El desfile macabro
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Lo que estos criminales no sospechan es que hay dos nuevos jugadores en escena. Sonnet Bleus, el mejor amigo de Lyra; quien está dispuesto a hacer lo que sea para rescatarla. Y Steiner Carsten, el agente especial de Ciudad Onírica que está a cargo de la investigación del Desfile Macabro.
¿Dónde se encuentra el límite entre la salvación y la perdición?
Esta es una carrera contrarreloj.
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El desfile macabro - Alejandro Murillo
capítulo 1
Lyra Coppens
ImagenReviso mi celular de nuevo. No hay ningún mensaje, aparte del «hola» que me ha dejado mi mejor amigo, Sonnet. Lo lanzo a la cama mientras enciendo la televisión y me acomodo. Mi vida ha sido aburrida últimamente. Siempre camino a la universidad y regreso; no hay emoción. De vez en cuando, salgo con amigos a comer, a pretender que me importan sus vidas cotidianas; pero la mayoría del tiempo espero algo diferente.
En la televisión están hablando sobre los casos policíacos más famosos en Ciudad Onírica. Hablan sobre la antigua leyenda del Asesino Astral; es uno de esos documentales que ya he visto antes, pero no tengo nada más qué hacer en esta tarde aburrida de verano. Me inclino en la almohada, incómoda por mi búsqueda de actividades. Sin embargo, me rindo luego de varios intentos de buscar entretenimiento.
Observo por la ventana que está no muy lejos de la cama. Es un día soleado, el viento mueve las blancas cortinas con suavidad, mientras el tiempo sigue fluyendo y el silencio bochornoso quiere opacar los sonidillos de los pájaros en la calle. Siento que no estoy siendo productiva. Es un sentimiento al que me he acostumbrado, pero hoy no estoy con ganas de batallar.
Una llamada se hace presente en mi celular. Es Sonnet de nuevo, siempre me llama cuando no le contesto sus mensajes en sus días libres.
—¡Hola! ¿Hacemos algo hoy? Estoy aburrido —dice con un tono perezoso y siento un bostezo. Hace eso desde que estuvimos juntos en la secundaria.
—¿Hoy? Hmm... ¿algo como qué? —cuestiono. La verdad es no tengo ganas de salir, pero tampoco quiero quedarme en casa y no hacer nada.
—¿Vamos a ver una película y a comer, como siempre? Hay una nueva, ¡dicen que está buena! —expresa con emoción, su energía es contagiosa—. Es de terror... a ver si esta vez sí te asustas.
—¿De terror? —mofo, pero muestro más interés—. Está bien, vamos. ¿Ya sabes a qué hora está?
—Nos vemos a las ocho en el centro comercial. ¡Lleva pañales! —ríe y cuelga.
—Nos vemos —pronuncio con una sonrisa y vuelvo a lanzar el celular de nuevo en la cama.
Vuelvo a mirar la televisión. Noto que hay algo interesante; es un anuncio.
Hablan sobre una nueva aplicación para el móvil que sirve para conocer personas de tu ciudad. Es uno de esos típicos anuncios de mala calidad, mal narrados y con malas cámaras. Pero me llama la atención.
Levanto las cejas. Habla sobre tener citas y hacer «amigos». Tomo el celular y la descargo, quiero experimentar algo nuevo, a ver qué sale.
«¿Qué más da?», pienso.
Siempre vi estas aplicaciones para hablar con desconocidos, pero nunca les di una oportunidad. Mis padres me educaron con alta restricción respecto a las redes sociales, me han advertido de sus peligros, pero ya soy una adulta y sé que podré manejar la situación.
Me creo un perfil y coloco la foto que siempre uso en mis redes. Es la mejor que tengo. Resalta mi cabello café oscuro y mi piel blanca, se me ven las mejillas ligeramente ruborizadas y mis cejas gruesas. Al fondo, aparecen unas montañas de cuando fui de paseo a Ciudad Evocativa, conocida por sus llanuras y valles verdes y frondosos.
Ahora estoy disponible para conocer a personas en línea, para hacer nuevos amigos y llevarme, con suerte, alguna sorpresa.
Apenas subo mi perfil, me llega un mensaje. Un tal «Robert» quiere conocerme. Veo su foto y me río.
No sé qué es peor, la gente que muestra fotos hermosas pero falsas o la gente «fea» que pone sus verdaderas fotos. No le respondo a su saludo, y empiezo a buscar chicos que, por sus perfiles, parezcan reales. Observo varios fotografías, pero ninguno me llama la atención. Tomo un largo respiro y me decido por eliminar la aplicación.
Nuevo mensaje de [Duke]
Lo abro.
¡Hola! ¿Cómo estás?
Leo el mensaje y me emociono; el chico de la foto es guapo, pero no resulta un modelo increíble.
Bien. ¿Tú?
Le respondo, aunque odio las conversaciones que empiezan así de superficiales. Algo hace que quiera seguirla.
Reviso su perfil mientras conversamos. Tiene veinticinco años y yo, veintitrés. También es de Ciudad Onírica. Estudia teatro y, al parecer, es muy feliz, pero... ¿quién no aparenta ser feliz en sus redes sociales?
Hablo con él toda la tarde. Nos mandamos fotos para ver si somos quienes decimos ser. Le pido fotos de su cara y que haga muecas, como sacar la lengua o cierre los ojos con fuerza. Él me pide las mismas. Es alguien simpático.
Observo con detenimiento los alrededores de sus fotografías. El lugar en el que está parece ser una casa normal, como la mía. Sonrío. Ambos estamos satisfechos con el resultado, o, al menos, eso me parece. Es amigable y creo que es alguien a quien sería interesante conocer...
Algo que definitivamente necesito en mi vida.
Se me hace tarde mientras me alisto para salir de casa. Al bajar las escaleras, observo que la mesa de la sala está llena de papeles. Mis padres todavía están buscando la manera de pagar sus deudas. Sé que se han ido a una reunión con algún milagroso prestamista, de los tantos que los han intentado salvar. Decido no pensar en la situación; no quiero arruinar mi noche.
Salgo de casa y camino hacia el centro comercial por la fría calle. Llevo puesta una larga bufanda negra, pero eso no logra cubrirme del gélido clima.
Tardo aproximadamente quince minutos en llegar, pues no se encuentra tan lejos.
Sonnet se encuentra sentado en una banca, esperándome. Al verme, su mirada se ilumina. Sus profundos ojos me reciben con cariño, seguido de un cálido abrazo. Está vestido de verde oscuro, un color que contrasta con su blanca piel y su cabello café. Su sonrisa constante es reconfortante, siempre lo ha sido.
—¡Vamos! ¡Se hace tarde! —exclama y se mueve para tomarme del brazo.
Compramos las entradas y entramos justo antes de que empiece la película. Nos acomodamos y leo el título en la pantalla de la tenebrosa producción: Secretos macabros.
—Justo a tiempo, como siempre. —Sonnet guiña su ojo. Río y le lanzo una palomita en la cara.
La película empieza. Trata temas muy fuertes y se concentra en la deep web, la parte de internet que pocos conocen. Esa que contiene atrocidades, como la compra de drogas, armas ilegales, venta de documentos, pornografía infantil, órganos, carne humana y un extenso etcétera.
El protagonista es un muchacho que es reclutado por miembros de una secta, un culto secreto, o algo por el estilo. Él tiene que seguir su juego hasta el final, ocultando los secretos macabros, los cuales son cada vez peores de soportar. En un punto, no puede más y, por algunos sucesos, tiene que envolver a más gente para terminar por salirse de control.
Me parece una trama impactante. Ha sido muy gráfica en cuanto a la trata de personas, las escenas sexuales y hasta las de asesinato. Me quedo pensando mientras veo los créditos pasar luego del cortante final.
—Bueno, eso me traumó. —Sonnet ve hacia el vacío, luego suelta una risa—. ¿Vamos a comer?
—Ver esas tripas hicieron que las mías empezaran a sonar. Vamos. —Sigo su sarcasmo y me levanto.
Caminamos hacia el salón de comidas y nos sentamos en la mesa de siempre tras ordenar lo que ya es costumbre.
Sonnet toma mi teléfono y lo desbloquea, sabe la contraseña y siempre lee mis mensajes. Le parece entretenido. Es nuestra forma de comentar las novedades del día.
Abre la aplicación de citas y levantas las cejas:
—¿Y esto? —se burla mientras limpia con una servilleta el refresco que ha regado en la mesa—. ¡No pensé que estuvieras así de desesperada!
—Oh, vamos. Es para ver qué me encuentro, no planeo hacer nada —digo al reírme y tomar un sorbo de mi refresco.
—¿Ah, sí? ¡Dile eso a «Duke»! —ríe y mueve el celular.
—Como sea, tal vez lo vea y tengamos una noche de sexo apasionado. —Parpadeo con coquetería—. Mi nuevo príncipe azul, el que me hará saltar de alegría.
—¡Ja! Suerte con eso. ¿Cómo sabes que no es un violador o un viejo de cincuenta años? La película no te enseñó mucho, ¿cierto? —cuestiona y se toca la cabeza.
—Mira las fotos. Le pedí unas con muecas específicas, y ahí están. —Se las muestro con orgullo—. Soy experta en esto.
—Está bien, después te diré «te lo dije» en la cara. No digas que no te lo advertí. —Le pega un mordisco a su hamburguesa.
—Como sea, luego te contaré qué tal.
Terminamos de comer tras varias conversaciones amenas. Siempre la paso muy bien con Sonnet.
—En tu casa pediré un taxi. ¡Me está saliendo caro venir siempre! ¿Cuándo vendrás tú a mi casa? —pregunta al ver hacia arriba a la enorme luna en el cielo despejado.
—Algún día, no pronto, pero algún día —río y le golpeo el brazo. Ambos sabemos que no pasará, me da mucha pereza salir.
Charlamos mientras caminamos por las calles nocturnas. Él va pisando todas las líneas de la calle. No hay autos a esta hora de la noche en mi vecindario que es muy tranquilo la mayoría del tiempo.
—¿Cómo te va con Serina? —pregunto; siempre me interesa saber cómo le va con su novia, quien también es mi mejor amiga.
—Todo va muy bien —comenta y sus ojos se iluminan al pensar en ella—. Últimamente todo ha sido perfecto.
—Bien, tengo pendiente verla. Hace algún tiempo que no hablamos. —Reviso mi celular con esperanza, pero no hay ningún mensaje nuevo de Duke.
Llegamos a mi casa, Sonnet espera el taxi sentado junto a mí en la grada de la entrada.
—Ya casi llega. —Se levanta al verlo—. ¡Nos vemos! Espero que te vaya bien en la universidad mañana. Nada de andar faltando a clases, como has estado haciendo, vagabunda.
—Claro, claro. Nos vemos, Sonnet, buenas noches. ¡Te quiero mucho! —Me despido con un largo abrazo.
Él se sube al taxi y se va en segundos. Entro a mi casa mientras pienso en lo refrescante que ha sido verlo.
Si hubiera sabido lo que ocurriría en el futuro,
le hubiera dicho tantas cosas más...
capítulo 2
Algo inquietante
ImagenEntro a casa después de despedirme de Sonnet. El frío sigue presente; es tarde y mis padres no han llegado. Camino a la cocina y lavo los platos antes de que ellos vengan.
Siento el agua en mis manos conforme veo por la ventana hacia las tres casas que se encuentran frente a la mía. Hay una diagonal hacia la derecha, en donde vive una viejita, y otra justo en el lado opuesto de la calle, en donde vive mi vecina de quince años, Quinn, a quien no veo desde hacer algunos días. Por último, en la diagonal izquierda, vive un hombre de unos cuarenta años.
Escucho los grillos que cantan en la oscuridad. El vecindario es realmente tranquilo a estas horas de la noche, más cuando no están mis padres discutiendo sobre sus cuentas pendientes, o cuando Quinn no está viendo películas románticas a todo volumen.
En la oscura calle observo que dos figuras se acercan con lentitud. Frunzo el ceño hasta que logro definirlas: son los padres de Quinn, quienes caminan hacia mi hogar. No me saludan por la ventana como siempre suelen hacer. Noto una expresión de angustia en sus caras, por lo que me quito los audífonos, me seco las manos y camino hacia la puerta al escuchar que llaman.
—Buenas noches —digo algo inquieta por la hora que es—. ¿Cómo están?
—¿Podemos pasar? —pregunta en seco la madre de Quinn, una señora rubia y con facciones cansadas.
—Sí, señora, pero mis padres no se encuentran —menciono, por si acaso es con ellos con quienes desean hablar.
—No importa —dice ella y ambos entran. Caminamos hacia la sala, donde hay unos sillones de color marrón muy cómodos. Recojo el desorden de los papeles antes de que los vean.
—¿Quieren tomar algo? —pregunto tras terminar de acomodar.
—No, gracias. —Él es un señor de cabello café y ojos verdes. Es fornido y, al igual que su esposa, empiezo a notar que está muy desanimado—. Venimos porque no encontramos a Quinn.
—¿A qué se refieren? ¿No regresa a casa? —pregunto, preocupada, y me siento frente a ellos.
—No la vemos desde hace dos días —revela él, angustiado.
—¿Ya preguntaron en la secundaria? ¿A sus amigas? —cuestiono, intrigada.
—Hablamos con todos, nadie sabe nada. Simplemente se esfumó... —dice su madre con los ojos vidriosos—. Hablamos a la policía desde el primer momento en que no llegó.
—Sabemos que a veces hablas con ella... —Su padre levanta la mirada.
—Sí, pero cuando ella regresa a casa y yo salgo hacia la universidad. Las únicas veces que nos vemos es cuando estamos por entrar o salir de casa —explico, algo desanimada.
—Sus amigas dicen que no va a estudiar desde hace dos semanas —revela ella—. ¿Sabes algo sobre esto?
—No la veo desde ese tiempo —aseguro—. Durante la última conversación que tuvimos, ella me contó que estaba planeando ver a alguien, no me quiso decir a quién, pero se veía feliz...
—Alguien... —Su padre pone la mano en las de su madre.
—Lo siento, no sé nada más respecto al tema. —Pienso, preocupada, y muerdo mi labio con intriga.
Ambos se levantan y caminan hacia la salida. Sé que los invade un torbellino de emociones. El miedo, el enojo, la tristeza... yo también estaría así en momentos así de terribles.
—Buenas noches. Si puedo ayudar con lo que sea, no duden en avisarme. Estaré al tanto —digo con honestidad.
—Gracias, Lyra. —La mujer está casi llorando, pero ni una lágrima cae por sus ojos. Al parecer, ya las ha gastado todas y ahora busca una solución en medio de la desolada realidad.
Sé que no descansarán, no hasta encontrar a Quinn. Cierro la puerta y suspiro pensando en ella. Es una chica llena de alegría, siempre dispuesta a ayudar a los demás, quien apenas empieza vivir nuevas experiencias y salir con sus amigos. ¿En qué momento le pudo haber sucedido algo?
Le escribo a Sonnet y le cuento lo sucedido. Él reacciona entre sorprendido y temeroso.
Será que...
Sé que con su mensaje se refiere a la película.
No seas tonto.
Eso no pasa aquí...
Se fue con algún amigo o novio que vive lejos.
Pronto aparecerá.
Aseguro por escrito mientras subo las escaleras de mi casa.
Llego a mi dormitorio. Enciendo la luz en el momento en que escucho el auto de mis padres. Oigo que la puerta principal se abre y, pronto, suben. Los espero en la puerta de mi cuarto.
Al verme, mi madre me da un abrazo.
—¿Cómo te fue hoy, linda? —pregunta ella.
—Muy bien. ¿Y a ustedes? ¿En dónde estaban? —cuestiono y le doy otro abrazo a mi padre.
—Estábamos viendo las cuentas, eso es todo... —Él se ve cansado, me da un beso en la frente—. Me voy a dormir, mañana trabajo desde temprano.
—Vengan, un momento —digo con tono más serio—. Siéntense.
—¿Qué pasa? —consulta mi madre, intrigada. Su cabello café oscuro le llega hasta el hombro y su mirada es oscura, al igual que la mía, contrastando con los ojos celestes y el cabello castaño de mi padre.
—La vecina, Quinn, no aparece —revelo. En el fondo, la verdad, es que sí me preocupa.
—Con razón tengo llamadas de sus padres. Los llamaré de inmediato —dice mi padre, intranquilo—. ¿Habrán hablado con la policía?
—Sí, lo hicieron. Ellos vinieron a preguntar si la hemos visto o sabemos algo, les dije que pueden contar con nosotros para lo que sea —expreso—. No sé qué pensar...
—Esperemos que aparezca pronto, mañana iré a visitarlos. Tenemos que estar juntos en estos momentos de angustia. —Mi madre me acaricia la mejilla y corre un mechón de cabello—. No sé qué haría si te perdieras, Lyra.
Ya es la una de la mañana y mis padres se van a su dormitorio. Cierro la puerta de mi cuarto y apago la luz. La ventana da hacia las casas de enfrente. Una luz está encendida en la casa del hombre; es la habitación principal. Observo su silueta, está acomodándose para acostarse. Pero se levanta de la cama y, en lugar de apagar la luz, observa hacia mi casa, justo hacia mi ventana. Pienso en lo imposible que es que me vea, la luz de mi dormitorio está apagada...
Él me saluda al mover su mano.
«Es extremadamente normal lo que está pasando... no tengo por qué ser paranoica», me digo y lo saludo de vuelta. Él va y apaga la luz para dormir. Me quedo pensando, observando hacia la luna por mi ventana...
Un sonido me asusta de repente.
—¡Mierda! —grito y arrojo el celular. Lo reviso.
Nuevo mensaje de [Duke]
¿Estás despierta?
Carajo, ¡me asustaste!
Y sí.
¡Perdón! Supongo, jaja.
¿Nos vemos mañana?
Me emociono. ¡Al fin lo podré conocer! ¡Qué buena idea es vernos mañana! Además, ya he faltado a la universidad varios lunes. Uno más no hará una gran diferencia, es solo una materia de relleno la que tengo.
Le respondo, emocionada:
Claro, ¡perfecto!
¿Nos vemos en el café llamado Copa de Azúcar a las seis?
Así será.
Nos despedimos y me alisto para dormir. Me lavo los dientes, me pongo la pijama y me adentro en mis cobijas. Tomo un respiro porque estoy realmente emocionada por el día de mañana... de salir de la monotonía de mi vida, a conocer gente nueva y... ¿quién sabe? Puede que esta persona llegue a ser especial para mí.
Esas cobijas, esa cama... ¿quién diría que llegaría a extrañar algo tan simple como eso?
capítulo 3
El encuentro
ImagenUna notificación me despierta. Estiro la mano y tomo el celular. Me ha escrito Serina.
¡Hola! ¿Vamos a comer algo hoy?
Ella siempre ha sido una excelente amiga, incluso desde antes que se volviera la novia de Sonnet éramos muy unidas. Los tres íbamos a la Secundaria Onírica, lugar al que actualmente va Quinn. Me restriego los ojos y me estiro. Esta vez negaré la invitación.
Hola, lo siento... ya tengo planes hoy.
¡Oh! Lástima... ¿qué vas a hacer hoy?
Tengo que ir a la universidad a la tarde,
todavía debo hacer un proyecto.
Entiendo, tranquila, nos veremos en otra ocasión.
Además... ¡Te tengo que contar algo!
¡Estoy pensando en adoptar un cachorro!
Seguimos hablando por el celular un rato más, nada importante a pesar de mi mentira. No quiero decirle que saldré ya que ambas siempre hemos criticado estas aplicaciones para citas. Después de todo, no hay necesidad de andar contándole al mundo lo que haré.
Bajo a la cocina, mis padres están en la sala con las cuentas. Han estado avanzando, se ve todo más ordenado y lo van organizando, poco a poco, en programas de computadora. Además, llevan asesorías con contadores y son pacientes.
—Buenos días. —Camino hacia la alacena, la cual está medio vacía.
No hay nada para desayunar.
—Hola, se me ha olvidado ir a comprar pan. —Mi padre se rasca la cabeza—. Dame unos minutos e iré.
El olor a café abunda en la cocina. El amargo y cálido líquido es lo que calma el hambre en las mañanas y engaña al estómago hasta el almuerzo, la mayoría de los días. Me sirvo un poco y camino hacia ellos, sentándome en silencio.
El sol entra por las grandes ventanas y los únicos sonidos presentes son el de los papeles que se mueven con el aire y el tecleo de mi madre en la computadora.
Ella levanta la mirada.
—Llamé a los padres de Quinn hace un rato y anoche también hablamos un largo rato —dice, pensativa—. Tal vez vayamos a ayudarlos a hacer afiches con fotografías en la tarde.
Muy dentro de mí siento que algo malo, realmente malo, está sucediendo. Siempre intento parecer desinteresada y evito que los movimientos inesperados de la vida me desestabilicen, pero en el fondo me afectan.
Veo por la ventana mientras termino mi café. Es un día hermoso, pero algo no se siente bien. Quinn está desaparecida todavía. ¿En dónde se encontrará en estos momentos?
Mi celular vibra.
Nuevo mensaje de [Duke]
Lo leo y siento mariposas en el estómago. Sonrío, pensando en el momento que pasaremos.
¿Al final nos veremos hoy?
Sí, el plan sigue en pie.
Es hora de que mis padres se vayan a trabajar. Él es mecánico automotriz y ella, profesora de primaria.
—¿A qué hora llegas hoy? —interroga mi madre.
—No lo sé, tengo que trabajar en un proyecto hasta tarde... —miento.
—Está bien —dice ella—. ¡Nos vemos!
—Nos vemos, te amo. —Nos damos un abrazo, y por alguna razón, se dura más de lo usual. Siento su aroma floral, sus cálidos brazos protectores y su honesto cariño.
—Yo te amo más —afirma tras subir al auto.
—¡Adiós! Mucha suerte en la universidad. —Mi padre me besa la frente al igual que la noche anterior.
Lavo la taza al fregadero mientras observo las casas del frente. Mi vecino está entrando a su hogar con algunas cuerdas.
«¿Para qué necesitaría eso? Acaso...».
Mi corazón late con rapidez. Él siente mi mirada y voltea a verme directo a los ojos. Sonríe y me saluda con la mano. Miles de pensamientos pasan por mi mente, pero intento calmarme. No puedo empezar a hacer teorías estúpidas como en las películas cliché en las que un vecino es el secuestrador.
Lo saludo. Él sigue su camino y entra a su casa. Tengo una constante batalla de pensamientos y sentimientos. Ese señor, Gabriel, como he escuchado a otros vecinos llamarlo, oculta algo.
Subo a mi habitación en lo que me llega un nuevo mensaje de Serina.
Oye, Lyra, ¿y si voy a visitarte ahora?
¡Así podemos estar juntas un rato, al menos!
Antes de que te vayas a la universidad.
Claro, ven.
Me siento en la cama y veo por la ventana... Tengo algo de ansiedad.
Me da miedo empezar a obsesionarme y pensar que mi vecino tiene a Quinn encerrada en el sótano o algo parecido. ¿Qué tan posible sería el hecho de que eso estuviera pasando? Sería algo estúpido tener a Quinn en su casa, más cuando es la de al lado...
¡Qué estupidez!
Dejo de lado estos pensamientos, aunque me moleste la asquerosa intriga no podré hacer nada al respecto. ¡Qué ridícula me vería si intento entrar a esa casa!
Sigo hablando con Serina mientras en lo que llega a casa. Pienso en el gran alivio que me da el hecho de que ambas vayamos a universidades diferentes.
Empiezo a hacer una tarea e intento alejar mis pensamientos de la cita de hoy y de la desaparición de Quinn.
Tocan el timbre.
Corro hacia abajo y me fijo antes de abrir. La paranoia me está afectando. Serina está afuera, con una pequeña bolsa rosada.
—¡Traje pastel! —grita—. ¿Desde cuándo te fijas por ahí quién es?
—¡Hola! —Saludo tras abrir la puerta, y le doy un abrazo a mi amiga.
Tiene ese olor a lavanda fresco de siempre. Es una chica de cabello lacio, de color café claro y ojos almendrados. Caminamos a la cocina y comemos el delicioso pastel de pistacho. Ella se limpia las migajas de la boca y empieza a hablar.
—Lyra, cuéntame. ¿Es cierto lo de Quinn? —pregunta, preocupada, y me da una pincelada de la empatía que siempre la ha rodeado.
—Sí... —respondo
—Tal vez el fin de semana podamos ir a ayudar a poner carteles, he visto varios en la calle el día de hoy. —Está pensativa, es muy susceptible a las energías tanto positivas como negativas.
—Sí, tenemos que ayudar como podamos.
Evito contarle que mi vecino está actuando de forma sospechosa. No es buena idea crear chismes innecesarios, tengo que evitar la paranoia.
Serina pasa en casa el resto del día, charlamos de la vida, comemos, y salimos a caminar un rato, como siempre.
Regresamos y nos ponemos a ver una serie. Ella está concentrada en la trama junto a mí. Pienso en cuándo me llegará un nuevo mensaje de Duke, o si estará igual de emocionado que yo por nuestro encuentro.
Serina se sostiene la cabeza y parpadea.
—¿Te duele? —consulto.
—Un poco, sí... me han dado un nuevo medicamento. A veces me duele la cabeza o me mareo ligeramente. —Ella tiene una media sonrisa y se encoge los hombros—. Pero bueno, me siento mejor.
—Ya veo. —Camino a traer vasos con agua—. Si necesitas algo, me avisas.
—Gracias. Por cierto, ¿no te volvió a hablar Frederick? —pregunta.
—Hmm... no. ¿Por qué preguntas?
Me molesto. Mi exnovio no tendría por qué hablarme de nuevo, y menos después de lo sucedido.
—Pensé que te seguía buscando —concluye Serina—. Qué bien que no, no te acerques a él.
—No planeo hacerlo —confirmo—. Ya todo acabó...
Reviso mi celular.
Nuevo mensaje de [Duke]
Lo abro sin que Serina vea.
¡Hola! Ya me estoy alistando. ¿Tú?
Yo también.
Le respondo y veo la hora. ¡Se hace tarde!
—Serina, ya casi me tengo que ir.
—Está bien, yo debo ir a la universidad también —comenta y se levanta. Voy con ella hacia la puerta principal.
—Nos vemos. —Sonrío y le doy un abrazo.
—Este día fue muy entretenido, me hacía falta tener este tiempo juntas —exclama, feliz.
—Me encantó —expreso con una sonrisa—. ¡Nos vemos pronto!
Veo a Serina alejarse mientras reflexiono sobre nuestros momentos juntas desde la secundaria. Ella ha sido muy buena amiga, siempre me ha brindado apoyo en las buenas y en las malas. Está en todo tipo de situaciones, como la dificultad económica de mis padres, o por todos los complejos inconvenientes que he tenido con Frederick.
Camino rápidamente hacia mi dormitorio para empezar a alistarme. Busco ropa y opto por ponerme una blusa de color violeta y una falda blanca con negro: mi favorita. Me arreglo un poco y me coloco una ligera capa de maquillaje. Sonrío al espejo y siento la energía positiva de la situación.
Salgo de casa. Las calles están algo solitarias y la incertidumbre de la desaparición de Quinn se desvanece lentamente con la presencia del inicio del atardecer. El firmamento se llena de un color naranja espectacular. Me siento libre: hacía tiempo que necesitaba salir sola, sin pensar en el presente, en el pasado o en el futuro.
Le escribo a Duke cuando estoy por llegar a la cafetería.
Ya voy a llegar. ¿Tú?
Ya casi.
Entro al lugar. Mi corazón se acelera progresivamente. Mis ojos lo buscan por doquier, aunque mi intranquilidad no se disimula con facilidad.
Me siento en una pequeña mesa para dos personas, con vistas hacia la calle. El café se encuentra al este de la ciudad, algo cerca de la plaza comercial. La puedo ver desde la ventana. Más allá, hacia el sureste, observo algunas de las lejanas montañas, las cuales adornan el horizonte y le dan personalidad a la ciudad.
Fijo mi vista en el menú, pero no lo leo. Mi mente está deambulando en otro lugar, las dudas inundan mi corazón y, sin querer, mis pensamientos me guían al qué pasará con nosotros en el futuro cercano.
Alzo la mirada hacia adelante: ahí se encuentra. Camina directo hacia mí. Siento su mirada directa, inteligente, seguida de su sonrisa maliciosa. Su cabello negro, casi azulado, está peinado hacia atrás de forma diagonal. Su ropa es de muy buen gusto; se ve limpio, guapo, e incluso audaz.
—Al fin nos conocemos —dice y me muestra una cálida sonrisa. Sus dientes son blancos y perfectos.
Esa sonrisa es la misma que vería
cientos de veces en el futuro...
capítulo 4
Malas decisiones
ImagenLo saludo con un beso en la mejilla.
—¿Cómo estuvo tu día? —pregunta. Su voz es un poco grave y me encanta.
—¡Muy bien! —exclamo, emocionada, me gusta lo que veo—. ¿Fuiste a la universidad hoy?
A diferencia de mí, supongo que él va a la universidad de día, como casi todo el mundo de nuestra edad lo hace.
—Sí, estuvo bien —comenta, relajado—. Nada nuevo.
Ambos pedimos un café. Él lo toma negro y sin azúcar, el mío es con leche. La mesa de madera se calienta suavemente gracias a los disipados rayos del atardecer que entran por la ventana. Veo a la gente pasar a lo lejos. Es una tarde hermosa.
—¿Y tú? ¿Cómo te fue en la universidad? —consulta.
—Muy bien, no estuvo cansada para nada —miento.
La mesera se acerca. Lo ve y sonríe, a ella le debe de parecer guapo también, o eso asumo.
Nuevo mensaje de [Sonnet]
Lo ignoro. Este momento es importante, Duke sentiría que es una falta de respeto que yo me ponga con mi celular en medio de la cita. Tomo un sorbo de café. Él me ve y se ríe.
—Tienes bigote de espuma —mofa, me río y lo limpio.
—¿En dónde vives? Eres de esta ciudad, al igual que yo, pero nunca me has dicho —digo mientras juego con una servilleta.
—Al oeste, no muy lejos del Bosque Aletrejo —responde.
—¡Muy bien! No estamos lejos, entonces. —Me conformo porque en auto no es una distancia extensa.
—Exacto —afirma—. Así que... cuéntame. ¿Por qué estudias enfermería? Creo que me contaste ayer.
La mesera trae la repostería a la mesa. Tomo un mordisco de mi tartaleta antes de empezar a hablar. Un poco de mermelada roja se desliza por mi boca. Él la observa y me limpia con una servilleta.
—Porque me encanta ayudar a los demás. Además, me apasionan todos los procedimientos útiles que se pueden aprender. Inicié hace algunos años y tomé unos cursos, pero decidí tomarme esto en serio y sacar la carrera en la universidad —explico.
—¿Le temes a las heridas? —pregunta Duke, viéndome directo a los ojos.
—Para nada, tampoco a la sangre. Sería todo un caos si le tuviera miedo —respondo y suelto una risilla.
Él come un pedazo de pastel. Traga.
—Perfecto. —Toma otro sorbo de café.
Seguimos dialogando sobre temas casuales, nada profundo ni importante. Supongo que así es la primera cita con un extraño que conoces por una aplicación de citas, así que simplemente le sigo el juego. Pasa una hora, entre risas, y las distracciones diarias que tanto me hacían falta son materializadas.
—¿Tienes algo que hacer después de esto? —pregunta al poner sus brazos sobre la mesa.
La pregunta me emociona. ¿Acaso estará pensando en acostarse conmigo en la primera cita? Está bien, no soy muy difícil que digamos, en cuanto a tener sexo, pero tampoco soy fácil. Pienso por algunos segundos y observo a los alrededores. Ya se ha hecho de noche. Las estrellas brillan y le dan una atmósfera de soledad a la ciudad: es como últimamente me he sentido. Decido seguirle el juego de nuevo, planeo aceptar, pero no tendré sexo esta noche.
—No, no tengo nada que hacer —contesto.
Él revisa su celular luego de haber recibido un mensaje.
—Quiero que vayamos a mi casa a ver una película o algo así; pero mi tío me acaba de escribir. —Él tiene una expresión de queja en el rostro.
—¿Qué dice? —cuestiono y levanto una ceja.
—Me pide que le ayude con algo. ¿Te importa si paramos por su casa algunos minutos y luego vamos a la mía? —cuestiona, convincente.
—Está bien, no hay problema —afirmo. Él se levanta, empezando a caminar.
—Voy al baño un segundo —avisa.
Saco mi celular y reviso el mensaje que ha dejado Sonnet.
¿Estás en clases? Algo me pasó...
Sí, estoy en clases. ¿Qué pasó?
Frederick me está molestando, quiere verte.
El enojo se hace presente.
¿Qué? Imbécil.
Dile que no te moleste,
no tengo tiempo para esto.
Nada más ignóralo.
Hablamos mañana, ¿sí?
Guardo el celular en mi bolso al ver que Duke se aproxima.
—¿Lista? —Él recoge la chaqueta de la silla.
—Lista. —Me levanto.
Salimos del café. Hace un poco de frío, pero es soportable.
«¡Él tiene un auto!», pienso. No es de último modelo, pero está