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Recensión: Fukuyama, F., La construcción del Estado…, pp. 143-153 Re ce n sión de FUKUYAM A, F., La con st r u cción de l Est a do. H a cia u n n u e vo or de n m u n dia l e n e l siglo XXI , Tr a du cción de M a r ía Alon so, Edicion e s B, Ba r ce lon a , 2 0 0 4 , pp. 2 0 1 . M a n u e l Fon de v ila M a r ón  RESUMEN Comentario de La Construcción del Estado de Francis Fukuyama, contrastando las ideas de este trabajo con su anterior y célebre Fin de la Historia. Humildemente pensamos, que las inconsistencias de esta obra, contradictorias con su trabajo anterior, pueden deberse, al menos en parte, a la situación personal del autor en uno y otro momento. PA LA BRA S CLAV E Alcance, Fuerza, Postmodernidad. Soberanía, Legitimidad, Fecha de recepción: 23-07-2009 Fecha de aceptación: 27-01-2010 I . I N TROD UCCI ÓN Pudiera decirse que el pensam ient o de Francis Fukuyam a ha evolucionado desde que en 1992, en El Fin de La Hist oria y el Últ im o hom bre, m onografía que am pliaba el art ículo que le hizo célebre calificase al Est ado, siguiendo a Niet zsche com o “ el m ás frío de t odos los m onst ruos fríos” 1 hast a que en 2004, en la obra que aquí com ent am os, dij ese apost ase por el fort alecim ient o del fuerza de los Est ados. Para la int erpret ación correct a de est a obra es necesario t ener present e su prim era y m ás reput ada elaboración int elect ual, t ant o en su cont enido, com o desde una perspect iva crítica. I I . ALCAN CE VS FUERZA Est e es el ej e cent ral de la obra: el paladín del liberalism o polít ico y del pensam ient o neocon no apuest a de ningún m odo por un Est ado garant ist a y prest acional de servicios. Ni m ucho m enos. Est ableciendo la dist inción ent re los fines y obj et ivos del Est ado por un lado, y la capacidad para elaborar y hacer cum plir las leyes por ot ro 2 defiende que, según se est ableció en el pact o de Washingt on 3 se debía fort alecer el segundo aspect o de t odos los Est ados m ient ras que se exigía una liberalización del prim ero. I ncluso, y est o es lo m ás sorprendent e t eniendo en cuent a la fuent e de la que procede, se llega  Becario predoct oral de Derecho Const it ucional en la Universidade da Coruña ( España) . 1 FUKUYAMA, F., El Fin de la Hist oria y el Últ im o hom bre, Traducido por P. Elías, Edit orial Planet a, Barcelona, p. 289 y ss. 2 FUKUYAMA, F., La const rucción del Est ado. Hacia un nuevo orden m undial en el siglo XXI , Traducción de Maria Alonso, Ediciones B., Barcelona, 2004, p. 23. 3 I bid., p. 21. - 143 Universitas. Revista de Filosofía, Derecho y Política, nº 11, enero 2010, ISSN 1698-7950 Manuel Fondevila Marón a afirm ar que un exceso de alcance, pueden quedar com pensados por la m ayor capacidad adm inist rat iva4 . Result a im posible no recordar cuando decía lit eralm ent e “ la razón de que la dem ocracia liberal no sea universal y no haya perm anecido est able una vez en el poder radica, en últ im a inst ancia, en la incom plet a correspondencia ent re Pueblos y Est ados” 5 . Es verdad, j ust o es reconocerlo, que es una evolución expresam ent e adm it ida, cuando afirm a que los econom ist as liberales reconocen el error de querer reducir los est ados al m ínim o, y que ahora hay una nueva sabiduría popular que com prende el necesario papel del Est ado 6 , sin em bargo, no es una novedad t an radical com o nos hace ver su aut or: aquellos liberales clásicos y m ás recient es ( de Locke a Nozick, pasando por Const ant y ot ra infinidad de ellos) que reducen el papel del Est ado al “ Est ado policía” o “ vigilant e noct urno” et c. de ningún m odo llam aban ni a la anarquía en cuent o a orden int erno, ni a la desm ilit arización en cuant o a polít ica ext erior. El Est ado m ínim o siem pre ha sido un Est ado fuert e en la plum a de los liberales. Lo único quizás m ás novedoso es que ahora se hable de fort alecer no sólo las fuerzas del orden sino det erm inadas Adm inist raciones incluso económ icas com o los Bancos Cent rales. A cont inuación pasarem os revist a alguna de las cont radicciones no explícit as. III. PRI M ERA D EM OCRÁTI CA I N CON SI STEN CI A: LA LEGI TI M I D AD Aunque en la prim era part e del libro com ent ado, solem nem ent e proclam a que incluso en aquellos aspect os m ás fácilm ent e t ransferibles com o son el diseño y gest ión de las organizaciones la acción de la com unidad int ernacional norm alm ent e em peora la sit uación de los países en los que int erviene, pues si sabe perfect am ent e crear servicios gubernam ent ales no sabe crear inst it uciones duraderas y est ables7 , hacia el final apuest a claram ent e que la Adm inist ración Pública puede ( e im plícit am ent e afirm a que debe) ser t rasferida a los países en desarrollo. A pesar de la ext ensión de la cit a, creem os que no t iene desperdicio t raerla ínt egram ent e: “ De los diferent es elem ent os de la capacidad inst it ucional, la adm inist ración pública es el m ás suscept ible de ser sist em at izado y t ransferido ( …) . Los t ipos de reform a y cam bios inst it ucionales en las est ruct uras form ales de incent ivos que han perm it ido a 4 I bid., pp. 40- 41. FUKUYAMA, F., El Fin de la Hist oria y el Últ im o hom bre, Traducido por P. Elías, Edit orial Planet a, Barcelona, 1992, p. 290. 6 FUKUYAMA, F. La const rucción del Est ado. Hacia un nuevo orden m undial en el siglo XXI , op. cit ., pp. 41 y ss. 7 I bid., p. 69 - 144 5 http: //universitas.idhbc.es Recensión: Fukuyama, F., La construcción del Estado…, pp. 143-153 est ados Unidos, Gran Bret aña y ot ros países desarrollados t ener un gobierno m ás profesional y m enos corrupt o pueden aplicarse con bast ant e éxit o en los países en desarrollo. Est e éxit o m uest ra, por t ant o, la necesidad de un program a de invest igación. Necesit am os com prender m ej or qué t ipos de act ividades del sect or público son m ás pr opicios para m odelos y análisis y que ot ros, por el cont rario, suelen regist rar un alt o grado de variación local ( …) . Hay algunas act ividades de elevada especificidad y reducido volum en de t ransacciones, com o los bancos cent rales, que no adm it en alt os grados de variación en cuant o a su plant eam ient o y su est ruct ura inst it ucional. Est as son las áreas de la adm inist ración pública m ás apt as para la reform a t ecnocrát ica en las que ( para em plear el lenguaj e de Woolcock y Prit chet t ) “ diez t ecnócrat as int eligent es” pueden t rasladarse a un país en desarrollo y generar cam bios posit ivos de gran envergadura en la polít ica pública ( …) En cam bio, las áreas que result an m ás com plicadas de reform ar son las act ividades de baj a especificidad y elevado volum en de t ransacciones, com o la educación o el derecho. No hay sist em a legal alguno en el m undo que puedan est ablecer diez t ecnócrat as, con independencia de lo int eligent es que sean” 8 . Desde 1992 a 2004 algo ha cam biado en la sit uación personal de nuest ro aut or: ést e es ahora consej ero de la Adm inist ración Bush. El de 1992 es un m aniqueo t rat ado filosófico que, siguiendo la m et odología hegeliana, anuncia un est adio final en la Hist oria en el que la dem ocracia liberal se im ponga en t odo el m undo, dando com o result ado una especie de Est ado universal y hom ogéneo ( koj ève) dem ocrát ico- liberal. Est e sería un Est ado donde no exist irían cont radicciones sociales y un m undo, en el que reinaría la paz. Ant es de alcanzarlo, el m undo conocerá una m aniquea dist inción ent re el m undo hist órico [ ¿el ej e del m al?] y poshist órico: en el prim ero siguen vivas las luchas a m uert e del “ prim er hom bre” , pero la ext ensión de la indust rialización ( globalización “ m ade in USA” cit ando t ext ualm ent e la const rucción del Est ado) t erm inaría por “ convencerles” de las bondades de est a form a de gobierno. Ahora, en el gobierno, parece que ha pasado el t iem po de disert ar en abst ract o sobre el curso hist órico e int ervenir direct am ent e en él: por eso no duda en j ust ificar la act uación de Est ados Unidos en Afganist án e I rak 9 , pero com o por razones de verosim ilit ud no se puede acusar a t odos los Est ados en vías de desarrollo de t ener ADM para int ervenir m ilit arm ent e hay que esperar t ransform arlos de una form a m ás sut il. Y, huelga decir, que desde su nueva posición no se ya de disolver ( si 8 9 I bid., pp. 127-128. I bid. p 142. - 145 Universitas. Revista de Filosofía, Derecho y Política, nº 11, enero 2010, ISSN 1698-7950 Manuel Fondevila Marón es que alguno creyó que de est o se t rat aba en 1992) los viej os Est ados en un nuevo Est ado universal y hom ogéneo que los englobe, y sea a la vez algo diferent e a ellos, sino que de lo que se t rat a es de disolver el Est ado universal y hom ogéneo en Est ados Unidos. El Profesor Fukuyam a no j ust ifica suficient em ent e porque las organizaciones con un alt o grado de especificidad y un reducido volum en de t ransacciones sean fácilm ent e t ransferibles. En resum en, lo que Fukuyam a no hace es j ust ificar por que a cult uras polít icas diversas, inconm ensurables, habrían de servir las m ism as organizaciones. No se puede negar, cit ando sus palabras, que exist en escuelas de Adm inist ración Pública que han cont ribuido en los países desarrollados a un m ej or gobierno, lo que sí parece dudoso, y su obra no aclara, es que incluso est e t ipo de organizaciones const it uyan un paradigm a universal, y por lo t ant o conm ensurable globalm ent e. No hace falt a j ust ificar ( y t am poco lo hace) que la cult ura, la educación o el Derecho t engan una baj a t ransferibilidad. Exist en abundant es ej em plos de ello, com o la deform ación que en Lat inoam erica se ha hecho del sist em a Presidencial de gobierno, y la inut ilidad de las fórm ulas alem anas de cont rol, que son propias de regím enes parlam ent arios. Adem ás, ocioso debiera result ar decirlo, la cultura y el derecho est án fuert em ent e int eriorizados en la m ent e de una Com unidad. Pero lo que el Profesor/ consej ero gubernam ent al Fukuyam a obvia, y no lo desconoce, es el papel de las corporaciones en el input de las polít icas públicas. De hecho, j uega con ello y en est o precisam ent e consist e la t ram pa: no pudiendo obligar a un cam bio en la m ent alidad de la gent e, quizás, m ediant e la prom esa de un avance económ ico podam os convencerles de dej ar a diez t ecnócrat as int eligent es invit ados de fuera diseñar un m odelo organizat ivo y burocrát ico a im agen y sem ej anza saj ona. Con el paso del t iem po, de form a paulat ina, est os bancos cent rales y dem ás adm inist raciones públicas cont ribuirán a los cam bios legislat ivos deseados. ¿O es que alguien duda del papel de est os organism os en la elaboración de las leyes? Mediant e el cam bio en las leyes, el t rat adist a polít ico de nuest ro t iem po espera ver un cam bio en la m ent alidad de la gent e, porque al fin y al cabo, com o decía Maquiavelo “ si el ham bre hace t rabaj adores a los hom bres, las leyes los hacen buenos” . Lo de m enos es señalar que com o Carl Schm it t est ableció no es posible lógicam ent e el Est ado Universal, porque la exist encia de un Est ado presupone la exist encia de ot ros10 , lo m ism o dij o su adm irado Em m anuel Kant , en el segundo art ículo definit ivo para una Paz perpet ua. Lo que si nos int eresa dest acar es que con su plan de acción lo que nuest ro aut or hace es dest ruir por com plet o la 10 SCHMI TT, C., El concept o de lo polít ico, Ed. Alianza, Madrid, 1998, pp. 82- 87. - 146 http: //universitas.idhbc.es Recensión: Fukuyama, F., La construcción del Estado…, pp. 143-153 legit im idad dem ocrát ica que t ant o cacarea en sus dos obras cit adas. A pesar de que su fin de la Hist oria parece superficialm ent e la consagración del Est ado Const it ucional y Dem ocrát ico de Derecho, supone sin em bargo la dest rucción del m ism o. Porque a pesar de que acert adam ent e liga la soberanía a la legit im idad dem ocrát ica ( “ la única aut ént ica” ) lo que de m anera crípt ica hace es dest ruir las bases en las que est a se asient a11 . ¿Por qué no confiar en que los nuevos Est ados surgidos de la descolonización encuent ren su propia m anera de lograr el progreso económ ico? Al fin y al cabo, porque com o reconocía Am ie de Cesaire es im posible que se rest ablezcan las ant iguas sociedades coloniales12 , y porque en la sociedad de Est ados la m ayoría se est án viendo forzados a adopt ar el liberalism o para no verse com plet am ent e colapsados ( aunque est o obviam ent e no lo dij era el m art inico m iem bro del part ido com unist a francés) , est a puede que sea m uy probablem ent e la opción que elij an, com o lo est án haciendo los dragones asiát icos. Pero la decisión de hacerlo o no debe corresponder a su Pueblo, sin ninguna inj erencia ext erna, y de decidirse por t al opción, deben ser libres adem ás de adopt ar las inst it uciones que para ello est im en m ás oport unas. La recient e crisis financiera m undial, que algunos de los expert os liberales pronost ican que será m ás grave que la del 29 debería dem ost rar que el liberalism o quizá sea la m ej or form a de gobierno económ ico ( quizás no) pero no es ni m ucho m enos perfect a, com o sugiere el fin de la hist oria. I V. SEGUN D A I N CON SI STEN CI A: SOBERAN Í A ESTADOUN I D EN SE? ¿SOBERAN Í A ESTATAL O Tras afirm ar acert adam ent e en El Fin de la Hist oria y el Últ im o Hom bre que la soberanía pert enece a los pueblos y no a los Est ados13 , y, lo que es m ás im port ant e a los efect os de los que ahora nos ocupam os, haber est ablecido com o vim os la incom plet a relación ent re Pueblos y Est ados en la obra que ahora nos ocupa est ablece claram ent e la necesidad de int ervenir en los Est ados débiles, asum ir su gobernanza, y evit ar las am enazas que im plican para los dem ás Est ados im pidiendo que se reproduzcan en un fut uro 14 . Y dice adem ás, t eniendo en cuent a que est ablece la relación que ya vim os ent re soberanía y legit im idad que el concept o clásico de soberanía es 11 DE VEGA, P., “ Mundialización y Derecho Const it ucional” , Revist a de Est udios Polít icos, nº 100, 1998, pp. 13-56, p. 34. 12 CESAI RE, A., “ Cult ura y Colonización” [ 1956] , en Discurso sobre el Colonialism o, Traducción de Mara Viveros Vigot a, Edit orial Akal, Madrid, 2006, pp. 45- 77, p. 58. 13 FUKUYAMA, F., El Fin de la Hist oria y el Últ im o hom bre, op. cit ., p. 178. 14 FUKUYAMA, F., La const rucción del Est ado. Hacia un nuev o orden m undial en el siglo XXI , op. cit ., p. 147. - 147 Universitas. Revista de Filosofía, Derecho y Política, nº 11, enero 2010, ISSN 1698-7950 Manuel Fondevila Marón algo que hoy ya pocos defienden, por lo que la cuest ión que se discut e no es la legit im idad de la int ervención en ot ro país sino quien cuando y porqué15 . Tam bién dice, que la diferencia ent re europeos y am ericanos ( ¿qué pasa con el rest o del m undo?) es que m ient ras que los prim eros creen que exist en una escala de valores superiores al Est ado nación, cuya m ayoría puede decidir hacer cosas que dañen a sus vecinos, Est ados Unidos no reconoce ninguna fuent e de legit im idad superior al Est ado Nación. El error europeo, a su parecer, es que si bien puede ser que su concepción sea ciert a en sent ido abst ract o, no exist e ninguna Com unidad I nt ernacional concret a que encarne esos valores, est as, m ás bien, act uaran de acuerdo con sus int ereses, reproduciendo en un plano m ás alt o los m ism os defect os de los que se acusa al Est ado. Por eso la solución pasa, a su j uicio, por Est ados pequeños y fuert es16 . Aquí hay varias cosas a las que int ent arem os dar respuest a por orden. Parece im posible negar que exist an “ Est ados fallidos” donde grupos t err orist as y delincuent es m ás que cam par a sus anchas son capaces de ut ilizar los resort es est at ales para su propio beneficio. Eso ocurre ciert am ent e en Afganist án y, por poner un ej em plo recient e, en Som alia. No es que los Est ados se sirvan para fines guerreros cont ra sus vecinos de est os pirat as ( com o hist óricam ent e I nglat erra con Francis Drake) sino precisam ent e ocurre lo cont rario: los grupos se sirven de los recursos del Est ado para sus obj et ivos delict ivos, pret endiendo am pararse adem ás en la inm unidad j urisdiccional. Así pues, si algún Est ado decidiese una acción de guerra cont ra Som alia no sería porque, com o ocurrió en la I Guerra Mundial, no se quiera respet ar la soberanía de un Est ado para capt urar y j uzgar m alhechores, sino porque est e Est ado es incapaz, incluso de decidir si desea o no hacerlo. Así que la cuest ión fundam ent al que plant ea el orden int ernacional act ual est á a nuest ro j uicio bien plant eada por nuest ro int elect ual. Sin em bargo, la cont radicción surge al hablar de legit im idad com o lím it e a la soberanía: si Est ados Unidos ( Fukuyam a) no reconoce ninguna fuent e de legit im idad superior al Est ado Nación ( Est ados Unidos) sólo caben dos alt ernat ivas: o bien convenir con Carl Schm it t en que el orden int ernacional es un Est ado de Nat uraleza, de t odos cont ra t odos en el que: prim ero, cualquier Est ado que se sient a am enazado por ot ro puede legít im am ent e at acarlo em pleando los m edios que est im e oport unos para garant izar su defensa y aut o- conservación ( doct rina de guerra prevent iva de la adm inist ración Bush) y segundo, puede act uar cont ra ot ro est ado no en legít im a defensa sino en ayuda de un aliado, pero ent onces lo que 15 16 I bid. pp. 155- 156. I bid. p. 175 y ss. - 148 http: //universitas.idhbc.es Recensión: Fukuyama, F., La construcción del Estado…, pp. 143-153 ocurre es que sencillam ent e no hay fuent e de legit im idad que valga, y renunciam os a la pret ensión kant iana de poner fin al est ado de nat uraleza en la Com unidad I nt ernacional que Fukuyam a hace suya en el Fin de la Hist oria, y por lo t ant o no sólo EEUU puede at acar a ot ros Est ados ( la consideración de fuert e o débil, o de am igo- enem igo no t iene lugar aquí) , pero t am bién cabe que ot ros Est ados hagan lo m ism o, m ediant e cualquier t ipo de acción de com bat e ( t am bién t errorist a) , o, segunda posibilidad, se reconoce los logros del Derecho I nt ernacional clásico, asum iendo la idea de soberanía t al y com o est á definida en est e, lo que supone el acat am ient o de la no inj erencia en asunt os int ernos. Dicho de ot ro m odo: si quieres hablar de legit im idad int ernacional t ienes que reconocer un plano superior al nacional. No hacerlo im plica una cont radict io in t erm inis. Y ello, qué duda cabe, sin perj uicio de una visión crít ica acerca de, por ej em plo Naciones Unidas o la Unión Europea com o port adoras de una supuest a legit im idad int ernacional. Es decir: o defiendes que exist e o puede exist ir una com unidad int ernacional con una legit im idad superior a la del Est ado Nación, o renuncias a hablar de legit im idad int ernacional. Lo que no cabe es hablar de la legit im idad de EEUU “ porque es dem ocrát ico” , pues si la legit im idad no procede de una inst ancia superior, los dem ás t ienen iguales derechos de aut olegit im ación. Su proyect o queda así incom plet o, pues no ofrece ninguna propuest a de gobernanza m undial al m argen de est ar al albur de los Est ados Unidos ( y de los dem ás Est ados) en una especie de regresión hist órica. En cuant o al concept o clásico de soberanía, en la obra m ás com plet a y sist em át ica que sobre el m ism o se ha escrit o, la cual sigue est ando de plena act ualidad aunque han pasado m ás de set ent a años desde su prim era edición, Herm an Heller ya denunciaba que a pesar de los m uchos int ent os por deshacerse del concept o, ningún aut or crít ico ha conseguido sin em bargo desem barazarse por com plet o del m ism o17 . Es evident e que si las legit im idades van cam biando a lo largo de la Hist oria ( por ej em plo de la legit im idad m onárquica de Hobbes a la dem ocrát ica en Rousseau) , el concept o de soberanía deberá t am bién adapt arse a los t iem pos. Pero si de lo que se t rat a es de ident ificar el poder legit im o frent e aquel que no lo es, es necesario ident ificar en t odo m om ent o al soberano, quien, en t érm inos hellerianos, es la unidad decisoria universal e independient e, y que en el m oderno Est ado de Derecho no puede ser sino el Pueblo18 . 17 HELLER, H., La Soberanía. Cont ribución a la Teoría del Derecho est at al y del Derecho I nt ernacional, Fondo de Cult ura Económ ica, México, 2005, p. 107. 18 I bid. pp. 168 y 197. - 149 Universitas. Revista de Filosofía, Derecho y Política, nº 11, enero 2010, ISSN 1698-7950 Manuel Fondevila Marón Nos int eresaba cit ar a est e aut or por que él pone de m anifiest o una de las inconsist encias m ás not ables de la obra ( t om ada en su conj unt o) del Profesor Fukuyam a: com o hem os vist o, en el Fin de la Hist oria, t ras haber est ablecido la dist inción ent re Pueblo y Est ado, a cont inuación niega la soberanía nacional com o la soberanía del Est ado, y sin em bargo t odo el proyect o de La const rucción del Est ado es fort alecer a est e “ suj et o” dist int o del Pueblo ( soberano) . Se podría cont est ar que com o t am bién vim os la fort aleza del Est ado no quiere decir un m ayor alcance, por lo que los derechos de los ciudadanos quedan indem nes ( la fórm ula liberal) . Est a respuest a es insuficient e: en prim er lugar, porque no aclara bien, hast a donde se nos alcanza, cóm o y porqué un Est ado cada vez m ás fuert e, y por t ant o capaz de elaborar y aplicar leyes con m ayor eficacia iba a aut o- cont enerse en su alcance. Est o ocurre, porque hay una cont radicción ent re la ideología y la t eoría en Fukuyam a. El liberalism o clásico surge com o alt ernat iva a la dem ocracia o al republicanism o m aquiavélico. Ni que decir que el claram ent e m onárquico Hobbes, pero t am poco Locke, quien por ej em plo j am ás hubiese adm it ido el sufragio universal, son dem ocrát icos. Así pues, nuest ro aut or int ent a defender una ideología dem ocrát ico- liberal sobre una t eoría polít ica cont raria a la dem ocracia, y de est a circunst ancia surgen la m ayoría de cont radicciones que venim os observando. La insuficiencia deriva de int ent ar defender una t eoría dem ocrát ica sin t ener en cuent a al que sin duda es el padre de la dem ocracia m oderna: Jean Jaques Rousseau. Si com enzam os com parando est e aut or con Hobbes, la diferencia fundam ent al radica en que si bien el segundo, quien concibe el est ado de nat uraleza com o un est ado en que la vida del hom bre es “ solit aria, pobre, desagradable, brut al y cort a” 19 hace sucum bir claram ent e la libert ad nat ural al “ pact o soberano” 20 , m ient ras que Rousseau, quien concibe la nat uraleza del hom bre de form a bien dist int a, com o dem uest ra en el Em ilio, hace prevalecer est a sobre el pact o21 . Si ahora lo com param os con Locke, al t rat ar est e en el Segundo Trat ado sobre el Gobierno Civil de est ablecer una esfera de libert ad de los individuos de los ciudadanos frent e al poder del Est ado, es evident e que est e aut or no superpone com o su com pat riot a la libert ad al pact o ( de hecho se esfuerza por precisam ent e t odo lo cont rario) , sin em bargo, las insuficiencias que t odos los liberales post eriores acusan t ienen su 19 Cfr. HOBBES, T., El Leviat án o la m at eria form a y poder de un Est ado eclesiást ico y civil, Alianza Edit orial, Traducción de Carlos Mellizo, Madrid, 1998, cap. XI I I . 20 I bid. Cap. 18. 21 ROUSSEAU, J.J., Del cont rat o social, Traducción de Mauro Arm iño, Alianza Edit orial, Madrid, 2005,. Libro I I Capít ulo I V y Libro I V Capít ulo VI I I . Tam bién, si se prefiere, RUI PEREZ ALAMI LLO, J., Libert ad Civil e I deología Dem ocrát ica. De la conciliación ent re dem ocracia y libert ad a la confront ación liberalism o- dem ocracia, UNAM, México, 2008, pp. 51 a 62. - 150 http: //universitas.idhbc.es Recensión: Fukuyama, F., La construcción del Estado…, pp. 143-153 fuent e en est e aut or, pues en él lo que falt a, sin que ninguno post erior subsanara la laguna, el com ponent e lógico- racional del Cont rat o Social que sí encont ram os en el “ ciudadano de Ginebra” . Porque la volunt ad general rousseoniana est á conform ada por t odos y cada uno de los ciudadanos deliberando direct am ent e, sin que exist an en ellos asociaciones ni ot ros cuerpos int erm edios, la volunt ad general es siem pre rect a, porque m irará al bien com ún im pidiendo que una m ayoría o una m inoría gobierne según sus propios int ereses y en cont ra de los ot ros. El único aut or liberal que hast a donde se nos alcanza ha incluido en ciert o m odo, el com ponent e lógico- racional propio de la t radición republicanist a desde Maquiavelo con su conj unción del vivere libere ( cum plir la ley) y el vivere civile ( la virt ud) present e en los Discursos22 hast a Rousseau no es ot ro que John Rawls. Est e est ablece, por un lado, la base del liberalism o com o la del consenso ent re los diferent es grupos sociales ( lo que le diferencia de Rousseau en el aspect o que vim os, pero lo acerca por la presencia de la deliberación republicana) 23 . El ot ro aspect o que lo acerca a Rousseau es la j ust icia social en t érm inos de ciert a igualdad ent re los ciudadanos. El Liberalism o Polít ico es quizás, el m ej or int ent o de conciliar la t eoría dem ocrát ica ( republicana) con el liberalism o en el m arco del Est ado m ult icult ural de nuest ros días. Abordada la cuest ión de la soberanía en el plano int erno, t an sólo nos queda hacer referencia a su proyección ext erna. Ello rem it e necesariam ent e a las nociones de seguridad y defensa. Ot ro m iem bro de la adm inist ración Bush a quien no querem os cit ar hablaba de la polít ica ext erior con no poca banalidad diciendo que cuando t e encuent ras una serpient e en el j ardín de t u casa no esperas a com probar si represent a una am enaza, la aplast as sim plem ent e y luego hablas del asunt o t om ando un café con los am igos. Est a es la m ent alidad que el consej ero Fukuyam a defiende cuando j ust ifica las int ervenciones m ilit ares en I rak y Afganist án. A pesar de que en la cuart a y últ im a part e de su libro defiende “ Est ados pequeños y fuert es” la regla no vale para Est ados Unidos, uno de los Est ados m ás grandes del m undo, que por si fuera poco considera al rest o com o su “ j ardín” . Por eso defiende nuest ro aut or que la “ defensa de ot ros” es t an legít im a com o la “ defensa propia” . Ello puede ser así, pocos pueden dudarlo, si un Est ado aliado t e pide ayuda en una guerra j ust a pero no cuando t ú decides, sin apelar a nadie quién cóm o y porqué alguien necesit a “ defensa” . Por ot ra part e, si bien es ciert o que los j urist as est adounidenses defienden una noción de legít im a defensa ( cuando se t rat a de ciudadanos part iculares) m ás am plia que 22 RUI PEREZ ALAMI LLO, J Libert ad Civil e I deología Dem ocrát ica. De la conciliación ent re dem ocracia y libert ad a la confront ación liberalism o- dem ocracia, op. cit ., pp. 21-40. 23 RAWLS, J., El Liberalism o Polít ico, Traducción de Ant onio Dom énech, Edit orial Crít ica, Barcelona, 1996. - 151 Universitas. Revista de Filosofía, Derecho y Política, nº 11, enero 2010, ISSN 1698-7950 Manuel Fondevila Marón la española y en general la europea, ni en uno ni ot ro lado del océano est a noción es ilim it ada ni perm it e cualquier acción cont ra cualquier act o. Toda analogía es parcialm ent e im perfect a, pero est a lo es especialm ent e porque adem ás, la legít im a defensa sólo opera cuando es im posible recabar la ayuda del Est ado ( en el caso de los part iculares) . Pero com o nuest ro aut or rechaza la aut oridad de ninguna inst ancia superior. V. TERCERA I N CON SI STEN CI A: LA REALI D AD D EL M UN D O POSM OD ERN O La Const rucción del Est ado no es, com o venim os diciendo, sino el int ent o de com pat ibilizar un proyect o polít ico concret o de una adm inist ración concret a con un previo proyect o filosófico de vocación universal. Si bien al segundo, en t ant o que cont iene una serie de ideales no puede refut ársele por los hechos, pues un ideal no dej a de serlo porque los hom bres no decidan seguirlo, el prim ero sí. La sociedad posm oderna de nuest ros días, lej os de alcanzar la sínt esis racional que se pronost ica en el Fin de la Hist oria se caract eriza precisam ent e por t odo lo cont rario: el rechazo a las t eorías universales y el fort alecim ient o de las ident idades part iculares24 . Lo m ás caract eríst ico es no se t rat a ya de ensalzar las diferencias geopolít icas sino que los conflict os est án resurgiendo en el seno de los m ism os Est ados occident ales. Conflict os por ot ra part e, que si bien se han recrudecido en las últ im as décadas nunca dej aron de est ar lat ent es. Un ej em plo recient e nos puede ser ilust rat ivo: desde hace décadas parece que los sucesos racist as en los Est ados Unidos est án m ás o m enos apaciguados. No es frecuent e ya leer en las not icias at aques a las com unidades negras, principalm ent e porque ést as est án perfect am ent e int egradas con los blancos, y por suert e el ku klux klan parece ya un accident e del pasado. Sin em bargo, bast a un hecho significat ivo, com o que un negro ocupe por prim era vez la Casa Blanca para que observem os el orgullo ident it ario de m illones de ciudadanos de est a raza que se em ocionaban, no porque ganase un candidat o dem ócrat a o republicano, sino negro. Y est e sent im ient o no es sólo de los negros recién em igrados sino de algunos que t ienen raíces de m uchas generaciones en los Est ados Unidos, y que a diferencia de Obam a, ya no ident ifican ninguna fam ilia en África. Ot ro ej em plo lo podem os encont rar en el m ovim ient o fem inist a: alcanzada la igualdad ( al m enos de iure) en las sociedades occident ales, los m ovim ient os fem inist as act uales ya no pugnan por la equiparación salarial, o ant es que eso, por el m ism o derecho al t rabaj o. El 24 MAI Z, R., LOI S, M., “ Posm odernism o” , en MELLON, A ( ed.) , I deologías y Movim ient os Polít icos Cont em poráneos, Edit orial Tecnos, Madrid, 1998, pp. 479505. - 152 http: //universitas.idhbc.es Recensión: Fukuyama, F., La construcción del Estado…, pp. 143-153 m ovim ient o fem inist a act ual t iene el abort o por bandera, algo que defiende no desde la concepción de un Derecho Fundam ent al, que acaso pudiera derivarse del derecho a la int egridad física que reconocen la m ayoría de t ext os const it ucionales, sino que lo defienden com o un derecho específico y especial para la m uj er. La versión “ débil” ( Mainz y Lois) del Final de la Hist oria de Fukuyam a frent e a la de Baudrillard es el últ im o la últ im a represent ación del pensam ient o m odernist a, pues si los posm odernist as sost ienen com o nuest ro aut or el final de la Hist oria, no lo hacen com o él desde la pret ensión de universalism o de los valores liberales y de la sociedad capit alist a sino desde el post ulado de que la pret ensión de verdad es una quim era 25 , y de ahí que su m odo de int erpret ar la Hist oria sea el único viable. De ahí que hablem os de “ ingenuidad” en Fukuyam a, pues un opt im ism o t al en el racionalism o podía ser ent endible en el caso de Kant , a quien a pesar de que cit a insist ent em ent e m anipula a su ant oj o, per o no en un int elect ual del siglo XX, que conoce las sociedades m odernas plurales que t enem os hoy en día. Aunque El Final de la Hist oria preveía m ovim ient os aislados cont rarios a la línea de progreso m arcada por el aut or, el radicalism o generalizado en los países m usulm anes, la revolución iraní, o las int erm inables guerras en los Balcanes y en Orient e Próxim o debería ser suficient e alicient e para una revisión de la t eoría. 25 I bid. p. 495. - 153 Universitas. Revista de Filosofía, Derecho y Política, nº 11, enero 2010, ISSN 1698-7950