Para siempre es mucho tiempo: Para siempre, #1
Por Patricia Morenz
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Jocelyn Davis vuelve a Nueva York luego de un terrible suceso familiar, después de cinco años de haberse ido sin despedirse de su mejor amigo de la infancia, Jake Johnson.
Ahora debe de comenzar la secundaria sin amigos, con el alma destrozada, su hogar roto y con sus inseguros sueños de convertirse en una escritora reconocida.
Sin esperanzas, se aferra a Jake, quien le ofrece su amistad de nuevo. Pero ella no se imaginó algo: se ha enamorado de su mejor amigo y lo más sorprendente, él se ha enamorado de ella.
Sin embargo, Jake también tiene sus propios sueños y el futuro amenaza con destruir lo hermoso del presente.
¿Su amor podrá atravesar la incertidumbre del mañana?
La ternura del primer amor, la importancia de la amistad, el perdón y los sueños, se entrelazan en esta conmovedora historia.
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Para siempre es mucho tiempo - Patricia Morenz
Índice
PÁGINA DE TÍTULO
Créditos
Dedicatoria
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Epílogo
Playlist
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Agradecimientos
Sobre la autora
Contacto
Para esos primeros amores que nunca se olvidan,
los más sinceros.
Prólogo
—LAS GALLETAS QUE HACE tu mamá son las mejores —aseguró Jake saboreando las que yo había traído.
—Lo sé... Mi mamá es la mejor cocinera —dudé—, digo... tu mamá también cocina muy bien.
—Es cierto, pero esto —señaló la galleta con chispas de chocolate que sostenía en su otra mano—, esto está a otro nivel.
Nos quedamos en silencio mientras masticábamos, la tarde era perfecta en la casa del árbol que había en su propiedad. Su padre había querido derribarla en cuanto se mudaron aquí, antes incluso de que nosotros naciéramos, solo reconsideró su decisión al ver que a Scott —hermano mayor de Jake— le encantaba; él siempre había sido su hijo predilecto, pude notarlo a lo largo de los años, por lo que la casa se quedó intacta. Ahora, sin embargo, Scott tenía muchos amigos y era demasiado cool para pasar tiempo aquí, por lo que se convirtió en nuestro refugio.
—¿Cómo van las cosas con tus padres? —preguntó rompiendo el silencio.
—Bien —respondí encogiendo los hombros—. Tan bien como pueden estar... ¿Y tus padres?
—Bien —dijo repitiendo el gesto con los hombros—. Tan bien como pueden estar.
Hacíamos eso a menudo. Repetíamos nuestras preguntas y respuestas, nos mirábamos y sonreíamos. Ambos sabíamos lo que escondían esas palabras y podíamos comprendernos incluso sin decir nada.
Hacía meses que las cosas no estaban bien en casa y se lo había contado a Jake, él era mi mejor amigo. A pesar de que solo teníamos casi diez años, toda mi vida había girado a su alrededor, ni siquiera recuerdo cuando lo conocí, porque lo conocía desde siempre. Éramos vecinos, compañeros y mejores amigos, yo no tenía hermanos, así que él había sido lo más cercano a uno.
Nuestras mamás eran vecinas y algo así como amigas, dado que las había escuchado intercambiar recetas de cocina alguna vez. Pero la mamá de Jake, al contrario que la mía, era más reservada —demasiado en muchas ocasiones—, en especial cuando su esposo, el Sr. Johnson, estaba presente. De hecho, todo el mundo era más reservado a su alrededor; era un tipo duro, daba clases en la Universidad de Nueva York.
Jake siempre me contaba las cosas por las que sus padres discutían cada día o las cosas que su padre le decía, comparándolo con su hermano, pero ambos nos apoyábamos y nos manteníamos mutuamente a flote. Siempre nos tendríamos el uno al otro, y eso era lo que hacía que todo fuera mejor.
—¿Hora del silencio? —pregunté divertida.
Nunca tuvimos un silencio incómodo. Nos gustaba tumbarnos en el frío suelo de madera y simplemente escuchar la nada, sostenernos mutuamente sin siquiera decir una palabra.
Sentí su respiración agitada, algo había cambiado esta vez.
—No —sentenció decidido—. Quiero decirte algo...
Vi duda en sus ojos, aunque no sabía por qué dudaba.
—Sabes que puedes decirme cualquier cosa —aseguré presintiendo algo serio.
—Yo... —No podía continuar la frase y sus ojos vagaban entre mi mirada y el suelo.
—Solo dilo. —Lo empujé, acercándome y colocándome justo en frente de él.
—Yo... no puedo decirlo... con palabras... —Susurró.
Más duda se acumulaba en sus ojos con cada segundo que pasaba, pero antes de que pudiera intervenir de nuevo, anuló los pocos centímetros que nos separaban y estampó sus labios contra los míos. Ambos cerramos brevemente los ojos y luego rápidamente retrocedimos. Mis ojos estaban como platos seguramente con una mirada de qué-demonios-acaba-de-pasar, mientras lo veía tragar con dificultad, pero sosteniéndome la mirada esperando mi reacción.
—¿Te gustó?... —musitó vacilante.
¿Me gustó? ¿De qué demonios hablaba? Ni siquiera sabía qué cosa acababa de pasar. Tenía una tormenta desatándose en mi cabeza, pero no podía dejar de mirarlo.
—¡Jocelyn! —gritó la mamá de Jake desde abajo, sobresaltándonos y rompimos el contacto visual—, Jocelyn, cariño, tu mamá llamó, dice que vayas inmediatamente a casa.
La Sra. Johnson estaba muy seria y mi estómago se estrujó más aún. Mamá nunca hacía eso, yo siempre volvía a la hora acordada, pero no averiguaría nada hasta que no fuera a casa.
Comencé a bajar sin decir una palabra, seguida a distancia prudente por mi amigo.
—Hasta mañana Sra. Johnson —dije tímidamente—. Adiós, Jake. —Apenas pronuncié aquello, salí rápidamente por un costado de la casa.
En cuanto llegué a la acera comencé a correr en mis zapatillas deportivas negras, no sabía si porque estaba apurada por llegar a casa y averiguar qué era lo que mamá quería conmigo, o porque estaba huyendo ¿de qué?, no tenía idea. Solo sabía que mi mejor amigo me había besado y yo aún no podía asimilar qué significaba aquello.
Jake era mi mejor amigo. ¿Era?... No sé por qué no dije: Es.
No sabía si era correcto. Rayos, no era correcto. Apenas éramos unos niños, ¿cierto? Aunque en su beso no había malicia, al contrario fue tan dulce... y torpe también, una torpeza dulce o dulce torpeza.
No sabía cómo lo enfrentaría a partir de ahora y tampoco tuve que hacerlo, porque esa misma noche me fui de la ciudad.
Capítulo 1
CINCO AÑOS DESPUÉS
Apenas pongo un pie fuera de casa, me entran ganas de regresar mis pasos, acostarme en mi cama, esconder la cabeza entre las mantas y rogar porque el tiempo regrese. Sí, eso estaría bien.
Casi puedo ver a Jake pasando por mi casa para ir juntos a esperar el autobús de la escuela. Casi... pero no hoy. Me pregunto si ya sabe que he vuelto, si conoce las razones por las que me fui y más importante por qué volví.
Bajo los cinco escalones, llego a la acera y observo hacia ambos lados de la calle, pero no hay señal de él. Tal vez es mejor, no sabría qué decirle, cómo explicar mi silencio durante todos estos años.
Comienzo a caminar de nuevo mirando al suelo y me doy cuenta de que tengo unas zapatillas muy parecidas a las que usaba el día que me fui hace cinco años. Cuántas cosas han cambiado desde ese entonces.
Levanto la vista al cielo esperando encontrar el consuelo que tanto me falta. Es un día agradable en Nueva York, con cielos despejados y personas de buen humor; por lo menos eso me parece a mí, ya que contrastan con mi sombría presencia. No siempre fue así, mi color favorito solía ser el amarillo. Me recordaba los días de sol. Por esa razón lo usaba mucho en invierno.
No sé qué me espera hoy, pero allá voy. No puede ser tan malo ¿cierto? Comenzar la secundaria sin ningún amigo. Tal vez Jake esté allí y me odie. Sí, será genial. Lo que toda adolescente espera. Bueno, no.
Me concentro en el sonido de las suelas de mis zapatillas chocando contra el piso, en mi respiración intermitente, en las sombras proyectadas de las personas que cruzan por mi lado, en los pequeños insectos que me encuentro en cada pequeño rincón. Sí, será un día genial. Lo repito como un mantra.
Estoy tan concentrada que, cuando algún estúpido toca la bocina de su auto demasiado cerca de mí, puedo verme a mí misma saltar por los aires, como un gato al destapar una lata de gusanos. Maldigo por lo bajo acordándome de todos sus ancestros y descendencia, pero al final vuelvo la vista al frente y todo el aire abandona mis pulmones. Es él.
Jake está en la parada del autobús mirando hacia al frente. ¿Dónde están mis mantas cuando las necesito? Disminuyo la velocidad de mis pasos sin tener idea de lo que diré cuando llegue a su lado. Está solo, agarrando fuertemente las correas de su mochila cerca de su pecho. Luego baja la mirada y, sin saber cómo, estoy al fin a su izquierda. Vuelvo a tener un año de edad y estoy aprendiendo a volver a hablar aquí, espero que aún quede algo de mi mejor amigo en él.
Trago la pelota de tenis que atraviesa mi garganta y levanto la mirada. Es ahora o nunca.
—Ho... la —sale entrecortado y apenas audible, pero es lo mejor que tengo y sé que lo escucha porque levanta la mirada y veo algo en sus ojos que no consigo descifrar. ¿Dolor?
Espera demasiado en responder y por un momento creo que no lo hará.
—Hola —me saluda al fin y enseguida vuelve a su antigua posición, como si hubiera mirado directamente al sol.
Genial, esa era mi mejor línea y estoy sin material. Hora de la improvisación.
—Estás... grande...
¿En serio? ¿Acabo de decir que está grande? Casi lo puedo escuchar responder: claro, tonta, te fuiste por cinco malditos años, claro que estoy grande. El tiempo no se detuvo para mí.
—Sí, supongo. —Me vuelve a mirar un par de segundos estudiando no solo mi rostro, también mi cuerpo, pero no me incomoda—. Tú también has cambiado.
—Sí, supongo —repito sus palabras como solíamos hacer cuando éramos niños esperando que suene gracioso, pero solo logra forzar una sonrisa fingida en sus labios.
—No sabía que volverías —habla en un tono plano.
—Regresé hace como una semana —confieso e inmediatamente sus ojos disparan furia contra mí, pero sabe recomponerse y disimularlo muy bien.
Sé lo que pasa por su mente. Volví hace una semana. Una semana que no lo he buscado.
—¿Te quedarás? —pregunta con algo que identifico como esperanza, pero no estoy segura.
—Sí...
Nos miramos en silencio unos segundos hasta que él desvía la mirada hacia algún punto detrás de mí.
—Ya viene el autobús. —Es lo único que dice y el momento íntimo se esfuma.
Subo primero y el miedo regresa, no conozco a ninguna de estas personas y casi todos los asientos están ocupados, ya que no estamos tan lejos de la escuela. Pienso por un momento pedirle a Jake que se siente conmigo, pero eso se derrumba en cuanto escucho una voz.
—Hey, Jake. Te guardé un asiento —dice un chico delgado, de piel oscura, contrasta con Jake no solo por el color de su piel, sino por su sonrisa. Probablemente es su nuevo mejor amigo.
Veo a Jake tomando asiento al lado del chico, mientras yo voy a la siguiente fila. Hay una chica con el cabello recogido en un moño apretado, es de color amarillo ceniza, un color difícil de describir. Mira por la ventana absorta en sus pensamientos o en la música que emiten sus audífonos. No parece una mala persona, de hecho me recuerda a Tinker Bell —me siento tentada a buscar a Peter Pan por aquí—, así que decido probar suerte.
—Disculpa... ¿Me puedo sentar aquí? —Se sobresalta un poco y enseguida se quita uno de los audífonos.
—Sí, claro —asiente algo temerosa y se encoge hacia la ventana aunque hay espacio suficiente para ambas, de inmediato sé que es tímida, tal vez hasta más que yo.
—Soy Jocelyn. —Me presento porque en realidad no tengo nada más que decir.
—Soy Meryl —dice y enseguida agrega más—. Sí, a mi mamá le encanta Meryl Streep. Ya sabes, la actriz de Hollywood, solo en caso de que vivas debajo de una piedra y no sepas quién es...
En ese instante algo dentro de mí se encoge al escuchar la palabra mamá, pero solo sonrío. No tengo por qué agobiar a otros con mis asuntos. Además, la chica está tan nerviosa que sigue divagando sobre las cualidades actorales de Meryl Streep.
Apenas puedo escuchar lo que Jake y su amigo hablan, pero aún puedo observarlo. Su cabello está más oscuro que de costumbre, un poco más alto arriba que a los costados y con un estilo despeinado que estoy segura que no es a propósito. Viste una camiseta gris con una chaqueta oscura al igual que sus jeans negros y zapatos deportivos. Sí, algunas cosas nunca cambian.
—¿También eres nueva? —pregunta Tinker Bell trayéndome de vuelta al presente.
—Mmm... algo así —dudo—, viví por aquí hace algunos años, pero me fui y ahora regresé para comenzar la secundaria.
—Ah... —Parece decepcionada—. Entonces debes tener algunos amigos aquí, yo soy de Washington. Acabo de mudarme.
—Yo... no lo sé, espero que todavía tenga alguno.
En ese instante me encuentro con la mirada de Jake. No sé si me escuchó decir aquello.
—Yo no conozco a nadie aquí —se queja Meryl—. ¿Te molestaría que fuéramos compañeras de asiento en el autobús? Tengo miedo de algunas niñas que están atrás.
—Claro que no, me parece bien —contesto mientras su rostro se ilumina. Piensa que yo le hago un favor cuando es ella quien me lo hace a mí.
—Podemos ir juntas también a ver nuestras clases —propone entusiasmada y enseguida duda—. Claro, si tú quieres.
—Suena genial. —Le sonrío. ¿Acaso podría decirle que no? Es tan dulce.
Sigo observando a Jake y a su amigo, intento escuchar su conversación, pero hablan tan bajo que me doy por vencida, hasta que de pronto veo que alza la mano y le da un golpe en la nuca a su amigo, en broma, o eso creo.
—¡Ouch! ¡Ok! Solo estoy bromeando —se queja el chico, no consigo escuchar su respuesta.
Después de un rato me vuelve a observar y dándose cuenta que yo hago lo mismo ambos bajamos la mirada. Es tan triste ver lo que queda de nosotros como amigos.
—¡Ahhh! —grita-susurra Meryl al darse cuenta de que tenemos dos clases juntas y es una suerte que la primera de hoy sea una de ellas.
—Pues vamos a buscar esa clase. —La empujo para que camine.
—Podemos sentarnos juntas si quieres —duda de nuevo, esta chica tiene serios problemas de inferioridad.
La observo por un momento. ¿No se da cuenta de que es una chica agradable hasta que comienza a dudar de sí misma?
—Sí, genial —asiento.
Caminamos entre la multitud, después de ubicar nuestros casilleros entramos a nuestra primera clase. Perdí de vista a Jake en cuanto bajamos del autobús, hasta que lo veo de nuevo apenas atravieso las puertas de la clase. Noto un asiento vacío a su lado y por un momento considero tomarlo, pero luego Meryl señala un par de asientos en el otro lado, en realidad es casi lo mismo porque tendré a Jake a mi izquierda y a mi nueva amiga a mi derecha.
—Mira, es el chico del autobús que no dejaba de mirarte —susurra ella en mi oído y mi pulso se acelera.
¿Jake me estuvo observando? Apenas lo noté un par de veces. No respondo nada porque en ese momento la maestra ingresa. Ahora soy yo quien no dejo de observar de soslayo su silueta, la forma en que sostiene el lápiz y cómo lo hace rebotar contra el cuaderno.
Jake es mi amigo, sé que todavía es mi amigo y lo quiero de vuelta, pero no sé cómo retroceder el tiempo y su silencio me está matando. Entonces se me ocurre una idea, tal vez no puedo volver al momento en que nuestra amistad acabó, pero al menos puedo intentar retomar nuestra última conversación. Espero que funcione.
Arranco una hoja de papel sin hacer mucho ruido y escribo la respuesta que le debo desde hace 5 años, mientras recuerdo el sabor de las galletas con chispas de chocolate que horneaba mi mamá. Doblo la hoja y en cuanto la maestra nos da la espalda para escribir algo en el pizarrón, me armo de valor y se la extiendo hasta tocar su brazo sin dejar de mirar al frente, aun así siento su sorpresa (y la de Meryl que no deja de mirarme intrigada).
Contengo la respiración mientras lo veo abrir el papel y el aire vuelve a mis pulmones cuando noto el atisbo de una sonrisa que se empeña en contener, por el rabillo del ojo lo veo observarme un momento antes de volver a doblar el papel y seguir escribiendo.
No sé por qué lo hice, en cuanto lo vi leer lo que había escrito me arrepentí de mi arrebato de sinceridad, creo que estaba desesperada por ver si mi amigo se había ido para siempre o no, de cualquier manera no había escrito ninguna mentira y él se merecía su respuesta, incluso tantos años después de hacer la pregunta.
Él me había preguntado si me gustó el beso que me dio en la casa del árbol. Me costó años aceptarlo, pero hoy solo tengo una respuesta y esa es la que le doy: sí, me gustó.
Capítulo 2
LA CAFETERÍA ESTÁ MUY ruidosa. Traté de retrasar lo más que pude mi entrada en aquel recinto infernal. Quedé de encontrarme con Meryl aquí y no sabía si ella ya había llegado. Echo un vistazo alrededor y no la veo por ninguna parte, pero un cabello oscuro llama mi atención. Jake está de espaldas y noto la mirada de su amigo dirigirse hacia mí con curiosidad, están almorzando en una mesa alejada, solos. Tengo la idea de aparecer ahí sin ser invitada, pero no lo creo correcto, en su lugar busco una mesa vacía al otro extremo y espero por mi amiga.
Había sido una horrible mañana de presentaciones, traté de esquivar las preguntas personales y quedé agotada, no quería que nadie me tuviera lástima. Vi algunos rostros familiares, pero nadie más me había dirigido la palabra en toda la mañana.
Veo a Jake voltearse y mirarme solo una vez, sé que lucha con la idea de acercarse o ignorar que estoy aquí, pero alguien más toma la decisión por él.
—Hola, siento llegar tarde, pero ya estoy aquí —dice Tinker Bell—. ¿Qué tal el resto de tu mañana?
—Nada bueno —expreso sin mucha emoción.
—Sí, un chico estuvo poniéndome sobrenombres toda la clase, hasta me llamó Tinker Bell. ¿Puedes creerlo? —No puedo evitar sonreír por ello.
—Lo siento, pero es que de verdad te pareces a ella. Pero no les hagas caso, los chicos son unos idiotas.
—Lo sé... —suspiró pesadamente—. Pero tú, ¿qué tienes con aquel chico? Te vi mandándole una nota. ¿Te gusta? —pregunta con un brillo en su cara y emoción contenida en su voz.
—¡¡¡No!!! —exclamo demasiado deprisa—. Él... solía ser mi amigo. Mi mejor amigo, de hecho.
—¿Y qué pasó?
—Me fui y no supe más de él.
—¿Y por qué ahora no retoman su amistad?
—No lo sé... —Me encojo de hombros.
El resto del día es un borrón, tenemos una asamblea de bienvenida a los alumnos nuevos que fue retrasada, realmente no sé cómo voy a sobrevivir a la secundaria. Estoy segura de que me hice enemiga de la chica más popular del colegio al chocar accidentalmente con su tonto novio en el pasillo, el que también me mira como si tuviera gusanos por toda la cara. Estúpidos chicos populares.
Agradezco cuando el último periodo acaba, pero luego recuerdo que veré a Jake seguir con su vida y su nuevo amigo en el autobús, y mi estado de ánimo termina de caer tres metros debajo de la tierra.
Meryl trata de ser amigable y simpática a pesar de su timidez, pero realmente no estoy para hacer amigos, sólo quiero que este maldito día acabe. El autobús se detiene en mi parada y veo a Jake levantarse mientras yo hago lo mismo. Se avecina un silencio incómodo, lo presiento.
Comenzamos a caminar sin decir palabras, nunca pensé que el sonido de pasos fuera tan desesperante.
—Y entonces... ¿Qué ha sido de tu vida? —pregunta temeroso.
—Un desastre —admito con sinceridad, parece sorprendido de ello.
Seguimos en silencio varios metros más.
—Puedes contarme. —Lo miro confusa.
—¿Por qué querrías saberlo?
—Porque somos amigos —contesta en un susurro.
—¿Lo somos?
—Eso espero...
—¿Y tú? —cambio de tema—. ¿Qué tal tu vida?
—Pudo haber sido mejor. —Me observa detenidamente.
—Puedes contarme —repito sus palabras y esta vez ambos sonreímos.
—Será otro día, ya estamos llegando a tu casa.
—Sí, te veo mañana.
—Adiós.
Por primera vez en todo el día tengo la esperanza de que tal vez no todo está perdido.
Elena está recostada en el sofá cuando entro, creo que mira alguna serie de televisión, demasiado concentrada. No quiero molestarla, así que subo tranquilamente a mi habitación. Está bien, miento. Sí quiero molestarla y es lo que hago. Ella es mi madrastra, pero realmente no tengo ningún respeto por ella o por cualquier mujer que esté con mi padre que no sea mi mamá. Apenas se ha casado con mi padre hace como un año y se cree la dueña y señora de la casa.
—¿Y tú en verdad no tienes un trabajo? ¿Eh? —Más que pregunta es una afirmación, enseguida me dirige dardos de fuego con la mirada, pero se recompone.
—Yo tenía uno, pero decidí dejarlo por un tiempo, para cuidar de tu padre, la casa y ahora de ti.
—¡¿A mí?! —exclamo ofendida—. No necesito que nadie me cuide y mucho menos tú o cualquiera de las mujercitas que mi padre decida meter a la casa.
—Jocelyn, no hables así, todos queremos apoyarte en este momento tan duro por el que estás atravesando.
—La única manera en que me puedes ayudar es no cruzándote en mi camino —digo con todo el desprecio que puedo reunir y corro hasta mi habitación.
Mamá... cuánto te extraño. Tú no deberías haberte ido, hay tanta basura en el mundo que tal vez este no fuera un lugar para ti, pero aun así no deja de doler. Me quedo dormida llorando cuando unos golpes en mi puerta me despiertan.
—Jocelyn —llama mi padre, más cansado que enojado—. Baja a cenar, te estamos esperando.
—Ya voy —es lo único que alcanzo a decir.
Me cambio la camiseta, respiro hondo preparándome para un sermón de mi padre por haberle gritado a su nueva esposita. Me acerco a la mesa ya colocada y me siento mientras Elena saca algo del horno.
—Sabes —comenta papá—, te di un tiempo para que te volvieras a adaptar a la casa, pero creo que desde ahora podrías empezar a ayudar aquí. Además, así te puedes distraer.
—¿Cómo en qué? —lo reto.
Genial, ahora tengo que ganarme el techo y la comida. No es que yo sea una floja, pero esta ya no se siente mi casa.
—Como en ayudar a Elena a preparar la cena o poner la mesa, lavar los platos de vez en cuando o algo así.
—¡¿Qué?! ¿Ayudar a Elena? ¡Estás loco! —Ambos se miran incómodos. Ella no ha pronunciado palabra hasta ahora, pero seguro le contó de nuestra pequeña discusión anterior.
—Déjala, Charles. Creo que necesita más tiempo —se dirige a mi padre.
—No necesito de tu ayuda —le espeto.
—Jocelyn, no seas grosera. Elena solo quiere ayudar, ambos queremos ayudarte.
—¿Saben qué?... está bien, ayudaré. Así no siento que le deba algo a alguno de ustedes —les apunto.
—¿Podemos cenar en paz, por favor? —protesta derrotado papá mientras Elena asiente y procede a servir.
Estoy asqueada por cada noche tener que comer algo preparado por esta mujer. Estoy segura que a alguien que no la conociera le encantaría su comida, pero yo apenas puedo digerirla. Y ahora quieren que yo ayude a prepararla. Yo siempre ayudaba a mamá en la cocina, era nuestro momento de compartir, si además la abuela se involucraba, la cocina se convertía en un centro de diversiones. Nada más alejado de lo que sería esta pequeña experiencia con esta mujer.
La observo de soslayo tomar con el tenedor un poco de lasaña, sus manos delgadas y sus uñas color uva, igual que el tinto que toma mi padre y es entonces