historia personal está llena de señales para que no
equivoquemos el camino. Nosotros podemos decir, como se le dijo Andrés
a su hermano Simón: ¡Hemos encontrado al Mesías!
Tener visión sobrenatural es ver las cosas como Dios las ve, aprender a
interpretar y juzgar los acontecimientos desde el ángulo de la fe. Sólo así
entenderemos nuestra vida y el mundo en el que estamos. El Señor nos da
suficiente luz para seguir el camino: si somos humildes no tendremos que
pedir nuevas señales. Lo que pasa es que a veces nos sobra pereza o nos
falta correspondencia a la gracia. El Señor ha de encontrarnos con esa
disposición humilde y llena de autenticidad, que excluye los prejuicios y
permite escuchar al Señor, porque a veces Su voluntad contraría nuestros
proyectos o nuestros caprichos.
No hay otro a quien esperar. Jesucristo está en nosotros y nos llama.
Iesus Christus heri, et hodie; ipse et in saecula (Hebreos 13, 8). « ¡Cuánto
me gusta recordarlo! : Jesucristo, el mismo que fue ayer para los
Apóstoles y las gentes que le buscaban, vive hoy para nosotros, y vivirá
por los siglos. Somos los hombres los que a veces no alcanzamos a
descubrir su rostro, perennemente actual, porque miramos con ojos
cansados o turbios» (San Josemaría, Amigos de Dios).
Nosotros queremos ver al Señor, tratarle, amarle y servirle. ¡Abrid de
par en par las puertas a Cristo!, nos anima su Vicario (JUAN PABLO II,
En Montmartre).
Debemos desear una nueva conversión para contemplarle en esta
próxima Navidad. La Virgen nos ayudará a prepararnos para recibirle, y su
fortaleza ayudará nuestra debilidad, y nos hará comprobar que para Dios
nada es imposible.
LECTURAS DEL JUEVES 15 DE DICIEMBRE DE 2022
(3 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Lucas 7, 24-30
Cuando los enviados de Juan partieron, Jesús comenzó a hablar de él a
la multitud, diciendo:
«¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que
llevan suntuosas vestiduras y viven en la opulencia, están en los palacios
de los reyes. ¿Qué salieron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que
sí, y más que un profeta.
Él es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti
para prepararte el camino.
Les aseguro que no hay ningún hombre más grande que Juan, y sin
embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él.
Todo el pueblo que lo escuchaba, incluso los publicanos, reconocieron
la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los
doctores de la Ley, al no hacerse bautizar por él, frustraron el designio de
Dios para con ellos.
Reflexión
Durante el tiempo de adviento aparece el significado de la misión de San
Juan Bautista. Su figura se impone como una actitud de fidelidad y de
respuesta a la nueva manifestación de Dios que se avecina. Nos habla de la
necesidad de la conversión, del cambio de mentalidad, para poder hallar y
seguir a Jesús.
La figura de Juan el Bautista aparece como la señal de la llegada de la
salvación de Dios. Y es que la llegada del Reino de Dios se produjo
cuando el Precursor empezó a predicar la conversión y a anunciar la
Buena Nueva.
San Juan llama a un bautismo en señal de penitencia, porque detrás de él
viene el que bautizará con el Espíritu Santo. Es testigo de la luz, cuyo
testimonio anuncia la llegada de los tiempos mesiánicos.
Él señala la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: es el
último de los Profetas que anuncia la vendida del Señor, y el primero de
los testigos de Jesús. Su particularidad consiste en que, mientras los demás
Profetas habían anunciado a Cristo desde lejos, Juan Bautista lo señala ya
con el dedo.
Juan el Bautista se presenta predicando la necesidad de convertirse. El
bautismo de Juan tenía un marcado carácter de conversión interior, que
disponía para recibir la llegada de Jesús.
Juan prepara el camino del Señor. Es el anunciante de la Salvación. Pero
es simplemente la voz que anuncia. El Bautista proclama: Viene aquel a
quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias.
Viene el Señor a visitarnos a traernos la paz, y ha de encontrarnos como
el siervo diligente (Marcos 13, 37) a quien su señor le encuentra vigilante
en su puesto cuando regresa después de un largo viaje. Vigilar es sobre
todo amar. Puede haber dificultades para que nuestro amor se mantenga
despierto: el egoísmo, la falta de mortificación y de templanza, amenazan
siempre la llama que el Señor enciende una y otra vez en nuestro corazón.
Por eso es preciso luchar para sacudir la rutina. Para el cristiano que se ha
mantenido en vela, ese encuentro con el Señor no llegará inesperadamente,
no vendrá como ladrón en la noche (1 Tesalonicenses 5, 2), no habrá
sorpresas, porque en cada día se habrán producido ya muchos encuentros
con Él, llenos de amor y confianza, en los Sacramentos y en los
acontecimientos ordinarios de la jornada.
Estamos alerta cuando nos esforzamos por hacer mejor la oración
personal, que aumenta los deseos de santidad y evita la tibieza, y cuando
cuidamos la mortificación, que nos mantiene despiertos para las cosas de
Dios. También vigilamos mediante el delicado examen de conciencia.
Nuestra vigilancia ha de estar en las cosas pequeñas de cada día, porque
así colocamos nuestras posiciones de lucha lejos de los muros capitales de
la fortaleza. Y porque las cosas pequeñas suelen ser la antesala de las
grandes. Afinemos en pureza interior mediante la mortificación de la
memoria y la imaginación, durante estos días de espera en la Navidad,
para recibir a Cristo con una mente limpia, en la que eliminando todo lo
que va contra el camino o está fuera de él, no quede ya nada que no
pertenezca al Señor.
Esta purificación del alma por la mortificación interior no es algo
meramente negativo. Ni se trata sólo de evitar lo que esté en la frontera del
pecado; por el contrario, consiste en saber privarse, por amor a Dios, de lo
que será lícito no privarse. La mortificación de la memoria y la
imaginación nos abre el camino a la vida contemplativa, en las diversas
circunstancias en la que Dios nos haya querido situar. La liturgia de
Adviento nos repite insistentemente: Crea en mí, ¡OH Dios!, un corazón
puro (Salmos 50, 12), y hoy hacemos propósitos concretos de vaciarlo de
todo lo que no agrada al Señor, y de llenarlo de amor como hicieron la
Virgen Santísima y San José. Si acudimos a ellos nos ayudarán a hacer de
nuestra vida, un caminar en el amor (Efesios 5, 2).
LECTURAS DEL VIERNES 16 DE DICIEMBRE DE 2022
(3 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Juan 5, 33-36
Jesús dijo a los judíos:
«Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio
de la verdad.
No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para
la salvación de ustedes.
Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar
un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de
Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que
yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.»
Reflexión
Los jefes religiosos se han fabricado un Dios a su semejanza; les resulta
imposible reconocer a Dios en el rostro del Hijo. Sólo viven aferrados a
una religión que les brinda honores, poder y prestigio
En nuestra vida, a veces más importante que nuestra propia experiencia
y nuestros propios conocimientos, son el testimonio y las indicaciones de
la gente que nos rodea.
Así como en la decisión de seguir una carrera o un oficio, o de
decidirnos a asumir una tarea dentro de la Iglesia... o de aceptar algún
compromiso político tienen una influencia decisiva el testimonio de
quienes nos rodean; así también Jesús nos presenta esta situación en el
pasaje del evangelio.
Cada uno de nosotros, descubre la Verdad que Dios quiere enseñarnos a
través de testimonios.
Y Jesús habla de los testimonios que se tienen para acreditar quién es y
cuál es su misión:
· En primer lugar lo que acredita quién es Jesús son sus obras, sus
milagros.
· Pero antes aún, se acreditaba su identidad por el testimonio de
Juan el Bautista que lo presentó como el Salvador.
· Con anterioridad aún se tenían las palabras del Antiguo testamento
que anunciaban su persona y de su misión.
Sin embargo, los suyos no lo reconocieron y cabría preguntarse ¿por
qué?
No lo reconocieron porque esas personas no estaban abiertas a Dios.
Estaban demasiado preocupados de los problemas temporales y habían
relegado a Dios. Vivían una religión de ritos, honores y poder.
Y entonces, no reconocieron a Jesús, no reconocieron al enviado del
Padre, porque en realidad estaban alejados de Dios, aunque pensaran que
estaban cerca.
Dios ha hablado a través de su Hijo y nos sigue hablando y guiando a
través de su Iglesia y de las personas que nos rodean.
A veces pensamos que es difícil reconocer a los enviados de Dios, sin
embargo, el evangelio de hoy nos descubre el secreto.
Se dice que cada uno valoriza el testimonio de sus iguales, por eso
cuando nosotros somos libres, cuando no estamos pendientes del aprecio
de los demás, cuando buscamos sinceramente la verdad y la misericordia,
podremos reconocer a los mensajeros de Dios.
Hoy vamos a pedirle al Señor, durante este tiempo de Cuaresma, que
sepamos distinguir a sus testigos y que nos dispongamos a imitarlos sobre
todo honrando a su Hijo.
LECTURAS DEL SÁBADO 17 DE DICIEMBRE DE 2022
(3 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Mateo 1, 1-17
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:
Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá
y de sus hermanos. Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos
fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; Arám, padre
de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.
Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre
de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; Jesé, padre
del rey David.
David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido
mujer de Urías. Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías;
Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám;
Jorám, padre de Ozías. Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz;
Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre
de Amón; Amón, padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus
hermanos, durante el destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel;
Salatiel, padre de Zorobabel; Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de
Eliacím; Eliacím, padre de Azor. Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre
de Aquím; Aquím, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre
de Matán; Matán, padre de Jacob. Jacob fue padre de José, el esposo de
María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David,
catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce
generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce
generaciones.
Reflexión.
Hoy el Evangelio nos muestra la Genealogía de Jesús.
En ella hay tres grandes etapas: Abraham, David y el exilio en
Babilonia, cada etapa llena de promesas y esperanzas y también de
pecados y desobediencias. Todo culmina en Jesús que inaugura la etapa
definitiva
El evangelio de Mateo nació en una comunidad judeo cristiana y
presenta a Jesús, el Mesías, como vinculado a un pueblo, el pueblo de
Israel.
Jesús hijo de Dios, pero también de David, heredero auténtico de las
promesas de Abraham.
La bendición que por su fe Abraham había recibido de Dios, pasa al
pueblo cristiano a través de Jesús.
Mateo hace la genealogía de Jesús desde Abraham. Divide a los
ascendientes en tres grupos de catorce generaciones. No pretende el
evangelista nombrar a todos los antepasados de Jesús, sino simplemente
mostrar a Jesús nacido de María como hijo del pueblo de Israel, heredero
de las promesas.
En la genealogía de Jesús se nombran cuatro mujeres Tamar, Rahab,
Betsabé (la mujer de Urías) y Rut, las que salvo Rut, no son precisamente
las glorias femeninas de Israel.
Esto muestra que Jesús, el Mesías, se ha hecho también solidario del
pecado de su pueblo.
En el final de la lista llega Jesús. En Jesús converge el paso y en él se
une a Israel toda la humanidad.
Este Evangelio nos muestra que Jesús no tiene sólo antepasados
gloriosos, también hay entre sus antepasados, pecadores, infieles, gente no
judía como Rut, Betsabé y algunos de ellos de vida muy irregular.
María esté en la línea de David por su esposo José. En el derecho judío,
el cabeza de familia no era menos padre de sus hijos adoptivos que de los
engendrados. Y Jesús, Hijo de Dios, es también heredero de las promesas
de Abraham por su padre adoptivo José.
Jesús entonces es hijo de Israel , es un verdadero israelita solidario con
su pueblo al que llevó la salvación.
San Pablo dijo a los gálatas y nos dice también a nosotros:
Ustedes son del Mesías, de Cristo y entonces son descendencia de
Abraham y herederos de las promesas.
Vamos a pedir hoy al Señor que echemos raíces en nuestro pueblo y que
sepamos llevarle la paz y la salvación de Cristo.
LECTURAS DEL DOMINGO 18 DE DICIEMBRE DE 2022
(4 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Mateo 1, 18-24
Este fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no
habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su
esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente,
resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y
le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo
que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz
un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo
de todos sus pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había
anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien
pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: «Dios con
nosotros.»
Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado:
llevó a María a su casa.
Reflexión.
El mensaje principal es que todo lo que estaba sucediendo obedecía al
plan de Dios. Mateo comienza con este versículo una serie de instancias
en donde un evento actual cumple las escrituras hebreas. Este recurso
hermenéutico es propio de Mateo quien quiere demostrar que Jesús es el
Mesías prometido al pueblo de Israel.
El mensajero celestial le dice a José que no debe temer recibir a su
mujer, es decir, aceptarla como esposa (recuérdese que en ese momento
estaban solamente comprometidos en matrimonio, no casados) puesto que
lo que aparentemente era una causa de gran vergüenza y deshonor era algo
que venía de Dios, en este caso del Espíritu Santo, el agente creador de
Dios. Es más, de una situación socialmente vergonzosa Dios iba a levantar
un salvador para su pueblo. Y el nombre de ese niño lo dice todo:
Emanuel (Dios con nosotros). Aquí hay un espacio homilético importante:
Dios altera los valores sociales del honor y el buen nombre para crear vida
aun en medio de situaciones alienantes y potencialmente mortificas.
Se podría decir que María no tiene casi participación alguna en la
decisión de José, quien a su vez es inducido por el ángel en el sueño.
Aunque su situación es real — está encinta — ella no tiene el poder para
cambiarla o cambiar la opinión de la gente. Su suerte parece estar echada.
Sería apedreada seguramente. Esta situación en la que se encuentra afecta
toda su existencia: física, psicológica, espiritual, social. La situación de
José solo afecta su existencia social como hombre: deshonor. ¿Quién lleva
las de perder aquí? Obviamente María. Sin embargo el texto se centra en
José. Es otro ejemplo del androcentrismo (el hombre en el centro) latente
en las narraciones bíblicas.
• Pero es digno de destacar que es a través del personaje con menos
poder de decisión que nace el Mesías. Su nacimiento no depende de la
voluntad de ningún ser humano, solo de Dios. Cuando Mateo cita a Isaías
lo hace utilizando la palabra hebrea almah, doncella, es traducida como
parzenos, virgen. Con esto quiere significar que María no había tenido
contacto sexual con ningún hombre. Esto de alguna manera la libera del
control social ejercido por el hombre y la coloca en una relación de
subordinación directa a Dios. Pero esto era algo de esperar de cualquier
individuo: sometimiento a la voluntad divina. En ese sentido María no es
diferente que José, pues ambos deben aceptar los designios de Dios.
Contextualizar este pasaje, que nos habla de la subordinación de la
mujer al hombre y del hombre (y la mujer) a los designios divinos, es algo
sumamente importante en una sociedad que está tratando justamente de
extirpar para siempre estas relaciones opresivas. Una lectura literal, acrítica, del texto perpetuará la dominación y la subyugación de la mujer
por el hombre, así como también de los individuos por instituciones que se
atribuyen el derecho de encarnar la voluntad divina. Es necesario entonces
practicar una lectura liberadora, que se base en la potencialidad del texto
como Palabra de Dios para sugerir nuevos significados para nuevas
audiencias.
LECTURAS DEL LUNES 19 DE DICIEMBRE DE 2022
(4 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Lucas 1, 5-25
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado
Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era
descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en
forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero
no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada.
Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función
sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica,
entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea
del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso.
Entonces se le apareció el Angel del Señor, de pie, a la derecha del altar
del incienso. Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el
Angel le dijo: «No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu
esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan. El será para ti un motivo de
gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será
grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará
lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos
israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el espíritu y el
poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los
rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo
bien dispuesto.»
Pero Zacarías dijo al Angel: «¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque
yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada.»
El Angel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y
he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás
mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no
haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo.»
Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que
permaneciera tanto tiempo en el Santuario. Cuando salió, no podía
hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el
Santuario. Él se expresaba por señas, porque se había quedado mudo.
Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa.
Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta
durante cinco meses. Ella pensaba: «Esto es lo que el Señor ha hecho por
mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres.»
Reflexión
En las misas de estos días previos a la Navidad, se lee todo el Capítulo
Primero del Evangelio de San Lucas. La primera parte, que corresponde a
la misa de hoy presenta el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista,
Precursor del Mesías, a sus padres, Zacarías e Isabel.
Zacarías e Isabel eran justos y santos delante de Dios. Sus vidas
transcurrían en el cumplimiento de sus obligaciones religiosas. Y Dios los
premió concediéndoles la alegría de tener un hijo, pese a que Isabel era
estéril y de edad avanzada.
La justicia de Zacarías era la propia de un buen israelita, que consistía en
la observancia perfecta de la ley, y esta justicia se alimentaba de la fe y la
esperanza en el Mesías.
Esto debe ser un ejemplo para nosotros, quienes debemos vivir con
entera fidelidad, que por cierto será recompensada por Dios, si no todas las
veces en este mundo, sí siempre, en la otra vida.
La fe de Zacarías es puesta a prueba. Las razones humanas están en
contra de la promesa del ángel. Desde el punto de vista natural, se
comprende: Soy un hombre viejo y mi mujer de edad avanzada.
Normalmente ya no hay esperanza para la fecundidad. Será pues un
nacimiento excepcional como el de Jesús. La promesa de Dios será
cumplida.
También en nuestras vidas se cumplirá la Palabra de Dios, aun
contrariando todas las razones humanas. La santidad de vida, la fidelidad a
la Palabra de Dios, ha de ser nuestra principal preocupación. Esa santidad
que nos lleva a despegarnos de las cosas de la tierra y a ocuparnos con
más dedicación y constancia de las cosas de Dios.
El evangelista nos dice que Zacarías e Isabel eran justos ante Dios. Esto
es lo que nos debe preocupar: santificarnos delante de Dios, que ve el
fondo de nuestros corazones y conoce los más íntimos secretos e
intenciones.
A Zacarías le tocó en suerte, de acuerdo a las costumbres sacerdotales de
la época, entrar en el santuario del Señor para quemar el incienso. Este rito
consistía en renovar las brasas en el altar.
La incensación tenía lugar antes del sacrificio de la mañana después del
de la tarde.
Esta es una magnífica imagen de gran significado para nosotros, que
debemos expresar en el ofrecimiento de nuestras obras del día y en la
acción de gracias y el arrepentimiento de nuestras faltas antes de
entregarnos al descanso.
El pasaje nos invita, especialmente en estos días previos a la Navidad, a
quemar nuestras vidas con todas sus horas, como un incienso agradable a
Dios. Así nuestra oración será vida en nosotros y toda nuestra vida será
oración.
LECTURAS DEL MARTES 20 DE DICIEMBRE DE 2022
(4 ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Lucas 1, 26-38
En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un
hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la
virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de
gracia, el Señor está contigo.»
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué
podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será
grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de
David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no
tendrá fin.»
María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones
con ningún hombre?»
El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será
llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar
de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto
mes, porque no hay nada imposible para Dios.»
María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en
mí lo que has dicho.» Y el Ángel se alejó.
Reflexión
Hoy la Iglesia celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción de Santa
María Virgen.
Y podemos preguntarnos qué importancia tiene la Inmaculada
Concepción de María para nosotros hoy? María, santa e inmaculada desde
su concepción, es una llamada y un modelo de santidad a la cual todos
estamos llamados.
Por eso la inmaculada concepción, no es para nosotros los católicos sólo
un dogma de fe, es la certeza de que también en nosotros concebidos
santos e inmaculados desde el momento del bautismo, puede vivir y crecer
Cristo.
En la primera lectura del libro del Génesis, llamada comúnmente Protoevangelio o primer anuncio de la salvación se muestra la humanidad
sometida al pecado y en ese mismo instante, la palabra de Dios emerge
con el primer evangelio de la esperanza anunciando que la humanidad
como linaje de mujer, alcanzará la victoria, aplastando la cabeza del
pecado agresor. La Iglesia aplica este pasaje a María y a su hijo Jesús. Esta
promesa divina se cumple cuando Jesús, descendencia de mujer, vence al
pecado en una vida de perfecta santidad.
Y el Evangelio nos presenta la escena de la Anunciación del ángel.
María y Jesús son la expresión del amor misericordioso de Dios que no se
olvida de los hombres.
María está llena de Jesús, no sólo por ser la Madre, sino además porque
por la fe incondicional en Dios, lo siguió por el camino de la cruz,
cumpliendo su sí a Dios dado en la anunciación y al que consagró su vida.
En María descubrimos hoy a la Iglesia, que cree en la Palabra de Dios y
quiere llenarse de Jesús.
La santidad de María, debe impulsarnos a vivir nuestra vocación a la
Santidad. Vale la pena poner los ojos en María y hacer nuestro el
pensamiento de la carta a los efesios, dando gracias a Dios porque:
«Dios nos eligió en la persona de Cristo para que fuésemos santos e
inmaculados ante Él por el amor.»
Todos somos llamados a la más total y perfecta santidad, como María,
por eso la fiesta de hoy es un llamamiento y un recuerdo de la exigencia
del bautismo: una vida nueva en santidad, porque fuimos concebidos
como hijos de Dios. Si no nos ponemos hoy esta exigencia, el festejo de la
Inmaculada Concepción está vacío de contenido.
Pidámosle a María que podamos a ejemplo suyo ofrecerle a Dios nuestra
vida con un sí generoso y decidido.
LECTURAS DEL MIÉRCOLES 21 DE DICIEMBRE DE 2022
(4ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Lucas 1, 39-45
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo
de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu
Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por
haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.»
Reflexión.
A pocos días de la Navidad, el evangelio de hoy nos presenta la
Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel. Es la escena que
contemplamos en el Segundo Misterio Gozoso del Rosario, que se reza
todos los lunes y los sábados.
El anuncio que poco antes le había hecho el ángel, no dejó a María
aislada con sus problemas. El ángel le habló de su prima Isabel, ya
anciana, y María va a compartir con ella su alegría y su secreto. María,
muy joven todavía, aprenderá de su prima muchas cosas que José no
sabría decirle. Y así se cumplió la profecía hecha a Zacarías, sobre su hijo,
Juan el Bautista: «Tu hijo estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno
de su madre.»
Lo más importante en la historia, no siempre es lo más espectacular. El
Evangelio prefiere señalar los acontecimientos que fueron portadores de
vida.
Las muchedumbres judías caminarán hacia Juan, años después, en busca
de la palabra de Dios. Pero nadie se preguntará cómo recibió el Espíritu de
Dios. Y nadie sabrá que María, la niña humilde, puso en movimiento los
resortes del plan de Dios aquel día de la Visitación.
Las palabras que Isabel usa para saludar a María: «¡Bendita tú eres entre
las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! las usamos cada vez que
rezamos el Avemaría. En estos días que preceden a la Noche Buena es un
momento oportuno para redescubrir esta bendición, que recuerda cuando
Jesús estaba realmente en las entrañas de María, al calor de su madre, ...
bien protegido, antes de estar expuesto al frío, a los golpes, y a las injurias.
Por entonces, solo recibe amor. Un corazón de madre late junto al suyo,
y le hace latir una única sangre humana.
Jesús es esperado. Jesús es amado con su primer amor. Bendita tu eres,
... bendito es tu hijo...
Y Santa Isabel pregunta con humildad ¿Cómo he merecido yo que venga
a mí la madre de mi Señor?. Estas dos mujeres, María e Isabel, están
inmersas en el misterio: Evidentemente hay cosas extrañas en torno a los
dos nacimientos. Isabel se da cuenta de ello en forma inmediata y con sus
palabras refleja la adoración y el agradecimiento a Dios por el don
recibido. Nos alienta esta escena a pedir al Señor que estemos siempre
atentos a reconocer su presencia y a saber reconocer sus signos.
Concluye el pasaje del Evangelio con otra alabanza de Isabel a María:
¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!».
María creyó. Esa fue su grandeza y el fundamento de su felicidad: su fe.
Así se convierte María en Maestra de la fe, aceptando cuanto se le anuncia
de parte de Dios, aunque ella no se pudiera explicar el modo cómo se
realizaría aquel plan. María por su Si hizo que la obra de Dios, su plan,
fuera una realidad para nosotros.
Pidamos hoy al Señor que nos regale como a Isabel, el don de descubrir
su presencia en nuestras vidas, y pidámosle también una fe como la de
María, para que como ella, aprendamos a aceptar el plan que Dios tiene
para cada uno de nosotros.
A pocos días de la Navidad, el evangelio de hoy nos presenta la
Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel. Es la escena que
contemplamos en el Segundo Misterio Gozoso del Rosario, que se reza
todos los lunes y los jueves.
El anuncio que poco antes le había hecho el ángel, no dejó a María
aislada con sus problemas. El ángel le habló de su prima Isabel, ya
anciana, y María va a compartir con ella su alegría y su secreto. María,
muy joven todavía, aprenderá de su prima muchas cosas que José no
sabría decirle. Y así se cumplió la profecía hecha a Zacarías, sobre su hijo,
Juan el Bautista: «Tu hijo estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno
de su madre.»
Lo más importante en la historia, no siempre es lo más espectacular. El
Evangelio prefiere señalar los acontecimientos que fueron portadores de
vida.
Las muchedumbres judías caminarán hacia Juan, años después, en busca
de la palabra de Dios. Pero nadie se preguntará cómo recibió el Espíritu de
Dios. Y nadie sabrá que María, la niña humilde, puso en movimiento los
resortes del plan de Dios aquel día de la Visitación.
Las palabras que Isabel usa para saludar a María: «¡Bendita tú eres entre
las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! las usamos cada vez que
rezamos el Avemaría. En estos días que preceden a la Noche Buena es un
momento oportuno para redescubrir esta bendición, que recuerda cuando
Jesús estaba realmente en las entrañas de María, al calor de su madre, ....
bien protegido, antes de estar expuesto al frío, a los golpes, y a las injurias.
Por entonces, solo recibe amor. Un corazón de madre late junto al suyo,
y le hace latir una única sangre humana.
Jesús es esperado. Jesús es amado con su primer amor. Bendita tu eres,
... bendito es tu hijo...
Y Santa Isabel pregunta con humildad ¿Cómo he merecido yo que venga
a mí la madre de mi Señor?. Estas dos mujeres, María e Isabel, están
inmersas en el misterio: Evidentemente hay cosas extrañas en torno a los
dos nacimientos. Isabel se da cuenta de ello en forma inmediata y con sus
palabras refleja la adoración y el agradecimiento a Dios por el don
recibido. Nos alienta esta escena a pedir al Señor que estemos siempre
atentos a reconocer su presencia y a saber reconocer sus signos.
Concluye el pasaje del Evangelio con otra alabanza de Isabel a María:
¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!».
María creyó. Esa fue su grandeza y el fundamento de su felicidad: su fe.
Así se convierte María en Maestra de la fe, aceptando cuanto se le anuncia
de parte de Dios, aunque ella no se pudiera explicar el modo cómo se
realizaría aquel plan. María por su Si hizo que la obra de Dios, su plan,
fuera una realidad para nosotros.
Pidamos hoy al Señor que nos regale como a Isabel, el don de descubrir
su presencia en nuestras vidas, y pidámosle también una fe como la de
María, para que como ella, aprendamos a aceptar el plan que Dios tiene
para cada uno de nosotros.
LECTURAS DEL JUEVES 22 DE DICIEMBRE DE 2022
(4ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Lucas 1, 46-56
María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu
se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la
pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán
feliz, porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre
es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre
aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los
soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los
humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las
manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su
misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de
Abraham y de su descendencia para siempre.» María permaneció con
Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Reflexión
Hoy el Evangelio narra el Canto del Magníficat, que pronuncia María,
en casa de Isabel cuando Isabel le dice: Bendita tú eres entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre... Dichosa por haber creído que
de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor
La reacción de María ante las maravillas obradas por Dios en su vida es
un canto de alabanza y gratitud.
Los favores de Dios la impulsan a cantar su alegría, y lo hace con un
himno de acción de gracias.
Lo que inspira el canto de María, es el constatar la acción de Dios en su
propia vida.
María se da cuenta del amor misericordioso del Padre por su pequeñez y
entonces María irrumpe en alabanzas a Dios al Dios de su vida. A ese
Dios que ha obrado maravillas en ella. El Magníficat es la oración por
excelencia de María.
María confiesa su pequeñez. Dios no la ama a pesar de su pequeñez,
sino precisamente por su pequeñez. Es la pequeñez de la criatura ante el
Creador. María se siente y se sabe en deuda ante Dios y reconoce
alegremente su pequeñez ante Dios, porque es el único título que posee
para ser amada tan profundamente.
Y luego dice: ¨me llamarán bienaventurada¨ todas las generaciones.
María no se ensalza a sí misma, pero tampoco es víctima de complejos e
inhibiciones. Con mirada objetiva, reconoce los dones recibidos; ella
estará en la historia de los hombres como signo visible y perpetuo de la
acción de Dios en favor de todos.
Cuando recordamos a María, hacemos memoria de un Dios que cumple
con sus promesas. Al venerar a María, cada uno de nosotros podremos
encontrarnos más fácilmente con el Dios de la misericordia y la salvación.
María después de contemplar al Dios de su vida, se abre a la acción de
Dios en la historia de su pueblo. Así como antes cantó al Dios de su vida,
ahora canta al Dios de su pueblo.
María anticipa y vive una ley fundamental del Reino: la preferencia de
Dios por los débiles.
En el Magníficat María se manifiesta como modelo de quienes no
aceptan pasivamente las circunstancias adversas de la vida personal y
social, ni son víctimas de la alienación, como hoy se dice, sino que
proclaman con ella que Dios ensalza a los humildes, y si es el caso, derriba
a los potentados de tronos.
Hoy vamos a pedirle a ella a nuestra Madre, que descubramos al Dios
presente en nuestras vidas, en nuestras luchas, y que nuestros labios se
abran también para magnificar la obra de Dios.
LECTURAS DEL VIERNES 23 DE DICIEMBRE DE 2022
(4ª Semana. Tiempo de Adviento)
+ Lucas 1, 57-66
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.
Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios
la había tratado, se alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo
Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan.»
Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre.»
Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le
pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan». Todos
quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el
habla y comenzó a alabar a Dios.
Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los
alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.
Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se
decían: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba
con él.
Reflexión.
En la víspera de la Noche Buena, el evangelio de hoy nos presenta el
nacimiento de San Juan Bautista, precursor de Jesús. Después del anuncio
del Ángel a María que iba a ser la madre de Salvador, la Virgen visita a su
prima Santa Isabel que estaba ya en su sexto mes, y se queda con ella
hasta el nacimiento de San Juan.
Los días de la Virgen en casa de Zacarías fueron de alegría para todos.
María daba un nuevo sentido a los sucesos cotidianos. Esta alegría
contagiosa, de la que participaron vecinos y parientes, culminó con el
nacimiento de Juan. Y conforme al rito del Antiguo Testamento, a los
ocho días llegó el momento de la circuncisión y de la imposición del
nombre.
Los parientes hicieron diversas propuestas, pero Isabel señaló que se
llamaría Juan, aunque nadie en la familia se llamara así. La decisión de
Isabel fue ratificada por el padre, que era a quien realmente le
correspondía este derecho. Zacarías escribió con seguridad y con gesto
solemne: Juan es su nombre. Así se cumplió lo que Dios le había mandado
por intermedio del Ángel, nueve meses antes, en el templo de Jerusalén.
Zacarías entonces recobró la palabra, que empleó para alabar y dar
gracias a Dios.
Los presentes comprendieron que estaban delante de algo sobrenatural,
aunque no tuvieron un conocimiento completo de lo que estaba
sucediendo. San Lucas nos dice que se preguntaban: «¿Qué llegará a ser
éste niño?» y luego agrega: Porque la mano del Señor estaba con El.
La mano de Dios, símbolo de poder y protección, estaba con Juan, es
decir, le protegía en todo momento, a fin de que Juan nada hiciera que no
se acomodara al plan de Dios, ya que su destino había sido determinado
por Dios; el niño estaba marcado, señalado antes de nacer; su destino era
«ser la voz que clama en el desierto», como nos lo dice San Lucas en otra
parte de su evangelio.
Si reflexionamos un momento, llegamos a la conclusión que Dios está
también con cada uno de nosotros, como lo estaba con San Juan. El Señor
también nos protege y nos bendice. Nos conduce con cuidado paternal, sin
dejarnos tropezar ni caer. La mano de Dios está con nosotros en los
momentos más cruciales y en los momentos más comunes y sencillos. Por
eso, como Zacarías todos tenemos motivos para alabar y bendecir a Dios.
Dios nos habla de continuo. La historia de la salvación no es otra cosa
que la historia de Dios preocupándose por el hombre, dialogando con el
hombre. Y en el Nuevo Testamento, el Espíritu de Dios está
constantemente animando a los hombres.
Pero si Dios habla al hombre, exige y espera de éste que le responda y
eso es la fé: una respuesta libre, consciente y personal del hombre a Dios.
En estos días previos a Navidad, es importante que tomemos la decisión
firme de escuchar a Dios y de responderle. Ambas cosas las realizamos a
través de la lectura de la Palabra de Dios y de la oración.
LECTURAS DEL SÁBADO 24 DE DICIEMBRE DE 2022
(Misa Matutina)
+ Lucas 1, 67-79
Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo
proféticamente:
«Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a
su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su
servidor, como lo había anunciado mucho tiempo antes por boca de sus
santos profetas, para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de
todos los que nos odian. Así tuvo misericordia de nuestros padres y se
acordó de su santa Alianza, del juramento que hizo a nuestro padre
Abraham de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de
nuestros enemigos, lo sirvamos en santidad, y justicia bajo su mirada,
durante toda nuestra vida.
Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del
Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la
salvación mediante el perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa
ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente,
para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y
guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»
Reflexión.
Ya se cumple el tiempo en el que envió Dios a su Hijo, nacido de mujer,
como nos indica Pablo en la antífona de entrada (Gál 4,4); es la única vez
que Pablo habla del envío de Cristo. Cuidado que Pablo es parco en
decirnos cosas sobre Jesús, todo es en él, por él y con él, es verdad, pero
aquí se explaya a nuestras anchas, diciendo algo esencial. No es que en la
plenitud de los tiempos, Dios envíe a su Hijo. El envío del Hijo provoca la
plenitud de los tiempos; desde ahora son otros: tiempo de la carnalidad,
tiempo de la encarnación, pura temporalidad de la carne. Si es exagerado
(Antonio Pitta) decir que Pablo habla aquí de la preexistencia de
Jesucristo, sin embargo, léanse a la vez las fórmulas que emplea en los
himnos (Fil 2,6; Col 1,15; Ef 1,3-4), para entender toda la fuerza de lo que
afirma sobre Jesucristo, desvelándonos el misterio de la Navidad.
El Señor, nos dice la lectura de Samuel, nos señala cómo va a
construirse una casa: una casa de carne, la carne de María, Virgen. ¿Veis
qué importante es la mayúscula en esta palabra? No basta con la elección
de un hombre, Jesús; eso es demasiado escaso en el misterio de Dios. Dios
elige una carne en la que tomará carne su propio Hijo, quien aun siendo,
desde el principio, de condición divina e imagen del Dios invisible, en el
que fue creado el universo entero, por medio de él y para él, en quien
fuimos elegidos antes de la creación del mundo, no desdeñó nacer en el
seno de una virgen. Sabiendo muy bien cuál era su elección y de qué
manera, siguiendo la profundidad del misterio mismo de Dios, esta
encarnación del Hijo era por causa de nuestra salvación. Asumió nuestra
imagen y semejanza carnal, para que nosotros, por medio de él, de su
nacimiento y de su muerte —¿olvidaríamos la cruz?—, nos transformemos
en imagen y semejanza divinas. Asombroso comercio, como nos dice
tantas veces la liturgia.
¿Qué haremos, pues? Con el salmo, cantar eternamente las misericordias
del Señor, porque su gracia y su ternura para con nosotros son eternas. Él
sí es fiel. Con David y su descendencia. Hoy podemos decir con el Hijo,
quien ha sido enviado en medio de nosotros: Tú eres mi padre, mi Dios,
mi Roca salvadora. Porque lo suyo es para nosotros. Lo suyo es ya nuestro
también. En su encarnación y en la muerte en la cruz, siempre por
nosotros, también nosotros podemos llamar a Dios: ¡Padre!
¿Qué haremos, pues? Con Zacarías, padre de Juan, bendeciremos al
Señor, que nos ha visitado y redimido. A todos, porque a todos fue
enviado, echando abajo el muro de separación (Ef. 2,14), construido con el
odio, para que seamos un único pueblo, el pueblo de Dios. Ahí se nos da la
salvación. Porque el misterio de Dios está transido por su gran
misericordia y por su inmensa ternura para con nosotros. Todo esto se nos
hace ahora palpable.
Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida nos consuele y
fortalezca a los que esperamos de tu amor. Porque el misterio de Dios es
misterio de amor.
El misterio de Dios se nos hace patente, mejor, se nos da en esa carne de
niño que ha sido concebida en el vientre de María por fuerza del Espíritu
de Dios.
¡Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad!
LECTURAS DEL SÁBADO 24 DE DICIEMBRE DE 2022
(Misa Vespertina de la Vigilia)
+ Mateo 1, 18-25
Este fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no
habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su
esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente,
resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y
le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo
que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz
un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo
de todos sus pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había
anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien
pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: «Dios con
nosotros.»
Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado:
llevó a María a su casa.
Reflexión.
El mensaje principal es que todo lo que estaba sucediendo obedecía al
plan de Dios. Mateo comienza con este versículo una serie de instancias
en donde un evento actual cumple las escrituras hebreas. Este recurso
hermenéutico es propio de Mateo quien quiere demostrar que Jesús es el
Mesías prometido al pueblo de Israel.
El mensajero celestial le dice a José que no debe temer recibir a su
mujer, es decir, aceptarla como esposa (recuérdese que en ese momento
estaban solamente comprometidos en matrimonio, no casados) puesto que
lo que aparentemente era una causa de gran vergüenza y deshonor era algo
que venía de Dios, en este caso del Espíritu Santo, el agente creador de
Dios. Es más, de una situación socialmente vergonzosa Dios iba a levantar
un salvador para su pueblo. Y el nombre de ese niño lo dice todo:
Emanuel (Dios con nosotros). Aquí hay un espacio homilético importante:
Dios altera los valores sociales del honor y el buen nombre para crear vida
aun en medio de situaciones alienantes y potencialmente mortificas.
Se podría decir que María no tiene casi participación alguna en la
decisión de José, quien a su vez es inducido por el ángel en el sueño.
Aunque su situación es real — está encinta — ella no tiene el poder para
cambiarla o cambiar la opinión de la gente. Su suerte parece estar echada.
Sería apedreada seguramente. Esta situación en la que se encuentra afecta
toda su existencia: física, psicológica, espiritual, social. La situación de
José solo afecta su existencia social como hombre: deshonor. ¿Quién lleva
las de perder aquí? Obviamente María. Sin embargo el texto se centra en
José. Es otro ejemplo del androcentrismo (el hombre en el centro) latente
en las narraciones bíblicas.
• Pero es digno de destacar que es a través del personaje con menos
poder de decisión que nace el Mesías. Su nacimiento no depende de la
voluntad de ningún ser humano, solo de Dios. Cuando Mateo cita a Isaías
lo hace utilizando la palabra hebrea almah, doncella, es traducida como
parzenos, virgen. Con esto quiere significar que María no había tenido
contacto sexual con ningún hombre. Esto de alguna manera la libera del
control social ejercido por el hombre y la coloca en una relación de
subordinación directa a Dios. Pero esto era algo de esperar de cualquier
individuo: sometimiento a la voluntad divina. En ese sentido María no es
diferente que José, pues ambos deben aceptar los designios de Dios.
Contextualizar este pasaje, que nos habla de la subordinación de la
mujer al hombre y del hombre (y la mujer) a los designios divinos, es algo
sumamente importante en una sociedad que está tratando justamente de
extirpar para siempre estas relaciones opresivas. Una lectura literal, acrítica, del texto perpetuará la dominación y la subyugación de la mujer
por el hombre, así como también de los individuos por instituciones que se
atribuyen el derecho de encarnar la voluntad divina. Es necesario entonces
practicar una lectura liberadora, que se base en la potencialidad del texto
como Palabra de Dios para sugerir nuevos significados para nuevas
audiencias.
LECTURAS DEL SÁBADO 24 DE DICIEMBRE DE 2022
(Misa Medianoche)
+ Lucas 2, 1-14
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto,
ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo
tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse
a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de
Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse
con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y
María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó
en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus
rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y
la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor,
pero el Ángel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha
nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal:
encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un
pesebre.» Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del
ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
«¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados
por él!»
Reflexión.
Hoy llegamos finalmente a la nochebuena, Dios viene a habitar entre
nosotros. Procuremos que el ruido exterior de esta fiesta no nos haga
perder su sentido más hondo.
El pasaje del Evangelio que se lee en la misa de nochebuena, narra el
nacimiento de Jesús.
Dios se ha hecho hombre, para que el hombre se haga Dios.
Jesús nace pobre y nos enseña que la felicidad no se encuentra en la
abundancia de bienes. Jesús viene al mundo sin ostentación alguna y nos
anima a ser humildes, a no estar pendientes del aplauso de los hombres.
Dios se humilla para que podamos acercarnos a Él, para que podamos
corresponder a su amor con nuestro amor, para que nuestra libertad se
rinda no sólo ante el espectáculo de su poder, sino ante la maravilla de su
humildad.
El nacimiento de Jesús es ante todo un nacimiento. Navidad es el
nacimiento de algo nuevo. Representa el nacimiento de la fe cristiana, de
la comunidad cristina. Pero más allá de estos nacimientos, hay un hecho
más primordial aún: nace Jesús.
Y cuando alguien nace, surgen las preguntas del mundo: ¿Quién es?,
¿Cómo se llama?, ¿Qué será cuando sea grande? ¿Quiénes son sus padres?
Es posible que nosotros, los cristianos, tengamos que empezar también
por estas preguntas, para realmente poder responder a la pregunta:
¿Conocemos a Cristo?
Dios se hizo hombre por amor a los hombres. La venida del Señor no es
un hecho del pasado sino del presente. Y es del presente en la medida en
que nosotros dejemos que Dios ¨llegue¨.
Este tiempo de Navidad pide de nosotros una actitud contemplativa, de
silencio y acción de gracias.
Nos pide contemplar el misterio, asimilarlo a nuestro ser y confesarlo
ante los hombres.
Cristo ha nacido para que nosotros renazcamos.
Como dice San Agustín, María ha llevado al Salvador en su seno y cada
uno de nosotros debemos llevarlo en nuestro corazón, porque cada uno de
nosotros los cristianos, somos hombres redimidos por Cristo, y tenemos
que mostrarlo al mundo.
En esta nochebuena, podríamos recordar las palabras de un ateo que
decía ¨ Para que yo crea en Cristo es necesario que los cristianos tengan
cara de redimidos ¨
Y nosotros, hoy y aquí tenemos esa exigencia y esta exigencia es para
que Cristo llegue también a aquellas personas que no lo conocen, que no
creen en el Salvador.
Tenemos que esforzarnos para que todos sepan qué celebramos en este
día, porqué festejamos el nacimiento de Jesús. Jesús nació hace dos mil
años y pide de nosotros que ese recuerdo nos dé una razón para mejorar,
un motivo para volvernos más buenos.
Los cristianos no hemos celebrado ni entendido siquiera la esta
Nochebuena, si el recordar que nuestro Dios se hizo uno de los nuestros,
no nos predispone para llegar a ser más semejantes a Él. En ese caso,
hemos celebrado el nacimiento de Jesús como los paganos, como tantos de
nuestros contemporáneos que han olvidado el motivo de su fiesta.
Los cristianos en cambio, debemos distinguirnos por conocer el porqué
de nuestra alegría en este día.
Vamos a pedirle a Dios, que esta Navidad no se marchite como una flor.
Que su mensaje no muera cuando cese el bullicio.
Que su paz no sea tan efímera como el arbolito que adorna nuestro
hogar.
Pidámosle a Dios que la alegría de esta Navidad, se prolongue durante
todo el año, como el nacimiento hacia una vida que quiere crecer y
madurar en la paz en el amor y en la justicia.
LECTURAS DEL DOMINGO 25 DE DICIEMBRE DE 2022
(Natividad del Señor - Misa del día)
+ Juan 1, 1-18
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la
Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se
hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla
en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre
enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar
testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la
luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a
todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de
ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio
el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad
del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como
Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El
que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo.»
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido
gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la
gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que
está en el seno del Padre.
Reflexión.
Jesucristo es la Palabra, el Verbo de Dios, hecho hombre, sin dejar por
eso de ser Dios, para salvar a los hombres, para que nosotros los hombres
pudiéramos vivir la vida de Dios.
Por eso nos dice san Juan que la Palabra (Jesucristo como Hijo de Dios),
existía en Dios antes del mundo y por Ella, por la Palabra, por el Verbo
Hijo de Dios, todo fue creado; que luego fue enviada a la tierra, para
revelar aquí los secretos de la voluntad divina.
Jesús (La Palabra), enviado por el Padre para llevar a cabo una misión:
trasmitir al mundo su mensaje de salvación.
Jesús, la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este
mundo.
El evangelio nos habla también de Juan el Bautista, mostrándonos su
misión: dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. Nos dice
que no era la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
Es esa precisamente la misión de cada cristiano comprometido. Cada
uno de nosotros debemos dar testimonio de la luz que es Cristo, estamos
llamados a reflejar la luz de Cristo en nuestra vida.
Jesús se dio a conocer a nosotros, los cristianos, y por nosotros, Dios
tiene que hacerse presente en el mundo; no tanto por las palabras que
digamos, sino con nuestras actitudes y compromisos.
En estos últimos días del año, cuando muchos pueden entregarse a
fiestas sin sentido, a ruidos, luces y celebraciones, nosotros estamos
llamados a proclamar serenamente que Dios es Señor de la historia, que
nos ha creado para compartir su felicidad y disfrutar su amor perfecto y
que nos sentimos comprometidos a testimoniarlos antes nuestros hermanos
todos los días de nuestra vida.
Ojalá el mundo conozca días de paz y prosperidad por el testimonio de
cada cristiano que viva su fe y trasmita la esperanza y la confianza plena
en un Dios que es Amor, que es Padre.
LECTURAS DEL LUNES 26 DE DICIEMBRE DE 2022
(Octava de Navidad)
+ Mateo 10, 17-22
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los
azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante
gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los
paganos.
Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van
a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque
no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará
en ustedes.
El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y
el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán
morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel
que persevere hasta el fin se salvará.
Reflexión.
Hoy todavía con la alegría de Navidad, apenas hemos celebrado el
Nacimiento del Señor, la iglesia nos propone la fiesta del primero que dio
su vida por Cristo, San Esteban. Ayer el pequeño pesebre albergó a Cristo
niño, hoy el inmenso cielo ha recibido a Esteban.
La Iglesia quiere recordar que la Cruz está siempre muy cerca de Jesús y
de los suyos. San Esteban murió por proclamar la verdad, y nosotros los
cristianos estamos llamados a proclamar sin miedo la verdad de Cristo
Jesús en el evangelio, quiere prevenir a sus apóstoles y a nosotros, que
en nuestra misión, todo no va a ser placentero. No todos están de acuerdo
con nuestras palabras y con nuestros testimonios.
En las circunstancias adversas, el Señor nos pide permanecer fieles al
evangelio que tenemos que anunciar. San Esteban por ser fiel a Cristo, fue
martirizado. Dios promete en este evangelio la asistencia del Espíritu
Santo a sus perseguidos.
San Esteban no tuvo miedo, murió por Cristo con valentía y pidiendo
por sus verdugos, como Cristo en la cruz. Esta actitud caracterizó a todos
los que dieron su vida por Cristo. Entregaron su vida sin temor y
perdonando.
Durante el martirio de San Esteban, quiso Dios que estuviese presente
Saulo, un muchachito, que actuó del lado de los verdugos, durante el
martirio de Esteban, y en cuya vida más tarde irrumpió Jesús resucitado y
con él la conversión. Estoy hablando de San Pablo.
Quizá el testimonio de esa fidelidad de Esteban a Cristo y a su camino
fue la semilla que Dios necesitó en Pablo para su conversión.
Hoy vamos a quedarnos con una reflexión de San Agustín, que decía:
¨En otros tiempos, se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; ahora; se
enseña a los cristianos a negar a Cristo.
Antes se usaba la violencia para que renegaran de Cristo; hoy las
insidias.
Estas palabras de San Agustín, dichas hace casi 16 siglos atrás, son
aplicables a nuestro mundo de Hoy.
Nos toca vivir en un ambiente adverso para nuestra fe, y si bien no
sufrimos en nuestro país persecuciones violentas por causa de nuestra fe,
sin embargo, sufrimos persecución.
La persecución hoy es la ironía con la que muchos tratan de ridiculizar
los valores cristianos. Y ante esa ironía, las personas más débiles, terminan
cediendo ante la presión del ambiente.
Es esa la forma en que se persigue a Cristo y a los suyos, haciéndolos
parecer ridículos, tachándolos de antiguos o extraterrestres.
Por eso hoy nosotros vamos a pedirle al Señor fortaleza, esa fortaleza
que caracterizó siempre a los suyos. Pidamos al Señor que nos envíe su
Espíritu, para que nosotros hoy como San Esteban, estemos dispuestos a
proclamar a Cristo, a permanecer firmes a nuestros principios que son los
de Cristo, y que nunca nos apartemos del camino del Señor.
LECTURAS DEL MARTES 27 DE DICIEMBRE DE 2022
(Octava de Navidad)
+ Juan 20, 2-9
El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de
Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han
llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos
juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó
antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no
entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las
vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este
no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él
también vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las
escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Reflexión.
Hoy la Iglesia festeja la fiesta de San Juan apóstol. Juan era natural de
Betsaida, ciudad de Galilea, en la ribera norte del mar de Tiberíades. Sus
padres eran Zebedeo y Salomé, y su hermano, Santiago el Mayor.
Formaban una familia acomodada de pescadores que, al conocer al Señor,
no dudaron en ponerse a su total disposición. Juan y Santiago, en respuesta
a la llamada de Jesús, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los
jornaleros, le siguieron. Salomé, la madre, siguió también a Jesús,
sirviéndole con sus bienes en Galilea y en Jerusalén, y acompañándole
hasta el Calvario.
Juan había sido discípulo del Bautista, cuando éste estaba en el Jordán,
hasta que un día pasó Jesús cerca y el Precursor le señaló: He aquí el
Cordero de Dios. Al oír esto fueron tras el Señor y pasaron con El aquel
día. Nunca olvidó San Juan este encuentro. Desde entonces no lo
abandonó jamás.
El pasaje del Evangelio de la misa de hoy nos revela la verdad
fundamental del Cristianismo. ¡Cristo vive! Esta es la gran verdad que
llena de contenido nuestra fe.
Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado. Ha triunfado de la muerte, del
poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia.
Jesús no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue,
dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos.
No: ¡Cristo vive! ¡Jesús es el Emmanuel!: Dios con nosotros.
Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los suyos.
«¿Puede la mujer olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues aunque se
olvidara, yo no me olvidaré de ti, había prometido el Señor, según lo relata
el libro de Isaías».
Y ha cumplido sus promesas.
La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para interpretar toda su
vida, y el fundamento de nuestra fe. Sin esa victoria sobre la muerte, dice
San Pablo, toda predicación sería inútil, y nuestra fe estaría vacía de
contenido.
La Resurrección de Cristo es la realidad central de la fe católica. La
importancia de este milagro es tan grande, que los Apóstoles son, ante
todo, testigos de la Resurrección. Anuncian que Cristo vive, y este es el
núcleo de toda su predicación. Esto es lo que, después de veinte siglos,
nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive! La Resurrección es el
argumento supremo de la Divinidad de Nuestro Señor.
Vamos a pedirle hoy al Señor, que a ejemplo de San Juan apóstol,
acudamos rápido a su encuentro para proclamar que Él vive en nosotros.
LECTURAS DEL MIÉRCOLES 28 DE DICIEMBRE DE 2022
(Octava de Navidad)
+ Mateo 2, 13-18
Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en
sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a
Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar
al niño para matarlo.»
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo
que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a
mi hijo.
Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar,
en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de
acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo
que había sido anunciado por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una
voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere
que la consuelen, porque ya no existen.
Reflexión
El Evangelio nos narra la huida de la Sagrada Familia a Egipto, para
escapar de la matanza ordenada por Herodes y que había anunciado el
profeta Jeremías
Y hoy la Iglesia celebra la fiesta de Los Santos Inocentes; de esos niños
que fueron ejecutados por orden de Herodes; que no pudieron confesar a
Cristo de palabra, pero lo confesaron con su martirio, y por eso los
honramos nosotros.
En la sagrada familia, José es la persona con menor dignidad,
comparado con Jesús y María; sin embargo, él era la autoridad de la
familia y por eso el ángel se le aparece a José para ordenarle partir hacia
Egipto.
Y José..., es fiel instrumento de Dios.
Ese hombre a quien Dios utilizó como instrumento para proteger y
alimentar a su Hijo y a María, una vez más, fue fiel a la voluntad de Dios
y se puso en camino.
Es de destacar, la humildad de José, que simplemente se puso al servicio
de Dios, desde un lugar, en apariencia secundario, poco importante; pero
necesario para que Dios pudiese llevar a cabo la obra de redención,
conforme a su plan.
También hay que destacar la obediencia de San José, dócil a lo que el
ángel le ordena. Sí, el ángel, le ordena, no le pide que si le parece...se
ponga en camino.
Y José, ni titubea, ni pregunta, prepara las cosas y esa misma noche se
pone en camino. José deposita su confianza en Dios, y realiza lo que le
pide.
Y la familia se pone en camino, gracias a José.
Tanto Jesús como María, eran más santos...
Jesús, el tres veces santo. Y María, la llena de gracia. Sin embargo, Dios
se vale de José, para protegerlos. Es José quien en este momento, siendo
dócil a Dios, actúa de parte de Dios.
José es el patrono de la Iglesia Universal. El que supo cuidar y atender a
María y Jesús, también vela por las necesidades de la Iglesia, y por las
necesidades de cada uno de nosotros.
Y en este día de los santos inocentes, pensemos que ellos murieron por
Jesús y por eso son venerados como verdaderos mártires.
En nuestro tiempo, también hay mártires. Quizá no se nos pide a
nosotros hoy como a esos niños de la época de Jesús, morir por Cristo,
pero sí se nos pide el heroísmo de vivir en la fe, de vivir por Cristo y con
Cristo. De vivir una vida donde seamos capaces de morir cada día un poco
a nuestros egoísmos, a nuestro orgullo, para ser realmente testigos de
Jesús.
Vamos a pedirle hoy a san José, que a ejemplo suyo seamos hombres y
mujeres dóciles a lo que Dios nos pide; que seamos fieles instrumentos en
sus manos, y valerosos testigos de su Hijo.
LECTURAS DEL JUEVES 29 DE DICIEMBRE DE 2022
(Octava de Navidad)
+ Lucas 2, 22-35
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación,
llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en
la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También
debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma,
como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y
piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y
le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de
Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has
prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante
de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de
tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será
causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de
contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se
manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos.»
Reflexión
En el evangelio de hoy se nos presenta la escena que recordamos en el
cuarto misterio gozoso del Rosario, en que María y José, cumpliendo las
prescripciones de Moisés, presentan al Niño Jesús en el Templo. En esa
ocasión es cuando Simeón predice que Jesús será signo de contradicción
en el mundo y que el corazón de María será traspasado por una espada:
Según lo predice el anciano Simeón, Jesús será la señal de
contradicción: unos lo amarán, otros lo odiarán y lo llevarán a la Cruz;
unos estarán dispuestos a morir por El, mientras que otros no cesarán en
hacerlo desaparecer de la historia y de la superficie de la tierra.
El Papa nos dice que debemos observar que de este «signo de
contradicción», Simeón pasa directamente a la Madre y se dirige a su
corazón, vinculando la contradicción, que se refiere al Hijo, con la
experiencia interior de la Madre: «Y una espada atravesará tu alma»
La Santísima Virgen está asociada a la obra redentora de Cristo: Ella es
nuestra Corredentora, como fue Jesús nuestro Redentor.
No hay redención sin dolor; el alma de la Santísima Virgen estará
traspasada por la espada de dolor por todo lo que Ella sufrió en su Corazón
durante la Pasión de su Hijo Jesús.
De una u otra forma todos estamos comprometidos con la obra redentora
de Jesús y todos debemos colaborar en la redención de los hombres y del
mundo; todos debemos, por lo tanto, participar del dolor de Jesús y de
María Santísima.
Jesús es señal de contradicción para el mundo y los católicos, como
discípulos de Jesús, habremos de seguir la misma suerte que el Maestro.
También habrá quien nos odie, nos persiga y nos moleste. Habrá quien nos
ridiculice, se ría de nosotros y de la doctrina que predicamos.
Esto no solamente no nos debe desalentar, sino que tampoco debe
entristecernos, pues sabemos que seguiremos la misma suerte que el
Maestro, y que si seguimos al Maestro en la Cruz, también lo imitaremos
en la hora de la resurrección y también gozaremos de su victoria final, que
será lo definitivo, lo que nunca pasará.
Jesús venció al mundo y nos advirtió: «En el mundo tendrán tribulación,
pero Yo he vencido al mundo».
LECTURAS DEL VIERNES 30 DE DICIEMBRE DE 2022
(Octava de Navidad)
+ Mateo 2, 13-15. 19-23
Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en
sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a
Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar
al niño para matarlo.»
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo
que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a
mi hijo.
Después de muerto Herodes el ángel del Señor se le apareció en sueños
a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a la tierra
de Israel, porque ya murieron los que intentaban quitarle la vida al niño».
Se levantó José, tomo al niño y a su madre y regresó a tierra de Israel.
Pero, habiendo oído decir que Arrquelao reinaba en Judea en lugar de su
padre, Herodes, tuvo miedo de ir allá, y advertido en sueños, se retiró a
Galilea y se fue a vivir en una población llamada Nazaret. Así se cumplió
lo que habían dicho los profetas: Se le llamará nazareno.
Reflexión
Hoy la Iglesia festeja con alegría la Fiesta de la Sagrada Familia de
Jesús, María y José.
Hace unos días celebramos la fiesta de Navidad, y hoy la palabra de
Dios enfoca nuestra atención en aquella humilde familia, de la que Jesús
tuvo necesidad para ver la luz del sol y para crecer como hombre.
Dios al realizar sus grandes obras, no recurre a medios espectaculares, se
vale de medios típicamente humanos. La salvación de los hombres sólo se
hace con la colaboración de la misma comunidad humana.
Hoy sucede lo mismo: cada uno de nosotros nace y se educa en una
familia.
Y en una familia también crecemos y adquirimos personalidad y
capacidad para ser miembros útiles de la comunidad.
Si tratamos de imaginarnos a la Sagrada Familia de Belén, nos
imaginaremos una familia normal. No en una familia común y corriente,
porque no era común, dado que sus miembros eran nada menos que María,
la Virgen; José, el varón justo; y Jesús, Hijo de Dios y Salvador del
mundo. Ni mucho menos, corriente, porque, ni en su pueblo ni en toda la
historia, se conoce una familia semejante.
Pero sí, una familia normal. Con la normalidad propia de la santidad,
que consiste en hacer con perfección y por amor a Dios, lo que hacen
todos.
Un padre carpintero, que inició al hijo en las artes de su oficio para
servir a la comunidad a través de su tarea.
Una madre generosa, capaz de guardar en el corazón los tesoros
silenciosos de su experiencia de vida.
Un hijo que crecía en amor y sabiduría delante de los ojos de Dios y de
todos los hombres, escuchando a sus padres y siguiendo las tradiciones de
su pueblo.
Un hogar armonioso donde Jesús pudo prepararse para su misión en el
mundo: escuchó de los labios de María los relatos que lo introdujeron en
el conocimiento de la Escritura, y aprendió del testimonio de José las
actitudes humanas que más tarde puso en práctica.
Seguramente que la Sagrada Familia fue una maravillosa escuela de
diálogo, de comprensión y de oración. Un modelo donde todos los
cristianos podemos encontrar el ejemplo de que es posible vivir de
acuerdo con la voluntad de Dios.
Por eso en esta fiesta vamos a pedirle a Dios que nos ayude a revalorizar
a la familia para que sean realmente signo de la presencia de Dios en el
mundo
En la primera lectura de la misa de hoy en el Eclesiastés se narra una
antigua norma social que aún tiene vigencia. Honrar y respetar a los
padres, amarlos y ayudarlos.
Las sentencias del comienzo del capítulo tercero del libro del
Eclesiástico, guardan una sabiduría imperecedera sobre la familia.
Los deberes de los hijos hacia los padres, están presentados de una
forma especial que valora la vida, muestra gratitud y reconoce con
humildad los beneficios recibidos.
Escrito hace 2150 años encierra verdades que no pasaron de moda.
Incluso aquellas afirmaciones que son más propias de aquella cultura, si
las leemos bien son de fácil comprensión en nuestros tiempos.
Así como en aquel momento «la cultura griega» irrumpía y pretendía
atropellar la ...sabiduría, hoy «la cultura postmoderna» desconoce valores
incorruptibles, pero a pesar de los atropellos esos valores no
desaparecerán.
En la carta a los cristianos de Colosas, el apóstol San Pablo nos enseña
el sometimiento en la familia como respeto de los unos hacia los otros. Y
que ese sometimiento tiene su raíz en el amor. Así como Cristo
despojándose de su gloria se hizo igual a nosotros y se puso por debajo de
nosotros haciéndose nuestro servidor para cargar con nuestras culpas y
liberarnos de ellas, así debe ser el sometimiento en la familia.
En la sociedad antigua, las mujeres ocupaban un lugar inferior, eran
consideradas menos que los varones. La escritura viene a corregir esa
forma de considerar a la mujer. Dice que la mujer está solamente sometida
al marido, pero aclara que no como una esclava ni como un ser inferior,
sino como la Iglesia está sometida a Cristo. Es un sometimiento muy
especial: sometimiento de amor recíproco. El varón también debe
someterse a la mujer, tiene que amarla y cuidarla así como Cristo ama a la
Iglesia y da la vida por ella.
Algunos leen ciertas palabras sueltas de este texto y acusan a la escritura
de mantenerse en una visión equivocada propia de otros tiempos y
culturas. Nosotros vemos en cambio que la palabra de Dios habla de
sometimiento de amor.
Lo mismo para la relación de los padres con los hijos, la palabra de
Dios, nos habla de educación, de una educación que no sea dominio sino
servicio y que facilite que afloren los valores y las capacidades de los
hijos.
Jesús se preparó para su misión dentro de un hogar, el hogar de Nazaret.
Jesús no concurrió a las escuelas rabínicas de Jerusalén como pudo
hacerlo Pablo.
Sin embargo, en aquella humilde familia donde trabajó, meditó y vivió
la sabiduría, aprendió a ser hombre y se preparó para la delicada misión
que se le había encomendado.
No celebraríamos bien la Navidad, si no nos diéramos cuenta de lo
importante que es preservar nuestras familias. La desintegración de las
familias hace que la sociedad se deshumanice y Dios no esté en el centro
de la vida de los creyentes. La familia es para el cristiano el lugar donde
todo lo humano tiene cabida y sentido, es el lugar donde se aprende a
sentirse amado por Dios.
Puede que nuestra vida familiar no sea perfecta, que no logremos la
ansiada felicidad, pero pensemos que a la familia de Dios no le tocó mejor
suerte: fue ignorada cuando iba a nacer el niño, fue perseguida, apenas
éste vio la luz; tuvo que exiliarse para salvar la vida del hijo y pudo
retornar tras la muerte de su perseguidor.
A María y José no les fue fácil ser familia de Dios, pero se mantuvieron
unidos custodiando a su hijo y no perdieron de vista nunca a su Dios. Hoy
en esta fiesta de la Sagrada Familia, pongamos en manos de Dios, a
nuestra familia y defendámosla porque es un regalo de Dios
LECTURAS DEL SÁBADO 31 DE DICIEMBRE DE 2022
(Octava de Navidad)
+ Juan 1, 1-18
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la
Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se
hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos
creyeran por medio de él.
Él no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a
todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el
mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio
el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad
del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como
Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El
que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo.»
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido
gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la
gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que
está en el seno del Padre.
Reflexión
Jesucristo es la Palabra, el Verbo de Dios, hecho hombre, sin dejar por
eso de ser Dios, para salvar a los hombres, para que nosotros los hombres
pudiéramos vivir la vida de Dios.
Por eso nos dice san Juan que la Palabra (Jesucristo como Hijo de Dios),
existía en Dios antes del mundo y por Ella, por la Palabra, por el Verbo
Hijo de Dios, todo fue creado; que luego fue enviada a la tierra, para
revelar aquí los secretos de la voluntad divina.
Jesús (La Palabra), enviado por el Padre para llevar a cabo una misión:
trasmitir al mundo su mensaje de salvación.
Jesús, la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este
mundo.
El evangelio nos habla también de Juan el Bautista, mostrándonos su
misión: dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. Nos dice
que no era la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
Es esa precisamente la misión de cada cristiano comprometido. Cada
uno de nosotros debemos dar testimonio de la luz que es Cristo, estamos
llamados a reflejar la luz de Cristo en nuestra vida.
Jesús se dio a conocer a nosotros, los cristianos, y por nosotros, Dios
tiene que hacerse presente en el mundo; no tanto por las palabras que
digamos, sino con nuestras actitudes y compromisos.
En estos últimos días del año, cuando muchos pueden entregarse a
fiestas sin sentido, a ruidos, luces y celebraciones, nosotros estamos
llamados a proclamar serenamente que Dios es Señor de la historia, que
nos ha creado para compartir su felicidad y disfrutar su amor perfecto y
que nos sentimos comprometidos a testimoniarlos antes nuestros hermanos
todos los días de nuestra vida.
Ojalá el mundo conozca días de paz y prosperidad por el testimonio de
cada cristiano que viva su fe y trasmita la esperanza y la confianza plena
en un Dios que es Amor, que es Padre.