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Tatuajes invertidos

2014

Las marcas de Walsh recorren al lector en sensaciones más físicas que intelectuales. La agitación de lo clandestino, el impacto del clamor de justicia se sienten en el cuerpo. La experiencia de su lectura desde la adolescencia pos dictadura en adelante, apura aquí una evocación personal que invita a compartir cómo sus letras se pueden haber hecho, en tantos, corazón y hueso.Facultad de Periodismo y Comunicación Socia

View metadata, citation and similar papers at core.ac.uk Relecturas brought to you by Tatuajes invertidos Las marcas de Walsh recorren al lector en sensaciones más físicas que intelectuales. La agitación de lo clandestino, el impacto del clamor de justicia se sienten en el cuerpo. La experiencia de su lectura desde la adolescencia pos dictadura en adelante, apura aquí una evocación personal que invita a compartir cómo sus letras se pueden haber hecho, en tantos, corazón y hueso. E stas líneas son apenas el relato de mi experiencia como una lectora seducida por Rodolfo Walsh de una vez y para siempre. Atrapada a esa edad en que ciertos descubrimientos son fundacionales de la mitología que nos configura como sujetos, Walsh me hizo descubrir no sólo un nuevo género sino también una forma de pensar la Argentina en términos políticos y estéticos. Por eso él tiene algo para contarnos todavía y nacen para su obra nuevos lectores. Como sea que se lo llame, con Operación Masacre (1964) nace un nuevo género literario que para muchos lectores, tiene un parentesco con A sangre Fría, de Capote (1966). Sin embargo, la creación de RW es anterior, lo cual no impidió que cierta crítica afecta a las comparaciones fuera incapaz de reconocer el valor de innovación literaria de la obra del argentino, aunque sí lo hiciera con la de Truman, lo cual por supuesto revela más de los críticos que de los autores. Creo que hay una primera instancia que es la del placer de la lectura, ese placer que en Walsh involucra al cuerpo, incluso cuando da lugar a la emergencia de lo desagradable, del horror ante los hechos narrados, donde se configura una vez más ese vínculo entre el escritor, su lector y la criatura-obra que da a luz nuevos mundos. Cada lector y su experiencia, cada uno con RW y con esa impresión en la espina dorsal fruto del encuen34 maíz CORE Texto Cintia Rogovsky Ilustración Ariel Tancredi provided by Servicio de Difusión de la Creación Intelectual tro con la lectura placentera, como diría otro mago de las palabras, Nabokov. Así, cautivados por la maestría con la que estructura las tramas, donde pone en juego las reglas del relato policial negro, aceptamos su convite a bordear el peligro, nos sentimos transgresores y curiosos, subyugados ante la posibilidad de descubrir lo que permanece velado por el misterio que rodea a los crímenes. Y al asesinato en particular...Porque Walsh es nuestra puerta abierta hacia el asesinato político como material literario. Y mucho más. Ese más es el que me lleva a otra idea que vinculo con RW, como si tratara de echar luz en la oscuridad de su figura, escondida en la memoria y asociada a otras tramas familiares y generacionales que permanecen en el terreno de lo no de-velado. Un escritor que dejó para muchos de los que hoy rondamos los 40 marcas debajo de la piel, como tatuajes invertidos, y depositó de ese lado de la epidermis que permanece oculto enigmas y sospechas. Arcanos mágicos en frases que uno recuerda casi de memoria. Yo digo “-Hay un fusilado que vive” y probablemente a ustedes los recorra una sensación más física que intelectual. Ahí está, justo en la espina dorsal. ¿No es así? Walsh además sembró ideas de heroísmo, vocaciones políticas, deseos de justicia y militancia. También se liga en mi lectura con una conceptualización de lo clandesti- no, aunque no sé si se trata de la asociación debido a su propia condición de los últimos años (como dirigente montonero clandestino y padre atravesado por el trágico final de su hija M. Victoria que anticipa el suyo propio); o si es una certidumbre de otra raigambre. Quizá, a causa de su condición de escritor-periodista que, de manera clandestina, ingresa en los mundos sórdidos y agonizantes de la injusticia y la crueldad humana. Como un Dante argentino y contemporáneo, pero sin un Virgilio que lo guíe, como no sea su vocación militante que lo vuelve cronista de los avernos, del territorio de lo siniestro. Esta idea de la clandestinidad que de algún modo merodeaba desde el comienzo de mi relación lectora con Walsh, adquirió otra densidad al comprender que lo clandestino de sus relatos implicaba la supervivencia, en un país en donde todo lo que emergía a la superficie podía ser rápidamente exterminado. En especial si olía a peronismo, a revolución, a lucha. Sospeché que el encantamiento que me producía no se debía sólo al despliegue imaginativo de este trabajador de la palabra, o a su genio de mago de la escritura. Tal vez porque tomé contacto con Operación Masacre (1964), Variaciones en rojo y el Caso Satanowsky (1973) casi sin intervalos, mediante tres ejemplares que se hallaban en la biblioteca semi prohibida (otra vez la clandestinidad) de mis padres, a fines de los ya lejanos 80. Si en toda la casa los libros se disputaban el espacio con el resto de los objetos, y con nosotros incluso, la así llamada “biblioteca” era una habitación externa a la que se accedía por una escalera que iba desde el patio hasta la terraza. Allí, además del escritorio antiguo y el sofá que invitaba a leer, estaban las colecciones que mis padres posiblemente consideraban menos prudentes para que sus hijos leyeran, o los tenidos por peligrosos en esa época pos dictadura dada aquella cuestión del terror que quedó flotando en cuerpos, mentes y bibliotecas. En medio de ese paraíso de aventuras, entre las obras completas de Lenin, la Enciclopedia Británica, la colección de Centro Editor de América Latina, policiales del Séptimo Círculo, por supuesto, RW. Eran tres ejemplares de tapas…¿una era la que reproducía un detalle del cuadro de Goya, con los fusila- Arcanos mágicos en frases que uno recuerda casi de memoria. Yo digo “Hay un fusilado que vive” y probablemente a ustedes los recorra una sensación justo en la espina dorsal. dos españoles? Mi memoria empieza a fallar y mezcla con los ejemplares que tengo ante mi vista ahora, uno recuperado de la inundación del 2 de abril 2013…. Otra vez Walsh rescata, sobrevive, perdura, invita a relecturas. Aquel ingreso a su universo literario configuró la sospecha que los años confirmarían: la del poder hegemónico y regulador de la lengua. Pero también la de la potencia revolucionaria de la literatura, el territorio donde la lengua se sustrae al poder y lo engaña. A la vez, en aquella adolescencia que evoco, Satanowsky era para mí un conjuro, nombre que implicaba una asociación extraña entre Satán y los judíos, como una justificación al componente sádico extra que esa identidad le agregaba a los verdugos del terrorismo de Estado (algo siempre inquietante para alguien con mi apellido). Y acá estoy, balbuceando apenas… Como el día en que puse los pies sobre la tierra sagrada de los fusilamientos de José León Suárez, con 20 años y ya en los 90. El olor de Laferrere, esa mezcla de injusticia social, pobreza, abusos, contaminación, cloacas y aguas turbias. Miraba las miradas de las personas que había allí y me parecía que todavía veían en su interior lo reprimido, como la sombra de una culpa o una necesidad de justicia colectivas. Lo clandestino otra vez. Sentía que en lugar de pisar el suelo lo hacía sobre los cuerpos masacrados; casi podía ver caer a unos y escapar a otros de los fusilados a los que luego entrevistará el mago RW para sacarlos a la luz, para contar uno de los crímenes más abyectos que había ocurrido en nuestra historia. Todavía no había llegado lo peor, pero el escritor lo anticipaba y denunciaba. Los fusilados viven. Y es la palabra la que (los) nos ha rescatado y (los) nos saca de la clandestinidad. Es la palabra hecha arte, es la palabra subversiva que hace cómplice al lector, crea mundo y persuade, mientras comunica una posición política y una ética de trabajo por medio de un estilo narrativo cautivador. maíz 35