La Isla
Por Jen Minkman
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«Me dirijo al mar. La superficie infinita del agua se extiende por el horizonte, mire donde mire.
Nuestro mundo es un lugar pequeño. Estamos solos y no hay nada más de lo que podamos depender más que de nosotros mismos. Confiamos en la Fuerza que se esconde en nuestro interior, como nos enseñaron nuestros antepasados.
Si caminara hacia el oeste, me toparía con una barrera… el Muro. Detrás de él, viven los Locos. Al menos, eso es lo que todo el mundo dice.
Nunca he visto ninguno.»
Leia vive en la Isla, un mundo en el que los niños dejan a sus padres para aprender a cuidar de sí mismos cuando cumplen los diez años. A lo largo de la Isla, hay un Muro que nadie ha cruzado jamás. Los Locos que viven tras él no atienden a razones… viven de ilusiones. Eso es lo que El Libro dice, lo único que los ancestros les han dejado a los habitantes del este de la isla.
Pero cuando un extraño aparece en la costa y Leia se encuentra cara a cara con un Loco, su vida nunca más volverá a ser la misma. ¿Es verdad todo lo que ella y sus amigos siempre han creído sobre la Isla?
¿O es que todo el mundo es, de hecho, un Loco?
Jen Minkman
Jen Minkman (1978) was born in the Netherlands and lived in Austria, Belgium and the UK during her studies. She learned how to read at the age of three and has never stopped reading since. Her favourite books to read are (YA) paranormal/fantasy, sci-fi, dystopian and romance, and this is reflected in the stories she writes. In her home country, she is a trade-published author of paranormal romance and chicklit. Across the border, she is a self-published author of poetry, paranormal romance and dystopian fiction. So far, her books are available in English, Dutch, Chinese, German, French, Spanish, Italian, Portuguese and Afrikaans. She currently resides in The Hague where she works and lives with her husband and two noisy zebra finches.
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Comentarios para La Isla
2 clasificaciones1 comentario
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5me parecio muy interesante como se desarrola la historia desde el inicio hasta el final estaba buscando libros de este genero y este es un muy buen referente de lo distopico
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La Isla - Jen Minkman
Las olas me llaman,
atrayéndome hacia ellas.
Mi sangre se convierte en agua
mezclando mi vida con las mareas
Y la corriente de esperanza
a casa me conducirá
Ninguna mujer es una isla
y yo no estoy sola.
PRÓLOGO
CUANDO salgo de mi habitación, madre y padre está esperándome en el vestíbulo.
Las ropas que llevo puestas me resultan incómodas. Son prendas de adulto: tela áspera y corte práctico. Hechas para que duren mucho tiempo.
—Yo elijo mi propio camino —susurro. Las palabras que todo niño pronuncia a los diez años, las mismas que pronunciará mi hermano a continuación, no suenan como si estuviera segura de ellas. Pero lo estoy, porque sé que esto es lo correcto. Me aclaro la garganta y digo: —Me levanto sobre mis propios pies. Nadie se preocupa por mí salvo yo misma.
Padre asiente con solemnidad. Madre está pálida y mira fijamente hacia abajo, hacia sus manos. ¿Por qué no me mira? ¿Es esta su manera de decirme que no quiere tener nada que ver conmigo nunca más? Ni siquiera me he ido aún. Una leve decepción crece dentro de mí, pesándome como un ladrillo en el estómago.
La puerta al lado de la mía se abre y Colin, mi hermano gemelo, aparece bajo el umbral de la puerta. Lleva puestos unos pantalones marrones y una simple camiseta. Colgada de su hombro, lleva una mochila con unas cuantas posesiones que no quiere dejar atrás. Casi todas nuestras cosas serán destruidas una vez nos vayamos de aquí, limpiarán nuestras habitaciones, de manera que no nos sintamos tentados de volver. No es que sea algo que quiera. He terminado aquí.
Colin tose.
—Yo elijo mi propio camino —dice con un temblor en su voz. Sus ojos buscan los de nuestra madre—. Me levanto sobre mis propios pies —una lágrima se desliza por su mejilla. Toda esta situación le está resultando muy dura. Es el más pequeño después de todo. Hay media hora de diferencia entre los dos.
—Nadie se preocupa por ti salvo tú mismo —termina padre por él cuando Colin no puede continuar.
Cuando paso junto a mi madre, de repente posa una de sus manos sobre mi hombro.
—Leia —dice, sacando un simple collar de cuentas del bolsillo de su vestido. Tiene una nuez pintada de cristal por colgante—. Esto es para ti.
Mi corazón se detiene un instante. Es el mismo collar que mi madre obtuvo de su madre cuando ella misma se fue de casa y ahora ella me lo está ofreciendo a mí.
—Gracias —susurro. Por un instante, la imagino dándome mucho más que eso. Dentro de mí, siento que esto no puede ser el final en el mismo momento que mi padre abre la puerta principal para nosotros. Salgo tras mi hermano, a la luz temprana de la mañana, lejos de mi madre.
Colin me está esperando y me agarra la mano.
—¿Vienes? —farfulla.
Caminamos calle abajo sin mirar atrás. Nos dirigimos al palacio, donde viviremos hasta que nos casemos y tengamos nuestros propios hijos.
La puerta de nuestro hogar se cierra de un portazo. Una nueva vida acaba de comenzar.
-1-
—¿CUÁNTAS malditas veces tengo que decirte que no cojas leña húmeda? —Ben tira a un lado las ramas que acabo de traerle con el ceño fruncido—. ¡No puedes hacer fuego con esto!
—Lo siento —balbuceo.
—¿Que lo sientes? —la cara de Ben se vuelve roja bajo su pelo rizado castaño—. ¿Y eso de qué me sirve a mí? Más que en ningún otro sitio, debes aprender a ser útil en el bosque.
—Cállate, Ben —le espeta Colin. Mi hermano está a mi lado, ocupado despellejando a un conejo—. Como si tú nunca te equivocaras.
Ben esboza una sonrisa de superioridad.
—¿Oh, de verdad? Bueno, hasta donde yo sé, soy yo quien os ha mantenido con vida hasta el momento. ¿Quién ha cazado ese conejo? ¿Y quién cogió los dos faisanes que nos comimos ayer?
Colin alza una ceja interrogativa.
—¿Y quién se llevó una bofetada anoche porque se fue a dormir a la tienda de campaña equivocada?
Me muerdo el labio evitando así que se me escape una risilla nerviosa. Ben es un superviviente, de eso no hay duda alguna, pero las relaciones sociales no son precisamente su fuerte. La noche anterior, Mara dejó muy claro que no estaba interesada en él. Menos mal que Colin había escuchado los gritos, no creo que le puñetazo en la nariz hubiera sido los suficientemente persuasivo para que Ben captara el mensaje.
—¿De qué te ríes? —gruñe Ben, pillando mi casi sonrisa —¿Crees que es divertido?
No, no lo creo. No hay nada de lo que reírse cuando vives en un mundo donde el más fuerte siempre gana y tiene más derechos que el resto de nosotros.
Ben es el hermano pequeño de Saúl, quien ostenta el poder en el palacio. Saúl organiza combates de lucha entre los chicos más fuertes y los miembros más débiles del grupo para asustarlos. Nunca sabes cuándo tu número saldrá elegido. Hace sólo un par de semanas, un tipo gigante apodado El Oso llamado Max le dio una paliza a Colin.
Saúl también decide quién debe irse de excursión al bosque para aprender técnicas de supervivencia. Si no estás en su lista de privilegiados, te toca salir cada semana. También es quien dice quién vive en el palacio, dispone cuando leer El Libro y elige los capítulos que deben leerse durante nuestras asambleas.
—Creo que deberías dejar en paz a Mara —le respondo casi sin fuerzas—. Ya te ha dicho varias veces que no quiere casarse contigo.
Ben sonríe con una mueca maliciosa.
—¿Quién ha hablado aquí de matrimonio?
Conmocionada, me quedo sin palabras. Todo el mundo sabe de dónde vienen los bebés. Si haces... eso... sin aceptar tu responsabilidad sobre el niño y criarlo hasta que cumpla los diez años eres un criminal. En las raras ocasiones que eso ocurre, el chico está obligado a casarse con la chica.
Algo dentro de mí me dice que Saúl jamás obligaría a su hermano pequeño a hacer algo así.
Le doy la espalda, disgustada. Las piedras que estoy usando para encender el fuego se me escapan de las manos y caen al suelo. Corro alejándome de él por el camino del bosque, entre los árboles, a través de la hierba alta, tan lejos de Ben como pueda. Jamás le dejaré que vea mis lágrimas.
Continúo corriendo hasta que llego a la playa.
La arena me hace cosquillas en los pies. Me acerco al agua, dejando que las burbujas y la espuma del mar me bañe los pies desnudos. Oigo los chillidos de las gaviotas sobre mi cabeza. Mire donde mire, la superficie del agua se extiende sin fin por el horizonte.
Nuestro mundo es pequeño. Si me volviera hacia el norte y empezara a andar,