El arca espacial
Por Jorge Arpal
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El crucero espacial Odissey, la nave espacial recreativa de mayor lujo de su categoría construida hasta la fecha, está realizando su primera travesía por el espacio y se encuentra navegando por la Galaxia del Cigarro, a 12 millones de años luz del planeta Tierra, cuando, de repente, se topa con un objeto de origen desconocido de grandes dimensiones que se halla estacionado en el centro mismo de la galaxia. Tras notificar el hallazgo del objeto a la estación espacial más cercana, de repente cesan todas sus comunicaciones. Se pone entonces en marcha una operación de rescate que llevará a la humanidad ante el acontecimiento más relevante de toda su historia.
Jorge Arpal, nacido en Zaragoza (España) en 1973. Es abogado de profesión y hasta la fecha ha publicado diversos artículos doctrinales sobre materias de índole jurídica tanto en su página web profesional como en otras publicaciones digitales. Lector constante de géneros muy diversos, aunque generalmente de índole fantástico y más en particular de la ciencia ficción.
Con El arca espacial se atreve a dar el salto de la lectura a la escritura y construye su primera novela orientada en concreto al género que más le gusta, el de la ciencia ficción. Sus principales referentes literarios en ese género son Carl Sagan, Philip K. Dick, Orson Scott Card (sagas de Ender y Primera Guerra Fórmica), Andy Weir, Carter Damon, Cixin Liu (trilogía del Problema de los tres cuerpos) y John Scalzi (saga de las Fuerzas de defensa colonial), siendo también referentes literarios importantes Stephen King (destacando entre su vasta obra la saga de La torre oscura), J.R.R. Tolkien y George R.R. Martin, entre muchos otros.
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El arca espacial - Jorge Arpal
1985
PRIMERA PARTE
I
Galaxia del Cigarro. Año 3145 según calendario terrestre.
El Crucero espacial Odissey, una nave recreativa de clase Orion, la más avanzada generación de cruceros recreativos espaciales, se encuentra atravesando la galaxia del Cigarro, situada cerca de la galaxia de Bode, a una distancia aproximada de 12 millones de años luz del planeta Tierra, en un viaje que comenzó, semanas atrás, en la colonia Júpiter situada en Alfa Centauri, y que le lleva por distintas galaxias, incluyendo como parada especial la visita al planeta Tierra, cuna de toda la civilización humana y que sigue siendo un punto de referencia para toda la expansión humana por el espacio.
Los cruceros son, y han sido siempre, una de las actividades recreativas más extendidas para la humanidad, cuando todavía se hallaba confinada en su planeta de origen, una vez que el barco fue desplazado como principal medio de transporte por el avión, mucho más rápido a la hora de trasladar a las personas de un lado a otro del planeta Tierra.
Existía en la Tierra, y sigue existiendo en la actualidad, toda una industria dedicada en exclusiva a ofrecer los más diversos destinos para los cruceros por todo el planeta.
Evidentemente, con el transcurso del tiempo y el desarrollo de las colonias humanas en diversos planetas desperdigados por el universo, este negocio se ha implantado en aquellos planetas que han alcanzado un nivel de desarrollo y de confort suficientes para ofrecer a sus habitantes y a aquellos turistas que se desplazan al planeta una infraestructura suficiente para realizar cruceros por diversas partes del planeta que se consideran especialmente atractivas. Lógicamente, este tipo de actividades requiere de la existencia en el planeta en cuestión de amplias masas de agua líquida en superficie.
Los planetas que la humanidad ha tratado de colonizar suelen presentar habitualmente esta característica, pues es frecuente en aquellos mundos en los que los seres procedentes de la Tierra pueden implantarse con mayor facilidad al presentar unas condiciones más favorables para la vida originaria de dicho planeta.
Dada la aceptación e implantación de los cruceros marítimos era inevitable que, ante la expansión humana por el universo, se trasladara esta actividad al espacio exterior, que ofrece sin duda la posibilidad de apreciar grandes maravillas, apareciendo compañías que ofrecen rutas por el espacio habitado por el ser humano y por galaxias cercanas, estableciendo diversos puntos de ruta, ofreciendo vistas espectaculares. Para ello se ha creado toda una infraestructura vacacional para acoger los cruceros por el espacio.
Evidentemente, un crucero por el espacio requiere una nave especialmente adaptada, dadas las condiciones extremas, tanto de radiación como de posibles impactos de meteoritos, como otras amenazas que pueden encontrarse en el vasto universo.
II
Estos cruceros espaciales, de los que la clase Orion son el máximo exponente, ofrecen tantas o más comodidades que los tradicionales barcos de cruceros. Con un tamaño de mil metros de longitud y algo más de medio kilómetro de ancho, tienen capacidad para albergar una pequeña ciudad de más de 25.000 habitantes, entre personal de la tripulación y pasajeros.
Los Cruceros recreativos espaciales cuentan habitualmente con tres salas especiales de observación del espacio, salas circulares, situadas una delante y dos a los lados, aproximadamente a la mitad de la nave.
Hace ya siglos que en las naves espaciales se descartó el uso del cristal como material de construcción para ventanas y cúpulas de observación, por su evidente fragilidad, por mucha resistencia que intentara dársele, dado que el espacio puede dar sorpresas muy desagradables a modo de proyectiles de apenas centímetros de tamaño, que, surcando el vacío a una gran velocidad, pueden destrozar hasta el cristal más resistente y eso a pesar del escudo de energía.
Por ello para dotar a las naves espaciales de la imprescindible cúpula de observación, ya que el ser humano necesita de vez en cuando llevar su vista más allá de las cuatro paredes en las que se halla recluido cuando se encuentra a bordo de cualquier nave (sea espacial, marítima o aérea), o de ventanas a través de las cuales poder observar aunque sea mínimamente el espacio situado más allá de la nave, los científicos acabaron desarrollando un material a base de polímeros ultrarresistentes que al mismo tiempo era transparente, tanto como un cristal. De esa forma se satisfacían dos necesidades, la seguridad de que el material iba a resistir el desplazamiento por el espacio, y la del ser humano de poder observar sin mayor interferencia y desde un entorno seguro la inmensidad espacial.
Dichos materiales transparentes, además, permiten la aplicación de filtros para atenuar el brillo y otros posibles efectos, sobre todo de las estrellas, permitiendo así contemplar todo tipo de fenómenos espaciales con las mayores garantías de seguridad para los pasajeros y desde unas distancias relativamente cercanas.
Como última defensa, para el caso de que alguna de esas ventanas o cúpulas pudiera sufrir un impacto catastrófico o ante algún fenómeno espacial especialmente intenso que pudiera poner en peligro su integridad, existen unas planchas del mismo material en que está construido el casco de la nave que, colocadas por dentro, se cierran automáticamente, en el momento mismo en que se detecta una mínima brecha o ante la aproximación del fenómeno espacial. Se trata con ello de evitar que una posible rotura del material pueda causar descompresión del interior de la nave. De esa manera se mantiene en todo momento la integridad de esta y para sustituir el componente dañado basta con actuar desde el exterior incluso en pleno vuelo si es posible, con lo que las naves no se detienen, salvo que las reparaciones sean de cierta envergadura, y pueden seguir prestando sus servicios sin problemas.
Ni que decir tiene que las salas de observación son uno de los espacios más demandados en los cruceros espaciales sobre todo cuando las naves atraviesan sistemas solares o se acercan a los bordes de nebulosas.
Al igual que en los cruceros marítimos, las distintas cubiertas contienen camarotes para los pasajeros, más o menos lujosos. Los más lujosos tienen algo parecido a terrazas, cerradas con material transparente y dotadas de las mismas medidas de seguridad que el resto de las ventanas y cúpulas de observación, de tal forma que los huéspedes pueden sentarse y observar el espacio sin más seguridad que la que ofrece la cubierta. Sus especiales características determinan que estos camarotes, que no son muchos, sólo estén al alcance de unos pocos.
Los Cruceros recreativos ofrecen diversas escalas en estaciones espaciales y planetas habitados, hasta donde se desplazan los pasajeros, cuando el atraque directo no es posible, mediante lanzaderas. También ofrecen, en lanzaderas más acondicionadas y mejor propulsadas, viajes a través de sistemas solares, para acercarse tanto a las estrellas como a los planetas más característicos. El desarrollo actual de los motores de las naves espaciales permite atravesar sistemas solares enteros en apenas unas pocas horas.
Todas las lanzaderas de las naves espaciales, sin excepción, deben estar preparadas para realizar viajes intragalaxia, sirviendo de botes salvavidas y permitiendo así llegar a la colonia humana más cercana de la galaxia en la que se hallen, en el caso de que la nave quedara inutilizada por cualquier razón, u ofrecer habitabilidad a los pasajeros, en caso de encontrarse en una galaxia sin presencia humana, hasta la llegada de naves de rescate.
Por razones obvias de seguridad los cruceros espaciales, y en general cualquier nave espacial, tiene prohibido acercarse a las zonas donde se hallan los agujeros negros, pues se da por hecho que una nave que se vea arrastrada por su gravedad jamás logrará salir. No se han inventado, ni probado tampoco, motores capaces de sacar a una nave del campo de gravedad de un agujero negro y mucho menos de su horizonte de sucesos.
En concreto el Odissey, cuyo casco está reforzado con nanomateriales autorreparables resistentes a las condiciones del espacio (aparte del escudo de energía que lo envuelve como a toda nave espacial que se precie) y que reproduce en su estructura la de los tradicionales barcos de crucero, dispone de 25 cubiertas, ofreciendo a los visitantes todas las comodidades y diversiones posibles que se pueden aunar en una sola nave. Además de los servicios habituales que ofrece cualquier crucero: salas recreativas para los que desean apostar sus créditos, o simplemente pasar un buen rato jugando a los videojuegos VR, salas de cines, teatros, salas de variedades, bares, discotecas, piscinas, etc.; también ofrece a los visitantes zonas equipadas a modo de pequeños parques de atracciones, tipo los antiguos parques Disney o Warner que todavía existen en la Tierra, todo orientado a que por los pasajeros se obtenga la mayor satisfacción en su viaje. Dado su carácter orientado a todos los públicos los cruceros recreativos no equipan otros tipos de entretenimientos, los destinados sólo para adultos.
III
A pesar de las maravillas del universo conocido (nebulosas, agujeros negros, los distintos tipos de estrellas…) la Tierra sigue siendo todavía el destino estrella de todos los cruceros recreativos de largo alcance. Eso se debe a que la mayoría de los Cien Mil millones de humanos que pueblan la galaxia nunca la han visto, más que en fotografías.
En el momento actual, la Tierra, tras imponerse unas estrictas condiciones para mejorar su habitabilidad, pues el medio ambiente, justo antes de explotar la exploración espacial, estaba muy deteriorado, se ha recuperado de manera excepcional, y luce un azul espectacular vista desde el espacio. No obstante, hubo un momento muy crítico, dada la superpoblación que experimentaba, y que pudo superarse precisamente por facilitar la salida de gran parte de la población al espacio exterior a fundar colonias en planetas que se habían detectado y que eran viables para establecer en ellos colonias humanas.
La población de la Tierra, que sigue dividida en los países que la conformaban, está estrictamente regulada, de tal forma que no pueda superarse la cifra de Dos Mil Millones de habitantes permanentes, siendo muy riguroso el procedimiento para obtener la residencia en este planeta.
Los ocupantes de los cruceros espaciales llegan a la estación Zebra, que orbita la Tierra, y que es una de las estructuras espaciales más grandes jamás construida, capaz de albergar una población de cerca de Mil Millones de personas, la mitad de población que el planeta Tierra.
De dicha estación parten todos los días transbordadores hacía los ascensores espaciales que comunican diversos territorios de la Tierra con el espacio.
Durante el trayecto hacia la superficie de la Tierra se somete a los turistas a diversos tratamientos para inmunizarles acerca de las enfermedades que hay en el planeta y que son diferentes de las que pueden encontrarse en los planetas colonizados por la humanidad.
A pesar de todos los planetas habitables que el ser humano ha colonizado ninguno, absolutamente ninguno, reúne todas las características que hicieron del planeta Tierra la cuna de la humanidad. Eso es lo que determina que el planeta Tierra sea parada obligada, a modo de peregrinación, de todos los cruceros espaciales. Todo ser humano desperdigado por el espacio, desea contemplar y pisar, aunque sea sólo en una ocasión, el planeta del que procedemos y las maravillas que ofrece en forma de espectaculares valles, ríos, océanos y montañas y su riqueza y variedad de especies animales y vegetales en número tal que ningún otro planeta de los que se han hallado en la galaxia con vida autóctona llega siquiera a acercarse.
La Tierra ha sido, y es, un auténtico vergel. Un milagro entre las estrellas y la humanidad así ha podido comprobarlo tras colonizar un considerable número de planetas. Muy pocos de los cuales reúnen gran parte de las condiciones de nuestro planeta haciéndolos cómodos para la vida humana y animal procedente de la Tierra mientras que muchos son poco amables con nuestras condiciones de vida haciendo difícil la existencia de los que en ellos se han asentado.
IV
El Odissey, en la que es su primera singladura, se halla al mando de la Capitana Danica Rossberg, una mujer caucásica, y de corto cabello rubio, de 45 años, según el calendario terrestre, atlética y de 1,75 metros de