Puerta principal
Por Guadalupe Arbona
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"Leer un libro y sentir que ha sido escrito para uno es algo que sucede pocas veces en una vida lectora. Yo siento que Puerta principal ha sido escrito para mí porque la mirada de Guadalupe Arbona es la mía, solo que amplificada, más precisa, más poética y más elocuente".
Jesús Carrasco, autor de Intemperie
"Puerta principal es literatura porque tiene altura y calidad y forma y, sí, sobre todo porque tiene alma. Lo mejor: que el yo se desliza por sus páginas siempre en compañía".
Milagros Arizmendi
"Puerta principal no es novela, no es drama, no es poema, no tiene nombre; es un nuevo género, que crea la confianza humana en la escritura".
María del Carmen Bobes Naves
"Puerta principal abre una brecha de hermandad con hombres y cosas".
J.A. González Sainz, autor de Ojos que no ven
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Puerta principal - Guadalupe Arbona
Literaria
9
Guadalupe Arbona Abascal
Puerta principal
Ilustraciones de Guilmo
© la autora y Ediciones Encuentro, S. A., Madrid, 2017
© de las ilustraciones: Guillermo Alfaro Goday
© de la fotografía de portada: Lumena/Shutterstock
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.
Fotocomposición: Encuentro-Madrid
ISBN: 978-84-9055-845-4
Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a:
Redacción de Ediciones Encuentro
Ramírez de Arellano, 17-10.a - 28043 Madrid - Tel. 915322607
www.edicionesencuentro.com
PRÓLOGO
UNA ESTANCIA BLANCA, UNA CLARIDAD
Y UN ORDEN
Cuando leía estas páginas que se llaman Puerta principal, me pareció haber estado oyendo y a veces escuchando, y de puntillas sobre los pies, una conversación entre mujeres, que sin duda son los únicos seres humanos capaces de contar como nonadas sucesos que son nonadas, efectivamente, pero también los más terribles y los más luminosos, y esas otras cosas que solo pueden decirse a medias porque de otro modo no se las entendería, o tan tristes que, contadas en otra longitud de onda que no sea ésta del murmullo o del rumor de la voz, parecería que no han sucedido o no podrían suceder.
Estas páginas son el diario de una enfermedad, y entonces quien escribe nos parece que habla muy bajo como si estuviera comunicándonos algo muy delicado que se pudiera romper cuando se dice. Y nos imaginamos mirando, maravillados, que quien nos habla está ordenando dos o tres miguitas de pan que están sobre la bandeja en la que han servido la comida en la clínica, y entonces es como si de la colocación de esas miguitas una tras otra dependiera todo lo que nos está contando, y parece que eso es precisamente lo que se hace en este diario, porque nos cuenta un algo del cuerpo y otro poco del ánima de quien escribe y del mundo de fuera, encerrados juntos en una habitación de clínica toda blanca, como son siempre las estancias de los hospitales, y también las páginas sobre las que se van escribiendo. Día tras día, una aprensión o un suceso al igual que se ordenan las miguitas de pan que digo, o unas píldoras de colores que se van a ingerir. Así, en un sinsentir, se va alineando y pausando en nosotros esta escritura.
Por un lado, como digo, se mira en estas páginas la propia ánima, y por el otro, o a la vez, se habla de las personas que físicamente están allí junto a quien escribe, o con las que se encuentra o recuerda, y luego al mundo entero. Aunque el mundo entero solo mide, aquí, lo que una ventana de la estancia, pero en ese territorio está toda la realidad. Se ve cielo azul o tenebroso, o con nubes como algodones impolutos, y árboles y una farola como si nunca se la hubiera visto, y algún transeúnte y las visitas familiares, y se oye, y mucho mejor que las pisadas en los pasillos, la resonancia de los libros, el trabajo cotidiano de años, un poema o unas páginas de un autor que se ha leído, o se ha estudiado o comentado con unos alumnos, y se ven rostros con alegría o reserva, como si llegaran de otra vida antigua. Y, desde luego, vemos la esperanza de la escritora del diario, porque un enfermo es siempre un maestro esperador.
En los tiempos del barroco se pensaba que era la fiebre la que llevaba al enfermo a países extraños y relucientes, pero aquí todo es tiempo sedentario y de sedimentos, tranquilo y ordenado como decía, y se va nombrando. Y así se va recibiendo el orden y la claridad que nacen del silencio de una clínica y del mundo allí exprimido y resumido en ella por quien escribió todo esto en un papel, y nosotros revivimos.
José Jiménez Lozano
«Today my heart like the front door
stands open for the first time in months».
Raymond Carver
ENERO
«El hombre puede sorprender
algunas palabras (…) distinguiendo
la voz viva de los ecos inertes»
(Antonio Machado, del prólogo a Soledades)
INCENDIO DESPUÉS DE REYES
Las nubes corren, suavemente, parecen huir del fuego. Su color rojo las delata. Es el atardecer. Y nosotros, ¿cuántos incendios necesitamos para saber que algo arde en el mundo?
Al cabo de un rato, todo se apacigua y si no
se ha visto, parece que no ha pasado nada.
LAS FAROLAS DE AVENIDA DE B.
Cayó la noche. Parece que ya no hay más. Yo sigo esperando: solo veo la luz anaranjada de las farolas. ¿Cuándo empezará todo de nuevo?
INSATISFACCIÓN
De repente, se asoma al alma la insatisfacción. Entonces buscas una distracción confortable y refinada (¡solo faltaría!). Pero huele a engaño, incluso si parece razonable pedir un descanso, una tregua. ¡No es esto!
UN GRITO EN LA TARDE DE INVIERNO
Un grito rompe la tarde.
No puedo descifrar las palabras.
Suena a insulto, a ira, a soledad.
Un grito sin tú. Una soledad herida.
El corazón del oído se quiebra.
El alma llora.
SONYA MARMELADOVNA
Acabo de terminar de leer Crimen y castigo. ¡Ay, si pudiese estar siempre con Sonya, todo mi yo sería transparente!
LA GOMA DE BORRAR
Hay días dominados por el fastidio, el desprecio y la mirada baja. El fastidio que repasa el desorden y quisquillosamente ve todo fuera de su sitio. El desprecio que evita la cara de aquellos a los que se ama. La mirada baja, una posición corporal que dobla el cuerpo hacia el suelo, y todo cuanto hay alrededor lo estima en nada. Esos días dejan una amargura profunda. Y caben dos posibilidades: olvidarlos o buscar al dueño de la goma de borrar.
UN UOMO CATTIVO
El soniquete de feria de la canción de Claudio Chieffo cuando describe a ese hombre cattivo, cattivo (malo, malo) al que il Signore lo salvò («el Señor lo salvó») produce una sensación extraña. La música parece pensada para niños, compuesta para ser acompañada por un acordeón y tocada en un circo o en la esquina de una estación de metro donde solo se oirá un verso al pasar. Sin embargo, la experiencia que describe es tan dolorosa. Es un canto cómico, a la vez que lleva en su contradicción algo liberador. Risas y lágrimas. Lágrimas y risas.
VIENTO DEL ESTE, VIENTO DEL OESTE
Es el título de una novela de Pearl S. Buck. Presenta la voz de una mujer china que ha sido educada para satisfacer y someterse a su marido, según mandaba su tradición. Los vestidos, las comidas, los silencios y sonrisas, los gestos; todo está pensado para agradar al marido y darle hijos. Cuando se casa y comprueba que no es eso lo que quiere su marido, ¿qué hacer?, ¿dónde encontrar su voz? Es el viento del Este.
¿Y el viento del Oeste? En el Oeste no hay tradición que nos someta, y sí un metacrilato que nos enmudece. Es tan transparente y tan moldeable que no lo vemos. Todo parece natural y a medida humana, pero prueba a hablar y verás cómo las palabras salen por tubos que les dan forma: solo se puede decir lo que se ha fabricado de antemano. ¿Dónde encontrar la voz libre? Es el viento del Oeste.
A PROPÓSITO DE ZAQUEO
Zaqueo subió a lo alto del sicomoro. Estaba arrugado y escondido, comiendo dátiles y con una bolsa de oro —siempre hay que estar prevenido—, pero quería ver quién era el que pasaba. Sin lugar a dudas, había calculado mal y no se había ocultado correctamente: el nazareno famoso dijo su nombre. Fue en Jericó. Zaqueo se desenroscó, se desovilló, se desenrolló, se deserizó, se desencogió y bajó del árbol ¿Y qué pasó entonces? Que se levantó, se alzó, se estiró, se irguió. Ya no tuvo que ocultarse.
AMENAZA TORMENTA
Veo desde la ventana que amenaza tormenta. El cielo se desploma y el aire se estrecha. Se abre paso una calma espesa. La atmósfera se tensa porque amenaza tormenta.
SALVACIÓN
«Alegría infantil en los rincones
de las ciudades muertas».
(A. Machado)
Solo esa nos salva, incluso si las ciudades muertas son nuestros corazones.
DOS CLASES DE MOVIMIENTOS
Han pasado dos palomas rasgando el cielo a toda velocidad. Al mismo tiempo, por la calle el rumor de un motor revolucionado rompe el silencio. El movimiento del motor es útil, frenético. Las Vanguardias lo exaltaron, y con razón: el vértigo de la velocidad, la rapidez de lo que rompe el aire y hiere el mar son extraordinarios. El segundo movimiento es más difícil de apreciar, es el que mueve el mundo, el que ha empujado a las dos palomas a rasgar el cielo y el que sostiene el ritmo de tantos vuelos. El primero es loco, el segundo lo es más.
NO HAY NECESIDAD
No hay necesidad es una expresión de mi madre. También se la oí a mi abuela muchas veces. Se dice cuando algún gesto u ofrecimiento parece excesivo, una exageración. Por ejemplo, si digo «voy a verte», mi madre puede contestar: «estoy bien; no hay necesidad».
Pues bien, con este no hay necesidad es como empieza la gratuidad. Porque no hay necesidad de acompañar a alguien al médico, no hay necesidad de visitar a un enfermo, no hay necesidad de ofrecer ayuda a alguien que lo pide, no hay necesidad de consolar a quien llora, no hay necesidad de perdonar a quien ha fallado. No hay necesidad… pero qué necesarios son estos gestos. Los he visto hacer cientos de veces a mi madre, a mi abuela, mientras decían no hay necesidad. La vida se regala cuando no hay necesidad.
LLANTO A DOS
Mi hija pequeña llora porque he prestado su pájaro —Persiles— sin consultarle. Hace unos meses todo lo que hiciese o decidiese su madre le hubiese parecido bien. Algo ha cambiado: llora y dice «si me hubieses preguntado…». Ella cuenta, piensa y siente por ella misma, lo está descubriendo. Llora porque ha empezado a sentir el peso de ser ella. Llora porque sabe que se va yendo, se separa. Ahora, al darme cuenta, la que lloro soy yo.
COSAS SABIDAS
Leo que Giussani leía el principio del evangelio de Juan todos los días: veía siempre algo nuevo. Descubría el pondus (el peso) de cada palabra. Y para mí las palabras son sabidas, suenan a usadas, no tienen novedad. ¿Por qué?
SE ECHA EN FALTA
En esta mañana de niebla han desaparecido los perfiles de las cosas, todo está amortiguado y como bajo un velo. No se ven las cuatro torres, apenas se oyen los coches. Y tampoco está el mendigo que pasa todas las mañanas pidiendo bajo mi ventana. Cada vez que salgo, me cruzo con él, nos saludamos y nos sonreímos. Nada más.
A media mañana se ha levantado la niebla. Han aparecido las torres, se oyen los coches, pero no ha venido el mendigo. Su presencia se echa en falta.
MIRAR
Cuando la angustia, la inquietud, el fastidio interno y el azogue atacan sin saber de dónde vienen, solo hay un remedio: mirar. Lo he aprendido en las noches de dolor, en las horas en las que no tenía ni un hilo de voz, en las que cada paso era una proeza. Entonces los ojos pueden ser una ventana. En esos momentos mirar hacia fuera puede ser la salvación. ¡Qué bonita la cara de mi hija!, ¡qué ayuda el brazo de mi hijo mientras camino! Y también la mirada llena de pregunta: ¿Quién hace que llueva mojando la tierra y renovándola? ¿Qué energía sostiene las cosas? Entonces el corazón se sosiega y se arrastra —no deja de estar cansado— hacia los bienes que se le dan. La alegría es entonces serena, es la alegría de no estar sola.
EL SILENCIO, UNA MEDICINA
Es verdad que el silencio no es quedarse sin palabras. El silencio es comprobar que las palabras se ajustan a las cosas y nutren la esperanza. Necesito el silencio para decir con palabras lo que veo y soy. Es una medicina.
LA LLUVIA Y TU NOMBRE
Llevamos meses sin que llueva. Esperábamos una lluvia que acabase con la sequía. Por fin llueve. Esperábamos una lluvia que entrase en la tierra dura, regase los montes calcinados, limpiase los caminos polvorientos. Por fin llueve. Esperábamos una lluvia que limpiase la contaminación y lavase las aceras. Y ha llegado una lluvia suave, que cae a intervalos. Una lluvia caprichosa que hace estar pendiente de su presencia y eficacia: ¿cae o no cae?; y al rato: ¿ha dejado de llover?, ¿cojo el paraguas?, ¿te has mojado? Así espero que caiga tu nombre. Llevo años esperándolo, y, como la lluvia, cae sobre las cosas como tú quieres. Por eso tu nombre me hace estar pendiente: ¿ha llegado?, ¿vendrá o tardará todavía?, ¿caerá suave o torrencialmente?
Acabo de escribir sobre la lluvia caprichosa y escasa. Ahora llueve sin parar, cats and