A partir de la masificación de las computadoras personales en la década de los ochenta, los equipos de cómputo se han convertido en herramientas tecnológicas presentes en gran parte de la vida cotidiana. Su evolución en aparatos tan...
moreA partir de la masificación de las computadoras personales en la década de los ochenta, los equipos de cómputo se han convertido en herramientas tecnológicas presentes en gran parte de la vida cotidiana. Su evolución en aparatos tan portables y pequeños, como íntimos e indispensables, auguran la tendencia a ser cada vez más invisibles, al grado de traerlos pegados al cuerpo o incrustados bajo la piel. Esta tecnología, que funciona con base en varios software o programas de cómputo, media las comunicaciones, las relaciones sociales del siglo XXI, el flujo de la información, los activismos, entre otras muchas actividades. En este sentido, no es ajeno el grado de injerencia que la tecnología computacional ha tenido en algunas comunidades y movimientos sociales a partir de la década de los noventa (Rovira, 2017) y que diversas disciplinas hayan estudiado dicha relación desde entonces. Sin embargo, existe un momento coyuntural en la historia del cómputo, que ocurrió en la década de los setenta del siglo XX y que posiblemente marca el inicio del actual sometimiento tecnológico a las personas usuarias por parte de las empresas proveedoras y fabricantes de software, y que ha sido estudiado poco desde el lente de las ciencias sociales, mucho menos con el foco del feminismo. Me refiero al cierre del código fuente 3 de programación, que implicó la ocultación de algunos procesos de cómputo y como consecuencia, el surgimiento de movimientos contra hegemónicos que se opusieron a ello, como el de software libre y la cultura hacker, que postulan la apertura del código fuente en tanto libertad de conocimiento. Aunado a esto, el presente ensayo, pretende re plantear la mancuerna mujeres y tecnología en tiempos del capitalismo cognitivo, vigilancia masiva, violencia en línea, hiper mediación, control por parte de las empresas proveedoras de servicios y fabricantes de software y más aún, atravesado por el planteamiento político que supone el feminismo, y que requiere de una problematización en torno al dominio de la técnica y cómo ésta ha sido negada ancestralmente a las mujeres; los obstáculos para un conocimiento profundo de la tecnología y la posibilidad de una autonomía tecnológica en el movimiento feminista del siglo XXI a través de los principios de la cultura hacker, para dar paso con ello a una posible lucha hackfeminista.
Nota: El título de este texto, surge de la propuesta que hizo la Dra. Verónica Araiza para el panel donde presenté por primera vez los planteamientos que dieron origen a este ensayo.